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Gabriela Galindo

Hay una telaraña en el Museo... Spider Galaxy de Carlos Amorales

Una gran telaraña tridimensional es el soporte de la acción-


performance presentada hace unos días por Carlos Amorales en el
museo Rufino Tamayo de la Ciudad de México. Decenas de piezas
de madera armadas a manera de un gigantesco rompecabezas, son
el escenario donde una mujer-pájaro ejecuta una danza de
movimientos que se repiten sobre una música arrítmica que
combina largas tonalidades graves y agudos contrapuntos.

Apartándose de las usuales imágenes en alto contraste o la


iconografía popular, como sus muy conocidos luchadores, con la
pieza Spyder Galaxy, Amorales incurre en el uso de formas
geométricas tridimensionales, en un juego de fragmentación y
unión continuos. Como una pequeña galaxia que está formada por
millares de pequeños elementos unidos por la fuerza de atracción
que genera el propio universo, la telaraña, como una trampa y un
refugio, es el espacio donde acontece el movimiento.

Spyder Galaxy (2007)

¿Pero qué hay en la pieza además de una telaraña donde


habita no una araña sino una mujer-pájaro, una galaxia
que en lugar de estrellas tiene espectadores y una danza
minimalista que simplemente es la repetición de 17
movimientos? Buscamos siempre lo simbólico en el arte,
porque el símbolo es capaz de mostrar, a través de
imágenes cerradas o incluso herméticas, ciertas
realidades difícilmente aprehensibles a simple vista. A
diferencia de la alegoría que supone una operación
racional en ocasiones fría y fatigosa, el símbolo es el
reflejo de lo ininteligible en lo inteligible. El símbolo
conjuga lo sagrado y lo profano. Mircea Eliade dice al
respecto: "La existencia más mediocre está plagada de
símbolos. El hombre más realista vive de imágenes …
jamás desaparecen los símbolos de la actualidad
psíquica: los símbolos pueden cambiar de aspecto; su
función permanece la misma. Se trata sólo de descubrir
sus nuevas máscaras."1

Spyder Galaxy (2007)

Las aves y, en un sentido más amplio, todo ser alado ha sido un símbolo de lo espiritual desde tiempos ancestrales. La significación
del pájaro como alma o espíritu es común en casi todas las mitologías y religiones y con frecuencia se le relaciona con deidades
creadoras. Esta clase de figuras no son una novedad en el trabajo de Amorales, recordemos su pasada exposición en el MUCA en
Ciudad Universitaria, donde la las aves fungían como motor de movimiento en todo el recorrido y recordaba a aquella paloma
usada como emblema de la paz (por demás inexistente en esos años) en las Olimpiadas de México en 1968. Pero en esta ocasión
hay una fusión interesante, una mujer es la que le da vida y movimiento al ave. El símbolo de lo sagrado del pájaro se combina con
la figura de la mujer que es evocada a menudo como reflejo de sensualidad, placer y pecado.

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