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Sinopsis del “Tratado sobre la Reintegración de los Seres”

En realidad el “Tratado sobre la Reintegración de los Seres” es una especie de sumario


y versión secreta de los primeros libros del Pentateuco, en particular del Génesis y del
Éxodo. En él, Pasqually explica su didáctica de la creación de Adán y Eva, trata del
Pecado Original, cuenta la historia de la posteridad de la pareja y de los descendientes
de Caín y Seth, describe el diluvio, después pasa a Noé, a Abraham y su descendencia, a
la generación de Isaac, narra el Éxodo de Egipto, después escribe ampliamente sobre el
papel jugado por Moisés, habla de los Jueces y luego de pronto se detiene.
El legislador de los hebreos es la figura central del autor. Bajo el pretexto de explicar la
enseñanza que Moisés dio como portavoz de Jehová ante el pueblo de Israel, Pasqually
le admira como “el que habla con la verdad de acuerdo con el Eterno” y así presenta las
doctrinas metafísicas que enseñaba a los Élus-Cohen, como reveladas por el mismo
Dios. Esta tendencia es evidente en la segunda parte, aunque puede ser notada también
en la primera, y sirve para ilustrar alegóricamente las doctrinas místicas expuestas en el
Tratado. Estas Doctrinas constituyen una cosmogonía y antropología; afirman tener la
clave del destino del hombre, pasado, presente y futuro, y se justifican mediante una
exégesis bíblica que extrae sus métodos del simbolismo, aritmosofía y geometría
mística.
La cosmología del Tratado es esencialmente neumatológica. “Antes del comienzo del
tiempo, Dios emanó seres espirituales”. “Estos seres espirituales emanados de la esencia
divina cuaternaria se distinguieron entre ellos por sus virtudes, poder y nombres.
Formaron cuatro clases, mucho más poderosas que las de los Querubines, Serafines,
Arcángeles y Ángeles que Dios creó después, porque tenían en sí mismos una parte del
poder divino”. Solamente estos “seres divinos espirituales” habían emanado
directamente de Dios y estaban dotados de divinidad como “la semilla de la
reproducción de las formas”, e innatos en los diferentes organismos que componen el
universo material son “reales e imperecederos”, es decir, que tienen una existencia
personal, absoluta y eterna; siempre existirán “en el círculo de la divinidad”.
Pero sucedió que algunos de estos seres divinos espirituales prevaricaron abusando de la
libertad que Dios les había dado. Dios, en efecto, permitió que los seres emanados
tuvieran libertad para actuar “de conformidad con sus pensamientos y voluntad
particulares”, aunque “Dios puede leer el pensamiento solamente después de que éste ha
sido concebido y no puede destruir la voluntad de los seres espirituales”.
Los seres espirituales rebeldes desearon jugar un papel superior que el que se les había
asignado. Como “agentes secundarios” actuaban solamente como instrumentos de la
divinidad. Sin embargo, llenos de orgullo, desearon también emanar seres espirituales
que dependieran exclusivamente de ellos. Así, infringieron el Poder Divino
Todopoderoso pretendiendo dar nacimiento por su propio poder a las “Causas tercera y
cuarta”.
La caída de los primeros seres espirituales que es el “principio del mal espiritual”, tuvo
tres consecuencias importantes. Primero, dios creó el mundo material “para que fuera
un lugar donde habitasen los espíritus perversos, para que actuasen y ejercieran su
malicia (privados de la comunicación con Dios) y fuese así la limitación de sus malas
operaciones”. En esta prisión (el mundo material) los espíritus caídos, al no ser ya parte
de la divinidad, que había roto todas sus conexiones con ellos, se “emanciparon”, esto
es, se liberaron no solo en cuanto a su propia voluntad sino que también actuaron
independientemente en la región que se les asignó.
El sentido de la palabra “emancipación” no siempre se muestra de forma clara.
Pasqually parece haber distinguido en principio:
1. Emanación: Es el estado de los espíritus que existen en el círculo de la divinidad
actuando de acuerdo con su proyecto.
2. Emancipación: Es el estado de los espíritus enviados por el Creador a otros
círculos donde pueden gozar según su propio riesgo, de una completa libertad de
acción. Así es como define al hombre actual. “un ser emancipado del círculo
divino”.
Sin embargo, ocurre que también usa la palabra “emancipado” en el sentido de
“emanado”, como por ejemplo cuando dice “emancipación divina” para significar
“emanación”. La terminología problemática del Tratado contribuye mucho a su
oscuridad.
La Divinidad entonces, para poder poner una especie de guardián a esta prisión,
produjo una segunda emanación, la del “Menor Espiritual”, comúnmente llamado
Adán o el “Primer Padre Temporal”, que los iniciados llaman Réau o Roux, término
que significa “Hombre-Dios”, muy fuerte en virtud, sabiduría y poder. Este ser
espiritual, dotado con los tres dones: “pensamiento, imagen y semejanza del
creador”, fue creado para oponerse continuamente al “demonio malo, para
combatirle y restringirle”. Para poder hacer esta tarea recibió el mismo poder que se
le había dado a los primeros Espíritus en el momento de su emanación. Adán fue
superior y mayor debido a su status y poder glorioso para mandar, conferido por el
Creador.
Todos los Espíritus fueron subyugados a él, los perversos porque habían perdido su
poder original como castigo por su prevaricación, y también los buenos Espíritus
porque el Menor había recibido en su emanación el poder que fue dado
originalmente a los Espíritus en primer lugar. “Como la prevaricación de los
Espíritus ocurrió antes de la emanación de los Menores, estos no podían estar
manchados ni contaminados; también como no ocurrió ningún cambio en esta clase,
es ésta la razón por la que fueron depositarios del gran poder de divinidad”. El
formidable poder cuaternal (autoridad sobre los espíritus), fue conferido sobre los
Menores debido a que eran “Espíritus puros e inmaculados, emanados del seno de
Justicia y santidad para manifestar el poder y gloria del creador”.
El Primer Adán, que representa la clase de Espíritus Menores en la historia bíblica,
fue colocado en la jerarquía celestial inmediatamente después del Creador. El no
tenía ni una partícula de materia en su ser. En verdad tenía asumida una forma, pero
era una “forma gloriosa” que le capacitaba para actuar sobre las “formas activas y
pasivas” (organismos vivientes y cuerpos inanimados).
Pasqually probablemente dio este significado por analogía con la Shekinah, la nube
ígnea a través de la cual Jehová reveló su presencia en el seno de la zarza ardiente y
en el propiciatorio del Sanctus Sanctorum. La manifestación luminosa por la cual la
divinidad se hizo perceptible a los sentidos de los seres humanos no tenía nada
material según la concepción judía. Esta idea inspiró la escena de la transfiguración
de Jesús. Los Élus Cohen testificaron acerca de cierta luminosidad en sus
ceremonias teúrgicas y consideraban que habían obtenido resultados satisfactorios
cuando la veían.
Este “Dios Emanado”, a quien estaban sujetos todos los ángeles, era el Discípulo del
Creador. Su poder se extendía sobre todo el universo o “creación universal”, y sobre
todas sus partes, esto es, sobre la tierra o “creación general”, “esa parte general de la
que emanan todos los elementos necesarios para dar sustancia a lo particular”, y
sobre la “creación particular” o conjunto de seres existiendo en “el cuerpo celestial
así como en el terrestre”, significando “particular” “todos los seres vivientes activos
y pasivos, desde la superficie terrestre y su centro hasta el centro celestial llamado
misteriosamente por los Iniciados <los cielos de Saturno>. En resumen, el universo,
la tierra y todos los habitantes de los círculos celestiales fueron sometidos al Primer
Adán.
Finalmente, debido a la revuelta de los primeros seres espirituales, “todos los
Espíritus, incluso los que seguían siendo leales, fueron sometidos a los Menores y
los habitantes del mundo divino sintieron los efectos de la primera prevaricación, y
así será hasta el final de los tiempos. Ellos están pagando por el crimen de los
Primeros Espíritus, lo mismo que los espíritus Menores están pagando por el crimen
del primer hombre”. “Tan pronto como los espíritus perversos fueron alejados de la
presencia del Creador, los Espíritus inferiores y los Menores ternarios recibieron el
poder de operar la ley inherente en ellos para producir esencias espirituales, para
formar el mundo temporal, para contener a los prevaricadores dentro de los confines
oscuros de la privación divina. Al recibir este poder fueron emancipados
inmediatamente; su acción que era pura, espiritual y divina, cambió tan pronto como
los Espíritus hubieron prevaricado; eran desde entonces sólo seres espirituales
temporales encargados de ejecutar las diferentes leyes que el Creador les prescribía
para la realización plena de Su voluntad. Fue entonces cuando los Menores
Espirituales cuaternarios fueron emanados del seno de la divinidad y ocuparon, en la
inmensidad divina, el lugar desde el que los Espíritus Menores ternarios se han
emancipado para operar temporalmente”.
“Sin la prevaricación de los primeros seres espirituales, los Seres Espirituales
divinos, nunca hubieran estado sujetos al mundo temporal. Sin esta prevaricación no
hubiera ocurrido ningún cambio en la creación espiritual; ninguna limitación, ni
supercelestial, ni celestial, ni terrestre hubiera sido creada, ni hubiera habido seres
espirituales enviados para actuar e n las diferentes partes de la creación, así como
los Espíritus Menores ternarios nunca hubieran dejado su sitio en la inmensidad
divina para realizar la formación del universo material”.
Por estar el universo compuesto de cuatro mundos: el divino, el supercelestial, el
celestial y el terrestre, Dios formó cuatro clases de Espíritus: superiores, mayores,
inferiores y menores. Los Espíritus superiores y mayores actuando domo un
intermedio donde todo es espíritu y nada es materia, nunca han tenido el poder de
producir “esencias espirituales”. Los espíritus inferiores y menores tuvieron la
facultad de producir “esencias espirituales y temporales” (materiales), pero la usaron
solamente en el momento de su emanación para formar “el mundo temporal que
había de servir para molestar a los Espíritus prevaricadores”. En otras palabras, los
Espíritus inferiores crearon los cuerpos celestiales y los Espíritus menores el cuerpo
terrestre, es decir, los dos mundos materiales.
El papel asignado a los Espíritus supracelestiales fue el de asegurar la
correspondencia entre hombre y Creador y servir como un doble límite para las
criaturas que rigen los mundos celestial y material donde están contenidos los
Espíritus prevaricadores… Como ayudantes de Adán, vigilaron la inviolabilidad de
los límites entre el mundo supracelestial y las prisiones de los malos espíritus.
Agentes de las leyes del universo fueron relativamente responsables de la
preservación del tiempo, es decir, de la preservación de la energía vital en el
universo material. A los Espíritus inferiores, seres del mundo celestial, se les confió
especialmente asegurar la existencia de la materia. El Hombre-Dios, que residió en
la misma región, actuó como un “Espíritu divino puro”.
Este orden establecido por el Creador no fue solo para asegurar la firmeza de la
prisión de los Espíritus revoltosos, sino especialmente para colocar al Hombre-Dios
en una posición y en las mejores condiciones posibles para realizar la tarea que se le
había encomendado. Situado en el mundo celestial, un sitio muy similar a los reinos
supracelestial y divino donde también reside la divinidad, a Adán se le aseguró la
directa ayuda de éste aunque, por otro lado, estaba en contacto con los agentes de la
Providencia a través del intermedio de los Espíritus supracelestiales. Puede decirse
que “todas estas cosas fueron asignadas así exclusivamente para el uso del hombre”,
y “aunque sirvieron como límites para los Espíritus perversos, dependían del menor
para poder ejercer sobre ellos su poder y mandato de acuerdo con su voluntad y las
leyes del orden”.
Tal fue el status sublime de Adán, el Hombre-Dios, también llamado por los
iniciados Élus Cohen “Réau” o “Roux”. Desafortunadamente para él sin embargo,
como los primeros espíritus emanados, usó su libre albedrío y abusó de este
privilegio peligroso. Su orgullo le hizo pensar que el poder que Dios le había dado
sobre la creación universal era tan grande como el que correspondía al Creador
mismo. Este orgullo pecaminoso fue el mismo que sintieron los “demonios” o
espíritus caídos.
Uno de los jefes de estos Espíritus se presentó ante Adán “bajo la aparente forma de
cuerpo glorioso”, y le persuadió de que “operase la fuerza demoníaca” en vez de la
divina que el Creador le había dado para dominar a los seres inferiores. El tentador
le dijo que crease todo tipo de criaturas porque era también creador, para que le
tributasen la gloria que se merecía. Esta aserción hecha por el demonio era
solamente verdad parcialmente porque ignoraba a sabiendas un detalle importante.
Adán tenía el poder de crear con forma espiritual o gloriosa y poseía una palabra
para hacer surgir reproducciones espirituales y gloriosas, pero no podía usar este
poder sin la cooperación del Creador.
“Habiendo sido la voluntad del Primer Hombre la del creador, tan pronto como se
originó el pensamiento del hombre, el pensamiento divino actuó igualmente
produciendo el fruto de la operación del Menor, un ser tan perfecto como él mismo.
Adán creó en verdad una posteridad de Dios”. “Desde su forma inconsciente no
sujeta a sufrimiento debería haber emanado formas gloriosas como la suya para que
sirvieran como vehículos para los Menores espirituales que el Creador mismo
enviaría y hubiera surgido una posteridad divina y no una carnal”.
Al ceder a las sugestiones pérfidas del tentador, Adán intentó crear “seres
espirituales” sin la cooperación divina y en la presencia de “los que estaban fuera de
él” para ganar su admiración. Este fue el gran pecado de aquél al que el universo
debe su origen. Es verdad que el crimen de Adán “aunque surgió de su voluntad, no
vino de su propio pensamiento”, porque la idea completa le había sido inspirada por
los Espíritus perversos. Sin embargo, la prevaricación de Adán fue incluso más
notable que la de los primeros Espíritus porque aplicó toda su virtud y poder divino
contra el Creador, realizando un acto de creación, cediendo a los demonios por
voluntad propia, algo que los Espíritus perversos no habían tenido tiempo de hacer
ya que el Creador previno que su mala voluntad se manifestase.
El castigo no tardó en llegar y fue doblemente severo: se manifestó primero como
una consecuencia del acto criminal, y después como un cambio en el estado de
culpabilidad. Dios “encerró un ser menor en la forma material creada por Adán a
quien el desgraciado Adán confinó en la terrible prisión de oscuridad”. En vez de
una forma gloriosa similar a la suya, Adán produjo solamente una “forma siniestra”
(material) a la que denominó, después de haber visto el resultado, “HOUWA” o
“HERMAFRODITA”, es decir, místicamente hablando: “carne de mi carne, huesos
de mis huesos, producto de mi operación, concebido y ejecutado por obra de mis
manos manchadas”.
El Creador permitió que la obra impura del Menor subsistiese para no ser molestado
de generación en generación, por un tiempo ilimitado, al tener siempre ante sus ojos
la representación de su crimen y que sus propias generaciones subsiguientes no
pudieran acogerse a que ignoran la causa de su prevaricación, porque deben
aprender que las miserias y las penas están y estarán presentes hasta el final de los
tiempos y no han sido causadas por el Creador sino por nuestro primer padre, el
creador de la materia impura y pasiva, sujeta a sufrimiento.
Además, Adán fue arrojado del mundo celestial y hundido “en el abismo de la tierra
a donde llegaron los frutos de su prevaricación”. Al mismo tiempo Dios transformó
la forma gloriosa de Adán en una forma que era “material, pasiva y sujeta a
corrupción”. Este segundo cuerpo hecho de materia terrestre tuvo la misma forma
aparente que el cuerpo glorioso en el que fue emanado originalmente Adán. Esta
forma corpórea similar a la que Adán había dado involuntariamente a HOUWA era
una copia grosera, una reproducción torpe de la forma gloriosa pura e inmutable con
la que el Hombre-Dios había sido originalmente revestido.
Adán, prisionero de esta forma material, se fue a vivir a la misma tierra “sobre la
cual gobernaba como Hombre-Dios antes de su crimen”. En ella fue colocado para
actuar como un ser espiritual puramente temporal (teniendo alma y cuerpo), sujeto a
las penalidades del tiempo (muerte), a las cuales antes no estaba sujeto. La forma
material que había creado mediante su orgullo criminal, HOUWA, sirvió para
perpetuar la especie de los Menores caídos, “condenados a reproducirse
materialmente, pudiendo usar solamente esencias espíritu-materiales para su
reproducción”. Hizo uso de una “Palabra que puesta en acción, emanó y emancipó
de sí mismo las esencias espirituales de acuerdo con la ley de la naturaleza espiritual
temporal”, de tal forma que solamente podían salir de él “formas corpóreas
materiales”.
Finalmente, como ésta fue la consecuencia más terrible de su error, Adán se
encontró separado de Dios y expuesto a las trampas de los Espíritus perversos.
Cuando estaba aún en su “estado glorioso” conoció directamente el pensamiento del
Creador y de los demonios. Podía leer en una y otra como en un libro abierto,
porque el “privilegio del Espíritu puro y simple (no aprisionado por la materia) es
ser capaz de leer en la Mente debido a su correspondencia espiritual natural”. A
consecuencia de esta comunicación inmediata con el pensamiento divino fue un “ser
pensante”. Sin embargo, si “nada puede escapar al conocimiento de la Mente, es lo
opuesto con los Menores que han sido incorporados en una forma material
aparente”, porque “el cuerpo es solamente un caos (prisión) para el alma, es decir,
para el Espíritu Menor capturado en él”.
De la misma forma, como “la forma se hizo pasiva en vez de permanecer impasiva,
lo cual podría haber sido el caso si Adán hubiera unido su voluntad con la del
Creador”, así también “el alma fue sujeta al sufrimiento por privación”, de tal forma
que después de su caída, Adán pasó a ser de un “ser pensante” que fue previamente
cuando “como Espíritu puro podía leer los pensamientos y operaciones divinas
como en un libro abierto”, a un ser de conocimiento fragmentario del pensamiento
divino mediante una especie de efluvio que los Iniciados llaman “intelecto bueno”.
Además, desafortunadamente para él, se hizo más abierto a las influencias
demoníacas porque ya estaba en comunicación constante y directa con el
pensamiento demoníaco a través del “intelecto malo”, mientras que el pensamiento
divino no podía penetrar en su mente sin haber sido aclarado primero por el
intelecto bueno “que prepara el alma Menor particular para recibir la impresión del
Espíritu bueno Mayor”, de tal forma que “el Menor es un ser pensante solo
ocasionalmente, mediante su contacto con el Espíritu bueno”. En otras palabras, el
Menor (terminología particular de Pasqually para el “ser humano”) que estaba al
principio en constante comunicación con el pensamiento divino cuando habitaba en
el mundo celestial en su forma luminosa, se encontró después de haber sido exiliado
en el mundo terrestre y revestido de un cuerpo de materia, dominado por Espíritus
perversos, en cuya prisión vive y es por la Gracia de Dios, que le ayuda a veces a
triunfar sobre “las ideas intelectuales implantadas en él por los Espíritus malignos”.
Sin embargo, la parte que dios asignó a Adán en su emanación, le imprimió un
carácter ineludible. El poder conferido sobre el Dios-Hombre fue tan considerable
que a pesar de su propia prevaricación aún era superior a todos los otros seres
espirituales o emanados. Así pues, el Menor no perdió el contacto directo con el
Creador y sus inteligencias, como pasó con los Espíritus prevaricadores. Conservó
la facultad y el poder original que había recibido en su emanación.
Adán se arrepintió de su crimen y Dios tuvo piedad de él. No le puso dentro del
rango de los Menores a los que estaba sujeto. Se reconcilió espiritualmente con Dios
y le fueron conservadas las virtudes y poderes que tenía previamente sobre los que
no fueron fieles a la ley divina.
Gracias a esta reconciliación adán obtuvo, por segunda vez, los poderes que había
recibido previamente frente a todos los seres creados. No obstante, el Adán terrestre,
degradado y arrojado como estaba a la materia, no podría nunca más poseer intactos
todos los privilegios de que gozaba en su estado de inocencia como Hombre-Dios.
El Creador le devolvió solamente un poder que era inferior al que le había dado
antes de su crimen.
La caída de Adán, como la de los primeros Espíritus tuvo repercusiones universales.
Los Espíritus emanados que habían ya sufrido por culpa de la revuelta de sus
hermanos, fueron afectados por la prevaricación de Adán y su perdón subsiguiente.
La prevaricación de Adán fue infinitamente mayor que la de los demonios, porque
los Espíritus que habitan la inmensidad divina sintieron entonces una atracción más
fuerte que la primera vez y esta operación execrable del hombre produjo un nuevo
cambio en sus leyes de acción y operación. Esto significa que en el instante en que
Adán cometió su crimen, el Creador hizo que la ley cayese sobre los seres
espirituales de su inmensidad y sus leyes de acción y operación ya no fueron las
mismas que habían sido antes de la prevaricación de los primeros Espíritus y la del
Primer Hombre. Lo mismo que los habitantes del mundo divino pagan tributo a la
Justicia del Creador por la expiación del crimen cometido por los primeros
Espíritus, también los habitantes espirituales del mundo terrestre en general pagan
tributo al Eterno por la prevaricación del Primer Menor cometida en el centro del
universo temporal.
Como el guardián a cargo de la prisión que encerraba a los Espíritus perversos había
abandonado su puesto debido a su indignidad, los espíritus buenos quedaron solos
para asegurar la supervisión de los dos mundos inferiores, para prevenir que los
Espíritus perversos abandonasen su lugar de exilio. Fueron al mismo tiempo
encargados de servir de intermediarios entre Dios y el Menor. “Sin la prevaricación
del hombre, los seres divinos hubieran quedado sujetos a lo temporal solamente de
una forma (para contribuir al mantenimiento y duración fija del universo); pero
debido a la prevaricación del hombre, se le requirió a los habitantes de diferentes
clases en la inmensidad, que contribuyeran a la reconciliación y la purificación de
los Menores”.

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