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A cien años
de las historias de Mowgli
Cuadernos del Centro de Estudios del Escultismo
De la presente edición:
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IMPRESO EN MÉXICO / PRINTED IN MEXICO
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FOTO
Rudyard Kipling en 1882
(Fotografía de Bourne & Shepard, tomada de Vidas escritas,
Javier Marías, Ediciones Siruela, Madrid, 1992.)
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MÁS ALLÁ DE FLAVIO TIN TAN Y PELAYO
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disneylescas versiones musicalizadas con la voz de Flavio, Tin Tan
y Pelayo.
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En 1878 ingresa a un internado donde termina de afianzar su
pasión por la literatura. A los dieciséis años su padre lo regresa a la
India para colocarlo como periodista en La gaceta civil y militar de
Lahore. “El trabajo era pesado. Representaba yo el cincuenta por
ciento del personal editorial de un diario de Punjab, una hermana
menor del gran Pioneer de Allahabad y del mismo propietario. Y un
diario sale todos los días aún cuando el cincuenta por ciento de su
personal tenga fiebre”, relata el escritor.
Ahí es donde Kipling empieza, partiendo de los
acontecimientos cotidianos, casi intrascendentes, a retratar por
escrito la vida de la India colonial. Para 1889 retorna a Inglaterra
con veinticuatro años de edad, cerca de diez libros publicados y una
enorme fama entre el público y círculos literarios ingleses.
Posteriormente se embarca en un viaje alrededor del mundo, contrae
matrimonio con Caroline Balestier con quien visita Japón, en un
viaje del que publicaría sus impresiones, para terminar por
establecerse en los Estados Unidos, en el poblado de Brattleboro,
Vermont, donde construye una casa que bautiza como “Naulakha”,
título de una de sus novelas.
Es en ese lugar, a miles de kilómetros de del lugar que lo
viera nacer y con una temperatura ambiental de varios grados bajo
cero, donde comenzaría a escribir sus historias de niños criados por
lobos. El manuscrito del primer borrador de “Los hermanos de
Mowgli” se lo regala a la enfermera que cuidara a su esposa e hija
recién nacida.
Regresa a Inglaterra fastidiado de América y la intromisión de
los periodistas en la vida de alguien quien ya es una celebridad
mundial. Su infatigable espíritu viajero vuelve a embarcarlo en el
invierno de 1897 rumbo a África del Sur, donde dos años después lo
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sorprende el estallido de la guerra anglo-bóer. Ayuda a editar un
diario para las tropas inglesas, lo cual le permite recorrer la zona de
combate.
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ser juzgado. Esta acción se considera como uno de los antecedentes
directos de la guerra en la que ambas naciones se enfrascarían
cuatro años después.
Kipling relata en su autobiografía aquellas largas travesías
marinas:
Jameson vino con nosotros a casa una vez y cometió una impertinencia
en la mesa. Una señora muy inglesa con dos hijas rubias había sido
colocada allí el primer día de navegación. Cuando, razonablemente,
protestó de la comida y la llamó “de prisionero”, Jameson dijo:
—Como miembro de las clases criminales, le aseguro que es
peor.
En la próxima comida, estábamos solos en la mesa.
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Mientras navegamos, el viejo rey de Suecia falleció. Cuando llegamos a
la ciudad, blanquísima bajo el sol, encontramos a todo el mundo en traje
de etiqueta. El duelo oficial fue curiosamente impresionante. La tarde
siguiente, los agraciados con el premio fuimos presentados al nuevo rey.
La oscuridad del invierno sobreviene en esas latitudes a las tres, y estaba
nevando. La mitad de la vasta extensión del palacio estaba apagada,
porque ahí yacía el cadáver del viejo rey.
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A partir de entonces, los estudiosos de su obra señalan que su
estilo se volvió más amargo y desilusionado, lleno de frustraciones
existenciales. Su último libro sería precisamente su autobiografía,
publicada en 1937, un año después de su muerte en Londres a los
setenta y un años de edad. En este texto hace todavía algunas
reflexiones sobre sus cuentos de animales y niños criados en la
selva; con fina ironía se queja de la gran cantidad de imitadores
surgidos a raíz de la publicación de sus “Jungle Books”. Menciona
como el principal a Edgar Rice Burroughs, autor de Tarzan of the
Apes, obra de lo que más lamenta es no haber visto su versión
cinematográfica; años después se suma a la lista la propia
Asociación de Scouts de México cuando, en 1962, a través de la
Editorial Escultismo publicara una “versión para lobatos”, firmada
por Roberto Hernández Orozco, titulada Las aventuras de Mougli
(sic), años después reeditada por César Macazaga en su Editorial
Innovación sin el crédito original.
KIPLING Y B-P
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cerebro, la pluma la tomó por su cuenta y comenzó a escribir historias
sobre Mowgli y unos animales que después se convirtieron en los
“Libros de la Selva”.
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A principios de diciembre de 1916, mientras que en el
territorio continental europeo los ejércitos contendientes en la Gran
Guerra iniciaban su tercer año, inmovilizados entre el fango de las
trincheras, del otro lado del Canal de la Mancha Baden-Powell daba
a conocer un nuevo libro: The Wolf Cub’s Handbook, donde
presenta la propuesta del programa scout para la naciente rama
menor del escultismo, en la que el fundador junto con sus
colaboradores habían venido trabajando desde 1913, cuando dieron
a conocer una serie de “sugerencias para un reglamento de junior
scouts”, convertido luego en un reglamento para “lobatos o jóvenes
scouts”, término más del agrado de Baden-Powell, quien también
consideró los de “cachorros” y “potros”.
En el prólogo de la obra, publicada al español en 1943 por la
editorial Escultismo, en la traducción del ingeniero Jorge Núñez
Prida, ex Jefe Scout Nacional, se leen las siguientes palabras del
fundador del Movimiento Scout:
Todo niño, como todo lobezno, tiene magnífico apetito. Este libro es un
manjar ofrecido por un viejo lobo a los jóvenes lobatos.
En él hay carne jugosa que comer, pero también algunos huesos
duros de roer.
Si todo lobato que lo coma, entra lo mismo a los huesos que a la
carne, y se come lo mismo el gordo que el resto, yo espero que saque
tantas fuerzas como placer de cada dentellada.
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entonces estaba reportado como desaparecido en combate,
perteneció a una tropa scout.
No es extraño entender cómo el fundador del Movimiento
Scout decidiera emplear las historias de Kipling como la base del
marco simbólico del lobatismo, con base a los paralelismos en la
vida y mentalidad de ambos personajes quienes tuvieron vivencias
semejantes —los dos estuvieron en la India y África del Sur, en esta
última compartiendo la misma guerra—, gusto por la escritura y,
sobre todo, la convicción de la virilidad, patriotismo y respeto a las
instituciones (preferentemente la corona inglesa) como los
principales valores para convertir a la juventud en hombres de
carácter.
La simpatía de B-P a Kipling no fue gratuita: finalmente éste
exalta en sus libros su forma de vida. Se necesitaría un estudio de
las motivaciones ideológicas —que indudablemente las hubo— que
llevaron a Baden-Powell a escoger a Mowgli como el modelo del
lobatismo; lo cierto es que eligió, de entre la ya para entonces
profusa producción del escritor anglo-hindú, aquella que mejor
aguantaría la prueba del tiempo, ésa que decanta objetivos
didácticos y moralizantes (la trampa en que cayó B-P al empuñar la
pluma), dejando lo literario en su esencia pura. Los dos publicaron
una cantidad semejante de títulos, pero ésta sola obra de Kipling
contiene más Literatura (así, con mayúscula) que la treintena de
libros escritos por Baden-Powell.
Mientras se necesita justificar la obra del fundador del
Movimiento Scout, solicitándole al lector su comprensión del
contexto histórico en que fue concebida, para luego “extraer su
esencia” y “adaptarla a nuestras condiciones actuales” —su valor
radica en su condición de documentos históricos, algo sin duda
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importante, no más— El libro de las Tierras Vírgenes lleva un siglo
de sereno tránsito sin necesidad de reinterpretaciones
modernizadoras, incluso poniendo en jaque a la propia organización
escultista, al menos en México, donde a principios de la década de
los ochenta se cayó en la tentación de elaborar una imitación en
versión femenina: Relatos de foresta Andii, escrita por José Antonio
Sagredo, la cual dejó de reeditarse diez años después, a raíz de un
conflicto entre el autor y la Asociación, que culminó con la
expulsión de sus filas, sin existir a la fecha un texto que lo sustituya.
Desde entonces la sombra de Mowgli se proyecta sobre las
niñas scouts como una maldición, sin permitirles una personalidad
propia, mientras que todos los fines de semana, en algún local del
país, más de una manada de lobatos toma como motivación de su
junta alguna de las historias del niño-lobo y sus bestiales secuaces.
LA MAGIA DE NATHOO
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Finalmente, la magia de Nathoo —el bebé de leñadores
adoptado por la loba Raksha y su aprendizaje de la Ley de la Selva
—, prevalecería sobre el trasfondo ideológico de la supremacía de la
civilización sobre lo “salvaje”. Bagheera puede alardear sobre la
aniquilación de los habitantes de una aldea entera por mero
capricho, pero una palabra del Mowgli-Hombre bastará para
humillarla, aunque tampoco éste escapa de las convicciones
ideológicas de su creador: existe un cuento anterior a los “Jungle
Books”, donde Mowgli hace por primera vez su aparición como
personaje, titulado “En el rukh”, incluido en Many Inventions
(Invenciones varias), volumen de relatos de temática miscelánea
publicado en 1893; justo un siglo después, el texto se incluye en una
selección de relatos de Kipling puesta en circulación por la editorial
Fontamara, con el título de El regimiento fantasma y otras historias
de la India, y en 1996 Ediciones del Milenio lo publica de manera
independiente en un breve volumen.
En este relato encontramos la historia de Gisborne,
funcionario colonial del Departamento de Bosques y Selvas y su
encuentro con un muchacho salido de la selva que conoce todos sus
secretos, gracias a su capacidad para comunicarse con los animales
que la habitan. A diferencia de los otros cuentos conocidos, tenemos
a un Mowgli que si bien se conduce con seguridad y hasta soberbia
entre bestias y humanos, mientras éstos últimos sean hindúes o
musulmanes, resulta sumiso y hasta servil con el “hombre blanco”,
sin importar que sea inglés, o alemán, como Muller, el jefe de
Gisborne.
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países más allá del Agua Oscura. Yo mismo desconozco el número de
hombres que están bajo mi mando. Tal vez sean cinco o diez mil. El
asunto es este: ya no vas a vagabundear por el rukh guiando de un lado a
otro a los animales de la selva por mera diversión, ahora me servirás a
mí, porque yo soy el gobierno en materia de bosques y selvas, y vivirás
en este rukh como guardia forestal, sacarás de este rukh a las cabras de
los pobladores cuando no existan órdenes de que entren a pastar, les
permitirás entrar cuando hayas recibido la orden de hacerlo, vigilarás,
como tú puedes hacerlo, que los jabalís y los nilghais no se reproduzcan
demasiado, informarás a Gisborne-sahib dónde andan los tigres y todo
lo que sucede en el bosque, y le avisarás de inmediato sobre cualquier
incendio que aparezca en el rukh, esto tú lo puedes hacer más rápido que
nadie. A cambio de ese trabajo cada mes te pagaré una cantidad de plata
y después de un tiempo, cuando tengas esposa, ganado, y quizá hijos, te
daré una pensión. ¿Qué te parece?
—Eso es justamente lo que yo... —empezó a decir Gisborne.
—Mi sahib me habló esta mañana de esa clase de trabajo. Todo
el día he estado caminando y pensándolo y ya tengo una respuesta.
Serviré, pero en este rukh y no en otro, con el sahib Gisborne y no con
otro.
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despojada de cargas ideológicas y políticas, dejando sólo lo literario,
valioso e importante.
Simplemente, lo esencial.
NOTA EDITORIAL
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Jorge García-Robles en sus Ediciones del Milenio, luego de
descubrir tres años atrás dicho relato recopilado en una antología de
Kipling guardada en la Biblioteca Nacional.
(Aquí agrego la precisión que poco después me hiciera el
padre Fernando Soto-Hay, quien me puso sobre la pista para rastrear
la relación entre Kipling y Baden-Powell. El escenario de aquella
charla fue sencillamente memorable: al pie de la huella de B-P, en
Meztitla, rodeados por los azorados participantes del curso de
adiestramiento que Soto-Hay, impecablemente uniformado, estaba
por clausurar en su calidad de director. Fue como el encuentro de
Hernán Cortés y Moctezuma Xocoyotzin. Adivinen quién se sentía
con el penacho de plumas en la cabeza.)
Por último, el título utilizado explica por sí solo la intención
de este trabajo: conmemorar el primer siglo de correrías de Mowgli
—acontecimiento que nadie más peló en su momento, por cierto—,
rendir un homenaje a su creador e informarles a lobatos y dirigentes
que el Rey Loui no es un nombre de selva.
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VIÑETA LOBOS
A cien años de las historias de Mowgli,
reedición del modesto homenaje al niño-lobo y sus
bestiales secuaces publicado originalmente so
pretexto del primer centenario de su
existencia, terminó de imprimirse
en la ciudad de México, en el
mes de enero de 2002.
La edición, de 1 000
ejemplares, estuvo
al cuidado del
autor.
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