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Estudio Etnográfico

“Los modernos arriba, de ahí s

vienen los pasivos, de ahí los


travestis…”
Representaciones sociales de masculinidad hegemónica en
una discoteca “de ambiente” del Centro de Lima

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Géénneerroo Lidia Rojas, Doris León, Cristina Medina,
Julio Eduardo Chumpitazi Ramírez,
Rodrigo Pinedo y César Nureña.

Diciembre de 2007
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“Los modernos arriba, de ahí vienen los
pasivos, de ahí los travestis…”

Representaciones sociales de masculinidad hegemónica en


una discoteca “de ambiente” del Centro de Lima

Estudio etnográfico presentado por Lidia Rojas,


Doris León, Cristina Medina, Julio Chumpitazi,
Rodrigo Pinedo y César Nureña, para el curso
de Antropología y Género. EAP de Antropología,
Facultad de Ciencias Sociales, UNMSM. Lima,
diciembre de 2007.

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Tabla de contenido

Resumen ....................................................................................................................................... 7

Glosario ......................................................................................................................................... 9

Introducción .............................................................................................................................. 11
Diversidad homosexual................................................................................................. 13
El “ambiente” gay en Lima........................................................................................... 14

Métodos ...................................................................................................................................... 15
Instrumento de recolección de datos .......................................................................... 15
Población del estudio .................................................................................................... 15

Análisis ....................................................................................................................................... 17
Identidades y grupos al interior de la discoteca...................................................... 17
Masculinidad hegemónica ............................................................................................ 19
Hegemonía, subordinación y marginación ............................................................... 21
Relaciones entre grupos y masculinidades diversas ............................................... 25
Ideales y anti-ideales de masculinidad ..................................................................... 26

Discusión y conclusiones ....................................................................................................... 29

Bibliografía .................................................................................................................................. 34

Anexo: Guía de entrevistas 36

CD: Audio y transcripciones

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Resumen

El objetivo de este trabajo ha sido identificar algunas nociones sobre los modelos
hegemónicos de masculinidad entre los asistentes a la discoteca Sagitario del Centro de
Lima. Se ha buscado entender cómo y mediante qué discursos y prácticas, estos sujetos
construyen y expresan sus nociones sobre hegemonía y subordinación.

Para tal efecto, se realizó un estudio etnográfico exploratorio que incluyó la


observación participante en el terreno y entrevistas en profundidad con asistentes a la
discoteca, realizadas fuera de este espacio. Se ha prestado especial atención a la
distinción entre diversas formas de masculinidad al interior de la población de hombres
homosexuales (―buses‖, ―deschavados‖, ―travestis‖, ―fletes‖ y ―mostaceros‖). La
información obtenida ha sido analizada y discutida en función de algunos
planteamientos teóricos formulados en el marco de las teorías de género, poniendo
énfasis en los estudios sobre masculinidad, y contrastando los datos con los hallazgos y
las propuestas de otros trabajos sobre el tema.

Los resultados de esta etnografía sugieren que la ideología de la masculinidad


hegemónica de la sociedad en general se encuentra atravesada e imbricada en las
estructuras y relaciones de género que predominan en la sub-cultura de los hombres gay
de Lima (en el imaginario, los discursos y las prácticas de los asistentes a la discoteca).
Por un lado, los ideales de masculinidad que prevalecen se acercan más a modelos de
hombres con rasgos en mayor medida ―masculinos‖ y con patrones de comportamiento
en los que resaltan la moderación y la mesura y el ―respeto‖. De otro lado, la feminidad
en el comportamiento, aun cuando es practicada, tolerada y relativamente valorada (en
tanto desinhibición) al interior de este espacio, no constituye un atributo del ideal
hegemónico de hombre. De hecho, la exaltación de la feminidad entre los hombres gay
es con frecuencia desaprobada.

En el marco de una ―ideología de masculinidad hegemónica‖, en la que los individuos


aparecen como adscribiéndose a un sistema de valores por el cual la masculinidad sería
considerada una ventaja y en el que tanto los hombres como la masculinidad serían
vistos como superiores a las mujeres y la feminidad, se plantea la hipótesis de que las
actitudes ―anti-afeminación‖ y los prejuicios sociales contra la homosexualidad
(homofobia) estarían vinculados, ambos como parte de una estructura mayor de
mantenimiento de una jerarquía de poder de género en la que el rechazo de lo femenino
serviría para afirmar ciertos elementos e ideas patriarcales al interior de un sistema de
valores predominante.

Otra hipótesis formulada en el trabajo apunta a que ciertas experiencias de


discriminación y la presión social para encajar en los modelos de masculinidad
socialmente aceptados, harían que los hombres gay que han atravesado procesos de
―defeminización‖ propendan a algunas formas de disconformidad asociada con el
afeminamiento, disconformidad que podría estar siendo extendida a los hombres gay o
afeminados en general.

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Glosario

Activo: hombre homosexual que penetra en la relación sexual.


Bagre: persona considerada desagradable o vulgar.
Buses: hombre homosexual con identidad gay cuyo comportamiento social suele no diferir
del que muestra el común de hombres heterosexuales.
Deschavado: hombre gay con comportamiento afeminado, generalmente en las maneras de
hablar y de conducirse.
Flete: hombre con o sin identidad gay que intercambia sexo con otros hombres por dinero,
generalmente asumiendo la imagen de un hombre heterosexual.
Gay: categoría que alude a una identidad homosexual vinculada a factores socioculturales de
adscripción.
Hombres que tienen sexo con hombres (HSH): categoría genérica que pretende abarcar
diversas conductas e identidades de hombres homosexuales, con o sin identidad gay.
Identidad de género: sentimiento de pertenencia a las categorías de femenino o masculino, el
sentirse hombre o mujer.
Identidad sexual: relativa a si un sujeto se siente, por reflexión acerca de sus propios deseos o
conductas sexuales a la luz de la cultura, un hombre o mujer ―normales‖ o ―diferentes‖
(homosexuales, gays/lesbianas, etc.).
Moderno: hombre homosexual que puede desempeñar los roles pasivo o activo en la relación
sexual (receptivo o insertivo).
Lechada: semen.
Mostacero: hombre sin identidad gay, que no se reconoce a sí mismo como ―homosexual‖,
aunque mantiene eventualmente relaciones sexuales (insertivas, rol activo) con otros
hombres.
Orientación de la conducta sexual: que alude a si la persona tiene relaciones sexuales con
personas de su mismo sexo o del otro sexo.
Orientación del deseo sexual: relativa a si un individuo siente deseo sexual por personas de
su mismo sexo o del otro sexo o por ambos.
Papel de género: comportamiento social más o menos cercano a los estereotipos de conducta
masculina o femenina.
Pasivo: hombre homosexual que es penetrado en la relación sexual.
Regio/a: persona que se considera que sobresale por su aspecto físico.
Travesti: hombre homosexual que asume la imagen y el comportamiento de una mujer, en las
maneras de vestirse, de hablar, de caminar, etc. (también llamado ―traca‖)

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Introducción

El entorno social y cultural exige a las personas ciertas formas de comportamiento y


proscribe otras mediante mandatos sociales que las personas van interiorizando a lo largo del
proceso de socialización. En cada individuo de sexo masculino, la experiencia subjetiva de
ser hombre se define en relación con un referente o ideal. En la investigación y la teoría
reciente sobre género, este referente ha sido llamado modelo hegemónico de masculinidad.
En constante contrapunto con esta representación social de la masculinidad hegemónica, y
dentro de determinado contexto sociocultural, los sujetos van dándole forma a sus
identidades particulares.

Para el caso peruano, Norma Fuller ha identificado tres discursos paralelos que configuran la
representación masculina predominante: el discurso doméstico, que enfatiza la
complementariedad recíproca y la solidaridad en el ámbito doméstico; el discurso de la
virilidad, que define la preponderancia masculina, la solidaridad entre hombres y la
hostilidad intergenérica; y el discurso público, que identifica la hombría con el monopolio de
las esfera pública, principalmente en el trabajo y la política (Fuller 2001).

Sin embargo, la presencia de un modelo dominante de masculinidad no impide la existencia


de otras formas de subjetividad que se relacionan de múltiples maneras con el paradigma,
retando, transformando o negando sus mandatos (Abarca 2000). Es el caso de la diversidad
que encontramos cuando nos adentramos al estudio de la masculinidad entre hombres
homosexuales, entre quienes vemos cómo las variantes masculinas se producen y coexisten
simultáneamente (Connell 2000).

En sociedades occidentales, lo masculino es asociado regularmente a nociones de


superioridad, colocando a lo femenino en una posición subordinada. En el ámbito de las
relaciones entre hombres homosexuales, si bien en buena medida llegan a reproducirse
modelos hegemónicos de masculinidad de la sociedad como un todo, éstas nociones pueden
también ser reelaboradas en función de espacios concretos de socialización. ¿Son las
representaciones sociales ideales de masculinidad homosexual las mismas en los espacios
diferenciados de socialización de la cultura gay y en el ámbito de, por ejemplo, los gimnasios
o las relaciones de pareja? ¿Hay modelos de masculinidad hegemónica homosexual
específicos para ciertos lugares, como las discotecas ―de ambiente‖, que difieren de los que
se aprecian en otros contextos de la cultura gay? ¿Cuál es el carácter de las relaciones entre
quienes exhiben diferentes modos de ser hombre al interior de estos espacios gay de
esparcimiento? Estas son sin duda preguntas bastante complejas a las que solo parcialmente
podemos responder con los hallazgos de esta etnografía, pero que nos ayudan a guiar
nuestros análisis y a proponer algunas hipótesis que podrán ser luego abordadas con mayor
profundidad.

Con este trabajo nos proponemos explorar e identificar algunas nociones sobre los modelos
hegemónicos de masculinidad entre asistentes a la discoteca Sagitario del Centro de Lima.
Queremos entender cómo, mediante qué discursos y prácticas, estos sujetos construyen y
expresan sus nociones sobre hegemonía y subordinación.

El estudio de la masculinidad nos lleva a distinguir diferentes tipos y formas específicas de


masculinidad, las dinámicas de cambio en las prácticas y los imaginarios, y a ver cómo las

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nociones históricamente construidas sobre las maneras de ser hombre se inscriben en una
estructura mayor. Las estructuras sociales pueden ser entendidas como sistemas de procesos
y relaciones. Las relaciones de género son precisamente un aspecto de esas estructuras. En
este contexto, la masculinidad alude simultáneamente a ―la posición en las relaciones de
género, a las prácticas por las cuales los hombres y las mujeres se comprometen con esas
posiciones, y a los efectos de esas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y
en la cultura‖ (Connell 1997).

Ahora bien, en las vidas individuales, las identidades de género ―se fracturan‖ y van
cambiando debido a que múltiples discursos ―se intersectan‖, superponiéndose varias lógicas
diferentes para dar lugar a maneras diversas de entender y de llevar a la práctica las formas
de ser hombre. Estas configuraciones pueden ser reconocidas en ámbitos más amplios, como
el hogar, el Estado, el trabajo y la escuela, entre otros. Es así como la masculinidad se ubica
simultáneamente en varias estructuras de relación que pueden estar siguiendo distintas
trayectorias históricas.

Connell propone un modelo de tres dimensiones para el estudio de la estructura de género.


Este modelo busca diferenciar a) relaciones de poder: dominación y subordinación; b)
relaciones de producción: división del trabajo y reparto desigual del producto del trabajo; y c)
cathexis: vínculo emocional y deseo sexual. De esta forma, para entender el género,
―debemos ir más allá del propio género‖ y, a la inversa, ―no podemos entender ni la clase, ni
la raza o la desigualdad sin considerar constantemente el género‖ (Connell 1997).

Para reconocer estas formas de masculinidad y examinar las relaciones que operan entre ellas
conviene tener presentes las nociones de: a) hegemonía: posición dominante de un grupo, que
se corresponde con cierto ideal cultural; b) subordinación: ubicación de las masculinidades
homosexuales en la parte más baja de una jerarquía de género entre hombres; c) complicidad,
por la obtención del ―dividendo patriarcal‖ que asegura a la mayor parte de los hombres
cierta posición hegemónica; y d) marginación, referida a las relaciones entre las
masculinidades diferencialmente posicionadas (clases dominante y subordinada, grupos
étnicos), y que implica autorización por parte de la ―masculinidad hegemónica‖. Tomando en
cuenta estos conceptos es posible analizar masculinidades específicas y configuraciones de
práctica generadas en situaciones particulares dentro de una estructura cambiante de
relaciones.

Por otra parte, en su dimensión de patrón social, el género es no solo un producto histórico,
sino también productor de historia y determinante de acción social. Así, la forma que
adquieren las relaciones de género tiende a cambiar también en función de conflictos internos
de intereses surgidos de desigualdades e inequidades, y de luchas por conservar posiciones o
por invertirlas. Estas luchas pueden darse en un ambiente de violencia física y/o simbólica,
violencia que evidencia tendencias de crisis. Aunque estas crisis no necesariamente llevan
siempre a rupturas radicales, sí constituyen un marco para las transformaciones en las
prácticas, estructuras y relaciones de género, y pueden ser estudiadas de acuerdo al modelo
propuesto de análisis de relaciones de poder, producción y cathexis, e involucrando también
en un espectro más amplio a la economía, al Estado y a las relaciones personales y globales.

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Diversidad homosexual: ejes de diferenciación y formas de valoración de la
identidad.

Una mirada a la diversidad de formas de identificación y representación de la masculinidad


requiere de un acercamiento a dimensiones teóricas de la diversidad sexual que dan cuenta de
múltiples aspectos de las prácticas e interacciones entre hombres. A partir de ciertas
consideraciones presentadas en un estudio sobre homoerotismo en Lima, podemos identificar
algunas categorías conceptuales para el análisis de las manifestaciones de dichas
masculinidades: identidad de género, orientación sexual, identidad sexual, entre otras
(Cáceres y Rosasco 2000) (ver Glosario).

De otro lado, la diversidad de representaciones y experiencias de los hombres con actividad


homosexual –la población de nuestro estudio-, responde a una serie de estilos y condiciones
de vida que giran en torno a diversos ejes que van construyendo diferenciaciones en este
grupo:

Clase social y edad, que determinan las posibles redes sociales que establece una persona.
Eje de actividad/pasividad: el papel desempeñado en la relación sexual.
Eje feminidad/virilidad: comportamiento social de acuerdo a lo que convencionalmente
es concebido como actitudes de ―varón‖ o de ―mujer‖: conductas masculina o femenina
(que incluyen la forma de vestir, de hablar, de caminar, etc.)
La participación en intercambios sexuales por dinero o favores (por ej., la actividad de los
fletes).
El grado de participación en las sub-culturas homosexuales: los individuos pueden
relacionarse de maneras diversas y bajo distintas formas de socialización, conformando
redes, autoidentificándose sexualmente, comprendiendo y valorando diferentes prácticas
sexuales, e incluso reaccionando contra la norma sexual hegemónica (Cáceres y Rosasco
2000).

La confluencia de ejes de diferenciación da lugar a variadas formas de identidad,


comportamiento y valoración, definiendo así estratificaciones y clasificaciones de hombres
homosexuales. Para el caso que nos ocupa, estamos empleando una tipología utilizada en el
ámbito de la investigación en salud pública con ―hombres que tienen sexo con hombres‖
(HSH) en Perú: ―buses‖, ―deschavado‖, ―travesti‖ (o ―traca‖), ―flete‖ y ―mostacero‖ (ver
Glosario).

Los conceptos de hegemonía, marginación y subordinación presentados inicialmente


atraviesan también estas clasificaciones y toman forma en los espacios de interacción gay,
donde ciertos tipos de homosexuales aparecen a veces, en ciertos espacios o en situaciones
determinadas, en posiciones subordinadas o hegemónicas con respecto a otros.

Estos espacios de interacción adoptan formas variadas. Existen, por ejemplo, bares para gays
adultos, discotecas para gays más jóvenes, lugares para gente a la que le gusta utilizar
determinados atuendos, o para quienes realizan cierta práctica particular (como el
sadomasoquismo, por ejemplo). Hay también establecimientos frecuentados por personas de
determinado grupo étnico, bares de lesbianas, etc. Sivori, quien realizó un estudio sobre el
―ambiente‖ en Buenos Aires, Argentina, ha señalado de ciertas zonas que ―a modo de un
guetto, esos barrios contienen a una población que en ese espacio se ve plenamente

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reconocida como gay, encontrándose a la vez protegida y limitada en ese reconocimiento de
las fronteras de la vecindad‖ (Sivori 2005).

Una rasgo característico de estos espacios de interacción es su ―homosocialidad‖: se dan en


ellos ―prácticas entre pares del mismo sexo, cuya participación a la vez requiere e implica la
pertenencia del participante al grupo o red en cuestión‖ (Sivori 2005). Muchos de estos
participantes afrontan barreras que les previenen de presentarse públicamente asumiendo su
identidad, pero en estos espacios de socialización homosexual llegan a mostrarse
abiertamente sin mayores preocupaciones. Si bien es posible que estos lugares sean también
visitados por simpatizantes o frecuentadores ocasionales heterosexuales, suelen ser
generalmente ―segregados‖, en el sentido de que quienes se incluyen en ellos son ―marcados‖
como distintos del resto de las personas.

Otro elemento que cabe resaltar es la consideración del prestigio, que en las discotecas de
―ambiente‖ es configurado por factores como el dinero, el status social aparente, los atributos
físicos y los tipos de roles sexuales desempeñados, que pueden manifestarse, por ejemplo, en
la apariencia ―masculina‖ de algunos hombres. Asimismo, unos elementos que influyen en
configuración del prestigio pueden ser reemplazados por otros. Es lo que ocurre, por citar un
caso, con la ―pechada‖, que consiste en invitar algo (por ejemplo, bebidas alcohólicas en la
discoteca) buscando recibir favores sexuales o aceptación social; por lo que el dinero puede
entonces, compensar la ausencia de atributos físicos para obtener la pareja sexual deseada
(Cáceres y Rosasco 2000).

El “ambiente” gay en Lima

Lo que se conoce como ambiente gay o ―ambiente‖, a secas, constituye un espacio de


construcción y expresión de la identidad colectiva gay. ―El ambiente es una red de relaciones
entre individuos cuya experiencia común compartida es la preferencia sexual y la situación
de marginación social que de ella se deriva. La relación de asociación que se mantiene y las
constantes interacciones que tienen lugar en determinados contextos han devenido en la
formación de espacios, dinámicas sociales y símbolos característicos, es decir, en una
conformación cultural‖ (Motta 1999).

En el ambiente, la discoteca es considerada el espacio gay por excelencia, un espacio donde


la identidad homosexual adquiere legitimación, aceptación y reconocimiento mutuo, donde
se establecen relaciones entre individuos que comparten la situación concreta de ser
homosexual. En ella se expresan una serie de discursos y símbolos comunes que producen y
reproducen las relaciones y el imaginario de sus actores sociales. Según diversos autores que
han estudiado este espacio de socialización gay, éste se caracteriza por: una dinámica muy
intensa de relaciones sociales; ser el núcleo central de ampliación del círculo de amigos y de
búsqueda de pareja o compañeros sexuales ocasionales; y por constituir un ambiente festivo
en el que los asistentes pueden socializar y expresarse libremente, fundamentalmente en el
nivel afectivo y sexual, manifestando mucha efusividad, y realizando un juego constante con
los roles de género. A partir de las características que presentan estas discotecas, Motta
(1999), en su estudio sobre ―el ambiente‖ de Lima, define a la discoteca como un ―espacio
legítimo de encuentro‖ donde se recrean modelos de conducta homosexual, espacio que
cumple así un rol muy importante en la construcción de identidad.

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Métodos

Realizamos una etnografía que incluyó observación participante en la discoteca y entrevistas


a cinco asistentes al Sagitario. Las entrevistas se realizaron en la sede de Miraflores de la
ONG Impacta Salud y Educación. En el marco de sus actividades de desarrollo comunitario,
esta organización promueve un ―espacio de socialización diferenciada‖ denominado Casa
Abierta, en el que jóvenes y adultos con identidad gay se reúnen semanalmente para discutir
diversos temas de su interés, ver películas, recibir charlas y conocer amigos. Siendo el caso
que muchos de los asistentes a Casa Abierta conocen y frecuentan también la discoteca
Sagitario, decidimos realizar allí las entrevistas, aprovechando además que pudimos contar
con un ambiente privado.

Los entrevistados mostraron apertura y buena disposición para participar. Cada uno recibió
después de la entrevista un obsequio como reconocimiento por su colaboración (cartapacios,
provistos por la ONG). En cada caso, los investigadores informaron a los entrevistados sobre
el propósito del estudio, e hicieron explícito el carácter confidencial de la información que
estarían proporcionando. El contenido de las entrevistas fue registrado en audio y transcrito
para su posterior análisis (CD adjunto). Una de las entrevistas no pudo ser transcrita debido a
la ininteligibilidad del audio.

Instrumento de recolección de datos

Empleamos una guía para las entrevistas (ver Anexo). La guía incluyó preguntas de
identificación (nombre, edad, lugar de residencia, ocupación) y preguntas sobre la asistencia
de los sujetos a la discoteca (frecuencia, compañía). Luego, incluimos ocho preguntas
abiertas para conocer los discursos y los imaginarios o representaciones sociales de los
sujetos, además de sus prácticas y experiencias, con relación a ideales, modelos hegemónicos
de masculinidad, y relaciones e interacciones entre grupos y personas en el contexto de la
discoteca.

Población del estudio

Pudimos entrevistar a un grupo variado y, a nuestro entender, representativo de la población


que asiste a la discoteca:

Michel (deschavado), de 22 años, se define simplemente como ―gay‖. Vive en Villa el


Salvador y se dedica a atender al público en un negocio. Asiste a la discoteca los fines de
semana con sus amigos desde hace dos años.
Cuti (deschavado, antes fue travesti), de 43 años, se autoidentifica como un ―gay
moderno‖. Vive en Barranco y trabaja como peluquero. Va a la discoteca una vez al mes
con un grupo de amigos desde hace un año y medio.
Jean Paúl (buses), con 41 años, se define como un ―gay activo‖. Vive en el Callao,
trabaja como cantante y viene además estudiando diseño. Asiste a la discoteca, a veces
solo o con amigos o ―amigas‖, desde hace tres años, aunque fue también desde antes
cuando la discoteca se ubicaba en otro local (Av. Colmena). Va entre una y tres veces al
mes, y refiere que frecuenta también otros locales.

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Rafael (deschavado, buses en ciertos espacios), de 32 años, se percibe como un gay
pasivo. Vive en Chorrillos y hace el ―trabajo del hogar‖ en casa de su hermano, ―como
una ama de casa‖. Dice ser ―de provincia‖ y parece haber llegado a Lima a mediados de
los noventa, cuando comenzó a conocer el ―ambiente‖. Va a varias discotecas, pero le
gusta más ir ocasionalmente al Sagitario, generalmente con amigos en ciertas fechas
específicas (cumpleaños, Halloween, fiesta de la primavera, etc.), desde hace unos 10
años, cuando la discoteca se encontraba en el antiguo local.
Magali (deschavado) tiene 50 años y se define como ―mujer‖. Vive en el Cercado de
Lima y trabaja en un salón de belleza. Dice ir con amigos, ―todos los días‖, desde hace
siete años.

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Análisis

Identidades y grupos al interior de la discoteca

El Sagitario es frecuentado por personas que exhiben las más diversas identidades, roles y
orientaciones sexuales. Encontramos aquí a heterosexuales y a hombres y mujeres
homosexuales, aunque predominan los hombres homosexuales con identidades gay
abiertamente explícitas. De entre éstos, los hombres activos (con o sin identidad gay) parecen
frecuentar menos este lugar. Como refiere Michel: He visto travestis, he visto gays, a los que
les puedes decir… los que los llaman, ¿no? pasivos, modernos… activos muy pocos, al Sagi
no van mucho.

Los diferentes grupos y tipos de personas son generalmente identificados y caracterizados


por los asistentes en función del aspecto físico y del comportamiento. Michel, por ejemplo,
identifica a estos grupos por la forma de bailar o la forma de vestir… las actitudes más que
todo. Sin embargo, puede ser muchas veces difícil definir ―quién es qué‖. Como señala Jean
Paul: Bueno si vamos a ser sinceros, hoy en día no puedes identificar a nadie, te puede
parecer, porque hay demasiados matices en lo que es la sexualidad. Estos variados ―matices‖
pudimos notarlos también durante la observación participante, si bien encontramos un patrón
que queda bien ilustrado de este modo:

mayormente se ve a personas muy femeninas que están bailando, que están tomando
y hacen ese tipo de chongo como decimos usualmente, ¿no? También veo algunas
chicas, poquísimas, digamos… lesbianas, y otras chicas que también van, pocas, pero
que van con amigos, sean héteros, gays o bisexuales y que se están divirtiendo ahí
¿no? Es un sitio, digamos, puede ser “open mind”, aunque… no he visto es muchos
travestis, no he visto travestis realmente, que yo recuerde. Hay pocas, sí habían pero
creo que muy pocas (Jean Paúl).

Las diferencias sexuales entre hombres y mujeres pueden ser claramente identificables para
Jean Paúl, aunque la apariencia no necesariamente permite reconocer preferencias sexuales
demarcadas, lo cual conduciría eventualmente a respuestas ásperas. Aludiendo a una analogía
con otro espacio, él señala que:

cuando voy a una reunión heterosexual veo en su actitud de una mujer, así este
vestida como hombre, la veo que es mujer y a un hombre lo veo que es un hombre así
sea muy… por ejemplo, yo tengo mi cabello pintado y yo voy a cantar así, y no me
importa, si alguno por ahí le da la locura de decirme “¡Cabro!”, “ya ven para… que
te voy a…” [hace un gesto, como penetrando a alguien] (Jean Paúl).

Otro dato referido, que en cierta medida coincide con nuestras observaciones de campo, tiene
que ver con una cierta disposición espacial de grupos, asociada a identidades: Umm…
mayormente son grupitos de ese tipo, los bien buses que se ponen al fondo para que nadie
los vea… y las más deschavaditas, que están hechas unas marionetas ahí en la pista, así
hacen su grupito (Rafael). Notamos aquí cómo Rafael ve en los buses algún rasgo de
discreción, cuando afirma que éstos ocupan un lugar distinto para que nadie las vea:

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los más buses se pueden confundir, ¿sabes con quien?, con estos chiquitos que se van
a buscar puntos… porque ellos se van a las esquinitas o se van al segundo piso y
están parados y mirando, como diciendo: “no me toques, no me mires, yo te miro,
pero tu no me mires”. Se mueven discretamente… entonces se pueden confundir con
ellos ¿no? Pero ahí sí se da uno cuenta quien es buses… (Rafael).

Las categorizaciones basadas en la conducta social (buses, deschavado, travesti, flete y


mostacero) son con frecuencia asimiladas a las distinciones que se enfocan en el rol sexual en
la intimidad (activo, pasivo y moderno). Así, el homosexual deschavado es a veces
reconocido como pasivo, ya sea por el aspecto o por el comportamiento: los pasivos son los
que usan la ropa pegada y los que bailan a veces un poco mas exagerado que una chica. Y
los modernos son… son como los patas normales (Michel). Vemos aquí cómo Michel, quien
se define a sí mismo como moderno, concibe la ―normalidad‖ en relación al modelo de
hombre como distinta al que muestran los deschavados/pasivos.

Otro entrevistado, quien asiste esporádicamente a la discoteca, si bien es un deschavado que


se asume como moderno –y que alguna vez fue travesti–, no llega a identificarse con quienes
frecuentan regularmente este espacio. Esto debido a otros factores más generales de la
conducta social. Al hablar de las identidades y los grupos, menciona que no se identifica con
ninguno, tienen otro tipo de vida ellos (Cuti). Cuando menciona este ―otro tipo de vida‖, se
refiere a que:

son muy liberales o que se dedican a la noche, son muy nocturnos, yo no soy… no soy
así. Yo soy más casero, yo voy una que otra vez y no soy trasnochador. No me gusta
beber mucho licor. Yo me voy a tomar dos, tres cervezas, a bailar, a mover, a que me
presenten una amiga, “¿hola como estas?”, hacer una amistad más y chao. No soy de
meterme en problemas, “que te dijo, que me dijo” ni nada, o sea yo voy, respeto a
todo el mundo y a mí todo el mundo me respeta (Cuti).

La consideración positiva de la afabilidad y de la apertura en las actitudes se puede


superponer a las diferenciaciones sexuales como criterio de identificación:

a mi me agradan las mariconas cuando tienen… que te digo… su forma de ser. Así
sean travestis, sean gays, chicos modernos. Si me gusta su trato, su manera de ser, su
franqueza, cómo son ellos, ahí con ellos me puedo identificar. Pero no tengo
clasificación exacta (Cuti).

Cuti tiene cierta preferencia por los travestis. Entendemos que esto se debe en buena medida
a su historia personal, al tránsito que experimentó en sus conductas y en su imagen:

Yo era que te digo… pasivo, me gustaba solo que me penetraran, bueno también en
esos tiempos yo era travesti, me vestía como una chica y todo, pero a medida que el
mundo iba avanzando y todo, ¿no?. Al principio, ay, me chocaba ver eso de que el
hombre quería también que lo penetraran. El hombre te hacia sexo oral, uy, ¡qué
nervios!, hasta que poquito a poquito me volví moderno. Porque ahora yo me encamo
con cualquier chico y ellos también quieren que los penetres… todos… del 100% el
90%, pero a mi me gusta ser más pasivo, a mi me gusta que me traten como una
chica (Cuti).

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Como espacio de socialización, la discoteca es también un escenario en el que las identidades
pueden ir afirmándose, aunque a veces de manera traumática. Esto es lo que ocurre con
Rafael, quien nos muestra cómo la experiencia de la migración a la capital, sumada al ingreso
al ―ambiente‖, supone, además de la adaptación a un nuevo entorno (―avispamiento‖), una
serie de contradicciones y conflictos identitarios entre lo que significa para él ser homosexual
y las maneras de ser homosexual en el nuevo ámbito urbano:

Para empezar, no soy de acá, soy de provincia. Yo en el 96 por ahí, 97, yo no sabia
nada de lo que es el ambiente gay de Lima, pero vine siendo gay. Acá no sabía nada
del ambiente, no sabía qué era una discoteca, qué era un video, qué era un cine.
Estaba de lo más tranquilo, pero siempre ya cuando se avispa uno… y el provinciano
deja de ser provinciano y uno se avispa, y conocí… fue en un cine triple x, ahí en
Colmena, y me dijeron “¿no te vas a una discoteca?” ¿Discoteca?, no. “Sí, es más
allá, saliendo te voy a enseñar donde”. Y me enseñaron dónde era… Entonces yo me
fui un día al Sagitario, yo solo… tendría pues 22 años, y yo estaba en busca, ¿no? Y
me fui solo. Compré algo de tomar… compré mi Coca-Cola… pero a mí no se me
cocinaba de ver bailar dos hombres juntos ¿ya?, y yo sentía ¿qué raro?, me siento
raro, qué hago acá: soy esto pero yo no puedo hacer esto... Como a tres cuatro
metros había un grupito de cuatro chicos… Yo estaba solo. Cuando los veo, una por
una fueron a invitarme a bailar y yo no sabía qué decir… a todos les dije no bailo, no
bailo, no bailo… Cuando vino el último me dijo ¿qué, no bailas?, no disculpa pero no
bailo. No terminé la gaseosa que había, la deje en la barra y me salí… esa fue la
primera vez que fui (Rafael).

Si bien Rafael afirma haber llegado a Lima ―siendo gay‖, estos conflictos identitarios llegan a
aflorar abruptamente en la discoteca cuando le es atribuida una conducta que en su
imaginario no encaja con su modo particular de ―ser gay‖:

comí no sé qué cosa que me hizo daño, pero me fui a la discoteca; pero en la
discoteca me dio un cólico de los mil diablos, que estaba haciendo cola en el baño…
estaba en el baño y yo quería romper el baño de… salgo y estoy “ya me va pasar, ya
me va pasar”. Estoy subiendo las escaleras y en eso baja una de esas bien loquitas y
me dice “ahí, por tomar mucha lechada”… y le dije “oye que te pasa pedazo de
imbécil”, la agarré de un puñete y la aventé por la escalera y le dije: “si, te sigues
metiendo conmigo te saco la uy… ni lo que tu papá te ha dado” (Rafael).

Fuera de la discoteca, con su familia, Rafael intenta ocultar su identidad gay. En su


comportamiento social en espacios ―de ambiente‖ sí se permite ser deschavado en ocasiones,
aunque solo en cierta medida. En la discoteca, no se asimila al tipo de masculinidad
homosexual que presentan las más ―deschavaditas‖. No se identifica claramente con alguno
de los grupos o tipos de personas que encuentra en el Sagitario: pero ahí tal vez con los
buses, ¿no?, pero con esas bien deschavaditas no.

Masculinidad hegemónica

¿Qué manera de ser homosexual predomina en el Sagitario? ¿En función de qué criterios
podemos reconocer o afirmar que tal o cual tipo de masculinidad es o no hegemónico?
Nosotros quisimos abordar estas cuestiones consultando a los entrevistados sobre quiénes les

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parecían a ellos los más ―regios‖ en la discoteca, los que destacan o sobresalen por sobre los
demás, y debido a qué los veían de este modo. Si bien las respuestas que obtuvimos nos
ofrecen una noción sobre el tipo de masculinidad que es más aceptado o el que se percibe
como predominante, es sin duda éste un problema cuya complejidad trasciende los límites
que nos planteamos al inicio de este estudio. No basta entonces señalar qué tipo de
masculinidad es el más visible o el que despliega mayor presencia. Habría también que decir
para quién o quienes, desde qué punto de vista, resulta más valorada o destacada una manera
de ser hombre, y porqué.

En el Sagitario son claramente los deschavados quienes ―dominan‖ la escena. Esto lo


pudimos apreciar en las salidas de campo, y nos lo manifestó también Jean Paúl cuando le
consultamos sobre quiénes le parecía a él que destacan más en la discoteca:

Así como decimos vulgarmente, los que se han deschavado, o sea que no temen
expresarse tal y como es ¿no? Mayormente son chicos gays, pero, de repente puede
decir unos pasivos, pero uno no puede estar seguro. Pero de que son gays algo
femeninos y que les gusta bailar y se divierten, digamos, de alma ¿no? Toda la noche
divirtiéndose, bailando, tomando, son personas que se divierten ¿no? (Jean Paúl).

Pero los deschavados destacan aquí, para nuestro entrevistado, no por ser deschavados, algo
femeninos, o por divertirse bailando y consumiendo licor, sino que:

lo que los hace sobresalir es el hecho de que no temen expresarse, eso es lo que los
hace sobresalir. Porque hay gente que está ahí, o se “arricochina” con su pareja y
toda la noche ni se mueve, eso no es sobresalir… están muy ignorados, o quieren
pasar así ¿no? Quieren pasar así (Jean Paúl).

En este caso, el mostrarse abiertamente, la desinhibición al exhibir su identidad (mediante el


baile, siendo femeninos, o por la forma de divertirse), le otorga a los deschavados un
reconocimiento que subyace a las conductas exteriorizadas. La desinhibición, socialmente
valorada desde diversos puntos de vista, los hace sobresalir (Jean Paúl). Los más buses o
―ahombrados‖ son vistos con frecuencia como gays que no salen del closet, que no le dan
rienda suelta a sus emociones contenidas (Cuti).

Bueno en todos sitios vas a ver de que la persona… hay personas que así sean
deschavados, así sean buses, así sean lo que sea van a destacar más por su alegría, la
entrega que le ponen a su baile a la forma de divertirse (Jean Paúl).

Para Jean Paúl, sin embargo, siendo un buses que se autoidentifica como gay activo, los
hombres airadamente deschavados no le llaman la atención en el plano personal. Tiene una
buena percepción de ellos, pero el desempeño social de los deschavados en la discoteca no le
es propio:

si la persona la veo muy loca no me atrae, a menos que sean mis amigos… pero así
no más que yo les haga el habla, no. Generalmente yo no hago el habla, dejo que me
hagan el habla a mí, por eso a veces me puedo quedar solo toda la noche, pero
siempre hay algún amigo, algún conocido y me pongo a bailar, a conversar… (Jean
Paúl).

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Por otra parte, desde la perspectiva de Rafael, quien parece referirse inicialmente solo a los
grupos más visibles, todas se creen unas divas ah, todas. Sin embargo, él llega a valorar más
la moderación y el respeto: lo más tranquilo, pues, los más sobrios, porque a mi no me gusta
la muy... a veces se van unos gays, unos tipos que… pues todos ellos que te miran con la
punta del zapato (Rafael). Pero, en general, como criterios para reconocer a quienes más
destacan, él se refiere a la imagen, al comportamiento. Cuando habla de sobriedad, Rafael
está aquí tomando en cuenta la moderación en el comportamiento y en las actitudes. El tipo
de masculinidad homosexual en la que se exalta demasiado lo femenino no es de su especial
aprecio. Rafael prefiere a los deschavados, siempre que muestren una imagen más cercana al
patrón de ―hombre‖ aceptado más allá del ambiente gay, en la sociedad en general:

Las más deschavadas… las tracas son las… por ejemplo, la única la que ha venido
acá se cree una regia, una reina… [refiriéndose a un travesti que asistía a Casa
Abierta] pero sí, las más deschavaditas que se visten como hombres, esas si me
gustan (Rafael).

Michel, no obstante, desde su particular punto de vista, no ve que algún grupo resalte por
sobre los demás: los veo iguales a todos. Al parecer, para él, el tener en común una identidad
gay estaría por sobre las diferenciaciones basadas en desempeños o distinciones: Porque,
bueno… mi manera de pensar… somos gays y ninguno resalta más… La identidad sexual y
la manera de mostrarse en situaciones como las que se dan en la discoteca no son cosas a las
que él preste especial atención: es como en una situación heterosexual: llegas a una fiesta y
cada quien esta con su grupo… y nada.

Una visión distinta es la que presenta Cuti, quien antes fue travesti y ahora deschavado. Nos
dice que los travestis pueden en esta discoteca mostrarse como no lo harían en otro lugar.
Para él, quienes más destacan son:

las tracas pues… las travestis, las que llaman más la atención por lo que están más
voluminosas, más llamativas… allí es, en esa discoteca son más llamativas porque
hay discotecas que no son aceptadas ellas (Cuti).

Hegemonía, subordinación y marginación

Así como hay en la discoteca unos personajes más destacados y visibles que otros, están
también quienes destacan menos o que pueden ser apreciados negativamente. Pero el hecho
de que se vea como subordinados a ciertos grupos o tipos de hombres no siempre ni
necesariamente tiene que ver con la identidad sexual. Los patrones de comportamiento social
y las características físicas juegan papeles que confluyen o no con rasgos atribuidos a las
distintas identidades sexuales masculinas. Con respecto a las representaciones sociales sobre
tipos subordinados de masculinidad, diversas lógicas se superponen al momento de hacer
consideraciones sobre ―lo mejor‖ o ―lo peor‖, lo aceptado y valorado en oposición a lo
desagradable y lo proscrito.

Cuando preguntamos a Michel sobre si había para él quienes perjudicaban el ―ambiente‖, no


hizo diferenciaciones relativas a identidades: bueno depende… tal vez por parejas que tienen
celos le buscan la pelea a otra persona. Vemos aquí que la conflictividad, en este caso la que

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se genera a partir de los celos, es un elemento negativo independientemente de quién lo
exhiba.

Cuti, por su parte, agrega otros elementos definidores de tipos de masculinidad que él
desaprueba en este espacio en particular:

Ay sí… los palomillas nunca faltan, los bagres. Son chicos que se venden, pues ellos
son mayormente; o a veces también bajan cachaquitos de ahí de “La Jarrita”…
malean el negocio. [Entrevistador: ¿Por qué?] Por su aspecto pues que tienen. ¿Cómo
te puedo decir?, son más… más… más de un tipo provinciano, pues se les ve así…
por lo provinciano pues, y como son un poquito bagres, vulgares para hablar, se
expresan de otra forma. Ahí es donde empiezan los alborotos, las travestis a veces no
soportan eso y se van a las manos… a la boca pues. Siempre termina en bronca eso
pues, yo cuando veo que la revienta [se refiere a cuando alguien tira vasos al suelo o
rompe botellas] yo “chao, yo me fui por acá, yo no sé nada”. No es conmigo pues, no
me gusta hacerme de problemas (Cuti).

Además de la conflictividad, se alude aquí también al hecho de ―venderse‖, a la procedencia,


al aspecto físico, a la ―vulgaridad‖, y a que éstos otros hombres se expresan de otra forma.
Es preciso señalar que los llamados ―cachaquitos‖ o soldados que suelen frecuentar una
cantina cercana al Sagitario (―La Jarrita‖, un lugar considerado de baja categoría), estarían
dentro del tipo conocido como ―mostaceros‖: hombres sin identidad gay que tienen sexo con
otros hombres asumiendo un rol sexual activo, exclusivamente penetrador. Las prácticas y la
identidad de estos hombres estarían en el lado opuesto o más alejado del que ocupan los gay
más afeminados y, como vemos en el párrafo citado, son también los menos valorados por
Cuti.

Pero al contrastar lo anterior con las percepciones de un ―gay activo‖ como Jean Paúl,
notamos cómo los criterios que definen la subalternidad o la hegemonía pueden variar
radicalmente, primando no ya lo específicamente identitario sino otros factores que apuntan
más al respeto y la convivencia pacífica, a la ―corrección‖ y a la educación de las personas:

Hay de todo … yo he visto chicas que se ve que son hétero ¿no?... que están con sus
amigos bailando, se emborrachan y de un momento a otro hacen laberinto o se caen
al suelo o botan el trago o creen que están en su casa, en su barrio y agarran y están
tomando y botan así… o sea, no me parece que… esta bien que uno quiera… que
algunos quieran de repente… porque dicen que son machos, entre comillas ¿no?,
agarran el vaso y están ahí y a veces hasta lo tiran al suelo y lo rompen el vaso ¿no?,
pero ¿Por qué? O sea, no entiendo… La mala educación, el no respetar el espacio, el
terminar todo como… que el baño lo dejen hecho una porquería, que orinen en el
suelo, no, no le veo la gracia (Jean Paúl).

Para Jean Paúl es altamente valorado el comportamiento adecuado, el respeto por las normas
o convenciones sociales, por sobre cualquier elemento de diferenciación relativo a
preferencias o prácticas sexuales. Por ejemplo, en este aspecto, no parece tener una
animadversión marcada hacia los fletes:

mientras se comporten; porque mayormente se comportan, o sea, van y buscan


alguien que puede ser su “punto” [pareja ocasional/cliente] que creen ellos y de

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repente lo endulzan y salen tomando y para ellos es su negocio, ¿no? Mayormente se
comportan. [Entrevistador: ¿no los ves haciendo escándalo?] No, haciendo chongo
no… pasan piola… (Jean Paúl).

Le pedimos a nuestros entrevistados que hicieran una categorización o jerarquización, basada


en sus gustos y preferencias (más/menos; o mejor/peor), de los diferentes tipos de hombres
que veían en el Sagitario. Nos pareció que esta solicitud generó inicialmente ciertas
resistencias o dudas, tal vez debido a que se trataba de miembros de un grupo comunitario
(Casa Abierta) en el que se manejan constantemente discursos referidos a la igualdad, la no-
discriminacion y los derechos en la comunidad gay. Luego de aclararles que no se trataba de
hacer alusión a formas de discriminación, sino a preferencias personales, nos brindaron
algunas repuestas. Michel –quien se autodefine como moderno–, por ejemplo, nos dijo:
¿Para mí? Umm… los modernos arriba, de ahí vienen los pasivos, de ahí los travestis ¿no?
De sus nociones sobre su propia manera de ser moderno inferimos que la exageración y lo
―escandaloso‖, para él, serían patrones de conducta poco apreciados:

A ver yo pues… me gusta usar cosas pegadas pero no tan escandalosamente. Por
ejemplo, me gusta bailar de una manera sensual pero tampoco exageradamente como
bailan algunos o tratar de imitar a una chica, ¿no?; o sea, tal vez coquetamente, pero
no tan escandalosamente… después este… no sé… me gusta… cómo decirte…
[silencio] (Michel).

En contraste, la cima de la jerarquía para un ex travesti como Cuti, estaría ocupada


precisamente por los travestis:

En ese ambiente, en el Sagitario: primero las travestis. Después vienen las… como te
digo… después vienen las gays, después las modernas. Así las califico, pero primero
vienen las travestis.[Entrevistador: ¿Y en el último (lugar)?] Los fletes claro… y los
cachaquitos (Cuti).

El flete, trabajador sexual contratado usualmente por hombres homosexuales, quien aparece
generalmente asumiendo una imagen exterior de hombre cercana o similar a la aceptada por
la sociedad, es colocado aquí junto con los ―cachaquitos‖, quienes pueden también
intercambiar eventualmente sexo por dinero u otros beneficios (licor, regalos, etc.) en la parte
más baja de una jerarquía. La marginación de estas formas de masculinidad se evidencia
igualmente en el testimonio de Jean Paúl:

Simplemente voy y si tengo algún conocido conversamos y estamos ahí, de repente


bailamos, de repente tomando, de repente voy solo, como te digo, me paro en un sitio
y viene alguien y me hace la conversación, me cae en gracia o de repente veo que no
es alguien… porque a veces va gente un poquito peligrosa… si hay también, entonces
uno se da cuenta, o se da cuenta también cuando la persona que viene es vulgarmente
llamado flete, ¿no? Tú te das cuenta cuando viene, entonces como que lo apartas,
“ah sí, sí, sí” y ya bueno… (Jean Paúl).

Jean Paúl trata de ser sutil al apartarse de quienes no le simpatizan. Las conductas
―inapropiadas‖ son para él el principal factor de diferenciación entre ―lo mejor‖ y ―lo peor‖,
superponiéndose la consideración de estas actitudes a cualquier criterio relacionado con el
género:

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lo único que puede ser peor… personas que no respetan el espacio de los demás… el
local es para todos, y no van a estar ensuciando, malogrando o que quieren dársela
de poderosos entre comillas y, por ejemplo, estás pasando y no hay espacio y no
quieren dejarte pasar… [Entrevistador: ¿Las actitudes?] Actitudes, la educación, el
comportamiento de la gente, no exactamente de que más sean los gays, más sean a
las chicas, más sean los que están ahí, ¿no? (Jean Paúl).

Otros, en cambio, actuarían oponiendo una estética autopercibida como superior al aspecto
de los que no lucen ―bien‖ o resultan ―molestos‖. Además del alejamiento físico, sería común
también la práctica de ―barrer‖ con la mirada. Como nos muestra Rafael:

Que se la dan todas ellas regias… [hace un gesto con la cabeza] de pies a cabeza en
la cuestión física ¿no? Y tratan de opacar, de marginar a alguien, y si hay un grupito
que no es de su agrado los trata de… o les molesta o se van a otro lado (Rafael).

Es recurrente la referencia a los fletes como los personajes ubicados en la parte más baja de
la jerarquía de masculinidad homosexual en esta discoteca. Pero, en el caso de Rafael, esto
tendría que ver más con algunos principios morales interiorizados quizá en un entorno previo
más conservador. Recordemos que él, poco tiempo después de llegar a Lima, y en su primera
vez en el Sagitario, había abandonado abruptamente el lugar luego de rechazar
reiteradamente las invitaciones a bailar que le hacían otros hombres. En ese entonces no se le
―cocinaba‖ el ver bailar dos hombres juntos, a la vez que afrontaba conflictos en su fuero
interno: me siento raro, qué hago acá: soy esto pero yo no puedo hacer esto. Había también
reaccionado violentamente cuando un sujeto lo ―acusó‖ de haber ―tomado lechada‖. Estos
preceptos morales, como decíamos, tendrían alguna función en su negativa evaluación
subjetiva del desempeño de los fletes, de los que pretenden ―hacer punto‖ (conseguir alguna
pareja ocasional), y de lo que acontece en la discoteca, donde la búsqueda abierta de sexo
estaría rodeada de cierta aura pecaminosa:

Yo creo que en todo sitio se va gente a buscar, como se dice acá vulgarmente, a
buscar su punto, a levantarse un punto y sí, se va gente bagre y esa es la razón.
[Entrevistador: ¿Cómo son? ¿Cómo se comportan?] Su comportamiento de ellos es…
no bailar, de pararse en las paredes, pegarse a las paredes, a los espejos o pararse
en la puerta de los baños o estar sube y baja, sube y baja, sube y baja, y dar vueltas
por ahí: es como el tipo de estos trabajadores sexual ¿como le dicen?… tipo fletes,
como hacían en el parque Kennedy o en la avenida Arequipa. Suben, bajan, se paran
el la puerta de la discoteca, te miran y te… se te acercan… ya fuiste, y si les
atracaste, te fuiste con él, porque así me ha pasado una vez… (Rafael).

Lo que le pasó una vez, no es que haya ―atracado‖, sino que enfrentó el ―acoso‖ de su
pretendiente ocasional. Esa gente ―bagre‖, que busca levantarse un punto, desde la
perspectiva de Rafael estaría no solo transgrediendo o amenazando su ―pudor‖, sino también
mostrándose insolente o desvergonzada:

yo no soy de tomar, no estaba borracho, estaba cansado… mirando lo que bailaban y


aparece en mi delante, estaba parando ahí un chico, y él pensó que yo lo estaba
mirando, y se me acerca y me dice “hola, invítame un chela”, y yo le dije:
“¿¡perdón!?” -“invítame una chela” -“mira, en primer lugar, si yo quisiera una

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chela la hubiese comprado, y en segundo lugar no te conozco para invitarte, y en
tercer lugar, yo no tomo, y si tú pensaste lo que has pensado te quemaste conmigo,
así que sigue no más, sigue buscado, conmigo no vas” - “Ah, no… disculpa choche”
y ¡pum! se fue (Rafael).

La exhibición pública de la habilidad para el baile es bien apreciada entre los asistentes a la
discoteca. No ocurre lo mismo con ciertas actitudes de marginación, especialmente para
Rafael, quien tuvo que adaptarse no solo al ―ambiente‖ gay, sino en general a Lima luego de
su experiencia migratoria:

Los más regios, los más regios, son como te digo los más deschavaditos, y los que…
son las marionetas… los dueños de las pistas, ellos ufff… me podría juntar con ellos
solamente para que me enseñen a bailar, porque soy como la Janeth Barboza, que
tiene dos pies izquierdos… pero, por su comportamiento, si es que se creen, si es
quieren marginar… no, no, yo no. Para mí, el bonito, el alto, el chino, el cholo, si me
hablan bacán, sino normal, no? Pero para decirte ¡ay, no, apesta!, no, ¿tampoco,
no? Por ese lado tampoco me juntaría (Rafael).

Relaciones entre grupos y masculinidades diversas

Las hegemonía y la subordinación pueden o no expresarse abiertamente mediante prácticas y


actitudes, como hemos visto en el apartado anterior. Las relaciones entre personas con
distintas identidades sexuales tienden a veces a tener en la discoteca un carácter diferente al
que se puede evidenciar en otros espacios de socialización, ya sean éstos parte del
―ambiente‖ gay o no.

Cuando preguntamos a Michel si los diferentes grupos suelen relacionarse entre ellos o si
andan cada quién por su lado, él nos dijo que:

Depende, hay modernos que tienen amigos que son travestis, que están con ellas y a
veces los conoces… a mí, particularmente… para mí… no me molesta ser amigo de
un travesti, o de un pasivo, o de una loquita, ¿no? Siempre y cuando sea en la
discoteca. [Entrevistadora: ¿Y por qué después no?] Al menos las que son loquitas, no
sé. Me pueden ver por la calle y saludarme: ¡holaaaa…! Y hacer un escándalo…
(Michel).

Michel es deschavado y suele ser moderado en su comportamiento. No se identifica con las


que son loquitas, con quienes se relaciona bien, al igual que con los travestis, siempre y
cuando sea en la discoteca. Fuera de este espacio, no se siente cómodo con la conducta
―escandalosa‖ que les atribuye a ambos tipos de hombres. Con relación a los demás
asistentes, refiere que entre ellos siempre hay rivalidades, que los modernos, los pasivos y
los travestis a veces no se llevan.

Porque las travestis a veces se creen bonitas o se creen las superiores a una mujer y,
como uno… son gays, como que no es de su nota, o sea… ¿no? [Entrevistadora: ¿Los
consideran menos o algo así?] Algo así. Y viceversa también. [Entrevistadora: ¿Por
qué? ¿Por el hecho de vestirse como mujer?] Claro… entre las dos (Michel).

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Entonces, a veces unos se perciben como superiores a otros en función de criterios estéticos,
de la apariencia física. Pero, como vemos, la ojeriza puede ser recíproca. No obstante,
hombres homosexuales con distintos tipos de masculinidad llegan a vincularse en la
discoteca. Allí, las fronteras entre los grupos son porosas: los grupos, para Cuti, no son bien
marcados, todos se mezclan.

Si bien se percibe en ocasiones que cada quien hace su grupo (Cuti), que los travestis, por
ejemplo, se van con su gente, con su grupito… hacen su grupito y ellas mismas son, o sea,
están en su mundo, están en su ambiente (Rafael), también ocurre, por ejemplo, que quienes
exhiben una conducta más afeminada pueden atraer o buscar la compañía de hombres con
características más ―masculinas‖: también hay travestis que también son medias bagres y ya
pues se reúnen con ellos [refiriéndose a los ―cachaquitos‖], y ya pues se juntan con ellos
(Cuti).

Ideales y anti-ideales de masculinidad

Las nociones expresadas por nuestros entrevistados sobre sus ideales de masculinidad
preferidos nos muestran un amplio rango de características, que van de cuestiones relativas al
aspecto físico hasta asuntos más vinculados con las actitudes personales, pasando por el
desempeño económico.

Cuando le preguntamos a Michel sobre su pareja, su primera referencia apuntó al rol sexual
de éste último:

[Entrevistadora: ¿Como lo describirías?... una sonrisa se te ha dibujado] (risas)


Bueno… es moderno, pero más tiene rol de pasivo, o sea, puede hacer los dos roles
pero más hace de pasivo, aunque a veces también le llame la atención lo otro…
(Michel).

En el imaginario de Michel, el ideal de hombre exhibe rasgos físicos caucásicos, pero, por
sobre todo, debe mostrar actitudes atentas y ―cariñosas‖:

El hombre ideal… de mis sueños… A ver… físicamente que sea más alto que yo, que
tenga un bonito cuerpo, que sea blanco, que tenga ojos claros, que se vista bien, que
tal vez use una buena colonia a la hora que también se va a acostarse; después… que
sea cariñoso, detallista, que… no sé, siempre se preocupe en mí y llame, sepa como
estoy y no sé… como decir el príncipe de los cuentos, ¿no? (Michel)

En contraste, Rafael maneja un discurso en el que el ideal de hombre difiere en varios


aspectos del que buscaría Michel. Como ―gay pasivo‖, le gustaría tener a alguien ―más
masculino‖:

uy… físicamente uno quiere que su pareja sea pues el más churro, el actor de
telenovela, pero lamentablemente… no va a haber el príncipe azul. Yo no tengo
mucho un prototipo de pareja física, pero siempre me han gustado los chicos que
sean un poco más masculinos, ¿en que sentido?… esos tipos, no es por discriminar,
sino esos tipos acholaditos, que se vean machos… que sean no muy altos, un poco
gorditos, que no sean flacos, para flaco yo, no gordos regordetes panzones sino

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gorditos llenitos, así ¿no?. Y como persona que sepa comprender, que sepa entender,
que sea una persona accesible, no muy cerrada… (Rafael).

Cuti, quien dice no tener pareja, preferiría a alguien que, al margen de su tipo de
masculinidad, se muestre además ―proveedor‖ y colaborador en el plano económico:

tener un chico, así sea gay o sea moderno, que sea sobre todo trabajador, un chico
ordenado, limpio, honrado… y… normal, así me gustaría encontrar… que me ayude,
¿qué te digo?, que me ayude, compartir todos los gastos, a pagar la renta, pagar los
gastos que hay en el departamento (Cuti).

Lo físico tiene aquí menos relevancia. La forma de ser y la compenetración son lo


preponderante para Cuti:

Físicamente no tengo un prototipo especial, me tiene que agradar su forma de ser.


Hay chicos que son feitos pero tienen bastante carisma. Me tiene que agradar
bastante su forma de ser, tiene que encajar conmigo. Por eso que yo busco una
pareja así y no la encuentro (risas). Pero no estoy apurado por ello, para eso tengo
bastantes canitas al aire (Risas) (Cuti).

Al ser consultados sobre los modelos de masculinidad admirados del ―ambiente‖ gay o del
mundo del espectáculo, las respuestas de los entrevistados hicieron referencia no solo a tipos
de masculinidad, sino también comportamientos asociados a ciertas formas de llevar a la
práctica esos modos de ser hombre:

Yo siempre he sido hincha de la Coco Marusix. Pero ya tuvo su problema y ya fue.


Pero siempre la recuerdo como la que fue. [Entrevistador: ¿Por alguna razón en
especial?] No, porque siempre me gustó su feminidad, era bien señorita, sabía
comportarse. No era vulgar como las otras, que si las mirabas ellas decían “ah, qué
me miras” (Cuti).

Aquí tenemos que la sencillez, por oposición a la soberbia, es bien vista como característica
del ideal. También Jean Paúl dice admirar a Coco Marusix, aunque no precisamente por su
feminidad, sino por su valentía que ha tenido, en como se ha levantado a pesar de lo que ha
tenido, de lo que ha pasado.

De otro lado, la vulgaridad es mencionada como algo en general rechazado por nuestros
entrevistados. Lo ―escandaloso‖, el afán de figuración y la soberbia aparecen reiteradamente
como pautas desaprobadas de conducta:

Alex Otiniano, en su momento Carlos Cacho, me parecía completamente


desagradable. [Entrevistador: ¿Por qué razón?] Primero su afán de figuretismo, que
no soporto. Su casi vulgaridad que tiene, porque ese tipo cuando se descontrola es
loco o loca… No le importa la gente, le importa él mismo, se nota que es un tipo muy
egocéntrico, no me gusta. Otiniano… por tanto lío que mete por acá por allá, no se si
lo que busca es solamente figuretear él, pero franco que no sé, no me gusta su actitud
(Jean Paúl).

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el Cacho, a ese no lo quiero ver ni en pintura. [Entrevistadora: ¿Por qué?] No…
porque era… se creía… la última Coca-Cola del desierto, pero en sí no era pues…
nada. Y últimamente había un chiquito que había, en las mañanas… y como hablas
en la TV te comportas en la discoteca… no tiene autoridad moral para estar ahí
opinando, diciendo lo que dice… [Entrevistadora: ¿Cómo se llama?] Ay no me
acuerdo, cuando comenzó el programa… estaba él… una vez lo encontré en la
discoteca con un grupito, cuando lo miré… era una persona toda déspota (Rafael).

Las personas que son muy escandalosas, tanto… como gays que hay en la farándula
solo por tratar de ser gays tratan de llamar la atención de una manera que no debe
ser… ¿Como Bayli, por ejemplo, que dicen que vende por su… supuestamente por su
homosexualidad? (Risas). No como ciertos peluqueros, estilistas. Por tratar de
venderse ellos tratan de ser, no sé… vestirse muy escandalosamente como salen en
algunos programas. Muy “fashion” según ellos… pero de lo peor… (Michel).

En este último caso, las percepciones de Michel sobre lo desagradable en el mundo gay
(público) coinciden en parte con las conductas que tiene en poca consideración en la
discoteca.

Desde otra visión, la representación que aflora en torno al ideal de hombre-pareja de Jean
Paúl, incluyen elementos que valoran una ―imagen masculina‖ enlazada con patrones de
comportamiento ―respetuoso‖ y mesurado, un hombre que pueda ser presentado ―en
sociedad‖, en el ámbito familiar. Esta imagen supone además la fidelidad como un factor de
especial importancia, e incluye una referencia al rechazo de la ociosidad:

que sea un pata que se vea un gay masculino… que sea una persona educada, que
sepa respetarte y respetarse a sí mismo, que se comporte en todos lados, y si tú
pudieras llevarlo a tu casa, llevarlo a tu casa y que nadie diga “oye ¿Quién es éste
que has traído?” que sepa respetar la relación en sí, para mí no hay relaciones de
tres, ni de cuatro, ni de cinco, solamente tú y tu pareja… a mi no me gustaría
compartir mi pareja con otra persona… Y en otras cosas… bueno, si no trabaja, que
estudie, que haga algo, no me gustaría alguien que no haga nada por la vida, ¿no?
(Jean Paúl).

Para ilustrar parte de lo dicho por Jean Paúl, podemos citar sus afirmaciones relativas a un
personaje que admira: Al que lo admiro, aunque no sé si me parecerá atractivo porque ya
tiene su tiempo ya… es Jaime Baily… por su desenfado que tiene, me gusta eso… También
manifiesta que Diego Bertie me gusta, me gusta físicamente, me gusta su voz, me gusta su
actuación, la he ido a ver una vez.

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Discusión y conclusiones

Entre los asistentes a la discoteca Sagitario del Centro de Lima encontramos a hombres
homosexuales con comportamientos variados en cuanto a los grados de masculinidad y a los
roles sexuales desempeñados, generalmente con identidades gay explícitas. El aspecto físico
y el comportamiento son los principales marcadores por los que son identificados o
categorizados por los asistentes. Predominan los hombres gay deschavados, que son
reconocidos por los demás y por ellos mismos por su comportamiento más o menos
afeminado. Es común verlos mostrándose desinhibidos y con habilidades para el baile,
aunque siempre hay unos deschavados más desenvueltos que otros. Debido a esto, algunos
hombres, aun siendo afeminados, no necesariamente se identifican con este grupo. Los buses,
por el contrario, parecen ser algo más ―discretos‖, y ocupan a veces lugares menos visibles.

Muchas veces se llega a asociar el comportamiento afeminado con un supuesto rol pasivo en
la intimidad (los pasivos son los que usan la ropa pegada y los que bailan a veces un poco
más exagerado que una chica, Michel). Por oposición, se asume que los hombres con
actitudes más masculinas serían activos. Estos hombres, que estarían frecuentando menos el
lugar, encarnan un modelo de masculinidad considerado como más cercano a la
―normalidad‖. Los travestis, por su lado, si bien son vistos en muy escaso número en esta
discoteca, tienen una presencia que llama generalmente la atención. Los fletes o trabajadores
sexuales son reconocidos a veces por alguna manera de vestirse o cuando ofrecen sus
servicios de manera sutil o abierta.

Los marcadores visuales o comportamentales de tipos de masculinidad son a veces


insuficientes para formarse una idea del tipo de hombre homosexual que es cada quien.
Desde luego, estas categorizaciones no son rígidas, y algunos sujetos se permiten en la
discoteca ser más desenvueltos y afeminados que en otros espacios. Otros, por ejemplo, han
atravesado períodos ―en el closet‖ antes de ―deschavarse‖. Por ejemplo, uno de nuestros
entrevistados había realizado un ―tránsito‖ por el cual es ahora deschavado y moderno, luego
de haber sido travesti y pasivo.

El tipo de masculinidad considerado hegemónico puede ser relativo. El entrevistado al que


hacíamos alusión en el párrafo anterior, que fue alguna vez travesti, aprecia más la imagen
llamativa de los travestis. Sin embargo, como hemos podido ver al solicitar a los
entrevistados una jerarquización de tipos de homosexuales, y en la descripción de modelos
ideales de masculinidad, la mayoría valora sobretodo a los hombres con atributos masculinos,
los más cercanos al patrón de normalidad mencionado previamente.

Si bien quienes dominan la escena son los deschavados más desinhibidos, esto no implica
que sean los mejor apreciados. De hecho, reiteradamente se nos ha referido un rechazo a lo
―escandaloso‖ y a la exageración. Por ejemplo, uno de los participantes en nuestro estudio
(buses, activo) les reconocía el ser personas que no temen mostrarse como son y tenía en
general una opinión positiva de ellos, pero en lo personal él no se involucraría en una
relación sentimental con una persona afeminada. La desinhibición, si bien puede ser
socialmente valorada en un espacio como la discoteca, parece serlo menos en otros lugares
como la calle o el barrio, como hemos podido observar al contrastar lo que se aprecia en la
discoteca con los modelos ideales de masculinidad de nuestros entrevistados.

29
Estos ideales de masculinidad abarcan un amplio rango de características, que engloban tanto
el aspecto físico como las actitudes personales, pasando incluso por el desempeño económico
(que me ayude, compartir los gastos, a pagar la renta, Cuti). Podríamos caracterizar el
modelo de masculinidad hegemónica en la discoteca por la conjunción de una determinada
imagen vinculada a un patrón de comportamiento, en los que se deja de lado lo femenino y se
resalta no solo la apariencia del hombre considerado ―normal‖ (masculino, no afeminado) en
la sociedad en general, sino además cierta discreción o moderación en las maneras, la
educación, y hasta algunos elementos que corresponden más al plano moral (el respeto, por
ejemplo).

En general, a nuestros entrevistados no les gusta que los hombres se vean muy locas. La
mayoría de ellos mostró, en mayor o menor medida, alguna forma de rechazo hacia la sobre-
exposición del afeminamiento en el comportamiento de los otros asistentes a la discoteca.
Esto a pesar de que algunos de ellos se mostraban abiertamente afeminados (deschavados) en
sus maneras de expresarse y en su conducta social en general. Al parecer, para muchos
hombres gay, afeminados o no, lo reprobable de la conducta afeminada no sería tanto lo
propiamente femenino en las actitudes sino principalmente la exageración de estos rasgos de
conducta. Desde luego, encontramos ciertos grados de rechazo hacia lo femenino.

La sencillez, por oposición a la soberbia, es bien vista como característica del ideal. Y la
vulgaridad, la altanería y el afán de figuración aparecen recurrentemente como pautas
desaprobadas de conducta. Por otro lado, en lo tocante al aspecto, nuestros hallazgos pueden
ser ejemplificados por las declaraciones de dos de nuestros entrevistados: uno de ellos
prefería a los hombres de rasgos caucásicos (alto, bonito cuerpo, blanco, ojos claros,
Michel), mientras que otro prefería a alguien con atributos ―masculinos‖ menos cercanos al
patrón ideal occidental (esos tipos acholaditos, que se vean machos, no muy altos, un poco
gorditos, Rafael).

Pero ciertos hombres, aún mostrándose cercanos a lo que se considera la ―normalidad‖


masculina, son colocados en la parte más baja de una jerarquía de masculinidades debido a
factores morales. Nos referimos a los fletes. El intercambio comercial de sexo por dinero los
lleva a ser marginados por retar valores sociales afirmados por los cuales el trabajo sexual es
generalmente visto como una conducta inmoral o ―inapropiada‖.

En el caso de los llamados ―cachaquitos‖ –que podrían ser considerados mostaceros y


activos, y que aparecerían aquí buscando la compañía de hombres gay que les ofrezcan
bebidas y sexo–, otros factores los llevan a veces a ser relegados también a la base de la
jerarquía. Uno de nuestros entrevistados justifica esto debido a que ―se venden‖, a que lucen
como ―provincianos‖, y a una percibida ―vulgaridad‖.

Queda claro aquí que el hecho de que se vea como subordinados o como hegemónicos a
ciertos grupos o tipos de hombres no necesariamente tiene que ver con la identidad sexual.
La superposición de distintas lógicas, de la que hablábamos en la introducción de este
trabajo, es evidente cuando encontramos que los preceptos morales, la conflictividad, la
―corrección‖, la educación, la imagen, la procedencia, las maneras de hablar, etc.,
desempeñan diversos roles en la valoración de la masculinidad.

La exclusión puede hacerse efectiva mediante mecanismos o actitudes como el alejamiento


físico, las miradas de desdén (―barrer‖ con la mirada: mirar despectivamente, de abajo hacia

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arriba), las negativas ante invitaciones a bailar y los comentarios de desaprobación. A veces
basta con ignorar simplemente la presencia de los ―subordinados‖ o marginados. La imagen
percibida o autopercibida como superior juega también un rol al momento de subalternizar a
quienes se considera que malean el ambiente. No obstante, la hegemonía y la subordinación
pueden o no expresarse abiertamente mediante prácticas y actitudes. Algunas veces, desde un
plano más subjetivo, la desaprobación moral puede ser también una forma de marginación,
como ocurre por ejemplo cuando en el fuero interno los hombres gay condenan el desempeño
de los fletes o de quienes se comportan ―escandalosamente‖. Como señalábamos en otro
apartado, para algunos, la búsqueda abierta de sexo en la discoteca puede ser vista a veces
como algo ―pecaminoso‖.

Las relaciones entre estos distintos grupos de hombres homosexuales tienden con frecuencia
a tener en la discoteca un carácter distinto al que veríamos en otros espacios, sean o no éstos
parte del ―ambiente‖. Hay hombres gay que, en la discoteca, pueden tolerar la conducta
―escandalosa‖ o exageradamente afeminada de otros hombres, pero que se alejan de quienes
actúan de esta manera en otros contextos sociales (no me molesta ser amigo de un travesti, o
de un pasivo… siempre y cuando sea en la discoteca, Michel). Estas relaciones entre grupos
pueden también ser conflictivas, como sugiere el comentario de un entrevistado, para el caso
de los travestis y los deschavados: no se llevan… [los travestis] se creen bonitas o superiores
a una mujer (Rafael). Y estos travestis, los más afeminados, aparecen muchas veces
atrayendo o buscando la compañía de los mostaceros u hombres con características más
―masculinas‖ (con los ―cachaquitos‖, por ejemplo). Sin embargo, si bien hay ―grupitos‖ más
o menos segregados, según nuestra percepción, las fronteras entre los grupos suelen ser más
bien porosas en la discoteca, y los hombres homosexuales con distintos tipos de masculinidad
llegan a vincularse en mayor o menor medida.

La información brindada por uno de los participantes en el estudio nos lleva a plantearnos
nuevas interrogantes, en este caso relacionadas con las transformaciones en la identidad
homosexual y en la subjetividad, en tanto enmarcadas en la experiencia de la migración.
Hemos visto cómo, en la discoteca, el desenvolvimiento de las identidades pueden
experimentar momentos traumáticos o adaptaciones no exentas de conflictos identitarios y
contradicciones. Este es un tema que consideramos interesante y que bien podría ser
abordado más a fondo en estudios posteriores.

Hemos querido contrastar nuestros datos con los hallazgos y las propuestas que encontramos
en parte de la literatura científica relativa a estos temas. Para esto, hemos realizado una breve
revisión de la bibliografía que tenemos a la mano sobre masculinidad homosexual. Los
patrones e ideales de masculinidad que vemos en nuestro trabajo pueden ser interpretados así
a la luz de lo que ocurre en un marco más general. De este modo, debemos apercibirnos
primero de que en las sociedades occidentales se suele atribuir cualidades femeninas a los
hombres gay u homosexuales. Muchos discursos populares e incluso académicos han
interpretado a los hombres que tienen sexo con hombres como ―invertidos‖ o enfatizan una
―supuesta deficiencia masculina en la etiología de la homosexualidad masculina‖ (Jod
Taywaditep 2001). Se ve entonces al hombre homosexual como ―no masculino‖, ―no
completamente masculino‖ (Tavris 1977) o ―más femenino que los hombres en general en
muchos rasgos‖ (Taylor 1983). Junto a este estereotipo se han construido diversas formas de
rechazo hacia los homosexuales y de prejuicios vinculados con la conducta afeminada.

31
Pero, como resulta evidente en la discoteca Sagitario, los prejuicios ―anti-afeminación‖ o
―anti-feminidad‖ (anti-effeminacy) se encuentran ampliamente difundidos también entre los
hombres gay. Como vemos, muchas actitudes de rechazo hacia lo femenino provienen no
solo de la sociedad en sentido amplio, sino también de unos hombres gay hacia otros. Más
allá de la preferencia erótica de los hombres gay por la masculinidad, habría también aquí un
―desdén y hostilidad hacia la afeminación y hacia los hombres afeminados en los planos
personales y aún sociopolíticos‖ (Jod Taywaditep 2001).

La recurrente consideración negativa de la imagen y el comportamiento de aquellos


homosexuales que exhiben rasgos más femeninos (travestis y deschavados) puede ser puesta
en paralelo con los resultados de una etnografía del ―ambiente‖ gay de Buenos Aires: los
sujetos tomaban distancia de ―las locas del boliche‖, a quienes consideraban ―seres
decadentes, vulgares y vanamente pretensiosos‖. Se referían a ellos empleando calificativos
negativos que conllevaban la idea de ―una sexualidad degradada por su aproximación a lo
femenino‖ (Sivori 2005). Esta idea de ―degradación‖ serviría también para interpretar la
percepción que parece aflorar entre algunos asistentes al Sagitario. En repetidas
oportunidades vemos cómo se intenta conjurar esta ―degradación‖ intentando reforzar la
imagen de los varones homosexuales como ―hombres normales‖.

Si bien es cierto que tradicionalmente se ha atribuido a los hombres homosexuales una


imagen afeminada, diversos estudios han mostrado que muchos de ellos no muestran
caracteres afeminados en su conducta (Hooberman 1979; Sanders, et al. 1985; Schatzberg, et
al. 1975). Otros trabajos han caracterizado a estos hombres como más cercanos a un modelo
andrógino que femenino (Bernard y Epstein 1978; McDonald y Moore 1978). El contenido
de los estereotipos afeminados parece ser válido para muchos hombres gay. Sin embargo, a
pesar de que en las concepciones dualistas las personas aparecen asumiéndose dentro de un
modelo unidimensional de género de extremos opuestos (―más femenino‖, ―menos
masculino‖), existe una gran variabilidad entre los hombres gay, como sugieren perspectivas
académicas como la citada de Jod Taywaditep (2001), y como podemos ver también en la
discoteca Sagitario.

Existiría actualmente una aparente contradicción en el imaginario social occidental


relacionado con los hombres homosexuales: a pesar del rechazo de lo femenino en la sub-
cultura de los hombres gay, en la sociedad en general continúa prevaleciendo el estereotipo
del hombre gay como afeminado. Esto ha sido estudiado por diversos académicos, quienes
han mostrado una suerte de evolución de estigmatización hacia la feminidad en la sub-cultura
de los hombres gay (Chauncey 1994; Mosse 1996). Algunos de ellos han analizado cómo, en
los medios impresos gay, se han venido afirmando en el tiempo los ideales de hombres gay
viriles e hipermasculinos, lo cual ha sido más marcado desde los años 70. White (1994) ha
intentado explicar este fenómeno sugiriendo que, en el pasado, la feminización habría sido
una suerte de ―necesaria iniciación en la vida gay‖, pero que hoy en día la masculinización de
esta ―vida gay‖ sería casi universal. Se ha dicho también que, para algunos de estos hombres,
la afirmación de esa imagen feminizada estereotipada, en tanto ―políticamente incorrecta‖,
socavaría los esfuerzos orientados a la ―causa de la liberación gay‖ (Goodwin 1989);
mientras que otra visión propone que, en el marco de una tradición gay ―subversiva‖, la
imagen sobre dimensionada y extensamente difundida del ―gay macho‖ sería una ―caricatura
reaccionaria‖ contra el imaginario patriarcal hegemónico (Kleinberg 1989).

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Algunos estudios que exploran el devenir de la conducta y la identidad sexual a lo largo del
ciclo de vida nos hablan de procesos como la ―defeminización‖ (defiminization) gradual o de
factores como la ―no-conformidad de género‖ (gender-nonconformity) en la formación de
actitudes de rechazo o de aceptación hacia lo femenino o lo masculino, lo cual va
generalmente unido a elementos de presión desde el entorno social, que marcan la pauta de lo
adecuado y de lo que debe ser proscrito. Muchos de los hombres que han estado inicialmente
disconformes con su género se irían defeminizando durante la niñez y la adolescencia para
adaptarse a los mandatos sociales predominantes en su entorno. Pero algunos de ellos, los
que no se defeminizan o no pueden hacerlo, tendrían luego que ―pagar un precio‖ por su
persistente no-conformidad de género: rechazo y marginación social, depresión, ansiedad y
otros trastornos afectivos (Freund y Blanchard 1983; Harry 1983).

Las formulaciones teóricas de Connell planteadas en la introducción de este trabajo nos


resultan útiles en la interpretación de lo hallado en la discoteca. Luego de una consideración
de las estructuras sociales como superpuestas e imbricadas, es preciso identificar las
estructuras y relaciones de género, en las que hemos podido reconocer en el discurso de
nuestros entrevistados una suerte de ―ideología de masculinidad hegemónica‖, tal como la
define Jod Taywaditep (2001): el grado o la forma en el que los individuos se a dscriben al
sistema de valores por el cual la masculinidad es una ventaja y tanto los hombres como la
masculinidad son considerados superiores a las mujeres y la feminidad.

Los datos de nuestra investigación nos sugieren entonces una primera hipótesis, que podría
ser posteriormente evaluada en otros trabajos: toda vez que cierto rechazo hacia lo femenino
es expresado precisamente por algunos hombres gay, en el ambiente gay de Lima las
actitudes anti-afeminación y los prejuicios sociales en general contra la homosexualidad
(homofobia) estarían vinculados, ambos como parte de una estructura mayor de
mantenimiento de una jerarquía de poder de género en la que el rechazo de lo femenino
serviría para afirmar ciertos elementos e ideas patriarcales al interior de un sistema de valores
predominante.

Rescatando el concepto de defeminización, citado líneas arriba, podemos plantear una


segunda hipótesis, que apunta más al proceso de socialización atravesado por hombres gay:
ciertas experiencias de discriminación y la presión social para encajar en los modelos de
masculinidad socialmente aceptados, experiencias generalmente dolorosas y vergonzosas,
harían que los hombres gay que han atravesado procesos de defeminización propendan a
algunas formas de disconformidad asociada con el afeminamiento, disconformidad que
podría estar siendo extendida y expresada hacia los hombres gay o afeminados en general.

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34
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Anexo: Guía de entrevista

Nociones de poder en torno a los modelos de masculinidad entre los asistentes a la


discoteca Sagitario (Centro de Lima).

Presentación del entrevistador. Descripción breve del propósito de la entrevista y del tipo de
preguntas que se le hará al entrevistado. Compromiso de confidencialidad por parte del
entrevistador.

Identificación:
- Nombre (o cómo le gusta que le llamen).
- Edad
- Lugar (o distrito) de residencia
- Ocupación
- Frecuencia con la que acude a la discoteca
- Con quiénes va
- Hace cuánto tiempo va
- Cómo se define

Cuerpo de la entrevista

Qué grupos o tipos de personas puedes identificar entre las personas que asisten a la
discoteca? ¿Cómo los identificas? ¿Qué caracteriza a cada grupo o tipo de persona?
Y ¿tú te sientes identificado con alguno de estos grupos? ¿Con cuál? ¿Hay alguna razón
en especial?
De los grupos o personas que van a la discoteca, ¿quiénes te parecen los más ―regios‖, los
que más se destacan por sobre los demás? ¿Por qué? En tu opinión, ¿qué los hace
sobresalir?
Por otra parte, ¿Consideras que hay algunas personas o grupos que ―malogran‖ o
perjudican el ambiente? (algo así como los más ―bagres‖) ¿Quiénes serían estas
personas? ¿Por qué?
Si tuvieras que hacer una categorización basada en tus gustos y preferencias (algo como
ordenar de mayor a menor, o lo mejor y lo peor), ¿Cómo colocarías a los diferentes tipos
de personas o grupos de los que hemos estado conversando?
Estos grupos o tipos de personas ¿se relacionan entre ellos? ¿O andan cada quién por su
lado? De lo que has podido ver, ¿quiénes se juntan? ¿cómo se tratan entre ellos?
¿quiénes, que grupos no se llevan bien entre ellos?
¿Tienes pareja? Si es así, ¿Cómo lo describirías?
¿Cómo sería para ti el hombre ideal? ¿Cómo lo imaginas, tanto en su aspecto como en sus
actitudes y comportamiento?
¿Hay algún personaje conocido del ―ambiente‖ a quien admiras? Si es así, ¿Por qué?
¿Qué lo hace llamativo o atractivo o admirable?
Y algún personaje conocido del ―ambiente‖ que te parece desagradable (o bagre)? Si es
así, ¿Por qué?¿Qué es lo que lo hace desagradable (o bagre)?

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