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Democracia de espectadores

de Noam Chomsky
Otro grupo al que impresionaron estos éxitos [de la propaganda] fueron los
teóricos democráticos liberales y figuras destacadas de los medios de difusión
como, por ejemplo, Walter Lippmann, que era el decano de los periodistas
norteamericanos, importante crítico de la política interior y exterior y también
importante teórico de la democracia liberal. Si echan una ojeada a la recopilación
de sus ensayos, verán que llevan un subtítulo que dice <<Teoría progresista del
pensamiento democrático liberal>> o algo por el estilo. Lippmann tomó parte en
estas misiones propagandísticas y reconoció sus logros. Arguyó que lo que él
llamaba <<revolución en el arte de la democracia>> podía utilizarse para
<<fabricar consenso>>, esto es, para lograr que el público estuviera de acuerdo
con cosas que no quería, utilizando a tal efecto las nuevas técnicas de
propaganda. También pensaba que era una buena idea, de hecho, necesaria. Era
necesaria porque, como dijo, <<los intereses comunes están totalmente fuera del
alcance la comprensión de la opinión pública>> y sólo puede comprenderlos y
dirigirlos una <<clase especializada>> formada por <<hombres responsables>>
que tienen la inteligencia suficiente para resolver los asuntos. Esta teoría asevera
que sólo una pequeña elite, la intelectualidad de la que hablaban los partidos de
Dewey, puede comprender los intereses comunes, lo que nos importan a todos y
que estas cosas <<no puede comprenderlas el público en general>>. Es un punto
de vista que se remonta a centenares de años. También es un típico punto de
vista leninista. De hecho, se parece mucho a la idea leninista según la cual una
vanguardia de intelectuales revolucionarios tomará el poder del estado, utilizando
las revoluciones populares como la fuerza que los lleve al poder estatal, y luego
conducirá a las masas estúpidas hacia un futuro que dichas masas son
demasiado tontas e incompetentes para imaginar por sí mismas. Los supuestos
ideológicos de la teoría democrática liberal y del marxismo-leninismo se parecen
mucho. Pienso que es una de las razones por las cuales a la gente le ha resultado
tan fácil, a lo largo de los años, pasar de una postura a otra sin tener ninguna
sensación especial de cambio. Es sólo cuestión de determinar dónde está el
poder. Tal vez habrá una revolución popular que nos colocará en el poder estatal;
o tal vez no la habrá y en tal caso sencillamente trabajaremos para la gente con
verdadero poder: el empresariado. Pero haremos lo mismo. Conduciremos a las
masas estúpidas hacia un mundo que no pueden comprender por sí mismas
porque son demasiado tontas.
Para respaldar estas ideas, Lippmann recurrió a una teoría muy compleja de la
democracia progresista. Arguyó que en una democracia que funciona como es
debido hay diferentes clases de ciudadanos. Ante todo está la clase que forman
los ciudadanos que tienen que desempeñar algún papel activo en la dirección de
los asuntos generales. Es la clase especializada. Son las personas que analizan,
ejecutan, toman decisiones y administran las cosas en los sistemas político,
económico e ideológico. Son un pequeño porcentaje de la población.
Naturalmente, una persona que propone estas ideas siempre forma parte de este
pequeño grupo y habla de lo que hay que hacer con los otros. Los otros, que
están fuera del grupo reducido y son la gran mayoría de la población, forman lo
que Lippmann denominó <<el rebaño desconcertado>>. Tenemos que
protegernos de <<los pisotones y los rugidos de un rebaño desconcertado>>.
Bien, hay dos <<funciones>> en una democracia: la clase especializada, los
hombres responsables, cumple la función ejecutiva, lo cual quiere decir que se
encarga de pensar, ejecutar y comprender los intereses comunes. Luego está el
rebaño desconcertado, que también tiene una función en la democracia. Su
función en la democracia, según Lippmann, es ser <<espectadores>> de la
acción, en vez de participar en ella. Pero su función es algo más, porque se trata
de una democracia. De vez en cuando se les permite dar autoridad a algún
miembro de la clase especializada. Dicho de otro modo, se les permite decir:
<<Queremos que sea usted nuestro líder>> o <<Queremos que usted sea nuestro
líder>>. Esto es debido a que se trata de una democracia y no de un estado
totalitario. Es lo que llamamos elecciones. Pero una vez han dado su autoridad a
tal o cual miembro de la clase especializada, su deber es arrellanarse en la
butaca y hacer de espectadores de la acción, pero sin participar en ella. Esto en
una democracia que funcione como es debido.
Y detrás de esto hay una lógica. Detrás de esto hay incluso una especie de
principio moral imperioso. El principio moral imperioso consiste en que la masa es
sencillamente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si trata de
participar en el gobierno de sus propios asuntos, no hará más que causar
problemas. Por tanto, sería inmoral e incorrecto permitirle que participase. Lo que
tenemos que hacer es domar al rebaño desconcertado en lugar de permitir que el
rebaño desconcertado se desmande y lo pisotee y lo destruya todo. Viene a ser la
misma lógica que dice que sería un error permitir que un niño de tres años
cruzase corriendo la calle. A un niño de tres años no le das esta clase de libertad.
Del mismo modo, al rebaño desconcertado no le permites que participe en la
acción. No hará más que crear problemas.
Así que necesitamos algo para domar al rebaño desconcertado y esa algo es esta
revolución nueva en el arte de la democracia: la fabricación de consenso. Es
necesario dividir los medios de difusión, las escuelas y la cultura popular. Deben
proporcionar a la clase política y a los que deciden alguna sensación tolerable de
realidad, aunque también tienen que inculcarle las creencias apropiadas.
Recuerdan sólo que hay aquí una premisa tácita. La premisa tácita -y hasta los
hombres responsables tienen que disimularla ante sí mismos- tiene que ver con la
cuestión de cómo llegan a ocupar una posición que les da autoridad para tomar
decisiones. La forma de llegar a ella, por supuesto, consiste en servir a la gente
que tiene poder real. La gente que tiene poder real es la que es dueña de la
sociedad, un grupo bastante reducido. Si la clase especializada está en
condiciones de presentarse y decir <<Puedo servir a vuestros intereses>>,
entonces formará parte del grupo ejecutivo. Esto es algo que debe callarse. Lo
cual quiere decir que hay que inculcar las creencias y las doctrinas que sirvan a
los intereses del poder privado. Si no se tiene esta capacidad, no se puede formar
parte de la clase especializada. Así que tenemos un tipo de sistema de
enseñanza dirigido a los hombres responsables, la clase especializada. Hay que
adoctrinarlos profundamente en los valores y los intereses del poder privado y el
nexo estado-sociedades mercantiles que representa a dicho poder. Si se
consigue adoctrinarlos de esta manera, entonces pueden formar parte de la clase
especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente hay que distraerlo.
Desviar su atención hacia otra cosa. Procurar que no se metan en líos.
Asegurarse de que, a lo sumo, se limiten a ser espectadores de la acción que de
vez en cuando autorizan a alguno de los líderes reales, entre los cuales les está
permitido escoger.
[...] En el decenio de 1920 y comienzos de 1930, Harold Lasswell, el fundador del
moderno campo de las comunicaciones y uno de los principales científicos
políticos norteamericanos, explicó que no deberíamos sucumbir a <<dogmatismos
democráticos que afirman que los hombres son los mejores jueces de sus propios
intereses>>. Porque no lo son. Nosotros somos los mejores jueces de los
intereses públicos. Así pues, por una sencilla cuestión moral normal y corriente,
debemos asegurarnos de que no tengan la oportunidad de actuar basándose en
sus errores de juicio. Esto resulta fácil en lo que hoy día se llama un estado
totalitario, o un estado militar. Te limitas a amenazarles con una porra y si se
desvían, les atizas en la cabeza. Pero esto deja de ser posible cuando la sociedad
se vuelve más libre y democrática. Por consiguiente, tienes que recurrir a las
técnicas de la propaganda. La lógica es clara. La propaganda es a una
democracia lo que la porra es a un estado totalitario. Es un sistema sabio y bueno
porque, como he dicho, el rebaño desconcertado no comprende los intereses
comunes. No los entiende.
Pequeño extracto del libro de Noam Chomsky El control de los
medios de difusión (Los espectaculares logros de la propaganda).

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