Sei sulla pagina 1di 215

UNIVERSIDAD DEL ACONCAGUA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
ADOLESCENTES TRANSGRESORES

LEGALES: CARACTERÍSTICAS

FAMILIARES Y ATRIBUCIÓN DE

CONTROL

UN ESTUDIO DE CASOS

TESIS DE LICENCIATURA

Autor: Pamela Fornés

Director: Lic. Arturo Piracés

Mendoza, Octubre de 2004


3

HOJA DE EVALUACIÓN

TRIBUNAL:

Presidente:

Vocal:

Vocal:

Profesor invitado: Lic. Arturo Piracés


Dedicado:

A mis papás Elina y Jorge.

A mi hermano Bernardo.

A la memoria de mi amiga Natalia Mazzolo.


5

AGRADECIMIENTOS

Al Lic. Arturo Piracés por el tiempo, dedicación y apoyo brindados.

Al Dr. Jorge Fernández Moya, por las semillas.

Al staff del Centro Privado de Psicoterapias de Mendoza por las posibilidades y

herramientas que me ofrecen.

Al personal del COSE por el comprometido apoyo, fundamental para la elaboración del

trabajo: Horacio Gozalvez, Rubén Castagnolo, Sandra Bravo, Pablo Quinteros, M. M.

Jaled Hadid, Antonio Cano y Federico Richard-Palmero.

A mis amigas y futuras colegas que me acompañaron en la el largo camino: Sonia, Coti

y Martu.

A mis amigas Marinés, Vero, Pao y Cari.

Al Sr. Roberto Petrella.

A Cambá y Pati.

A Federico por lo co-construido.


6

RESUMEN

ADOLESCENTES TRANSGRESORES LEGALES:

CARACTERÍSTICAS FAMILIARES Y ATRIBUCIÓN

DE CONTROL. UN ESTUDIO DE CASOS

Se investigó implicancias posibles entre características familiares en relación a

la imagen de cada padre y el ambiente familiar, con locus de control en adolescentes

con problemas con la ley privados de la libertad. El trabajo fue realizado en el Centro

de Orientación Socio Educativo (un correccional), con sujetos de edades entre 15 y 18

años. Se administró dos técnicas. La Escala de Manifestaciones Sintomatológicas de

Neil Mogge (MOSS), de la cual se consideró en forma especial las escalas que evalúan

la percepción de la familia; se evaluó además la atribución de locus de control a partir

de 24 ítems seleccionados de la escala Norwicki-Strickland. Se dividió la muestra en

grupos de alto y bajo riesgo (en función de tipo de delitos, variables sociales y

familiares) y los resultados obtenidos mostraron diferencias con respecto al porcentaje

promedio de atribución interna de control entre ambos grupos, siendo más interna en el

de bajo riesgo. Por otro lado los aspectos familiares (percepción de padre y ambiente

familiar) revelaron mayores áreas de conflicto en los sujetos de alto riesgo. Se

derivaron conclusiones generales y alternativas para nuevas investigaciones a partir de

las mismas.
7

ABSTRACT

YOUNG OFFENDERS: FAMILY FEATURES AND CONTROL ATRIBUTION:


A CASE STUDY

In this study implications between family traits –related to the parents perceived

images– and the locus of control attribution in young offeders were researched. The

research was conducted at the Centro de Orientación Socio Educativo (a correctional

institution), over subjects aged 15 to 18. Two scales were administered: Neil Mogge’s

Manifestations of Symptomatology Scales (MOSS) and 24 questions of the Norwicki–

Strickland Locus of Control Scale. From the MOSS, special attention was paid to

adolescent’s family perceptions related scales. The sample was divided in high and low

risk groups (taking into account the kind of offense, as well as social and family

variables), and the results showed differences related to the average percentage of

internal locus of control attribution in both groups, being more internal in the low risk

one. Family subjects (father perception and home environment) revealed major conflict

areas in the high risk subjects. General conclusions were derived and alternative ways

for further research as well.


8

ÍNDICE

HOJA DE EVALUACIÓN 3
DEDICATORIA 4
AGRADECIMIENTOS 5
RESUMEN 6
ABSTRACT 7
ÍNDICE 8
I. INTRODUCCIÓN 12
II. EL SISTEMA DE
CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD
DE LA DELINCUENCIA JUVENIL 16

II. 1. Adolescentes en conflicto con la ley.


Aproximación y contextualización 17

II. 1. 1. Acerca de la conducta delictiva 17


II. 1. 2. ¿Cuáles son los sujetos y conductas sociales
que se apartan de lo considerado normal? 19
II.1.3 Conformidad social, desviación y delincuencia 20
II. 1. 4. Factores de riesgo en la conducta delictiva 25
II. 1. 5. Controversia persona-situación

y sugerencias para la predicción de la conducta 25

II. 1. 6 Teorías criminológicas 30

II. 1. 7. Delincuencia: agresión y violencia 36


II. 1. 8. Contexto legal específico 41
II. 1. 9. Contexto institucional:
el Centro de Orientación Socio Educativo (COSE) 44

III. SISTEMAS EN INTERACCION 56


9

III. 1. Determinismo recíproco 56


III. 1. 2. Influencia recíproca y autodirección 59
III. 2. Teoría de Bronfenbrenner 61
III. 2. 1 Principios del modelo ecológico 61
III. 2. 2. Estructura del ambiente ecológico 62

III. 3. Aspectos individuales 64

III. 3. 1. Características conductuales 64


III. 3. 2. Características psicológicas
del menor delincuente 67
III. 3. 2. 1. Primeras perspectivas 67
III. 3. 2. 2 Perspectivas actuales 69
III. 3.2.3 Factores inhibidores
de la competencia social 71
III. 4. Aspectos contextuales 74
III. 4. 1. Perspectivas sociales y delito 74
III. 4. 2. Perspectivas de cambio 79
IV. EL SISTEMA FAMILIAR 82

IV. 1. La familia: microcontexto del adolescente 82


IV. 2. La familia 87
IV. 2. 1. ¿Qué entendemos por familia? 89
IV. 2. 2. Funciones de la familia 90
IV. 3. Funcionalidad y disfuncionalidad en la familia 91
IV. 4. Características de familias
de adolescentes transgresores legales 99
IV. 4. 1. Familia y carreras delictivas 99
IV.4.2 Ambiente familiar 100
IV.4.3 La familia como un concepto de enlace 101
IV.4.4 Vulnerabilidad socioambiental 101
IV. 4. 5. Tipos de control 102
IV.4.6 Estructura familiar: Hogares rotos 104
IV.4.7 Tensión familiar 107
IV.5 Familia y carrera delictiva 107
V.6 Prevención de la delincuencia en la familia 109

V. LOCUS DE CONTROL 114


V.1 Teoría del aprendizaje social de Rotter 114
V. 2. Jóvenes transgresores y locus de control 116
V. 3. Procesos atribucionales y locus de control 118
10

V. 4 Autoeficacia y otros constructos


relacionados con el control 119
V. 4.1 Autoeficacia y contexto familiar 121
V. 5. 1. La influencia parental sobre
las creencias de control en los hijos 124
V. 5. 2 Creencias de control y
contextos más amplios de interacción 127
V. 5. 2 Intervenciones:
Procesos personales mediacionales adaptativos.
Desarrollo de habilidades y cogniciones 130
IV.6.1 Auto-control y auto-instrucciones 132

VI. RELACIONES ENTRE LOCUS DE CONTROL,


PERCEPCIÓN DEL SISTEMA FAMILIAR Y
MANIFESTACIONES SINTOMATOLÓGICAS:
UNA APROXIMACIÓN A VARIABLES RELEVANTES
A NIVELES DE RIESGO 135

VI. 1. Interrogantes y objetivos 136


VI. 2. Hipótesis de investigación 138
VI. 3. Tipo de investigación, estudio y diseño 139
VI. 4. La muestra 142
VI. 4. 1. Unidades de observación 142
VI. 4. 2. Selección de sujetos 142
VI. 4. 3. Definiciones operacionales
para la constitución de la muestra 145
VI. 5. Instrumentos de evaluación 151
VI. 6. Administración de los instrumentos 156
VI. 7. Análisis y discusión de resultados 157
VI. 7. 1. Resultados del MOSS: aspectos generales 159
VI. 7. 2. Escala de Norwicki - Strickland: locus de control 168
VI. 7. 3. Aspectos familiares 172
VI. 7. 3.1. Aspectos familiares
surgidos de las entrevistas de admisión del AOF 179
VI. 7. 4. Locus de control en relación
a algunas escalas e índices del MOSS 185

VI. 8. Posibles direcciones futuras 193

VII- CONCLUSIONES 197


11

VIII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 202

APÉNDICE 1: INTERPRETACIÓN ESCALAS E ÍNDICES DEL MOSS 206

APÉNDICE 2: DISPERSIGRAMAS DEL MOSS


DE LOS INTEGRANTES DE LA MUESTRA 209

APÉNDICE 3: ÍTEMS DE LA ESCALA


NORWICKI-STRICKLAND UTILIZADOS EN LA INVESTIGACIÓN 212

APÉNDICE 4: CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN FAMILIAR


ÁREA DE ORIENTACIÓN FAMILIAR (COSE) 215
I. INTRODUCCIÓN

Desde hace algún tiempo el tema de la delincuencia, por su incidencia sobre la

comunidad, ha adquirido un notable protagonismo en nuestro medio. Resulta un tema

crucial, relevante y de actual discusión debido a que las situaciones que debemos

encarar, experimentar y conocer cada día no resultan ajenas al fenómeno. Estas

situaciones nos indican que es menester pensar sobre ellas, actuar e intentar buscar

respuestas y soluciones que puedan llevarnos a buen puerto.

Sabemos que el estudio de la conducta antinormativa ha sido y es intensamente

abordado desde muy diversas disciplinas y ,entre ellas, la psicología y la psiquiatría

ocupan un papel relevante.

Particularmente nos resultó interesante trabajar sobre el tema del adolescente en

conflicto con la ley que está privado de su libertad. Intentamos abordarlo fuera del

plano jurídico formal, a partir de la idea de que las transgresiones de los adolescentes a

la ley penal importan psicológicamente, por una parte, como manifestaciones de

variables de la personalidad, y por la otra como elementos integrantes de un sistema o

circuito más amplio que las determina. En consonancia con las modernas teorías
13

sistémicas de la personalidad (Fierro, 1996: 394), hacemos coincidir, sobre el mismo

fenómeno, dos puntos de vista que no son excluyentes: los elementos intra e

interpersonales que determinan la conducta.

Desde este punto de vista, nos interesa la conducta transgresora como fracaso en

el desarrollo más que como quebranto del orden del derecho. Por otra parte,

consideramos que las transgresión legales de los adolescentes de alguna manera

cuestionan el sistema social en tanto interviene en la formación de la personalidad y su

organización interna, en la medida en que la concurrencia de ambos sistemas –

individual y social– hacen a la eficacia de la conducta socialmente aceptada.

Como hemos titulado nuestro trabajo, nos permite presentarlo a partir de las dos

variables principales que desarrollaremos a lo largo del mismo y que finalmente

analizaremos y discutiremos en la presentación de resultados: las características

familiares y el estilo atribucional de locus de control en adolescentes en conflicto con la

ley privados de su libertad.

Al respecto de las características familiares diremos que en la actualidad es

prácticamente indiscutido el papel fundamental que tiene la familia en el desarrollo de

la identidad y formación de sus miembros; por lo tanto creemos que se torna

imprescindible pensarla como un área importante a abordar en trabajos con

adolescentes, tanto en situaciones de investigación como de tratamiento. En especial

cuando están en relación a temáticas tan difíciles y en la que entran en juego tantos

factores –individuales, familiares, socioeconómicos, culturales- como es el caso de la

conducta delictiva.

La otra variable a analizar será como mencionamos el constructo cognitivo de

locus de control. No quisiéramos adelantarnos al desarrollo del tema, pero creemos

necesario puntualizar a fin de que quede claro para el lector, que el concepto de Rotter
14

sobre la localización del control se refiere a la percepción del self como un agente más

o menos controlador de los resultados. Éste puede ser interno y externo. Podemos

agregar brevemente que la gente que tiene una tendencia hacia el lugar de control

interno en general considera que las consecuencias dependerán en gran medida de sus

propios esfuerzos, mientras que la gente alta en el lugar de control externo tiene la

expectativa generalizada de que las consecuencias dependerán mayormente de la suerte,

el destino, el azar u otras fuentes externas (Pervin, 1998: 75). Consideramos que el

constructo cognitivo de locus de control toma especial relevancia en el tema a partir de

la relación actualmente aceptada en ámbitos asistenciales y de investigación en

transgresiones legales, entre una mayor posibilidad del resultados positivos en la

rehabilitación y aquellos casos en que los sujetos se atribuyen a sí mismos el control

sobre su conducta, es decir lo que veremos más adelante como locus de control interno.

Por otro lado, nuestra investigación dará cuenta de las relaciones entre multitud

de variables, tanto sociales como individuales, y el delito, aceptando las limitaciones

que impone la dificultad en el establecimiento de relaciones causales. La orientación

teórica es interaccionista, teniendo en cuenta ciertas variables individuales y

concediendo un papel predominante a los factores del contexto, en la medida en que los

mismos son susceptibles de ser modificados en el ámbito de una intervención

terapéutica o rehabilitadora.

En cuanto a la relevancia de nuestra propuesta de investigación, pensamos que la

identificación, descripción y planteo de posibles relaciones entre los factores

contextuales y cognitivos puede contribuir a la planificación de intervenciones más

efectivas, eficaces y eficientes.


15

Para finalizar quisiéramos dar una idea del recorrido que nos espera a lo largo

del trabajo con la finalidad de que el seguimiento del mismo resulte lo más claro

posible.

Comenzaremos a partir de la información disponible acerca de los conceptos de

delito y conducta delictiva en líneas generales, para pasar al desarrollo de los factores

de riesgo y las teorías etiológicas asociadas a ellos. Luego realizaremos un

acercamiento más específico hacia el contexto legal más cercano, lo que nos permitirá

puntualizar los datos acerca de las leyes de Minoridad en Mendoza y realizar un

pequeño esbozo acerca del COSE (Centro de Orientación Socio Educativo), institución

que nos albergó para realizar el trabajo de evaluación de las variables propuestas como

relevantes.

A continuación daremos un breve recorrido por aspectos teóricos interaccionales

y, a partir de estos enfoques, desarrollaremos características conductuales, cognitivas y

de competencia social de los jóvenes en conflicto con la ley. Incluiremos también

aspectos contextuales de los sistemas sociales y culturales con los que interactúan los

jóvenes.

Más tarde desarrollaremos dos grandes capítulos en función de nuestras

variables principales: características familiares y locus de control en adolescentes en

conflicto con la ley. Terminando allí el desarrollo teórico, daremos paso a la parte

metodológica del trabajo, lo que nos permitirá presentar los datos obtenidos en ella y la

discusión y análisis de resultados.

Nuestra intención es dejar abiertas varias líneas de investigación que puedan ser

desarrolladas en estudios posteriores. Ojalá cumplamos ese propósito.


II. EL SISTEMA DE CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD
DE LA DELINCUENCIA JUVENIL

Las personas no cometen crímenes por simples

frustraciones que se remontan a la infancia o por

represiones inadecuadas o por urgentes deseos compulsivos.

Cada circunstancia delictiva es un problema sociológico y

psicológico presente que exige considerar la situación

completa y la personalidad total en el campo agredido por

la conducta. Y ese campo en sus múltiples variables y

vectores, incluye lo que predispone hacia la criminalidad,

aunque ocurre mediante un contorno precipitante. Es el

ambiente el que proporciona la fuerza para el ímpetu y hace

que la respuesta activa sea llamada crimen, porque la

condición del hombre en sí y en las relaciones con su

medio, es engendrar conflictos que varían culturalmente.

R. Lindner: Stone walls and men, citado en Horas,1972: 5.


17

II. 1. Adolescentes en conflicto con la ley. Aproximación y contextualización.

II. 1. 1. Acerca de la conducta delictiva

La expresión delincuencia juvenil se acuñó en Inglaterra en 1815 cuando se

condenó con la muerte a cinco muchachos cuyas edades oscilaban entre ocho y doce

años. Conmocionado por el episodio, Peter Bradford fundó una sociedad para la

prevención de la delincuencia juvenil orientada a investigar las causas del fenómeno

(Horas, 1972: 7).

Al acercarnos a la búsqueda de una definición de delincuencia encontramos

implícita la necesidad de definir qué actos han de ser contemplados como delitos. El

proceso empieza con la definición legal de las conductas que pueden ser llevadas a los

tribunales de justicia. Esta definición ha variado a lo largo del tiempo y, por supuesto,

también cambia de un lugar a otro ya que el significado amplio de la expresión

delincuencia varía según el derecho positivo de las diversas naciones. Además, el

sistema penal de cada país se expande en algunos casos al penalizar nuevas conductas y

se restringe al despenalizar otras.

Esta ambigüedad propicia conceptos operacionales por parte de los

investigadores que se inclinan por llamar delincuencia a:

…la conducta realizada por un individuo de cualquier edad, que en un momento y


espacio dado, una sociedad considera en conflicto con sus intereses, valores y patrones

de comportamiento (Horas, 1972: 8).


18

Muchos psicólogos han objetado el uso de esa terminología criminal referida a

niños y adolescentes y prefieren definir ciertas actitudes juveniles como conductas

desviadas.

La conducta desviada expresa desacuerdos con las demandas y expectativas

vigentes en un sector colectivo generalmente asociado y coincidente con otros sistemas.

Según Garrido Genovés y colaboradores, la desviación puede ser definida como:

…cualquier conducta social que se aparta de lo considerado como normal o

socialmente aceptable en una sociedad o contexto social (Jary y Jary, 1991, citado en

Garrido Genovés, 1997: 106).

o también como:

…la no conformidad a una norma o a una serie de normas dadas que son aceptadas por

un número significativo de personas de una comunidad o sociedad (Giddens, 1993, op.

cit.: 106).

Las definiciones de desviación contempladas apuntan a la reflexión sobre qué es

socialmente aceptable, qué es lo normal y cuáles las normas dadas aceptadas; por lo

tanto plantean ciertas dificultades para acotar el objeto de estudio desviación.

En cambio, el concepto de delincuencia incluye además otra palabra: conflicto.

Hace referencia a una conducta que entra en conflicto con la sociedad y que además

puede ser realizada por un individuo de cualquier edad.

Desde una perspectiva jurídica cuando hablamos de delito nos referimos a una

conducta humana, contemplada en un código y adjudicable a una persona que es


19

susceptible de pena. En el ámbito de la minoridad reviste características específicas que

serán tratadas más adelante.

Quisiéramos desarrollar más específicamente el porqué de tomar como

delincuencia juvenil y no como conducta desviada a la conducta que intentamos abordar

y que lleva a los jóvenes a estar privados de su libertad.

II. 1. 2 ¿Cuáles son los sujetos y conductas sociales que se apartan de lo

considerado normal?

Para pensarlo podemos partir de un rango de posturas extremas que marquen los

límites iniciales entre los que vamos a movernos. En el extremo amplio podría llegar a

considerarse que, de hecho, todos los actores sociales somos en alguna medida

desviados sociales, en tanto que no nos adaptamos enteramente a todos y cada uno de

los cánones sociales de nuestro grupo. En un extremo más restrictivo, a menudo se ha

concebido la desviación con un significado más próximo al de delincuencia. (Garrido y

Redondo, 1997: 107).

No podemos apartarnos de la relatividad que implica la desviación en diferentes

contextos, sociedades y culturas, que suelen considerar patrones distintivos de

normalidad o aceptabilidad de ciertas conductas. Consiguientemente quedan afectadas

también por esta diversidad trans-contextual las conductas desviadas. Un ejemplo típico

puede encontrarse en la utilización de ciertas drogas. Así, mientras que el uso de la coca

(como producto activo y no como droga elaborada) resulta aceptable e incluso

conveniente por razones climatológicas y de supervivencia en comunidades aborígenes

de la cordillera andina, o hasta puede ser recomendable sanitariamente como sustitutivo


20

del consumo de heroína en grupo de consumidores habituales, el consumo de coca será

en todo punto inaceptable y desviado en un grupo deportivo (ibíd).

Entonces ¿qué o quién determina qué es o no desviado en una sociedad?

Podemos tomar la idea de que

…la desviación no es una cualidad del acto sino más bien una consecuencia de la

aplicación por parte de otros de normas y sanciones (op.cit.:108).

Como vemos, determinar qué es delincuencia y quiénes son delincuentes o no

dista mucho de ser una tarea sencilla. Nos resulta entonces necesario profundizar en

algunos conceptos para acercarnos a abordajes posibles de la problemática.

II.1.3 Conformidad social, desviación y delincuencia

El estudio científico de la delincuencia requiere la exploración de conceptos

próximos a ésta, ya sea por oposición o semejanza, como lo son los de conformidad

social y desviación (op. cit.: 105).

Tomando ideas de Giner, podemos pensar el término de conformidad social

diferenciando la propia conformidad del consenso social. La primera es concebida

como un hecho de comportamiento, como una conducta –aquélla que se conduce acorde

con las pautas del grupo– más que como una actitud psicológica de sometimiento; el

segundo trascendería el terreno conductual para acercarse a la capacidad de acuerdo y

solidaridad. Paralelamente se ha constatado la entidad siempre relativa más que absoluta

de la conformidad social, ya que con frecuencia algunos individuos y grupos que


21

pierden sus ligámenes consensuales comienzan a actuar de modo disconforme o

desviado (Giner, 1993, op.cit.:105)

El concepto de desviación estadística, con respecto a lo que difiere de lo común

o habitual, no llega a definir cómo deberían comportarse las personas, sino que

únicamente describe el modo en que suelen hacerlo, dejando de lado el debate sobre la

naturaleza de la desviación.

La desviación puede entenderse entonces como la cara opuesta de la

conformidad social. Si bien hemos ya definido el término desviación quisiéramos ahora

tomar la etimología latina de esta palabra. Encontramos el verbo deverto, cuya primera

acepción es desviar, y el adjetivo devius (-a, -um)1, con múltiples significados

conectados como el de desviado, apartado, fuera del camino, extraviado en el error,

desatinado e insensato. De común raíz originaria proviene el adjetivo diversus (-a, -um),

que literalmente tiene el significado de diverso, diferente. Por lo tanto resulta

interesante reflexionar acerca de la cercanía etimológica y sociológica entre desviado

por un lado y diverso o diferente por el otro.

El origen remoto del estudio científico de la desviación puede ser rastreado en

las mismas inquietudes que estuvieron en la base de nacimiento de la sociología. En

Europa fueron las tensiones de clases las que dieron lugar a la reflexión sociológica; en

Norteamérica la necesidad de buscar técnicas sociales para auxiliar en procesos de

ordenación e integración de comunidades heterogéneas, compuesta por razas y culturas

muy diversas. Y en la Norteamérica de principios de siglo se hizo más necesario el

concepto de desviación a partir del crecimiento de la desigualdad económica, la

diversidad racial, lingüística, cultural, religiosa, etc. ya que dieron lugar a disfunciones

1
Diccionario ilustrado latino-español, español-latino, 1969
22

en los procesos integradores, derivando con frecuencia en supuestos de desviación.

(Garrido y Redondo, 1997: 106).

Creemos que si consideramos la delincuencia juvenil como una conducta

desviada estamos haciendo hincapié en el sentido negativo que puede haber en esta

diversidad o diferencia de la norma. Pensamos que la desviación aparece dotada de una

connotación negativa debido a que otros le atribuyen esa cualidad, a causa de los

procesos de marginación y sufrimiento que suscita, y debido sin duda a que algunas

conductas desviadas más violentas dañan seria y realmente a la propia sociedad. Sin

embargo, considerada esta primera perspectiva generalista. No debemos perder de vista

el carácter positivo que algunas manifestaciones desviadas terminan jugando en el

funcionamiento y en el cambio social. En términos de sistemas –sean definidos como

familias, organizaciones, sociedades, etc.–, la desviación conceptualizada como

retroalimentación positiva constituye el motor del cambio (Fernández Moya, 2000:

150).

Repasando la historia podemos recordar innovaciones científicas y tecnológicas

que costaron la marginación y hasta la vida a algunos de sus descubridores. Más

recientemente basta con estar al tanto de las diversas luchas por la dignificación laboral

y la tolerancia sexual, entre otras. Generalmente son procesos que comienzan

comandados por unos pocos atrevidos, que con frecuencia dejan mucho en el intento,

hasta que, poco a poco, los valores y normas sociales imperantes van evolucionando

hasta convertir lo desviado y anormal en tolerado y normal.

Este patrón se repite dentro de otros sistemas de pensamiento como son las

comunidades científicas: Thomas Khun (1971) ha descripto el status marginal que en un

comienzo tienen las ideas que después llegarán a ser paradigmáticas .


23

De todos modos, reconocemos que si exageráramos este planteamiento

podríamos caer en una especie de relativismo inaceptable en el que todo resultaría

válido, en el caso de que llegáramos a considerar que en materia de desviación nada

existe y todo es creación no de los desviados sino de los otros.

Las acciones de los llamados desviados pueden ser muy diversas tanto en su

naturaleza como en su intensidad, y dependiendo de ello, en su aceptabilidad social. Por

ejemplo, es evidente que la realización de pintadas en lugares públicos y el asesinato

son dos conductas suficientemente diversas como para que no puedan ser abordadas

como semejantes. Sin embargo en ambas situaciones existe una conducta de base que

producirá en la sociedad una serie de reacciones y elaboraciones. Las pintadas pueden

ser en cierto modo toleradas y hasta canalizadas en algunas sociedades (por ejemplo con

la creación de espacios para pintadas), pero nadie pensaría en una sociedad en la que el

asesinato sea socialmente aceptado (Garrido y Redondo, 1997: 110).

En el caso de la delincuencia de menores o juvenil, generalmente la bibliografía

incluye bajo esta etiqueta tanto las conductas que son ilegales por razón de la edad de

los infractores (escaparse de casa, asistir a espectáculos prohibidos), como las que

violan el código penal de una sociedad, sin importar la edad del delincuente (robo,

homicidio, violación, etc.). El tema se complica más si agregamos el término de pre-

delincuencia, e incluimos en éste el uso de alcohol o drogas, el ausentarse regularmente

de la escuela sin justificación o situaciones en las que existe una grave perturbación de

la conducta escolar.

Al tomar en cuenta todas estas consideraciones coincidimos con Garrido y

Redondo, sobre la necesidad de hacer una distinción práctica que gradúe la magnitud y

tolerancia social de la conducta desviada. Por lo tanto utilizaremos en nuestra

investigación la idea de diferenciar entre aquellos procesos de desviación más o menos


24

blanda, cambiante en diferentes contextos, y la delincuencia dura, de carácter violento

y cuya consideración como tal guarda una considerable estabilidad a lo largo del tiempo

y el espacio. Citando a los mencionados autores decimos que:

…se puede establecer un continuum que va desde una mera diferenciación de ciertos

individuos y conductas, pasando por la desviación y la delincuencia blanda (que

pueden ser distintas en diferentes contextos y momentos) hasta la delincuencia dura

(op. cit.: 119).

En resumen, consideramos que el utilizar el término de delincuencia, tomando

en cuenta el carácter más duro de las conductas a las que nos hemos referido, no

implica la utilización del mismo de modo despectivo o inapropiado en el caso de la

conducta adolescente. De todos modos suele resultar más apropiado y pertinente

también referirnos a la conducta de estos adolescentes como sujetos transgresores

legales, los que se encuentran en conflicto con la ley penal y están privados de su

libertad.

II. 1. 4. Factores de riesgo en la conducta delictiva

Cuando intentamos saber cómo surge un delincuente, debemos averiguar cuáles

son los predictores más importantes de la delincuencia, es decir, los factores que pueden

estar potenciando el desarrollo del comportamiento antisocial y la actividad criminal

desde la infancia a la edad adulta. El conocimiento de estos predictores o factores de

riesgo de la conducta delictiva procede de los estudios longitudinales, donde se analiza


25

cómo cambian los sujetos con respecto a una variable o variables específicas en varios

momentos temporales.

Sin embargo, consideramos que es menester relativizar el concepto de

predicción. ¿Es siempre es posible encontrar factores predictores? ¿Cuán exacta puede

ser esta predicción? ¿De qué nos sirve? Discutiremos a continuación la posibilidad de

predicción de la conducta a partir de la consistencia de la misma.

II. 1. 5. Controversia persona-situación y sugerencias para la predicción de la

conducta

En el último capítulo de este trabajo hemos tomado dos técnicas para la

medición de las variables planteadas como interesantes de relevar. Un aspecto de

manifestaciones sintomatológicas centradas especialmente en las características

familiares y luego una escala de índice de locus de control.

En relación con el interjuego de estas variables que más adelante definiremos,

nos parece atinente la controversia entre persona y situación. Damos por sentado que

toda conducta –incluidas las que intentaremos medir– es influida por el ambiente o

entorno más amplio, el momento y el contexto en el que se toma; por ello no tomamos

los datos como irreductibles. No obstante, creemos que hay ciertas características

conductuales y cognitivas que la persona tiende a mantener a lo largo de su vida porque

le resultan efectivas en determinadas situaciones y es por ello que la misma conducta es

reforzada en el juego de interacción cotidiano. Resulta claro que estamos acercándonos

a temas de personalidad.
26

Se puede hablar de dos tipos de consistencia al hablar de personalidad: la

consistencia longitudinal y la consistencia transituacional. La primera que puede ser

llamada estabilidad, se refiere a si las personas pueden permanecer estables a lo largo

del tiempo en sus características de rasgos. La segunda, que llamaremos consistencia, se

refiere a si la gente manifiesta los mismos rasgos a lo largo de una serie de situaciones

(Pervin, 1998: 56).

Hay buena evidencia de la estabilidad longitudinal de los rasgos. Estudios

realizados por Block y Conley (1981, 1985) informan sobre la conclusión de que la

personalidad cambia poco después de cumplir los 30 en la mayoría de la gente. Los

autores son categóricos respecto a la estabilidad de la personalidad después de los 30

años, caracterizándola de inalterable, permanente y “fija como el yeso” en muchos

casos (ibíd).

Creemos que se debe pensar en estas afirmaciones con cierta cautela. Sin

embargo, al plantearnos el porqué debería haber estabilidad longitudinal digna de

consideración en la personalidad, pensamos en cuáles son la posibilidades de

modificarla que se van generando. La gente selecciona y moldea sus ambientes a fin de

reforzar sus rasgos. Por ejemplo cuando se percibe que alguien es extravertido es

probable que los demás, en su entorno, se comporten de manera que perpetúen esa

característica. En otras palabras, una persona con cierta autoimagen se comportará de

manera que confirme esa autoimagen y los otros, frente a esa imagen de la persona,

también se comportarán de manera que la confirmen. A menudo es esa una razón que

hace muy difícil para la gente comportarse de forma diferente y hacer que los demás los

traten de forma distinta. Por lo tanto a pesar de que la personalidad puede cambiar, hay

poderosas fuerzas en funcionamiento para mantener la estabilidad a lo largo del tiempo.


27

Si estudiamos la consistencia transituacional el tema se complica un poco más.

Incluiremos aquí el principio de agregación: en éste varias conductas serían

significativas del mismo rasgo y en muchas situaciones una persona se conduciría de

una manera significativa de aquel rasgo. En palabras de Pervin: “...un rasgo no se

refiere a una conducta específica, sino más bien a una clase de conductas a lo largo de

una serie de situaciones” (op. cit.: 58).

Siguiendo con el ejemplo de conducta extravertida entendemos que una persona

alta en extraversión puede variar en la forma de expresar la extraversión de una

situación a otra y pueden no ser extravertidas en una situación única, específica.

A partir de distintos estudios enunciados en el libro de Lawrence Pervin, éste

arriba a las siguientes conclusiones: la gente es más estable en intervalos temporales

más breves y a una edad más avanzada que en los primeros años de la vida y en

intervalos temporales más largos. La gente es más consistente en situaciones similares

que en situaciones distintas (op. cit.: 59).

¿Cuáles son las sugerencias de estos descubrimientos para la predicción de las

conductas? Podemos llegar a la conclusión de que el mejor mecanismo de predicción de

la conducta en una situación es la conducta anterior en una situación comparable,

sosteniendo de esta manera la semejanza de la influencia de las variables tanto de la

personalidad como de la situación.

Esto nos hace pensar en forma directa en los factores que ayudan al

mantenimiento de conductas, y lo vemos reflejado en el ambiente en el que el

adolescente se mueve, interactúa, vive. Sin duda son variables a tomar muy en cuenta

en el proceso de rehabilitación social que deberá realizar el chico luego de un período

de privación de libertad, ya que si bien pudo estar trabajando en la adquisición de

habilidades sociales; probablemente regresará al mismo barrio, a la misma casa, a la


28

misma familia, lugares habituales en que actúe –probablemente sin tener voluntad

directa sobre ello– en función de pautas mantenedoras de la conducta delictiva y en los

que se espera que el chico se comporte de determinadas maneras que en ciertas

subculturas o culturas son aceptadas pero implican comportamiento delictivo. Sumando

a esto factores sociales y económicos más influyentes que ayudan a limitar

oportunidades de cambio como por ejemplo el hecho de conseguir un trabajo luego de

haber estado institucionalizado.

Pero veamos finalmente qué entendemos por factores de riesgo:

...son el conjunto de factores individuales, sociales y ambientales que pueden facilitar e


incrementar la probabilidad de desarrollar desórdenes emocionales o conductuales (Garrido y

Redondo, 1997: 455).

A pesar de distintas predicciones a gran escala, existe coincidencia en señalar la

conveniencia de programar estrategias preventivas que identifiquen e intervengan en

incipientes problemas con la finalidad de poder actuar a tiempo y reducir la tasa de

conducta antisocial.

La idea general es que un comienzo precoz en una variedad de problemas de conducta

avalan la necesidad de una intervención temprana sobre la infancia en riesgo de

delincuencia posterior (op. cit.: 457)

Esta afirmación se encuentra respaldada por diversas investigaciones que han

señalado la continuidad y extensión de los problemas de conducta en la infancia en una


29

variedad de desórdenes en la vida adulta, como historia laboral inestable, alcoholismo,

trastornos mentales, delincuencia, etc.

¿Quiénes son los delincuentes? Se ha analizado la influencia que sobre la

conducta delictiva ejercen los factores socioculturales, situacionales, educacionales,

familiares, biológicos, de personalidad, etc. Sin embargo, y como ya hemos señalado, el

perfil del delincuente dependerá en todo caso, de cómo definamos inicialmente la

delincuencia.

En la medida en que asumimos –en acuerdo con la epistemología del

construccionismo social y del constructivismo– que el conocimiento es una

construcción cognitiva social, derivada de consensos entre las personas que definen un

objeto de estudio y no el producto objetivo de un reflejo de la realidad (Keeney, 1987),

resulta entendible que los distintos factores de riesgo postulados como asociados al

inicio y mantenimiento de la delincuencia se verán influenciados con respecto del

mayor o menor grado de importancia que se le brinde según nos paremos en uno u otro

paradigma teórico acerca de la delincuencia. Así, por ejemplo, una teoría psicoanalítica

tenderá a dar valor a los procesos individuales dinámicos inconscientes de aquello que

significa para el delincuente, en su dinámica intrapsíquica el delito, definiendo al

mismo como síntoma de los conflictos internos de las personas. Por el contrario teorías

muy opuestas a ésa, basadas únicamente en un factor ambiental o situacional

considerarán a la conducta delictiva como una mera respuesta del sujeto a dichas

influencias.

Como hemos expuesto en la introducción, nuestra visión es de tipo integrativa.

Intenta dar cuenta de las relaciones entre multitud de variables, tanto sociales como

individuales, con el delito, insistiendo en la dificultad del establecimiento de relaciones

causales absolutas y unidireccionales. Tenemos en cuenta, pues, ciertas variables


30

individuales de predisposición (agresividad, tipos de aprendizaje) pero también

concedemos un papel sustancial a los factores sociales y ambientales. Teniendo en

cuenta los datos disponibles, abogamos por una intervención que implique la

modificación ambiental y la instauración de habilidades sociales.

II. 1. 6. Teorías criminológicas

“Los modelos permiten describir las cosas de una cierta manera, pero nunca necesariamente de la

manera en que las cosas son. Tal vez no haya una manera en que las cosas son” (Fernández Moya,

2000: 97)

Como adelantamos haremos una revisión de las distintas interpretaciones

etiológicas respecto del fenómeno de la delincuencia, a fin de contextualizar los

desarrollos de los próximos capítulos y el estudio de casos que constituye nuestro aporte

a la investigación en delincuencia juvenil.

Aunque la amplitud de los factores explicativos que utilizan unas y otras teorías

es muy variable, en general las teorías presentadas dirigen su atención a algún sector

específico de factores (fallos en el control formal, desorganización social, ruptura de los

vínculos sociales, aprendizaje, predisposiciones agresivas, etc.) al que se atribuye el

peso principal a la hora de explicar la conducta delictiva. Quizás lo más importante es

que del mismo modo que restringen el espectro de factores explicativos utilizados, su

capacidad esclarecedora del fenómeno delictivo es también limitada.

En general podemos decir que una teoría es una explicación de algo. Más

técnicamente decimos que una teoría o modelo teórico


31

…es un conjunto, más o menos explícito, de hipótesis o proposiciones dirigidas a

explicar un fenómeno natural mediante su relación con otro u otros fenómenos

naturales (Vold y Bernard, 1986, citado en Garrido y col., 2001: 152).

En la labor científica la teoría asume un doble papel, ya que por un lado integra

y resume los principales conocimientos acumulados en una materia, y por otro,

funciona como guía marcando pautas para la investigación futura.

A continuación vamos a citar brevemente algunas teorías criminológicas acerca

de la conducta delictiva para tener una idea de la diversidad de elementos a tomar en

cuenta. Igualmente creemos que más allá de ser válida la intención de conocer la

etiología de la delincuencia y las conductas delictivas, lo importante y realmente eficaz

consiste en conocer sobre qué factores podemos actuar y de qué modo para atacar el

problema de la manera que resulte más efectiva. Más tarde, luego de pasar por las

teorías sobre el surgimiento del delito haremos hincapié en perspectivas de cambio y

diversos estudios que nos ofrecen una idea de qué tipo de trabajos resultan más eficaces

para tratar la delincuencia.

Para realizar esta pequeña reseña sobre las teorías etiológicas de la delincuencia

hemos tomado las diferentes teorías a las que se refieren Garrido y col. (2001) y nos

permitimos hacer un breve resumen de ellas:

a) El delito como elección

Los puntos de partida de todas las perspectivas englobadas en esta categoría son

la racionalidad humana y la tendencia al placer como base de la delincuencia. Según

ello, los individuos para delinquir o no valorarían las circunstancias de costo-beneficio


32

que les comporta su conducta. Es decir, que se basan en la posibildad de una decisión

racional para delinquir o no. A la vez, la sociedad debe disponer de normas y sanciones

penales para contrarrestar esta inclinación al beneficio personal. Implícitamente , la

aseveración de que existe una tendencia humana hacia la obtención de placer

presupone, por un lado, una cierta fundamentación biológica, y por otro, la existencia

de un ambiente que ofrece la disponibilidad de objetos y situaciones deseables.

b) Las predisposiciones agresivas

Este conjunto de teorías comenzó con los estudios de Lombroso afines del siglo

XIX. Actualmente conciben la agresión como una tendencia adaptativa de los seres

humanos a su entorno físico y social. Estas tendencias agresivas serían el resultado de la

selección natural operada a lo largo de la evolución de las especies. En esta línea la

agresión cumpliría un papel adaptativo en la mayoría de las ocasiones, mejorando la

supervivencia de los individuos frente a las dificultades ambientales. Sin embargo, en

algunas ocasiones, los individuos podrían excederse en sus manifestaciones agresivas,

ya sea por razones biológicas o ambientales, y podrían terminar delinquiendo.

c) Las influencias sociales

Otro grupo de teóricos se distingue por realzar el papel de las influencias sociales

que pueden derivar en patología social y situaciones de anomia. Para ellas la

delincuencia es el resultado de la estructura y el funcionamiento social, y


33

especialmente, de los desequilibrios existentes entre los objetivos sociales y los medios

legítimos disponibles para su obtención. Es decir, entre los objetivos sociales que se

proponen a los ciudadanos y las posibilidades o recursos limitados de que disponen los

individuos más frágiles de la sociedad (aquellos que cuentan con menores potenciales

educativos o económicos, entre otros) para el logro de tales objetivos. Esta discrepancia

entre objetivos y medios, genera una tensión en los individuos, que pueden traducirse

en la aparición de subculturas y de reacciones de ira, cólera o malestar social. Como

resultado de éstas reacciones y acompañado por la ausencia de controles sociales para

su contención, algunos individuos cometerían actos delictivos para encarar el conflicto

generado.

d) Las diferencias individuales

Proponen que los sujetos difieren entre sí en una serie de características personales

relacionadas con la edad, el sexo, la inteligencia y la personalidad. Todos estos factores

pueden jugar un papel decisivo en su influencia sobre la conducta delictiva. La variable

edad aparece claramente relacionada con el desarrollo y evolución de la carrera

delictiva. Los varones delinquen más que las mujeres, y la investigación psicobiológica

actual ha puesto de relieve la existencia de diferencias hormonales y neurológicas

asociadas al género que se relacionan con agresividad. Por otro lado muchos

delincuentes muestran deficiencias en su inteligencia social o interpersonal. Además

algunas teorías psicológicas han planteado la existencia de ciertos rasgos de la

personalidad vinculados al comportamiento delictivo. Aunque todos los anteriores

factores tienen evidentes componentes biológicos en su base, ello no significa que estas
34

características individuales no sean también el resultado final de diversos elementos

ambientales y sociales.

e) El aprendizaje de la delincuencia

Estas teorías en primer lugar enmarcan distintos modelos explicativos de la

conducta como el condicionamiento clásico o por asociación estimular, operante o por

las consecuencias que siguen al comportamiento, y el aprendizaje vicario o mediante la

imitación de modelos. Su perspectiva fundamental es que, al igual que toda la conducta

humana, también la conducta delictiva es aprendida. Entre ellas se encuentran la teoría

de la asociación diferencial de Sutherland y del aprendizaje social de Bandura.

f) La reacción y el conflicto social

Este paradigma tuvo su inicio a finales de los años sesenta. El mismo sostiene que

las leyes no son, sin más, el resultado del consenso social entre el conjunto de los

ciudadanos. Además consideran que los factores individuales o sociales aducidos en los

anteriores grupos teóricos no son los responsables de la delincuencia, o al menos, no

son los elementos más importantes a considerar. El factor fundamental es que la

sociedad crea unas normas que coinciden esencialmente con comportamientos


35

característicos de los grupos más desvalidos de la sociedad. Ciertos individuos son

etiquetados como delincuentes (por ejemplo los toxicómanos) por razones de su

diferencia o de su fragilidad social cultural o económica. De este modo las leyes y la

reacción social frente al comportamiento de algunos individuos, los más débiles de la

sociedad, son en realidad las que definen y crean la delincuencia. Entonces el foco de

atención de estas perspectivas son los procesos de creación de las leyes y las reacciones

sociales que siguen a ciertos comportamientos.

g) Teorías integradoras

Se trata de perspectivas más modernas cuyo objetivo es desarrollar explicaciones

más amplias y comprensivas del fenómeno delictivo. Encontramos tres grupos

principales:

• Las teorías multifactoriales, que toman en consideración la influencia de

diversos elementos sociales, personales y económicos.

• Las teorías de los rasgos latentes, que consideran que algunos individuos

poseen ciertas características personales que los posicionan frente a un

mayor riesgo de cometer delitos

• Las teorías de las etapas vitales, que plantean que al igual que los sujetos

evolucionan a lo largo de su vida, paralelamente cambian también los

factores que influyen sobre su conducta delictiva.


36

Una vez presentadas los diversos grupos de teorías criminológicas a cerca del

inicio y mantenimiento de la conducta delictiva, y habiendo dejado en claro nuestra

postura de carácter integrativo –considerada como sólo una mirada posible entre

muchas–, continuamos con algunos aspectos que consideramos fundamentales y dignos

de destacar.

II. 1. 7. Delincuencia: agresión y violencia

Muchos estudios retrospectivos y prospectivos han demostrado que la conducta

agresiva antisocial en muchos jóvenes está asociada con el desarrollo posterior de la

delincuencia (Farrington, 1978; Wolfgang y col., 1972, West y Farrington, 1973;

Robins, 1966; Wadsworth, 1979; citados en Rutter, 1988: 35) y no existe ninguna duda

de que se da un sustancial y comprensivo solapamiento entre conducta delictiva y

agresión.

Es importante indicar que esta asociación no es un mero reflejo de la relación

entre agresión y delito violento. De hecho, un estudio realizado por Farrington en 1978

en Cambridge sobre el desarrollo de la delincuencia, mostró que los chicos que eran

agresivos a la edad de 8 ó 10 años mostraban un riesgo incrementado tanto de cometer

delitos violentos como no violentos (aunque, como se suponía, la asociación fue mayor

con el primero). Sin embargo esto podría reflejar el solapamiento entre robo y

agresividad en edades tempranas, antes de que los jóvenes puedan ser calificados como

delincuentes oficialmente. Además, queda instalada la pregunta sobre qué sucede en el

posterior desarrollo del chico que es agresivo pero que no roba y viceversa.

Como la agresión ha sido bien estudiada y desarrollada a partir de marcos

teóricos etológicos, tomaremos la siguiente definición de comportamiento agresivo:


37

Aunque esto peque de simplista, incluiremos en el concepto de comportamiento

agresivo, a cualquier acto motor orientado a amedrentar, dañar o incluso destruir a un

individuo de la misma o de diferente especie. El acto agresivo no deberá ser

considerado como simple o estereotipado, sino parcialmente determinado por el

animal que lo desencadena. Este animal, perteneciente o no a la misma especie,

desarrollará también un conjunto de actos defensivos, enmarcados entre la

inmovilidad y la huida. Evaluando la situación, el animal producirá un número de

actos agresivos, en parte semejantes a los del agresor. Podemos decir, entonces, que

existe un rápido cambio de información, una especie de diálogo, entre el animal

agresor y el agredido. (Marianetti, 199: 45).

De acuerdo con las explicaciones de carácter etológico sobre la agresión, se ha

postulado que ésta y la violencia son inevitables entre los organismos vivos, muy

especialmente en el hombre.

Para establecer una definición de violencia tomamos las palabras de García

Silberman y Ramos Lira:

La violencia es una manifestación tan compleja que no está conformada nada más que

por los hechos concretos que la expresan. La violencia como uso excesivo de la

fuerza, es también un objeto que se evalúa e interpreta en un marco social y estos

elementos forman parte también de sus orígenes y de su mantenimiento en la

sociedad.[...]. De este modo, los valores subyacentes a la violencia son la

dominación, el uso de cualquier medio para lograr los fines propios y la

deshumanización, todo lo cual contribuye a la espiral maligna de la violencia (la única

respuesta a la violencia es más violencia) (Citado en Corsi, 2003: 68).


38

En resumen podemos decir que la agresión y la violencia coinciden en cuanto a

ser conductas interactivas, sociales, pero difieren en cuanto a los niveles que

básicamente las definen: la agresión se define desde lo psicológico individual, a partir

de una intencionalidad de daño hacia el otro que combina aspectos cognoscitivos y

afectivos en proporciones variables; por su parte, la violencia se define desde lo

cultural, a partir del desequilibrio de poder, y es mediatizada desde lo psicológico a

través de una intención de daño. Se considera que la violencia es aprendida, en función

de mecanismos tales como el modelado social y la anticipación de consecuencias que se

vinculan con valores sociales de poder y dominio.

En definitiva, la violencia es un fenómeno complejo y ampliamente expandido

dentro de la cultura por cuanto es susceptible de manifestarse en todas las vertientes de

la estructura de poder, las cuales alcanzan hasta los ámbitos sociales que acogen al

individuo durante las primeras etapas de su desarrollo personal, que son las de mayor

vulnerabilidad (op. cit.: 72).

Por otro lado, con respecto a la idea de que tanto agresión como violencia son

inevitables entre los seres vivos, creemos que esta perspectiva etológica omite la mirada

sobre factores ambientales presentes y la relación que tienen estos con la conducta.

Así mismo, se puede entender que el sostenimiento de la idea de la guerra y la

violencia en las relaciones entre los seres humanos, es aprovechada desde esa postura

como una justificación científica. A partir de la idea de que los seres humanos

requerimos de la conducta agresiva como un mecanismo de adaptación continuo (tanto

para la selección de las especies como también para su conservación) se puede sostener

la idea sobre la imposibilidad de eliminar la agresión del repertorio de los organismos

vivos.
39

En 1986 un grupo de científicos estudioso del tema firmaron el llamado

Manifiesto de Sevilla, que declara como científicamente incorrectas afirmaciones

vinculadas con la idea de la generación espontánea de la agresión y con la disposición

biológica hacia la guerra (op. cit.: 65).

No es nuestra intención negar la importancia y validez de las investigaciones de

la etología, pero creemos que no siempre se pueden realizar extensiones lógicas de sus

afirmaciones al campo del comportamiento humano. A pesar de que el ser humano,

como organismo vivo, se encuentra como los demás miembros de la escala zoológica

sometido a las mismas leyes de la naturaleza; es indudablemente el único que ha sido

capaz de transformarla de manera activa, voluntaria y planeada.

Independientemente de que el medio ecológico haya sido determinante en la creación

de lo que hoy conocemos como especie humana, es también muy cierto que el hombre

ha sido el gran transformador de la naturaleza del medio ecológico. Muchos de los

grandes problemas a los que se enfrenta la sociedad industrial de nuestro tiempo, son

precisamente resultado de esa alteración consciente del medio (Marianetti, 1999: 67).

Con todo esto queremos explicitar que si consideramos como generalizable al

fenómeno humano el hecho de que la agresión y la violencia son inevitables, escaso

valor tendrían las investigaciones, los trabajos en instituciones, cárceles, correccionales;

en síntesis, la búsqueda y continuidad del conocimiento científico, preocupado en

ampliar los medios necesarios y suficientes para construir un sistema social que haga

posible moderar en gran escala el surgimiento de las mismas. En palabras de Marianetti.


40

El énfasis en los factores ambientales y en la posibilidad de controlar,

manipulándolos, la producción o eliminación de las conductas agresivas, conduce a

situaciones completamente opuestas a los etólogos (op. cit.: 69).

En línea coherente con la idea de que no es posible pensar en conceptos

abstractos desligados de los marcos o contextos sociales en que se desarrollan y con los

que interactúan continuamente, coincidimos con el autor citado lo siguiente: si es

posible transpolar los principios identificados en los laboratorios al medio social y a los

seres humanos, nos resultará indispensable reflexionar especialmente al respecto del

fenómeno de la agresión y la violencia ya sea individual o colectiva, siempre ligada al

contexto interpersonal, social y cultural en el que se desarrolla.

II. 1. 8. Contexto legal específico

No debería preocupar tanto la carencia de una definición lógica y clara sobre lo

que es delito, sino ver como objeto de nuestro estudio los procesos sociales que

pretenden definir determinados comportamientos como delictivos. La definición de lo

que constituye el delito en una civilización dada nos ayuda a entender su cultura y sus

valores. Con frecuencia se ha sugerido que el código penal de un país es la cara opuesta

de su constitución, algo así como el negativo fotográfico de sus creencias y sus

aspiraciones (Horas, 1972: 8).

Como hemos expresado anteriormente, el concepto de delito y legalidad es, en

gran medida, definido por las características sociales y culturales de los lugares donde

se desarrolla. Por ello nos resulta indispensable realizar una pequeña contextualización

sobre las leyes que rigen actualmente en Argentina y Mendoza acerca de Minoridad.
41

Tomamos primero algunas conceptos acordados en las Naciones Unidas, los que

ayudan a nivel mundial a sistematizar definiciones que sirvan de referencia para los

estudios y acercamientos sobre el tema.

En las Reglas de Beijing (Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la

administración de la justicia de menores; 1997) se definen los términos siguientes:

• Menor: es todo niño o joven que, con arreglo al sistema jurídico

respectivo, puede ser castigado por un delito en forma diferente al

adulto.

• Delito: es todo comportamiento (por acción u omisión) penado

por la ley con arreglo al sistema jurídico de que se trate.

• Menor delincuente: es todo niño o adolescente al que se ha

imputado la comisión de un delito.

Nos es útil distinguir también entre menores transgresores sociales y menores

transgresores legales. Los primeros son aquellos que transgreden normas y valores

socialmente acordados según usos y costumbres. El modo de control sobre estos es

informal y varía según los grupos y comunidades, aplicándose la desaprobación social,

pero no necesariamente la internación en instituciones, a diferencia del transgresor legal

cuyo control social pasa por el sistema judicial, determinando en algunos casos la

institucionalización del joven (UNICEF, 1992: N° 10).

En nuestro país para la justicia penal la mayoría de edad es a partir de los 21

años. Rigen la Ley Federal de Menores, Ley penal de Minoridad Nro. 22.278,

sancionada y promulgada en 1980. En ella se indica que no serán punibles los menores

de 16 años en ningún caso, cualquiera sea la gravedad del hecho cometido. Tampoco
42

resultan punibles los mayores de 16 años que no hayan cumplido 18, pero solo respecto

de delitos que den lugar a la acción privada, o que dando lugar a la acción pública, estén

reprimidos con pena privativa de libertad que no exceda de dos años, multa o

inhabilitación. Está prevista la posibilidad de aplicar pena a un menor que no haya

cumplido 18 años en la medida en que haya cometido un delito no comprendido en el

referido texto legal, como lo es en el caso de hurto calificado, homicidio, aborto,

lesiones graves o gravísimas, homicidio culposo, abuso de armas, delitos contra la

integridad sexual, extorsión, estafas y abandono de persona (Zulita Fellini, 1999: 59).

En Mendoza existe la Ley Provincial Nro. 6.354, sancionada en 1995, Ley de

Protección Integral del Niño y Adolescente, cuyo objeto es:

… la protección integral del niño y el adolescente, como sujeto principal de los

derechos establecidos en la misma y el ordenamiento legal vigente. A tal efecto

quedan comprendidas todas las personas que no hayan alcanzado la mayoría de edad

(ley N° 6354, 1995: art.1, cap.1).

Agrega el texto de la ley que

… la política respecto del niño y el adolescente, tendrá como objetivo su contención

en el núcleo familiar a través de la implementación de planes de prevención,

promoción, asistencia e inserción social (op. cit.: art.2, cap.1)

Finalmente, señala que

... compete al Consejo Provincial de la Niñez y Adolescencia el asesoramiento para la

formulación y coordinación de la política general infanto-juvenil; a la Dirección


43

Provincial de Niñez y Adolescencia 1 su programación, ejecución y evaluación; y a la

Justicia la decisión de los casos en que existan cuestiones de derecho que sean objeto

de controversia o conflicto legal y los casos expresamente contemplados en esta ley

(op. cit.: art. 3, cap.1)

A los fines de nuestro trabajo tomaremos casos de menores delincuentes

transgresores legales que han sido institucionalizados en el COSE (Centro de

Orientación Socio Educativo), programa de la Dirección de Familia. A continuación

nos referiremos específicamente a dicha institución a fin de contextualizarnos y

ponernos al tanto de sus objetivos y su modalidad de trabajo entre otras cosas.

II. 1. 9. Contexto institucional: el Centro de Orientación Socio Educativo

(COSE).

Objetivos general y específicos del COSE

El objetivo general del COSE es albergar y brindar orientación socio educativa a

adolescentes infractores legales de entre 14 y 18 años de edad y a sus familias, a fin de

lograr niveles lo más altos posibles de ajuste social. Se concibe el ajuste social como la

congruencia entre lo que el sujeto hace y lo que la sociedad espera que haga, es decir,

entre roles y expectativas, teniendo como marco la legislación vigente (Ley provincial

6354; Ley 23.849; Reglas de Beijing y Reglas de Riad; Reglas de las Naciones Unidas

para la protección de los menores privados de libertad).

1
N. de A.: Actual Dirección de Familia, ex Dirección de Niñez, Adolescencia, Ancianidad,
Discapacidad y Familia (Di.N.A.A.D.y F.).
44

Dentro de lo que podría encuadrarse en este objetivo general de la Orientación

Socio Educativa, el COSE tiene actualmente los siguientes objetivos específicos:

la inserción del joven en un programa de entrenamiento en habilidades sociales,

formación educativa especial, activación de recursos que hacen al desarrollo integral y

que posibilitan un desempeño prosocial

la inclusión de las familias en un sistema de orientación, terapia y seguimiento tendiente

al control de la conducta del joven y a la ruptura del circuito interaccional que mantiene

las conductas disociales.

Dichos objetivos responden a la realidad actual de disponibilidad y administración de

los recursos de la institución. A partir del diagnóstico de la situación actual que

pretende este informe se ampliarán eventualmente los objetivos específicos.

Estructura edilicia y operativa

En lo edilicio y operativo, el COSE se divide en sectores (los distintos hogares en que

permanecen los jóvenes internados) y otras instalaciones en que se desarrollan

actividades socio-educativas:

Sector Recepción: Al mismo ingresan lo jóvenes para su evaluación y eventualmente,

en función de su perfil, su traslado a otros sectores en que puedan aprovechar mejor el

tratamiento. Posibilita un tiempo y un ámbito adecuado para la evaluación (a cargo del

Área de Diagnóstico) con el objetivo de orientar el trabajo terapéutico en cada caso de


45

modo acorde con los recursos personales, familiares e institucionales que se releven. El

sector cuenta con capacidad de alojamiento para 40 jóvenes, distribuidos en grupos de

celdas de 18, 16 y 2 camas; y 2 celdas para casos especiales (trastornos psiquiátricos o

médicos).

Sector A: De mediana seguridad, alberga jóvenes que presentan déficit en conductas

prosociales y que precisan de un ámbito de contención donde las normas de

funcionamiento y disciplina sean de alto nivel de exigencia, de modo de brindarles el

espacio adecuado para realizar un entrenamiento prosocial. Cuenta con capacidad

edilicia para alojar a 24 jóvenes

Sector B: De máxima seguridad, alberga jóvenes con un perfil similar al del sector A,

pero con causas graves, donde la Justicia exige medidas más restrictivas en lo físico a

fin de garantizar que el joven no se fugue. Cuenta con capacidad edilicia para alojar a

24 jóvenes, todos en celdas individuales.

Sector C: Este sector de baja seguridad o pre-egreso alberga jóvenes poseedores de un

relativo déficit en las conductas prosociales, con habilidades necesarias para

desempeñarse en un encuadre relativamente flexible en cuanto a normas disciplinarias,

a fin de brindarles un espacio adecuado para el entrenamiento en habilidades sociales y

el fortalecimiento de las mismas a través del uso de los recursos que ofrece la

comunidad. El sector cuenta con la capacidad edilicia para alojar a 18 jóvenes.

Sector E: En este sector son alojados jóvenes con delitos sexuales –que obligan a un

cuidado especial en un contexto de encierro, debido a la agresión de que pueden ser


46

víctimas por parte de otros jóvenes– y otros que tienen problemas de adaptación en los

otros sectores de la institución –inhibidos, retraídos, etc.– con su grupo de pares. Tiene

capacidad edilicia para 18 jóvenes.

Sector Mujeres: Alberga a jóvenes mujeres en conflicto con la ley penal y apunta a

brindarles un encuadre adecuado para el desarrollo y entrenamiento en habilidades

sociales. Este sector tiene una capacidad edilicia para albergar a 10 jóvenes.

Centro de Orientación de Adolescentes y Familias (COAF): Inaugurado en 2003,

este centro fue pensado para brindar una alternativa contención y tratamiento válida a

la internación en los casos en que la medida alternativa sea evaluada como beneficiosa

por la Justicia Penal de Menores, dado el perfil del joven y la gravedad del delito. El

proyecto consiste básicamente en un hogar de día, en que los jóvenes permanecerán de

8 a 20 hs. –por la noche volverán a sus hogares–, involucrados en actividades

educativas, de entrenamiento en habilidades sociales y realización de actividades

deportivas y recreativas. Incluye, asimismo, actividades de campamentismo para los

fines de semana. Actualmente, el sistema se está implementando con un número

reducido de jóvenes y con sólo algunas de las actividades; los jóvenes permanecen

internados en el sector, obteniendo permisos judiciales para pasar los fines de semana

en sus hogares. Además de los beneficios intrínsecos de este régimen para la

resocialización de los jóvenes, se logrará, como consecuencia indirecta, mejores

condiciones de internación para los jóvenes que deban permanecer en el COSE, debido

al descenso en los actuales niveles de superpoblación de los sectores. Un aspecto

adicional de este centro tiene que ver con la investigación científica. Un convenio

marco con la Universidad del Aconcagua permite que docentes e investigadores de la


47

misma que trabajen en el COSE conduzcan investigaciones, en el paradigma de la

investigación-acción. De este modo, el perfil del COAF, una vez que cuente con todos

los recursos que necesita, será eminentemente el de un centro de experimentación y

búsqueda constante de nuevas alternativas en lo referente al abordaje del menor

infractor legal y su familia.

Albergue Laboral Estudiantil (ALE): Este hogar, proyectado en 2003, aun no puede

funcionar por las razones mencionadas respecto del COAF Cuando cuente con

operadores, tendrá por objeto albergar jóvenes en fase de confianza. Será un hogar

abierto que cuenta con un programa de salida laboral y/o estudiantil a las que

concurrirán diariamente, regresando al sector en horarios de descanso. Este sector

tendrá capacidad de albergue de 10 jóvenes.

Escuela CEBA Nro. 3/049: Abarca 1º, 2º y 3º ciclo de EGB, y desde este año ha

quedado incorporada al sistema de doble escolaridad. La Dirección General de Escuelas

aporta los recursos humanos, quedando a cargo del COSE todos los gastos edilicios y

de materiales didácticos. Cuenta, además de la educación básica, con diversos talleres

como artesanía, peluquería, computación, panificación, etc.

Estructura del Equipo Técnico

. El equipo técnico está constituido como sigue:


48

Área de Diagnóstico: Integrada por Lic. en Psicología y Trabajo Social. Evalúan a los

jóvenes para su traslado al sector más conveniente a los fines de velar por su seguridad

y brindarles tratamiento.

Área de Habilitación Social: La integran los profesionales de la Psicología y el

Trabajo Social que se encuentran a cargo de los sectores (Ver anexo). Su objetivo es

entrenar a los jóvenes en habilidades prosociales necesarias para el desenvolvimiento en

la comunidad, tarea que se lleva a cabo a través del trabajo grupal. Incluye el trabajo en

prevención de conductas de consumo de sustancias en los jóvenes internados, mismo

que es llevado a cabo por personal especialmente capacitado en el Plan Provincial de

Drogas.

Área de Orientación Familiar (AOF): La integran profesionales del Trabajo Social y

la Psicología –con entrenamiento en terapia familiar– que tienden, mediante el trabajo

en formatos familiar y grupal, al entrenamiento de las familias en estrategias efectivas

de control y supervisión de la conducta de los adolescentes, así como a lograr los

cambios necesarios en los circuitos de interacción del sistema familiar para que dichas

estrategias sean implementadas y continuadas.

Área de Externación: Tiene como objetivo favorecer el proceso de externación. El

mismo se inicia con un diagnóstico y evaluación de los recursos internos y externos del

joven, a fin de determinar la instancia adecuada de externación y su acompañamiento y

supervisión en la misma.
49

Asesoría Letrada: Un cambio reciente constituyó contar dentro del COSE –antes

cumplía funciones pero en el predio de la Dirección de Familia– con una abogada que

se desempeña como asesora en temas jurídicos de los profesionales, eventualmente de

los jóvenes internados cuando lo solicitan, y en la prosecución de investigaciones y

sumarios administrativos del personal –por ej. en caso de denuncia de jóvenes por

malos tratos–.

Área de Formación Continua y Recreación: Constituida por docentes de distintas

disciplinas y oficios, aspira a brindar alternativas de trabajo a los jóvenes internados, así

como espacios de recreación que mejoren la calidad de vida en el encierro.

Representación del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) – Facultad de

Psicología de la Universidad del Aconcagua en el COSE: Mediante convenios

preexistentes se formalizó en el segundo cuatrimestre de 2003 el trabajo de

profesionales del equipo técnico COSE que son a la vez docentes de la Facultad de

Psicología y que pasaron a ser investigadores contratados del IIP Desde la Dirección del

COSE y del IIP se estimó que la presencia de investigadores contratados podría servir,

entre otros fines, a la satisfacción de las necesidades de ambas instituciones: obtención

de herramientas e información en general sobre diagnóstico y tratamiento de jóvenes en

conflicto con la ley penal, y formación en territorio de futuros profesionales –mediante

pasantías, etc.– con un perfil adecuado al que la problemática exige. Por otra parte, la

presencia de un programa de investigación favorece la viabilidad (en cuanto al

necesario respaldo a nivel social y político) de las técnicas y estrategias terapéuticas

empleadas. Para una institución de la naturaleza del COSE, permanentemente

cuestionada desde distintos sectores de la sociedad, la involucración de la Universidad


50

favorece la exposición pública y el debate técnico acerca de las medidas de tratamiento.

El IIP ha aumentado su número de investigadores en el COSE: de uno en el año 2003 a

tres desde el 2004. Un trabajo adicional, que viene desarrollándose desde hace varios

años y que podrá incrementarse en el presente a partir de su formalización es la

realización en el COSE de tesis de grado de carreras de Psicología 1 y Minoridad y

Familia, de la antes mencionada casa de altos estudios.

Objetivos del área de orientación familiar

En relación a la información que desarrollaremos a lo largo del trabajo al

respecto de características familiares en delincuentes, nos pareció pertinente explicitar

brevemente las pautas con que se rige la institución para llevar a cabo el trabajo con

familias de adolescentes en conflicto con la ley.

General

Orientar a las familias de los jóvenes internados en el COSE en relación a los

problemas de la etapa adolescencial, proporcionando nuevas estrategias y herramientas

dirigidas al control de la conducta y ayudándolas a resolver las dificultades que surjan

en su implementación.

Específicos

1
En el marco de los trabajos del Instituto de Investigación de la UDA y el COSE se encuentra encarado nuestro
trabajo. En el capítulo VI en el que se desarrollan los datos metodológicos hemos precisado claramente este punto.
51

Aumentar el grado de conciencia crítica de las familias sobre los múltiples factores de

riesgo que inciden sobre la conducta delictiva, definiendo aquellas áreas de su

injerencia.

Desarrollar en las familias una percepción crítica y responsable de su problemática

familiar, de los valores y de los conflictos vinculados con la temática delincuencial y

social.

Informar a las familias sobre el régimen penal de jóvenes en conflicto con la ley penal y

en derechos y deberes de una paternidad responsable.

Fomentar el desarrollo y utilización de redes informales y otros recursos de la

comunidad para mejorar la contención familiar.

Proporcionar tratamiento familiar, brindando elementos nuevos para afrontar la

problemática de la delincuencia juvenil y supervisar la puesta en práctica de los

mismos, fomentando los cambios a nivel funcional y estructural que sean necesarios.

Este trabajo incluye el entrenamiento de las familias en:

Habilidades comunicacionales.

Resolución no violenta de conflictos.

Puesta de límites.

Manejo de contingencias de reforzamiento de la conducta.

Proceso del AOF

El proceso completo del AOF abarca en promedio entre 2 y 3 meses de duración. Se

inicia con una entrevista de admisión familiar, que puede durar uno o más encuentros,

se continúa en los talleres para padres, que con frecuencia semanal abarcan 6 semanas

de trabajo. Luego sigue la elaboración de la propuesta por parte de los padres, la cuál es
52

supervisada en el seguimiento mediante terapia familiar, que se hace a partir del egreso

del joven, cuando se acuerda esto con la autoridad judicial.

Entrevista de admisión familiar

Los objetivos son:

Fomentar la toma de conciencia del grado de participación del sistema familiar en la

problemática.

Indagar variables familiares relevantes al inicio y mantenimiento de la conducta

problema.

Relevar recursos sociales intra y extra sistémicos.

La información de la evaluación de las entrevistas el lector podrá obtenerla

remitiéndose al apéndice 4 del trabajo. El mismo se tomó como información

sumamente valiosa para el desarrollo posterior realizado en el análisis de resultados.

Talleres para padres:

Se realizan 6 talleres, programados, mediante dinámicas grupales.

1- Identificación de Factores de Riesgo

2- Proceso Penal de Menores, un largo camino que termina en el COSE

3- Comunicación I
53

4- Comunicación II

5- Resolución no violenta de conflictos

6- Puesta de límites: Régimen de Premios y Castigos. Supervisión externa.

Cierre y evaluación. Entrega del manual para padres con los contenidos de los talleres,

de manera que puedan compartirlos en su medio barrial.

Terapia familiar en la externación:

Luego del egreso del joven, y previo acuerdo con los jueces, se mantiene

sesiones de terapia familiar que incluyen al joven y sus familiares. Se trabaja

desde un modelo estratégico con los objetivos:

• Identificar el subsistema de impacto, es decir aquellos más motivados

• Motivar a los miembros disponibles al cambio. Esta tarea se lleva a cabo con

maniobras de comienzo y de control del proceso terapéutico de tipo directo

cuando

• Cuestionar y modificar de manera directa las estrategias de control y

supervisión de la conducta del joven. Esto se realiza con maniobras directas,

indirectas y paradójicas en función de la motivación y del grado de reactancia

interpersonal del joven y los familiares.

Agradecemos a los profesionales del COSE por permitirnos contar con una

información tan detallada acerca de la estructura y funcionamiento de la Institución.

Nos resultará de gran ayuda en el momento de contextualizar nuestra investigación


54

tanto en el desarrollo teórico como en los resultados que analizaremos al final del

trabajo en el análisis y discusión de los mismos.

A continuación desarrollaremos algunos conceptos teóricos acerca de nuestro

enfoque interaccionista.
III. SISTEMAS EN INTERACCION

III. 1. Determinismo recíproco

Como hemos explicitado anteriormente nos enmarcamos en un modelo de

interacción en el que no es posible encontrar una primer conducta o situación específica

generadora de algo, ya que los sistemas se influyen mutuamente entre sí en forma

continua.

Si nos enfocamos desde la perspectiva del aprendizaje social, decimos que el

funcionamiento psicológico es una interacción recíproca continua entre determinantes

personales, conductuales y ambientales. El término recíproca se utiliza en un sentido

de interacción mutua entre acontecimientos y no en su significado más restringido de la

existencia de contrarreacciones similares u opuestos. (Bandura, 1976: 227) Entonces,

durante los intercambios, un mismo acontecimiento podrá ser al mismo tiempo un

estímulo, una respuesta o un refuerzo ambiental, dependiendo del punto arbitrario desde

donde se comience la secuencia de análisis.

Cuando se estudian los determinantes de la conducta desde este paradigma, las

respuestas de los individuos se miden en varias situaciones. Luego se analizan los datos

para determinar hasta qué punto se deben las variaciones en la conducta a las
56

características personales, hasta qué punto se deben a las condiciones situacionales y en

qué grado a los efectos conjuntos de ambos (op. cit.: 229).

Con respecto a los factores personales internos y la conducta, diremos que estos

también se determinan recíprocamente. Por ejemplo, las expectativas de la gente

influyen en su conducta y a la vez los resultados de su conducta cambian las

expectativas. Por otro lado el entorno es sólo una potencialidad hasta que es actualizado

por las acciones adecuadas. De similar manera los determinantes personales son sólo

potencialidades que operan como influencias tan sólo cuando son activadas.

En palabras de Bandura:

…la conducta en parte determina cuál de las muchas influencias ambientales posibles

entrará en juego y qué forma adoptará. Por otra parte las influencias ambientales

determinan en parte qué repertorios comportamentales son desarrollados y activados.

En este proceso de doble vía, el entorno es influenciable tanto como la conducta que

regula (op. cit.: 230).

Pero la conducta no sólo puede regular el impacto de las condiciones

ambientales, sino también crearlas. Los ambientes sociales proporcionan muchas

oportunidades de crear contingencias que afectan recíprocamente a la conducta del

sujeto. En las interacciones sociales las conductas de cada participante gobiernan cuáles

de sus repertorios potenciales serán actualizados y cuáles permanecerán sin expresarse.

El análisis de las secuencias de intercambio en las relaciones sociales proporciona un

ejemplo de los procesos de influencia recíproca. Los estudios de intercambio diádicos

muestran cómo la conducta de uno de los miembros activa respuestas concretas del

repertorio del otro miembro, que a su vez, produce acciones recíprocas.


57

Raush y colaboradores han demostrado que los actos antecedentes de una

persona influyen mucho en las respuesta de otras, determinando así el curso de la

interacción (op. cit.: 233). En nuestro caso si pensamos en personas que han estado en

internados o que tienen reiterados ingresos policiales (actos antecedentes), nos es fácil

distinguir que la gente a cargo de los mismos los tratará de manera cuidadosa, con

recelo, esperando sin dudas ser atacados o agredidos por ellos, lo que determina que la

interacción continúe ese curso en el que el sujeto que ha delinquido esté rotulado de

delincuente y le sea muy difícil correrse de ese lugar ya que la expectativa de los otros

seguirá siendo la misma a menos que sus nuevos actos puedan demostrar un cambio e

influir recíprocamente en la idea acerca de cómo se comporta y así cambiar las posibles

respuestas hacia él.

Con respecto a la influencia de los procesos cognitivos podemos decir que en

nuestras respuestas a las acciones de los demás también influyen nuestros juicios sobre

las consecuencias que puede tener responder de una forma o de otra. Las personas

acostumbradas a emplear conductas agresivas y/o delictivas mantendrán o incluso

aumentarán la conducta si esperan obtener lo que quieren a pesar de poder recibir algún

castigo. Sin embargo el mismo castigo puede servir de inhibidor de saber que la

conducta aversiva es ineficaz y que existen caminos alternativos para poder conseguir lo

buscado: dinero, status, poder, etc. Por ello, el poder predictivo de los efectos

recíprocos momentáneos deriva, en parte, de los cambios en las consecuencias

anticipadas durante el curso de las secuencias de intercambio. Por eso cuando se analiza

cómo la conducta de una persona afecta a las reacciones de la otra, debe tenerse en

cuenta, además de los efectos inmediatos de cada acción, los cambios anticipados en las

consecuencias mutuas a través del tiempo, las señales predictivas y las limitaciones que

imponen a la conducta los roles y circunstancias socialmente estructuradas.


58

Se nos podría decir que si los individuos crean en parte sus propios ambientes,

entonces no queda nadie sobre quién influir. Por supuesto, la conducta del sujeto no es

el único determinante de los sucesos posteriores. Como hemos visto, limitaciones de la

situación, los roles que la gente adopta y otros muchos factores determinan en parte lo

que uno puede o no puede hacer como respuesta a las acciones de los otros. Además,

precisamente porque las influencias son alteradas por sus efectos recíprocos, casi nunca

se da control unidireccional. Más bien, las influencias sufren adaptaciones recíprocas

durante las secuencias de interacción (ibíd).

III. 1. 2. Influencia recíproca y autodirección

En el marco del aprendizaje social, la libertad se define en término del número

de opciones de que disponen las personas y el derecho que tienen de ejercitarlas. Cuanto

mayor es el número de alternativas de conducta y de prerrogativas, mayor es la libertad

de acción (Bandura, 1976: 133).

La libertad personal puede limitarse de muchas maneras diferentes. Las

deficiencias conductuales limitan las alternativas del sujeto y restringen sus

oportunidades de llevar a cabo sus preferencias. Por tanto, es posible fomentar la

libertad por medio de la competencia. Además, las autolimitaciones resultantes de los

miedos injustificados y de la excesiva autocensura restringen la gama de actividades

que los individuos pueden acometer o contemplar. En este caso la libertad aumenta

eliminando disfunciones que limitan a la persona (ibíd).

Es de destacar la idea de que la conducta es uno de los determinantes más

influyentes de las contingencias futuras. Es decir, las personas pueden considerarse


59

libres siempre y cuando puedan influir las condiciones futuras manejando su propia

conducta. Teniendo en cuenta que la selección de cursos de acción concretos de entre

las alternativas posibles está determinada, los individuos, no obstante, pueden ejercer

algún control sobre los factores que gobiernan sus elecciones. Las aplicaciones de las

prácticas de autocontrol demuestran que las personas son capaces de dirigir el curso de

las acciones hacia metas valoradas, estableciendo las condiciones ambientales más

propicias a elicitar la conducta apropiada y creando ayudas cognitivas y consecuencias

autorreforzantes para mantenerla. Por consiguiente, cualquier descripción de la

conducta humana tiene que incluir las influencias autogeneradas. Cuanto mayor sea su

capacidad de previsión, su pericia y su autoinfluencia, todas ellas habilidades que se

pueden adquirir, mayor será el progreso hacia las metas que se han establecido (op. cit.:

136)

Esta idea nos remite a uno de las variables cognitivas estudiadas en nuestro

trabajo, el locus de control, ya que si la persona puede creer que tiene un control sobre

su vida, sus actos, sus elecciones también podrá creerse capaz de cambiar las

consecuencias de la conducta y a su vez crear situaciones que pueden modificar su

ambiente y las potencialidades que le brinda.

III. 2. Teoría de Bronfenbrenner

III. 2. 1 Principios del modelo ecológico


60

La inclusión del modelo ecológico de Bronfenbrenner en nuestro trabajo se

debe a que posibilita una mirada ecológica a partir de la asunción de un modelo de

influencia recíproco entre diversos sistemas dejando de lado la posibilidad de un

análisis lineal de la conducta, los ambientes o contextos que afectan a las personas.

Desde esta perspectiva los sistemas son dinámicos y pueden modificarse o expandirse.

Los individuos y el entorno se influyen, adaptan y ajustan mutuamente.

El autor asume una orientación construccionista al considerar que lo que cuenta

para la conducta no es una supuesta realidad objetiva, sino la forma en que el propio

individuo va percibiendo el ambiente de forma particular (Corsi, 2003: 129). En este

esquema el ser humano puede ser entendido si además de las características individuales

se tienen en cuenta las del ambiente en que se desarrolla y –podemos agregar–, el juego

de interacción que surge entre ellos.

Esta tesis caracteriza la ecología del desarrollo humano,1 como un modelo

dentro del esquema del determinismo recíproco. Con respecto a la reciprocidad

podemos agregar que es un factor muy importante ya que es el factor que produce el

dinamismo en los sistemas, se da tanto en las relaciones entre las personas (di o

triádicas) como en otros sistemas, y significa que un cambio en cualquier punto del

esquema ecológico puede afectar al resto y generar nuevos cambios, que por un efecto
2
de carambola, influirán de nuevo en el punto inicial (ibíd), fenómeno que puede

entenderse desde la teoría general de los sistemas como principio de totalidad de los

sistemas (Fernández Moya, 2000: 387).

1
Bronfenbrenner es psicólogo del desarrollo
2
El planteo del autor se refiere a la ecología del desarrollo humano.
61

III. 2. 2. Estructura del ambiente ecológico

El ambiente ecológico es concebido como un conjunto de estructuras

concéntricas, cada una de las cuales está incluida dentro de la siguiente. En el nivel más

interno está ubicado el entorno que contiene a la persona de modo inmediato

entendiendo por éste a cualquier ámbito en que la persona interactúa cara a cara, a

diferencia de lo que es ambiente entendido como el conjunto de lo que afecta a la

persona desde el exterior, de modo directo o indirecto.

Pasemos brevemente revista a las características de cada uno de los niveles:

microsistema, mesositema, exosistema y macrosistema respectivamente.

El microsistema, según la definición de Bronfenbrenner está conformado por

tres elementos: la actividad, las relaciones interpersonales y el rol. (Corsi, 2003: 130).

Engloba los diferentes contextos inmediatos en que se desenvuelve la persona, con

características físicas y materiales particulares. Por lo tanto el microsistema está

constituido principalmente por la familia.

El nivel próximo, el mesosistema, podría definirse como un sistema de

microsistemas. Comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la

persona en desarrollo participa activamente y están en estrecha relación con ella. Un

claro ejemplo serían las relaciones entre la familia y la escuela. La condición más

favorable para el desarrollo de la persona se da cuanta más bidireccionalidad haya en

los procesos de intercambio entre los entornos, y de este modo apoyen y promuevan la

confianza mutua, el consenso de metas, manifestando un equilibrio de poderes

favorable a la persona en desarrollo. Hablamos aquí del apoyo del contexto y de la

fortaleza de los vínculos.


62

Luego, en el exosistema se incluyen las influencias recibidas de agentes

externos, que aunque no tengan contacto directo sobre la persona, ejercen impacto sobre

ella. Hablamos aquí de la conexión del entorno externo con los procesos del

microsistema y vinculación entre los procesos del microsistema y la conducta. Por

supuesto que las influencias se dan también en sentido contrario. Como ocurre en el

mesosistema, las propiedades óptimas del exosistema están definidas por la

comunicación, la existencia de vínculos de apoyo y el conocimiento.

Por último el nivel más externo es el macrosistema en el que encontramos los

valores, los mitos y las creencias que se aprecian en una determinada cultura o

subcultura. Puede esperarse que la cultura y subcultura difieran entre sí, pero

Bronfenbrenner afirma que han de tener una relativa homogeneidad interna en los

aspectos fundamentales, como los tipos de entornos que contienen, las clases de

entornos en los que las personas entran en etapas sucesivas de la vida y los roles y

relaciones que se encuentran en cada tipo de entorno.

Desde esta perspectiva de interacción recíproca, analizaremos ciertos aspectos

individuales y ambientales que resultan relevantes en el tema de la delincuencia. Desde

el punto de vista de características individuales, lo que hace al funcionamiento del

sujeto en los diversos contextos, haremos una división entre factores comunes

encontrados en menores transgresores legales, lo que implica características

conductuales, psicológicas y sociales en el individuo. Por otro lado analizaremos el exo

y macrosistema, ya que daremos una mirada a la idea general que tiene la sociedad

sobre la delincuencia, los delincuentes y el delito y a partir de estos elementos

hipotetizaremos acerca de posibilidades de cambio que encontramos en función de


63

dicho análisis. Oportunamente abordaremos en un capítulo aparte al principal

protagonista del microsistema: la familia.

III. 3. Aspectos individuales

III. 3. 1. Características conductuales

Comprendemos la dificultad que surge al intentar establecer divisiones teóricas

claras cuando por otro lado hablamos de multiplicidad de factores y de una influencia

continua y recíproca. Sin embargo a los efectos de un análisis más puntilloso y preciso

creemos que es aceptable un intento de este tipo.

En este apartado nuestra intención es tomar referencias de características

conductuales comunes encontradas en diversos estudios sobre delincuencia.

En primer término nos preguntamos: ¿hasta qué punto las actividades delictivas

ocurren como una característica aislada?, o bien ¿hasta qué punto forman parte de un

patrón más amplio de desviación conductual? Citando a Rutter y Giller (1988: 30)

¿Son los delincuentes diferentes del resto de la población solamente en términos de la

frecuencia con que están implicados en actividades delictivas, o existen otras

características más generales de sus patrones emocionales, conductuales, relacionales

que los caracterizan como diferentes?

Los resultados de las investigaciones empíricas concuerdan en mostrar que

ocurren ambas cosas. Es decir, algunos delincuentes son diferentes solo en el hecho de

haber cometido actos delictivos pero, en conjunto los delincuentes tienden a ser
64

diferentes de los no delincuentes en muchos otros aspectos distintos a los actos ilegales.

Según un estudio sobre delincuencia juvenil citado por los mismos autores, en el que se

tomaban cuestionarios a profesores, para evaluar las conductas características de los

jóvenes, se encontró:

… que los delincuentes eran más propensos a ser catalogados de mostrar conducta

antisocial (no ir a la escuela, destructividad, luchas, desobediencia, mentiras, robos y

hacerse el matón). Sin embargo, fue sorprendente que también mostrasen problemas

en sus relaciones (irritables, solitarios y no muy queridos), problemas de atención y

nivel de actividad (hiperactividad, nerviosismo, crispaciones y pobre concentración),

infelicidad o desgracia, y un conjunto de otra dificultades que incluían morderse las

uñas y frecuentes quejas sobre dolores (May, 1975; citado en Rutter, 1988: 30).

En otro estudio longitudinal sobre chicos londinenses de 10 años de edad,

realizado por West y Farrington en 1973, se encontró que:

… las puntuaciones de los compañeros sobre deshonestidad, meterse en problemas,

osadía y (en menor cuantía) impopularidad, estaban todos asociados con la

delincuencia, del mismo modo que los informes de los maestros sobre niños

problemáticos y los autoinformes sobre agresividad (ibíd).

En entrevistas posteriores realizadas para el mismo informe pero cuando los

chicos contaban con 18 años, se obtuvieron datos más detallados llegando a las

siguientes conclusiones:

Los delincuentes eran menos conformistas y con menos imposiciones sociales en

todos los aspectos de sus vidas que los no delincuentes. Muchos eran fuertes
65

bebedores (al menos 11 litros de cerveza a la semana), se habían implicado en peleas

cuando estaban borrachos, eran fuertes fumadores, eran sexualmente promiscuos, eran

fuertes jugadores de dinero, tenían relaciones discordantes con sus padres, tenían

historias erráticas de empleo, tenían deudas, continuas heridas, empezaban peleas,

habían utilizado armas para herir a alguien y expresaban actitudes contra las

autoridades (ibíd).

West y Farrington en sus trabajos (1973, 1977; cita op. cit.: 31) mostraron que

las características conductuales eran diferentes entre delincuentes y no delincuentes

inclusive dentro de un mismo grupo de clase social obrera y además las diferencias se

mantenían al controlar las variables de clase social. Igualmente las diferencias se

mantenían incluso después de aparejarlas con medidas muchos más detalladas y

discriminatorias de antecedentes familiares como ingresos familiares, criminalidad de

los padres, tamaño familiar y grado de supervisión por parte de los padres.

Estos resultados no descartan la posibilidad de que peculiaridades conductuales y

actitudinales caractericen un cierto estilo de vida que es normal para un pequeño

subgrupo o subcultura. De hecho alguna de las medidas reflejan claramente un estilo

de vida en vez de algún tipo de trastorno conductual o deterioro. Por otro lado,

algunos de los resultados no parecen compatibles con esta interpretación. Es difícil

aceptar, por ejemplo, que las discrepancias en las relaciones familiares, la miseria e

infelicidad, la enuresis o los déficit atencionales puedan ser considerados como parte

de un estilo de vida elegido (ibíd).

Este planteo final acerca de que las conductas asociadas a la delincuencia

puedan formar parte de un estilo de vida elegido, se desarrollará con más detenimiento

en el apartado III. 4. 2.
66

III. 3. 2. Características psicológicas del menor delincuente

III. 3. 2. 1. Primeras perspectivas

Durante mucho tiempo, la investigación criminológica realizó esforzados

intentos por conocer la personalidad criminal de los delincuentes. Se pretendió que

quienes cometían delitos probablemente serían poseedores de ciertos rasgos deficitarios

intrínsecos (ya sea heredados, constitucionales o psicológicos) que los caracterizarían

como delincuentes, haciéndolos diferentes de los sujetos considerados normales o

socialmente integrados. Esta idea fue introducida a la criminología en 1878, cuando

Rafael Garófalo habló del término temibilidad. Esta palabra, de acuerdo al penalista

italiano, daba cuenta del siguiente concepto:

Con esta palabra se designa la perversidad constante y activa del delincuente que

condiciona la cantidad del mal proveniente del mismo. (Marianetti, Mejía y Moles,

2001: 33)

Esta idea implica que hay una mirada subjetiva que estaría dada por la

perversidad del delincuente, ya que se trataría de un rasgo caracterológico que describe

el estado de una personalidad. Y esta cualidad también debería ser constante y activa, lo

que deja a fuera toda una gama de rasgos excepcionales. Además el concepto habla de

“la cantidad del mal proveniente del mismo”, lo que indica un componente más objetivo

que patentiza en la gravedad del delito cometido.

La noción de temibilidad encontró una definitiva significación en la escuela

positivista italiana. El objetivo era entonces esclarecer los alcances y límites del
67

término. A partir de allí se unieron al mismo los términos de peligrosidad, estado

peligroso, inadaptabilidad, etc., pero en todos ellos subyace la idea original de Garófalo.

Ferri llegó a distinguir la peligrosidad social de la criminal. En esta distinción la

primera constituía el fundamento jurídico de las medidas preventivas, dado que puede

existir antes y con independencia de la comisión del delito, mientras que la peligrosidad

criminal es la que aparece después de cometido el delito y se debe valorar en función de

la gravedad de éste, los motivos determinantes y la personalidad del delincuente.

A comienzos del siglo XX imperó entonces un modelo de peligrosidad definido

como modelo ontológico, en el que subyacía la idea de que la persona contaba con

capacidades intrínsecas que hacían del mismo un sujeto peligroso. Se llegó a afirmar

que la peligrosidad es un modo de ser, un atributo, la condición psíquica de una

persona como probable causa de delito; y que la misma constituía la base y fundamento

para la responsabilidad penal, título jurídico que da sentido a la aplicación de las

sanciones.

Se distinguió entonces entre un estado peligroso delictual que giraba en torno a

un hecho concreto: el delito cometido; y un estado peligroso predelictual en el que se

creía que el delito es sólo un síntoma de un estado y que por lo tanto puede ser

diagnosticado sobre la base de otros síntomas. Bajo ésta idea se escondía una peligrosa

mirada hacia la sociedad ya que permitió justificar la aplicación de dicha teoría a

mendigos, vagabundos, prostitutas, ebrios y, en general, a todos aquellos que desde sus

hábitos, modalidades de vida y costumbres significaran una perturbación al orden

social.

Hubo numerosos proyectos en nuestro país con el objetivo de codificar los

estados peligrosos delictual y predelictual. Sin embargo, se concluyó que el tratamiento


68

de la peligrosidad en nuestra legislación se refiere a la delictual, con exclusión de toda

realidad anterior al delito.

Encontramos, claro está, que esta vía de investigación ha demostrado ser poco

fructífera y clarificadora en materia de comprensión e intervención sobre los

delincuentes ( op. cit.: 35)

III. 3. 2. 2 Perspectivas actuales

En los últimos años se viene haciendo hincapié sobre la importancia de los

aspectos cognitivos interpersonales en la descripción del carácter del delincuente

juvenil. En esta línea según un estudio de carreras delictivas (Farrington, 1992; citado

en Garrido y Redondo, 1997: 143) se encontraron características, individuales y

biográficas, comunes. Estas son:

• Impulsivo

• Con afán de protagonismo

• Fracaso escolar

• Consumidor de drogas

• Pobre autoestima

• Clase baja

• Falto de afectividad

• Agresivo

• Poco equilibrio emocional

• Inadaptado
69

• Frustrado

• Sin habilidades sociales

• Familia desestructurada

¿De qué pueden servirnos esas aproximaciones en la práctica? Se vuelven útiles

tanto para establecer programas de prevención que resulten provechosos, así también

como para elaborar estilos educacionales que permitan una reeducación eficaz (Ross,

1992; Garrido, 1987; op. cit.: 143).

Puntualmente para nuestro propósito se nos presenta como necesario el planteo

de que el origen de estas características psicológicas se encuentra muy ligado al

funcionamiento e interacción familiares. Como hemos desarrollado en el apartado

anterior, sabemos que existen muchos factores de riesgo relacionados con el inicio de la

conducta delictiva. Las características antes mencionadas no son generadas en forma

directa y unívoca por uno de esos factores, en la realidad estos se mezclan e interactúan

continuamente y sólo son separados con una finalidad de análisis e interpretación.

Conocemos el valor y la importancia fundamental que adquiere la familia en los

primeros años de la vida de un niño. En ella se asientan las bases para la formación de

un sujeto que podríamos llamar bien ajustado, es decir, sin las marcadas características

de baja autoestima, frustración, sentimientos de fracaso y demás factores que se

encontraron como comunes en los adolescentes delincuentes.

III. 3.2.3 Factores inhibidores de la competencia social


70

Consideramos que una persona socialmente competente pertenece, se siente

miembro constituyente de una sociedad o grupo al que se integra, y a la vez éste le

asigna roles y un status. En este marco se siente valorada, apreciada, deseable, digna de

ser tomada en cuenta por los demás. Y también resulta importante que pueda contribuir

a los propósitos del grupo, serle útil a los otros, a la comunidad de la que forma parte.

Por esto se torna evidente la necesidad de competencia social para desarrollarse dentro

de la comunidad. (op. cit.: 148)

Los factores que vamos a tratar aquí han sido tomados del libro de Garrido y

Redondo (1997: 149). Es un análisis de las variables sobre las que podemos intervenir y

que forman parte de los factores que favorecen a la inhibición de la competencia social:

1. El desarrollo de las estructuras cognitivas. Juega un papel

primordial en la competencia social. Existe una relación entre

delincuencia y baja inteligencia, aunque débil, asociada con bajo

rendimiento escolar.

2. Bajo autoconcepto. El sujeto con un elevado autoconcepto

mantendrá expectativas elevadas de éxito. Tenderá a esperar un control

efectivo en mayor cantidad de situaciones que el de menor autoconcepto.

Encontramos en los delincuentes un baja autoconcepto y una baja

autoestima, con expectativas de fracaso altas. Si fracasa lo atribuirá a su

incapacidad, y de tener éxito atribuirá a variables externas inestables

3. Invulnerabilidad percibida. Es la creencia errónea de “esto no me

va a pasar”, “no es tan serio como lo pintan”. Muchos delincuentes

manifiestan una distorsión perceptiva, una forma peculiar de percibirse a

sí mismos y al mundo.
71

4. Pensamiento egocéntrico. La habilidad para adquirir información

sobre los procesos de pensamiento, sentimientos y motivaciones de los

demás es esencial para un ajuste interpersonal adecuado. Precisamente la

conducta prosocial está vinculada al desarrollo de habilidades de

percepción social, mientras que el pensamiento egocéntrico se relaciona

con varias formas de desviación social.

5. Déficit en el componente afectivo de la empatía. Se da una

correlación significativa y de signo negativo entre empatía y conducta

antisocial. La empatía afectiva implica una respuesta solidaria con los

sentimientos del otro, es decir, una participación en sus emociones y,

lógicamente, los sujetos altos en esta habilidad estarán menos inclinados

a realizar conductas que provoquen en los demás sentimientos negativos.

Para un adecuado desarrollo de los aspectos psicoafectivos de la empatía

es necesario que en la socialización del individuo se hayan analizado

técnicas educativas basadas en el razonamiento y en la explicitación de

las consecuencias que la propia conducta tendrá en los demás.

6. Déficit en habilidades sociales. Hacer y recibir cumplidos, iniciar

y mantener conversaciones, hacer y rechazar peticiones, defender los

derechos, expresar las opiniones, expresar desagrado o molestias,

expresar amor, agrado, etc., son habilidades facilitadoras de la

competencia en las relaciones sociales.

7. Pensamiento concreto. Es el que dificulta la internalización de los

valores, restringiendo el desarrollo del razonamiento moral, el cual

requiere la capacidad para conceptualizar a un nivel abstracto. Las

personas que cometen delito, al parecer, poseen una forma de pensar y


72

obrar orientada a la acción antes que a la reflexión. Este pensamiento

concreto se asocia con rigidez cognitiva, definida esta como la tendencia

a tener una misma idea a pesar de la evidencia contraria. Una rigidez

cognitiva que impide considerar otras soluciones, o simplemente

comprender otras situaciones sociales cambiantes y complejas. Por este

pensamiento, los individuos menos competentes tenderán a actuar más

bien de modo impulsivo, con escaso autocontrol, fracasando a la hora de

analizar las circunstancias de alguna situación y las conductas más

adecuadas.

8. Locus de control externo. Se trata de una variable cognitiva. Una

persona tiene locus de control interno cuando se siente responsable de lo

que le sucede en la vida, se siente agente decisivo en las recompensas y

castigos que se derivan de sus actos. Tiene una mayor capacidad personal

y es más madura interpersonalmente. Es de esperar que los delincuentes

tengan un locus de control más externo que los no delincuentes: creen

tener poco dominio sobre las circunstancias y piensan que es el destino

o los factores externos los que deciden por él.

9. Deficiencias en el contexto familiar. Conflictos familiares, falta

de supervisión paterna, métodos disciplinarios erráticos y por momentos

estrictos, conductas agresivas, etc.

Los dos últimos puntos serán tratados en capítulos posteriores ya que apuntan

especialmente al objetivo planteado para el trabajo.


73

III. 4. Aspectos contextuales

III. 4. 1. Perspectivas sociales y delito

Tradicionalmente la criminología se ha ocupado de los delincuentes que

llamamos marginales, que generalmente efectúan un gran ejercicio de violencia en sus

acciones delictivas. Pero bien sabemos –lamentablemente lo confirmamos a diario–,

que la delincuencia de los pobres no es el único tipo de delincuencia que existe.

También a veces cometen delitos, tan violentos y otras tantas más dañinos para la

sociedad que los de los delincuentes marginales, las personas bien integradas

socialmente, los hombres de negocios, los funcionarios. Es una realidad que

frecuentemente palpamos en nuestro país en el que se investiga a ex presidentes,

senadores y demás políticos por importantes delitos que posiblemente han cometido.

Se debe a Sutherland (citado en Garrido y Redondo, 1997: 126) la introducción

a principios de los años cuarenta, del término de delincuencia de cuello blanco. Se usa

el término para hacer referencia a algún tipo de acción ilegal llevada a cabo por los

miembros más acomodados de una sociedad, es decir delitos de clase alta, como por

ejemplo fraude fiscal, desfalcos, contaminación ilegal, etc., por oposición a los

delincuentes con un bajo status socio-económico.

Podría decirse que la delincuencia marginal y la delincuencia de cuello blanco son las

dos caras opuestas de una misma moneda defectuosa, la ley penal, que “debería

castigar” por igual a todos los ciudadanos, pero que, de facto, casi siempre incide en

los que son social y económicamente más desfavorecidos (op. cit.: 127).
74

¿Cuál o cuáles son las razones que llevan a efectuar esa marcada diferencia

hacia el lado de los más frágiles? Por un lado creemos prudente pensar en las

diferencias actitudinales tanto de los ciudadanos, como de las autoridades judiciales y

policiales. Es innegable que las diferencias en el modo de comportamiento y la

presencia exhibida por uno y otro sector, tienen un gran peso. Pensemos cómo puede

influir para el tribunal o la policía la vestimenta harapienta o elegante que porte un

detenido; el lenguaje vulgar o culto que utilice en su declaración y otros factores

similares. Aunque la diferencia más importante a destacar sea quizás el temor que

sienten los ciudadanos hacia la violencia física. Si bien nadie desea ser robado al

realizar compras, estafado en las operaciones bancarias, o demás hechos fraudulentos;

lo que es más probable es que a todos nos atemorice la posibilidad de ser agredidos

físicamente. Y más aún cuando se comprueba que los delitos contra la propiedad se

encuentran acompañados por delitos contra las personas cada vez con mayor frecuencia.

Se lastima y se mata aunque la víctima dé todo lo que tiene, sin dudar y sin negarse.

Este temor se ve reflejado en un estudio llevado a cabo por Alabart, Aragay y

Sabaté, en 1991 en la ciudad de Barcelona. En el mismo se preguntaba acerca de

aquellos delitos que mayor preocupación les producía. Por encima de cualquier otro

comportamiento delictivo, el estudio destacó el temor hacia aquellas acciones que

comportaban violencia física, entre las que se mencionaban la agresión personal y

sexual. (op. cit.: 128).

Bien podemos considerar que no todo acto delictivo implica la utilización de la

violencia física, sin embargo estaremos también de acuerdo en considerar que se trata

de una conducta que está en conflicto con la sociedad, que es rechazada por ella y que

genera en la o las víctimas sensaciones de temor y daño en grados variables de carácter

psíquico y emocional, entendiendo por daño psíquico:


75

el menoscabo en la psiquis siempre de carácter patológico, que sufre una persona

como consecuencia de un hecho traumático (Bircz, 2003: 69).

El temor a ser víctima de delitos se ha convertido en un factor importante de

conductas generadora de estrés y agresión en la sociedad en general.

Si analizamos más detenidamente el tema de la violencia consideramos que los

delincuentes de cuello blanco (o para Argentina mejor utilizada sería la acepción de

guante blanco) generan también un alto grado de violencia. No tiene menos efectos

victimológicos que la delincuencia marginal, ni es tomada como un engaño inocente.

Podríamos pensar que la violencia llega de un modo más indirecto y a más largo plazo

hasta sus víctimas. Si no pensemos en la enorme violencia con resultados terribles y

mortales para los ciudadanos, como por ejemplo el caso de alteración ilegal de

productos alimenticios, la realización de vertidos contaminantes en ríos y otras aguas o

tierras de consumo o utilidad colectiva, o el incumplimiento de las normativas de

seguridad de locales y negocios públicos, o en industrias de riesgo con un alto número

de accidentes laborales. Sin dudas desde el punto de vista victimológico y económico,

la delincuencia de cuello blanco puede superar con creces a la delincuencia marginal,

tanto en los efectos perniciosos sobre las víctimas como en los importantes montos de

dinero ilegalmente obtenido.

Algo más a tomar en cuenta en el caso específico de fraudes generados por

bancos e instituciones, como así también en las situaciones en las que se comprueba –o

acaso sólo se sospecha– la conducta ilegal de funcionarios o autoridades –civiles,

militares, policiales, eclesiásticas– es el hecho de que éstas son personas o entidades a

las que de un modo u otro la sociedad o parte de ella les ha otorgado un rol con
76

funciones y responsabilidades, más allá de las obligaciones comunes de cada ciudadano.

Podría pensarse que el delito es doble en estos casos, no sólo el funcionario roba o

participa de una estafa, sino que también se burla de aquel que le confió

responsabilidades y un rol en el que debía tomar decisiones para el bien de él y su

familia. Constituye una doble estafa. Lo mismo para el policía que mata, el clérigo que

acosa o el banquero que roba.

Desde este contexto sociocultural debemos mirar al delincuente, inmerso en

realidades con límites tan difusos, dentro de un marco de impunidad tan grande. ¿De

quién tomar conductas ejemplares?

Sin embargo, compartimos con Garrido y Redondo la idea de que con

herramientas derivadas de la psicología, la educación y el trabajo social un considerable

número de personas cuenten con oportunidades importantes para mejorar su vida.

Compartimos ese propósito. No importa que además sean necesarios cambios grandes y

estructurales. Citando a estos autores quisiéramos añadir:

Nadie discute la labor de los médicos oncólogos, a pesar de que es la sociedad con su

contaminación, sus condiciones laborales de vida, su estrés, etc., quien afecta de un

modo importante a la aparición del cáncer. Pero todos creemos que la opinión y el

trabajo de los médicos es muy valiosa en prevenir y erradicar –cuando se puede– el

cáncer, que su trabajo con cada paciente es humana y socialmente de extraordinaria

utilidad. Los profesionales de la criminología deben comprender que su labor se dirige

a personas concretas, no al colectivo de toda la sociedad. La visión del ensayista es

importante en el contexto del ensayo político-social, pero no puede trasladarse sin más

a la práctica de la criminología, porque todos los días delincuentes y víctimas

demuestran que su realidad no puede esperar, que precisan atención ahora (Garrido y

Redondo, 1997: 22).


77

Dentro de este contexto entonces ¿qué posibilidades de cambio creemos que

tienen estos chicos que ya se encuentran en conflicto con la ley? Analicemos algunas

perspectivas de cambio.

III. 4. 2. Perspectivas de cambio

Más allá de este pantallazo contextual acerca de delitos efectuados por gente

adecuada socialmente, nuestro tema se centra en delincuentes comunes, muchas veces

marginados y con escasas posibilidades familiares, escolares y sociales que posibiliten

desvincularse de sus actividades delictivas. Por lo tanto nos preguntamos: ¿qué sucede a

la hora de intentar modificar estas características en los jóvenes delincuentes? ¿Por qué

resulta tan difícil el cambio?

Citando a Garrido y Redondo (op. cit.: 146) creemos importante considerar que:

podríamos explicar el proceso de marginación como la falta de ajuste entre las

exigencias establecidas por una sociedad y el comportamiento del individuo.

Es decir, la sociedad plantea exigencias a los individuos (laborales, normativas,

comunitarias, etc.) y aquellos que pueden cumplirlas se sentirán en cierta medida

satisfechos socialmente ya que recibirán como recompensas refuerzos y beneficios (en

términos de dinero, afecto, respeto, etc.). La dificultad surge en estos sujetos

delincuentes cuando se encuentran que, para satisfacer dichas exigencias sociales,

necesitan contar con determinados recursos, capacidades, habilidades y además tener la

voluntad y el deseo de hacerlo.


78

Los delincuentes menores, como sabemos, cuentan con pocos recursos y

habilidades y con pocos deseos de cumplir con lo que se les exige. Entendemos así que

la sociedad en lugar de generar conductas que posibiliten el refuerzo positivo o reportar

un beneficio, por el contrario administra sanciones que redundan en la alimentación de

un círculo favorecedor de la marginación y la autoexclusión.

Ligada a la reflexión de los factores que actúan como riesgosos para la

generación y mantenimiento de las conductas delictivas, está esta otra del por qué

resulta tan difícil lograr que cambie un delincuente juvenil. El menor tiene en su

ambiente habitual (barrio, escuela, casa) una serie de conductas aprendidas, que si bien

son en buena medida antisociales, a él le proporcionan una serie de beneficios, similares

a los que reporta la sociedad si se cumplen sus exigencias, sólo que estas son por la vía

de la delincuencia: dinero, prestigio en su grupo, cierto respeto, mejorar su autoimagen,

etc. A partir de estas conductas se genera un efecto negativo que resulta paradójico:

porque realizando ciertas conductas antisociales evita situaciones que vive como

amenazantes, como ser responsable, trabajar, someterse a ciertas normas,

comprometerse en proyectos, etc. (op. cit.: 147). Decimos paradójico porque las

mismas conductas que se evitan son las que siendo realizadas quizás le podrían permitir

salir del circuito en el que está inserto.

No queremos decir con esto que su comportamiento debe justificarse, sino que

desde su experiencia éste resulta lógico. El cambio se presenta entonces difícil si vemos

que su forma de actuar le ofrece refuerzos muy poderosos a la vez que situaciones y

sentimientos muy importantes. El escritor francés Jean Baptiste Racine acotó que:
79

… el comportamiento delictuoso es quizá el único medio disponible para algunos

jóvenes de satisfacer profundas necesidades humanas de consideración, autonomía,

afirmación, aventura y aprendizaje (Horas, 1972: 9)

Por otro lado, es importante también llevar la mirada a otro sector de la

sociedad. Esta conducta se puede entender mantenida entre otros factores por el

siguiente: ¿Qué ocurre con aquél que no roba pero compra neumáticos, estéreos, o

bicicletas que sabe que son robados? Es parte de ese funcionamiento y su conducta

alimenta la demanda.

Es por esto que, en consonancia con las investigaciones sobre el tema, hemos

pensado en la importancia del factor de locus de control, y en que más allá de ser una

variable que pueda presentarse como una potencialidad o un elemento protector del

sujeto, es una herramienta que nos permite pensar al individuo como portador de un

control sobre la responsabilidad ante sus actos, responsabilidad generadora de cambios.

En los siguientes capítulos desarrollaremos en forma específica aspectos

familiares y de locus de control ligados a la conducta delictiva.


IV. EL SISTEMA FAMILIAR

IV. 1. La familia: microcontexto del adolescente

Hemos de destacar la importante tarea que cumple la familia como formadora de

los miembros que la componen. Nuestra intención en este apartado es señalar de manera

recortada –sin considerarla como fenómeno aislado, cosa por demás imposible– las

características particulares de la adolescencia en la época y sociedad actuales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al grupo adolescente como

la población comprendida entre los 10 y 19 años, y como jóvenes al grupo de personas

comprendidas entre los 15 y 24 años. (Burak, 2001: 469). Los mismos son límites de

edad utilizados por necesidades estadísticas, pero en realidad sabemos que la

adolescencia desde el punto de vista biológico comienza muchas veces antes de los 10

años; y por otro lado la finalización de la misma responde más bien a un punto de vista

sociológico desde el que normalmente se define que el adolescente-joven pasa a ser

adulto en el momento que logra su independencia del núcleo familiar, básicamente

definida por una independencia de tipo económica.

Por lo tanto la adolescencia se nos presenta como un proceso biológico,

psicológico y social, que puede asumir características diferentes en las múltiples y

variadas estructuras sociales y culturales en las que crecen y se desarrollan los jóvenes.
81

Incluso algunos autores desde el campo de las ciencias sociales hablan de la existencia

de diferentes adolescencias y juventudes coexistiendo en nuestra sociedad

contemporánea, aún dentro de un mismo país.

Constituye un elemento fundamental el destacar que cuando estamos frente a un

adolescente no debemos de pensar en un estado evolutivo y su edad actual, sino que

estamos ante una persona con un histórico biológico, psicológico y social.

La promoción del desarrollo humano, de la salud y de los factores protectores del

crecimiento, desarrollo y prevención, durante la edad fetal y la infancia, contribuyen a

una adolescencia más sana y estas mismas acciones durante la adolescencia

contribuirán a una adultez más saludable. Al mismo objetivo contribuyen la

producción de factores y conductas protectoras y la detección temprana de factores y

conductas de riesgo y las acciones que realicen para reducirlas, anularlas o

eliminarlas” (op. cit.: 471).

¿Pero qué es lo que caracteriza a este período adolescente?

En él se continúa el proceso de crecimiento y desarrollo del sujeto, donde la

velocidad del crecimiento es muy grande ya que surgen conocidos cambios corporales,

y por otro lado el proceso de desarrollo adquiere especiales características. A

continuación destacaremos brevemente alguna de ellas, escogidas como las principales

por Solum Burak (op. cit: 471- 475), autor que nos sirve de guía en este recorrido:

• Búsqueda de identidad (ser yo): ¿qué y quién soy ahora y qué y quién

seré en el futuro? La búsqueda del ser yo surge de una comparación

permanente entre lo que el sujeto piensa y lo que observa fuera de sí; se

encuentra en continua interacción ya que es una persona de relación, que no


82

vive aislada, y que se sabe parte de una familia, un barrio, una sociedad, una

cultura, un país y un mundo. La definición de la identidad sexual también es

parte de este proceso.

• Búsqueda de independencia o autonomía: este es un proceso muy

vinculado al anterior. Pensar en un “yo independiente hoy, con pasado y con

futuro”, lleva a la persona de la dependencia del grupo familiar durante la

infancia, a la separación total del mismo. Como dijimos anteriormente, se

toma como un importante indicador la independencia de tipo económica para

dar fin al proceso adolescente y comenzar con el de la adultez.

• Autoestima: todos necesitamos el reconocimiento de nuestro valor como

persona. Para el adolescente es particularmente importante sentirse bien

consigo mismo (es muy importante además sentirse bien con su imagen

corporal), saberse querido y valorado por su grupo familiar y de pares.

• Juicio crítico: en la adolescencia se produce una expansión de la

capacidad de analizar críticamente el mundo. Esto le permite al joven

analizarse mejor a sí mismo, criticar al mundo familiar y la cultura que le

rodea; desarrollar una personalidad e identidad más amplia y fundamentar

más sólidamente sus valores e ideas (ser creador y no sólo realizar procesos

reproductivos)

• Proyecto de vida: el proyecto de vida del adolescente -¿quién quiero

ser? ¿qué quiere tener? ¿cómo espero hacerlo?- será mediatizado por las

posibilidades y estímulos que el medio externo le ofrezca, dependerá además

de sus propias capacidades y el esfuerzo que el mismo adolescente realice

para que acontezca o no. Es fundamental apoyarles para que lo logren.


83

Es en gran medida responsabilidad de la sociedad como un todo brindar las

opciones para que los proyectos escogidos lleguen a ser realidad.

Consideramos la presencia de un proyecto de vida (no importa el nivel de simplicidad o complejidad

del mismo) y sobre todo si está fuertemente internalizado, como un factor protector de altísima

importancia frente a los diferentes riesgos sociales y de salud que pueda enfrentar el joven. Si no damos

oportunidades para que estos proyectos fructifiquen, estaremos frente a un grupo de personas con alto

nivel de frustración y baja autoestima, ya que difícilmente lograrán llegar a ser lo que les gustaría ser y

muy probablemente se desviarán hacia un menor desarrollo humano, y estilo de vida de alto riesgo para

ellas mismas y para la sociedad como un todo (op. cit.: 474)

Sexualidad: la sexualidad del adolescente es parte del proceso de desarrollo de etapas

anteriores de la vida. Aparece marcadamente señalado el proceso de la genitalidad con

potencial reproductivo como expresión física de la sexualidad, acompañada por el resto

de manifestaciones de la misma.

Proceso educativo: el mismo comienza en estadios precoces de la vida, en el seno

familiar y entorno más próximo, para más tarde acompañarlo con la educación de la

etapa escolar, colegial y universitaria brindada por el sistema educativo. De este

proceso dependerá en gran medida la inserción sociolaboral del adolescente y el

desarrollo de su proyecto de vida, dentro de las características y opciones que le brinde

el entorno.

Desarrollo moral y espiritual: adquiere gran intensidad en la adolescencia y no está

necesariamente ligado a un significado religioso, sino más bien a valores y sentimientos

que reciben múltiples influencias del entorno sociocultural, familiar y educativo.

Locus de control:

“la fortaleza del locus de control interno está estrechamente vinculada a la autoestima y el autoconcepto

y es un factor protector fundamental” (ibíd)


84

Como ya adelantamos el mismo puede ser interno o externo. Lo detallaremos

con detenimiento en el capítulo siguiente.

Resiliencia: se refiere a la capacidad que tienen los metales, que luego de ser sometidos

a presiones, logran recuperar su forma inicial. El concepto descripto por Michael

Rutter, se aplica al ser humano que viviendo en condiciones desfavorables de pobreza,

maltrato, carencias educativas, etc., se sobrepone a éstas y logra un desarrollo

psicosocial favorable. El apoyo al desarrollo de la resiliencia es actualmente una de las

estrategias más usadas en los programas de promoción y prevención de la salud de los

adolescentes dentro del desarrollo humano.

Este pasaje que realizamos por los procesos de desarrollo que atraviesa

normalmente el adolescente, nos es útil para recordar que el producto final del

acontecer adolescente, conduce a su desarrollo humano como ciudadano y en relación a

su salud, la elección de un estilo de vida.

Desde la perspectiva de Burak, ésta elección está muy ligada a los conceptos de

bajo y alto riesgo. Los adolescentes que desarrollan un estilo de vida de alto riesgo (sea

por su conducta, la intervención de otros factores de riesgo o por carecer de ciertos

factores protectores) tienen mayores probabilidades de no alcanzar un buen nivel de

desarrollo humano y psicosocial y de padecer problemas como repitencia, deserción

educativa, problemas con la ley, adicción a drogas, accidentes, suicidios, etc. Por otro

lado los adolescentes con estilos de vida de bajo riesgo cuentan con menos posibilidades

de desarrollar dichos problemas.

Consideramos necesario tomar en cuenta que son procesos y conductas que están

en permanente cambio y por tanto la catalogación de alto o bajo riesgo, en relación al

grado de vulnerabilidad, debe revisarse permanentemente.


85

Sabemos que existe una gran cantidad de factores que pueden afectar positiva o

negativamente el desarrollo del adolescente. Desde marcos generales podemos decir que

el mismo vive en un mundo globalizado, dentro de un contexto internacional con

características específicas que le influyen aunque pasen lejos. Debe convivir con

diversos marcos ideológicos y culturales, inclusive dentro del mismo país, ya que forma

parte de una estructura social y se encuentra inmerso en una sociedad con determinadas

posibilidades de empleo, de capacitación y estudio. Además recibe el impacto (positivo

y negativo) de los medios masivos de comunicación, las computadoras e internet

pueden resultarle algo familiar...

Algunos de estos factores han sido tenidos en cuenta más específicamente en

este trabajo que otros. Excede nuestras posibilidades poder brindar una mirada más

amplia e integrativa. Estos factores existen, influyen, limitan o posibilitan. Debido a

nuestros objetivos hemos de detenernos en el factor familiar.

IV. 2. La familia

Para introducirnos en el tema podemos repasar algunos conceptos generales.

Sabemos que la experiencia familiar facilita al niño el aprendizaje de su oficio de

hombre, lo que implica experiencias, tanteos, reveses, torpezas, repeticiones. Y uno de

los papeles primordiales de la familia es permitir esas experiencias, que darán al niño la

posibilidad de adquirir el dominio de sí mismo, sin que ninguna torpeza llegue a

comprometer peligrosamente su porvenir.

Autores como Porot, ya en 1955 afirmaban: Las pequeñas mortificaciones


familiares...las ligeras injusticias, las limitaciones obligatorias de su egoísmo, le preparan para

exigencias análogas, y menos suaves en su vida de adulto. Esto explica porqué una protección excesiva
86

del niño, destinada a evitarle la más mínima dificultad durante su infancia, puede ser tan perniciosa

como la ausencia total de dirección. Al parecer, el niño al adoptar una actitud con respecto al círculo de

la familia, determina también los aspectos principales de sus relaciones con los seres humanos en

general; el enfoque de un individuo y su manera de considerar la mayoría de las cuestiones más

importantes de la existencia humana pueden expresarse en términos parecidos a las posiciones que

adquirió frente a los problemas y dificultades nacidos en el interior del mundo relativamente pequeño

de la familia (Porot, 1955: 14)

Entendemos que la actitud del hombre frente a la sociedad dependerá en gran

parte de su experiencia familiar.

La familia ha sido considerada como la entidad social responsable entre otras

cosas de dar protección, afecto, alimentación, seguridad y de transmitir la cultura y los

valores a sus hijos.

En el mundo contemporáneo, la familia ha sufrido cambios en su estructura y

funcionalidad. La estructura más sólida y solidaria del pasado, ha dado paso a una más

débil y liberal, con gran número de parejas que se divorcian y niños que desconocen a

sus padres, con complejos problemas de relación entre los miembros, siendo quizás la

consecuencia más profunda el creciente número de niños y adolescentes en y de la

calle, los llamados hijos del divorcio, y también de niños y adolescentes que viven solos

o acompañados por un solo miembro de la pareja, generalmente la madre.

A este fenómeno de los cambios de la estructura familiar se une la

disfuncionalidad, entre otros aspectos por no lograr cumplir con los objetivos sociales

de la misma, dando libertad a los adolescentes pero sin establecer los límites necesarios

dentro del proceso de desarrollo estableciendo límites confusos, que perturban los

vínculos entre los miembros de la familia y del adolescente con su entorno.

Sin duda estas situaciones están determinando problemas en el desarrollo de

nuestros adolescentes y constituyen factores de riesgo importantes en su vida.


87

Hablaremos de ello con detenimiento a lo largo del capítulo.

IV. 2. 1. ¿Qué entendemos por familia?

Como una definición más clásica de lo que es la familia tomamos por ejemplo la

siguiente:

Grupo social básico constituido estrictamente por los esposos y sus hijos, y, en un sentido

amplio, por todas las personas unidas por vínculo de parentesco natural (origen o sangre común), de

afinidad (parentesco derivado del matrimonio) o civil (adopción) (Diccionario enciclopédico ilustrado

Oriente, Bs. As, 1995).

Nos resulta oportuno tomar la definición siguiente:

La familia es un sistema organizado cuyos miembros, unidos por relaciones de alianza y/o

consanguinidad, sustentan un modo peculiar y compartido de leer y ordenar la realidad para lo cual

utilizan información de adentro y de afuera del sistema y la experiencia actual-histórica de cada uno de

sus miembros (Fernández Moya, 2000: 103)

Con esta última definición es posible tomar en consideración organizaciones

familiares, que no se encuentren comprendidas en forma limitada a la consanguinidad.

IV. 2. 2. Funciones de la familia

La familia es un sistema organizado que tiene finalidades claras: alimentación,

adaptación al medio, protección, socialización de sus miembros. Una familia


88

disfuncional no logra cumplir con estos objetivos básicos ya que su funcionamiento no

permite el desarrollo y consecución de sus fines.

Epstein en 1982 diferencia tres esferas de tareas básicas de la familia:(Citado en

Fernández Moya, 2000: 168)

1) Tareas básicas: relacionadas con la satisfacción de las necesidades materiales.

2) Tareas de desarrollo: inherentes al momento del ciclo vital en que se encuentren, o

las crisis en el desarrollo que deben atravesar. (Circunstancias previsibles como

matrimonio, nacimiento de un hijo, etc.)

3) Tareas arriesgadas: asociadas a la resolución de crisis imprevistas (Crisis por

sucesos inesperados como accidentes, muertes, etc. o crisis de cuidado en el caso de que

haya miembros no funcionales o dependientes como ancianos o inválidos que requieran

un cuidador)

IV. 3. Funcionalidad y disfuncionalidad en la familia

Si bien no hay un acuerdo consensuado acerca de los conceptos que permiten

hablar de la normalidad de una familia o de una familia sana, sí es posible utilizar

algunos parámetros y pautas y determinar si una familia se ajusta o no a ellos y en qué

medida.

Es prudente pensar en la demora de una conceptualización más profunda, de un

mayor acercamiento o consenso con respecto a la familia funcional. En gran medida

puede deberse a que:


89

Se trata de una ciencia nueva, una epistemología diferente , la que nos hace pensar en la familia como

unidad de abordaje... (op. cit.: 104).

Creemos que éste tipo de abordaje es muy necesario para trabajar con chicos

delincuentes que vuelven a sus hogares, los que en buena parte son mantenedores de un

circuito de delito. Debido al valor que consideramos tiene éste tema, hemos destinado

un apartado especial en relación a la prevención desde la familia.

Para poder diferenciar familias funcionales de las disfuncionales, tomamos

como pautas las siguientes:

a) La capacidad de la familia para resolver problemas.

b) El clima emocional de la familia.

c) La capacidad para cambiar, en el curso del ciclo vital de la familia.

d) La capacidad para regular la proximidad y la distancia en las relaciones

intrafamiliares.

e) La formación de fronteras generacionales funcionales. (Simon, Stierlin y Wynne,

citados op. cit.: 104)

Por supuesto que estos factores van a ser influidos por los distintos subsistemas

con los que están en contacto. Como especificamos la familia es un sistema abierto que

se encuentra en constante interacción con el medio, esto significa, que éste sistema se

encuentra en interacción con contextos culturales, sociales, económicos, etc. a los que

influye y por los que es influido. Es parte esencial de lo que definimos anteriormente

como el microcontexto en el que está inmerso el sujeto y en el que se ponen en

funcionamiento sus relaciones más próximas y cercanas.


90

Quisiéramos ampliar estos parámetros que tomamos para establecimiento de

funcionalidad en las familias.

a) La capacidad de la familia para resolver problemas

Sabemos que las familias funcionales resuelven sus problemas con diversos

grados de éxito y en distintos lapsos de tiempo. Son capaces de abandonar conductas

que les resultan ineficaces y formular nuevas estrategias para afrontar los problemas.

Mientras que las familias disfuncionales, por el contrario, pasan a serlo repitiendo las

conductas ineficaces, es decir, las soluciones intentadas que no lograron resolver el

problema.

Para posibilitar este tipo de funcionamiento que permita resolución de

problemas, es fundamental que la familia funcional cuente con características de

estabilidad y flexibilidad, ambos factores deben estar equilibrados y ser constantemente

renegociados. (op. cit.: 106).

b) El clima emocional de la familia:

Es importante que puedan aflorar una gama de sentimientos que pasen por la

ternura, alegría, hostilidad, dolor, etc.; que se permita el surgimiento de los conflictos,

la confrontación y la disputa, para poder interactuar en un clima claro y generador de

soluciones.
91

Tomamos especial interés por la pareja de padres en lo referente al clima

emocional familiar, ya que es primordial contar con una buena relación entre los

miembros del matrimonio más que la salud emocional de ellos por separados:

Entre 1951 y 1964, Wetley y Epstein, realizaron una amplia investigación con la finalidad de

relacionar la salud emocional de los individuos y el funcionamiento de la familia. La conclusión más

importante fue que la salud emocional positiva de los hijos estaba estrechamente relacionada con una

relación conyugal cariñosa y proveedora de seguridad, lo que no dependía necesariamente de que los

padres fueran emocionalmente sanos como individuos (op. cit.: 106)

Se trata de propiciar un espacio que brinde seguridad a sus miembros, dando

lugar a la expresión de afecto y a la tolerancia ante diversidad de opiniones.

c) La capacidad para cambiar en el curso del ciclo vital de la familia

Para que la familia pueda mantener su equilibrio es necesario que intervengan en

conjunto la tendencia a la estabilidad, a un estado estacionario y la tendencia a la

transformación. Se trata de un interjuego entre cambio y homeostasis.

Las familias, a lo largo de su vida, se encuentran inmersas en diversas

situaciones que exigen un cambio en el funcionamiento de la misma. Pasan por crisis

inherentes al ciclo vital de la familia, definiendo como crisis:

“un estado de cosas en las cuales de una u otra manera, es inminente el cambio decisivo”. (Sluzki,

1980; citado en Fernández Moya, 2000: 148)


92

Si predomina la tendencia a la homeostasis y la familia se encuentra en una

situación que implica un cambio inevitable (que es también seguramente adaptativo) se

generará en ella una situación estresante. Crisis y estrés están fuertemente vinculados.

Las situaciones que producen estrés van a estar determinadas en gran medida

por las características de las familias. Así en una familia con chicos delincuentes puede

no producir estrés el conocimiento del ingreso a la cárcel de uno de sus miembros,

mientras que para otra familia seguramente generará verdaderos conflictos. Esto está en

estrecha relación con las pautas, normas y valores que se ponen en juego en cada

familia.

Lo importante a resaltar en este punto es considerar que la funcionalidad en la

familia depende de la medida en que las estructuras son capaces de cambiar.

Las situaciones de crisis requieren de nuevas definiciones de la relación, de nuevas reglas, de nuevas

modificaciones en el equilibrio de estas relaciones, de un restablecimiento continuo entre el cambio

estructural y la estabilidad estructural (op. cit.: 151)

Superar una crisis en la etapa de la vida familiar no significa adaptar al individuo a su familia, sino

considerar que la libertad y el crecimiento del primero están determinados por su participación exitosa

en su grupo natural y en el desarrollo de éste (Haley. J., 1980; cita op. cit.: 135)

d) La capacidad para regular la proximidad y la distancia en las relaciones

intrafamiliares:
93

Dentro del proceso familiar se va perfilando la identidad de sus miembros. En el

transcurso del desarrollo vital de cada persona se formula un concepto de self, de sí

mismo, que posibilita diferenciar la identidad de los otros individuos y la propia

autonomía. Es a partir de las interacciones con su madre y con su red familiar que el

niño comienza a distinguir y discriminar perceptualmente entre lo que le pertenece a sí

mismo y lo que pertenece a los demás.

Sobre la diferenciación individual en las familias tomamos conceptos de

Minuchín cuando se refiere al apego o desapego familiar excesivo: (Fernández Moya,

2000: 170):

Apego excesivo: existe dificultad para definir roles y funciones e incapacidad para

estructurar sus relaciones. Este tipo de confusión puede verse como un modo de evitar

las confrontaciones directas, ya que son sentidas como amenazantes para la unidad

familiar. Además hay una tendencia a designar a una persona para que actúe como

pacificador, siempre que exista una amenaza inminente de conflicto familiar.

Desapego excesivo: consiste en un marcado aislamiento entre los miembros de la

familia. Carecen de una estructura jerárquica y existe una demarcación demasiado

fuerte de los límites individuales acompañado por oportunidades restringidas de

comunicación e influencia recíprocas.

Con respecto a este eje proximidad-distancia agregamos:

En toda relación la distancia psíquica entre las partes debe regularse en el plano de la fantasía y el de la

realidad. Se necesita hallar un equilibrio entre el extremo de estar demasiado cerca (fantasías de fusión)

y el de estar demasiado distante (autismo).


94

Esto es el equilibrio de las relaciones de cohesión familiar. El temor a la pérdida de autonomía

individual y al aislamiento, caracteriza la ambivalencia estrechamente ligada a la negociación de la

proximidad y la distancia (Sabah, op. cit.: 171)

Murray Bowen afirma que cuanto más altamente fusionado está el sistema

marital, la relación tiene mayor riesgo de patología. La indiferenciación se manifiesta

en el área de conflicto marital y existe una tendencia en proyectar estos problemas en

los hijos, conduciendo al deterioro de uno o más de ellos.

También es importante la posibilidad de diferenciación entre el sistema nuclear

y la familia de origen.

Si bien en las familias existe un sistema común de valores y , como dijimos, sus

miembros poseen un modo peculiar y compartido de leer y ordenar la realidad; en las

familias funcionales se admite la diferencia de opiniones y se puede dialogar

manifestando y manteniendo la propia decisión.

e) La formación de fronteras generacionales funcionales

En las familias disfuncionales se observa un desdibujamiento de las fronteras

generacionales, la suspensión de la organización jerárquica y la formación de una

triangulación patológica.

Al hablar de las características organizacionales de una familia nos referimos a

los miembros que la componen, los sistemas versus los subsistemas y los límites.

Minuchín define la díada marital como un subsistema dentro de la familia, el que a su

vez está compuesto por dos subsistemas individuales, el de esposa y esposo. También el

sistema familiar se puede dividir en subsistema parental y fraterno. Las definiciones de


95

cada subsistema se realizan tanto por los miembros que lo componen como de las

funciones que cumplen.

Los límites, las reglas que definen quién participa y cómo, cuando son claros

protegen la diferenciación del sistema. (op. cit.: 175)

Así cada subsistema familiar tiene funciones específicas y hace demandas

específicas sobre sus miembros y sobre el desarrollo de las tareas interpersonales. La

organización se afirma sobre la libertad de interferencia de un susbsistema en otro

subsistema.

El susbsistema parental tiene funciones específicas que cumplir (vivienda,

educación, alimentación de los hijos). Cuando existen fronteras generacionales

disfuncionales hay confusión de tareas, funciones y demandas. Pueden generarse

alianzas patológicas intergeneracionales (no temporarias) en la familia, entre un

progenitor y un hijo contra el otro progenitor o con los hijos restantes.

Una forma especial de patología de alianza es la inversión de las jerarquías de

poder y se la considera la más destructora fuerza de la jerarquía familiar.

Al tratarse de familias de adolescentes con características delictivas, tomamos

como referente a Salvador Minuchín quien al realizar una clasificación de familias,

desarrolla el tipo de Familia descontrolada.

Esta se caracteriza por existir en ella problemas en el área de control, los que se

manifiestan como trastornos de conducta que pueden ir desde berrinches hasta

problemas de delincuencia. En este caso se debe suponer que existen problemas en:

• La organización jerárquica de la familia.

• La puesta en práctica de las funciones ejecutivas en el subsistema parental.

• La proximidad entre miembros de la familia. (op. cit.: 124)


96

El tipo de problema varía según el estado de desarrollo de los miembros de la

familia. En el caso de problemas de conducta de un niño en edad escolar,

probablemente los padres se desautorizan entre sí triangulándolo en una situación de

poder amenazante y aterrorizante para él y su familia. En el caso de hijos adolescentes,

los problemas de control pueden pasar por el hecho de que los padres no han sabido

pasar de ser padres solícitos a padres respetuosos de la elección de sus hijos

adolescentes.

En particular, en caso de familias con hijos delincuentes, el control depende de

la presencia de los padres. Las pautas de comunicación tienden a ser caóticas y siempre

se trata de problemas de límites (op. cit.: 131)

A partir de ello vamos a analizar puntualmente el tema de familia y

delincuencia.

IV. 4. Características de familias de adolescentes transgresores legales

IV. 4. 1. Familia y carreras delictivas

Una vez realizada la visión sobre la familia haremos un recorrido por aspectos

familiares ligados directamente a las características delictivas.

Creemos que mucha gente acepta casi sin cuestionarse la idea de que la familia

es una influencia muy importante en el fenómeno de la delincuencia. Para dar apoyo a

esta creencia varios principios psicológicos y sociológicos pueden ser integrados en una

red significativa.
97

Son muchos los factores que pueden ser señalados como importantes en la

investigación sobre delincuencia juvenil: status socioeconómico, relaciones con el

grupo de pares, movilidad social y subcultura delincuencial, pero si se los examina

cercanamente, cada uno está directa o indirectamente relacionado con el ambiente

familiar. Por ej., los jóvenes con débiles vínculos con sus familias tienden a estar en

grupos de pares delincuenciales. Igualmente, los jóvenes más apegados a las pandillas1

tienden a venir de familias con tipos de problemas similares (Morris y Curtis, 1983:

103)

Sin embargo, creemos necesario remarcar que el hecho de usar la familia para

examinar la delincuencia no excluye la influencia del ambiente más amplio ni de las

predisposiciones individuales. La investigación sobre la familia es útil para entender la

conexión entre el ambiente y la delincuencia.

IV.4.2 Ambiente familiar

Al considerar cada variación en el ambiente familiar y en las interacciones

familiares que contribuyen a la delincuencia, debe tenerse en cuenta que ningún factor

es de mucha ayuda en la predicción de qué familias tendrán niños delincuentes. En

cambio, combinaciones de factores son útiles en la predicción de la delincuencia,

especialmente cuando el niño es pequeño y los padres tienen mucha más influencia que

los pares (op. cit.: 109)

También hay evidencia de que las influencias de los antecedentes –criminalidad

parental, el alcoholismo parental, los cambios de domicilio frecuentes– contribuyen a la

delincuencia porque resultan en situaciones familiares marcadas por los castigos

1
Gangs en el original (N. del T.).
98

erráticos y las supervisiones laxas. Sin embargo, no se puede asumir una relación

causal sólo porque los antecedentes familiares se relacionen con la delincuencia.

Podemos agregar que Rolf Loeber y Magda Stahthamer-Loeber revisaron

numerosos estudios y encontraron consistencias en los tipos de diferencias familiares

que parecían contar en relación a la delincuencia. Descubrieron que las familias de

delincuentes sobresalían en términos de rupturas en la socialización familiar. Los

ejemplos incluían: falta de supervisión parental, rechazo de los niños por sus padres y

falla general de los padres para involucrarse con las vidas de sus niños. Las variables de

antecedentes, incluyendo la criminalidad y las relaciones maritales conflictivas fueron

factores menos importantes, aunque también jugaban una parte en el proceso (op. cit.:

110)

En lo que sigue se verá que variables familiares también resultan en muchas de

las características individuales, tales como la falta de control interno que predispone a

los adolescentes a ser afectados por las influencias delincuenciales.

IV.4.3 La familia como un concepto de enlace

En la parte práctica del trabajo también hemos tomado en consideración, a

partir de una entrevista con familiares de los chicos, la evaluación de la vulnerabilidad

socioambiental, la estructura de la familia (mono o biparental) y el tipo de control

ejercido por los padres. A continuación desarrollaremos algunos puntos importantes que

nos llevaron a ello.


99

IV.4.4 Vulnerabilidad socioambiental

En apartados anteriores hemos tocado el tema de la delincuencia a partir de la

interacción entre distintos niveles en los que está involucrado el individuo y por lo tanto

podemos inferir que las necesidades económicas sumada a la convivencia y cercanía a

gente inmersa en el delito ayudan o favorecen el desarrollo de la conducta delictiva.

Parece probable que, al menos en parte, la pobreza y las malas condiciones de

habitabilidad predispongan a la delincuencia, no a través de ningún efecto directo sobre

los chicos, sino porque la gravedad de la marginación socioeconómica tiene un efecto

adverso en los padres, de modo que los trastornos paternos y las dificultades son más

fáciles de desarrollarse y por tanto de impedir un buen comportamiento como padre

(Rutter y Giller, 1988: 137)

Con respecto a la relación entre nivel social y delincuencia, creemos que para

considerar el efecto de la clase social (hay investigaciones contradictorias, que señalan

una asociación entre clase baja y mayor delincuencia, y otras que marcan que no existe

esta relación), es importante tener en cuenta que las variables de crianza de los niños

que afectan el comportamiento delictivo son similares en las familias de los

delincuentes, sin importar la clase social, según señalan Patterson y Larzelere (Morris y

Curtis, 1983: 105). Ellos mostraron que las diferencias en cómo los padres

monitoreaban y disciplinaban a sus hijos explica la mayor involucración temprana en la

delincuencia en los jóvenes de clase baja en comparación con los de la clase

trabajadora. Estos autores no sólo plantean el enseñar a los padres habilidades

parentales, sino también mejorar los recursos disponibles para los padres de clase baja.

Esto nos involucra en el tema del control ejercido por los padres y la

consistencia intraparental para poder ejercer el rol de padres en forma efectiva.


100

IV. 4. 5. Tipos de control

Cada padre utiliza algún tipo de disciplina para criar a sus hijos, los que pueden

variar en situación, contenido y forma. Citando a Rutter y Giller (1988) identificamos al

menos dos formas principales por las que los padres ejercen el control directo sobre sus

hijos:

- Especificando reglas en particular, restricciones y criterios para el

comportamiento de sus hijos.

- Monitoreando el comportamiento de sus hijos, sabiendo donde están o

vigilándolos directamente.

Las investigaciones más recientes se han centrado en el alcance de la

supervisión, en la claridad de las expectativas de los padres y en la eficacia de los

métodos de disciplina; mientras que antes se hacía hincapié en los métodos usados y la

severidad del castigo. Wilson (1980) encontró que de todas las variables examinadas,

una supervisión débil por parte de los padres era la más estrechamente relacionada con

la delincuencia (no saber dónde está el hijo, a qué hora vuelve, etc.) (Rutter y Giller,

1988: 137)

Estos autores citan a Patterson (1982) cuando resume sus resultados acerca de

las características familiares asociadas con la delincuencia en cuatro apartados

principales:

1- Ausencia de reglas en el hogar: No existe rutina familiar para las comidas,

las tareas domésticas, ni tampoco tienen expectativas claras acerca de lo que los chicos

pueden o no hacer.
101

2- Ausencia de control por parte de los padres de la conducta del chico: Los

padres no saben lo que está haciendo y no responden a la conducta desviada porque

ellos mismos no la han visto.

3- Ausencia de contingencias efectivas: Los padres son inconsistentes en sus

respuestas a la conducta no aceptable; pueden gritar y quejarse pero no van más allá.

Además no responden con una adecuada diferenciación entre el premio por las

actividades prosociales y el castigo por las actividades antisociales.

4- Ausencia de técnicas para tratar las crisis familiares o los problemas: Los

conflictos dan lugar a tensiones y disputas pero no terminan con soluciones. (op. cit:

137)

Estas características se encuentran acompañadas frecuentemente por ausencia de

actividades de recreo con toda la familia junta, ausencia de comunicación íntima entre

padres e hijos, ausencia de afecto y calor paternos e informes acerca de que los padres

no se sienten identificados con el papel de padres ni unidos afectivamente a sus hijos.

(op. cit.: 136)

IV.4.6 Estructura familiar: Hogares rotos

En cuanto a la estructura familiar tomamos como ejemplo una investigación de

Richard E. Johnson que mostró que la reacción de los oficiales de justicia era más dura

hacia la mala conducta de jóvenes provenientes de familias en que sólo estaba la madre.

En desmedro del mito que asocia los “hogares rotos” con la delincuencia, la

investigación ha mostrado repetidamente que sólo la estructura de la familia –el número

de padres presentes– es de limitado valor en la explicación de la delincuencia.


102

Sheldon y Eleonor Glueck encontraron que una alta proporción de no

delincuentes estaban expuestos a hogares donde había mínimas disrupciones. En un

número sustancial de hogares rotos en los cuales los niños se volvían delincuentes los

niños eran menores de 5 años cuando había ocurrido la ruptura. En la medida en que

tienen más autonomía y han desarrollado habilidades de afrontamiento, los niños

mayores no son tan adversamente afectados. Esta visión se corresponde con las teorías

psicológicas que dicen que los patrones de comportamiento de los niños y la estructura

psíquica están casi completamente formadas alrededor de la edad de 5 años.

Es lógico concluir que los hogares rotos pueden contribuir a la delincuencia en

tanto que pueden resultar en dificultades económicas, la pérdida de algún afecto, la

pérdida de modelos adecuados de rol necesarios para la socialización, y pocas barreras

para el desarrollo de la amistad con delincuentes (Morris y Curtis: 111)

Sin embargo las aseveraciones anteriores han sido cuestionadas por basarse en

información de registros oficiales (se vio, por ej., cómo la justicia actúa más sobre casos

de familias monoparentales). Se ha señalado también que las tensiones que llevaron a la

ruptura son las reales causas de la conducta y no la ruptura en sí. Se ha observado que:

1. La discordia parental se asocia con el trastorno antisocial en niños aún cuando el

hogar no está roto.

2. El grado de discordia se asocia con la probabilidad de trastornos aun en grupos

en que todos los hogares están rotos.

3. Los niños removidos de sus hogares y puestos al cuidado de las autoridades ya

mostraban exceso de comportamiento perturbado antes de ser separados de sus familias.

4. La discordia no necesariamente termina cuando la familia se rompe por divorcio

o separación. (op. cit.: 112)


103

Si la discordia asociada a la ruptura de los hogares es de primaria importancia en

la explicación de delincuencia, sería útil diseñar programas que minimicen el conflicto

y la hostilidad.

Continuando con esta línea veremos cómo influye la existencia de tensión

familiar en los chicos delincuentes.

IV.4.7 Tensión familiar

Abrahamsen considera que la tensión familiar contribuye grandemente al

comportamiento delincuencial, ya que la tensión a largo plazo reduce la cohesión

familiar y afecta la capacidad de los padres para proporcionar una atmósfera que

conduzca a una adecuada crianza y a la resolución de problemas. Y éstas características,

como vimos en el capítulo de familia, resultan fundamentales para el ejercicio de

funcionalidad en las familias.

Las familias cohesionadas, según McCord y Zola, producen pocos delincuentes.

Cuando hay importante nivel de tensión y hostilidad, el joven es forzado

frecuentemente a encontrar “paz mental” en grupos fuera del ambiente familiar. Estos

autores señalan que las familias en que se dan riñas o que desatienden a los niños tienen

índices más altos de crimen que aquéllas en que una separación permanente ha

perturbado la familia. –el conflicto y el descuido en el hogar predispone al niño al

crimen– (op, cit.: 115)

Glueck y Glueck encontraron que en 1 de cada 3 familias de delincuentes,

comparadas con 1 de cada 7 familias de no delincuentes, estaban perturbadas cuando

uno de los progenitores dejó la familia a causa de relaciones llenas de tensión y peleas.
104

Slocum encontró que el 52% de las familias de delincuentes, contra el 16% de

no delincuentes consideraban que sus familias eran no cooperativas –lo cual puede ser

otra indicación de conflicto o tensión–. Sólo 2 de cada 10 familias de delincuentes,

contra 6 de cada 10 en el grupo control evidenciaron lazos fuertes y seguros entre los

miembros, intereses conjuntos compartidos, sentían orgullo de pertenecer a sus familias

y sentían ser “uno para todos y todos para uno” . Entonces, en la importante cualidad de

expresión de lealtad al grupo de sangre y apoyo del individuo en ese sentido de

seguridad y devoción a los otros, los delincuentes fueron mucho más deprivados que los

no delincuentes. Cuando hay mucha hostilidad dentro del hogar, el niño frecuentemente

soporta las consecuencias de gran parte de la hostilidad parental.

En conclusión: más allá de algunos desacuerdos sobre el monto de la influencia

de las familias divorciadas versus las hostiles no divorciadas sobre el comportamiento

delincuente, es evidente que el ajuste marital, la cohesividad familiar y el monto de

tensión existente en la familia están directamente relacionados con la delincuencia

juvenil.

IV.5 Familia y carrera delictiva

El concepto de carrera delictiva se refiere a la secuencia longitudinal de los

delitos cometidos por un delincuente en un período determinado; por lo que requiere la

verificación de la existencia de una progresión de la actividad criminal a través de

estadios. Podemos encontrar en un extremo al delincuente que sólo comete un delito,

mientras que en el otro se encuentran los delincuentes de carrera que son aquellos que

cometen numerosos delitos, alguno de ellos ciertamente graves. Igualmente no debe


105

confundirse el término delincuente de carrera con el de carrera delictiva, ya que éste

último pretende describir la secuencia de delitos durante una parte de la vida de una

persona y no sugiere que éste sea necesariamente un delincuente peligroso.

Lo que resulta interesante saber es cómo se inician, continúan y finalizan las

carreras delictivas, porque puede ocurrir que en cada una de estas fases estén

interviniendo factores causales distintos, es decir que las causas que están influyendo en

la iniciación de un individuo en la actividad delictiva, pueden ser diferentes que las que

afectan a la frecuencia con la que delinque, el tipo de delitos que realiza o el abandono

de dichas actividades. Si estas dimensiones de la carrera delictiva son diferenciadas, se

podrán mejorar y profundizar las explicaciones sobre el delito y la delincuencia,

pudiendo ofrecer líneas preventivas que actúen sobre constantes identificadas.

Nos resulta especialmente práctico este concepto ya que al no hacer

presunciones sobre rasgos fijos del sujeto y evaluando la implicación en la actividad

delictiva atendiendo a una pluralidad de factores, permite integrar bajo una sola teoría

explicaciones dispares y de modo coherente con la evidencia empírica que poseemos.

Podemos señalar algunos aspectos que contribuyen a que la carrera delictiva, la

que puede ser muy amplia o muy breve, vaya alargándose; aunque debemos

considerarlos como aproximativos. Lo importante para la intervención preventiva sería

saber cuándo una variable es crítica para, luego de identificarla, poder actuar sobre ella.

Hemos citado a Garrido y colaboradores que en forma didáctica han detallado las etapas

de un modo aproximativo:

Nacimiento: desde el nacimiento se presenta un temperamento inestable (falta de

equilibrio, reacciones desajustadas).


106

Primera infancia: modelos antisociales, padres, hermanos, familiares que son

delincuentes o actúan de forma irresponsable o antisocial (alcoholismo, desocupación

injustificada). Uso excesivo del castigo físico o verbal. Pautas de conducta inexistentes

o inconsistentes (así el chico no sabrá a qué atenerse, siendo incapaz de interiorizar los

criterios básicos para regular su comportamiento). Escasa supervisión (supervisar

consiste en saber qué hace el menor dentro y fuera de su casa). Pobre calidad afectiva

(la vinculación en términos de afecto, apoyo, seguridad, ésta es deficiente o no se da).

Menor estimulación cognitiva (los niños desarrollan menos inteligencia: la inteligencia

formal y la cognición interpersonal).

Segunda infancia: se siguen manteniendo los factores anteriores y entran en juego otros

con especial relevancia, tal como el fracaso escolar. El chico no entiende para qué está

en la escuela ni para qué le sirve. No puede estar atento pues esto supone una habilidad;

es inestable y no tiene adquiridas pautas de conducta imprescindibles para esta tarea.

Además en su casa esta actividad no es valorada. Del maestro, generalmente, tampoco

le llega un especial interés, al ser problemático su comportamiento, siendo frecuente la

etiquetación. No alcanza los objetivos planteados ni tiene éxito, lo que hace que su

autoestima sufra. Aquí surge la aproximación hacia otros chicos de similares

características. Su familia y ambiente no les reportan beneficios y los encuentran fuera,

junto con los que se encuentran como él. A partir de allí cada vez es mayor su

marginación frente a la sociedad y su inclusión en círculos marginales.

IV.6 Prevención de la delincuencia en la familia


107

“La investigación demuestra que la estructura y funcionamiento de la familia juega un papel crucial en

la socialización del niño, así como en la integración social, inhibiendo la posibilidad de una carrera

delictiva. En los hogares en los que reciben malos tratos o son objeto de una disciplina inconsistente, o

bien viven en un ambiente perturbado, aumenta la probabilidad de ser delincuente, especialmente si los

padres tienen antecedentes de esa índole. Tal riesgo es mayor si la familia vive en condiciones

importantes de pobreza, deprivación social y aislamiento” (Graham y Bennet, 1995; citado en Garrido

y Redondo, 1997: 198)

“La familia es la unidad de toda intervención, sin ella no tiene sentido planificar estrategias que

alteren el curso del desarrollo del niño problemático o delincuente. No se pueden esperar cambios

positivos o demasiado duraderos en el niño si éste está inmerso en un entorno familiar problemático en

el que no se interviene.” (Wilson, 1987, ibíd)

Como hemos desarrollado, las familias suelen presentar múltiples problemas:

socioeconómicos, de estructura o dinámica funcional. También se comprobó que existe

una cierta continuidad en el tiempo de los problemas de conducta en la infancia y en la

medida en que aparezcan precozmente, la probabilidad de transformarse en

comportamiento delictivo aumenta. La familia puede estar facilitando su inicio y

mantenimiento, ya que la infancia es una etapa en la que el sujeto se encuentra, por lo

general, bajo la supervisión y el cuidado de los padres. De ahí que los enfoques

preventivos más interesantes ubicados en la familia hayan intentado potenciar los

recursos personales y sociales, con objeto de que pueda modificar las circunstancias que

le incapacitan un funcionamiento socialmente integrado. Esto puede exigir que, en

algunas ocasiones, junto a la ayuda especializada se ofrezca asistencia social para hacer

frente a las necesidades económicas más perentorias y mejorar la calidad de vida. Esto

es porque la evaluación de la familia a la que el joven va a volver es esencial. Y surge


108

aquí la pregunta: ¿Puede la familia del chico proporcionar la estructura y el apoyo que

él necesita? Lo que es un hecho comprobable es que, si se lleva al chico por un tiempo

para retornarlo luego a la familia, donde los problemas no han cambiado, hay altas

probabilidades de que ocurra un retroceso.

En la actualidad son numerosas las propuestas de insertar la intervención de la

familia en una perspectiva comunitaria que contemple una amplia red de apoyo social,

formal, informal, a las familias multiproblemáticas, caracterizadas entre otros aspectos

por estar desorganizadas, ser violentas, sufrir abandonos frecuentes, vivir en barrios

peligrosos, y a menudo, presentar historiales de criminalidad. (Garrido y Redondo,

1997: 199)

Y se ha encontrado que las intervenciones de tipo familiares en las familias de

menores delincuentes obtienen beneficios importantes. Pero lo problemático lo

constituye el lograr que estas familias multiproblemáticas participen en los programas.

El profesional se encuentra con diversos problemas y adversidades que dificultan su

tarea consistente en conseguir que las familias accedan primero y continúen después en

un programa de prevención de delincuencia. Generalmente los padres consideran inútil

el esfuerzo o no están dispuestos a participar en algo que consideran que es

responsabilidad del hijo delincuente.

En relación a este tema, a este desligarse del problema, nosotros hemos

trabajado a partir del análisis de un estilo atribucional externalizador o internalizador en

el joven delincuente. Este estilo es también identificable en el grupo familiar. Si

hablamos de que la familia trabaja con un estilo más internalizador: es probable que

pueda ayudar más. Porque en ese caso tiene la capacidad de darse cuenta de que lo que

le pasa al chico no es sólo por culpa de los amigos, el grupo de pares o porque

simplemente el adolescente es oposicionista o rebelde. Que ellos están también


109

involucrados en el tema y tienen un monto de responsabilidad; y por tanto pueden

buscar y aprender a contar con las herramientas adecuadas para contener, controlar y

educar a sus hijos.

Consideramos que si la familia es tan importante en el proceso de socialización,

como en la formación y mantenimiento de un comportamiento delictivo, cualquier

esfuerzo reeducativo debe contar no sólo con un análisis o diagnóstico de la incidencia

etiológica del entorno familiar del niño (con ello no lo ayudamos) sino sobre todo con

la posibilidad de su utilización como elemento preventivo y terapéutico.

Habiendo hecho ya un desarrollo sobre la familia, su definición y funciones, tipo

de familia y familia y delincuencia; podemos entrar ahora al desarrollo del constructo

de locus de control, variable cognitiva que hemos nombrado con frecuencia a lo largo

del trabajo. Intentaremos realizar un repaso sobre los aspectos teóricos considerados

importantes, para luego poder especificar la relación entre locus de control y familia.
110

“Gato negro, gato negro cruzado.


Sombra debajo de la escalera.
Hace un momento que ha pasado el bizco.
Somos trece en la mesa,
que alguno se levante.
Si la bruja se altera,
si nos da vuelta el sapo,
si pisamos la puerta con el pie izquierdo.
Si nos damos, al fin, de cara a cara
con la que no se olvida de nosotros,
con esta yeta
de vivir dando vueltas en redondo”

Hamlet Lima Quintana.

“una creencia absoluta de que los acontecimientos de la vida

no pueden ser influidos por las propias acciones,

interfiere con actividades de forma adaptada”

(Pervin, 1998: 95)


111

V. LOCUS DE CONTROL

V.1 Teoría del aprendizaje social de Rotter

Hemos tomado la teoría del aprendizaje social de Rotter para introducirnos en el

concepto de locus de control ya que fue quien le dio forma y contenido al mismo.

Desde esta perspectiva podemos decir que cada conducta potencial se relaciona

con una consecuencia. La consecuencia tiene un valor asociado, un valor de refuerzo.

Por ejemplo actuar de manera agresiva o dependiente puede resultar en una variedad de

posibles consecuencias, cada una de las cuales se relaciona con un cierto valor de

refuerzo. Además la gente tiene expectativas respecto a la probabilidad de los

reforzadores después de cada conducta. Entonces la probabilidad de una conducta es

una función del valor del reforzador asociado con la conducta y de la probabilidad de

que el reforzador suceda. Tenemos así lo que se conoce como modelo espectativa-valor

de la conducta. Volviendo al ejemplo anterior, actuar de modo agresivo o dependiente

puede resultar en una variedad de consecuencias posibles, cada una de las cuales está

relacionada con un valor de refuerzo y una probabilidad de ocurrencia. La conducta

específica escogida representa la mejor combinación de valor y expectativa (Pervin,

1998: 75)

En nuestro caso si precisamos el ejemplo de una conducta delictiva en

adolescentes podemos pensar que la conducta de entrar a un comercio a robar puede

traer aparejadas varias consecuencias posibles: si sale bien el robo puede representar un

éxito, si sale mal podemos caer presos, también podemos no caer presos pero sí salir
112

heridos, etc. Cada posible consecuencia estará acompañada por distintos valores de

refuerzo ya que pueden conseguir el respeto de sus pares, atención en su casa, obtener

buenos resultados materiales por sus robos...Como vimos anteriormente como

características psicológicas comunes en los jóvenes delincuentes, estos suelen ser más

impulsivos y tener afán de protagonismo, lo que probablemente ayude en estas

situaciones a decidirse a realizar la conducta delictiva.

Rotter además sugirió que estos valores de refuerzo son únicos, no solo para el

individuo sino también para la situación. Por lo tanto no es sorprendente que la

conducta de la gente varíe de una situación a otra, dependiendo de las contingencias de

refuerzo relacionadas con las conductas de cada situación (op. cit.: 76). Esto también

indica que las situaciones se pueden entender y evaluar desde el punto de vista de las

consecuencias (valor y expectativas de los reforzadores) asociadas con conductas

específicas. Agregamos que si es posible entender y evaluar las consecuencias entonces

se entiende que podemos aprender a evitarlas, manejarlas o transformarlas.

A pesar de destacar la importancia de los valores y expectativas de refuerzos

únicos para cada situación, Rotter sugirió que la gente desarrolla expectativas que

mantiene a través de diversas situaciones, las que serían expectativas generalizadas.

Una de estas expectativas generalizadas es el lugar (locus) de control de refuerzo

interno versus externo o teoría del lugar de control. La gente alta en el lugar de control

interno tiene la expectativa generalizada de que los reforzadores o consecuencias

dependerán en gran medida de sus propios esfuerzos, mientras que la gente alta en el

lugar de control externo tiene la expectativa generalizada de que las consecuencias

dependerán mayormente de la suerte, el destino, el azar, otras personas u otras fuentes

externas. También se entiende que la gente de lugar de control interno tiene la

expectativa generalizada de que el esfuerzo personal es muy importante mientras que la


113

gente de lugar de control externo tiene la expectativa generalizada de que sus esfuerzos

no tiene demasiada importancia: además se siente relativamente indefensa con relación

a los acontecimientos (ibíd)

V. 2. Jóvenes transgresores y locus de control

En trabajos con jóvenes transgresores se ha observado la prevalencia de una

categoría de racionalización que Goldstein categoriza como: atribución externalizada de

culpa. Relata una serie de discusiones con delincuentes juveniles varones, referidas a

una situación problema de robo en tiendas (robo hormiga). Cuando se les indagó con

respecto a quién tenía la culpa en esa situación, los jóvenes afirmaron que las falta era

del dueño del negocio en el que ellos robaron, su razonamiento refería que si el

propietario del negocio no estaba lo suficientemente alerta para captar y atrapar a un

ladrón, él merecía ser robado. La realización de la conducta transgresora estaría en

función de la presencia/ausencia de un límite externo, de un castigo externo (Citado en

Santoni, 1998: 137)

Una investigación en relación a atribuciones de externalidad realizada por

Borrad y Bentro (1985), con jóvenes transgresores, revela sistemas atribucionales que

les permiten desplazar la responsabilidad por sus problemas hacia alguna otra persona o

circunstancia. Cuando se interroga al joven sobre porqué cree que entró en problemas

referirá que debido a las malas compañías o bien porque la policía estaba siempre en

contra de él y lo perseguía, o porque los maestros le tenían bronca o simplemente

porque tienen mala suerte (ibíd) Estas atribuciones de externalidad corresponderían a

las dimensiones de locus de control interno/externo.


114

También es importante tener en cuenta la atribución de intencionalidad a la

conducta de otra persona. En una investigación de Dosh (1986) se estudió la propensión

de jóvenes delincuentes a cometer actos agresivos sin haber sido aparentemente

provocados. Se encontró que antes de cometer actos agresivos hacia otras personas,

estos jóvenes atribuían algún tipo de intencionalidad en la otra persona, en general

tendían a atribuir a la conducta del otro intenciones hostiles o agresivas. A partir de ello

los jóvenes consideraban que su agresión hacia los otros estaba claramente justificada

(op. cit: 138).

Por otro lado diversos autores, como Saicks y Matza, señalan que la externalidad

atribucional ofrece una ventaja al joven delincuente, en tanto que las causas de conducta

son localizadas en factores externos, él tiende a percibirse como una víctima de la

situación y disminuir así su responsabilidad. Además tienden a minimizar actos

delictivos serios afirmando que “no saben qué les pasó en ese momento, se pusieron

locos”, etc. (ibíd)

V. 3. Procesos atribucionales y locus de control

La observación de actos agresivos en el hogar y la comunidad, o a través de los

medios no siempre resultará en la repetición del acto en vivo. Muy pocas personas

intentan imitar un robo exitoso o un acto agresivo que no fueron castigados. ¿Pero qué

distingue a los infractores de aquellos que se han comportado en maneras socialmente

aceptables? Resulta difícil de establecer con evidencia empírica en función de que los

estudios de laboratorio no pueden aproximarse a las sanciones sociales y legales que los
115

infractores reales deben arriesgar. Como hemos mencionado la atribución de causalidad

a la suerte, al destino o a la casualidad puede resultar en la creencia en el control

externo de los eventos. Inversamente, cuando uno percibe los eventos como

contingentes sobre el propio comportamiento, se cree que el control es interno (Rotter,

1966). La creencia en el control externo o interno es un factor mediacional que modera

el comportamiento a través de las percepciones que los individuos tienen de sí mismos

como agentes causales activos más que como recipientes pasivos de las influencias

ambientales (Mahoney, 1974).

Alguna evidencia sugiere que los delincuentes que están orientados internamente

son más cumplidores y menos agresivos. Podríamos adelantar que esto fue coherente

con los hallazgos obtenidos en el trabajo de campo elaborado por nosotros, como una

variable principal en nuestra investigación, el constructo locus de control fue medido y

analizado encontrando relaciones que apuntan a un resultado similar. Un ejemplo de

esta evidencia, es que Ollendick y Eliot (1978) encontraron que un grupo de

entrenamiento en habilidades sociales resultó en un incremento del locus interno de

control junto con una reducción del comportamiento disruptivo entre delincuentes.

Si, de hecho, existe una relación entre el comportamiento antisocial y el locus de

control, pensamos en ¿cuál podría ser la razón? Los datos aportados por los trabajos de

investigación aportados, llegan a la suposición es que en un ambiente que apoya social

y emocionalmente al comportamiento delictivo, el sujeto que está orientado

internamente, debería ser más exitoso en el control personal, ya sea su comportamiento

prosocial o antisocial, que la gente externamente orientada. En esencia, la persona con

locus interno de control está menos atada a estímulos del ambiente orientado al crimen

y entonces es menos vulnerable para la actuación.1 Las técnicas tradicionales

1
N. del T.: Acting out en el original.
116

conductistas aplicadas a las situaciones correccionales han confiado con fuerza en un

modelo de condicionamiento en el cual las contingencias son manipuladas en la

esperanza de un cambio en el desempeño abierto. Las intervenciones cognitivo-

conductuales parecerían apoyar el desarrollo de un locus interno de control al tener

como su meta la mejoría de los procesos personales mediacionales adaptativos tales

como la auto-instrucción, la toma de perspectiva, y la resolución de problemas

interpersonales, todo lo cual apoya al auto-control. Estos abordajes buscan reorientar a

los conductistas a focalizar su atención sobre los procesos internos y su influencia sobre

el comportamiento abierto.

V. 4 Autoeficacia y otros constructos relacionados con el control

A consecuencia de la revolución cognitiva en la psicología, las creencias de

control o expectancias se convirtieron en el centro teórico y empírico. Sobre todo desde

que Rotter introdujo el término de localización de control, como parte de su teoría del

aprendizaje social de la personalidad, se ha acumulado gran cantidad de información. El

concepto de Rotter sobre la localización del control se refiere a la percepción del self

como un agente más o menos controlador de los resultados. Si bien nuestro trabajo

apunta a esclarecer datos sobre este constructo, nos parece pertinente referirnos a

Bandura, quien introdujo mayor claridad al hablar de autoeficacia, constructo que

introduce dos tipos de expectativas sobre el self:

expectativas de resultados, que son la estimación de una persona de que una conducta determinada

conducirá a ciertos resultados, y las expectativas de eficacia, que hacen referencia a la creencia de la
117

persona de que puede ejecutar satisfactoriamente la conducta requerida para producir resultados (cita

de Bandura, 1995: 107)

El concepto de autoeficacia entonces, es un concepto más específico que, de

alguna manera contiene al de locus de control. Al hablar de expectativas de eficacia nos

referimos a la creencia de una persona de ser lo suficientemente capaz de llevar a cabo

determinada conducta. El locus de control se relaciona al concepto de autoeficacia

porque está vinculado con la posibilidad de creer que el sujeto puede ejercer tal o cual

conducta que lo puede llevar a determinados resultados (como vimos con consecuencias

más o menos deseadas y a las que se encuentran ligados determinados valores) y que al

llevar a cabo esa conducta puede ser hacedor, constructor de su propia vida. Entonces el

concepto de autoeficacia es más elaborado, más específico y ayudaría a medir cuán

capaz se siente el sujeto de realizar determinados actos. El locus permitiría identificar

creencias más básicas y se refiere más a qué atribuyen su conducta y en qué medida

creen que las consecuencias pueden depender de él o puede modificarlas, que a cuán

capaces se sienten de llevarlas a cabo.

También resulta interesante diferenciar el concepto de creencias de control con

el de estilo explanatorio, éste último se refiere a las atribuciones orientadas a los éxitos

y fracasos pasados al tratar de alcanzar determinadas metas, mientras que las creencias

de control se refieren a expectativas orientadas al futuro sobre el manejo más o menos

efectivos de los retos futuros.

A continuación haremos referencia a la autoeficacia, vinculada al concepto de

locus de control, en relación al plano familiar.

V. 4.1 Autoeficacia y contexto familiar


118

Uno de los temas centrales es el modo y la medida en que los progenitores

contribuyen al desarrollo y consolidación de las creencias de autoeficacia en los niños,

tarea que resulta especialmente difícil si los niños están aún en un nivel preverbal.

(Bandura, 1995: 108).

Centrando el interés en el progenitor, es de particular importancia en el contexto

presente si las creencias de auto-eficacia parental generalizadas o específicas tienen

algún impacto sobre el niño. Es especialmente interesante la eficacia presentada tal y

como se mide mediante la convicción de los progenitores para ejecutar

competentemente las actividades necesarias para educar a lo hijos. Pude manifestarse

que tales conductas median la conducta parental real, lo que entre otros resultados

evolutivos, podría influir sobre las creencias de control y de auto-eficacia del niño (op.

cit.:109) Si hacemos un repaso por las características familiares de familias funcionales,

vemos que es coherente el planteo de que una ejecución competente de tareas parentales

ayudan al desarrollo de fronteras generacionales claras, un clima emocional equilibrado,

resolución de problemas y , agregamos ahora, la construcción de eficaces creencias de

control y de auto-eficacia del niño.

Desde una perspectiva de sistema familiar, podría manifestarse que no sólo la

eficacia en el cuidado de los niños, a través de la correspondiente conducta parental,

influye sobre el desarrollo del niño, sino también la eficacia marital percibida, es decir

la creencia mutua de los cónyuges de poder manejar su relación de un modo

constructivo y competente. Así además de fortalecer el vínculo conyugal, la eficacia de

la pareja puede concebirse como un importante prerequisito para el cuidado eficaz de

los niños, lo que a su vez retroalimenta al sub-sistema marital. (id. ,pag.110)


119

Con respecto a la estructura familiar existen diversos estudios con algunas

diferencias en sus resultados. En función de los objetivos de nuestro trabajo nos resulta

interesante plantear qué sucede con el control en familias con estructuras en las que

existe una pérdida parental. Veremos luego en la parte práctica diferencias que

surgieron en los grupos y que pueden atribuirse entre otras variables a las diferencias en

la estructura monoparentales (solo la madre) y biparentales de los grupos observados.

Hemos encontrado que en algunos estudios se ha observado que la pérdida parental , en

especial la ausencia del padre, resulta ser un importante factor en relación al carácter

completo de la familia, que influye sobre las creencias de control. Es importante

remarcar que en investigaciones (Duke y Lancaster, 1976; Hetherinton, 1972: cita en

Bandura, 1995: 111) se encontró que los niños de familias monoparentales, familias en

las que la cabeza es la madre, tienden a mostrar una mayor orientación externa de

control. Sin embargo otros factores como la edad, sexo del hijo, la causa de ausencia

paterna (divorcio o muerte) y la duración de la ausencia tienen diferentes efectos sobre

las orientaciones de control de los hijos. Así por ejemplo se encontró en estudios

realizados por Parish en la década del 80, que los chicos tienden a manifestar tendencias

de control externas más altas que las chicas, en especial si la razón de la ausencia

paterna es la muerte, pero estas diferencias desaparecen cuando se toma en cuenta el

intervalo temporal de la pérdida del padre (Bandura, 1995: 111)

Otro factor ya tomado en cuenta en este trabajo es el impacto de variables

potencialmente moderadoras, como lo son el conflicto posterior al divorcio entre los ex-

cónyuges o el ajuste emocional de los niños al divorcio. Un importante dato aportado

por Reisel en 1986, afirma que sólo niños que han perdido a sus progenitores a

consecuencia del divorcio y han mostrado señales pronunciadas de trastornos

emocionales ente el divorcio eran más externamente controlados.


120

Estos datos nos sirven para confirmar el carácter complejo de la variable a

estudiar. Si bien hemos manifestado a lo largo de nuestra tarea la imposibilidad de

establecer variables directamente causales, se nos presenta claramente ahora al tratar de

encontrar datos relevantes que nos permitan realizar un análisis entre los aspectos

familiares y las creencias de control externas o internas en los chicos.

Con respecto a la estructura familiar es un factor que hemos de tomar en cuenta

para establecer posibles relaciones en el apartado metodológico del trabajo.

V. 5. 1. La influencia parental sobre las creencias de control en los hijos

Para los investigadores dedicados a trabajar el concepto de locus de control, entre los

que se encuentran Norwicki, Strickland y por supuesto Rotter, entre otros, la hipótesis

de que las prácticas de cuidado de los hijos tienen una importante influencia sobre el

desarrollo y modelado de las orientaciones de control de los niños es considerada de

gran valor.

A los fines de nuestro trabajo nos resulta particularmente interesante examinar

las prácticas parentales que pueden estar fortaleciendo las creencias de control interno y

sus consecuencias positivas sobre el desarrollo y formación de los hijos. Rotter ha

manifestado que la consistencia y trato de los progenitores pueden ser los antecedentes

esenciales de las expectativas de control generalizado de los hijos. Hay pruebas

empíricas que corroboran dicha hipótesis, e inclusive, se ha observado que algunos


121

aspectos específicos de las prácticas parentales contribuyen en forma significativa en el

desarrollo de las creencias de control de los hijos ( Bandura: 1995, 113)

Creemos que estos datos no hacen más que confirmar el carácter fundamental de

la familia en la formación y desarrollo de aspectos protectores de los hijos. Por lo tanto

redunda en la afirmación de la importancia de la familia como unidad de abordaje

terapéutico y preventivo. Por lo tanto consideramos fundamental ahondar sobre algunos

hallazgos sobre la relación entre el cuidado de los hijos y las creencias de control

internas versus externas de los mismos.

Algunas investigaciones consistentes nos permiten llegar emitir la siguiente

afirmación, la que nos atreveremos a transcribir casi textualmente de Bandura ya que en

ella se encuentran citados los estudios que aportaron dichos datos, a saber:

“los progenitores que ofrecen un entorno familiar estimulante (Bradley y Caldwell, 1979; Norwicki y

Schneewind, 1982; Schneewind, 1989) respondiendo consistente y contingentemente a la conducta de

sus hijos (Davis y Phares, 1969; Diethelm, 1991; Skinner, 1986), subrayando el valor del temprano

entrenamiento en independencia (Chance, 1970; Chandler y col., 1980; Wichern y Norwicki, 1976)

fomentando más la autonomía y menos las interacciones instructivas (Gordon, Norwicki , Wichern,

1981), usando técnicas de disciplina menos hostiles y más inductivas (Davis y Phares, 1969) y

relacionándose con el niño de un modo cercano y emocionalmente reconfortante (Kampen, 1989;

Norwicki y Segal, 1974) tienden a tener hijos con una mayor orientación de control interno. Por el

contrario, los progenitores que ofrecen menos estimulación, que responden menos y de forma más

autoritaria, intrusiva, sobreprotectora, rechazando u olvidando a sus hijos son más propensos a tener

hijos con una orientación de control externo” (Bandura, 1995: 113)

La mayoría de estas investigaciones se basan en las relaciones madre-hijo, por lo

que podemos decir que carecen de la perspectiva de sistemas familiares más complejos
122

(id, pag.113). Y si bien estos hallazgos son numerosos y resultan consistentes, debemos

aclarar que no es muy profusa la evaluación de los datos en estudios longitudinales, los

que ayudarían a arrojar más luz sobre el status de la conducta parental en relación al

cuidado de los hijos como antecedentes del control personal. Sin embargo hay algunas

pruebas de carácter longitudinal que resultan de importancia y que queremos destacar.

Como posible precursor del control personal se ha encontrado que es muy

prometedor el estudio del desarrollo de la conciencia de contingencia durante la

infancia. En un estudio longitudinal de Riksen-Walraven, realizado en 1991, en el que

se entrenaba a los padres para que dieran una estimulación responsiva a los hijos;

encontraron que el desarrollo de la conciencia de contingencia en los niños así como las

expectativas de eficacia de los progenitores pueden fortalecerse mediante transacciones

específicas progenitor-hijo durante la infancia. Este tipo de investigaciones fomentan el

trabajo con las familias, ya que a medida que el progenitor observa que su conducta

produce un efecto, construye la expectativa de que es efectivo influyendo sobre la

conducta del niño y así será motivado a mostrarse más responsivo con su hijo. En el

mencionado estudio una vez cambiados por el programa, las expectativas de los padres

permanecieron estables porque producían conductas que por sus consecuencias

confirmaban esas expectativas (Bandura, 1995: 114).

Otra línea investigativa hace referencia a la hipótesis del modelado que se basa

en la idea de la transmisión intergeneracional de las creencias de control. Si bien se han

realizado estudios longitudinales como el de Norwicki - Strickland en 1973, quienes

utilizaron como herramienta de medición la escala de localización de control infantil y

adulta desarrollada por el mismo Norwicki, estos no han apoyado la hipótesis del

modelado en ningún punto. Lo que se encontró en cambio es que las hijas con el paso

del tiempo parecían adoptar la orientación de control de sus padres, apoyando la idea de
123

que las jóvenes internamente controladas poseen un punto de vista masculino. En

diversos estudios se han encontrado diferencias de género, pero no se ha atribuido un

motivo específico a esta diferencia. Por el contrario sí se especuló con respecto a que

las mujeres jóvenes con creencias de control más internas, más autoeficaes y exitosas,

podían necesitar adoptar una perspectiva masculina para las que están mejor preparadas

mediante las demandas parentales relacionadas con el logro, sobre todo de sus padres

(Bandura, 1995: 116).

V. 5. 2 Creencias de control y contextos más amplios de interacción

En los apartados anteriores hemos hecho hincapié en aspectos familiares e

intrafamiliares y creencias de control. Sin embargo quisiéramos mencionar nuevamente

a Bronfenbrenner y su análisis de sistemas evolutivos jerárquicamente ordenados, ya

que la familia es un microsistema que se relaciona con otros y que al mismo tiempo

está comprendida dentro de otros sistemas sociales mayores como el económico,

subcultural y cultural.

Para darnos una idea de esta interacción con respecto a la influencia de diversos

factores más allá de los familiares y el locus de control, recordemos por ejemplo lo

expuesto en el trabajo con respecto a cómo la clase social influye en las creencias de

control. Dijimos que influye no directamente en el sujeto, pero sí significativamente en

la eficacia parental, lo que a su vez se relaciona con las prácticas parentales de

educación de los hijos y con los resultados evolutivos de estos últimos. De todos modos

los aspectos de la clase social deberán tomarse como una variable que necesita ser más

especificada en términos de condiciones reales. Porque también las experiencias


124

profesionales y laborales de los progenitores como las limitaciones y oportunidades

institucionales modelan su personalidad y conducta intrafamiliar, más directamente que

los indicadores tradicionales de clase social como los ingresos, educación y status

profesional (Schneewind, 1995: 125).

Puntualmente en referencia a nuestro contexto cultural más amplio, entendemos

que en el mundo occidental actual hay ciertas conductas que nos resultan convenientes

desarrollar para lograr un mejor desempeño en el mundo social, es decir que las

creencias de control reflejan el sistema de valores centrado en las formas de ser propias

del mundo occidental. Al respecto de esto algunos autores distinguen lo que denominan

control primario del secundario. El primero se refiere a la habilidad del individuo para

cambiar el medio con el fin de adaptarlo a las necesidades del self; éste sería propio del

mundo occidental. Por otra parte el control secundario se refiere a la habilidad de la

persona para adaptar sus necesidades a la realidad existente, al que relacionan más al

mundo occidental. Sin embargo el control secundario puede ser altamente funcional en

el logro de metas colectivas y contribuir así al desarrollo de una eficacia colectiva.

Estos aspectos contextuales redundarán en los sistemas de valores culturales y

subculturales que influyen en las expectativas parentales concretas que se consideran

funcionalmente relevantes para la adaptación e integración del niño en una determinada

sociedad. Tendiendo, por ejemplo, en el caso de las creencias primarias relacionadas a

perspectivas occidentales, al desarrollo de valores más individualistas y orientados a la

enseñanza de conductas autónomas e independientes; mientras que desde las creencias

secundarias se intentará orientarlos más a la comunión con la sociedad, a desarrollar

conductas más sumisas y al aprendizaje por imitación (op. cit.: 127).

Finalmente entendemos este proceso a partir de un modelo integrador citado por

Klaus Schneewind (1995: 129), el que refiere a la idea de totalidad e integración a los
125

fines del análisis del desarrollo de las creencias de control. Como dijimos la estructura

familiar o las relaciones entre padre e hijos nos resultan un enfoque limitado para

entender adecuadamente cómo adquieren y exteriorizan los niños sus creencias de

control personal.

Así este autor nos habla de la educación de los hijos en relación a la importancia

de las metas parentales para determinar las expectativas de eficacia y de resultados de

los progenitores, como también la conducta real cuando deben brindar apoyo, guía y

pautas a sus hijos para que puedan encontrar un lugar en la sociedad. Pero estas metas

parentales se encuentran vinculadas a valores subculturales y culturales que los padres

experimentaron en su propio proceso de socialización. Ésta a su vez estuvo influenciada

por las oportunidades y limitaciones inherentes a las condiciones materiales y sociales

específicas y características de su espacio vital. El lugar que los padres ocupan en la

sociedad, la estructura familiar, las relaciones interfamiliares, conyugales, etc.; así

como también las diversas experiencias de vida han ido modelando su repertorio de

metas, creencias y conductas para la crianza de sus hijos.

A su vez la interacción entre padres e hijos deberá concebirse como un proceso

activo, autoconstruyente. Ello implica una representación interna activa de los sucesos y

una progresiva elaboración y construcción de las metas, creencias y conductas

personales. Uno de los desafíos que enfrentan los padres consiste en adaptar sus

prácticas parentales al nivel evolutivo de sus hijos, fomentando y guiando así sus

procesos internos que gradualmente les capacitarán para participar como entes

independientes e interdependientes en varios entornos del sistema social (ibíd)

Hemos optado por incorporar los aspectos de este modelo ya que se nos presenta

como un panorama claro y útil pero también lo suficientemente amplio y abierto como
126

para seguir investigando sobre la mediación de los procesos familiares entre la sociedad

y el sistema personal en desarrollo.

V. 5. 2 Intervenciones: Procesos personales mediacionales adaptativos, desarrollo de

habilidades y cogniciones

Los científicos comparten la convicción de que creencias subjetivas en una

cantidad mínima de control sobre los asuntos importantes es una condición necesaria

para el bienestar personal a lo largo de la vida.

Esta convicción es compartida por cognitivistas, teóricos de la acción, también por los psicoanalistas.

Se ha comprobado que las creencias de control son buenos predictores del éxito del aprendizaje escolar,

de las ejecuciones deportivas, de la satisfacción marital, de la salud recuperación de la enfermedad, del

éxito y satisfacción profesional, de la demora de gratificación, de la felicidad en la vejez y del manejo

de conflictos sociales, del desempleo y muchos otros tipos de problemas como la depresión, el

aislamiento y la pasividad social (Bandura, 1995: 89)

Lo que hemos intentado presentar a lo largo del capítulo es en definitiva, el

valor que tienen las creencias de control interna vs. externa, en relación a la posibilidad

de cambio y control de la propia conducta. Consideramos que si el sujeto puede saber y

creer que es capaz, en gran medida, de controlar su conducta y otros factores externos y

que éstos no lo controlan a él, posiblemente podrá encontrar un modo de

responsabilizarse de su conducta sin justificarla por situaciones que -siempre- se

encuentran fuera de su alcance: “Estoy acá porque la cana me tiene bronca”, “Me
127

buscaron a mí pero fue otro el que lo hizo, lo que pasa es que tenían que meter a

alguien”, “A mí me hacen mal las juntas”...

¿Qué podemos hacer en la intervención para ayudar a generar habilidades que

posibiliten generar un locus de control más interno?

Desde un enfoque cognitivo-conductual se enfatiza el rol de las cogniciones del

cliente (pensamientos, percepciones y creencias) en el repertorio conductual. El

terapeuta debe identificar las cogniciones del cliente (como diálogo interno e imágenes)

y la relación de esas cogniciones con el comportamiento del cliente y sus sentimientos.

La falta de cogniciones, o la existencia de cogniciones incorrectas respecto a

determinado comportamiento puede interferir con un desempeño adecuado. Por ej., los

excesos y déficit cognitivos son vistos claramente como factores mediacionales en las

teorías de depresión y en el abordaje de problemas de control de impulsos. Estos déficit

resultan en una falta de herramientas de resolución de problemas y mediación verbal,

respuestas inadecuadas y excesivo cambio conductual. (Morris y Curtis, 1983: 482)

A través de la identificación y corrección de las cogniciones erróneas del cliente,

las intervenciones cognitivo-conductuales buscan desarrollar un repertorio de

herramientas que faciliten la adaptación a una variedad de situaciones estresantes. Las

autoinstrucciones, el manejo de la ansiedad, la inoculación de estrés, el ensayo

cognitivo, el control de la ira, el entrenamiento en habilidades sociales y la toma de

perspectiva son todas orientadas al entrenamiento en herramientas de afrontamiento y

auto-control. El hilo conductor de todas estas técnicas es su intento de inducir estrés y

luego entrenar a los clientes en el manejo efectivo de las situaciones, proveyéndolos de

herramientas de afrontamiento.
128

IV.6.1 Auto-control y auto-instrucciones

La internalización de comandos verbales es un paso crítico en el desarrollo del

control voluntario del comportamiento, lo cual sugiere que el modelado y el ensayo de

auto-instrucciones serían técnicas útiles. Estas técnicas apuntan a dar al sujeto las

competencias necesarias para tratar efectivamente con situaciones en las cuales ellos

previamente trataron de manera agresiva (Morris, 483)

Meichenbaum ha utilizado modelado y ensayo de auto-instrucciones (programa

llamado de “auto-guía cognitiva”) en jóvenes delincuentes, con éxito en el rendimiento

en tareas de generalización.

Thoresen buscó desarrollar auto-control y habilidades personales de resolución

de problemas y toma de decisiones. Para ello diseñó un programa hogareño llamado

“casa de aprendizaje”1 en que se ayudaba a niños problemáticos (incluidos

delincuentes). Inicialmente, el entrenamiento de auto-control se concentró en la

adquisición de un comportamiento social deseado. El modelado por parte de una

persona entrenada, la dramatización y la auto-evaluación de videocintas de ensayos

fueron combinadas para enseñar las herramientas deseadas. Las herramientas de auto-

instrucción y de resolución de problemas fueron enseñadas. Las tareas para la casa

estimularon a los niños a usar la nueva herramienta. Se les enseñó a reestructurar sus

propias cogniciones concernientes a su comportamiento y se los estimuló a hacer auto-

verbalizaciones positivas hacia los otros. Una cuidadosa mezcla de herramientas de

1
N. del T.: Learning house en el original.
129

auto-control con settings parentales, de consejo y comunitarios fue planificada y

monitoreada con el objeto de alentar la generalización.

Otros estudios han demostrado la mayor efectividad de intervenciones

cognitivo-conductuales (con autoinstrucciones modeladas) que el mero modelado con

contingencias conductuales (Morris, 484). Técnicas de auto-control y auto-instrucciones

han sido usadas también con adultos agresivos (incluso abusadores) exitosamente.

Denicola y Sandler combinaron el entrenamiento en técnicas de manejo de niños con

entrenamiento cognitivo-conductual (incluyendo técnicas de auto-control). Las mejorías

fueron mantenidas en el seguimiento de 3 meses, y los padres atribuyeron la mejoría al

aprender más sobre el manejo de los niños y en la mejoría en sus propias habilidades

para resolver situaciones (Id., pag.484) Estos hallazgos se relacionan con lo expuesto

anteriormente con respecto al equilibrio de la percepción de las creencias de

autoeficacia parental y la conducta parental real.

Nos hemos referido puntualmente al trabajo de intervenciones desde el aspecto

cognitivo ya que la variable a la que aludimos es un constructo cognitivo: el locus de

control. Y apuntamos a un objetivo específico: cómo fortalecer el desarrollo de la

atribución más interna del control.

Sin embargo a lo largo del trabajo nos hemos explayado sobre los aspectos

interaccionales a los que adherimos y sabemos que los recortes efectuados a nivel de

desarrollo son meramente teóricos, ya que al trabajar con las realidades cotidianas es

imprescindible tener una mirada holística, integrativa y abarcativa, que nos permita -al

menos intentar- no perder de vista los sistemas y subsistemas que interjuegan

permanentemente en todos los ámbitos.


130

A continuación nos introduciremos en el trabajo metodológico que consideramos

pertinente realizar, tomando en cuenta el desarrollo del marco teórico que esperamos

nos servirá de guía y referencia para completar el análisis de nuestra tarea.


VI. RELACIONES ENTRE LOCUS DE CONTROL,

PERCEPCIÓN DEL SISTEMA FAMILIAR Y

MANIFESTACIONES SINTOMATOLÓGICAS: UNA

APROXIMACIÓN A VARIABLES RELEVANTES A

NIVELES DE RIESGO

En esta segunda parte comenzaremos por describir la metodología que

consideramos pertinente utilizar para encontrar respuesta a los interrogantes que nos

planteamos al formular el presente trabajo de investigación. A continuación

desarrollaremos el estudio de casos, el análisis de los datos obtenidos y las conclusiones

que del mismo pueden desprenderse. Retomaremos, asimismo, algunos puntos teóricos

claves de los capítulos anteriores.

VI. 1. Interrogantes y objetivos


132

Ya en el capítulo I nos hemos referido al porqué del tema elegido y los objetivos

de la presente investigación. La delincuencia en las sociedades actuales se vuelve un

tema de vital importancia ya que se encuentra asociado a la inseguridad y temor

experienciados por los habitantes de las mismas.

El tema de la delincuencia es muy amplio y abarca muchas áreas posibles de

abordaje. Así nosotros pudimos haber encarado el trabajo desde el punto de vista de la

víctima producto de la delincuencia, o bien desde un punto de vista más etiológico si

consideráramos útil ahondar en las causas de la misma; incluso desde una perspectiva

social, comunitaria, etc. Sin embargo optamos por un análisis más específico que pueda

aportar más en relación al trabajo concreto con los adolescentes privados de la libertad

en conflicto con la ley. Nuestro interés tiene que ver más con qué hacer con esta

problemática, que con analizar y conjeturar con respecto a las teorías sobre ella.

En primer lugar nuestra intención fue buscar específicamente las posibles

relaciones existentes entre las características familiares y estilos atribucionales de locus

de control de sujetos adolescentes institucionalizados en el COSE. En forma más amplia

y teniendo siempre en cuenta el contexto y las relaciones con los subsistemas

vinculados a los sujetos tomamos también pautas en relación al nivel socioeconómico y

cultural.

Como objetivo secundario nuestro interrogante se inserta en el contexto más

amplio de las investigaciones en curso llevadas a cabo por el Instituto de

Investigaciones Psicológicas de la Facultad de Psicología de la Universidad del

Aconcagua en el área de Psicología Forense y más específicamente en minoridad en

conflicto con la ley penal. Tres integrantes del Instituto que a la vez son miembros del

equipo técnico (equipo profesional) del Centro de Orientación Socio Educativo (COSE)
133

se encuentran en trabajo de adaptación de un inventario de manifestaciones

sintomatológicas, el MOSS, que veremos en VI.5. Al momento de elegir las

herramientas de trabajo, consideramos que podía ser de mayor interés utilizar una

herramienta sobre la que ya está trabajando el mencionado equipo, en el espíritu de

contribuir a la acumulación de la N y de compartir información con sus integrantes.

Existen otras tesis que se están realizando en el COSE y que abarcan diversas temáticas,

incorporando a su vez el inventario MOSS. De esta manera pueden surgir relaciones

interesantes para los investigadores del Instituto –y para otros investigadores– que den

pie a futuras investigaciones. Así, si por ejemplo se encuentra determinada relación

entre una variable medida por otra escala con alguna de las escalas del MOSS, ello

puede dar lugar a nuevos interrogantes y a futuros trabajos, ensanchando la perspectiva

del equipo. Pensamos que esta es una de las ventajas que ofrece un equipo de

investigaciones que trabaja en una institución asistencial y que coordina esfuerzos de

otros investigadores, en este caso tesistas de la Facultad de Psicología.

Podemos resumir diciendo que nuestros objetivos fundamentales son dos:

1. Buscar relaciones existente entre características familiares y locus de control

en adolescentes institucionalizados en el COSE.

2. Aportar la información y resultados obtenidos al programa de investigación

concreto realizado desde el Instituto de Investigaciones Psicológicas de la

Facultad de Psicología.

Desde el primer objetivo destacamos dos puntos ya tenidos en cuenta en la

teoría: por un lado consideramos indispensable tomar como unidad de abordaje a la

familia ya que es el nivel más próximo (parte del microcontexto, que vimos en III. 2.)
134

en el que el sujeto se desenvuelve y desarrolla; y por el otro tomamos el constructo de

locus de control (cf. V. 2.) apuntando a una de las variables cognitivas fundamentales a

desarrollar para facilitar la competencia social del sujeto, en tanto que está

especialmente vinculada a la posibilidad de autocontrol y por ende a la concepción de

responsabilidad sobre los actos a ejecutar.

En relación al segundo objetivo nos interesa particularmente acercarnos a

vislumbrar que nuestro trabajo pueda servir en el momento presente a una investigación

concreta y actual cuyo objetivo, entre otros, es la obtención de conocimientos en pos de

facilitar herramientas de trabajo más efectivas y útiles para profesionales y en última

instancia para quienes las experiencian directamente: los adolescentes en conflicto con

la ley privados de su libertad.

VI. 2. Hipótesis de investigación

La bibliografía sobre metodología sostiene que las hipótesis de investigación

formuladas en un trabajo científico deben tener cierto grado de hallazgos de

investigaciones anteriores (Hernández Sampieri, 1998: 77). Tomando en consideración

esta definición, podemos decir que en relación al constructo de locus de control, nuestra

hipótesis es coherente con resultados de estudios anteriores explicitados a lo largo del

capítulo V y puntualmente en V.2 con respecto a que es más probable que los sujetos

delincuentes tengan un locus de control más externo que los sujetos no delincuentes.

A partir de estos hallazgos de los investigadores, pensamos que los sujetos que

habían cometido delitos más leves probablemente podrían tener un locus de control más

interno en comparación a sujetos que habían realizado delitos más graves.


135

En línea coherente con la bibliografía que hemos consultado (cf. IV. 4.) respecto

a características familiares en jóvenes transgresores legales, esperamos que aquellos

adolescentes con mayores respuestas asociadas con un estilo de locus de control más

externo, coincidieran con características familiares y sociales más desfavorables.

Sin embargo y como señalaremos en VI. 3. nuestro trabajo es de tipo

descriptivo, somos conscientes de las limitaciones que ello implica. Dankhe sostiene

que en los estudios descriptivos es difícil precisar el valor de una variable, por lo que en

general no suelen contener hipótesis (Hernández Sampieri, 1998: 95) en el estricto

sentido metodológico del término, es decir una idea que podrá ser o no demostrada a

partir de una metodología experimental. Si bien nosotros partimos de las hipótesis

anteriores, entendemos que no podremos probar relaciones causales ni generalizar

resultados.

VI. 3. Tipo de investigación, estudio y diseño

En relación con el apartado anterior, podemos definir nuestra investigación

como de naturaleza exploratoria y descriptiva. Si bien existe una vasta literatura de

investigación sobre delincuencia, entendemos que en la particular relación de variables

que hemos planteado, se trata de fenómenos relativamente no indagados, cuyo

tratamiento puede permitir identificar nuevas variables y establecer prioridades para

futuras investigaciones, todo lo cual coincidiría con los objetivos de una investigación

de tipo descriptivo y exploratorio (op. cit.: 59).


136

Esta categoría coincide con nuestro propósito en esta investigación, y nos ayuda

a colocar en su justa medida los resultados que esperamos obtener: conclusiones que

serán a su vez hipótesis, de un carácter puramente provisional.

Nuestro trabajo entra también en la categoría de investigación descriptiva ya que

nos permitirá trazar un escueto panorama acerca de posibles relaciones entre

características familiares, atribución de locus de control y características

socioambientales en relación a tipos de delito; ello nos permitirá atisbar la posibilidad

de aplicar dichas técnicas en el futuro, en el contexto de otras investigaciones, a fin de

utilizarlas como evaluación para posibles diagnósticos e intervenciones.

Se trata de un estudio descriptivo en la medida que abarca objetos de manera

independiente –por oposición a relaciones de tipo causal– (op. cit: 61).

Podemos agregar que la investigación es de tipo cualitativa, por oposición a un

estudio más extensivo en cuanto al número de casos, al mayor procesamiento

estadístico, etc.

La explicación, en el sentido metodológico del término, escapa también a

nuestras posibilidades y objetivos. Sólo pretendemos realizar algunas mediciones y,

mediante procesos inductivos, trazar nuevas hipótesis. Podríamos, por tanto, hablar de

explicaciones, pero de tipo no causal (Sierra Bravo, 1994: 99).

Nuestro diseño es de tipo no experimental, transeccional y descriptivo. Es de

naturaleza no experimental en tanto que no manipularemos variables, limitándonos a

observar los fenómenos en su contexto natural, para posteriormente analizarlos

(Hernández Sampieri, 1998: 186). Por supuesto que cuando hablamos de observar no

estamos hablando de la observación como técnica de investigación. Queremos significar

simplemente un modo de acercamiento al fenómeno, que lejos de implicar una mirada

objetiva, asume que necesariamente existen sesgos dados por la formación del
137

investigador (Sierra Bravo, 1994: 333) y otras variables relacionadas en última instancia

con su propio funcionamiento cognitivo.

El término “transeccional” significa que recolectaremos los datos en un único

tiempo, a fin de “describir variables y analizar su incidencia e interrelación en un

momento dado”, llegando a presentar un panorama del estado de una o más variables en

uno o más grupos de personas (op. cit.: 186-188).

Finalmente, pero no por ello menos importante, debemos aclarar que, si bien

encuadramos nuestra investigación en la categoría estudio de casos –incluso este rótulo

cierra el título del trabajo–, entendemos que no cumple probablemente todos los

requisitos que un investigador avezado en esa metodología esperaría encontrar. Así, no

indagaremos a fondo en varias entrevistas la problemática planteada, ni intentaremos

explicar cada caso en particular. Elegimos el término estudio de casos aun a sabiendas

que no es el más adecuado, exclusivamente por el escaso N de nuestra muestra, y

porque en cierto modo intentaremos (cf. VI. 7. 3. 1.) algunas relaciones entre las

variables cognitivas y sociales en que medie una comprensión del caso individual.

VI. 4. La muestra

VI. 4. 1. Unidades de observación


138

Las unidades de observación que hemos definido (Sierra Bravo, 1994: 351) son,

en sentido amplio, los adolescentes transgresores legales que se encuentran privados de

su libertad e institucionalizados en el COSE. Acotando esto nos encontramos con un

grupo de jóvenes que serán la fuente de los datos empíricos y susceptibles de

procesamiento que necesitamos, y por ende las unidades de observación en sentido

estricto.

VI. 4. 2. Selección de sujetos

Hemos decidido hablar de muestra sólo por recurrir a un término frecuentemente

utilizado en la literatura científica y en la medida en que hemos trabajado con un

número limitado de sujetos dentro de la población total –en este caso nueve sujetos

dentro del total de internos del COSE–; pero no deberá considerarse la denotación de

representatividad de éste término. Remarcamos que nuestra muestra no es

representativa y por ello tampoco generalizable a, por ejemplo, el universo mayor de

todos los jóvenes que se encuentran como internos en el COSE, ni mucho menos a la

totalidad de los adolescentes transgresores legales. Por otra parte, la generalización no

entra dentro de nuestros objetivos, como ya hemos señalado.

Los sujetos seleccionados para la muestra fueron de sexo masculino, ya que la

población masculina es mucho mayor que la femenina en el COSE. Resultaba más útil

teniendo en cuenta una eventual futura aplicación de las técnicas a un número mayor de

sujetos y además el trabajar con varones facilitó la tarea de armar grupos de varios

sujetos.

La edad de los sujetos osciló entre 15 y 18 años.


139

Nuestra intención fue inicialmente trabajar con un N mayor, pero algunas

dificultades nos condicionaron a reducir la muestra.

En primer lugar, resultó sumamente difícil constituir los grupos, y sobre todo el

que denominamos de bajo riesgo –que describiremos a continuación–, por la poca

proporción de jóvenes internos que convivían con sus dos progenitores. Al final del

apartado que sigue, una vez desarrolladas las definiciones operacionales de los ítems

que utilizamos para delimitar nuestra muestra, se entenderá por qué la necesidad de

encontrar jóvenes cuya familia tuviera dicha característica.

Por otra parte, variables de la coyuntura que escaparon a nuestras posibilidades

de control determinaron que en un momento debiéramos suspender los contactos con

los sujetos. Luego de administradas las técnicas a los nueve sujetos se suscitaron hechos

de violencia (intentos de motín, con agresión a operadores) que determinaron que

nuestro acceso a los sectores del COSE fuera suspendido por razones de seguridad.

Dentro de la muestra, formamos dos grupos a partir de un criterio de selección

de grupos de alto y bajo riesgo. Las variables tenidas en cuenta para obtener los grupos

fueron las siguientes: tipo de delito, número de ingresos en la institución correccional,

convivencia con uno o ambos progenitores y vulnerabilidad socioambiental. En el

apartado siguiente definiremos debidamente los criterios que utilizamos para constituir

la muestra.

La muestra tomada fue generada a partir de un muestreo de tipo a propósito, es

decir que seleccionamos los integrantes de la muestra a partir del cumplimiento de

ciertos requisitos específicos (León y Montero, 1995: 80). En particular, en esta

investigación nos interesa delimitar dos perfiles lo más opuestos o polarizados posibles.

Siendo nuestra investigación de naturaleza exploratoria, consideramos que es más

probable que obtengamos algunos resultados o asociaciones entre variables –del tipo,
140

por ej. de atribución de locus de control más externo en sujetos con delitos más graves,

o con relaciones problemáticas con sus familias– si apuntamos a sujetos que entren en

categorías netas, extremas, indagando a sujetos que se encuentren en los polos de los

virtuales continuos que nos interesan1. En investigaciones posteriores, pasando el nivel

exploratorio, se podrá trabajar con muestras más heterogéneas, con los tonos grises que

constituyen buena parte de la realidad.

Los grupos quedaron establecidos de la siguiente forma:

Variables Grupos
Alto riesgo (A) Bajo riesgo (B)

Gravedad del delito Graves: contra las personas o Leves: contra la propiedad, sin
robo con portación de armas enfrentamiento ni uso de armas.

Ingresos al COSE Reingresantes Ingresantes primarios

Estructura familiar Familia monoparental Familia nuclear conviviente

Vulnerabilidad Alta Media o baja


socioambiental
Consideramos que era probable que los chicos que pertenecieran al grupo de

bajo riesgo (grupo B), podrían tener un locus de control más interno y que el análisis de

la técnica del inventario MOSS arrojaría resultados más positivos a nivel general de

diagnóstico de problemas y posiblemente a nivel de las áreas de hogar y relación con

padre y madre.

Para arribar al criterio para la formación de los grupos se tuvo en cuenta

elementos del desarrollo teórico realizado hasta aquí en el trabajo, sin embargo

consideramos pertinente realizar definiciones operacionales de los distintos términos

que han sido utilizados para categorizar a los sujetos en grupos.

1
Al igual que el criterio que hemos adoptado para construir las dos categorías de alto y bajo riesgo en
esta investigación, el Área de Orientación Familiar (AOF) recurrió a categorías extremas para clasificar
las familias en cuanto a su nivel total de vulnerabilidad: alta y baja, con una tercera categoría, residual,
media, para aquellas familias que no cumplen completamente los criterios para ninguna de las dos
precedentes. Para conocer los criterios de evaluación del AOF ver el Apéndice 4.
141

VI. 4. 3. Definiciones operacionales para la constitución de la muestra

Veremos ahora algunas definiciones mínimas necesarias para dar solidez teórica

a la categorización de la muestra en dos grupos con determinados aspectos en común.

En primer lugar dejamos claro que al referirnos a la gravedad del delito hacemos

hincapié en la diferencia por un lado entre los delitos contra la propiedad y por otro

lado delitos contra la persona o contra la propiedad con portación de armas. Se ha

encontrado que la gente –el ciudadano común– está bastante de acuerdo en cuanto a la

ordenación de la gravedad de diferentes tipos de delito; así los delitos graves de

violencia son clasificados como los peores, y las faltas como embriaguez o hurtos en

negocios o grandes almacenes son considerados como leves (Rutter y Giller, 1988: 33).

Hacemos referencia a que los delitos contra la propiedad no implican

necesariamente la intención de generar un daño directo a un sujeto, mientras que al

referirnos a los delitos contra las personas estamos hablando de una conducta con

intención clara de dañar a otro –sea o no la agresión un medio para un robo–; en el caso

de delitos contra la propiedad con portación de armas consideramos que el sujeto

ejecuta la acción contra la propiedad y se encuentra preparado para dañar a alguien si

lo considera necesario para sus fines o como defensa si la víctima se resiste. Esta última

definición implica mayor riesgo para las personas atacadas y para el atacante, por ello

los delitos contra las personas y la propiedad con portación de armas se encuentran en la

categoría de grupo de alto riesgo que hemos construido. Adquirimos aquí un criterio

que parcialmente coincide con el jurídico, en la medida en que siempre se considera un

agravante la portación o uso de un arma en ocasión de un delito contra la propiedad.


142

Con respecto a los ingresos a la institución del COSE, podemos hablar de

sujetos primarios o de sujetos reingresantes. Los jóvenes categorizados en el primer

grupo son aquellos que han ingresado por primera vez como internos de dicha

institución, pudiendo haber realizado anteriormente delitos menores que no exigieron, a

criterio de los jueces en lo penal de menores, su internación en el COSE; por otro lado

los jóvenes considerados como reingresantes ya han estado anteriormente internados en

la institución, lo que no implica necesariamente que hayan aumentado la gravedad de su

carrera delictiva ya que en algunos casos pueden entrar varias veces por el mismo tipo

de delito, o en otros casos sí pueden haber realizado delitos de menor gravedad. En

nuestro estudio todos los sujetos que habían realizado delitos más graves (considerados

de alto riesgo) eran reingresantes.

Al referirnos a la estructura familiar entendemos el concepto básico de qué

miembros conviven (McGoldrick y Gerson, 1987: 25). En cuanto a la conformación de

los dos grupos que integran nuestra muestra, hacemos una división simple y clara:

tomamos como parte del grupo de bajo riesgo a aquellos jóvenes que conviven con

ambos progenitores, es decir, con la familia nuclear; y como parte del grupo de alto

riesgo a aquellos sujetos que por diversos motivos conviven con un solo progenitor. No

se tuvo en cuenta la cantidad de hermanos ni tampoco si con la familia convivían

además otros miembros.

Sobre la estructura familiar creemos haber aportado datos suficientes en la teoría

expuesta en los anteriores capítulos. Consideramos que es más probable que sujetos que

conviven con ambos progenitores en comparación con sujetos que viven con un solo

progenitor tienen mayores posibilidades de contar con un ambiente familiar más

favorable y con posibilidades mayores de desarrollar factores protectores, en particular

posibilidades de control y supervisión del subsistema parental sobre ellos. Sin embargo
143

hemos puntualizado en el capítulo de familia (cf. IV. 5.) que en el caso de hogares en

los que existen altos grados de tensión y discordia familiar poco tiene que ver la

estructura en relación a la importancia del clima emocional en la familia. Por lo tanto

aclaramos que si bien ésta es una variable que quisimos estudiar para evaluar la

posibilidad de implicancia en nuestros resultados, tenemos en claro la controversia que

existe en el medio científico al respecto de la estructura familiar como característica

favorable o desfavorable a la prevención o mantenimiento de la conducta delictiva en

los miembros de la familia.

Sí se tuvo en cuenta en relación al locus de control lo referido en V. 5., con

respecto a que los niños de familias monoparentales cuya cabeza es la madre tienden a

mostrar una mayor orientación externa de control. En este caso el factor estructural es

de importancia para analizar directamente si se corrobora tal relación constatada en

investigaciones anteriores con la orientación de control en los jóvenes.

Como última característica nos referiremos a lo que hemos definido como

vulnerabilidad socioambiental. Decidimos tomar este término ya que por un lado es

utilizado por los profesionales del Área de Orientación Familiar del COSE –volvemos a

nuestro objetivo secundario de insertar nuestro trabajo en una práctica concreta, en

particular con los investigadores del Instituto de Investigaciones Psicológicas– y

además hemos hecho referencia sobre el tema en IV. 4. 4. Consideramos las

características socioambientales en función de que a partir de diversos estudios se ha

llegado a la conclusión de que parece probable que, al menos en parte, la pobreza y las

malas condiciones de habitabilidad predispongan a la delincuencia. Pero no a través de

ningún efecto directo sobre los chicos, sino porque la gravedad de la marginación

socioeconómica tiene un efecto adverso en los padres, de modo que los trastornos

paternos y las dificultades de control son más fáciles de desarrollarse y por tanto de
144

impedir un buen funcionamiento del subsistema parental. Como vemos está muy ligado

a la capacidad de ejecución del rol parental, sobre la cual los problemas sociales serían

tan solo un conjunto de variables influyentes.

Volviendo a los criterios del Área de Orientación Familiar, la misma abarca tres

categorías: vulnerabilidad socioambiental alta, media y baja.

La vulnerabilidad alta está definida por familias con complejos problemas

sociales y/o estructurales de difícil resolución. Entre ellos se encuentran los siguientes

ítems, que no deben necesariamente cumplirse todos.

• Pobreza estructural/ Necesidades básicas insatisfechas: no siempre se

cubren las necesidades mínimas de alimento.

• Medio barrial con presencia de jóvenes en conflicto con la ley penal.

• Problemas de vivienda/ Villa inestable/ Vivienda de material precario.

• Hacinamiento y promiscuidad.

• Falta de los implementos mínimos (equipamiento y vestuario) para el

desenvolvimiento familiar.

• Desocupación/ Subempleo/ Remuneración muy inestable/ Trabajos de

riesgo.

• Mendicidad/ Vagancia.

• Alcoholismo o adiciones en uno o más miembros de la familia.

• Prostitución.

• Antecedentes penales de otros miembros de la familia.

• Abandono de alguno de los miembros.

• Violencia intrafamiliar.
145

• Enfermedad mental de alguno de los miembros que dificulte el

cumplimiento de las funciones básicas de la familia.

• Déficit cognitivos importantes de alguno de los progenitores/

Analfabetismo. Bajo nivel de escolaridad promedio/ Deserción escolar

por falta de recursos.

• Exclusión social en el barrio/ Déficit o ausencia de recursos de apoyo

social (familiares, amigos).

• Patrón de dependencia de la asistencia del Estado.

Las familias de vulnerabilidad media se caracterizan por:

• Ingreso promedio que permite una satisfacción mínima de las

necesidades básicas.

• Familias monoparentales, sin apoyo del otro progenitor.

• Déficit educativos.

• Abandono familiar, pero con alternativas familiares validas de

contención: el cuidado ha quedado en manos de familiares

consanguíneos abuelos tíos, o instituciones, lo que conlleva

dificultades en el control y la supervisión de los hijos.

• Vivienda con los elementos mínimos que permiten el cumplimiento

de las funciones básicas de la familia: protección psicosocial e

inserción en la sociedad.

Finalmente, la vulnerabilidad baja –y en menor medida la media– caracteriza a

las familias que tienen problemas susceptibles de una intervención más efectiva del
146

Área de Orientación Familiar del COSE en el corto o mediano plazo y que pueden

llegar a modificar algunos de los elementos de riesgo presentes en la familia. Se trata de

familias que no tienen problemas estructurales ni coyunturales severos que afecten la

disposición a aprender nuevas estrategias para la crianza de sus hijos. Los aspectos a

tomar en cuenta para definir la vulnerabilidad como baja son:

• Satisfacción de la necesidades básicas.

• Presencia de ambos progenitores, que logran cumplir

medianamente con las funciones de protección psicosocial y

socialización.

• Vivienda que favorece el cumplimiento de dichas funciones.

• Remuneración estable.

• Familia bien integrada a la red comunitaria. Apoyo social óptimo.

Volviendo a la estructura familiar, y como anticipamos en VI. 4. 2., nos

resultaba de gran importancia hallar sujetos que convivieran con ambos progenitores a

partir de las variables que pensábamos indagar: en particular la percepción por parte de

los sujetos de sus padres y el ambiente familiar tal como la evalúan algunas escalas del

MOSS (cf. VI. 5.).

VI. 5. Instrumentos de evaluación

Como hemos mencionado anteriormente, seleccionamos dos técnicas que

consideramos pertinentes para medir las variables estudiadas: las Escalas de


147

Manifestaciones Sintomatológicas (MOSS) de Neil Mogge (1999) y la escala de locus

de control de Norwicki – Strickland (1973). Hemos agregado también los datos

obtenidos por los profesionales del Área de Orientación Familiar del COSE en las

entrevistas familiares realizadas a las familias de los jóvenes institucionalizados.

Con respecto al inventario MOSS, el motivo de su elección apunta a que es una

técnica de identificación de posibles áreas conflictivas que resulta muy completa,

además de tomar en cuenta los aspectos familiares que deseábamos analizar. Como ya

hemos especificado, es utilizada en el COSE para la evaluación de los internos, y está

siendo adaptada por el Instituto de Investigaciones Psicológicas.

El MOSS fue concebido específicamente como una herramienta corta, no

amenazante, fácil de leer, que identificara comprensivamente los problemas de niños y

adolescentes deprivados culturalmente. Idealmente, una herramienta de este tipo debería

tener dos usos principales (Mogge, 1999: 3):

a) Podría ser usada en el contexto de una evaluación completa,

sirviendo a la meta de identificar dinámicas de la personalidad,

intereses ambientales, temas de tratamiento y necesidades de

aptitud.

b) Ser un instrumento breve que incorpore todas las preocupaciones

para definir necesidades de tratamiento, así como servir de

medida de resultados para estimar los logros del tratamiento.

El diseño del MOSS está dirigido a resolver muchos de los obstáculos

frecuentemente encontrados en la recolección de información exacta de niños y

adolescentes que ingresan en el sistema de justicia de menores.


148

La técnica se puede administrar a chicos entre 11 y 18 años. Consiste en 124

ítems,1 la mayoría de ellos fueron escritos –en el idioma original inglés– a un nivel de

lectura de primero, segundo y tercer grado; unos pocos están escritos a un nivel de

cuarto o quinto grado. Puede administrarse en forma individual o en grupo. De modo

general diremos que permite evaluar las escalas de contenido de los siguientes temas2:

abuso sexual (SA), alcohol y drogas (AND), suspicacia (SU), proceso de pensamiento

(TP), autoestima (SE), depresión (DEP), ansiedad (ANX), madre (MO), padre (FA),

ambiente familiar (HE), impulsividad (IM), escuela (SCH) y conformidad (CY).

Por otro lado cuenta con tres índices sumarios –en cuya construcción intervienen

ítems de varias de las escalas– que son: Estado afectivo (a partir de los datos de DEP,

ANX, y SE); el índice Hogar (que abarca las escalas MO, FA y HE), al que daremos

principal importancia en el análisis de resultados; y por último el índice de Actuación

(dado por los datos de IM, SCH y CY). Los índices cuentan como ventaja adicional que

permiten inferir factores protectores cuando se encuentran por debajo de un

determinado puntaje de corte (ibíd.).3

Nuestra otra variable a evaluar, el constructo de locus de control, ha sido

evaluada mediante la escala de Norwicki- Strickland (1973). Parte de la escala se

encuentra reproducida en el apéndice 3.4

1
La traducción del cuestionario fue realizada por Lic. Arturo Piracés y revisada por los investigadores
del Instituto de Investigaciones Psicológicas (Lic. Federico Richard-Palmero, Lic. Rubén Castagnolo y
Lic. Sandra Bravo).
2
Incluimos entre paréntesis la denominación abreviada de las escalas.
3
Para una información más detallada sobre los índices y escalas, así como el tipo de medida estadística
usada en el inventario, sugerimos remitirse al apéndice 1.
4
Traducción: Lic. Arturo Piracés.
149

Del total de 40 ítems se seleccionó 24 a partir de un descarte de ítems que

presentaban una interpretación a nuestro juicio ambigua. Cada una de las frases puede

ser respondida como “Sí” o “No” por el sujeto, y según esto la respuesta es considerada

como interna o externa. Por ejemplo, al ítem 1 “¿Piensas que la mayor parte de tus

problemas se resolverán solos, salvo que hagas cosas para empeorarlos?”, la respuesta

“Sí” nos hablaría de una atribución de control externa, en tanto que el sujeto piensa que,

en general, su propia intervención personal no cuenta a la hora de resolver sus

problemas.

El descarte de 16 ítems respondió a la posibilidad de respuestas no atinentes o

francamente ambiguas. Dentro de las preguntas descartadas podemos distinguir dos

categorías. La primera tiene que ver con ítems que no nos parecieron pertinentes al

objetivo de la técnica. Por ej. el ítem Nro. 9 de la escala original está construido como

sigue: “¿Sientes que la mayor parte del tiempo los padres escuchan lo que sus hijos

tienen que decir?”. Más allá de que se trata de una escala ampliamente utilizada en todo

el mundo, consideramos que la respuesta a ítems de este tipo no permiten inferir

claramente una atribución interna o externa. Si un sujeto responde que sí, porque piensa

que los adultos escuchan a sus hijos, ello no se asocia con su propia atribución del

control que tenga sobre esa situación. Una respuesta en el otro sentido tampoco

permitiría, a nuestro juicio, obtener conclusión alguna.


150

El otro tipo de pregunta descartada abarca ítems ambiguos, donde cualquiera de

las dos respuestas podría interpretarse en el sentido interno o externo. Podemos

ejemplificar esto con el ítem Nro. 15 de la escala original: “¿Crees que tus padres te

deben permitir tomar más tus propias decisiones?”. Si el sujeto responde

afirmativamente podría pensarse –de acuerdo con la clave de respuestas de la escala–

que atribuye de manera interna, en tanto que le resulta importante tomar sus propias

decisiones. Pero desde otro punto de vista, el sujeto podría pensar que su propia

posibilidad de tomar decisiones acerca de lo que ocurre a su alrededor –y por ello de

tener control sobre esos hechos– radica exclusivamente en sí mismo, sin mediar

necesariamente la autorización de un progenitor, y por ello responder “No” al ítem. Tal

sería claramente el caso de sujetos de tipo oposicionista, o con alta reactancia

psicológica (Fierro, 1996: 212) o interpersonal (Beutler y Clarkin, 1990: 69) –personas

que primordialmente se resisten a que otros le indiquen qué debe hacer–, perfil que

representa buena parte de los adolescentes en conflicto con la ley y que interviene en lo

que veíamos en III. 3. 2. (y lo que veremos en VI. 7. en las respuestas a la escala de

Conformidad del MOSS) como menor grado de conformidad o acatamiento de normas.


151

Esta modificación de la escala no afectó, a nuestro juicio, la consecución de los

objetivos de nuestra investigación tal como fueron expuestos en VI. 1. En tanto se trata

de un estudio de casos, cualitativo, de naturaleza exploratoria y descriptiva, de tipo no

probabilístico, con un muestreo a propósito (cf. VI. 3. y VI. 4.), decidimos que

podemos prescindir del tratamiento numérico de la escala Norwicki – Strickland. Nos

hemos limitado por tanto, a utilizar los 24 ítems seleccionados a la manera de una

entrevista dirigida (preguntas formuladas de manera estandarizada, en este caso

mediante un cuestionario impreso que se entregó a los sujetos) y cerrada (dos posibles

opciones de respuesta para cada pregunta), procesada mediante el sencillo expediente de

sumar las respuestas de tipo interno y las de tipo externo y obtener promedios para los

dos grupos que componen la muestra.

Como hemos adelantado consideramos también de utilidad emplear datos de

entrevistas de admisión familiar (entrevistas semidirigidas) tomadas a familiares de los

sujetos por los profesionales del COSE pertenecientes al Área de Orientación Familiar.1

Dicho instrumento nos permitió evaluar la vulnerabilidad socioambiental de las

familias, como así también otras variables como el tipo de atribución familiar a la

conducta delictiva, el control familiar, los tipos de soluciones intentadas por las familias

y las supervisiones realizadas a la conducta del adolescente. Estos datos nos resultaron

muy útiles para enriquecer la mirada familiar y el contexto más amplio del adolescente

transgresor legal. No desarrollaremos aquí estos puntos; consideramos más apropiado a

los fines de la comprensión del capítulo de análisis y discusión de los resultados (VI. 7.)

desarrollarlos en ese lugar.

1
Los criterios de evaluación de estas entrevistas se encuentran en el apéndice 4.
152

VI. 6. Administración de los instrumentos

Las escalas MOSS y Norwicki – Strickland fueron aplicadas a lo largo del mes

de Julio de 2004.

Habida cuenta de las dificultades mencionadas en VI. 4. 2., los grupos

finalmente quedaron conformados por 4 sujetos en el grupo B (bajo riesgo), integrado

por jóvenes albergados en ese momento en el sector Recepción del COSE, y por 5

sujetos en el grupo A (alto riesgo), internos del sector B, de máxima seguridad.

El MOSS y la escala Norwicki - Strickland fueron administrados en grupo, en

pequeñas salas de los mismos sectores a los que pertenecían los sujetos. Estas no

constituían físicamente un ambiente aislado de ruidos y tránsito de personas, lo que en

momentos dificultaba la posibilidad de concentración y atención a la tarea. En el

momento de la toma la actitud de los sujetos fue sumamente colaborativa. A pesar de

ser tomados en grupo las respuestas variaron notoria y significativamente. Se evidenció

que se relajaron cuando se les explicó que no había respuestas buenas o malas, que cada

uno podía tener respuestas muy diversas y que lo que intentábamos justamente era tratar

de captar dichas diversidades. Además se les aclaró que la información obtenida no iría

para ningún juzgado (a partir de una pregunta directa de uno de ellos) y que quienes

leyeran las respuestas no iban a conocer sus nombres.

A fin de reducir la dificultad de algunos ítems1 leímos los 124 ítems uno por

uno, explicando algunos sentidos y palabras cuando los jóvenes así lo requerían. Esta

tarea es realizada cotidianamente por el personal del COSE que administra la técnica, y

aporta información valiosa al Instituto de Investigaciones Psicológicas en su trabajo de

1
A pesar de lo señalado por Mogge, varios ítems presentan problemas a la lectura, en particular con
aquellos sujetos más desfavorecidos socioculturalmente. Esto fue constatado por nosotros y además
referido por el equipo del Instituto de Investigaciones Psicológicas (Richard-Palmero, comunicación
personal de Julio de 2004).
153

adaptación del inventario MOSS a nuestro medio. Dista de nuestro objetivo exponer

aquí las dificultades surgidas pero sí aclarar que fueron informadas a los miembros del

Instituto, en el marco del objetivo Nro. 2 (cf. VI. 1.).

Dejamos en claro que la información de las entrevistas familiares nos resultó

muy útil y que pudimos tomar en cuenta gracias a la generosa ayuda de los

profesionales del COSE que nos permitieron utilizarlas.

VI. 7. Análisis y discusión de resultados

Hemos terminado el recorrido teórico que creímos necesario para analizar el

tema. Aunque sabemos que el mismo no está agotado en lo absoluto, podemos

considerar cumplido un primer inicio para dar lugar al trabajo de exploración y práctica.

Intentaremos realizar una mirada desde los distintos niveles analizados,

coherentes con el pensamiento que hemos expuesto a lo largo de todo el trabajo

respecto de la influencia constante y recíproca que se da entre los diferentes subsistemas

que tienen lugar en el estudio de un determinado tema.

Puntualmente nos referiremos al subsistema recortado como: el adolescente en

conflicto con la ley penal privado de su libertad. Ya en la descripción teórica nos hemos

explayado sobre cómo interactúan en y con él los diversos niveles o contextos. Vamos a

precisarlo ahora a partir de los resultados encontrados.

Con respecto al modo de presentación y análisis de los datos, hemos considerado

mejor condensar ambos procesos, a los fines de facilitar múltiples relaciones que

esperamos realizar –de otro modo deberíamos presentar y exponer en un apartado todos
154

los resultados, para interpretarlos en el siguiente, remitiendo engorrosamente del

segundo al primero–.

Comenzaremos el recorrido con los puntajes obtenidos en el inventario MOSS a

partir primero de los aspectos generales de toda la muestra para luego distinguir con

más detalle las diferencias de ambos grupos previa e intencionalmente definidos como

de alto y bajo riesgo. Posteriormente pasaremos a un nivel de análisis más detallado y

relativo a los objetivos expuestos en VI. 1., sobre las variables familiares y estilo de

locus de control. Finalmente expondremos los resultados extraídos a partir de las otras

escalas e índices del inventario MOSS, relacionando éstas entre sí y con el estilo de

locus de control, lo que nos dará sobre todo pautas para realizar proyecciones hacia

investigaciones futuras.

Más adelante, en VI. 9., realizaremos algunas inferencias acerca del análisis de

los datos expuestos en este apartado que podrán derivar en nuevas líneas de

investigación. Seremos, pues, lo más concisos y concretos que podamos en esta

presentación de los datos, haciendo comentarios puntuales acerca de los gráficos.

VI. 7. 1. Resultados del MOSS: aspectos generales

Para iniciar nuestro análisis de datos hemos optado por tomar en primer lugar

los promedios de las escalas e índices del MOSS en toda la muestra, sin discriminar en

grupos de bajo y de alto riesgo.

Promedios d
MOSS
65
155

Esto nos sirve como un primer acercamiento a las escalas e índices del MOSS.

Para una información detallada acerca de la interpretación de los mismos, el lector

puede remitirse al apéndice 1.

A continuación iremos analizando los puntajes en función de la división entre

los dos grupos y en la medida que se presenten se dará una idea de los aspectos que

evalúan cada escala e índice.

Promedios de escalas e índices del MOSS en las


muestras de Alto y Bajo Riesgo
100

90

80
71
70
62 64
60 59 58 59
57 58
60 54 54
66 53
PUNTAJ E T

52 52
49 61 50 48
60 59
5044 57 57 58
52 51 53
50 50 50 49 49
40 47 47
43
30

20

10

0
SA AND SU TP SE DEP ANX MO FA HE IM SCH CY FG FB ASI HOI AOI
ESCALAS DE CONTENI DO
Promedios Bajo Riesgo Promedios Alto Riesgo Valores mínimos para interpretar perturbación
156

La comparación de los dos perfiles nos permite tener una idea general sobre los

datos de los grupos de sujetos. Es posible identificar que los puntajes más altos, que en

el MOSS significan mayor perturbación en las áreas abarcadas por cada escala,

corresponden en mayor medida al grupo de alto riesgo. En el gráfico hemos indicado

mediante una línea de puntos los valores aproximados a partir de los cuales se interpreta

posibles disfunciones en cada una de las áreas. No hemos colocado los valores

puntuales a los fines de hacer menos engorrosa la lectura, pero los mismos oscilan entre

55T y 70T, con un promedio de 60T.

Otro modo de visualizar los resultados es comparar uno por uno los distintos

perfiles como sigue:

Perfilies del MOSS de la muestra

90
80
70
60
50
40 Sujeto 9

30 Sujeto 8
Sujeto 7

20 Sujeto 6
Sujeto 5
10 Sujeto 4
Sujeto 3
0 Sujeto 2
SA

AND

SU

TP

SE

DEP

ANX

Sujeto 1
MO

FA

HE

SCH
IM

CY

FG

FB

ASI

HOI

AOI
157

Los sujetos numerados de 1 a 4 son los integrantes del grupo de bajo riesgo; el

resto, de 5 a 9, son los de alto riesgo. Gracias a la construcción del gráfico, puede

notarse la tendencia de puntajes más altos en este último grupo.

Este gráfico nos resulta interesante ya que permite identificar fácilmente, gracias

al modo de presentación, el perfil de cada sujeto. Además nos posibilita considerar y

pensar a cada uno de los sujetos más allá de la agrupación en las categorías de alto y

bajo riesgo. Esto nos permite ilustrar la utilidad de la técnica, que posibilita la rápida

identificación de áreas conflictivas para actuar sobre ellas. Si bien en este momento no

estamos en condiciones de explayarnos sobre otro tipo de relaciones, cuando más

adelante hayamos mostrado más resultados, veremos que estos datos resultarán más

enriquecidos y confirmados al agregarles información sobre características familiares

derivadas del mismo MOSS y de las entrevistas a las familias.

Volviendo al gráfico de los promedios de las muestras de alto y bajo riesgo, los

sujetos del grupo de alto riesgo han obtenido puntajes más elevados en la mayoría de las

escalas y algunas otras iguales que los del grupo de bajo riesgo. Sólo en las escalas de

SA (abuso sexual), AND (abuso de sustancias), ANX (ansiedad) y FG (fingimiento

positivo) los puntajes son menores aunque no en modo muy marcado. Por otra parte, los

puntajes de esas mismas escalas en el grupo de bajo riesgo no alcanzan los valores

mínimos para inferir perturbación en dichas áreas.

Podemos concluir que los datos recogidos son, en una primera instancia,

concordantes con la separación que establecimos entre alto y bajo riesgo, y podría

indicarnos la posibilidad de delinear perfiles (cf. VI. 4.).


158

Obsérvese que en algunas escalas del MOSS ambos grupos han dado puntajes

cercanos de respuesta y que las diferencias surgen puntualmente en algunas escalas que

será pertinente analizar.

Puntualmente MO (madre) es la única escala que tiene un puntaje idéntico en

ambos grupos. En función de nuestros objetivos este dato se nos presenta como

sumamente relevante, ya que nos da una idea de cómo los sujetos consultados perciben

a su madre. Veremos más adelante en forma detallada el análisis de esta escala al

estudiarla junto con las otras que hacen referencia a la percepción de Padre (FA) y

Ambiente familiar (HE) y finalmente el índice Hogar (HOI), ya que constituye un

importante dato en relación a los objetivos planteados.

Por otro lado la escala CY (conformidad) que hace referencia a la relación con

la ley y el respeto por las reglas, nos muestra puntajes de respuesta muy cercanos entre

ambos grupos, no indicando dificultades en ese aspecto.

Haremos aquí una aclaración que se nos presenta fundamental en tanto que toca

la validez de la prueba y la medida en que ésta afecta nuestras conclusiones. Dos de las

escalas de validez del MOSS –FG (fingimiento positivo) y FB (fingimiento negativo)–

han dado valores elevados. Si bien todos los protocolos del MOSS han sido evaluados

como válidos por su consistencia interna1 no siendo necesario descartar ninguno, hemos

de aclarar que estos puntajes son altos y constituyen una posible fuente de sesgo para el

análisis de los datos. Sabemos que normalmente los sujetos que se encuentran

institucionalizados tienden a mostrar una imagen que piensan que resultará conveniente

y beneficiosa. En el caso puntual de los sujetos del grupo de bajo riesgo se obtuvo

puntajes de FG altos y, a la inversa, fue alto el puntaje de FB en los jóvenes del grupo

1
Se examina la posibilidad de respuestas inconsistentes(INC) y aleatorias(RAN). El indicador INC
refleja la congruencia de las respuestas a 8 ítems relacionados; mientras que el indicador RAN consiste
en ítems con respuestas obvias, para evitar las respuestas aleatorias que indicarían que el encuestado no
leyó los ítems.
159

de alto riesgo. En ambos casos los puntajes resultan importantes a la hora del análisis ya

que un puntaje entre 60 y 69 nos indica que los sujetos han contestado defensivamente

para dar una buena impresión en el caso de FG, y por otro lado el mismo puntaje en la

escala FB nos indica que el sujeto podría (aunque no necesariamente) estar fingiendo

para dar una impresión de enfermedad o de características problemáticas, posiblemente

a fin de evadir castigos –tal sería el caso de una búsqueda por ser declarado

inimputable–, o bien percibirse realmente como gravemente enfermo.

De análisis anterior surge una explicación posible e hipotética a los puntajes de

FG y FB. Los sujetos de bajo riesgo, primarios en la institución, con causas leves,

iniciados hace poco en el delito, quizás hayan visto en la evaluación una posibilidad de

crear una buena impresión que repercuta en su situación procesal. Si bien se definió la

administración del MOSS como con fines puramente ligados a la investigación, es

sabido que en la cultura del correccional el contacto con un adulto que evalúa genera

expectativas de un beneficio en la situación procesal. Esta expectativa, suponemos,

podría haberse dado en menor grado entre los integrantes del grupo de alto riesgo, más

insertos en la cultura delictiva, procesados por causas graves y por ello quizás con

menos esperanzas de conseguir beneficios. Si bien FB dio elevado en los de alto riesgo,

no es un puntaje que nos lleve a pensar necesariamente en fingimiento o en patología

severa. Para hablar de fingimiento los puntajes deberían ser mayores; para pensar en

patología severa, los puntajes de todas las escalas deberían ser marcadamente

superiores.

Volviendo al tema de la validez, pensamos que si bien debe tenerse en cuenta el

posible sesgo de respuesta a partir de lo antedicho, no afecta sustancialmente el tipo de

conclusiones que podremos obtener de nuestro trabajo, en tanto hemos definido de

antemano el carácter provisional de nuestros datos –tal como hemos enfatizado en VI.
160

3.–, por el hecho de trabajar con pocos casos, de manera cualitativa, descriptiva y

exploratoria.

Luego de esta digresión podemos continuar con el análisis sobre el puntaje

obtenido en CY (conformidad). Es evidente que los jóvenes que fueron consultados no

se encuentran en buenas relaciones con la ley y que en general tampoco en sus casas

parecían tener respeto por las normas familiares o las indicaciones del o los padres. Esto

lo veremos indicado en los gráficos obtenidos a partir de la información recolectada en

las entrevistas que se realizaron a las familias cuando analicemos los datos en relación

al control y supervisión familiares.

Por otro lado el puntaje de CY, en relación a las escalas IM (impulsividad) y

SCH (escuela), dan lugar al índice AOI (índice de actuación). La escala IM se refiere al

comportamiento impulsivo, el que incluye hostilidad, dificultades en el control del

temperamento e ira; mientras que la escala SCH nos habla de la percepción del

ambiente escolar, la justicia del trato recibido en la escuela y la relación con los

maestros y autoridades. El índice AOI, englobando estos tres puntajes, nos da una

medida amplia del potencial del sujeto evaluado a actuar en una manera que pueda

generarle problemas en las mencionadas áreas. El puntaje resultó bajo en ambos grupos,

por lo que no revelaría los mencionados problemas de conducta. Como vimos en III. 3.

2. la impulsividad y el fracaso escolar resultaban algunas de las características comunes

en los jóvenes transgresores legales. Por otro lado en el caso de características

conductuales tratados en III. 3. 1. vimos también que las investigaciones arrojan que los

delincuentes son menos conformistas y con menos imposiciones sociales en todos los

aspectos de sus vidas que los no delincuentes.


161

Si bien el promedio del AOI resultó relativamente bajo, podemos notar cierta

tendencia mayor en los sujetos del grupo de alto riesgo si analizamos las puntuaciones

individuales.

Valores del AOI (Índice Actuación) para toda la


70 muestra
60
63
50
54 54
40 51 51 48 48
45 45
30 AOI
20
10
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Sujetos
En síntesis, esperábamos
BAJOencontrar
RIESGO en dichas
ALTOáreas puntajes mayores, sobre todo
RIESGO
N=9
en el grupo de alto riesgo. Esto sería una de las líneas abiertas a la investigación debido

a que las posibles relaciones que pueden surgir entre, por un lado, los aspectos de

internalización de normas, control de la impulsividad y relaciones con personas de

autoridad y, por el otro, la conducta transgresora legal en el sentido de conducta

delictiva. Toda la línea investigativa que trata las diferencias entre problemas de

conducta dentro y fuera de lo que se define como delito (cf. III. 3. 1.) se vería

enriquecida profundizando en esta dirección.

A continuación trataremos brevemente otro puntaje cercano entre ambos grupos.

Tal es el caso de la escala TP (proceso de pensamiento), que evalúa ampliamente las

percepciones del sujeto de sus propios procesos cognitivos. Dicha escala arrojó puntajes

bajos en ambos grupos lo que descartaría dificultades para el control de pensamientos y

emociones.

Ahora sí estamos en condiciones de analizar las escalas e índices que arrojaron

puntajes marcadamente diferentes en ambos grupos. El que se nos presenta con mayor
162

evidencia es el puntaje de la escala SU (suspicacia), la que hace referencia al grado de

desconfianza en las relaciones y la evitación a nivel de interacción social. En el caso del

grupo de bajo riesgo un puntaje de 59 nos indica que la desconfianza es un factor que se

juega en las relaciones de los sujetos. Pueden resistirse a hablar y criticar el

acercamiento amistoso, permaneciendo distantes y difíciles de conocer (Mogge, 1999:

14). En el caso del grupo de alto riesgo el resultado es muy alto, lo que da lugar a

plantear que no sólo evitan la interacción social, sino que resisten activamente

situaciones que podrían llevarlos a socializaciones de algún tipo. La hostilidad resulta

aquí posiblemente un elemento importante a tener en cuenta. En general los sujetos que

puntúan alto en esta escala no sienten que puedan reconocer sus problemas o abrirse a

otros y suelen ser rígidos y escépticos. Aunque resisten relaciones, suelen sentirse

segregados de otros y no apoyados (ibíd).

Veamos ahora, para terminar este análisis, los puntajes de cada sujeto de la

muestra en la escala SU.

Valores de SU (Suspicacia) para toda la muestra


90
80
70 81
60 71 71 71
66 66 66
50
56
40 SU
30 41
20
10
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 Sujetos
BAJO RIESGO ALTO RIESGO N=9

Podemos constatar que los sujetos de alto riesgo poseen valores más elevados en

general. Gráficamente puede constatarse esto en la línea que forman los puntajes de los

sujetos.
163

Estos datos nos traen a colación los puntajes obtenidos en FB (fingimiento

negativo) en el grupo de alto riesgo, y se podrían pensar en consonancia debido a que el

mostrar una mala imagen de uno puede pensarse como asociado a dificultar

interacciones sociales.

Las otras escalas en las que se obtuvo resultados con diferencias importantes

entre ambos grupos fueron FA (padre) y HE (ambiente familiar) y los puntajes de las

mismas incidieron en diferencias en el índice HOI (hogar) constituido además por la

escala MO (madre) en la que, como vimos más arriba, no se encontró diferencia alguna

entre los dos grupos. Pero estos datos serán analizados luego con mayor detalle en VI.

7. 3. A lo largo de ése apartado presentaremos los gráficos de algunas escalas e índices

del MOSS que creímos pertinentes relacionar puntualmente a la variable locus de

control analizada más adelante en VI. 7. 2.

Pasaremos ahora a los resultados obtenidos sobre el análisis de las tendencias de

locus de control. En primer término mostraremos los datos obtenidos para poder

observar tendencias más internalizadoras o externalizadoras, pero luego este constructo

se verá enriquecido con un posterior examen de relaciones con las otras variables

obtenidas a través del MOSS.

VI. 7. 2. Escala de Norwicki - Strickland: locus de control1

1
Hablaremos en este apartado y en lo que resta del capítulo de “atribución de control”, “estilo
atribucional de control”, etc. indistintamente. Deseamos aclarar que somos plenamente conscientes de
que la medición que hemos realizado no implica una relación uno a uno con estos conceptos. Se trata de
meras aproximaciones, particularmente teniendo en cuenta el uso parcial y cualitativo que hemos hecho
de la escala Norwicki – Strickland.
164

A continuación veremos los porcentajes promedio de respuestas de tipo interno

y externo registradas –sobre las 24 preguntas seleccionadas de la escala, tal como

señalamos en VI. 5.– en ambos grupos.

Norwicki - Strickland: p
respuestas internas yext
bajo riesgo sobre

100%
Tomando en cuenta los resultados a los que se ha arribado en diversos estudios
9 0 % 22
sobre locus de control en sujetos en conflicto con la ley, nosotros esperábamos que

nuestros sujetos en general tuvieran puntajes más externos, aunque en menor grado los

80%
miembros del grupo de bajo riesgo. Desde nuestro punto de vista no es sin embargo

inesperado el resultado ya que si bien todos los sujetos han obtenido puntajes que

70%

60%
165

permiten caracterizarlos como sujetos con tendencias atribucionales enmarcables en lo

que sería un locus de control interno, la diferencia en ambos grupos es considerable.1

Ello nos remite a la idea de que el locus de control más interno –y en

consecuencia la creencia de tener mayor control sobre sus actos–, lo que, como veremos

más adelante, se asocia en nuestra muestra con características familiares más favorables.

Queríamos destacar, por lo interesante del resultado, que en las respuestas a las

preguntas de esta escala de locus de control, hubo una única pregunta que fue

respondida en forma similar por todos los sujetos y es la siguiente: “¿Has sentido que

cuando la gente se comporta mal contigo generalmente ha sido sin razones que lo

justificaran?”. Resultó que los sujetos de ambos grupos respondieron en forma

afirmativa, lo que implica una respuesta de característica externa con respecto al locus

de control. Es decir, todos consideraron que la gente se ha portado mal con ellos sin

razones que lo justifiquen. Creemos que, de toda la escala, éste ítem es quizá el que

evalúa en forma más directa la interacción con otras personas. Consideramos que ésta

pregunta es muy importante a la hora de considerar un futuro eventual compromiso

acerca de la conducta personal, ya que remite a la capacidad de los sujetos de admitir

que pueden haber hecho algo que otro tomara como ofensa. Ello nos remite a lo

planteado con respecto al grado de externalización en sujetos con conductas delictivas

cuando al interrogarlos sobre porqué creían haber entrado en problemas los mismos

referían que se debía a las malas compañías o bien porque la policía estaba siempre en

su contra y los perseguía, o porque los maestros les “tenían bronca”, es decir sin razón

justificada. Por otra parte, el hecho de que se comportan de modo injusto con ellos deja

abierta la posibilidad de responder del mismo modo con quienes lo tratan así, como se

1
Debemos aclarar que, si bien la diferencia de porcentajes es importante a nuestros fines, no podemos
hablar de significación estadística. Nuestro trabajo es de naturaleza cualitativa, y en particular el uso
que hemos hecho de esta escala, en tanto no hemos utilizado la escala original completa (cf. VI. 5.) sino
un conjunto de preguntas como entrevista dirigida.
166

comentó en V. 3., cuando hablamos al respecto de la atribución de intencionalidad a la

conducta de otra persona. Recordemos que en una investigación sobre el tema se

encontró que antes de cometer actos agresivos hacia las personas, los jóvenes atribuían

algún tipo de intencionalidad en la otra persona, en general tendían a atribuir a la

conducta del otro intenciones hostiles o agresivas., lo que les permitía justificar de este

modo su agresión hacia los otros.

Volviendo al apartado anterior, esto está en consonancia con el alto puntaje que

resultó en la escala SU (suspicacia) del MOSS. Nos resulta apropiado en este momento

presentar la relación entre las respuestas a esta escala y a las preguntas seleccionadas de

la escala Norwicki – Strickland. En el siguiente gráfico se compara los dos grupos (alto

y bajo riesgo) en función del porcentaje promedio de respuestas indicadoras de buen

pronóstico a la escala SU –es decir: las preguntas de esa escala que, por la forma en que

fueron respondidas, no suman para el puntaje final de la misma, que como vimos es

mayor mientras mayor es la perturbación–, con el porcentaje promedio de respuestas

internas a la escala Norwicki – Strickland.1

Porcentaje de r
(Suspicacia)

90.00
1
Se trata, pues de un modo de presentar información opuesto a los anteriores gráficos del MOSS, en los
7
80.00
cuales mostrábamos los puntajes T, que al incrementarse indican mayor posibilidad de perturbación en
cada escala. En este gráfico y en los que siguen, pues, mayores porcentajes podrían ser indicadores de
mejor pronóstico.

70.00
60.00
167

Podemos hipotetizar, a partir de estos datos, que el grado de suspicacia sería

menor en sujetos que hacen una atribución de control más interna. Por supuesto, no

podemos establecer inferencias causales debido a la naturaleza de nuestra investigación;

simplemente podemos decir que, en los pocos casos que hemos trabajado, parecen

coincidir, por una parte la tendencia a realizar atribuciones internas con una tendencia

relativamente baja a sentir desconfianza hacia los demás (en el grupo de bajo riesgo), y

por la otra la tendencia más alta a realizar atribuciones externas y a dar mayores

respuestas que hagan pensar en un patrón de desconfianza hacia los demás (en el grupo

de alto riesgo). Esta última aseveración tiene mayor solidez, según estimamos, a partir

del puntaje significativo en términos de la escala de MOSS que ofrece el grupo de alto

riesgo en la escala SU (cf. VI. 7. 1.).

Finalmente queremos destacar aquí que los resultados obtenidos acerca de el

estilo atribucional de control deben ser considerados y tenidos muy en cuenta a la hora

de intentar un proceso de reinserción social, poniendo en evidencia la importancia y

necesidad de generar cambios a nivel cognitivo como hemos planteado en el desarrollo

teórico, puntualmente en V. 5.

VI. 7. 3. Aspectos familiares

Ya hemos presentado brevemente en VI. 7. 1 los resultados obtenidos en las

escalas MO (madre), FA (padre), HE (ambiente familiar) y HOI (hogar) del inventario

MOSS. Incluiremos ahora los gráficos de estos datos en relación con los resultados
168

obtenidos en las respuestas a la escala de locus de control, a fin de analizar los

resultados obtenidos en relación con las dos principales variables que, según

planteáramos en VI. 1., nos llevaron a realizar este trabajo.

Con la herramienta que nos brinda la técnica MOSS hemos querido acotar y

precisar nuestra mirada hacia un aspecto puntual de la realidad familiar del sujeto: en

particular la percepción que tiene de su madre, su padre y el ambiente familiar. Si bien

en la descripción del instrumento hemos consignado en forma breve la técnica y sus

características, quisiéramos dejar en claro a qué nos referimos cuando tocamos estos

aspectos.

Las escalas madre (MO) y padre (FA) examina los sentimientos de los sujetos

hacia sus madres y padres respectivamente, y también cómo se sienten hacia la forma

en que ellos los han tratado. Si el sujeto percibe a su madre o padre (o a ambos) como

no dignos de confianza, demasiado estrictos, injustos, distantes o con dificultades para

llevarse bien con ellos, podemos hipotetizar que esa relación tendrá algún grado de

perturbación. La obtención de un puntaje de 65 sugiere ya una relación problemática, y

que probablemente constituya un punto focal para problemas psicosociales. Además de

la consideración de los promedios de la escala en el primer gráfico que vimos –donde

vimos que no alcanza el promedio los valores mínimos para interpretar perturbación–,

podemos analizar los puntajes sujeto por sujeto, constatando los mayores puntajes entre

los del grupo de alto riesgo, y donde dos de los sujetos sí cuentan con valores en los que

puede interpretarse disfunción.


169

Valores de FA (Padre) para toda la muestra


70

60 65 65
50 59
54
40 48 48 48
42 42
30 FA
20
10

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 Sujetos
BAJO RIESGO ALTO RIESGO N=9

Por otro lado la escala de Ambiente familiar (HE) parte de la suposición de que

el hogar debería ser un lugar confortable y seguro. Apunta a los sentimientos de los

sujetos acerca de reglas, seguridad, justicia, comodidad y comportamiento en sus

hogares. Aquí un puntaje mayor a 70 nos indicaría que el sujeto percibe el ambiente

hogareño como incómodo, no provisor de apoyo y con presencia de conflictos. Cuanto

mayor es el puntaje, menos confortable es el hogar, resulta entonces muy probable que

se manifiesten problemas en un contexto de este tipo. Aquí podemos realizar

señalamientos similares que los que acabamos de hacer respecto de la escala FA. Sólo

un sujeto del grupo de alto riesgo supera el puntaje de corte de 70.

Valores de HE (Ambiente Hogareño) para toda la


muestra
80
70
60 72
66 66
50 60
54 54 54
40 47
30 41 HE

20 Valores del HOI (Índice Hogar) para toda la muestra


10
70
0
60
1 2 3 4 5 636 7 8 9 Sujetos
50 60 58 58
Por último tenemos
BAJOelRIESGO
índice53Hogar (HOI)RIESGO
ALTO que combina las puntuaciones
N=9 de
40 48 48 50
45
30 HOI
estas tres escalas mencionadas. Se trata de una medida más amplia de cómo los sujetos
20
10
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 Sujetos
BAJO RIESGO ALTO RIESGO N=9
170

se sienten acerca de su vida hogareña. Una puntuación de 60 plantea preguntas acerca

de la magnitud y el foco de problemas en el hogar; si la misma se eleva a 70 ó más

sugiere que puede haber problemas dominantes en el hogar y la familia. En el análisis

sujeto por sujeto podemos encontrar dos miembros del grupo de alto riesgo que

alcanzan o superan el puntaje de corte de 60.

Hemos abarcado en esta parte del análisis lo que llamamos el microcontexto del

sujeto que –como vimos en III. 2. al desarrollar la teoría de Bronfrenbrenner–, se trata

del nivel más próximo del mismo y está constituido principalmente por la familia..

Engloba los diferentes contextos inmediatos en que se desenvuelve la persona, con

características físicas y materiales particulares.

Los datos que siguen en relación a las características de familia serán

comparados a su vez con los promedios de respuestas internas de locus de control, lo

que permitirá ir estableciendo relaciones a través de su presentación. Tengamos en

cuenta nuevamente que los datos están explicitados en función del número de respuestas

favorables a los ítems del MOSS.

La información disponible de la escala MO (madre) y locus de control es la que

sigue:
171

Porcentaje de re
(Madre) y N

90.00 83.33
7
80.00
Como ya hemos adelantado en VI. 7. 1. se encuentra que la relación percibida

70.00
por los sujetos con sus madres es similar en ambos grupos, ya que se obtuvo el mismo

puntaje.1 Las diferencias surgen entonces de las relaciones con los padres y cómo
60.00
sienten el ambiente familiar. Esto por supuesto redunda en las diferencias del índice

HOI.
50.00
%

Debemos tener en cuenta que los sujetos del grupo de alto riesgo convivían –
40.00
hasta el momento de la internación– únicamente con su madre. Las respuestas dan lugar

30.00
a definir la relación madre-hijo como afectuosa y estrecha en ambos grupos. Durante la

toma surgieron manifestaciones en voz alta del tipo: “sí, mi vieja es la única que ha
20.00
estado siempre conmigo”, “es la que siempre me viene a ver”, “es la única que de

10.00
verdad me quiere”. Veremos luego estos datos tomando en cuenta los tipos de control y

conductas de supervisión ejercidos por los padres. Para adelantarnos diremos que en

0.00
general la madre es percibida como afectuosa y cariñosa pero que no es registrada

como figura que puede poner límites y ejercer control sobre la conducta de los sujetos.

1
Bajo Rie
Recordamos que estos gráficos, como el anterior, muestran los porcentajes promedio de respuestas
favorables y no aquellas que suman para la obtención de puntajes de escala del MOSS.
172

Veamos ahora los resultados obtenidos en la escala FA:

Porcentaje de res
(Padre) y No

90.00 83.33
78
Con respecto al grado80.00
en que la técnica permite obtener puntajes sobre el área de

la familia quisiéramos acotar que al tomarla notamos que los miembros del grupo de
70.00
alto riesgo que no conocían a su padre o que hace años no los veían, contestaron en

forma ambigua a las preguntas60.00de FA. Por ejemplo cuando se les pedía que puntuaran

50.00
sobre la afirmación: “Mi madre y mi padre se pelean mucho”, algunos de ellos
%

respondían “no es cierto”, pero lo hacían así no porque los padres se pelearan, sino
40.00
porque hacía años dejaron de verlos, o simplemente nunca los conocieron. Es decir que

en el caso de los integrantes30.00


del grupo de alto riesgo, los cuales vivían todos en familias

20.00
monoparentales –únicamente con la madre–, posiblemente podrían haber tenido

puntajes más elevados con respecto, a la percepción de la relación con su padre, es decir

10.00
en la escala FA, lo que afectaría también con un puntaje más alto al índice HOI.

0.00
De todos modos, el puntaje de respuestas favorables –es decir: que no sumaron

para la escala– obtenido en la escala FA por el grupo de alto riesgo es notoriamente más

Bajo Ries
bajo que el del grupo de bajo riesgo, y lo que es más importante: en el grupo de bajo

riesgo la percepción de madre y padre obtuvieron puntajes idénticos. Podría pensarse, a


173

partir de esto, en algún índice de relación problemática con sus padres en los sujetos de

alto riesgo.

Finalmente, respecto de la escala de ambiente familiar (HE), no aparece en

nuestro procesamiento una marcada diferencia respecto de la escala FA (padre), por lo

que no aporta nada sustancial a nuestro análisis.

Porcentaje de re
(Ambiente Hog

90.00
75.00 7
80.00
70.00
En relación a la hipótesis de trabajo que formuláramos en VI. 2. –y reiterando la

dificultad de realizarlas en un trabajo de tipo descriptivo y de muestro intencional a


60.00
propósito– estamos en condiciones de decir que los resultados aportan en cierta medida

50.00
información que nos permite sostenerla. Con respecto al locus de control el análisis fue
%

expuesto en VI. 7. 2. Y en relación a las características familiares en jóvenes


40.00
transgresores legales, habíamos planteado que esperamos que aquellos adolescentes con

mayores respuestas asociadas30.00 con un estilo de locus de control más externo,

20.00
coincidieran con características familiares y sociales más desfavorables. Creemos que

10.00
0.00
174

está claro en la exposición antes realizada, que los sujetos del grupo de alto riesgo

cuentan con aspectos familiares más desfavorables a nivel de percepción de padre,

sentimientos de seguridad, justicia y comodidad en el hogar: en definitiva en el grado

de confort a nivel general con respecto a la vida hogareña –datos que evalúan los

aspectos familiares del MOSS–.

VI. 7. 3.1. Aspectos familiares surgidos de las entrevistas de admisión

del AOF

La utilización de las medidas diagnósticas empleadas por profesionales del

COSE del Área de Orientación Familiar (AOF) nos han resultado de gran utilidad. Ello

nos ha permitido apreciar las distintas situaciones de un modo más amplio ya que

podemos tener un cierto índice –aunque por supuesto cualitativo– de los niveles a los

que llamamos exo y macrosistema (cf. III. 2.), en la medida en que nos ofreció una

pauta de la vulnerabilidad socioambiental y de la posibilidad de recursos en la

comunidad inmediata. Por otro lado observaremos los datos con respecto a cómo

funciona la familia en cuanto al control sobre los jóvenes y las mediadas adoptadas para

ello.

Comenzaremos por el aspecto de vulnerabilidad socioambiental. Para tener

presentes los criterios utilizados, remitimos al lector a VI. 5. y al apéndice 4.

Vulnerabilidad
de
100%
90%
175

Algo destacable de estos datos es que la totalidad de los sujetos del grupo de alto

riesgo se encuentran en un sistema familiar de alta vulnerabilidad y por lo tanto

hablamos de familias con complejos problemas sociales y/o estructurales de difícil

solución. En el grupo de bajo riesgo ningún caso fue evaluado como dentro de esta

categoría.

En cuanto a la proporción de sujetos cuyas familias fueron definidas como de

baja vulnerabilidad, hablamos de ausencia de problemas estructurales coyunturales

severos según el criterio del Área de Orientación Familiar.

Creemos importante señalar que el 25% de las familias evaluado como de un

nivel de vulnerabilidad bajo está representado por un solo sujeto. Si hacemos un análisis

más cualitativo veremos en los siguientes gráficos de este apartado que se trata del

mismo sujeto el que presenta aspectos más favorables en todos los ítems evaluados en

esta sección. Podemos hipotetizar que, dentro del grupo de bajo riesgo, es quizá el

sujeto con mayores probabilidades de no reincidir si tenemos en cuenta lo consignado

en II. 1. 4. y en el resto de nuestro trabajo acerca de factores de riesgo.

Tipo de atribución
A continuación presentamos los resultados del cruzamiento de datos de tipo de

atribución familiar a la conducta delictiva con los grupos de alto y bajo riesgo.

100%
90%
176

Recordemos que las familias que tiene un estilo atribucional externo son

aquellas que durante la entrevista de admisión familiar no asumieron ninguna

responsabilidad en el origen del problema, mientras que aquellas con estilo atribucional

interno pudieron reconocer cierta responsabilidad en cuanto a la pérdida de control

sobre la conducta del adolescente. En este aspecto no existe una gran diferencia con

respecto a las atribuciones en las familias de los dos grupos. Podemos decir que hay un

porcentaje mayor de familias que consideran que su hijo ha ejecutado conductas

delictivas por hechos ajenos a ellos mismos como familia. En las entrevistas

observamos por ejemplo que en uno de los casos –un adolescente del grupo de alto

riesgo, con causa de homicidio– la madre insistía con que su hijo no había hecho nada y

que era la policía la que se ensañaba con él porque debía encontrar un culpable.

Como factor para facilitar cambios en este circuito delictivo, el estilo

atribucional de los miembros de la familia resulta muy importante, ya que está ligado a

la posibilidad de compromiso de sus miembros. Si piensan que todo lo malo está en su

hijo o en algún punto de afuera como en su barrio y sus amigos, no verán cómo puede

llegar su conducta a generar un cambio para esta situación. Está además muy vinculada

con la posibilidad a realizar terapia familiar –que ofrece el Área de Orientación


177

Familiar–, ya que es poco probable que se encuentren motivados si creen que no tiene

nada que ver con ellos la conducta delictiva del hijo.

Creemos que este punto es relativo a un paso previo y primordial para encarar a

la familia desde un punto de vista preventivo. A partir de reconocer que existe en el

seno familiar al menos un cierto monto de responsabilidad en cuanto a la conducta

delictiva de uno de los miembros, se podrá comenzar a trabajar para generar

herramientas parentales necesarias como son las de control y supervisión de conducta.

En los dos gráficos siguientes veremos precisamente los tipos de control y de

supervisión familiar de la conducta problemática.

Control familiar de
alto

100%
90%
Tipo de supervisi
80%
70%
60%
50%
%

100%
40%
90%
30%
80%
20%
10%
178

Como ya hemos visto (cf. IV. 4. 5.), el control que puedan ejercer los padres es

de fundamental importancia para contener la conducta de los hijos. El mismo está

vinculado con el tipo de supervisión de conducta ya que las formas de ejercer el control

implica tanto el poder especificar reglas en particular, restricciones y criterios para el

comportamiento de los hijos, como también monitorear su comportamiento, sabiendo

donde están o vigilándolos directamente. Hemos mencionado en IV. 4. 5. tipos de

control deficitarios que se asocian a la conducta delictiva: ausencia de reglas en el

hogar, ausencia de control por parte de los padres de la conducta del chico, ausencia de

contingencias efectivas, ausencia de técnicas para tratar las crisis familiares o los

problemas.

En el grupo de alto riesgo tanto en el control como en la supervisión de

conducta fueron evaluados como deficitarios. En general los padres respondían que el

joven se iba de casa y no decía dónde iba aunque ellos preguntaran, o que se escapaba

cuando los padres no estaban aunque le hubiesen prohibido salir. En ambos grupos los

padres manifestaban que no siempre podían estar con ellos para monitorear su conducta

porque en la mayoría de los casos debían salir a trabajar y el joven quedaba solo.

Con respecto al grupo de bajo riesgo la evaluación tampoco fue muy alentadora,

ya que se nos presenta en ambos gráficos un 25% que obtuvo un tipo de control

funcional y una adecuada supervisión familiar. Pero, como dijimos anteriormente

cuando se analizó la vulnerabilidad socioambiental, este porcentaje está representado

por un solo sujeto: se trata del mismo que presenta puntajes favorables en todos los

datos obtenidos de la encuesta familiar.

Con similares resultados encontramos al gráfico sobre las soluciones intentadas

al problema:
179

Tipo de solucio
jóven

100%
90%
80%
70%
Encontramos aquí un mismo porcentaje de familias evaluadas como habiendo

60%
aplicado soluciones conductuales, que son las consideradas como adecuadas. En general

50%
%

los padres sólo tomaron medidas verbales (consejos, retos, etc.) o usaron la violencia

física o psicológica o bien no tomaron ninguna medida sobre el problema. La misma

40%
familia que fue evaluada en forma favorable por el Área de Orientación familiar

30%
consignada en los otros gráficos, sí tomó medidas concretas conductuales (no verbales)

de puesta de límites a la conducta problema como castigos o sanciones disciplinarias

(quita efectiva de estímulos gratificantes para el joven).


20%
En IV. 5., mencionamos que si existen pautas de conducta inconsistentes de

10%
parte de los padres y por lo tanto las pocas soluciones que se pueden intentar no resultan

0%
realizadas sistemáticamente, lo más probable es que el hijo no sepa a qué atenerse,

Ba
180

siendo a la larga incapaz de interiorizar los criterios básicos para regular su

comportamiento.

VI. 7. 4. Locus de control en relación a algunas escalas e índices del MOSS

Una vez analizado el aspecto familiar y habiendo tomado en consideración todos

los aspectos que se pudieron evaluar desde las perspectivas de las familias para ejercer

prácticas de control eficaces sobre los adolescentes, queremos realizar una comparación

entre la variable locus de control y algunas escalas e índices del MOSS. Si bien ya han

sido expuestos los datos relevantes nos parece de utilidad precisar las comparaciones en

gráficos a fin de poder observar y pensar los resultados de un modo práctico y simple.

No presentaremos todas las escalas, sino sólo aquellas que nos parecieron más

relevantes y útiles para trabajar como relaciones posibles en futuras investigaciones,

planteo que se retomará y profundizará en el apartado siguiente.

Ya en VI. 7. 1. manifestamos nuestro interés por investigar sobre los datos de

conformidad, relación con las reglas, respeto por la autoridad e impulsividad. Como

veremos, excepto en conformidad, todas las demás escalas resultan en respuestas

menos favorables en el grupo de alto riesgo. Como en los gráficos analizados en VI. 7.

3., compararemos porcentajes promedio de respuestas favorables (que no sumaron para

el puntaje T de la escala del MOSS) y porcentajes promedio de respuestas internas en la

Porcentaje de r
escala de locus de control entre los dos grupos.

Veamos la relación entre ambas variables: CY (conformidad) y locus de control.

(Conformidad

90.00
181

Anteriormente mencionamos que los puntajes arrojados por CY resultaban

similares en ambos grupos, por lo que tampoco encontramos evidencia alguna al

respecto de una relación entre ambas variables.

Los puntajes sobre los ítems IM (impulsividad) y SCH (escuela) se tornan algo

diferentes mostrando una tendencia hacia porcentajes menores de respuestas favorables

para ambas variables –sobre todo en SCH (escuela)- en el grupo de alto riesgo.

Veamos ambos gráficos:

Porcentaje de
(Impulsividad

90.00 81.82 7
80.00
70.00
60.00
182

Porcentaje de re
(Escuela) y

90.00 80.00 7
Podríamos decir que, si bien no podemos hablar de relación de causalidad, existe

80.00
alguna relación en nuestra muestra entre: tendencias a respuestas de control más

externas y tendencias a realizar conductas más impulsivas y menos mediadas por la

70.00
reflexión. Por otro lado las tendencias de control más externo se encuentra relacionada

60.00
también con grados de percepción de injusticia en el trato en la escuela, con las

maestras y/o autoridades de las mismas, más alto en los sujetos del grupo de alto riesgo.

50.00
Veamos ahora el índice AOI (actuación) en relación al locus de control:
%

40.00
30.00
Porcentaje de r
20.00
(Índice
10.00 Actuació
0.00
90.00
Bajo Ri7
80.00
68.75
70.00
183

Para concluir el análisis de estos datos diremos que, el índice AOI

(actuación), al estar constituido por estas tres últimas variables presentadas, muestra la

misma tendencia, es decir, el grupo de alto riesgo presenta un porcentaje de respuestas

más alto en relación a la posibilidad de actuar de un modo que puede generarle

problemas (AOI) y por otro lado con una tendencia mayor a encontrar su control en

algún dato externo como el azar, la suerte u otras personas.

Poco hemos dicho al respecto de los aspectos de autoestima (SE), depresión

(DEP) y ansiedad (ANX) que hacen al índice de estado afectivo (ASI). En aspectos

generales diremos que estos ítems nos dan una medida acerca de cómo el sujeto se

siente y piensa acerca de sí mismo. Cuantas menos respuestas favorables nos den en

dichos ítems es más factible que tenga dudas acerca de sí mismo, sienta depresión o

estrés (Mogge, 1999: 12). A lo largo del trabajo si bien no hemos desconocido la

importancia de los aspectos emocionales y afectivos de los sujetos (cf. III. 3. 2), no nos

hemos detenido en ese análisis ya que no era atinente en relación a los objetivos que nos

habíamos propuesto. Sin embargo resulta interesante presentar los datos para que nos

resulte más fácil pensar en la interacción entre estos factores y el locus de control.

Veamos los resultados de DEP (depresión) y locus de control:

Porcentaje de r
(Depresión)

90.00
7
184

La escala DEP hace referencia a sentimientos negativos, relacionados con

depresión, desesperanza y suicidio. El grupo de alto riesgo presenta un porcentaje más

bajo de respuesta favorables en este punto. Remitiéndonos a VI. 7. 1. podemos

distinguir que la escala DEP (depresión) arrojó en el análisis del MOSS un puntaje de

60 en los sujetos del grupo de alto riesgo lo que hace alusión a cierto sentimiento de

tristeza e insatisfacción con la vida (Mogge, 1999: 16). En el grupo de bajo riesgo los

puntajes no arrojan resultados problemáticos.

Por lo tanto también aquí se encuentra relacionada cierta tendencia en los sujetos

considerados de alto riesgo, entre, mayor promedio de respuestas externas en el locus de

control y menores porcentajes de respuestas favorables en la escala de depresión.

Veamos ahora los resultados encontrados en las escalas SE (autoestima) y ANX

(ansiedad) en relación al locus de control.

Porcentaje de r
(Autoestima)

80.00 77.78 7
78.00
76.00
185

La escala SE (autoestima) si bien indica en el grupo de bajo riesgo porcentajes

de respuestas más favorables, en el otro grupo un puntaje menor no indica conflictos en

dicha área. Pero sí nos permite pensar en que se mantiene también aquí en el grupo de

alto riesgo una cierta tendencia a mayores porcentajes de respuestas de control externo

menores porcentajes de respuestas favorables de autoestima.

Finalmente mostraremos el gráfico de relación entre locus de control y ANX

(ansiedad).

Porcentaje de re
(Ansiedad) y

90.00
78
80.00
Como adelantamos en VI. 7. 1. la respuesta a la escala ANX es similar en ambos

grupos, por lo que no encontramos alguna relación específica entre las variables.
70.00
Concluiremos el análisis de estos resultados presentando el índice ASI (afectivo)

60.00
que surge de estas tres escalas que hemos analizado. En general no existen diferencias

que consideremos de importancia, pero las mismas están generadas por la diferencia de
50.00 40.00
resultados en DEP (depresión) que es la única escala de éste índice que arrojó
%

40.00
resultados conflictivos en el grupo de alto riesgo.

30.00
20.00
186

Porcentaje de re
(Índice Estado A

90.00
78
80.00
Hemos presentado los datos 70.00
a analizar que creímos más relevantes. En el apartado
58.62
60.00
siguiente quisiéramos dejar abiertas algunas líneas pasibles de investigación que se nos

presentaron como oportunas y pertinentes a través del recorrido efectuado a lo largo del

trabajo. 50.00
%

40.00
30.00
20.00
10.00
0.00
Bajo Ries
187

VI. 8. Posibles direcciones futuras

Consideramos que en un trabajo de las características de éste, realizado a partir

de un estudio de casos, quizás lo que resulta más útil es poder aportar elementos que

den lugar a diversos estudios y trabajos posteriores. Como hemos manifestado en VI.

1., existen otras tesis que se están realizando en el COSE y que abarcan diversas

temáticas, incorporando a su vez el inventario MOSS. De esta manera pueden surgir

relaciones interesantes para los investigadores del Instituto de Investigaciones de la

UDA –y para otros investigadores– que den pie a futuras investigaciones.

Especulando al respecto de posibles relaciones que sería menester investigar,

pensamos en el caso específico de los datos expuestos en VI. 7. 1 sobre la escala del

MOSS que hace referencia al abuso de sustancias (AND). En el desarrollo sobre la

escala dijimos que los sujetos del grupo de alto riesgo tuvieron puntuaciones menores

que los del grupo de bajo riesgo y no se podía puntuar como un área de posibles

conflictos. La evaluación de esta escala es a través de preguntas acerca de si ellos creen

que tienen un problema con el alcohol o las drogas, o si creen que para los amigos y

familiares su conducta ante esto constituye un problema real. La información con la que

contamos, proveniente de entrevistas del COSE, acerca de los jóvenes del grupo de alto

riesgo, es que todos ellos consumían drogas y alcohol en frecuencia y cantidad

considerables, mientras que no era así en el otro grupo. Podemos especular diciendo

que tal vez los bajos puntajes de respuesta a la escala de abuso de sustancias (AND)

pueden deberse a que en el ámbito en el que los sujetos se mueven estas conductas no

son valoradas como abusivas, o a que para ellos es sólo un modo de vida, o a que no se

permitan mostrar como débiles por tener un problema de adicción, o a alguna otra

variable no considerada aquí. Sin embargo como dijimos estas constituyen meras
188

suposiciones que surgen en la labor de analizar datos y que, en buena medida, ayudan a

abrir nuevas perspectivas.

Ya en el análisis de resultados planteamos el interés en la información de las

escalas de conformidad (CY), impulsividad (IM) y escuela (SCH). Esta es otra de las

líneas abiertas a la investigación que habíamos pensado. Nos referimos a las posibles

relaciones que pueden surgir entre, por un lado, los aspectos de internalización de

normas, control de la impulsividad y relaciones con personas de autoridad y, por el

otro, la conducta transgresora legal. Creemos que resultan muy interesantes a los fines

investigativos. No todo sujeto impulsivo, con problemas en el control de la ira y la

conducta hostil presenta conductas definidas como delitos. En síntesis proponer

investigaciones acerca de las características que harían, en definitiva, que un sujeto con

conducta antisocial relevante no se convierta en delincuente.

Por otro lado queremos dejar aclarado, ya que la técnica MOSS se encuentra en

estos momento siendo estandarizada, que encontramos probable que los puntajes

considerados como mínimos para determinar las áreas de conflicto en el inventario no

se adecuen a las características de esta población. En ese caso los puntajes promedios

mínimos para pensar conflictos en las áreas estudiadas podrían ser más bajos y algunos

puntajes que se presentaron como no problemáticos sí podrían serlo. Esta inferencia

podría explicar el puntaje bajo en áreas que pudieron puntuar más alto según nuestro

enfoque como es el caso de conformidad , percepción de padre y abuso de alcohol y

sustancias en los sujetos del grupo de alto riesgo.

También consideramos de gran utilidad seguir avanzando en la estandarización

de esta técnica porque constituye una amplia y rica herramienta para los profesionales

que trabajan con adolescentes. Para los estudiantes trabajar en esta problemática resulta

muy enriquecedor, nos permite además de contextualizarnos en realidades diferentes a


189

las acostumbradas en los programas de estudio, encontrarnos con la modalidad de

trabajo directo en una institución como el COSE.

Para dar fin a este capítulo podríamos decir que, en líneas generales, la

investigación podría apuntar a la búsqueda de relaciones más precisas en relación a

nuestra siguiente conjetura:

Teniendo siempre presente el carácter provisional y descriptivo que tiene nuestra

labor, resumiremos los resultados que han sido expuestos en el análisis. El fin de esta

exposición consiste en resaltar los resultados que hemos considerado más relevantes y

que nos permiten pensar en algunas tendencias encontradas en relación a los grupos

previamente delimitados. Pero repetimos que no intentamos aquí referir relación causal

alguna, sino simplemente delinear ciertas características o tendencias encontradas en los

grupos a fin de aprovechar mejor los resultados a los que arribamos.

En general encontramos en los sujetos considerados de alto riesgo tendencias de

respuestas de locus de control más externas. En relación a los resultados arrojados por

el MOSS podemos decir que los jóvenes del grupo de alto riesgo en comparación a los

resultados encontrados en el grupo de bajo riesgo tienden a: ser más impulsivos; a tener

más dificultades en el ámbito escolar; a ser más suspicaces y desconfiados; cuentan con

más sentimientos cercanos a la depresión, desesperanza y suicidio; y tienen una

percepción del padre y el ambiente familiar más desfavorable y menos confortable.

Por otro lado también encontramos que son menos ansiosos y cuentan con

menos probabilidades de haber sufrido abuso sexual y tener problemas con el alcohol y

las drogas.
190

En ambos grupos la percepción de relación con la madre, los sentimientos de

autoestima, el tipo de pensamiento y el grado de conformidad, no constituyeron

diferencia alguna.

En verdad esperamos que estos resultados aporten en alguna medida

información que sirva para continuar futuros trabajos.

A continuación presentaremos el último capítulo en el que desarrollaremos las

conclusiones creídas atinentes.


VII. CONCLUSIONES

Ventana sobre la utopía:


-Ella está en el horizonte- dice Fernando Birri-.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez
pasos hacia allá.
Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para
caminar.

Eduardo Galeano (Úselo y tírelo, pág. 184)

Luego de discutir los resultados obtenidos en la práctica del trabajo y las

perspectivas futuras que pensamos como importantes a considerar en posibles y

próximas investigaciones queremos compartir unas últimas conclusiones que surgieron

en el transcurso de la labor propuesta.

Como psicólogos creemos que un modo óptimo de abarcar ésta y otras

problemáticas consiste en utilizar enfoques que permitan captar los recursos y

habilidades actuales y potenciales de los sujetos a los que se toma como unidad de

estudio o abordaje. El trabajo deberá generar conductas autónomas y habilitantes para

un mejor desarrollo del sujeto en las áreas que resultaban con déficit.

Si bien diagnosticar en una institución parece ser un mal necesario para poder

contar con cierto marco que nos permita saber por dónde ir y cómo seguir, es de vital

importancia no dejarse llevar por las rotulaciones y caracterizaciones de las personas

que se encuentran implicadas en el trabajo. Además la nuestra es una mirada hacia su

situación, su contexto, sus recursos y sus áreas conflictivas, pero no dejamos de realizar

observaciones desde nuestro paradigma psicológico.


192

Surge entonces el desafío de poder integrar, tanto en la comprensión del

fenómeno como en su abordaje, los conocimientos específicos en relación a los

procesos y funciones psicológicas, sin caer en un psicologismo, es decir ampliar la

mirada de manera de poder reconocer la influencia de otros factores que interactúan con

los psicológicos en relación a la problemática abordada. Creemos que no se debe perder

de vista la perspectiva de sistemas en interacción continua, de niveles de acción que se

comunican e influyen, y por lo tanto cada movimiento en uno puede repercutir en todos,

cada mirada hacia uno no puede dejar de integrar a los otros. Esta es la idea del trabajo

transdisciplinario; es necesario un abordaje de este tipo sobre todo en problemáticas

como la delincuencia en la que el sujeto forma parte de familias multiproblemáticas,

con situaciones sociales y culturales que ayudan a mantener las pautas delictivas. Si

trabajamos en forma transdisciplinaria posibilitamos la comprensión de las dificultades

o secuelas que generan, a nivel psicológico o social, el abordaje de la problemática vía

sistema penal.

Sabemos también que más allá de la mirada que no olvide la importancia de

otras disciplinas, es necesario poder contar con una visión amplia con respecto al

desempeño de nuestro rol profesional. Esto último lo consideramos como un aspecto

que se debe encarar desde el marco ético de nuestra profesión. Consideramos que parte

de un trabajo efectivo como profesionales consiste en la propia necesidad de

actualizarse, de saber qué hacer, del darse cuenta cuando no se sabe y buscar, aprender,

cuestionarse. Creemos que es menester estar al tanto de cuáles son las técnicas más

efectivas para los diversos tratamientos en las diversas situaciones y no mantener pautas

de intervención por sentido común o por que son las que ya funcionan o están

establecidas.
193

Con respecto a nuestra tarea directa en el trabajo en instituciones con los

jóvenes, creemos que es necesario tener en cuenta a aquellos adolescentes que en tanto

marginales, no se ajustan a los procesos clasificatorios, siendo simultánea y

sucesivamente, un poco delincuentes, un poco toxicómanos, un poco vagabundos, etc.,

de manera tal que ninguna de estas etiquetas les conviene exactamente, por lo tanto se

escabullen, inaprensibles, de los diagnósticos institucionales. A partir de ello las

culturas institucionales y profesionales se encuentran sin recursos para su abordaje, y es

allí cuando se los fuerza a entrar en categorías que los confirmen, es decir, los

conviertan definitivamente en drogadictos o delincuentes, porque entonces sí se sabe

donde llevarlos, hecho que facilita nuestra tarea.

Resulta conveniente trabajar en vistas hacia la prevención primaria, secundaria y

terciaria, de ahí la importancia de utilizar a la familia como unidad de abordaje y

mantener como idea directriz la posibilidad de generar recursos potenciales y alimentar

los actuales. Como psicólogos esto constituye un desafío, acostumbrados como estamos

a recortar la problemática al sujeto.

Frente a lo que podría caracterizarse como las distintas problemáticas de fin de

siglo (transgresiones, adicciones, desempleo) se debe actuar ahora, tratando de abordar

los niveles más próximos del sujeto, aportando propuestas concretas de cambios y,

quizás lo más difícil, hacer que resulten funcionales para quienes deben cambiar.

¿Cómo cambiar en un ámbito que premia la conducta delictiva? ¿Cómo buscar otro tipo

de gratificaciones que no surjan a partir de transgresiones?

Desde una mirada coherente con el enfoque utilizado en este trabajo, es decir,

teniendo en cuenta múltiples factores, los distintos niveles en los que el sujeto se

encuentra, los subsistemas con los que interactúa en forma continua; concluimos que

este producto final que es una persona inmersa en transgresiones penales- un


194

delincuente- no sólo es el resultado de la conjugación múltiple y diversa de todos esos

factores y circunstancias, también es el resultado de una determinada reacción social.

Por lo tanto, coincidimos con Garrido y Redondo (1997: 141) con respecto a que no

basta con analizar los elementos individuales y sociales del sujeto. Habrá que considerar

también los factores derivados de las normas y valores asociados dominantes y de las

reacciones -penales o no- asociadas a su transgresión. Habrá que retomar las

construcciones sociales- de la comunidad cercana y de la sociedad en general- que

refuerzan su identificación como excluido y como delincuente. Habrá que tener en

cuenta, finalmente, el impulso, el refuerzo, la crisis que supone su proceso de

socialización y de construcción como persona, el castigo penal, el paso por las

comisarias, los juzgados o las cárceles.

Queremos agregar que con respecto al éxito de intervención en un centro de

reforma, podemos considerar lo siguiente: del total de menores sobre el que recae

resolución judicial, una parte se integrarán y dejarán en algún momento, de delinquir

antes de llegar a la edad adulta sin necesidad de intervenir. Otro grupo, por suerte el

más numeroso, son recuperables, dependiendo de la intervención del Centro y los

recursos sociales. Sólo un pequeño número de jóvenes no son recuperables, sea cual sea

nuestra labor. Pero no se debe admitir la derrota por anticipado. Este dato ha de ser

obviado por el riesgo que supone etiquetar antes de tiempo a un menor fracasado (op.

cit.: 153).

Por lo que hemos expuesto, creemos que está claro que el objetivo de la

intervención ha de ser aumentar las posibilidades de que el menor lleve un

comportamiento prosocial, que al salir del COSE o de cualquier Centro de reforma

disponga de recursos que no tenía al entrar. Si tomamos esta idea como básica y la

consideramos directriz de nuestro comportamiento como profesionales creemos que ello


195

puede impedir un desánimo prematuro, y nos aportará dosis de paciencia frente a los

habituales desasosiegos que se derivan de su estilo de vida. Es muy probable que

muchos jóvenes dependan de que nos mantengamos firmes en esta creencia.


VIII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

American Psychiatric Association (1995). Manual diagnóstico y estadístico de los


trastornos mentales. Edición electrónica. Barcelona: Masson

Bandura A. (1995). Auto-eficacia: cómo afrontamos los cambios de la sociedad actual,


Bilbao: Desclée de Brower

Bandura, A. (1976) Teoría del aprendizaje social, Madrid: Espasa-Calpe.

Baroni, Sandra, Dr Fernández Moya (1997) El delito como una norma: una
investigación a partir de la repetición de pautas familiares. Mendoza: Tesis de grado

Beutler, Larry E. y Clarkin, John F. (1990). Systematic treatment selection. Toward


targeted therapeutic interventions. Bristol, PA (U.S.A.): Brunner/Mazel.

Bircz, Liliana (2003). Apuntes de psicología forense - Daño psíquico, tomo I - Bs. As.:
Ed Dunken.

Burak, Solum, Comp. (2001) Adolescencia y juventud en América Latina. Costa


Rica: Ed Dunken
Centro de orientación socio educativo - oficina de estadísticas - (2003)- Dirección de
Familia - Ministerio de Desarrollo Social y Salud – Gobierno de Mendoza

Corsi, Jorge. Comp. (2003). Maltrato y abuso en el ámbito doméstico. -Fundamentos


teóricos para el estudio de la violencia en las relaciones familiares- Bs. As.: Paidós.

Fellini, Zulita (1999), Derecho Penal de Menores. Bs. As: Ad Hoc


197

Fernández Moya, Jorge (2000) En busca de resultados - Una introducción al modelo


sistémico-estratégico- Mendoza: UDA

Fierro, Alfredo (1996) Manual de Psicología de la personalidad. Barcelona: Paidós


Garrido V., Stangeland P., Redondo S. (2001). Principios de criminología. Valencia:
Ed. Tirant lo blanch.

Garrido Genovés, Vicente y Redondo Illescas, Santiago (1997) Manual de criminología


apicada Mendoza: Ediciones Jurídicas Cuyo.

Hernández Sampieri, Roberto y otros (1998). Metodología de la investigación. 2da.


Edición. México: Mc Graw-Hill.

Horas, Plácido A. (1972). Jóvenes desviados y delincuentes. Bs. As: Humanitas.

Keeney, Bradford P. (1987). Estética del cambio. Bs. As.: Paidós.

Kuhn, Thomas S. (1971). La estructura de las revoluciones científicas. Bs. As: Fondo
de Cultura Económica.

León, O. G., y Montero, I. (1995). Diseño de investigaciones (2.a. ed.). Madrid, Mc


Graw-Hill

Marianetti, José Enrique (1999). Emoción violenta. Mendoza: Ediciones Jurídicas


Cuyo.

Marianetti, José Enrique; Mejía, Omar y Moles, Patricia (2001) La pericia psicológica
(Áreas de aplicación y casuística). Mendoza: Ediciones Jurídicas Cuyo.

McGoldrick, Mónica y Gerson, Randy (1987) Genogramas en la evaluación familiar.


Madrid: Gedisa
198

Mogge, Neil (1999). Manifestation of symptomatology scale. Los Angeles: Western


Psychological Services.

Morris, Edward K. and Curtis j. Braukmann (Eds.) Behavioral approaches to crime and
delinquency a handbook of application, research, and concepts. Plenum Press, New
York, 1983

Pervin, Lawrence (1998). La ciencia de la personalidad. Madrid: Mc Graw-Hill.

Porot, M. (1962). La familia y el niño. Barcelona: Biblioteca Paidea.

Rutter, Michael y Giller, Henri (1988). Delincuencia Juvenil. Barcelona: Martínez


Roca.

Santoni, Mariana, Dr. Arturo Piracés (1998) Procesos atribucionales en adolescentes


en conflicto con la ley . Mendoza: Tesis de grado

Sierra Bravo, R. (1994). Tesis doctorales y trabajos de investigación científica (3era.


edición) Madrid: Ed. Paraninfo.

Ley 22278, Régimen penal de la minoridad. Zavalía, 1999.

Ley del niño y el adolescente de la Provincia de Mendoza, Nro 6354, Código penal.
Unicef. Análisis de situación Menores en circunstancias especialmente difíciles en la
República Argentina. N°10. Editorial Gente Nueva, Colombia, 1992

Entrevistas familiares del Área de Orientación Familiar (A.O.F.). COSE, 2004.

Reglas de Beijing. Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la


Justicia de Menores. 1997
199

Norwicki, S., and Strickland, B.R. (1973) A locus of control scale for children.
Journal of Consulting and Clinical Psychology 40(1):148-154.
APÉNDICE 1: INTERPRETACIÓN DE LAS ESCALAS E ÍNDICES DEL MOSS

Las escalas del MOSS

El MOSS incluye 4 puntajes de validez y 13 escalas de contenido, así como 3 índices


sumarios construidos de combinaciones de algunas escalas de contenido. Todas las
escalas del MOSS son puntuadas de manera que los puntajes altos representan mayor
dificultad.

Puntajes de validez

Respuesta Inconsistente (INC).1 El indicador de inconsistencia (INC) consiste de 8


pares de ítems altamente correlacionados con otros en las otras escalas del MOSS. Un
individuo que no ha dado respuestas congruentes en al menos 5 de esos pares de INC ha
respondido probablemente de manera desatenta o aleatoria.

Respuesta Aleatoria (RAN). La escala de respuesta aleatoria (RAN) consiste en ítems de


los cuales las respuestas son obvias. Si se le pregunta a un encuestado más de 1 de los
ítems RAN en la dirección incorrecta, hay una alta probabilidad de que él o ella no leyó
(puede ser por que no pudo) el ítem.

Fingimiento positivo (FG).2 La escala de fingimiento positivo (FG) contiene ítems que
reflejan rasgos que son demasiado buenos para ser ciertos (por ej. “Yo siempre digo la
verdad”). Un puntaje elevado en la FG sugiere que el encuestado ha respondido de
manera defensiva, quizás manifestando un deseo de dar respuestas socialmente
deseables.

Fingimiento negativo (FB). La escala de fingimiento negativo (FB) incluye ítems de


otras escalas del MOSS que son raramente respondidos en la dirección positiva. Un
puntaje de FB elevado aumenta la posibilidad de que el encuestado esté muy
perturbado, aunque también podría indicar que él o ella está fingiendo para obtener
atención o evitar consecuencias negativas, tales como encarcelamiento.

Escalas de contenido

Abuso Sexual (SA). Un puntaje alto en los 4 ítems de SA sugiere la posibilidad de que el
encuestado haya sido abusado sexualmente o haya tenido una experiencia sexual
traumática.

1
Se ha respetado las denominaciones abreviadas en inglés, de modo de facilitar la búsqueda en gráficos
y tablas del manual, que no serán traducidas (N. del T.).
2
Faking good en inglés (N. del T.).
201

Alcohol y Drogas (AND). Los 6 ítems de la escala AND reflejan el abuso de


substancias. Un puntaje elevado indica que el encuestado se ha involucrado en
comportamientos típicamente asociados con el abuso de alcohol, drogas y/u otras
substancias.

Suspicacia (SU). La escala SU comprende 8 ítems que focalizan en cómo el encuestado


experimenta a las otras personas. Mientras más alto sea el puntaje en esta escala, es
más probable que se sienta alienado, disgustado, y suspicaz.

Proceso de Pensamiento (TP). Los 10 ítems de la escala TP funcionan a la vez como


una pantalla para psicopatología severa y como medida de los procesos cognitivos de
los encuestados. Puntajes elevados de TP sugieren la necesidad de una evaluación más
minuciosa.

Autoestima (SE). Individuos con altos puntajes en la escala de 9 ítems de SE no tienen


una actitud positiva hacia ellos mismos. Puede no gustarles cómo se ven o cómo
funcionan.

Depresión (DEP). La escala de 10 ítems de DEP trata pensamientos y sentimientos


asociados con depresión, desesperanza y suicidio. Mientras más alto sea el puntaje en
esta escala, mayor será la severidad del pensamiento depresivo del encuestado.

Ansiedad (ANX). Las respuestas a los 10 ítems de la escala ANX reflejan el nivel de
tensión, estrés y preocupación del encuestado. La probabilidad de tener problemas
relacionados con el estrés aumenta a medida que los puntajes en esta escala se hacen
mayores.

Madre (MO). Los 6 ítems de la escala MO miden los sentimientos de los encuestados
hacia sus madres, la cercanía de la relación madre-hijo, y si los encuestados sienten que
han sido tratados justa o severamente por sus madres.

Padre (FA). Los 6 ítems de la escala FA examinan las relaciones de los encuestados con
sus padres usando el mismo abordaje empleado para tratar sus relaciones con sus
madres en la escala MO.

Ambiente Familiar (HE). Los 8 ítems de la escala HE tratan varios aspectos de las
circunstancias domésticas del encuestado. Puntajes altos en HE indican que el
encuestado percibe su hogar como no confortable y que no le brinda apoyo.

Impulsividad (IM). Los 11 ítems de la escala IM tratan la capacidad del encuestado para
controlar su comportamiento hostil y sus reacciones de enojo. Mientras más alto sea el
puntaje en esta escala, mayor será la propensión a actuar primero y pensar después.

Escuela (SCH). Los 10 ítems de la escala SCH focalizan sobre el comportamiento del
encuestado en el ambiente escolar, su desempeño en la escuela y sus sentimientos
generales hacia la escuela y los maestros. Altos puntajes en esta escala sugieren la
probabilidad de problemas escolares.
202

Conformidad (CY). Puntajes altos en la escala de 11 ítems de CY indican que el


encuestado tiene propensión para involucrarse en problemas con la ley, y desea hacer
las cosas a su modo, sin importarle las reglas o los deseos de los demás.

Índices sumarios

Estado Afectivo (ASI). Basado en la suma de las escalas de contenido DEP, ANX y SE,
el índice ASI es una medida de cómo el encuestado se siente y piensa acerca de sí
mismo. Puntajes elevados de ASI denotan mayor inestabilidad emocional.

Hogar (HOI). El índice HOI, basado en la suma de las escalas de contenido MO, FA y
HE proporciona un medida amplia de los sentimientos en general del encuestado acerca
de sus padres y su vida hogareña. Los puntajes HOI elevados sugieren que la vida
hogareña del encuestado es problemática.

Actuación (AOI).1 El índice AOI se basa en la suma de las escalas de contenido IM,
SCH y CY y es una medida amplia del potencial del encuestado para actuar en una
manera que pueda llevarlo a meterse en problemas. Mientras más alto sea el puntaje en
este índice, mayor probabilidad tendrá el encuestado de tener problemas de conducta.

Puntajes de escala

Los puntajes para las escalas del MOSS son expresados como puntajes lineales T,
estandarizados con una media de 50 y una desviación estándar de 10 (Anastasi, 1998).
Dos filas idénticas de puntaje T han sido impresas a lo largo de los bordes superior e
inferior de la Forma del Perfil del MOSS. Cada valor de puntaje T es posicionado
directamente arriba y debajo de la columna de puntaje bruto que Ud. ha envuelto en
círculo en la Forma del Perfil, y regístrelos en la columna titulada “Puntajes T”. Los
puntajes T correspondientes a todos los puntajes brutos del MOSS aparecen en el
Apéndice A del manual.2

1
Acting-out en inglés (N. del T.).
2
No traducido (N. del T.).
APÉNDICE 2: DISPERSIGRAMAS DEL MOSS DE LOS INTEGRANTES DE
LA MUESTRA

Sujeto 1

71
Sujeto 2

55 52
44
70
66
Sujeto 3

53
SA AND SU TP
41

65 66

SA AND SU 49
TP
44
204

Sujeto 4

Sujeto 5

56 53
52 5
44
66
5
Sujeto 6

44 45 44
SA AND SU TP
71
SA 58
AND SU TP
49
44
Sujeto 7

SA AND SU TP
205

Sujeto 8

81

Sujeto 9
6

49
44 45
76
71

SA AND SU TP 5
44 45

SA AND SU TP S
APÉNDICE 3: ÍTEMS DE LA ESCALA NORWICKI-STRICKLAND
UTILIZADOS EN LA INVESTIGACIÓN

1) ¿Piensas que la mayor parte de tus problemas se resolverán solos, salvo que hagas
cosas para empeorarlos?

Sí – No

2) ¿Piensas que por acción tuya puedes impedir agarrarte un resfrío?

Sí – No

3) Existen chicos que prácticamente han nacido suertudos o con suerte.

Sí – No

4) ¿Generalmente piensas que obtener buenas calificaciones o notas en la escuela es


porque te lo ganaste?

Sí – No

5) ¿Crees que si alguien estudia duro puede superar cualquier tema escolar?

Sí – No

6) ¿Sientes que generalmente no se justifica trabajar duro debido a que, igualmente, de


ninguna forma las cosas se te darán?

Sí – No

7) ¿Sientes que si las cosas comienzan bien en la mañana seguirán bien todo el día, no
importa lo que hagas?

Sí – No

8) ¿Generalmente cuando te castigan te parece que no es por una razón justificada?

Sí – No

9) ¿Piensas que a un equipo le ayudará a ganar más el aliento que recibe que la suerte?

Sí – No

10) ¿Sientes que es casi imposible cambiar la forma de pensar de tus padres ante
cualquier cosa?
Sí – No
207

11) ¿Sientes que cuando realizas algo incorrecto hay muy poco que puedas hacer para
corregirlo?

Sí – No

12) ¿Piensas que la mayor parte de los niños simplemente han nacido buenos para los
deportes?

Sí – No

13) ¿Sientes que una de las mejores formas de manejar la mayor parte de tus problemas
es simplemente no pensar acerca de ellos?

Sí – No

14) ¿Sientes que tienes bastante libertad de elección para decidir quiénes son tus
amigos?

Sí – No

15) ¿Si encuentras un trébol de 4 hojas, piensas que te traerá buena suerte?

Sí – No

16) ¿Piensas generalmente que si haces tus deberes tendrá directamente que ver con las
calificaciones y notas escolares que obtienes?

Sí – No

17) ¿Sientes que cuando un chico de tu edad decide golpearte, hay poco que puedas
hacer para impedirlo?

Sí – No

18) ¿Crees que si a la gente le agradas o no, depende de cómo actúas?

Sí – No

19) ¿Has sentido que cuando la gente se ha portado mal contigo, generalmente ha sido
sin razones que lo justificaran?

Sí – No

20) ¿Generalmente sientes que puedes cambiar lo que pueda suceder mañana por lo que
hagas hoy?

Sí – No
208

21) ¿Piensas que cuando van a suceder cosas malas simplemente van a suceder, no
importa lo que hagas para impedirlo?

Sí – No

22) ¿Piensas que los chicos pueden lograr sus propias metas si simplemente tratan de
lograrlo?

Sí – No

23) ¿Generalmente encuentras que es inútil tratar de obtener tu propio lugar en tu casa?

Sí – No

24) ¿Piensas que cuando suceden cosas buenas ellas han sucedido debido a que se ha
trabajado duro para ello?

Sí – No
APÉNDICE 4: CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN FAMILIAR
ÁREA DE ORIENTACIÓN FAMILIAR (COSE)

GUÍA DE EVALUACIÓN MULTIDIMENSIONAL PARA LA

ENTREVISTA DE ADMISIÓN FAMILIAR

1. Criterios de evaluación para las familias ingresadas al área de orientación familiar

EJE I: FACTORES SOCIO-AMBIENTALES

Obstaculizadores o facilitadores del ambiente social y económico del cambio en


los circuitos interaccionales que generan o mantienen la conducta problema.
La familia coincide mayormente con alguno de los siguientes perfiles:

I. Nivel de vulnerabilidad social:


II. - Sistema Familiar de Alta Vulnerabilidad: familias con complejos problemas
sociales y/o estructurales de difícil resolución.

• Pobreza estructural/ Necesidades básicas insatisfechas.


• Medio barrial con presencia de jóvenes en conflicto con la ley penal.
• Problemas de vivienda/ Villa inestable/ Vivienda de material precario.
• Hacinamiento y promiscuidad.
• Falta de los implementos mínimos (equipamiento y vestuario) para el
desenvolvimiento familiar.
• Desocupación/ Subempleo/ Remuneración muy inestable/ Trabajos de riesgo.
• Mendicidad/ Vagancia.
• Alcoholismo o adiciones en uno o más miembros de la familia.
• Prostitución.
• Antecedentes penales de otros miembros de la familia.
• Abandono de alguno de los miembros.
• Violencia intrafamiliar.
• Enfermedad mental de alguno de los miembros que dificulte el cumplimiento de las
funciones básicas de la familia.
• Déficit cognitivos importantes de alguno de los progenitores/ Analfabetismo. Bajo
nivel de escolaridad promedio/ Deserción escolar por falta de recursos.
• Exclusión social en el barrio/ Déficit o ausencia de recursos de apoyo social
(familiares, amigos).
• Patrón de dependencia de la asistencia del Estado.
210

I. 2-Sistema familiar de Mediana Vulnerabilidad: familias con problemas


susceptibles de una intervención efectiva del A. O. F. en el corto o mediano
plazo y que pueden llegar a modificar algunos de los elementos de riesgo
presentes en la familia.

• Ingreso promedio que permite una satisfacción mínima de las necesidades básicas.
• Familias monoparentales, sin apoyo del otro progenitor.
• Déficit educativos.
• Abandono familiar, pero con alternativas familiares validas de contención: el
cuidado ha quedado en manos de familiares consanguíneos abuelos tíos, o
instituciones, lo que conlleva dificultades en el control y la supervisión de los hijos.
• Vivienda con los elementos mínimos que permiten el cumplimiento de las funciones
básicas de la familia: protección psicosocial e inserción en la sociedad.

I 3-Sistema familiar de Baja Vulnerabilidad: familias sin problemas


estructurales ni coyunturales severos que afecten la disposición a aprender
nuevas estrategias para la crianza de sus hijos.

• Satisfacción de la necesidades básicas.


• Presencia de ambos progenitores, que logran cumplir medianamente con las
funciones de protección psicosocial y socialización.
• Vivienda que favorece el cumplimiento de dichas funciones.
• Remuneración estable.
• Familia bien integrada a la red comunitaria. Apoyo social óptimo.

EJE II: ESTILO ATRIBUCIONAL FAMILIAR

Este eje aborda un aspecto cognitivo del estilo de crianza que caracteriza al subsistema
parental, así como otras variables cognitivas del sistema –relativas al pensamiento o
significado que sus miembros otorgan a la realidad–.

III. 1.Estilo atribucional: Apunta a discriminar en qué medida sus miembros


asumen la responsabilidad por los problemas de conducta del hijo en
conflicto con la ley penal. La familia se ubica en una de las siguientes
opciones:
211

Estilo interno: la familia asume cierto grado de responsabilidad en el problema.


Incluye problemas familiares coyunturales (por ej. problemas económicos,
abandono de alguno de los progenitores, separación de los padres, etc.) y de
larga data (por ej. violencia intrafamiliar).
Estilo externo: la familia no asume ninguna responsabilidad en el problema.
Incluye la atribución exclusiva de la internación a problemas internos del
hijo (por ejemplo problemas psicológicos o psiquiátricos, consumo de
sustancias, etc.), problemas relacionados con el entorno barrial, pares
negativos, etc.
No reconoce la existencia del problema, o bien lo minimiza: integra el circuito
interpersonal que mantiene la conducta delictiva sin tomar conciencia del
problema, o bien existe complicidad con la misma.

II. 2. Momento de identificación del inicio del problema de conducta del joven: el
problema es detectado por la familia:
1.1 Desde los primeros indicadores: problemas de conducta en el contexto
escolar, desobediencia en la familia, salidas sin supervisión de los padres,
fugas del hogar.
1.2 Con las primeras detenciones policiales.
1.3 A partir de la internación en el COSE.

II. 3. Grado de conciencia crítica: en la construcción de su realidad, relativo a la


interacción entre el sistema familiar y el contexto social. Puede ser:
1.4 Elevado: comprende factores sociales que inciden sobre la situación
familiar, lo que implica una mayor posibilidad de movilización de recursos
comunitarios.
1.5 Bajo: baja o nula comprensión de dichos factores, asociada a un menor
grado de implementación de dichos recursos.

EJE III: ESTRATEGIAS DE SUPERVISIÓN Y CONTROL ADULTO DE LA


CONDUCTA DEL JOVEN

III. 1. Estilo de crianza: aspectos del estilo que hacen al control y la supervisión de la
conducta.1 Los estilos son definidos a partir de la combinación entre las variables
socioafectiva (grado de afecto positivo y valoración de los padres hacia el joven) y
control de la conducta (grado y modo en que los mismos inciden sobre la conducta,
imponiendo límites efectivos y conductuales):

1 Alto control y bajo grado de afecto: los padres pueden mostrar escaso o nulo
interés y dedicación hacia el joven. Se da un alto grado de exigencia con

1
El concepto de estilo de crianza es más amplio que lo meramente conductual, y ha sido estudiado
desarrollado por diversos investigadores de la temática (Patterson, Farrington, Garrido Genovés e
Illescas), coincidiendo en que es una de las variables clave para comprender el problema de la
delincuencia juvenil. Nosotros lo ubicamos en el eje III a partir de las posibilidades de intervención que
ofrece el mismo sobre la conducta y la supervisión.
212

respecto al cumplimiento de ciertas conductas –incluyendo castigos no


sistemáticos y excesivos, eventualmente físicos–, con poca o nula
supervisión subsiguiente. Este estilo de crianza puede contribuir al desarrollo
de niños deficitarios en internalización moral, con bajos niveles de
autoestima y competencia social.
2 Escaso control y alto grado de afecto: patrones de conducta sobreprotectora.
Esto puede resultar en la presencia de patrones de conducta impulsiva y
agresiva en el desarrollo, con baja independencia y responsabilidad.
3 Escasa exigencia y mínimo control de la conducta: los padres pueden
mostrar escasa o nula dedicación a los jóvenes. Los jóvenes pueden registrar
déficit en su desarrollo cognitivo y social. La falta de implicación de los
padres en su conducta, problemas, etc., incide en que el joven no
experimente la necesidad de explicar o justificar su conducta –patrón de
conducta irresponsable–, así como sobre sus expectativas de superación de
su situación.
4 Nivel adecuado de control y afecto: se establece un equilibrio adaptativo
entre las exigencias y la relación afectiva del subsistema parental. Los padres
se comprometen activamente en la resolución de los problemas del joven y
le dedican el tiempo suficiente. Formulan exigencias coherentes a su edad y
controlan el grado en que se cumplen, supervisando la realización de la
conducta.

III. 2. Soluciones intentadas:

1 Tomó medidas concretas conductuales (no verbales) de puesta de límites a la


conducta problema como castigos o sanciones disciplinarias (quita efectiva
de estímulos gratificantes para el joven).
2 Sólo tomó medidas verbales (consejos, retos, etc.) o usó violencia física o
psicológica.
3 No tomó medidas.

III. 3. Grado de persistencia en los intentos:

1 Intentó varias veces sistemáticamente –cada vez que aparecía la conducta


problema–, poner en práctica sus intentos de solución.
2 Intentó ocasionalmente poner en práctica sus intentos de solución, sin
continuidad en todas las ocasiones en que se dio la conducta problema.

III. 4. Grado de variedad de los intentos:

1 Puso en práctica nuevas formas de controlar y supervisar la conducta.


2 Mantuvo las antiguas estrategias que no resultaron.
213

III. 5. Supervisión de las actividades del joven fuera del hogar:

3 Se implementa estrategias de supervisión de la conducta –corroboración


efectiva de qué actividades realiza cuando no está en el hogar–, por parte de
miembros de la familia o la comunidad.
4 No se implementan estrategias de supervisión de la conducta.

III. 6. Influencia de personas o situaciones que favorecen o facilitan la efectividad de


las mediadas de control y/o supervisión:

5 Existen personas del medio –familia extensa, comunidad– que apoyan o


pueden apoyar las estrategias válidas (que fueron efectivas) de control y
supervisión de la conducta.
6 No existen personas del medio que puedan dar su apoyo con esos fines.

EJE IV: SITUACIÓN JUDICIAL DEL JOVEN

IV. 1. Incremento en la gravedad de los delitos cometidos:

7 El joven se mantiene en el nivel de gravedad de los delitos cometidos.


8 El joven aumenta la gravedad de los delitos cometidos.

IV. 2. Tipo de delitos cometidos:


9 Contra la propiedad.
10 Delitos contra las personas, o bien contra la propiedad con enfrentamiento
violento con la víctima.

EJE V: MOTIVACIÓN PARA EL TRATAMIENTO FAMILIAR

V. 1. Grado de conciencia de que debe realizarse un cambio en las interacciones


familiares:

11 Hay conciencia de que es necesario cambiar algo en las reglas de relación


del sistema familiar para que el joven no vuelva a tener problemas con la
ley.
12 No hay conciencia de que es necesario ese tipo de cambios.

V. 2. Motivación para recibir tratamiento familiar:


214

13 Manifiesta motivación positiva hacia un tratamiento familiar.


14 No manifiesta motivación positiva hacia el tratamiento.

2. DETERMINACIÓN DEL NIVEL DE VULNERABILIDAD DEL SISTEMA


FAMILIAR A LA CONDUCTA DELICTIVA DE UNO DE LOS
MIEMBROS DEL SUBSISTEMA FILIAL

Para la determinación del nivel de vulnerabilidad se tendrán en cuenta los


siguientes ítems dentro de cada eje. El resto de la información no incluida en los
criterios que siguen –por ej. grado de conciencia crítica, existencia de personas que
favorezcan las medidas de control, etc.– matizará el diagnóstico cualitativo, aportando
información que será utilizada para la elaboración de una propuesta.
Para evaluar un sistema familiar como de Alta o Baja Vulnerabilidad, deberán
cumplirse todos los ítems detallados a continuación. Todas las familias que no
coincidan con uno u otro nivel, serán evaluados como de Mediana Vulnerabilidad.

I. BAJA VULNERABILIDAD

Eje Criterios
I 1 Baja o media vulnerabilidad socio-ambiental.
I 2 Estilo atribucional interno: la familia se hace cargo
del problema, admitiendo su injerencia.
I • La familia ha implementado:
a) estrategias de control y supervisión de la
conducta adecuadas, o bien intentos fallidos
pero repetidos de limitar la conducta físicamente
(sin violencia), o bien mediante el manejo de
reforzadores (premios y castigos), o bien:
b) intentos repetidos de control mediante el
consejo (intentos verbales).
I 3 Historial de delitos en que:
a) se ha mantenido una baja gravedad en el
transcurso del tiempo, o bien:
b) los delitos se han realizado contra la propiedad,
sin enfrentamiento con la víctima.

II: ALTA VULNERABILIDAD

Eje Criterios
215

I 1 Alta vulnerabilidad socio-ambiental.


I 2 Estilo atribucional externo.

I • La familia:
a) no ha implementado estrategias de control y
supervisión de la conducta, o bien:
b) ha implementado exclusivamente intentos
verbales de control, por ej. consejos.
I 3 Historial de delitos en que:
a) se ha incrementado la gravedad en el transcurso
del tiempo, o bien:
b) los delitos se han realizado contra las personas,
o bien contra la propiedad, con enfrentamiento
con la víctima.

III. MEDIANA VULNERABILIDAD

Se incluye en esta categoría a la familias que no pueden ser equiparadas a los


criterios de Alta Vulnerabilidad ni Baja Vulnerabilidad. Según el grado en que se
acerquen al perfil de Baja o Alta Vulnerabilidad, podrá encuadrárselas como:
• Sistema Familiar de Mediana a Alta Vulnerabilidad
• Sistema Familiar de Mediana a Baja Vulnerabilidad.

Potrebbero piacerti anche