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Los tres errores que vamos a examinar tienen, en efecto, de común que atacan no tanto a
la persona de Cristo como la Trinidad, sin embargo, a la vez ponen en tela de juicio el
misterio mismo de la encarnación.
1. El adopcionismo.
La primera aparición del adopcionismo se sitúa alrededor del año 180.mientras el
docetismo negaba la humanidad, el adopcionismo, por el contrario, rehúsa aceptar la
divinidad. Cristo no es un Dios, sino un hombre especialmente elegido y adoptado por
Dios, de ahí el nombre de adopcionismo. Violentamente combatido por el conjunto de
la Iglesia, condenado por el papa Víctor alrededor del año190, se podría haber pensado
que el error había sido extirpado para siempre, pero se le vio aparecer (aunque de
manera ligeramente distinta) hacia finales del siglo III.
Alrededor de los 260-268. A fin de salvaguardar mejor la unicidad divina, cierto Pablo
de Samosata rehúsa reconocer en el hombre Jesús otra cosa que un Hombre adoptado
por el Padre. Lo cual hace, para este obispo de Antioquia, que no se pueda hablar
realmente de tres personas divinas. Lo que nosotros llamamos hoy el Verbo no
representa para él más que un atributo del Padre. En cuanto al hombre Jesús, es
realmente un hombre como los demás, pero se trata de un hombre al que Dios se
comunicó de una manera especial, un hombre en quien el Verbo vino a habitar como en
un templo. Pablo de Samosata fue condenado por el concilio de Antioquía en el 268.
2. El Arrianismo.
La herejía es directamente trinitaria, pero comprende conclusiones cristológicas
extremadamente graves.
Contrariamente a lo que con frecuencia se ha dicho, Arrio no negaba pura y
simplemente la divinidad de Cristo, sino que negaba que Cristo pudiese ser llamado
Dios con el mismo Título y de la misma manera del Padre. Solamente al Padre –decía
de él- convenía el nombre de Dios. El logos no era Dios en el sentido puro y simple de
la palabra. El era la primera y la más perfecta de las criaturas de Dios, aquella de la que
Dios se había servido para la creación. En una palabra, era como un Dios de segunda
fila, Dios con relación a las demás criaturas, pero criatura con relación a Dios.
Y he aquí la repercusión cristológicas de todo esto: de esta manera es prácticamente
toda la razón de ser de Cristo la que se ponía en tela de juicio. Y esto precisamente lo
que san Atanasio habría de contestar a Arrio: Cristo – exclama Atanasio- no sería ya lo
que es en realidad, no seria ya nuestro salvador; en otras palabras, no sería “la vida”
sino era Dios.
Arrio, por otra parte, no se equivocaba únicamente en la concepción de la divinidad de
Cristo, sino igualmente en la explicación que daba al respecto a la humanidad de Cristo.
Bajo qué influencias y por qué profundas razones, es difícil decirlo el papel que
desempeña el alma en un hombre ordinario.
Retrataba evidentemente de algo demasiado grave para que la Iglesia no reaccionara
inmediatamente y vigorosamente. Y esto es lo que hizo en el concilio de Nicea, que fue
convocado esencialmente para eso y que representa asimismo el primer concilio
ecuménico.
El concilio proclamó y definió de manera solemne que Cristo era: “Dios de Dios, luz de
luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, consustancial al Padre” (Dz. 54)
Sin embargo, por desgracia no todo estaba terminado. No solo las luchas propiamente
dichas iban a continuar con más intensidad: lucha entre arrianos y antiarrianos, y luchas
en el interior del mismo mundo arriano. Había otra cosa más grave todavía: el espíritu
mismo del arrianismo encerraba una peligrosa tendencia a racionalizarlo todo y
reducirlo todo a al dialéctica.
3. Fotino.
Aunque fuese violentamente anti-arriano, Fotino llegó finalmente a una postura bastante
cercana a la de Arrio y de Pablo de Samosata. Tampoco para él Cristo era realmente
Dios. No era más que un hombre que había merecido por su santidad convertirse en su
hijo adoptivo de “El único”
b) Las reacciones
Como podía esperarse, fueron particularmente vivas de la parte
antioquena. El principal representante de la escuela alejandrina, aquel
que hacia poco acababa de salvar a la Iglesia del arrianismo, Atanasio, se
decidió a intervenir en la batalla para apuntar la puntualización necesaria
y para tratar de reconciliar a los adversarios.
Como había hecho ya frente a Arrio, Atanasio comienza por tomar altura,
remontándose hasta el dogma fundamental de la fe cristiana, el dogma de
la redención. Si Cristo no ha salvado realmente. Únicamente quedó
curado aquello que fue asumido por el Verbo; únicamente se salvo lo que
se unió a Dios. Por consiguiente, no es solo por su cuerpo como Cristo
nos Salvó, sino también por su alma; o de lo contrario, habría que decir
que solamente nuestro cuerpo fue salvado por Cristo.
Apolinar había comenzado a predicar su doctrina alrededor de los años
360. En 362, Atanasio consiguió, en un sínodo que tuvo lugar en
Alejandría, realizar el acuerdo entre las dos partes acerca de un texto que
reconocía explícitamente que no era posible, ya que el Señor se había
hecho hombre por nosotros, que su cuerpo estuviese privado de “nous”
(inteligencia). Incluso precisamente como consecuencia de esta
intervención de Atanasio y de la profesión de fe de 362 que le siguió, fue
como Apolinar imaginó la nueva teoría de la que hablamos
anteriormente, la distinción entre el alma (que Cristo poseía) y el
espíritu, o también el entendimiento (el nous) (que no poseía).
Finalmente el asunto llegó hasta Roma y el Papa Dámaso condeno a
Apolinar en el 377, y luego en el 379, condenación esta fue repetida por
el concilio ecuménico de Constantinopla de 381 y por el concilio romano
del año siguiente.
c) Conclusiones:
Como herejía sistemática, el apolinarismo nunca consiguió un gran éxito.
La secta, que nunca había sido muy numerosa, desapareció incluso
definitivamente en el siglo V.
3) Las reacciones.
San Cirilo de Alejandría. La réplica no se hizo esperar. San Cirilo, el
mayor representante de la escuela de Alejandría, entró en escena. Fiel
al gran principio de toda la escuela de Alejandría “Dios se hizo
hombre a fin de que los hombres se hicieran dioses”, Cirilo no quiere
ver en Jesús más que a un único sujeto de atribución, que es el Verbo.
Lo esencial, para él, lo mismo que para toda tradición cristiana, es, en
efecto, que el Hijo de Dios se haya hecho uno entre nosotros y que
nos haya rescatado por su muerte; pero es preciso todavía, para esto,
como es evidente, que esa muerte haya sido la de un Dios. Así, una
vez más, era el principio soteriológico el que dominaba el debate y
desenmascaraba el error.
La tentación Nestoriana
Aquí también importa distinguir bien la herejía sistemática
propiamente dicha y la tentación profunda que expresaba. Sin duda,
nadie se atrevería hoy a emplear las mismas expresiones de Nestorio,
pero cierto número de actitudes o de reflexiones espontáneas de no
pocos cristianos muestran que en realidad la profunda tentación del
nestorianismo no ha muerto. He aquí algunas actitudes que no
parecen particularmente características: reducir a Cristo a simple
amigo, a un jefe, insistir de una manera excesivamente dolorista y
sentimental en los sufrimientos del Señor, hasta tal punto que Dios no
tenga prácticamente cabida en esos sufrimientos; ver el cristianismo
como una pura doctrina social y en su jefe a la simple clave de
bóveda de un edificio social mas humano. En una palabra, la
tentación nestoriana es la de los espíritus positivos y realistas.
La tentación monofisista