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Los asteroides

El Sistema Solar aún contiene otros cuerpos, en general más pequeños


que los planetas o sus lunas: se trata de los asteroides o pequeños
planetas. En el siglo XVIII, cuando todavía el Sistema Solar terminaba en
Saturno, se consideraba válida una expresión matemática que señalaba
una relación entre el orden de cada planeta respecto del Sol y su
distancia al mismo. Cuando el planeta Urano fue descubierto, su
ubicación en el Sistema Solar resultaba de acuerdo con lo establecido en
esa regla (ley de Bode).

De esa ley podía deducirse además que debía existir algún astro entre
Marte y Júpiter, aunque allí no se había observado ninguno. La incógnita
se mantuvo hasta la noche del 1 de enero de 1801, cuando el astrónomo
italiano Piazzi descubrió con un rudimentario telescopio un nuevo cuerpo
en esa región, al que llamó Ceres; luego se determinó que se trata de una
pequeño planeta más o menos esférico de unos 1.000 km de diámetro. Se
había cumplido una vez más la ley de Bode.

Sucedió entonces que, en 1802, se descubrió otro en la misma zona,


Pallas; luego, en 1804, otro más: Juno. La cuenta se engrosó en 1807,
cuando fue hallado otro planetita: Vesta; el siguiente en el orden de
descubrimiento fue Astrae, ya en 1845.

Todos los que fueron encontrándose resultaron mucho más pequeños


que Ceres: Pallas (490 km), Vesta (400 km); y Juno (190 km); el resto tiene
dimensiones desde unas pocas decenas de kilómetros a cientos de
metros, o quizás menos. Actualmente, Hator es el más pequeño conocido:
500 m. En razón de sus reducidas dimensiones se los denominó
"pequeños planetas" y como, al ser observados telescópicamente, tienen
una apariencia estelar, se los designó asteroides, que literalmente
significa "con forma de estrella".

Únicamente son esféricos aquellos asteroides de mayores dimensiones;


el resto tiene formas bastantes irregulares. En particular, Héctor tiene
forma de reloj de arena (tal vez sean dos cuerpos unidos en uno solo).

Se ha estimado que la masa de todos los asteroides juntos sería de


apenas el 1% de la masa de la Tierra. Las observaciones indican que sus
superficies son rugosas y, en algunos casos, con diferentes clases de
asimetrías detectadas mediante las variaciones irregulares de sus brillos.
Se conocen las órbitas de alrededor de 15.000 asteroides. Se descubren,
sin embargo, muchos miles más mediante largas exposiciones
fotográficas, pero nose tienen datos suficientes para calcular las
trayectorias de todos ellos.

Asteroide Gaspra, Proyecto Galileo,


NASA

Si bien la mayoría de los asteroides se encuentran entre Marte y Júpiter,


se hallaron otros ubicados en lugares alejados de esa zona del Sistema
Solar. El planetita Hidalgo se acerca bastante a Saturno, y Cirón, por su
parte, gira en órbita entre Saturno y Urano. Otros asteroides, pasan muy
cerca del Sol (se los llama objetos Apolo) y algunos de ellos tienen
órbitas tales que en su rotación alrededor del Sol se aproximan a la
Tierra. Otros, en cambio, se alejan tanto como Neptuno y Plutón.

Júpiter ejerce una fuerte influencia gravitatoria sobre los asteroides;


puede decirse que algunos han sido "capturados" por la gravedad de
Júpiter. Se ha observado que unos 20 planetitas están ubicados a la
misma distancia del Sol que Júpiter, con períodos de traslación
semejantes al de ese planeta; se los llamó Troyanos, y los nombres
individuales de los objetos que forman este grupo recuerdan a los héroes
griegos mencionados por Homero en la Ilíada y la Odisea. Los asteroides
Troyanos se ubican en uno de los vértices de un triángulo equilátero con
vértices en el Sol y Júpiter.

Si no existiera la influencia gravitatoria de los grandes planetas


(fundamentalmente Saturno y Júpiter) sobre las órbitas de los asteroides,
las trayectorias de los planetitas tendrían que encontrarse, después de
cierto tiempo, en el mismo lugar del espacio. Pero esa situación no se
produce, justamente por efecto de esas perturbaciones gravitaciones, las
cuales continuamente modifican sus órbitas.
Los astrónomos han agrupado a los asteroides en conjuntos llamados
familias, cuyos miembros tienen órbitas semejantes. Esta situación puede
brindar una pista sobre el origen de los asteroides, ya que el hecho de
que muchos de ellos tengan aproximadamente la misma órbita podría ser
debido a la fragmentación natural de un cuerpo planetario más grande, o
quizás a que están relacionados entre sí por algún otro origen común.

Meteoros
En las noches claras se observa que en forma repentina un punto
evemente brillante del cielo se desplaza rápidamente; en pocos segundos
desaparece de la visión: son las llamadas estrellas fugaces o meteoros.

Se trata de partículas de polvo de muy pequeño tamaño que al penetrar


en la atmósfera terrestre, se queman rápidamente por el roce con os
gases de la misma, lo que sucede a una altura entre 60 y 120 km. Algunos
meteoros, aquellos de mayores imensiones y pesos apreciables, son más
brillantes y llegan a describir más largas trayectorias, mostrándose por
más tiempo. En una noche despejada y alejado de la iluminación de las
ciudades se pueden observar una media docena por hora. Al final de la
noche se alcanzan a ver más meteoros que al comienzo

Pero hay épocas del año en que desde un cierto lugar de la Tierra, el cielo
se llena de meteoros formando verdaderas "lluvias de estrellas fugaces",
las que suelen durar unas horas o bien unos días. Por un efecto de
perspectiva, para el observador terrestre, todos los meteoros de una
lluvia parecen emerger de un único sitio del cielo, llamado "punto
radiante".

Las lluvias de meteoros reciben el nombre de la constelación donde


aparece el mencionado punto radiante. Por ejemplo, las Leónidas es una
lluvia de estrellas que ocurre hacia la constelación de Leo; este fenómeno
aparece todos los años en la misma fecha, a mediados de Noviembre,
aunque resulta particularmente abundante en meteoros cada 33 años. El
13 de noviembre de 1833 se produjo una de las lluvias más
espectaculares de la época moderna: se observón unas 200.000 estrellas
fugaces por hora.

Se ha acumulado evidencia de que estas lluvias se vinculan con los


restos de cometas. Es decir, al aproximarse los cometas al Sol se han
desintegrado, dejando parte de su polvo en forma de una tenue nube de
partículas.
Ese polvo describe una trayectoria alrededor del Sol de la misma manera
que los planetas, y por lo tanto también se lo considera miembro del
Sistema Solar. Cuando la Tierra atraviesa la región de la nube de polvo,
las partículas caen en la atmósfera provocando esa enorme cantidad de
estrellas fugaces. Debido al movimiento periódico de la Tierra alrededor
del Sol, el encuentro con la nube y las consecuentes lluvias de estrellas,
suceden aproximadamente en la misma fecha de cada año.

Por otra parte, en raras ocasiones, al penetrar en la atmósfera y antes de


impactar contra el suelo, también se observa que los meteoros explotan y
resultan tan brillantes como, por ejemplo, la Luna Llena. En
oportunidades, si son espectacularmente brillantes, se los puede ver
durante el día; a veces aparece un meteoro que en su trayectoria en el
cielo deja una estela brillante y que al desintegrarse puede producir
fuertes ruidos: cuando sucede un fenómeno como éste, a dicho meteoro
se lo denomina bólido. Si además los meteoros son lo suficientemente
grandes, antes de quemarse totalmente atravesando la atmósfera pueden
llegar a impactar la superficie terrestre: entonces se los denomina
meteoritos.

Si se trata de rocas de grandes dimensiones (fragmentos de asteroides o


núcleos de cometas), en el choque pueden producir un cráter de impacto.
Algunos de éstos cráteres se pueden advertir en la superficie terrestre,
aunque muy afectados por la erosión. Se conocen unos 160 cráteres en
toda la tierra. Se puede mencionar, como ejemplo, que en el año 1908 un
meteoro aparentemente de grandes dimensiones produjo daños
considerables en una extensa región deshabitada de Siberia (Rusia). En
Arizona (USA) se halla un cráter de unos 1.200 m de diámetro y
profundidad de 175 m, posiblemente producido por el choque de un trozo
de asteroide, hace 50.000 años.Se ha estimado que el diámetro de un
crater producido por un meteoro es alrededor de 10 veces el diámetro del
meteoro que impacta.

Los meteoritos recogidos en la superficie terrestre son de los tipos:


rocosos y metálicos. Los rocosos (más abundantes) son difíciles de
reconocer por su similitud con las piedras terrestres, y por lo tanto deben
ser recogidos inmediatamente a su caída. Por su parte, los metálicos, al
estar constituidos por hierro en un grado de extrema pureza, resultan más
fáciles de identificar. Son relativamente fáciles de ubicar en los desiertos,
ventisqueros y regiones polares.

Es posible determinar la edad de los meteoritos por métodos radioactivos


de datación, encontrándose que es de unos 4.500 millones de años; una
edad similar a la de la Tierra y a la de las rocas lunares. Por lo tanto, se
estima que los meteoritos son, cuerpos que se formaron al mismo tiempo
que el Sol y su sistema planetario.

Pero en el cielo nocturno todavía hay otros fenómenos involucrados con


el polvo meteorítico presente en el camino de la Tierra alrededor del Sol.

Un fenómeno interesante se observa desde lugares donde la luz artificial


no moleste la visión; se percibe, sobre la dirección en que se mueve el
Sol y poco antes de su salida (o poco después de su puesta) una banda
luminosa denominada luz zodiacal.

La luz zodiacal (ques e observa en la región del Zodíaco) se produce


como resultado del reflejo de la luz solar en las partículas de polvo que se
encuentran esparcidas entre el Sol y nuestro planeta. La alta densidad de
polvo y la capacidad de reflexión del mismo hacen que ese reflejo sea
observable, bajo ciertas condiciones, desde la superficie de la Tierra.

Meteoritos
La palabra meteorito significa fenómeno del cielo y describe la
luz que se produce cuando un fragmento de materia
extraterrestre entra a la atmosfera de la Tierra y se
desintegra.

La palabra meteoroide se aplica a la propia partícula, sin hacer


referencia al fenómeno que se produce cuando entra a la
atmosfera. Hay muchísimos meteoroides y pocos meteoritos.
Algunos de los meteoritos que se han estudiado parece que
venían de la Luna y otros de Marte. La mayoría, sin embargo,
son fragmentos de asteroides o de cometas.

También hay corrientes de meteoroides, que se han formado


por la desintegración de núcleos de cometas. Cuando
coinciden con la Tierra se origina una lluvia de meteoritos (o,
si es muy intensa, una tempestad) que puede durar unos
cuantos días.
Cada día entran en la atmósfera terrestre una gran cantidad
de meteoroides, varios cientos de toneladas de materia. Pero
la mayoría son muy pequeños. Sólo los grandes alcanzan la
superficie para convertirse en meteoritos. El mayor meteorito
encontrado (Hoba, en Namibia) pesa 60 toneladas.

Los meteoroides entran en la atmósfera a una velocidad media


que oscila entre 10 y 70 km/s. Los pequeños y medianos se
frenan rápidamente hasta unos cientos de km/hora debido a
la fricción, y cuando caen a tierra (si llegan) lo hacen con poca
fuerza. Solamente los grandes conservan la velocidad
suficiente para dejar un cráter.

Hay tres clases de meteoritos: los litosideritos estan formados


por materiales rocosos y hierro. Constituyen apenas un uno
por ciento de los meteoritos. Los meteoritos rocosos,
formados solamente por rocas, son los más abundantes. Los
meteoritos ferrosos, un 6% del total, contienen gran cantidad
de hierro.

El estudio de meteoritos revela datos interesantes. Son


buenos ejemplos de la materia primitiva del Sistema Solar,
aunque en algunos casos sus propiedades han sido alteradas.

El único hierro que conocían los humanos antes de inventar la


forja provenía de los meteoritos. Los minerales terrestres que
contienen hierro no tienen resistencia. El hierro extraterrestre
nos puso en la pista de la metalúrgia.

Algunas catástrofes del pasado pueden haber sido causadas


por meteoritos, como la extinción de los dinosaurios del
Cretaceo, hace 65 millones de años, provocada por la caída de
un meteorito de unos 10 Km. de diámetro. O, al menos, así lo
creen algunos astrónomos.

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