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Santiago Ramírez Dulanto, OP (1891-1967)

Tradición, Enciclopedia Universal Ilustrada


Espasa, tomo 63, ps. 371-376.
, . TRADlCl ÓN 371
la negación ó tergiversación de las d ;vin as tradicio-
nes en cuanto tales, h u bo q ue oponer una doctrina
católica rigurosamente elabor ada según los datos d e
la divina r evelación y de la teolog!a.
Esta doctrina abarca los p u ntos sigu ientes: I . Con-
cepto y divisiones de la Tradición. - II. Existencia
de t r adiciones d iv inas constitutivas. - lll. Conserva-
ción y transmisión infalible d e las mismas á través
de los siglos.- IV. Ó rganos y medios de dicha con-
sen•ación y t r ansmisión. - V . Tradición y progreso
en la doctrina católica.- VI. B ibliografia.
l. - CONCEPTO Y DIVISIONES PE I.A TRADrCTÓ:-1
1. Naturaleza de la Tradición. Por Tradición en
general se en t iende la entrega ó encomienda fle una
idea, de un hecho, de u n uso, á una persona fis ica ó
moral para que la comunú¡ue 6 retransmita á sus seme·
jantes y en e llos se perpetúe. Asl, hablamos de tradi-
ciones d e famil ia plU·a expresar los dichos de nuestros
antepasados, sus costumbres, su morlo de vivir, que
conser vamos con car iño en nuest ra memoria y tra
d ucimos inviolablemente en nuestra vida.
Según esto, la T radiciótl divi11a es la rev elación de
un a verdad, de u n h ech o ó de una intuición hecha por
Dios á los hombres, para que entre ellos se retrans-
mita, se conserve y se perpetúe: en ese sentido, se ex·
tiende tanto como la divina revelación, y puede ser,
como e lla, oral ó escrita. Por lo cua l, escribe san Pa-
blo á los fieles de T esalónica: •Conservad las t r adi·
ciones que apr endisteis de mi, ya de viva voz, ya por
mi primera car ta• (II T hess., U, 11.).
La t radición escrita está contenida en la Biblia, y
se llama Sagrada Escritura. La orat conserva el nom·
bre genérico de T 1·atlició11, adoptado á s ignificar l(l re·
velación divina 110 C011signada por es,,.ito en los libros
canótlÍcos. De esa suerte distinguimos netal'nente la
Escritura y la Tradición como dos modos ó fuentes
distintas de comunicarnos las divinas revela cio n es.
Analizando esta idea de Tradición, encontramos
. en ella t res elementos esenciales: 1.0 activo, es decir,
el act o de com unicarla á los A póstoles por Cristo 6
por el E spiritu Santo; 2.0 pasivo ú objetivo, esto es, la
cosa t r a nsmit ida ó r evelacla; 3.0 oral, ó sea de viva
voz.
T odos ellos j u ntos nos dan la idea completa de la Tra-
d ición, que puede definirse como sigue: la divina reve·
lación no consignada en las Sagradas Letras, .<ÚJo ense·
ñada de viva voz por Cristo ó dictada por el Espirúu
Santo á los Apóstoles como fundadores de la iglesia,
para que en ella se conserve y perpetúe.
Por consiguiente, la Tradición d ivina propiament e
dicha r eq uiere tres con d iciones esenciales: 1.a que sea
de algo r evelado por Dios; 2 .• que no esté consig nado
por escrit o en la Biblia, aunque lo esté en o tro docu-
mento n o inspi rado; a.a que proceda de v iva voz in·
terior (por inspiración del Espír itu San to) 6 exter ior
(predicación de Jesuc~isto ó d e los Apóstoles).
2. Divisiones de lcz mis111a. Podemos dis ting uir
dos clases de divis ión: esencia l y accidental, segó n
que se toma como base un elemento intrínseco (esen-
·cial) 6 bien una circuns ta n cia extrínseca (acciden t :d).
A) División esencial. Ahora bien, los elementos
esenciales, segú n q ueda dicho, son tres: :1ctivo ú ori-
ginar io, pas ivo ú objetivo y oral ó no consig n<tdo en
escritura canón ica . .
Por parte del principio activo ú originario se distin-
gue la t radición en divina ó dcmitlical, cuando procetie
de la enseñanza del m ismo Cristo, Señor Nuestro; di·
TRADICIÓN. 1'eol. La Tradición h a tenido siempre vinoapostólica, cuando nace de la inspiración del Es-
en la Iglesia un a im portancia capital. Per o m ientras plritu Santo á los Apóstoles, que la promuigan como
qu e en los tiempos antiguos y m edios esa importan- fundadores de la Iglesia y pregoneros ·de la d ivina re-
cia era casi exclusiv amente práctica ó de aplicación, velación, y meramente apostólica 6 apostólicoec/esiás-
desde que apar ecieron el Protestan t ismo y el Moder- tica, cuando v iene de la autoridad propia ti ordinaria
nismo es principalm ente doctrinal 6 de principios. Á , de los Após toles, como obispos -6 jefes de la Iglesia.
372 fRADJClÓ;\"

.; ~
De esa. dobk potestad de los Apó~toles y, por con- critos, tanto de Jos Pa<ires como de los modernos,
!;iguiente, de la doble trAdición apostólica correspon- sean de quien fuesen, no deben equipararse. en ma·
diente; nos habla san Pablo en su, Epístola primera á nera alguna con las Sagradas Escrituras• (Formula
los corintios por estas palabras: ''A los que están uni- concordifle, n. 1). .
dos en matrimonio, manda el Sdíor, uo yo, que la mu- Por su parte, los protestantes suizos declaraban:
.,..;..;
:· ~:.:
jer no se separe del marido y, si se separa, que no se <<En las cosas tocantes á la (e no reconoremos otro
' .
;¡·.
case con otro, ó que se reconcilie con su marido; el juez que el mismo Dios, el cual nos dice claramente
~:¡ : marido, por su parte, no despida tampoco á su mujer. por la Sagrada Escritura qué es lo verdadero y lo fal-
¡;¡ .i Pero á los demás les di~Cl yo, 110 el Señor, que si un
hombre fiel tiene una mujer infiel y ésta quiere vivir
so, lo bueno y lo malo& {Confes~io hef:vetica, II, 2).
Y la lgle~ia anr,licana añade que ~la Sagrada· Es-
l : .. con él, no la despida; y lo mismo, si una mDjer fiel critura contiene todo lo necesario para la salvación,
tiene un marido infiel y éste quiere habitar con ella, de tal suerte que lo que allf no se lee 6 no puede pro·
no lo riespida, porque el hombre infiel está santificarlo barse por ella no puede exigirse á nadie que lo crea
'por la m u ier fiel, y viceversa, la mujer infiel está san- como un articulo de fe, ni debe reputarse como nece-
tificada por el marido fieh (I Cor., VII, 10-14). sario para la salvación» (Cmrfessio ecclesiae ang!icanae,
Por parte del ob¡eto ó cosa recibida por T1·adición, art. 6).
puede ésta considerarse rle dos maneras: a) m si mú- 2. Dortrina católica. El Concilio de Trento de-
ma., y as! se distingue la Tradición en dogmática, moral fine que la verdad revelada en ma~eria de fe y cos·
y disciplinar, según que lo recibido por Tradición ata- tumbres ~está contenida en los libros escritos y, fuera
ñe á la re, á las costumbres ó á la disciplina eclesiás- de ellos, en las tradic-iones que, bebidas por los Após-
tica; b) m relación con la Escritura, y entonces distin- toles de la boca de Cri~to ó entregad,,s por ellos n In
guimos las tradiciones en meramente declmativas, si Iglesia bajo el dictado del Esplritu Santo, llegaron
no hacen mfts que expresar con mayor clarirl.ad lo ya hasta nosotros~. Por lo cual, •siguiendo el ejemplo de
contenido expllcitamente en la Biblia; inherentes, si los Padres ortodoxos, recibe y venera con igual afec-
su contenido está equiva lenteme nte en la Escritura, to de piedad y reverencia todos los libros del Antig-uo
y constitutivas 6 indejJ/mrlientes, si lo que contienen· y del Nuevo Testamento y, adem:ís, las trarliciones
no se encu entra explicito en ninguna parte de la Es- pertenecientes ora á la fe, ora á las costumbres, como
critura canónica, v.gr., la Asunción de la Virgen Ma- recibidas de la boca de Cristo 6 dictadas por el Espi·
ria á los cielos en cuerpo y alma. ritu Santo y conservadas en la Iglesia católica por
Por parte del modo co11 que se <onserva y retransmite una sucesión continuae (Cavallera, Thesaums doctri-
en la Iglesia, la Tradición puede ser escrita, vrfll y prdc- nae catholicae ex documeHtis magisterii ecclesiastici,
tica, según que la ha n con~igrmdo por escrito los Pa- P.. 27).
dres de la Ig lesia, ó la retrans mitieron rle viva voz, ó El Concilio Vaticano renovó esa misma definición,
por me<! io de una inst_iturión, costumbre 6 uso. añadiendo: <<deben creerse con fe divina y católica to-
B) División accidental. Se toma, por razón oe las da!:' las cosas contenida~ en la palabra de Dios, esr.rita
circunstancias 6 accidentes de lugar, tiempo y fuerza 6 dicha, y que han sido propuestas como de (e por el
normativa. magisterio solemne ú ordinario de la Iglesia» (Cava·
Por parte del lugar puede ser universal y particular llera, ibil., n. 2ri). Lo mismo se repite e n la protesión
ó local, según qne se conserva ó se aplica en toda la de la (e de Plo IV y en el juramento de PIo X contra
Iglesia rle \.rist:o, ó en una de sus partes, el moder11ismo (ibid., n. 121, 123).
Por razón del ÚemfJO á duració11 las distinguimos Ya desde muy antiguo había definido la Iglesia. en
en perpetüas y temporales, según que duran siempre el segundo Concilio de Nicea: •Si aigui~n rechazase
ó no. todas las tradiciones de la Iglesia, estén ó no escritas,
Por parte de s u fuenu normativa pueden ser nece· sea anatematizadob (ibid., n. 2~).
sarias ú obligatorias y libres, es decir, de precerto 6 3. En favor de la posiáó11 católica existen argumen-
de consejo, según que se imponm á todos los cristia· tos incontestables:
nos 6 se deia á su lihre elección el aceptarlas como ntlr· A) Jesucristo no escribió personalmente ningún
mas de su éonducta. Una división parecida se encuen libro ni carta, sino que toda su enseiianza fué viva ú
tra e n las Epf~tnl as de san Pahlo, cuando thce: f<Acer· oral. Tampoco mandó á sus Apóstoles que e<>rribie·
ca de las v{rgenes no tengo un •Nandatv del Señor, pero -;en, sino que predúasP.n. ~Id y p.redúaltque el reino de
les daré un conse¡Cl ...~ (l Cor ., VII, 2::i). los cielos está cerca~ (Mt t., X, 7); ~enseñad á todas las
gentes• (11tt., XX VUI, 8); 6predicad el Evangelio á
IJ.- EXiSTENClA DE TRADIClONES DIVINAS toda criaturat (!\le., XVI, 15).
CONSTITUTIVAS Así entendieron los Apóstoles el mandato del Señor, \
Sobre este punto han adoptado posiciones extremas 'porque lodos preduaron y su voz llegó á toda.<; partes
é irreductibles e! Protestantismo v el Catolirismo, (ubique); pero de los doce sólo escribieron seis, y éslos
aunque, á decir verdad, la mentalidad protestan te .>in intención de exponer toda la doctrina revelad<t.
ha sido enfennedarl más 6 menos crónica y d eclarada ¿Diremos, por coP..siguiente, que la »atad de lo~ Após-
de casi todo,; los herejes. t(Jfe¡; no lo fueron en realidau y que los restantes die-
1. Doctdna protestante. Según el Protestantis- ron escasa importancia al precepto de Cristo? ¿O acaso
mo, la única regla de fe es la Bihlia, interpretada li- los protestantes conocieron el pensamienw dd Maes-
bremente por cada uno: ella contiene toda la revela· tro mejor que sus disclpulos?
cibn, y es de suyo bastante clara rara q ue todos l:i La enseiianza viva es superior á la escrita, pues
puedan entender é interpretar por si mismos. La in- ést < no es mis que un s ubtítulo de aqul:lla. Por otra
tervención de la autoridad eclesiástica y de su mag is· parte, la. ley de Cristo, segun dice san PaiJio. no está
terio jerárquico es contraria á la revelación, inútil y escrita e n t ablas de piedrn como la de Moisés, sino en
perniciosa, Entre los protestf!.n\es ~"S axiomático el las tablas vivas de los corazones (llebr., Vlll, 10)..
decir: basta la Escritura por sí sola. Por eso, la perfección misma ele la ley nueva v b su·
•Creemos, confesamos y enseñamos, rlicen los lut~­ perioridad de Cristo sobre Moisés exige una ense1ian·
ranos en su fa 1nqsa fórmula de concordia, que la única z:a viva, de tradición, más bien que de escritur<l.
regla y norma, se¡o(Ún la cual deben ponderarse y juz· B) Pero hay, ademá.-;, docume ntos e xpHcitos de
garse todos los dogmas y todos los doc t~)res, son los la Escritura en pro rle la sentencia catnlira. S:w Pa· ·
escritos proféticos y apostMir.os del Antig-uo y N uevo lJio dice que l!l fe entra poY el oulo, en vtrtud de la pa-
Testamento; iucra de esa no hay otra. Los demás es· labra de Cnsto transm;tida por el preJ.uador (l{om., ·
ll
TRALllClÓN 373
1
X, 14-17), v alaba á los Tesalonicenses porque oyerou Lo mi6tnO en:;cñan los demá3 Padres, como Ter-
sus predicaÚfnes, rw 'omo palabras humanas, sino tuliano (Praescript., 19, P. L., 11, 3'1 ); Clemente de
como de verdad lo son, pal<Jbras de Dios (J Th ss., II, '1::1). Alejandria (Strom., I, '1); Orígenes (in Lucam, hom. 1);
Por e~o. les ruanda en la segunda eplstola que perma san BJ.silio (De Spiritn Sancto, 27), san Crisóstomo 1
1
nezcan firmes y que conserven las tradiciones que de (In I I Thess, hom. 4), y san Agustín, que llega á de-
/1 aprendieron ya de viva voz, ya por la j1rimera carta cir: •si no se moviese la autoridad de la Iglesia, no
(ll Thess., Il, 1't). creerla al Evangelio~ (Contra epist. jundam., 5).
Á su disdpulo Timoteo le recomienda que conserve Los antiguos Concilios siguieron la misma práctica.
fielmente las fórmulas doctrinales que de él oyó en la En el Concilio de Nicea, además de la Escritura, los
fe y en el amor de Cristo, y que guarde ese buen dcpó· Padres emplearon la tradición contra los arrianos;
sito de doctrina, ayuda<lo por el Espiritu Santo que igual hicieron en Efeso contra Jos nestorianos, y en
habita en nosotros {1 Tim., 1, 13-14). Y añade: «Las el de Calcedonia, después de lclda la eplstola dogmá-
cosas que me oíste repetidas veces, comunlcalas á tica de san León, exclamaron todos: <•estll es la fe de
hombres fieles, capaces de en~eñarlas á los demás;) los Padres, esta es la fe de los Apóstoles, todos cree-
(ibid., II, 2). mos lo mismo~.
Los fieles de Corinto merecieron el aplauso del Após- D) Por lo dicho hasta aquf se ve que los protes·
tol, porque observaban los mandatos según se los ha- tantes están en contradicción con la verdad revelada
bla enseñado (l Cor., XI, 2), y, después de hacerles y con la verdad histórica. Pero, además, están en con·
nuevas recomendaciones, termtaa diciendo: •Cuando tradicción consigo mismos.
llegue ah! dispondré todo lo demás~ (ibid., 3't). En efecto, no admitiendo más fuente de la revela-
No meno:> explicitas son estas palabras de san Jnan: t.ión que la Sagrada Escritura, debería encontrarse
•Aun tenia mucha." cos~ que deciros, pero no lo qlJiero en ella con toda claridad la doctrina protestante de
hacer por carta, pues confio poder veros personalmen- que basta la Biblia sola, y, sin embargo, no han podi-
y
te hablaros cara á cara•> m Joan., 12). do aducir en su favor ni una sola palabra. Admiten,
Con razón, pues, escribe M ~lchor Cano estas elo- por consi~uiente, una doctrina que no está en la lli-
cuentes palabras: o¿Qué más? No tenemos más que b!ia, rlespués de enseñar que no creen más que en la
dos cartas de san Pe,Jro, y ¿ lirernos que no abrió su Biblia.
boca durante siete años que estuvo en Antioqu!a, é. Es más: el canon de la E scritura, aun el admitido
que careció de lengua por esp'acio de veinticinco .~ños por los mismos protestantes, no con;;ta en ella, y sin
que residió en Roma? ¿Ó es que en todo ese tiempo embargo, lo creen.
no dijo más que lo escrito en esas dos pequeñas car- Solamente por la tradición sabemos cuá les son y
ta~? San Andrés, santo Tomás, san Bartolorné, san c.uántos los Libros Sa::!rados divinamente inspirados.
!?elipc ¿acaso porq ue no escri bieron nada no fuud aron Lu e!{o la misma autoridad de la Biblia d epende d e la
en la fe y conservaron en la religión las Igles ias que Tra dición. He ahf, pues, por qué no se puede rechazar
les fueron CO'lfiadas? Concedamos, por consiguiente, ya ésta sin menoscabo de aquélla.
qu e es imposible negarlo, que la doctrina de la fe no La historia comprueba plenamente esta doctrina.
está toda e n la Escritura, sino que gran parte de ella La verdad divina no pu ede ser más que un a: un solo
se encuentra en la tradición oral de los Apóstoles•> (De canon, una sola Biblia. Pues bien: esa u nidad solamen-
tiJcis theolo~icú, lib. rrr, ca p. 3, a l fi mil). te se encuentra en la Iglesia católica, corno la recono-
C) Los protestantes acostumbran d ecir que la cen ellos mismos, mientras que en la iglesia protes-
doctrina católica sobre la tradición es una invención tante van a pareciendo tantos cá nones é inspiraciones
de los Papas y de los teól ogos escolás ticos, para hac.;r cuantos individuos, si es que mu chos de ellos admiten
pasar como doct rina de Cris to lo rpte no es más que va la divinidad de Cristo y, por t a nto, el origen divino
una creación humana. de la E scritu ra.
Nada más ar bit rario que semeja n te afirmación. P or últi mo, es u na utopia el creer q ue t odos pueden
Aparte las palabras taxativas de la E scritura, q ue por si mismos leer y entender la Biblia. Aun entre los
acabamos de referir, abundan los 'tes timonios de los pa ises protest ant es se ven grandes masas d e gente que
. 'r Pad res, tan claros y evidentes que no d ejan lugar á 110 está capacitada para lo uno ni para lo otro, y,
duda razonable. an nque lo estuvi esen, m uchos no t ienen vagar y cal-
San l ;{nacio de Antioquia no cesaba de oponerse á ma suficientes para dedicarse á, la lectura y medita-
los her lj~s. y aconsej .-Lba á los f:des que se adhi riesen ción person ales de la E scritura. Hace falta. p ues, el
fuertemente á las t radi;;iones de lo:> Apó~ toles, las mal{isterio vivo, la tradición,
cuales, para mayor seg Jridad y certeza, procuró con- P ara ser lógicos consigo mismos, los p rotestantes
sig ua r por escrito ( E u s~bio, Hz'st. Ecclesiastica, lib.lll, deberían suprimir por derecho divino todo su cuerpo
cap. 3ti; P. G,, X X, 22~) . San Policar po, discíp ulo de de Pastores.
san Juan, escribe á los Filipenses: «dejando á un lado H asta que se escribieron las p rimera:; pí.ginas del
la vanidad de muchos y, las f.Llsas d oct rinas, volva- Nuevo T est amen to no hubo más que Trarl ici,~m o ral,
mos á, lo q ue nos enseñaron des<le el princ i pio~ ( Ari y, sin embargo, la Iglesia de Cri ~to estaba perL cta-
Plúhppm ses, 7). V en otro lu~ar dice: osiendo ctisdpu- mente fundada y se propagaba ror tod as partes.
lo de los Apóstoles me he hecho d octor de las get~l cs: Una buena parte <le la E s--r itura Neotestamenta-
lo q ue ellos me enseiia ron retransmit o fielmente á ria es debida fi la Tradición, de ··uyas fuentes hebieron
tados aquellos q ue se hacen d i~cip ulos de la verd ad ... en gran pa rte los a utores sag rados. Baste recordar i
De ese modo, se va fund ando la fe y se g uard a la l ra· san Lucas y á, san Mar 'OS. LejcJs, pues, de rechazar las
dición de los apóstoles• ( A d Diognetum, U). El m is• divinas tradiciones, d ebemos a· atarlas • omo ven la-
mo cuidado tuvieron Papas, Hegesipo y otros&(Eu- deras fu entes de la d ivina revela ión: mís abundantes
sebio, H Ü l. Ecclesiastica, III, 39; I V, ::>). y copiosas que la misma E s:~ ritu ra, y a nteriores á ella.
San lrer1 eo echa en cara á los herejes que ya no ad -
miten ni las Escrituras ni las tradiciones (A dversus JIL~ CoNS ERVA CI ~IN Y TRANSMISI ÓN INFALIBLES
Juurcses, III, 2) y opina que, si los Apóst oles no h u- DE LA T RADICIÓN
biesen dejado nada escrito d eberíamos segu ir sus Las falsedad!:!s y hcrcf as suelen andar siempre por
trad iciones corno las siguen m llch os que creen en J c- los ext r;:mos: sólo la verdarl , , omo la virtud, tienen
sucri~ to y q ue t ienen la gracia de Dios escrit?- en sus la p rerrogativa de est a r en el justo medio.
corazones sin letras y sin tinta, porque guardan fiel- Los protestantes querian secar una de las fuentes
men te las antiguas trad iciones (ibid., III, 3). de la divina revelación negando todo valor á las t ra-
374 TRADfCIÓN
diciones divinas constitiltivas; por el contrario, los ticos. La diviua Tradición contiene verdades dichas
moderni~tas trataron de dar demasiada amplitud al por Dios. Luego t:íellen que ser tan inn;mtables en su
cauce de la tiadición, alimentándolo con aguas tur- substancia como el mismo Dios. La verdad no cambia
bias que no brotaban del manantial pu10 y cristalino sin Jcjar de ser verdad: un Dios mudable es un {dolo,
de la revelación de Cristo. La Iglesia católica se opuso no un Dios verdadero. Las tradiciones admitidas por
enérgicamente al modernismo, como en otro tiewpo los modernistas no pueden ser divinas y, no siéndolo,
se opuso al protestantismo, conservándose implacable tampoco pueden ser cristianas.
crt el justo medio de la verdad. 3. Para explicar la conservacióu y transmisión
L Doctrina modernista. La trauición, según Jos infalibles de esas tradiciones hace falta distinguir
n10dernistas_, no es más que la comunicación á los de- cuatro cosas: t,a el agente jJrinúpal, que no es otro
más de una experiencia religiosa primitiva ú original sino el mismo EspirituSanto, cuy~ty'lsi~tencia y penna·
por medio de una fórmula intelectiva. Dicha fórmula nencia en la Iglesia hasta el fin de los siglos fué pro·
tiene, adem:í.s de una virtud representativa, una fuerza metida solemnemente por Cristo á sus Apóstoles
de sugestión para excitar y restablecer el sentimiento (Joan .. XIV, 11>); ~-" el agmte instmmental, 6 sea el
religioso quizá adonnecidu en el creyente, y para pro- magisterio vivo de la Iglesia, ya solemne, ya ordinario,
dncido ó provocarlo en los que todavia no creen. De pues, como dice hermosamente san Juan Crisóstomo,
este modo, la experiencia religiosa se d1funde por los ~los Apóstoles no bajaron del monte llevando en sus
pueblos, no solamente en los actuales por la predica· manos unas tablas de piedra como Moisés, sino que
ción, sino también en los venideros por medio de los · llevaban en sus .alrnas al Espíritu Sarito, como un
libros ahora escritos ó oc la repetición de las predica- tesoro ó fuente de los dogmas y carismas; y asi discu-
ciones. rrian por todas partes, hechos ya por la gracia libro>
Pero esa experiencia religiosa asl comunicada tiene y códigos vivos de las leyes>> (ln Mtt., hom. I, 1); 3.a los
sus alternativas: unas veces echa hondas raíces v monulllentos públicos en los cuales la Iglesia deposita
tiene vida exuberante; otras, se envejece pronto y la doctrina revelada, á saber, la Sagrada Liturgia, los
muere. Si vive, es señal de que es verdadera, pues Simbolos de la f~. los decretos de los Concilios y de los
lo mismo da decir verdad que vida; pero si muere es Papas; .r..a los fesligos d e la Tradición, esto es, los escri-
falsa. De donde se infiere que todas las religiones ac- tos d e los Sanlos Padres, de los t eólogos, las inscrir-
tualmente ex:istentes son verdaderas, pues viven por . ciones antiguas, las pinturas y alegorias. Siendo infa·
lo mismo que existen. lible la Iglesia, en especial la docente, en su magísteri[)
En la Tradición, pues, 110 }¡ay naJa Jc divino ni universal ordinario ó solemne, es claro que este magis-
sobrcnatural: no hay nuis que un hecho puro y sim· terio vivo goza del carisma de la infalibilidad para dis-
ple, equiparable á los hechos comunes de la historia. cernir las verdaderas t radiciones c1e las que no lo son,
As!, el Cristianismo no es más que un grupo de hom· para consen•ar intactas las ya exist~.:Htes y para trans-
brcs que por su ingenio, por su actividad y por ."U in· mitirlas inwu tahles en su esencia de generación en
dustria personal continúan la escuela religiosa incoa- generación has ta la consumación de los siglos. Los
da por Cristo y por sus Apóstoles, según h.s exigen- monumentos públicos y los testigos de la Tradición no
ri:ts de su experiencia. tienen más que la razón ele medios transmisores, aco-
Se comprende esta poskiún modernista, dadas sus modados á nuestra naturaleza, 't.Je la verdad divina
teorias agnósticas, inmanentistas y evolucionistas. conservada en el magisterio vivo d e la Iglesia. No son,"
Negado t odo valor á la inteligencia especulativa para por tanto, órganos auténticos é infalibles más que en
conoce r la verdad objetiva y trascendente, por Iuer- unión viva con d icho magisterio. Así como la verdad
za tenía que replegarse sobre si misma y limitarse :~ 110 e~tá formalmente en la escritura ú otros signos grá,
la tes ti!icacióu de sus fenómenos y sentim ientos sub- ficos, sino en h inteligencia que juzga de igual modo la
jetívos ó inmanentes, que cambian y evolucionan y verdad revelarla tmnada ob jetivamente, no está formal-
se translorman á cada instante. Por consiguiente, del meule en los códices de la Dihlia ó de los Padres y de-
primero no queda en los que le siguen más que la ra· m'1s ;nJtorcs cclesiástir.os, siniJ en la inteligencia y en el
zón de impulso inicial, pero con otro valor, d ada la corazón d e la Iglesi-a docente; todo lo d erriás, .fuera del
diversidad rlel momento vital en que nos encontramos magisterio vivo directamente fundado por Cristo, es
con respecto á él. En esa variedad y transformación su bsidiario, no p rincipal.
coa LinthJ. consiste precisamente su vita lidad: querer
pasar en movirnientO ó volver á las etapas primitivas IV. -1\'lODO DE DISCERNIR LAS TRADICIONES DlVINAS
del mismo es suicidarse, porque es atarse á la rutina DE LAS QUE NO LO SON
y á las fónnulas extrinsecas sin penetrar su espíritu, En la d octrina d e la Iglesia hay varias clases de tra-
que es vida y movimiento y renovación (Cfr. l'fo X, tliciones; unas que proceden del mismo Cris to; otras
Jincic!ica ~<Pascendi&, en Cavallcra, Thesaurus ... , n. 1 22- que promulgaror~ los Apóstoles por inspiración del
J23; Lehreton, articulo Modernisme, en el Dücti01z- Espíritu San to y en nombre de Cristo; otras que ellos
naire apol. de la foi cath ., TTT, G66-695). enseñaron en nombre propio como obispos y jefes de la
2. Doctrina católica . Hállase expuesta breve- Iglesia; o tros, por fin, meramente eclesiásticas, es decir,
mente por Pío X en el juramento con tra los mod er- posteriores á los Apóstoles y d ebidas á los Padres ó á
nistas. «Retengo firmemente la fe de los Padres y la los Romanos P ontifices. Salta á la vista la necesidad de
conservaré hasta el fin de mis días sobre d carisma disLinguir um.s de otrz,s, para no confundir lo humano
d e la infalibilidad y de la verdad que existe, existió y con lo divino.
exis tirá siempre en la s uce~i 6n apostólica del episco- Por lo dicho h ast a aquí fácilmente se com prende que
pado de modo que no admitamos lo qnc á cada uno la regla suprema é infalible de este discernimiento está
puede parecer mejor ó más apto, según su cultura 6 en el magisterio vivo de la Iglesia; pues mal pudiera
la d e sus coetáueos., sino que siempre se ct"ea d el mis- conservarlas y transmitirlas infaliblcmenr e ~i no las
mo modo la verdad absoluta é iamutable predicada su piese infaliblemente discernir.
desde el principio por los Apóstoles~ (Cavallera, loe. La r azón es clara; porque toda facultad ó hábito
cit., u. '123). es esencialmente discretivo de su propio objet o, :ll
Por eso, es axiomático en la Iglesia el d ecir: nihil menos prácticamente ó in actu t:xrráto, como díceu
imwvetur, nisi quod traditum est. (Cfr. Cavallera, op. los escolásticos. Siendo, pues, las verdades reveladas
cit., n. 125) . el objetQ propio de ese wagist eriu. la naturaleza de
Y á la verdal'.t, esta doctrina se impone necesaria- las cosas exige que á él se a t ribuya esa f<,ruhad dis·
merite á toda iute ligencia libre d e prejuicios agnós- cretiva.
TRADICIÓN 75

Sin e'mbargo, concretando más (pues el magisterio san temen te, múdanse también con ellas las experiencias
de la Iglesia toma pocas veces determinaciones sotcrn- religiosas y, una vez que éstas cambian, deben cambiar-
nes) Melchor Cano establece· las cuatro reglas ó crite- se á su vez las fórinulas, y asi mueren los dogmas anti-
rios siguientes, que han llegado á ser clásicas: guos y comienzan á vivir otros nuevos, lo mismo que
1.~ Si una cosa es creída ú observada por la fglesia las plantas, las cuales, al morir una, da lugar á otm.
Universal, y no ha sido instituida en los Concilios ó por Por consiguiente, en los dogmas no hay fijeza é inmu-
los Papas, sino que siempre se com;ervó en ella, evi- tabilidad alguna; su único punto de ·contacto es que
1.1entemente procede de Tradición apostólica; por ejem- partieron de un simple movimiento inicial por una
plo, el ayuno cuaresmal, el bautismo de los niños, el serie ininterrumpida de evoluciones ó trasforrnaciones
culto de las imágenes, el uso de lámparas ó de lu¡_:es (Ch. Pi o X, En-cíclica <•Pascendú, en Cavaliera, op. cit.,
en los templos, etc. (De locis lhcologicis, III, 4). n. 2Hi-:!22; v Ressmer, Philosophie und Theologie des
:.!.a Si los Santos Padres tuvieron por unanimidad, Modernismus, Frihurgo de Brisgovia, 1912).
desde el principio y en la sucesión de los tiempos, algu- Pío IX y el Concilio Vaticano hablan condenado ya
na doctrina como dogma de fe y su contraria como he- solemuemente esa afirmación modernista, admitiendo
rejla, y, sin embargo, no consta por la Sagrada Escri- sólo una evolución dentro del mismo dogma y en idén-
tura que sea revelada por Dios, es claro que nace de la tico sentido. El Concilio hace suyas estas hermosas
tradición divina; v. gr., la perpetua virginidad de palabras de san Vicente de Lerins: «Crezca y progrese
Maria; su ascensión en cuerpo y alma á los cielos; que mucho la inteligencia, la ciencia, la sabiduría de todos
los evangelios no son más que cuatro; que los sacra- y de cada uno, de toda la lglesia y de los particulares
mentos de la Iglesia son siete, y otros dogmas (ibid.). en todos los tiempos, pero dentro de su mismo género,
3.'" Si el común sentir del pueblo cristiano profesa es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en
una doctrina 6 un hecho que no pudo ser creación 6
ª
institución humana, necesariamente se debe la Tradi-
ción divina; por ejemplo, la disolución del matrimo-
la misma fórmula•' (Cavallera, loe. tít., n. 210).
Por ser este asunto de gran actualidad, conviene in-
sistir un poco más en su exposición.
rúo roto por la profesión religiosa solemne (loe. cit.). Cuatro cosas podemos considerar en el desarrollo ó
4... Si el común sentir de los teólogos dice que un evolución de la doctrina católica: 1.8 el punto de par·
do¡sma 6 una costumbre proceJe de tradición divina, tida; 2.a. el término adonde llega; 3_a las etapas que
podemos estar ciertos de que asilo es en efecto; v.gr., el recorre; r._a sus factores ó causas.
mezclar un poco de agua en el vino que ha de consa- 1.a El punto de partida es el dato revelado, es decir,
grarse; los sufragios por los difuntos; la redacción pri- la doctrina revelada tal como los Apóstoles nos la en-
mitiva del Símbolo llamado de los Apóstoles; el uso del señaron por escrito ó por tradición. La revelación cris-
agua bendita, etc. tiana pública ú oficial quedó cerrada y completa en
San Vicente de Lerins condensa toda esta doctrina los Apóstoles. Esa revelación se llama en Teología
en estas célebres palabras: ~Debe tenerse sum9 cuidado explicita, formal ó inmediata, á diferencia de la conte-
en creer y profesar lo que ha sido.creído y profesado nida en ella como efecto 6 conclusión en su causa ó
en todas partes, en todos los tiempos y por todos los principio y que, por eso, se llama únplidta, virtual ó
fieles; porque lo verdadero y propiamente católico, inmediata.
según lo indica su lllismo nombre, es aquello que lo 2.• El término adonde llega es 11na mayor explica-
abraza todo, lo cual lograremos obteuer si procura- ción 6 penetración nuestra de ese dato revelado, pero
mos Sel{uir sin desmayar la totalidad, la antigüedad, siempre dentro del mismo sentido esencial; esto es,
el consentimiento universal de los fieleso (Commonito- debe ser homogéneo con el punto de partida, como in-
rium, cap. II). clu(do en él virtualmente, por Jo menos. ~
Es claro que todo aquello á lo cual se puede asignar Antes de la muerte !le los ;\pó;;toles, cuando la re-
un origen posterior ó humano, pertenece á la Tradición velación divina no estaba aún terminada, pudieron
eclesiástica, por ejemplo, la tonsura de los dérigos, su darse dogmas completamente nuevos, pues la Escri-
traje talar, etc. tura y la Tradición son dos fuentes constitutivas de
la revelación; pero después. de su muerte no cabe sino
V.- TRADICIÓN Y PROGRESO EN LA DOCTRINA CATÓLICA un desarrollo en el mismo sentido esencial, aunque más
La inmutabilidad de la Tradición no quiere decir explicito y claro por parte nuestra. Asi, por ejemplo,
que la doctrina ·católica esté muerta ó petrificada, como el dogma de la transubstanciación, contenido virtual-
piensan no pocos modernistas; antes al contrario, sien· mente en el dogma de la presencia real de Cristo en la
do vida, admite progreso y es susceptible de evolución, Eucarisda, se hizo más explicito gracias á las especu·
no transformista, sino homogénea con el dato reve - laciones de los teólogos; lo mismo puede decirse del
lado por Dios. dogma de la Inmacutada Concepción de Maria, conte-
Günther, Sabatier, Harnack y los modernistas admi- nido ya implícitamente en el de la divina maternidad.
ten una evolución transformista, según la cual, á medi- El término, pues, de la evolución dogmática es el mis·
da que cambia la mentalidad ó la conciencia cristiana, roo dogma de que se partió, con su mismo sentido esen-
va cambiando también el sentido de la fe, dando lugar cial, aunque más claro y explícito para nosotros, ya
á nuevos dogmas ó á un sentido completamente distin- que conocemos mejor su contenido impllcito.
to de los dogmas ya existentes. 3.• Las etapas que recorre esa evolución suelen ser
Segun ellos, Jesucristo no enseñó en concreto ningun muy variadas, según los casos, pero se pueden r edu-
dogma detenninado, sino que se contentó con indicar cir á las siguientes: si se trata de verdades explicita-
el camino para prepararse al reino mesiánico, que estaba mente reveladas, por ejemp\o, la Trinidad óla Encar-
inminente. Mas los cristianos, viendo que e5e reino no nación del Verbo, primero se creen y se expresan en
acababa de llegar, transformaron las ideas de Cristo de forma sencilla y popular, después se defienden contra
modo que sirviesen para fundar otro reino espiritual, las interpretaciones torcidas de los herejes y se formu-
es decir, la Iglesia: en este sentido puede decirse que lan en términos más precisos y científicos, pero con-
Cristo fué su autor, en cuanto que inició un movimiento servando siempre el sentido primitivo. Mas cuando
religioso que espontáneamente se transformó en la son verdades que están implícitas en otras reveladas,
Iglesia. Los dogmas no son otra cosa que fórmula5 apro- la elaboración definitiva es más costosa; generalmente
badas por la autoridad eclesiástica, en las cuales la su creencia se funda en otro principio más universal y
conciencia cristiana expresa sus experiencias religiosas explicito, v. gr., la Inmaculada Concepción en la ma-
y da ocasión á que otros tengan experiencias semejantes. ternidad divina; pero después vienen las luchas ú opo-
Pero como las mentalidad~~ humanas se mudan ince· siciones sDhre esa conclusión impHcita, hasta que se la
376 TRADICIONAL- TRADICIONALISMO
rer'luce explicita y daramente á su principio, y enton- 1908); Tyrrell, Throng S cy/la añd C harybdis (Lond res~
ces la Iglesia, asis1 ida p or el Espíritu Santo, la define 1!107); Mediqroalism~ (1908);. DicJiqnnaire Apo/qgélique
como dogma de le. En la historia rart icular de cadn , de la foi caJholíque, rt. Modernisme (t. IJI, col. 591-695.
dogma hallaremos los comprobantes necesarios de estas , Paris,1!116); Billot, S. J., D~ immulabilitale Tradililmis
etapas fundamentales. adversus n t rum haeruiam evolulioni.<mi, Roma, 191 O);
t..a Las causas ó faclqres de esa evolución son: la Schultes, O. P., P raelectiones apqlogeticae de Ecclesia
asistencia del Esplritu Santo, como causa primera y Chri •IÍ (Parls, 1 925).
principal; la autoridad infalible de la l~lesia d ocente.
como causa segunda y p róxima; el instinlo ó devoción
de los santos y el discurso de los teólogos iluminados y
dir~idos por la fe, como causas .intrumentales ó dispo·
·sitivas, y las herejlas ó e rrores de los incrédulos, como
causas ocasionales.
Recientemente han discutido los teólogos sobre si
ese progreso 6 evolución del dogma, que test ifica la
historia, es sólo rle fórmulas y no de conceptos, 6 lo
es también de conceptos. El padre Schul tes, O. P., con
otros muchos, sostiene Jo p rimero, pues no comprende
cómo puede haber evolución de-conceptos sin habe r evo-
lución de ideas 6 de sentido de la revelación, lo cual
traerla consigo la tesis mode rnista. Otros, entre ellos
el padre !\iarln-Sola, O. P., al~an por lo se)!Undo, pero
con las restricciones 6 exp licaciones siguientes: a) que
esos conceptos sean subalternos 6 subsidiarios á los
conceptos formalmente revelados; b) que estén incluí·
dos v irtualmente en éstos de una manera inclusiva 6
metaflsica. y no solamente flsica 6 conexiva; e) que
intervenga la autoridad de la Iglesia definiéndolos ó
dedarándolos como dogma~ de fe, pues la la hor de la
inte l i~encia ó d el corazón humano es falible y no puede
por s ( sola hacer que lo médiatamente revelado para
nosotros como una conclusión teológica pase á ser
infaliblemente dogma de fe 6 revelado inmeoiato res-
pecto de nosotros. Sea lo que fuere de estas o · •iniones
(pues ambas explican suficientemente los hechos que
ofrece la historia de los d ogmas), no puede negarse que
la segunda es más obvia, aunque la primera es, quizá,
más segura.
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