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Sandra Paredes López

Ministerio de Ujieres DEF

La oración es el nácar que protege nuestras vidas

¿Cuántos de Uds. conocen cómo se forman las perlas naturalmente?


Las perlas nacen de un proceso doloroso e irritante por el que pasa una ostra cuando una pequeña
partícula de arena invade su cuerpo. Debemos comprender que las ostras tienen un cuerpo blando y frágil,
porque no tienen huesos ni piel, por ello, deben generar esa cubierta protectora que conocemos como
concha, a través de una sustancia llamada “nácar”.

Así, cuando un cuerpo extraño las invade, como no pueden tolerar nada áspero dentro de sus conchas,
ellas usan el nácar como protección, y lo van cubriendo con varias capas de nácar hasta limpiarlo o
desaparecerlo completamente y anular la irritación que les produce ese grano de arena; cuánto más
tiempo permanezca el objeto extraño dentro del cuerpo del molusco, más gruesa será la capa de nácar y
más valiosa la perla que se produce. Así nacen las famosas perlas.

Seguramente reconocemos el nombre de Samuel como el primer profeta que señala la Biblia, y que fue
usado para ungir a David como Rey. Pero hoy, me gustaría hablarles de Ana, su madre, y de la manera
como Dios actúo en ella de la misma forma que ese grano de arena irritante actúa en la ostra para formar
una perla.

Así que les voy a pedir que me acompañen al capítulo 1 de 1 Samuel (1:1-28)

1 Samuel 1:1-8

1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de
Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde
estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada
uno su parte.
5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo
mejor que diez hijos?
9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a
un pilar del templo de Jehová, 10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 11 E hizo voto, diciendo:
Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino
que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.

Para comprender este pasaje es necesario situarnos en el contexto bíblico de esta historia:

Como acabamos de leer Ana era la esposa de Elcana, quién también estaba casado con Penina. Ella a
diferencia de Ana, le había dado hijos a él, mientras que Ana era estéril. (v.1-2)

Recordemos que en el Antiguo Testamento, se consideraba como deber de la esposa hacia su esposo el
darle un hijo, pero especialmente un hijo varón, pues eso le daba cierta posición social entre la tribu, de allí
que el ser estéril era visto como deshonra o afrenta de la pareja que no concebía.

Se puede suponer entonces, que Elcana, por no verse “deshonrado o avergonzado” cuando su mujer Ana
no le daba hijos, decidió tomar otra mujer por esposa, y así se casó con Penina y con ella sí tuvo varios
hijos e hijas, diez en total nos dice la palabra (v4, 8).

10/05/2011 -1-
Sandra Paredes López
Ministerio de Ujieres DEF

Así inició, el proceso de “irritación y aflicción” de Ana, pues ella, anhelaba desesperadamente darle un hijo
a su esposo, pero tenía en su delante a una Penina, celosa (porque Elcana amaba más a Ana que a ella
aunque la primera, no le había dado hijos), envidiosa (porque no le gustaba que él tuviera atenciones
especiales con ella), y por eso, tenía que irritarla “restregándole” a sus hijos en cara, causándole
frustración, tristeza e incluso perdida de apetito a Ana. (V.4-6).

Ahora, detengámonos un instante en el acoso que Penina debió ejercer en Ana. Si observamos en el verso
7, la palabra nos dice, que “hacía así cada año que iban al templo”. Consideremos entonces, el tiempo que
esto seguramente llevaba pasando; debieron ser por lo menos diez años, yo diría hasta más, ya que si
tomamos en cuenta que Penina tuvo 10 hijos, a una diferencia mínima de un año por niño, el tiempo
mínimo que Penina debió ejercer este tipo de acoso e irritación en Ana fue no menor a una década,
posiblemente más de una década.

Es evidente entonces, como Ana después de todo ese tiempo, tendría que estar deprimida, con su
autoestima por el piso, frustrada consigo misma por no poder dar a su esposo eso que ella tanto anhelaba,
un hijo.

Por eso vemos ese clamor amargo, triste y desesperado que le hace ese día a Dios en su oración. (v.9)
Observemos otra vez sus palabras en la oración que elevó: “si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva,
y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo
dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”.

En esta oración Ana derrama su corazón a Él, y se muestra completamente humillada y rendida al Señor,
noten como por 3 ocasiones, usa la palabra sierva, su actitud es la de alguien que reconoce que ya no
puede más en sus fuerzas, y que necesita de ayuda providencial, pero además es la oración de alguien que
se somete a la voluntad de Dios, pues ella, no sólo que pide por su necesidad y anhelo, sino que hace un
voto al Señor, ese voto significaría la consagración y dedicación de su hijo Samuel a Dios.

El clamor de Ana no sería indiferente al Señor, como ninguna de nuestras oraciones le es, pero Él en su
infinita sabiduría se tomó todo ese tiempo para formar el carácter de Ana en su aflicción y que ella pudiera
ver que Dios tenía el control.

Ana esperó un poco más de tiempo después de esa oración, hasta que llegó su hijo Samuel, eso lo
podemos ver en versos más adelante (v.19-28) pero esta vez en su espera, ella ya tuvo paz, a pesar que
su circunstancia aún no cambiaba, porque su confianza había aumentado y ahora tenía la certeza que Dios
le respondería, por eso lo adoraba aún antes de saber que ya estaba embarazada.

El anhelo de Ana no sólo que llegaría en el tiempo que Dios lo dispuso, sino que la bendición de Dios sería
mayor en ella, al darle otros hijos por aquel que ella estuvo dispuesta a entregarlo al Señor en
cumplimiento a la promesa que hizo en su oración.

Este proceso que Dios obró en Ana nos muestra algunas cosas que debemos considerar, cuando como ella
o como esa ostra, tengamos situaciones que nos afligen, mortifican, irritan, como hizo Penina con Ana, o el
grano de arena en la ostra, las cuales son:

• Debemos alejar nuestros sentidos de las cosas que nos parecen difíciles de manejar, por eso la palabra
nos dice “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”, no en nuestros problemas. Y yo
les recuerdo otro pasaje del Salmo 121:1-2

Salmo 121:1-2
1
Alzaré mis ojos a [de] los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?
2
Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.

10/05/2011 -2-
Sandra Paredes López
Ministerio de Ujieres DEF

[de] Si bien el salmo nos dice “a los montes” yo te digo quita tu mirada “de los montes” pues siempre
vemos a esos problemas, a las situaciones que nos afligen como una “montaña” difícil de escalar, y por el
contrario si pones tu mirada fuera de ellos, en el cielo, podrás ver a Dios, al que hizo los cielos y la tierra
como nos dice este salmo, y entenderás que Él tiene el control sobre esa “tu montaña”.

• La oración es el nácar que nos protegerá de esas cosas o situaciones que nos afligen, nos irritan o nos
roban la paz. Mientras más oremos, más dura será nuestra concha, y estaremos protegidos de
cualquier situación, pero si no lo hacemos, es fácil que lleguen las Peninas o los granos de arena que
quieran invadir nuestra vida y atemorizarnos o irritarnos. Sólo con más nácar o sea con más oración
podremos combatir esas aflicciones o circunstancias que aquejan nuestra vida.

Hebreos 4:16
16
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro.

• A Dios le agrada los corazones humildes, y rendidos a Él, aquellos que no temen hacer su voluntad,
aquellos que se deleitan en pasar tiempo con él, y que no temen esperar confiadamente en que Él
conoce mejor el camino o la solución para su circunstancia. Y por eso los honra con las peticiones de
su corazón.

Salmo 37:4-5
4
Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5
Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.

• Finalmente, reconozcamos que después de todo proceso de aflicción o irritación, una bendición mayor
siempre viene de la mano, como la perla en la ostra, o los hijos que recibiera Ana por su obediencia.
Porque Él es poderoso para hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos (Efesios 3:20)

• Así que la próxima vez que se te presente un problema antes de irritarte, afligirte, deprimirte o verlo
como un imposible recuerda lo que está en Lucas 18:27

Lucas 18:27
27
Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

Que Dios los bendiga.

10/05/2011 -3-

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