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Forma de la Arquitectura:

Helio Piñón
Teoría del Proyecto
En este punto, considero esencial detenerme un momento en el concepto de forma: una
noción que se usa constantemente y casi siempre en su acepción vulgar - aquella
que la aproxima a la idea de figura - llegando incluso a identificarse con ella.
Probablemente, el motivo del malentendido reside en un planteamiento defectuoso de la
cuestión: si uno se pregunta cuál es la forma de un edificio, lo más probable es que acabe
concluyendo que se trata del conjunto de rasgos que determinan su apariencia. De ahí
que la noción de forma se confunda con la de figura, tal como se suele hacer en al vida
común.
De todos modos, si se quiere que la utilización de la noción de forma, además de correcta
- tanto en el marco de la filosofía como en el del arte -, sea fecunda, debe definirse el
concepto con precisión: los textos sobre música - actividad artística formal por excelencia
- suelen ser muy claros a este respecto. El Diccionario de la música, de Roland de Candé,
en su edición francesa de bolsillo, de 1961 - por referirme a un clásico -, la define como
"la manifestación superior de una estructura organizada, de una intervención de la
inteligencia sobre el azar", y añade que "la forma es la condición del arte".

Dicha manifestación supone la acción de una mente ordenadora: por bello que sea
un paisaje, el arte no se manifiesta en él, sino que se requiere la acción de un pintor que
revele algunos aspectos de esa realidad – escogiendo el punto de vista, el encuadre, la
luz, el cromatismo – en función de una forma preconcebida.

La forma es, pues, producto de la acción del sujeto: un árbol, en sentido estricto, no
tiene forma, sino una estructura orgánica que vincula sus elementos; la manifestación de
dicha estructura por parte de un pintor o un fotógrafo alcanzará la condición de arte
precisamente por lo que tiene de revelación de algo que es irreducible a la mirada común.

La forma, por tanto, no tiene existencia real, sino que es el resultado de la


proyección de un apriorismo del sujeto sobre la realidad, de modo que la transforma
con criterios artísticos. Este apriorismo tiene una parte universal – innata – y una parte
convencional – aprendida -, que varía según la competencia visual con que cada uno se
aproxima a las obras de arte. La forma, en tanto que mirada subjetiva, revela algún
atributo constitutivo de la realidad sin que pueda identificarse de ningún modo con ella.

Así, cuando hablo de la formalidad de un lugar, no estoy refiriéndome a la forma del


lugar – que, por definición, no lo tiene, en tanto que naturaleza -, sino tan sólo advierto
que la dimensión formal de ese enclave, reconocida por el arquitecto que ha de
intervenir en él, resulta un elemento esencial de la síntesis que comporta la concepción
del futuro edificio."

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