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LAS CONDICIONES SOCIALES DEL DESARROLLO


TECNOLÒGICO EN MÉXICO: LOS MICROSATÉLITES EN LAS
INSTITUCIONES DE INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA SUPERIOR

René Pedroza Flores


Instituto de Estudios sobre la Universidad
renebufi@yahoo.com.mx

La labor de un científico de un país pobre no es


Sólo la de hacer ciencia, sino además, la de crear
él mismo, con sus colegas, el clima adecuado para
poder hacer ciencia…
Adolfo Martínez Palomo, 1985.

Resumen

El estudio empírico de la comunidad tecnocientífica, sin duda alguna, significa un reto


para el cientista social, en la medida que permite contrastar y obtener nuevas evidencias
en torno de dos dimensiones inmersas en los aportes teóricos recientes de la sociología
de la ciencia: la sociedad y tecnología. Existe una correspondencia entre sociedad y
tecnología; por un lado, la sociedad brinda o no un ambiente cultural, político,
educativo y económico favorable para el desempeño de la actividad tecnológica; y por
el otro lado, la tecnología contribuye o no a las expectativas sociales de la sociedad.
El propósito del artículo se sitúa en la comprensión de esas dos dimensiones. A partir de
un estudio de caso, los proyectos de microsatélites, se pretende elucidar las condiciones
sociales en que se desarrolla un proyecto tecnológico en una sociedad que registra
rezago importante en el área de la ciencia y la tecnología espacial. Se trata de responder
a cuestiones como: ¿Nuestro tipo de sociedad condiciona el progreso de la ciencia y
tecnología espacial encaminada a la fabricación de satélites? ¿En qué condiciones se ha
desarrollado el trabajo de científicos e ingenieros relacionados a los proyectos de
microsatélites en una sociedad como la nuestra?
El artículo se divide en cinco apartados: el primero, presenta una panorámica de la
situación en la que México se halla inserto ante los adelantos espaciales; en el segundo,
se ofrece la visión pragmática que prevalece en el país ante la ciencia y la tecnología; en
el tercero, se aborda la situación de la comunidad científica involucrada con los
proyectos de diseño y fabricación de microsatélites; en el cuarto, se presentan ciertos
detalles de los proyectos de los microsatélites SATEX y UNAMSAT, en el último, se
establecen algunas conclusiones.

1. Preámbulo contextual.

El desarrollo científico y tecnológico en el campo aeroespacial, en este siglo, ha logrado


significativos avances en un terreno amplio: se consiguió lanzar al espacio desde
cohetes hasta estaciones espaciales; la exploración interplanetaria y la llegada del
hombre a la Luna dejaron de ser una ficción; y, los usos y aplicaciones de los adelantos
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del conocimiento y la tecnología espacial abarcan un espectro de distintas áreas


(médica, comunicativa, militar, etcétera).

Las ventajas militar, económica y política que ofrecen las ciencia y la tecnología
espacial a los países, despertaron, la disputa entre las naciones por la dominación del
espacio. En la carrera armamentista los países de economía fuerte generaron programas
geoestratégicos de defensa nacional como la Guerra de las Galaxias y Eureka.

Las oportunidades derivadas de los adelantos tecnológicos no han tenido un


impacto uniforme en la economía mundial. Se han visto mayormente favorecidos países
como Estados Unidos de Norte América, la Comunidad de Estados Independientes,
Japón, Francia, Alemania y Reino Unido, quienes poseen las capacidades, los recursos,
la infraestructura y el ambiente cultural y educativo necesarios para el fomento de la
ciencias e ingenierías aplicadas al conocimiento del espacio. Estos países ostentan el
84% de los programas científicos del desarrollo espacial.

El mayor número de países del orbe participa de los adelantos tecnológicos


como usuarios y consumidores. Este tipo de países tiene serias dificultades en lo
económico, político y cultural para generar conocimiento y artefactos tecnológicos. Uno
de los países, es México: la estrategia seguida en la obtención de tecnología utilizada en
actividades relacionadas con la comunicación, el reconocimiento del espacio,
información de los recursos naturales y datos de seguridad nacional, ha sido fomentar la
transferencia de los requerimientos tecnológicos.

México al situarse como principalmente consumidor de los adelantos


tecnológicos, se ve en la necesidad de erogar fuertes cantidades de capital en la
adquisición de los bienes tecnológicos, como muestra de esta situación, lo realizado en
materia de satélites artificiales. Los gastos por concepto de transferencia tecnológica
rebasan en gran medida a lo erogado en desarrollo endógeno: en la compra de los
satélites Solidaridad, Morelos, SATMEX y UNAMSAT se destinaron alrededor de 800
400 000 dólares (satélites Morelos y satélites Solidaridad $ 550 millones de dólares,
satélite SATMEX V $ 250 millones de dólares, y satélites UNAMSAT $ 400 mil
dólares) y, para el fortalecimiento endógeno solamente se canalizaron $ 850 mil dólares,
a través del proyecto del satélites SATEX.

El desequilibrio económico existente entre lo destinado a transferencia y lo


aplicado al fenómeno endógeno, incide en profundizar la brecha de la desigualdad entre
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países productores y países usuarios, como el caso de México: la dependencia se torna


un mal endémico.

Una anotación pertinente, para México, es el hecho que no existe una


correspondencia univoca entre la actitud asumida por el Estado y la tomada por la
comunidad tecnocientífica: los ritmos e intereses son, en las más de las veces,
controversiales.

La controversia entre Estado y comunidad tecnocientífica reside en la oposición


entre lo político y lo cognoscitivo: son lógicas distintas que constituyen ondas, que en
momentos llegan a tocarse pero siempre manteniendo la incertidumbre de su dirección.

El conocimiento científico y tecnológico se ha desarrollado en un ambiente de


tensiones sociales provenientes de los intereses, principalmente, político y económico,
que provocan interrupciones o que bloquean la concretización de un proyecto; pero no
así (y esto hay que expresarlo claramente), su contenido (racionalizaciones,
abstracciones, conceptualizaciones, argumentaciones, etcétera). El contenido es un
producto que se acumula en distintos paradigmas y que da cuerpo al capital
cognoscitivo de la comunidad tecnocientífica.

Los obstáculos se identifican con la noción de apoyo mientras que el quehacer


tecnocientífico con la idea de aporte. Los apoyos no han sido numerosos pero no así los
aportes. En México, a pesar de lo que generalmente se dice de la inexistencia de talentos
y capacidades, la realidad es distinta, históricamente se han ido acumulando y
socializando experiencia y conocimiento científico-tecnológico.

El artículo se propone mostrar, que en el campo del conocimiento y tecnología


aplicado en el diseño e integración de satélites imperan aportes importantes
desarrollados en el campo aereoespacial en los últimos cincuenta años. Las
contribuciones datan desde el inicio de la época espacial.

El lanzamiento del satélite Sputnik, por los Soviéticos, apertura la era espacial.
Unos meses más tarde, en México, se lanzaba en el cabo Nopal un par de cohetes sonda,
construidos en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Desde entonces a la fecha,
la comunidad tecnocientífica ha realizado diversos aportes. El artículo se centra en la
participación de científicos e ingenieros relacionados al área de los satélites durante los
últimos quince años, en ese lapso, los proyectos de satélites delineados han sido el
SATEX y UNAMSAT.
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La pretención conceptual del artículo, es incursionar en la sociología de la


ciencia, para comprender dos historias que están íntimamente ligadas: la historia de las
ideas científicas y la historia de los aspectos sociales del trabajo científico. Ambas
historias, dan cuenta de los progresos o rezagos en materia de ciencia y tecnología
relacionadas a los proyectos de satélites artificiales.

2. La visión pragmática y científica del desarrollo espacial.

Una tesis dentro de la sociología de la ciencia, con respecto a la relación sociedad-


ciencia, es la de diferenciar por una parte, el interés que pueda o no manifestar la
sociedad en un determinado momento por el progreso de la ciencia y la tecnología; por
la otra parte, el propio desarrollo del conocimiento científico. La sociedad puede apoyar
o no el desarrollo científico más no influir en su dirección:

“Así, aun cuando las sociedades pueden acelerar o disminuir en crecimiento científico,
dando o negando el respaldo a la ciencia o a ciertas partes de ella, es relativamente poco
lo que pueden hacer para dirigirla. El curso de la ciencias se ve determinado por el
estado conceptual de las disciplinas y la creatividad individual, que siguen sus propias
leyes, sin aceptar cohechos ni mandatos ni imposiciones” (Ben-David, 1974; 24).

La diferencia entre apoyo y aporte resulta vital en la promoción de los campos


científico y tecnológico de un país. Ello contribuye a delimitar las esferas de influencia
entre lo económico-político y lo cognoscitivo. En países de economía emergente,
herederos de una tradición de dependencia hacia los países ricos, como México,
avanzan irregular y lentamente en superar posturas intervensionistas hacia el trabajo
cognoscitivo de los campos científicos orientados al conocimiento del espacio.

En México el apoyo económico y promoción social para el desarrollo de la


ciencia y tecnología espacial proveniente del Estado, se ha caracterizado por mantener
un comportamiento intermitente: las contribuciones en recursos no se sostienen a largo
plazo, ni obedecen a una planeación estratégica de política científico-tecnológica: y sin
embargo, las asistencias presupuestarias sí responden –en la mayoría de las ocasiones- a
cuestiones de decisión e intereses políticos.
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La comunidad tecnocientífica ha hecho contribuciones desde distintas ciencias e


ingenierías: astronomía, física, geofísica, química, mecánica, eléctrica, etcétera. Los
temas abordados han sido amplios: carta del cielo y medición de estrellas; rayos
cósmicos, gravitación y física nuclear; radiación solar, meteorología y química de la
atmósfera, y lanzamiento de cohetes.

En los últimos cincuenta años el Estado ha tenido tres importantes


participaciones en el fomento al desarrollo de la tecnología espacial; siempre ha
encontrado fuerte respaldo en la comunidad tecnocientífica, quien le provee de recursos
humanos y de conocimiento. Las participaciones han estado ligadas a las exigencias de
los progresos mundiales: la primera, después de iniciada la era espacial, con el
lanzamiento del satélite Sputnik 1, el Estado Mexicano, a través de la Secretaría d e
Comunicaciones y Transportes puso en práctica el lanzamiento de cohetes, y creó, la
Comisión Nacional del Espacio Exterior (1962-1976); la segunda, ante el advenimiento
de las comunicaciones, empezó la instalación de estaciones y antenas terrestres en
Tulancingo y en otras partes del país, y, se estrecharon relaciones internacionales de
colaboración en materia de telecomunicaciones; y la tercera, frente al engrandecimiento
de las comunicaciones satelitales, se promovió la adquisición de los sistemas de satélites
Morelos y Solidaridad.

En cada uno de esos momentos, el Estado, halló en la comunidad científica


progresos que se vinculaban a sus necesidades: en el caso de los cohetes, a finales de los
años cincuenta, el grupo de científicos especializado en el estudio de rayos cósmicos y
de radiaciones solares de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, integrado por
Gustavo del Castillo y Gama, José Cárdenas y Antonio Alvarado, trabajaron en la
integración y lanzamiento de cohetes sonda. Experiencia que sirvió de antesala en lo
realizado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en materia de lanzamiento
de cohetes; y en el caso de la creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior, la
participación activa de la comunidad científica fue –en cierta medida- lo que posibilitó
su creación, en ésta, el consejo consultivo estuvo integrado por científicos como Manuel
Sandoval Vallarta y Ruth Gall (promotores de las ciencias espaciales). En el caso de los
satélites, ingenieros y científicos participaron desde la fase inicial hasta el momento de
funcionamiento. Por ejemplo, Ricardo Peralta y Francisco Mendieta, entre otros,
participaron en el diseño de la licitación de los satélites y posteriormente, derivado de
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los convenios internacionales en la adquisición, desarrollaron el diseño de una serie de


experimentos espaciales y la primera etapa del proyecto del microsatélite SATEX 1.

Las participaciones y apoyos del Estado destinados al área espacial, han estado
determinados por un espíritu pragmático más que científico. La obtención de beneficio
en corto plazo ha sido la lógica seguida por el Estado, por ello, los recursos económicos
han existido en tiempos de premura por la realización de aplicación práctica de algún
adelanto científico. La finalidad práctica contrasta con la argumentación científica, lo
que conduce a identificar dos visiones distintas en el progreso de la ciencia y la
tecnología: pragmática y científica.

La visión pragmática ha pretendido incidir en la dirección de la teoría científica,


vía el argumento de los recursos económicos: se apoya lo que se considera, en su
momento, prioritario desde el interés extracientífico. Y en este sentido, más que
brindarle a los científicos el ambiente favorable para la producción de nuevos
conocimientos, los condicionan al exigirles conocimientos sobre pedido (conocimiento
al hechura de las necesidades prácticas). La visión pragmática es por naturaleza
intervensionista de la autonomía de la teoría científica producida por el científico.

La visión científica no contrasta con la visión práctica cuando los intereses son
convergentes. Los científicos sostienen una visión cultural y social de su trabajo. Son
sujetos sociales situados históricamente, saben de la carencia de artefactos tecnológicos
prácticos y reconocen los limites de la visión pragmática. En este sentido, han propuesto
desarrollo prácticos bajo la lógica de los progresos científicos con argumentos sociales
que contravienen la postura social de la visión pragmática.

Los científicos del campo espacial han traducido una necesidad tecnológica
desde el lenguaje de la ciencia y desde la argumentación social que ha rebasado los
lineamientos de la política pública producidos por la visión pragmática y eficientista del
Estado. Por ejemplo, Ruth Gall, en distintos foros nacionales e internacionales dio
cuenta de la necesidad de generar no sólo conocimiento científico en el campo espacial;
sino también, crear el sector industrial de componentes espaciales a través de diseñar y
elaborar una política de ciencia y tecnología con la participación activa de los
científicos. El científico se convierte también –en una sociedad como la nuestra- en
traductor de los intereses sociales por el progreso de la ciencia espacial, en este sentido,
se comparte la idea de Callon:
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“… mostraré que los ingenieros que elaboran una nueva tecnología, así como aquellos
que participan en una fase u otra de su diseño, desarrollo y difusión, constantemente
construyen hipótesis y formas de argumentación que les empujan al campo del análisis
sociológico, a lo que yo llamo ingenieros-sociólogos” (Callon, 1998: 143).

En los últimos 40 años, la comunidad de científicos e ingenieros del campo


espacial mantienen la tesis social sobre la necesidad de superar la dependencia
científico-tecnológica y de crear el sector industrial de componentes espaciales:

“… los diferentes factores que inducen a la dependencia económica y militar en materia


espacial de los países desarrollados, no implica de manera alguna que estos países deban
claudicar ante la situación desfavorable, por el contrario, debe servirnos y guiarnos para
una transformación de la política espacial que asegure una mayor autosuficiencia y
autodeterminación en asuntos espaciales” (Gall, 1991: 56).

Llegado a este punto, estamos en la posibilidad de señalar que la visión


pragmática no sólo contraviene en el ámbito de los intereses de la teoría científica;
también, lo hace en la postura social y política: enarbola un fin práctico perseguido por
el propio Estado: resulta paradójico pretender alcanzar un fin práctico sin consentir la
visión social de la tecnología.

Una recomendación, para quienes toman decisiones de carácter público, con el


fin de evitar tal paradoja sería la expresada por Rigas Arvanitis:

“… tomen en cuenta a los verdaderos actores sociales que trabajan en el país, no los que
ustedes imaginan (que hablan muy bien ellos mismos a través de un portavoz), sino de
tener un cuadro fiel como sea posible de las investigaciones que se desarrollan en el
país” (Arvanitis, 1996: 255).

La interacción entre los distintos actores, es un principio obligado, para


reconocer los distintos esfuerzos y conocimientos emprendidos en el área espacial.
Desarrollo e investigación existen, falta convenir en la institucionalización de los
apoyos con la participación tanto del gobierno como de la empresa privada.

3. La comunidad científica involucrada con proyectos de microsatélites.


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Se habló, reiteradamente, en las páginas anteriores de la comunidad científica, pero, ¿a


qué se quiere hacer referencia con ello? El concepto de comunidad científica fue
expresado, por primera vez, en la conferencia de la Sociedad Literaria y Filosófica de
Manchester de 1942, por Polanyi; él se refirió a la comunidad científica, como la
república de la ciencia: una sociedad de exploradores en búsqueda de un futuro
desconocido posible de acceder, para satisfacción intelectual y de la sociedad.

La noción evolucionó con los aportes de distintos autores en el campo de la


sociología de la ciencia; adquirió, a lo largo del tiempo dos connotaciones: a) Una de
sentido amplio: hace alusión a una postura sociológica retomada de Kuhn, como un
grupo de científicos que comparten actitudes, normas y valores; y b) Otra de sentido
estrecho: a la actividad compartida por un grupo de científicos de un determinado
campo de estudio (Gaillard: 1996).

En nuestro caso, de acuerdo a lo registrado en materia de proyectos de


microsatélites, queremos hacer alusión con la noción de comunidad tecnocientífica, al
grupo de científicos e ingenieros que trabajan en un mismo campo de desarrollo
científico y tecnológico y que comparten actitudes, normas, valores y visión social de la
ciencia (este último aditamento, es agregado nuestro). No bastan compartir, en un grupo
de científicos e ingenieros, solamente aspectos provenientes del terreno cognoscitivo;
también, son imprescindibles, los aspectos derivados de lo social (la visión social de la
tecnología).

La comunidad científica, del país, que trabajó en proyectos de microsatélites se


fue agrupando por el interés de subsanar la ausencia de desarrollos espaciales; se puede
decir, que el elemento que articuló –a la posterior red de relaciones desplegadas- fue el
cognoscitivo. Este elemento no fue el único, la condición material de la sociedad
mexicana (debilidad en el reconocimiento social hacia la actividad científica) sujetó a la
iniciativa de la comunidad científica, apareció entonces, otro elemento de igual
importancia: la dimensión social que el científico e ingeniero le imprimen al desarrollo
tecnológico.

Ambos factores, están implícitos en la estrategia que crea la comunidad


tecnocientífica a favor del desarrollo tecnológico. Porque al conocimiento se le concibe
vinculado a las carencias de tecnología endógena en la sociedad, significa, que se asume
una postura acorde al contexto, y, que de acuerdo a las particularidades del país, en
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necesario navegar contra las resistencias de una postura que no promueve a los dos
factores señalados: ni al conocimiento ni a la dimensión social de la tecnología
orientada hacia adentro.

La estrategia es producto del ethos –en sentido mertoniano- que mantienen


científico e ingeniero, no sólo responde su trabajo a un procedimiento racional sino que
espera que moralmente contribuya a la sociedad de manera positiva:

“La moral de la ciencia tiene una explicación racional metodológica, pero es obligatoria
no sólo porque es eficaz desde el punto de vista del procedimiento, sino porque se le
cree justa y buena. Es un conjunto de prescripciones tanto morales como técnicas”
(Merton, 1992: 638).

¿Cómo no pensar socialmente el científico e ingeniero los adelantos


tecnológicos en el campo de microsatélites? ¿Cómo no asumir la comunidad científica
un ethos del trabajo científico? Si se está, ante una sociedad rezagada en artefactos
tecnológicos, que repercute, en su desarrollo y crecimiento económico; y que por tanto,
se ve limitada en salir de la dependencia científico-tecnológica.

Algunos rasgos, que denotan la conciencia moral por el progreso de la


tecnología satelital en la comunidad científica, están contenidos en las expresiones,
valoraciones y acciones emprendidas. Los científicos e ingenieros involucrados con los
proyectos de microsatélites refieren lo siguiente:

Vinculo ciencia-sociedad:

“Los resultados de una investigación carecen de importancia sino repercuten


favorablemente en la sociedad. Debe conducir a la creación de una capacidad científica
y tecnológica interna, necesaria para seleccionar, asimilar y adaptar tecnologías externas
para producir conocimientos propios que fomenten la investigación científica y
tecnológica que de acuerdo con las condiciones sociales y económicas del país y que
induzcan a la autosuficiencia con un alto grado de autodeterminación económica y
política” (Pedroza, 1984: 9).

La paradoja entre organización social y búsqueda científica:

“En los países en vías de desarrollo el impedimento para hacer estudios espaciales suele
ser, en principio, mental; es decir, de antemano se suponen temas y caminos vedados, o
al menos ajenos. Al pensar esto, nos autolimitamos y consentimos en algunos aspectos
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del subdesarrollo, haciendo a un lado la búsqueda de nuestras propias vías para el


conocimiento económico y social, y dejando de utilizar los medios que nos
proporcionan el avance del conocimiento. Uno de los primeros pasos a dar es encontrar
las mejores herramientas, las más adecuadas a nuestro estado real, que nos posibiliten
un avance y un auge económico estable. Claro está, también se requiere que nuestra
organización social responda y se encuentre a la altura de las necesidades. Un desafío
para nuestros países” (Peralta, 1995: 14).

Política científica vs. Realidad científico-tecnológica:

“Durante casi tres décadas, la mayoría de los países del Tercer Mundo han seguido y
siguen una política que consiste en la adquisición de la tecnología espacial –cara y
sofisticada- de las grandes potencias tecnológicas y en la formación de cuadros de
técnicos entrenados sólo en el manejo de las tecnologías adquiridas. Años de
experiencia han mostrado la falacia de este tipo de política que es incapaz de conducir al
desarrollo de una sólida infraestructura nacional científica y tecnología, y que puede
llevarnos a todo menos a la disminución de nuestra dependencia en materia espacial”
(Gall, 1986; 56-57).

Ausencia de programa espacial igual a alto costo social y dependencia


tecnocientífica:

“La característica principal de las actividades espaciales en México es, pues, la falta de
una política y programa espacial mexicano, es decir, una definición de objetivos
nacionales en este rubro y del compromiso estatal para desarrollar, como en otros
campos del quehacer científico y técnico, las condiciones necesarias para un desarrollo
sostenido y congruente con las necesidades nacionales. Esta situación nos ha colocado
en una posición de retraso que nos está, y estará en los próximos años, resultando
costosa” (Peralta, 1991: 279).

En todas las citas, se observa el vínculo moral y cognoscitivo, que une al


científico e ingeniero con sus producciones: demanda social de la aportación
tecnológica. En este contexto, la estrategia que sigue la comunidad científica, tiene que
responder a dos requerimientos: al desarrollo tecnocientífico de frontera y a la salida del
atraso. En la primera tarea, lógica y argumento científico es el insumo del diálogo y la
controversia entre pares; en la segunda tarea, la lógica y el argumento científico
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interactúan con distintos pero complementarias: en científico o tecnólogo y en traductor


de los intereses científicos y tecnológicos.

Ser científico y traductor, no es tarea fácil, en un país como México, debido a las
carencias educativas, financieras y de sensibilidad política:

“Las innovaciones y los cambios tecnológicos no pueden producir sus efectos


socialmente benéficos si los contextos culturales y políticos no están preparados para
absorberlos e incorporarlos y para lograr las transformaciones estructurales que se
requerirán, lo cual es un proceso mucho más difícil y complejo que la mera
transferencia de recursos (en este caso, ciencia y tecnología, más que capital) de ricos a
pobres como modo de corregir las desigualdades” (Salomón, 1996: 20).

La in-preparación cultural y política quebranta las intenciones de científicos e


ingenieros al enfrentarse como traductores a un medio hostil. Los equipos de los
proyectos de microsatélites SATEX 1 y UNAMSAT, a su manera, enfrentaron la
adversidad: insensibilidad social hacia su trabajo y falta del interés público (se prefiere a
la transferencia tecnológica que al desarrollo endógeno); apoyos económicos
condicionados, limitados y retardados (el presupuesto para ser aceptado debe pasar por
un largo y sinuoso camino; que al llegar a su destinatario a perdido capacidad
adquisitiva); burocratización e intervencionismo hacia sus proyectos (una
institucionalidad condicionante de la vida del proyecto); y politización de los recursos e
ideas tecnológicas (múltiples direcciones de un proyecto que son proporcionales al
número de intereses mezclados).

La comunidad de científicos, agrupaba entorno de los proyectos mencionados,


ha sido una fortaleza, cuya existencia responde a la circulación de científicos e
ingenieros, logrando superar, de esta forma, el abatimiento por el desencanto. Los
científicos e ingenieros que van quedando en el camino, a consecuencia de la hostilidad
cognoscitiva y política, otorgan su producción para la continuidad a través de construir
su aportación en nodo de una red: se enganchan los productos con los sujetos. Con lo
anterior, se quiere dar a entender, que la comunidad en cuestión no se presenta como
algo acabado y cerrado, por el contrario, es un espacio abierto sujeto a la incertidumbre
producto del medio adverso; sin embargo, con la intencionalidad que imprime dirección
al trabajo cognoscitivo y pragmático (en ello reside su permanencia paradójica: atrae
adeptos o repulsa miembros: un nodo se consolida, clausura o se bifurca o ramifica).
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La comunidad de científicos se presenta como una agregación de territorios


protegidos, que participa pero no cede. A diferencia, de una posible lectura de Kuhn, de
concebir un encuentro idílico entre los miembros de una comunidad: compartiendo
valores, teorías, etcétera; la comunidad es heterogénea, mantiene distintas
interpretaciones de lo real. Persiste un entramado de relaciones que constantemente
enfrenta a los científicos e ingenieros ante disyuntivas cognoscitiva y política, que van
generando agrupación de preferencias y cerrando territorios (en el apartado siguiente
nos acercamos a un referente empírico de lo expresado).

4. Las instituciones de investigación y enseñanza superior promotoras de los proyectos


SATEX 1 y UNAMSAT.

La investigación espacial, en México, se realiza básicamente en las instituciones de


investigación y enseñanza superior (IIES), la participación de los sectores militar e
industrial es marginal. Los apoyos y recursos económicos para el trabajo científico y
tecnológico de las IIES, procede –casi- exclusivamente de la fuente gubernamental. Esta
situación no es nueva, ha sido una constante a lo largo de la historia contemporánea de
la investigación espacial: sostén de financiamiento centralizado y desvinculación de ese
sostén con las producciones de las IIES. Aunque las políticas públicas han variado, la
atención gubernamental a la investigación y desarrollo espacial, ha mantenido la
constante de una débil estructuración del interés por apoyar más decididamente a este
sector; sobresaliendo al respecto, el trabajo de la comunidad tecnocientífica.

Las acciones emprendidas por científicos e ingenieros en la investigación y


tecnología espacial que anteceden a los proyectos de microsatélites SATEX 1 y
UNAMSAT, reflejan una trayectoria importante de contribuciones: estudio de rayos
cósmicos (Manuel Sandoval Vallarta, J. Lifshitz, J. De Oyarzabal, entre otros);
geofísica externa, relación Sol-Tierra, física lunar, planetología y cometas, medio
interplanetario y rayos cósmicos galácticos (Departamento de Estudios Espaciales del
Instituto de Geofísica de la UNAM); construcción y lanzamiento de cohetes sonda
(Gustavo del Castillo y Gama, José Cárdenas y Antonio Alvarado de la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí, Núñez Arellano y Méndez Docurro de la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes); creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior
con participación de científicos (Manuel Sandoval Vallarta, Ruth Gall y L. López);
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creación del Grupo Interdisciplinario de Actividades Espaciales en la UNAM


(participaron diversos científicos e ingenieros de la UNAM, sobresalen como
promotores del Ruth Gall y Ricardo Peralta); desarrollo de experimentos espaciales
(Ricardo Peralta); la creación del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo
Espacial de la UNAM (Ruth Gall, Ricardo Peralta y Arcadio Poveda, entre otros), y el
Proyecto Interinstitucional del SATEX (Pedroza …)

El conjunto de aportaciones muestra a una comunidad tecnocientífica madura en


el terreno cognoscitivo, orientada tanto al fomento de la ciencia básica como al
desarrollo de artefactos tecnológicos. En este ambiente cultural de las actividades de
investigación y desarrollo, surgen los proyectos de microsatélites.

A mediados de la década de los años ochenta, en la UNAM, confluyen una serie


de condiciones que posibilitarían la constitución de un grupo de científicos e ingenieros
orientado a participar en el desarrollo de proyectos espaciales:

a) La acumulación de una aprendizaje científico y de organización, derivado de know


how, a lo largo de más de cincuenta años de una ciencia institucionalizada en
distintos espacios de las IIES;

b) El desgaste de una política de ciencia y tecnología, que se desempeña, acorde a los


marcos políticos del modelo de sustitución de importaciones. Una política que
privilegia la transferencia de recursos tecnológicos y limitaba los adelantos
endógenos;

c) La revalorización, en el ámbito internacional, de los países rezagados en el terreno


de las aportaciones espaciales. En distintos organismos internacionales se discutía la
política científica espacial seguida por países dependientes: Comité de
Investigaciones Espaciales del Consejo Internacional de Uniones Científicas
(COSPAR), Comité de Ciencia y Tecnología en Países en Desarrollo, del Consejo
Internacional de las Uniones Científicas (COSTED) y Organización de las Naciones
Unidas1. Un resolutivo de estos organismos internacionales, fue el de proponer la
promoción de una mayor autodeterminación y autosuficiencia de los países en
desarrollo respecto a la ciencia y la tecnología espacial2.
1
Los científicos mexicanos participaron activamente en esos foros, incluso, asumieron la presidencia del
simposio de la 24ª reunión de la COSPAR, titulada: “El papel y el impacto de Investigación Espacial en
Países en Desarrollo”, celebrada en Ottawa, Canadá.
2
En el foro de UNISPACE 82, se formularon los siguientes principios: “a) La formulación de una ‘masa
crítica’ de científicos, ingenieros, economistas, juristas, comunicólogos y sociólogos, expertos de muy
alto nivel profesional en materia espacial. b) Una política gubernamental espacial que implique un
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Estas condiciones contextuales, mantuvieron un papel significativo en el futuro


mediato; por una parte, fueron generadas por la propia comunidad tecnocientífica3, y
por la otra, fueron tomadas para constituir el elemento moral y técnico de las propuestas
a desarrollar. Es decir, participaron en la conformación del Ethos científico, bajo el cual
se regirían los agrupamientos de científicos e ingenieros que estaban por venir.

Se creó una visión interdisciplinaria y social de la tecnología, diversos campos


profesionales asistieron a cimentar los esfuerzos de colaboración en la pretensión de
crear una política espacial que respondiera de manera integral a distintas necesidades
(económica, jurídica, social, política y científica). Además, se dio respuesta en el ámbito
cultural y político, con esta acción, a la postura pragmática que se guiaba bajo el criterio
eficientista y maximista (ciencia y tecnología al menor costo vía la transferencia).

La visión de científicos e ingenieros rebasó la frontera del pragmatismo y se cologó


a la altura del movimiento social que exigía el avance civil y militar de la tecnociencia
espacial, del derecho espacial internacional, de las comunicaciones y del crecimiento
económico internacional y nacional.

El núcleo inicial: Grupo Interdisciplinario de Actividades Espaciales de la UNAM.

El primer núcleo de científicos e ingenieros asumió la visión interdisciplinaria


(participación de los campos social, natural y de humanidades), moral (a favor de la
autodeterminación) y técnica (progreso de la ciencia espacial básica y aplicada) que
prometía a mediano y largo plazo la consolidación del área espacial científica e
industrial del país.

La tarea de crear el ambiente propicio para los progresos científicos y


tecnológicos espaciales, implicó una ardua labor de socialización (despertar el interés y
compromiso de distintos actores a favor del desarrollo endógeno) y de traducción (hacer
accesible a la comprensión del político la complejidad tecnocientífica), que desplegó un
conjunto de interacciones y de intereses (que no siempre fueron en concordancia).

compromiso a largo plazo con el desarrollo nacional de actividades espaciales. c) El desarrollo de


tecnologías alternativas acordes con las condiciones sociales y con las necesidades económicas de cada
país. d) El apoyo al desarrollo de investigaciones en ciencias espaciales, puesto que constituyen la base
para la formación de recursos humanos” (Gall, 1991: 57-58).
3
Piénsese desde la importancia que reviste la participación del científico e ingeniero no sólo en hacer
adelantos tecnocientíficos sino también en crear el clima propicio para lograrlos (esto es un condicionante
de países atrasados como el nuestro): “La labor de un científico de un país pobre no es sólo la de hacer
ciencia…” (Martínez, 1985; 90).
15

La tarea no resultó simple, ante la complejidad que representó interesar a


posibles fuentes de financiamiento (agencias gubernamentales) para, empezar
técnicamente, la realización de los proyectos. Desde el principio, se presentó la relación
paradójica entre lo deseable científica y tecnológicamente con lo viable políticamente.
Para los científicos e ingenieros la oposición se traducía en concertar sobre la dimensión
social de su concepción acerca de la tecnología; y para los representantes de las
instancias gubernamentales, representó una conciliación acerca de la consideración
social de la relevancia del trabajo de científicos e ingenieros para con el progreso del
país.

El Grupo Interdisciplinario de Actividades Espaciales (GIAE), en el momento de


despegue, estuvo a prueba su capacidad no sólo de sumar interesados; también, su
habilidad en mantener la cohesión e integración de sus miembros. Una debilidad
estructural que se presentó, desde este momento, fue la inestabilidad de los integrantes.

Una lección de lo anterior, es que, en la medida en que se delimita un objeto de


investigación y desarrollo, se hace una selección natural de campos especializados que
exigen dominio teórico del tema. Aquellas disciplinas alejadas de las exigencias
técnicas y conceptuales del objeto, difícilmente hallan un espacio para la participación.
Lo anterior significa un límite al trabajo interdisciplinario y debilidad en la integración
de los miembros de un equipo.

El GIAE, empezó con la afluencia de representantes de distintas áreas del


conocimiento (social, humanidades y naturales), y por tanto, agrupaba a profesionales
de la comunicación, el derecho, la ingeniería y la geofísica. En el momento de convenir
la realización de experimentos espaciales, que requerían conocimientos especializados
vinculados a la ingeniería espacial y a la ciencia de los materiales, los participantes del
área social vieron diezmada su participación. Así, de una conformación de alrededor de
quince científicos, permanecieron solamente, cerca de nueve.

Los experimentos espaciales fueron diseñados, principalmente, por ingenieros4.


La importancia de estos experimentos residió en la oportunidad que ofrecían para
extender el laboratorio terrestre al espacio. Con esta iniciativa se empezaba a dar forma
a la estrategia creada por el GIAE, para la salida de la dependencia científico-
4
Se trató de dos series de experimentos: la primera, orientada a realizar experimentos dentro de un
contenedor cerrado para realizar estudios de solidificación del Zinalco, del vacío y de microscopía
electrónica; la segunda, orientada a desarrollar experimentos dentro de un contenedor abierto para realizar
estudios de cámara electroóptica, de celdas solares, de sensores, de termomemoria y de electroforesis.
16

tecnológica; sin embargo, al carecer de la infraestructura tecnológica para la realización


de los experimentos, el cordón de la dependencia sujetó a la iniciativa de los ingenieros.
El país al que se recurrió, Estados Unidos de Norte América, quién poseía
transbordadores y demás complejos técnicos para el lanzamiento espacial, impuso los
tiempos de realización de los experimentos (aspecto que incidió para que los
experimentos quedaran en el archivo y posteriormente en el olvido).

Los resultados obtenidos aportan la experiencia, de que no basta solamente


contar con disposición de la comunidad científica y generar el clima propicio
internamente para la fertilidad de los adelantos; además, es indispensable incidir en la
creación de la infraestructura tecnológica que responda a los planteamientos de la
investigación y el desarrollo. Es necesario un equilibrio entre aporte y condiciones
tecnológicas de realización cuando poco se ha avanzado en convenios internacionales
de colaboración con países que son vanguardia en la investigación espacial. Un riesgo
latente, ante esta problemática, es el desencanto del científicos e ingenieros y una
amenaza al desarrollo tecnológico nacional (significa a largo plazo años de retraso).

La idea de fabricar un satélite.

La comunidad científica es persistente, los integrantes del GIAE, ante el revés en los
expertos espaciales, decide ahora explorar la posibilidad de fabricar un satélite. Estaba
por iniciar una historia que aún no concluye. Historia acompañada de negantropía,
resistencias e inercias institucionales, que desencantan hasta el científico o ingeniero
más persistente. Compartimos la idea de Merton, de que no basta el interés de
participar, hay que contemplar, además, el aspecto cultural y la estructura institucional:

“La continuidad de la ciencia requiere la participación activa de personas interesadas y


preparadas en las empresas científicas. Este apoyo a la ciencia sólo lo aseguran
circunstancias culturales apropiadas. Por lo tanto, es importante examinar los controles
que impulsan las carreras científicas, que seleccionan y dan prestigio a ciertas
disciplinas científicas y rechazan u oscurecen a otras. Se hará evidente que los cambios
en la estructura institucional puede restringir, modificar o posiblemente impedir el
cultivo de la ciencia” (Merton, 1992; 623).

Si al exterior, en los experimentos espaciales, la condición de dependencia que


nos ata a las directrices de los países desarrollados obstaculiza el desarrollo científico; al
17

interior, la cultura pragmática de la investigación y el desarrollo y las resistencias


institucionales para generar ciencia, tecnología e industria espacial, jugarán un papel
similar.

La visión pragmática de la ciencia es un mal endémico de nuestro país, se apoya


lo que significa en corto plazo beneficios político y/o económico. Y se rechaza, a lo que
no aporta en lo mediato, se piensa en la utilidad y no en el acrecentamiento cultural del
conocimiento científico-tecnológico. Esta postura, estuvo presente, en la iniciativa de
fabricar un satélite, que significó un daño irreversible la ciencia e industria espacial del
país (se perdió una oportunidad valiosa para generar una base tecnológica de
componentes espaciales y satelitales).

Al parecer valen más, la promoción de intereses políticos personales e


institucionales, que el desarrollo tecnocientífico en nuestro país:

“… el practicismo no es práctico, ya que al coartar la libertad de investigación impide


que los científicos hagan lo único que saben hacer por el desarrollo: producir
conocimiento y enseñarlo con competencia a quienes sí están en condiciones de trabajar
directamente por superar el subdesarrollo biológico, económico y político. No hay que
temer a la ciencia básica sino al menosprecio por ella y a su mala utilización. El primero
asegura el atraso y la segunda parte llegar al aniquilamiento de la humanidad. Lejos de
ser un lujo, la ciencia es tanto más necesaria cuanto menos se la tiene” (Bunge, 1998;
108-109).

La condición cultural y las estructuras institucionales (imantadas del sentimiento


político-pragmático) pesa sobre los proyectos avanzados, de tal forma, que se
constituyen en impedimento para la investigación y el desarrollo.

El microsatélite SATEX 1

Las instituciones de investigación y enseñanza superior (IIES), son espacios de


resistencia, pese a la adversidad presupuestaria mantienen proyectos de frontera. Para
llegar al diseño del microsatélite SATEX 1, hubo que sortear discrepancias
(cognoscitivas y de visión social de los adelantos), reticencias e incredulidades, no sólo
de agentes gubernamentales; también, entre los colegas de la comunidad científica. La
18

experiencia, de lo anterior, fue que un proyecto que se propone la fabricación de un


artefacto tecnológico (satélite) inexistente en el país, desde concepción hasta su
conclusión, no mantienen un desarrollo lineal, está sujeto a la posibilidad de
bifurcaciones (variaciones cualitativas: el proyecto de referencia por tensiones externas
se torna inestable y tiende a ramificarse [direcciones posibles que asume el proyecto].
Las ramas mantienen la estabilidad perdida del proyecto de referencia, Prigogine:
1997).

El proyecto de referencia, en la propuesta de fabricar un satélite artificial, fue el


diseño protocolar del satélite UNISAT que habría de madurar hasta llegar a la
sugerencia del satélite latinoamericano de percepción remota. Para los miembros del
Grupo de Investigación de Actividades Espaciales, significó llegar a la maduración de
una idea, a favor del progreso endógeno de la ciencia y la tecnología espacial:

“Las ciencias e ingeniería aeroespacial han tenido un desarrollo muy desigual en


México, alguna vez se pensó, equivocadamente, que el mero desarrollo de las ciencias
generaría una ingeniería y tecnología asociadas, ahora pocos creen en esa ilusión, y el
país se encuentra atrasado en éste y otros renglones similares. Para recuperarnos en este
estratégico campo hay varios caminos: invertir grandes capitales para tratar de alcanzar
a los países desarrollados o, aunar esfuerzos entre países afines para desarrollar
cooperativamente el tema. El motivo de la visita y la propuesta del satélite tiene
precisamente este último objetivo; identificar las posibles áreas de cooperación donde
nuestros desarrollos son complementarios, y traducirlos a proyectos concretos,
seleccionando alguno, o algunos que funcionen como sitios de nucleación” (GIAE,
1986; 1).

El proyecto de referencia, habría logrado nuclear a todo un conjunto de actores


nacionales e internacionales, se hallaba, en un momento de estabilidad producto de la
cohesión alcanzada, lo cual, le permitía sortear contradicciones. Sin embargo,
enfrentaría una perturbación externa, que le conduciría a momentos de inestabilidad.
Una parte de los integrantes del GIAE, empezó a simpatizar con otra visión social del
desarrollo tecnológico: transferencia tecnológica en lugar de crear las bases del
desarrollo endógeno.

La inestabilidad desembocó en la ramificación de la idea de crear un satélite; por


un lado, a través del proyecto MEXAT, se fueron agrupando algunos miembros del
19

GIAE entorno de transferir tecnología de los satélites producidos por los


radioaficionados de AMSAT (Radio Amateur Satellite Corporation), madurando su
estrategia al integrar los satélites UNAMSAT (esto se abordará en el siguiente
apartado); por el otro lado, el resto (la mayoría) de los integrantes del GIAE, se
mantuvieron en la idea inicial (aportación endógena para la salida de la dependencia), el
proyecto del satélite latinoamericano de percepción remota maduró hasta llegar a la
propuesta del microsatélite SATEX.

La bifurcación significó desgaste, división e incertidumbre del proyecto de


referencia. Los dos caminos alternativos que se abrieron, tendieron a la búsqueda de
estabilidad. En el caso del proyecto SATEX, se consolidaron relaciones de
colaboración, se logró crear un macroproyecto nacional con la participación de diversas
IIES: Centro de Investigación Científica y Estudios Superiores de Ensenada (CICESE),
Centro de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas (CIMAT), Instituto Nacional de
Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), Instituto de Investigaciones Eléctricas;
Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (CINVESTAV), la Universidad
Autónoma de Puebla (BUAP), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
y el Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Las IIES, además de ser espacios de resistencia, son los lugares donde en el
ámbito nacional se realizan los proyectos científico-tecnológicos de frontera. Aunque,
algunos de ellos, suelen ser autónomos por definición, mantienen la constante de la
intervención política que los sujeta a los vaivenes de los condicionantes del juego del
poder. La fluctuación, pareciera ser, producto del centralizado financiamiento que viven
las IIES.

La fuente del financiamiento se torna una instancia intervencionista de la


dirección de los proyectos, en el avance alcanzado por el grupo del SATEX 1, se
presentará la disyuntiva de desvirtuar el contenido cognoscitivo del proyecto al
orientarlo de acuerdo a los intereses de la fuente de financiamiento o defender el sentido
científico de la propuesta a costa de reducir o ser cancelado el subsidio económico. Esta
fluctuación externa, provocará, una ramificación más; por un lado, la clausura y el
desencanto de científicos e ingenieros, que abandonarán cualquier pretensión por
participar –en adelante- en proyectos relacionados a microsatélites; por el otro lado,
empezar de nuevo con una reagrupación y dirección distinta. La bifurcación, con base
en esta experiencia, no siempre es la apertura de al menos dos caminos distintos,
20

también significa, la clausura y extinción de una idea. Los costos de la clausura, son de
índole científica y social: sostenimiento de la dependencia y el atraso económico. El
empezar de nuevo, con un grupo entusiasta, significa el riesgo de la repetición del mal
endémico de nuestra cultura científica: apoyo coyuntural basado por el principio del
poder político (la muestra es que después de más de diez años de trabajo constante aún
no finaliza la fabricación de satélite).

Los microsatélites UNAMSAT.

El proyecto UNAMSAT, nace como resultado de la bifurcación iniciada al interior del


GIAE y continuada en el Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial
(PUIDE). Políticamente resultaba, más viable, para algunos miembros del PUIDE,
apoyar una iniciativa a corto plazo y menos costosa: la trasferencia de tecnología
satelital. A pesar del adagio cotidiano: Lo barato sale caro; y de la experiencia de
largos años, que la transferencia puede contribuir al aprendizaje tecnológico, pero, no a
generar una base tecnológica nacional.

Los miembros del PUIDE, encargados del proyecto UNAMSAT, realizaron un


convenio de colaboración entre UNAM y AMSAT. La UNAM cubriría todo los costos
del satélite y AMSAT ofrecería un paquete abierto de tecnología transferida. Los
productos de la colaboración fueron el ensamblado de dos satélites (UNAMSAT 1 y
UNAMSAT B). El primero de ellos, no fue puesto en órbita por problemas en el
lanzamiento. El segundo, si fue puesto en órbita; sin embargo, tuvo fallas técnicas que
impidieron cumplir con los objetivos trazados al no funcionar.

El ensamblado se realizó exclusivamente por alumnos de distintas carreras de


ingeniería (eléctrica, mecánica, etcétera), los científicos e ingenieros versados en el
campo decidieron no participar: algunos de ellos, estaban desencantados, otros no
convenían con la idea de la transferencia y unos más preferían continuar en el proyecto
SATEX 1 (una comunidad dividida y fragmentada).

El tiempo de realización, efectivamente fue corto; también el presupuesto fue


exiguo; pero los resultados no fueron los esperados. La experiencia muestra que a largo
plazo resulta contraproducente guiar proyectos tecnológicos bajo criterios coyunturales
de lo político; porque, actualmente, no existe proyecto alguno ni comunidad científica
21

interesada en continuar el trabajo del PUIDE (en cuanto a satélites). Es un enorme


retroceso para el país.

5. Conclusiones.

¿Por qué no tenemos satélites artificiales fabricados nacionalmente? Si contamos con


IIES, que albergan científicos e ingenieros capaces de realizar adelantos de frontera;
además, pese al exiguo presupuesto la comunidad científica ha sido capaz de cohesionar
un interés a favor de la tecnología propia y se cuenta con un aprendizaje producto de
una herencia cultural, proveniente de las IIES, a favor del progreso científico y de
artefactos tecnológicos.

La respuesta a la interrogante planteada, al parecer, puede ser hallada en los


argumentos siguientes:

a) No existe un programa nacional que oriente el desarrollo de la ciencia y tecnología


espacial;

b) No existe una industria espacial proveedora de los componentes requeridos por los
proyectos de vanguardia en el campo de los satélites artificiales;

c) Existe una cultura pragmático-política que sujeta a los intereses a favor del
desarrollo endógeno;

d) Existe una comunidad científica desalentada y fragmentada, producto de las


bifurcaciones ocasionadas por el interés coyuntural de grupos de poder;

e) Existe una incomprensión del significado social, político, económico y cultural, que
representa la ciencia y tecnología espacial. Los académicos-políticos mentalizados
por una racionalidad burocrática no ven estratégicamente a la ciencia como una
posible salida de la dependencia;

f) El escaso presupuesto no se planea, los criterios de distribución obedecen, las más


de las veces, a los intereses de los académicos-políticos que a los intereses de la
ciencia académica, y
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g) Las IIES son desatendidas sus demandas académicas, debido a la orientación


eficientista en boga. Importa más la generación de información que de
conocimiento.
23

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