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En Libia, las cosas comenzaron de forma extraña: Salían a lo sumo unas treinta
personas a protestar supuestamente en demanda de la puesta en libertad de una persona
que ya estaba fuera de la cárcel, y las informaciones decían que la insurrección árabe
había llegado a Libia. Los supuestos manifestantes recibían una respuesta contundente
del pueblo revolucionario que respalda su democracia directa, pero como ya se sabe
bien, ningún gobierno puede tener el respaldo popular y recibirlo frente a provocaciones
desestabilizadoras, porque entonces se trata de “turbas”, como decían de los sandinistas
en las calles desde los años ochenta los mismos que llamaron a Sandino bandolero.
De Libia se puede decir en este momento casi cualquier cosa, y casi cualquiera la cree.
Ninguna circunstancia es tan propicia como esta para los medios transnacionales de la
desinformación global, cuyas sucursales en todo el mundo occidental lanzan noticias
con un despliegue como si fueran de última hora, con información que ya el mismo
medio había dado días atrás y donde se habla (y se hablaba hasta en idénticos términos
y con idéntica redacción; así son de chapuceros) de masacres aéreas, de civiles muertos,
de que la zona oriental del país está controlada por fuerzas adversas al régimen, etc.
Esto con todo y que ya Telesur el día de ayer enviara un corresponsal que transmitió
imágenes de las multitudes que han salido a manifestarse en Trípoli en respaldo a su
líder, Muammar Gaddafi y a la revolución, que no es la de facebook y los talibanes con
imagen de demócratas que andan asaltando cuarteles y disparando al ejército usando
como escudo a los civiles que participan en los motines. En la capital libia, por cierto,
no ha habido más manifestaciones que las de respaldo a Gaddafi.
Igual que ocurría en las postrimerías de la Unión Soviética, hoy se llama revolución a la
contrarrevolución, y cuando hablan de dos o tres jefes militares que han desertado, los
medios de desinformación lo presentan como si fuera la mayor parte de la oficialidad
libia, en apoyo “a la revolución”, cuando es la revolución lo que está siendo atacado por
quienes están impulsando la desestabilización, la guerra y la división del país árabe
norafricano, y por quienes se están prestando a ellas.
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Cada vez las informaciones indican con mayor claridad que los trescientos muertos de
los que tanto se ha hablado, fueron en buena parte, individuos que intentaron tomar con
las armas ciertas instalaciones militares, o que dispararon a las fuerzas de seguridad
desde una multitud de gente no muy numerosa de imitadores patéticos de las
manifestaciones en Egipto, muy distantes en cantidad de gente y en el contenido de sus
reivindicaciones; estando quienes hicieron esos disparos, presuntamente vinculados a Al
Qaeda, lo cual no tendría por qué extrañar a nadie. Sin embargo, a los medios que antes
han presentado a dicha organización terrorista como la personificación del mal (como
en efecto lo es en muchos sentidos), ahora casi están reclamando por semejante
“calumnia” lanzada contra el profeta Bin Laden y sus pupilos. Por cierto, otra buena
parte de los muertos son militares que estaban defendiendo sus cuarteles de los intentos
de tomárselos por parte de gente que ya por último, da igual si son o no de Al Qaeda.
Ningún militar responde con discursos persuasivos a alguien que llega con un arma a
tomársele su cuartel.
Como dice Fidel Castro, es evidente que en Libia se está desarrollando una guerra civil;
pero parece que la “comunidad internacional” y los mojigatos de todo tipo están
pidiendo que en una guerra civil no haya muertos, achacando de esta forma las muertes
a un genocidio que sólo existe en las cabezas de quienes como también dice con tanta
razón Fidel, no han mostrado la misma indignación ante el millón de muertos causados
en Irak por la invasión norteamericana.
Algo que causa perplejidad, es la capacidad de los países islámicos (incluso entre los
que son de izquierda) para destruirse entre sí, aún cuando alguno de ellos es atacado
desde afuera, por el mundo occidental y a sabiendas de que quienes no los defienden o
se unen a dicho ataque, serán los próximos. Primero, Jordania expulsando a los
palestinos; a continuación, la guerra entre Irak e Irán, tan absurda como sangrienta y por
supuesto, alimentada por Estados Unidos dando armas por igual a Saddam Hussein y al
Ayatollah Jhomeini para entregar el dinero de la venta hecha a este último en manos de
la contrarrevolución en Nicaragua; luego, los palestinos matándose entre sí (primero fue
el cerco contra Arafat en el Líbano, después la guerra entre Al Fatah y Hamas); un poco
antes de la guerra civil palestina, Irak invadiendo Kuwait; inmediatamente después,
Siria y otros países árabes apoyando la primera invasión norteamericana a Irak; ahora,
Irán y Siria (ambos tan en la mira de Estados Unidos como Libia y a la vez enemigos
entre sí) sumándose a las condenas contra Gaddafi.
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alcanzan esa meta, entonces sí, los pueblos del Medio Oriente y el Norte de África
estarán en capacidad de hacer su verdadera revolución, no solamente derrocando a
tiranuelos y reyezuelos de poca monta, sino enfrentando y derrotando a las tropas
interventoras de los nuevos cruzados que pretenden mancillar la dignidad de esos
pueblos cuyas historias y culturas forman parte importante de todo aquello que es digno
de ser considerado como un orgullo de toda la humanidad.