LXIV
MONACHESIMI D’ORIENTE
E D’OCCIDENTE
NELL’ALTO MEDIOEVO
TOMO PRIMO
FON DAZIONE
C E N TR O I TALI ANO DI STUDI
S ULL’ALTO M E DIOE VO
SPOLETO
2017
ISBN 978-88-6809-138-5
3. Concilium Ilerdense, c. 3, ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit. (nota 1),
p. 301, ll. 58-63. Traducción J. VIVES, Concilios visigóticos e hispano-romanos, Madrid -
Barcelona, 1963, p. 56.
4. J. VIVES, Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, Barcelona, 1942, p.
83, n. 277, l. 12. Cfr. J. VILELLA, Los concilios eclesiásticos hispanos del período visigodo-arriano:
análisis histórico-prosopográfico, en Medieval Prosopography, 25 (2008), pp. 16-18.
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5. Canones Barcinonensis, c. 10, ed. VIVES, Concilios cit. (nota 3), p. 53.
6. Synodus Chalcedonensis, cc. 4, 8 y 24, ed. CH. J. HEFELE, H. LECLERCQ, Histoire des
conciles d’après les documents originaux. II.2, Paris, 1908, pp. 779-781, 789-790 y 810. Cfr.
L. PERRONE, De Nicea (325) a Calcedonia (451), en Historia de los concilios ecuménicos, ed. G.
ALBERIGO, Salamanca, 1993, pp. 92-93.
7. Iustiniani Novellae, V, 1, ed. R. SCHOELL, Corpus Iuris Civilis. Volumen Tertium,
Novellae, Dublin - Zurich, 1972 [1895], p. 29, ll. 1-3.
8. Concilium Agathense, cc. 27 y 58, ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit.
(nota 1), pp. 132 y 144; Concilium Aurelianense I, cc. 17, 19 y 22, ed. MARTÍNEZ DÍEZ,
RODRÍGUEZ, La colección cit. (nota 1), pp. 163-164.
466 PABLO C. DÍAZ
LOW, Martini episcopi Bracarensis. Opera omnia, New Haven, 1950, p. 304), Martín fue or-
denado obispo de Dumio el 5 de abril del 556, ocupando el episcopado durante 23
años, dedicándose la iglesia del monasterio como basílica episcopal dos años después.
Gregorio de Tours (Historia Francorum [Historiarum libri X], V, 37, ed. B. KRUSCH, H.
LEVISON, M.G.H. SS rer. Merov., I, 1 [1885], Hannover, 1937, p. 243, l. 14) le atribuye
30 años en el episcopado, pero probablemente cuenta todo el periodo de su estancia en
Gallaecia.
19. BARLOW, Martini cit. (nota 18), pp. 10-51, recoge 110 máximas, aunque el nú-
mero varía dependiendo de los manuscritos.
20. J. G. FREIRE, A versâo latina por Pascásio de Dume dos Apophthegmata Patrum, vol.
1, Coimbra, 1971, pp. 157-335.
21. BARLOW, Martini cit. (nota 18), p. 294.
22. A. TOVAR, Un obispo con nombre británico y los orígenes de la diócesis de Mondoñedo,
en Habis, 3 (1972), pp. 155-158; J. N. HILLGARTH, Ireland and Spain in the seventh century,
en Peritia, 3 (1984), pp. 1-16; H. V. LIVERMORE, The Britones of Galicia, en Estudios Min-
donienses, 3 (1987), pp. 355-364; M. ALBERRO, Viajes marítimos de celtas Britones a Gallaecia
en el siglo V, en Lucensia, 13 (2003), pp. 239-260; S. YOUNG, The Bishops of the Early Me-
dieval Spanish Diocese of Britonia, en Cambridge Medieval Celtic Studies, 45 (2003), pp.
1-19.
23. P. DAVID, Etudes historiques sur la Galice et le Portugal du VIe a XIIe siècles, Lisboa -
Paris, 1947 p. 60, cree que su jurisdicción era más personal que territorial y que afectaba
exclusivamente a los grupos de bretones.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 469
24. Parochiale Suevum XIII, 1, ed. P. DAVID, C.C.s.l., CLXXV, Turnhout, 1965, p.
420, ll. 171-172.
25. U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, Eutropio de Valencia y sus fuentes de información, en Revista
Española de Teología, XIV (1954), p. 71, n. 18.
26. R. BARROSO CABRERA, J. MORÍN DE PABLOS, La ciudad de Arcávica y la fundación del
monasterio Sevitano, en Hispania Sacra, 48 (1996), pp. 149-196; F. J. MORENO MARTÍN, La
arquitectura monástica hispana entre la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media, Oxford, 2011,
pp. 205-206.
27. JUAN DE BICLARO, Chronicon, 18, ed. C. CARDELLE DE HARTMAN, C.C.s.l., CL-
XXIIIA, Turhnout, 2001, pp. 81-82, ll. 360-366.
28. ILDEFONSO DE TOLEDO, De viris illustribus, 3: « Iste prior in Hispaniam monasticae
obseruantiae usum regulamque dicitur aduexisse », ed. C. CODOÑER MERINO, C.C.s.l.,
CXIVA, Turnhout, 2007, pp. 605-606, ll. 51-52.
470 PABLO C. DÍAZ
clar, en Revista Zurita, 1 (1933), pp. 79-94; J. PÉREZ DE URBEL, El Maestro, San Benito y
Juan Biclarense, en Hispania, I/1 (1940), pp. 7-42; Ibid., I/2 (1941), pp. 3-52; J. CAMPOS,
Sobre la Regla de San Juan de Biclaro, en Salmanticensis, 3/1 (1956), pp. 240-248; A. C.
VEGA, De patrología española. En torno a la herencia literaria de Juan de Biclaro, en Boletín de
la Real Academia de la Historia, CLXIV (1969), pp. 13-74.
36. Concilium Oscense, ed. VIVES, Concilios cit. (nota 3), p. 158, ll. 11-13 (con la
traducción).
37. Concilium Toletanum IIII, c. 51, ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit.
(nota 17), pp. 230-231, ll. 891-900. Traducción VIVES, Concilios cit. (nota 3), pp.
208-209.
472 PABLO C. DÍAZ
38. Concilium Spalense II, c. 10, ed. VIVES, Concilios cit. (nota 3), p. 170, ll. 12-17 (con
la traducción).
39. Ibid., p. 169, ll. 40-41.
40. Concilium Emeritense, c. 11, ed. VIVES, Concilios cit. (nota 3), p. 333, ll. 15-19.
41. Liber ordinum, XVIIII (106): « Hac explicita, tradetur ei baculum ab episcopo et
librum regularum dicens ei: Accipe baculum ad sustentationem tua onestissime uite. Ac-
cipe hunc librum regularum studens ad tuam, uel ad subiectorum disponendam sanctissi-
mam uitam. Et sic postea in ordine suo stabit. Datque pacis osculum episcopo et fratri-
bus ómnibus », ed. J. JANINI, Liber Ordinum Episcopal (Cod. Silos, Arch. Monástico, 4),
Abadía de Silos, 1991 (Stvdia Silensia, XV), p. 98, ll. 1-7.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 473
42. Ibidem, XVIIII (104): « Tunc ipse qui consecrandus est abba tradet episcopo pla-
citum suum tam pro se, quam pro subditis de onestate uite regularis », ll. 7-8.
43. J. FERNÁNDEZ ALONSO, La cura pastoral en la España romano-visigoda, Roma, 1955,
p. 504.
44. Pactum, ed P. C. B. Dias, Regula Monastica Communis ou Exhortatio ad Mona-
chos? (Séc. VII, Explicit). Problemática. Tradução. Comentário, Coimbra, 2001, p. 164, ll.
793-794.
45. CH. J. BISHKO, The Pactual Tradition in Hispanic Monasticism, en Spanish and Portu-
guese Monastic History, 600-1300, London, 1984, p. 22.
46. Cfr. Concilium Turonense, II, c. 7: « Vt episcopus nec abbatem nec archipresbyte-
rum sine ómnium suorum cumpresbiterorum et abbatum conciliode loco suo praesumat
eiecere... », ed. C. DE CLERCQ, C.C.s.l., CXLVIII A, Turnhout, 1963, p. 178, ll. 81-
83. Aunque la decisión no puede tomarla unilateralmente, el obispo debe contar con el
acuerdo de los demás abades de la diócesis.
47. Regula Fructuosi, 19, ed. J. CAMPOS, I. ROCA, Santos padres españoles. II. San Lean-
dro, San Isidoro, San Fructuoso. Reglas monásticas de la España visigoda. Los tres libros de las
Sentencias, Madrid, 1971, p. 367, l. 369 (con la traducción).
474 PABLO C. DÍAZ
48. Regula Isidori, 2, ed. CAMPOS, ROCA, Santos padres cit. (nota 47), p. 92, ll. 31-32
(con la traducción).
49. Regula communis, 3, ed Dias, Regula cit. (nota 44), p. 145, ll. 104-105. Traduc-
ción CAMPOS, ROCA, Santos padres cit. (nota 47), p. 177.
50. Concilium Toletanum VIIII, c. 2, ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit.
(nota 17), p. 494, ll. 92-93.
51. Concilium Toletanum X, c. 3, ed. cit. (nota 17), p. 524, l. 95. No es fácil saber a
quienes se está refiriendo, la traducción literal parecería aludir a un ‘recaudador delega-
do’, pero es posible que incluya la figura del administrador, equivalente al « officium
monasteria » que un concilio galo había previsto fuese nombrado por el obispo (Conci-
lium Aurelianense II, c. 20, ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit. [nota 1], p.
181, l. 195. Cfr. J. RAMIRO Y TEJADA, Colección de cánones de la Iglesia de España y de Amé-
rica I, Madrid, 1849, p. 448). Sin embargo no es fácil ubicar su papel en el organigrama
monástico tal como lo conocemos, solo los monjes que supervisan la administración –
« administrarione ac praesidio gubernentur [...] gubernaculis tueri » – de los monasterios
femeninos de la Bética parecen representar un papel equivalente (Concilium Spalense II,
c. 10, ed. cit. [nota 38], p. 170, ll. 23 y 27). Estos monjes parece que habían de ser
aprobados por el obispo. Cfr. G. MARTÍNEZ DÍEZ, El patrimonio eclesiástico en la España vi-
sigoda. Estudio histórico-jurídico, Comillas, 1959, p. 160.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 475
52. BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistolae, XIII, ed. L. RIESCO TERRERO, Epistolario de san
Braulio. Introducción, edición crítica y traducción, Sevilla, 1975, p. 88, ll. 15-18 (con la
traducción).
53. Ibid., p. 90, ll. 42-46 (con la traducción).
476 PABLO C. DÍAZ
54. P. C. DÍAZ, Propiedad y poder: la Iglesia de Lusitania en el siglo VII, en Los últimos
romanos en Lusitania, ed. A. Velázquez, E. Cerrillo, P. Mateos, Mérida, 1995 (Cuadernos
Emeritenses, 10), pp. 49-72.
55. M. T. DE JUAN, La gestión de los bienes en la Iglesia hispana tardoantigua: confusión
patrimonial y sus consecuencias, en Polis. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad
Clásica, 10 (1998), pp. 167-180; P. C. DÍAZ, Concilios y obispos en la península ibérica (siglos
VI-VIII), en Chiese locali e chiese regionali nell’alto medioevo, Spoleto, 2014 (Settimane di
Studi della Fondazione Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, LXI), pp. 1095-
1158.
56. Concilium Toletanum III, c. 3., ed. MARTÍNEZ DÍEZ, RODRÍGUEZ, La colección cit.
(nota 17), p. 111.
57. Ibid., c. 4, ed. cit. (nota 56), pp. 111-112.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 477
58. En el año 693, otro concilio toledano establecerá que si una iglesia no tiene al
menos diez siervos no podrá ser administrada por un sacerdote propio, siendo en tal ca-
so atribuida a otra iglesia (Concilium Toletanum XVI, Tomus y c. 5, ed. VIVES, Concilios
cit. [nota 3], pp. 485 y 501-502). Sin embargo nada indica que un principio equivalente
fuese aplicado a los monasterios.
59. Concilium Toletanum VIIII, c. 5, ed. cit. (nota 50), p. 498, ll. 141-146. Traducción
VIVES, Concilios cit. (nota 3), p. 300.
60. Ibid., l. 140.
61. Ibid., ll. 146-148.
62. Concilium Emeritense, c. 21, ed. cit. (nota 40), p. 341, ll. 13-23.
478 PABLO C. DÍAZ
63. VIVES, Inscripciones cit. (nota 4), p. 84, n. 278, l. 4: « Haud procul ab urbe con-
struxit cenobium... ».
64. Ibid., p. 85, n. 279, l. 5: « ...uirgenes institue(n)s monacos(que) gu<bernans> ».
65. Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium, V, III: « ...statim in exordio episcopatus sui
monasteria multa fundauit, praediis magnis locupletauit », ed. cit. (nota 33), p. 50, ll. 9-11.
66. Ibidem.
67. Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium, V, III, ed. cit. (nota 33), pp. 50-51, ll.
13-26.
68. Ibid., p. 52, ll. 38-41.
69. Ibid., IV, v, p. 36, ll. 12-14.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 479
81. Cfr. P. J. GALÁN SÁNCHEZ, El género historiográfico de la chronica. Las crónicas hispa-
nas de época visigoda, Cáceres, 1994, pp. 166-172.
82. Formulae Wisigoticae, IX (Alia quam facit rex qui ecclesiam aedificans monasteriorum fa-
cere voluerit), ed. I. GIL, Miscellanea Wisigothica, Sevilla, 1972, p. 84, ll. 44-45.
83. Ibid., l. 27.
84. Ibid., l. 31.
85. Ibid., ll. 36-39.
86. Ibid., l. 21. Cfr. P. C. DÍAZ, Formas económicas y sociales en el monacato visigodo, Sa-
lamanca, 1987, pp. 29-30. Sobre el problema que presenta la interpretación de esta co-
lección de fórmulas A. GARCÍA GALLO, Consideración crítica de los estudios sobre la legislación
y la costumbre visigoda », en Anuario de Historia del Derecho Español, 44 (1974), pp.
343-464.
482 PABLO C. DÍAZ
90. Vita Fructuosi, 4: « Hic uero sanctissimus confirmans cunsctum regularem ordi-
nem constituensque cenobii patrem ... », ed. cit. (nota 71), p. 86, ll.1-2.
91. Ibid., 8: « per bonam conuersationem et sanctam disciplinam domino dedicauit »,
p. 92, ll. 13-14.
92. Ibid., 6, p. 88, ll. 2-3. El monasterio se localizaría en la localidad de Montes de
Valdueza, provincia de León, en un valle contiguo no muy alejado de la primera
fundación.
93. VALERIO DEL BIERZO, Residvvm, 1, ed. M. C. DÍAZ Y DÍAZ, Valerio del Bierzo. Su
persona. Su obra, León, 2006, p. 212, l. 8.
94. Vita Fructuosi, 6, ed. cit. (nota 71), p. 88, ll. 7-8.
95. Ibid., 7, pp. 88-90.
96. BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistolae, XLIV, ed. cit. (nota 52), p. 168, ll. 50-52.
484 PABLO C. DÍAZ
manda ante el rey que envió un comes para que Benedicta rindiera
responsabilidades ante su prometido 104. Probablemente lo que el
futuro marido demandaba era la dote 105, que Benedicta podría ha-
ber aplicado a la fundación misma del monasterio; sin olvidar su
propia fortuna personal, por cuanto la ley visigoda preveía que los
matrimonios se concertasen, en principio, entre individuos de ca-
tegoría equivalente.
Para entender las fundaciones animadas por Fructuoso y el
éxito en conseguir cristianos piadosos dispuestos a proporcionar las
dotaciones iniciales hemos de imaginar una atmósfera propicia
donde la opción monástica fuese vista como un camino preferente
hacia la salvación. Tanto para el profeso como para aquel que
contribuye a la difusión de los monasterios. El hagiógrafo de
Fructuoso dice que era tal el número de los que querían hacerse
monjes, que los « duces exercitus prouinciae » reclamaron ante el
rey que pusiese freno a la situación, so pena de quedarse sin sol-
dados para el ejército que pudiesen salir « in publica expeditio-
nes » 106. Más allá del contexto hagiográfico, es creíble que el mo-
nacato fuese omnipresente y que participar de él, ya fuese como
profeso, fundador o, simplemente, benefactor, hubiese alcanzado
un prestigio superior al de otras formas de compromiso religioso.
El ejemplo de Fructuoso, dice de nuevo el hagiógrafo, habría
llevado a muchos personajes nobles y distinguidos, incluso del mis-
mo entorno del rey (« idoneas et nobiles personas, etiam ex pala-
sobre algunos obispos de la España medieval en traducción: Ildefonso y Julián de Toledo (BHL
3917 y 4554), Isidoro de Sevilla (BHL 4488) y Froilán de León (BHL 3180), en Veleia, 28
(2011), p. 213.
113. Ibidem, ll. 16-18. Sobre las circunstancias propietarias de Ildefonso siendo ya
monje, A. BRAEGELMANN, The Life and Writtings of St. Ildefonsus of Toledo, Washington,
1942, pp. 6 y 13.
114. Sobre las dificultades para resolver la morfología de los lugares que se esconde
tras la terminología del periodo, A. ISLA FREZ, Villa, villula, castellum. Problemas de termi-
nología rural en época visigoda, en Arqueología y Territorio Medieval, 8 (2001), pp. 9-19; J. I.
MARTÍNEZ MELÓN, El vocabulario de los asentamientos rurales (siglos I-IX d.C.): evolución de la
terminología, en Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental, ed. A. CHAVARRÍA, J.
ARCE, G.-P. BROGIOLO, Madrid, 2006 (Anejos de AEspA, XXXIX), pp. 126-127. En
contraste con la referencia al fundum donde se ubicaría una cella en los suburbios de
Obulco, ed. CIL II2/7, n. 124 (http://edh-www.adw.uni-heidelberg.de/edh/in-
schrift/HD027779).
115. EUGENIO DE TOLEDO, Carmina, XII (In balisica sancti Felicis quae est in Tantanesio),
ed. P. F. ALBERTO, C.C.s.l., CXIV, Turnhout, 2005, p. 225, ll. 7-10. GARCÍA MORENO,
Prosopografía cit. (nota 76), p. 47, n. 51, n. 2, le identifica con un Eterius, miembro del
Officium Palatinum quien habría suscrito las actas del concilio de Toledo del 655 en calidad
de comes cubiculariorum; lo que le situaría en el círculo de la nobleza más próxima al rey.
116. VIVES, Inscripciones cit. (nota 4), p. 105, n. 312, ll. 1-2: « in nme Dni. Locuber ac
si indignus abba fecit,et duos coros ic construxit, et sacra... ». Cfr. Y. DUVAL, Projet
d’enquête sur l’épigraphie martyriale en Espagne romaine, visigothique (et byzantine), en Anti-
quité Tardive, 1 (1993), p. 191, n. 164, quien alteraría la lectura considerando locu(m)/lo-
ca, en referencia a un hipotético lugar Berescus, preservando anónimo al « indignus ab-
ba ». Posibilidad de lectura ignorada por I. M. SÁNCHEZ, R. BARROSO, J. MORÍN, I. VE-
LÁZQUEZ, Topografía eclesiástica de la Bética en la Antigüedad tardía a través del corpus epigráfi-
co, en Romvla, 14 (2015), p. 255.
488 PABLO C. DÍAZ
117. VIVES, Inscripciones cit. (nota 4), p. 124, n. 358, ll. 1-2. La inscripción procede de
Mérida y se fecha en el 661. Cfr. Y. DUVAL, Projet cit. (nota 116), p. 191, n. 165.
118. La referencia procede de una dedicatoria incluida en uno de los manuscritos de
la Regla de Isidoro (« Santis fratribus in coenobio Honorianensi constitutis »), En otros
códices se le llama honoriacensis y honoriensi, aunque la referencia no aparece en los ma-
nuscritos más antiguos y auténticos. Cfr. CAMPOS, ROCA, Santos padres cit. (nota 47), p.
81. Incluso se ha asociado con una abad Honorio mencionado en una inscripción de
mediados del siglo VI procedente de Fregenal de la Sierra (VIVES, Inscripciones cit. [nota
4], p. 86, n. 280). La identificación entre el texto de Isidoro y este monasterio específico
es aceptada recientemente por F. SALVADOR VENTURA, A. JESÚS COBO, Propuesta de topo-
grafía monástica meridional en época hispano-visigoda, en Florentia Illiberritana, 12 (2001), pp.
357-358, quienes proponen alternativamente a un Honorius, obispo de Córdoba en el
619, y a Honoratus, sucesor de Isidoro en la sede sevillana, como personajes asociados al
cenobio, al que sitúan en las proximidades de Hispalis.
119. Cfr. E. ARIÑO, P. C. DÍAZ, Poblamiento y organización del espacio. La Tarraconense
pirenaica en el siglo VI, en Antiquité Tardive, 11 (2003), pp. 223-237.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 489
120. Regula communis, 18, ed. cit. (nota 49), pp. 159-160. Cfr. P. C. DIAZ, Regula com-
munis: Monastic space and social context, en Western Monasticism ante litteram. The spaces of
monastic observance in Late Antiquity and the Early Middle Ages, ed. H. DEY, E. FENTRESS,
Turnhout, 2011, pp. 125-126.
121. Leges Visigothorum, V, 1, 1, ed. cit. (nota 105), p. 208.
122. Ibid., V, 2, 6, pp. 213-215. Cfr. DÍAZ, Formas cit. (nota 86), pp. 35-44.
123. Leges Visigothorum, IV, 2, 12, ed. cit. (nota 105), p. 177, l. 21. Es posible que al-
gunos profesos se viesen liberados de la obligación de desprenderse de todos sus bienes,
especialmente si por la cuantía de sus patrimonios podían incluso negociar las condicio-
nes de su ingreso. Hemos recordado que Eladio enriqueció Agali no como consecuencia
de su ingreso, sino tras su elección como abad. Cuando más adelante es elegido obispo
parece disponer aun de un patrimonio del que usa generosamente. Es indudable que Il-
defonso se ha reservado cuanto menos la Deibiense uillula que entrega para convertir en
monasterio femenino. Debemos pensar o bien que hay un grado de tolerancia o que
existen diversos grados de permisividad para la reserva de patrimonio según las diversas
tradiciones. Cfr. MARTÍNEZ DÍEZ, El patrimonio cit. (nota 51), p. 192.
124. Regula Isidori, 4, ed. cit. (nota 48), p. 95, ll. 84-85, condiciona la admisión en el
monasterio a la declaración por escrito de su promesa de estabilidad. Probablemente esta
490 PABLO C. DÍAZ
incluía las condiciones en las que ingresaba y la relación de aquello que aportaba al mo-
nasterio. Cfr. J. PÉREZ DE URBEL, Los monjes españoles en la Edad Media, vol. 2, Madrid,
1934, p. 82.
125. Regula Isidori, 20, ed. cit. (nota 48), p. 119. p. 202 (con la traducción).
126. Cfr. Leges Visigothorum, IV, 2, 12, ed. cit. (nota 105), p. 204, l. 28.
127. Regula communis, 2, ed. cit. (nota 49), p. 144, ll. 60-61.
128. A. M. MUNDÓ, Il monachesimo nella penisola iberica fino al sec. VII. Questioni ideolo-
giche e letterarie, en Il monachesimo nell’Alto Medioevo e la formazione della civiltà occidentale,
Spoleto, 1957 (Settimane di Studi della Fondazione Centro Italiano di Studi sull’Alto
Medioevo, IV), pp. 97-98; ID., Les anciens synodes abbatiaux et les Regulae SS. Patrum, en
Studia Anselmiana, 44 (1959), pp. 107-125.
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 491
129. Regula communis, 1, ed. cit. (nota 49), p. 143, ll. 6-13. Traducción CAMPOS, RO-
CA, Santos padres cit. (nota 47), p. 172.
130. Cfr. P. C. DÍAZ, Monasteries in a Peripheral Area: Seventh-century Gallaecia, en To-
pographies of Power in the Early Middle Ages, ed. M. DE JONG, F. THEUWS, C. VAN RHIJN,
Leiden - Boston - Köln, 2001, pp. 329-359; ID., Regula communis cit. (nota 120), pp.
117-135.
492 PABLO C. DÍAZ
131. J. BERNALDO, Pactual Monasticism? About a Much Discussed Feature of Early Spanish
Monasticism, en In Quest of the Kingdom. Ten Papers on Medieval Monastic Spirituality, ed.
A. HÄRDLEIN, Stockholm, 1991, pp. 27-64; J. FREIRE CAMANIEL, El monacato gallego en la
Alta Edad Media, A Coruña, 1998, pp. 279-311, incluye estado de la cuestión.
132. Regula consensoria monachorum, ed. J. P. MIGNE, P.L., LXVI, Paris, 1850, col. 993-
996. Cfr. CH. J. BISHKO, The date and nature of the Spanish Consensoria Monachorum, en
American Journal of Philology, 69 (1948), pp. 377-395.
133. DÍAZ, Monasteries cit. (nota 130), p. 354.
134. F. J. FERNÁNDEZ CONDE, La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, Oviedo,
1972, pp. 105-136; M. E. GARCÍA GARCÍA, Aristocracia laica y monasterios familiares en Astu-
rias (s. X y XI), en Homenaje a Juan Uría Ríu, Oviedo, 1999, pp. 253-274; J. MONTENE-
GRO VALENTÍN, Santa María de Piasca. Estudio de un territorio a través de un centro monástico
(857-1252), Valladolid, 1993, pp. 41-52.
135. CH. J. BISHKO, Gallegan Pactual Monasticism in the Repopulation of Castille, en Estu-
dios dedicados a Menéndez Pidal, vol. II, Madrid, 1951, pp. 513-531; ID., Additional Note,
en Spanish cit. (nota 45), pp. 532A-536A; J. ORLANDIS, Los monasterios familiares en Hispa-
nia durante la Alta Edad Media, en Estudios cit. (nota 70), pp. 125-164; A. LINAGE CONDE,
LAS FUNDACIONES MONÁSTICAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 493
Los orígenes del monacato benedictino en la Península Ibérica, vol 1, León, 1973, 308-342; J.
M. MÍNGUEZ, Ruptura social e implantación del feudalismo en el Noroeste peninsular (Siglos
VIII-X), en Stvdia Historica. Historia Medieval, 3 (1985), pp. 18-22; J. FREIRE CAMANIEL, El
monacato cit. (nota 131), pp. 311-571; M. PÉREZ, El control de lo sagrado como instrumento
de poder: los monasterios particulares de la aristocracia altomedieval leonesa, en Anuario de Estu-
dios Medievales, 42/2 (2012), pp. 799-822. La expansión del modelo pactual en las áreas
pirenaicas es más difusa, probablemente porque allí el modelo benedictino llegado de la
Galia fue seguido mayoritariamente, en todo caso no fue absolutamente desconocido.
Cfr. A. GARCÍA SANZ, Els pactes monàstics a la pre-Catalunya del segle IX, en Studia Monas-
tica, XVI/1 (1974), pp. 7-44.
136. Cfr. J. MATTOSO, Le monachisme ibérique et Cluny : les monastères du diocèse de Porto
de l’an mille à 1200, Louvain, 1968; J. A. GARCÍA DE CORTAZAR, Los monasterios del reino
de León y Castilla a mediados del siglo XI: un ejemplo de selección de las especies, en Monjes y
monasterios hispanos en la Alta Edad Media, Aguilar de Campoo, 2006, pp. 255-288; C.
M. REGLERO DE LA FUENTE, Cluny en España: los prioratos de la provincia y sus redes sociales
(1073 – ca. 1270), León, 2008.
137. EULOGIO DE CÓRDOBA, Memoriale Sanctorum, II, 10, 25; III, 10, 4; 11, 1-2, ed. I.
GIL, Corpus scriptorum muzarabicorum, vol. 2, Madrid, 1973, pp. 427, ll. 25-27, 447-448,
ll. 1-4, 452, ll. 3-6 y 453, ll. 1-4, muestra el carácter de las fundaciones de los monaste-
rios Tabanense y de Peñamelaria, en los alrededores de Córdoba, de acuerdo a la moda-
lidad de comunidades familiares. En ambos casos se trata de fundaciones contemporáneas
al autor. Cfr. R. PUERTAS TRICAS, Iglesias hispánicas (ss. IV al VII). Testimonios literarios,
Madrid, 1975, p. 46.
Discussione sulla lezione Díaz
DIAZ: parece indudable que los primeros desarrollos del monacato ibé-
rico se vieron condicionados por la polémica priscilianista. Las primeras re-
ferencias a un contexto ascético que implique un sentido organizativo se
asocian en Hispania precisamente con la reprobación de Prisciliano y sus
seguidores. Es en el concilio de Zaragoza del año 380, convocado para
atajar las hipotéticas desviaciones de los seguidores del hereje, donde en-
contramos por primera vez el término monachus. La condición de Prisci-
liano como asceta y la congregación de sus seguidores en círculos más o
menos cerrados y exclusivistas para la celebración de sus rituales de pureza
pudo haber generalizado la sospecha sobre cualquiera otra experiencia de
retiro colectivo. Debemos entender que en el momento que nos ocupa, a
finales del sigo IV, el monacato aún tiene un desarrollo muy limitado en
el extremo occidental del Imperio por lo que la confusión de unas u otras
formas no es inverosímil. Baquiario, un autor del mismo entorno norocci-
dental contemporáneo a la represión priscilianista, él mismo miembro de
una comunidad monástica, se queja de haber tenido que abandonar el
monasterio y huir de su tierra por la confusión generada por sus prácticas.
En ese contexto parece verse obligado a escribir una profesión de fe. En
todo caso, el conuentus priscilianista ni es permanente, ni constituye una
forma de vida comunitaria. La referencia que hemos hecho en la interven-
496 LA DISCUSSIONE
caso de los monasterios del periodo visigodo, hemos dicho que no sabemos
cuántas fueron las fundaciones regias, pero fuesen las que fuesen sabemos
que el fundador tenía derecho a designar al abad. En el entorno de Tole-
do hay una serie de monasterios que parecen directamente interesados en
los asuntos de la corte, de manera concreta el de Agali, del cual parecen
proceder una parte importante de los arzobispos de la sede regia, cuyo pa-
pel político es indiscutible. Aún más, sabemos que en algún momento a
mediados del siglo VII los abades de estos monasterios del entorno toleda-
no han ganado el derecho a participar en los concilios celebrados en la ca-
pital. Dado el papel que los concilios toledanos desempeñaron como asam-
bleas políticas del reino, y que los abades asistentes proceden del entorno
inmediato, debemos imaginar que si no se daba una tutela, había al me-
nos una relación de interdependencia que debe ser considerada. Obvia-
mente sin olvidar que la mayoría de las profesiones monásticas de perso-
najes del entorno de la corte parecen dirigirse hacia estos mismos monaste-
rios físicamente próximos al poder; no parece inoportuno pensar que exi-
stía un claro interés por intervenir en su control. Un dato más, en el 677
el rey Wamba exigió al metropolitano de Lusitania la transformación en
diócesis episcopal del monasterio no identificado de Aquis, posiblemente
no muy lejos de la sede regia. Es posible que el único obispo de la sede
fuese su abad, pues la condición episcopal del monasterio fue revocada a la
muerte del rey cuatro años después, pero es probable que la pretensión tuviese
algo que ver con su ascendente sobre el monasterio, aunque el argumento
fue de nuevo de tipo religioso, el rey le tenía una gran devoción a las reliquias
del santo guardadas en su iglesia.