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Muy diferente del modelo de virtud hipócrita del santurrón que se cree bueno y más
santo que otros. Dios detesta y aborrece la hipocresía. Dios es el único bueno y sabe
que todos somos pecadores.
Si se te hace difícil pedir perdón o perdonar, es porque te has endurecido. Pero cuando
Dios te llena con su amor, sientes humildad, compasión y misericoria, comprendes que
necesitas ser perdonado y eres capaz de perdonarlo todo. Sólo Dios puede hacerte
comprender cuánta misericordia necesitas y esto te mantendrá humilde, dependiendo
absolutamente del amor de Dios.
Versículos Relacionados:
Mateo 5:48
Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.
Mateo 19:21
Jesús le contestó: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los
pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.
Juan 17:23
Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo
pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí.
Lucas 11:42
¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la
ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la justicia y el amor a Dios.
Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.
Juan 15:9
Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor
que les tengo.
Juan 15:10
Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Juan 15:13
El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos.
Juan 17:26
Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me
tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.
Jesús contó esta otra parábola para algunos que, seguros de sí mismos por
considerarse justos, despreciaban a los demás: Dos hombres fueron al templo a orar:
el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El
fariseo, de pie, oraba así: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que
son ladrones, malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos
veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano. Pero el cobrador de
impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy
pecador! Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el
fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se
humilla, será engrandecido.