El problema a tratar dentro de este ensayo, es el conflicto que se haya
entorno a los esfuerzos por alcanzar la libertad, con base a los factores sociales, económicos, políticos y espirituales que encierran a los hombres.
El análisis del libro se funda en el supuesto de que el problema se refiere
a la relación entre el individuo y el mundo, y los efectos que surgen de esta interacción que afectan de manera directa e indirecta la libertad del hombre. Sin dejar de lado los factores fisiológicos del hombre, como lo es el sueño, hambre, sed, etc.
De este modo se entiende que un sistema económico llega a ser un
factor primordial en la determinación de la estructura del carácter del hombre, porque las necesidades de auto conservación lo obliga a aceptar las condiciones en las cuales debe vivir. Y por otra parte, pero igualmente de manera compulsiva: la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, la necesidad de evitar el aislamiento.
El hombre carece de libertad desde el momento de su nacimiento, ya
que se encuentra atado a sus vínculos primarios, vínculos que desde el punto de vista funcional mantienen unido al niño con su madre. Son orgánicos en el sentido de que forman parte del desarrollo humano normal, e implican una falta de individualidad, pero al individuo le generan seguridad y orientación.
Y una vez que el hombre se ha despojado de los vínculos primarios,
comienza el proceso de individuación, que hace al niño más fuerte desde el punto de vista físico, emocional y mental y por otra parte aumenta el sentimiento de soledad. Se da cuenta de ser una entidad separada de los demás, lo cual le genera un sentimiento de angustia e impotencia.
Dichos sentimientos de angustia e impotencia se han visto reflejados en
la sociedad desde tiempos antiguos, por ejemplo en el periodo de la reforma, donde la manera de concebir las relaciones con dios posee el carácter de una sumisión, el cual es debido a la impotencia del hombre. Por lo que asumimos que todos los hombres carecen del poder realizar cualquier acto bueno. Y la solución que se proporciona es la eliminación del yo individual al convertirse en un instrumento en manos de un fuerte poder exterior a él.
Si bien el hombre ha sido liberado de los antiguos enemigos de la
libertad han surgido otros; el hombre moderno se halla en la posición de que mucho de lo que él piensa y dice no es si no lo que igualmente todo el mundo piensa y dice. En la sociedad moderna, el hombre es el centro y el fin de toda actividad. Todo lo que hace lo hace para si mismo. El egoísmo del hombre no representa otra cosa que la codicia originada por la frustración del yo real, cuyo objeto es el yo social.
Lo que esto genera es el fenómeno más importante y destructivo: la
relación del individuo con su propio yo. El hombre no solo vende mercancías, sino que también se vende a asimismo. De este modo la confianza en sí mismo es tan solo una señal de lo que los otros piensan de uno. Si me buscan, entonces soy alguien, ni no soy popular, no existo.
Y es que una vez cortados los vínculos primarios que proporcionan
seguridad al individuo surgen alternativas para soportar su soledad: puede progresar hacia la libertad positiva o abandonar su libertad eliminando la relación entre el individuo y el mundo. Y con el fin de escapar de la impotencia, nos disponemos a despojarnos de nuestro yo individual por medio de mecanismos de evasión.
Un mecanismo de evasión de la libertad, es el autoritarismo, que
muestra una tendencia a buscar nuevos vínculos secundarios como sustitutos de los primeros que se han perdido. El autoritarismo se puede observar en tendencias como el masoquismo, que está constituido por sentimientos de inferioridad, impotencia e insignificancia. Y tendencias sádicas, que son en general menos consientes y más racionalizadas que los impulsos masoquistas. Tendencias que se hallaran siempre juntas. Dichos impulsos tienden a ayudar al individuo a evadirse de su insoportable sensación de impotencia y soledad.
El individuo despavorido busca algo o alguien en quien encadenar su yo.
Eliminando esa carga: el yo. Una manera de despojarse de ese yo se observa en la simbiosis, que se refiere a la unión de un yo individual con otro, unión capaz de hacer integridad de su personalidad haciéndolos recíprocamente dependientes. Otro aspecto lo hallamos en el intento de convertirse en parte integrante de alguna masa más grande y más poderosa superior a la persona, sumergiéndose en ella. Buscando la felicidad en la sumisión.
Otro mecanismo de evasión es la destructividad. El sadismo se dirige a
fortificar al individuo por medio de la dominación de los demás; la destructividad busca el mismo objetivo por medio de la anulación de toda fuerza exterior. Si por cualquier causa ningún otro individuo puede ser objeto de destructividad, este será el mismo yo. El impulso de vida y de destrucción no son factores mutuamente independientes, sino que son recíprocamente proporcionales. Por otra parte existe otro mecanismo de evasión, el de conformidad automática y que constituye la solución adoptada por la mayoría de los individuos de la sociedad moderna: El hombre deja de ser el mismo, adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales.
Y es que se ha comprobado que podemos tener pensamientos,
sentimientos, deseos y hasta sensaciones que si bien sentimos nuestros, nos son impuestos desde afuera, lo cual constituye una discusión entre el pensamiento genuino y el pseudopensamiento. El punto decisivo no es lo que se piensa, sino como se piensa.
En nuestra cultura nuestras tendencias hacia el conformismo se observa
en la represión de los sentimientos espontáneos, desde que inicia el aprendizaje del niño. Ya que empieza experimentar sentimientos que no son suyos: como la simpatía hacia todos los demás.
El hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere cuando en
realidad lo único que desea es lo que se supone, socialmente, debe desear. Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío.
Creo que la realización del yo se alcanza no solo por el pensamiento,
sino por la personalidad total del hombre, sus emociones y acciones. La actividad que va encaminada a que el hombre pueda superar el terror de la soledad sin sacrificar la integridad el yo, es la actividad espontánea, que es la libre actividad del yo e implica el ejercicio de la propia y libre voluntad.
Para alcanzar la libertad y el individualismo existen también factores
que contribuyen a su realización como son los cambios económicos y sociales que permitirán al hombre llegar a ser libre, realizando su yo. Todo lo que interesa es que el individuo tenga la posibilidad de ejercer una actividad genuina; que los fines de la sociedad sean idénticos a los suyos.
Al estudiar a los grupos sociales debemos contemplar el carácter social,
que es el carácter común a la mayoría de ellos. Y es a partir de este que se desarrollan y fortifican las distintas ideas. El carácter social hace nuestras las necesidades externas, enfocando de este modo la energía humana hacia las tareas requeridas por un sistema económico y social determinado.
Las ideologías se hallan arraigadas en el carácter social, y este es
moldeado por el modo de existencia de una sociedad dada y que a su vez el carácter social dominante también se vuelve fuerza que moldea el proceso social.
Con base en todo lo anterior planteado podemos concluir que el
mexicano al igual que la mayoría de los hombres, al momento de tomar decisiones, se ve condicionado por el carácter social, ya que este lo moldea de acuerdo a las necesidades económicas y de desarrollo para la sociedad.
Es que, como se ha mencionado, el hombre tiende a racionalizar sus
pensamientos y actividades, de manera que los creen suyos, pero que en realidad estos pensamientos y actitudes no son genuinos, ya que son implantados por el medio, en base al desarrollo social en el que se encuentra sumergido.
El mexicano al igual que la mayoría de los hombres siente miedo la
libertad por el hecho de saber que si se expresan y actúan de manera genuina puede ocasionar el reproche de la misma sociedad, lo cual lo lleva a un estado intolerable de aislamiento. Por lo que prefiere recluirse y sumergirse en la sociedad circundante volviéndose dependiente de ciertos factores y evitando la realidad por medio de mecanismos de evasión.