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En esta revolución silenciosa que esta en marcha, el ser humano no es visto como
un papel en blanco, sino como una unidad armónica bio-psico-social espiritual.
El desarrollo pleno del ser humano vendrá a ser aquel que desarrolla el potencial
innato en estas cuatro dimensiones. Cuando se contempla la parte espiritual como
una parte de la naturaleza humana, las prácticas autoformativas que se van a
desprender de esto poseen características distintivas únicas.
Los libros, las películas, maestros y toda fuente a la que nos es posible acudir, son
concebidos como acompañantes para que el propio potencial florezca. Éstos
acompañantes hacen proposiciones, ponen frente al sujeto conocimientos para que
éste ejerza sus derechos y su responsabilidad de aprender.
En las grandes tradiciones místicas del mundo la existencia está graduada y con
ella la actividad del conocer. Es decir, existen niveles del ser y niveles del
conocimiento. Lo absoluto -a lo que hace referencia de una u otra manera la
dimensión espiritual- es tanto el nivel más alto de la realidad como la condición o
naturaleza real de cada nivel de la realidad. Es el peldaño más alto de la escalera y es
la madera de la que está hecha la escalera. Los peldaños de la escalera son las fases
de la evolución en general y las del crecimiento y desarrollo humanos.
En los estudios evolutivos como en los niveles de conciencia, cada nueva etapa
transcurre por el proceso de iniciación, desarrollo, conservación y decadencia que le
es inherente; no sólo trasciende o se diferencia de su predecesor, sino que también
debe integrarlo e incluirlo en un nivel de organización estructural jerárquicamente
superior. Trascender e incluir el nivel inferior negando su parcialidad y desequilibrio,
pero también, al mismo tiempo, incluir y conservar sus estructuras y funciones
concretas. Así, trascender la mente en el espíritu (lo racional en lo supraracional) no
implica perder ni destruir la mente, sino incluirla en la totalidad superior de lo
supraconsciente o supraracional.
Las transformaciones que representan las etapas por las que puede atravesar un
ser humano no se llevan a cabo de manera lineal o espiral ascendente sino que se
caracteriza por una gran complejidad ya que son una serie discontinua de procesos
ascendentes y descendentes, horizontales, transversales y verticales, progresivos y
regresivos, con una tendencia predominante, como nuestra creencia nos hace
suponer, hacia un nivel superior. Pero en este trayecto, se presentan múltiples
procesos y rupturas con estos procesos. Cada sensación de angustia, de temor, de
crisis, representa un indicador de que un proceso está llegando a su fin que el
individuo requiere estar equipado para la comprensión de esta interfase movediza
que le llena de confusión y le amenaza con devorarlo; también debe prepararse para
la nueva etapa que va a vivir, accediendo a ella con la responsabilidad incrementada
que le trae consigo.
Según Krishnamurti los cambios no son producto de los procesos, porque estos
están atrapados en el tiempo, sólo son posibles por las rupturas, las mutaciones
radicales, que se dan en un ahora que no pertenece al tiempo lineal; sin embargo, es
necesario comprender los procesos temporales, del pensar, del temer, del sentir. La
mutación no es intencional, es un asunto del discernimiento intemporal, de religión,
de modo de vivir, si queremos que sea vigente por el resto de nuestros días.
La pauta que conecta nos mueve a una extensa red de comunidades de aprendizaje
del brazo de la paradoja de Chuang Tze para encontrar a los que hayan olvidado el
lenguaje y charlar con ellos.
La ruptura o crisis de nuestro tiempo indica que una cultura se desintegra para dar
surgimiento a otra. Nos preparamos para encontrar lo sagrado de lo profano y lo
santo de lo cotidiano en el prodigioso advenimiento de un nuevo mundo. No importa
cuales sean los caminos que cada quien recorra en su búsqueda espiritual, la
capacidad de discernimiento nos lleva a entender que no son tan diferentes unos de
otros, que podemos entenderlos como aplicaciones de un mismo principio o rutas en
un mismo mapa, y que se valen de símbolos y conceptos diferentes para representar
una experiencia similar. Todos -en última instancia- vamos en búsqueda paralelas
dándole nombres distintos a la meta (amor, realización, curación, religión) y tenemos
ideas diferentes de dónde encontrarlo.
Para Claudio Naranjo, hay tres instituciones que están interesadas en provocar o
en facilitar un proceso de cambio: la educación, la medicina y la religión. Cada una
con su esfera específica, el desarrollo de la educación, la curación de la medicina y la
salvación, la liberación o la iluminación de la religión. Las tres, educación, medicina
y religión, al mismo tiempo persiguen y evitan la meta única del crecimiento
humano. En la medida en que sirven al único Dios, las tres son una; en la medida en
que sirven al Cesar, son especialidades. Paradójicamente, el Cesar tiene las mejores
intenciones. Si examinamos sus motivos, encontramos que también sirven a Dios,
sólo que en forma fragmentaria y con poco juicio, sus decisiones están basadas en
ideas que un día fueron emanadas de la sabiduría, pero ya no pueden aplicarse; y sus
instituciones son el eco de otras que un día cumplieron la función directriz de la
especie humana.
Sin embargo, es posible que el desarrollo espiritual tenga lugar sin la razón
perpectivista y la visión lógica, por la simple razón de que la línea del desarrollo
espiritual mantiene amplios márgenes de independencia.
Los logros superiores de la naturaleza humana, los que llamamos estadios post-
post-convencionales de cualquiera de las posibles líneas de desarrollo (como la
cognición, el afecto, la moral y la sensación de identidad) suelen ser calificados
como espirituales o con términos similares. Entonces, en esta aceptación, lo espiritual
sólo puede aparecer de manera estable hasta que otros niveles anteriores hayan sido
adecuadamente transitados.
Como una línea separada, lo espiritual es compartido por todos los seres humanos
a los que nos referimos como encontrándose en un estadio específico de desarrollo
espiritual, como nivel, el estadio integrado superior sólo es alcanzado por un número
muy reducido de seres humanos, es decir, en esta concepción, son muy pocos los que
logran un auténtico desarrollo espiritual.
Todo el mundo puede decir qué es espiritual porque todo el mundo tiene algún
tipo o nivel de interés último. Pero debemos tener en cuenta cual es su concepción
real, en el pensamiento y en la acción para comprender cuan amplio y profundo es su
voto de conciencia omnisciente, que le lleva a negarse a descansar hasta que todas las
perspectivas actualicen su naturaleza esencial.
Al despertar a lo que somos en esencia vamos a volver al origen del cual nos
desprendimos, al llegar a esa conciencia de unidad vamos a saber lo que somos,
vamos a fusionarnos sin confundirnos. La práctica espiritual surge de la conciencia
de unidad y nos conduce hacia ella. Todo lo que hacemos puede convertirse en una
práctica espiritual. La conciencia de unidad y la conciencia en aquí y ahora son una y
la misma cosa. Activamente negamos la conciencia de unidad y nos resistimos a ella.
Comprender esta resistencia secreta es una clave fundamental de la conciencia de
unidad.
Hay condiciones especiales apropiadas para la realización de la conciencia de
unidad que pueden funcionar porque cada tipo de condición frustra un tipo de
resistencia (la asociación libre, la contemplación, la concentración, la meditación).
Con la práctica espiritual hacemos que las resistencias fundamentales afloren al nivel
de la conciencia. Comenzamos a ver que en realidad estamos siempre eludiendo la
conciencia de unidad.
En la condición especial de desechar los contenidos que tengan que ver con el ayer y
el mañana se impulsa al ego hacia la trascendencia porque éste se fundamenta en el
tiempo, en sucesivas miradas hacia el pasado y el futuro, y no puede engolosinarse
bajo la luz de la conciencia presente. Aunque lo único que desea fundamentalmente
el ser humano es la conciencia de unidad, lo único que hace siempre es resistirse a
ella.
O bien como dijo un patriarca zen, todas las formas de dualismo son inventadas
por la ignorancia de la misma mente, son como visiones y flores en el aire. ¿Por qué
preocuparse en sostenerlas? Cuando el dualismo desaparece, incluso la misma unidad
carece de sentido. La mente verdadera no está dividida, y por ello cuando se le pide
una identificación directa sólo puede decir ¡no dos!
El Absoluto está presente de manera total en cada punto del espacio y del tiempo.
Es imposible alcanzarlo porque es imposible escapar de él. Dado que ya es uno con
todo en todo lugar no hay modo alguno de fabricar ni alcanzar la unión con él. No
importa lo que hagamos o dejemos de hacer, no importa lo que intentemos o dejemos
de intentar, jamás podremos alcanzarlo. Así, no es posible entrar en el estado último
de conciencia porque este no es un estado temporal, es un estado que carece de
comienzo y de final.
Cualquier estado de conciencia al que podamos acceder no es el estado último de
conciencia. Esto significa que el estado último de conciencia de cierta manera ya está
completamente presente, que no difiere de nuestro estado ordinario de conciencia ni
de cualquier otro estado que podamos tener en este o en cualquier momento. No
podemos fabricar el Absoluto, tampoco podemos fabricar nuestro conocimiento del
Absoluto, ambos están presentes. No hay pasos que conduzcan a la realización del
estado último de conciencia, no hay acción alguna para alcanzar la más alta
liberación, porque éste estado último no es un efecto.
LEONEL PERÚ