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FUNDAMENTOS ADMINISTRATITVOS

DE LA IGLESIA REFORMADA Y PRESBITERIANA


Por
Ladislao Domínguez Clara,
Oaxaca, México, octubre de 1981.

CAPITULO I
LO QUE ES LA IGLESIA PRESBITERIANA

DEFINICION. La Iglesia Presbiteriana se llama así por su forma de gobierno y de


organización. Su gobierno está en manos de los “presbíteros” (del idioma griego del
Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo: “presbiteroi”, que significa ancianos
o mayores). En la Iglesia, son los ancianos o mayores en la fe y en la práctica de los
seguidores de Jesucristo (Hechos de Los Apóstoles 14:21-23; 15:1-35;; Tito 1:5-9).
Hay dos tipos de presbíteros:

I.- Los Ancianos Docentes Son los que tienen por profesión, ser Ministros de la
Palabra de Dios y de los Sacramentos, por la carrera de la formación bíblico-teológica
en algún Seminario o Instituto Bíblico; y por tanto, el ministerio de la enseñanza con
las Sagradas Escrituras. Por esto mismo son llamados: Presbíteros Docentes o
Pastores Ordenados al Santo Ministerio (Efesios 4:11-16; Jeremías 23:3-5; 1 Timoteo
3:1-7; 1 Pedro 5:1-4).

II.- Los Ancianos de Iglesia. Son los dirigentes más capacitados y honrosos de cada
iglesia local, elegidos y nombrados por sus mismas iglesias y ordenados como
oficiales laicos de sus iglesias locales, por el Honorable Presbiterio de una región
(asociación de cinco o más iglesias locales con sus ancianos de iglesia), para que
sirvan como representantes y de enlace, entre sus iglesias y el Presbiterio, en asuntos
de ORGANIZACIÓN, DOCTRINA, GOBIERNO Y DISCIPLINA (Hechos 20:17-38; 1
Timoteo 4:14-16).

PRINCIPIOS ADMINISTRATIVOS:

I.- EL JEFE Y CABEZA. La Iglesia Presbiteriana tiene como único Jefe y Cabeza al
Señor Jesucristo. Su Jefe y Cabeza no es algún ser humano nacional o extranjero,
sino el único Hijo de Dios que vino del cielo, siendo Dios se hizo Hombre, Hombre
Pleno y Varón Perfecto; siendo el único Señor y Salvador del mundo, Cada una de las
iglesias locales y cada uno de los creyentes, se siente, como lo es, miembro de una
gran fraternidad universal que es LA IGLESIA, el CUERPO DE CRISTO, cuya Cabeza es
Cristo únicamente (Efesios 1:21-23; 4:15-16; Hebreos 4:14-16; 8:1-2; Filipenses 2:1.11;
Colosenses 1:15.20). La Iglesia Presbiteriana procura hacer todas las cosas para la
gloria de Dios y no para agradar a los hombres (Colosenses 3:23-24; 1 Corintios 10:31;
Efesios 1:6; Gálatas 1: 9-10).

II.- REGLA DE FE. La única regla de fe y de práctica de la Iglesia Presbiteriana es: LA


SAGRADA ESCRITURA DE LA SANTA BIBLIA, PALABRA DE DIOS (2 Timoteo 3:15-17).
Todos sus libros de doctrina, organización, disciplina, y de servicio, se usan a la luz de
la Palabra de Dios, sólo como instrumentos que facilitan el trabajo de la iglesia;
siempre con El Libre Examen y con la guía de la Sagrada Escritura o profecía divina (1

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Tesalonicenses 5:12-24; Salmo 119:9-16; 119:105; San Juan 5:24; 1 Pedro 1:23-25; San
Mateo 4:4).

III.- LA VOLUNTAD DE DIOS ANTES QUE LAS COSTUMBRES HUMANAS. La Iglesia


Presbiteriana no es de los que enseñan mandamientos de hombres, ni de los que se
aferran a la tradición, invalidando el mandamiento de Dios (San Marcos 7:6-9); y
mucho menos de los que engañan empleando con astucia las artimañas del error
(Efesios 4:14). Los usos y costumbres de los humanos, no siempre son fieles con
Dios; en las culturas populares y políticas, ciertamente hay buenas costumbres que
son dignas de perpetuarse y preservarse; pero también hay costumbres depravadas y
de corrupción, que son para muerte y destrucción del Pueblo (como son los robos en
campos ajenos; las borracheras en la mayor parte de las semanas; las violencias
familiares y violaciones a las mujeres; las supersticiones, brujerías, y actos de codicia,
envidia, celos enfermizos; las vagancias, la ociosidad, la pereza, y cosas similares
(que son prácticas del humano enajenado en naturaleza depravada; en contra del
deseo y leyes del Espíritu de Dios que son: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Bondad,
Benignidad, Fe, Mansedumbre, y Dominio Propio o Templanza (Cf. Gálatas 5:16-6:10).

IV.- HUMILDAD ANTES QUE LA SOBERBIA Y LA VANAGLORIA. Es una Iglesia que


reconoce sus limitaciones actuales, entre tanto estemos en este mundo ( Filipenses
3:12-16; 1 Corintios 13:12-13; 1 Juan 3: 2-3). Pero sus limitaciones no son pretexto
para pecar deliberadamente; sabiendo que pisotear la sangre del Pacto de la Gracia de
Dios que es en Jesucristo es pecado sin perdón (Hebreos 10:26-31).

V.- CREEMOS EN LA IGLESIA UNIVERSAL. La Iglesia Presbiteriana sabe, por la


Sagrada Escritura, que es parte integrante de la Iglesia Universal del Dios Viviente, y
que es columna y baluarte de la verdad ( 1 Timoteo 3:15; A los Romanos 12:3-5; 15:1-
7).

VI.- NO ES UNA SECTA FALSA, SINO IGLESIA CRISTIANA. La Iglesia Presbiteriana no


es denominacionalista o sectarista; no dice que sólo los que se unan a ella serán
salvos, o que sólo sus miembros son los verdaderos cristianos; esto sería mentira.
Sabemos que sólo en Jesucristo hay salvación (Hechos 4:12). Nosotros somos
colaboradores de Dios (1 Corintios 3:9-11); y si muchas veces trabajamos bien, es sólo
por la gracia de Dios (1 Corintios 15: 10-11. La Iglesia Presbiteriana sencillamente es y
quiere ser siempre: La Iglesia Cristiana, según las determinaciones de la Santa Biblia.

VII.- ES IGLESIA BÍBLICA, EVANGÉLICA Y APOSTÓLICA. La Iglesia Universal, que se


compone de los verdaderos creyentes en Cristo, sin importar su denominación, ni su
nacionalidad, ni el tiempo en que viven; sino que son uno en y con Jesucristo (San
Juan 10:27-29; 17:20-21; San Mateo 8:11), desde sus comienzos en Jerusalén por el
año 30 de nuestra Era Cristiana; cuando no ha caído en corrupciones de sus
dirigentes, ha tenido un gobierno presbiteriano, con ancianos en cada ciudad y
población, quienes en unión con los Ministros o Apóstoles de aquel tiempo dirigían y
cuidaban la Iglesia del Señor, de la cual ellos eran miembros (Hechos 15:1-6; 1 Pedro
5:1-4).

VIII.- LA IGLESIA DEL AT Y DEL NT ES UNA. Desde antes de la vida terrenal del Señor
Jesús, ha existido la Iglesia Evangélica de Dios, por las Buenas Noticias de Salvación
del Dios Eterno (Romanos 10:15-18 y Gálatas 3:6-9), y ha tenido un gobierno
Teocrático-Democrático Representativo. Teocrático, porque es gobierno de Dios;

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Democrático, porque es para beneficio de todo el pueblo de Dios; y Representativo,
porque Dios llama y capacita a algunos del Pueblo, para que sean los dirigentes fieles
a Dios y al pueblo; no para que hagan sus propios caprichos. Este gobierno estaba
basado en El Pacto de la Gracia de Dios para con su Pueblo (Génesis 12:1-3; 15:18-21;
17:1-27; 22:15-18). El pueblo de Dios aceptó gozoso este Pacto, y practicó este tipo de
gobierno (Exodo 24: 1-18; 18: 19-26; Salmo 107: 31-32; Proverbios 11:14). La Iglesia
Presbiteriana ha heredado este tipo de gobierno, a base de ancianos, tanto de la
Iglesia Pre-Cristiana del Antiguo Testamento, como de la Iglesia Cristiana de los
tiempos de Cristo y de los apóstoles (Gálatas 3:26-29).

IX.- En los tiempos actuales, hay tres tipos fundamentales de gobierno de la Iglesia, y
estos son:

A. EL GOBIERNO EPISCOPAL. Donde los que determinan todo son los obispos o
ministros profesionales, y el Pueblo sólo tiene que recibir y aceptar todo.
Mientras los obispos sigan los principios de la Palabra de Dios, todo está bien;
el problema está cuando se impone mandamientos simplemente de hombres.

B. EL GOBIERNO PRESBITERIANO. En donde lo que se determina es con la


participación de Ministros juntamente con los Ancianos de las iglesias locales.
Las iglesias locales se asocian en números de cinco en adelante, a niveles
regionales, con sus respectivos Pastores. Estas asociaciones son llamadas
“Presbiterios”.

C. EL GOBIERNO CONGREGACIONAL. Aquí se dice que toda la congregación es la


autoridad, y que no hay necesidad de nombrar representantes ni dirigentes, ni
de asociarse entre varias iglesias y varios pastores; cada pastor es
independiente de los demás. Aunque se dice que es la democracia pura, pero
siempre terminará en una de estas formas: en anarquía y disolución, o en
dictaduras absolutistas de una persona o de unas cuantas personas, o en su
caso positivo terminan organizándose en Cuerpos Colegiados o Fraternidades,
a manera de Presbiterios.

X.- DE GOBIERNO DIVINO, NO DE GUSTOS HUMANOS. El gobierno eclesiástico


Presbiteriano tiene sus fuentes y raíces en la sabiduría de Dios, revelada en la Biblia.
No termina en la dictadura de unos cuantos; pero tampoco en una anarquía en donde
nadie es dirigente nombrado y todos quieren ser jefes. La congregación en general,
tiene su participación, su derecho y privilegio, precisamente en nombrar a sus
dirigentes, no de acuerdo a sus conveniencias o desidias, sino de acuerdo al consejo
de Dios en las Sagradas Escrituras. Es más importante que los Ancianos lleven la voz
de Dios que la voz del pueblo mismo, tanto al pueblo como a las reuniones de los
dirigentes,. El pueblo necesita ser alimentado con todo el consejo de Dios para su
desarrollo normal (Hch. 20:20, 26-28, 34, 35).

XI.- COLABORACION IGLESIA-ESTADO. Por la instrucción de la Palabra de Dios, los


cristianos hemos de colaborar para una estructura de gobierno, tanto en la Iglesia
como en lo Civil, que manifieste la gloria de Dios, haciendo el bien y protegiendo a los
que hacen el bien (1 Pedro 2:11-17; Romanos 13:1-10; Gálatas 6:6-10; 1 Timoteo
5:17-19; Hebreos 13:7, 17-18); siempre cumpliendo con los dos mandamientos
fundamentales de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo: 1) el amor al Señor Dios, con
todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas; y 2) el amor al prójimo, como a uno

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mismo (San Marcos 12:30-31). Pero también, anticipar el justo castigo de Dios contra
los malhechores, a través de la aplicación de la Disciplina del Señor; la Iglesia, por
medio de sus disciplinas morales y espirituales: Exhortaciones, Amonestaciones,
Suspensión de los Sacramentos, Suspensión de derechos de membresía, y hasta la
excomunión definitiva de la Iglesia (Hebreos 12:1-11; San Mateo 16:18-19; 18:15-22; 1
Corintios 6:1-11; 5:1-13). Se deja y se confía a las Autoridades Civiles el ejercicio de
las Disciplinas judiciales físicas y materiales, según lo estipula la Biblia (A Los
Romanos 13:1-6).

XII.- EL GOBIERNO INTERNO ES FRATERNAL, NO DE JERARQUÍA. El Gobierno en el


Pueblo de Dios, no es para enseñorearse de los gobernados, ni para que los
gobernantes se sirvan o se hagan servir del pueblo, sino que todos los hijos de Dios
se sirven los unos a los otros, en ayuda y en apoyo mutuo; porque viven, como su
Señor Jesús: “NO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR” (San Marcos 10:42-45;
Gálatas 5:13; Efesios 4:15-16).

CAPITULO II
CUERPOS ECLESIASTICOS DE AUTORIDAD
MORAL Y ESPIRITUAL

En el presbiterianismo no hay alguna persona en particular que sea el único grande, o


el más grande que esté sobre todos los demás; la autoridad espiritual, después de la
de Dios en las Sagradas Escrituras, siempre está en los Cuerpos Colegiados (equipos
de representantes); lo que vale son los acuerdos tomados en grupo y en reuniones
oficiales, no las opiniones particulares.

Con el crecimiento mundial de la Iglesia en los dos milenios de nuestra Era Cristiana,
la Iglesia Presbiteriana tiene los Honorables Cuerpos Eclesiásticos de Autoridad
espiritual y moral siguientes:

I. EL CONSISTORIO. Es el Consejo local de cada iglesia, constituido por el Pastor y


tres o más Ancianos de Iglesia. Se organiza, para sus reuniones, con su presidente y
su secretario. El Pastor, titular u oficiante, es, por razones de oficio y de prudencia, el
presidente del Consistorio; excepto cuando por alguna razón especial sea preferible
que presida otro Pastor; pero este tiene que ser del mismo Presbiterio. Un pastor
puede estar trabajando con una iglesia en tres formas: De tiempo completo o titular;
Comisionado por el Presbiterio para visitas constantes; y de Oficiante, sólo para que la
iglesia sepa a quién recurrir en sus necesidades de actos especiales.

II. EL PRESBITERIO. Es el consejo formado por la asociación de cinco o más


consistorios e iglesias, con sus cinco Ministros debidamente ordenados como
Pastores Titulares, en una determinada región o distrito. En las reuniones del
Presbiterio, se requiere la presencia de todos los Ministros y un Anciano de cada
iglesia, como representante oficial, en cada reunión ordinaria y extraordinaria;
constituyéndose así el H. Presbiterio, en calidad de Autoridad, en donde nombran un
presidente, secretario y tesorero, como Mesa Directiva; y sus encargados de los
Ministerios o Departamentos; quienes fungirán como Integrantes Directivos de la
Autoridad espiritual y moral, por el período que determine la asamblea o sus

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Estatutos. Pero, todos los Presbíteros Pastores y Ancianos de Iglesia, reunidos en el
momentos de los nombramientos, permanecen como Miembros Oficiales del
Honorable Presbiterio, hasta que sean suplidos o sustituidos, por notificación de sus
iglesias o por acuerdo del mismo Presbiterio, en siguientes reuniones ordinarias.

EL H. Presbiterio es, bíblicamente, la UNIDAD ADMINISTRATIVA de la Iglesia en su


sentido y carácter Universal. Por ello mismo, tiene las funciones siguientes:

1) Ordena o titula pastores (1 Timoteo 4:14);


2) Define asuntos de Doctrina y Disciplina (Hechos 15:1-35);
3) Administra una parte de las ofrendas y donativos de las iglesias, honradamente
y delante del Señor, procurando la igualdad en todas partes (1 Corintios 16:1-4;
2 Corintios 9; 6-15; 8:13-14 y 19-21; Filipenses 4:17-20);
4) Supervisa el trabajo de los pastores, misioneros y evangelistas (1Timoteo 4:9-
16; 1:1-4; 2 Timoteo 2:1-7 y 15-16; 4:1-5; Tito 1:1-5);
5) Es responsable del salario justo y honesto para los obreros del evangelio al
servicio del Reino de Dios (1Corintios 9:7-14; 1 Timoteo 5:17-18). Tiene que
establecer relaciones de servicio pastor-iglesia.
6) Es responsable de la enseñanza de las buenas noticias de la salvación en
Cristo, por medio de la distribución de sus obreros (San Lucas. 10:1-12; San
Mateo 10 :10:1-15 ; 28: 16-20);

7) Enseña a los hombres a trabajar, no para que sean ricos egoístas, sino para que
sean generosos en la obra de Dios y para las necesidades humanas (Hechos
20:35; 1 Tesalonicenses 4: 9-12; 2 Tesslonicenses. 3:10-13; 1 Ti. 6:18-19;
Proverbios 11:24-25; San Lucas 12:32-34).

III. EL SINODO. Se constituye con la asociación de tres o más presbiterios


debidamente organizados, en una zona más amplia que un Presbiterio. Es una
asociación mas de tipo fraternal, para ayudarse los presbiterios a trabajar con criterios
unificados y principios generales de la Palabra de Dios. A sus reuniones tienen que ir
representantes de los Presbiterios miembros.

IV. LA ASAMBLEA GENERAL. La Respetable Asamblea General se constituye con la


asociación de todos los Presbiterios y Sínodos existentes en una Nación; para que
puedan dar razón de su fe y esperanza en Dios, ante las condiciones políticas,
sociales, económicas, morales y legales de su Patria temporal; siendo sal y luz para
sus compatriotas que todavía moran en las tinieblas. Es un testimonio vivo de la
Unidad de la Iglesia en un País concreto en el tiempo y en el espacio.

Todos estos Cuerpos Eclesiásticos son de Autoridad Espiritual y Moral. Espiritual,


porque apacientan la Iglesia del Señor (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2-4); Moral, porque
juzgan los problemas de los creyentes en el amor cristiano (1 Corintios 6:1-3; Gálatas
6:1; Ezequiel 3:16-21; San Mateo 18:15-17; Tito 3:10-11; 2 Timoteo 2:24-26; 1 Corintios
5:1-13).

LA UNIVERSALIDAD DE LA IGLESIA PRESBITERIANA. Los cristianos presbiterianos


creemos en la Iglesia Universal, y por tanto, en la COMUNION DE LOS SANTOS, de
todas las naciones y de todas las razas, con un sentido de verdadera hermandad. Pero
esta comunión no es por intereses mezquinos, como el afán de dominación y de poder

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sobre otros pueblos, o de conseguir ayudas en actitud de servilismo; pues estas
actitudes enfermizas son obras de la carne y no del Espíritu. En el espíritu de sana
interdependencia y comunión, se han formado asociaciones internacionales y
mundiales de iglesias presbiterianas, en donde la Iglesia Nacional Presbiteriana de
México se hace representar. La otra parte de la universalidad de la iglesia
Presbiteriana consiste en que ella reconoce y ama a las otras denominaciones y
organizaciones cristianas, y está siempre presta a servir y a auxiliar en las causas
comunes.
CAPITULO III
DE LOS OFICIALES DE LA IGLESIA

Los oficiales de la Iglesia según la forma de Gobierno de la Iglesia Presbiteriana, de


acuerdo a la Palabra de Dios, son: a) Los Ministros o Pastores, b) Los representantes
del pueblo o Ancianos de Iglesia, y c) Los Diáconos. Para cada clase de estos oficiales
se establecen, conforme con la Palabra de Dios, privilegios y responsabilidades. El
uso indebido de los privilegios y el incumplimiento de las responsabilidades, merecen
normas disciplinarias, las cuales se establecen con toda claridad en la Biblia.

I. DE LOS MINISTROS, PASTORES O ANCIANOS DOCENTES.

Para gobernar su Iglesia, Dios se sirve del ministerio de los hombres; no que resigne
en ellos su honor y superioridad, sino que por medio de ellos realiza su obra, ni más ni
menos que como un obrero se sirve de su instrumento; pero la excelencia del poder es
de Dios, como un tesoro colocado en vasos de barro (2 Corintios 4:5-7)

Jesucristo, nuestro Salvador, que tiene toda potestad en el cielo y en la tierra (Mt.
28:18-20), es el que ha dado a su Iglesia Una Constitución, es decir, una forma de
organizarse. Leamos la Palabra en Ef. 4:10-16. Aquí nos damos cuenta que la Iglesia
no puede conservarse en su ser y perfección más que ayudándose de los medios que
el Señor ha ordenado para su conservación. Por esto, Cristo constituyó a sus diversos
tipos de Ministros de su Palabra : Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Pastores y
Maestros (Cf. Juan Calvino: Institución de la Religión Cristiana, Libro IV).

Los oficios de Apóstol, de Profeta y de Evangelista, son ministerios extraordinarios y


no ordinarios, es decir, no han sido instituidos para ser permanentes en la Iglesia, ni
que esperemos que en todas las iglesias locales se levanten dichos ministros. En
primer lugar, el Señor los suscitó con su gracia al principio, cuando el evangelio
comenzó a ser predicado, para echar por todo el mundo los fundamentos de la Iglesia,
como primeros y principales maestros y artífices del edificio (Ef. 2:20-22): En segundo
lugar, no se niega que Dios pueda y quiera levantar estos ministerios en su Iglesia,
pero lo hace de vez en cuando, según lo requiere la necesidad.
Como se ve en Ef. 2.20, el fundamento de la Iglesia Cristiana es Jesucristo mismo,
quien nos habla por medio de sus Apóstoles y sus Profetas. Los evangelistas, son los
que en oficio y dignidad venían después de los Apóstoles, como auxiliares o como
continuadores de la obra apostólica. De los evangelistas fueron Lucas, Timoteo, Tito u
otros semejantes, como los setenta discípulos que Jesucristo envió: Lc. 10;1-2. Es el
ministerio de los evangelistas que sigue extendiendo y continuando el ministerio del
apostolado en todas las naciones: Ro. 1:5. En este sentido, podemos decir que: los
Apóstoles, fueron los evangelistas iniciales, y los evangelistas son los continuadores

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de los Apóstoles; pero unos y otros, han sido del mismo oficio. Por eso se habla de
solamente dos ministerios fundamentales: Los Apóstoles y los Profetas.

Los oficios que han sido instituidos para ser permanentes en la Iglesia, son: el
ministerio de los Pastores, y el de los Maestros.

Estos son ministerios ordinarios, de los cuales la Iglesia nunca puede prescindir. Los
maestros no tienen a su cargo la disciplina, ni la administración de los sacramentos, ni
hacer exhortaciones; su cargo únicamente es: EXPONER LA ESCRITURA, a fin de que
se conserve y mantenga la pura y sana doctrina en la Iglesia; en cambio, el oficio y
cargo pastoral abraza todas estas cosas. El ministerio de los maestros es semejante al
de los profetas antiguos; declarar la Palabra de Dios, sin los aspectos ceremoniales
del culto; mientras que los pastores tienen el mismo cargo que tenían los apóstoles,
con la sola diferencia de que cada pastor tiene a su cargo una iglesia determinada.
Para ser maestro de la Palabra de Dios no se necesita ser siempre oficial de la Iglesia,
ya que pueden ser maestros los mismos pastores, o los ancianos gobernantes, o los
diáconos, o con solamente ser miembros maduros de la Iglesia: Ef. 4:11-12; 1 Co. 1:17;
Hch. 13: 1-3. Pero para ser pastor, sí se necesita siempre ser maestro: 1Ti. 3:1-2; Tito
1:7-9; 2 Ti. 2:1-2, 15, 24-26.

DIGNIDAD Y EXCELENCIA DE LOS MINISTERIOS DE LA PALABRA

1). El Señor manda a su profeta exclamar: ¡Cuán hermosos son sobre los montes los
pies de los que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del
bien, del que publica salvación..... (Is. 52:7).

2) El Señor Jesucristo llama “sal de la tierra” y “ luz del mundo” a sus apóstoles, y
demuestra con ello que otorga un singular beneficio y merced a los hombres al
enviarlos como maestros(Mt. 5:13-14).

3) El Señor demuestra el mayor aprecio hacia sus ministros, cuando les dice: “El que a
vosotros oye a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me
desecha a mí, desecha al que me envió.

4) El apóstol Pablo prueba que no hay en la Iglesia vocación ni dignidad más excelente
que el ministerio del evangelio, puesto que es ministerio del Espíritu, de la salvación y
la vida eterna (2 Co. 3:4-11).

5) Cuando Dios quiso iluminar al centurión Cornelio de una manera más completa en
la doctrina del evangelio, le envían un ángel para que lo conduzca a san Pedro (Hch.
10:1-6).

6) Cuando el Señor Jesús quiso llamar a san Pablo y recibirlo en su Iglesia, le envía un
hombre mortal para que reciba la doctrina de la salvación y ser por él bautizado (Hch.
9:6-19): Jesucristo, que es el único Maestro de los fieles, en lugar de enseñar a san
Pablo, lo envía a que le enseñe un hombre; sí, a san Pablo, el que fue arrebatado hasta
el tercer cielo (2Co. 12:2).

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¿ Quién se atreverá a menospreciar el ministerio de los hombres, o prescindir de él
como cosa superflua, cuando el Señor ha demostrado de tantos modos cuán
necesario es en su Iglesia ¿

Todas estas sentencias tan admirables y otras semejantes, vienen a parar a lo mismo:
que con nuestra negligencia no destruyamos ni menospreciemos la manera de
gobernar y conservar la Iglesia por el ministerio de los hombres, que el Señor ha
instituido para que permanezca siempre. Porque ni el sol, ni los alimentos y la bebida
son tan necesarios para la conservación de la vida presente, como lo es el oficio de
los apóstoles y pastores para la conservación de la Iglesia.

EL TRABAJO, LA VOCACION, LA ELECCION Y LA ORDENACION DE LOS PASTORES

1) El ministerio de los pastores es semejante al de los apóstoles.

a) El Señor, cuando envió a sus apóstoles, les mandó que predicasen el Evangelio por
todo el mundo y que bautizacen a todos los creyentes en la remisión de los pecados
(Mt. 28:19): Antes, Cristo les había ordenado que distribuyesen el sacramento de su
cuerpo y de su sangre a ejemplo suyo (Lc. 22:14-19): Aquí está la ley inviolable
impuesta a todos los sucesores de los apóstoles: Predicar el Evangelio y Administrar
los Sacramentos.

b) San Pablo no habla solamente de sí mismo, sino de todos los pastores, cuando
doce: “Téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los
misterior de Dios” (1Co. 4:1-2).

c) La enseñanza de la palabra fiel para la vida cristiana, es la ocupación permanente,


continua y progresiva de los pastores en sus iglesias: Mt. 28:20; Hch. 20:20,21,31; Tito
1:9.

Por tanto, la profesión de los que se llaman pastores, y por tales quieren ser tenidos,
es presidir la iglesia en forma tal que su dignidad no permanezca ociosa; que
instruyan al pueblo en la doctrina cristiana; que administren los sacramentos, y que
mediante oportunas amonestaciones corrijan las faltas, usando la disciplina paternal
que
Jesucristo ha ordenado, Porque Dios anuncia a todos aquellos que ja puesto como
atalayas de su Iglesia, que si alguno perece en su ignorancia a causa de la negligencia
de ellos, demandará su sangre de sus manos (Ez. 3:17-21): Y a todos los pastores se
les aplica lo que el apóstol Pablo dice de sí mismo: “Ay de mí, si no anunciare el
evangelio “ (1Co.9:16).

2) A cada pastor se le confía la carga y el servicio de una o de unas iglesias.

Aunque en todo este tema de: los oficiales de la Iglesia, estamos presentando los
estudios exegéticos del gran pastor de la Reforma del siglo XVI; Juan Calvino, de su
obra: Institución de la Religión Cristiana, libro IV, capítulos III y IV; es de mucha
importancia saber que es él el que nos habla en este punto, diciendo: “Para mantener
la paz de las iglesias es necesario guardar esta disciplina: que cada uno sepa lo que
ha de hacer y a dónde debe acudir, a fin de que no anden de un lado para otro
perturbándose entre sí, de lo cual nace la confusión, para que no desamparen a sus

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iglesias a su talante los que se preocupan más de su provecho propio que de la
edificación de la iglesia; hay que mantener en cuanto es posible, la aludida división de
las iglesias (por delegaciones pastorales), a fin de que cada uno (de los pastores) se
mantenga dentro de sus propios límites y de las obligaciones de su cargo, y no se
entremeta y usurpe el de los demás. Por tanto, todo el que tenga a su cargo una iglesia
sepa que está obligado a servirla conforme a la vocación a que Dios le ha llamado; no
que esté ligado de tal manera a ella que no pueda irse a otra parte, cuando la
necesidad pública lo exigiere, siempre que se haga con buen orden.”

3) La vocación de los ministros de la Iglesia.

Para que no se entrometan temerariamente en el oficio de enseñar o regir la Iglesia


ciertos espíritus ligeros y sediciosos, el Señor ha ordenado expresamente que no
entre nadie en un oficio píblico eclesiástico sin vocación. Para que uno pueda ser
legítimo ministro de la Iglesia, es necesario que sea llamado debidamente (Heb. 5:4;
Ro. 11.29; Ti. 1:12); que luego responda a su vocación; es decir, que cumpla bien el
cargo que ha aceptado (Ro. 1:1; 2 Pe. 1:1): Por que todo debe hacerse en la Iglesia
“decentemente y con orden” (1 Co. 14:40): Esta vocación interior es una buena
seguridad, que debemos tener en el corazón, de que no entramos en este estado por
ambición, ni por avaricia, sino por un verdadero temor de Dios y por el celo de edificar
la Iglesia. Esto es absolutamente necesario en cada uno de los que somos ministros,
si queremos que Dios apruebe nuestro ministerio.
No obstante, si alguno entra en ministerio con mala conciencia, no deja por eso de ser
llamado legítimamente en cuanto a la Iglesia, si su maldad no es descubierta.

La palabra de Dios enseña que no deben ser elegidos más que los de sana doctrina y
vida santa, que no estén manchados por ningún vicio notable que los haga
despreciables y sea causa de afrenta para su ministerio ( 1Ti. 3:1-7; Tito 1:7-9): Lo
mismo los pastores que los diáconos y ancianos.

4) La elección de los ministros.

Nos referimos, no tanto a las ceremonias, sino a la reverencia y solicitud que se ha de


poner en la elección. A esto pertenecen los ayunos y las oraciones que, como refiere
San Lucas, hacían los fieles cuando había que elegir ancianos (Hch. 14:23) y pastores
y misioneros (Hch. 13:1-3).

¿ A quién pertenece elegir los ministros? Ya sabemos que, primeramente, ninguno


debe ejercer el santo ministerio de la Palabra si no es llamado por Dios. Todo ministro
debe declarar con limpia conciencia con San Pablo: “ no de hombres ni por hombre,
sino por Jesucristo y por Dios el Padre...” (Gál. 1.1, 10). Pero el que es elegido por
Dios, también recibe externo de la ordenación del orden eclesiástico. Pablo mismo, el
que no fue elegido de hombres ni por hombres, en cuanto a la cualidad espiritual del
ministerio, fue ordenado también con la intervención de la disciplina eclesiástica,
manteniendo el principio de que los ministros fuesen elegidos por los hombres que
estén ministrando al Señor, en oración y ayuno (Hch. 13:2-3). Aquí tenemos el pincipio
invariable: La elección de los pastores debe ser hecha por otros pastores con la
aprobación de la Iglesia.

5) la ceremonia de la ordenación.

9
Los apóstoles, al elegir a alguno como ministro, no usaron más ceremonias que la
imposición de las manos. Es cosa muy provechosa enaltecer ante el pueblo la
dignidad del ministerio con semejante ceremonia, y advertir con ella al ordenado que
ya no se pertenece, sino que está dedicado al servicio de Dios y de su Iglesia (Hch.
13:3; 1 Ti. 4.14).

II. DE LOS ANCIANOS DE LA IGLESIA

LOS ANCIANOS GOBERNANTES, CLAVE PARA EL EXITO.

1) Los Apóstoles establecieron ancianos en cada iglesia Hch. 14:21-23; Tito 1:5; 2 Ti.
2:1-2

2) San Pablo, al despedirse de los ancianos de Efeso en Mileto, les dice que ellos son
“obispos” puestos por el Espíritu Santo, para que vean por el rebaño o la iglesia del
Señor. Por lo tanto, aquí se ve que la función del anciano es equivalente a la del
pastor, en el sentido de guiar, alimentar y velar por el bienestar de la iglesia: Hch.
20:17-31.

3) En su carta a Tito, el Apóstol indica que para corregir lo deficiente en las iglesias,
hay que establecer ancianos, los cuales tenían que llenar ciertos requisitos: Tito
1:5-9; 2:2.

4) San Pedro, en su primera carta, ruega a los ancianos que hagan un trabajo pastoral
en que no se use la fuerza, sino la buena disposición; en que no se busquen
ganancias mezquinas, sino de buena voluntad; que no se ejerza señorío, sino el
ejemplo cristiano: 1 Pe. 5:1-3.

5) En el libro de los Hechos, vemos a los ancianos tratando los preblemas de doctrina
e interpretación del significado de ser cristiano en su día: Hch. 15:1-29; 21: 17-25.

6) El apóstol Santiago nos habla de cómo los ancianos participan en la visitación de


los hermanos, en las enfermedades y para la oración; eran hombres de profunda
fe: Stgo. 5.14.

7) A Timoteo se le recuerda la importancia de su ordenación, en la cual los ancianos


tomaron parte al imponer sus manos sobre Timoteo. Por tanto, es muy significativo
que los ancianos participen en la PREPARACION Y ORDENACION de los nuevos
ministros. No es sólo la ceremonia de poner las manos sobre la cabeza del
candidato, sino una participación responsable con los nuevos predicadores y
pastores: 1 Ti. 4:14; Tito 1:9-11.

8) Los Ancianos Gobernantes de la Biblia formaban un solo cuerpo, y entre ellos


mismos podían ejercer diferentes ministerios, pero sin jerarquías de mando. Era un
trabajo de conjunto, de equipo, de compañeros en una sola misión: Proclamar a
Jesucristo como Señor: 1ª. Ti. 5:17-20

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9) La Iglesia no llega a ser realmente Iglesia, si no es instruída. Inspirada y guiada
para tener la oportunidad de ejercer su misión de proclamar el evangelio. Es
función de los Ancianos gobernantes y del pastor, como Consistorio de cada
iglesia local, velar por las actividades educativas, litúrgicas y evangelísticas: Hch.
2:41-47; Mt. 28:17-20; Prov. 22:6; 2 Ti. 3:15-17.

10) La actividad del Anciano de Iglesia es trabajar con, pero no por la congregación. La
meta educativa de la Iglesia es capacitar a cada miembro de la comunidad cristiana
y a toda la congregación en conjunto, para que desarrollen su vida en el contexto
de su fe en Jesucristo. La iglesia que no ha hecho su impacto en la vida de las
personas para que puedan ser efectivas y significativas, con el consiguiente fruto;
en esta línea es donde el Anciano de la Iglesia ha de encontrar su función más
importante (Ef. 4:7-16; 1 Co. 12:26-31; 14: 1-4).

LO QUE PASA POR EL DESCUIDO

1) En algunos casos, se ha constituido el anciano gobernante como elemento


decorativo, para que presida sólo los cultos de domingo.
2) En reuniones de los Cuerpos Eclesiásticos (equipos de autoridad de la
Iglesia), el anciano gobernante se ha concretado a escuchar; y si vota, lo
hace porque su pastor o algún otro hermano lo está haciendo, pero no por
razones y decisiones propias.
3) Vemos a los ancianos gobernantes, y hasta ministros ordenados, ocupados
en asuntos administrativos, desempeñando la función de tesoreros. Como
resultado, tenemos la pérdida y mal uso de los talentos de los ancianos en su
verdadera vocación pastoral y educativa. Si el anciano tiene dones para
funciones administrativas de lo material, debiera ordenársele al Diácono.
4) Para muchos hoy día, ser anciano gobernante es ser alguien que tiene
“Autoridad” sobre sus hermanos, sin respeto de ellos como personas, en
términos de poder absoluto, como Juez y como cacique, sin aceptar que
venga gente de sangre nueva a colaborar o a revelar.
5) Ni el Consistorio, ni el Presbiterio se han preocupado lo suficiente en la
naturaleza y propósito del ministerio de los ancianos gobernantes. Esta
situación es el reflejo de lo que pasa en algunas iglesias locales, donde se
hace solamente la “voluntad” del pastor o de algún dirigente que trata de
controlar a los demás.

LOS ANCIANOS GOBERNANTES EN EL GOBIERNO Y DISCIPLINA.

Los ancianos gobernantes son propiamente los representantes de las iglesias


locales, elegidos por éstas para ejercer el gobierno y la disciplina, así como la
enseñanza de la doctrina y el cuidado espiritual de la iglesia en unión de los
pastores o ministros (Hch. 20:28; 1 Pe. 5:1-4). Tienen la misma autoridad y los
mismos derechos y privilegios, en los Cuerpos Eclesiásticos, que los pastores.
(Hch. 16:4).
Los que desempeñan este oficio deben ser de fe sana, vida ejemplar, suficiente
sabiduría y discreción, sentido de responsabilidad como miembros y oficiales de la
Iglesia, siendo ejemplos de la grey (Tito 1:5-9; Pe. 5:3)

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El pastor y todos los ancianos integran el equipo de autoridad espiritual de una
iglesia. Con objeto de que el Consistorio esté más interiorizado en la vida y actitud
de la iglesia, se requiere que para llegar a ser anciano gobernante, el candidato
tenga como mínimo dos años de ser miembro de la iglesia que lo elige (art. 33 del
Libro de Disciplina).
Con el propósito de dar oportunidad a mayor número de miembros de la iglesia, de
participar en el cuerpo gobernante, es aconsejable que no estén en funciones a la
vez los ancianos que tengan relación familiar de padre e hijo o de hermano (art. 34
de Disciplina).
Sólo el Consistorio, como cuerpo colegiado, ejercerán autoridad en uso de su
prudencia, experiencia y buen espíritu; pero fuera del Consistorio no podrán ejercer
ninguna autoridad, o tendrán sólo la inherente a la comisión que el Consistorio les
confiera (art. 35 de Disciplina).

RESPONSABILIDADES DEL H. CONSISTORIO

Para esto, consúltese la Constitución, arts. 108 – 119 y la Disciplina, art. 39, de la
Iglesia Presbiteriana de México .
1) Cuidado de la vida espiritual de la iglesia local y de todas las congregaciones y
misiones a su cargo.
2) Celebrar reuniones ordinarias y extraordinarias, tanto para planear y evaluar
trabajos como para resolver problemas de gobierno.
3) Nombrar comisiones u organizaciones que sean necesarias para el funcionamiento
de la iglesia.
4) Pedir el consejo y la intervención del H. Presbiterio en su iglesia, en casos muy
necesarios.
5) En Concilio, con la Junta de Diáconos, formulará para cada año, un calendario de
actividades y un presupuesto de ingresos y egresos.
6) Los ancianos apoyarán plenamente la obra desarrollada por el pastor, si está
conforme a las Sagradas Escrituras. Pero si el pastor se desvía de la sana doctrina,
lo harán saber al H. Presbiterio, buscando siempre la pureza y la unidad de la
Iglesia.
7) En casos de desorden de algunos de los miembros de la iglesia, hará uso del
ejercicio de su autoridad, administrando disciplina, no arbitraria, sino conforme a la
Palabra de Dios y al Libro de Disciplina.
8) Es obligatorio hacerse representar ante los Cuerpos superiores: Presbiterio,
Sínodo y Asamblea General, cuando se convoque.
9) Informará de la estadística de su Iglesia, en cada reunión presbiterial, a través de su
representante.
10) Deberes cívicos. Proporcionar los datos que demanden las autoridades. Cuidar de
izar la bandera nacional en días cívicos.

III. EL DIACONO: SERVIDOR DE CRISTO EN LA IGLESIA LOCAL.

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El más alto honor que puede recibir un hombre es el de ser elegido y ordenado
diácono de su iglesia. Ser diácono es ser “servidor de Cristo” y su trabajo debe ser de
servicio cristiano desinteresado y dedicado al Señor.

El diácono viene a ser la “sal” de la iglesia, porque así como este elemento
concentrado transforma el sabor de los alimentos, el diácono tiene la oportunidad de
darle a su iglesia un sabor espiritual.
La iglesia, por regla general, refleja en su crecimiento el trabajo que hacen los
diáconos. En virtud de esto se puede afirmar que hay bendición en la iglesia que tiene
un grupo de servidores de Cristo, que fielmente desempeñan sus funciones. De esta
manera el ministerio de la palabra de Dios es más poderoso y eficaz.

1. ORIGEN: Héchos 6:1-7.

El servidor de Cristo surgió de una necesidad básica, o , en un sentido, de una crisis


en la iglesia cristiana del primer siglo.
La iglesia había crecido rápidamente y para resolver las necesidades materiales
practicaba la comunidad de bienes . Cada miembro entregaba lo que tenía para el
fondo general, no había diferencia entre el rico y el pobre (Hch. 4: 32-37).

Por consiguiente, los apóstoles tenían una doble función: Se dedicaban a predicar,
enseñar y orar, y también a solucionar necesidades materiales. Estas
responsabilidades llegaron a ser agobiantes. Además, surgió un descontento
cuando un grupo creyó no estar recibiendo la parte correcta en la distribución
diaria.
Los apóstoles se dieron cuenta de la imposibilidad de llevar a cabo la doble tarea.
Por eso pidieron a la congregación que nombrará siete hombres con el propósito de
que ayudarán a “servir a las mesas”.
De esta manera estos “servidores” (diáconos, en el idioma griego) aliviaron la carga
de los apóstoles y se hicieron cargo de atender a las necesidades materiales de la
comunidad. Así que, los apóstoles podían darse por entero al trabajo espiritual ( que
es el trabajo de los pastores y los ancianos gobernantes en la actualidad): Predicar,
enseñar y orar.
La base de la institución del diaconado claramente se encuentra en esta función de
los “servidores de Cristo”. Este puesto especial para atender necesidades fue el
prototipo de lo que sería la labor posterior del diácono.

2. NOMBRE

Inicialmente, a los nuevos oficiales en la iglesia de Jerusalén no se les llamó diáconos,


sino que se les llamó simplemente “los siete varones”. Pero más tarde se les confirió
el título de diáconos, por la importancia de su labor en las iglesias cristianas. El
apóstol Pablo introduce su carta a los Filipenses saludando a todos los santos, con
los obispos y diáconos (Fil. 1:1-2).

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El título diácono proviene del griego “diakonein” que significa servir (diácono=
servidor, y diáconoi= servidores): De ahí que el diácono es un “Servidor de Cristo” en
la iglesia. El sirve al pueblo de Dios en el nombre de Cristo; así es que el término está
en armonía con la función que el diácono desempeña. Los “siete varones” nombrados
para ayudar a los apóstoles, fueron los antecesores de los diáconos que ahora sirven
en las iglesias en compañía del pastor.

3. REQUISITOS

A. Espirituales: Hch. 6:3,5.

1) “..... de buen testimonio”. Esto quiere decir “de quien se piensa bien o de quien se
tiene buena opinión”. La buena opinión acerca del diácono, para que tenga validez
debe venir de los demás. Un hombre puede hablar bien de sí mismo, pero es más
importante lo que otros digan de él. La conducta en la vida personal es una
recomendación de por sí. (Prov. 27: 2).

2). ..... “llenos del Espíritu Santo”. Ser llenos de la tercera persona de la Trinidad es
estar totalmente bajo el dominio de su dirección.
En los hechos de la vida diaria y en los asuntos internos de la vida espiritual, el
Espíritu Santo debe abarcar por completo a la persona y penetrar en ella.

3 )“......y de sabiduría”. Sabiduría implica, en este sentido, una actitud prudente y


serena en la vida o en los negocios, generada por la mente. El diácono sabio debe
estar en capacidad para tratar asuntos de negocios y asuntos espirituales. La
sabiduría es necesaria para dirigir, para aconsejar, para discernir y para ser
inspiración a la iglesia. Dios tiene una promesa con respecto a este don: Stgo. 1:5

4) “....lleno de fe”. Esteban tenía una idea clara y firme en torno del reino de Dios. Tuvo
valor, energía y entusiasmo para manifestar su creencia ante el enemigo. Hechos 6:10
nos dice que “no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”.
El capítulo once de Hebreos habla de la fe con un sentido de vigor y audacia. Los
diáconos han de ser más que hombres buenos. Deben caracterizarse por su valor, su
energía, su entusiasmo y su agresividad santa, para actuar por la fe.

B. Personales: 1 Timoteo 3:8-13.

1) “....honesto”. esto significa que debe ser honorable, decente, decoroso, recatado,
serio, de peso; porque el diácono tiene que tratar con personas de toda clase, edad y
tipo. Por eso tiene que ser un hombre firme y constante en su relación con Dios y con
los hombres.
No significa seriedad en contraposición con la alegría ni con la felicidad. El buen
humor no impide que un hombre sea un buen diácono.
La admonición del Apóstol Pablo es. “Gozaos en el Señor” y “regocijaos en el Señor
siempre” (Fil. 3.1 y 4:4). Un corazón alegre es de inapreciable valor en la vida cristiana.

2) “... sin doblez”. El diácono debe ser de una palabra. Debe mantener su posición ante
un asunto cualquiera delante de todas las personas. No puede decirle una cosa a una

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persona y otra cosa distinta a la otra. El hombre que no es consciente con lo que dice,
no es digno de confianza. Tal actitud de doblez o inconstancia es engendrada por la
intención de engañar. El engaño, a su vez, trae división y sospecha.
Un oficial de la iglesia generalmente conoce muchos asuntos íntimos de los
miembros. Lo que él sabe, debe mantenerlo en la confidencia más estricta. El diácono
que visite a los miembros de la congregación, conocerá más a fondo los problemas y
no hablará a la ligera, sino con toda la verdad. Así será un hombre honrado y
cuidadoso en el uso de sus palabras.

3) “...No dados a mucho vino”. En los tiempos del Apóstol Pablo y Timoteo, el vino era
una bebida tan usada como lo es hoy el té o el café. Entonces, en relación con esta
bebida que era tan común, la idea encerrada en esta declaración corresponde a “no
tener la mente puesta en el exceso de vino”, el diácono debía ser un hombre
cuidadoso en no beber mucho vino. Algunos creen que el espíritu de interpretación da
en este punto libertad para el uso de las bebidas embriagantes “no en exceso”: Pero,
un estudio más cuidadoso de la Biblia y, tomando en cuenta los grandes males que
causa el alcoholismo y el fracaso casi total de los esfuerzos por la moderación, revela
que la posición más segura del cristiano en cuanto a las bebidas embriagantes, debe
ser la de abstenerse completamente de ellas. Más aún, el espíritu cristiano demanda la
abolición completa del tráfico de licores.
El diácono no debe tomar licor y, por consiguiente, tampoco debe promover su venta.
Sí, debe apoyar los movimientos antialcohólicos: Lc. 1.15-16; Ef. 5:18-20.

4)”.....no codiciosos de ganancias deshonestas”. Esta idea implica no tener ansiedad


de dinero, de dinero mal ganado, mediante formas ilícita. El cristiano, como cualquier
otro hombre, puede desear el bienestar material; no hay nada malo en ello. Lo malo es
cuando ese deseo se convierte en una obsesión y hace que el hombre sea deshonesto
en sus negocios. La Biblia condena categóricamente el amor desenfrenado al dinero, o
sea, la codicia. El diácono que maneja fondos de la congregación, debe ser ejemplo de
honradez, y debe estar dispuesto a compartir lo suyo en base a las necesidades del
mundo, según lo enseña la Escritura. Debe ser un diezmero. Es verdad que “el amor al
dinero es la raíz de todos los males”, pero en una iglesia que cuenta con diáconos que
dan sus diezmos, los otros cristianos se sentirán estimulados a dar lo suyos también,
y la iglesia tendrá vida y poder.
Entendida en este contexto la liberalidad, es la antítesis de la codicia.
Para los cristianos del Nuevo Testamento, el diezmo, que es el 10% de los productos o
“cosechas” de nuestros trabajos, no es el límite máximo ni el porcentaje invariable de
lo que podemos dar a Dios; apenas es un principio que nos marca lo menos que
podemos hacer por el reino de Dios. La realidad es que vivimos y morimos para el
Señor, con la regla de: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y
el que siembra generosamente, generosamente también segará.
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al dador alegre” (2 Co. 9:6-7).

C) Doctrinales: 1 Ti. 3:9

“.... que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia”. Implica una fe sin ninguna
duda, en el conocimiento de Cristo y de su salvación.

D) EN CUANTO A LA EXPERIENCIA: 1 Ti. 3.10

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1) “....sean sometidos a prueba primero”. El diácono no debería ser nombrado a la
ligera. Antes de ser ordenado, debe demostrar que es cristiano verdadero,
consagrado al Señor. No es correcto nombrar diácono a un individuo que no esté listo
para ello. La iglesia debe descubrir, por el tipo de vida que lleva, cuando un hombre
está listo para ser diácono.
La Biblia dice: “No impongas con ligereza las manos a ninguno” (1 Ti. 5.22): Esta es
una amonestación en contra de las ordenaciones hechas demasiado a la ligera. El
“servidor de Cristo” tiene que estar bien entrenado, para que ejerza bien el diaconado,
para que gane para sí un grado honroso (1Ti. 3.13).

E) EN CUANTO AL HOGAR: 1 Timoteo 3:12

1)”....sean maridos de una sola mujer”.

2)”.... que gobiernan bien sus hijos y sus casas”. Lo hará mediante la entrega de sí
mismo en amor íntegro a su familia. Esto quiere decir que debe dedicarse tiempo a su
familia, amar el compañerismo con ella, disciplinar a los hijos cuando sea necesario, y
proveer tanto para las necesidades materiales como para las espirituales. La
capacidad que Dios le ha concedido para cuidar a la iglesia, aumentará su sabiduría
para gobernar bien su propio hogar.

4. RESPONSABILIDADES DE LOS DIACONOS


La Iglesia Cristiana del siglo I escogió para diáconos de cada iglesia local, así como
vemos en la iglesia madre de Jerusalén, a los hombres fieles que ejercieran un trabajo
netamente material, para “servir las mesas”. Pero esta actividad implica varios
trabajos, consistiendo en:

1) Recoger las ofrendas y los donativos de la iglesia


2) Distribuir las ofrendas entre aquellos que tuvieran necesidad
3) Visitar a los pobres, los enfermos, las viudas y los huérfanos.
4) Brindar auxilio y llevar el consuelo necesario a los que sufrían persecusión.
5) Ver por los gastos de las comidas comunitarias.

Dado que hay un sinnúmero de funciones que deben desempeñar los diáconos,
esbozaremos lo más importante para el día de hoy.

1) Ayudar al pastor y a los ancianos en la visitación a los enfermos y a quienes por


otras razones no pueden salir de su hogar.
2) Orar con el pastor antes de los cultos y apoyarlos en oración mientras está
predicando.
3) Dar la bienvenida a los nuevos asistentes y a los visitantes en la iglesia.
Cuidando al mismo tiempo el orden y la decencia en las horas del culto.
4) Enseñar al pueblo su deber de ofrendar liberal, sistemática y gozosamente para
el sostén de la iglesia, así como para la obra misionera, por medio de los
métodos prácticos inspirados en la Biblia, administrando estos fondos
debidamente.
5) Cuidar los edificios de la iglesia, el mobiliario y los enseres, para que siempre
se conserven en buen estado.
6) Velar por que se le pague al pastor, y a los obreros y misioneros si los hay, un
sueldo justo y en forma puntual.

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7) Reunirse con el H. Consistorio para planes de trabajo y presupuestos anuales, o
para evaluaciones del trabajo.
8) Ser ejemplos de todos los miembros de la iglesia en la asistencia a los cultos, y
colaborar en el desarrollo espiritual de la iglesia.
Como oficiales de la Iglesia, los diáconos también deberán preocuparse para estudiar
los artículos de fe y los libros de gobierno y Disciplina de la Iglesia Presbiteriana,
como son: Confesión de fe, Catecismo Mayor y Menor, Constitución, Disciplina; pero
también deberán adquirir libros de doctrina bíblica, Diccionario bíblico, Concordancia,
Comentarios exegéticos, etc. Todo esto, para que tengan una cultura evangélica de
enseñanza sólida.

SUPLEMENTO:

MARCO REGLAMENTARIO DEL TRABAJO ECLESIAL REFORMADO

A. Los Símbolos Doctrinales de la Iglesia Reformada y Presbiteriana Mundial:

1) La Santa Biblia, traducción española, de los originales hebreo y griego, de


Casiodoro de Reina (1569) y Cipriano de Valera (1602), revisión actualizada de
1909 y 1960, así como las versiones populares que se siguen editando.
2) Los Credos: Los Diez Mandamientos; La Oración del Señor: El Padre Nuestro;
Credo Apostólico; Credo Niceno; Credo Atanasiano; y Credo de Calcedonia.
3) La Institución de la Religión Cristiana, de Juan Calvino, de 1536.
4) El Catecismo de Ginebra, elaborado por Juan Calvino, de 1542.
5) El Catecismo de Heidelberg, de 1563.
6) La Segunda Confesión Helvética, de 1566
7) Los Cánones del Sínodo de Dort, 1618-1619.
8) La Confesión de Fe, de Westminster, de 1648.
9) El Catecismo Menor de Westminster, de 1648.
10) El Catecismo Mayor de Westminster, de 1648.

B. Los demás libros y obras de la Reforma Cristiana general:

1) Las Noventa y Cinco Tesis, de Martín Lutero, del 31 de octubre de 1517, inicio
decidido de la Reforma de la Iglesia Cristiana, conforme con la Santa Biblia.
2) La cautividad babilónica de la Iglesia, de Martín Lutero, de 1520.
3) La libertad del cristiano, de Martín Lutero, de 1520.
4) Breve Tratado de la Santa Cena, de Juan Calvino, de 1539.
5) Manual de Doctrina Cristiana, de Luis Berkhof.
6) Teología Sistemática, 2 tomos, de Charles Hodge.
7) Teología Sistemática, de Luis Berkhof.
8) Teología Sistemática, 2 tomos, de Paul Tillich.
9) Principios de interpretación bíblica, de Luis Berkhof.
10) El Sentido Presbiteriano de la Vida, de Juan Alejandro Mackay.
11) El Orden de Dios y el desorden del Hombre, de Juan A. Mackay.
12) Prefacio a la Teología Cristiana, de Juan A. Mackay.
13) Introducción a la Teología Evangélica, de Karl Barth (Colección: “Obras
Clásicas del Protestantismo”, ediciones La Aurora).
14) El Otro Cristo Español, de Juan A. Mackay.

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15) El Culto Cristiano. Su esencia y su celebración, de Jean Jacques Von Allmen.
16) El Culto Cristiano. Su evolución y sus formas, de William D. Maxwell.
17) La Evangelización de la Iglesia Primitiva, de Michael Green.
18) Misión en transformación, de David J. Bosch.
19) Bases bíblicas de la Misión, editor: C. René Padilla.
20) Política y Academia Escriturales, de H. Evan Runner.
21) Raíces de la cultura occidental: las opciones pagana, secular y cristiana, de
Herman Dooyeweerd.
22) Descubre la Biblia, de Edesio Sánchez Cetina, de Sociedades Bíblicas Unidas.
23) Teoría y práctica de la predicación, de Cecilio Arrastía.
24) Hacia una administración eficaz, por Guillermo Luna.
25) Principios y Alternativas del Trabajo Pastoral, de Alberto Barrientos.
26) Psicología Pastoral para todos los cristianos, de Jorge A.León.
27) Psicología Pastoral de la Iglesia, de Jorge A. León.
28) Historia del Cristianismo, 2 tomos, de Justo L. González.
29) Historia del Cristianismo en América Latina, de Pablo Alberto Deiros.
30) Historia del Protestantismo en América Latina, de Jean Pierre Bastian.
31) Orígenes del Presbiterianismo (en México), de Joel Martínez, El Faro.
32) Los que sembraron con lágrimas, de Apolonio C. Vázquez, El Faro.
33) Libro del Centenario de la Iglesia Presbiteriana en México, 1972. INPM.

C. Los libros de orden, gobierno y culto de la Iglesia Nacional Presbiteriana de


México:

1) La Constitución de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) y


posibles reformas, de Publicaciones El Faro de la INPM.
2) El Libro de Disciplina de la INPM (y posibles reformas), Publicaciones El Faro.
3) El Libro de Culto y Liturgia de la INPM (y posibles reformas) de Publicaciones El
Faro.
4) Manual de la Unión Nacional de Sociedades Femeniles de la INPM y sus
reformas.
5) Las 36 Lecciones del Esfuerzo Cristiano, de Publicaciones El Faro,INPM.
6) Estatutos de la Unión Nacional de Sociedades de Esfuerzo Cristiano.
7) Estatutos de la Unión Nacional de Sociedades Intermedias de Esfuerzo
Cristiano.
8) Anuario de la Unión Nacional de Sociedades Femeniles, de la INPM (cada año).
9) Estatutos de la Unión de Sociedades Varoniles de Esfuerzo Cristiano (Por
escribirse próximamente; por mientras, trabaja con Las 36 lecciones del E.C. de
1936).
10) Demás libros y obras cristianas, de la Iglesia Universal, basados en la Palabra
de Dios revelada en las Sagradas Escrituras de la Santa Biblia, y sus estudios
tanto exegéticos como devocionales, con actitud de Fe y Obediencia al Señor de
la vida, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, quien ha prometido estar con sus hijos
en dondequiera que vayan; y con quien su Pueblo es bendecido y prosperado
(Josué 1:6-9).

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SOLO A DIOS LA GLORIA.

Propuesta para la Reforma de la Constitución Interna


de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM),
en 1991, en donde se tomó en cuenta en la edición 1991,
con la que la INPM se registró en la Secretaría de Gobernación
del Gobierno Federal de la República Mexicana, en 1993.

Pbro. Ladislao Domínguez Clara,


Lic. en Sagrada Teología, egresado del
Seminario Teológico Presbiteriano de México, 1981,
Distrito Federal de la República Mexicana;
E-mail: dominguezcla@hotmail.com

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