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DIFERENCIAS ENTRE SEXOS EN EL DISCURSO ORAL

EN EL ÁMBITO EMPRESARIAL

Angeles Villalobos Jiménez


Licenciada en Psicopedagogía
Ceuta, Junio 2005
1.- Introducción

El estudio de las diferencias entre hombres y mujeres y las


causas de éstas es un tema que no pierde actualidad dentro de la
investigación científica. El sexo es un componente importante en
nuestra identidad y actúa como una categoría de nuestro
pensamiento. Todos tenemos en nuestra mente una idea de cómo
son los hombres y cómo son las mujeres, tenemos expectativas de
sus comportamientos diferenciados y tenemos creencias respecto a
cada grupo.

Existen dos tendencias opuestas en el debate sobre la


existencia de diferencias psicológicas entre los sexos, una es la
tendencia a exagerar diferencias mínimas y la otra es ignorar las
diferencias, dando más relevancia a la diversidad entre individuos,
Hare-Mustin y Marecek denominaron a estas dos tendencias “sesgo
alfa” y “sesgo beta”, por analogía con los errores que se pueden
cometer cuando se hace una inferencia estadística. Desde nuestro
punto de vista ambas tendencias son problemáticas. Si se buscan y
estudian las diferencias siempre habrá sectores con una postura
androcéntrica, donde la norma es lo masculino y lo femenino la
diferencia, que utilizarán estas investigaciones para justificar la
desigualdad entre sexos. Por otro lado, negar las diferencias es
perder no tener en cuenta las necesidades de cada grupo y una
pérdida de riqueza cultural que no nos debemos permitir.

Otra disyuntiva que encontramos en el estudio de las


diferencias entre sexos es si éstas tienen alguna base biológica
(perspectiva sociobiológica) o si son un claro reflejo de imperativos
sociales. Los modelos biopsicosociales vienen a dar una respuesta a
esta dicotomía tradicional entre naturaleza y cultura, parten de la
premisa que muchas variables no pueden ser separadas en
categorías, los genes, la química cerebral, la educación y la
interacción social inciden simultáneamente en la mente del niño y es
artificial intentar separarlos (Barberá y Martínez, 2004). Biología y
cultura no son influencias alternativas, sino aspectos inseparables de
un sistema dentro del cual se desarrollan los individuos (Rogoff,
1993).

El lenguaje tiene un papel fundamental en la construcción de la


identidad social, las manifestaciones de habla son manifestaciones
sociales. Las personas nos presentamos mediante nuestro habla,
cuando conocemos a una persona lo encuadramos en un grupo
determinado según su discurso oral.

Pero la lengua es única y a nivel de sistema no existen


variaciones, lo que encontramos son conjuntos de tendencia fónicas y
léxicas que permiten identificar al hablante como habitante de una
región específica o como miembro de un grupo social (Córdova,
2003). Estas variaciones son las que Saussure llamó habla, Chomsky,
performance y Coseriu uso.

Si admitimos que existen diferencias en la educación y en la


socialización de ambos sexos, es fácil, colegir que éstas se reflejan en
nuestro discurso.

Ahora bien, ni los hombres ni las mujeres formamos grupos


homogéneos. Nuestra personalidad es condicionada por diversos
aspectos y el sexo es sólo uno de ellos. Además de ser varones o
mujeres pertenecemos a un estrato social y cultural.
Tradicionalmente, la mujer ha sido educada para un discurso privado,
en un ambiente informal, con pocas personas y con el fin de
mantener las relaciones sociales y el hombre para un discurso
público, más formal y con una intención de intercambio de
información. Estos papeles están cambiando rápidamente en la
sociedad actual y nos preguntamos si cuando la mujer se relaciona en
un ambiente laboral, en igualdad con el hombre, las habituales
diferencias encontradas en los estudios entre hombres y mujeres se
mantienen.

En este trabajo proponemos un proyecto de investigación donde


se estudie si las diferencias en el discurso oral encontradas por
investigaciones anteriores y clasificadas como femeninas, se
mantienen cuando la mujer entra dentro del ámbito empresarial.
Primero revisaremos algunos estudios realizados hasta la fecha sobre
diferencias en el habla, en una segunda parte analizaremos el modelo
de competencia discursiva oral que utilizaremos para el análisis y por
último el diseño de la investigación.

2.- MARCO TEÓRICO

2.1. Estereotipos

Estas divergencias en el uso del lenguaje entre hombres y


mujeres han sido constatadas desde tiempos remotos, casi siempre
en perjuicio de la mujer, a través de la cultura popular, chistes,
refranes, obras de teatro, etc. se han encargado de transmitir un
estereotipo del habla femenina. Sin embargo, estos estereotipos no
se han visto corroborados en los diferentes estudios científicos
realizados.

La palabra representa conocimiento y su posesión es poder,


además es un poder que no depende de la fuerza física, de manera
que si las mujeres controlan el conocimiento, ello podría constituir un
reto para la ventaja física que los hombres poseen (Cole, Engeström y
Vasquez, 2002), por esta razón durante mucho tiempo la mujer ha
visto como, en cierto modo, se le negaba el acceso a la palabra.

En la creación de estos estereotipos ha tenido mucho peso la


tradición judeocristiana, ya que los judíos no instruían en la sinagoga
ni en las escuelas rabínicas a sus mujeres. Encontramos muchas
referencias en los textos sagrados al papel sumiso y silencioso de la
mujer:

“Como en todas las Iglesias de los santos, las mujeres cállense


en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra, antes
bien, estén sumisas como también la Ley lo dice. Si quieren aprender
algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso
que la mujer hable en la asamblea” (Primera epístola a los Corintios).

Se ha señalado persuasivamente que la vinculación, a lo largo


de los siglos, en las enseñanzas cristianas, de la autoridad legítima
del esposo sobre la mujer con la tradición de Eva, ha formado el
fundamento implícito para nuestras actitudes contemporáneas (Cole,
Engeström y Vasquez, 2002).

Según lo anterior, la mujer debía permanecer en silencio, por


eso los proverbios y los cuentos amonestan a la mujer habladora y
elogian a la discreta y callada. La locuacidad en la mujer no se alaba,
pues no se espera de ella ni que tenga opiniones propias ni que sepa
exponerlas con claridad y firmeza, sino con dulzura, mostrando
interés y afecto al interlocutor (Lozano, 1995).

Actualmente se admite que muchas de las diferencias que


existen entre la lengua de unas personas y la de otras responden a
distintos niveles de instrucción (García, 2000). Nuestra sociedad ha
asignado papeles diferentes al hombre y la mujer y el hecho de que
niños y niñas se eduquen de igual forma es un logro reciente.

Existen evidencias que sugieren que las mujeres tienen, en


general, mejores habilidades verbales que los varones según Barberá
y Martínez (2004): “las diferencias entre sexos en el dominio verbal
dependen de la habilidad específica y, cuando se observan, favorecen
a las mujeres. La mayoría son de pequeña magnitud –uso del
lenguaje, comprensión lectora, producción del lenguaje hablado y
deletreo-, siendo moderada en la habilidad para la escritura”.
La conclusión que podemos extraer no es muy alentadora, la
mujer, aunque siempre ha poseído capacidades, debido a su papel en
la sociedad y su educación ha tenido que sufrir el “secuestro de su
palabra”, su conversación, por poca que fuera, era insufrible y
demasiada. Reproducimos un párrafo de Fray Luis de León,
mencionado por Irene Lozano (1995):

“Mas, como quiera que sea, es justo que se precien de callar


todas, así aquellas a quien les conviene encubrir su poco saber, como
aquellas que pueden sin vergüenza descubrir lo que saben; porque en
todas ellas es, no sólo condición agradable, sino virtud debida, el
silencio y el hablar poco” (Fray Luis de León, La perfecta casada).

2.2. La dialectología

Los primeros en notar diferencias entre sexos en la forma de


hablar fueron los antropólogos. Existen culturas donde las diferencias
lingüísticas son muy evidentes, incluso alguno llegó a pensar que
mujeres y hombres hablaban lenguas diferentes (Antillas Menores).
Las divergencias pueden ser de muy distinta índole, ya que está
condicionada por el tipo de sociedad y es reflejo de su constitución de
valores.

En las sociedades industrializadas como la nuestra, objeto de


este estudio, los hablantes de uno y otro sexo se diferencian en
determinadas formas fonológicas, léxicas, entonativas, etc., son
utilizadas con más frecuencia por unos hablantes u otros, pero
ninguno de los dos hace de ellos un uso exclusivo; es lo que se ha
llamado diferencia variable (Lozano, 1995).

En nuestro entorno fueron los dialectólogos los primeros en


interesarse por la variación lingüística. Buscaban fundamentalmente
variaciones en relación con la dimensión espacial, es decir, las
características del español que se hablaba en cada zona. Los
prejuicios reinantes en la época llevaron a la exclusión sistemática de
la mujer como informante en la realización de los principales atlas
lingüísticos.

Hacia mediados de este siglo Manuel Alvar y Gregorio Salvador


realizan sus pesquisas en busca de datos para el Atlas Lingüístico de
Andalucía. Su método de trabajo es el clásico, pero pronto se dan
cuenta de que necesitan introducir criterios sociales para reflejar con
más exactitud la compleja realidad que encuentran. Uno de los
factores que más les sorprende son las diferencias entre sexos, que
les llevan a concluir que el habla femenina es conservadora y la
masculina, innovadora (Lozano, 1995).

La importancia de este estudio es la llamada de atención que


supone constatar esta diferencia e incluir, a partir de entonces, a la
mujer en las encuestas realizadas sobre lenguaje.

Los resultados a los que llegaron los dialectólogos, sin olvidar


que estos estudios se centraron en el habla del mundo rural, fueron la
existencia de una fonética femenina y otra masculina, dependiendo
del lugar. La conservación de la –s final, mayor o menor ceceo o
seseo, lleismo, pérdida de la –d- intervocálica, son algunas de las
diferencias constatadas, más usadas por hombres o por mujeres
según que región o ciudad. Estos lingüistas llegaron a la conclusión
que el lenguaje femenino era más arcaico y el masculino era más
evolucionado. La única evidencia empírica que se puede constatar a
la luz de estas investigaciones es que existen diferencias fonéticas,
pero considerar uno más evolucionado que otro nos parece una visión
totalmente androcéntrica, donde el lenguaje masculino es la norma y
el femenino la variante.

2.3. La sociolingüística

La sociolingüística surgió como una colaboración entre


lingüistas, antropólogos y sociólogos y ha sido definida como el
estudio del lenguaje en su contexto social.

Los lingüistas, durante años pensaron que el hablante elegía su


forma lingüística, ya que conocía las reglas y comprendía cualquiera
de las variantes que se usen, los sociolingüistas en cambio nos dicen
que los factores contextuales nos llevarán a una variable lingüística
determinada (Gimeno, 1990).

Las principales variables sociales que se han tenido en cuenta


en los estudios de sociolingüística son, además del sexo, la edad, el
nivel sociocultural o socioeconómico, el grupo étnico y la procedencia
regional. La validez de estos criterios, y muy especialmente el sexo y
el grupo étnico, reside en que son significativos socialmente: las
diferencias entre hombres y mujeres son relevantes en la medida que
reflejan su pertenencia a subculturas distintas (Lozano, 1995).

La variable sexo ofrece una peculiaridad en los estudios


sociolingüísticos, pues mientras en las otras variables se estudia la
distancia entre estratos sociales o hablantes de diferentes
Comunidades Autónomas, las peculiaridades de cada sexo se basan
en la diferencia entre ellos, pues ambos conviven en todos los
ámbitos.

El hallazgo de los sociólogos ha sido que la mujer utiliza un


lenguaje más “prestigioso” que el hombre. Todo parece indicar que,
en general, la mujer autocorrige su forma de hablar, evitando lo que
está mal considerado, para adecuarla a la que tiene prestigio, la más
cercana a lo normativo al lenguaje característico de gentes más
instruidas que ella (García, 2000).

También se ha encontrado un estilo más cooperativo en las


mujeres en oposición a uno más competitivo en los hombres. Ellas
utilizan más preguntas y son más corteses que ellos. Esta cortesía ha
sido interpretada por muchos autores como signo de debilidad.

Los temas de conversación, el uso de eufemismos, la


entonación, en todas estas áreas se han encontrado diferencias entre
sexos.

Al analizar las causas de estas diferencias constatadas por los


sociólogos encontramos dos tendencias: dominación y diferencia.

La corriente de dominación, encabezada por la lingüista Robin


Lakoff, presenta las diferencias en la forma de hablar de cada sexo
como una consecuencia de la histórica dominación del varón sobre la
mujer, en la perspectiva de la diferencia se considera que los dos
sexos pertenecen a subculturas distintas y poseen características
peculiares que son las que producen un registro femenino y uno
masculino.

Siguiendo la corriente de dominación muchos autores han


sugerido a las mujeres cambiar su forma de hablar y adaptarla al
modelo masculino para conseguir un acceso al poder, pensamos que
esta es una visión desde una perspectiva muy masculina, pero que
puede ser lo que esté ocurriendo hoy en día en el mundo empresarial.
La mujer adopta, en muchos casos, una forma de hablar más agresiva
e incluso aumenta el uso de palabras tabú como imitación al estilo
discursivo del hombre.

Sin embargo pensamos que sería más enriquecedor interpretar


las diferencias entre los estilos comunicativos de mujeres y hombres
como si perteneciesen a dos culturas. Esto nos llevaría a estudiar los
diálogos entre ellos y ellas como si se tratase de conversaciones
interculturales. Muchas mujeres tienden a acabar sus frases con una
entonación que suena a interrogación, con ello se persigue un fin:
alcanzar un consenso, conseguir implicar al otro en una posible
decisión que se tome, sería un error cambiar este patrón por otro más
masculino, de imposición, que haga perder a las mujeres la capacidad
de mejorar, por ejemplo, el trabajo en equipo en el ámbito
empresarial. Además, las mujeres no pueden adoptar sin más el estilo
masculino, sobre todo porque inmediatamente se les acusa de
autoritarias. La alternativa es necesariamente que la sociedad cambie
y se produzca un cambio en la valoración de los códigos lingüísticos.
Las mujeres están demandando que se las interprete en sus términos
y no en los de los hombres.

3.- MODELO DE ANÁLISIS DEL DISCURSO ORAL

El modelo de análisis del discurso oral que hemos planteado


para este trabajo está tomado de Núñez (1991). Se plantea en su
obra un modelo de análisis de la competencia discursiva oral de los
alumnos para mejorarla en clase. Pensamos que este modelo puede
servir como guión para el trabajo de campo de esta investigación.

En un primer nivel tendríamos la competencia lingüística


general, según Coseriu “saber elocutivo”. La construcción del
discurso se contempla como un saber común a todas las lenguas que
se basa en el saber general sobre las cosas, en virtud del cual hay
formas diferentes de manifestarse (Núñez, 1991). Dentro de este
plano de hablar en general, deberíamos analizar la lógica del discurso
y la construcción del mismo. García (2000) nos muestra como
estereotipos del lenguaje femenino:

• Hablar poco
• No dar órdenes, sino pedir o sugerir
• Saber escuchar y dar apoyo
• No preguntar directamente
• No exponer opiniones
• Hablar agradablemente, suavemente
• Utilización de preguntas de apoyo

Consideramos que estos serían los elementos que deberíamos


analizar sobre el saber elocutivo para comprobar si existen
verdaderamente estos patrones en la construcción del discurso
femenino cuando la mujer se desenvuelve en el mundo del trabajo.

En un segundo nivel llegamos al plano de la lengua particular,


“saber idiomático” según Coseriu. En este estadio se analizaría lo
correcto e incorrecto en los diferentes planos gramaticales: fónico,
léxico-semántico y morfosintáctico. Como hemos visto, las primeras
diferencias constatadas por los dialectólogos se encontraron en
diferencias de pronunciación, además de éstas el uso de eufemismos
por parte de la mujer también ha sido objeto de multitud de
investigaciones, también ciertos adjetivos valorativos, así como
diminutivos han sido considerados como femeninos.
El tercer y último nivel corresponde al plano del discurso, “saber
expresivo”. Éste se relaciona, dentro de una lengua determinada, con
el nivel textual o discursivo y consiste en saber aplicar en la
comunicación factores pertinentes según la situación, los
interlocutores y el tema que configuran cada acto comunicativo
(Núñez, 1991).

Hymes nos propone su modelo SPEAKING para analizar el plano


del discurso, donde cada letra representa un concepto de análisis:

S (setting) Situación: situación del habla


P (participants) Participantes: a quién va dirigido el discurso
E (ends) Finalidad: ¿para qué?
A (acts) Acto: tema y estilo de expresión
K (key) Tono: sarcasmo, serio, etc.
I (instruments) Instrumentos: canales de transmisión
N (norms) Normas: mecanismos de regulación interaccional
G (genre) Género: tipo de discurso

En este plano se ha considerado el lenguaje de la mujer como


más cortés y cooperativo, además de utilizar unos conectores
determinados y más coordinación que subordinación.

Estos tres niveles de análisis con sus correspondientes


divisiones conformarían el modelo de análisis del discurso oral
femenino en el ámbito empresarial. Para ello se podría elaborar
un esquema con cada uno de los apartados para revisar el material
disponible con cada una de las perspectivas que hemos mencionado.

Podríamos elaborar el siguiente esquema con las


características, según los estudios, propias del lenguaje femenino que
nos serviría como modelo de análisis para comprobar si se cumplen
en las interacciones de la mujer cuando trabaja fuera del hogar.

SABER ELOCUTIVO

• Pocas intervenciones.
• Abuso de adjetivos.
• No termina las oraciones.
• Falta de asertividad.
• Inclusión de puntos de vista de otros en lugar del propio.

SABER IDIOMÁTICO
• Lenguaje fonéticamente más correcto que el masculino de la
zona.
• Fallos fonéticos o sintácticos por desconocimiento, al intentar
ser correcto.
• Evitar el uso del pronombre personal “yo”
• No uso de palabras tabú.
• Uso de eufemismos.
• Uso de adjetivos valorativos.
• Uso abundante de “muy”.
• Uso de diminutivos.
• Uso de prefijos como “super”.

SABER EXPRESIVO

• Uso abundante de la coordinación frente a la subordinación.


• Terminar las frases de otro.
• Acompañamiento excesivo de gestos.
• Entonación interrogativa final en las afirmaciones.
• No respeta mecanismos de regulación interaccional.
• No intenta prevalecer sobre los demás.
• Mayor gama de tonos prosódicos.
4.- DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN

La investigación que planteamos no es constatar la diferencia


entre el habla femenina y la masculina, sino la diferencia entre un
modelo de habla femenina establecido por estudios anteriores y la
realidad en el ámbito empresarial.

Planteamos un estudio descriptivo y cualitativo, donde a través


de una observación participante, recojamos datos para su estudio.

Pensamos que la herramienta más adecuada para este análisis


de los datos obtenidos sería un análisis textual. Este procedimiento
tendría, según García (2003), las siguientes características:

• Objetividad: puesto que recurre a procedimientos de análisis


que pueden ser reproducidos por otros investigadores.
• Sistematicidad: implica que los análisis deben estar sujetos a
una serie de pautas objetivas que comprendan todo el
contenido a observar.
• Cuantitativo: los mensajes se consideran como una secuencia
de datos aislables, susceptibles de ser ordenados por categorías
y tratados de manera estadística.
• Manifiesto: el objeto de este análisis son los contenidos
manifiestos que se pueden observar de forma directa.

La pregunta clave que guía nuestra propuesta de investigación


sería: ¿Se reflejan las características propias del habla
femenina en la mujer en sus interacciones comunicativas
laborales?

Para lograr responder a esta pregunta nos planteamos los


siguientes pasos:

1. Elegir una muestra representativa de mujeres trabajadoras fuera


del ámbito doméstico. No pensamos que sea necesario una
muestra muy amplia, sino más bien unas “informantes” (siguiendo
a los dialectólogos) seleccionadas cuidadosamente por su
representatividad. Debemos intentar controlar en lo posible las
variables extrañas, edad, nivel formativo, social, etc.

2. Grabar con medios técnicos (vídeo, a ser posible) a estas mujeres


en sus interacciones con hombres y con otras mujeres cuando
habla de temas laborales. Pensamos que hay que excluir las
conversaciones que se puedan dar dentro de la empresa pero con
un carácter más informal o personal. No es necesario una gran
cantidad de material textual para su análisis, sino el estudio con
detenimiento de alguna interacción característica. Pensamos que
cualquier estudio que analice el discurso debe reflejar lo que
ocurre realmente en la situación comunicativa habitual. No nos
sirven entrevistas, ni situaciones preparadas donde el lenguaje
presentado puede estar influenciado por el contexto de
investigación.

3. Realizar un análisis textual del discurso empleado. Para ello,


revisamos el material disponible con el modelo de discurso oral
femenino que hemos visto en los apartados anteriores. Nos
podemos ayudar elaborando matrices para cada uno de los niveles
de análisis. En estas matrices cruzamos la información textual con
los criterios fijados con anterioridad.

4. Si es necesario, nos podemos ayudar con métodos estadísticos


como el análisis de correspondencias, donde podemos comparar
los perfiles léxicos de cada uno de los sujetos que intervengan en
la investigación, así podemos encontrar a los individuos más
próximos y las causas que lo originan (empresa, zona geográfica,
etc.).

Una vez que se obtengan los datos, García (2003) propone una
serie de tareas que favorezcan su interpretación:

• Resumir y presentar los datos para facilitar su comprensión e


interpretación dentro del marco contextual en que se lleva a
cabo el estudio.
• Descubrir en el interior de los datos aquellas relaciones que
no se perciben de manera superficial para, de esta forma,
lograr los objetivos de la investigación.
• Relacionar los datos obtenidos con aquellos que se pudieran
obtener con otros métodos de trabajo.

Además de todo este análisis en gran parte cuantitativo, la


investigación no estaría completa si no analizáramos el escenario de
este evento comunicativo. Existen, según Hymes, tres unidades
mayores por donde debemos empezar el análisis, éstas serían:

• La situación comunicativa
• El evento comunicativo
• El acto comunicativo.

La situación comunicativa

También podemos hablar de “contexto cultural”, los valores de


la sociedad se reflejan en el lenguaje, no es lo mismo que estudiemos
el habla de una mujer española, o una de ascendencia marroquí, o de
cualquier otro país. También es diferente el tipo de empresa y la
cultura organizacional imperante en ella. Hay empresas donde el
modelo de trabajador que se fomenta es más agresivo que en otras o
dónde la mujer tiene que parecer más masculina para poder
ascender.

Dentro de esta situación comunicativa habrá que tener en


cuenta el lugar físico donde se realiza: en el despacho propio, en sala
de reuniones, ... y la actitud psicológica con la que nos encontramos:
hay que presentar unos resultados desfavorables del departamento,
ha habido problemas anteriores con alguno de los presentes en la
reunión.... También podemos encontrar diferencias dependiendo del
día de la semana, la hora de la reunión... Todo este y más variables
de las que nos podemos dar cuenta a lo largo de la investigación nos
hará volver a analizar los datos recogidos.

El evento comunicativo

Hace referencia al tipo de acto del que estamos tomando los


datos, una presentación de resultados, una reunión de objetivos,....
Cada evento comunicativo tiene una serie de componentes fijos y
unas reglas establecidas y conocidas por cada uno de los
participantes. El investigador debe conocer estas normas presentes
en la cultura de la organización para poder comprobar si ha habido
algún tipo de variación en el evento comunicativo que pueda
depender de la presencia de una mujer.

El acto comunicativo

Es una pregunta, una aseveración o cualquier tipo de


intervención de la persona analizada. Existen múltiples actos
comunicativos en cualquier evento comunicativo.

Éste último, el acto comunicativo, es sobre el que debemos


realizar el análisis textual, donde los datos son más cuantitativos que
éstos que estamos tratando.

El análisis de un discurso implica recuperar la información


sintáctica y semántica pero además, introducir los elementos que el
interpretador aporta y que van desde los supuestos socioculturales e
ideológicos, los sistemas de creencias, los subcódigos, etc.

4.- CONCLUSIÓN

La incorporación de la mujer al uso publico del lenguaje ha


tenido y tendrá sus inevitables repercusiones en las lenguas
particulares. Las voces femeninas van conquistando el espacio que
les corresponde junto a las voces masculinas, que se habían
apoderado de todos los foros públicos. Pero no es suficiente con que
la mujer se adueñe de la porción de discurso que le corresponde para
que se produzca la revolución lingüística esperada y el respeto
solicitado a nuestra forma de hablar. Es necesario que tome
conciencia de que, pese a ser un instrumento que comparte con otros
usuarios y pese a las exigencias que tal circunstancia conlleva, ha de
ser ella misma quien imprima a su propia elocución la impronta
necesaria y precisa para que se ajuste a sus necesidades expresivas.

Hasta hace poco se suponía que las diferencias


comunicativas entre mujeres y varones eran meramente producto de
la socialización y se abogaba abiertamente porque las mujeres
cambiasen su conversación hacia un lenguaje más andrógino. De esta
forma les sería más fácil el acceso al poder. Pensamos que el
resultado de esta corriente de dominación está dando sus frutos hoy
en día y que muchas mujeres están tomando patrones discursivos
más propios de los varones para, de esta forma, conseguir un lugar
dentro del ámbito empresarial.

Pero a veces parece olvidarse que el lenguaje marca nuestra


pertenencia a un grupo. La pérdida del habla propia va
inexorablemente unida a la denigración de la identidad cultural.
Nunca se debería recomendar a nadie adoptar un patrón
comunicativo dado como se ha hecho hasta ahora, “las mujeres
acrecentarán su credibilidad en una intervención pública seria si
cambian de estilo comunicativo” (García, 2000).

Desde aquí reivindicamos que la mujer pueda expresar su


experiencia vital en su propio lenguaje, no nos podemos permitir que
otros hagan suyos los mensajes que solo a nosotras nos corresponde
codificar, articular y transmitir. Debemos conseguir respeto a nuestro
modelo de competencia comunicativa en todos los ámbitos.

Por suerte, las mujeres disponemos hoy en día de suficiente


libertad para modelar y configurar el lenguaje conforme a nuestros
propios saberes y forma de sentir. Pensamos que los actos
comunicativos formales son los suficientemente flexibles como para
acoger las nuevas formas y estilos que desde nuestra condición
femenina les podemos aportar. Y si es necesario romper con alguna
venerable tradición, habrá que romper con ella, sin el menor asomo
de culpa.
BIBLIOGRAFÍA

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