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El rol de la CIA y argentinos en Centroamérica.

Meses después de la derrota en Malvinas y con la dictadura argentina en crisis


terminal, Eden Pastora —notorio como el "comandante cero" y renegado de la
revolución Sandinista— viajó a Honduras para discutir con los líderes militares de
ese país la posibilidad de abrir un nuevo frente de hostigamiento contra el
gobierno de Managua. Era noviembre de 1982.

Tal como lo narró luego Pastora, una sorpresa fue que el hombre fuerte de
Tegucigalpa, el general Gustavo álvarez Martínez, lo recibió acompañado por dos
estadounidenses —los enigmáticos "Donald" y "John"— y por otro extranjero de
origen argentino al que el hondureño presentó por el apodo de "Balita". Este último
era el coronel Osvaldo Ribeiro, figura sombría del terrorismo del estado militar en
la Argentina y el hombre al que los ex generales Leopoldo Galtieri y José Vaquero
(como jefe del Estado Mayor del Ejército) habían designado para organizar la
oposición armada al sandinismo . Uno de los padres de los "contras"
nicaragüenses.

Vaquero probó suerte antes en Bolivia, donde oficiales argentinos ayudaron a


fines de los 70 a derrocar a la presidente democrática Lydia Gueiler, instalando en
su lugar a un grupo de coroneles metidos en el tráfico de cocaína. Algunos de
esos fondos —admiten fuentes militares de entonces— parecen haber llegado,
generosos, también a las arcas del general argentino. Por cierto, la lucha contra
"la subversión marxista" fue la sombrilla protec tora de esta actividad .

En 1982, que la inteligencia estadounidense y algunos mercenarios argentinos


operaban clandestinamente contra Managua bajo la cobertura hondureña no era
precisamente una novedad. Pero la participación de delegados directos en las
negociaciones con Pastora era hasta cierto punto sorprendente.

Era curioso; en la guerra con Inglaterra, Ronald Reagan llamó en público


"matones" a los miembros de la junta militar argentina, en la que figuraba Galtieri
como "primus inter pares", dedicándose de allí en más a proteger a su amiga,
Margaret Thatcher. Vaquero ya le había informado a Galtieri que debía irse a su
casa, emigrando él mismo al retiro. Pero los argentinos siguieron haciendo de las
suyas en Centroamérica.

Pastora hizo un año antes una suerte de "regresión romántica", después de


desilusionarse con el régimen de Managua por el que había combatido durante 18
años contra la dinastía autocrática de los Somoza. Dejó su puesto como
viceministro de Defensa y tras exiliarse en Costa Rica imaginó una nueva fuerza
de corte "nacional" para expulsar a sus antiguos conmilitones. Como una nueva
revolución estaba más allá de sus posibilidades, sólo pudo traicionar a su país. Y
ni aun así tuvo éxito: por consejo de los argentinos, Alvarez y los norteamericanos
lo rechazaron. Alvarez, antiguo becario del Ejército argentino, era, sabemos, el
protegido de John Negreoponte.

[Fuente: Clarín, Bs As, Arg, 13abr05]

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