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Antropología rural Control de lectura

Mtra.: Verónica Garza Navejas Josué E. Villegas Chim

Ramírez, Blanca y Patricia Arias (2002). “Hacia una nueva ruralidad”, en Ciudades,
núm. 54, abril-junio.

El punto central de las autoras es la crítica de la forma como se ha abordado el


estudio de la relación campo-ciudad. Para ello hacen un breve análisis de las propuestas
teóricas que han tratado de explicar los procesos de cambio que involucran al campo y a
la ciudad por igual. Sin embargo, a juicio de las autoras, se le ha dado demasiado peso a
los impactos que la ciudad pueda tener en el campo, sin tomar mucho en cuenta las
diversidad de variaciones que surgen cuando en determinado contexto las sociedades
que viven en ambos bandos buscan formas totalmente distintas a las teorizadas por los
investigadores. De hecho, considero que uno de los argumentos que muestran la postura
de las autores se aprecia cuando dicen que “el campo y la ciudad se transforman juntos,
pero a partir de su especificidad, lo que da lugar a una variedad de relaciones que
modifican el contenido y la direccionalidad de sus vínculos en un proceso constante de
creación de formas socioespaciales diversas, no lineales” (p. 11).
La conceptuación teórica-metodológica del mundo rural y el mundo urbano ha
llevado implícitamente la dicotomización del tiempo-espacio. El pensamiento moderno
ha contribuido a expandir este planteamiento en la producción del conocimiento
científico. El establecimiento de límites entre lo rural y lo urbano ha sido la
preocupación de varios gremios de científicos; según las autoras son cuatro las líneas
metodológicas las que ejemplifican el debate: la tradicional que maneja el concepto de
límite o frontera entre lo rural y lo urbano; la postura que propone la articulación o
yuxtaposición de territorios donde se generan fronteras y transiciones que se desdibujan;
la que analiza la subordinación del campo a la ciudad; y la que considera la emergencia
de una vinculación original que es producida partiendo de nuevos procesos resultado del
modelo de desarrollo globalizado.
Para las autoras la particularidad de los casos y las nuevas relaciones que
emergen entre el campo y la ciudad deben ser vistas bajo la perspectiva de la expresión
espacial. En la herencia del pensamiento moderno el tiempo es visto como móvil,
mientras que el espacio se considera estático. Retomando planteamientos del
pensamiento postmoderno, las autoras, ven en el espacio elementos clave para entender
procesos y relaciones. Es decir, el espacio y el tiempo “se mueven, transforman,
cambian quizá de manera simultánea, pero no necesariamente en la misma dirección”
(p. 11). El problema es ubicar en donde se insertan tales relaciones emergentes entre
tiempo-espacio, campo-ciudad, y las variaciones que se nos presentan.
La noción de diversidad interna-externa es importante para entender las formas
distintas que van tomando las relaciones multi-dialécticas y multi-situadas de lo rural y
lo urbano. Formas que distan de sus progenitoras dando lugar a expresiones espaciales
cuyos paradigmas científicos convencionales se ven limitados a explicar.
Dos son las rupturas importantes que según las autores ayudan a explicar la
modificación de las relaciones campo-ciudad: la descomposición de las relaciones
internas dadas en el campo que orilló a los campesinos a migrar a las ciudades, centros
monopólicos de trabajo, abandonando si no del todo por lo menos parcialmente el
campo; pero posteriormente, y durante un proceso de re-urbanización diferida de zonas
aledañas a las ciudades centrales, se dio un proceso inverso: el desplazamiento de las
empresas hacia fuera de las ciudades y la movilización de trabajadores. Con esto, “es

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evidente que el modelo de desarrollo globalizado, de producción flexible y
descentralizada, ha favorecido y contribuido al surgimiento de una nueva especialidad,
acompañada de una nueva concepción y manejo del tiempo” (p. 12).
Las autoras concluyen diciendo que poco se sabe sobre las expresiones y
experiencias emergentes de personas y grupos humanos que viven inmersas en estos
procesos de cambio continuo y vertiginoso. Entender tales sucesos desde la perspectiva
de la diversidad sociocultural ayuda a explicar la materialización de la nueva rusticidad
que surge entre las relaciones de distintos niveles de campo-ciudad, así como de las
relaciones tempo-espaciales. Debemos redimensionar el campo en su vínculo con la
ciudad (p. 14); debemos revisar los paradigmas que se enfrascan en relaciones
dicotómicas para proponer análisis multi-dialécticos más profundos y abarcativos. Pero
sobre todo, debemos oír las voces marginadas que nos narran con sus propias vidas la
capacidad de adaptación y supervivencia de los más afectados frente a un sistema
capitalista que impone su ritmo y explota a grupos humanos que, lejos de ser minorías,
constituyen grandes masas de población que viven en las condiciones más inhumanas
inclusive en la actualidad: la era de los derechos humanos.

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