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La Democracia en Chihuahua: síndrome de una fatiga política

Jorge López, internacionalista

Democráticamente hablando, el Estado de Chihuahua es considerado como


uno de los más avanzados por poseer una idiosincrasia colectiva de madurez
política y destacada por su raciocinio en el mismo sentido. Es una de las entidades
federativas pioneras en la incursión de un Sistema Penal que presenta elementos
interesantes e innovadores como los juicios orales, pero que además dentro del
mismo presenta una transformación completa desde el inicio de los procesos
hasta la sentencia, y más adelante en el tratamiento de la sentencia; es uno de los
primeros estados de la república que incursionaron en el proceso de alternancia
política en la República Mexicana (4 de octubre de 1992), así como en el
compromiso de instrumentar el sistema electrónico de solicitudes de acceso a la
información (INFOMEX, por medio del IFAI), lo cual, sin duda, ha elevado la
calidad democrática de su convivencia.
Bajo estas características, podemos ver a Chihuahua como una región con
un alto nivel de bases que le permiten desarrollar un entorno lo suficientemente
democrático para permitir a sus ciudadanos el desarrollarse en condiciones de
libertad, seguridad e igualdad de oportunidades. Sin embargo, la intromisión de la
Democracia en Chihuahua ha tenido poco cuidado en el diseño de su proceso, los
mecanismos y los órganos dirigidos a asegurar su buen desempeño. En otras
palabras, nuestra democracia no privilegia a sus medios como a sus objetivos.
No es suficiente contar con elecciones competitivas y con un sistema de
partidos competitivo, se trata de analizar de qué manera todos los órganos del
sistema democrático se relacionan entre sí para en verdad poder evaluar el estado
de la democracia en nuestra región.
La democracia es un proceso, no un suceso. Es un sistema de relaciones
sociales que implican mucho más que una elección. Es un estilo de vida en donde
el individuo adquiere y asume todas las implicaciones de ser ciudadano, donde los
derechos conviven simbióticamente con las obligaciones civiles. De estas
obligaciones, decisiones y relaciones del ciudadano, parte la calidad o situación de
su entorno democrático: de qué manera y a qué nivel participa o influye en dicho
sistema; cómo se relaciona con las instituciones sociales y estatales, y con las
estructuras político-económicas de su entorno. Todo esto, basado en la premisa
de que la igualdad ante la ley y el imperio de su ejercicio son las mínimas
circunstancias que permiten alcanzar las oportunidades socio-económicas para el
desarrollo individual y colectivo. Sin embargo, nuestro estado no está cerca de una
cultura de la legalidad, más bien de la impunidad. Tan sólo basta mencionar que,
de más de 600 homicidios dolosos que tiene registrados la Procuraduría General
de Justicia del Estado (PGJE), sólo ha esclarecido 40 (7%). Chihuahua vive un
clima de impunidad e ineficiencia para resolver las averiguaciones porque hay
deficiencias en la organización del sistema penal y de procuración de justicia, de
igual manera en la preparación de agentes y seriedad en las indagatorias. Si bien,
muchos homicidios, parecen ser obra del crimen organizado y son turnados a la
PGR, vemos muchos otros crímenes que no lo son, por lo que corresponde al
Estado esclarecerlos. Con el sólo hecho de que los delitos se cometan con armas
de fuego, vemos que ya no se hace nada. Esta situación incentiva a que la
población tenga desconfianza y no se acerque a las instancias investigadoras a
presentar la denuncia, por pérdida de tiempo (Barrientos, 2008).
En Chihuahua no se ha comprendido que la democracia no es sólo un
medio electoral o legislativo. Los derechos económicos, la igualdad ante la ley; la
confianza y eficacia de las instituciones; y el grado de legalidad, también son parte
del ejercicio de la democracia.
Primeramente en Chihuahua hay progreso, pero no prosperidad, y el
progreso existente radicaliza la pobreza; simplemente los que tienen la
oportunidad, ganan muchos más ingresos que los que se podía 10 años atrás,
pero los que no, sólo se vuelven más pobres. Existen mayores ingresos en el
Estado, pero su distribución es deficiente, hecho que ocasiona menor movilidad
social, y mayor exclusión. Tan sólo cabe mencionar que, si bien Chihuahua es la
5ª economía del país, en un lapso de cinco años, la entidad bajó un 0.2% en nivel
de marginación, con lo que el número de habitantes en esa situación aumentó de
171, 325 a 180, 443 (CONAPO, 2007); más preocupante aún es que, mientras que
la Ciudad de Chihuahua se coloca entre los primeros diez municipios del país para
vivir, el municipio de Batopilas ocupa el puesto número 8 de los que tienen una
alta marginación (CDN, 2007).
Sin duda, esto es un reflejo de la débil estructura económica del estado,
cuyo sistema de mercado se ve afectado por la exclusión, ya que nuestra
estructura productiva se basa en que el esfuerzo no es el camino a la prosperidad,
sino las relaciones y los contactos. Desgraciadamente no se basan en la
recompensa por el esfuerzo, sino que funciona por medio de filtros: mercado poco
transparente en su barrera de entrada, poco competitivo, cárteles, monopolios,
condiciones privilegiadas para élites económicas y sociales que por medio de
poderes fácticos se convierten en las condiciones de oportunidad para los
ciudadanos.
La Democracia llegó a Chihuahua debido a la fatiga política subsecuente de
los periodos autoritarios, porque se creyó que las elecciones libres y la apertura al
comercio exterior serían suficientes para la evolución económica. En pocas
palabras, se basaron más en el proceso que en el sistema. Iniciamos nuestra
democracia sin una sólida tradición previa, la comenzamos como consecuencia
del agotamiento de las viejas estructuras y su fracaso en dar solución a los
problemas de la ciudadanía: pobreza, incapacidad para imponer la ley a todos por
igual, oligarquías económicas, exclusión de los pobres y los indígenas de la
ciudadanía, la falta de control del Estado sobre su territorio, etc.
Las reformas políticas y económicas no han sido suficientes para combatir
con el principal impedimento para la democratización: la exclusión; y para vencerla
hay que democratizar primero a las élites porque la igualdad es la forma de vencer
la exclusión. Gran parte de esa exclusión que provoca en la ciudadanía una
percepción de ilegalidad e impunidad, es generada por las instituciones sociales,
económicas y políticas que no brindan un trato por igual a los ciudadanos. Esto no
sólo ocurre desde las instituciones gubernamentales, también en el seno de las
sociales como: grupos religiosos, entornos laborales, educativos y económicos en
cuanto a igualdad de oportunidades y progreso económico. Las instituciones
deben producir pruebas tangibles para poder romper esas desconfianzas:
perseguir el bien común y la igualdad ante la ley, relacionado con el trato por igual.
Para ello, es primordial la legalidad.
La sociedad se da cuenta de cómo, en qué sentido y con qué eficacia el
Estado es capaz de imponer la ley: ese es un parámetro para evaluar la
aportación del Estado a la Democracia; no sólo las carreteras, el agua potable y la
luz, sino más bien el grado de legalidad de una determinada comunidad. La
Democracia permite crear interrelaciones de confianza basadas en la tolerancia, la
responsabilidad y respeto mínimo impuesto y controlado por la ley, que un
conjunto de reglas formales. En resumen de esto. La actitud de la sociedad hacia
las instituciones no es la causa, sino la consecuencia de la exclusión y por ende,
de su déficit democrático. Las personas con mayor poder adquisitivo son
percibidas como los privilegiados que se las arreglan para no pagar impunemente
sus impuestos, para realizar trámites gubernamentales con privilegios, ser
admitidos en instituciones de educación superior más fácilmente, obtener mejores
empleos, etc.; y los excluidos, por otra parte, dejan de pagar impuestos, no se
interesan por la educación de sus hijos, de ir a votar, etcétera, para producir una
compensación de aquella desigualdad que genera desinterés y desconfianza
hacia las instituciones.
Como bien lo mencionaba Malthus, sin las necesidades básicas satisfechas
(alimentación, seguridad, educación, igualdad de oportunidades, etc.) no es
posible pensar más allá, y pues primero hay que comer y vestir, lo demás puede
esperar, como las elecciones, la educación, la conciencia ciudadana, etc. Lejos
quedó el supuesto de que fueron las administraciones autoritarias y deficientes las
causantes de nuestros atrasos para el desarrollo, se trata de una
corresponsabilidad entre las instituciones (gubernamentales, políticas y sociales),
las estructuras del sistema económico y principalmente la ciudadanía, porque las
primeras dos, son un reflejo de esta. Para muestra, tenemos los partidos políticos,
claras manifestaciones de nuestra conciencia ciudadana, los cuales, presentan
una poca aceptación por parte de la sociedad chihuahuense. Dentro la Encuesta
Nacional Gobierno y Sociedad: Chihuahua1, publicada en el 2008, se preguntó a

1
Universo: Adultos de 18 años o más, del Estado de Chihuahua, cuyos hogares cuentan con línea
un grupo representativo de la población estatal, cuáles son las instituciones en las
que más confiaba, pidiéndoles que las calificaran del 1 al 10; los partidos políticos
de una lista de 21 se encontraron en último lugar con una calificación de 4.5,
siendo superados por el ejército con 7.7 y los medios de comunicación con 7.2,
entre otros. De igual manera, el 43% de los encuestados mencionaron que no
percibían a ningún partido como cercano a la gente. Para contrarrestar esto es
importante lograr en las bases partidistas un cambio en la cultura política, donde
los representantes demuestren preocupación por mejorar sus normas éticas y por
llevar a cabo un cambio real en la manera de hacer política. Ello, se lograría con
partidos más fuertes, más democráticos, más institucionalizados y más
transparentes en cuanto al financiamiento público y privado de sus campañas y
demás actividades. Para esto último, es urgente que los partidos entreguen y el
IEE junto con los ciudadanos exija informes periódicos, auditorias, acceso público
a su contabilidad y publicidad. Es importante que la política controle el
financiamiento, y no al revés; para ello es necesario la rendición de cuentas,
porque generalmente el no hacerlo se relaciona con escándalos de corrupción
política y tráfico de influencias. Hecho que termina agravando la crisis de
credibilidad y confianza en las instituciones políticas.
Lo más grave en nuestra política no son los escándalos en sí, sino la
impunidad que suele acompañarlos, hecho que crea en la sociedad la sensación
de que todo se vale, descreyendo del sistema judicial y la percepción de que el
que cumple con las leyes suele perder. Pero cómo van a creer en las instituciones
y cómo reaccionarán éstas positivamente si tampoco la ciudadanía les exige.
Transparencia Internacional en su Informe Global sobre la Corrupción
(2004), plantea una serie de recomendaciones para evitar el mal uso de fondos: a)
las instituciones encargadas de la vigilancia deben tener facultades para poder
revisar e investigar el origen y naturaleza de los fondos; b) los candidatos y
partidos deben tener acceso equitativo a los medios; c) los partidos, candidatos y
políticos deben divulgar fondos, ingresos y gastos a un organismo independiente

telefónica. Muestra: 500 encuestados en el Estado de Chihuahua. Margen de error para la


muestra: +/- 4.38%.
(en este caso el IEE). Sin embargo, para Chihuahua no basta con tener órganos
de control, sino también un régimen de sanciones eficaz, cuya justificación se
podría basar en evitar el abuso y la compra de influencias para tener el campo de
juego equilibrado. Con esas normas de divulgación de fondos, los votantes
tendrían mejores elementos con los cuales tomar decisiones informadas durante
las elecciones. Todo esto permitiría restablecer la confianza de los ciudadanos en
el proceso político, de modo que tanto éstos, como los partidos adquieran su
responsabilidad en el proceso democrático.
Es necesario encausar las relaciones entre dinero y la política. La
democracia no tiene precio, pero sí un costo de financiamiento y no es sólo un
tema técnico, también político, en donde no existen panaceas y su
perfeccionamiento se alcanza por aproximaciones sucesivas y sólidas.
Referencias:

Barajas, Edith (2001): El fantasma del abstencionismo y la influencia mediática. Revista


Latina de Comunicación Social, 43. Recuperado en
http://www.ull.es/publicaciones/latina/2001/latina43julio/edith.htm

Barrientos, Heriberto. (2008). Esclarecen sólo 40 de 600 homicidios. México. El Diario de


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http://www.cdn.com.mx/?c=123&a=5092

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http://www.ifai.org.mx/descargar.php?r=/pdf/sala_prensa/publicaciones/comunicad
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