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Estamos tan desacostumbrados a que los gobernantes rindan cuentas que cuando
un ciudadano las exige se le mira como sospechoso o se le ataca por haberlo hecho.
Estamos tan amoldados a la incapacidad de nuestros gobernantes, tan adocenados
por la corrupción, que cuando un ciudadano acusa a cualquier funcionario por
incapaz o por corrupto, se le mira raro o es tomado como parte de un complot, una
pieza al servicio de otros que buscan venganza o cobro de facturas pendientes de
pago. Nada más.
Esto es lo que ocurrió muy recientemente con el periodista Javier Sicilia cuando
exigió al presidente Calderón la renuncia de Genaro García Luna. Fue respaldado
por muy pocos, cuestionado por muchísimos, vituperado por muchos. Que a quién
representaba o creía representar el periodista y filósofo. Que hablaba por la herida
abierta de la pérdida de su hijo, pero carecía de pruebas y de argumentos para
respaldar su demanda. Que Sicilia era una pieza que servía a los enemigos de
García Luna, entre ellos, los propios cappos del narco.
Hace más de dos años que otro padre agraviado hizo a un lado su dolor y alzó su
voz para pedir, para exigir: “si no pueden…renuncien”. Se hicieron marchas, igual
que ahora, se logró conformar un clamor nacional… pasaron los meses, los años, y
nadie, ninguno de los miles de funcionarios incapaces y corruptos, nadie se dio por
aludido, nadie renunció por sentirse incapaz o por su falta evidente de resultados.
¿Tendremos que escribir, ooootra vez, de lo que ocurre en el campo educativo y del
error histórico que cometemos al alimentar a ese monstruo burocrático que
representa Elba Esther Gordillo?
Lo que sigue para los ciudadanos de a pié es pedir, exigir, asumir en los hechos
QUE SE VAYAN TODOS.