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LA EMPRESA. SITUACIÓN ACTUAL.

LA GLOBALIZACIÓN 94
JOSÉ ARMANDO FRANCO GALICIA / OCTAVIO GALVÁN RUIZ

GLOBALIDAD, NEOLIBERALISMO y DEMOCRACIA


Pablo González Casanova*

EL DISCURSO DE LA GLOBALIDAD
Nos encontramos en un clima ideológico en que se han debilitado los planteamientos
de la “soberanía nacional” en favor de los de la “globalidad” y en que se han
oscurecido los derechos de “los pueblos” frente a los de “los individuos”. El cambio
se da también en el desprestigio de la “justicia social”, concepto al que se opone el
más antiguo de “Justicia”, ya sin ningún adjetivo como quiere John Rawls. Las
“luchas de liberación” y las “luchas de clases” aparecen como un fenómeno
terminado, como conceptos obsoletos. En vez de la “liberación” se propone la
“inserción” o la “integración”, y en vez de la lucha social, la “solidaridad”
humanitaria o empresarial. Al mismo tiempo se confirma que Bell tuvo razón y que
ya estamos al final de las ideologías. Incluso se piensa que “la batalla por salvar al
planeta reemplazará la batalla ideológica como el tema capaz de organizar el nuevo
orden mundial”.1
No todo es error. El cambio de categorías está lejos de ser puramente ideológico: se
da también en la realidad. Quienes sigan pensando en términos de meras luchas
nacionales por la soberanía de los Estados-nación sin reparar en la nueva lucha
global, o piensen en términos de meras luchas nacionales contra el imperialismo sin
considerar las de las etnias; o en luchas por una cultura racionalista excluyente del
papel importantísimo de las religiones en la liberación; o sigan sosteniendo que la
lucha por los derechos sociales hace innecesaria la lucha por los derechos
individuales; o que la lucha de clases , contra la explotación, basta y excluye las
luchas por la democracia y la libertad; todos ellos serán absolutamente incapaces de
comprender que los cambios que se expresaron en los ochenta no sólo suponen el
triunfo de nuevas hegemonías sino de nuevas categorías.
El discurso de la globalidad, a menudo obedece a hechos objetivos y universales:
expresa una creciente interdependencia de las economías nacionales, y la
emergencia de un sistema transnacional bancario-productivo-comunicativo, que es
dominante, y cuyo ascenso coincide con un debilitamiento real de la soberanía de
los Estados-nación y de las corrientes nacionalistas, anti-imperialistas, marxista-
leninistas, estas últimas en estado de confusión o de revisión, en los pocos países u
organizaciones que dicen seguirlas.

1
*Pablo González Casanova obtuvo su doctorado en la Universidad de la Sorbona; es profesor e
investigador emérito en la UNAM, donde actualmente se desempeña como director del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Ha sido autor y coordinador de
numerosas obras de ciencias sociales.
Cf. Lester R. Brown. The New World Order, WorldWatch Institute, Washington, 1991, p.3.
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Un reportero del New York Times descubrió que en el Primer y Tercer Mundos, los
comunistas que quedan, ya no tienen un conjunto de creencias comunes, dudan de
su lenguaje esclerótico, han perdido la disciplina de partido -y hasta a su partido- y
en las revisiones de lo que creyeron ayer muestran serias confusiones en lo que
creen hoy.2 Es cierto, cuando un hombre acostumbrado a pensar con dogmas se
queda sin éstos se da cuenta de que está acostumbrado a no pensar. Frente a ellos, la
forma dominante de pensar y hablar, el dogma triunfante, es la globalidad “des-
ideologizada”, los derechos individuales sin derechos sociales, el laissez faire del
neoliberalismo conservador.
En las cancillerías del mundo actual, en las asambleas de Naciones Unidas, entre los
jefes de Estado y los trabajadores de "los medios", en las mejores universidades del
mundo, durante todos estos años ha proliferado el discurso de la globalidad y su
lógica para resolver problemas. En nombre de los derechos del individuo, de la
lucha contra el totalitarismo, el narcotráfico o el terrorismo, o de la lucha contra la
intervención militar de un Estado del Tercer Mundo en las fronteras de otro -como
cuando Irak intervino contra Kuwait-, se ha justificado la intervención militar de las
grandes potencias que hacen suyo el derecho universal y la aplicación responsable
del mismo.
En los ochenta, para muchos expertos, el discurso de la soberanía sonó a pura
retórica, ya fuera en boca de la Thatcher o de los últimos presidentes populistas. En
cuanto a los conceptos de “no intervención” de las grandes potencias contra las
pequeñas naciones, y de “libre autodeterminación de los pueblos”, reconocidos en la
Carta de las Naciones Unidas, y base de argumentación anterior de las cancillerías
del Tercer Mundo y del bloque soviético, esos conceptos sufrieron un serio
desprestigio, entre otras razones porque muchos gobiernos efectivamente los
invocaron para frenar las luchas por los derechos individuales y de sus ciudadanos.
No intervengan –decían- déjenos violar soberanamente los derechos de nuestros
propios ciudadanos.
Es cierto. La pérdida de fuerza de los conceptos de soberanía no se reduce a meras
racionalizaciones de los países hegemónicos. La redefinición de la soberanía es
evidente. Como ha hecho ver David Held, en un libro reciente, la teoría política del
estado soberano muestra varios desajustes frente a la realidad del mundo actual. Así
por ejemplo, no reconoce que la autonomía del estado ha disminuido frente al actual
sistema económico de producción internacional y transnacional; no repara en que los
bloques de naciones controlan a sus integrantes en muchas decisiones que antes se
arrogaban a sí mismas, por ejemplo, en el campo militar; no ve que hay una “toma
de decisiones transgubernamental”, y organismos internacionales como la NATO
que “califican la soberanía” de cada miembro; no mira que en esas naciones “el
problema de la soberanía se negocia y se renegocia” día a día; no percibe la
diferencia de un mundo en que las organizaciones internacionales han adquirido
poderes de decisión como los de la Unión Europea, que les permiten distribuir
2
Cf. Michael T: Kaufman, “Across a Divided Europe. An Ideology Under Siege”, en: New York Times, enero
23, 1989, p. 1 y “In the Third World, The Hegemony of Marx Take Many Shapes”, Ibid., enero 24, 1989, p. 1.
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recursos, mercados, utilidades; ni advierte que las compañías transnacionales son


capaces de controlar la producción de agricultores y granjeros, o las actividades de
sindicatos o los movimientos de ecologistas; o que el Fondo Monetario Internacional
tiene la posibilidad de influir en el recorte del gasto público de muchísimos países,
en la devaluación de su moneda, en la eliminación de sus programas de salud,
educación, habitación; esto es, en la disminución o eliminación de la política de
"bienestar social" de los países endeudados.3
¿Cómo se puede hacer teoría del Estado o sociología hoy, sin reconocer estos
hechos, sin registrar: “el rápido crecimiento de interconexiones e interrelaciones
entre los Estados y las sociedades” que caracteriza a los poderes públicos y a la
política en nuestros días? Pero las teorías del Estado o la sociología, ya actualizadas
-y éste es el punto que quiero destacar- para ser exactas tienen que registrar también
los efectos adversos de la globalización sobre los países del Tercer Mundo -sobre los
países dc Asia, África y América Latina- y el hecho de que la actual mantiene y
reformula las estructuras de la dependencia de origen colonial y las no menos
sólidas del imperialismo de fines del siglo XIX, y del capitalismo central y
periférico que se estructuró entre 1930 y 1980. El discurso de la globalidad no sólo
obedece a una realidad epistémica legítima. Se está usando también para una
reconversión de la dependencia.
A menudo contribuye a ocultar u ocultarse los efectos de la política liberal
neoconservadora en los países del Tercer Mundo y los problemas sociales cada vez
más graves de las cuatro quintas partes de la humanidad. En las líneas esenciales del
mundo actual es indispensable ver lo nuevo de la globalidad, pero también lo viejo;
y en lo viejo se encuentra el colonialismo de la edad moderna, un colonialismo
global4 que hoy es también neoliberal y postmoderno.
La reconversión es en gran medida una recolonización.

EL NEOLIBERALISMO Y LA RECONVERSIÓN
Después de 10 años de neoliberalismo, se han confirmado las hipótesis que preveían
en esa política los efectos más adversos para el Tercer Mundo. Es cierto que algunos
científicos sociales aseguran que hay una “curva” por la que todo mejorará a largo
plazo después de que empeore a corto plazo; pero ni dan evidencias al respecto, ni
desde un punto de vista lógico o empírico existe la más mínima razón para pensar
que el conjunto de las medidas neoliberales conducirá al desarrollo de la mayoría de
la humanidad y a la solución de los problemas sociales del propio mundo
desarrollado.
Es más, cuando algunos políticos afirman que “han apostado al neoliberalismo” se
ocultan que más que apostar al neoliberalismo tienden a sujetarse a las políticas

3
Cf. David Held, Political Theory and Modern State, Stanford University Press, Stanford CA, 1989, pp. 228 y
ss.
4
Acerca de este problema ver: Pablo González Casanova, “Colonialisme Global et Democratie”, en: État et
Politique dans le Tiers-Monde, París, L’Harmattan, 1994, pp.11-73.
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diseñadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Como observa


Albert Hirshman: “Jamás los latinoamericanos han sido aleccionados y aconsejados
insistentemente como en los últimos años sobre las virtudes del mercado libre, de la
privatización y de las inversiones privadas extranjeras”.5 Se podría decir lo mismo
de los africanos y los asiáticos.
En cuanto a los argumentos que atribuyen “La Crisis” -concebida en general y en
abstracto- la creciente gravedad de los problemas del Tercer Mundo, tales
argumentos no sólo ocultan que los costos de “La Crisis” se distribuyen en forma
desfavorable para nuestros países, sino que en el interior de cada país también se
distribuyen en forma desfavorable para la mayoría de la población; y no sólo para la
más desprotegida, sino para los propios sectores medios que se habían desarrollado
en más de medio siglo al amparo de las políticas anteriores, populistas o
socialdemócratas. A unos se les quita lo que antes se les había dado y a otros se les
paga menos o se les hace trabajar más. Es cierto que todavía hay quienes tratan de
sostener, con la retórica estadística necesaria, que la pobreza y la extrema pobreza
tienden a disminuir en el mundo. Es el caso del Informe sobre el Desarrollo
Mundial de 1990 dedicado precisamente a La Pobreza y publicado por el Banco
Mundial. Pero puede decirse que no sólo en el terreno científico y en la vida
académica, sino en gran parte de las fuerzas políticas y sociales hay una conciencia
creciente de los efectos que la política liberal neoconservadora ha tenido en la
solución de la crisis a favor de los grupos y empresas de más altos ingresos, y en
contra de los Estados-nación del Tercer Mundo y de sus organizaciones de
campesinos, obreros y empleados, en especial aquellos que habían adquirido una
cierta capacidad de negociación en materia de concesiones y prestaciones. El
conocimiento de estas verdades evidentes sobre los efectos reales de la política
neoliberal, hasta hoy no significa que las verdades tengan influencia en los medios
financieros y en las grandes decisiones de la política mundial. Si acaso modifican
algunas decisiones neoliberales, lo hacen a contramano y sin una política coherente.
Los científicos neoliberales las escuchan con displicencia y los publicistas las
acallan con fuerza y con ruido. Pero las verdades sobre el desastre social del
neoliberalismo tienden a ser sostenidas por grupos cada vez más amplios de expertos
a partir de pruebas innegables, muchas oficiales, de las propias agencias estatales o
financieras.
Entre las proposiciones más claramente establecidas, y que no puede disconfirmar
ninguna evidencia empírica, destacan varias que nos dan un panorama bastante
preciso de cómo lo nuevo de la globalidad se junta a lo viejo del colonialismo:
Como ha hecho ver Paúl Kennedy, la caída de los precios del petróleo en 1980-81
fue la más espectacular de las caídas que se hayan dado en las materias primas. Por
esos mismos tiempos se lanzó la ofensiva contra los árabes, contra los comunistas
Breznevianos y contra los populistas ensoberbecidos en la década anterior, y
también contra los enemigos internos que venían entre fanfarrias juveniles del mayo
5
Cf. Albert Hirshman, “The Political Economy of Latin American Development: Seven Exercises in
Retrospective”, en: Latin American Research Review, marzo 22, 1987, pp. 30-31.
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de 68, o de las insurgencias obreras. A México le tocó la ofensiva en tiempos de


López Portillo. Fue una guerra económica de reconversión o restauración. Se dio
tras un“shock” en los mercados de capitales que dislocó economía de nuestros
países. El “shock” de México tuvo los máximos efectos internos y externos. A
América Latina y África les fue peor que a los países asiáticos. Pero desde 1973 la
afluencia anterior de capital que iba de Norte a Sur se revirtió. El Sur sufrió desde
entonces una hemorragia neta excedente: la relación de intercambio se volvió cada
vez más adversa, las tasas de interés se dispararon, los plazos de los créditos se
acortaron, los capitales se fugaron, los servicios de la deuda crecieron con relación
al valor y al monto de las exportaciones, los pagos se hicieron más duros por las
devaluaciones que obligan a pagar cada dólar con un mayor número de divisas
locales. Alan Durning escribe desde el Worldwatch Instítute de Washington: “Para
los pobres dc África, América Latina y parte de Asia los ochenta han sido un tiempo
de crueles derrotas...” Y añade: “los precios de las naciones pobres cayeron en
plomada y la deuda internacional sifoneó6 una parte creciente de su ingreso a manos
de los financieros extranjeros. Al mismo tiempo los pobres ganaron menos y
consecuentemente comieron menos; pero eso sí, pagaron más”.7 La descripción de
Durning es exacta, rigurosa. Se basa en números, en evidencias inocultables. Y
sociales desde un punto dc vista científico.
A fines de los ochenta y principios de los noventa, la mayoría dc los indicadores
señala que la pobreza ha aumentado dramáticamente en África Sud Sahariana y en
América Latina, así como en distintas regiones de Asia, hundiendo en la miseria
sobre todo a los menores de quince años, muchos de ellos con daños orgánicos,
inclusive cerebrales, por la desnutrición. El ejemplo más dramático es África. Allí,
la deuda subió tres veces sobre el nivel de 1980. Los pagos atrasados pasaron de mil
millones de dólares en 1980 a 11 mil millones de dólares en 1990. Hoy, la deuda
externa de África es más alta que el total de lo que África produce.8
¿Qué pasó? ¿Qué le pasó al Tercer Mundo y a los pobres del Tercer Mundo, que
aquellos proliferaron y éste se desvaneció? ¿Acaso lo que ocurre es efecto de una
crisis natural ante la que se está siguiendo la mejor política posible como pretende el
neoliberalismo con blasones científicos que afirman estar más allá de toda
ideología, o es, como afirma Xavier Goroztiaga, que ya comenzó el siglo XXI y la
guerra del Norte contra el Sur?9 El propio Banco Mundial anuncia que los pagos de
la deuda aumentarán en forma exorbitante (steepply, dice en inglés) si no hay
cancelaciones, y eso parecería indicar que el fenómeno no obedece a una crisis
natural, a una especie de catástrofe desdichada a la cual se está haciendo todo lo que
6
De “siphoned”. El verbo no existe en español; corresponde a una forma moderna de exprimir o trasegar con un
sifón, de pasar un líquido de un recipiente a otro.
7
CF. Alan B. Durning, “Poverty and the Environment, Reversing the Downward Spiral”, en Worldwatch Paper,
núm. 92, noviembre, 1989, p. 15
8
Cf. African Debt. The Case of Debt Relief, United Nation Press, Nueva York, 1990.
9
Cf. Xavier Gorostiaga, “El sistema mundial: situación y alternativas. La experiencia y la visión desde las
víctimas”, ponencia presentada en el seminario “El Mundo Actual: Situación y Alternativas”, CIIH-UNAM,
México, D.F., diciembre, 1993.
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se puede para resolver los problemas económicos y sociales desde un punto de vista
científico. Es cierto que hubo problemas estructurales, desequilibrios disfuncionales
al sistema; pero sobre ellos se montó una gran estrategia, cuyas medidas afectan,
sin lugar a dudas, a la inmensa mayoría de la humanidad. El conjunto de esas
medidas es impresionante. Parten de una reorganización del poder a nivel global, y
de la combinación funcional del poder financiero, político y militar, con
complementos riquísimos en el campo de lo imaginario y de la guerra por las
ilusiones. Sobre sus antecedentes, cabría destacar la nueva concepción de la guerra
global como la “guerra interna”, que surgió por los años sesenta y, de una época
anterior, la dominación colonial a través del crédito, practicada por Inglaterra desde
el siglo XIX con mucho éxito. En cualquier caso, la responsabilidad central del
proyecto quedó a cargo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. A
través de ellos se impuso la nueva política a los gobiernos deudores, con sanciones
terribles para los rejegos. Endeudados, como estaban, con cuentas alegres que se
hicieron en los setenta y enormes facilidades de crédito que les dieron a cambio de
una que otra cláusula que permitía a los acreedores cambiar los términos del
contrato a su relativo arbitrio, los gobiernos tercermundistas, a menudo también
brutalmente presionados por fuerzas internas, en especial por los exportadores, se
vieron obligados, o inducidos tecnocráticamente a desmantelar buena parte de las
instituciones que habían quedado del Estado nacional y del Estado social del Tercer
Mundo. La “liberalización de la economía”, la des-regulación del sector financiero,
la privatización y desnacionalización de riquezas naturales, de empresas bancarias,
industriales, agrícolas y ganaderas y de antiguos servicios públicos como
ferrocarriles, electricidad, teléfonos, correos, agua potable, escuelas, hospitales;
todas esas medidas de privatización, desnacionalización, integración y
globalización, coincidieron con una nueva política de disminución del gasto público
para equilibrar el presupuesto, para dedicar al pago del servicio de la deuda lo que
antes se destinaba a salud, educación y desarrollo, con lo que se redujeron los
ingresos indirectos de buena parte de la población, en especial de los asalariados. La
reducción de los salarios aumentó con una política de desindicalización de los
trabajadores, de descentralización de los grandes sindicatos y uniones, y de
eliminación de jure o facto de los derechos que habían alcanzado en luchas
centenarias; la política de contención salarial fue combinada con la de una inflación
e hiperinflación incontenibles, que se acentuaron con las devaluaciones y con un
desempleo creciente debido a las quiebras y ceses masivos. Los ajustes estructurales
afectaron de manera crecientemente inequitativa la carga fiscal, las tasas de interés
en los créditos a pequeños propietarios, el costo de bienes y servicios en los barrios
marginados, y dieron pie a medidas legislativas que llevaron a la privatización de las
selvas, tierras y aguas comunales, que antes eran de los campesinos pobres, los
cuales se volvieron pobrísimos. Lance Taylor10 ha comprobado que en 50 países del
Tercer Mundo, a los que estudió, ni la mayor apertura del mercado ni la “orientación

10
Cf. Lance Taylor, “The Rocky Road to Reform: Trade, Industrial, Financial and Agricultural Strategies”, en:
World Development, vol. 21 (4), abril, 1993, pp. 557-590.
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hacia fuera” de la economía están asociadas con un mayor crecimiento. Por su parte,
Amadeo y Banuri11 han hecho ver que “el argumento de la liberalización” aboga por
el uso de políticas laborales “apretadas” o “de bajo salario”, y que también presiona
por sindicatos “desventajosos” como los que existen en el este de Asia. Sólo que
éstos –y el mito tecnocrático neoliberal se cuida de ocultarlo-, o se siguieron
desarrollando a la par con un importante sector socializado como el de China o se
desarrollaron bajo regímenes sólo autoritarios -como el de Corea del Sur o el de
Taiwán-, que no abrieron sus mercados financieros, y en los que el Estado en nada
se comportó de acuerdo con el modelo neoliberal, salvo en la contracción de los
salarios y los derechos obreros. Todo lo anterior nos lleva a un punto, en que es
necesario ver lo nuevo y lo viejo de la sociedad y el Estado periféricos y de las
luchas por la democracia en nuestros países.

LA GLOBALIDAD, LOS ESTADOS-NACIÓN y LA DEMOCRACIA


Ciertos elementos tradicionales del Estado-nación dependiente o periférico
continúan hasta hoy y tienen visos de seguir en el futuro; pero en medio de su
continuidad presentan algunas variaciones significativas. Si antes del auge neoliberal
los Estados-nación no controlaban la acumulación local -como alguna vez observó
Samir Amín- y si desde entonces los Estados de la periferia eran más débiles que los
del centro, las condiciones objetivas del endeudamiento y el mercado los han
debilitado aún más, y a ellas se han añadido las políticas de ajuste que han
determinado un adelgazamiento mayor todavía. Si al colonialismo formal que se
acabó en la segunda postguerra sucedió el llamado neocolonialismo con oligarquías
burocrático-militares que se aliaron a las burguesías locales y metropolitanas para
dominar en el nuevo orden mundial -como afirma Alavi-, las alianzas populares que
muchas de ellas establecieron, y que desde los sesenta y sobre todo, desde los
ochenta se vinieron abajo, por limitadas que hayan sido en el beneficio de clases y
sectores medios y trabajadores o campesinos, les dieron a esos Estados una
autonomía y una base social que con el neoliberalismo habrían de perder. Es cierto,
como observó Guillermo O’Donnell, que esos Estados -nacionalistas, populistas o
socializantes- cayeron en problemas de corrupción e ineficiencia hasta que en
muchos casos fueron desplazados por dictaduras burocrático-militares; pero éstas
jugaron a menudo el papel de pioneras en la aplicación de las políticas neoliberales y
en el debilitamiento de las instituciones sociales de los Estados, al tiempo que
marcaban el paso de las cleptocracias populistas a las cleptocracias neoliberales. En
los países del Tercer Mundo, el Estado como elemento de unificación de que habló
Poulantzas, o como elemento de conciliación, de que hablan Offe y Habermas, se
combinó siempre con el y Estado represivo, herencia renovada del antiguo
colonialismo. En los prolegómenos neoliberales, durante las ofensivas de las
burocracias militares que obedecían a los estrategas de la guerra interna, y con las

11
Cf. Tariq Banuri y Edward J. Amadeo, “Mundos dentro del Tercer Mundo: Instituciones del mercado de
trabajo en asia y América Latina”, en: El Trimestre Económico, vol. LIX (4), núm. 236, octubre-diciembre,
1992, pp. 657-723.
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políticas de ajuste que desde entonces imponían en estas regiones el FMI y el BM, la
asociación entre liberalización económica y autoritarismo político llevó a lo que
Tariq Banuri llama un “amplio terrorismo de Estado” (extensive state terrorism)
que afectó a gran cantidad de países del Tercer Mundo -como no cesa de denunciar
con hechos Noam Chomsky.
El empobrecimiento de la población y el debilitamiento de los trabajadores y
empleados junto con la necesidad de dominar al antiguo movimiento obrero y de
eliminar los logros sociales y los derechos laborales o agrarios obtenidos por los
trabajadores y campesinos en varias décadas, provocaron la ampliación de las
políticas represivas. No fueron éstas sin embargo aplicadas en forma en todos los
países, ni dejaron fuera todas las políticas de control social, entre ellas las de
concertación y conciliación.
De hecho, en muchos países, a los regímenes burocrático-militares sucedieron
gobiernos neoliberales que establecieron poderosas mediaciones político electorales.
Los “medios” se combinaron con viejas formas religiosas y étnicas de control social,
y unos y otras con la desorganización ideológica y la atomización de las
organizaciones populares que fueron a menudo traicionadas por los líderes, y en
general corrompidas con sistemas de clientelas y de mafias populistas. Pero el poder
del nuevo Estado dependiente tiene esas bases y otras más. Tras los procesos de
reconversión, desregulación y liberalización, el Estado neoliberal recompuso sus
bases sociales en la propia sociedad excluida, informal, con una especie de
burguesías pobres legales e ilegales y opuso al fantasma del comunismo con que
amenazaban las clases medias y los obreros en la época de ascenso, el fantasma de la
exclusión generalizada y el desempleo mayoritario de trabajadores y clase medieros,
ya sin centralidad y sin combatividad juvenil. El nuevo Estado dependiente logró
que muchos trabajadores prefirieran ser explotados a ser excluidos, lo cual ha
llevado a Fernando H. Cardozo a decir que el fenómeno a temer ya no es la
explotación sino la exclusión;12 mientras Hinkelamert sostiene que la característica
esencial de la población actual del Tercer Mundo es que se trata de una población
sobrante. Afirmaciones sin fundamento cuando de hecho lo que ocurre es que se ha
combinado de una manera que no tiene precedente en la historia del mundo la
explotación con la exclusión, la población oprimida que trabaja cada vez más por
menos, con la que está de sobra y no tiene trabajo, ni asistencia ni solidaridad ni
nada. El modelo no queda allí. La dominación del nuevo Estado cuenta con el poder
del mercado y de los oligopolios cuando satisface sus demandas sustantivas, y está
sujeto a ellos como a la “mano de Dios” cuando a algún neoliberal ortodoxo o algún
populista trasnochado se le ocurre oponerse a sus designios. En esos casos, el propio
Estado se halla mucho mas expuesto a sufrir los embates del mercado miedoso y el
capital agresivo sobre todo ahora que ha desmantelado las instituciones sociales y
nacionales que antes más o menos lo protegían de desestabilizaciones naturales o
inducidas. Hay todavía más: la “desregulación” o “liberalización” ocurre cuando la
12
Cf. Fernando Enrique Cardoso, “Las relaciones Norte-Sur en el contexto actual ¿una nueva dependencia?”, en:
El Socialismo del Futuro, núm. 3, 1991, p. 138.
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trama de las estructuras nacionales, internacionales y transnacionales de la


dependencia, da prioridad a las transnacionales y se apoya en los Estados
hegemónicos, para aumentar su propia fuerza con la del poderío central, mientras
aprovecha o fomenta las luchas étnicas y otras divisiones de los Estados
dependientes, para reinar en la sociedad periférica convertida en mosaico de etnias o
tribus, y de sectas, algunas post modernas. La preparación de los ejércitos locales
para la guerra primero interna y ahora “de baja intensidad”, y la de los ejércitos
centrales para acciones rápidas y “guerras de saturación”, presenta un multi-Estado,
que a nivel hegemónico resulta muy poderoso y que, desde la periferia, parece difícil
de cambiar. En él, la búsqueda de alternativas exige no dejar ningún cabo suelto y,
en primer término, exige descartar soluciones populistas-nacionalistas o del
socialismo real, que con el autoritarismo y la corrupción llevarían de nuevo al
desastre.
Esa historia no se puede repetir. Y es allí donde surge la nueva utopía que ya está en
la Tierra; que ya está aquí: la de una democracia también global, plural,
transparente, en que la sociedad civil controle al multi-Estado en el todo sus partes y
asuma el problema social con el poder de la mayoría en cada nación y en la
humanidad. Esa utopía surge en las más distintas regiones y países, en pequeños y
grandes movimientos, muchos populares.
Todos ellos forjan sin duda los caminos de la alternativa emergente. Pero ésta
plantea muchos problemas de organización y dinámica, de voluntad ética y
conocimiento técnico y político que están lejos de ser resueltos.

LA ALTERNATIVA
Desde el punto de vista científico hay un problema genuino que realmente tenemos
que investigar. Por muy profundo y exacto que sea el análisis de lo que pasa, la
radicalización del aná1isis por sí sola no deriva en una acción política efectiva. A la
hora de actuar resulta muy difícil estructurar una política alternativa. Ni los
neoliberales arrepentidos pueden fácilmente hacerlo, ni los reformistas o los
revolucionarios si acaso intentan actuar. La falta de puentes entre lo que podríamos
llamar el aná1isis radical y la acción política alternativa deja solo al análisis; lo deja
como reflexión, como protesta o como queja; sin mayor trascendencia. Se da así,
hoy quizá más que nunca, esa rara ruptura entre el discurso científico y el político;
entre el análisis de lo que pasa realmente y de lo que se debe hacer para que la
especie humana salve al planeta acabando con los excesos del consumo y del
hambre.
¿Cómo abordar este problema? A falta de protagonista hecho y derecho –clase
obrera o pueblo global- un camino necesario es el abierto a las organizaciones
realmente democráticas de los movimientos sociales con atención a las alternativas
que de los propios movimientos sociales surgen; otro, no menos importante, es el
apoyo de proyectos que vienen de la malla institucional y que pueden crecer:
proyectos concretos por la cancelación de la deuda externa, o por la democratización
de las Naciones Unidas, o para que Estados Unidos termine el bloqueo contra Cuba
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o para que las grandes potencias cumplan y no sólo hagan cumplir el derecho
internacional, mientras forjan con todas las naciones un nuevo orden jurídico
mundial.
Otro camino, de no menor importancia, será el que reformule el programa global
democrático y socialista, desde las viejas y las nuevas organizaciones
internacionales de liberación de pueblos y trabajadores, incluyendo las de antiguos
comunistas que formulen un proyecto democrático de socialismo, y las de social-
demócratas que asuman la solución del problema social como problema g1obal de
acumulación mundial.
La alternativa al neoliberalismo es un prob1ema moral, político y social de urgente
solución. Es también el más importante problema intelectual que se plantea a las
ciencias sociales de nuestro tiempo: éstas no pueden proponer un regreso al pasado
sin convertirse en sal. La alternativa al Estado neoliberal será una democracia social
diferente dcl Estado benefactor, del populista y del socialismo real. Lo único que
sabemos es que será una alternativa democrática que luche por el poder de la
mayoría y para una economía de la mayoría en cada nación y a nivel mundial. Ése es
el proyecto para pensar y para hacer.
ALGUNAS LECTURAS COMPLEMENTARIAS

Amín, Samir (coordinador), Mondialisation et accumulation, París, L’ Harmattan, 1993. (Edición


en español en prensa.)
Durning, Alan B., “Poverty and Environmet. Reversing the Downward Spiral”, en: World Watch
Paper, núm. 92, Washington, noviembre, 1989
González Casanova, Pablo (coordinador), État et politique dans le Tiers-Monde, París, L’
Harmattan, 1994. (Edición en español en prensa)
Miliband, Ralph, Divided Societies, Class Struggle in Contemporary Capitalism, Oxford University
Press, Nueva York, 1991.
Ross, Robert J.S. y Kent C. Trachte, Global Capitalism, State University of New York Press,
Albany, NY, 1990.
Stram, Rudolph H., Pourquoi ils si pauvres?, Boudry, La Baconniére, 1986 (Edición en español:
¿Porqué somos tan pobres?, SEP, México, 1986, 237 pp.
Vuskovik Bravo, Pedro, Pobreza y desigualdad en América Latina, Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM, México, 1993, 278 pp.
Primera Edición, 1995
D.R. @ 1995. Universidad Nacional Autónoma de México
CENTRO DE INVESTIGACIONES INTERDlSCIPLINARIAS
EN CIENCIAS Y HUMANIDADES
Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F.
Impreso en México/Printed in Mexico
ISBN 968-36-4563-1

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