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2. EL CASTRO DE NOEGA
Los astures vivían en poblados amurallados llamados castros
La tribu astur de los cilúrnigos
vivía en un castro llamado
Noega. Para construirlo
eligieron la península del cabo
Torres, rodeada de altos
acantilados que la hacían casi
inexpugnable. Además tenían
agua potable, un puerto
natural y, hacia el sur, tierras
para cultivar.
Empezaron a construirlo hacia
el siglo VI a.C.
El mar protegía el castro por
todos lados excepto por el
sur, así que construyeron un
sistema defensivo para cubrir
este lado: una gruesa muralla
con empalizada y torreones.
3. NOEGA, UN CASTRO MUY SEGURO
Para entrar al poblado había que salvar varios
obstáculos: primero, un profundo foso seguido de
un parapeto de piedra bien vigilado. Después, una
llanura que te dejaba al descubierto y finalmente
una gruesa muralla con empalizada y torreones.
Para construir el muro, los cilúrnigos colocaban
las piedras levantando hileras horizontales
“hiladas” unas encima de otras. Para marcar la
altura de cada hilera colocaban una piedra grande
y luego encajaban las demás.
Además, la muralla de Noega es famosa porque en
vez de ser un muro continuo, está hecha en
módulos: son como cajas alargadas con ángulos
redondeados. Por dentro están rellenos de tierra
y piedras. Cada módulo está casi pegado al de al
lado, pero sin llegar a tocarse.
Así, si el atacante conseguía derribar a golpes un trozo, no se venía abajo la muralla
entera, sino sólo ese módulo.
Las personas que venían en son de paz, a comerciar o de visita, sólo tenían que avisar.
Curiosamente, Noega nunca fue atacado.
Gigia llegó a ser una la ciudad más importante de la costa cantábrica, tanto que
incluso fue protegida por una gruesa muralla. Fue a finales del siglo III o primeros
del IV a.C.
En Gijón se hacía el mercado de la comarca a donde acudían los campesinos a vender
los productos de las granjas vecinas.
Tenía un puerto. A él llegaban barcos con mercancías del Mediterráneo y del sur de
Francia: vinos, aceites, cerámicas y objetos de lujo. Desde aquí se distribuían a otras
ciudades y granjas del norte.
Muy cerca del puerto, a donde llegaban también los barcos con la pesca, había una
fábrica de conservas de pescado. También hacían garum, una salsa de pescado que
encantaba a los romanos.
A los romanos les gustaba divertirse con espectáculos: teatro, carreras de caballos,
luchas de gladiadores… Ir a las termas era otra de sus diversiones favoritas. Por eso
construyeron unas termas en Gijón.