Sei sulla pagina 1di 171

 

TRABAJADORES
Ideologías y experiencias en el movimiento obrero
Revista de historia

Año I. Número 1
Primer semestre de 2011
Año I, número 1. Primer semestre de 2011

TRABAJADORES es una revista electrónica de


periodicidad semestral y distribución gratuita, publicada
por el Proyecto de Reconocimiento Institucional
“Argentina no era una fiesta. Aportes para una historia
social y política de los trabajadores en Buenos Aires
(1870-1910)”, radicado en la Cátedra de Historia
Argentina II B del Departamento de Historia de la
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires.

Los artículos publicados pueden ser reproducidos, con el


requisito de mencionar la fuente. La responsabilidad de
los artículos publicados con firma es exclusiva de sus
autores.

Director / Editor responsable: Lucas Poy

ISSN: en trámite

Correspondencia: Pte J. E. Uriburu 950, 6º piso,


oficina 22 (1114) Ciudad de Buenos Aires

Web: http://trabajadoresrevistahistoria.blogspot.com

Email: trabajadoresrevistahistoria@gmail.com
Contenidos

Estrategia y lucha en la huelga de tipógrafos de 1878, por


Inés Van Peteghem

pág. 1

Una periodización de la agitación obrera en Buenos Aires


(1887-1893), por Lucas Poy

pág. 24

La huelga de los talleres del Ferrocarril del Sud de 1888,


por Tomás Chami

pág. 62

¿Unidos o divididos? Los anarquistas en los Congresos de


Fusión (Argentina, 1907-1910), por Martín Manuli

pág. 75

¿Nacionalismo o internacionalismo? El dilema del


Partido Socialista ante las fiestas patrióticas, por Melisa
Aita Camps y Sabrina Asquini

pág. 107.

La clase obrera en el Centenario: un aporte a la


comprensión del Sindicalismo Revolucionario, por
Florencia D’Uva y Ludmila Scheinkman

pág. 128
 

Estrategia y lucha en la huelga de tipógrafos de


1878

Inés Van Peteghem


inevp@yahoo.com.ar

  
    1
 
 

Resumen

La aguda crisis económica mundial nos historiografía argentina, abordando un


muestra cotidianamente los vaivenes del relato detallado de los acontecimientos y
sistema capitalista, poniendo en relevancia las discusiones suscitadas en torno a éstos.
el papel protagónico que debe interpretar
En este sentido, el presente trabajo tendrá
frente a ésta el movimiento obrero y, a su
como finalidad delinear problemáticas a
vez, lo vuelve a situar –tanto hacia el
investigar en torno a este conflicto, el cual
conjunto de la sociedad como en el plano
se presenta como la primera expresión de
de las ciencias sociales- en primera plana,
una determinada estrategia de lucha de la
como a lo largo de la toda la vida del
clase obrera aun en ciernes. Estrategia que
capitalismo.
identificará el primer ciclo de lucha de la
Si consideramos a la huelga general como clase obrera hasta comienzos de la década
el hecho que empíricamente nos de 1930, momento en el cual se
demuestra la existencia de una clase desarrollará una nueva estrategia que dará
obrera políticamente organizada y aquella origen al posterior ciclo (1930-1970).
se concreta en la Argentina hacia 1904,
La presente ponencia muestra los
recorriendo un proceso en el que la lucha
primeros resultados de una investigación
de los obreros toma un cariz netamente
que intenta generar herramientas que
político, resulta de interés abordar los
permitan abordar problemáticas tales
hitos recorridos en este camino. Por esto,
como aquellas referidas a la dirección
el objetivo del presente trabajo es repensar
adquirida por esta lucha, la forma en que
-dado el contexto político, social y
esta última se desarrolló y la forma de
económico actual que, como hemos
organización desplegada, desde una
resaltado, lo amerita- los orígenes del
perspectiva histórica pero sin descuidar el
movimiento obrero argentino a partir del
análisis conceptual del proceso y poniendo
análisis de la primera huelga
énfasis en interrogantes acerca de la
documentada en la Argentina, la huelga de
metodología a utilizar dadas las
tipógrafos de 1878, que ha sido
condiciones y posibilidades ofrecidas por
escasamente investigada en la
el material factible como fuente.

  
    2
 
 

Introducción

E
l presente trabajo es un primer avance de una investigación en desarrollo y
aun en proceso de formulación, en la que nos interesa indagar cuáles son las
formas de organización que adquiere la clase obrera en su proceso de
gestación como tal, poniendo el énfasis en los momentos de lucha en los cuales las
clases se constituyen. El objetivo de este artículo es realizar una descripción de la
huelga de tipógrafos de 1878: nos interesa a través de un trabajo exhaustivo de
fuentes primarias analizar no la huelga en sí misma si no la construcción de ésta
realizada por los diarios, principales implicados en la medida de fuerza, al ser la
patronal misma. Esta construcción realizada nos permitirá observar cómo se
desarrolla la lucha teórica desplegada por la burguesía en contra de la organización
obrera y en defensa de sus intereses particulares, así como el intento de presentarlos
como los intereses del conjunto, en búsqueda de construcción de hegemonía.
Partiendo, en este sentido, de la formulación de Antonio Gramsci, quien plantea “que
un periódico (o un conjunto de periódicos), una revista (o un conjunto de revistas),
son también “partidos” o “fracciones de partido” o “función de determinado
partido”” (1998: 28), indagaremos la forma en que este alineamiento se expresa en el
conflicto en cuestión. De aquí se desprende nuestro especial interés, en este primer
avance, en destacar la representación que los diarios construyen de este
enfrentamiento y sus protagonistas, pudiendo así observar cómo se desarrolló el
proceso mismo de posicionamiento de ambos bloques como antagónicos.

Consideramos relevante el estudio de este conflicto en tanto constituye el primer


enfrentamiento social (documentado) protagonizado por los trabajadores en la
Argentina: “con la huelga de los tipógrafos, la lucha económica toma la forma que se
corresponde con la sociedad capitalista: la de los obreros contra el despotismo del
capital. Y comienza superando su escalón más bajo (por unidad productiva): los
obreros de un oficio se unen” (Iñigo Carrera, 2000: 32). Este momento se presenta
como un hito que da comienzo a lo que Nicolás Iñigo Carrera clasifica como el primer
ciclo de la lucha de la clase obrera argentina. La consideración de este
enfrentamiento como fundante podemos ubicarla en distintos autores, entre ellos
Jacinto Oddone, Sebastián Marotta, Ricardo Falcón, Julio Godio, Hilda Sabato y el

  
    3
 
 

citado Nicolás Iñigo Carrera, entre otros. Son estos autores los que utilizaremos
como insumos, así como una importante cantidad de fuentes primarias; entre los
diarios consultados se encuentran las siguientes: La Tribuna (LT), El Nacional (EN),
La Nación (LN), Comercio del Plata (CdelP), La Prensa (LP), La República (LR) y
La Libertad (LL). No disponemos hasta el momento de fuentes desde la perspectiva
de los trabajadores. Gracias al relevamiento de estas fuentes podemos aquí presentar
un relato lo más pormenorizado posible del desarrollo del enfrentamiento en
cuestión.

Asociacionismo y condiciones de trabajo

Hacia el 25 de mayo de 1857 queda establecida en la ciudad de Buenos Aires la


Sociedad Tipográfica Bonaerense (STB), una de las primeras entidades obreras
organizada en torno al oficio. “Reunía a trabajadores de los diferentes oficios
relacionados con la producción y venta de materiales impresos” (Di Stefano et al,
2000: 115), y no se daba aun una forma de organización gremial de resistencia sino
que se constituía con fines de ayuda mutua, para “propender al adelanto tipográfico
[…] prestar socorro a los miembros que se enfermasen o imposibilitasen para el
trabajo […] proteger a los que necesiten auxilio justo […] y conseguir que los
operarios sean siempre remunerados en proporción de sus aptitudes y conocimientos
de modo que les garantice sus existencias” (Marotta, 1960: 17-18). Esta organización
temprana les permitió a los trabajadores tipógrafos “apreciar con más facilidad que
los demás los beneficios de la organización” (Oddone, 1949: 69).

Siguiendo a María Silvia Badoza (1990) podemos afirmar que en el gremio era
mayoritario el desempeño de trabajadores varones y nativos, mientras que entre el
pequeño porcentaje extranjero sobresalían los provenientes del Uruguay; a su vez es
destacable una importante presencia de trabajo infantil en las tareas menos
calificadas. Ricardo Falcón destaca varias circunstancias que posicionan al gremio
tipográfico como vanguardia: la principal sería la característica misma del oficio,
“que supone un cierto grado de instrucción en una época en la cual leer y escribir
correctamente no era usual entre los trabajadores manuales” (1984: 33), siendo esto

  
    4
 
 

mismo un requisito establecido para el ingreso al gremio. Respecto a las condiciones


de trabajo podemos resaltar la presencia de una jornada laboral caracterizada por el
“arbitrio patronal de fijarla por propia voluntad o de exigirla “de acuerdo a las
costumbre de la casa”” (Marotta, 1960: 23), por tanto la ausencia de un horario fijado
para los tipógrafos de los diarios y de un salario establecido acorde a tal horario. Los
principales objetivos perseguidos por los trabajadores en huelga estarán en relación a
la regularización del trabajo, mostrando así su constitución en tanto asalariados, en
búsqueda de establecer las mejores condiciones posibles para la venta de su fuerza de
trabajo (Iñigo Carrera, 2004: 268).

Descripción de la huelga y los eventos precedentes con incidencia en su


despliegue

Para el 20 de junio de 1878 observamos que se había llegado a la conformación de


otra sociedad al interior del gremio, la Sociedad Unión Tipográfica (SUT). Según los
diferentes autores se constituye hacia 1877 aunque no tenemos registro exacto de la
fecha de tal acontecimiento. Esta Sociedad no será contradictoria con la anterior sino
complementaria. En ella se llevarán a cabo elecciones con el objetivo de designar a
los miembros que integrarán su dirección. Quedó así constituida la Comisión
Directiva que luego liderará la huelga1, comisión de la primera organización de
asalariados, acercándose sus objetivos a los esbozados por las organizaciones
sindicales. Consignaremos también aquí aspectos relacionados al sector de los
tipógrafos en general, dando cuenta de la actividad paralela realizada por ambas
Sociedades durante este proceso y el mecanismo que los diarios intentan realizar al
considerarlas como entidades de carácter distinto y antagónico.

Hacia el 16 de agosto el diario El Nacional realiza una prevención acerca de la


inminencia de la declaración “en huelga [de] todos aquellos que trabajan en diarios
de la mañana” (EN, 16/08/1878): se destacan como las causas que a eso los mueve,
las cargas que recaen sobre sus hombros y la duración extensiva de la jornada
                                                            
1“Presidente-Hipólito Gauthier, Vice presidente-Ramón Fernández, Tesorero-Luís Fique, Pro
tesorero-Ginés E. Álvarez, Pro secretario-Pablo Della Costa, Vocales-Moreno-Goyeneche-
Ocio-Sarniguot-Frugoni-Garcia-Martín-Sanchez-Parpal”, EN, 21/06/1878.

  
    5
 
 

laboral. El diario expone una clara línea acerca de cómo pensar a la huelga en
términos generales, tildándola de “recurso vicioso, y no siempre para lo que la ponen
en práctica dá buenos resultados. En esto se debe proceder con calma” (EN,
16/08/1878). Esta aclaración hecha por la redacción del diario aparece claramente
como una oposición a la posible huelga e, incluso, puede dar cuenta de cierta
advertencia a los trabajadores de su imprenta que pensasen en tal recurso.

Comprobamos cómo la huelga estaría netamente acotada a los talleres e imprentas


editores de diarios, tal como luego ocurre. A su vez, la enumeración de motivaciones
para los trabajadores revela el reconocimiento de éstos como asalariados y, por esto,
muestra una claridad en la fijación de sus intereses: el mejoramiento de las
condiciones de trabajo y de venta de su fuerza de trabajo, así como la orientación de
la SUT en pos de esto.

La Tribuna y La República, el día domingo 18 de agosto, anuncian la futura


inauguración en el mes de septiembre de la Biblioteca Popular de la STB, junto con
actividades para “solemnizar el acto” (LT, 18/08/1878) y recaudar fondos. Esto nos
muestra cómo la STB continúa con atribuciones de tipo mutualista y con su interés
por el desarrollo de los conocimientos de sus socios y su bienestar; a su vez, resalta el
papel que esta asociación tiene en la sociedad porteña de la época y el lugar otorgado
por los diarios a la difusión de sus actividades. El 29 de agosto se publica en la prensa
una notificación acerca de la reunión, a realizarse el viernes 30 de agosto, de los
miembros de la SUT “en el Teatro de la Alegría, á fin de reglamentar el trabajo
tipográfico en los diarios de la ciudad” (EN, 29/08/1878). La publicación nos
muestra quiénes son los trabajadores directamente implicados en la convocatoria y
que serán partícipes en la próxima huelga: los trabajadores de los diarios, no los
tipógrafos de todas las imprentas (véase también EN, 16/08/1878); a su vez, expone
claramente cuál es el objetivo perseguido por los trabajadores: la reglamentación del
trabajo tipográfico, aspecto que hasta el momento no había podido realizar la STB2

                                                            
2“Siempre en nuestra sociedad ha habido dos ideas. La una que tendía únicamente al socorro
mutuo; y la otra, que además de él tendía al adelanto del arte, y el material e intelectual de los
asociados (…). Propender al adelanto del arte, obtener el arancel de los trabajos tipográficos,
y sobre todo, hacer que nuestro trabajo personal sea justamente remunerado. He aquí el gran
problema que debemos prontamente resolver como lo ordenan nuestros estatutos”, Anales de

  
    6
 
 

por su misma entidad como asociación de ayuda mutua, actuando ahora la SUT
como órgano sindical, adquiriendo las atribuciones propias de éste.

La reunión antes mencionada se realiza el 30 de agosto en el Teatro de la Alegría “á


las dos de la tarde” (LT, 30/08/1778) y con la concurrencia “de cuatrocientos á
quinientos tipógrafos” (LT, 31/08/1778 y 01/09/1778) según el diario La Tribuna y
“mil y tantos tipógrafos” según el periodista Rafael Barreda (recordado por Félix de
Ugarteche, 1929: 370). Podemos reconstruir lo discutido y resuelto en esta reunión a
partir del resumen realizado por los diarios El Nacional, La Tribuna, La Libertad y
El comercio del Plata en las ediciones del sábado 31 de agosto al 1 de septiembre
(dependiendo de su régimen de publicación).

La nota publicada por El Nacional expone la intencionalidad expresa de mostrar las


debilidades de la organización, poniendo énfasis en los disensos al interior de la
asamblea: “las opiniones de la asamblea estaban en estremo divididas (…) esto
prueba que la Sociedad Unión Tipográfica no podrá llevar nada a cabo, puesto que no
se cuenta con el consenso unánime, necesario é imprescindible para el caso que se
proponen” (EN, 31/08/1878), buscando dividir (al menos hacia la opinión pública) al
movimiento, al marcar el debate entre las posturas de dos de los oradores: Ginés
Álvarez (Secretario de la Sociedad) y Ramón Lozano, quien expresó, según el diario,
“á sus compañeros, con la mayor buen fé, que la imposición de la tarifa no podía aun
llevarse a cabo porque el gremio no estaba en circunstancias de mantener sus
propósitos” (ibíd.). Al leer La Libertad (publicación del 30 y 31 de agosto) notamos
que Ramón Lozano es el encargado de la imprenta de El Nacional y, según la tapa del
diario mismo, el editor responsable, por lo cual podemos al menos darnos el
beneficio a la duda acerca de su papel en la asamblea.3 A su vez intenta destacar los
disensos entre la Comisión Directiva (o un sector de ésta) y la asamblea, ya que
                                                                                                                                                                          
la Sociedad Tipográfica Bonaerense, Buenos Aires, octubre de 1870, año I, Nº II, págs. 18 a
20 (en Badoza, 1990: 35). Podemos observar que hacia 1870 la reglamentación del trabajo
tipográfico era una preocupación clara al interior del gremio, que requería pronta solución. A
su vez ésta necesidad estaba en disputa (en tanto línea de acción) con otra postura, que ponía
el eje central en lo estrictamente mutualista o asistencial. Hacia 1878 continúa esta
preocupación, que viene a ser saldada por la conformación de la SUT.
3 Similar a la postura desarrollada por el diario El Nacional es la de María Silvia Badoza quien

al comentarla resalta la voz de Ramón Lozano en el debate, tildando a las ideas contrincantes
de “ideas utópicas”, responsables de dividir las opiniones en la asamblea (1990:39).

  
    7
 
 

“varias veces el Presidente de la Sociedad, pidió á los oradores no hiciesen uso de la


palabra huelga” (ibíd.).

La nota de La Tribuna muestra una visión menos confrontativa al resaltar cómo una
de las posturas logra sostenerse y sus propuestas “merecieron el apoyo más caluroso
(…) obteniendo más tarde la aprobación general de la asamblea” (LT 31/08/1778 y
01/09/1778). Por su parte El Comercio del Plata presenta una información más
puntual y de carácter “informativo”, sin aportar más valoraciones al respecto que una
línea final en la que sentencia: “¿A donde acabarán estas misas?” (CdelP
31/08/1878), en la cual muestra su postura respecto a la posible huelga y, en cierto
sentido, augura un desenlace negativo; enuncia, sin embargo, una unión más sólida
entre los trabajadores ya que en la asamblea “se leyeron varios discursos, redactados
todos en el sentido de que los tipógrafos deben unirse y sostenerse para obligar á los
dueños de imprenta aceptar la tarifa que ha confeccionado la sociedad Unión, y en
caso de no obtener lo que solicitan ponerse en huelga (sic)” (ibíd.) . Esta crónica
aporta un dato valioso: el aviso de una segunda reunión concertada para el día
domingo 1º de septiembre en el mismo lugar.

Nuevamente, El Nacional (al igual que La Tribuna) expresa cuáles fueron los
resultados de la asamblea4 y las decisiones tomadas por ésta: “que todos los que
concurrieron firmasen una declaración, comprometiéndose á respetar las
resoluciones de la Comisión Directiva, acudiendo inmediatamente al llamado que
hiciese á los tipógrafos. Que una Comisión saldría á informarse en todas la imprenta
del número de tipógrafos que estaban dispuestos á seguir los propósitos de la
sociedad. Que se insistiria nuevamente ante los directores de diarios y gerentes de
imprenta, para que aceptasen la nueva tarifa de los operarios. Que en caso contrario,
se reunirian nuevamente en una asamblea general, para resolver lo que tenian que
hacer, es decir, la huelga” (EN, 31/08/1878, LT, 31/08/1878 y 01/09/1878).

Además de lo ya dicho acerca de las reivindicaciones pedidas por los tipógrafos, en


los relatos de Oddone, Marotta y Ugarteche encontramos mayores especificaciones.
En primer lugar aparece como causa detonante que “una empresa diarística cercenó
                                                            
4 La transcripción es igual en ambas publicaciones, por lo que podemos inferir que se trata de
lo resuelto por la Asamblea en términos textuales.

  
    8
 
 

el sueldo de sus operarios [desconocemos cuál], que ya era reducido” (Ugarteche


1929, Marotta 1960: 22), siguiendo su ejemplo luego otras empresas. En segundo
lugar aparece la necesidad de fijación de un horario para los tipógrafos de los diarios,
que trabajaban a jornal (distinto de los tipógrafos de otras imprentas que trabajaban
a destajo), ya que la jornada era fijada por cada dueño de taller a su arbitrio. Por otra
parte, la necesidad de prohibición del trabajo infantil. En términos generales se
buscaba la aceptación del reglamento confeccionado por la Comisión Directiva de la
SUT5 en el que se instituía una tarifa de salario y se hacía acertada clasificación de las
aptitudes.

Suponemos que el 1º de septiembre se efectúa la segunda reunión anunciada de la


SUT, pero no tenemos registros documentales de ésta. “Se procedió como se había
resuelto en la asamblea; las comisiones nombradas realizaron su cometido, y en las
imprentas donde no se aceptaron las tarifas y el régimen instituido, se produjo la
huelga…” (Marotta, 1960: 22). Suponemos, por esto, que aquí es donde se decide
llevar adelante la medida de fuerza, a partir del trabajo de relevamiento realizado por
las Comisiones en las distintas imprentas y votado en asamblea. Éste habría sido
realizado entre los días 31 de agosto y 1º de septiembre.

El lunes 2 de septiembre se declara y estalla la huelga de operarios tipográficos en las


imprentas donde se publican diarios, dado el rechazo de la petición expresada por la
SUT a los directores de diarios y gerentes de imprenta. A partir de las noticias
publicadas en este día y los subsiguientes, mientras perdura la huelga, vemos cómo
las distintas empresas periodísticas asumen distintas actitudes. Debemos pensar que
son justamente estas empresas las principales implicadas y perjudicadas por la falta
de operarios necesarios para realizar el trabajo y continuar con la publicación de
diarios sin mayores modificaciones. A su vez, las distintas actitudes tomadas pueden
estar mostrándonos una relación con las resoluciones adoptadas en cada empresa y
cómo afrontaron la falta de operarios en cada caso, permitiéndonos pensar cuál es la
forma que va tomando la huelga y la actitud por parte de la patronal (viendo su
expresión en cada diario) hacia la medida. Ciertos diarios anunciaron de forma
                                                            
5No disponemos de este reglamento como fuente de primera sino por medio de referencias
no textuales en diversos autores.

  
    9
 
 

explícita e inmediata la medida de fuerza adoptada por los trabajadores, otros lo


hicieron de forma indirecta, ya sea por medio de publicaciones de tipo clasificado o
editoriales, variando también el carácter entre ellas. Intentaremos detallar estas
diferentes actitudes en las fuentes disponibles según orden de publicación.

Este día La Libertad publica el aviso de declaración de huelga de los operarios,


mostrando cómo ésta se extiende a lo largo de la jornada: “La huelga – Esta
mañana se declararon en huelga los operarios tipográficos de las imprenta por donde
ven la luz varios de nuestros colegas de la mañana y de la tarde. A medio día
consiguieron, según se corre, imponer sus deseos á tres de aquellas” (LL, 1 y
2/09/1878, el destacado es del diario). La Libertad es uno de los diarios que más
noticias y actualizaciones publica sobre la huelga, si no el que más. En El Nacional, si
bien no se publica ninguna notificación directa sobre el estallido de la medida de
fuerza, aparece como muestra del desarrollo del conflicto y el enfrentamiento ya
declarado, un aviso de tipo clasificado en la primera plana —lugar donde usualmente
no encontramos avisos de este tipo sino la estructura troncal del diario constituida
por las siguientes secciones: editorial, sueltos, tema del día, avisos oficiales, entre
otras— que dice: “Operarios [en letras más grandes]. Se necesitan en esta Imprenta”
(EN2/09/1878).6 Este simple aviso nos permite observar la concreción de la huelga
por parte de los trabajadores, la cual estaría afectando, obviamente, la posibilidad de
publicar el matutino o la necesidad de modificar el régimen de producción dada la
poca cantidad de operarios. A su vez, este aviso se repite en este diario los días 6, 7, 9,
10, 11 y 12 de septiembre (entre los diarios disponibles para nuestra consulta faltan
algunos ejemplares en los cuales no podemos saber de su aparición).

Continuando con las repercusiones frente al conflicto, el 3 de septiembre La


República presenta dos marcas de éste. De menor importancia, pero sin embargo
interesante, es la publicación de un anuncio de la imprenta en el cual se sacan a

                                                            
6 Este día también aparece un artículo en el diario El Nacional titulado “Estudios sobre el
proyecto de ley de imprentas III” (EN, 3/09/1878) que resalta la conflictividad con los
trabajadores como un factor que impide el desarrollo de este proyecto. No queda claro en qué
consiste al no encontrarse los ejemplares en los que aparecen la sección I y II, sin embargo
muestra la consideración de la organización de los trabajadores como un problema necesario
de resolver.

  
    10
 
 

relucir los galardones obtenidos por ésta y se reseñan los variados servicios y
productos ofrecidos, además de la calidad de su servicio, la efectividad de su
desarrollo y la calificación de sus operarios.7 A su vez, publica una noticia acotada
pero específica sobre la huelga en la cual informa la declaración y presenta algunos
de los fundamentos presentados por los trabajadores para incursionar en tal medida
de fuerza: “que son bajos los honorarios que perciben actualmente y (…) que a todo
operario que tenga cinco años de práctica, se le abonen 50 pesos moneda corriente
diarios” (LR, 2 y 3/09/1878). Continúa explicitando cuáles fueron las repercusiones
de este pedido en distintos diarios: “Esta alta tarifa ha sido aceptada en El Nacional,
La Nación, Correo Español, etc” (LR 2 y 3/09/1878). En cuanto al enfoque adoptado
por el diario La República, explicita su posición al decir “Creemos que á pesar de
todo no ha de dar los resultados que se propone la “Unión Tipográfica”” (LR, 2 y
3/09/1878), y la sostendrá en publicaciones posteriores.

Volviendo a La Libertad, en esta fecha publica una editorial sumamente interesante


para nuestro trabajo en la que se tratan diferentes facetas del conflicto. Comienza
informando sobre el estallido de la huelga, intentando poner como eje la falta de
efectividad de la medida: “entendemos que varias imprentas se han arreglado,
haciendo venir operarios de Montevideo ó de otras partes, pues se hallaban
prevenidas. Otras se han arreglado de otra manera, pero lo cierto es que los
huelguistas no han conseguido su objeto que era impedir con su actitud la
publicación de los diarios” (LL 2 y 3/09/1878). En cuanto al impedimento de la
publicación de los diarios, podemos resaltar, al estar justamente utilizando como
fuentes las publicaciones de estas fechas, que si bien es cierto que no se suspende la
publicación al menos de los principales diarios, los diversos avisos clasificados
publicados por diferentes diarios en búsqueda de personal especializado (operarios),

                                                            
7 “Gran medalla de oro. Exposición nacional de Córdoba. Año 1871. La República Sociedad
Anónima de Imprenta, Litografía y Fundición de tipos á vapor Belgrano 189. Este
establecimiento tiene permanentemente en depósito un Variado surtido de papel y o más
moderno en tipos, máquinas prensas y demás útiles de imprenta y litografía. (…) Con tres ó
cuatro dias de tiempo se preparan imprentas; no importa cuáles sean sus dimensiones. (…)
Los talleres de la imprenta cuentan con aventajados operarios y lo más adelantado en útiles,
lo que permite hacer toda clase de trabajos en cualquier idioma, de lujo ó económicos, con
brevedad y á precios módicos (…)” (LR, 2 y 3/09/1878, el destacado es propio).
Esta publicación se reitera: 4/9/1878, 5/9/1878, 6/9/1878 y 7/9/1878.

  
    11
 
 

los cambios de formato que algunos deben realizar (ver infra) y la mención de
Oddone acerca de la reubicación del personal en las imprentas y el efecto sobre los
diarios de menor tirada – “los diarios más importantes tuvieron que reducir el
material de lectura, no obstante haber puesto a las cajas a los empleados de
administración y algún personal adventicio. Los diarios menos importantes no
aparecieron” (Oddone, 1949:70)8- son hechos que nos permiten demostrar el escollo
que tal conflicto generaba en la patronal, a pesar de sus intentos por cercenarlo. Por
otra parte, respecto a la contratación de operarios uruguayos, ésta es la única fuente
que insinúa tal perspectiva, coincidiendo el resto de las fuentes consultadas en
exactamente lo contrario, en la demostración de solidaridad de los trabajadores
tipográficos del Uruguay9 hacia los trabajadores argentinos, presentándose ésta
como la primera muestra de solidaridad internacional frente a una medida de fuerza
en los albores del movimiento obrero organizado.10

A continuación es firme la línea editorial: “En cuanto al hecho en sí, debemos


reprobarlo” (LL, 2 y 3/09/1878). A esto sigue una comparación entre su
caracterización de las condiciones de trabajo y asociación en la Argentina y en
Europa, intentando imputar un carácter “atrasado” al gremio en esta tierras y la falta
de condiciones estructurales que ameriten la medida de lucha realizada: “Aquí existe
el trabajo libre, y no median las mismas causas que existen en Europa, donde el
trabajador lucha con mil dificultades, con el monopolio, con el privilegio… En
Europa, la tipografía es una profesión en regla, especial, mientras que aquí se toma
por accidente, siendo muy pocos los que tienen conocimientos especiales. A pesar de
                                                            
8 Cuando Oddone hace referencia a “haber puesto en las cajas” está hablando de la tarea
específica realizada por los operarios tipográficos encargados de la composición de las placas
metálicas llamadas galeras (bases para las copias) a partir del armado de los componedores,
en los cual se encastran los tipos y letras fundidos, así como los espacios seleccionados de
forma precisa de las cajas.
9 La Sociedad “Tipográfica Montevideana comenzó a funcionar en 1870” (Badoza, 1990: 23).

Entre ambas organizaciones existían relaciones fluidas demostradas por la firma de un


convenio en 1873 regulando las posibilidades de pase de los socios entre asociaciones,
siempre y cuando se cumpla con el pago de las respectivas cuotas y fuese manejado por estos
organismos.
10 “El gremio de tipógrafos de Montevideo, a cuyo esfuerzo quisieron recurrir algunas de las

empresas, aplaudió, en telegrama dirigido a la sociedad, “la trascendental huelga


bonaerense”, adhiriéndose a ella y prometiendo que, a pesar de las muchas solicitudes, nadie
vendría de allí” (Marotta, 1960:22).

  
    12
 
 

eso, son bien remunerados y no hay, no puede haber una queja fundada” (LL, 2 y
3/09/1878). Nos sorprenden, sin embargo, algunas de estas declaraciones en
comparación con el aviso clasificado del diario La Republica antes comentado en el
cual se destaca que “los talleres de la imprenta cuentan con aventajados operarios y
lo más adelantado en útiles, lo que permite hacer toda clase de trabajos en cualquier
idioma, de lujo ó económicos” (LR, 2 y 3/09/1878, el destacado es propio), que
implica una necesaria calificación de los operarios, capacitados para realizar trabajos
en distintos idiomas, más aun teniendo en cuenta que casi unánimemente los
trabajadores tipográficos de la Capital Federal eran nativos o a lo sumo, en mínima
proporción comparativamente, españoles y uruguayos, siendo estas dos
nacionalidades de habla hispana.

Seguidamente la noticia insiste en diferenciar las condiciones locales de las


condiciones en Europa, recomendando a los trabajadores locales no hacer caso de los
malos ejemplos transmitidos por los “espíritus inquietos que vienen aquí con las
mismas preocupaciones que tienen en Europa” (LL, 2y3/09/1878) e incurre en una
especie de intimidación hacia los trabajadores ya que “el resultado de estas huelgas
inútiles puede ser el que muchos operarios inocentes se queden sin trabajo y se vean
despedidos. Desde luego puede ya verse este resultado” (LL, 2 y 3/09/1878),
mostrando una clara postura por parte de la patronal, decidida a hacer frente a la
amenaza presentada por los trabajadores y su Sociedad.

Cierra la noticia haciendo muy explícita la postura de la patronal y su intento por


quebrar la unidad de los trabajadores, apelando a profundizar las diferenciaciones
entre las categorías de operarios, buscando escindir a una porción – la porción de los
oficiales- del resto de los trabajadores.11 Siguiendo lo planteado por Marx en Miseria
de la filosofía podemos reconocer aquí la política ejercida desde la burguesía
respecto a la organización obrera: “las condiciones económicas, transformaron
primero a la masa de población del país en trabajadores. La dominación del capital
ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes” (Marx, 1970: 158).
                                                            
11 “La comisión de los huelguistas ha fijado una tarifa que solo va a aprovechar á los oficiales,

viéndose los medios oficiales y los aprendices sin trabajo, porque en las imprentas preferirán
un oficial, con conocimientos especiales, para pagarle el precio de la tarifa antes de pagar á
los que no poseen perfectamente el arte de la tipografía” (LL, 2 y 3/09/1878).

  
    13
 
 

La patronal intenta romper, imponiendo su línea en la utilización de la sección


editorial, esos lazos que su misma dominación generó acorde a sus necesidades;
intenta romper la unión en esta masa que “es ya una clase con respecto al capital”
(ibíd.).

En este día otra seña interesante que encontramos en las fuentes primarias aparece
en el diario El Comercio del Plata que a partir del 2 de septiembre cambia el
ordenamiento de la edición. Como primera medida, hay una reducción notable de las
noticias diarias, aquellas que requieren mayores cambios en la edición, pasando de
ser casi dos páginas de cuatro previamente al 2 de septiembre a ser una de cuatro
luego de esta fecha; esto hace que en segunda instancia se establezca más de una hoja
(lo cual implica más de una placa de preparación en el taller) de propaganda como
fija a lo largo de todo el conflicto, no siendo modificada. Estos dos aspectos podrían
estar mostrando una falta clara de operarios y la imposibilidad de cumplir con más
de una hoja de noticias preparadas para la edición, haciendo uso de mayor cantidad
de planchas minerva ya armadas, por ejemplo en forma de propaganda.12

Nuevamente La Libertad, el 5 de septiembre, nos ofrece una nota editorial muy


interesante en la cual podemos apreciar la reiteración de su línea editorial con
respecto a la huelga suscitada por los operarios. Apela otra vez a la caracterización de
Europa como transmisora de malas costumbres y hábitos sediciosos, no tildando por
esto al viejo continente de culpable por la situación dada sino adjudicando a los
trabajadores argentinos la obligación de efectuar un juicio selectivo mediante el cual
deben poder “discernir entre lo bueno y lo malo que nos manda; incorporar á nuestra
naciente sociabilidad sus hábitos de labor perfeccionado, sus méritos y sus virtudes,
pero hacer á un lado sus resentimientos, sus hostilidades y sus falsas emulaciones”
(LL, 5/9/1878). La huelga es expresión de lo exótico, propio de otras tierras
propensas para su surgimiento y con condiciones dadas para ello, no así nuestra
tierra determinada por la libertad, “donde el obrero laborioso, inteligente y moral, es
rey y no vasallo” (ibíd.). Aquí el obrero no corre la misma suerte que en el continente
                                                            
12 El diario cambia de formato, pasa de un orden: noticias (Pág.1), noticias (Pág. 2),
propaganda (Pág. 3) y propaganda (Pág. 4), previo al 2 de septiembre a propaganda (Pág.1,
plancha fija en lo sucesivo), noticias (Pág. 2), propaganda (Pág. 3, fijas y cambia sólo parte de
la 1º columna) y propaganda (Pág. 4, bastante fija) (CdelP, 3/09/1878).

  
    14
 
 

europeo donde debe “arrastrar una larga vida de pobreza y privaciones, muriendo
obrero y dejando á su familia la miseria como herencia (…) aquí el obrero gana más,
vive mejor y forma capital acumulando ahorros” (ibíd.), de lo cual se desprende la
supuesta capacidad del obrero, de así desearlo, de ascender socialmente y convertirse
en propietario, por ejemplo. La Argentina, según la línea editorial del matutino,
estaría exceptuada de la lógica del capitalismo (aquí aun en ciernes, claramente) ya
que “entre el capital y el trabajo no existe aquí el antagonismo que existe en otras
partes. Ambos se dan la mano, viven fraternalmente, corren los mismos riesgos y
juntos soportan cargas” (ibíd.), caracterización que, de ser así, daría cuenta de una
relación de producción de tipo cooperativo en las industrias (entre las que se
incluirían las imprentas), siendo el capital y el trabajo socios,13 cuestión que
descartamos de plano. A continuación exhorta a los trabajadores a reflexionar sobre
los efectos contraproducentes que haciendo la huelga generan hacia la producción y
su propio trabajo, así como a las perspectivas de mantenerlo, atentando contra sus
propios intereses. Las exigencias de los trabajadores a una mejor paga
imposibilitarían la continuación de la producción local en términos competitivos con
el extranjero, llevando a la “ruina del patrón y ruina del obrero (…) he aquí el fin
seguro é infalible hácia el cual marchan las cosas si el buen juicio no se sobrepone á
las inspiraciones de los que fomentan la huelga” (ibíd.).

Tal como en editoriales anteriores, busca el quiebre de los trabajadores agremiados,


apelando a lo heterogéneo de la asociación, buscando categorizar en dos grupos los
reclamos de los trabajadores, tildando a uno de éstos como despóticos: “Los que
entiendan que su trabajo es retribuido en lo que vale, son dueños de pedir lo que
crean justo (…) Abusan de ese derecho, lo ultrapasan y atentan contra el derecho
ageno, cuando pretender hacer estensivo su motivo de queja á aquellos que nada
tienen que decir, que están contentos con la retribución que se les dá y viven en
perfecta armonía con sus patrones. ¿A titulo de qué vendrá una asociación á
imponerme el despotismo de su voluntad?” (ibíd.). Claramente el ataque es hacia la
forma misma de asociación de los trabajadores, a la unión de éstos con propósitos
                                                            
13En este sentido podemos ubicar las interpretaciones de Rocchi (2000), en las cuales se
sostiene la existencia de una supuesta lógica de solidaridad entre trabajadores y patrones, o
sea entre capital y trabajo.

  
    15
 
 

gremiales, no así hacia la reunión con fines mutualistas, que sí es bien vista por los
diarios y patronales, como veremos más adelante en la diferenciación que hacen
respecto a las noticias publicadas en referencia a la SUT (gremial) y a la STB
(mutual).

“Obrero, tipógrafo, ó lo que se quiera, estoy contento con mi suerte (…) ¿Por qué he
de consentir que se me obligue á cambiar la situación?” (ibíd.). La Sociedad es
representada como un agente externo que se inmiscuye en una relación armoniosa y
beneficiosa entre ambas partes, entre capital y trabajo, situación frente a la cual el
trabajador no tiene ninguna objeción. Inclusive se pone en tela de juicio la
representatividad y legitimidad de la Sociedad: “mucha generosidad en estos tiempos
de general egoísmo!” (ibíd.). A su vez, intenta posicionar la medida de fuerza de los
trabajadores como un posible ejemplo pernicioso a suscitarse en diferentes ámbitos
sociales, no sólo laborales, sino también personales y familiares: “Hoy es con la
imprenta, mañana será con la familia” (ibíd.), instando a los obreros a no seguir los
mandatos de la Sociedad, nuevamente vista como externa, no como organismo
representativo de los trabajadores, ya que “sociedades con tales fines son malas
sociedades, que deben desaparecer para tranquilidad del obrero juicioso y moral”
(ibíd.). Sin embargo, “pueden y deben existir cuando, administradas con honradez,
tienen por objeto auxiliar á sus miembros en los días que falta el trabajo en la hora de
la vejez” (ibíd.). Como habíamos dicho, cuando su fin es sólo mutualista, lo cual no
altera el orden dado de las relaciones laborales. “Destinarlas á imponer la felicidad
por la fuerza y sembrar para ello la anarquía en los talleres donde reinó siempre el
contento entre superiores y subalternos, es desnaturalizar su esencia y condenarlas á
prematura muerte” (ibíd.).14

                                                            
14Esta visión propia de la patronal en el momento del conflicto, podemos también hallarla en
estudios recientes sobre asociacionismo en la historia argentina, en los cuales se presenta a la
STB como ámbito de sociabilidad válido y competente para los trabajadores tipográficos. La
raíz de ésta consideración radica en la concepción misma sobre la naturaleza de las
asociaciones de ayuda mutua y las organizaciones gremiales, siendo, según Hilda Sabato, más
“completas” las mutualistas “ya que al objetivo general de la asistencia en materia de salud,
desempleo y educación se sumaba la defensa corporativa del oficio (…) [y] no se definían en
términos clasistas e incluían en su seno no solamente a trabajadores en relación de
dependencia sino también a quienes lo hacían por cuenta propia e incluso a patrones o
empresarios del sector correspondiente” (Di Stefano et. al., 2000:114-115). Por oposición, las

  
    16
 
 

El 6 de septiembre, además del ya mencionado aviso de tipo clasificado publicado en


El nacional en búsqueda de operarios, se suman avisos similares en otros periódicos
como La Libertad en los cuales se solicitan operarios y distribuidores para su
imprenta y para otras (en este caso La Pampa); se repetirán estos avisos con pedidos
de trabajadores para distintas imprentas en sucesivos días.

No sólo estos avisos nos permiten comprobar la continuidad de la huelga, dada la


evidente necesidad de operarios, sino también una nota del diario La República, en
la cual podemos constatar las diversas repercusiones que la medida tiene sobre las
imprentas de los diarios: “En algunas imprentas trabajan los sócios de la Unión
Tipográfica imponiendo fuertísimas condiciones” (LR, 6/09/1878), mientras que en
otras imprentas evaluamos que se sentía la falta de operarios, ya que “algunos diarios
reducirán su formato, hasta tanto vuelvan las cosas á su estado normal, que es lo que
indudablemente tiene que suceder” (ibíd.), marcando la modificación de ciertas
publicaciones y su consideración acerca de la huelga, la cual según el matutino debe
indefectiblemente terminar y reestablecerse el orden. Claro ejemplo de esta
alternativa adoptada en los diarios afectados por la falta de operarios es que “[El
diario] La América del sud reducirá su formato a la mitad del que actualmente tiene”
(ibíd.).

La Nación, al igual que La Prensa, optó por omitir información directa sobre la
huelga de los trabajadores tipográficos, silenciando los hechos. Sin embargo, La

                                                                                                                                                                          
asociaciones gremiales se presentan como más sesgadas en sus objetivos y tareas, e incluso
excluyentes. A su vez, al suponer que “esta «fraternidad» se rompió en 1877 cuando se
planteó un conflicto por los salarios obreros y un grupo se separó de la institución, formó la
Unión Tipográfica (…) para intervenir directamente y buscar imponer a los patrones pautas
salariales y de trabajo para el sector” (Di Stefano et. al., 2000:116), podemos deducir, según lo
planteado por la autora, que la organización de tipo gremial quiebra la lógica “adelantada” de
la organización mutualista.
En sentido opuesto al presentado hasta el momento, Ricardo Falcón estima de manera
disímil a la SUT, sus tareas y objetivos, destacando la presencia misma de esta Sociedad como
un aspecto importante de la huelga tipográfica de 1878, al aparecer “como la primera
organización con fines sindicales específicos” (Falcón, 1984:79). A su vez, considera
claramente de manera distinta la fundación de la SUT como un avance respecto al carácter
mantenido hasta el momento por la STB: “Desde fines de 1877 un núcleo de militantes de la
Sociedad Tipográfica Bonaerense se había propuesto crear una nueva asociación que
superara los límites mutualistas que ésta tenía” (Ídem). En igual sentido es estimada por
Oddone (1949:69) y Marotta (1960:19).

  
    17
 
 

Nación publicó una serie de artículos denominados “El periodismo en la República


Argentina”,15 escritos por el aun joven Ernesto Quesada, en los cuales podemos
observar una patente preocupación por la situación imperante. El primero de estos
artículos da cuenta de cálculos acerca de cuánto dinero “gasta la República en los
periódicos argentinos que mantiene” (LN 7/09/1878). Resulta de particular interés
la publicación de “El periodismo en la República Argentina II” del sábado 7 de
septiembre, en la cual se presentan cálculos acerca de cuánto cuestan a las empresas
los diarios que circulan anualmente, intentando dilucidar la rentabilidad de la
empresa periodística, haciendo para esto especial énfasis en el papel importante que
tienen los avisos, ya que “son los avisos los que mantienen a un diario” (ibíd.), y en
los gastos de las imprentas en términos de mano de obra necesaria para la
producción. El contenido de esta publicación no nos resulta inocente dado el
contexto en el cual se enmarca, buscando tal vez generar reacción en los lectores, al
presentar una situación de “peligro” para la publicaciones periódicas y sus
posibilidades de sostenimiento.

Como ya dijimos, La Prensa es uno de los diarios que no da cuenta directamente del
conflicto, negando así la política llevada adelante por la SUT. Sin embargo no se
posiciona de la misma manera respecto a la STB, acerca de la cual sí refiere en el
diario, publicando noticias sobre sus actividades y proyectos. Una de estas noticias es
publicada el día domingo 8 y lunes 9 en la cual señala: “Sociedad Tipográfica
Bonaerense-En el local de esta sociedad situado en la calle Solís entre Chile é
Independencia, tendrá lugar en la semana próxima la apertura de la Biblioteca
Popular y un bazar con el objeto de obtener fondos para su sostenimiento” (LP, 8 y
9/09/1878), mostrando simpatías hacia tal sociedad, pudiendo aquí encontrar
notoriamente la diferenciación realizada en múltiples ocasiones por los diarios y
ciertos autores, entre las dos Sociedades y, dándose por sobreentendido, sus
propósitos.

                                                            
15Aparecieron en el orden siguiente: El periodismo en la República Argentina I (4/09/1878),
El periodismo…II (7/09/1878), El periodismo…IV (17/09/1878), El periodismo…V
(18/09/1878). No disponemos de la fecha de publicación de El periodismo…III.

  
    18
 
 

La situación dada en las imprentas se presenta como una posible amenaza, según los
diarios, factible de presentarse en otros gremios y establecimientos, tal como lo
destaca El Nacional del 12 de septiembre, en una nota en la cual sentencia que “El
precedente tiene que ser funesto” (EN, 12/09/1878), dando aviso de la agitación que
están efectuando los mayorales del tramway, avivando “la idea de declararse en
huelga, hasta que se le aumenten sus salarios” (ibíd.). A su vez el matutino previene a
los trabajadores de la esterilidad de tal decisión, en caso de tomarla, ya que ese
empleo puede ser ocupado por “miles de personas” (ibíd.). Similar advertencia
realiza el diario La República el 13 de septiembre, siendo incluso ésta más incisiva,
“Vá de huelgas – Según rumores que corren (…) ¿A que no se animan?” (LR,
13/09/1878), hasta sonando como amenaza.

El Nacional, el 14 de septiembre, publica una nota editorial en la cual nuevamente se


destaca lo innecesario de la medida de fuerza llevada adelante por los tipógrafos y de
las posibles nuevas medidas que se rumoreaba ocurrirían, acusando de tales sucesos
a ociosos que simplemente imitan y plagian lo que por medio de noticias se enteran
ocurre en Europa y en los Estados Unidos. Nuevamente es presentada a la Argentina
como excluida de la lógica del capitalismo, dada la descripción del proceso
productivo en los países europeos, que implica la posibilidad de baja de salarios o
despidos y, como consecuencia, la declaración en huelga de los trabajadores, en
oposición a nuestro país, donde la oposición capital-trabajo no existe, ya que “entre
nosotros no hay tales alternativas, ni hay concurrencia de oferta ni demanda. La
huelga sería una ridícula parodia, sin objeto y sin resultado” (EN, 14/09/1878). A su
vez, señala que “hay perturbaciones que tienen sus causas en Europa, y que debemos
cuidar que no se las traiga por imitación á nuestro suelo, que tiene, por desgracia, las
suyas propias” (ibíd.). Siempre es la huelga un elemento extraño, pero en esta nota
encontramos otro elemento que pretende ser considerado o presentado como
foráneo: es la primera mención al socialismo, que “usa las huelgas como instrumento
de perturbación, pero el socialismo es una necedad en América” (ibíd.),
entendiéndose que éste debe ser repudiado o ahuyentado de estas tierras.

Otro aspecto interesante de esta nota es la consideración realizada por el diario


respecto de los trabajadores tipográficos, los cuales, “entre nosotros, se mostrarían

  
    19
 
 

mas dispuestos á ser influidos (…) por cierto grado de desarrollo intelectual y tener
una sociedad organizada” (ibíd.), reconociendo, por un lado, la calificación de estos
trabajadores y, por otro, destacando lo avanzado de la sociedad organizada en este
gremio.

En los días sucesivos, del domingo 15 al sábado 21 de septiembre, se publican


noticias en casi todos los diarios consultados sobre la inauguración de la biblioteca
de la STB así como de un bazar a efectuarse en beneficio de la Sociedad; vemos así
como se efectúa la separación, antes indicada, entre las dos sociedades de los
tipógrafos, haciéndose eco de las noticias respecto a la STB todos los diarios,
publicando a su vez correspondencia cordial hacia la STB, dándole a ésta legitimidad
y reconocimiento desde la patronal, distinto del trato dado a la SUT.

Se da hasta el 9 de octubre un salto temporal, tiempo en el cual aparecen sólo


noticias referidas a eventos y actividades realizadas por la STB. El 9 de octubre
reaparecen noticias sobre la medida de fuerza de los trabajadores mediante una
notificación en el diario El Nacional del reemplazo del viejo personal tipográfico por
uno nuevo, ya que “la empresa del NACIONAL se ha visto en la obligación, dolorosa e
imprescindible, de reformar totalmente el personal de operarios tipográficos del
establecimiento. Producida la huelga en el mes anterior, este movimiento inusitado é
injustificable en sus formas, ha proseguido en la escala creciente que su orijen
erróneo determinaba y ha llegado un momento en que se ha hecho ineludible la
medida llevada ayer a cabo por la Dirección” (EN, 9/10/1878). A partir de esta
noticia, los resultados de la huelga deben ser revisados. Si nos guiásemos sólo por
esto, entenderíamos que la huelga fue aplastada, saliendo victoriosas las imprentas y
diarios que en ellas se imprimen, ya que éstos lograron prescindir de los operarios
tipográficos anteriores y reemplazarlos por nuevos. Sin embargo, Oddone destaca
cómo “a pesar de la presión (…) para hacer fracasar el movimiento, la huelga fue
ganada, estableciéndose la jornada de diez horas en invierno y doce en verano”
(Oddone, 1949:70). Este autor presenta una posible hipótesis de cuál puede ser una
de las causas que contribuyeron a esta victoria, como es la escasez de trabajadores
del gremio. Sin embargo, esta misma causa es la que permite a los patrones, una vez
ganada la huelga, desbaratar el triunfo conseguido haciendo que predomine el

  
    20
 
 

egoísmo de los obreros, “cuya conciencia de clase estaba todavía en pañales” (ibíd.),
al poder implantar el trabajo a destajo, iniciándose así una vuelta a la situación
anterior: los obreros ante la perspectiva de ganar más por día prolongaron la
jornada, desapareciendo paulatinamente la conquista obtenida con esta fijación de
horario.

Primeros resultados

El trabajo realizado hasta el momento nos ha permitido conocer con mayor


profundidad (aunque aun parcial) el desarrollo de este conflicto tantas veces
documentado pero no investigado de manera exhaustiva; el contacto con las fuentes
primarias y las posibilidades brindadas por ellas, ha determinado el carácter de este
primer acercamiento a los acontecimientos y ayudado en la incipiente delimitación
de los problemas y objetivos a desarrollar en la investigación de aquí en adelante.

El papel jugado por la patronal a través de su expresión en las líneas editoriales de


los diarios, posiciona a la construcción de hegemonía, buscada desde estos sectores,
como uno de los factores a continuar investigando, intentando dilucidar (de la
manera más completa posible) la forma que adquiere la lucha teórica encarada por la
burguesía en este momento decisivo. Es interesante observar cómo efectúan los
sectores patronales, desde las líneas editoriales, la “construcción” de sujetos (al
caracterizar e imponer tareas a los trabajadores, por ejemplo), así como la
“construcción” de realidades (al describir la situación imperante en el país, al igual
que las condiciones económicas, por ejemplo), intentando imponer su
posicionamiento y sus intereses como los intereses del conjunto de la sociedad, en
búsqueda de construir hegemonía. Paralelamente, se debe seguir investigando la
estrategia desplegada, frente al accionar de la patronal, por este sector de los
trabajadores en la constitución de la clase obrera como bloque en contra del
despotismo del capital, en el desarrollo de la lucha misma. Otro aspecto a seguir
investigando es la composición estructural del gremio de tipógrafos y las
características del proceso de trabajo, a fin de conocer las condiciones establecidas y

  
    21
 
 

su correlato en las formas de organización y acción, buscando establecer el grado de


la conciencia desplegado, así como la dirección adquirida en la lucha.

  
    22
 
 

Referencias

Badoza, María Silvia (1990) “Los tipógrafos en Buenos Aires. La Sociedad


Tipográfica Bonaerense – 1855-1880” en Mercado de trabajo y paro forzoso, nº3
T.2 Estudios-Investigaciones, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, UNLP.

De Ugarteche, Félix (1929) La imprenta argentina. Sus orígenes y desarrollo,


Buenos Aires, Ed. R Canals.

Di Stefano, Roberto, Sabato, Hilda, Romero, Luís Alberto y Moreno, José Luís
(2002) De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la
iniciativa asociativa en Argentina 1776-1990, Buenos Aires, Edilab Editora.

Falcón, Ricardo (1984) Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos
Aires, CEAL.

Gramsci, Antonio (1998) “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerzas” en Notas


sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva
Visión.

Iñigo Carrera, Nicolás (2000) La estrategia de la clase obrera -1936-, Buenos Aires,
Pimsa - La Rosa Blindada.

Iñigo Carrera, Nicolás (2004) “La centralidad de la clase obrera en el pasado y


presente de la Argentina” en A cien años del informa Bialet Massé, Jujuy, Facultad
de Humanidades y Artes - Universidad Nacional de Jujuy.

Marotta, Sebastián (1960) El movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Lacio.

Marx, Karl (1970) Miseria de la Filosofía, Buenos Aires: Siglo XXI

Oddone, Jacinto (1949) Gremialismo Proletario Argentino, Buenos Aires, La


Vanguardia.

Rocchi, Fernando (2000) “Un largo camino a casa: Empresarios, trabajadores e


identidad industrial en la Argentina, 1880-1930” en Juan Suriano (compilador) La
cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La colmena.

  
    23
 
 

Una periodización de la agitación obrera en


Buenos Aires (1887-1893)

Lucas Poy
lucaspoy@gmail.com

  
    24
 
 

RESUMEN:

Las transformaciones estructurales en la las vicisitudes del ciclo económico, los


sociedad argentina de fines del siglo XIX procesos de ascenso y reflujo de los
dieron lugar a la aparición de tensiones movimientos reivindicativos y las
sociales de nuevo tipo a partir de la tendencias hacia la unidad y la división en
formación de una clase trabajadora de las organizaciones políticas. Así como el
origen mayoritariamente inmigrante y proceso de acción conjunta que llevó a la
fuertemente concentrada en las ciudades celebración del 1º de mayo de 1890 y a
del litoral. En este trabajo presentamos numerosas actividades unitarias no puede
algunos avances de nuestra investigación, separarse del ascenso huelguístico de los
que pone en relación el análisis de la años 1887-1890 en un contexto de
situación de los trabajadores urbanos con creciente carestía e inflación, las
el proceso de luchas reivindicativas y el numerosas divisiones y rupturas que
desarrollo de las corrientes políticas que tuvieron lugar en el período posterior
intervenían en el “mundo de los deben ponerse en relación con el reflujo de
trabajadores”. La periodización de las las luchas obreras provocado por el
luchas obreras del período 1887-1894 impacto de la crisis económica y sus
permite advertir la relación existente entre secuelas de desocupación y emigración.

  
    25
 
 

Introducción

A
unque la mayor parte de los trabajos históricos sobre la llamada “crisis de
1890” se concentraron en la bancarrota financiera y en el surgimiento de
una oposición burguesa representada por la Unión Cívica, es importante no
perder de vista que pocas semanas antes de la Revolución del Parque se había
realizado la primera celebración del 1º de mayo, en lo que fue considerado por
muchas historias “oficiales” del Partido Socialista y el PC como la “aparición” de la
clase obrera en la escena del país. Es importante destacar, en cualquier caso, que no
se trataba de un rayo en cielo sereno. Si en la década de 1870 el enviado de la
Asociación Internacional de Trabajadores, Raymond Wilmart, estaba aún en
condiciones de escribirle a Karl Marx que las posibilidades de ascenso social
existentes en el país hacían imposible cualquier intento de organización de los
trabajadores (Tarcus, 2007: 509), en la segunda mitad de la década de 1880 las cosas
habían cambiado. En las vísperas de la revolución del 90, incluso desde antes que se
consolidara un movimiento de oposición dentro de las filas de la propia oligarquía, la
clase trabajadora de la ciudad de Buenos Aires se había puesto en movimiento.

Diversos trabajos han enriquecido nuestro conocimiento sobre el desarrollo


alcanzado por los agrupamientos socialistas y anarquistas de Buenos Aires en este
período, que ponía en evidencia que, cuando habían transcurrido dos años de la
presidencia de Miguel Juárez Celman (1886-1890), la actividad de militantes
inmigrantes de diferente orientación política era ya un elemento importante en los
medios obreros de la ciudad (Oved, 1978, Zaragoza, 1996, Falcón, 1984, Tarcus,
2007, entre otros; para una discusión historiográfica más amplia, ver Poy, 2010a).
Permanece mucho menos estudiado, sin embargo, el proceso de desarrollo
huelguístico que se produjo en el lapso clave que va desde fines de la década de 1880
hasta mediados de la siguiente. En esta ponencia presentamos algunos avances de
nuestra investigación doctoral, que apunta a poner en relación el análisis de la
situación de los trabajadores urbanos con el proceso de luchas reivindicativas y el
desarrollo de las corrientes políticas que intervenían en el “mundo de los
trabajadores” en las últimas dos décadas del siglo XIX. Sobre la base de un trabajo de
seguimiento de la prensa obrera del período y fundamentalmente de los principales

  
    26
 
 

periódicos de la prensa comercial de la época —los cuales dedicaron en este período


una atención importante a la conflictividad obrera— desarrollamos un análisis de la
evolución de los episodios huelguísticos en Buenos Aires haciendo particular énfasis
en algunos conflictos fundamentales por su duración y su trascendencia. Aunque aún
se trata de apuntes preliminares de una investigación más amplia, creemos que la
periodización de las luchas obreras del período 1887-1894 aquí esbozada permite
extraer algunas conclusiones sobre la relación existente entre las vicisitudes del ciclo
económico, los procesos de ascenso y reflujo de los movimientos reivindicativos y las
tendencias hacia la unidad y la división en las organizaciones políticas.

Buenos Aires hacia 1890: industrialización incipiente, expansión


demográfica y carestía

Si todo el país había conocido un gran crecimiento de población a partir de la


inmigración masiva que tuvo lugar en la década de 1880, el fenómeno era
particularmente notable en la ciudad de Buenos Aires: entre 1869 y 1887 la población
creció a una tasa anual del 7,3%, y según el censo municipal realizado en ese último
año vivían en la ciudad 433.375 personas, de las cuales el 52,7% eran extranjeras. El
imponente crecimiento de la ciudad había convertido a la construcción en una de las
principales ramas de la economía: en 1887 el Censo registraba a más de 10.000
personas ocupadas como albañiles, pero es importante sumar también a los
trabajadores ocupados en diversas obras públicas y privadas como las de
remodelación y construcción portuarias, instalación de cloacas y alumbrado, etc.
Alrededor de 10.000 personas se desempeñaban como carpinteros, ocupados tanto
en la industria de la construcción como en la producción para el consumo.

Un rol fundamental, por su cantidad y por el lugar que ocupaban en el contexto de la


economía exportadora, era el jugado por los trabajadores de los transportes, el
comercio y diversos servicios. A los trabajadores ferroviarios, en creciente expansión
dado el aumento de las líneas férreas, debemos agregar a los casi cinco mil carreros y
más de dos mil cocheros que existían en 1887. El crecimiento de la ciudad, por otra
parte, había generado un mercado para distintos productos que eran elaborados en

  
    27
 
 

pequeños talleres y fábricas. Si bien había fábricas que empleaban a más de un


centenar de obreros, el promedio de trabajadores por establecimiento era todavía
reducido. Las principales ramas eran la industria de la alimentación (panaderías,
confiterías, licorerías, etc) y la confección (zapateros, sastres, sombrereros, entre
otros), aunque también tenían su importancia ciertas industrias livianas: existían ya
en la ciudad varios miles de trabajadores metalúrgicos y herreros que jugarían un
papel importante en la agitación del período inmediatamente posterior.

En este trabajo nos interesa analizar el proceso de conflictividad obrera que tuvo
lugar a fines de la década de 1880 y por lo tanto no profundizaremos en el análisis de
la conformación estructural de la clase trabajadora en la Buenos Aires de la época,
que estudiamos en otro trabajo (Poy, 2010c). Creemos que conservan su actualidad
los planteos de Ricardo Falcón, quien distinguió un cambio importante en la segunda
mitad de la década de 1880 y particularmente en el período que nos ocupa. Según
este autor, “hasta 1887, particularmente para los trabajadores inmigrantes, la
situación se caracteriza por una perspectiva relativamente justificada de gran
movilidad social”. A partir de ese año, sin embargo, la situación comienza a
modificarse:

Las transformaciones de la década del ochenta aceleran la proletarización de la masa de


trabajadores. La llegada de grandes volúmenes de inmigrantes hacia fines de los años ochenta
va a provocar un vuelco en la situación, que se verá agravado por la crisis económica. El
aumento de la oferta de mano de obra favorece la situación de los patrones en la imposición
de las condiciones de empleo. (Falcón, 1984: 72)

Aunque no llegó a profundizarse para dar lugar a definiciones concluyentes, la


historiografía conoció un debate respecto a la situación de los trabajadores durante el
período. Roberto Cortés Conde (1979) fue el principal defensor de la llamada “tesis
optimista”, cuando sostuvo –a partir de datos salariales de empleados de Bagley y de
peones de la policía– que la situación de los trabajadores había mejorado durante el
período de la crisis de 1890. Esta posición contradecía la interpretación que hasta
entonces había sido predominante, desde los trabajos de Adrián Patroni a fines del
siglo XIX, y sostenía que los salarios reales habían disminuido. Si bien es una
cuestión que excede por completo los límites y objetivos de este trabajo,

  
    28
 
 

compartimos las apreciaciones de Juan Suriano (2003), quien señaló en un trabajo


reciente que, más allá de las dificultades para proveer datos “cuantitativos” que
refuten la interpretación de Cortés Conde, una enorme cantidad de fuentes
“cualitativas”, como las que analizamos en este trabajo, contribuyen a sostener una
interpretación de tipo “pesimista”. Tal como analizamos más ampliamente en otro
trabajo (Poy 2010c) no es posible, por otra parte, reducir la cuestión de la “movilidad
social” a una simple evolución del “salario real” –para la elaboración del cual existen
dificultades documentales muy difíciles de resolver– sino de analizar las crecientes
dificultades que encontraban los inmigrantes, tal como señala Falcón, para escapar
de un destino de proletarización.

En cualquier caso, lo que nos interesa en este punto es analizar de qué manera esas
condiciones estructurales prepararon el terreno para un proceso de agitación y
luchas obreras en la antesala de la crisis económica. Creemos que a los elementos
señalados por Falcón es necesario agregar el profundo proceso de encarecimiento del
costo de la vida que tuvo lugar en los años inmediatamente anteriores al estallido de
la crisis, y sin cuyo análisis es imposible comprender la movilización de los
trabajadores. La ley 1130, sancionada el 25 de noviembre de 1881, había establecido
que un peso oro sería equivalente a 1,033 de los antiguos “pesos fuertes” y a 1,6129
gramos de oro, al igual que la libra esterlina. La convertibilidad, no obstante, no duró
más que dos años, y a partir de 1885 el peso moneda nacional comenzó a devaluarse.
A comienzos de 1888, la moneda nacional ya se había depreciado en un 45%, lo que
provocó una fuerte carestía que impactó directamente en el bolsillo de los
trabajadores.

La agitación huelguística del verano de 1888

En efecto, el reclamo obrero ante la carestía provocada por la fuerte devaluación del
peso sería el eje fundamental de la agitación huelguística de los años inmediatamente
anteriores al estallido de la crisis de 1890. La chispa que dio inicio al ciclo de huelgas
no fue provocada, sin embargo, por un reclamo salarial, sino por el rechazo a un
intento de imponer una regimentación sobre el personal de servicio. Una

  
    29
 
 

reglamentación arcaica se convertiría así en el detonante de un proceso de conflictos


de carácter indiscutiblemente “moderno”, cuando a fines de enero de 1888 se
generalizó una huelga de mozos y cocineros de hoteles y restaurantes de la ciudad de
Buenos Aires. El conflicto se debía a la decisión de la municipalidad de establecer
una ordenanza que disponía que los patrones tenían la obligación de expresar en una
libreta cuál había sido la conducta de sus sirvientes mientras éstos se hubiesen
desempeñado bajo sus órdenes. La ordenanza prácticamente condenaba a los
trabajadores a una dependencia total respecto a sus patrones y a la imposibilidad de
continuar trabajando en caso de ser despedidos o de no contar con el certificado de
“buena conducta”. En cuestión de horas, el movimiento generado por el rechazo a la
“libreta” se generalizó al personal empleado en restaurantes y hoteles y se extendió a
otros gremios: el sábado 21 de enero los cocheros se declararon en huelga “por no
querer aceptar las prescripciones municipales sobre servicio doméstico al cual no
pertenecen según su opinión”.1

Tanto los cocheros como los cocineros y mozos comenzaron a sufrir persecuciones
policiales, que impidieron la realización de reuniones y asambleas. Desde un primer
momento se produjeron incidentes menores y detenciones en restaurantes y hoteles:
en una carta enviada al presidente, el intendente municipal planteaba que el conflicto
era “un escándalo que creo que debe ser reprimido con toda la energía que reclaman
estos movimientos vergonzosos” (Rivero Astengo 1944: 466-467). El domingo 22 una
reunión de doscientos cocheros en un corralón del Bajo fue desalojada por la policía
y más tarde sucedió lo mismo en Palermo. El mismo día, unos seiscientos cocineros y
mozos se reunían en el hipódromo de Lanús, ante la prohibición policial de hacerlo
en la jurisdicción de la ciudad.2

A pesar de que los periódicos hablaban de un movimiento “sorpresivo”, en los días


posteriores los huelguistas pusieron en evidencia un importante nivel de
organización, que permite considerar la existencia de vínculos previos. Las crónicas
hacen mención, por caso, de una “Sociedad de Artistas Culinarios”, que declaraba
tener un “fondo de reserva” que alcanzaba la altísima suma de 25.000 pesos. Incluso
                                                            
1 “La huelga”, La Nación, 21/01/1888.
2 “Huelga de cocineros, mozos y cocheros”, La Prensa, 26/01/1888.

  
    30
 
 

se había establecido que de dicho fondo se concedería 1 peso con 50 centavos diarios
–prácticamente el equivalente a un jornal promedio– a aquellos huelguistas que lo
necesitasen.3 Los trabajadores no sólo organizaban asambleas y recaudaban fondos
de reserva, sino que se daban una política activa para difundir la huelga. Así, los
“artistas culinarios” dispusieron la formación de “comisiones seccionales que
recorrerán los hoteles del municipio para incitar a la huelga a los cocineros y mozos
que aún permanezcan en sus puestos”.4

Aunque el intendente municipal recibió mensajes de apoyo del gobierno nacional e


incluso un documento de adhesión firmado en la Bolsa de Comercio por
aproximadamente 180 personas, el creciente peso de “la opinión” contraria a la
ordenanza, que reflejaba la fuerza de la huelga y también la presión de los
propietarios de establecimientos, que en muchos casos se oponían a la misma, fue
quebrando la resistencia gubernamental. La Nación planteaba el 24 de enero que “se
mira muy mal en las altas regiones oficiales la conducta del intendente que está
‘comprometiendo con sus errores el crédito de la administración’”.5 El 25 de enero,
cuando se dio a conocer la iniciativa de un grupo de concejales de reformar los
artículos de la cuestionada ordenanza, la “comisión de cocheros en huelga” llamó a
volver al trabajo: poco tiempo después la ordenanza sería derogada y el propio
intendente renunciaría a su cargo.6

La primera huelga del agitado bienio de 1888-1889 concluía así con un importante
triunfo para los trabajadores. Pero su impacto no sólo había impulsado a la acción a
los trabajadores de los gremios afectados: actuó en realidad como un catalizador para
impulsar otras medidas de lucha e intentos de organización obrera. La consecuencia
más importante fue el estallido de una huelga en el gremio de los panaderos,
centrada en reivindicaciones salariales, que marcaba la línea general de lo que serían
los conflictos obreros de los meses venideros. A diferencia de lo ocurrido con la
                                                            
3 Ibid. Según la crónica, “un cocinero de categoría ha donado 5.000 nacionales para ese fin”.
Los “artistas culinarios” llegaron a reclamar y obtener la solidaridad de sus compañeros de la
ciudad de Mar del Plata.
4 “Huelga de cocineros, mozos y cocheros”, La Prensa, 26/01/1888.
5 Ibid.
6 “La huelga”, La Prensa, 26/01/1888. “El ukase municipal”, La Nación, 26/01/1888. Ver

también el “Retrospecto político, noticioso y estadístico de 1888”, La Prensa, 01/01/1889.

  
    31
 
 

huelga de cocineros y cocheros, la de los panaderos enfrentó desde un principio la


oposición de los principales medios de prensa. El intendente municipal se reunió con
los propietarios de panaderías pocas horas después de iniciado el conflicto y les
aseguró que la municipalidad estaba dispuesta a “suministrar mil o mil quinientos
peones municipales” para elaborar el pan y a disponer “lo necesario para que se
trajera pan de Montevideo, Rosario, Mercedes, La Plata y otros pueblos cercanos”.7

A pesar de la oposición de la prensa, los patrones y el gobierno, los panaderos


mantuvieron firme su medida de fuerza y, con el correr de los días, fueron logrando
que los propietarios de panaderías cedieran a sus reclamos. Para lograr ese desenlace
tuvo una importancia fundamental la organización con la que contaban, que les
permitió actuar de forma unificada ante unos patrones panaderos que encontraron
serias dificultades para ofrecer una respuesta unívoca. En efecto, la Sociedad
Cosmopolita de Obreros Panaderos era anterior al conflicto y en buena medida lo
había preparado: se trataba de una organización fundada en julio de 1887 por
panaderos fuertemente influidos por el anarquismo, cuyos estatutos habían sido
redactados por Errico Malatesta y cuyo secretario era Ettore Mattei. Apenas iniciado
el conflicto, La Nación informaba que circulaban “numerosas listas de suscripción
para los fines de la huelga”, a través de los cuales los panaderos decían haber
recolectado la suma de veinte mil pesos. Durante la huelga, la Sociedad mostró una
capacidad organizativa importante: los patrones que aceptaban el acuerdo pronto
podían restablecer el trabajo en sus establecimientos porque “los huelguistas tienen
varias comisiones en la Fonda ‘Panaderos de Aplano’ y en un café de la calle
Suipacha, las que al recibir la adhesión del patrón disponen el envío de las cuadrillas
necesarias”. Al constatar que muchos propietarios cedían individualmente a los
reclamos de los obreros, un grupo de dueños de panaderías intentaron organizarse
para dar una respuesta unificada. Aunque establecieron una multa para todos
aquellos que cediesen al reclamo obrero, la huelga de los panaderos concluyó con un
triunfo de los trabajadores una semana después de iniciada.8

                                                            
7“La huelga de panaderos”, La Prensa, 01/02/1888.
8“La famosa ordenanza y sus efectos”, La Nación, 31/01/1888. “La huelga de los panaderos”,
La Prensa, 02/02/1888.

  
    32
 
 

La gran huelga ferroviaria y metalúrgica de fines de 1888

Luego de los conflictos del verano de 1888, la agitación obrera conoció un nuevo
ascenso, mucho más profundo que el anterior, durante la primavera. El 20 de
octubre un grupo de encargados de sección de los talleres del ferrocarril del Sud
ubicados en la estación Sola, en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires,
presentaron una petición a la gerencia, solicitando que los jornales de los
trabajadores del taller fueran pagados en oro. El viernes 26 por la mañana, cuando el
gerente anunció a los trabajadores que la decisión del directorio era no tomar
ninguna medida hasta tanto no se consultara con las restantes empresas ferroviarias,
los ferroviarios de Sola se declararon en huelga y se dirigieron hacia la plaza Herrera
de Barracas, donde fueron reprimidos por fuerzas policiales que arrestaron a más de
un centenar de trabajadores.9

La huelga ferroviaria, y sobre todo los incidentes producidos en Barracas, tuvieron


un enorme impacto en los periódicos, que volvieron a dedicar un gran espacio al
problema de la conflictividad obrera, tal como habían hecho en los primeros meses
del año. La mayoría de los medios de prensa comenzó adoptando una posición
favorable a los huelguistas, considerando que sus reclamos eran justos y obedecían al
grave encarecimiento de la vida que había tenido lugar en los meses previos. En este
contexto, el lunes 29 de octubre la gerencia del F.C. del Sud decidió otorgar un
aumento de sueldo, acordado con el resto de las compañías ferroviarias (Norte,
Rosario, Sur y Pacífico), y convocar a los trabajadores a regresar a los talleres a partir
del viernes 2 de noviembre.

Cuando aún no se había cerrado el conflicto de los operarios de los talleres de Sola,
de todas formas, comenzaron a estallar huelgas en otros talleres de la ciudad. El
domingo 2 de noviembre los trabajadores de la fundición “Fénix”, ubicada también
en Barracas, enviaron una solicitud a los patrones; en sus breves párrafos es posible

                                                            
9“Continúa la huelga”, Sud-América, 27/10/1889. El comisario de la seccional llegó incluso a
pedir tropas del ejército como refuerzo, lo cual fue rechazado por el jefe de la policía.

  
    33
 
 

advertir no sólo la importancia de la reivindicación salarial como eje del reclamo sino
también el impacto causado por otros conflictos laborales:

Ilustres señores Bash y Com.- Buenos Aires, 2 de noviembre 1888.- La grande


cuestión que todavía se agita en la República Argentina, por una causa justa y
sacrosanta en pro del trabajador, que es el aumentación del su sueldo, nosotros
creemos que sea a Vs. bien nota, por eso limitámonos a decirse que nosotros
trabajadores del suyo taller, sentimos en esta guerra económica los mismos
menesteres y también hemos los mismos derechos. El aumento de estipendio que
nosotros deseamos, no deferiense mucho de lo que los nuestros compañeros de
desventura, han dirigido a los suyos rispectivos principales.10

Ante la respuesta negativa de la patronal, los 160 trabajadores de Bash se declararon


en huelga, iniciando un ciclo de conflictos entre los obreros de los establecimientos
de fundición, herrería y metalurgia. El miércoles 7, por la mañana, los trabajadores
del taller de Wohlers y Cía, ubicado en la calle Montes de Oca a poca distancia del de
los hermanos Bash, se declararon en huelga en reclamo de un aumento del 25%. Lo
mismo hicieron ese día los más de 200 obreros del gran establecimiento mecánico de
Schwartz y Cía, en Casa Amarilla, cerca de La Boca, reclamando un aumento salarial
del 40%.11 El 9 de noviembre fueron a la huelga los fundidores del establecimiento de
J. Raimondi y Vetere, solicitando un 25% y el 12 lo hicieron los ciento treinta
trabajadores de la casa Drysdale.12 El martes 13 se sumaron los obreros de dos
nuevas fábricas: “La Platense” y Rey y Chavanne (Zaragoza 1976: 101). En poco más
de una semana la huelga se había extendido a los principales establecimientos
metalúrgicos de la ciudad.

La primera respuesta de los propietarios de los talleres fue rechazar cualquier tipo de
acuerdo con los trabajadores: Wohlers y Schwartz anunciaron el despido de todos los
operarios. Contaron enseguida, como había sucedido en los conflictos de principios
de año, con el apoyo de las fuerzas policiales, que destinaron piquetes de vigilancia
en las inmediaciones de los talleres. A pesar de ello, las huelgas lograron mantenerse,
basándose una vez más en los vínculos organizativos creados por los trabajadores y
                                                            
10 “La nueva huelga”, La Prensa, 07/11/ 1888.
11 “Huelgas”, La Prensa, 08/11/1888.
12 “Huelga”, La Prensa, 10/11/1888. “Más huelguistas”, Sud-América, 13/11/1888.

  
    34
 
 

desarrollados durante el conflicto. El 24 de noviembre, el diario La Prensa señalaba


que había circulado “profusamente” un “manifiesto suscrito en ‘nombre de todos los
huelguistas’ por ‘La Comisión’ y por ‘los trabajadores huelguistas de los talleres de
Bash, Wohlers, Schwartz y Raimondi, a sus compañeros’, en que exhortan a los
obreros a sostenerse en su actitud, hasta conseguir el aumento de salarios”13. El dato
no sólo pone de manifiesto que la huelga de los trabajadores de los establecimientos
metalúrgicos se extendió durante buena parte del mes de noviembre, sino también
que existían lazos entre los trabajadores de los diferentes talleres.14 Más interesante
aún, una nota de La Prensa señalaba la existencia de otro manifiesto “dirigido ‘a los
obreros del arte de fierro y demás mecánicos’ por ‘los obreros de Sola’, en que estos
hablan en el mismo sentido del manifiesto anterior”15, lo cual da cuenta de que
existían vínculos de solidaridad y organización entre los trabajadores que habían
salido a la huelga en esa agitada primavera de 1888.

Con el correr de las semanas, los propietarios de establecimientos metalúrgicos


fueron cediendo a los reclamos de los obreros. La agitación obrera se extendió, por
otra parte, a otros talleres del ferrocarril, en la ciudad y en el interior de la provincia
de Buenos Aires. El 17 de noviembre un nuevo gremio se sumó a la agitación, cuando
los sombrereros de la fábrica de Rolando La Vigni y Cía se declararon en huelga en
reclamo de aumento de sueldos y pusieron “a disposición de los demás obreros del
mismo oficio que quieran imitarlos una modesta suma de dinero que han formado
por suscripción levantada entre ellos”16. El 20 de noviembre se logró evitar una
huelga de marineros a partir de la concesión, por parte de los empresarios, de un
aumento salarial.17 En diciembre los zapateros, organizados en una Sociedad
Cosmopolita, obtuvieron un aumento del 20% luego de realizar una asamblea
conjunta con un grupo de patrones (Marotta, 1960: 56-57).

                                                            
13 “Las huelgas”, La Prensa, 24/11/1888.
14 Un artículo de La Nación de la semana anterior planteaba que “En La Boca, foco del
huelguismo, se ha formado una asociación denominada Sociedad operaria mecánica de
protección mutua. El centro cuenta ya con cerca con mil doscientos miembros.” (“Las
huelgas”, La Nación, 17/11/1888).
15 “Las huelgas”, La Prensa, 24/11/1888.
16 “Las huelgas”, La Prensa, 18/11/1888.
17 “La huelga de lanchoneros”, La Prensa, 21/11/1888.

  
    35
 
 

A mediados del mes de enero se desató un conflicto en el puerto de Buenos Aires,


cuando unos trescientos obreros que trabajaban en las obras del Riachuelo se
declararon en huelga luego de no obtener ninguna respuesta a su exigencia de
incremento del 25%. Al día siguiente, según las crónicas, los obreros comenzaron “a
volver al trabajo” luego de que una delegación de huelguistas aceptara el aumento de
10% para oficiales y 20% para marineros, otorgado por la Comisión de Obras del
Riachuelo, en acuerdo con el ministro del Interior.18 Ese mismo día, La Prensa
incluía una breve noticia sobre una huelga de “parte de los operarios de los talleres
del ferrocarril al Rosario, situados en la sección 13ª”, que culminó con el arresto de
17 operarios que intentaron “impedir que sus compañeros penetraran a los
talleres”.19 Hacia fines del mes de enero, se inició un nuevo conflicto protagonizado
por los trabajadores de peluquerías, que reclamaban un aumento del 30% en sus
sueldos y el otorgamiento de una hora y media para cada comida “fundándose en la
gran distancia de sus domicilios a las peluquerías en que trabajan”. El conflicto no
llegó a transformarse en una huelga, y algunas semanas después la mayoría de los
dueños de peluquería resolvió otorgar un aumento del 20% en los sueldos pero
disponiendo al mismo tiempo de un aumento equivalente en los precios a los
clientes20.

Si bien no se produjeron nuevos movimientos huelguísticos de magnitud, es posible


rastrear durante el resto del verano y el otoño de 1889 una serie de elementos que
muestran que continuaba el proceso de agitación y organización de los trabajadores,
que llevaría al agudo ascenso de los conflictos durante el invierno. En algunos casos
se trataba de conflictos breves pero que dan cuenta del malestar reinante entre los
trabajadores y los intentos de organizarse para plantear sus reclamos y
reivindicaciones. El 15 de febrero, por ejemplo, La Prensa informaba sobre una
agitación entre los 170 obreros que trabajaban en la obra de demolición del edificio
del Cabildo y construcciones adyacentes, producida luego de que les fuera informado

                                                            
18 “Huelga”, La Prensa, 15/01/1889. “La huelga”, La Prensa, 16/01/1889. “Huelga de
obreros”, La Nación, 15/01/1889.
19 “Operarios en huelga”, La Prensa, 16/01/1889.
20 “Los peluqueros”, La Prensa, 06/02/1889. “La querella de los peluqueros”, El Nacional,

13/02/1889. “Los peluqueros”, La Prensa, 17/02/1889.

  
    36
 
 

el despido de uno de los operarios: los trabajadores nombraron una comisión


encargada de exponer el reclamo y aguardar un par de días hasta tomar alguna otra
medida de fuerza.21 En abril tuvo lugar un reclamo de los maquinistas del F.C. del
Sud como consecuencia del encarcelamiento sufrido por dos de sus compañeros
luego de un accidente ferroviario. En mayo fueron a la huelga los trabajadores
gráficos de Peuser, en rechazo al establecimiento de medidas de control del personal,
y en julio lo hicieron los trabajadores cigarreros (Marotta, 1960: 61-63).

La “huelga del Riachuelo” (invierno de 1889)

Hacia fines del invierno de 1889, una nueva ola de agitación huelguística, más fuerte
que todas las anteriores, sacudió a la ciudad de Buenos Aires. Por la tarde del viernes
2 de agosto, se declararon en huelga los marineros y trabajadores empleados en las
obras del Riachuelo, los empleados de las lanchas que efectuaban un servicio de
carga y descarga a las lanchas y los barraqueros próximos a la ribera. Sud-América
informaba que la huelga venía siendo preparada desde tiempo atrás por la actividad
de grupos de obreros:

Como siempre en tales casos, varios cabecillas andaban desde días atrás recorriendo
fondas y almacenes, e incitando a sus colegas a un levantamiento en masa, como
único medio de traer a los patrones a un arreglo cuyo resultado fuese un aumento de
sueldos. Tanto trabajaron y tan bien, que ayer el movimiento comprendía la mayor
parte de la población de la Boca.22

La “huelga del Riachuelo”, como pronto empezó a ser llamada, se convirtió en un


movimiento general de agitación de los trabajadores de toda la zona portuaria: la
reivindicación salarial unificaba el reclamo de los trabajadores de los diferentes
gremios. Las crónicas hablaban de “grupos de doscientos y trescientos marineros”
que se agrupaban en la ribera y eran disueltos por la policía.23 Según La Nación,

El espectáculo que ofrece la Boca es, como puede suponerse, excepcionalmente


animado. Hombres de todas nacionalidades discuten en todas partes la cuestión
                                                            
21 “Obreros municipales”, La Prensa, 15/02/1889.
22 “Huelga de marineros”, Sud-América, 03/08/1889.
23 Ibid.

  
    37
 
 

palpitante, y su crecido número, con el de los agentes de diversas autoridades,


moviéndose todos en un radio limitado, cercano a la ribera, llama la atención del que
llega por allí ignorante de lo que ocurre.24

Según La Prensa,

La Boca y Barracas han seguido presentando en las últimas 25 horas el aspecto de los
días festivos: gran aglomeración de gente que transitaba por las veredas, pero el
movimiento de carros interrumpido por completo. Cunde el ejemplo dado por los
peones de las dragas hasta el punto de poder calcularse ayer en siete u ocho mil el
número de huelguistas.25

Aunque la cifra pueda ser exagerada, no cabe duda que el conflicto portuario
movilizó a miles de trabajadores a la huelga, causó un profundo impacto en los
medios de prensa e impulsó la agitación en otros gremios. El 7 de agosto se extendió
la huelga a las obras del Puerto Madero, donde carpinteros y braceros abandonaron
el trabajo en reclamo de aumento salarial, “promoviendo desórdenes que obligaron a
la policía a intervenir y hacer 45 prisiones”.26 El malestar se extendió incluso a
gremios no portuarios: La Prensa informaba que en el gremio de carreros
“notábanse anoche ciertos síntomas precursores de contratiempos” y que circulaban
volantes de los panaderos que discutían la convocatoria a una huelga por aumento de
jornal. El viernes 9 de agosto el directorio del F.C. del Sud ofreció un aumento del
10% luego de que sus trabajadores reclamaran el 15%, mientras ciento cincuenta
peones cargadores y algunos cambiadores de la estación Retiro se declararon en
huelga pidiendo aumento de jornal. El mismo día, los peones de los depósitos
ferroviarios de Campana reclamaron también un aumento del 20%.27

Una semana después del inicio de la huelga, la situación comenzó a normalizarse


luego de que la mayoría de los patrones llegasen a un acuerdo con las “comisiones”
formadas por los trabajadores. Según informaba Sud-América el viernes 9 de agosto,

Las reuniones de ayer tarde han sido más eficaces que las anteriores. (…) Con
excepción de algunos huelguistas de las obras del Riachuelo, carpinteros, calafates y
                                                            
24 “La huelga de la Boca”, La Nación, 07/08/1889.
25 “Huelga en la Boca y Barracas”, La Prensa, 06/08/1889.
26 “La huelga en vías de solución”, La Prensa, 08/08/1889.
27 “Nuevos episodios de la huelga”, La Prensa, 09/08/1889.

  
    38
 
 

peones, todos los demás obreros han aceptado las proposiciones que les han sido
hechas. Las bases del convenio se plantearon en una reunión a la que concurrieron el
sub-prefecto del Riachuelo señor Victorica, representantes de corrales de madera,
lancheros y huelguistas; después de algunas consideraciones, éstos se declararon
satisfechos con el sueldo mensual de 30 pesos, 15 para la manutención, los extras de
viajes que les dan a cada uno diez pesos de sobresueldo por lo menos y, por fin, el
pago de los jornales de los días de jolgorio.28

A fines de mes se dio a conocer un decreto que establecía un aumento salarial del 15
al 25% para los trabajadores de las obras del Riachuelo, que habían sido los primeros
impulsores de la huelga.29

Huelga de carpinteros y de albañiles (septiembre de 1889)

En septiembre se produjo otro conflicto de importancia, que tuvo como


protagonistas a los trabajadores ocupados en la industria de la construcción. Los
primeros registros del conflicto entre los trabajadores de carpintería se encuentran a
fines del mes anterior, cuando se declararon en huelga alrededor de 240 trabajadores
del taller de Diego Triggs y Cía, reclamando un aumento del 15% en sus salarios.30 El
conflicto comenzó a generalizarse pocas semanas más tarde, cuando se extendió a la
mayor parte de los establecimientos de la ciudad. En los primeros días de septiembre
se hizo circular una solicitud a los patrones en la que se reclamaba un aumento del
20% para todos los trabajadores del gremio. Al igual que en el caso de la huelga de
panaderos, los propietarios que accedían al acuerdo contaban de inmediato con el
personal necesario para reanudar sus tareas, debilitando de esta manera la acción de
aquellos patrones que se negaban a ceder a los reclamos.

La característica distintiva de la huelga de los carpinteros de 1889 es el rol jugado


por una comisión que desde un primer momento centralizó el reclamo de todos los
trabajadores del gremio y que tenía vínculos muy estrechos con los socialistas
alemanes nucleados en el Club Vorwärts. La acción de la comisión como eje
                                                            
28 “La huelga casi terminada”, Sud-América, 09/08/1889.
29 “Los sueldos en las obras del Riachuelo”, La Prensa, 29/08/1889.
30 “Otra huelga”, La Prensa, 27/08/1889.

  
    39
 
 

articulador de la huelga puede observarse a través de múltiples episodios del


conflicto. En el taller de Ocampo, Sackman y Cía, por ejemplo, que empleaba a varios
cientos de trabajadores y estaba ubicado en Montevideo y Cuyo, “la solicitud fue
presentada por una comisión de obreros que no eran del establecimiento, mientras
una parte del personal en número de 150 esperaban la contestación reunidos en las
inmediaciones”.31 Hacia mediados del mes de septiembre el conflicto llegó a su punto
más alto, cuando se sumaron los trabajadores de las fábricas de billares, lo cual llevó
a más de dos mil el número de los trabajadores implicados en la huelga según el
diario La Prensa.32 Las reuniones de la comisión se sucedían casi diariamente, y en
ellas se informaba sobre la situación del conflicto y acerca de las casas que habían
aceptado conceder el aumento del 20%. Incluso funcionaba una comisión en forma
casi permanente en el mismo local del Verein Vorwärts, para “recibir las nuevas
adhesiones y facilitar socorros a los más necesitados de los obreros sin trabajo”.33 Los
vínculos con los inmigrantes alemanas no sólo se ponían de manifiesto por el papel
jugado por socialistas como Mauli y Schultz y por la sede de las reuniones: también
se informaba “de los 160 y tantos pesos donados por la sociedad alemana de obreros
muebleros y del ofrecimiento de la tipografía alemana para facilitarles la propaganda
con la impresión de manifiestos”.34

Los propietarios de carpinterías intentaron ofrecer una respuesta unificada a los


trabajadores, aunque desde un primer momento se encontraron con la dificultad de
encontrar que varias decenas de patronos cedían de forma individual al reclamo
obrero. Durante la segunda mitad del mes las crónicas periodísticas siguen
informando, día tras día, de nuevos establecimientos que aceptaban los reclamos de
los trabajadores y de las reuniones y asambleas permanentes que éstos realizaban. El
domingo 30 de septiembre, en el Café Tivoli, los carpinteros votaron dar por

                                                            
31 “Huelga de los carpinteros”, La Prensa, 11 de septiembre de 1889, subrayado nuestro.
32 “La huelga en las fábricas de billares”, La Prensa, 13/09/1889.
33 “La huelga de los carpinteros”, La Prensa, 15/09/1889.
34 “La huelga de los carpinteros”, La Prensa, 14/09/1889.

  
    40
 
 

terminada la huelga en una conflictiva asamblea donde “fueron muchos los que se
pronunciaron contra la cesación de ella”.35

El impacto más importante de la huelga de los carpinteros, buena parte de los cuales
trabajaba en la construcción, fue promover la generalización de la lucha huelguística
en otros trabajadores vinculados a la misma rama. El sábado 21 de septiembre, en
efecto, una reunión de trabajadores albañiles resolvió “pedir un aumento del 30% y
una reducción de las horas de trabajo a 9 horas por día en los meses de mayo, junio,
julio y agosto, y a 10 horas y media en los demás meses del año”.36 La huelga
comenzó el lunes 23 cuando se vieron paralizadas la mayor parte de las obras en
construcción de la ciudad. Encontramos también en este conflicto la conformación
de una “comisión” de huelguistas encargada de coordinar y difundir las medidas de
lucha. El miércoles 25 los albañiles realizaron un importante acto público en la Plaza
Constitución –luego de que el gobierno se negase a autorizar la manifestación en la
Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo), tal como había sido solicitado– en el que
reunieron a miles de trabajadores.

Los medios de prensa consideraban injustificada la huelga de los albañiles, dado que
consideraban que se trataba de uno de los gremios mejor pagos de la ciudad, en un
contexto de fuerte demanda de mano de obra provocada por la incesante expansión
de la construcción. Es interesante notar, por otro lado, que El Nacional planteaba
que los empresarios de la construcción no parecían enfrentar la huelga con
demasiada fuerza, dado que no estaban en condiciones de cumplir los contratos a los
que se habían comprometido por el incremento de los precios provocado por la
inflación.37 El martes 1 de octubre, de todas maneras, una reunión de empresarios
constructores planteó que eran “ajenos a la huelga” y que los obreros “han desertado
de las obras sin formular petición de ninguna clase”.38 Según Marotta, el conflicto de
los albañiles concluyó con acuerdos parciales entre trabajadores y distintos

                                                            
35 “Las huelgas”, La Prensa, 01/10/1889. La crónica continuaba informando que “la
excitación causada por la suspensión de la huelga, por algunos que resistían, impidió que se
tratase en la reunión del domingo, de la fundación de la sociedad ‘La Obrera Internacional’”.
36 “La huelga de los obreros de albañilería”, La Prensa, 21/09/1889.
37 “De huelga”, El Nacional, 26/09/1889.
38 “La reunión de los empresarios constructores de obras”, La Prensa, 02/10/1889.

  
    41
 
 

empresarios, aunque con exclusión de los dirigentes gremiales, que fueron


“prácticamente descabezados” (1960: 65).

Nuevas huelgas ferroviarias (fines de 1889)

En cualquier caso, la conflictividad continuó a comienzos de la primavera y a fines de


septiembre de 1889 se renovó la agitación ferroviaria. El 24 de septiembre volvieron
a entrar en conflicto los peones de carga y descarga de la estación Constitución, que
presentaron un reclamo a la gerencia para exigir un aumento de sueldo que llevase
sus jornales de 1,80 a 2,50 pesos por día. El 30 se declararon en huelga los
“doscientos y tantos” obreros de los talleres de la estación General Brown
(ajustadores, torneros, caldereros, fraguadores, limpiadores y carpinteros),
perteneciente al ferrocarril Buenos Aires-Ensenada, que reclamaban de un aumento
salarial del 25% y tomaron la medida luego de la decisión de la empresa de despedir
a tres trabajadores. El conflicto duró varios días y la “comisión” de huelguistas, que
estableció las negociaciones con la empresa y distribuyó un manifiesto entre los
obreros, finalmente aceptó volver al trabajo el sábado 5 de octubre, luego de que la
empresa aceptara conceder un incremento salarial del 10%. El 1 de octubre también
habían ido a la huelga los peones de carga y descarga de la estación Once de
Septiembre, en número de un centenar, reclamando que su jornal pasase de 1,70 a 2
pesos.39

El jueves 26 de septiembre se produjo un conflicto de mayores proporciones en el


ferrocarril de Buenos Aires al Rosario, porque finalmente fueron a la huelga los
maquinistas y foguistas nucleados en La Fraternidad, que seguían reclamando por la
libertad de un compañero que había sido detenido tras un accidente ferroviario.40 La
huelga produjo serios trastornos a todo el tránsito ferroviario del país, dado que la
suspensión del servicio Buenos Aires-Rosario dificultaba el funcionamiento de otras
líneas como el Andino, el Central Argentino y el Central Norte. El conflicto se

                                                            
39 “Otra huelga”, El Nacional, 30/09/1889. “Las huelgas”, La Prensa, 01/10/1889. “Las

huelgas”, La Prensa, 03/10/1889. “La huelga de los talleres General Brown”, La Prensa,
05/10/1889. “Sigue la huelga”, El Nacional, 01/10/1889.
40 “La huelga de maquinistas”, El Nacional, 28/09/1889.

  
    42
 
 

resolvió en pocas horas, cuando un juez de La Plata terminó de resolver el


sobreseimiento del maquinista detenido.41

A mediados de octubre, volvió a estallar un conflicto en los talleres ferroviarios de


Sola, que con sus más de mil doscientos trabajadores (entre mecánicos, ajustadores,
fundidores, carpinteros, herreros, pintores y otros) y varios conflictos de importancia
en el pasado reciente, ya se habían convertido en uno de los núcleos de la
conflictividad obrera de la ciudad. Esta vez el conflicto no se inició por una cuestión
salarial, sino por el despido de veinte trabajadores, en un episodio que parecía
mostrar una represalia patronal originada en las huelgas previas. Mientras la
gerencia argumentó que se trataba simplemente de dejar cesantes a un conjunto de
obreros recién incorporados por “parecerle que sobraba gente en los talleres”, los
trabajadores respondieron que los despedidos eran “empleados que desde hace
varios años han trabajado en los talleres, sin incurrir en la menor falta y sin dar lugar
al menor reproche; pero que algunos figuraron entre los cabecillas de la última
huelga”42.

La huelga se inició el jueves 18 de octubre por la mañana y de inmediato la comisión


de los trabajadores, que había tenido un rol fundamental en los conflictos previos,
tomó una serie de iniciativas para coordinar la acción obrera: se solicitó permiso a la
policía para realizar una reunión pública y se convocó a una reunión en el Café Tivoli,
ubicado en la avenida Montes de Oca, para el día siguiente. A ella concurrieron “la
mayoría de los 1.200 obreros que están ahora sin ocupación”, mientras los talleres
permanecían cerrados y con vigilancia policial. Como en conflictos anteriores, la
comisión de los huelguistas se ocupó de coordinar las acciones de la medida de
fuerza y de enviar notas a los principales medios de prensa para argumentar en favor
de la huelga. Las circunstancias hacia fines de 1889, no obstante, no eran las mismas
que un año antes, y la huelga comenzó a extenderse y a tomar un carácter más duro
ante la cerrada negativa de la empresa a negociar. El 25 de octubre la comisión
mantuvo una reunión con el jefe de los talleres y le planteó que estaban dispuestos a

                                                            
41 “Huelgas de maquinistas y foguistas”, Sud-América, 27/09/1889. “La huelga y los viajeros

del interior”, Sud-América, 28/09/1889.


42 “Nueva huelga en los talleres del ferrocarril del Sud”, La Prensa, 18/10/1889.

  
    43
 
 

levantar la huelga y a reducir los salarios de cada uno de los trabajadores en la


medida necesaria para poder mantener en sus puestos a los trabajadores despedidos,
pero la propuesta fue rechazada. Al día siguiente, sábado 26 de octubre, se realizó
una nueva reunión en el café Tivoli de Barracas, con la asistencia de unos
ochocientos trabajadores, en la cual se aconsejó “a los que encontrasen ofertas de
trabajo, el aceptarlas con el fin de prevenir dificultades ulteriores”. El mismo día se
informaba que “otro número crecido de obreros de los talleres de Sola han resuelto
dar por terminada la huelga, e invitar a sus compañeros a volver al trabajo”. El
retorno al trabajo, sin embargo, llevó bastante tiempo. El martes 29, los huelguistas
todavía estaban en condiciones de organizar una asamblea en Tivoli con la
participación de más de ochocientas personas y los talleres permanecieron cerrados
todavía una semana más43.

Nueva huelga de panaderos (febrero de 1890)

Dos años después de la primera gran huelga que marcó el inicio de los reclamos
salariales, los trabajadores panaderos de Buenos Aires volvieron a entrar en conflicto
en el verano de 1890. A comienzos de febrero, la Sociedad Cosmopolita de
Resistencia y Colocación de los Obreros Panaderos envió una nota a los dueños de
panadería en la que planteaban la necesidad de convenir “una nueva tarifa nacida de
meditado estudio y basada en los conocimientos adquiridos”, además de reclamar un
incremento en la asignación diaria reservada para la alimentación de los obreros.
Dado que la respuesta de los patrones fue negativa, la Sociedad dispuso el comienzo
de una huelga a partir del día lunes 10 de febrero. Ese mismo día, una comisión de
propietarios se presentó al despacho del Intendente Municipal, quien convocó
inmediatamente a un representante de la sociedad obrera, en una decisión que
mostraba una notable diferencia con la actitud adoptada al comienzo de la huelga

                                                            
43“Obreros de Sola”, La Prensa, 27/10/1889. “Los huelguistas de los talleres de Sola”, La
Prensa, 06/11/1889.

  
    44
 
 

anterior, cuando las autoridades se habían negado a establecer cualquier tipo de


negociación con los huelguistas44.

Como en conflictos anteriores, en la huelga de panaderos de febrero de 1890 se


advierte el papel activo jugado por la sociedad de resistencia, quien organizó
asambleas en un salón del barrio de la Boca y mostró una vez más un interés, tal
como había ocurrido con otras comisiones de huelguistas en los meses previos, por
dirigirse al conjunto de los trabajadores y a la “opinión pública” para defender la
legitimidad de la medida adoptada. El 13 de febrero, por ejemplo, se dio a conocer un
“manifiesto”, en el cual se justificaba la huelga sobre la base de una exposición de las
penosas condiciones de vida y trabajo de los obreros y se abordaba la cuestión de las
“denuncias” acerca de la participación de militantes políticos en el reclamo gremial.
La argumentación de la sociedad de panaderos, en este punto, sostenía que la causa
de las huelgas no era tal participación sino las necesidades de los trabajadores, pero
también iba un paso más allá, con un razonamiento que permite advertir el mayor
peso de los militantes anarquistas que habían tenido una participación destacada en
la fundación del gremio y seguían jugando un rol preponderante dentro de él:

Ciudadanos: se pretende confundir nuestra huelga y nuestra sociedad con los


movimientos socialistas; y ante afirmación tal que envuelve intenciones no muy sanas
contra el alcance de la huelga, debemos hacer constar públicamente: “Que si el pedir
menos tiranía por parte de los patrones; equitativa distribución de las cuadrillas de
obreros que hacen el pan para no ser tan penosa la producción, y mora y aumento en
la alimentación que se nos da por los que tienen convertido dicho artículo en Bolsa de
cotizaciones, cosas todas muy insignificantes, es ser socialistas, confesamos serlo;
seguro de hallarse a nuestro lado desde el literato y periodista que no están
conformes con que exploten su inteligencia y actividad al precio que quieren los
editores, hasta el más oscuro y reaccionario obrero, ha de protestar para demostrar
que es hombre y que sus naturales derechos nadie debe hollar45.

La huelga se extendió ante el rechazo de los propietarios a ceder al reclamo obrero.


El viernes 14 se realizó una asamblea de más de 1200 personas en el local de la
Sociedad La France, ubicado en Lavalle 849 y centro habitual de reuniones obreras.
                                                            
44 “Huelga de panaderos”, La Prensa, 11 de febrero de 1890, pág. 6.
45 “La huelga de panaderos”, La Prensa, 13 de febrero de 1890, pág. 6.

  
    45
 
 

El jueves siguiente apareció en algunos medios un nuevo manifiesto en el cual se


puede advertir la dureza del conflicto y también la aparición de un elemento que
sería una característica importante de las luchas obreras de Buenos Aires en períodos
posteriores: el llamado al boicot y a la solidaridad de los trabajadores con los
compañeros de una rama o empresa en conflicto.

…Conste que lucharemos hasta lo último, prefiriendo trabajar en otras artes u oficios
antes que perder las armas en la batalla que hoy sostenemos contra la avaricia del
patrón panadero; conste que si muchos huelguistas hoy trabajan, es debido a efectuar
arreglos ventajosísimos con los patrones, y conste también, que los obreros
panaderos, apoyados por las 96 sociedades obreras que existen en Buenos Aires, de
común acuerdo llevarán sus demandas a los dueños que hayan aceptado y acepten la
petición que motiva el paro, a fin de favorecer los intereses del que cumple con sus
trabajadores y anonadar a los que pretenden confundir al obrero panadero con
bestias de carga. Tal haremos: a tal terreno nos vienen conduciendo. Cuando
presentamos la demanda estábamos los panaderos solos; hoy que estamos en ella y
en el período de más lucha, están con nosotros miles de obreros que influirán con
otra huelga moral, digna, solidaria: con la huelga en la compra. (…) Quizás sea esta la
vez primera que en la Argentina se conozcan los efectos de lo que es, vale y puede la
unión solidaria de los trabajadores.

Ese mismo jueves 20 de febrero, de todas formas, la asamblea de panaderos resolvió


dar por finalizada la huelga: si bien se anunciaba brevemente que “otros dueños de
panadería” habían accedido al reclamo obrero, es posible suponer que la medida de
fuerza se levantó sin haber obtenido un triunfo completo. Del mismo modo que la
huelga de los talleres de Sola de octubre de 1889, la de los panaderos de 1890
mostraban que estaba llegando a su fin la etapa de ascenso obrero y que se abría un
período en el cual la fuerza de la crisis económica y la desocupación creaban
condiciones mucho más desventajosas para la lucha de los trabajadores.

1890-1891: reflujo obrero y huelgas aisladas

En los meses siguientes, las huelgas comenzaron a espaciarse, reduciéndose a


reclamos defensivos y encontrando serias dificultades para obtener las

  
    46
 
 

reivindicaciones. El 10 de marzo, por ejemplo, surgió un reclamo salarial en la gran


fábrica de tejidos de Adrián Prat, que ocupaba varios centenares de trabajadores,
pero los huelguistas no fueron más que algo más de de treinta operarios del sector
tejeduría. El 18 del mismo mes, se declararon en huelga unos cien obreros de las
obras en construcción en la zona de Catalinas, en reclamo de salarios adeudados,
pero volvieron al trabajo pocas horas más tarde al recibir la promesa de que serían
pagados al día siguiente. El 3 de abril se declaró una huelga de maquinistas y
foguistas del Ferrocarril de la Provincia, en rechazo al despido de dos trabajadores,
que fue enfrentada con especial dureza por la empresa y la policía: se encarceló a más
de treinta obreros y se aseguró la partida de los trenes con personal administrativo e
incluso policial. Con el correr de los días, y ante los rumores de que La Fraternidad
podría convocar a una huelga solidaria en otros ferrocarriles, se publicó una nota de
esta sociedad, en la cual se defendía el reclamo de los trabajadores con un tono muy
moderado, aclarando que no se trataba de una medida tomada por La Fraternidad,
que era una “sociedad de socorros mutuos”. Hacia fines de la primera semana de
abril, el servicio de trenes funcionaba “con regularidad” y la empresa reafirmó el
despido de los dos trabajadores, agregando además el de los dirigentes de la huelga y
firmantes de los comunicados de los trabajadores46.

A fines de mayo los obreros de los talleres de Sola volvieron a ser protagonistas de un
avance patronal, que da cuenta de las difíciles circunstancias que se abrían para los
trabajadores en la nueva coyuntura de crisis y creciente desocupación. El día 23 la
gerencia dispuso una reducción salarial del 25%, acompañada de una reducción de la
jornada laboral de la misma proporción, argumentando que la medida “ha sido
motivada por la gran paralización del trabajo y el mucho personal permanente”. Un
síntoma del nuevo clima reinante en unas filas obreras que ya se veían golpeadas por
el desempleo y las dificultades económicas es la respuesta planteada por la comisión
de los trabajadores, que expresó que la medida de la patronal “no ha sido combatida
por la clase obrera”, y se limitó a pedir una distribución diferente de la reducción

                                                            
46 “Huelga”, La Prensa, 12/03/1890. “Huelga de obreros”, La Prensa, 18/03/1890. “Los

maquinistas del Ferrocarril de la Provincia”, La Prensa, 04/04/1890. “La huelga de


maquinistas”, La Prensa, 06/04/1890. “Huelga de maquinistas”, La Prensa, 08/04/1890.

  
    47
 
 

laboral, en tanto exigían “que se les de cinco días completos de trabajo a la semana y
que el sábado les quede libre por completo, para destinarlo a otras ocupaciones”.47

Durante el mes de julio y en las vísperas del estallido de la Revolución del Parque, se
produjo una huelga de cigarreros de “La Proveedora”, que con más de seiscientos
obreros constituía una de las principales fábricas de la ciudad. Las crónicas daban
cuenta de la existencia de tensiones previas al interior del taller, que no habían
llegado a transformarse en huelgas por sucesivas concesiones a los obreros. En el
invierno de 1890, sin embargo, el propietario Manuel Duran consideró llegado el
momento de enfrentar a los trabajadores y despidió a tres operarios, acusándolos de
robar tabaco y papel durante su trabajo. La respuesta de los obreros fue declararse en
huelga y concentrarse en la puerta de la fábrica, ante lo cual Duran dio aviso a la
policía y se produjeron varias detenciones.

El propietario de la empresa mostró su decisión de ir a fondo en el conflicto, y el


mismo día de los incidentes publicó un anuncio en el que se ofrecía trabajo para “mil
obreros, hombres, mujeres y niños mayores, en los talleres de elaboración de
cigarrillos a mano”. La presión de la patronal, en un contexto de crisis y desempleo,
provocó que una gran cantidad de trabajadores regresara al trabajo, manteniéndose
en huelga solamente setenta al día siguiente de iniciado el conflicto, y mientras los
dirigentes de la huelga permanecían detenidos e incomunicados. Ante esta
combinación de represión policial e intransigencia patronal, en un contexto de crisis
económica, la huelga de los cigarreros comenzó a deshilacharse muy rápidamente.
Algunos días más tarde, La Prensa publicaba incluso una nota firmada por 444
operarios que tomaban una posición favorable a la empresa y a la policía. Los
firmantes parecían querer disculparse de haber tomado en la huelga, y concluían
felicitando el accionar de la policía, que disolvió los piquetes que impedían el ingreso
a la fábrica de los que pretendían trabajar:

el señor comisario Beascoechea, ya enterado de nuestros planes, procedió arrestando


a todos aquellos que daban motivo, lo que sin duda fue un gran bien para una
multitud de operarios padres de familia, que necesitamos del jornal para vivir y que
                                                            
47“Obreros de los talleres en el F.C. del Sud”, La Prensa, 24 de mayo de 1890. “Los obreros
del F.C. del Sud”, La Prensa, 27 de mayo de 1890, pág. 6.

  
    48
 
 

por culpa de unos cuantos disidentes nos hubiéramos visto obligados a la necesidad
de recurrir a otro trabajo menos lucrativo48.

Después de la huelga de los cigarreros de La Proveedora, se inició una etapa de


pronunciado reflujo, más marcado que el anterior y durante el cual prácticamente
desaparecen los registros de medidas huelguísticas. A comienzos de septiembre de
1890 fueron a la huelga los aguateros de la ciudad, protestando contra el aumento de
la tarifa impuesto por la empresa de Obras de Salubridad para proveerse de agua en
las fuentes públicas. La policía intervino y realizó varias detenciones en Plaza
Constitución, donde grupos de huelguistas intentaban evitar que otros compañeros
cargaran agua de dichas fuentes. El 1 de noviembre un grupo de mayorales y
cocheros de una de las empresas de tranvías se declaró en huelga por algunas horas.
A mediados de diciembre, hicieron lo propio unos doscientos trabajadores de la
carpintería mecánica de Antonio Zanotti, por adeudárseles dos mensualidades. El 19
de enero de 1891, se declararon en huelga una veintena de peones que trabajaban en
los depósitos de aguas corrientes de la Recoleta, que fueron inmediatamente
detenidos por la policía cuando intentaban evitar que otros compañeros realizaran
sus tareas.49 A mediados de junio encontramos un nuevo avance patronal sobre los
trabajadores de los talleres de Sola: argumentando que la crisis había disminuido
considerablemente el trabajo, la gerencia dispuso el despido de un tercio de los
obreros y la reducción a tres cuartos de día la jornada laboral de los restantes. Da una
idea del cambio en la correlación de fuerzas la respuesta de los trabajadores, que
enviaron una nota a la gerencia “pidiendo que no se despida a ninguno de sus
compañeros y, en cambio, para que la empresa no resulte perjudicada si continúa la
escasez de trabajo, que se reduzca a los firmantes el jornal de tres cuartos de día,
dejándolo en medio solamente”.50

En medio del duro reflujo impuesto por la crisis y la desocupación, estalló en pleno
invierno de 1891 un importante conflicto en los talleres ferroviarios que el Ferrocarril
                                                            
48 “Los obreros cigarreros”, La Prensa, 19/07/1890.
49 “Huelga”, La Prensa, 02/09/1890. “Los aguateros en huelga”, La Prensa, 03/09/1890.
“Huelga de mayorales y cocheros de tramway”, La Prensa, 01/11/1890. “Huelga de obreros
carpinteros”, La Prensa, 16/12/1890. “Novedades de policía”, La Prensa, 20/01/1891. Nótese
que este último conflicto gremial aparece en la sección de noticias policiales.
50 “Economías en los talleres de Sola”, La Prensa, 16 de junio de 1891.

  
    49
 
 

del Oeste tenía en la localidad de Tolosa, iniciado cuando los más de quinientos
operarios se declararon en huelga el día 22 de agosto. Aún en el contexto de crisis, no
se trataba de un conflicto defensivo como los de los meses previos sino una huelga en
reclamo de aumento de sueldos, que ponía énfasis particularmente en la diferencia
salarial existente con respecto a los trabajadores de los talleres del Ferrocarril del
Sud.51 Los quinientos trabajadores mantuvieron con firmeza la huelga durante más
de una semana: como en conflictos ferroviarios previos, ponían en primer plano que
las empresas mantenían su salario devaluado mientras ataban—gracias a las
disposiciones oficiales—sus tarifas a la evolución de la prima del oro, y reclamaban
que lo mismo sucediera con sus salarios o que al menos se les diera un aumento
equivalente al recibido por los operarios de otras compañías. Finalmente la huelga
logró arrancar una concesión a la patronal, y el 5 de septiembre los trabajadores
volvieron al trabajo luego de que la empresa se comprometiera a un peculiar arreglo,
que establecía una suerte de “indexación” salarial de acuerdo a la evolución de la
prima del oro:

Las condiciones propuestas y aceptadas por los obreros en el aumento de sus salarios,
han sido que cuando el premio del oro se encuentre entre 351 y 400 se les aumentará
un 30% en sus sueldos, de 301 a 350 un 20% y de 250 a 300 un 10%.52

Siguen los “tiempos difíciles”: 1892-1893

A mediados de febrero de 1892 fueron a la huelga los foguistas, carboneros y cabos


de la empresa de vapores “La Platense”, reclamando un aumento salarial equivalente
al incremento de tarifas establecido por la compañía. A fines del mismo mes, se
produjo una huelga de los lecheros de la ciudad, en protesta por lo que consideraban
medidas arbitrarias dispuestas por la Municipalidad, que los acusaba de vender leche
adulterada. En marzo volvió a producirse un conflicto serio en una fábrica
productora de cigarrillos: esta vez fue el caso de la cigarrería “La Popular”, ubicada
en México y Maza. Los trabajadores se declararon en huelga tras el despido de un
capataz, ante lo cual el dueño de la fábrica llamó a un oficial de policía que se acercó
                                                            
51 “En los talleres de Tolosa”, La Prensa, 24/08/1891.
52 “Terminación de la huelga”, La Prensa, 06/09/1891.

  
    50
 
 

hasta la puerta de la empresa sin dejar salir a nadie. El resultado fue un grave
enfrentamiento entre los obreros y la policía que dejó un saldo de nada menos que
setenta detenidos y provocó una honda impresión en los medios de prensa de la
ciudad.53

Recién se encuentran registros de nuevos episodios huelguísticos en la primavera de


ese duro año de 1892. El 18 de septiembre se declararon en huelga unos doscientos
oficiales “alpargateros a mano”, rechazando un intento de los patrones de rebajar la
tarifa pagada por cada docena de alpargatas elaboradas a mano. Los alpargateros
reclamaban, para volver al trabajo, que se dejase sin efecto la reducción y que se
incrementase la tarifa “a 1 peso por el surtido grande y 80 centavos por el pequeño”,
argumentando que “trabajo tan fuerte y nocivo para la salud no está remunerado ni
siquiera como el de otros obreros también de alpargatería”. Con el correr de los días
fueron varios los patrones que aceptaron la nueva tarifa.54

El principal conflicto de esa primavera, en cualquier caso, fue el protagonizado por


los trabajadores del gremio de zapatería, que llevaron adelante una gran huelga en el
medio de una etapa de profundo reflujo de las luchas obreras. La huelga comenzó el 7
de noviembre, con el reclamo de un aumento salarial del 50 por ciento y la
disminución de la jornada laboral, y enfrentó desde un primer momento la represión
policial: el primer día de la huelga la policía detuvo a un número importante de
huelguistas que pretendían, como en todos los conflictos del período, evitar que otros
compañeros fueran a trabajar.55 La preocupación policial y patronal por evitar la
tarea de difusión del conflicto por parte de los trabajadores tenía una justificación
evidente, en tanto se trataba de un gremio cuyos trabajadores se repartían en
numerosos talleres y zapaterías esparcidos por toda la ciudad. Para los obreros y para
los patrones, por otra parte, se trataba de asegurar, en un caso, y evitar, en el otro, la
                                                            
53 “Huelga de foguistas”, La Prensa, 18 y 19/02/1892. “Huelga de lecheros”, La Prensa,

29/02/1892. “El asunto de los lecheros”, La Prensa, 01/03/1892. “Huelga de cigarreros”, La


Prensa, 18 y 19/03/1892.
54 “Huelga de alpargateros”, La Prensa, 28/09/1892. “Los alpargateros”, La Prensa,

29/09/1892.
55 “La huelga de zapateros”, La Prensa, 10/11/1892. El jefe de policía dirigió una circular a los

comisarios seccionales, en la que establecía que “disuelvan todo grupo de huelguistas


zapateros que recorran las calles, a causa de que no tienen permiso de la policía para
verificarlo”.

  
    51
 
 

participación en la huelga de los trabajadores de la gran Fábrica Nacional de Calzado,


ubicada en el barrio de Chacarita y la principal empleadora del gremio. En los
primeros días de la huelga, por ejemplo, los agentes de la comisaría 24ª disolvieron a
“doscientos huelguistas que descendieron de algunos tramways en la calle Corrientes
y se dirigían a la fábrica nacional de calzado”.56

El 10 de noviembre los obreros de esa gran fábrica finalmente resolvieron adherirse a


la huelga. Ese día se realizó una jornada de deliberación y movilización de la que
probablemente no existían en ese momento precedentes en la ciudad: desde
primeras horas de la mañana los trabajadores se concentraron en el local de la Unión
Obrera Española (ubicado en Chacabuco 661), convocados por la comisión
organizadora de la huelga, adonde se pronunciaron discursos exhortando a continuar
con la medida de fuerza. Luego de obtener un permiso policial, se organizó por la
tarde una gran manifestación que recorrió buena parte de la ciudad, desde San
Telmo hasta Chacarita por las calles Chacabuco, Belgrano, Entre Ríos y Corrientes,
pasando por el frente de la Fábrica Nacional de Calzado. Según las crónicas:

Los huelguistas recorrieron tan largo trayecto con el orden más completo. La policía
confiesa no haber visto manifestación obrera mejor ordenada, máxime siendo, como
lo era, muy numerosa. Al pasar por frente a la fábrica [nacional de calzado, L.P.]
hubieron unos gritos, vivando la huelga, y siguióse hasta la Chacarita, donde se
detuvo la columna para oír la palabra de los oradores, trepados en una mesa a
manera de tribuna improvisada. Los discursos pronunciados por los señores Real,
Morales, en español, y otro en italiano, fueron breves y muy tranquilos, sólo se trató
del derecho que al aumento de salario tenían los zapateros y de la necesidad de
continuar la huelga hasta que los dueños de zapatería cedan en las justas peticiones
de sus obreros. Todos concluyeron con vivas al jefe de policía, al comisario Quintana,
a sus subalternos y a los vigilantes.57

Con el correr de los días y la continuidad de la huelga, los zapateros continuaron


fortaleciendo su organización a través del funcionamiento de un comité de huelga
permanente que coordinaba la realización de asambleas periódicas e incluso la
formación de “comisiones encargadas de visitar en sus domicilios a los obreros que
                                                            
56 Ibid.
57 “La huelga de oficiales zapateros”, La Prensa, 11/11/1892.

  
    52
 
 

siguen trabajando y excitarlos a que dejen el trabajo y se adhieran a la huelga”.58


Volvemos a encontrar el método de la publicación de “manifiestos” con los cuales
buscaban ganar la confianza de otros compañeros del gremio y al mismo tiempo
defender la legitimidad de la acción obrera frente a los cuestionamientos patronales y
gubernamentales. A poco de iniciada la huelga se editaron diez mil ejemplares de un
manifiesto que buscaba “desmitificar” ciertas suposiciones hechas en los medios de
prensa sobre el nivel de ingresos que podían obtener los trabajadores zapateros y
concluía con un llamado a la unidad de acción y a la continuidad de la huelga,
poniendo de manifiesto de todas maneras las dificultades que enfrentaban quienes se
decidían a seguir una huelga prolongada en un contexto de crisis económica:

…en cuanto a aquellos que no tienen medios para aguantar el paro, “que no exiten en
proporcionarse trabajo de peón”, ya en la ciudad o para el campo, hasta que se acabe
la huelga, que sin duda alguna, con una corta resistencia, la victoria será nuestra. Y
entonces por nuestro carácter varonil y nuestra seriedad podremos levantar la cabeza
orgullosamente y dar a registrar un hecho más a la historia del trabajo honrado; y una
fecha más a la cronología de la miseria y un artículo más a la reivindicación del
proletariado.—La comisión”. 59

El 13 de noviembre los zapateros realizaron una nueva manifestación callejera por las
calles de la ciudad, dirigiéndose esta vez desde el local de la Unión Obrera Española
hasta la plaza Once. De la lista de oradores que tomaron la palabra en la plaza Once
puede advertirse que la huelga de zapateros había vuelto a promover una acción
conjunta de militantes socialistas y anarquistas, que en el contexto del conflicto
confluían con otros oficiales del gremio sin filiaciones políticas definidas. Socialistas
como Mauli o Manresa o anarquistas como Gervasini se turnaron entre los oradores
de un acto a cuyo término “tocóse el Himno Argentino, dióse unas vivas a la policía y
a la huelga”.60

La huelga llegó a su punto más alto con la convocatoria a una manifestación pública
en plaza Once que los zapateros extendían a todas las sociedades obreras de la
ciudad: en el punto más álgido del conflicto, los huelguistas buscaban la solidaridad
                                                            
58 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 12/11/1892.
59 Ibid.
60 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 14 de noviembre de 1892.

  
    53
 
 

de las restantes organizaciones para quebrar la resistencia de los patrones. El


meeting fue convocado para el día domingo 20 de noviembre, y no resultó, sin
embargo, un éxito de convocatoria. Según la crónica,

Propiamente hablando, no tuvo lugar ayer el anunciado meeting obrero a que la


“Federación Internacional Obrera Argentina” había invitado a todos los gremios para
hacer acto de solidaridad con los oficiales zapateros en su movimiento huelguista.
Aunque la lluvia no empezara sino a las tres, es decir a la hora en que debía darse
comienzo a los discursos, sólo unos trescientos manifestantes rodeaban el círculo
formado por las 4 tribunas improvisadas en el “rond point” de la plaza Once de
Septiembre. Junto con el aguacero empezó la retirada, quedando únicamente las
comisiones de la Federación y de los huelguistas, los vigilantes, y un centenar de
personas.61

Los organizadores resolvieron postergar el meeting para otro día de la semana,


aunque no se privaron de pronunciar algunos discursos: entre los oradores
encontramos otra vez a importantes figuras de la militancia socialista y anarquista
del período, como los socialistas Mauli y Manresa, los anarquistas Ghiglio, Gervasini
y Bernardo Sánchez (este último un obrero cigarrero que había comenzado como
militante socialista para vincularse luego a los grupos anarquistas). A pesar de que
las crónicas continuaron informando durante todo el mes de noviembre de la
continuidad de la huelga, comentando incluso que diversos patrones habían cedido
al reclamo de aumento del 50%, hacia fines del mes las noticias sobre la huelga
comienzan a espaciarse y a dar mayor lugar a la decisión de los trabajadores de
establecer una suerte de cooperativa de trabajo (cuya sede era la citada Unión Obrera
Española, en Chacabuco 661) que ofrecía servicios de zapatería como un modo de
asegurar el ingreso a los huelguistas y al mismo tiempo de enfrentar a los patrones
que pretendían seguir trabajando sin ellos. El día 30 de noviembre, una bucólica
nota en La Prensa informaba que “la huelga de los zapateros ha terminado por falta
de recursos para continuarla, y así lo hacen saber al gremio”.62

                                                            
61 “Reunión obrera de ayer”, La Prensa, 21/11/1892.
62 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 30/11/1892.

  
    54
 
 

Durante el resto del año 1892 y la totalidad de 1893 se mantuvo la situación de


reflujo de las luchas obreras y prácticamente no se produjeron grandes huelgas, más
allá de algunos estallidos parciales que fueron en su mayor parte derrotados. En los
últimos días de diciembre de 1892 tuvo lugar una huelga de unos sesenta estibadores
del puerto, en reclamo de aumento salarial y reducción de la jornada laboral, que fue
no obstante desbaratada por los empresarios al disponer que las propias
tripulaciones de los barcos realizaran las tareas de carga y descarga.63 En febrero de
1893, por su parte, fueron a la huelga los oficiales peluqueros en reclamo de una
reducción de la jornada laboral y el establecimiento de un horario fijo para todas las
casas de peluquería, que distinguía la duración de la jornada en los meses invernales
y estivales. Organizados en una Sociedad de Oficiales Peluqueros, los trabajadores
consiguieron en este caso que numerosos dueños de peluquerías accedieran al
reclamo e incluso rechazaron firmar un acuerdo que no dejase constancia que se
había establecido como producto de una negociación con la sociedad que
representaba a los trabajadores.64

En marzo se produjo una importante huelga en reclamo de aumento salarial por


parte de los oficiales toneleros, un gremio que comenzaba a desarrollar sus primeros
pasos en términos organizativos y contaba con una participación dirigente del obrero
tonelero y militante socialista Víctor Fernández. La huelga se extendió por lo menos
hasta fines de mes y al parecer fueron varios los patrones que debieron ceder a las
exigencias obreras.65 A mediados de abril se realizó una huelga en la cigarrería “La
Popular”, en rechazo al despido de catorce operarios acusados de falsificar el
producto, que de todas formas parece haber concluido con una derrota y el retorno
paulatino de los huelguistas a su trabajo.66

Conclusión

                                                            
63 “Huelga de estibadores”, La Prensa, 29/12/1892.
64 “Los peluqueros. Entre patrones y dependientes”, La Prensa, 7 de febrero de 1893. “La
huelga de los peluqueros”, La Prensa, 9 y 10/02/1893.
65 “Oficiales toneleros”, La Prensa, 8 de marzo de 1893. “Huelga de toneleros”, La Prensa,

20/03/1893.
66 “Huelga de cigarreros”, La Prensa, 16 y 18/04/1893.

  
    55
 
 

El desarrollo de una industrialización incipiente, en el marco de la expansión


demográfica acicateada por la inmigración masiva, fue dando forma a una Buenos
Aires obrera que, hacia las últimas décadas del siglo XIX, tenía poco en común con la
ciudad de los burgueses, profesionales y políticos. En ella se procesaban, a espaldas
de las miradas y la atención de la clase dominante, las experiencias de miles y miles
de inmigrantes y trabajadores nativos que sufrían cotidianamente la explotación y la
opresión en las fábricas y talleres, en el puerto, en las obras en construcción, en los
conventillos, en los barrios obreros. Cuando a fines de la década de 1880 las luchas
obreras hicieron su aparición brusca en la escena política, la prensa comercial y la
oligarquía la consideraron una explosión inexplicable, sin razones aparentes en un
país que ofrecía todas las posibilidades a los recién llegados; en realidad, se trataba
de la manifestación de un proceso que venía desarrollándose molecularmente en la
experiencia de los trabajadores de esa “otra” ciudad de Buenos Aires, y la tarea del
historiador es no repetir esa mirada impresionista, marcada por una perspectiva de
clase, para recuperar el proceso a través del cual se constituía esa experiencia
colectiva de los trabajadores.

En este trabajo presentamos algunos primeros elementos para un análisis de los


principales episodios huelguísticos de la etapa 1887-1894. Creemos, en este sentido,
que más allá de la provisionalidad de este primer relevamiento, es posible advertir la
relación existente entre las vicisitudes del ciclo económico, los procesos de ascenso y
reflujo de los movimientos reivindicativos y las tendencias hacia la unidad y la
división en las organizaciones políticas activas en el mundo de los trabajadores—
aunque este último es un tema que escapa los límites de este trabajo y hemos
desarrollado más ampliamente en otros artículos (Gaido y Poy 2009a y 2009b). Con
buena razón se ha enfatizado el papel clave que jugó el año 1890, pero la importancia
de los años inmediatamente anteriores no debe ser soslayada. Al incluir en el análisis
el desarrollo huelguístico y el ascenso de masas del bienio anterior, es posible
comprender los acontecimientos de 1890 –no sólo la manifestación del 1º de mayo
sino el indudable salto cualitativo que implicó la aparición de un periódico
anarquista estable, El Perseguido, y del primer periódico socialista en español, El
Obrero– menos como un rayo en cielo sereno o una “importación” de decisiones

  
    56
 
 

tomadas en el extranjero que como un producto de la combinación de la acción de los


militantes políticos y del proceso de ascenso y organización de los trabajadores.

Del mismo modo, así como el proceso de acción conjunta que llevó a la celebración
del 1º de mayo de 1890 y a numerosas actividades unitarias no puede separarse del
ascenso huelguístico de los años 1887 a 1890 en un contexto de creciente carestía e
inflación, las numerosas divisiones y rupturas que tuvieron lugar en el período
posterior deben ponerse en relación con el reflujo de las luchas obreras provocado
por el impacto de la crisis económica y sus secuelas de desocupación y emigración.
Después de la manifestación del 1º de mayo de 1890, en efecto, el movimiento no
logró seguir profundizándose: en cierta medida se debió al estallido de la revolución
del Parque, hacia fines de julio de 1890, que puso en primer plano las tensiones al
interior de distintos sectores de la burguesía e implicó un fortalecimiento represivo
que limitó las posibilidades de expresión de los trabajadores. En este contexto se
observa un declive de las huelgas y movilizaciones obreras —en un contexto de
depresión económica general—, que se profundizaría en el bienio siguiente. Por otra
parte, la acción conjunta de socialistas y anarquistas que tuvo lugar durante 1888 y
1889 se veía ahora fuertemente limitada por el predominio que comenzaron a ganar
los anarquistas individualistas. En buena medida, la movilización del 1º de mayo de
1890 fue menos el punto de partida de un desarrollo conjunto de la clase obrera que
la última acción común del período previo, marcado por el ascenso obrero.

No es casual que, a diferencia de lo ocurrido el año anterior, el 1º de mayo de 1891 no


se realizara una acción conjunta. Mientras se profundizaba la polémica desde las
páginas de El Obrero y El Perseguido, se realizaron algunas reuniones para intentar
organizar una manifestación unificada.67 Como era de preverse, el intento fracasó
rápidamente: la contradicción entre el grupo de socialistas que quería incluir en las
resoluciones una “tirada extraordinaria” de El Obrero y los anarquistas
individualistas, que reclamaban convocar a una huelga general y “atentar los
almacenes”, era demasiado aguda, y el contexto de movilización obrera ya había
entrado en un reflujo. Las diferencias se concretaron en una polémica sobre si la
                                                            
67 “Una reunión despótica”, El Perseguido, nº 19, 05/04/1891; “Reuniones”, El Perseguido,

nº 20, 19/04/1891.

  
    57
 
 

manifestación debía hacerse en un lugar público o cerrado y dieron lugar a una


ruptura de las negociaciones. El 1º de mayo, los anarquistas protagonizaron una
manifestación en la Plaza de la Victoria que terminó con trece detenidos, mientras
que los socialistas realizaron un acto reducido (“una fiesta seria y digna”) en la sede
del Verein Vorwärts. 68

La retracción de la actividad huelguística de los años 1891-1892, analizada en este


trabajo, no sólo profundizó las diferencias entre socialistas y anarquistas sino
también al interior de los primeros. En efecto, poco después del 1º de mayo de 1891
comenzó a ponerse de manifiesto la crisis dentro del propio campo de los socialistas
alemanes, que hasta entonces habían actuado de manera unificada en la formación
de la incipiente Federación Obrera. El 24 de mayo el Verein Vorwärts anunció su
separación de la Federación: sus editores consideraban que el intento de construir tal
organismo era prematuro, en tanto la clase trabajadora no estaba aún en condiciones
de constituir semejante asociación. Lo que se planteaba, a juicio de Oswald Seyffert,
el nuevo editor del periódico, no era construir una Federación sino intentar
fortalecer las organizaciones gremiales de oficio.69

Aunque el grupo organizador de la Federación Obrera y editor de El Obrero defendió


en su momento, a través de la pluma de Germán Ave-Lallemant, el trabajo realizado,
e intentó continuar con la estructuración de la federación,70 la caracterización del
Vorwärts tenía algo de profético: la profundización de la crisis llevaría, en la segunda
mitad de 1892, a la desaparición de El Obrero y a la disolución de la Federación
obrera después de la realización de un Segundo Congreso en el cual la participación
de sociedades gremiales había menguado hasta casi desaparecer. El último número
de la primera etapa de El Obrero apareció el 24 de septiembre de 1892. El intento de
construir una organización gremial con una definición política socialdemócrata había
llegado a un límite, en el marco de la crisis económica, las luchas políticas con los
anarquistas y las divergencias entre los propios emigrados alemanes. Así las cosas, en
diciembre de 1892 la Federación se declaró disuelta y los militantes agrupados en la
                                                            
68 El Perseguido nº 22, 17/05/1891. “Die Maifeier,” Vorwärts nº 227, 09/05/1891.
69“Zur Klärung”, Vorwärts nº 242, 22/08/1891.
70 “Betrachtungen über den Ersten Argentinischen Arbeiterkongress,” Vorwärts nº 252,

31/10/1891.

  
    58
 
 

Sección Varia decidieron, por mayoría, transformarse en la Agrupación Socialista de


Buenos Aires. Un grupo minoritario, cuyos principales referentes eran el alemán
Gustav Nohke y el español Esteban Jiménez, se opuso a la decisión y defendió la
necesidad de continuar con la organización de una federación obrera.

El año 1893 marcó el punto más álgido del reflujo obrero. Es por ello, también, una
divisoria de aguas entre dos etapas: en el marco del reanimamiento de la lucha
obrera y gremial que desembocaría en las grandes huelgas de 1896, irán resurgiendo
los anarquistas “organizadores”, que poco después publicarán La Protesta Humana,
y también se procesarán importantes cambios en la militancia socialista: con la
aparición de La Vanguardia como factor de aglutinación de los diferentes grupos
existentes se abre un nuevo período, en el cual la figura dominante del socialismo
argentino será Juan B. Justo.

  
    59
 
 

Referencias

Cortés Conde, Roberto (1979) El progreso argentino. 1880-1914, Buenos Aires:


Sudamericana.

Falcón, Ricardo (1984), Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos
Aires: CEAL.

Marotta, Sebastián (1960) El movimiento sindical argentino. Su génesis y


desarrollo. 1857-1907, Buenos Aires: Lacio.

Oved, Iaacov (1978) El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, Siglo XXI,


Buenos Aires.

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2009a) “Entre Bismarck y Juárez Celman. Lucha política
y contribuciones teóricas de los socialistas alemanes en los orígenes del movimiento
obrero argentino”, II Jornadas Nacionales de Historia Social, Centro de Estudios
Históricos-Conicet, La Falda.

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2009b) “Antes de Justo. Los inmigrantes alemanes y la
‘prehistoria’ del socialismo argentino (1888-1894)”, XII Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional del Comahue.

Poy, Lucas (2010a), “Tu quoque trabajador? Agitación obrera en Buenos Aires
(1888-1890)” en serie Documentos de Jóvenes Investigadores, número 18, mayo de
2010. Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Poy, Lucas (2010b) “Sobre los orígenes del movimiento obrero argentino. Crisis
económica y huelgas obreras en Buenos Aires (1888-1890)”, en En Defensa del
Marxismo Nº 39, Buenos Aires, agosto.

Poy, Lucas (2010c) “No tan Buenos Aires. La situación de la clase trabajadora urbana
en la época del ‘orden y el progreso’ (1880-1890)”. 2das. Jornadas Internacionales
de Problemas Latinoamericanos. Movimientos Sociales, Procesos Políticos y
Conflicto Social: Escenarios de disputa. Universidad Nacional de Córdoba.

  
    60
 
 

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2010) “New Research on the History of Marxism in
Argentina”, en Historical Materialism. Research in Critical Marxist Theory,
Amsterdam, Holanda, en prensa.

Rivero Astengo, Agustín (1944) Juárez Celman 1844-1909. Estudio histórico y


documental de una época argentina, Buenos Aires, Kraft.

Suriano, Juan (2003) “La crisis de 1890 y su impacto en el mundo del trabajo”, en
Entrepasados, número 24-25.

Tarcus, Horacio (2007) Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros,


intelectuales y científicos, Buenos Aires, Siglo XXI.

Zaragoza, Gonzalo (1996) Anarquismo argentino 1876-1902, Madrid, Ediciones de la


Torre.

  
    61
 
 

La huelga de los talleres del Ferrocarril del Sud de


1888

Tomás Chami Rouvroy


tomaschami@gmail.com

  
    62
 
 

Resumen

En octubre de 1888 los obreros de los obtenido por empréstitos.


talleres de Sola, del barrio porteño de Fundamentaremos nuestra investigación
Barracas, iniciaron una huelga exigiendo en las tablas de evolución económica de
al Ferrocarril del Sud que sus salarios Juan Álvarez y de Vicente Vázquez
fuesen abonados en oro. El violento Presedo, así como en fuentes primarias de
conflicto concluyó a comienzos de la prensa periódica de la época, con
noviembre, con un aumento de salarios particular atención al diario socialista de
general del 25 por ciento. El objetivo de lengua alemana Vorwärts, que consigna el
este trabajo será problematizar el reclamo período inicial de la huelga. Haremos
obrero de salarios en oro, en relación con hincapié finalmente en la importancia de
el movimiento de los indicadores estudiar el final de la década de 1880 para
macroeconómicos del período, en especial comprender el surgimiento del
el tipo de cambio, la emisión monetaria, la movimiento obrero “visible” tras la crisis
balanza comercial y el oro en plaza de 1890.

  
    63
 
 

L
a política económica del estado argentino en la década de 1880 fue un abono
propicio para que las “flores exóticas” del anarquismo y del socialismo
arraigaran con vigor en suelo americano. Comprender las reivindicaciones
obreras de la huelga de los Talleres de Sola es comprender el impacto de la política
monetaria en la vida de los trabajadores porteños. Este estudio de caso nos permitirá
vincular la creciente conflictividad social de fines de la década con la evolución de los
indicadores macroeconómicos nacionales; los orígenes del movimiento obrero
“visible” de los 90 se remontan así a la organización de los trabajadores frente al
deterioro de sus condiciones de vida a fines de los 80.

La política monetaria argentina en la década de 1880

En 1881 se establece la primera unidad monetaria nacional, el peso moneda nacional


oro, fijado desde 1883 en un valor de un peso moneda nacional (billete). Como
señala Roberto Cortés Conde, “en teoría, se trataba de un patrón metálico; el
gobierno no emitía dinero fiduciario. Los billetes del banco eran asimilables al
cheque” (1989: 246). Tras la interrupción de la convertibilidad en 1885,1 el peso
papel comenzó a depreciarse sensiblemente: al inicio de la inconversión (enero de
1885), su valor ya había caído en un 21% en relación al oro (un peso oro se cambiaba
a 1,21 pesos papel). En el período que nos ocupa (es decir, la década del 80 hasta
1888), el peso papel alcanzó un pico de depreciación en abril y mayo de 1886, con un
valor de 1,55 pesos oro (Alvarez, 1929: 122).

Ingresos fiscales en papel moneda depreciado, y obligaciones externas en oro: para


capear la tormenta, el gobierno decidió intervenir en el mercado de cambios desde
1886, a fin de frenar la depreciación del peso papel, aprovechando las reservas de oro
que el Banco Nacional había recibido por la venta de bonos a los Bancos Garantidos,
endeudados en oro en el exterior. Sin embargo, en opinión de Cortés Conde, el
aumento de emisión de dinero generó expectativas de una futura depreciación,

                                                            
1Cortés Conde atribuye el fin de la convertibilidad al “no funcionamiento de los mecanismos
de ajuste del patrón oro”: el agotamiento de las reservas de oro podría haberse evitado,
reduciendo la cantidad de circulante disponible, cuyo exceso habría ocasionado la salida de
oro (1989: 225).

  
    64
 
 

dando lugar a que el público cambiara el papel moneda por oro (1989: 216-221, 246-
247). En efecto, desde el inicio de la intervención del gobierno en el mercado de
cambios, el papel moneda en circulación aumentó de 89 millones de pesos en 1886, a
194 millones en 1887, bajando a 130 millones en 1888 para luego subir a 164
millones en 1889. La emisión alcanzó un pico en 1893 (307 millones),
estabilizándose posteriormente cerca de los 290 millones de pesos (Ford, 1975: 141).
La política de estabilización del papel moneda ocasionó de este modo una fuga de
capitales, fundamentalmente hacia Montevideo o Europa. En 1887 las reservas en
pesos oro del Banco Nacional ascendían a 40 millones. En 1888 ya habían
descendido a 33,50 millones, bajando a 5,80 millones al año siguiente, para
reducirse a tan sólo 18 mil pesos oro en 1890 (Cortés Conde, 1989: 220-221). Vemos
así cómo la estrategia que el gobierno había diseñado para frenar la depreciación del
papel moneda tuvo justamente el efecto contrario al previsto: la intervención en el
mercado de cambios drenó las reservas en oro del estado, a raíz de las expectativas
de depreciación fomentadas por la gran emisión de un papel moneda del que el
público buscaba desprenderse, en busca de activos monetarios más confiables. De
este modo, el oro se hizo más escaso, y su premio creció.

El cuadro se vio aún más agravado por una balanza comercial que en la década del
80 arrojó saldos positivos tan sólo en 1881, alcanzando un punto crítico entre 1888 (-
28,3 millones de pesos oro) y 1889 (-74,4 millones de pesos oro) (Vázquez Presedo,
1969). Un intercambio comercial tan deficitario sólo podía sostenerse con
empréstitos externos; los fondos extranjeros se empleaban tanto para mantener el
nivel de importaciones como para pagar los servicios de la deuda. El volumen de
dinero extranjero fue aumentando a lo largo de la década del 80, con un salto
cuantitativo observable en los años 1886 (67,6 millones de pesos oro), 1887 (153,5
millones) y 1888 (247,8) (ibíd.). A partir del año siguiente los fondos extranjeros
comenzarían a disminuir hasta llegar al cese de préstamos por tres años en 1892.
Vemos por lo tanto que el oro extranjero llegaba a Argentina para salir nuevamente
bajo la forma de: 1) pagos por importaciones, 2) servicios de deuda externa, 3) fuga
de capitales por expectativas de depreciación del peso papel. En palabras de Cortés
Conde: “en esas condiciones, cualquier entrada de capitales (nuevos préstamos del

  
    65
 
 

exterior) hubiera vuelto a salir para la compra de activos externos (fuga de capitales,
capital flight)” (1989: 217). A pesar de la gran cantidad de oro que ingresaba al país,
éste volvía a salir, ya que el público buscaba deshacerse del papel moneda,
considerado poco confiable. Y mientras tanto, la emisión de dinero continuaba.
Escasez de oro, y abundancia de billetes: controlar la depreciación del peso papel era
poco menos que imposible.

Un editorial de La Prensa del 3 de noviembre de 1888puede servirnos de índice del


estado de ánimo del medio de negocios porteño:

EL ORO A 150

Pocas horas después de conocerse la noticia del embarque en Londres de 450,000


esterlinas más con destino á Buenos Aires, en la pizarra de la Bolsa se anotaban
operaciones al contado, á 150.

En otros tiempos una noticia análoga bastaba para presionar la plaza y hacerla ceder:
hoy día es contestada con el alza de medio punto.

[…] El Ministro de Hacienda se presentó con más énfasis que Creso en la Cámara de
Diputados, anunciando un depósito para dentro de pocos meses en el Banco
Nacional, de 100.000.000 de pesos oro; y la Bolsa le responde con la cifra puesta al
frente de estas líneas.

[…] Se han señalado las causas generales de la depreciación del billete, á fin de que se
dirijan sobre ellas las fuerzas poderosas de la Nación; pero al mismo tiempo, se ha
recordado que por el momento, la copiosa y nunca vista importación de oro de este
año, determina una situación de baja, cuya estensión [sic] y duración no es fácil
prever.

En la resistencia de la plaza á la enorme presión que se le hace, palpita y relampaguea


la desconfianza de la opinión en la política inepta que combatimos: el oro a 150, en
estos momentos, no puede tener otra esplicación [sic].

Y al Ministro consta que, en el mes pasado se han hecho esfuerzos bajistas, sin éxito,
con el oro vendido en la Bolsa: esto lo repite todo el mundo en el mercado.

[…] Y por lo tanto, cerrando las reflexiones que sugiere la cifra puesta como rubro de
estas líneas, se puede y debe hacer constar, que el principal causante del oro á 150, es

  
    66
 
 

el Ministro de Hacienda, destituido de la fe pública como consecuencia de su


política.2

A fines de 1888 la contratación de nuevos empréstitos ya no parece suficiente para


frenar la suba del premio del oro. La llegada de fondos extranjeros es señalada aquí
como causa del fenómeno mismo que se buscaba contrarrestar con dicho dinero: la
depreciación del peso papel. Pareciera corroborarse así lo señalado por Cortés Conde
respecto de la desconfianza del público en cuanto a la capacidad del gobierno para
frenar el aumento del premio del oro.

Huelga en los talleres de Sola del Ferrocarril del Sud

El 20 de octubre de 1888, los obreros del taller de Sola, situado en Barracas,


presentaron al jefe de Tracción y Talleres, Walter B. Scott, un petitorio por el cual
reclamaban el pago en oro de sus salarios. El Vorwärts3 del 3 de noviembre
señalaba:

Esta solicitud estaba fundamentada en una referencia detallada a la enorme


depreciación del papel moneda, con una cotización del oro de casi 150, y además, en
que la compañía del Ferrocarril del Sud cobraba en oro al público todas las tarifas de
viaje y carga, y finalmente, en que los empleados del Ferrocarril mejor pagos
cobraban en oro, mientras que los trabajadores con sueldos bajos no, y que dichos
sueldos no habían aumentado un centavo desde la creación de la nueva moneda, y
entre tanto el precio de los alimentos, alquileres y vestimentas había subido mucho
más, a tal punto que con sueldos semejantes los trabajadores debían realizar grandes
sacrificios para mantener a sus familias.4

Scott rechazó la solicitud de los trabajadores, sosteniendo que los salarios ya habían
sido aumentados el año anterior, por lo que no presentaría la cuestión a la compañía.
El 24 de octubre, una segunda solicitud con 750 firmas fue presentada por los
trabajadores, quienes negaron categóricamente haber recibido aumento de salario
                                                            
2 La Prensa, “El oro a 150”, 3 de noviembre de 1888.
3 Periódico de lengua alemana publicado por un grupo de emigrados socialdemócratas,
exiliados en Argentina a causa de la legislación represiva de Bismarck.
4 “Wie in Argentinien die Arbeiter behandelt werden” (Cómo son tratados los trabajadores en

Argentina), Vorwärts, 3 de noviembre de 1888.

  
    67
 
 

alguno. Ante estos hechos, Scott se vio obligado a poner al directorio en


conocimiento de la situación; el 26 de octubre anunció que la respuesta de la
compañía llegaría en dos días, provocando el descontento de los obreros del taller de
Sola, quienes decidieron en el acto declararse en huelga y dirigirse luego a la plaza
Herrera con el objetivo de “nombrar una comisión que corriera con todos los asuntos
de la huelga”.5 La manifestación fue reprimida por la policía, y 115 obreros fueron
detenidos. El conflicto terminó el 3 de noviembre: si bien los obreros no lograron que
se les pagase en oro, obtuvieron un aumento de salarios del 25 por ciento (Marotta,
1975: 62-63).

En una entrevista realizada por el diario La Prensa, cinco obreros explicaron los
motivos de la huelga, señalando un incremento de precios de un 100 por ciento
aproximadamente, en los rubros alquiler de pieza (de 9 a 20 pesos moneda
nacional), “manutención de familia” (de 12 pesos a “más del doble”), vino (de entre 8
ó 10 centavos la cuarta, a 20 ó 22 centavos) y aceite (de 4 pesos la arroba, a 8 pesos).
El artículo no aclara cuánto tiempo separa los valores comparados, y el Vorwärts
sólo indica que “los alquileres para un trabajador y su pequeña familia subieron en
los últimos años de 9$ a 20$, y en la misma proporción subieron los precios de todo
lo demás”, pero esto pierde importancia si consideramos las palabras de un obrero
entrevistado por La Prensa:

-¿Les han aumentado el sueldo desde que empezó a desvalorizarse el papel?

-No señor, es el mismo sueldo que ganábamos con diferencia de centavos, desde que
existía la moneda corriente. 6

Es decir que, desde el comienzo de la depreciación del papel moneda en 1885, no


hubo ningún aumento de salarios.

Este deterioro del poder adquisitivo de la clase trabajadora de Buenos Aires es


también observado por Martín Cuesta (2008). En su estudio sobre la evolución de los
salarios y los precios en la región durante la segunda mitad del siglo XIX, el autor
observa un descenso del salario real en el bienio 1887-1888. Cuesta indica que “el

                                                            
5 “La huelga de los obreros del ferro carril Sud”, La Prensa, 27 de noviembre de 1888.
6 Ibíd.

  
    68
 
 

incremento de los salarios no tuvo la misma magnitud que el aumento en los precios
de los bienes y servicios”, y en consonancia con las conclusiones de nuestro trabajo,
atribuye este hecho “al impulso expansionista de la política monetaria de Juárez
Celman y la creación de los Bancos Garantidos”. Vemos así cómo este estudio
cuantitativo confirma lo afirmado más arriba por un obrero anónimo en el extracto
de La Prensa: el sueldo que recibe “es el mismo con diferencias de centavos”, pero
estos incrementos siguen siendo insuficientes para compensar el deterioro
inflacionario de su poder de compra.

Por otro lado, no debemos olvidar que los ingresos fiscales del estado argentino en el
siglo XIX provenían casi exclusivamente de los derechos de importación: en la
década de 1880, éstos representaban alrededor del 70 por ciento de la recaudación
estatal (Vázquez Presedo, 1969). Y si consideramos que los bienes de consumo
representaban entre un 65 y un 70 por ciento del total de bienes importados entre
1885 y 1888 (Ford, 1975: 126), se sigue entonces que los derechos de importación
afectaban fundamentalmente al consumo de las masas.

Debemos sin embargo ir más allá del evidente aumento del costo de la vida a fines de
la década de 1880, para detenernos en la especificidad de la problemática del
Ferrocarril del Sud. A partir del extracto del Vorwärts reproducido más arriba, es
posible afirmar que el reclamo específico de salarios en oro no fue tan sólo una
demanda coherente a una compañía con ganancias en oro, sino probablemente
también la consecuencia de una diferenciación interna dentro del mismo conjunto de
trabajadores del Ferrocarril del Sud: “los empleados del Ferrocarril mejor pagos
cobraban en oro, mientras que los trabajadores con sueldos bajos no”. En cuanto a la
naturaleza de dichos empleados mejor pagos, el artículo de La Prensa que acabamos
de tratar señala:

Los jornales asignados desde el tiempo que regía la moneda corriente y que pasaron a
la moneda nacional, con aumento de centavos, fluctúan entre 1 peso 24 centavos,
2.68, 2.88 y 3 pesos diarios.

Al primer precio corresponden los operarios peones, los que descontando fiestas,
puede estimarse que cobran 30 pesos mensuales.

  
    69
 
 

El tipo de 2.68 y 2.88 pesos diarios corresponde á los oficiales de los diversos ramos
que cuentan los talleres, carpinteros, herreros, tapiceros, etc. Resultan á 65 y 70
pesos por mes respectivamente.

El de 3 pesos por día es el de los encargados de cuadrilla que son en total 16 para las
distintas secciones. Estos con la antigua moneda era su jornal de 70 pesos m/c y al
ponerse en vigencia la moneda actual se les asignaron los tres pesos indicados que
representan próximamente 75 pesos al mes.

Siguientes en categoría ascendente los capataces los que cobraban sus sueldos á oro
computándoseles la diferencia dentro de un tipo que no excede del 20% de premio.
Estos como es de suponer no han entrado en la huelga.

Por lo tanto, es probable que a través de la huelga los trabajadores de los talleres de
Sola buscasen extender al conjunto de los obreros los privilegios de que sólo gozaban
sus supervisores, quienes no sólo percibían salarios mucho más altos, sino que
además estaban protegidos de los efectos más perniciosos de la política cambiaria del
gobierno al ser remunerados en oro.

Economía y movimiento obrero

La particularidad de esta huelga reside en su vinculación con la principal fuente de


riquezas de la Argentina: la producción agrícola de exportación, cuya condición de
posibilidad fue la construcción de ferrocarriles que redujeran los costos de transporte
de los granos. La compañía del Ferrocarril del Sud participaba de este modo de las
ganancias del sector primario-exportador, que se servía de los ferrocarriles para
transportar su producción hasta la ciudad-puerto. La conciencia de este hecho movió
a los trabajadores ferroviarios a exigir salarios en la misma moneda en que sus
patrones fijaban sus tarifas.

La huelga de los talleres de Sola debe asimismo comprenderse en el contexto de una


puja distributiva entre clases a nivel nacional. Un papel moneda depreciado permitía
al sector terrateniente reducir los costos de producción mientras recibía oro por sus
productos en el mercado internacional, y resultaba de igual modo ventajoso para
enfrentar obligaciones internas en pesos papel (como los títulos hipotecarios), toda

  
    70
 
 

vez que las deudas en oro pesaban sobre toda la población como deudas del estado
nacional (Ford, 1975: 126). El gobierno debía sin embargo tratar de mantener un
punto de equilibrio, para evitar que la depreciación del papel moneda afectase
excesivamente a los ingresos fiscales. Por lo tanto, la intervención en el mercado de
cambios no tuvo por objeto frenar el deterioro de los ingresos populares, sino
conservar un tipo de cambio políticamente tolerable, que diese al Tesoro argentino
un respaldo mínimo para seguir contratando empréstitos en el exterior, a fin de
proseguir con la expansión de la frontera agrícola.

En consideración del objetivo perseguido por el gobierno nacional al implementar su


política monetaria –fundamentalmente, un objetivo de clase, por cuanto la economía
de la clase trabajadora no fue tenida en cuenta en la elaboración de sus lineamientos
básicos - consideramos del todo inconsistente la afirmación de Julio Godio, quien
sostiene respecto del salario en oro:

El economicismo anarquista entronca en este punto con el librecambismo socialista.


[Anarquistas y socialistas] coinciden en una postura que objetivamente servía a la
política librecambista. […] Lo que valían eran los hechos y la moneda fuerte permitía
comprar más cosas a los obreros. […] Unos y otros no cuestionaban así la hegemonía
efectiva de la oligarquía.

De todas maneras los socialistas habían abandonado la tesis de salario en oro. Su


mayor aproximación a una política nacional les hacía defender el valor de la moneda
argentina. En este aspecto eran más evolucionados que los anarquistas, para los
cuales todas las monedas y valores tenían un mismo signo: la “dominación burguesa”.
Como las monedas para ellos, “tampoco tenían fronteras”, de acuerdo con sus
fantásticas ideas preferían los valores seguros, y lo más sólido era el oro. Elegían por
eso al oro. La idea ya había sido planteada por los ferroviarios en el siglo pasado, y
aunque por ese objetivo se realizasen huelgas combativas, no dejaba de ser una idea
reaccionaria, pues se contraponía con los intereses nacionales (Godio, 2000: 206).7

El razonamiento de Godio es sorprendentemente ahistórico: ignora la necesidad de


reconstruir los motivos que movieron a la acción a los distintos actores en un tiempo
y lugar determinados. Vemos aquí asomar la matriz ideológica del autor: éste

                                                            
7 Agradezco a Martín Manuli por traer a mi atención este pasaje.

  
    71
 
 

reconoce que “la moneda fuerte permitía comprar más cosas a los obreros”, pero
sostiene finalmente que el salario en oro era “una idea reaccionaria, pues se
contraponía a los intereses nacionales”. La política más “evolucionada” era “defender
el valor de la moneda argentina”. Dicho de otro modo, al priorizar su bienestar
material sin atender a los “intereses nacionales” -¡esto es, la moneda nacional!- los
ferroviarios y luego los anarquistas se comportaron como librecambistas
reaccionarios. Estamos ante la presencia de un pre-juicio teleológico a penas velado:
la clase obrera no era aun “nacional”, debía todavía forjarse en comunión mística con
el suelo que le había dado acogida, para terminar su gestación, auténticamente
argentina, cincuenta años después de los hechos de Sola.

Siguiendo, pues, esta especulación contrafáctica, ¿qué hubieran debido hacer los
trabajadores de los talleres de Sola? Según Godio, aferrarse patrióticamente y sin
quejarse a un papel moneda cada vez más devaluado, y luchar por salarios más altos
en moneda nacional, para cuestionar así realmente “la hegemonía efectiva de la
oligarquía”. De este modo, los obreros habrían defendido “el valor de la moneda
argentina” frente al librecambismo oligárquico, alentando de este modo un
desarrollo industrial proteccionista que la misma clase dominante se mostraba
incapaz o renuente de fomentar. Por otra parte, Godio considera que, a diferencia de
los socialistas –quienes partían de consideraciones teóricas particulares- los
anarquistas pedían salarios en oro porque “consideraban fútil toda disquisición sobre
la función de la economía agroexportadora como parte de la economía mundial”. De
esta manera, el autor atribuye el reclamo de salarios en oro a trabajadores poco
patrióticos y poco versados en economía.

El análisis de Julio Godio, tributario de la tesis de la “flor exótica”, es altamente


deficiente, no sólo porque el autor proyecta retrospectivamente nociones
corporativistas sobre el movimiento obrero de fines del siglo XIX -¡los trabajadores
no tenían aun la madurez suficiente para entrar en una alianza de clases con el sector
verdaderamente nacional de la burguesía!- sino también porque subestima a los
individuos cuya historia trata de comprender. Es evidente que los obreros del taller
de Sola exigieron salarios en oro, precisamente porque tenían una idea bastante
acabada de “la función de la economía agroexportadora como parte de la economía

  
    72
 
 

mundial”. Ellos se encontraban en el corazón del sistema: el transporte de granos al


puerto. Comprendían perfectamente que de la importancia estratégica del ferrocarril
se derivaba el que las tarifas de carga se cobrasen en oro. En su lugar de trabajo,
podían ver a las claras que el salario en oro era un privilegio de clase, reservado a sus
superiores jerárquicos. Es por lo tanto ridículo tildar de reaccionarios a unos
trabajadores que, con un elevado grado de conciencia del funcionamiento estructural
del sistema de explotación, fueron a la huelga para luchar contra la expropiación
inflacionaria, que no afectaba a supervisores y personal ejecutivo del ferrocarril.

El ascenso huelguístico de fines de los 80 parece haber tomado por sorpresa a la


clase dominante argentina. El tono comprensivo de los periódicos de la época ante
las primeras manifestaciones obreras dio rápidamente paso a la condena virulenta
cuando el fenómeno comenzó a expandirse. Los artículos señalaban lo artificial del
fenómeno huelguístico en un país en que las posibilidades de ascenso eran
ilimitadas. La única explicación parecía ser la insidiosa propaganda anarquista y
socialista (ver Poy, 2010). Nuestro estudio muestra sin embargo los límites de dicho
ascenso a fines de la década de 1880. La huelga de los talleres de Sola es un ejemplo
claro del modo en que la política económica del estado argentino terminó con aquel
país

[…] considerado justamente como el paraíso del proletario, en el que todo buen
trabajador, con tan sólo ser ahorrativo, podía en pocos años reunir dinero suficiente
como para transformarse en propietario8.

Los sucesos de Sola nos permiten avanzar en el estudio de un proceso en que se


hayan inextricablemente relacionados la expansión de la economía agroexportadora,
la política monetaria y financiera, y el ascenso huelguístico de fines de la década de
1880. No es posible comprender la emergencia del movimiento obrero tras la crisis
de 1890, sin remitirse antes a las circunstancias que en la década de 1880 llevaron a
los trabajadores a organizarse para luchar por mejores condiciones de vida. De otro
modo, nos veríamos obligados a suscribir a la tesis de la flor exótica, ignorando que
las flores no prenden sin un sustrato propicio.

                                                            
8 La Prensa, sección Revue Économique, “Situation générale”, 4 de noviembre de 1888.

  
    73
 
 

Bibliografía

Álvarez, Juan (1929) Temas de historia económica argentina, Buenos Aires, La


Facultad.

Cortés Conde, Roberto (1989) Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria
en la Argentina, 1862-1890, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

Cuesta, Eduardo Martín (2008) “Precios e instituciones políticas en Buenos Aires


(1850-1900)”, en Cuesta y Serrafero (ed.), Pasado y futuro: una complejidad en
clave política, Sociedad Científica Argentina, Buenos Aires, 2008

Ford, A. G. (1975) “La Argentina y la crisis de Baring de 1890”, en GIMÉNEZ


ZAPIOLA, Marcos (comp.), El régimen oligárquico, Buenos Aires, Amorrurtu.

Godio, Julio (2000) Historia del movimiento obrero argentino. 1870-2000, Buenos
Aires, Corregidor.

Marotta, Sebastián (1975) El movimiento sindical argentino, Ediciones Líbera,


Buenos Aires.

Poy, Lucas (2010) Tu quoque trabajador? Agitación obrera en Buenos Aires(1888-


1889), Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (Documentos de Jóvenes
Investigadores, Nº 18). Disponible en Internet:http://www.iigg.sociales.uba.ar/Pu-
blicaciones/JI/ji18.pdf

Vázquez Presedo, Vicente (1969) Estadísticas históricas comparadas, 1875-1939,


Buenos Aires, Macchi.

  
    74
 
 

 
    75
 
 

Repensando la participación política de los


trabajadores. La huelga ferroviaria de 1896

Verónica Norando

 
    76
 
 

Introducción

E
n este trabajo, mi objetivo es analizar, a través del conflicto ferroviario de
1896, la estrategia política de los trabajadores en relación con los sectores
dominantes. Esto es, tratar de comprender (al menos avanzar en una
hipótesis tentativa) el carácter de la participación política de los trabajadores. ¿Por
qué analizar y tratar de comprender la participación política de los trabajadores?
Porque por mucho tiempo la pluma de los historiadores (y no solo de los
historiadores), ha silenciado la voz de los explotados de todos los tiempos. “‘¿Quién
construyó Tebas de las siete puertas?’ pregunta el lector obrero de Brecht. (…) La
pregunta conserva toda su carga” (Ginzburg, 1986: 13). En los tiempos que corren y
desde distintas perspectivas, muchos historiadores han intentado e intentan hacer
escuchar estas voces. Es importante complementar, completar y profundizar su obra.

La formación, la dinámica y las manifestaciones ideológicas de la clase obrera


argentina han sido analizadas desde distintos puntos de vista.1 Por las características
de este trabajo, no me voy a explayar sobre estas distintas perspectivas sino que
esbozaré algunas líneas de investigación, que sirven, a mi criterio, a la
complementación de las investigaciones ya realizadas sobre el tema. A nivel
historiográfico, sí voy a especificar mi propio punto de partida metodológico.

A lo largo de las últimas tres décadas del siglo XIX el capital despliega su dominio en
la Argentina: en la última década del siglo ya es la relación social dominante (Iñigo
Carrera, 2004: 30). Este proceso está relacionado con una nueva fase del desarrollo
del capitalismo, como sistema mundial: la del origen y desarrollo del capital
financiero. Las potencias se disputan el dominio sobre territorios económicos
(colonias y países dependientes) (ver Lenin, 2000). En la Argentina, las condiciones
y la forma de inserción en el mercado mundial se convierten en catalizadoras de los
cambios que se estaban presentando durante el siglo XIX: se origina y se constituye
la burguesía argentina y la satisfacción de sus intereses la llevan a fundar una
enérgica alianza con el capital financiero a nivel internacional.

                                                            
1 Ver las Referencias bibliográficas

 
    77
 
 

Siempre, el desarrollo del capital tiene como condición necesaria la presencia de una
masa de desposeídos de sus condiciones materiales de existencia. La expansión
capitalista argentina se desarrolló con la importación y la acumulación local de
capital en conjunto con la inmigración de crecientes cantidades de población, es
decir “la importación de trabajadores que el capital necesitaba para existir” (Iñigo
Carrera, 2004: 30). Esta población extranjera se sumó a la que, en el propio
territorio, iba siendo despojada de sus medios de producción. El crecimiento de la
población y su concentración en las ciudades del litoral hicieron que se intensificara
la división social del trabajo y que comenzaran a surgir sectores industriales de
producción de medios de consumo. Es así como, en la Argentina de fines del siglo
XIX, se pueden ver desarrolladas las relaciones sociales propias del capitalismo
dependiente, produciéndose un salto cualitativo cuando con la conclusión de la crisis
de 1890 se produce un crecimiento de la producción industrial propiamente dicha
(ver Dorfman, 1986).

Ahora bien, este proceso de expansión del capitalismo es la base para la formación
del proletariado como grupo social, pero de ninguna manera es una explicación
acabada para la génesis de la clase obrera. Porque si no se estarían dejando de lado
elementos subjetivos que hacen al proceso de su formación que son fundamentales. Y
aquí me veo en la obligación de especificar que es lo que entiendo por clase social.

Marco conceptual

Un buen punto de partida metodológico es acercarse a la categorización


metodológica que hace Karl Marx sobre la clase social y luego profundizarla con las
concepciones de otros investigadores marxistas que fueron definiendo la categoría.

Si bien Marx nunca la ha definido específicamente2, de su obra se desprende (en un


acercamiento simple y parcial) que una clase social está constituida por un grupo de
personas que se relacionan del mismo modo con las fuerzas productivas. Desde

                                                            
2Marx no definió en ninguno de sus trabajos el concepto de “clase social”; es más bien una
categoría histórica que se desprende de sus distintas obras. Le debemos a distintos autores marxistas
(Lenin, Thompson, Dobb, Hobsbawm, y muchos otros), la delimitación de esta categoría analítica.

 
    78
 
 

aquí podemos partir para profundizar: por ejemplo, E. P. Thompson plantea la clase
social como una relación, en la confrontación en el núcleo de la sociedad con otros
grupos sociales y sostiene que no se la puede captar como si se le sacara una foto en
un momento determinado, dejándola inmóvil, “en un determinado momento y
anatomizar su estructura” (1977: 7). El mismo autor sostiene en otra obra que “las
clases no existen como entidades separadas que miran en derredor, que encuentran
una clase enemiga y empiezan después a luchar” sino que, “es en el proceso de lucha
donde se descubre como clase” (Thompson, 1974: 37). Metodológicamente, el
análisis que hace Thompson nos permite ubicar la clase social en el terreno de la
lucha de clases. La categoría de clase de Marx “no era estática sino dinámica, no era
descriptiva sino analítica” (Dahrendorf, 1963: 45).

Para Thompson,

la clase es un fenómeno histórico, que ocurre cuando algunos hombres, como


resultado de experiencias comunes, sienten y articulan la identidad, de sus intereses
entre sí, y contra otros hombres, cuyos intereses son distintos a los suyos (1964: 8).

Si bien, también hay que tener en cuenta que, en palabras de J. Solomonoff: “las
clases están determinadas por las posiciones relativas de los individuos en el sistema
social global, dentro del cual se privilegian las relaciones sociales de producción”
(1988: 24)

Lo que se desprende de todo lo antedicho, es que la lucha, el conflicto, es el momento


histórico constitutivo de la clase. Las clases se constituyen en la lucha. Marx lo
expresa claramente “los individuos no forman una clase sino en la medida en que
deben realizar una lucha común contra otra clase” (1977: 50 ) Esto es, que los
individuos que se hallan en una posición determinada dentro del proceso de
producción, se constituyen en clase, “solo cuando han de sostener una lucha común
contra otra clase”. Esta lucha demanda la unión discrecional de los individuos, a fin
de lograr el control de las condiciones sociales determinantes de sus posibilidades de
desarrollo (Solomonoff, 1988: 25). Es esta intención explicita, de la acción en el
campo de las relaciones de poder, la que define la lucha de clases como acción
esencialmente política. La realidad de ser asalariado constituye el interés común de

 
    79
 
 

los trabajadores, establece la base eventual de su antagonismo con los patrones, “es
el punto de partida estructural para el posible surgimiento de una común acción de
resistencia-coalición” (Solomonoff, 1988: 25). La condición de asalariado implica,
entonces una posibilidad de clase.

Sintetizando, no solo el salario cuenta en la caracterización de las clases en el


capitalismo. Ese proceso de asalarización de la fuerza de trabajo fue creando,
históricamente, identidades, afinidades, características comunes. Pero no todos los
asalariados son obreros, aunque sí, todos los obreros son asalariados (Pla, 1989-90:
14). La acción orientada en oposición a los grupos dominantes es lo que convierte a
los asalariados en una clase real, en clase para sí. Las condiciones objetivas que
determinan la constitución de la clase obrera requieren, de acuerdo con Marx, que la
acción opositora de clase se dirija hacia la destrucción del orden social imperante en
sus bases constituyentes. “Se encuentran (los proletarios) en oposición directa con la
forma por la que los individuos en la sociedad se han dado hasta aquí una expresión
general, el Estado, y deben entonces abatir al Estado para hacer triunfar su
personalidad”. (Marx, 1977: 90). Y siguiendo su planteo,

el sostenimiento del salario, este interés común que tienen contra su patrono (los
asalariados), los reúne en un mismo pensamiento de resistencia: coalición. (…) En
esta lucha, verdadera guerra civil, se reúnen y se desarrollan los elementos
necesarios para una batalla venidera, una vez llegada a este punto, la coalición
adquiere un carácter político. (Marx, 1969: 134)

Las condiciones económicas transforman la masa del país en trabajadores: la


dominación del capital crea a esta masa una situación común, intereses comunes.
Aquí, esta masa es una clase frente al capital pero no lo es aún para ella misma. Esta
es la diferencia que hace el autor, entre “clase en sí” y “clase para sí”. La clase en sí es
un fenómeno económico, es decir, hace referencia a las condiciones en las que el
hombre se relaciona con las fuerzas productivas; la clase para sí es un fenómeno
subjetivo, psicológico: hace a la conciencia que los hombres tienen, o no, y en qué
grado, de esas condiciones materiales. La clase solo es una clase para sí cuando los
hombres y mujeres que la conforman toman conciencia de sí mismos, de sus propios
intereses, asumen sus fines y el antagonismo que entablan con otra clase.

 
    80
 
 

El problema de la conciencia de clase a través de su asunción conciente de fines,


implica analizar el accionar político. Por esto es que aquí, se van a analizar las
acciones políticas de los trabajadores, que se manifiestan a través de la lucha de
clases. Este es el marco metodológico desde el cual parto para hacer el análisis de la
huelga de ferroviarios de 1896, que tuvo características de huelga general, pero que
no lo fue en su definición acabada.

La huelga

El contexto histórico en el cual se produce este enfrentamiento, que comienza en


Tolosa y que cubre desde principios de agosto hasta fines de noviembre de 1896, está
marcado por un ascenso de la lucha de clases que va a tener un pico de conflictividad
en este año y que luego va a descender hasta su próximo pico que va a ser a
principios del siglo XX.

Los trabajadores ferroviarios de Tolosa (Provincia de Buenos Aires, cerca de La


Plata), reclaman, en agosto de 1896, las ocho horas de trabajo (sin modificación de
salarios), la eliminación del trabajo a destajo (por pieza o a contrata), el descanso
dominical y el pago doble de las horas extras (Marotta, 1960: 98). Como la patronal
se negó a satisfacer esta demanda, los trabajadores emprenden el movimiento de
protesta que “comprende a un millar de trabajadores” (Marotta, 1960: 98). Así se
declara la huelga en Tolosa el día 10 de agosto de 1896.3 El día 13 del mismo mes la
huelga ya se había extendido a los talleres de Sola del Ferrocarril Sur.4 La actitud de
la patronal fue muy firme y clara: no iban a conceder ninguna de sus peticiones a los
trabajadores. Esta actitud de las patronales alimenta la decisión de los trabajadores
que aseguran que no volverán a sus puestos de trabajo hasta que la gerencia no
acepte sus reivindicaciones.

Al poco tiempo, el conflicto se extiende a los talleres del Ferrocarril Sur, Oeste,
Buenos Aires y Rosario y Pacífico. Los obreros de los talleres de Basch y Fénix (que

                                                            
3 La Nación, 11 de agosto de 1896, p. 5

4 La Nación, 14 de agosto de 1896, p. 3

 
    81
 
 

efectúan trabajos para los ferrocarriles), los cambistas de La Plata y Tolosa y las
cuadrillas volantes se adhieren al movimiento (Marotta, 1960: 99).

Más allá de que, en ese momento, la clase obrera argentina no contaba con una
organización nacional estable que nucleara sus intereses, los trabajadores del
ferrocarril y de todos los gremios que se han adherido a la huelga (panaderos de
Buenos Aires, pintores de la misma ciudad, alpargateras, carpinteros, albañiles,
tipógrafos que ya estaban en huelga, empleados de teléfono, zapateros; todos con las
mismas reivindicaciones) han podido sostener una larga lucha y darse como
estrategia la huelga general, aunque no se haya podido lograr en su definición
acabada. Al mismo tiempo, estaba la determinación de no volver a ocupar sus
puestos de trabajo bajo acuerdos parciales, y habían declarado que cualquier decisión
debía ser considerada primero por una asamblea de delegados, para luego ser
sometida a las asambleas generales de los obreros. A propósito de esto, La Nación
dice:

el gerente del ferrocarril del Sur mandó llamar una comisión a fin de entrar en
arreglos con los obreros. La comisión fue y escuchado que hubo las proposiciones de
la empresa puestas a consideración de la asamblea quedaron completamente
rechazadas. Los huelguistas no aceptaban ningún pacto que no parta de las bases por
ellos propuestas.5

El nivel de solidez de los lazos de solidaridad que han sabido generar los trabajadores
entre los distintos sectores fue de una importancia de primer orden para el avance en
la constitución de la clase obrera argentina. Hasta la prensa burguesa no puede dejar
de destacar esto (aunque con temor y alarma): “Ya no son solo los obreros de los
ferrocarriles los que se vienen declarando en huelga. El movimiento ha repercutido
en talleres que nada tienen que ver con las vías férreas”.6 Durante la huelga, según
datos de Marotta, se adhieren al movimiento unos 26.000 trabajadores, de los cuales
12.000 eran empleados del ferrocarril.
                                                            
5 La Nación, 13 de agosto de 1896.

6 La Nación, 15 de agosto de 1896. La extensión de esta nota en el diario La Nación da cuenta de la

importancia que se le da al tema en los medios de comunicación oficiales. No he transcripto toda la


nota por razones de espacio, pero es muy interesante puesto que describe como se unen a la huelga
muchos otros sectores de trabajadores como, por ejemplo, las alpargateras.

 
    82
 
 

La reacción violenta de la burguesía y el Estado no se hizo esperar. Lo primero que


hicieron las patronales ferroviarias ayudadas por el Estado, fue tratar de suplantar a
los trabajadores en huelga para que los trenes no dejaran de funcionar. Así fue como
por un tiempo bomberos y mecánicos de la armada se hicieron cargo de varias de las
actividades de los trabajadores en huelga. La Nación da cuenta de esto, a pocos días
de comenzado el conflicto:

lo que más ha podido entorpecer la marcha de los trenes en la estación de Sola es la


falta de cargadores de carbón porque los operarios encargados de esta actividad se
levantaron secundando la actitud de sus camaradas, pero este trabajo ha quedado
regularizado encargándose de esa tarea parte de la compañía de bomberos que presta
guardia en los talleres.7

Al mismo tiempo que la “ayuda” de los bomberos, “el gobierno mandó mecánicos de
la armada para substituir a los obreros”. (Marotta, 1960: 100). Visto que estas
medidas paliativas no tuvieron los efectos esperados, no tardaron en utilizar todos
los medios a su alcance para reclutar trabajadores italianos que fueron afluyendo a la
Argentina en cuantiosas tandas hasta completar el estrepitoso número de 700. A
estos trabajadores los obreros locales los denominaron “langostas” en alusión a la
plaga. En correlación con estas actitudes de la burguesía argentina en connivencia
con la burguesía italiana, la clase obrera de estos países tiene esbozos de una actitud
solidaria a nivel internacional. Demostrada, por un lado, por las denuncias hechas
hacia los embarques de obreros italianos hacia la Argentina por los trabajadores
genoveses, y por el otro, de los trabajadores argentinos que comprendían el hecho y
también lo denunciaban.

Cuando las patronales vieron que la huelga se prolongaba poniendo en peligro sus
intereses económicos más importantes, no dudó en utilizar la violencia, como el
medio para terminar el conflicto. La represión policial fue contundente y violenta: “el
jefe de policía de la provincia envió a Tolosa en cuanto tuvo conocimiento de lo
ocurrido un piquete de vigilantes con el objeto de mantener el orden”.8 Según
Marotta “la policía, en los campos de Pereyra, sablea a los huelguistas de Sola (…)
                                                            
7 La Nación, 14 de agosto de 1896
8 La Nación, 11 de agosto de 1896

 
    83
 
 

son perseguidos hasta en las casas en que se refugian para librarse de su furiosa
arremetida” (1960: 99) La represión llevada delante de esta forma, con intervención
en las asambleas de los obreros, detenciones o golpes y abusos de todo tipo, fue la
respuesta más común y que se había ya generalizado como accionar característico de
las patronales.

A nivel legal, la burguesía, en medio de esta huelga, intentó crear un mecanismo de


expulsión de los “agitadores”. La Unión Industrial Argentina, integrada casi
totalmente por industriales extranjeros, aunque dirigida por largos años por ex
senadores, diputados y ministros argentinos (Dorfman, 1970: 118), solicita al Poder
Ejecutivo de la Nación el destierro de “los perturbadores del orden social”. Este
requerimiento no se logra todavía en el año 1896, pero interpretando este pedido el
que luego será senador, Miguel Cané, proyecta la ley que tres años después, en 1899,
(será sancionada en 1902) el Poder Ejecutivo solicita a las cámaras para sofocar la
agitación de esos tiempos, y supuestamente resolver el problema social.

A pesar de todo esto, la huelga en los ferrocarriles resistió tres meses: en los otros
gremios la resistencia tuvo más debilidades y poco a poco los distintos gremios
fueron volviendo a sus puestos de trabajo, sin haber logrado sus reclamos.

Entre los autores que analizan esta problemática hay acuerdo en que a nivel de
ideología contestataria y revolucionaria, el anarquismo, en su vertiente
“organizadora”, tuvo una participación positiva en el conflicto.

En 1896, se empieza a delinear con fuerza esta corriente dentro del anarquismo
debilitando la vertiente individualista, que había tenido mayor importancia en los
años anteriores. El desarrollo del pensamiento anarquista en la Argentina, se dio
hacia la consolidación (hacia 1899) de la tendencia que aprobaba la participación
integral en las actividades de los sindicatos obreros. (Oved, 1978: 64) Se publicaron
diversos periódicos que tenían esa tendencia: El Oprimido (uno de esos periódicos),
simpatizó con la huela de 1896. Al mismo tiempo, defendió frente a criticas de
grupos individualistas como los que se nucleaban en El Perseguido. En un artículo
editorial, polemizó con los opositores a las huelgas anarquistas: “Combatir la huelgas
es malgastar el tiempo y esfuerzos que pueden ser debidamente aprovechados.

 
    84
 
 

Nosotros preferimos impulsarlas, darles nuestro apoyo, hacerlas revolucionarias (…)


Toda huelga (…) será de resultados excelentes” (El Oprimido, 23 de agosto de 1896,
citado en Oved, 1978: 64). El grupo nucleado en este periódico estuvo en el invierno
de 1896 haciendo un fuerte trabajo de difusión entre los trabajadores en huelga,
dándole importancia a la huelga general como estrategia política de lucha de la clase
obrera.

¿Por qué no se llega a la huelga general en estas jornadas? Tan proclamada por las
organizaciones anarquistas, faltó todavía experiencia en la organización de una
medida de lucha semejante. Pero estas jornadas servirían a la clase para poder dar
más adelante otras batallas con un saldo más positivo. Analizar el conflicto en la
clave de la participación política de los trabajadores, su accionar político a través de
la lucha por sus intereses inmediatos, nos ayuda a comprender la calidad de su
accionar. Es decir, acercarnos a la comprensión de los cambios cualitativos en el
desarrollo de la lucha de clases en la Argentina. La direccionalidad política de sus
manifestaciones en el enfrentamiento puede darnos la pauta de en qué grado de
desarrollo se encuentra la conciencia de sí mismos de los trabajadores.

Hay que seguir desarrollando en este sentido, investigaciones, que den cuenta de
cómo en la realidad concreta en que se desarrolla la lucha de clases, va marcando a
través del aprendizaje adquirido en esa misma lucha, las estrategias políticas que va
poniendo en práctica la clase obrera (y también la burguesía). Estas van cambiando,
no son siempre las mismas y están determinadas por la experiencia de la lucha
política y la relación de los trabajadores con las ideologías revolucionarias.

 
    85
 
 

Referencias bibliográficas

Dahrendorf, Ralph (1963) “Classi e conflicto di classe nella societta industriale”, Bari.

Dorfman, Adolfo (1986) Historia de la industria argentina, Buenos Aires,


Hyspamérica

Falcon, Ricardo (1987) “Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión


social en Argentina (1890-1912)”, Rosario. En revista: Anuario nº 12 (segunda
época). Escuela de Historia UNR

Ginzburg, Carlo (1986) El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores

Iñigo Carrera, Nicolás (2004) La estrategia de la clase obrera, Buenos Aires,


Ediciones Madres de Plaza de Mayo.

Mc Gann, Thomas, F. (1960) Argentina, Estados Unidos y el sistema


interamericano. 1880-1914, Buenos Aires, EUEDBA

Lenin, V. I. (2000) El imperialismo, etapa superior del capitalismo, Buenos Aires,


Editorial Agora

Marotta, Sebastián (1960) El movimiento sindical argentino, Tomo I 1857 a

1907, Buenos Aires, Ediciones Lacio

Marx, Karl (1977) La ideología alemana, Buenos Aires, Editorial Pueblos Unidos.

------------- (1969) Miseria de la filosofía, Buenos Aires, Editorial América.

------------- (1968) Introducción a la crítica de la economía política, México, Siglo


XXI Editores

Oddone, Jacinto (1983) Historia del socialismo argentino Tomo I. Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina.

Oszlak, Oscar (2004) La formación del Estado argentino, Buenos Aires, Ariel.

Pla, Alberto (1971) La burguesía nacional en América Latina, Buenos Aires, Centro
Editor de América Latina.

 
    86
 
 

-------------- (1989) “Apuntes para una discusión metodológica”, Rosario. En Revista


Anuario nº 14. (segunda época) Escuela de historia UNR

Sartelli, Eduardo y Marina Kabat (2008) “¿Clase obrera o sectores populares?”,


Buenos Aires. Anuario CEICS.

Solomonoff, Jorge, N. (1988) Ideologías del movimiento obrero y conflicto social,


Buenos Aires, Tupac Ediciones

Spalding, Hobart (1970) La clase trabajadora argentina, Buenos Aires, Editorial


Galerna

Suriano, Juan (1989) “El Estado argentino frente a los trabajadores. Política social y
represión”, Rosario. En Revista Anuario nº 14 (segunda época). Escuela de historia
UNR

---------------- (2000) La cuestión social en Argentina, Buenos Aires, Editorial La


Colmena

---------------- (2001) Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires.


1890-1910, Buenos Aires, Manantial Editora.

Thompson, E. P. (1974) Tradición, Revuelta y conciencia de clase, Barcelona, Crítica

------------------- (1977) La formación de la clase obrera en Inglaterra. 1780- 1832,


Barcelona, Editorial Laia. Vol. I

Vilar, Pierre (1974) Marxismo e historia, Buenos Aires, Ediciones Praxis

-------------- (1980) Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona,


Editorial Crítica.

Zaragoza Ruvira, Gonzalo (1996) Anarquismo argentino 1876-1902, Madrid,


Ediciones De La Torre

 
    87
 
 

¿Unidos o divididos? Los anarquistas en los


Congresos de Fusión (Argentina, 1907-1910)

Martín Manuli
argonautas@gmail.com

 
    88
 
 

Introducción

E
l Centenario de la Revolución de Mayo se celebró bajo el estado de sitio. El
“peligro” por el cual fue invocado era la declaración de la huelga general por
las dos centrales obreras del momento: la Federación Obrera Regional
Argentina (FORA) y la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA). El
proletariado argentino sufrió la primera gran derrota de su historia, quedando así en
una virtual inacción durante los primeros años de la década de 1910.

Este trabajo tiene el objetivo de explicar la derrota del Centenario haciendo eje en la
división de las fuerzas obreras en dos centrales. Para ello se hará un recorrido
histórico por el Congreso de Unificación Obrera (1907) y el Congreso de
Concentración Obrera (1909), haciendo hincapié en las tendencias ideológicas del
movimiento obrero del momento: el anarquismo, el socialismo y el sindicalismo
revolucionario.

Postularemos que la división de las fuerzas obreras se debía a una doble disputa en
torno tanto al modo de construcción revolucionaria, como al rol que cumplirían los
sindicatos en ésta: un fin o un medio.

Los olvidados de la historia

En 1901 se construyó la primera central obrera de importancia: la Federación Obrera


Argentina. Desde el primer congreso se vislumbra que el acuerdo era incómodo para
amplios sectores del anarquismo y el socialismo. En el 2do Congreso de la FOA se
retirarán estos últimos, quienes, luego de constituir un Comité de Propaganda
Gremial fundaron la UGT.1

Esta separación no significó tranquilidad a la interna de cada una de las centrales,


sino que cada una, en su seno, albergaba grupos con posturas diferentes. Grosso
modo he de sostener que en la FOA (a partir de su 3er Congreso se llamará FORA)
disputaban dos corrientes: por un lado quienes creían que la central debía poseer
                                                            
1 Para una profundización sobre el proceso de conformación de la corriente organizadora del

anarquismo, y el desarrollo de los congresos de la FORA véanse Bilsky (1985) y Zaragoza


(1996).

 
    89
 
 

una meta claramente definida –el comunismo anárquico– y que debían militar en
ella, con preferencia, los anarquistas; y por otro lado, quienes sostenían que el
sindicato es lugar de cooperación de los trabajadores en tanto explotados, los cuales
en la lucha por sus reivindicaciones harán la experiencia que los llevará a ver que la
única salida es el comunismo anárquico. A los primeros me referiré como
forismofinalistas y a los segundos fusionistas. Por otro lado, en el seno de la UGT se
daba un debate que reflejaba la interna del Partido Socialista (PS). Éste se
encontraba polarizado en dos posiciones contrapuestas: los socialistas justistas
sostenían la necesidad del sometimiento del sindicato a la lucha parlamentaria del
Partido, mientras que los de la corriente sindicalista revolucionaria afirmaban que la
línea política debía someterse a las necesidades de las organizaciones del
proletariado. Cuando en el 7mo Congreso del PS (1906) se resolvió expulsar a los
Sindicalistas Revolucionarios, éstos, gracias a su trabajo previo, lograron en pocos
meses hegemonizar la UGT (ver Oddone, 1983: 286-290; Belkin, 2007).

Había, entonces, dos centrales y cuatro corrientes: los anarquistas (divididos en


forismofinalistas y fusionistas), los sindicalistas revolucionarios y los socialistas. Una
vieja tradición de la historiografía de la izquierda argentina sobre el período sostiene
que existen “tres historias del movimiento obrero”, una por cada corriente
mayoritaria: la anarquista de Diego Abad de Santillán –La FORA. Ideología y
trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina2–, la socialista
por Jacinto Oddone –Gremialismo Proletario Argentino3– y la sindicalista
revolucionaria de Sebastián Marotta –El movimiento sindical argentino. Su génesis
y su desarrollo4–. Tres historias sobre cuatro corrientes. La misma tradición citada
sostiene que todo el anarquismo se encontraría bien cubierto por el libro de Abad de
Santillán pero un análisis cuidadoso desmiente esta suposición. Ninguno de estos
autores fue un académico de sillón sino que todos fueron militantes activos de
organizaciones políticas. Por tanto hay que analizarlos teniendo en cuenta la

                                                            
2 Publicado originalmente por Ediciones Nervio en 1933, corregido por el autor y republicado
en 1971 por editorial Proyección. Reeditado actualmente por Utopia Libertaria, Bs. As., 2005.
3 Publicado originalmente por Ediciones La Vanguardia en 1949.
4 Publicado originalmente por Ediciones Lacio en tres tomos entre 1960 y 1970.

 
    90
 
 

tendencia del que escribe tanto como las necesidades políticas del momento de
producción del texto. Para mis fines he de indagar el libro de Abad de Santillán.

La militancia anarquista de este autor empezó hacia el final de su adolescencia en


España. Al llegar a la Argentina, en 1918, integró el Comité Redactor de La Protesta.5
Durante la década del veinte discutió desde las páginas de este periódico tanto con la
tendencia antorchista como con los anarquistas expropiadores. La FORA... fue
publicado en 1933 en plena década infame: Abad de Santillán se encontraba exiliado
en Montevideo, mientras fracciones del anarquismo argentino se abocaban con
fuerza a la tarea de construcción de una organización que estuviera a la altura de las
circunstancias: la futura Federación Anarco Comunista Argentina (FACA)6. Esta
empresa se encontró con la oposición de muchos militantes abroquelados en la
FORA y en la redacción de La Protesta, siendo Abad de Santillán uno de ellos. Estos
veían a la futura FACA como un competidor indeseado a la hegemonía del
forismofinalismo en el anarquismo argentino.

Si bien no es nuestra intención sostener un lazo orgánico de continuidad entre la


FACA y los fusionistas de la primera década del siglo XX, es innegable la existencia
de una importante similitud: la intención de construir de un modo divergente de lo
que la ortodoxia forismofinalista postulaba. Desde la óptica de este trabajo la
diferencia más importante se origina en el plano teórico: los fusionistas sostenían
que su fin era fortalecer a la institución de la clase obrera, mientras que los faquistas,
de raigambre especifista, la consideraban un medio.

Puntualmente, sostenemos que Abad de Santillán al escribir La FORA...


conscientemente desdibujó la existencia de la corriente fusionista realizando una
tarea de ocultamiento para incidir, desde posiciones forismofinalistas, en la polémica
por la creación de la FACA. Su “historia de la central anarquista” es en realidad una
historia sumamente distorsionada de una de las dos corrientes imperantes en la
FORA (si bien se trataba de la hegemónica).

                                                            
5Sobre la vida de Diego Abad de Santillán véase su biografía en Troncoso (1983: 13-30).
6 Sobre la FACA y su complicado proceso de gestación, véase López Trujillo (2005). Otra
organización anarquista de la década de 1930 fue la Alianza Obrera Spartacus: véanse Iñigo
Carrera (2000) y Benyo (2005).

 
    91
 
 

Por tanto para estudiar a los fusionistas argentinos no podemos recurrir a la “historia
oficial anarquista” sino que necesitamos el aporte de otras fuentes. He podido
avanzar en este sentido realizando una tarea de análisis y comparación de los textos
de Marotta, Oddone y Abad de Santillán, auxiliada con La Protesta, El Látigo del
Carrero (órgano de los Conductores de carros), La Confederación (órgano de la
CORA) y La Acción Socialista (órgano de los sindicalistas revolucionarios).

El fusionismo olvidado de la Argentina

En las diversas historias del movimiento obrero he encontrado varios indicios que
nos permiten vislumbrar la existencia de esta corriente. Marotta hace mención a que
en los meses previos al Congreso de Unificación Obrera de 1907 desde La Protesta se
combatía a la fusión “aunque una fuerte corriente anarquista opónese a tan
peligrosa orientación, ella va, sin embargo, abriéndose camino” (Marotta, 1960: 289,
cursivas mías).7 Abad de Santillán nos ayuda a indagar más en la corriente al
decirnos que en este congreso intervienen “incluso algunos anarquistas, Coch y
Perducca, contra la declaración finalista por considerarla innecesaria” (Abad de
Santillán, 2005: 169, cursivas mías). Marotta ofrece una versión ligeramente
diferente de estos hechos: “delegados de filiación anarquista como Pardo, Casares,
Perducca, Coch y otros pronunciaron palabras de honda emoción. Nada ganará el
anarquismo –dicen– con imponer por el número una etiqueta ideológica a la nueva
organización. Demuestran cómo la clase obrera, con su división, continuará en
constante pérdida” (Marotta 1960: 304). El historiador Edgardo Bilsky sostiene que
“importantes figuras del anarquismo y no las menores, apoyaban enérgicamente el
esfuerzo unitario: Maturana, Calcaño, Pascual Guaglianone” (Bilsky, 1985, t.2: 141).

Sobre el Congreso de Unificación Sindical (1909) Cappelletti sostuvo que “aún


cuando en la nueva central quedaron, junto a socialistas y sindicalistas, varios grupos
e individuos que seguían considerándose anarquistas, es claro que la FORA no podía
reconocer tal fusión” (Cappelleti, 1990: XXX). Por último en la reunión de delegados

                                                            
7Según Bilsky luego del congreso una parte de los anarquistas fusionistas se expresarán en el
órgano Labor, “pero no es pro sindicalista revolucionario” (Bilsky, 1985, t.2: 144 y 178).

 
    92
 
 

de la FORA post Congreso de Unificación Sindical (1909), donde se tenía que


resolver el problema del ingreso a la CORA, “inútiles fueron los argumentos en favor
de la incorporación en el nuevo organismo expuesto por los delegados de los
sindicatos de Conductores de Carros, Conductores de Carruajes, Zapateros,
Aserradores, Fundidores, Laminadores y otros –entidades fundamentales de la
F.O.R.A.– para que los acuerdos del congreso fueran ratificados” (Marotta, 1961: 56).

¿Sindicato anarquista o anarquistas en los sindicatos?

Puesto que mi hipótesis es que el anarquismo en el movimiento obrero argentino


debería dividirse en dos ramas –forismofinalistas y fusionistas–, es necesario
entonces fundamentar en qué se basaba esta separación. Como he mostrado en el
acápite anterior, los fusionistas basaban sus intervenciones en que consideraban a la
declaración finalista innecesaria. De este modo, la discusión distaba de ser de puro
carácter táctico, tratándose, en el fondo, de una divergencia en base a la estrategia.
La inexistencia de fuentes directas en donde los fusionistas fundamenten el por qué
se oponían a la declaración finalista torna necesario remitirnos a las críticas
realizadas al forismofinalismo por militantes internacionales y por los fusionistas del
9no Congreso de la FORA.

Tanto el forismofinalismo como el fusionismo coinciden en ciertos caracteres básicos


del anarquismo: anticapitalismo, antiestatismo, acción directa y federalismo, pero
disienten en la caracterización de cómo se dará la situación revolucionaria. El eje es:
¿la revolución la llevarán a cabo el pueblo o los anarquistas?

Es posible sintetizar la posición fusionista en las palabras que Luigi Fabbri escribió
en mayo de 1907 con respecto al Congreso de Unificación Obrera (1907):

… la organización obrera, para no ser sectaria, dogmática o autoritaria, debe evitar


toda afirmación ideológica que pueda dividir a la masa proletaria según especiales
preocupaciones de partido, pero conservando un contenido ideal, que es el de la
solidaridad con todos los trabajadores contra el capitalismo.

[...] El sindicato –agrega– para no reducirse a un mero corporativismo,


debe estar sobre la directriz de la lucha de clases y proponerse, como fin

 
    93
 
 

último, la abolición de la propiedad privada. Sobre esto todos podemos


estar de acuerdo. El sindicalismo debe tener un contenido ideal, pero debe ser tal
que afirme más los vínculos de solidaridad obrera y no que los rompa... (Marotta,
1960: 310. Cursivas del original. Negritas mías)

Pedro Casas, quien votó en contra del comunismo anárquico en el 9no Congreso,
expuso su posición en Ideas y Figuras:

Hemos dicho que las sociedades obreras no son entidades anarquistas, y esto es la
pura verdad. ¿Quién puede negar esto? Sólo los miopes de entendimiento,
desconocedores de la organización sindical de los trabajadores. Nosotros sabemos
que las sociedades obreras son organismos creados y sostenidos por individuos de
distintas tendencias sociales e ideológicas, unidos por una misma necesidad
económica. Todo lo contrario de las instituciones anarquistas –que por desgracia
pocas o casi ninguna hay ya en el país– las cuales están formadas y sostenidas por
individuos unidos por afinidades ideológicas, aún cuando exista diferencia en las
condiciones económicas de cada uno.

[...] No confiamos en las declaraciones porque sabemos que no es con


ellas que se hará conciencia, pues ésta sólo surge por la obra diaria de los
que sienten y los que piensan. Por esto es que bregamos noche y día, dentro de
las multitudes, con el fin de hacer conciencia, pues estamos convencidos que ella,
solamente ella, la conciencia de la propia fuerza y derechos, ha de revolucionar el
mundo. (Ideas y Figuras, 1/5/15. Cursivas del original. Negritas mías).

Encontramos la fundamentación del forismofinalismo en un artículo de Gilimón


escrito en 1915 debido también al 9no Congreso de la FORA:

Yo entiendo que el anarquista es anarquista en todas partes, debe serlo, está obligado
consigo mismo a serlo. Y no se está profundamente convencido de la verdad de las
propias ideas, o es de rigor que en el gremio, en las escuelas y en todas partes se
sostengan y propaguen.

Sin embargo, no se hace esto y lo que es peor aún, se censura a quienes lo hacen o a
quienes sostienen que se debe hacer.

Unos aducen que los gremios son agrupaciones de intereses idénticos y que llevar a
ellos las ideas es romper la unidad de intereses.

 
    94
 
 

[...] Todo esto es sencillamente incongruente. Y además peligroso para la difusión del
ideal, que desgraciadamente tropieza con demasiados obstáculos para llegar al
conocimiento de las grandes multitudes” (Gilimón, 1921: 3).

“Una entidad que se intitule anarquista, posiblemente llegará a hacer obra anárquica.
Una que prescinda de este rótulo, considerándolo pernicioso para su robustez, jamás
realizará obra anárquica, y cerrará sus oídos a toda prédica anarquista (Gilimón,
1921: 6).

Este artículo es comentado por el joven Abad de Santillán, quien sostiene que:

En un sindicato revolucionario, los que no comparten los puntos de vista de sus


miembros no tienen nada que hacer de bueno y sólo de estorbo y de lastre sirven. Y
sacrificar la finalidad de estas organizaciones obreras a su integración numérica, es
conspirar contra la revolución, o desconocer la base fundamental de las
organizaciones (Abad de Santillán en Gilimón, 1921: 15).

Como es evidente, esta discusión, de raigambre abstracta al tratar de estrategia


revolucionaria, significa un fuerte posicionamiento hacia la realidad concreta: los
anarquistas que sostenían posiciones en la línea expuesta por Fabbri y Casas trataron
de incidir desde dentro de las organizaciones de la “masa”, en cooperación con
fuerzas no anarquistas, pero sosteniendo métodos y fines consecuentes con su ideal.
Entender a la FORA como institución de la totalidad de la clase es entender que el
anarquismo será una fuerza más dentro de ella, aunque en esta lectura, es una
necesidad revolucionaria el llegar a ser la hegemónica. La concepción estratégica de
los forismofinalistas estaba en las antípodas de esta posición: ni siquiera con la
hegemonía en una central “apolítica” se conformarían, solamente era aceptable la
sumisión formal de todas las otras tendencias ante el principio “superior”: el
comunismo anárquico.

El sindicato: ¿medio o fin?

Un debate de alta importancia que nunca fue saldado en el período es el concerniente


al rol de los sindicatos en el proceso revolucionario: ¿se tratan de un medio
revolucionario, o de un fin en sí mismos?

 
    95
 
 

Los forismofinalistas recalcaban que al poner como finalidad el comunismo


anárquico se evita que la organización sindical se reduzca a una mera “lucha del
estómago” (El Látigo del Carrero, 28/4/1910). En palabras de Emilio López Arango:

¿Qué harían los sindicatos obreros, en plena revolución y una vez expropiados los
capitalistas, para organizar la vida sobre bases nuevas, si sus componentes carecieran
de una noción sociológica que les permitiera abarcar el difícil problema de su
verdadera y completa emancipación? (López Arango, “Sindicalismo Revolucionario”,
en López, 1998: 211)

Los fusionistas –en sintonía con el pensamiento de Bakunin– veían en la solidaridad


que nacía entre los trabajadores agremiados el germen de la sociedad futura.
Encontramos este punto de vista en Labor -revista publicada en 1907 por un grupo
de anarquista profusión entre los que estaban Fag Liber y José de Maturana- en el
artículo “Organización y Acción”:

á la organización no puede suponérsela creada para un fin único, determinado, sino


que, como nacida de las nececidades [sic] populares, es á la vez un arma de guerra
que se esgrime diariamente contra el patronato, que va destruyendo, lenta pero
eficázmente, los torreones en que se guarece el capitalismo. y también el embrión de
la sociedadfutura [sic] en que los productores, organizados, resolverán en el
sindicato las mejores y más científicas formas de producir más y mejor en el menor
tiempo posible y con un desgaste mínimo de energía productoras (Marcelo Vives,
Labor N° 2, s/f. Cursivas mías)

Este planteo es similar al que sostenían los sindicalistas revolucionarios. Por ejemplo
Francisco Rosanova escribe:

En la organización [sindical] el proletariado adquiere la potencia para combatir al


capitalismo y la triple capacidad indispensable para suprimirlo con ventaja en un día
no lejano. Ahí no hay profesores de sociología; y, sin embargo, es donde se elabora
una nueva y más perfecta sociedad con nuevos derechos y una nueva moral (La
Confederación, 1/5/15. Cursivas mías).

Como se verá en los acápites siguientes es el forismofinalismo quien sostiene la


necesidad de entender al sindicato como un medio, mientras que los fusionistas

 
    96
 
 

compartían con los sindicalistas revolucionarios la posición de la organización de los


trabajadores como una finalidad.

Primer intento: Congreso de Unificación Obrera (1907)

Luego de la huelga general de enero de 1907, realizada por la FORA y la UGT, se


abrió un proceso en donde la fusión se veía como necesaria. Si bien los
forismofinalistas eran reticentes, la influencia hacia dentro de la central de la
corriente fusionista, sumado con el sector sindicalista revolucionario que militaba
con fuerza en la UGT y al clamor de las bases, logró que en el 6to Congreso de la
FORA se resolviera hacer un llamado a un Congreso de Fusión. En palabras de Abad
de Santillán:

Los trabajos pro acercamiento gremial no cesaban por parte de los sindicalistas y
también de algunos anarquistas; el tercer congreso de la Unión General de
Trabajadores [...] había allanado mucho el camino. Pero lo que borró muchas de las
hondas disidencias y desconfianzas recíprocas fue la gran huelga general de enero de
1907 en solidaridad con el proletariado rosarino. (Abad de Santillán, 2005: 160)

El Congreso de Unificación Obrera sesionó a partir del 28 de marzo de 1907 en el


Teatro de la Sociedad Verdi de Capital Federal. Comenzó mal para los sindicalistas
revolucionarios puesto que, luego de una larga discusión (que tomó dos sesiones), los
forismofinalistas impusieron su mayoría y revocaron las credenciales de Zaccagnini
–por ser administrador de La Vanguardia- y Juan Peréz Arce, aprobándose la de
Carlos Balsán –administrador de La Protesta- quien estaba formalmente en la
misma falta que el primero. Para coronar esta demostración de fuerza la asamblea
decidió colocar a Balsán como presidente.

Este Congreso tuvo un resultado negativo puesto que se aprobó por 62 votos contra 9
(con 38 abstenciones) que la finalidad de la central fusionada fuera el comunismo
anárquico. Sostuvieron esta postura los delegados forismofinalistas y se declararon

 
    97
 
 

en disidencia los delegados de la UGT (especialmente los socialistas8) junto con una
minoría anarquista.

Esta disidencia la encontramos reflejada en las fuentes del siguiente modo:


“[intervienen] incluso algunos anarquistas, Coch y Perducca, contra la declaración
finalista por considerarla innecesaria” (Abad de Santillán, 2005: 169, cursivas
mías). Según Marotta: “delegados de filiación anarquista como Pardo, Casares,
Perducca, Coch y otros pronunciaron palabras de honda emoción. Nada ganará el
anarquismo –dicen– con imponer por el número una etiqueta ideológica a la nueva
organización. Demuestran como la clase obrera, con su división, continuará en
constante pérdida” (1960: 304).

Hemos confeccionado una lista de los ácratas que levantaron una posición pro fusión
en este congreso: los delegados de sombrereros9 (Atilio Bianchetti10 y E. Castagnino),
Coch, Pardo y Vicente Perducca (delegado por Aserradores11). Es interesante
remarcar que ninguno de ellos se acopló a la decisión de varios gremios de retirarse

                                                            
8 Según Oddone los sindicalistas revolucionarios eran partidarios de “la fusión a todo trance,
aun a costa de pasar por la declaración del comunismo anárquico, que –según decían– no
tenía importancia alguna, pues como los anarquistas carecían de conocimientos de
organización y de administración, pronto la nueva central habría caído ‘en nuestras manos’”.
Por eso “en la votación final todos los sindicalistas se abstuvieron de votar o estuvieron
ausentes, para no sumar sus votos a los adversarios del comunismo anárquico. Y así, como
veremos, se retiraron del Congreso, juntamente con socialistas y autónomos, fue ante la
reacción de éstos y la decisión manifiesta de los anarquistas de no admitir en su organización
a quienes no pensaran como ellos” (Oddone, 1975: 288).
9 Según Marotta este gremio “después de rechazar la resolución [del comunismo anárquico],

estima ‘que una declaración de esta índole debe ser tomada por las asambleas de los
gremios’” (1960: 309).
10 En Bilsky (1985, t.2: 176 y 154) encontramos un problema con Bianchetti. Este autor lo

menciona dos veces, la primera en tanto parte de la fracción pro fusión del anarquismo, y la
segunda como perteneciente al sindicalismo revolucionario. En tanto Marotta lo rubrica
como “sindicalista” cuando es nombrado para el Consejo Confederal de la CORA (1961: 55).
Pero siendo que este militante pertenece a un gremio de fuerte inspiración anarquista
integrante de la FORA (sombrereros) nos encontramos en una encrucijada. Siendo que la
realidad es compleja y es una tarea muy difícil señalar el momento de pasaje de una tendencia
política a otra, es posible que Bianchetti fuera un militante que se encontrara en algún punto
entre la fracción anarquista que he llamado fusionista y la corriente sindicalista
revolucionaria. Un caso similar (aunque ligeramente posterior) es el de Francisco J. García,
véase Troncoso (1983) y Sartelli (s/f).
11 Por el mismo gremio estaba delegado Cesano, quien mantuvo las mismas posiciones que

Perducca. Por desconocer si se reconocía como militante anarquista hemos preferido no


mencionarlo en la lista anterior.

 
    98
 
 

del Congreso en protesta por la votación del comunismo anárquico. Es posible que
esto deba entenderse como expresión de voluntad de seguir construyendo dentro de
la FORA más allá de las diferencias de índole táctica.

Se encuentran en los balances de este Congreso acusaciones cruzadas de votación


inorgánica. Un testimonio muy valioso lo encontramos en el panfleto de Antonio
Zaccagnini “Desde la barra del Congreso de... fusión” republicación de una nota del
Progreso de la Boca publicada una semana después de la finalización del Congreso.
El autor, quien fue echado del Congreso y tuvo que presenciarlo desde la barra, dijo:

se han visto en este Congreso representantes de gremios –como el de Vendedores de


diarios12- que désde (sic) hace tiempo habían abandonado por completo su
organización sindical. Otros se han organizado especialmente para asistir á las
sesiones del Congreso, formando así una mayoria (sic) artificiosa (Zaccagnini, 1907:
15).

Otra acusación, todavía más seria por las implicancias que tiene, es la siguiente:

¿Quién no conoce entre nosotros a los que forman la sociedad Carpinteros de Ribera?
Sus componentes son en mayoria (sic) hombres todavia (sic) esclavos de los
prejuicios religiosos, católicos militantes; sin embargo el delegado de este gremio ha
votado por el comunismo anárquico. Y despues (sic) se dice que los diputados no
representan las aspiraciones del pueblo!

-Estaba escrito é impreso este artículo cuando la asamblea de los «Carpinteros de


Ribera», rechazó en un todo la conducta del Delegado13, resolviendo retirarse de la
F.O.R.A. (Zaccagnini, 1907: 26-27).

Según Marotta los delegados de “Pintores, Panaderos, Obreros de las Catalinas,


Fundidores y Caldereros” desconocieron su mandato de impulsar la moción “que el
congreso no se pronuncie ni en pro ni en contra de la propaganda de ideologías
dentro de las sociedades gremiales” (Marotta, 1960: 309). Al analizar los nombres de

                                                            
12 Esta referencia es la única que hemos podido encontrar a la participación de este gremio en
este Congreso. Tanto Abad de Santillán como Oddone no lo mencionan en sus listados de
participantes. Marotta no consigna la lista de asistentes. Es posible que haya habido una
omisión en las actas del Congreso o que se trate de un error de Zaccagnini.
13 Según Oddone se trataba de Miguel Cabrera y J. Gonga. No hemos encontrado más datos

de ellos.

 
    99
 
 

estos delegados encontramos a José Pañeda (Caldereros): un destacado


forismofinalista designado al Consejo Federal luego del 6to Congreso de la FORA y
posteriormente deportado por su militancia en la Huelga de Inquilinos (1907). Otro
delegado digno de mención es Ramón Rusp (Obreros de las Catalinas) quien en su
intervención en el Congreso sostuvo que “si los obreros estuvieran capacitados otra
cosa sería. Por eso hay que enseñarles el comunismo anárquico” (Marotta, 1960:
299).

Por otro lado, según Abad de Santillán, de “Aserradores y Anexos [el] delegado votó
contra el mandato de su gremio [oponiéndose al comunismo anárquico]” (Abad de
Santillán, 2005: 171). Siendo que Aserradores tenía dos delegados, pero se votó por
número de sociedades, esto debe significar que tanto J. Cesano como el ya
mencionado Vicente Perducca deben haberse puesto de acuerdo en esta (supuesta)
inorganicidad14.

En el primer intento de fusión los forismofinalistas se plantearon puristas dejando


pasar la oportunidad de hegemonizar una central reforzada. Esta posición se volverá
la histórica de la FORA. Veremos como en el próximo Congreso los fusionistas
seguirán militando por la unidad15.

Segundo intento: Congreso de Concentración Obrera (1909)

                                                            
14 No encontramos referencias sobre este hecho tanto en Oddone como en Marotta. Es de

extrañar que un militante que probadamente haya ido en contra de su mandato volviera a ser
elegido por las bases para representarlas en un futuro congreso de fusión en donde sostuviera
un voto similar a su (pretendida) posición inorgánica, aunque no sería una situación
imposible. Pero las evidencias me hacen pensar en que Abad de Santillán no consigna la
información de manera correcta.
15 He tenido acceso a algunos números del periódico profusión Labor (2, 3, 6 y 7) pero no he

podido encontrar en ellos una crítica clara a este Congreso. Es posible que esta figure en el
número 1. He encontrado dos rastros: en “La Fusión” (número 2) se sostiene que la moción
Oddone “no triunfó, con ser hermosa [...]. Le faltaba algo, una clàusula [sic] final, una frase,
un pedacito de futuro!”. Y en el número 3 en la crítica del folleto “Desde la barra del Congreso
de Fusión” de A. Zaccagnini se dice: “Nos place que el grupo sindical no omita esfuerzos para
justificar su actuación en aquel debate, que tan deplorables consecuencias tuvo por la
intransigencia de todos”. Es de remarcar que ninguno de los redactores de Labor participó
del Congreso como delegado.

 
    100
 
 

El segundo Congreso de Fusión, llamado “Congreso de Concentración Obrera”, nace


de la gestión de un grupo de gremios autónomos, que en reunión el 25 de febrero,
desecharon la idea de formar una nueva central. Por ello comenzaron a gestionar la
fusión de las existentes por medio de un Comité. Este se encontraba compuesto por 1
delegado del sindicato de Ebanistas (afiliado a la UGT), 1 delegado de Carpinteros16
(afiliado a la FORA), 3 delegados de los sindicatos autónomos, y dos respectivamente
para cada una de las centrales. Un total de 3 delegados por central (y otros tantos
para los autónomos). Pero la FORA decidió no darle entidad al nuevo Comité al
nunca nombrar a sus delegados. El Comité comenzó a gestionar un Congreso de
Fusión desde esa fecha, enviando circulares a todos los organismos obreros del país.

En las semanas previas al Congreso se dieron una serie de hechos confusos. Según el
informe leído por el Secretario de la FORA en el 8vo Congreso estos se resumirían así:

“se pasó una circular con fecha 28 de agosto, en la cual se invitaba a las sociedades a
reunir sus componentes respectivos y resolver sobre la actitud a asumir.
Terminábase pidiendo el envío de los delegados a la reunión que el 17 de septiembre
[...] a fin de conocer los resultados. [...]

Estos delegados publicaron en nombre de sus gremios el acuerdo tomado y que dice:

[...] este Consejo, a indicación de los delegados reunidos el viernes 17 del presente,
aconseja a todas las sociedades federadas que concurran a dicho congreso con
razonado y elevado criterio a fin de que la verdad, la luz y la razón abran amplios
horizontes a nuestra marcha.

[...] El Comité pro fusión que entonces funcionaba, por error adoptó una resolución
que obstruía la entrada al congreso de toda sociedad que hasta el 2 de septiembre no

                                                            
16 Según Oddone se trata de Vollino (Oddone, 1975: 294), de quien no encontramos rastro en

ningún congreso tanto previo como posterior. Es interesante notar que excepto este “desliz”
los Carpinteros son uno de los sindicatos mas fieles al forismofinalismo: en el Congreso de
Unificación Obrera (1907) votaron a favor de mantener el comunismo anárquico, en el 7mo
Congreso de la FORA elevaron la moción de que no se tenga mas trato con la UGT (aprobada)
y en el 9no Congreso de la FORA fueron de los pocos contrarios a retirar la finalidad
comunista anárquica, participando de la escisión llamada FORA V Congreso. Como se
trasluce de la Circular del Consejo de la FORA con fecha 28 de septiembre el delegado del
gremio de Carpinteros siguió participando de la Comisión (dicha Circular en Abad de
Santillán, 2005: 192).

 
    101
 
 

hubiese presentado su adhesión. La notificación se publicó en diferentes diarios,


entre los días 3 y 7 del mes mencionado. Como la medida implicaba exclusión
arbitraria, naturalmente hubo protestas. Más tarde se publicó en La Protesta la
revocación de aquel acuerdo, asegurándose que se hizo con fecha 13. Pero esta
medida y su rectificación, y las tardías decisiones de las sociedades que contestaron a
la circular del 28 de agosto, llevaron como consecuencia el que la celebración del
segundo congreso de fusión contase con 10 de nuestras sociedades17” (Abad de
Santillán, 2005: 200-201).

Este suceso complicado puede ser tomado de diversas maneras. Oddone lo omite en
su capítulo dedicado a la fundación de la CORA. Abad de Santillán no abundará más
allá del informe, parte del cual transcribimos. Bilsky lo toma como “errores
involuntarios de la comisión organizadora crean confusión en las filas de los
anarquistas” (tomo dos, 1985: 153). Por último Marotta reproduce parte del informe
antedicho y acota con mordacidad: “a esa circunstancia [el cierre de admisiones el 2
de septiembre], y a las tardías decisiones de las organizaciones en contestar la
circular que motivara la reunión débese, de estar al informe, que sólo diez de las
organizaciones afiliadas a la F.O.R.A. hubiesen acudido al congreso que, como hemos
visto, venía siendo propiciado desde un año antes y había sido convocado con
largos meses de anticipación” (Marotta, 1961: 65. Cursivas mías).

El análisis de las diversas posiciones refleja que el problema de las fechas es más bien
una excusa, puesto que el problema de fondo radicaba en que la FORA no tenía
posición tomada sobre el Congreso. Ante la inminencia del hecho se trató de salvar
esta carencia llamando lo más rápido que permitían los tiempos a una reunión de
delegados con mandato. En esta era posible que la FORA hubiera acordado no
participar. Pero se resolvió lo contrario. Como ya se resaltó previamente, el cierre del
plazo de recepción de adhesiones había sido unos días antes, por lo que resulta
materialmente imposible que los delegados no supieran que su decisión no se daba
luego de la posibilidad de adherir al Congreso. Los delegados actúaban a sabiendas

                                                            
17Como veremos infra mis datos indican que este número se encuentra errado, siendo 12 las
sociedades de la FORA presentes en el Congreso.

 
    102
 
 

de que era posible que varias sociedades de resistencia afiliadas a la FORA no


pudieran asistir.

A esta reunión asistieron delegados de 12 gremios, consignados en la columna b del


cuadro 118. Comparando estos gremios con los asistentes a la reunión del 25 de
febrero citados en Oddone19 encontramos que Albañiles y anexos, Curtidores,
Herreros de Obras y Carpinteros participaron de ambas reuniones. Por otro lado
sabemos que en el posterior Congreso de Concentración Obrera Sombrereros,
Conductores de Carros y Aserraderos votaron a favor de la creación de la CORA. De
este modo encontramos que de los 12 presentes en la reunión del 17 de septiembre
son cuando menos 7 los que están a favor de lograr, como mínimo, la discusión de
una posible fusión.

Pero hay un detalle más a tomar en cuenta: 12 gremios van a encontrarse


representados en el Congreso de Concentración Obrera (columna c). Tanto Oddone
como Abad de Santillán reproducen las listas de participantes20, por lo que es posible
que en el Informe del Consejo Federal de la FORA se deslizara un error material al
consignar que asistieron sólo 10 sociedades federadas. Al comparar la columna b con
la c surge que la reunión de delegados (de la que lamentablemente no encontramos
fuente que consigne el conteo de votos) no tuvo ninguna representación de los
gremios que no buscaron participar del Congreso de Fusión. Viceversa todos los
sindicatos que se hicieron presentes en este entendieron necesario militar la reunión
previa.

El Congreso de Concentración Obrera se realizó los días 25 y 26 de septiembre de


1909 en México 2070. Previo al inicio, en la tradicional disputa por las credenciales,
sucedió un episodio similar al anterior Congreso sólo que con los roles cambiados.
En esta ocasión la comisión de poderes impugnó la credencial de Antonio Zamboni,
                                                            
18 Por consideraciones de espacio he omitido del mismo los gremios que no participaron de

las dos reuniones de delegados de la FORA.


19 Estos fueron: Albañiles y anexos, Pechereros, Obreros en mimbre, Escoberos, Electricistas,

Talabarteros, Sastres, Constructores de Carros de La Plata, Liga Internacional de Domésticos,


Torneros en madera, Curtidores, Ebanistas, Herreros de obras, Empajadores, Horneros,
Unión General de Trabajadores y Carpinteros (en Oddone, 1976: 294).
20 Con ligeras diferencias: en Abad de Santillán no figuran los Zapateros. Las listas en Oddone

(1976: 295) y en Abad de Santillán (2005: 190-191).

 
    103
 
 

delegado por los Cigarreros de Santa Fe, la de los delegados de Panaderos de


Balcarce y los Obreros de las Canteras de Tandil. Luego de las discusiones de rigor, se
decidió rechazar sólo la de Zamboni por no pertenecer a organización obrera alguna
(aunque era redactor de La Protesta). Posteriormente varios delegados objetaron la
credencial de F. Cúneo (socialista), quien después de un largo debate se retira del
Congreso.

A diferencia del anterior este finalizó, nominalmente, con la fusión concretada en


una institución: la Confederación Obrera Regional Argentina. Al final de Congreso
encontramos varios discursos de apoyo, entre los que figuran dos reconocidos
anarquistas: Francisco J. López (histórico delegado de Conductores de Carros) y
Gabriel Biaggiotti (delegado por Carpinteros). Este último si bien había votado en
contra de la fusión en el Congreso de Unificación Obrera (1907) y en este defendió la
necesidad de la finalidad, aceptó la fusión, siendo elegido parte del Consejo
Confederal de la CORA. Como vemos los fusionistas y los sindicalistas
revolucionarios llegaron a un acuerdo y, durante el congreso, lograron someter al
mismo a los forismofinalistas.

Dos días después del fin del Congreso el Consejo Federal de la FORA emitió una
circular. En esta se explica de modo rápido la situación y se resuelve: “es imposible
que este Consejo reconozca o acepte lo hecho por ese congreso, puesto que de las 85
sociedades que componen la F.O.R.A., sólo 10 de ellas tomaron parte en sus
deliberaciones, no pudiendo tampoco aceptar un Consejo nombrado en forma tan
anormal. Por las consideraciones expuestas más arriba, pedimos a la sociedades
federadas que reúnan al gremio en asamblea y resuelvan la actitud que se debe
adoptar ante lo hecho por el congreso de fusión” (Abad de Santillán, 2005: 193).
Luego se llama a una reunión de delegados para el 30 de octubre.

Abad de Santillán reproduce la circular enviada con el resumen de la reunión. En ella


el delegado de Panaderos de Tucumán, Zamboni (quien fuera expulsado del
Congreso de Concentración), sostuvo una moción en donde se niega la validez de la
fusión y se exige que un Congreso de la FORA se expida. Mientras que como
contrapuestas figuran una moción de Albañiles y otra de Sombrereros (aunque no se
menciona su contenido). Ganó la impulsada por Zamboni. Encontramos más

 
    104
 
 

información sobre esta reunión en La Acción Socialista, órgano de los sindicalistas


revolucionarios. En la nota publicada el 6/11/1909, con el nombre “La decadencia
antifusionista”, se explica que primero “un delegado pretende que se excluya de la
reunión las delegaciones de aserradores y sombrereros porque se han adherido a la
Confederación [...]. Fue rechazada la moción por 16 votos contra 9” (Acción
Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 42). Luego se abrió el debate. Intervinieron a
favor del finalismo anárquico los delegados de Fideeros de la capital y Repartidores
de diarios. En la posición contraria nos encontramos con Pérez de Panaderos y a
Martínez de Conductores de Carros21. El delegado de esta última llegó a sostener que
“los conductores de carros tenían el propósito de retirarse de la F.[ORA] si ésta no se
incorporaba a la Confederación” (Acción Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 42).

En este artículo de La Acción Socialista nos encontramos con valiosa información


concreta: “Votaron por la adhesión á la Confederación las delegaciones siguientes:
conductores de carros, idem de vehículos, panaderos, aserradores, sombrereros,
obreros del puerto, zapateros y otras dos que no recordamos cuáles son” (Acción
Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 43).

Al comparar la columna b con la d del cuadro 1 encontramos que, excepto Herreros


de obras, todos los gremios que participaron de la reunión del 17 de septiembre
asistieron a la del 30 de octubre. Una mirada horizontal nos indica que 3 gremios
tienen asistencia perfecta a todas las instancias. Sólo 4 gremios de la FORA
participaron del Congreso Obrero del 25 de febrero. Conductores de vehículos es un
caso único de gremio que sólo asiste al Congreso de Concentración y a la reunión de
delegados del 30 de octubre. Por su parte Herreros de obras participa de las tres
primeras instancias pero no de la última reunión de delegados de la FORA.

                                                            
21 En El Látigo del Carrero nos encontramos que existe un Ramón Martínez militante activo
de esta sociedad. Participó como tesorero de la comisión de la huelga de 1906 en la que fue
apresado (junto con el histórico carrero M. Santos Montagnoli). La referencialidad de Ramón
Martínez nos lleva a suponer que es posible que fuera el quien estuviera en esta reunión. En
El Látigo... del 31 de marzo de 1910 se informa que decidió retirarse al campo “á buscar allá
lejos, el seno apasible [sic] de la naturaleza, un poco de paz para su espíritu, un tanto
fatigado, sino quebrantado, por la vida de lucha. [...] Nos consta que esta su resolución de
retirarse de la vida activa, más que el canzancio [sic], ha influenciado otras causas que no
nombramos por no ser del caso, ni necesaria”. Que esta decisión sea por otras causas y en
medio de agrias disputas en el seno del movimiento obrero es sugerente.

 
    105
 
 

Cigarreros de Santa Fe sólo asistió al Congreso, sin poder participar de él puesto que
su delegado es expulsado. En resumen, excepto 12 gremios que asistieron al
Congreso, todos los demás miembros de la reunión del 30 de octubre asistían por
primera vez en este año a una discusión orgánica sobre la fusión obrera; estos
totalizan 16 gremios.

Al no poseer un listado de los que votaron en contra de la participación en la CORA,


me veo obligado a realizar deducciones, que como tales sólo son aproximaciones
parciales. Ya nombramos a 7 de los que votaron a favor (entre los que figuran los
panaderos). Según Marotta (1961: 56) Laminadores estaba a favor de la fusión.
Panaderos de Tucumán debió votar en contra puesto que elevó la moción de no
participar en la nueva central. Repartidores de diarios y Fideeros expresaron en la
reunión posiciones contrarias a la CORA. Es lógico pensar que el voto positivo
restante se debe encontrar en los gremios que asistieron a más reuniones. En el
cuadro figuran con la marca “X **”. Estos son 4.

Otro análisis posible de estos datos es la fuerza relativa que poseen estos gremios.
Leáse: su inserción estratégica en el proceso productivo. De este modo encontramos
que entre los gremios que instaban por la entrada en la CORA se encuentran los más
influyentes: Aserradores, Conductores de carros, Conductores de vehículos, Obreros
del puerto, Laminadores y Panaderos. Entre los 5 dudosos (de los que es muy
probable que uno se posicionara favorablemente a la CORA) se ven potencias
variables: Albañiles, Carpinteros22, Curtidores y Fundidores. De los que asistieron
sólo a la última reunión conocemos a ciencia cierta sólo a 2 que se expresaron
negativamente: Repartidores de diarios y Fideeros. Dentro de los que no sabemos su
posición, como gremios de importancia sólo encontramos a: Caldereros, Foguistas
unidos y Gasistas. En síntesis: entre los que votaron por la negativa tenemos al
menos 13 gremios de importancia muy marginal.

                                                            
22 Este gremio es el único de la FORA que estuvo representado en el Comité Pro Fusión
creado en el Congreso Obrero del 25 de febrero. Su histórico abroquelamiento con el
forismofinalismo genera dudas razonables sobre la posibilidad de un posicionamiento
favorable a la unidad en las gestiones posteriores. Aunque el discurso pro fusión del delegado
Biaggiotti al final del Congreso nos vuelve a sumir en la incertidumbre.

 
    106
 
 

De este modo el discurso inaugural del Congreso realizado por Magistrale, secretario
del Comité Pro Fusión, suena profético: “entre los 32 sindicatos de la Capital y 16 del
interior que respondieron al llamado, figuran los ‘de mayor importancia, tanto por
su número como por su espíritu de combatitividad’, y comprenden a la mayoría de
los obreros sindicados en la República’. El Congreso –añade- ‘es el representante fiel
del proletariado organizado del país, cuantitativa y combativamente considerado’”
(Marotta, 1961: 50. Cursiva mías). Ya desde el comienzo se quizo dejar sentada su
legitimidad, avizorando predecibles impugnaciones sobre este aspecto.

Como explicar lo inexplicable

Conductores de carros es un caso de gremio que se abocó a la fusión. Participó de 3


de las instancias. En el Congreso su delegado Francisco López es uno de los que
“pronuncian sentidos discursos, exornados de bellos conceptos, haciendo votos por
que sea fructífera la obra de la nueva central, oradores de todas las tendencias”
(Marotta 1961: 55). En la reunión del 30 de octubre encontramos que:

“Habla Martínez, delegado de los conductores de carros de la capital, manifestándose


partidario de la incorporación de las organizaciones de la F.O.R.A á la
Confederación. Sostuvo su propósito con sólidos argumentos, estudiando la misión
de la organización obrera y su impotencia actual para realizar luchas de carácter
general. [...] Hay que unir todas las fuerzas en la Confederación, la cual lucha sobre el
terreno de la acción directa, para hacer posible una campaña beneficiosa que derribe
todos los obstáculos que se oponen al desenvolvimiento de la organización. Estos
argumentos y muchos más que expuso Martínez no fueron refutados y ni siquiera
tocados por los adversarios quienes hallaron más cómodo repetir que querían ser
fieles a su fetiche, la F.O.R.A. y que ésta era más amplia. ¡Tremendo argumento!”
(Acción Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 43).

Pero finalmente Conductores de carros permaneció dentro de la FORA. De tal modo


participó del 8vo Congreso. Francisco López en tanto delegado de este gremio fue el
Presidente de las sesiones. La aridez de las actas nos niega más información sobre la

 
    107
 
 

participación de esta sociedad en los debates. Sabemos que Conductores de Carros


continuará dentro de la FORA luego de este Congreso.

Afortunadamente contamos con un balance del Congreso de Unificación de 1909 en


El Látigo del Carrero. El 28 de febrero de 1910 fue publicada una nota con el título
“ACLAREMOS” escrita por “El delegado al Congreso” en donde se exponen las
razones por las cuales esta sociedad si bien participó en principio de la nueva central,
posteriormente decide retirarse. El autor puede ser López o Martínez, aunque siendo
que el primero fue el delegado al Congreso, mientras que el segundo fungió en la
reunión de delegados, es más probable que se trate de López. Este texto está escrito
en respuesta a una nota publicada en El Obrero en Madera en donde “el articulista
[manifiesta] que somos absorvidos y dirijidos [sic] por cuatro charlatanes jesuitas
[del Consejo de la FORA]”. A lo que el delegado responde que si Conductores de
Carros “mandó delegado al último Congreso de Fusión fué por que reconocía que la
fusión era una necesidad de la cual todos estábamos enterados, y si los delegados de
este gremio aceptaron las resoluciones del último Congreso, fué porque las creyeron
convenientes, pero tengase en cuenta que dichos delegados no se han adherido á la
Confederación sinó que expusieron que lo allí acordado pasarían á «referendum de la
asamblea del gremio»” en donde se acordó no adherir a la nueva central. Puesto “que
si [Conductores de Carros] se adhería á la nueva institución, cometería un acto de
traición á sus hermanas aquellas que siempre las habían acompañado en la lucha [...]
y que por lo tanto era un deber moral el de ponerse de acuerdo con ellas”. Finaliza
aclarando “conste que nosotros queremos la unificación de todas las organizaciones
obreras de la Región Argentina pero en una forma amplia donde todos tengan
derechos á gozar de la fuerza de la organización del proletariado argentino sin
reducirnos puramente á una lucha del estómago”. En síntesis en Conductores de
Carros primó la organicidad ante la decisión de la mayoría de los delegados de la
FORA. Esta es la posición de aparente contradicción que le recrimina El Obrero en
Madera, órgano de una sociedad perteneciente a la CORA.

En La Protesta del 3 de noviembre de 1909 encontramos la argumentación de


Zamboni. En esta explica porque, para los forismofinalistas, el estar en contra de la
CORA es militar en pos de la fusión:

 
    108
 
 

“Pasaron años tras años, se gastaron muchas energías, y al fin y al cabo, llegamos á la
conclusión de que, aceptando el Pacto de Solidaridad, quedarían destruidas las
divisiones latentes entre los organismos obreros del país. [...] Pero nosotros, los
revolucionarios anárquicos, continuaremos machacando por el cumplimiento de los
acuerdos adoptados por el VII Congreso, que según parece fueron subordinados á los
chines y tiquis miquis [sic] de pretensos revolucionarios” (Cursivas del original).

Como vemos es una explicación complicada. La clave está en el llamado a respetar las
resoluciones del 7mo Congreso de fines de 1907, en donde específicamente se dice:

“Considerando que en el pasado congreso de unificación [1907], las sociedades


adheridas a la U.G.T. han dado pruebas de poca corrección societaria en las prácticas
democráticas, pues una minoría ha sido la causa del fracaso de dicho congreso [al
retirarse tras la imposición del comunismo anárquico], hago moción para que desde
este congreso la F.O.R.A. no tenga ya trato con la U.G.T. para realizar otro congreso
de unificación” (Abad de Santillán, 2005: 180).

En síntesis Zamboni sostenía que el Congreso de Concentración Obrera que se


realizó pocos meses antes iba en contra de los acuerdos previamente tomados y, por
lo tanto, en consonancia con estos no podía haber acercamiento entre las dos
centrales. Ya se habría comprobado que la unificación era a partir de la aceptación
del Pacto de Solidaridad y del consiguiente comunismo anárquico. El argumento de
Zamboni reside en que cualquier posición contraria a este acuerdo no tenía que ser
entendida como una búsqueda sincera de la fusión.

La continuación de la línea

La decisión de la reunión de delegados del 30 de octubre de 1909 debía ser revisada


en el 8vo Congreso de la FORA. Este no pudo realizarse en diciembre a causa al
estado de sitio posterior al ajusticiamiento de Falcón, por lo que se sustanció a
mediados de abril de 1910. En este se resuelve que:

“1° La F.O.R.A. da por resumida su labor de organización y elaboración de bases,


quedándose con el pacto de solidaridad y la adhesión de las sociedades concurrentes

 
    109
 
 

a este congreso e invita a las sociedades autónomas y adheridas a la Confederación a


ingresar en ella cuanto antes.

2° Nombrar el Consejo Federal íntegro, dando a tres de sus miembros el carácter de


provisionales para que en caso de incorporarse las restantes sociedades los
reemplacen compañeros nombrados ad referendum, por las sociedades no
concurrentes” (Abad de Santillán, 2005: 203-204).

Será este el acuerdo que permitió el ingreso de la CORA en 1914, antesala del
polémico 9no Congreso en donde se quitó la finalidad comunista anárquica a la
Central. Pero en 1910 nada daba a esperar este desenvolvimiento posterior.

Los magros registros sobre este Congreso que se encuentran en Abad de Santillán,
Oddone y Marotta nos impiden realizar generalizaciones. Encontramos que la
comisión de poderes estuvo compuesta por dos forismofinalistas (Antonio Zamboni y
Joaquín Hucha), un anarquista fusionista (Florentino Giribaldi quien aquí comenzó
su participación en Congresos obreros, teniendo importancia en el 9no Congreso) y
un militante del que no tenemos datos (Pereira). La presidencia la obtiene Francisco
López (de Conductores de Carros), siendo los antedichos Giribaldi y Piccinini23 sus
secretarios.

Un análisis de las sociedades nos muestra que algunas estarían realizando una “doble
militancia” entre ambas centrales o se encontrarían en una posición ambigua difícil
de asegurar. El carácter resolutivo sobre la fusión de este Congreso debe haber hecho
que sociedades ingresadas en la CORA participen de este para lograr la solución al
problema de la división. De este modo nos encontramos que 13 sociedades que
asistieron al Congreso de Concentración Obrera se encuentran representadas aquí.
Estas son: Obreros del puerto, Bronceros y anexos, Aserradores y anexos de Boca y
Barracas, Herreros y anexos, Sombrereros, Federación Obrera Marítima24, Pintores

                                                            
23Sobre este militante sabemos que participó del 7mo Congreso de la FORA ocupando la mesa
revisora de credenciales y que posteriormente fue deportado durante la represión del
Centenario. Carecemos de datos para hacer una cabal ubicación en alguna fracción del
movimiento anarquista.
24 Al Congreso de Concentración asiste la antecesora de la FOM, la Liga Obrera Naval

Argentina. La agregamos a esta lista por entender que la composición del sindicato no debe
haber cambiado a grandes rasgos. Posteriores estudios seguro matizarán esta aseveración.

 
    110
 
 

Unidos. Carpinteros y anexos, Repartidores de diarios, Conductores de vehículos,


Fundidores y anexos, Curtidores y Conductores de carros25. Es de resaltar que
volvemos a encontrarnos con los gremios de Aserradores y anexos y Sombrereros,
pero no hemos podido encontrar mención a que delegados los representaron en este
congreso. También llama la atención la falta de los albañiles quienes tuvieron una
militancia destacable con respecto a la fusión.

Según Abad de Santillán la aprobación de la moción expuesta en supra se realizó por


48 votos a favor, 7 abstenciones y 4 ausentes. La falta de referencias en los textos
reseñados nos imposibilita a realizar conjeturas acerca de cual fue la distribución de
las sociedades para lograr estos resultados.

La huelga general que la FORA no quiso

Con las fuerzas divididas las centrales se sumieron en una labor frenética aunque un
tanto autista. La FORA celebró su 8vo Congreso en abril de 1910 en el cual se decidió
no ingresar a la CORA, otorgándole a esta la posibilidad formal de disolverse e
ingresar en ella a cambio de acatar la línea finalista. Mientras, la CORA comenzó sus
primeros pasos de vida orgánica. Una de sus primeras decisiones de relevancia fue
amenazar con la huelga general de ser extendido el estado de sitio de fines de 1909.

Llegando hacia el Centenario los ánimos en el movimiento obreros eran contrarios a


los festejos. La idea de aguarle la fiesta a la oligarquía mediante un accionar obrero
estaba en el aire. Es en este ambiente que la CORA decidió en abril llamar a la huelga
general26. Esta situación dejaba a la FORA en una posición incomoda puesto que,
según Gilimón, “el efecto que causó entre los anarquistas fué grande, ya que con [la
declaración de la huelga] se presentaban los sindicalistas como más revolucionarios
que la F.O.R.A., á pesar del abolengo revolucionario de esta institución” (Gilimón,
1911: 84). Mientras, el Consejo Federal de la FORA se encontraba en tratativas
secretas con el Gobierno para derogar la Ley de Residencia. Pero estas caerían si la

                                                            
25 Esta lista surge en base a comparar los sindicatos mencionados por Abad de Santillán en las
páginas 190-191 y 202.
26 Aunque no le puso fecha de sustanciación. Véase Darraidou (2010: 2).

 
    111
 
 

central llamaba a la Huelga General. Para los forismofinalistas la idea de que los
sindicalistas revolucionarios se vieran como más revolucionarios era inaceptable.
Como marca Sebastián Darraidou el sector más doctrinario decidió cortar el nudo
gordiano al impulsar una asamblea en el mitin del 8 de mayo por los presos sociales.

“Balsán fue el encargado de leer la moción elaborada por el Comité de Agitación: ‘El
pueblo congregado en manifestación magna en la Plaza Colón, porque es tal su
voluntad, declara llegada la ocasión de ir á la huelga general revolucionaria para el 18
del actual, si no ha obtenido antes satisfacción completa a las condiciones siguientes:
derogación de la ley de residencia, libertad á los presos por cuestiones sociales,
amnistía amplia para los infractores y desertores del ejército’ (LN, 9/05/10). La
multitud aprobó la moción por aclamación. Quedaba así sancionada la fecha de
comienzo de la huelga general, aclamada por una multitudinaria manifestación, que
los organizadores calcularon en 70.000 asistentes.” (Darraidou, 2010: 3).

Pero este accionar en realidad no redundaba en el fortalecimiento del movimiento y a


la central, sino que era síntoma de su crisis:

“[el movimiento anarquista] llega con una división entre su pata ideológica (los
grupos redactores de La Protesta y La Batalla) y su pata sindical (F.O.R.A.). La
primera trata de controlar a la segunda, por medio de la declaración de la huelga en
el mitin del 8 de mayo y el pedido de renuncia de los miembros del C.F. que se
entrevistaron con Gálvez. Los miembros de la F.O.R.A. tienen una actitud dubitativa
y buscan establecer canales de diálogo con el gobierno para alcanzar los fines
propuestos.” (Darraidou, 2010: 11).

Es en este panorama que el gobierno tomó la iniciativa. El 14 de mayo se decretó el


estado de sitio. En realidad las detenciones de militantes empezaron el 13 por la
noche, junto con turbas patrióticas que prendieron fuego a La Protesta, además de
atacar locales obreros y librerías que vendían material revolucionario. El movimiento
obrero argentino sufrió la primera gran derrota de su historia aunque,
lamentablemente, no fue la última.

Si bien Gilimón sostendrá que el día de la declaración: “no hubo siquiera [un orador]
á quien se le ocurriese declarar [la Huelga General] para aquel mismo momento [...].

 
    112
 
 

Fué un desacierto” (Gilimón, 1911: 84), esta crítica es superficial. El error primordial
fue llegar al Centenario con dos centrales sin relacionamiento alguno. Una buscaba
constituirse como una opción revolucionaria para la clase obrera. La más
referenciada no quería la huelga, y tuvo que aceptarla a regañadientes, so pena de
perder status. El Estado realizó lo que había prometido hacer. El movimiento obrero
marchó a su derrota, sin entender que lo que lo arrastraba no era la fatalidad de una
ley natural e inmutable, sino el fruto de malas tácticas y sus consiguientes decisiones.

Conclusiones

Este trabajo se centró en torno a una fracción del anarquismo: los fusionistas. A
través de su participación en los congresos obreros pudimos avanzar en su
posicionamiento táctico y estratégico. De este modo he tratado de darle entidad a los
que fueron desdeñosamente tildados de malos anarquistas o poco teóricos, buscando
la coherencia en su accionar. En décadas posteriores surgirán otras experiencias
fusionistas en el anarquismo local que lograrán una influencia superior a los que
estudiamos, como los ácratas que participarán del 9no Congreso y, años más tarde,
los nucleados en torno a la ALA quienes, como estrategia de construcción, emplearon
sus fuerzas en una nueva alianza con los sindicalistas revolucionarios: la Unión
Sindical Argentina.

Por otro lado, en esta exposición se indagó en la tragedia del movimiento obrero
posterior: con la preponderancia de la coalición sindicalista revolucionaria y los
fusionistas, la visión del sindicato como fin y no como medio se volverá hegemónica.
Esto abrirá un período en donde los organismos obreros se volverán cada vez más
reformistas, llegando a transformarse en una traba para las reivindicaciones de la
clase. Mientras que los forismofinalistas, quienes denunciaban los peligros de esta
vía, se dieron políticas que los alejaron cada vez más de la clase obrera y los
transformaban en una secta. Pocas décadas después los sindicalistas revolucionarios
colgarán su adjetivo y buscarán simplemente “humanizar” la explotación. Si bien en
todo este proceso los anarquistas pro fusión seguirán militando y creando
experiencias noveles que intentarán revertir este proceso de burocratización (el ALA,

 
    113
 
 

la FACA, la Alianza Obrera Spartacus) las dos fracciones del anarquismo no podrán
llegar a un entendimiento para unificar fuerzas en pos de la labor revolucionaria
consumiéndose, en cambio, en una lucha fraticida.

 
    114
 
 

Publicaciones periódicas

La Protesta

El Látigo del Carrero

La Confederación

Labor

Bibliografía

Abad de Santillán, Diego (2005) La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento


obrero revolucionario en la Argentina. Utopía Libertaria, Buenos Aires.

AAVV (2010) La Argentina no era una fiesta. La clase obrera de Buenos Aires en el
Centenario. Selección de Fuentes, Cátedra de Historia Argentina II “B”, FFyL-UBA.

Bilsky, Edgardo J. (1985) La F.O.R.A. y el movimiento obrero, dos tomos, CEAL, Bs.
As.

Cappelletti, Ángel (1990) “Prólogo”, en Rama y Cappelletti El anarquismo en


América Latina, Biblioteca Ayacucho, Caracas.

Darraidou, Sebastián (2010) “La reacción del Centenario. Un ejercicio de


reconstrucción del enfrentamiento de clases en la Argentina durante la celebración
del Centenario”. Ponencia en las IX Jornadas Nacionales y VI Latinoamericanas “El
pensar y el hacer en nuestra América, a doscientos años de las guerras de la
independencia” (Bahía Blanca).

Gilimón, Eduardo (1921) El anarquismo en los gremios, publicado junto con Ricard,
F, Fundamentos Biológicos de la Anarquía”, Talleres Gráficos Perú 1537, Bs. As.

---------- (1911) Hechos y comentarios. Seguido de “Páginas íntimas” y algunos


artículos de varios escritores, Bs. As., Montevideo, México.

López, Antonio (1998) La FORA en el movimiento obrero, Tupac Ediciones, Bs. As.

 
    115
 
 

Marotta, Sebastián (1960-1961) El movimiento sindical argentino. Su génesis y su


desarrollo. Tomos I y II, 1907-1920, Ediciones Lacio, Bs. As.

Oddone, Jacinto (1975) Gremialismo proletario argentino, Ediciones Libera, Bs. As.

---------- (1983) Historia del socialismo argentino, dos tomos, CEAL, Bs. As.

Zaccagnini, Antonio (1907) Desde la barra del Congreso de... fusión, Biblioteca del
Progreso de la Boca, Imp. a vapor Progreso – Lamadrid 260, Bs. As.

 
    116
 
 

Cuadro 1

Congreso Reunión Congreso Reunión


obrero delegados Concentración delegados
25/2 17/9 25/9 30/10

Albañiles X X X X*

Aserradores X X X

Ayudantes y peones de
Cocina X

Caldereros X

Carpinteros X X X X*

Centro Obrero de
Mercedes X

Cigarreros X

Cigarreros de Santa Fe α

Conductores de Carros X X X

Conductores de Vehículos X X

Curtidores X X X X*

Fideeros X

Foguistas unidos X

Fundidores X X X*

Gasistas X

Herreros de obras X X X

Hojalateros de La Plata X

 
    117
 
 

Ladrilleros de Santa Fe X

Laminadores X X X

Obreros del puerto X X X

Panaderos ? X

Panaderos de Carlos
Casares X

Panaderos de La Plata X

Panaderos de Paraná X

Panaderos de San
Fernando X

Panaderos de Santa Fe X

Panaderos de Tucumán Xβ

Repartidores de Diarios X X X

Sombrereros X X X

Zapateros X X X

Notas:

La X marca participación.

: Voto a favor de ingresar en la CORA.

*: Puede ser uno de los dos gremios que votaron a favor y el cronista de La Acción
Socialista no recuerda el nombre.

α: Revocan la credencial del delegado (Zamboni).

β: Autor de la moción contraria a la CORA (delegado Zamboni).

 
    118
 
 

3 Participó de todas las instancias

8 Participó de las dos reuniones y del Congreso

1 Participó sólo de las tres primeras instancias

1 Participó sólo de la Fusión y de la última reunión

16 Participó sólo de la reunión del 30/10

? En Abad de Santillán y Oddone figuran los panaderos de Balcarce y los de Córdoba.


No queda claro si asistieron los panaderos del Este o del Oeste (de Capital) puesto
que cada autor nombra a uno diferente. En La Acción Socialista figuran simplemente
los "panaderos" por lo que no podemos si fue alguna de estas sociedades o la central
de todas la que participó de la reunión de delegados de la FORA del 30/10.

Fuente: Elaboración propia en base a Marotta (1961), Oddone (1971), Abad de


Santillán (2005) y La Acción Socialista

 
    119
 
 

¿Nacionalismo o internacionalismo? El dilema del


Partido Socialista ante las fiestas patrióticas

Melisa Aita Camps


melisa.aitacamps@gmail.com

Sabrina Asquini
sabri_de_saavedra@hotmail.com

 
    120
 
 

Resumen:

A fines del siglo XIX, el socialismo se 1890 se pueden leer en castellano. Esta
encontraba en un proceso de expansión herencia, por sí misma, plantea el
favorecido en parte, por las condiciones problema de la cuestión nacional al
sociales que empujaban a miles de interior de las filas partidarias y la ruptura
trabajadores a abandonar Europa. Los -o no- con los derechos y obligaciones con
nuevos reagrupamientos socialistas, el país de origen.
fueron constituyendo partidos modernos
El objetivo de este trabajo es, entonces,
sobre la resignificación del material
analizar cómo intervenía el socialismo
simbólico de cada nación enfrentando así
frente a los aniversarios nacionales y qué
tensiones permanentes con los principios
problemas político-partidarios generó el
básicos del internacionalismo.
advenimiento del Centenario de la
Esto se agrava cuando se analizan las Revolución de Mayo.
consecuencias socio-culturales de la
Para ello se presentará extractos de
inmigración. La divergencia cultural dio
publicaciones como La Vanguardia,
origen a prácticas sincréticas impidiendo
además de notas, pronunciamientos y
que la identificación como “argentinos”
declaraciones sobre las fiestas nacionales a
fuese algo lineal o evidente.
fin de dilucidar los debates internos y
La propia historia oficial del Partido posibles divergencias a la hora de
Socialista ha dado cuenta del origen intervenir en la realidad con un programa
extranjero de las organizaciones obreras proletario.
del país cuyas publicaciones recién hacia

 
    121
 
 

Introducción:

C
onsideramos a la lucha de clases como parte constituyente de las clases
sociales. En esta perspectiva, la acción y reacción son las claves para
entender las especificidades de los grupos sociales y finalmente, de la
realidad social. Esto quiere decir que el problema de qué hacer ante la acción de la
burguesía es parte de la lucha consciente del proletario - para la conquista del poder -
y al mismo tiempo, es definitoria. Por esta razón, en este trabajo nos preocuparemos
en indagar un aspecto específico de la acción que despliega un sector de la clase
obrera frente a la iniciativa burguesa respecto a la constitución de identidades
nacionales.

Para el socialismo, desde muy temprano, la cuestión de la patria se ha constituido


como un problema. Ya el Manifiesto Comunista decía “se acusa también a los
comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria.
No se les puede arrebatar lo que no poseen.”(Marx y Engels, 2003:39). Esa frase
describe supuestos de una época, la forma en que una sociedad veía a los comunistas
o por lo menos, ideas con las cuales Marx y Engels decidieron discutir. Digámoslo de
nuevo: los obreros no tienen ni patria ni nacionalidad.

Décadas después, esta idea sería discutida, constituyendo un asunto refractario de la


relación de la clase obrera con el Estado Nacional. La inserción de los partidos
socialistas en el escenario político colocó en debate la cuestión nacional –por lo
menos en el terreno de la práctica-, llegando incluso a atravesar a la
socialdemocracia hasta finalmente partirla1. Consideramos que esta discusión
continúa aún hoy pendiente.

A lo largo de este trabajo, intentaremos analizar el significado que tenían las fiestas
patrias para los socialistas argentinos agrupados en el Partido Socialista.
Primeramente, se deberá indagar si este significado es uno sólo, es decir, si hay un
consenso interno sobre la cuestión, o si existen diferencias. De no haber habido

                                                            
1 Nos referimos a la toma de posición de los partidos socialistas miembros de la Segunda

Internacional frente a los votos de guerra en ocasión de la Primera Guerra Mundial.

 
    122
 
 

acuerdo -como suponemos previamente-, nos preguntaremos por las consecuencias


conflictivas a las que se pudo haber enfrentado la organización.

Para la búsqueda de estas cuestiones, nos hemos sumergido en las páginas del
semanario La Vanguardia2. Seleccionamos el período comprendido entre los años
1900 y 1910 dado que creemos que de haber existido ese consenso, éste se tendría
que haber constituido en los años de mayor iniciativa de la burguesía. Debemos tener
en cuenta, que en este período se encuentra el primer centenario de la Revolución de
Mayo de 1810.

En un primer apartado, contextualizaremos el período seleccionado. Posteriormente


examinaremos el contenido de las notas con el objetivo de evaluar los conflictos o
diferencias en las apreciaciones sobre la cuestión de la patria y lo “nacional” durante
el proyecto burgués de conformación de la identidad argentina, diferenciando notas
de opinión de aquellas que se plantean como la línea oficial del partido. Cabe aclarar
que no hay indicaciones sobre las editoriales, por ende suponemos que son las
primeras notas de la primera hoja que, en general, no contienen firma. A su vez,
desconocemos el uso o no de seudónimos, por lo que intentaremos dilucidar
abreviaciones en las firmas. Finalmente, daremos cuenta de aquellos conflictos
detectados.

Contexto social y político

Grandes transformaciones sociales

Durante la década del 80 el país emprende un proceso acelerado de modernización.


Completada la unificación nacional, el fenómeno de la inmigración masiva plantea el
problema de la integración nacional, a la vez que comienza a acrecentarse la
preocupación por la nacionalidad en torno a las fiestas patrias. La consolidación del
Estado Nacional hacia este período ejerce un estrecho vínculo con esta inquietud.

De los cientos de miles de trabajadores que arriban al país, solo unos pocos se
nacionalizan. Debido a ello, las grandes mayorías permanecen alejadas de los canales
                                                            
2 Desde el 1ro de septiembre de 1905, el semanario comienza a salir todos los días.

 
    123
 
 

de participación formal y ello comienza a ser percibido como un riesgo para la elite
nativa. De hecho, el crecimiento de las comunidades extranjeras3 en el país
acrecentaba esta preocupación por la desintegración social. Es importante
contextualizar estos miedos en el período de expansión territorial de las grandes
potencias, y tener en mente los reclamos que -por ejemplo- la diplomacia oficial
italiana hacía sobre sus emigrados.

Con profunda preocupación el diario La Prensa describía los festejos previos al año
1881 –momento en que es federalizada la ciudad porteña-, resaltando la
participación popular y el fervor hacia la patria. Es decir, desde 1887 sectores de la
burguesía lamentaban públicamente la falta de interés popular en las fiestas patrias
–en ese momento sólo el 25 de mayo y 9 de julio-. En esa época, no existían festejos
institucionales ni una actividad regular que ubicara esas fechas dentro del calendario
escolar. La participación de los escolares en dichas ceremonias comenzó a efectuarse
con mayor regularidad a partir de ese año, a través de la actividad organizada por el
director de la Escuela de Graduados del Distrito 1, Pablo Pizzurno. Al parecer la
participación escolar en los actos patrios contribuyó al entusiasmo popular otrora
dormido, y habría sido un eficaz instrumento para despertar el sentimiento de
nacionalidad en una época donde era necesario terminar de consolidar el Estado
Nacional.

Con posterioridad, el Estado se apropia de la iniciativa y coloca al Ejército – que tras


las Campaña del desierto adquirió mayor importancia en la escena nacional – en el
centro de las celebraciones patrias. Esto provocó un quiebre, puesto que “los
antiguos protagonistas terminaron por convertirse en público” (Bertoni, 2007:84).
No obstante, ese no es el único cambio que se procesa. A raíz de los frutos del
accionar de Pizzurno, en adelante, los niños serán la mayor fuente de atracción
“popular” de esta nueva liturgia nacional. En tal sentido, Lilia Ana Bertoni (2007)
explica que la formación de batallones de niños solados participando en los actos
oficiales, adquiría una función específica, en tanto se utilizaba como vinculo emotivo
                                                            
3 Son comunidades de cuyo origen común produce un vínculo fraternal que se solidifica con

una organización de tipo mutual para resolver diversos problemas de la vida cotidiana.
Conmemoran sus propias fiestas nacionales. Su crecimiento es realmente sorprendente y
tiene como base la inmigración masiva.

 
    124
 
 

entre un pasado heroico y fundacional para el nacimiento de la patria, y un futuro


próspero para estos niños como defensores de la misma. Dicho de otra manera,
además de incentivar la formación patriótica de los niños, se lograba alimentar el
espíritu y el entusiasmo general.

La iniciativa de la burguesía.

Este período es testigo de grandes debates en el Congreso acerca de qué hacer con la
inmigración y sus consecuencias. Según el trabajo de Bertoni, se plantea el problema
de la nacionalización y el significado de la nacionalidad, es decir si se trata de un
simple derecho o si debe implicar una pertenencia determinada al conjunto social.

Sin resolverse esta cuestión, desde mediados de 1880, se promoverán proyectos de


ley en pro de integrar las masas al Estado y garantizar la cohesión social que faltaba.
Fernando Devoto (2005) explica que este movimiento reformador no fue anti-
liberal, puesto que el liberalismo continuaba su hegemonía en el pensamiento de la
elite argentina.

Así, para resolver la conflictividad social y la inestabilidad política la burguesía


criolla comenzó a mezclar métodos de represión y reforma social. En otro trabajo
Devoto (2003) explica que la elite utilizó, por un lado, las herramientas del Estado, y
por el otro, las experiencias europeas –fundamentalmente francesas- que
habían demostrado tres vías básicas para la construcción nacional: el servicio militar
obligatorio, la educación y la política.

El contenido de éste trabajo nos obliga a dejar suspendido el aspecto político de la


Construcción Nacional. Sería necesario sólo dejar en claro que coexistieron dos tipos
de medidas que no consideramos antagónicas: la reforma electoral propuesta por
Joaquín V González (1901) y la Sanción de la ley de Residencia de 1902.

Por su parte, el Ejército se presentaba como un pilar del naciente Estado Nacional,
participaba en las fiestas nacionales haciendo gala de grandes desfiles y desde
mediados de la década del noventa, promovió reiteradas iniciativas de reclutamiento
que concluyeron finalmente en la ley de Servicio Militar Obligatorio (1901).

 
    125
 
 

Desde la función educativa del Estado también se trabajaría duramente. La ley 1420
(educación universal, laica y gratuita) fue sancionada a fines de la década del 80´ y
continuada por la ampliación escolar que proponía la ley Láinez (1905). En el medio
hubo diversos proyectos como la propuesta de obligatoriedad del idioma nacional en
las escuelas (1894) o la incorporación de los cantos de niños en los festejos patrios
(desde 1887).

Estas tareas de formación se realizaron en dos dimensiones. Una, discursiva, que


buscaba la creación de una historia y su difusión a través de la inclusión en los
contenidos básicos de las escuelas (en esto fue sumamente detallista el Consejero
Escolar José María Ramos Mejía). Y la otra, de tipo simbólica y ritual, que fue
organizada como una verdadera religión cívica cuya adoración a la nación podía
asemejarse a la de un Dios4.

Esto último condujo a muchos historiadores y políticos a referirse a las fiestas patrias
y todo lo que las rodea como liturgia patriótica. Término cuyo significado está
asociado a las ceremonias religiosas de la antigüedad en las cuales los rituales, los
cantos y demás formas que éstas tomaran, eran considerados parte de la vida
colectiva de la población. En la modernidad, la adoración supersticiosa del pasado5
es una fuente de legitimidad a la que apela la burguesía para gobernar. La
justificación de su reinado no puede salir de sí misma y tiene que recurrir por ello a
la mistificación de la comunidad nacional.

Estructuración de la respuesta:

“Y allí en el hall central adornado con las banderas de todos los pueblos allí
representados, al ver la bandera argentina comprendí una vez más que nadie la
honra como el pueblo trabajador de mí país cuando se educa y organiza para elevar
                                                            
4 En el fragmento del texto de la jura de la bandera que citamos a continuación se ve el
entrelazamiento de éstas dos dimensiones: “preparados desde la escuela para practicar á su
tiempo con toda pureza y honestidad las nobles virtudes inherentes á la ciudadanía, estudiad
con empeño la historia de nuestro país y de sus grandes benefactores, á fin de seguir sus
huellas luminosas y á fin también de honrar la bandera”. “El día de la patria”, La
Vanguardia, 09/07/1909.
5 Así la define Marx (1998:16) en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.

 
    126
 
 

su situación, cuando en esa lucha se solidariza con el movimiento obrero mundial”


(Dickmann, 1993).

Este fragmento proviene de las notas tomadas por el dirigente más reconocido del
Partido Socialista, Juan B. Justo, en ocasión del Congreso de la Internacional
Socialista en Copenhague en 1909. En él, se encuentran incluidos los dos aspectos
que queremos analizar: la bandera como representación de la comunidad nacional y
el carácter mundial de la lucha del movimiento obrero -socialista-. Estas dos esferas
deben necesariamente vincularse de una manera especial en medio de la acción
“nacionalizadora” de la burguesía. Particularmente, dicha organización genera un
discurso totalizante-generalizante a través del cual pretende encaminar a toda la
sociedad argentina en las vías del progreso.

Para principios de siglo, los socialistas son una tendencia relativamente joven en el
país. Se constituyeron en partido recién a mediados de la última década del siglo
XIX, y disputaban a las corrientes anarquistas la dirección del movimiento obrero.

Los militantes del Partido Socialista se percibían a sí mismos como aquel sector de la
clase cuya acción consciente promueve la elevación de las condiciones de vida de la
clase obrera. No obstante, su concepción de la política como un espacio superador de
las confrontaciones económicas, y la idea de que el partido político es “una escuela
de cultura y civismo” (Camarero y Herrera, 2005:13), los llevaron a proponerse
como la alternativa social a la barbarie en que la clase gobernante había sumergido al
país.

A nuestro entender, por todo esto, adquiere mayor importancia la posición que toma
dicho partido respecto a la “cuestión nacional”. En un trabajo titulado “Fiestas
patrias o fiestas socialistas”, Marina Becerra trata de pensar la conformación de una
identidad socialista frente a los rituales escolares, la oposición negativa o
resignificación en momentos en que la búsqueda burguesa de una aglutinante social
pone en primer plano la cuestión nacional. Para la autora, es conflictiva la
coexistencia de la cuestión social y la nacional (Becerra, 2005:100).

Continuando con esta dicotomía, Patricio Geli (2005), va a generalizar la cuestión a


los partidos socialistas del mundo. Según él, los partidos socialistas a fines del siglo

 
    127
 
 

XIX atraviesan un doble proceso: de institucionalización y nacionalización. El


primero está directamente vinculado a la creciente intervención en el interior de los
estados y las consecuencias que promueve en la estructuración organizativa. El
segundo, de nacionalización, es resultado de la apropiación de las características de
la realidad nacional cuyas diferencias -grados de desarrollo y ritmos económicos,
relaciones de fuerza entre las clases- contribuyeron a profundizar. Éstas
organizaciones al re-significar los materiales pre-existentes retoman de ellos muchas
de sus características definitorias. Consecuentemente, el sustrato socialista –
generalmente marxista- funcionaría sólo como fuente de legitimidad.

El caso del Partido Socialista Argentino parece no diferir del esquema propuesto
anteriormente. José Aricó (1999) quien discute con las interpretaciones que ubican al
socialismo como una corriente externa a la realidad nacional, describe al
pensamiento justiano como inscripto dentro de la intelectualidad liberal. Según el
autor, la relación entre éste y el pensamiento sarmientino de última hora, es
innegable (Aricó, 1999:44). Ambos, comparten la necesidad de la ampliación de los
canales del sistema representativo. De hecho, la campaña desarrollada por
Sarmiento en pos de la naturalización en masa de los residentes extranjeros, será
recuperada y convertida en una de las propuestas centrales del Partido Socialista
Argentino. No obstante, vale la aclaración que realizan los profesores Patricio Geli y
Leticia Prislei (1993), cuando explican que la nacionalización propuesta por el
Partido Socialista tiene por centro desacralizar la noción de nacionalidad y se le
confiere a ésta un carácter meramente instrumental.

En resumen, si bien se puede inscribir esta concepción al interior del pensamiento de


la elite letrada argentina, el Partido Socialista es superador en la medida que revierte
las mistificaciones a la vez que propone un método de acción racional y científico. Es
decir, la ruptura con la hipótesis liberal se dará a través de la introducción de un
nuevo sujeto social a cargo de la transformación: la clase obrera. Es el desarrollo
social el que promueve el surgimiento de dicho sector –y no una elite letrada-.

En el carácter científico de su proyecto modernizador, residía la verdadera impronta


“nacional” de la nueva Argentina. Entonces, para Aricó, no existiría relación
problemática entre las esferas nacional e internacional en las que tiene que intervenir

 
    128
 
 

el partido. Hay que tener en cuenta que el trabajo de Aricó está centrado en la
concepción política de Justo y no en la del partido, aunque es sabido que luego del
Congreso de 1900 su figura comienza a hegemonizar la dirección partidaria.

La patria como cuestión teórica:

La construcción de una identidad propia implicaba para el Partido Socialista -como


para cualquier otra organización- una diferenciación necesaria respecto de lo
existente. Como representante de la clase oprimida, los socialistas debían redefinir el
relato histórico oficial que se constituyera luego de la batalla de Pavón cuando se
planteó la posibilidad real de unificación del país. El Partido Socialista era parte de
esa realidad nacional - a la que además, contribuyó a constituir- y a la vez, tenía el
objetivo de demostrar las raíces internacionales del capital y el trabajo. Es decir,
funcionaría como una síntesis histórica donde se entrelazan las tradiciones de lucha
europeas con el pasado de las masas argentinas (Geli y Prislei, 1993:29).

Concretamente, en el terreno local, la nueva caracterización de la Revolución de 1810


buscaba desmitificar las imágenes elaboradas por el liberalismo mitrista. Esta re-
elaboración se realizó en una clave economicista (“La naciente burguesía argentina”
no habría perseguido “realizar los sueños de libertad ni de democracia sino obtener
la autonomía económica del país”6) y en ocasiones, estructuralista: “no fueron los
hombres ni fracciones del pueblo sino el rompimiento natural de los antiguos moldes
que cubrían a esta tierra y que su desenvolvimiento económico hacía libre”7.

De las fuentes recolectadas, encontramos tan solo tres notas que dan cuenta de esta
resignificación histórica. Una primera nota escrita en 19098, aparentemente
editorial, comienza discutiendo la Revolución de Mayo entendiéndola como la
realización de un puñado de grandes hombres9. La razón de los hechos que se
adjudicaba a los “padres” de la patria, era el producto de las necesidades
estructurales –como adelantamos más arriba-. Es manifiesta la oposición que recorre
                                                            
6 “Apreciación Histórica”, La Vanguardia, 26/05/1909.
7 “25 de Mayo. Su apreciación histórica”, La Vanguardia, 26/05/1909.
8 Como la nota no lleva firma, suponemos que se trata de la redacción dirigida por Carnei.
9 La Vanguardia, 26/05/1909.

 
    129
 
 

el artículo, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el dominio español. No


obstante, es menos clara la relación entre estas fuerzas en desarrollo y el accionar de
esos revolucionarios. Es decir, desde nuestra perspectiva, hace falta mayor
delimitación de éstos hombres. ¿A qué clase social pertenecían, quienes eran, bajo el
rol de quién actuaron?

En éste sentido, una segunda nota, más completa, es el artículo firmado por Rienzi
en el año 1907. Según el Diccionario biográfico de la izquierda argentina éste sería
el seudónimo que solía utilizar Enrique Dickmann quien fuera parte del Comité
Ejecutivo. El texto da cuenta de una solidez teórica, de la cual la mayoría de las notas
carece. El autor comienza explicando la etapa histórica presente que se caracteriza
por desarrollos técnicos e intelectuales que provocan un desdibujamiento de las
fronteras. En paralelo, se expandiría en igual proporción un nacionalismo crónico
fundado en la necesidad de supervivencia de los grupos dirigentes. Es por su propia
supervivencia que estos grupos transforman la patria en un ídolo, al mismo tiempo
que promueven sentimientos de odio y rechazo al extranjero.

El texto plantea que la patria no le pertenece al pueblo y por ello, hace una
caracterización de la revolución que la fundaría. La revolución es burguesa, y la
prueba de ello son los límites conservadores que ha tenido una vez que la burguesía
se ha consolidado en el poder10. De hecho, en las reivindicaciones democráticas
reclamadas por la burguesía “en realidad, [el pueblo] poco ha ganado (...)
Teóricamente libre, es esclavo en la práctica. Leyes escritas le conceden derechos y
privilegios; pero cuando de ellos quiere el pueblo aprovecharse como medios para su
elevación económica é intelectual, tales leyes se convierten en letra muerta”. No
obstante, “la independencia argentina fue real y verdadera para nuestra burguesía;
pero de un valor muy relativo para el pueblo trabajador. Apenas puede considerarse
como un jalón insignificante en la larga vía de su emancipación”. Es correcto,
entonces, que la clase obrera sea indiferente a los festejos que organiza la burguesía.
El rol del partido revolucionario sería desenmascarar a los festejos burgueses,
mostrarlos ante el pueblo como lo que son: festejos de una clase mezquina y egoísta.
Como se verá más adelante, podría haber más de una forma de desenmascararlos.
                                                            
10 La Vanguardia, 26/05/1907.

 
    130
 
 

La pregunta que nos queda pendiente de respuesta es: ¿por qué un miembro de la
dirección firma con un pseudónimo? ¿Significará eso, que la línea desarrollada es a
título personal y no de la organización?

La tercera nota corresponde a la Conferencia dictada en mayo de 1909


específicamente, a las palabras de Nicolás Repetto. En ella propone una explicación
materialista de la revolución burguesa. Se dedicó a destruir la concepción de los
grandes hombres movilizados por ideales de libertad, explicando las raíces
económicas del proceso social. La participación de Palacios en dicha conferencia será
retomada más adelante.

La patria como cuestión práctica

Liturgia patria y las masas

La mayoría de las notas del período trabajado incluyen en su interior la descripción


de los festejos organizados por el gobierno de turno. Se describen arreglos
sumamente ostentosos que incluyen alternadamente el abanderamiento de edificios
públicos, el uso de fuegos artificiales, magníficos banquetes, bailes y el uso de luces
eléctricas en el caso de la iluminación de la Avenida de Mayo para el Centenario.
Pero fundamentalmente, la fiesta cívica organizada por los distintos gobiernos de
turno había puesto como elementos centrales los desfiles militares y misas o
Tedeum, como suelen llamarlo los socialistas, en la catedral11. Ante tal tipo de evento,
las páginas de La Vanguardia no dejan de denunciar su carácter reaccionario: “Es un
anacronismo bien resaltante que estas fiestas celebradas entre aclamaciones a la
triple <libertad, libertad, libertad>, predominen las farfaicas ceremonias del
catolicismo y la exhibición de las tropas en las calles, simbolizando ambas cosas
respectivamente el oscurantismo y la fuerza bruta, que no coinciden con el ideal de
progreso y civilización atribuido à los revolucionarios de la fecha que se rememora”12.
Se trata de una burla o farsa del pasado.

                                                            
11 Tedeum en latín Te Deum: a ti Dios. Formaba parte de los cánticos religiosos.
12 “Las fiestas patrias”, La Vanguardia, 22/05/1907.

 
    131
 
 

En casi todos los casos puede observarse la alusión al término “farsa” para referirse a
las festividades en las que se trataba de incluir a una población realmente excluida a
través de engaños.

Por otro lado, las notas denuncian la ausencia del pueblo en esos festejos. La
indiferencia de las grandes masas de la población se ve enfrentada por diversos
recursos a los que apela el estado para atraer a diversos sectores populares: desde
espectáculos hasta los cantos de los niños de las escuelas de la ciudad. Aún así parece
claro que cada vez asistiría menos población y que el mito tendería a desarmarse
tanto que, finalmente, “han de reducirse con el tiempo á un cortejo de caballería
escoltando á algún presidente por las calles desiertas. Por que el pueblo ha de llegar á
comprender que en el fondo de estas escenas sólo hay una mentira. Y muchos que
engordan explotándola”13.

Es común en las notas que se haga referencia a quién paga las festividades:
“Gratuitos? Así lo cree el pueblo en su ingenuo y simple raciocinio, por que no le
cobra para asistir a la fiesta que él paga buenamente sin advertirlo al momento”14.

Problemas partidarios

“Me llamo argentino, y quiero que este sea el nombre de un pueblo respetado por sus
propósitos sanos y sus acciones eficientes; veo que todavía con cada pueblo tiene una
bandera que, mientras la humanidad no tenga una, la argentina o la sudamericana
flamee en estas tierras”15.

El problema de cómo intervenir frente a las fiestas patrias, cómo entenderlas, generó
en el partido rispideces, discusiones y hasta incluso, separaciones. Pruebas de la

                                                            
13 La Vanguardia, 10/07/1907.
14 “Se acabó la fiesta”, La Vanguardia
15 Esta cita habría sido parte de conferencia dada por Dr. Justo el día 18/07/1898 (Dickmann,

1933:20).

 
    132
 
 

existencia de estos problemas son los cuidados en las formas retóricas con que los
militantes introducen sus opiniones16.

Estas divergencias confluyeron en por lo menos dos formas de intervención distintas.


La primera la podríamos pensar como abstencionista en tanto niega las fechas
patrióticas como parte del calendario popular. Esta línea continúa con la idea
presente en el Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Un
referente de esta posición puede verse en Mario Bravo. En un texto casi literario que
narra una charla familiar entre un padre y un niño –quien acaba de jurar lealtad a la
bandera nacional-, el padre le explica que le han hecho prometer una mentira: “Hijo
mío, no es cierto… [la bandera azul y blanca] es el símbolo de los que nos gobiernan,
de los que mandan, de los dueños de la tierra, de los ricos. Nosotros, que somos
pobres, que somos gobernados, mandados (…) no tenemos esa bandera (…) Los
trabajadores los que hoy no tenemos nada, tenemos por símbolo en nuestro partido
socialista y en nuestra sociedad gremial una bandera roja, que es la misma que
tienen por símbolo los obreros, como yo, de todos los países del mundo”17.

La segunda línea de intervención se presenta como continuadora de la revolución


burguesa que se ha quedado trunca, que se ha convertido -como dijo Dickmann- en
letra muerta. Dentro del pensamiento materialista se trataría de una síntesis
dialéctica, posterior a la negación absoluta de la patria y la nacionalidad. En esta
línea podemos pensar la nota de Atilio Regulo18, cuya publicación le reconoce a la
bandera azul y blanca los significados que le asigna el discurso burgués pero explica
el significado que tienen para el proletariado. Pero fundamentalmente, debe incluirse
el pensamiento de Alfredo Palacios, quien en la Conferencia de 1909, como segundo
orador explica que el socialismo es el verdadero continuador de la obra desplegada
por la burguesía. En esa función histórica, se basaría la concepción de patria que
tiene la clase obrera: “entendemos que cabe la nacionalidad dentro de la

                                                            
16 A modo de ejemplo, citamos el inicio de una nota de opinión: “No es mi intención tender
sobre este asunto zaleas ásperas para que la discusión con visos de polémica degenere en tal,
pero si quiero decir algo de lo que opino, sin intenciones de réplica ni alardeos de ataques “á
fondo” ó “arrestos””, La Vanguardia, 29/05/1909.
17 La Vanguardia, 9/07/1909.
18 La Vanguardia, 20/05/1905.

 
    133
 
 

internacionalidad como cabe la familia dentro de aquella. (...) No creemos que la


bandera roja excluya la bandera argentina, y nos parece repudiable locura la
afirmación de Hervé19 cuando dice que la bandera de Francia débese colocar sobre un
estercolero. Somos patriotas en el sentido amplísimo de la palabra”20.

Estas dos propuestas de acción están en constante choque dentro de la estructura


partidaria. Tal es así, que las palabras de Palacios despertaron la instantánea
respuesta de Alejandro Comolli (hijo): “Me cuento entre los socialistas que no
respetan la bandera patria. Por lo tanto, las palabras del compañero Palacios,
pronunciadas anoche en Unione e Benevolenza, me obligan á manifestarme
públicamente, en la creencia de que mi concepto respecto á la enseña nacional no es
equivocado”21. La nota es extensa y repleta de preguntas retóricas22 que buscan
desestructurar las palabras de Palacios.

En La Vanguardia pueden verse discusiones que se reiteran con cierta frecuencia,


debido a que en el terreno concreto estas diferencias conducen a concurrir o no a los
festejos organizados por la burguesía.

Una nota de lectores de 1904, firmada por A.S -quien suponemos que debió haber
sido Ángel Sesma, ex redactor del semanario- señalaba: “Yo no veo pecado en que los
compañeros de causa hayan concurrido a formar en la columna cívica ese día. Cuanto
más revelará eso que todavía hay de los prejuicios patrióticos en esos compañeros; y
para quitar esos prejuicios, necesaria es la instrucción”23, manifestando que es
necesario un mayor trabajo de educación partidaria, finalmente, explica que el
prejuicio proletario es tan malo como el burgués.

El año siguiente, en Mayo son descriptos con entusiasmo la participación de los


alumnos de las escuelas de la Boca en el acto de la Plaza de Mayo. La nota titulada

                                                            
19 Gustave Hervé, una figura de la izquierda socialista francesa, fundador del semanario La

Guerra Social.
20 “La conferencia del Domingo”, La Vanguardia, 24 y 25/05/1909.
21 “Patria y Banderas”, La Vanguardia, 25/05/1909
22 Citamos tan solo una: “¿Cómo podemos profesar amor á la patria, en el sentido político, si

nuestros naturales enemigos son los que están en el gobierno de ella, en nombre de la cual
nos persiguen y combaten encarnizadamente?”. Escrita a menos de un mes de los sucesos de
la Semana Roja.
23 “A un compañero de Lobos”, La Vanguardia, 04/06/1904.

 
    134
 
 

“Síntomas muy buenos”, relataba la acción de los jóvenes quienes cantaron el himno
revolucionario <hijos del pueblo> en lugar del Himno Nacional. El cronista describe
el momento comentando la represión de los docentes, la reincidencia de los niños y
el color rojo de los moños que éstos llevaban. En el artículo contiguo, con el mismo
entusiasmo se hacía referencia a los alumnos de las escuelas salesianas -también de
La Boca- quienes generaron un gran escándalo cuando a coro entonaron el mismo
himno revolucionario.

No obstante, ese mismo año con motivo de la celebración del 9 de Julio, una acción
también dentro del ámbito escolar, no desató el orgullo del partido sino que terminó
en la expulsión de tres pedagogos. Nos adentraremos en el hecho.

En la ciudad de La Banda en la Provincia de Santiago del Estero funcionaba desde


principios de siglo una escuela socialista. La misma era sostenida por el Partido
Socialista y desde sus inicios había sido dirigida por Bernardo Irurzun. El Partido
Socialista le reclamaba al Estado los insumos y materiales para sostener la educación
laica y le reprochaba el mantenimiento de escuelas parroquiales. Ante la negativa
reincidente del Estado argentino de cederle recursos a la llamada escuela popular, los
socialistas optaron por autofinanciarla24.

El hecho conflictivo se generó en torno a la celebración del 9 de julio que organizó el


consejo escolar de la localidad de La Banda. En esa ocasión Irurzun decidió
participar del festejo con sus niños. Según la declaración de los participantes, que
son rescatadas por un miembro del Comité Ejecutivo que difiere de la resolución
adoptada, Irurzun habría participado con los niños, pero estos llevaban en sus ojales
escarapelas rojas y cantaban el himno de los Trabajadores en lugar del Nacional. Su
discurso habría sido “netamente socialista, estudiando la independencia argentina
con criterio de lucha de clases”25. Paradójicamente, para el autor, el discurso habría
despertado la censura de la prensa burguesa y la expulsión del Centro Socialista.

                                                            
24 Esa negativa fue desmentida por una nota publicada por Enrique Dickmann: “He sabido

que la escuela del Centro Socialista de la Banda solicitó y obtuvo de las autoridades escolares
de aquella localidad bancos, útiles, etc”, “Entre nosotros”, La Vanguardia, 12/08/1906.
25“Entre nosotros”, La Vanguardia, 12/08/1906.

 
    135
 
 

En el partido la noticia fue recibida con revuelo. Irurzun y su compañera, Salasvery26


renunciaron a sus cargos y finalmente, un año después, fueron apartados del partido.

Lo interesante del asunto son los argumentos y las posiciones que se leen en el
periódico acerca del conflicto. Las discusiones parecen estar más centradas en las
formas que en el contenido. Sin embargo pueden leerse varias notas que manifiestan
desacuerdos y miedos acerca de la decisión que finalmente se expresa como
metodológica.

El propio Irurzun explica esta participación justificado su acción para evitar un


conflicto con las autoridades. Es decir, él mismo no vincula su actuación como una
política alternativa sobre la cuestión nacional.

La cuestión concluye en 1906, con una nota titulada Correspondencia, enviada por el
Centro C. Obrero de la Banda. En ella se desmiente la posibilidad de que la
concurrencia en esa fecha haya sido como fue señalada por Enrique Dickmann.
Explica que si las características del acto hubiesen generado una situación de
censura, las relaciones posteriores con el maestro no hubiesen terminado con la
asignación del cargo de maestro en la Escuela Nocturna Fiscal de La Banda. Es decir,
el asunto se cierra marcando el acercamiento de Irurzun con el gobierno local.

Hacia la conclusión

“Tienen en verdad una noción muy distinta de la patria y el patriotismo que el pobre
soldado fallecido en el hospital á consecuencia de las penurias de la campaña; que el
chacarero esclavizado al señor por el dogal de los arrendatarios; ó que el trabajador á
quien fusilan por la espalda si levanta su protesta frente a las cadenas que lo
oprimen”27.

Concepto de patria

                                                            
26 En distintos artículos el apellido figura escrito de distinta manera. Suponemos que debería
ser Salaberri, porque así figura la nota enviada por ella.
27 “De la patria y del patriotismo”, La Vanguardia, 28/05/1909.

 
    136
 
 

Como nos imaginamos no hay una única concepción de patria o nacionalidad. Es


posible que sea esta falta de homogeneidad sobre la caracterización de la historia y la
patria lo que haya provocado tantos inconvenientes.

Hasta 1909, la única nota que propone una caracterización más o menos explícita de
la acción revolucionaria de la burguesía en tanto clase, es la que aparece un 24 de
mayo de 1902 en La Vanguardia. No obstante, la nota no avanza en la caracterización
histórica de la revolución. Recupera el pasado, explicando que la independencia
política fue el entronizamiento de la burguesía en la silla que ocupaban los virreyes.
Frente a la bandera nacional se expone que “es un símbolo, pero no es la libertad.
Simboliza la libertad democrática que luego se restringió. Simboliza la libertad
económica pero hoy estamos abrumados de impuestos y nuestros trabajadores
modernos tienen más del paria que del libre”. Dado que la burguesía, hoy, habría
negado o restringido las conquistas revolucionarias, concluye que no hay que asistir a
los festejos: “¡Ay! Asistir á esta fiesta en la cual las instituciones libres están
representadas por sus verdugos, es renunciar á la libertad, es mirar á la puesta del sol
y no á su nacimiento”.

Asimismo, está presente en varias notas el problema del extranjero, es decir, el


concepto de patria burgués es leído como el odio al extranjero, al vecino, al que está
fuera de la frontera nacional: “Hay que odiar al vecino, al extranjero porque es
enemigo de la <patria>. (…) de aquí nacen las rivalidades nacionales, las envidias y
los odios; de ahí nace el militarismo con todos sus terribles consecuencias”28.

En 1909 se desarrolla un debate en torno al significado a asignar al 25 de mayo y al 9


de julio. Se puede observar en el periódico varios militantes que opinan sobre la
patria. En primer lugar, podemos citar la nota de un tal José Muzzilli29, quien por un
lado define el significado teórico como “pedazo de tierra que te ve nacer”, y por el
otro, en el terreno de lo práctico la caracteriza como “sinónimo de inequidad”, de
“carácter banal y mezquino”. Mientras tanto, una segunda nota firmada por Eliseo
Ibañez culpabiliza al pueblo por los gobernantes que tiene y las farsas que éste
organiza.
                                                            
28 La Vanguardia, 26/05/1907
29 Desconocemos su función dentro del Partido.

 
    137
 
 

Otro texto del mismo año abordando la esta idea de falsedad del concepto, explica
que el carácter de un pueblo no se puede modificar con leyes artificialmente. El
autor, José Caminos, compara esta iniciativa con los tiempos de Felipe II de Francia
y escribe: “Imagina el actual gobierno30consolidar la <la nacionalidad argentina>
implantando el culto a la bandera, glorificando la música marcial, levantando
pedestales á los héroes del sable, y proscribiendo de la enseñanza y de las
instituciones todo lo que no lleve cuño genuinamente nativo”. En definitiva, este
artículo de opinión discute la posibilidad de construcción y la calidad de los
elementos con que se procuraban constituir ese nacionalismo. En las escuelas los
niños sabían de batallas, de cantidad de hombres pero no de proyectos o ideas. Este
intento de constitución de un sentimiento nacional, se hace a través “[del] ruido de la
charangas y de los <oíd mortales>, créese inculcar á las generaciones nacientes el
sentimiento patrio. Todo lo que es tradicional ó nativo está santificado por la
divinidad, sin excluir la bota de potro y la lanza de caña del montonero. Sin embargo,
aquel sentimiento es tan impreciso que se vería en duros aprietos el maestro que
pretendiera explicarlo”.

El texto de José Caminos aporta un punto de vista interesante: la vinculación de la


patria a la condición social, aunque no hay clarificación respecto a la clase. “Roca,
recibiendo sesenta leguas de tierras después de su campaña del desierto; el perito
Moreno gratificado con igual ó mayor extensión de campo flor –lejos por cierto de la
Puna de Atacama ó de la árida zona litigiosa; Unzué y Anchorena, creando el
latifundio merced á las leyes que les otorgan diputados venales; Figueroa Alcorta
tapando sus delitos electorales con cátedras de moral cívica- tienen en verdad una
noción muy distinta de la patria y del patriotismo que el pobre soldado fallecido en el
hospital á consecuencia de las penurias de la campaña; que el chacarero esclavizado
al señor por el dogal de los arrendamientos; ó que el trabajador á quien fusilan por la
espalda si levanta su protesta contra las cadenas que lo oprimen”.

En cuanto a los escritores de estas notas podemos cerciorar que no son desconocidos
– a excepción de José Caminos, posiblemente un seudónimo - ya que en diferentes

                                                            
30 Se refiere al gobierno de Figueroa Alcorta.

 
    138
 
 

averiguaciones hemos podido corroborar que pertenecían a primeras y segundas


líneas partidarias.

En pocas notas está claramente definido el carácter de las fiestas y o caracterizada la


acción socialista ante las mismas. Esta incertidumbre impide dar una respuesta
satisfactoria al interrogante que nos planteábamos al comenzar este trabajo puesto
que existieron problemas partidarios alrededor de esta cuestión que, por lo que
pudimos constatar, no habrían sido resueltos por una verdadera discusión política.
Ante las divergencias existentes, la dirección partidaria no se dio una tarea de
homogeneización, ni fue capaz de una posición superadora. ¿Es posible que se
considerase la cuestión nacional al margen de la conceptualización de la etapa
imperialista? ¿No caeríamos en el patriotismo en un sentido amplísimo, en el amor
terruño? Cabe la posibilidad, también, de formularnos un interrogante más de lo que
probablemente sucedía hacia el interior de las filas del Partido posiblemente para
algún trabajo futuro. Respecto a estas discordancias, ¿estaremos en presencia de una
ruptura que dará a luz a una nueva corriente del movimiento obrero?

 
    139
 
 

Referencias

Aricó, José (1999) La hipótesis de Justo, Buenos Aires, Ed. Sudamericana.

Becerra, Marina (2005) “¿Fiestas Patrias o fiestas socialistas? Rituales escolares e


identidad socialista a principios de SXX” en Camarero, H. y Herrera, C. M., El
Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo,
Buenos Aires, Prometeo.

Bertoni, Lilia Ana (2007) Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción


de la nacionalidad argentina a fines del siglo XX, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.

Camarero, Hernán y Herrera, Carlos Miguel (2005) El Partido Socialista en


Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo.

Devoto, Fernando (2003) Historia de la Inmigración en la Argentina, Buenos Aires,


Sudamericana.

Devoto, Fernando (2005) Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina


moderna. Una Historia, Buenos Aires, Siglo XXI.

Dickmann, Adolfo (1916, re-edición 1933) Nacionalismo y socialismo, Buenos Aires,


La Vanguardia.

Geli, Patricio (2005) “El partido socialista y la II Internacional: la cuestión de las


inmigraciones” en Camarero, H. y Herrera, C. M., El Partido Socialista en
Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo.

Geli, Patricio y Prislei, Leticia (1993) “Una estrategia socialista en el laberinto


argentino. Apuntes sobre el pensamiento político de Juan B. Justo” en Entre
Pasados, Nº4/5, Buenos Aires.

Marx, Karl y Engels, Friedrich (2003) Manifiesto del Partido Comunista, Buenos
Aires, Ed. Clásicas.

Marx, Karl (1998) Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, Need.

 
    140
 
 

La clase obrera en el Centenario: un aporte a la


comprensión del Sindicalismo Revolucionario

Florencia D’Uva
florduva@yahoo.com.ar

Ludmila Scheinkman
ludsch@gmail.com

 
    141
 
 

El primer centenario argentino se presenta Mientras en la visión de la época el


para la investigación histórica como algo anarquismo es presentado como el
más que mera efeméride. Por el contrario, protagonista de los disturbios,
al aparecer en el centro de la escena condensando los estereotipos del
pública de la época, constituye un extranjero, el antinacional y el disruptivo,
momento ejemplar de observación de la consideramos que la investigación
dinámica inter e intra-clases. histórica se centró excesivamente en su
análisis, opacando otros movimientos.
En efecto, en los festejos y “contrafestejos”
Esto se plasma en la casi inexistencia de
del Centenario se manifiesta una compleja
estudios sobre la corriente sindicalista
dialéctica entre clases dominantes y
revolucionaria, la cual experimenta, en
trabajadores, atravesada por agudos
parte por su crucial intervención en los
conflictos sociales que culminarán, meses
hechos del Centenario, un explosivo
más tarde, en la sanción de la Ley de
crecimiento.
Defensa Social. Asimismo, puede
identificarse una dinámica propia en el El presente trabajo se propone, estudiando
mundo de los trabajadores, entre las esta intervención, devolver al Sindicalismo
distintas corrientes que operaron en su Revolucionario al lugar histórico
seno. destacado que ocupó en esta etapa
temprana de su desarrollo.

 
    142
 
 

E
l primer centenario argentino se presenta para la investigación histórica
como algo más que mera efeméride. Por el contrario, al aparecer en el
centro de la escena pública de la época, constituye un momento ejemplar de
observación de la dinámica social de la Argentina de aquellos años.

En efecto, en los festejos y “contrafestejos” del Centenario se manifiesta una


compleja dialéctica entre clases dominantes y trabajadores, atravesada por agudos
conflictos sociales que culminarán, meses más tarde, en la sanción de la Ley de
Defensa Social y una aguda represión de la cual el movimiento obrero tardará años
en recuperarse. Asimismo, puede también identificarse una dinámica propia en el
mundo de los trabajadores, plasmada en los numerosos debates, discusiones y
polémicas que sostuvieron las distintas corrientes que operaron en su seno.

Por esto mismo, el presente trabajo se centrará en la intervención de la corriente del


Sindicalismo Revolucionario (en adelante SR) en el año de 1910, en un intento de
reconstruir su intervención casi crucial en la realización de la huelga del Centenario,
con las consecuencias que ésta habría de implicar para el movimiento obrero
organizado.

Precisamente, el intento de reconstruir la participación de este poco estudiado


movimiento se funda en la necesidad de ubicarlo como un actor decisivo que en la
mayoría de los casos ha sido opacado por el excesivo énfasis puesto en el
anarquismo. En la visión de la época, el movimiento ácrata fue presentado como el
protagonista de los disturbios, condensando los estereotipos del extranjero, el
antinacional y el disruptivo. Asimismo la investigación histórica ha reproducido este
esquema, centrándose excesivamente en su análisis, como lo atestigua la gran
cantidad de estudios sobre el anarquismo en la época frente a la casi inexistencia de
estudios sobre la corriente SR. Ésta experimenta, en parte por su crucial actuación en
los hechos del Centenario, un explosivo crecimiento que la llevará unos años después
a ganar la hegemonía de la FORA, principal central obrera de la época.

El presente trabajo se propone devolver al SR al destacado rol que ocupó en esta


etapa temprana de su desarrollo. Para ello se analizarán, en primer lugar, las
principales concepciones teóricas que guiarán el accionar de la corriente en esta

 
    143
 
 

etapa temprana de su desarrollo, haciendo hincapié en el papel del sindicato y la


huelga general. A continuación, se considerarán las elaboraciones conceptuales del
SR respecto de la situación nacional: el Centenario, la Revolución de Mayo, su
significado y carácter. Por último, se vincularán los principios teóricos analizados en
primer lugar, con la política concreta llevada adelante por la corriente a lo largo de la
primer mitad de 1910, a través de un recuento de los acontecimientos en los que se
pone de manifiesto.

El sindicato como un fetiche

En Argentina, el sindicalismo revolucionario surge hacia 1905 como un “ala


izquierda” dentro de las filas del Partido Socialista. Nutrida de los principios del
sindicalismo revolucionario europeo del francés Georges Sorel y el italiano Arturo
Labriola, la tesis principal de esta corriente se encontraba en la idea de que eran los
sindicatos, en lugar de los partidos políticos, el eje de toda la vida social y política y el
arma principal de la lucha obrera. Así, rechazaban la política y al Estado tanto como
a los intentos de integración institucional de los trabajadores. Y ponían énfasis en los
movimientos reivindicativos y de acción directa, como la huelga, el boicot y el
sabotaje, como única forma de acción revolucionaria. El objetivo de los mismos era la
acumulación de fuerzas y experiencia hasta la llegada de la “huelga general” que
daría inicio a una nueva sociedad (Del Campo, 1986:9). Consideraban, asimismo,
que la lucha de clases sólo se libraba en el terreno de la producción, siendo los
sindicatos las únicas instituciones que respondían a la mecánica interna de la lucha
de clases. Los partidos políticos, según ellos, debían limitarse al apoyo de las
acciones sindicales.

El distanciamiento cada vez mayor del grupo sindicalista con respecto a las
posiciones del Partido Socialista llevó a que en su VII Congreso, celebrado en 1906,
fueran desplazados del Partido. De este modo, el socialismo perdió gran parte de su
base sindical, mientras que la corriente sindicalista experimentó un marcado
crecimiento, del que era testigo su conquista, ese mismo año, de la hegemonía de la
UGT en su IV Congreso, y los llevaría en 1915 a dirigir la principal organización

 
    144
 
 

obrera, la FORA, en su IXº Congreso. Alejandro Belkin, a partir de su análisis de la


huelga de inquilinos de 1907, va a interpretar este crecimiento desde la idea de una
“plaza vacante” o “espacio vacío” dentro del movimiento obrero en el terreno de la
lucha económica, que los sindicalistas ocuparon con sus propuestas: “los
sindicalistas hacen hincapié en la necesidad imperiosa de apoyar las propias luchas
obreras, sin que sea necesario adosarles ningún otro condimento” (Belkin. 2007:11).

Además de esta fuerte base sindical, Falcón señala que “a pesar del evidente anti-
intelectualismo de la propaganda Sindicalista Revolucionaria, el movimiento
congregará desde un principio a un sector de intelectuales socialistas, que se
integrarán posteriormente a la nueva corriente y continuarán en ella” (Falcón,
1986/7: 378). Es sintomático que Marotta, quien compendia la versión sindicalista
de la historia del movimiento obrero, pretenda minimizar este hecho afirmando que
“muy pocos intelectuales sumáronse a esta fracción. Figuraban Julio A. Arraga,
Aquiles S. Lorenzo, Bartolomé Bosio, Emilio Troise y Gabriela L. de Coni” (Marotta
1960a:212). Algunos de estos intelectuales habían sido primero prominentes
dirigentes socialistas, y es a ellos a quienes se debe la introducción del pensamiento
de los teóricos europeos, particularmente a Gabriela L. de Coni, de procedencia
francesa, y al abogado Julio Arriaga, luego de una prolongada estadía en Europa.
Julio Godio menciona asimismo la influencia de Walter Mocchi, corresponsal del
Avanti (Godio, 2000:163).

Entre las tendencias principales del sindicalismo revolucionario argentino


encontramos la lucha por la unión obrera y la unidad sindical, la cual llevará a los
sindicalistas a proponer sucesivas veces la fusión a la FORA anarquista para encarar
una acción conjunta contra los principales problemas de la época, como la ley de
residencia, la ley nacional del trabajo y el estado de sitio. En particular, en el
contexto del Centenario, impulsaba el segundo Congreso de Fusión, el “Congreso de
Concentración Obrera”. Este fracasaría a partir de la discusión sostenida en el 8º
Congreso de la FORA en abril de 1910, que implicaría el rechazo de la mayoría ácrata
a la unificación, pese a existir sectores fusionistas.

A entender de los sindicalistas revolucionarios, los sindicatos debían ser no


ideológicos, pluralistas y partidarios de la lucha de clases, “celosos defensores de la

 
    145
 
 

autonomía e independencia del movimiento sindical” (Marotta, 1960b:18). Gracias a


esta postura, conseguirán fortalecerse, impulsando la acción sindical sin exigir a los
sindicatos una definición por una corriente ideológica determinada. Y si bien
reconocían luchar también por derribar al régimen burgués, van a centrarse en la
acción obrera, llevada adelante por los mismos trabajadores en pos de sus propios
intereses, criticando, consiguientemente, tanto a anarquistas como a socialistas por
acercarse al movimiento obrero para imprimirle sus intereses partidarios.

Estas posturas estaban en consonancia con la Carta de Amiens, que postulaba al


sindicato como forma de organización propia del proletariado, a la vez que le
asignaba, por un lado la función de organismo de lucha por las reivindicaciones
concretas y cotidianas y por el otro, de núcleo de la sociedad futura, proclamando la
independencia del mismo respecto de partidos o corrientes ideológicas:

en la obra reivindicativa cotidiana, el sindicalismo persigue la coordinación


de los esfuerzos obreros, el aumento del bienestar de los trabajadores
por la realización de las mejoras inmediatas (…) y considera que el
sindicato, hoy día grupo de resistencia, será en el porvenir el núcleo de la
producción y de la distribución; base de reorganización social. (…) en
aquello que concierne a los individuos, el Congreso afirma la entera libertad
para el asociado, de participar, fuera del grupo corporativo, en
cualquiera de las formas de lucha que correspondan a su concepción
filosófica o política, limitándose a exigirle, en reciprocidad, no introducir
en el sindicato las opiniones que profesa fuera del mismo.

En lo que concierne a las organizaciones, el Congreso decide que con el objeto de


que el sindicalismo alcance su máximo de efectividad, la acción
económica debe ejercerse directamente contra la patronal, no teniendo
las organizaciones confederadas, como asociaciones económicas, qué
preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al margen, puedan
perseguir, en absoluta libertad, la transformación social”1.

                                                            
1 La negrita es nuestra. Orden del día adoptado en el XV Congreso Nacional Corporativo de la

Confederación General de Trabajo de Francia, realizado en Amiens del 8 al 16 de octubre de


1906, declaración de principios del SR internacional. Disponible online en:
http://es.wikisource.org/wiki/Carta_de_Amiens

 
    146
 
 

En consonancia con estos postulados, en “¡Esa autonomía!”, una furiosa crítica a la


posición contraria a la fusión que dominaba entre los anarquistas de la FORA, los SR
argentinos van a afirmar en La Acción Socialista, periódico sindicalista
revolucionario (en adelante L.A.S.):

Entendemos que la organización obrera debe desenvolverse libre y autónomamente


para realizar su obra revolucionaria.

Pero nuestro autonomismo es lógico y consecuente, no teniendo ningún parecido con


el autonomismo de esa gente que después de predicarlo en todas las formas quieren
someter la organización á una influencia de elementos ajenos, sea los provenientes de
las sectas, sea de los partidos ó de las religiones ó del estado.

Entendemos que la clase obrera se basta por sí sola para realizar su lucha
revolucionaria llevándola hasta el extremo anhelado de la expropiación capitalista.
Por lo tanto rechazamos los auxiliares que se ofrecen para llevar de la mano al
proletario y rechazamos las muletas regalitarias ó sectarias que se les brinda. Las
muletas son un estorbo para quienes no las necesitan. El proletariado, bastándose por
si solo no hallará más que un estorbo en esos auxiliares.

En consecuencia, todos aquellos que ofrezcan el amparo de una secta ó una tendencia
del estado ó de un partido á la clase proletaria organizada, con ello no hacen mas que
ofrecer estorbos a la obra que ella realiza en el mundo capitalista, aun cuando quieran
con palabras ampulosas, hacer creer en la poderosa influencia de sus muletas
milagrosas2.

Julio Godio analiza la vinculación con las ideas del italiano Arturo Labriola,
continuador de Sorel, quien afirmaba en Reformismo y sindicalismo que “la
Confederación de los sindicatos es la forma natural de organización de la clase
obrera. En ella se organiza precisamente la clase como tal: los proletarios como tales.
El partido es una asociación ideológica formada por personas que comparten una
misma creencia. El intelectual, el pequeño burgués e incluso el capitalista, pueden
ser socialistas, y por tanto miembros del partido. En los sindicatos lo que une es la
comunidad de la situación económica; en el partido la comunidad de la ideología.

                                                            
2 “¡Esa autonomía!”, L.A.S., 16/10/1909.

 
    147
 
 

¿En qué basamos nosotros, los marxistas, en la premisa de la pureza ideológica o en


la premisa económica de la situación de clase?” (citado en Godio, 2000:161).

La respuesta a esta pregunta parece más que evidente, y en ella se funda un fuerte
antipartidismo, el rechazo a las ideologías, la desconfianza frente a los intelectuales y
el anti-intelectualismo (con la contradicción que ello implica), y a una fuerte
oposición a toda forma de dirigencia “externa” a los propios trabajadores, tal como
aparece plasmado en “La organización obrera”, un artículo de enero de 1910:

El proletariado, por falta de unidad y cohesión se ha debatido en la impotencia,


mientras que los que pretenden ser superiores á la organización proletaria, se han
portado ridículamente y han obstaculizado la obra de éstos.

Aprendan una vez por todas los trabajadores á no confiar á otras fuerzas
que las propias y á desconfiar de todos aquellos que siendo ajenos á
nuestros métodos de lucha, á nuestra condición, quieren introducirse en
nuestras filas, porque la evidencia y la realidad nos dice que ellos solo persiguen
nuestro propio debilitamiento para fortalecer y dar vida á las formas democráticas
que ellos alimentan en perjuicio de la acción revolucionaria de las fuerzas sindicales.

Los momentos por los cuales atravesamos á gritos nos dicen que nuestra confianza
debemos depositarla solo y exclusivamente en nosotros, los productores, y en
nuestras organizaciones de combate; las sociedades de resistencia y que, lo que, lo
que nosotros no podamos, mancomunando nuestras fuerzas nadie lo podrá, mas si
nosotros confiamos en fuerzas extrañas y á ellas nos adherimos no hacemos más que
declararnos impotentes para afrontar los golpes reaccionarios, y es que elaboramos
nosotros mismos nuestra impotencia si es que recurrimos á instituciones que nada
pueden darnos por su carácter democrático y ajenas á nosotros.

Las sociedades de resistencia tienen un poder que nadie puede


igualarlos, puede, cuando la voluntad proletaria así lo quiere, paralizar las fuentes
de riqueza, cosa que obliga al estado burgués á ceder á todas sus peticiones.

Este poder en ningún otro organismo que no sea sindical lo hallaremos. Entonces,
como trabajadores, nuestra organización por excelencia es aquella donde se agrupan
todos los productores.

 
    148
 
 

Y ella más que nadie acelerará nuestra emancipación, porque sus interesados allí
actúan.

¡Trabajadores desechemos el estrecho partidismo que nos separa,


unámonos todos en un solo organismo y jamás la burguesía se atreverá á cometer con
nosotros lo que durante el estado de sitio ha cometido”3.

Es a partir de estas concepciones, que elevan sobremanera el papel del sindicato


como institución que, por su sola existencia y a través de la huelga portaría el poder
de crear la sociedad futura. El papel de la política es reducido, desatendiendo a las
coyunturas concretas. Por esto podríamos hablar de una “fetichización” del sindicato
como única herramienta de lucha proletaria; o más que herramienta, como un fin en
sí mismo.

La huelga general

Alcance el resultado que se quiera, triunfe o fracase, se logre o no la reivindicación


reclamada y en virtud de la cual se promueve un movimiento de huelga general, esa
arma poderosa, decisiva de los productores, tiene la suprema virtud de exponer con
un hecho el estado de ánimo del proletariado que realiza, á la vez que pone en
antecedente á sus actores de una fuerza, quizá antes oculta para ellos mismos;
perturba la tranquilidad de una organización que solo vive y descansa en la
mansedumbre, en la inacción obrera. La huelga general es un principio de subversión
de esta tranquilidad; un principio de negación de los derechos y poderes burgueses;
es la expresa declaración proletaria de la insuficiencia de la legalidad para alcanzar su
mejoramiento, su emancipación y todas sus aspiraciones que intenta actuar por
medio de esta potente y nueva arma que la clase obrera ha concebido y puesto en
práctica en su vida penosa de combate por el bienestar y la libertad. “La huelga
general”, L.A.S., 22/01/1910.

En estos términos definía el SR la huelga general, en vísperas del Centenario.


Entendida como arma ofensiva de singular eficacia y única específicamente obrera, la

                                                            
3 “La organización obrera”, L.A.S., 22/01/1910 (la negrita es nuestra).

 
    149
 
 

huelga general fue defendida por los sindicalistas revolucionarios desde un principio
como recurso fundamental en la lucha entre el proletariado y el capital. Por esto
mismo para lograr la derogación de la Ley de Residencia sancionada en 1902
(herramienta de la burguesía para desarmar el movimiento obrero), los sindicalistas
no dudarán a la hora de escoger el medio de lucha. Así es que esta corriente obrera
impulsará una huelga general para el Centenario como una amenaza dirigida a la
burguesía y a su fiesta “patriota” y “nacional”, que operara de forma de presión para
empujar a las clases gobernantes a derogar la tan repudiada ley.

Así, los SR argentinos obraban en concordancia con los postulados del SR francés
plasmados en la Carta de Amiens: “la obra del sindicalismo: prepara la emancipación
integral que sólo puede realizarse por la expropiación capitalista; preconiza como
medio de acción la huelga general y considera que el sindicato, hoy día grupo de
resistencia, será en el porvenir el núcleo de la producción y de la distribución; base
de reorganización social”4.

Estos principios se hacían ya presentes hacia 1905, cuando previo a la ruptura, el


tercer congreso de la UGT proclamaba una declaración en torno a la huelga general
que respondía al creciente predominio de la fracción sindicalista y afirmaba: “la
huelga general, si por ella se entiende el abandono consciente y espontáneo del
trabajo por parte de los obreros de una localidad, como acto que traiga por
consecuencia la paralización del movimiento de aquellas industrias indispensables
para la vida económica de dichas localidades, puede ser, en determinadas
circunstancias de lugar y tiempo, un medio eficaz para exteriorizar protestas de la
clase trabajadora” (Abad de Santillán, 2005:113). Esto, en palabras de Diego Abad de
Santillán, “significa (…) un acercamiento a la F.O.R.A.” (Abad de Santillán,
2005:133). Sin embargo, como hemos visto, las diferencias entre los sindicalistas y
los anarquistas defensores de la línea de la FORA del V Congreso se harían pronto
visibles, sobre todo en lo concerniente al apoliticismo de unos y el ultimatismo de los
otros. Al respecto, Falcón afirma que si bien “los Sindicalistas Revolucionarios
compartirán el antipoliticismo y el antiestatismo de los anarquistas. Sin embargo,

                                                            
4 Carta de Amiens, op. cit.

 
    150
 
 

pronto se harán visibles, notorias diferencias entre ambas corriente. Para los
sindicalistas el rechazo a la “acción política” no será sustituido por la preparación de
la vía insurreccional, sino que el sindicato aparecerá como el eje presente y futuro de
toda la vida social” (Falcón, 1986/7:377).

Efectivamente, la referencia a la acción directa como método de lucha (y la huelga


general como máxima expresión de aquella) aparecía ya en lo que Sebastian Marotta
denominaba la “concreción del pensamiento sindicalista” (Marotta, 1960a:211), la
declaración del programa sindicalista que aparecía en el primer número de L.A.S., en
julio de 1905, en su artículo b): “Enaltecer la acción directa del proletariado,
desarrollada por su simple y deliberada voluntad de modo independiente de toda
tutela legal, dirigida a disminuir prácticamente las condiciones de inferioridad
económica en que lo tiene colocado el capitalismo” (Marotta, 1960a:212).

El elemento soreliano en las concepciones SR salta a la vista, como bien apunta


Ricardo Falcón: “el recurso a la huelga general tenía (…) un parentesco directo con la
idea del mito soreliano como elemento educador y movilizador de la clase obrera”
(Falcón, 1986/7:377). En términos de Sorel, la huelga general es “el mito en el cual el
socialismo se condensa enteramente, es decir, una organización de imágenes capaces
de evocar instintivamente todos los sentimientos que corresponden a las diversas
manifestaciones de la guerra entablada por el socialismo contra la sociedad moderna.
Las huelgas han originado en el proletariado los sentimientos más nobles, los más
profundos y los de mayor motricidad que posee; la huelga general los agrupa a todos
en un cuadro de conjunto y, por ese agrupamiento da a cada uno de ellos su
máximum de intensidad” (Sorel, 1978:128).

Este elemento emotivo e irracionalista aparece también en las conceptualizaciones


de L.A.S. El componente instintivo espontáneo y movilizador, las imágenes que
evocan recuerdos y sentimientos se corresponden al elemento soreliano en el
pensamiento SR argentino:

La expresión culminante de la acción directa, su expresión más potencial, es la huelga


simultánea de todos los productores, que paralizando la vida productiva de toda la
sociedad la pone al borde de un precipicio, puesto que sin producción no puede haber
vida en sociedad posible.

 
    151
 
 

Además la huelga general produce un sin fin de revueltas de todo género que
detrimenta el actual estado de cosas constituido y mengua enormemente el poder de
la clase burguesa y del estado, porque ella evidencia con una claridad solar que las
aspiraciones del proletariado no han sido satisfechas, que la democracia es
insuficiente, que los medios legales son una engañifa para tenerlo siempre en
condiciones de esclavo.

Es también un estallido de entusiasmo, de fuerza, de juventud, de todo un


conjunto de sentimientos, todo absolutamente nuevo, de origen
proletario. Luego se ligan á todos esos sentimientos mil recuerdos, mil
episodios, toda una historia de triunfos, derrotas, de caídos; en fin, se
forma toda una vida nueva, la cual comienza con los simples documentos
y protestas, se agranda con los primeros hechos y se agiganta con la
grandiosa manifestación general de fuerza y entusiasmos que es la
huelga general. Esta no es sino la gran batalla necesaria para dejar definitivamente
conquistadas mil ventajas de otros tantos pequeños combates y escaramuzas. Las
guerrillas son el preludio indispensable de estos colosales choques de las clases.
Aceptando lo uno, es lógica consecuencia hay que aceptar lo otro. No hay más
diferencia que de cantidad de fuerzas que entren en acción.

Parece por eso que la huelga general será el arma favorita del proletariado en los
tiempos venideros5.

En éstos mismos términos analizaban, a su vez, la huelga del 1º de mayo de 1909,


como un “elocuente despertar proletario”, haciendo énfasis nuevamente en los
elementos movilizadores y aglutinantes (los elementos de motricidad que resaltaba
Sorel), y la idea de un “alma proletaria” capaz de responder a la huelga
movilizándose:

ella alcanzó tan grandiosa magnitud, que no podíamos hacer a menos que dejarnos
arrastrar por la sorpresa que nos produjo la constatación de ese hecho sugerente
que nos presento íntegramente el alma proletaria: rebelde, vigorosa,
impregnada de un profundo sentimiento de guerra de la explotación y la
tiranía burguesa. Por su grandiosidad es un hecho que subyuga. Y
significativo en sumo grado por las esperanzas que sugiere.

                                                            
5 “La huelga general”, L.A.S., 22/01/1910 (la negrita es nuestra).

 
    152
 
 

Todo ha contribuido a dar impresión real de la existencia de una fuerza


formidable capaz por si sola de conmover y trastornar el orden burgués.
Y esa fuerza, esa energía, es propia y exclusiva de los trabajadores. Así se
ha comprobado en los hechos una vez más. Basta para ponerla en actividad y para
que asuma todos los caracteres específicos de una acción disolvente,
demoledora, que se hiera su dignidad de clase, o que se sientan
impulsadas por el soberano deseo de conquistar su emancipación.
Cuando sus sentimientos de guerra, que eternamente dormitan,
despiertan, adquieren un empuje irresistible. Es que el proletariado lo
puede todo porque lo crea todo. Un instante de instintiva clarividencia lo
lleva a la clara comprensión de su condición y capacidad social, entonces,
cual un titán hace crujir músculos de acero con inaudita fiereza y
exterioriza con imponente majestad todo su odio a la tiranía capitalista
que somete a la clase productiva a la más oprobiosa explotación”6.

Paralelamente a la discusión de Sorel y el SR francés con el socialismo


“parlamentario” y “reformista”, los SR Argentinos van a reivindicar continuamente la
estrategia de la huelga general como método por excelencia de intervención de la
clase obrera, en franca discusión con el socialismo local, que es acusado de
parlamentario y reformista. Es que hacia 1910, lejos de las posiciones “reformistas”
que harían conocido al sindicalismo revolucionario más adelante y que han sido
ampliamente retomadas por la historiografía, esta corriente que se encontraba en
franco ascenso va a presentar una política sumamente radical, profundamente crítica
del estado, que rechazaba cualquier intervención del aparato público y ponía énfasis,
exclusivamente, en el accionar obrero a través de la huelga general. Así, los
sindicalistas intentaron, frente al Centenario, dar al movimiento un carácter de
cuestionamiento político al sistema arrollando los símbolos burgueses.

La concepción sindicalista revolucionaria del Centenario7

                                                            
6 “Elocuente despertar proletario, La huelga general – Triunfo completo de los huelguistas”,
L.A.S., 16/05/1909 (la negrita es nuestra).
7 Esto ha sido desarrollado en profundidad en el artículo de las autoras, “La impugnación al

imaginario nacional patriótico y la construcción de una identidad opositora propia: el sindicalismo

 
    153
 
 

La conmemoración del primer Centenario de la Argentina se presentó como una


fecha clave para la elite, en un contexto en el que ésta buscaba afianzarse y
consolidar su posición de poder, ocultando las diferencias de clase, reforzando los
sentimientos patrióticos y nacionales y arrastrando bajo su tutela al resto de la
sociedad. Frente a la difusión de las ideas de “patria”, “nación”, “república”,
“tradición”, “ciudadanía” y “libertad” que la clase gobernante intentaba imponer al
conjunto de la sociedad, el SR intervino de manera independiente, cuestionando
críticamente cada una de estas nociones y construyendo, por oposición, una
identidad propia articulada en torno de la concepción de “clase”. Con respecto a la
noción de libertad, los sindicalistas revolucionarios rechazaron rotundamente su
contenido y carácter burgués, proclamando las libertades obreras: el
desenvolvimiento de la acción sindical y del accionar en pos de la emancipación
obrera. Asimismo entendían la conmemoración de la Revolución de Mayo como una
revolución de carácter burgués en la que la burguesía habría conquistado el poder
político. De este modo se rechaza la idea de una unificación del pueblo argentino en
el festejo, y se rechaza la gesta de mayo como un momento fundacional para el
proletariado, que tiene sus propias fechas, hitos y festejos. En L.A.S. del 26/03/1910,
en “La batalla del Centenario” leemos:

La burguesía argentina no celebra un acto exento de carácter de clase. Ella celebra la


conquista de una plaza que fue la base de conquistas posteriores y de su
enriquecimiento y grandeza. (…) Juzgándolos con este criterio, se comprende
fácilmente que lo que en el fondo hay es una celebración de las libertades de gobernar
política y económicamente conquistado por la burguesía. No libertades genéricas. No
conmemoración de libertades proletarias, puesto que el proletariado ha surgido de su
condición primera de revolucionario. (…) Así el proletariado (…) no puede tolerar que
se conmemore con total hipocresía “libertades” no existentes8.

                                                                                                                                                                          
revolucionario en el Centenario”, Actas de las Jornadas “Bicentenario, Perspectivas, debates y
desafíos para las ciencias sociales, Tandil, agosto de 2010.
8 “La batalla del Centenario”, L.A.S., 26/03/1910.

 
    154
 
 

En otro artículo titulado “¡Dulce Patria!” y publicado en L.A.S. el 15/01/1910 con


motivo del levantamiento del estado de sitio declarado a partir del atentado que se
cobró la vida del jefe de policía Falcón, se lee una serie de denuncias frente a las
supuestas “libertades” de que se goza en suelo argentino: en un país supuestamente
rico y de abundancia, para el obrero los alimentos y alquileres son caros, y su vida se
rige por la escasez; se denuncia la corrupción de los concejales que “estafen
patrióticamente”(sic) al pueblo; en un país de libertades, se apresan y matan
huelguistas y militantes obreros, y el accionar de la policía es represivo; en un país
que recibe de brazos abiertos al inmigrante, se lo expulsa por la puerta trasera
aplicando la ley de Residencia a través de expulsiones y deportaciones; “la prensa ha
tenido la más amplia libertad para callar todo lo que sabía y decir lo que no sabía”;
denuncian, por último, el estado de sitio, anulación por excelencia de las libertades.

Además de protestar por la inexistencia de libertades para el proletariado, el SR


rechaza la noción de “patria” que, en las proximidades del Centenario, la clase
dominante exaltaba y festejaba, y denuncia a ciertos sectores del socialismo por
plegarse a la efervescencia nacionalista. Mientras que el socialismo dice guardar
“respeto” y “admiración” por la obra de 1810, “que dio al país más libertad de
comercio, acelerando así su desenvolvimiento, vinculando su pueblo a los otros
pueblos del mundo, y abriéndolo a los mismos hijos de España, alejados hasta
entonces de esta región por vetustas ordenanzas” (La Vanguardia 10/04/1910), el
SR entiende la “patria” como un instrumento de la clase dominante para dividir al
proletariado, que en el caso argentino estaba nutrido de un gran componente
extranjero, y propone, en cambio, un ideal internacionalista de unidad. Los
socialistas son acusados de “reformistas”, refutando sus caracterizaciones acerca de
la patria y el nacionalismo, mientras se rechazan los intentos de la burguesía de
ocultar las diferencias de clase para mantener así a los obreros dispersos,
desorganizados y sometidos a la explotación. Así en L.A.S. del 01/07/1909 afirman:

Quieren los reformistas fortificar la unidad nacional”. En esa obra los directamente
interesados son los burgueses, los hombres de estado, los conservadores. El beneficio
de tal fortificación sería para la burguesía argentina y su casta dominante en el estado
(…) El proletariado se halla en lucha permanente contra el estado, contra la nación,

 
    155
 
 

contra todas las ideologías que apuntalan a la burguesía en primer lugar al


patriotismo, la nueva religión que se ha propagado para sustituir a la religión
muriente que el pueblo obrero va abandonando. Si no se puede sujetarlo por la
religión antigua, por el amor y el temor de dios, se puede dominarlo por la religión
del estado, la patria, inculcándole en todas formas esa nueva deidad subyugadora de
conciencias. (…) Este sentimiento inteligente de los burgueses, estúpido en lo
obreros, tendría la virtud de reunir a todos los argentinos bajo los pliegues de la
blanca y azul bandera de Berutti y French (¡!!). (…) guiado el proletariado por los
piadosos y patrióticos deseos de los reformistas llegaría a la degeneración y la muerte
de su lucha, de su organización, de su personalidad histórica, a la renuncia de su
provenir (…) La fortificación de la nación es la fortificación de la burguesía, de las
fuerzas conservadoras de la sociedad capitalista. El proletariado que tiende a la
destrucción de la burguesía y de todas sus instituciones no puede sino lamentarse si
las naciones se robustecen, si los sentimientos patrióticos se arraigan. Un
proletariado patriota, seria un proletariado de almas de esclavos, que no haría
huelgas generales, que seria obediente de las leyes, que estaría dispuesto a matarse
con el proletariado brasileño o chileno, en cuanto se ofendiese al trapo azul o blanco
de Falcon y Figeroa Alcorta9.

De este modo, para el SR cualquier idea de una patria común para capitalistas y
obreros no era más que un engaño, un intento de disfrazar el carácter clasista de esta
construcción. Y la defensa de la patria no era más que la defensa del estado burgués,
de la propiedad privada y de la explotación del obrero. Para el SR “Cuando se
defiende la patria, lo que se defiende en realidad es al estado, bajo cuyas órdenes
están los medios de guerra y de mando” (“El proletariado y la patria”, L.A.S.,
02/04/1910). Esta corriente también va a denunciar el falso “nacionalismo” de la
burguesía argentina, que mientras atacaba a los extranjeros que venían a trabajar en
suelo nacional, se arrodillaba frente a los capitales y bancas internacionales:
“¿Porqué se habla de extranjerismo si se sabe que quien gobierna en este país
esencialmente cosmopolita, es la alta banca, los grandes industriales, las fuertes
empresas ferrocarrileras, de tranvías, los ricos terratenientes, etc. Y los dueños de
todo eso que constituye la R. A. en su inmensa mayoría, son extranjeros, gente de esa

                                                            
9 “El proletariado y la patria (conclucion)”, L.A.S., 01/07/1909.

 
    156
 
 

que no sabe compensar los cuantiosos sacrificios que han hecho por ellos los nativos”
(“La “raza” y la “tradición””, L.A.S., 08/12/1909.).

Vemos entonces que los SR criticaron y rechazaron los valores que la burguesía
pretendía imponer en la sociedad, y al conjunto del proletariado, y realizaron sus
propias caracterizaciones acerca de la Revolución de Mayo y la conmemoración del
Centenario denunciando el carácter de clase de estos hechos que, a su entender, en
nada beneficiaron al proletariado sino que por el contrario lo sometieron al yugo de
quien se erigió como clase dominante a partir de 1810, la burguesía “nacional”. Por
esto mismo propugnaron a fondo la celebración “inversa” del Centenario con la
huelga general, para desenmascarar la fiesta burguesa y levantar los reclamos de la
clase obrera.

Relato de los acontecimientos

Los hechos del Centenario son la culminación y cierre de un ciclo de ascenso de las
luchas obreras y conflictos sociales abierto hacia 1909, cuyos hitos principales son
harto conocidos. La Semana Roja, el “ajusticiamiento” de Falcón, la manifestación en
solidaridad con el asesinato del anarquista español Ferrer, el estado de sitio que va a
durar hasta enero de 1910, los intentos de fusión propuestos por la CORA a la FORA
y el VIII Congreso de la FORA son todos hechos que preceden y enmarcan el
contexto del Centenario y los sucesos que aquí nos proponemos rememorar.

Ya a principios de 1910 las distintas corrientes del movimiento obrero organizado


comienzan a discutir la necesidad de aprovechar el Centenario como una instancia
para hacer sentir sus reclamos y presionar sobre la burguesía para lograr sus
principales reivindicaciones, fundamentalmente la derogación de la Ley de
Residencia y la liberación de los presos por causas sociales. Mientras que los
socialistas no adoptan una actitud demasiado crítica hacia los festejos de la “patria”
que la clase dominante preparaba, anarquistas y sindicalistas discutirán la necesidad
de llevar adelante una huelga general que coincidiese con los festejos y reclamase
principalmente, entre otras cosas, por la eliminación de la mencionada ley.
Igualmente, existieron marcadas diferencias entre estos dos grupos y las respectivas

 
    157
 
 

centrales obreras que dirigían, la FORA y la CORA. Mientras que esta última
impulsará firmemente la realización de la huelga, en el interior de la FORA existirán
divergencias con respecto a la capacidad del movimiento obrero para llevar adelante
tal medida con éxito. Estas discrepancias entre las dos corrientes quedaron
registradas en sus periódicos de aquel entonces. Así, vemos que en marzo de 1910 La
Protesta, diario anarquista, publica una nota titulada “Centenario Rojo” en la que si
bien no se hace mención a la huelga general, se proclama la necesidad de
conmemorar un Centenario “rojo” para denunciar las injusticias de la Argentina de
aquel entonces, y cuya máxima expresión era la existencia de la Ley de Residencia
sancionada contra aquellos que se rebelaban contra el sistema (“Centenario Rojo”,
La Protesta, 23/03/1910). Tres días después de esta nota, L.A.S. publica un artículo
titulado “La batalla del Centenario” en el que se denuncia la inexistencia de
libertades para el proletariado y se anuncia la conveniencia de declarar una huelga
general:

Se comprende entonces que la burguesía no pueda conmemorar una fecha que señalo
el triunfo de su causa creando sus libertades, con la cesión de libertades al
proletariado, quien al crear el nuevo poderío de la clase obrera destruye la
supremacía burguesa conquistada hace un siglo (…) Solamente el proletariado puede
hacer que el centenario se convierta en una fecha que señale la conquista de una
nueva libertad. A ello se prepara. La CORA ya ha dado la voz para que los gremios
traten preferentemente este asunto en sus reuniones, á fin de que en el momento
preciso, ya demasiado vecino, se produzca el estallido de la huelga general exigiendo
la derogación de la ley de residencia10.

A su vez, en L.A.S. de ese mismo día es publicada una circular, con fecha el 15/03,
bajo el título de “Confederación Obrera Regional Argentina” y repartida a todos los
sindicatos adheridos en la que se declara:

El objeto de la reunión de delegados de los sindicatos obreros es para acordar y


determinar la declaración de huelga general en la fecha del centenario exigiendo del
Estado burgués la abolición de la ley de residencia. Camaradas ninguna fecha mas
propicia para los trabajadores de la Argentina podía presentarseles para reivindicar

                                                            
10 “La batalla del Centenario”, L.A.S., 26/03/1910.

 
    158
 
 

sus derechos de clase violentamente ultrajados por el enemigo común como el


centenario de la independencia burguesa, fecha que por el lujo y brillo de la misma
exteriorizará la miserable situación de los trabajadores11.

Se sucedieron numerosos debates sobre la conveniencia o no de declarar la huelga


general. El diario anarquista de la tarde, La Batalla, publica el 07/04/1910 un
plebiscito “para conocer la opinión popular” con respecto a una serie de
interrogantes: “¿Conviene derogar la ley de residencia? ¿Conviene exigir la amnistía?
¿Conviene exigir la libertad de los presos por cuestiones sociales? ¿Es lógica la huelga
general para el Centenario? ¿Cuál debe ser la actitud de los nacionales y extranjeros
ante ella y el objeto que la motiva?” (“Huelga general para el Centenario. Plebiscito
de La Batalla”, La Batalla, 07/04/1910). Cinco días después era publicado el cupón
para entregar el voto del plebiscito.

Por esos mismos días, el 09 de abril, L.A.S. publicaba un artículo titulado “La
Revancha” en el que se comenta el temor existente en la opinión pública burguesa
con motivo de la anunciada huelga general:

Ya se encargará la Confederación de exponer claramente las causas que motivan esa


lucha, por medio de terminantes y explicitas declaraciones. Así sabrá el proletariado
del mundo entero que se luchará para que no subsista la inicua ley de residencia,
decretada con el solo propósito de impedir el desenvolvimiento de la acción sindical y
la realización de la obra de emancipación obrera. ¡La burguesía pretende que se le
deje realizar libremente los festejos en honor de una mentida emancipación
americana, cuando el proletariado argentino está sometido política y
económicamente por ella sin tener siquiera los más elementales derechos de
defensa!12

Y en un tono amenazante anuncia: “¡Oh, si; será el día de la venganza! (…) ¡La fiesta
se convertirá en tragedia! O dese satisfacción á las reclamaciones proletarias:
libertad de los presos y derogación de la ley de residencia (…) Decidan los
gobernantes si quieren tragedia o fiesta (…) ¡Viva la huelga general del centenario!”
(Ibíd.).

                                                            
11 “C.O.R.A”, L.A.S., 26/03/1910.
12 “La Revancha”, L.A.S., 09/04/1910.

 
    159
 
 

Como dijimos anteriormente, el tema de la huelga general suscitará divergencias


entre las distintas corrientes obreras. El socialismo se resistirá desde un principio a
considerar la medida como adecuada para lograr la satisfacción de los reclamos
obreros. Tal es así que el 10 de abril La Vanguardia publica un artículo escrito por
Juan B. Justo y titulado “En Mayo” en el que el dirigente socialista expresa su
opinión acerca de la huelga del Centenario:

es ésta un procedimiento de lucha cuya eficacia y trascendencia conviene no


comprometer en intentonas extemporáneas e inmotivadas. Se habla de vengar
agravios recibidos por la clase trabajadora, idea pueril de venganza que, aun como
sentimiento individual, es una preocupación grosera e inconducente. El ofendido que
se deja dominar por ese sentimiento atávico recibe doble ofensa: la que le infligió el
ofensor y la que se inflige a sí mismo al subordinar su conducta a la de otro, al
distraerse de sus fines propios en la obsesión de castigar al ofensor (…) La huelga
general es una gran solemnidad obrera. Declararla en ocasión de las fiestas del
Centenario sería, pues, asociarse a ellas, contribuir por contraste a darles
importancia, subordinar a la tradición burguesa un acontecimiento de la vida obrera
que se pretende sea grande (…) Actos recientes de la autoridad, y en primer término
la importante ordenanza sobre la intervención de la policía en las huelgas, preparan
una época de progreso ordenado y rápido para la organización obrera. Grave error
sería malograr esta buena oportunidad por el capricho de hacer un poco de ruido o de
escándalo. El papel del pueblo trabajador consciente en las próximas fiestas debe ser
otro. (…) Celebremos el Centenario en nuestro fuero interno, pero no dejemos creer
que las fórmulas de independencia y libertad nos colman de entusiasmo cuando nos
oprime y nos despoja una oligarquía corrompida, incapaz de respetar siquiera las
reglas elementales de la libertad burguesa. Mantengámonos, pues, lejos de los altares
en que los politicastros van a ofrendar sus sonados y mentidos sacrificios a la patria13.

Esta postura fue criticada por el SR y el 16 de abril es publicada una nota con título
“La preocupación burguesa”, en la que además de hacer referencia a los temores de la
clase dominante frente a las amenazas del proletariado de convocar a una huelga
general se critica a los socialistas tildándolos de “reformistas” e “intelectuales”:

                                                            
13 “En Mayo”, La Vanguardia, 10/04/1910.

 
    160
 
 

Así los diarios burgueses han lisonjeado en las últimas semanas al patriotismo, al
argentinismo de los reformistas, llamándolos á estar con los burgueses dentro de un
mes, cuando la Republica burguesa argentina estará vestida de gala para festejar un
siglo de existencia. Y acertaron. La lisonja fue correspondida. El reformismo, como
partido militante, no puede sino condenar los actos “instintivos y salvajes” que realice
un proletariado revolucionario para la conquista de sus libertades, para afirmar una
vez más su personalidad combatiente en el concierto ilimitado de las guerras sin fin
que se libran en todo lugar y tiempo. (…) Pero ante esa oposición burguesa el
proletariado unánimemente debe levantar su bandera de guerra. Aún la fracción
obrera templada que milita en el mismo bando de los intelectuales que manifiestan su
posición la huelga del centenario, deben acompañar decididamente esta lucha, si su
alma obrera no ha sido del todo transformada en un alma de rebaño. Porque en el
centenario se dividirán las clases, y los intelectuales que medran en los ambientes y
sistemas democráticos estarán con la democracia, mientras que los obreros, que en
los estados democráticos se hallan en la abyección, estarán con su clase, con sus
ansias de libertad, con sus odios á sus explotadores: estarán con la revolución obrera
que ellos elaboran, no con la revolución burguesa del siglo pasado, que elaboraron los
dignos antenatos de los actuales grandes ladrones del gobierno, del comercio y de las
fabricas. El proletariado no ha cruzado las universidades, como las cruzaron estos
intelectuales, y por eso nada los liga á la patria ni á la clase dominante. En cambio ha
cruzado las fábricas, donde ha sentido el azote de la explotación. Por eso solo puede
expresar los odios reconcentrados y las protestas airadas contra los farsantes que
pretenden festejar grandezas que desconoce la clase obrera14.

Luego de largos debates finalmente la CORA vota la huelga general, que queda
acordada en una reunión de delegados el día 22 de abril. Al día siguiente los distintos
periódicos obreros publican y dan a conocer las resoluciones y el detalle de los votos
de los delegados de las sociedades adheridas: 13 a favor, 4 en contra y 8
abstenciones. En La Vanguardia se lee: “Enseguida se pasó a discutir la fecha en que
debía producirse el movimiento, que según sus iniciadores tendría como objetivo la
derogación de la ley de residencia, la libertad de los presos por cuestiones sociales y
la entrada al país de los obreros deportados. El debate fue glacial, llegándose en la
conversación a un acuerdo tácito respecto a la conveniencia de celebrar una tercera
                                                            
14 “La preocupación burguesa”, L.A.S., 16/04/1910.

 
    161
 
 

asamblea para determinar la fecha del pronunciamiento. Mientras tanto, se dijo, el


Consejo Confederal correrá con la propaganda, agitando especialmente aquellos
gremios que deben desempeñar un papel primordial en la huelga votada” (“Agitación
gremial. C.O.R.A”, La Vanguardia, 23/04/1910).

Días después, el 28 de abril, el Consejo Confederal de la CORA publica un


documento sobre la huelga general en el que se lee: “El consejo de delegados de esta
organización (…) ha resuelto declarar, si los poderes no dan satisfacción en fecha
oportuna, la huelga general como único medio que tiene a su alcance la clase obrera
para conseguir tan alto propósito de libertad de clase (…) Si la voz del proletariado no
tiene la virtud de ser atendida, la huelga general estallará en las vísperas del 25 de
Mayo, como un mentís a cuantas libertades quieran celebrarse y exhibirse ante el
mundo civilizado (…) ¡Trabajadores! ¡La resolución de los delegados de nuestros
gremios ha de merecer nuestra más decidida adhesión, y cada uno de vosotros debe
convertirse en un soldado de la cruzada libertadora! (…) Estemos listos para esta
emergencia en que se desarrollará la lucha más estupenda que registra la historia del
proletariado argentino. -¡Abajo la ley de residencia! ¡Viva la huelga general! ¡Viva la
Confederación!” (“La C.O.R.A. al proletariado argentino”, La Confederación, n° 2,
mayo de 1910).

Marotta comenta este documento y discute las polémicas afirmaciones de Abad de


Santillán quien afirma: “Los sindicalistas de la Confederacion Obrera Regional
Argentina comprendieron que el Consejo Federal de la F.O.R.A. no se hallaba
enteramente dispuesto a seguir en absoluto la corriente popular, y se atrevieron a un
golpe de audacia demagógica, declarando por su cuenta la huelga general para el 18
de mayo” (Abad de Santillan, 2005:206). Frente a esto Marotta responde: “En un
juicio injusto, Diego Abad de Santillán, atribuye a la CORA, con su declaración de
huelga general, la realización de `un golpe de audacia demagógica´. (…) y agrega:
“los sindicalistas (…) propugnaron la huelga general, como supremo argumento
desde mayo de 1909, y la ratifican en todas sus publicaciones posteriores a esa fecha
hasta el momento de las decisiones definitivas” (Marotta, 1960b:71) Asimismo, el
militante ácrata Gilimón, con respecto a la declaración de la huelga, sostiene en sus
“Hechos y Comentarios”:

 
    162
 
 

Los sindicalistas por su parte se apercibieron de la actitud silenciosa y un tanto


equívoca de los hombres que estaban al frente de la Federación, y dieron un golpe de
efecto declarando la huelga general para el 18 de mayo, si para ese día el gobierno
nacional no derogaba la ley de residencia, decretaba la libertad de los presos por
cuestiones sociales y daba amplia amnistía á los prófugos y desertores del Ejército.
Esa declaración de huelga general comprometía muy poco á los elementos de la
Unión General de Trabajadores, que eran muy poca cosa para un paro de ese género;
pero el efecto moral que causó entre los anarquistas fue grande, ya que con ella se
presentaban los sindicalistas como más revolucionarios que la F.O.R.A., á pesar del
abolengo revolucionario de esta institución. Los miembros del Consejo Federal
continuaron, no obstante, callados. Y para contestar á los anarquistas que personal ó
públicamente le censuraban, mostraban reservadamente una serie de manifiestos que
tenían ya impresos, declarando la huelga general, y daban cuenta de los hechos con
ciertos gremios -los de la empresa de la usina eléctrica entre ellos- para que en plena
fiesta se declararan en huelga, reclamando mejoras. El hecho es que el Centenario se
temía abajo y arriba, en todas partes, y que faltaba resolución para encarar la
situación de un modo franco en todos lados.” (Gilimón, 1971: 83).

De este modo vemos cómo los SR terminaron empujando “por izquierda” a la FORA,
apresurándose a declarar la huelga general y obligando así a esta a sumarse a la
convocatoria de huelga para el día 18. Las dudas de ésta organización se habían
hecho ya visibles en la celebración del 1º de mayo, en cuyo balance, titulado “Fracaso
de los socialistas.-Triunfo de la F.O.R.A.---8.000 manifestantes desfilando bajo la
lluvia”, La Batalla, diario anarquista de la tarde, afirma:

El objeto de este mitín puede decirse que no ha sido otro que el de exponer fuerzas y
comprobar en piedras de toque—las lluvias desmoralizadoras, las especies alarmistas
á rodar—el valor de empuje y resistencia de las multitudes anarquistas. Se necesitaba
esta constatación para lanzarse con firmeza á la campaña del Centenario. Podemos
asegurar después de lo de ayer que el más espléndido triunfo coronará esta campaña,
pues las multitudes que saben resistir un aguacero—y díganlo los ciudadanos del
1810—sabrán resistir después aún las balas…

El objeto ostensible de esta manifestación—la conmemoración del 1º de Mayo—fué


sustituido por el objeto de actualísimo de las batallas centenarias en que estamos

 
    163
 
 

empeñados. El mitín de ayer es, pues, algo así como un adelanto, un anticipo del
mitín monstruo a realizarse el día 8; debemos estar satisfechos los anarquistas…15

El 7 de mayo La Vanguardia vuelve a manifestarse en contra de la huelga del


Centenario con una nota titulada “En pro del buen sentido y de los intereses obreros”
en el que se le resta importancia a la Ley de Residencia:

Comparada con muchas leyes extorsivas que perjudican los intereses más vitales del
pueblo trabajador y con otras que necesitaría, la ley de residencia está muy lejos de
tener la importancia de ellas. Esto no quiere decir que le neguemos toda importancia
(…) Pero de esto a dar una preferencia inmotivada a esa demanda, a revolver el
mundo por ella, hay una distancia que sólo puede salvarla el cálculo malintencionado
o la mentecatez elevada a la quinta potencia.” Y se critica la medida de la huelga
general para reclamar por la eliminación de esa ley: “El recurso supremo de la huelga
general, arma eminentemente política de la que no se debe echar mano sino en
circunstancias extremas, y siempre de resultados problemáticos, no puede ser
empleado para reclamar la derogación de una leyecita perfectamente innocua, y que
nadie debe mirar con tanto desprecio como los anarquistas, despreocupados de toda
ley, y tan revolucionarios que nadie los creería capaces de dar ni pedir cuartel al
enemigo (…)¡Una huelga general por ley! Indudablemente, la táctica de los
anarquistas es muy sabia, y sobre todo muy revolucionaria. La clase trabajadora,
según ellos, no debe elegir diputados que combatan las leyes malas y sostengan las
buenas. Le será más provechoso imponerse el sacrificio de muchos días sin salario
para ir, guiada por los caudillos anarquistas, futuros empleados de aduana, a las
puertas del congreso o de la casa de gobierno, a pedir al señor Figueroa o a sus
diputados quieran cambiar o derogar esta o la otra ley”.

El día 8 de mayo los anarquistas organizaron un mitín de protesta contra las


autoridades de la Penitenciaria Nacional, para reclamar por el maltrato a los presos
en las cárceles. Según Marotta “En el lugar del numeroso mitín –plaza Colón- los
anarquistas y la F.O.R.A. anunciaron la huelga general, fijando también como la
C.O.R.A. el 18 de mayo para su comienzo. Entretanto, el Consejo Federal de la
F.O.R.A. parlamentaba con el gobierno con el objeto de lograr una solución antes de

                                                            
“El gran acto callejero de ayer. Fracaso de los socialistas.-Triunfo de la F.O.R.A.---8.000
15

manifestantes desfilando bajo la lluvia”, La Batalla, 02/95/1910.

 
    164
 
 

llegar a los extremos. Pero fueron inútiles las conversaciones” (Marotta, 1960b:72).
Gilimón, en Hechos y Comentarios, también hace referencia al 18 de mayo como el
día acordado para iniciar el paro. En este contexto, el 12 de mayo tiene lugar una
reunión de delegados de sociedades obreras convocadas por la C.O.R.A. para fijar la
fecha en la que debería darse comienzo a la huelga general. Hubo una votación en la
que de un total de 25 delegados, 19 votaron a favor de declarar la huelga el 18 y 16 se
abstuvieron de votar.

El gobierno, por temor de ver frustradas sus celebraciones y festejos, se adelanta al


movimiento obrero declarando el estado de sitio el día 14 de mayo, aunque desde el
día anterior inicia una ofensiva represiva con el ataque a las redacciones de los
principales periódicos obreros –incluida La Vanguardia, aunque el PS se había
manifestado en contra de la huelga general-, el encarcelamiento de centenares de
activistas, deportaciones, y ataques a numerosos locales obreros. Sin embargo, la
huelga general se llevó adelante, si bien con mucho menos fuerza debido al feroz
accionar represivo. Al respecto, L.A.S., afirma:

Como es de conocimiento general, la huelga general había sido declarada para el día
18 de Mayo. Sin embargo, muchos trabajadores se adelantaron comenzando á hacer
la electiva el lunes 16, como respuesta al estado de sitio y á los criminales desmanes
de la chusma burguesa. (…) El movimiento se mantuvo por algunos días decayendo
luego visiblemente debido á la imposibilidad de reunirse ni de vincularse en forma
alguna. Con todo esta huelga representa un triunfo obrero. Más de quinientos
compañeros, y entre ellos casi todos los mas activos estaban presos desde antes que
se decretase el estado de sitio. (…) Con todo esta huelga representa un triunfo obrero.
Más de quinientos compañeros, y entre ellos casi todos los mas activos estaban presos
desde antes que se decretase el estado de sitio”16.

El día 21 la CORA levantaba la huelga, “pues el movimiento decaía y eran inútiles los
esfuerzos que rehacían para prolongarlo” (Ibíd.).

Balance

                                                            
16 “La huelga general”, L.A.S., 14/6/1910.

 
    165
 
 

Este “triunfo obrero” que destacaban los SR no fue visto como tal por el resto de las
corrientes. En efecto, podría afirmarse que las predicciones del Partido Socialista
habían sido bastante certeras, cuando afirmaban que las condiciones no estaban
dadas para una huelga general.

El forista Diego Abad de Santillán afirmaba en La FORA que todos habían sido
atormentados por la represión, incluyendo a la CORA quien había sido “víctima de su
afán de ganar una batalla a lo Pirro adelantándose a la declaración de la huelga (…)
El gobierno triunfó, pero la historia recordará que para celebrar la fecha de la
Independencia fue necesario convertir a Buenos Aires en un campamento militar,
con estado de sitio y con cárceles repletas (…) Por un par de años fue imposible el
funcionamiento normal de la organización obrera” (Abad de Santillán, 2005: 207).

Por su parte, el sindicalista Marotta va a hacer con posterioridad un balance con una
mayor autocrítica que L.A.S. de aquel entonces, donde el movimiento ya aparece
como una “derrota”, responsabilizando de ello al gobierno. “El movimiento, realizado
para consagrar la libertad, era derrotado con el estado de sitio, con la prisión de
medio millar de sus más enérgicos militantes y la destrucción de sus locales y
órganos de publicidad. (…) Podrá decirse –con no poca razón- que hubo de parte de
las organizaciones obreras precipitación y de algunas publicaciones excesos de
lenguaje; podrá arguirse que las circunstancias no eran las más propicias para la
realización de un movimiento de esta naturaleza. Nada de esto justifica sin embargo
ni la declaración del estado de sitio, ni la serie de tropelías cometidas” (Marotta,
1960b:78).

Como reconoce Marotta éste fue un duro golpe para la organización de los
trabajadores, que tardará años en recuperarse y rearmarse. Hacia mediados de la
segunda década del siglo XX, cuando se advierte un despuntar en la actividad del
movimiento obrero, el escenario ya no será el mismo que hasta 1910: el SR se
encuentra ya ganando hegemonía, y en 1915 en el IX Congreso de la FORA (a la que
habían decidido ingresar tras disolver la CORA) logrará derogar el postulado que
defendía el comunismo anárquico como fin de la organización. Asimismo, ganará
hegemonía en algunos de los principales sindicatos. El anarquismo, en cambio,
saldrá golpeado de la contienda, aunque mantendrá parte de su hegemonía. Sin

 
    166
 
 

embargo, la etapa del predominio anarquista en el movimiento obrero había llegado


a su fin. El socialismo, por su parte, seguirá profundizando su política parlamentaria.

Si bien la responsabilidad de la represión le cabe al gobierno, no hay que dejar de


lado que el accionar “irresponsable” del SR en parte provocó la acción precipitada del
gobierno, que no dudó a la hora de reprimir. Este accionar se desprende de los
principios teóricos ya analizados, en lo que podría denominarse una “fetichización”
de la huelga general como un fin en sí mismo, más allá de sus resultados o
consecuencias, “alcance el resultado que se quiera, triunfe o fracase, se logre o no la
reivindicación reclamada”. Por esto mismo el SR se demostró intransigente en la
declaración de la huelga general del Centenario y defendió a rajatabla este recurso.
Como indica Suriano, “la decisión de la CORA apresuró el apoyo de la FORA a la
medida y, aún sin convicción, radicalizó el discurso en pro de la huelga arrastrando a
todo el movimiento anarquista” (Suriano, 2010:6), quién fue el más duramente
golpeado por la represión.

El presente trabajo se ha propuesto mostrar el papel crucial que cumplió esta poco
estudiada corriente en los hechos del Centenario, y sus consecuencias para el
movimiento obrero organizado, reconstruyendo a su vez los principios teóricos que
lo guiaron en su accionar en estos años. Sin embargo, se hace necesario aclarar que
en estos momentos de su historia el SR se encontraba en el pico de su radicalización;
no mucho tiempo después, y al igual que el ideólogo francés del que se nutrían,
terminarán abandonando muchos de estos principios y volcándose al más tibio
reformismo sindical, lo cual, junto con su apoliticismo, los llevará, ya asentados en
algunos de los principales gremios, a atravesar un proceso de creciente
burocratización.

 
    167
 
 

Referencias

Abad de Santillán, Diego (2005). La FORA, Ideología y trayectoria del movimiento


obrero revolucionario en la Argentina, Buenos Aires, Libros de Anarres.

Belkin, Alejandro (2007). Sobre los orígenes del sindicalismo revolucionario,


Cuadernos de Trabajo Nº 74, Buenos Aires, CCC.

Del Campo, Hugo (1986). El “sindicalismo revolucionario” (1905-1945). Selección de


textos, Buenos Aires, CEAL.

Falcón, Ricardo (1986/7). “Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión


social en la argentina (1890-1912)”, Anuario 12, Segunda Época, Rosario, UNR.

Gilimón, Eduardo G. (1971) Un anarquista en Buenos Aires. Hechos y comentarios.


Seguido de “Páginas íntimas” y algunos artículos de varios escritores, Buenos Aires,
CEAL.

Godio, Julio (2000). Historia del movimiento obrero argentino 1870-2000, Buenos
Aires, Corregidor.

Marotta, Sebastián (1960a). El movimiento sindical argentino, su génesis y


desarrollo. Tomo I Período 1857-1907, Buenos Aires, Lacio.

Marotta, Sebastián (1960b). El movimiento sindical argentino, su génesis y


desarrollo. Tomo I Período 1908-1919, Buenos Aires, Lacio.

Sorel, Georges (1978). Reflexiones sobre la violencia, Buenos Aires, La Pléyade.

Suriano, Juan (2010). “Los festejos del primer Centenario de la Revolución de Mayo
y la exclusión del movimiento obrero”, en Revista del Trabajo, mimeo.

 
    168
 

Potrebbero piacerti anche