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Pero por algún día se tiene que empezar, es parte de la vida, parte de
su absurdo o de su juego irónico. Tendríamos, por lo tanto, que hablar
del Imperio Azteca, de los primeros gobiernos mexicas, desde la
historia del legendario Huitzilopochtli, hasta Tenoch, importante jefe
sacerdote.
Señor de Señores
La vida de Cuauhtémoc
Cuauhtémoc
Las batallas
El gobierno de Cuauhtémoc
Cuauhtémoc huye
El Tormento de Cuauhtémoc
Pasan los años. Cuauhtémoc sigue prisionero. Los dolores pasan, los
años y cicatrices producidas por el tormento desaparecen. Muchas
cosas cambian, pero la fe inquebrantable de este gran hombre
continúa. Algunas cosas varían, otras desaparecen. Cuauhtémoc
acepta ser bautizado con el nombre de Fernando de Alvarado y su
esposa toma el nombre de doña Isabel Moctezuma.
Hay que recordar que Cortés, aparte de ser asesino era cojo. Cojera
que le había venido de sus años mozos, cuando por andar de
aventurero enamorado había caído de una barda, fracturándosele la
pierna derecha, cojera de la cual, aunque ligera, nunca se pudo
reponer.
Cuauhtémoc
Busto de Cuauhtémoc en el Zócalo, Ciudad de México.
El tormento
Tortura de Cuauhtémoc. Pintura oscurantista del Siglo XIX.
Primero fue el tormento, surgido de la codicia del oro: Bernal Díaz del
Castillo, en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España
narra detalladamente cómo cundió la desconfianza entre los
españoles, al desmentir tercamente la realidad sus soñadas riquezas.
El oro que habían obtenido en total (83 200 castellanos) no era
suficiente para repartir de forma satisfactoria entre toda la tropa
española, por lo que iniciaron suposiciones por parte de los mandos
para obtener más oro. Lo probable para ellos era que después de la
Batalla del Canal de los Toltecas los aztecas recuperaron el botín y lo
habían echado a la laguna o que lo habían robado los tlaxcaltecas o
bien los propios soldados españoles. De ahí que fueran los oficiales de
la Real Hacienda, y sobre todo el tesorero Julián de Alderete, y no
Cortés, que se limitó a consentirlo, los que ordenaran -Bernal Díaz y
López de Gómara así lo argumentan - el tormento de Cuauhtémoc y
Tetlepanquetzal. De acuerdo a los libros de Díaz del Castillo, López de
Gómara y las acusaciones hechas a Cortés posteriormente en su
juicio de residencia coinciden en que fueron torturados mojándoles
los pies y las manos con aceite y quemándoselos. Según Bernal,
Cuauhtémoc confesó que cuatro días antes "que le prendiesen lo
echaron en la laguna, así el oro como los tiros y las escopetas que nos
habían tomado a la postre a Cortés, y fueron a donde señaló
Guatemuz a las casas en que solía vivir", de donde los españoles
sacaron "de una como alberca grande de agua un sol de oro como el
que nos dio Montezuma".
Una vez más, el miedo hará que Cortés tome una decisión indigna,
criticada por sus soldados según nos cuenta Díaz del Castillo. Tras un
año de viaje, y en un momento crítico para la expedición le llegan
rumores de que Cuauhtémoc está conspirando en contra de los
españoles, decidido a atacarlos. Según Cortés, un tal Mexicalcingo,
("Ciudadano honrado de esta ciudad de Temixtitlan" escribe Cortés a
Carlos V, aclarando además que tras su bautizo se llama Cristóbal) se
dirigió al capitán español para narrarle una larga, y un tanto
fantasiosa, historia de conspiración de Cuauhtémoc, que se iniciaría
con el asesinato de Cortés, continuaría con la rebelión contra los
españoles en todo el país, y terminaría con el bloqueo de México...
"hecho esto, pondrían en todos los puertos de la mar recias
guarniciones de gente para que ningún navío que viniese se les
escapase". No se sabe si Cortés magnificó en su quinta carta de
Relación el alcance de la conspiración, para justificar la ejecución una
vez consumada. El hecho es que sintiéndose vulnerable, decidió
mandar ahorcar a Cuauhtémoc y al cacique de Tacuba,
Tetlepanquetzal, que volvieron a encontrarse ante el verdugo. Esto
ocurrió el 28 de febrero de 1525, en un lugar del sur de Campeche
llamado Xicalango. El cadalso debió ser una ceiba, árbol sagrado de
los mayas. Habían pasado cuatro años desde el fin del sitio de
Tenochtitlan, y quizá los mismos desde que se torturó quemándoles
los pies a los caciques a los que ahora se ejecutaban.
Tanto las fuentes españolas (Bernal Díaz) como las indias cuestionan
los motivos aducidos por Cortés. Según Prescott, el propio
Mexicalcingo negó posteriormente haber narrado la historia de la
conspiración tal como la reflejó Cortés en su quinta carta al
emperador.
“Todo cae por su propio peso. Por eso esperamos que hagan pronto
su trabajo y digan que aquí está Cuauhtémoc para que puedan
regresar a la capital, pero con cabeza…”
Rubén Figueroa, ex gobernador de Guerrero.
En su honor
Monumento a Cuauhtémoc