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Juglares libres: risas y muertes.

La palabra juglar proviene del latín jocularis, joculator, que significa “bromista”.
Estos bromistas medievales se componían diversos en sus atributos al momento de
representar sus funciones, había por muchos en cantidad, pero mantenían características
similares en cuanto al fin de su oficio, ofrecer entretenimiento a quienes gozaban de
dichos espectáculos. Utilizaban disfraces, máscaras, instrumentos musicales y otros, de
esta manera lograban perfectamente relacionarse con el perfil de un artista.

Históricamente desarrollaron su arte a través de toda la Europa medieval, pero


mostrando diferentes matices en su composición según sus diversas ubicaciones
geográficas y extracción social. A medida que avanzaban los siglos, llevaron sus
presentaciones a un nivel que conglomeraba mayores y mejores elementos a sus
funciones, desarrollaban muchos de ellos la música, el teatro, la danza, la poesía, etc.
Algunos mantenían un nivel de vida ciertamente más equilibrado que el resto, por
ejemplo, un juglar trovador que se desempeñaba en alguna corte o palacio, se aseguraba
dinero, comida y alojamiento medianamente asegurado; mientras que juglares libres y/o
nómades, se desplazaban por diferentes pueblos, lo que no les aseguraba grandes
ganancias ni cómodas estadías.
Precisamente la vida de estos juglares libres, a veces muy poco valorados pudo haber
representado historias que van más allá de una función o un trabajo mostrado ante el
público con colores, maquillajes y adornos. Más que el sin sentido de las risas que
proporcionaban o una que otra burla por parte de los presentes, estos artistas fueron
mostrando una diversión que se escondía tras importantes acontecimientos en trágicos
siglos en donde las guerras, la peste, la religión, etc. desencadenaban millones de
muertes sin discriminación jerárquica alguna. Un ejemplo de esto es la dura etapa del
siglo XIV, donde la guerra de los cien años y la gran peste (peste negra), teñían al
continente europeo de sombras y penurias, donde para muchos eran de los mayores
enjuiciamientos de Dios, en una época ciertamente muy ligada al cristianismo.
El juglar dentro de su oficio debía alegrar a los presentes, entonando poemas/canciones,
desarrollando historias y/o cuentos o simplemente ridiculizarse para lograr la añorada
carcajada o algún reconocimiento por parte de los espectadores. El juglar se veía de esta
manera contrastado con dos realidades, por un lado una vida dura, triste y sobrellevando
constantes desdichas y otra en el escenario donde debía florecer el encanto de las voces,
de los juegos y la alegría de sus cuerpos, finalmente era su trabajo, era la manera en que
podían (sobre) vivir en la realidad que les acompañaba.

No se puede generalizar o establecer un discurso único sobre la vida de los juglares,


pues son historias generalmente anónimas, pero el hecho de que su oficio consistía en
entregar diversión, la idea de que continuaron desarrollando estas actividades queda
clarificada que a pesar de lo desfavorable de las condiciones existentes, los juglares
fueron tomando variados elementos y se convierten en personajes característicos de la
Europa azotada por la muerte, donde las cualidades de cada uno de estos artistas va
prevaleciendo a través de la historia, ya que continuaron entregando su quehacer en
años posteriores, acomodándose dentro de la nuevos cambios sociales y las reformas
religiosas que se impondrían en Europa, por lo que la imagen del juglar en especial
aquel que viajaba en busca de nuevas aventuras, representaba la doble cara entre la vida
y el oficio.

Bastián Labbé Salazar

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