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Aunque a veces puedan confundirse, los motivos y los fines no son lo mismo.
El fin de una acción es la representación anticipada de sus consecuencias, lo
que se pretende conseguir con dicha acción. En este sentido, es un elemento
fundamental para la valoración moral de la misma. Dependiendo de que la
finalidad de nuestros actos, nuestra intención, sea buena o mala, así serán
también los mismos.
Etimología
Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando
que este valor moral puede ser de signo positivo o de signo negativo.
Trabajar, por ejemplo, tiene valor moral positivo, pero asesinar tiene un valor
moral negativo. Normalmente hemos designado al valor moral negativo
como "inmoral", pero esta palabra, en su etimología, indica mas bien un
desligamiento del valor moral y los únicos actos que están desligados de los
valores morales son los actos del hombre, pero estos ya han sido calificados
como "amorales".
Origen
La palabra «moral» tiene su origen en el término latino mores, cuyo
significado es ‘costumbre’. Moralis (< latín mos = griego ‘costumbre’). Por lo
tanto «moral» no acarrea por sí el concepto de malo o de bueno. Son,
entonces, las costumbres las que son virtuosas o perniciosas. La moral
comenzó a ser enseñada en forma de preceptos prácticos, las Máximas de
los siete sabios de Grecia, los Versos dorados (y otros) de los poetas de
Grecia o bien en forma de apólogos y alegorías hasta que revistió carácter
científico en las escuelas de Grecia y Roma.
Importancia
Los criterios de la valoración moral.- La atención que se dirige
privilegiadamente al aspecto subjetivo del acto no debe hacer olvidar la
importancia que tiene el dato objetivo. De lo contrario, se corre el riesgo de
caer en una moral de la “pura intención”, que prescinde de la densidad real
de la acción. Es verdad que, en último análisis, la moralidad es la que
pertenece a la interioridad del sujeto y que él expresa, con mayor o menor
acierto, en sus actos. Pero no por eso hay, que ignorar la importancia
decisiva de la accion, que tiene por sí misma repercusiones, positivas o
negativas. sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo. Esto quiere
decir que el acto, en su contenido material, no es de suyo indiferente.