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Miércoles 31 de octubre de 2007. Núm.

5807

La Banca 25 Años Después1


En los últimos 30 años, el gobierno ha cometido un sinnúmero de errores de
política económica que han afectado negativamente a la pobreza, al poder
adquisitivo, al empleo y al bienestar en general del pueblo mexicano. Uno de los
más graves fue la nacionalización de la banca hace 25 años.
Jonathan Heath

Aumentó súbitamente el precio del petróleo en los mercados internacionales a


principios de los setenta y, a los pocos años, México descubrió que tenía una
reserva de crudo mucho más grande de lo que se había imaginado. Esto le dio al
gobierno la oportunidad de utilizar los recursos del petróleo como palanca de
desarrollo. A partir de 1977, con el inicio del gobierno de José López Portillo, la
política económica del país se enfocó a acelerar el crecimiento económico y a
utilizar primordialmente el gasto público para dirigir los esfuerzos a los sectores
menos favorecidos. A pesar de que hubo la necesidad de devaluar la moneda en
1976, el gobierno logró un crecimiento promedio de 9.1% entre 1978 y 1981, la
tasa más elevada en nuestra historia para un periodo de cuatro años.

El problema fue que el crecimiento no resultó simplemente de más recursos


procedentes de una mayor exportación de petróleo. Más bien, fue consecuencia
de un incremento singular en el gasto público, producto de un déficit fiscal
creciente. Para financiarlo, el gobierno utilizó la deuda externa como instrumento
principal, con la ilusión de que el precio creciente del petróleo nunca se iría a
revertir. El endeudamiento se vio como una política temporal, que permitiría al
gobierno realizar inversiones necesarias en infraestructura y desarrollar la industria
petrolera, en anticipación a la inmensa riqueza petrolera que vendría en los años
subsecuentes.

Sin embargo, los errores de política económica no se limitaron a la ingenuidad de


pensar que los recursos petroleros serían ilimitados, sino a los excesos cometidos
en esos años, que restaron margen de maniobra a cualquier ajuste posterior. En
esos años, el déficit fiscal creció rápidamente hasta representar casi 15% del PIB

1
http://ejecutivosdefinanzas.org.mx/articulos.php?id_sec=43&id_art=1012&id_ejemplar=56
en 1982. La deuda pública externa llegó a más de 60% del PIB y alrededor de
300% de nuestras exportaciones, a pesar del incremento sustancial en las
petroleras.

Ante estas circunstancias, no era de sorprender que la inflación empezara a


aumentar rápidamente. Sin embargo, el gobierno decidió mantener el tipo de
cambio fijo, lo que produjo una sobrevaluación creciente de la moneda. Esta
situación le restó competitividad a las exportaciones no petroleras y engendró un
déficit significativo en la cuenta corriente. Las decisiones equivocadas de política
económica causaron un círculo vicioso, que cada vez ampliaba los desequilibrios
macroeconómicos. Era obvio que sólo era cuestión de tiempo antes de que el
esquema tronara.

El problema se agudizó rápidamente ya que, en vez de corregir los desequilibrios


básicos, el gobierno instrumentaba medidas que eran justamente las opuestas a
las que la situación exigía. Después de una primera devaluación inevitable en
febrero de 1982, el gobierno trató de neutralizar la medida con incrementos
salariales de emergencia, lo que trajo consigo un aumento en el gasto corriente y
mayor déficit público. Cuando los desequilibrios llegaron a su punto máximo, no se
pudo evitar la suspensión de pagos y otra devaluación significativa de la moneda.
Sin embargo, en vez de reconocer una situación muy grave y tomar las medidas
correspondientes, el gobierno buscó un chivo expiatorio y decidió nacionalizar la
banca. Peor aún, en los siguientes meses buscó revaluar la moneda, disminuir las
tasas de interés y fijar un tipo de cambio irrealista. Al final de cuentas, la política
económica produjo una verdadera bancarrota del gobierno mexicano.

Los siguientes años no fueron muy fáciles. El nivel de endeudamiento del gobierno
era tan elevado que no había manera sencilla de resolver el problema, estabilizar
al país y regresar a la senda del crecimiento sostenido. A pesar de múltiples
esfuerzos de renegociación, la deuda externa pública llegó a representar casi
100% del PIB en 1987. La inflación entró en un círculo vicioso, en el cual su causa
principal llegó a ser inercial, producto de los múltiples esfuerzos por neutralizar los
efectos nocivos entre la población. No se pudo reducir adecuadamente el gasto
público y el déficit público siguió en aumento.

Ante una situación de inestabilidad macroeconómica, el gobierno empezó a utilizar


la recién nacionalizada banca como el instrumento principal para financiar el gasto
público. Se instrumentó una política monetaria de encaje legal de 100%, lo cual
significaba que la banca tenía que entregar el 100% de los depósitos marginales
del público al Banco de México que, a su vez, lo pasaba al gobierno. Esto
ocasionó que no hubiera financiamiento disponible para el sector privado. Como
consecuencia, siguieron prácticamente seis años de ajuste sin mayores
resultados: se mantuvo la inflación elevada y no hubo crecimiento económico.
No solamente hubo consecuencias macroeconómicas negativas de esta política
económica; a raíz de la nacionalización de la banca se perdió toda una generación
de banqueros capaces y con ellos la función primordial de la banca comercial, que
era la de intermediario financiero que proporcionara crédito al sector privado.
También se perdió conocimiento y rumbo. La banca nacionalizada se convirtió en
una caja de financiamiento del sector público y dejó atrás muchas de sus
funciones intrínsecas. Esto formó parte de la compleja explicación de por qué
México no pudo crecer en la década de los ochenta y por qué no ha podido
recuperar del todo esta habilidad varias décadas después.

Cuando se trató de privatizar de nuevo 10 años después, la banca carecía de la


capacidad analítica para determinar el riesgo en el otorgamiento de crédito. En su
mayoría, los nuevos dueños de la banca no tenían la experiencia y carecían del
profesionalismo necesario para echar a andar una banca robusta. En menos de
dos años llegó a tener niveles de cartera vencida que ya adelantaban una crisis
bancaria. No había el conocimiento por parte del gobierno para instrumentar una
estructura jurídica y regulatoria suficiente, ni la solidez macroeconómica adecuada
para sobrevivir a un embate, por ligero que fuera. El resultado es que a los 25
años de la nacionalización bancaria y 15 de su privatización, todavía no hemos
logrado establecer un mercado crediticio profundo con mayor penetración en la
economía.

El crédito directo de la banca comercial al sector privado no financiero empieza a


resurgir después de varias décadas de crisis. Hacia fines del segundo trimestre se
estima que representa cerca de 13% del PIB, casi el doble de lo que era a
mediados de 2002, cuando no llegaba ni a 7% del PIB. Sin embargo, si tomamos
en cuenta que representaba cerca de 41% del PIB a fines de 1994, llegamos a la
conclusión de que faltan muchos años más de crecimiento elevado y sostenido
antes de poder tener un papel significativo como lo tiene la mayoría de los demás
países. Simplemente, a manera de comparación, en 2006 el crédito al sector
privado en la República de El Salvador fue mayor a 41% del PIB.

Queda claro que la nacionalización bancaria tuvo un costo enorme, que seguimos
pagando 25 años después. Hemos logrado consolidar la estabilidad
macroeconómica y reducir los niveles de deuda externa por debajo de los que
existían a principios de los setenta. No obstante, no hemos logrado volver a la
senda del crecimiento elevado y sostenido. Uno de los elementos que falta es
precisamente mayor penetración crediticia.

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