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Eso fue hace casi siete años. A partir de entonces, de ser un territorio silvestre y
prácticamente ignorado por el gobierno y los grandes inversionistas, la
Orinoquía se convirtió en uno de los secretos mejor guardados del país.
El proceso inicio con tierras a 100 mil pesos la hectárea, agua ilimitada, planes
para construir carreteras y ayudas generosas del Gobierno, los inversionistas
aceptaron la invitación (y los subsidios) del Ex Presidente y, en menos de un año,
unas 250 mil hectáreas de tierra han cambiado de manos (según cálculos de
Corpororinoquía).
‚La región ha sido considerada como una de las últimas ‘áreas silvestres’ o
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‘regiones vírgenes del planeta’‛, dice el estudio ‚La mejor Orinoquía que
podemos construir‛. Este documento, elaborado para Corporinoquía por la
Universidad de los Andes bajo la dirección del ex ministro de Medio Ambiente
Manuel Rodríguez y la financiación de Fescol, hace una revisión minuciosa de
los retos y potencialidades de la región y alerta sobre la importancia de tener en
cuenta la fragilidad de los ecosistemas para lograr un futuro económicamente
sostenible para la Orinoquía.
Su principal temor es que este desarrollo sin planificación y sin contar con la
suficiente información sobre los riesgos ambientales arruine la riqueza natural,
el equilibrio de los ecosistemas de la región y la misma cultura de los ‚criollos‛.
Las sabanas de que hablo el doctor Uribe Vélez son en realidad humedales que
están inundados diez meses al año. Para cultivarlos, los inversionistas han
comenzado a hacer canales para drenar la tierra. Y esa agua, que antes estaba
estancada, ahora está yendo a parar a los ríos, que se crecen y se desbordan en
época de lluvias. En las zonas que se secan para sembrar monocultivos también
desaparecen los pájaros, osos hormigueros, venados y demás animales propios
de esa zona. ‚No me opongo al desarrollo pero hay unas áreas que toca
proteger,‛ explica Piragauta. ‚Esa política no fue concertada‛.
Con la globalización y las nuevas cadenas de oferta, los agricultores y los países
necesitan innovar de manera continua para responder a las cambiantes
demandas de los mercados y seguir siendo competitivos. Con el cambio
climático, tendrán que adaptarse en forma gradual. Estos cambios implican que
la tecnología tenga un protagonismo mayor y que, por tanto, la orientada hacia
el desarrollo deberá ir mucho más allá del mero incremento de los
rendimientos, hacia el ahorro de agua y energía, la reducción del riesgo, el
mejoramiento de la calidad de los productos y la protección del medio
ambiente.
La tierra y el agua
Empero, las cosas no paran ahí; a lo anterior se añade el uso inadecuado de las
tierras. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, IGAC, en Colombia hay
nueve millones de hectáreas aptas para la agricultura, pero se utilizan para este
fin únicamente 4,5 millones. Y más aún; la estructura y tenencia de la tierra
constituyen un cuello de botella para la producción agrícola. La alta
concentración de la propiedad es un factor que contribuye a la pobreza. Esta
misma entidad reporta catastralmente 82,1 millones de hectáreas rurales, de las
cuales el 53,5% lo poseen el 0,06% de los propietarios (44 millones de
hectáreas); mientras el 35,8% de éstos apenas tiene el 0,42% de la tierra.
predios informales en el sector rural, los que representan el 40 por ciento del
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Cinco desafíos...
Dentro de esos desafíos hay cinco aspectos que es necesario tener en cuenta:
de afrocolombianos.
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Referencias
Foto: www.cnrr.visiondirecta.com
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