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Los orígenes de la noción de moneda

Por Marcel Mauss (1914)*

Traducción: Carolina Soler, para uso


interno de la Cátedra de Etnografía II.
Corregido y revisado por
María Martha Sarmiento.

No puedo, después de las instrucciones del Sr. Presidente, entrar en largas consideraciones –
aunque serían necesarias – sobre la definición de moneda, y sobre la manera en que, a mi entender,
podríamos tratar los orígenes de esta noción. Voy, sin embargo, antes de pasar a los hechos y a las
hipótesis que estos hechos me han sugerido, permitirme darles algunas indicaciones preliminares.
En primer lugar, evidentemente aquí hablamos de la noción de moneda. La moneda no es en
absoluto un hecho material y físico, es esencialmente un hecho social; su valor es el de la fuerza de
compra y la medida de la confianza que tenemos en ella. Y es del origen de una noción, de una
institución, de una fe, del que hablamos.
En segundo lugar, no se trata de mostrar un origen, es decir un comienzo absoluto, un
nacimiento por así decir es nihilo**. Contrariamente a la idea recibida, verán de hecho que no es seguro
que haya habido entre las sociedades que conocemos, o que representamos por hipótesis, ninguna
que estuviera completamente despojada de nociones, al menos análogas, a aquellas que ahora
designamos en la práctica bajo el nombre de moneda. Así pues, no buscamos aquí el cómo sobrevino
de repente en la humanidad una idea de moneda que habría sido extraña en un principio. Buscamos,
bajo qué forma la más primitiva, la más simple, por decirlo mejor la más elemental, puede figurarse se
ha presentado la noción de moneda en las sociedades más bajas que conocemos.
Naturalmente, aquí se trata sólo de hipótesis, de indicaciones de trabajo, de datos provisorios.
Pero una reunión como la nuestra, tan amistosa, tiene precisamente como objetivo permitirnos
comunicar estas ideas apenas esbozadas, estas pruebas tan sólo vislumbradas y todavía
insuficientemente maduras, de las que se nutre un trabajo científico en vías de realización.

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Trabajaba, hace aproximadamente cuatro años, en los muy buenos documentos de trabajo
que los misioneros alemanes en el Togo publicaron sobre las lenguas y las naciones ewhé de esa
región. En aquel momento no me preocupaba en absoluto por la cuestión de los orígenes de la noción
de moneda. Además, sobre ese tema sólo conocía le pequeño libro del entrañable Schurtz1, lleno de
hechos como de ideas. Y si había estado preocupado por la noción de fenómenos económicos, la
noción de valor y la de la moneda en particular, nunca había hecho de estas preguntas el objeto
particular de mis investigaciones.

* Extraído de una edición electrónica realizada a partir del texto de Marcel Mauss (1914) “Les origines de la notion de
monnaie”. Comunicación hecha al instituto Francés de Antropología. «Comptes-rendus des séances », II, tome I, supplément
à l’Anthropologie, 1914, 25, pp. 14 à 19. Texte reproduit in Marcel Mauss, Oeuvres. 2. Représentations collectives et diversité
des civilisations (pp. 106 à 112). Paris: Les Éditions de Minuit, 1969, 740 pages. Collection: Le sens commun.
** N de la T: desde la nada, en Latín en el original.
1 Grundiss einer Entehungsgeschichte des Geldes, Weimar, 1898.

1
Fue leyendo los documentos ewhé, y manejando los textos traducidos de M. Spieth y el
diccionario de M. Westermann que el azar de algunos comentarios me hizo realizar la hipótesis que voy
a presentar.
Estudiaba en particular la noción de dzó, equivalente a la de mana, que es la del poder, de las
sustancias, de la acción mágica entre los Ewhé. Y, entre las derivaciones de radical dzó, encontré en el
diccionario Westermann2, la palabra dzomú (Zauberding): cosa mágica. “Todo tipo de perla, o de cosa
en forma de perla, etc.” Este era uno de los nombres de los cauris•••, por cierto tan utilizados en la
magia y la religión3 de las naciones negras en general.
Alrededor de este hecho, otros hechos cristalizaron rápidamente y formaron una suerte de
sistema. He aquí algunos que se vinculan entre ellos mismos.
La noción de mana en Melanesia, está totalmente relacionada con la noción de moneda4. En
las Islas Banks y en Santa Cruz se llama rondo (sagrado rojo) a la moneda de concha que en otro lugar
lleva el nombre de diwarra5.
Otro ejemplo de la noción de poder mágico-religioso, es la noción de mantiou (más
exactamente manido) entre los algonquinos. Ahora bien el P. Thavenet6 dice textualmente que las
perlas de los traficantes eran para los algonquinos las escamas de un pez manitou7.

En otro lado la noción de moneda se vincula de la noción más precisa de sagrado. En Nueva
Guinea, como en el archipiélago de Bismark la moneda, guardada en la casa de los hombres, lleva el
título de tambu. Hay sobre este punto un antiguo trabajo de Schurtz8.

En otro lugar está más netamente en relación con la noción de talismán. Es el caso en
particular en las tribus del noroeste americano, y en particular entre los kwakiutl, donde el nombre de
logwa, talismán, ser y objeto sobrenatural, era el verdadero nombre de la parafernalia de los clanes,
frazadas y cobre blasonado, moneda verdadera utilizada en el curso de los potlatch de la serie de
intercambios de clan a clan9. Ahora bien, el sentido primitivo de la palabra Iògwa se relaciona con una
raíz lògu, que M. Boas tradujo por poder sobrenatural10.
En todos esos casos el carácter religioso y mágico de la moneda estaba fuertemente
señalado, y en un número de poblaciones la noción de moneda se vinculaba especial y expresamente
a la de poder mágico.
Desde que hemos avanzado en nuestras investigaciones –¿es el espíritu del sistema?– no
hemos encontrado sociedad, suficientemente próxima a los orígenes, donde el culto y la magia de las
piedras, de las conchas, de los metales preciosos no haya dado un verdadero valor a esos objetos. Los
usos religiosos del oro en la antigüedad, los lapidarios que fueron la vuelta a las civilizaciones del
Mundo Antiguo, el nombre de la perla en árabe, baraká, (bendición=mana bien), todos estos hechos se
presentan y son demasiado conocidos para que insistamos en ellos.

Pero descendamos más bajo en la escalera de las sociedades. Habríamos estado


sorprendidos, desde hace mucho tiempo, por la importancia que han tomado en un gran número de
sociedades muy primitivas, o muy civilizadas, los cristales, en particular los cristales de cuarzo. Ya nos

2
Wörterbuch der Ewhe Sprache, 1. Ewhe-Deutsh, Wörters, p. 93.
•••
N. de la T: Caracola del grupo de las porcelanas que antiguamente servía de moneda en India y en África negra.
3 Que los cauris (hotsui) hayan sido ante todo ornamentos talismanes, lo prueba el hecho de que los collares de cauris son

sólo usados por los sacerdotes, magos y niños gemelos de los sacerdotes y magos (ver Westermann, Ewe- Deut., p. 230, col.
1 s. v. hotsui to-to).
4 Codrington, The Melanesians p. 103, etc.
5 Codrington, The Melanesians p. 325, sq.
6 Tesa Studi del Thavenet, Pise, 1881, p.18.
7 La palabra de mi’gis que designa los talismanes, y más especialmente las grandes escamas, es también sinónimo de perla

(Cf. Hoffman, The Mide wiwin of the Ojibwa, VIIth Ann. Rep. of. the Bur. of Ethno, 1891, pp. 215, 219, 220). Además el P.
Cuoq (Lexique de la langue algonquine, p. 220), idetifica mikis con wampum, el collar-moneda de lo iroqueses.
8 Preuss. Jabrbücher, 1895, p. 50 sq.
9 Cf. por ejemplo F. Boas, The Social Organization and the Secret Societies of the Kwakiutl, 1897,

les 3 versos de la p. 373 ; cf. Kwakiutl Texts, Memoirs of the Am. Mus. Nat. Hist. Jesup Expedit.
1re serie, 1, p. 355, 1. 18-19. M. Boas cambió las grafías lòk, Iòg, pero son la mismas palabras y son las mismas cosas que
designa.
10 Ver Boas et Hunt, Kwakiutl Texts, III, p. 527, cf. I, p. I. 2.

2
habían llamado la atención sobre los hechos que conciernen a la adquisición de estos cristales los
magos australianos11. Desde el relato antiguo, en un libro muy malo sobre el encuentro entre una vieja
bruja y un teniente de navío inglés en viaje12, encontramos la confirmación de nuestra hipótesis, de la
razón por la cual los cristales decomponiendo la luz se habían impuesto a la imaginación primitiva:
agua pasada por el fuego y devenida sólida y fría, he aquí uno de los primeros misterios que el hombre
haya encontrado. Hablamos nosotros mismos, de nuestro siglo, como la vieja bruja del Bas Muraray.
Pero haciendo abstracción de esta anécdota y de esta hipótesis. ¿No es llamativo que el mito
del cuarzo, de la montaña de cuarzo, fuente de talisamanes13 se encuentre en el noroeste americano
prácticamente en los mismos términos que se lo encuentra en Australia?.
Y, por otra parte, tenemos en Australia no solamente hechos que tienen su equivalente con
los hechos de orden puramente mágico y religioso, sino también con esos hechos económicos. En
primer lugar, el comercio de esas piedras de cuarzo y de otros talismanes nos demuestra su valor. Así,
entre los aruntas, MM. Spencer y Gillen constataron el uso de los lonka-lonka, las grandes conchas
provenientes del Golfo de Carpentaria, y donde se supone cayó el rayo14. La palabra lonka-lonka es por
otro lado una palabra del saber europeo, y quiere decir lejos, lejos15.
Y, hecho más remarcable todavía, en las mismas tribus: no son sólo estos talismanes mágicos
los objetos de comercio, sino también los emblemas sagrados de los individuos. Los churinga16 son
objetos de intercambio. Y tenemos la prueba de que debemos ver, no sólo los hechos religiosos, sino
también los hechos económicos en los peregrinajes de intercambio y comercio, de esos emblemas
totémicos de los que Spencer y Gillen nos ha dado descripciones móviles17; esas visitas acarreaban
numerosas prestaciones: alimento, goce de las mujeres, etc., o bien eran acostumbradas en su
ocación18. Pero hay también otro testimonio que MM. Spencer y Gillen, M. Eylmann nos dice
expresamente, y sin la sombra de una idea preconcebida, que los churinga, los objetos sagrados,
(porque este es el sentido de la palabra), sirven de medida de valor en esas tribus19. Cuenta una
anécdota donde sus guías, provenientes de naciones muy distantes, le dijeron espontáneamente que
esa era “la plata de los negros”.
Aquello es, tal vez, el sesgo por el que podemos representar las formas primitivas de la noción
de moneda. La moneda, –cual sea la definición que adoptemos – es un valor patrón, es también un
valor de uso que no es fungible, es permanente, transmisible, que puede ser objeto de transacciones y
usos sin ser deteriorado, pero que puede ser el medio de procura de otros valores fungibles,
transitorios, de goce, de prestación. Si bien el talismán y su posesión para nosotros ha, desde muy
temprano sin duda, jugado ese rol de objetos igualmente codiciados por todos en las sociedades más
primitivas, y de los que la posesión confería a su detentor un poder que deviene fácilmente un poder de
compra.
Pero, por lo demás, ¿no hay allí algo que es similar en la naturaleza de las sociedades?. –
Tomemos un ejemplo. La palabra mana en las lenguas malayo-melanesio-polinesias designa no sólo el
poder de las sustancias y de los actos mágicos, sino también la autoridad de los hombres20. Designa
igualmente los objetos preciosos, los talismanes de la tribu21, de los que se sabe en qué intercambios,
de qué batalla, de qué herencia fueron objeto. ¿Qué hay allí de irracional, si sabemos representarnos el
estado de espíritu en el que estas instituciones funcionaron?. ¿La fuerza de compra de la moneda no
es natural, cuando ella está vinculada al talismán que, en rigor, puede obligar a los subordinados de los
jefes, los clientes de los magos en las prestaciones que les demandaban?. E, inversamente, ¿No hay

11 Hubert et Mauss, Mélange d'histoire des religions, p. 155, p. 167 y siguientes.


12 Leigh, Reconnoitering Voyages, in the New Colonies of South Australia, Londres, 1839, p. 160.
13 Cf. Boas, Social Organization, p. 405; Boas et Hunt, Kwakiutl Texts, I, p. 111, 15, 20, 2e serie, p.

29, I. 25-30, etc.


14 Ver entre otros la formula arunta Native Tribes of Central Australia, p. 545, la formula está mal

traducida, allí seguramente se hablaba de un rayo sobre el agua.


15 Cf. Kempe, « Vocabulary of the Tribes Inhabiting the Macdonnell Ranges ». Transact. Royal

Society of South Australia, XIV. s v.


16 Sobre los cuales ver: Durkheim, Formes élémentaires de la vie religieuse, p. 168 sq.
17 Nat. Tribes, p. 159 sq., Northern Tribes of Central Australia, p. 259 sq.
18 Cf. la fórmula arunta, Northern Tribes, p. 263.
19 Die Eingeborenen Süd-Australiens, 1908, p. 179.
20 Ver Tregear, Maori Comparative Dictionary, s. v.
21 Cf. por ex. Los textos raducidos por Percy Smith, « The Aotea Canoe », Journal of the Polynesian

Society, IX, 1900, p. 220, arriba.


3
necesidad, desde que la noción de riqueza intervino bajo una forma de ser tan vaga, de que la riqueza
del jefe y del mago resida ante todo en los emblemas que encarnan sus poderes mágicos, su autoridad
en una palabra, o que simbolizan la fuerza del clan?
Schurtz remarca por otro lado muy finamente22, después de Kubary que había hechos las
observaciones en las Islas Palaos23, que la plata no fue primitivamente empleada en la adquisición de
medios de consumo, sino en la adquisición de medios de lujo, y en la de la autoridad sobre los
hombres. El poder de compra de la moneda primitiva es ante todo, para nosotros, el prestigio que el
talismán confiere a aquel que le posee y que se sirve de éste para comandar a los otros.
Pero, ¿no hay allí un sentimiento todavía muy vivaz entre nosotros?. Y la verdadera fe que
alimentamos frente al oro y de todos los valores que derivan de su admiración, ¿no es en gran parte la
confianza que tenemos en su poder? La esencia de la fe en el valor del oro ¿no reside en la creencia
que podemos obtener, gracias a él, de nuestros contemporáneos las prestaciones –en naturaleza o en
servicios – que el estado de mercado nos permitirá exigir?.

Tales son, Señores, algunas reflexiones que puedo presentarles con todas las reservas que
comportan las simples hipótesis de trabajo, de un trabajo en el cual les pido colaboración de vuestras
informaciones y de vuestras críticas.

22 Entstehungsgeschichte, p. 19.
23 Etnogr. Beiträge, p. 9.
4

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