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El mundo está polarizado. Hemos sobrevivido a una guerra silenciosa, como gas en el
ambiente esperando la chispa que lo haga explotar. La Segunda Guerra Mundial había
terminado en 1945, y nos había heredado-en efecto: otra guerra: La Guerra Fría. El mundo
estaba dividido, Europa estaba destruida y África estaba inquieta. El orden mundial había
caducado, y una nueva superpotencia estaba emergiendo para prevalecer sus intereses:
Estados Unidos. Por otro lado, la victoriosa URSS quería mostrar su supremacía. Ambos se
sentían ganadores, estando en la cima, y querían compartir su ideología- muy diferentes por
cierto. La difusión no iba a ser fácil, dando pie a las organizaciones con finalidad militar
que respaldaban fines ideológicos. “Una idea está respaldada por un cañón”.
El mundo necesita instituciones legales que lo rijan, que estén compuestas en conjunto por
varios países que compartan intereses. Específicamente según Manuel Díez de Velasco y
Antonio Martínez Puñal, las organizaciones internacionales son asociaciones voluntarias
de Estados establecidas por acuerdo internacionales, dotadas de órganos propios e
independientes, encargadas de gestionar unos intereses colectivos y capaces de expresar
una voluntad jurídicamente distinta de la de sus miembros. Las OI tienen presencia
multinacional y han logrado concentrar los intereses de sus miembros. En un mundo cada
vez más globalizado, la unión, cooperación y relaciones internacionales son fundamentales
en el desarrollo de un país.
Pero el mundo no siempre fue tan internacional, las estrechas relaciones entre los países son
recién del siglo pasado. Se declara la Segunda Guerra Mundial en Austria 1939, creándose
dos bloques enfrentados en el transcurso del conflicto. El bloque vencedor: Las potencias
Aliadas, encabezadas por Estados Unidos, URSS, Francia y Reino Unido disputan el
territorio Alemán, gran derrotado de la contienda. La división de Alemania en la República
Federal Alemana (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA), desencadena
también la división del orden económico mundial, y el comienzo de la llamada:
Polarización o Guerra Fría.
La respuesta soviética se hizo esperar, pero llegó para hacerle frente al bloque militar
occidental: El Pacto de Varsovia, movimiento que fue más político que estratégico, pues la
URSS, el fundador, ya había construido una red de defensa sólida antes, incluso de que se
formara la OTAN en 1949. Este Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua fue
una organización consolidada el 17 de Mayo de 1955, y avalada por la RDA, Polonia,
Checoslovaquia, entre otros. Sus objetivos: frenar la expansión capitalista, reunir a las
fuerzas orientales comunistas, y evitar el rearme de la RFA, contraparte de la RDA.
La OTAN, dirigida actualmente por el Primer Ministro danés: Anders Fogh Rasmussen, ha
cumplido y excedido los parámetros de sus objetivos, pues ha transgredido su territorio, al
invadir militarmente Afganistán, buscando un grupo terrorista; Kosovo, bombardeando a
los yugoslavos; y a Liba, destituyendo a un dictador árabe aferrado al poder. La
demarcación territorial: Atlántico Norte, ha quedado corta para los intereses occidentales.
La cuota económica de la OTAN supera los mil millones de dólares (USD
1’114’000’000.0) con excesivos aportes americanos y alemanes, del 25% y 20%
respectivamente. El saldo humano de los enfrentamientos de la OTAN supera centenas de
miles de soldados extranjeros y miles de inocentes civiles. Los verdaderos objetivos de la
OTAN han quedado rezagados, pues la URSS ha desaparecido.
Las Organizaciones Internacionales se han creado para una relación de cooperación, ayuda
y comercio económico entre países que comparte intereses. El hecho de una organización
militar resulta absurdo, cuando se pueden aprovechar las bondades de las relaciones
internacionales, resolviendo conflictos con medios más contemporáneos como la
diplomacia. Tenemos un claro ejemplo de que las organizaciones militares no funcionan,
pues mientras unas tienen su ocaso final, otras transgreden los tratados internacionales.
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