Sei sulla pagina 1di 9

AUTOFORMACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

Solo partiendo del significado y evolución de la conciencia es posible participar


de manera profunda en los procesos autoformativos.

Las propuestas técnicas de la psicología son un recorrido a través del


conductismo, psicoanálisis, lo humanista y lo transpersonal. Las dos últimas
corrientes originan los presupuestos de los llamados nuevos paradigmas de la
conciencia, también son estas teorías las que en tiempos recientes retoman las
aportaciones de la llamada filosofía perenne, que, en términos de Aldous Huxley
vincula cosas, vidas y metas con la dimensión divina de la realidad.

En esta revolución silenciosa que esta en marcha, el ser humano no es visto como
un papel en blanco, sino como una unidad armónica bio-psico-social espiritual.

El desarrollo pleno del ser humano vendrá a ser aquel que desarrolla el potencial
innato en estas cuatro dimensiones. Cuando se contempla la parte espiritual como
una parte de la naturaleza humana, las prácticas autoformativas que se van a
desprender de esto poseen características distintivas únicas.

Los libros, las películas, maestros y toda fuente a la que nos es posible acudir, son
concebidos como acompañantes para que el propio potencial florezca. Éstos
acompañantes hacen proposiciones, ponen frente al sujeto conocimientos para que
éste ejerza sus derechos y su responsabilidad de aprender.

La palabra espiritual genera ruido en el analista crítico ya que la usamos para


designar una parte de nuestra experiencia que es intangible y casi incomunicable.

Expresiones tales como necesidades espirituales y vida espiritual implican que


existe una realidad que no puede ser aprehendida a través de los sentidos, que no
podemos captar con la mente racional. Si existe una dimensión tal de la realidad, es
imposible formarse una imagen de ella y como nuestro pensamiento depende de
imágenes, no podemos pensar nada acerca de ella; pero si existen en el ser humano
necesidades espirituales, debemos reflexionar sobre la manera de satisfacerlas.

Sabemos que a diferencia de las necesidades materiales, es difícil convencerse de


que existen y de ver en que consisten.

La mente o la psique no es la espiritualidad, la psique incluye las sensaciones,


emociones, imaginación, pensamiento, tanto conscientes como inconscientes.
Tenemos necesidades psíquicas como deseos emocionales, curiosidad mental,
estímulos para nuestra imaginación, expresiones que nos afirman a nosotros mismos.

La necesidad espiritual comienza con la necesidad de que nuestra vida tenga un


significado estable al cual podamos recurrir en todas las condiciones de la vida. Para
John Bennet esto va más allá de la vida misma y alcanza nuestra existencia después
de la muerte del cuerpo. La necesidad espiritual esta vinculada a la necesidad de
sentir que no estamos aislados, que existe algo más allá de nuestra psique que no nos
es ajeno y que no está fuera de nosotros mismos. Esta necesidad se manifiesta en otra
necesidad, que es la de comprender por qué estamos en este mundo y por qué el
mundo es como es. Se manifiesta también en la necesidad que sentimos de saber por
qué deberíamos o no deberíamos hacer algo, por qué existe el deber de vivir de uno u
otro modo. Se manifiesta en las preguntas: ¿Quién soy? Y ¿Por qué? ¿Qué debo
hacer? Y ¿Por qué? La fe en Dios o la dedicación, entrega o devoción a una tarea sin
buscar recompensa alguna sólo tienen una naturaleza espiritual.

En las grandes tradiciones místicas del mundo la existencia está graduada y con
ella la actividad del conocer. Es decir, existen niveles del ser y niveles del
conocimiento. Lo absoluto -a lo que hace referencia de una u otra manera la
dimensión espiritual- es tanto el nivel más alto de la realidad como la condición o
naturaleza real de cada nivel de la realidad. Es el peldaño más alto de la escalera y es
la madera de la que está hecha la escalera. Los peldaños de la escalera son las fases
de la evolución en general y las del crecimiento y desarrollo humanos.

Según Hegel, el último estadio del desarrollo culmina en el Absoluto, en el


autodescubrimiento del espíritu, un estadio o nivel al que llamamos transpersonal o
superconsciente.

La secuencia completa del proceso evolutivo sería: de la naturaleza a la


humanidad y de ahí a la divinidad; del subconsciente a lo autoconsciente y de ahí a lo
superconsciente. De lo pre-personal a lo personal y de ahí, a lo transpersonal. Si el
movimiento de lo inferior a lo superior es denominado evolución, el movimiento
inverso de lo superior a lo inferior, constituye la involución. El sentido de ambos
movimientos supone algún tipo de comprensión. Ken Wilber advierte que debe
tenerse cuidado al exaltar las modalidades no-lógicas, no-egóicas o no mentales, ya
que al mirar el panorama social y percatarse de la desintegración del pensamiento
racional se puede llegar a la errónea conclusión de que la transformación espiritual es
inminente sin hacer caso de todos los indicadores evidentes que, a la vuelta de la
esquina, en lugar de la iluminación transpersonal podemos encontrarnos con el
holocausto pre-personal. Así pues, mientras la desintegración o debilitamiento del
ego es lamentable, la búsqueda de su trascendencia es deseable, distinguiendo entre
avance y retroceso.

En los estudios evolutivos como en los niveles de conciencia, cada nueva etapa
transcurre por el proceso de iniciación, desarrollo, conservación y decadencia que le
es inherente; no sólo trasciende o se diferencia de su predecesor, sino que también
debe integrarlo e incluirlo en un nivel de organización estructural jerárquicamente
superior. Trascender e incluir el nivel inferior negando su parcialidad y desequilibrio,
pero también, al mismo tiempo, incluir y conservar sus estructuras y funciones
concretas. Así, trascender la mente en el espíritu (lo racional en lo supraracional) no
implica perder ni destruir la mente, sino incluirla en la totalidad superior de lo
supraconsciente o supraracional.

Se niega la exclusividad de la mente pero permanece su capacidad.

Las transformaciones que representan las etapas por las que puede atravesar un
ser humano no se llevan a cabo de manera lineal o espiral ascendente sino que se
caracteriza por una gran complejidad ya que son una serie discontinua de procesos
ascendentes y descendentes, horizontales, transversales y verticales, progresivos y
regresivos, con una tendencia predominante, como nuestra creencia nos hace
suponer, hacia un nivel superior. Pero en este trayecto, se presentan múltiples
procesos y rupturas con estos procesos. Cada sensación de angustia, de temor, de
crisis, representa un indicador de que un proceso está llegando a su fin que el
individuo requiere estar equipado para la comprensión de esta interfase movediza
que le llena de confusión y le amenaza con devorarlo; también debe prepararse para
la nueva etapa que va a vivir, accediendo a ella con la responsabilidad incrementada
que le trae consigo.

Según Krishnamurti los cambios no son producto de los procesos, porque estos
están atrapados en el tiempo, sólo son posibles por las rupturas, las mutaciones
radicales, que se dan en un ahora que no pertenece al tiempo lineal; sin embargo, es
necesario comprender los procesos temporales, del pensar, del temer, del sentir. La
mutación no es intencional, es un asunto del discernimiento intemporal, de religión,
de modo de vivir, si queremos que sea vigente por el resto de nuestros días.

En una de sus últimas charlas públicas, el 7 de diciembre de 1985, Krishnamurti


preguntaba ¿A través de que medios, de que actitud, de que clase de explicación
verbal se formarían ustedes dentro de un modo holístico de vivir? Por holístico
entiendo total, íntegro, no astillado, no fragmentado, como lo está la mayoría de
nuestras vidas, ¿Cómo dan ustedes origen a un modo holístico de vivir, a una
perspectiva no fragmentada de especializaciones? ¿Hay otro modo de vivir, un
modo de vivir holístico, en el cual está implicada la calidad de una mente religiosa,
una profunda bondad, sin malicia ni dualidad alguna? ¿Qué es aquello que es
completamente holístico? Y continúa Krishnamurti: amor, compasión, es lo único
holístico. El amor no es pensamiento, no es placer, no está relacionado con el odio,
los celos, la ira y todo eso. El amor es completamente indestructible. Es total y tiene
su propia inteligencia.

La realidad es una y múltiple, y acceder al conocimiento de una de las emanadas


de este abanico de realidades, puede ser cuestión de que la reconozcamos como
realidad objetiva, lo que de ella se diga puede ser cierto o falso desde los parámetros
de la corrección científica, pero ciertamente, no es toda la realidad, también el mundo
interno posee su dimensión de lo real y hay quienes ya están dedicados por profunda
necesidad, a evocar la presencia de ese mundo interno, la experiencia del espíritu,
como nos lo recuerda la profecía de Amós que dice: Llegará un día en que habrá
hambre en la tierra, no hambre de pan ni de sed de agua, sino de oír las palabras
del señor.

La pauta que conecta nos mueve a una extensa red de comunidades de aprendizaje
del brazo de la paradoja de Chuang Tze para encontrar a los que hayan olvidado el
lenguaje y charlar con ellos.

La ruptura o crisis de nuestro tiempo indica que una cultura se desintegra para dar
surgimiento a otra. Nos preparamos para encontrar lo sagrado de lo profano y lo
santo de lo cotidiano en el prodigioso advenimiento de un nuevo mundo. No importa
cuales sean los caminos que cada quien recorra en su búsqueda espiritual, la
capacidad de discernimiento nos lleva a entender que no son tan diferentes unos de
otros, que podemos entenderlos como aplicaciones de un mismo principio o rutas en
un mismo mapa, y que se valen de símbolos y conceptos diferentes para representar
una experiencia similar. Todos -en última instancia- vamos en búsqueda paralelas
dándole nombres distintos a la meta (amor, realización, curación, religión) y tenemos
ideas diferentes de dónde encontrarlo.

Para Claudio Naranjo, hay tres instituciones que están interesadas en provocar o
en facilitar un proceso de cambio: la educación, la medicina y la religión. Cada una
con su esfera específica, el desarrollo de la educación, la curación de la medicina y la
salvación, la liberación o la iluminación de la religión. Las tres, educación, medicina
y religión, al mismo tiempo persiguen y evitan la meta única del crecimiento
humano. En la medida en que sirven al único Dios, las tres son una; en la medida en
que sirven al Cesar, son especialidades. Paradójicamente, el Cesar tiene las mejores
intenciones. Si examinamos sus motivos, encontramos que también sirven a Dios,
sólo que en forma fragmentaria y con poco juicio, sus decisiones están basadas en
ideas que un día fueron emanadas de la sabiduría, pero ya no pueden aplicarse; y sus
instituciones son el eco de otras que un día cumplieron la función directriz de la
especie humana.

En el pensamiento sufí que amablemente trajo a occidente Idries Shah, hay un


breve relato con el que se ilustra la naturaleza fragmentaria de las instituciones que
inevitablemente se volverán caducas: cuenta una historia que cuando Dios creó al
mundo y vio que era bueno, Satanás se unió a él en su apreciación y exclamó,
mientras miraba una maravilla detrás de otra: ¡Está muy bien! ¡Está muy bien!
¡Hagámosla una Institución!

Cuando hablamos de etapas, nos referimos a procesos de aprendizaje, por ejemplo


refiriéndonos al interés, no es posible pasar del interés pre-convencional al interés
convencional sin aprender a asumir el papel de los demás. Y tampoco es posible
pasar del interés convencional al interés postconvencional o global sin aprender a
considerar las cosas desde perspectivas diferentes.

Así, si se trata de una adaptación estable y no sólo de una experiencia cumbre o de


un estado provisional, la corriente espiritual discurre a través de las mismas obras
generales que cualquier otra habilidad adquirida. Al mismo tiempo, este proceso
ocurra de manera casi independiente al de otras líneas evolutivas, de modo que el
desarrollo espiritual -como corriente separada- puede ir por delante o detrás de las
otras líneas del desarrollo afectivo, interpersonal, artístico, entre otros.

En este desequilibrio entre las diversas líneas de desarrollo -incluyendo la


espiritual- y el hecho que los niveles superiores sean poco frecuentes, ocasiona a
veces, condiciones catastróficas.

Sin embargo, es posible que el desarrollo espiritual tenga lugar sin la razón
perpectivista y la visión lógica, por la simple razón de que la línea del desarrollo
espiritual mantiene amplios márgenes de independencia.

Hoy estamos en condiciones de rastrear el desarrollo evolutivo de las diversas


líneas o corrientes del desarrollo de la conciencia, en líneas como la cognición, el
afecto, el desarrollo moral, las modalidades espaciales y temporales, las relaciones
objetables, la sensación de identidad, las necesidades y la línea propiamente
espiritual.
En este sentido contamos en uso con dos concepciones diferentes de lo espiritual.
Como nivel y como línea de desarrollo. Ambas concepciones son aceptables sólo sí
sabemos a cual nos referimos en un momento dado.

Lo espiritual como nivel tiene que ver con la ola post-post-convencional de


cualquier línea de desarrollo.

Los logros superiores de la naturaleza humana, los que llamamos estadios post-
post-convencionales de cualquiera de las posibles líneas de desarrollo (como la
cognición, el afecto, la moral y la sensación de identidad) suelen ser calificados
como espirituales o con términos similares. Entonces, en esta aceptación, lo espiritual
sólo puede aparecer de manera estable hasta que otros niveles anteriores hayan sido
adecuadamente transitados.

En la segunda acepción, lo espiritual se refiere a una línea separada del desarrollo


que discurre junto o de modo paralelo a las otras líneas mencionadas. Es delicado
referirse a la línea de desarrollo espiritual como algo separado del resto de las líneas
porque se requiere la especificación de la misma, una manera de hacerlo es
refiriéndose a ello como la línea del interés último.

En síntesis, podemos referirnos a dos aspectos distintos con lo espiritual: como


una corriente separada y como las olas superiores de cualquiera de las corrientes.

En cuando a los estadios espirituales de cualquier línea de desarrollo, estos sólo


pueden aparecer después de que los estadios más tempranos hayan terminado de
consolidarse.

Si consideramos la espiritualidad como una línea de desarrollo separada, esta


también tendrá su jerarquía evolutiva. Es decir, se construirán sobre competencias
anteriores nuevas facetas agregadas que reemplazarán las orientaciones más
estrechas y superficiales propias de los estadios anteriores. Así, para pasar de la
espiritualidad pre-convencional (arcaica, mágica y egocéntrica) a la espiritualidad
convencional (mítica y de identidad y pertenencia), es necesario aprender a colocarse
en el papel de los demás. Sin ese desarrollo que lleva del yo al grupo es imposible
que aparezcan el cuidado, el respeto y el despliegue de los intereses espirituales más
profundos. Esto es precisamente el motivo por el cual la noción de estadio es también
crucial en la línea espiritual.

Como una línea separada, lo espiritual es compartido por todos los seres humanos
a los que nos referimos como encontrándose en un estadio específico de desarrollo
espiritual, como nivel, el estadio integrado superior sólo es alcanzado por un número
muy reducido de seres humanos, es decir, en esta concepción, son muy pocos los que
logran un auténtico desarrollo espiritual.

En cualquiera de los casos, la conclusión es la misma, deben atravesarse


diferentes etapas o fases.

La línea espiritual del desarrollo comienza en el nivel arcaico sensoriomotor,


donde el interés último, se asienta sobre el alimento, luego prosigue a través de los
reinos pre-racionales (mágico y egocéntrico) con la capacidad de asumir el papel de
los demás, la línea espiritual comienza a expandir su interés desde uno hasta el grupo
y sus creencias, más tarde, aprende a asumir una visión más universal en que el
interés último comienza a incluir el bienestar de toda la humanidad sin exclusión de
raza, género o credo y florece la visión lógica global, donde el interés incluye a todos
los seres sensibles, este es el disparador de los estadios transpersonales y espirituales,
que se interesan por la conciencia de todos los seres sensibles sin excepción alguna.

Todo el mundo puede decir qué es espiritual porque todo el mundo tiene algún
tipo o nivel de interés último. Pero debemos tener en cuenta cual es su concepción
real, en el pensamiento y en la acción para comprender cuan amplio y profundo es su
voto de conciencia omnisciente, que le lleva a negarse a descansar hasta que todas las
perspectivas actualicen su naturaleza esencial.

En cuanto a lo espiritual como el último nivel de cualquier línea de desarrollo nos


referimos al estado último de la conciencia. El origen de todo lo creado ha recibido
cantidad de nombres, pero en el momento en que lo nombramos lo convertimos en
un concepto, en algo dual, lo polarizamos. Sin que esto sea bueno o malo la unidad
se convierte en dualidad. De una conciencia total o una conciencia de la unidad se
involuciona hacia la conciencia de la diversidad.

Al despertar a lo que somos en esencia vamos a volver al origen del cual nos
desprendimos, al llegar a esa conciencia de unidad vamos a saber lo que somos,
vamos a fusionarnos sin confundirnos. La práctica espiritual surge de la conciencia
de unidad y nos conduce hacia ella. Todo lo que hacemos puede convertirse en una
práctica espiritual. La conciencia de unidad y la conciencia en aquí y ahora son una y
la misma cosa. Activamente negamos la conciencia de unidad y nos resistimos a ella.
Comprender esta resistencia secreta es una clave fundamental de la conciencia de
unidad.
Hay condiciones especiales apropiadas para la realización de la conciencia de
unidad que pueden funcionar porque cada tipo de condición frustra un tipo de
resistencia (la asociación libre, la contemplación, la concentración, la meditación).
Con la práctica espiritual hacemos que las resistencias fundamentales afloren al nivel
de la conciencia. Comenzamos a ver que en realidad estamos siempre eludiendo la
conciencia de unidad.
En la condición especial de desechar los contenidos que tengan que ver con el ayer y
el mañana se impulsa al ego hacia la trascendencia porque éste se fundamenta en el
tiempo, en sucesivas miradas hacia el pasado y el futuro, y no puede engolosinarse
bajo la luz de la conciencia presente. Aunque lo único que desea fundamentalmente
el ser humano es la conciencia de unidad, lo único que hace siempre es resistirse a
ella.

El nivel espiritual como estado último de la conciencia es completamente


trascendente y también es completamente inmanente. La paradoja está en el núcleo
del nuevo paradigma de comprensión. Los sabios de todos los tiempos han
coincidido en forma unánime al afirmar que el Absoluto es inefable y que está más
allá de las palabras, los símbolos y la lógica. No hay nada fuera de Él, por ello no hay
forma de definirlo ni de clasificarlo. Es lo uno sin segundo. En palabras de
Nagarjuna:

No puede llamársele vacío


ni tampoco no vacío
no puede llamársele vacío y no vacío
ni tampoco ni vacío ni no vacío
pero para designarlo se le llama vacío

O bien como dijo un patriarca zen, todas las formas de dualismo son inventadas
por la ignorancia de la misma mente, son como visiones y flores en el aire. ¿Por qué
preocuparse en sostenerlas? Cuando el dualismo desaparece, incluso la misma unidad
carece de sentido. La mente verdadera no está dividida, y por ello cuando se le pide
una identificación directa sólo puede decir ¡no dos!

El Absoluto está presente de manera total en cada punto del espacio y del tiempo.
Es imposible alcanzarlo porque es imposible escapar de él. Dado que ya es uno con
todo en todo lugar no hay modo alguno de fabricar ni alcanzar la unión con él. No
importa lo que hagamos o dejemos de hacer, no importa lo que intentemos o dejemos
de intentar, jamás podremos alcanzarlo. Así, no es posible entrar en el estado último
de conciencia porque este no es un estado temporal, es un estado que carece de
comienzo y de final.
Cualquier estado de conciencia al que podamos acceder no es el estado último de
conciencia. Esto significa que el estado último de conciencia de cierta manera ya está
completamente presente, que no difiere de nuestro estado ordinario de conciencia ni
de cualquier otro estado que podamos tener en este o en cualquier momento. No
podemos fabricar el Absoluto, tampoco podemos fabricar nuestro conocimiento del
Absoluto, ambos están presentes. No hay pasos que conduzcan a la realización del
estado último de conciencia, no hay acción alguna para alcanzar la más alta
liberación, porque éste estado último no es un efecto.

LEONEL PERÚ

Potrebbero piacerti anche