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Edward W. Said ORIENTALISMO Traducci6n de Marta Luisa Fuentes al. Qulble . ENSAYO IBN JALDUN SEDOL ibertaria s Conocer Io oriental El 13 de junio de 1910, Arthur James Balfour pronuncié un discurso ante la Cémara de los Comunes sobre “Los problemas a los que tenemos que enfrentamos en Egipto”. “Estos —dijo— per- tenecen una categoria que difiere completamente de la de los problemas que afectan a la isla de Wight y a la parte de West Riding de Yorkshire.” Hablaba con la autoridad que Ie daba haber sido durante muchos afios miembro del Parlamento, ex secretario particular de lord Salisbury, ex secretario de Estado para Irlanda, ex secretario de Estado para Escocia, ex primer ministro y testigo de numerosas crisis, éxitos y cambios en Ia politica exterior. Du- rante su participacién en los asuntos del Imperio, Balfour sirvié a una reina que en 1876 habfa sido proclamada emperatriz de In India; estuvo muy bien situado en puestos de gran influencia que le permitieron seguir de cerca las guerras contra los afganos y zuldes, Ja ocupaci6n briténica de Egipto en 1882,"la muerte dei general Gordon en Sudén, el incidente de Fasoda, la batalla de Omdurman, Ja guerra de los Boers y la guerra ruso-japonesa. Adem, su noto- ria posici6n social, la amplitud de sus conocimientos —podia es- cribir de temas tan variados como Bergson, Haendel, tefsmo y golf—, su inteligencia, su educacién en Eton y en el Trinity Colle- ge de Cambridge y su aparente dominio de los temas relacionados con los asuntos imperiales conferfan a lo que decia ante la Caimara de los Comunes en junio de 1910 una considerable autoridad. Pero todavia habia algo més en el discurso de Balfour o, por lo menos, en su necesidad de pronunciarlo de una manera didfctica y mora- lista. En efecto, algunos miembros del Parlamento estaban ponien- do en-duda la necesidad de “Inglaterra en Egipto”, tema de un libro 53 de,tono-entusiasta escrito por Alfred Milner en 1892, y con ello hracfan referencia a que, aunque la ocupacién de Egipto habia sido en algdn momento beneficiosa, ahora que el nacionalismo egipcio estaba en alza, se habfa convertido en una fuente de problemas, y la continua presencia briténica en Egipto no era ya facil de mantener. Balfour, pues, debfa informar y dar explicaciones. Recordando cl desaffo de J.M. Robertson, diputado por Tynesi- de, el propio Balfour reton6 la cuestiéa planteada por aquél: “ZQué derecho tiefien ustedes a adoptar esos aires de superioridad respec ito a la gente a 1a que deciden llamar oriental?”. La eleccién del témino “oriental” era canénica, lo habfan empleado Chaucer, Mandeville, Shakespeare, Dryden, Pope y Byron. Designaba Asia Este desde un punto de vista geogréfico, moral y cultural; se podfa hablar en Europa de una personalidad oriental, de un ambien- {e oriental, de un cuento oriental, de un despotismo oriental o de un modo de produccién oriental y ser comprendido. Marx habia uti zado el término, y ahora Jo hacia Balfour, su decisién era compren- sible y no suscitd el menor comentario, No quiero adoptar ninguna actitud de superiridad, pero les pido {a Robertson ya todos equellos)(..) que tengan algiin conocimiento dela historia, por Superficial que sea, que se enfrenten cara a cara con los problemas que s¢ le plantean a un estadista briténico cuando esté en una posicign de supremacia Sobre grandes razas como la de Egipto y las de los paises de Oriente. [Nosotros eonocemos la civlizacin egipcia mejor que la de cualquier otro pats. La conocemos desde sus inicls, de una manera més intima, subemos mucho sobre ella, Sabemos que rebasa los pequefos confines de ia historia ‘de nuestra raza que se pierd en el periodo prehistérco, cuando la civilizacién ‘egipcia habla pasado ya su época de esplendor. Miren a todos los paises dorientales, No hablea de superioridad o inferioridad. Dos grandes temas dominan sus puntualizaciones en éstas y en las siguientes lineas: el conocimiento y el poder, los temas baconianos. ‘A medida que Balfour va justificando la necesidad que Gran Breta- fia tiene de ocupar Egipto, la supremacta se asocia en su mente con “nuestro” conocimiento de Egipto y no principalmente con el po- der militar y econémico. Conocimiento, para Balfour, significa es- tudiar una civilizacién desde sus origenes hasta su época de esplen- dor y st declive, y, por supuesto, significa tener los medios para hacerlo. Conocimiento significa elévarse por encima de las contin- gencias inmediatas, salir de uno mismo y alcanzar lo extrafio y lo 54 distante. El objeto de un conocimiento asf esté expuesto por natura- Jeza a que se proceda a su verificacidn; es “una realidad” que, aunque se desarrolle, cambic o se transforme de a misma manera en que frecuentemente lo hacen las civilizaciones, es, fundamental ¢ incluso ontol6gicamente, estable, Conocer asf un objeto es domi- narlo, tener autoridad sobre él, y autoridad aqui significa, para “nosotros” negarle aulonomfa —ai pafs oriental—, porque nosotros Jo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal-y como. nosotros lo ‘conocemos. Para Balfour, el conocimiento que Gran Bretaiia tiene de Egipto es Egipto, y la carga que este conocimiento supone hace que preguntas acerca de la inferioridad o superioridad parezcan ‘mezquinas. En ningdn momento Balfour niega la superioridad bri- ténica ni [a inferioridad egipcia; las da por supuestas a medida que describe las consecuencias del conocimiento. En primer lugar, examinemos las realidades del caso. Las naciones ‘occidentale desde el momento en que aparecen en Ia historia dan testimonio + de su eapacidad de autogobiero (..), que tienen por méritos propios. Pueden ‘ustedes revisar la historia compleia de los orientales, de las regiones que de juna manera general denominamos Este y nunca encontrarin rastros de utogobiemo, Todas sus grandes épocas (que realmente fueron grandiosas) ‘Surgieron bajo el despotism, bajo un gobierno absoluto; todas sus grandes contribuciones a la civilizacin (que fueron muy importantes) se realizaron bajo este sistema de gobierno, Un conguistador sucedié a otro, una ddominacién a otra, pero nunca, en ninguna de las revoluciones que han ‘cambiado su destino y fortuna, haben ustedes visto que alguna de estas rnaciones haya establecido por sus propios medios lo que nosotros, desde un ‘unto de vista occidental, llamamos autogobierno. Esta es la realidad: no es tina euestién de superioridad 0 inferioridad. Supongo que un verdadero sabio oriental dirfa que Ia labor de gobemar que nos hemos propuesio en Egipto, y en cualquier ov lugar, no es digna de un flésofo, es la tarea sueia e inferior de hacer lo que es necesario hacer, Como estas realidades son realidades, Balfour debe entonees pasar al siguiente punto de su argumentacién, {Es beneficioso para estas grandes naciones (admito su grandiosidad) que Ese gobiemo absoluto lo cjerzamos nosotros? Creo que sf. Creo que la » experiencia demuestra que con este gobiemo ellos han conseguido el mejor’ [Bobiemo de todos fos que han tenido alo largo de la historia del mundo; lo ual no es s6lo un beneficio para ellos, sino que , iadudablemente, lo es para todo el Oceidente civlizado. Estamos en Egipto, no simplemente por Elbien de los egipeios, aunque estemas alf por su bien; estamos allf también por el bien de toda Europa. 55 | Balfour.no presenta ninguna prueba dé que los epipcios o “las razas con las que mantenemos relaciones” aprecien © incluso en- iiendan el bien que la ocupacién colonial les esté haciendo. Pero tampoco.se le ocure,permitir hablar al egipcio por st mismo, ya que presumiblemente cualquier egipcio que esté dispucsto a hablar sed probablemente “el agitador que quiere causar dificultades", y seret buen indigena que cierra los ojos ante “las dificultades” de Ia Jominacién extranjera. Por tanio, después de haber presentado los problemas étcos, Balfour por fin, pasa‘a los préctios. “Si nuests Pijsign es gobemarfog, arto si'nos'lo agradecen como si no, tanto F reouerdan avténtica y verdaderamente todas las pérdidas de las Gue les hemos librado coimo si no (Balfour, sin duda, incluye den- 1 de estas pérdidas, la pérdida o, al menos, el aplazamiento inde- Finido de la independencia egipcial; y aunque no se imaginen todos igs beneficios que les hemos proporcionado; si ese es nuestro de- tbe gaémo debdemos llevarlo a cabo?” Inglaterra exporta “lo mejor que ene a estos pafses"; nuestros desinteresados administradores Gamplen con su trabajo “en medio de decenas de miles de personas _ ue pertenecen a un’ctedo y a una raza diferentes, que tienen Gistintas disciplinas y condiciones de vida”. Lo'que hace que su farea de gobiemo sea posible es que se sienten apoyados en su pals por un gobiemo que respalda sus acciones. Sin embargo, tas poblacignes indigenas tienen el sentimiento instintvo de que esis wer Bhar con las que deben watar no est respaldadss por Ia fuer, 3 peeetyad, 1a eomprcnsion y el apoyo completo y total del pals que los autor ali esas poblaciones pierden¢] sentido del orden que es el verdadero Fa santo de sy eivilizaciOn; del mismo modo, nuestros oficiales piewden cra Gel poder y de la autoridad que et cl fundamento principal de fads To que pueden hacer en beneficio de aquellos ene Ios que se les ha La légica de Balfour aquf es interesante, sobre todo porque es totalmente coherente con las premisas de su discurso. Inglaterra tconoce Egipto, Egipto es lo que Inglaterra conoce; Inglaterra sabe (Que Egipto no es capaz de tener un autogobiemo, Inglaterra confc- Ang que. al ocupar Egipto, Egipto es para los egipcios lo que inglar ‘ terra ha ocupado y ahora gobierna; la ocupacién extranjera se con- view, pues, en."el fundamento principal de la civilizacién egipci » Contemspordnea; Egipto necesita —de hecho, exige— la ocupacién “pritinica. Pero si la particular intimidad que existe entre goberna- 56 dor y gobernado en Egipto s¢ ve turbada por las dudas del Parla- mentor entonces “la autoridad de lo que (...) es la.raza dominante wy que, segiin pienso, debe seguir siendo la raza dominante— ha sido tminada”. Y no sélo sufre el prestigio inglés: “En vano puede {in putiado de funcinarios briténicos (por muy buenas cualidades de cardcter y talento que ustedes piensen que tienen) llevar a cabo fen Egipto ia gran misi6n que no s6lo nosotros, sino el mundo civilizado, les ha encomendado.”' ‘Si lo consideramos como un ejercicio de retérica, el discurso de Balfour es significativo porque en é1 desempefia y representa el papel de varios personajes. Esté, por supuesto, “el del inglés”, al ue se refiere con el pronombre “nosotros”, que. destaca su condi- cidn de hombre distinguido y poderoso que se siente representantc de lo mejor que ha dado la historia de su nacién, Balfour también puede hablar en nombre del mundo civilizado occidental y del Telativamente pequefio cuerpo de funcionarios coloniales que esté en Egipto. Si no habla directamente en nombre de los orientales es porque, después de todo, ellos hablan otra lengua; sin embargo, él abe Jo que sienten porque conoce su historia, 1a confianza que tienen en hombres como él y sus expectativas. No obstante, Bal- four habla por ellos, porque, quiz, 1o que ellos dirfan si se les preguntara y fueran capaces de contestar, confirmaria de manera Superflua lo que ya es evidente: que son una raza sometida, domi- nada por una raza que los conoce y que sabe mejor que ellos lo que Ies conviene. Tuvieron sus grandes momentos en el pasado, pero st utilidad en el mundo moderno se debe a que los imperios podero- 30s y modernos les han sacado de la miseria y del declive y les han convertido en habitantes readaptados de colonias productives. Egipto, en particular, ofrecia un excelente argumento, y Bal- four, como miembro del Parlamento de su pais, era perfectamente consciente de que tenfa derecho a hablar del Egipto modemo‘en nombre de Inglaterra, de Occidente y de la civilizacién occidental. Porque Egipfo no era una colonia como las otras: era Ia justificar cién del imperialismo occidental; habia sido, hasta su anexién por are de Inglaterra, un ejemplo casi clisico del retraso oriental ¢ iba 2 significar cl triunfo del conocimicnto y del poder inglés. Entre 1882, afio en que Inglaterra ocup6 Exgipto y puso fin a la rebelisn fa del coronel Arabi, y°1907, el representante inglés en 37 Egipto, el duefio de Egipto:fue Eveling Baring, lord Cromer (tam- bién conocido por “Over-baring”). El 30 de julio de 1907, Balfour apoyé en la Cémara dé los Comunes ol proyecto de conceder 50.000 libras a Cromer en el momento de su jubilacién como recompen por los servicios prestados en Egipto. Cromer ha hecho Egipto, dijo Balfour: Ca ‘Todo Jo que ha tocado ha sido un éxito (.). Los servicios prstados por Tord Cromer durante el pasado ‘cuarto de siglo han contribuido a sacar a Epipto de la profunda degradacién sbcial y econémica en la que se ‘cncontraba y a Hevarlo a 1a posicién que, reo, ahora mantiene enre las haciones orientales, psiciGn absolutamente dnica en cuanto a prosperidad financiera y moral’ Balfour no se aventuré a explicar ofmo se media la prosperidad moral de Egipto: Las-exportaciones briténicas a Egipto equivalfan a las que Gran Bretafa realizaba a toda Africa; eso verdaderamente indicaba una cierta prosperidad econmica para Egipto ¢ Inglaterra (aunque desigualmente repartida), Pero 1o que en realidad importa- tba era la tutela ininterrumpida y total que, sobre un pais oriental, cjereia Occidente, empezando por los eruditos, Ios misioneros, los hombres de negocios, los soldados y los maestros que prepararon y después llevaron a cabo Ia, ocupacién, y acabando por los altos funcionarios como Cromer y Balfour que se crefan que estaban creando, dirigiendo e incluso ‘a. veces impulsando el resurgir de Egipto desde su estado de abandono oriental hasta la preeminencia que entonces tenfa, _ Si-el éxito-briténico en Egipto fue excepcional, como dijo Bal- four, no fue, sin émbargo, algo inexplicable o irracional. Los asun- tos egipcios habfan sido dirigidos de acuerdo a una teorfa general contenida en las nociones generales que Balfour tenia sobre 1a civilizaci6n oriental y en la gestién de los asuntos diarios que Cro- mer llev6 a cabo en Egipto. Lo més importante de esta teorfa durante Ia primera década del siglo xx fue que funcions y, ademés, asombrosamente bien, El razonamiento reducido a su forma mas simple era claro, preciso y facil de comprender: hay ectidentales y hay orientales, Los primeros dominan, los segundos deben ser + dominados. Y esto normalmente significa que su territorio debe ser ‘ocupado, que suis asuntos intemnos deben estar férreamente contro- 58 lados y que su sangre y sus riquezas deben ponerse a disposicién de un poder occidental. El hecho. de que Balfour y Cromer hubic- ran sido capaces, como veremos, de déspellejar tan brutalmente a Ja humanidad hasta reducirla a esencias culturales y raciales, no :erayen absoluto, una muestra de su particular maldad; por el con- trario, indicaba con qué facilidad esa teorfa general, una vez puesta cn prictica, pas6 a formar parte de la corriente general de pensa- miento y hasta qué purto fue eficaz. ‘A diferencia de Balfour, cuyas tesis sobre los orientales preten- dian ser universales, Cromer habl6 sobre los otientales de una manera especifica, de acuerdo a su experiencia de gobemador y administrador primero en la India y después, durante veinticinco afios, en Egipto, periodo en el que leg6 a ser cénsul-general supre~ mo del imperio inglés. Los “orientales” de Balfour son las “razas sometidas” de Cromer, sobre las que escribié un largo ensayo pu- blicado en la Edinburgh Review de Enero de 1908. Una vez més, cl conocimiento que Gran Bretafia tiene de las razas sometidas o de los orientales es lo que hace que su administraciOn sea facil y provechosa; el conocimiento da poder, un mayor poder requiere un mayor conocimiento, etc, en una dialéctica de informacién y con- trol cada vez mas beneficiosa. La idea de Cromer es que el imperio inglés no se disolverd mientras se mantengan a raya el militarismo y el egotismo comercial en la metrépoli y se haga lo mismo con las *nstituciones libres” on la colonia (en tanto que opuestas al gobier- no britinico “de acuerdo al cédigo de moralidad cristiana”). Por due si, segin Cromer, la l6gica es algo “cuya existencia el oriental esta totalmente dispuesto.a ignorar", el método adecuado para gobemarlo no es imponerle medidas ultracientificas u obligarle a aceptar la I6gica a la fuerza; el método adecuado consiste en com- prender sus limitaciones y en “procurar encontrar, en la satisfac- ci6n de Ia raza sometida, un vinculo de unién més valioso y, si se puede, més fuerte entre los dirigentes y los dirigidos", Disimulada tras la idea de la pacificacién de la raza sometida, se esconde la potencia imperial; su eficacia es el resultado de su refinada aptitud para comprender y de sus escasas manifestaciones de poder; no es producto de sus soldados, de sus brutales recaudaciones de impues- tos ni de su fuerza sin Iimites. En una palabra, el imperio debe ser 59 prudente, debe templar su codicia con generosidad, y su impacien- ‘Ahora, después de una serie de aproximaciones, por fin llega- mos al niicleo del conocimiento esencial, académico y practico que tanto Cromer como Balfour heredaron de un siglo de orientalismo ‘occidental moderno: éI conocimiento acerca de los orientales, su cia con disciplina flexible. Para sér ds explicto, lo que se quiere decir euando se dice quel ex ei eta ct ci i etal ede taza, su earfeter, su cultura, su historia, us tradicfones, su sociedad adios, los eppcios fs silks o los zles, Ia primera cues es conser ¥ sus posibilidades. Este conocimiento era real y Cromer crefa que ies eee gn, een emcee ee a oct agems se tata de eae reeenb que merece urs ftenién masse, pues es eencal QU tin conocimiento que se habia llevado a fa prictiea y que era inimu- Cena dbsar ay lomen is decsioncr de seurdo, prineialnen, table ya que los “orientales”, para cualquier propésito préctico, Sho esr eine comin betel oe tran una esencia platGnica que todo orientalista (0 dirigente de stemperdos por algunas considencioes ct a oe otientales) podia examinar, entender y exponer. Asi, en el eapitulo Loe essen sin pensar en la vis Teles 0 Sopueis QUC ; ’ bas it rama someidysho Poste ace 34 de su obra de dos volimenes Modern Egypt, relato magistral de \ pag a aia acln 0 come fsuetrente suede ‘obra ! aaa a fcc representndos por urao mas ces nye 3a experiencia y de sus reaizaciones, Cromer expuso sus normas Ae ingleses, Si Ta nacl6n briténica, en su conjunto, conserva ct esprit de personales extrafdas de la sabiduria orientalista i tate principio y exige que se apliquerigorosamente, aunque nuncs podamos rear un patitisme semejant al que se basa oni affiad de raza o en Ia Sit Alfed Lyall me dijo una vers “La precsidn es incompaibte €00 Ia EGinunldtd Tinghstica, quied podaos fomentaralgdn tipo de fdeldad mente orenal."Fodo anglo-indio deberta recordar siempre es mixin” ‘ ‘cosmopolita fundameniada en el expeto que siempre se otorga 21s talentos «Laila de exactitad, que Feilmente degenera en fasta, es en realidad ka : Saperioresy a las conductas desinteresadas y on in grattud derivada de Principal earacterfstica dela mente orenal Et europeo hace raronanentos : favores concedidosy de los que se coneederé, Entonces, podremos esperar Concienzudos, y sus afirmaciones acerca de Ia realidad estén exentas de fue el eipeto dude antes de confar su destino a alg futuro Arabi (1). uslguier ambigiedad; es, por naurslera logieo, aunque no haya estdiado Thcluso el salvaje cenioafricano puede a fin de cuentas aprender a canay Togiea yes, también por natraleza, eseplco;exige pruebas antes Je aceptar tun himno en honor de Astrea Redux, representada por el oficial briténico Ia verded de cualquier proposciny su diestra inicigencia funciona como {que le nicga la gincbra pero le da justicia. ¥ ademés, ganar el eomercio.” cl engranaje de una méquina. La mente del oriental, por otro lado, iguat {que sus pintorescas calles, carece por completo de simeivi, y su manera de ‘Rvona et lena de deseripeones desordenadas. A pesar de que Tos antguos frabes desarrollaron considerablemente la ciencia ue la dialéetica, sus 1 descendientes tienen deficiencias en sus fecultades lpia, Con frecuencia, La medida én que un dirigente debe “considerar seriamente” las propuestas de la raza sometida queda muy bien reflejada en In Sposicién de. Cromer al nacionalismo egipeio. Las instituciones ioe Se ee eran eae paesusar ora fndfgenas libres, la supzesin dela ocupacign extranjeray la plena an ee ae do unas s coq eg a soberanfa nacional fueron exigencias constantemente rechazadas Sfrmacign clam sobre fos hochos; su explicacidn, en general, ser larga y por Cromer, que afirmé sin. ambigtedad que “el futuro real de arene de lucider, con toda probabllidad se coniradi media docens d= Beipte Co) aolpuede seguir las directrices de un nacionalismo e3- secre een ier male edema trecho, que s6lo contarfa con los nativos de Bgipto (..), sino més Car etic bien las de un cosmopolitismo més extenso”.* Las razas sometidas Después de esto, califica a los orientales y a los arabes de crédulos, no podian saber lo que era bueno para ellas. La inmensa mayoria “faltos de energia ¢ iniciativa’, muy propensos a la “adulacién eran orientales y Cromer conocfa muy bien sus caracteres ya que servil”, a la intriga, alos ardides y a la crueldad con Jos animales; habfa tenido'con ellos experiencias en la India y en Egipto. Para él, los orientales no son capaces de andar por un camino o una acera To més cémodo respecto a los orientales consistfa en que, aunque (sus mentes desordenadas se confunden cuando intentan compren- Jas circunstancias pudieran diferir levemente aqut y allt, gobemar- der Jo que el europeo licido entiende inmediatamente: que los Jos era en todas partes més © menos lo mismo? Porque, natural- | caminos y las aceras estn hechos para andar); los orientales son mente, los orientales eran en todas partes més 0 menos iguales. . unos mentirosos empedernidos, unos “letargicos y desconfiados” y ore 6 - 61 son en todo opuestos ala claridad, a Ia reetitud y a la nobleza de la raza anglo-sajona.® ‘Cromer no hace ning esfuerzo por disimular que para él los orientales no son més que el material humano que,gobiera en has Ssonias briténicas: "Como simplemente soy un diplomtico y un Séministrador que también estudia al ser humano, aunque siempre desde Ia perspectiva de'gobemarlo(...) —dice Cromer—. me con: cefo con observar el hecho de que el oriental, de un modo u otro, Rormalmente acta, habla y piensa de una manera completamen’s Gpuesta a la de un europeo.’ Las deseripciones de Cromen, Pot Supuesto, se basan parcialmente en la observaciGn directa, woods i StPHivercos lugares alude a las autoridades orientalistas ortodoxas fen particular, a Emest Renan y a Constantin de, Volney) Pits (or ar sus puntos de vista, También se remite a estas autoridades i wevorio explica por qué los orientales son como son. No tiene nin- 11 Guna duda acerea de que cwalguier conocimiento que se '6AB* sobre i ‘SiMbriental, confirmard sus puntos de vista que, a juzgar por s0 i Secenpelén del egipsio que se derrumba ante el interrogatorio, 1 consideran al oriental culpable; su crimen consiste en que el orien- ' aise oriental, ¥ esta tautologia debia de ser entonces muy acePtae dh, como lo indica et hecho de que se pudiera escribir esto sia ni | Siquiera apelar a Ja l6gica o a a simetria de la mente europes. Ast, i Suaiquier desviacién’ de lo que se consideraban Iss normas de Somyortamiento oriental era antinatural. El iltimo informe anual gue envi6 Cromer desde Egipto proclamabs, por consiguicnic, 1° ai ir naligmo egipelo era una “idea totalmente nueva y una plan fa que procedia del exterior y que no era indfgena”* 1a pique nos equivocariamos si menospreciéramos el cimle { de ccnscinientos recibidos y los eédigos de ortodoxia orientalista i ‘a los, que Cromer y Balfour sc refieren en todo momento en sus a Sitos y en su quchacer politico. Decir que el orientalistno ofa caer acionalizacién del principio colonial es ignorar hasta qué Punto ef principio colonial estaba ya justificado de anteman® por el orien- doers hombres siempre han dividida el mundo en regionss ‘que tienen diferencias reales o imaginarias; la demarcacién absolu- sd entre Oriente y Occidente que Balfour y Cromer acepraron oh £m complacencia habia estado formandose durante as, incluso { Yiglos. Hubo, por supuesto, numerosos viajes, descubrimientos, ‘Contactos comerciales y bélicos, pero, ademés, a partir de mediados rey 62. entos_ principales en las relaciones a adquirié unos conocimientos siste- Fiieos y erecientes acerea de Oriente que fueron reforzados por cl Choque colonial y por el interés general ante todo lo extraio © {fssual que explotaban las revas ciencias, como eran la etnologia, Ja anatom‘a comparada, la filosofia y la historia; ademés, a este onocimiento sistematico se le afadi6 una considerable cantidad de bras literarias, producidas por novelistas, potas, tradictores y iajeros de talento. El oro elemento que mares estas relaciones fue {que Europa mantuve siempre una posicign de fuerza, por no decir de dominio; y no se puede encontrar ningin cufemismo para ex- plicar esto. Es verdad que Ia relacin entre el fuerte y.el débil pox Efe disimularse 0 mitigarse —como cuando Balfour reconocié la ‘sgrandeza’ de las civilizaciones orientales—, pero la relacién eseh- chal on el terreno politico, cultural ¢ incluso religiosg se consiceraba sen Occidente, que es lo que nos preocupa aqui— una relacién entre un socio fuerte y otro débil. = ‘Se han utilizado muchos términos para describir esta relaci6n; Balfour y Cromer en conereto usaron algunos. El oriental es irra; Sonal, depravado (perdido), infantil, “diferente”; mientras que el uropeo es racional, viruoso, maduro, “normal”, La mancta dc Fomentar esta relacién consistia en acentuar el hecho de que el Sriental habfa vivido en un mundo propio, diferente, pero comple- famente organizado, un mundo con sus propias fronteras naciona- fes, culturales y epistemol6gicas, y con sus propios principios de cShorencia interna. Pero 10 que le daba al mundo oriental su inteli- sgibilidad e identidad, no era el resultado de sus propios esfuerz0s, Sino mis bien la compleja serie. de manipulaciones inteligentes que permitiah a Occidente caracterizar.a Oriente. ‘Asi, los dos elemen- perde la relacién cultural de los que he hablado se dan a la vez. Bl’ conocimiento de Oriente, porque nacié de la fuerza, crea en cierto Sentido a Oriente, al oriental y a su mundo, En el discurso de Cromer y Balfour, el oriental es deserito como algo que se juzga (Gomo en un tribunal), que se estudia y examina (como en un curriculum), que se corrige (como en una escuela o una prisién) ¥: Que se ilustra (como en un manual de zoolog(a). En cada uno de, estos casos, el oriental es contenido y representado pot Tas estrucé turas dominantes, pero ide dénde provienen éstas? 63 La fuerza cultural no es un concepto del que podamos tratar fécilmente, pero uno de los propésitos de este libro es enfocar y izar el orientalismo como un ¢jercicio de fuerza cultural y re~ flexiotiar sobre ello, En otras palabras, es mejor no aventurar gene- “faliZécignes sobre una nocién tan vaga,’ aunque tan, importante, ‘como la de. fuerza ‘cultural, mientras no se. haya. analizado primero una gran cantidad de material. Para empezar, puede de- cirse qué Occidente, durante los siglos xux y xx, asumié que Orien- te —y todo lo que en él habfa—, si bien no era manifiestamente inferior a Occidente, sf necesitaba ser estudiado y rectificado por 4. Oriente se examinaba enmarcado en un aula, un tribunal, una prisién o un manual ilustrado, y el orientalismo era, por tanto, una ciencia sobre Oriente que situaba-los asuntos orientales en una clase, un tribunal, una prisi6n ‘0 un’manual para analizarlos, estu- diarlos, juzgarlos, coiregirlos y gobematlos, ‘Durante los primeros afios del siglo xx, hombres como Balfour y Cromer pudieron decir lo que dijeron y de la manera en que Io dijeron porque uns tradicién de orientalismo que se remontaba a un periodo anterior al sigié ¥ix les habfa proporcionado un, yocabula- Ho, unas imAgenes, una retérica y una¥ figuras,con las que decirlo. Pero el orientalismo reforzé y —fue reforzado por— la certidum- bre de que Europa, u Occidente dominaba literalmente 1a mayor parte de la superficie de la Tierra. El periodo en el que se produjo el gran progreso de las instituciones y del contenido del orientalis- ‘mo coincidi6 exactamente con el periodo de mayor expansiGn eu- ropea; desde 1815 a 1914 el dominio ‘colonial europeo directo se amplié desde mso Thenos un 35 por 100 de la superficie de la ‘Tierra hasta un 85 por 1002 Todos los continentes resultaron afec- tados, pero, sobre todo, Africa y Asia. Los dos grandes imperios eran el briténico y el francés, aliados y socios en algurios momen- ‘Os y hostiles rivales en otrés. En Oriente, desde las costas orienta- lés del Mediterrineo hasta Indochina y Malaya, sus posesiones coloniales y sus esferas de influencia imperial eran,colindantes, frecuentemente rozaban entre sf, y, a menudo, habjan sido objeto de sus disputas. Pero fue en Oriente Préximo, en las tierras del Oriente Préximo frabe en las que se supone que el Islam define las, caradteristicas culturales y étnicas, donde briténicos y franceses se | 64 enfrentaron entre sf y con “Oriente” de una manera mis intensa, familiar y compleja. Durante 1a mayor parte del siglo xix, como lord Salisbury sefialé en 1881, sus perspectivas comunes sobre Oriente crearon complicados problemas: “Cuando cuentas con un fie] aliado, resuelto a entrometerse en un pais. en el que ti. ests profundamente ‘interesado, tienes tres caminos abiertos ante ti puedes renunciar a él, monopolizarlo, o compartirlo, Renunciar a él habrfa supuesto permitir que los franceses se interpusieran en nues- tra ruta hacia la India, monopolizarlo habria significado un riesgo importante de guerra; por tanto, resolvimos compartir”! Y, en efecto, compartieron; e6mo lo hicieron es lo que vamos a ver ahora. Lo que compartieron no fue sélo la tierra, los beneficios y la soberanta, fue también esa especie’ de poder intelectual que yo he denominado orientalismo, y que, en cierto sentido, constituy6 1a biblioteca o el archivo de las informaciones que fueron en comin e incluso al unfsono adquiridas. Lo que mantuvo el archivo unido fue tun parentesco ideol6gico" y un conjunto unificador de valores que habfan demostrado su eficacia de diferentes maneras. Estas ideas explicaban él comportamiento de los orientales, les proporcionaban una mentalidad, una genealogfa, una atmésfera y, lo més importan- te, permitian a los europeos tratarlos € incluso considerarlos como un fenémeno con unas caracteristicas regulires. Pero, como cual- quier conjuito'de ideas duraderas, las nociones orientalistas influ- yeron en aquellos a los que se denominaba orientales, asf como en Jos lamados occidentales o europeos. En resumen, el-orientalismo comprender mejor si se analiza como un conjunto de éSY-limitaciones mienialés ms que como” una simple doctrina positiva. Si la esencia del orientalismo es la distincién incuestionable entre la superioridad occidental y la inferioridad oriental, debemos estar dispuestos a observar cémo el orientalismo, a través de su evolucién y de su historia subsecuente, profungiz6 e incluso agudiz6 la distincién, Cuando durante el-siglo xix se hizo préctica comin que Gran Bretafia retirara a sus administradores de Ja India y de cualquier oiro lugar una, yez, que hubieran.llegado a los cincuenta y cinco aftos de edad, el orientalismo alcanzé un refinamiento complementario: ningin oriental tendria la posibili- dad de ver a un occidental envejecer'y. degenerarse, y de igual modo, ningiin occidental necesitarfa reflejarse eri los ojos de la raza 65

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