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CAPITULO I
LO QUE ES LA IGLESIA PRESBITERIANA
I.- Los Ancianos Docentes Son los que tienen por profesión, ser Ministros de la
Palabra de Dios y de los Sacramentos, por la carrera de la formación bíblico-teológica
en algún Seminario o Instituto Bíblico; y por tanto, el ministerio de la enseñanza con
las Sagradas Escrituras. Por esto mismo son llamados: Presbíteros Docentes o
Pastores Ordenados al Santo Ministerio (Efesios 4:11-16; Jeremías 23:3-5; 1 Timoteo
3:1-7; 1 Pedro 5:1-4).
II.- Los Ancianos de Iglesia. Son los dirigentes más capacitados y honrosos de cada
iglesia local, elegidos y nombrados por sus mismas iglesias y ordenados como
oficiales laicos de sus iglesias locales, por el Honorable Presbiterio de una región
(asociación de cinco o más iglesias locales con sus ancianos de iglesia), para que
sirvan como representantes y de enlace, entre sus iglesias y el Presbiterio, en asuntos
de ORGANIZACIÓN, DOCTRINA, GOBIERNO Y DISCIPLINA (Hechos 20:17-38; 1
Timoteo 4:14-16).
PRINCIPIOS ADMINISTRATIVOS:
I.- EL JEFE Y CABEZA. La Iglesia Presbiteriana tiene como único Jefe y Cabeza al
Señor Jesucristo. Su Jefe y Cabeza no es algún ser humano nacional o extranjero,
sino el único Hijo de Dios que vino del cielo, siendo Dios se hizo Hombre, Hombre
Pleno y Varón Perfecto; siendo el único Señor y Salvador del mundo, Cada una de las
iglesias locales y cada uno de los creyentes, se siente, como lo es, miembro de una
gran fraternidad universal que es LA IGLESIA, el CUERPO DE CRISTO, cuya Cabeza es
Cristo únicamente (Efesios 1:21-23; 4:15-16; Hebreos 4:14-16; 8:1-2; Filipenses 2:1.11;
Colosenses 1:15.20). La Iglesia Presbiteriana procura hacer todas las cosas para la
gloria de Dios y no para agradar a los hombres (Colosenses 3:23-24; 1 Corintios 10:31;
Efesios 1:6; Gálatas 1: 9-10).
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Tesalonicenses 5:12-24; Salmo 119:9-16; 119:105; San Juan 5:24; 1 Pedro 1:23-25; San
Mateo 4:4).
VIII.- LA IGLESIA DEL AT Y DEL NT ES UNA. Desde antes de la vida terrenal del Señor
Jesús, ha existido la Iglesia Evangélica de Dios, por las Buenas Noticias de Salvación
del Dios Eterno (Romanos 10:15-18 y Gálatas 3:6-9), y ha tenido un gobierno
Teocrático-Democrático Representativo. Teocrático, porque es gobierno de Dios;
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Democrático, porque es para beneficio de todo el pueblo de Dios; y Representativo,
porque Dios llama y capacita a algunos del Pueblo, para que sean los dirigentes fieles
a Dios y al pueblo; no para que hagan sus propios caprichos. Este gobierno estaba
basado en El Pacto de la Gracia de Dios para con su Pueblo (Génesis 12:1-3; 15:18-21;
17:1-27; 22:15-18). El pueblo de Dios aceptó gozoso este Pacto, y practicó este tipo de
gobierno (Exodo 24: 1-18; 18: 19-26; Salmo 107: 31-32; Proverbios 11:14). La Iglesia
Presbiteriana ha heredado este tipo de gobierno, a base de ancianos, tanto de la
Iglesia Pre-Cristiana del Antiguo Testamento, como de la Iglesia Cristiana de los
tiempos de Cristo y de los apóstoles (Gálatas 3:26-29).
IX.- En los tiempos actuales, hay tres tipos fundamentales de gobierno de la Iglesia, y
estos son:
A. EL GOBIERNO EPISCOPAL. Donde los que determinan todo son los obispos o
ministros profesionales, y el Pueblo sólo tiene que recibir y aceptar todo.
Mientras los obispos sigan los principios de la Palabra de Dios, todo está bien;
el problema está cuando se impone mandamientos simplemente de hombres.
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mismo (San Marcos 12:30-31). Pero también, anticipar el justo castigo de Dios contra
los malhechores, a través de la aplicación de la Disciplina del Señor; la Iglesia, por
medio de sus disciplinas morales y espirituales: Exhortaciones, Amonestaciones,
Suspensión de los Sacramentos, Suspensión de derechos de membresía, y hasta la
excomunión definitiva de la Iglesia (Hebreos 12:1-11; San Mateo 16:18-19; 18:15-22; 1
Corintios 6:1-11; 5:1-13). Se deja y se confía a las Autoridades Civiles el ejercicio de
las Disciplinas judiciales físicas y materiales, según lo estipula la Biblia (A Los
Romanos 13:1-6).
CAPITULO II
CUERPOS ECLESIASTICOS DE AUTORIDAD
MORAL Y ESPIRITUAL
Con el crecimiento mundial de la Iglesia en los dos milenios de nuestra Era Cristiana,
la Iglesia Presbiteriana tiene los Honorables Cuerpos Eclesiásticos de Autoridad
espiritual y moral siguientes:
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Estatutos. Pero, todos los Presbíteros Pastores y Ancianos de Iglesia, reunidos en el
momentos de los nombramientos, permanecen como Miembros Oficiales del
Honorable Presbiterio, hasta que sean suplidos o sustituidos, por notificación de sus
iglesias o por acuerdo del mismo Presbiterio, en siguientes reuniones ordinarias.
7) Enseña a los hombres a trabajar, no para que sean ricos egoístas, sino para que
sean generosos en la obra de Dios y para las necesidades humanas (Hechos
20:35; 1 Tesalonicenses 4: 9-12; 2 Tesslonicenses. 3:10-13; 1 Ti. 6:18-19;
Proverbios 11:24-25; San Lucas 12:32-34).
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sobre otros pueblos, o de conseguir ayudas en actitud de servilismo; pues estas
actitudes enfermizas son obras de la carne y no del Espíritu. En el espíritu de sana
interdependencia y comunión, se han formado asociaciones internacionales y
mundiales de iglesias presbiterianas, en donde la Iglesia Nacional Presbiteriana de
México se hace representar. La otra parte de la universalidad de la iglesia
Presbiteriana consiste en que ella reconoce y ama a las otras denominaciones y
organizaciones cristianas, y está siempre presta a servir y a auxiliar en las causas
comunes.
CAPITULO III
DE LOS OFICIALES DE LA IGLESIA
Para gobernar su Iglesia, Dios se sirve del ministerio de los hombres; no que resigne
en ellos su honor y superioridad, sino que por medio de ellos realiza su obra, ni más ni
menos que como un obrero se sirve de su instrumento; pero la excelencia del poder es
de Dios, como un tesoro colocado en vasos de barro (2 Corintios 4:5-7)
Jesucristo, nuestro Salvador, que tiene toda potestad en el cielo y en la tierra (Mt.
28:18-20), es el que ha dado a su Iglesia Una Constitución, es decir, una forma de
organizarse. Leamos la Palabra en Ef. 4:10-16. Aquí nos damos cuenta que la Iglesia
no puede conservarse en su ser y perfección más que ayudándose de los medios que
el Señor ha ordenado para su conservación. Por esto, Cristo constituyó a sus diversos
tipos de Ministros de su Palabra : Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Pastores y
Maestros (Cf. Juan Calvino: Institución de la Religión Cristiana, Libro IV).
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de los Apóstoles; pero unos y otros, han sido del mismo oficio. Por eso se habla de
solamente dos ministerios fundamentales: Los Apóstoles y los Profetas.
Los oficios que han sido instituidos para ser permanentes en la Iglesia, son: el
ministerio de los Pastores, y el de los Maestros.
Estos son ministerios ordinarios, de los cuales la Iglesia nunca puede prescindir. Los
maestros no tienen a su cargo la disciplina, ni la administración de los sacramentos, ni
hacer exhortaciones; su cargo únicamente es: EXPONER LA ESCRITURA, a fin de que
se conserve y mantenga la pura y sana doctrina en la Iglesia; en cambio, el oficio y
cargo pastoral abraza todas estas cosas. El ministerio de los maestros es semejante al
de los profetas antiguos; declarar la Palabra de Dios, sin los aspectos ceremoniales
del culto; mientras que los pastores tienen el mismo cargo que tenían los apóstoles,
con la sola diferencia de que cada pastor tiene a su cargo una iglesia determinada.
Para ser maestro de la Palabra de Dios no se necesita ser siempre oficial de la Iglesia,
ya que pueden ser maestros los mismos pastores, o los ancianos gobernantes, o los
diáconos, o con solamente ser miembros maduros de la Iglesia: Ef. 4:11-12; 1 Co. 1:17;
Hch. 13: 1-3. Pero para ser pastor, sí se necesita siempre ser maestro: 1Ti. 3:1-2; Tito
1:7-9; 2 Ti. 2:1-2, 15, 24-26.
1). El Señor manda a su profeta exclamar: ¡Cuán hermosos son sobre los montes los
pies de los que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del
bien, del que publica salvación..... (Is. 52:7).
2) El Señor Jesucristo llama “sal de la tierra” y “ luz del mundo” a sus apóstoles, y
demuestra con ello que otorga un singular beneficio y merced a los hombres al
enviarlos como maestros(Mt. 5:13-14).
3) El Señor demuestra el mayor aprecio hacia sus ministros, cuando les dice: “El que a
vosotros oye a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me
desecha a mí, desecha al que me envió.
4) El apóstol Pablo prueba que no hay en la Iglesia vocación ni dignidad más excelente
que el ministerio del evangelio, puesto que es ministerio del Espíritu, de la salvación y
la vida eterna (2 Co. 3:4-11).
5) Cuando Dios quiso iluminar al centurión Cornelio de una manera más completa en
la doctrina del evangelio, le envían un ángel para que lo conduzca a san Pedro (Hch.
10:1-6).
6) Cuando el Señor Jesús quiso llamar a san Pablo y recibirlo en su Iglesia, le envía un
hombre mortal para que reciba la doctrina de la salvación y ser por él bautizado (Hch.
9:6-19): Jesucristo, que es el único Maestro de los fieles, en lugar de enseñar a san
Pablo, lo envía a que le enseñe un hombre; sí, a san Pablo, el que fue arrebatado hasta
el tercer cielo (2Co. 12:2).
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¿ Quién se atreverá a menospreciar el ministerio de los hombres, o prescindir de él
como cosa superflua, cuando el Señor ha demostrado de tantos modos cuán
necesario es en su Iglesia ¿
Todas estas sentencias tan admirables y otras semejantes, vienen a parar a lo mismo:
que con nuestra negligencia no destruyamos ni menospreciemos la manera de
gobernar y conservar la Iglesia por el ministerio de los hombres, que el Señor ha
instituido para que permanezca siempre. Porque ni el sol, ni los alimentos y la bebida
son tan necesarios para la conservación de la vida presente, como lo es el oficio de
los apóstoles y pastores para la conservación de la Iglesia.
a) El Señor, cuando envió a sus apóstoles, les mandó que predicasen el Evangelio por
todo el mundo y que bautizacen a todos los creyentes en la remisión de los pecados
(Mt. 28:19): Antes, Cristo les había ordenado que distribuyesen el sacramento de su
cuerpo y de su sangre a ejemplo suyo (Lc. 22:14-19): Aquí está la ley inviolable
impuesta a todos los sucesores de los apóstoles: Predicar el Evangelio y Administrar
los Sacramentos.
b) San Pablo no habla solamente de sí mismo, sino de todos los pastores, cuando
doce: “Téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los
misterior de Dios” (1Co. 4:1-2).
Por tanto, la profesión de los que se llaman pastores, y por tales quieren ser tenidos,
es presidir la iglesia en forma tal que su dignidad no permanezca ociosa; que
instruyan al pueblo en la doctrina cristiana; que administren los sacramentos, y que
mediante oportunas amonestaciones corrijan las faltas, usando la disciplina paternal
que
Jesucristo ha ordenado, Porque Dios anuncia a todos aquellos que ja puesto como
atalayas de su Iglesia, que si alguno perece en su ignorancia a causa de la negligencia
de ellos, demandará su sangre de sus manos (Ez. 3:17-21): Y a todos los pastores se
les aplica lo que el apóstol Pablo dice de sí mismo: “Ay de mí, si no anunciare el
evangelio “ (1Co.9:16).
Aunque en todo este tema de: los oficiales de la Iglesia, estamos presentando los
estudios exegéticos del gran pastor de la Reforma del siglo XVI; Juan Calvino, de su
obra: Institución de la Religión Cristiana, libro IV, capítulos III y IV; es de mucha
importancia saber que es él el que nos habla en este punto, diciendo: “Para mantener
la paz de las iglesias es necesario guardar esta disciplina: que cada uno sepa lo que
ha de hacer y a dónde debe acudir, a fin de que no anden de un lado para otro
perturbándose entre sí, de lo cual nace la confusión, para que no desamparen a sus
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iglesias a su talante los que se preocupan más de su provecho propio que de la
edificación de la iglesia; hay que mantener en cuanto es posible, la aludida división de
las iglesias (por delegaciones pastorales), a fin de que cada uno (de los pastores) se
mantenga dentro de sus propios límites y de las obligaciones de su cargo, y no se
entremeta y usurpe el de los demás. Por tanto, todo el que tenga a su cargo una iglesia
sepa que está obligado a servirla conforme a la vocación a que Dios le ha llamado; no
que esté ligado de tal manera a ella que no pueda irse a otra parte, cuando la
necesidad pública lo exigiere, siempre que se haga con buen orden.”
La palabra de Dios enseña que no deben ser elegidos más que los de sana doctrina y
vida santa, que no estén manchados por ningún vicio notable que los haga
despreciables y sea causa de afrenta para su ministerio ( 1Ti. 3:1-7; Tito 1:7-9): Lo
mismo los pastores que los diáconos y ancianos.
5) la ceremonia de la ordenación.
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Los apóstoles, al elegir a alguno como ministro, no usaron más ceremonias que la
imposición de las manos. Es cosa muy provechosa enaltecer ante el pueblo la
dignidad del ministerio con semejante ceremonia, y advertir con ella al ordenado que
ya no se pertenece, sino que está dedicado al servicio de Dios y de su Iglesia (Hch.
13:3; 1 Ti. 4.14).
1) Los Apóstoles establecieron ancianos en cada iglesia Hch. 14:21-23; Tito 1:5; 2 Ti.
2:1-2
2) San Pablo, al despedirse de los ancianos de Efeso en Mileto, les dice que ellos son
“obispos” puestos por el Espíritu Santo, para que vean por el rebaño o la iglesia del
Señor. Por lo tanto, aquí se ve que la función del anciano es equivalente a la del
pastor, en el sentido de guiar, alimentar y velar por el bienestar de la iglesia: Hch.
20:17-31.
3) En su carta a Tito, el Apóstol indica que para corregir lo deficiente en las iglesias,
hay que establecer ancianos, los cuales tenían que llenar ciertos requisitos: Tito
1:5-9; 2:2.
4) San Pedro, en su primera carta, ruega a los ancianos que hagan un trabajo pastoral
en que no se use la fuerza, sino la buena disposición; en que no se busquen
ganancias mezquinas, sino de buena voluntad; que no se ejerza señorío, sino el
ejemplo cristiano: 1 Pe. 5:1-3.
5) En el libro de los Hechos, vemos a los ancianos tratando los preblemas de doctrina
e interpretación del significado de ser cristiano en su día: Hch. 15:1-29; 21: 17-25.
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9) La Iglesia no llega a ser realmente Iglesia, si no es instruída. Inspirada y guiada
para tener la oportunidad de ejercer su misión de proclamar el evangelio. Es
función de los Ancianos gobernantes y del pastor, como Consistorio de cada
iglesia local, velar por las actividades educativas, litúrgicas y evangelísticas: Hch.
2:41-47; Mt. 28:17-20; Prov. 22:6; 2 Ti. 3:15-17.
10) La actividad del Anciano de Iglesia es trabajar con, pero no por la congregación. La
meta educativa de la Iglesia es capacitar a cada miembro de la comunidad cristiana
y a toda la congregación en conjunto, para que desarrollen su vida en el contexto
de su fe en Jesucristo. La iglesia que no ha hecho su impacto en la vida de las
personas para que puedan ser efectivas y significativas, con el consiguiente fruto;
en esta línea es donde el Anciano de la Iglesia ha de encontrar su función más
importante (Ef. 4:7-16; 1 Co. 12:26-31; 14: 1-4).
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El pastor y todos los ancianos integran el equipo de autoridad espiritual de una
iglesia. Con objeto de que el Consistorio esté más interiorizado en la vida y actitud
de la iglesia, se requiere que para llegar a ser anciano gobernante, el candidato
tenga como mínimo dos años de ser miembro de la iglesia que lo elige (art. 33 del
Libro de Disciplina).
Con el propósito de dar oportunidad a mayor número de miembros de la iglesia, de
participar en el cuerpo gobernante, es aconsejable que no estén en funciones a la
vez los ancianos que tengan relación familiar de padre e hijo o de hermano (art. 34
de Disciplina).
Sólo el Consistorio, como cuerpo colegiado, ejercerán autoridad en uso de su
prudencia, experiencia y buen espíritu; pero fuera del Consistorio no podrán ejercer
ninguna autoridad, o tendrán sólo la inherente a la comisión que el Consistorio les
confiera (art. 35 de Disciplina).
Para esto, consúltese la Constitución, arts. 108 – 119 y la Disciplina, art. 39, de la
Iglesia Presbiteriana de México .
1) Cuidado de la vida espiritual de la iglesia local y de todas las congregaciones y
misiones a su cargo.
2) Celebrar reuniones ordinarias y extraordinarias, tanto para planear y evaluar
trabajos como para resolver problemas de gobierno.
3) Nombrar comisiones u organizaciones que sean necesarias para el funcionamiento
de la iglesia.
4) Pedir el consejo y la intervención del H. Presbiterio en su iglesia, en casos muy
necesarios.
5) En Concilio, con la Junta de Diáconos, formulará para cada año, un calendario de
actividades y un presupuesto de ingresos y egresos.
6) Los ancianos apoyarán plenamente la obra desarrollada por el pastor, si está
conforme a las Sagradas Escrituras. Pero si el pastor se desvía de la sana doctrina,
lo harán saber al H. Presbiterio, buscando siempre la pureza y la unidad de la
Iglesia.
7) En casos de desorden de algunos de los miembros de la iglesia, hará uso del
ejercicio de su autoridad, administrando disciplina, no arbitraria, sino conforme a la
Palabra de Dios y al Libro de Disciplina.
8) Es obligatorio hacerse representar ante los Cuerpos superiores: Presbiterio,
Sínodo y Asamblea General, cuando se convoque.
9) Informará de la estadística de su Iglesia, en cada reunión presbiterial, a través de su
representante.
10) Deberes cívicos. Proporcionar los datos que demanden las autoridades. Cuidar de
izar la bandera nacional en días cívicos.
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El más alto honor que puede recibir un hombre es el de ser elegido y ordenado
diácono de su iglesia. Ser diácono es ser “servidor de Cristo” y su trabajo debe ser de
servicio cristiano desinteresado y dedicado al Señor.
El diácono viene a ser la “sal” de la iglesia, porque así como este elemento
concentrado transforma el sabor de los alimentos, el diácono tiene la oportunidad de
darle a su iglesia un sabor espiritual.
La iglesia, por regla general, refleja en su crecimiento el trabajo que hacen los
diáconos. En virtud de esto se puede afirmar que hay bendición en la iglesia que tiene
un grupo de servidores de Cristo, que fielmente desempeñan sus funciones. De esta
manera el ministerio de la palabra de Dios es más poderoso y eficaz.
Por consiguiente, los apóstoles tenían una doble función: Se dedicaban a predicar,
enseñar y orar, y también a solucionar necesidades materiales. Estas
responsabilidades llegaron a ser agobiantes. Además, surgió un descontento
cuando un grupo creyó no estar recibiendo la parte correcta en la distribución
diaria.
Los apóstoles se dieron cuenta de la imposibilidad de llevar a cabo la doble tarea.
Por eso pidieron a la congregación que nombrará siete hombres con el propósito de
que ayudarán a “servir a las mesas”.
De esta manera estos “servidores” (diáconos, en el idioma griego) aliviaron la carga
de los apóstoles y se hicieron cargo de atender a las necesidades materiales de la
comunidad. Así que, los apóstoles podían darse por entero al trabajo espiritual ( que
es el trabajo de los pastores y los ancianos gobernantes en la actualidad): Predicar,
enseñar y orar.
La base de la institución del diaconado claramente se encuentra en esta función de
los “servidores de Cristo”. Este puesto especial para atender necesidades fue el
prototipo de lo que sería la labor posterior del diácono.
2. NOMBRE
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El título diácono proviene del griego “diakonein” que significa servir (diácono=
servidor, y diáconoi= servidores): De ahí que el diácono es un “Servidor de Cristo” en
la iglesia. El sirve al pueblo de Dios en el nombre de Cristo; así es que el término está
en armonía con la función que el diácono desempeña. Los “siete varones” nombrados
para ayudar a los apóstoles, fueron los antecesores de los diáconos que ahora sirven
en las iglesias en compañía del pastor.
3. REQUISITOS
1) “..... de buen testimonio”. Esto quiere decir “de quien se piensa bien o de quien se
tiene buena opinión”. La buena opinión acerca del diácono, para que tenga validez
debe venir de los demás. Un hombre puede hablar bien de sí mismo, pero es más
importante lo que otros digan de él. La conducta en la vida personal es una
recomendación de por sí. (Prov. 27: 2).
2). ..... “llenos del Espíritu Santo”. Ser llenos de la tercera persona de la Trinidad es
estar totalmente bajo el dominio de su dirección.
En los hechos de la vida diaria y en los asuntos internos de la vida espiritual, el
Espíritu Santo debe abarcar por completo a la persona y penetrar en ella.
4) “....lleno de fe”. Esteban tenía una idea clara y firme en torno del reino de Dios. Tuvo
valor, energía y entusiasmo para manifestar su creencia ante el enemigo. Hechos 6:10
nos dice que “no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”.
El capítulo once de Hebreos habla de la fe con un sentido de vigor y audacia. Los
diáconos han de ser más que hombres buenos. Deben caracterizarse por su valor, su
energía, su entusiasmo y su agresividad santa, para actuar por la fe.
1) “....honesto”. esto significa que debe ser honorable, decente, decoroso, recatado,
serio, de peso; porque el diácono tiene que tratar con personas de toda clase, edad y
tipo. Por eso tiene que ser un hombre firme y constante en su relación con Dios y con
los hombres.
No significa seriedad en contraposición con la alegría ni con la felicidad. El buen
humor no impide que un hombre sea un buen diácono.
La admonición del Apóstol Pablo es. “Gozaos en el Señor” y “regocijaos en el Señor
siempre” (Fil. 3.1 y 4:4). Un corazón alegre es de inapreciable valor en la vida cristiana.
2) “... sin doblez”. El diácono debe ser de una palabra. Debe mantener su posición ante
un asunto cualquiera delante de todas las personas. No puede decirle una cosa a una
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persona y otra cosa distinta a la otra. El hombre que no es consciente con lo que dice,
no es digno de confianza. Tal actitud de doblez o inconstancia es engendrada por la
intención de engañar. El engaño, a su vez, trae división y sospecha.
Un oficial de la iglesia generalmente conoce muchos asuntos íntimos de los
miembros. Lo que él sabe, debe mantenerlo en la confidencia más estricta. El diácono
que visite a los miembros de la congregación, conocerá más a fondo los problemas y
no hablará a la ligera, sino con toda la verdad. Así será un hombre honrado y
cuidadoso en el uso de sus palabras.
3) “...No dados a mucho vino”. En los tiempos del Apóstol Pablo y Timoteo, el vino era
una bebida tan usada como lo es hoy el té o el café. Entonces, en relación con esta
bebida que era tan común, la idea encerrada en esta declaración corresponde a “no
tener la mente puesta en el exceso de vino”, el diácono debía ser un hombre
cuidadoso en no beber mucho vino. Algunos creen que el espíritu de interpretación da
en este punto libertad para el uso de las bebidas embriagantes “no en exceso”: Pero,
un estudio más cuidadoso de la Biblia y, tomando en cuenta los grandes males que
causa el alcoholismo y el fracaso casi total de los esfuerzos por la moderación, revela
que la posición más segura del cristiano en cuanto a las bebidas embriagantes, debe
ser la de abstenerse completamente de ellas. Más aún, el espíritu cristiano demanda la
abolición completa del tráfico de licores.
El diácono no debe tomar licor y, por consiguiente, tampoco debe promover su venta.
Sí, debe apoyar los movimientos antialcohólicos: Lc. 1.15-16; Ef. 5:18-20.
“.... que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia”. Implica una fe sin ninguna
duda, en el conocimiento de Cristo y de su salvación.
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1) “....sean sometidos a prueba primero”. El diácono no debería ser nombrado a la
ligera. Antes de ser ordenado, debe demostrar que es cristiano verdadero,
consagrado al Señor. No es correcto nombrar diácono a un individuo que no esté listo
para ello. La iglesia debe descubrir, por el tipo de vida que lleva, cuando un hombre
está listo para ser diácono.
La Biblia dice: “No impongas con ligereza las manos a ninguno” (1 Ti. 5.22): Esta es
una amonestación en contra de las ordenaciones hechas demasiado a la ligera. El
“servidor de Cristo” tiene que estar bien entrenado, para que ejerza bien el diaconado,
para que gane para sí un grado honroso (1Ti. 3.13).
2)”.... que gobiernan bien sus hijos y sus casas”. Lo hará mediante la entrega de sí
mismo en amor íntegro a su familia. Esto quiere decir que debe dedicarse tiempo a su
familia, amar el compañerismo con ella, disciplinar a los hijos cuando sea necesario, y
proveer tanto para las necesidades materiales como para las espirituales. La
capacidad que Dios le ha concedido para cuidar a la iglesia, aumentará su sabiduría
para gobernar bien su propio hogar.
Dado que hay un sinnúmero de funciones que deben desempeñar los diáconos,
esbozaremos lo más importante para el día de hoy.
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7) Reunirse con el H. Consistorio para planes de trabajo y presupuestos anuales, o
para evaluaciones del trabajo.
8) Ser ejemplos de todos los miembros de la iglesia en la asistencia a los cultos, y
colaborar en el desarrollo espiritual de la iglesia.
Como oficiales de la Iglesia, los diáconos también deberán preocuparse para estudiar
los artículos de fe y los libros de gobierno y Disciplina de la Iglesia Presbiteriana,
como son: Confesión de fe, Catecismo Mayor y Menor, Constitución, Disciplina; pero
también deberán adquirir libros de doctrina bíblica, Diccionario bíblico, Concordancia,
Comentarios exegéticos, etc. Todo esto, para que tengan una cultura evangélica de
enseñanza sólida.
SUPLEMENTO:
1) Las Noventa y Cinco Tesis, de Martín Lutero, del 31 de octubre de 1517, inicio
decidido de la Reforma de la Iglesia Cristiana, conforme con la Santa Biblia.
2) La cautividad babilónica de la Iglesia, de Martín Lutero, de 1520.
3) La libertad del cristiano, de Martín Lutero, de 1520.
4) Breve Tratado de la Santa Cena, de Juan Calvino, de 1539.
5) Manual de Doctrina Cristiana, de Luis Berkhof.
6) Teología Sistemática, 2 tomos, de Charles Hodge.
7) Teología Sistemática, de Luis Berkhof.
8) Teología Sistemática, 2 tomos, de Paul Tillich.
9) Principios de interpretación bíblica, de Luis Berkhof.
10) El Sentido Presbiteriano de la Vida, de Juan Alejandro Mackay.
11) El Orden de Dios y el desorden del Hombre, de Juan A. Mackay.
12) Prefacio a la Teología Cristiana, de Juan A. Mackay.
13) Introducción a la Teología Evangélica, de Karl Barth (Colección: “Obras
Clásicas del Protestantismo”, ediciones La Aurora).
14) El Otro Cristo Español, de Juan A. Mackay.
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15) El Culto Cristiano. Su esencia y su celebración, de Jean Jacques Von Allmen.
16) El Culto Cristiano. Su evolución y sus formas, de William D. Maxwell.
17) La Evangelización de la Iglesia Primitiva, de Michael Green.
18) Misión en transformación, de David J. Bosch.
19) Bases bíblicas de la Misión, editor: C. René Padilla.
20) Política y Academia Escriturales, de H. Evan Runner.
21) Raíces de la cultura occidental: las opciones pagana, secular y cristiana, de
Herman Dooyeweerd.
22) Descubre la Biblia, de Edesio Sánchez Cetina, de Sociedades Bíblicas Unidas.
23) Teoría y práctica de la predicación, de Cecilio Arrastía.
24) Hacia una administración eficaz, por Guillermo Luna.
25) Principios y Alternativas del Trabajo Pastoral, de Alberto Barrientos.
26) Psicología Pastoral para todos los cristianos, de Jorge A.León.
27) Psicología Pastoral de la Iglesia, de Jorge A. León.
28) Historia del Cristianismo, 2 tomos, de Justo L. González.
29) Historia del Cristianismo en América Latina, de Pablo Alberto Deiros.
30) Historia del Protestantismo en América Latina, de Jean Pierre Bastian.
31) Orígenes del Presbiterianismo (en México), de Joel Martínez, El Faro.
32) Los que sembraron con lágrimas, de Apolonio C. Vázquez, El Faro.
33) Libro del Centenario de la Iglesia Presbiteriana en México, 1972. INPM.
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SOLO A DIOS LA GLORIA.
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