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“Big Felicidad”

Conferencia de Eric Laurent


Paseo La Plaza - Sala Pablo Neruda
28 de noviembre de 2007

Leonardo Gorostiza:
Tenemos nuevamente la alegría de contar con la presencia de Eric Laurent en el marco del ICBA.
Esta va a ser su quinta conferencia en el Instituto Clínico de Buenos Aires pero, a decir verdad, es la
sexta, ya que la presentación que hizo ayer en la Biblioteca Nacional del Volumen de la Colección del
ICBA sobre “La angustia lacaniana”, de Jacques-Alain Miller, podríamos considerarla su quinta
conferencia.1 Esta conferencia de Eric se inscribe en un contexto muy preciso, el contexto de lo que
en Francia han llamado la “Campaña depresión”. Muchos de ustedes, seguramente, estén informados
de esto. El sábado pasado, 24 de noviembre, se realizó, por iniciativa de Jacques-Alain Miller, un
nuevo Forum Psi en París, un Forum Psi convocado bajo la égida del Nouvel Âne, el nuevo asno,
que es la publicación con la cual Jacques-Alain Miller sostiene un empuje muy fuerte en contra de
esta campaña depresión.
Este Forum Psi, que contó con mucha cantidad de participantes y que reunió no solo a los
psicoanalistas, psicoterapeutas, médicos, sino a todas las fuerzas vivas de la sociedad francesa, fue
convocado bajo las siguientes consignas: “Abajo el todo de la cuantificación. Contra el fetichismo de
la cifra. Psi, investigación y cultura”.
Pero ¿qué es esta “Campaña depresión”? ¿Qué ha significado este movimiento de respuesta de
parte de la orientación lacaniana? Precisamente en la publicación Le Nouvel Âne –150 ejemplares
están a la venta en Buenos Aires– que dirige Jacques-Alain Miller y cuya editora es Agnès Aflalo, se
precisa lo que denominan las siete tesis presentes en esta “campaña depresión”. Se trata de un
programa lanzado por el INPES, que es el Instituto Nacional de Prevención y Educación para la
Salud, programa puesto en marcha en Francia hacia finales de octubre, que consiste en entrevistas,
difusión en los periódicos, spots publicitarios en las radios e inclusive la creación de una guía para el
usuario que tiene cierta forma infantilizada (hay que ver su contenido y su forma), para alertar acerca
del mal de nuestra época: la depresión. Agnès Afllalo sitúa estas siete tesis de manera muy precisa,
que paso a leerles:
La primera, que la depresión existe.
La segunda, que es una enfermedad. Desde el comienzo de esta campaña y en la guía se insiste en
este punto, más de cuatro o cinco veces es utilizada la palabra enfermedad.
Tercera, que no cesa de ganar terreno en la sociedad al punto de haberse vuelto un problema de
salud pública.
Cuarta, que por lo tanto hay que tratarla con toda urgencia.
Quinta, que la depresión se trata por la medicación y el condicionamiento y en primer lugar que
quienes van a recibir este tipo de demandas de parte de los deprimidos son los médicos generales y
los psiquiatras.
Sexta, que la depresión no tiene una dimensión existencial.

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Séptima, que el psicoanálisis está borrado del mapa, es decir que no está reconocido como un
tratamiento posible.
En este número 7 de Le Nouvel Âne hay una intervención de Eric Laurent que lleva el mismo titulo de
la conferencia que hoy va a brindar en nuestro Instituto Clínico de Buenos Aires, Big Felicidad. Ese es
el contexto en Francia. Siempre tenemos que preguntarnos cual es el contexto local que no podemos
trasladar automáticamente a todas las latitudes. Solamente como indicación le he pasado a Eric unas
publicaciones, recuerden que en septiembre de este año la Revista Noticias, de una alta tirada en
nuestra sociedad, apareció con una nota de tapa que lleva como titulo “Las pastillas de la felicidad” y
mucho mas cercanamente el 15 de noviembre en Clarín salió otra nota con el titulo “Depresión: el
tratamiento estrella”. Y ¿cuál es el tratamiento estrella? Las TCC (Terapias Cognitivo
Comportamentales). Es decir, que si bien tenemos que resituar nuestro contexto particular, no
podemos dejar de conocer lo que se está operando a nivel mundial.
Por ultimo, y antes de darle la palabra a Eric, quería recordar un marco que a mi me resulta útil para
pensar lo que Eric llamó ayer en la Biblioteca Nacional “la política de las emociones”, una definición
muy precisa de Jacques-Alain Miller del año 1984, en un texto muy recordado que se llama “A
propósito de los afectos en la experiencia psicoanalítica”. Dijo allí lo siguiente, aproximadamente: “la
orientación lacaniana implica distinguir de manera tajante, de manera nítida las emociones -que son
del registro o del orden de lo vital animal- de lo biológico, distinguir las emociones de los afectos. Los
afectos en tanto son del orden del sujeto, de su relación al significante y por lo tanto del goce”.
A mí, al menos, me sirve como una orientación para abordar esto que Eric ayer llamó la política actual
de las emociones.
Nada más por mi parte, quería trasmitirles este contexto y una vez mas darle las gracias a Eric en
nombre de todo el Instituto Clínico de Buenos Aires por su presencia entre nosotros.

Eric Laurent:
La introducción que hizo Leonardo Gorostiza es una introducción muy útil. Creo que tendría que
escribirla y enviarla por las listas de difusión para inscribir nuestro trabajo aquí en el contexto general
de los intercambios que hay de un lado y del otro del Atlántico.
En esta introducción he visto una palabra difícil de traducir que es Le nouvel Ane, el nuevo asno,
porque el “nuevo asno” no suena tan bien. Ya el asno era difícil en su época pero el asno era l´an-a-
lista. Jacques-Alain Miller explicó el título que había elegido Lacan: L´an, (homofonía en francés entre
l´âne –el asno– y l´an –comienzo de la palabra analyste–, y juego con lo que sigue, en referencia a
estar incluido en una lista) como abreviación de que el psicoanálisis no procede por las vías del
universal sino por la vía de la lista, de uno por uno, y entonces da un âne, un asno a-lista, siendo el
asno un animal fálico clásico de la literatura.
Tenemos ahora el nuevo asno (Le Nouvel Ane), que lo complica más, pero si decimos LNA pasa a
todas las lenguas; se puede decir en francés, castellano, inglés, sueco, se entiende en todas y así
habitualmente se designa como LNA número siete, ocho, etcétera. Y así se inscribe más en el orificio
bucal.

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Ahora, más allá de esto, hablando de LNA, tenemos una felicidad mas grande que enunciarlo así, y al
tropezar con el título desplegado resulta ya una introducción a lo que voy a tratar con ustedes.
Ayer, en la Biblioteca Nacional, en la invitación a comentar el libro de Jacques-Alain Miller La angustia
lacaniana, desarrollé la función o la tensión entre el órgano y el cuerpo tal como fue introducido en el
Seminario sobre La Angustia por Lacan, especialmente a partir de las consecuencias sobre la
posición femenina y las consecuencias políticas que esto implica para el discurso del amo
contemporáneo respecto de cómo arreglárselas con las mujeres. La novedad del siglo XXI, después
del final del siglo XX en el que se dio la palabra a las mujeres como nunca en la historia de la
civilización, es que son las mujeres quienes ocupan un nivel de poder incluso en una estructura
democrática. Que las mujeres sean el poder esto no es nuevo, las reinas han existido siempre en el
sistema tradicional de transmisión de poder y hubo grandes reinas en la historia de Inglaterra, de
Rusia, de Suecia, nunca en Francia porque había una ley que impedía esto, donde solo podía ejercer
el poder un rey. Pero se sabe que los reyes de Francia tenían desde la Edad media un puesto oficial
destinado a la favorita del rey, ocupando siempre un lugar destacado. En la corte francesa coexistían
la reina y la favorita que era un puesto que tenía todo un protocolo muy bien definido, a la francesa.
Así que no es una novedad en la historia pero en la democracia sí lo es.
En la actualidad son las mujeres quienes van a cargar con el problema de cómo dar un lugar a la
palabra femenina y no es por azar que en la coyuntura actual tengamos en América Latina, al mismo
tiempo en Chile y Argentina, presidentas, y es posible que en los EEUU haya una presidenta.
Asistimos en esto a una reconfiguración.
También tenemos el hecho de que en grandes ciudades del mundo a nivel de la gestión local
cotidiana, son más las personalidades que ocupan lugares destacados que se declaran gay, tal como
ocurre en la ciudad de Berlín o París. Y la lista no está cerrada: los cargos políticos son ocupados por
personalidades que se declaran gay o en resonancia con la comunidad gay. Entonces, tenemos por
un lado, a las mujeres que ejercen el poder estatal y, por otro lado, una gestión local que muchas
veces está en manos de quienes antes parecían querer mantenerse en lugares discretos, no ser
personajes públicos pero que participa ahora de otro régimen de funcionamiento.
Esta nueva sexuación del poder es el título del último número de Noticias con el gran titular “El nuevo
sexo del poder”, con la foto, aparentemente, de las piernas de la presidenta.
Podemos decir que para ubicar el desplazamiento del régimen de funcionamiento del discurso del
amo es preciso que situemos de una manera nueva las posiciones sexuadas de ambos lados de la
fórmula de la sexuación.
Sin embargo, hoy quisiera tocar otro problema de política. Las políticas del cuerpo y de cómo se
inscriben. Voy a retomar la tensión fundamental que hay –y que fue introducida por la enseñanza de
Lacan a partir del Seminario sobre La Angustia– entre el cuerpo en tanto que imaginario, el cuerpo en
tanto que imaginarizable, que en este nivel es una vasija, algo sin órganos; sólo tiene una oscura
intimidad y una envoltura que no es simbólica sino la envoltura imaginaria del cuerpo. Y, por otro lado,
tal como Lacan lo introdujo en el esquema del espejo, debajo de la vasija estaba el cuerpo real, sin
imagen. A partir de la angustia se ordenan de otra manera la vasija y el ramillete de flores que figuran

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en el esquema de Lacan de los dos espejos que a partir de los años 60 figura la relación entre el
cuerpo y los objetos que están encerrados por los orificios del cuerpo.
Entre el cuerpo imagen y los órganos del cuerpo hay, respecto del objeto y del goce, una tensión que
Lacan aborda en su Seminario sobre La Angustia y el que le sigue, El Seminario 11, permitiéndole
definir al inconciente no ya como estructurado como un lenguaje sino estructurado como una hiancia
– tal como lo subraya Leonardo Gorostiza en la contratapa del libro La angustia lacaniana– y que esta
hiancia tiene un funcionamiento de alternancia. No es una alternancia significante, no es el más y el
menos de la cadena significante, sino una alternancia de apertura y cierre que define en El Seminario
11, una nueva definición del inconciente como tal. Dice Jacques-Alain Miller: “Tal como se presenta
de entrada en El Seminario 11, sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, el
concepto de inconciente concuerda con la estructura del orificio, la pulsión se ordena según hiancias
homólogas a la del inconciente precisamente porque Lacan construyó en esos dos seminarios su
concepto de inconciente, en función de lo que construye al final de su seminario sobre la angustia”.
Tenemos entonces el cuerpo imagen y el cuerpo con sus orificios que tienen una pulsación particular
sobre la cual Lacan inscribe la pulsión freudiana y que se articulan de una manera que no deja de
producir paradojas: tensiones entre este cuerpo imaginario y el goce que puede invadirlo, que puede
añadirse en exceso, que puede faltarle, que pueden aparecer de un modo ectópico en estas
invasiones de las que testimonia la clínica, especialmente de las psicosis, en las cuales no hay la
regulación del orificio sino que todo el cuerpo se ve invadido por zonas de goce.
En el caso Schreber vemos como se despliega esto y en toda la clínica de los casos de psicosis que
conocemos vemos estas particularidades de las invasiones de goce hasta que llegan a reducirse a
través de la elaboración del tratamiento como tal.
Este cuerpo definido a partir de la regulación del orificio no tiene los límites de la imagen, que
precisamente es la que permite trazar el borde. A partir del orificio, el borde es más difícil de precisar
en su funcionamiento y este borde puede faltar de muchas maneras porque no se trata de la
regulación del organismo, que puede permitir también el funcionamiento apaciguado de estos bordes.
El organismo, la reglamentación biológica de esta tensión entre la imagen y el orificio, está des-
bordado por su relación con el Otro. El organismo homeostasis es algo fundamental a considerar, por
ejemplo, para los neurocientíficos y los neurólogos. Hay dos clases: los que consideran que el
funcionamiento cerebral es algo estrictamente vinculado a una maquinaria más o menos cognitivista
depositada en el cerebro, y están los que tienen en cuenta todos los mecanismos de homeostasis del
cuerpo. Son dos clases diferentes: los cognitivistas corrientes que se centran en la maquinaria del
pensamiento en el cerebro y todos los que, por el contrario, piensan que el pensamiento de un cuerpo
es de mayor amplitud que todos los mecanismos de homeostasis que están por todos los lugares del
cuerpo y que son más útiles para pensar que la maquinaria cognitivista.
Algunos colegas que pasaron por Buenos Aires sin pasar por la EOL, tenían las intenciones de
abordar esto pues les interesa y están muy al tanto de los importantes desarrollos que separan estas
dos escuelas de las neurociencias, pero contaban con un programa mal concebido.
En el Forum del sábado pasado, al que se refirió Leonardo Gorostiza, participó un distinguido
representante de otra corriente no cognitivista que considera al cognitivismo como un error

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fundamental –se trata de Jean Didier Vincent– quien concurrió a manifestar los fundamentos de su
oposición a lo que para él resulta un impasse completo desde el punto de vista científico. Un cuerpo
no es, de ninguna manera, una maquinaria cerebral, sino que más bien es el cerebro el que está
tomado en su funcionamiento por todos los mecanismos de regulación generales del organismo, de
esta forma del cuerpo que produce la homeostasis corporal. Por lo tanto, podemos seguir con mucho
interés el trabajo de los neurocientíficos que toman en cuenta este organismo pero para nosotros,
más allá de las neurociencias está la articulación entre el organismo y el Otro, intermediario de esta
ectopia del órgano libidinal que articula el goce autista de un sujeto al goce en tanto que éxtimo, en el
Otro, y este órgano amboceptor, que Lacan utiliza y que viene de sus años de la cirugía, de sus años
de médico, no es tan común para designar este límite, esta articulación entre el sujeto y el otro, que
permite circular entre estos dos polos, como lo subraya Jacques-Alain Miller en su lectura, permite
incluir las relación de parasitismo del goce, de incorporación que forma parte de la clínica del goce en
sus manifestaciones.
Lo esencial es que ese objeto de goce, o el objeto angustiante, se presenta como separado del
cuerpo, separado con estos modos de retorno que tienen una forma, y no como retorno de lo
reprimido. Se trata de que en lo que atañe al goce es el lugar mismo el que está en juego. Es la razón
por la cual hablamos de topología: el lugar es el que se manifiesta como torcido, deformado, como
ectópico, y no hay una definición de lugar como tranquilo y apaciguado, con un orificio que pudiera
definir una forma del lugar y el goce pasando por dicho orificio. Es que este orificio no se presenta
como lugar definido sino como una pulsación, donde no se sabe si está abierto o cerrado, y se
presenta en sus bordes como dispuesto a mecanismos del tipo del parasitismo, intrusión,
incorporación, siempre en algo que implica y necesita el recurso a la topología.
El término laminilla, que utiliza Lacan en El Seminario 11, viene a definir una función
fundamentalmente topológica para este objeto separado, de una manera formalizable, donde puede
definirse como una banda de Moebius que figura las relaciones entre el sujeto y el Otro, forma
topológica que retiene Lacan en este seminario y que después complejizó con el plano proyectivo y
otras figuras.
Lo esencial es que, al mismo tiempo, tenemos la consistencia topológica que después se puede
describir lógicamente, y una dimensión de sustancia de este objeto separado, que se añade al cuerpo
y se añade de una manera distinta de lo que es la insignia, el significante, la imagen del falo; que
también se presenta en cierto nivel como separada y como insignia de una potencia imaginaria o
ideal simbólica que viene a tapar la falla real que presenta este cuerpo.
La articulación entre falo y objeto a, dos modos de funcionamiento del orificio, es esencial en tanto
dos modos: el de la sustancia o el de la insignia del goce separado del cuerpo, en articulación
Quiero recordarles la tesis central cuando normalmente la imagen del cuerpo tiene un orificio
marcado por el menos fi (-φ) un falo que viene a marcar la falla, el goce viene a definir su pulsación,
pero con la condición de este orificio vacío, al menos en el campo de la representación, de la
imaginarización. Tenemos esta distinción entre presencia y representación. En el campo de la
representación tiene que haber una falta vacía; y cuando es ocupada por algo entonces allí surge la
angustia.

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Lacan retoma toda la clínica del unheimlich de Freud a partir del hecho de la extrañeza que surge
cuando uno pierde por una u otra razón una relación tranquila, apaciguada con su imagen y vuelve el
sentimiento de extrañeza olvidado. Se vuelve a pasar por el estadio del espejo, por una cierta
despersonalización. Esto, como lo subrayaba Freud en la clínica de la extrañeza, es algo muy común,
No es necesario pasar por estados graves de despersonalización para tener estas pequeñas
despersonalizaciones cotidianas que testimonian de la estructura del montaje, de esta ilusión.
La topología del borde implica que se mantenga vacío este lugar de la angustia, entonces aceptamos
el cuerpo, los objetos sustancia, la articulación distinta entre falo y objeto a.
¿Cuáles son las consecuencias de esta estructura sobre las políticas del cuerpo? A cuento de esto
viene el tema de los fármacos como la sustancia fundamental que se ofrece en la actualidad para
completar todas las fallas e hiancias del cuerpo, a muchos niveles.
¿Cómo abordamos nosotros el problema de los fármacos? El interés de la aproximación a partir del
órgano libidinal, tal como lo hace Lacan, nos permite abordar el lugar de los fármacos de una manera
muy amplia y muy distinta de lo que es por ejemplo toda la corriente sostenida por nuestros colegas
de la IPA, que consideran que hay que abordarlo con el avance de las neurociencias, que
supuestamente vendría a confirmar la tripartición entre el ello, el yo y el superyó. Es la tesis sostenida
por una corriente, la cúpula universitaria de la IPA representada por su actual presidente Claudio Laks
Eizirik –de Porto Alegre, Brasil– que como Widlocher o Kernberg ahora consideran que los avances
en neurociencias permiten ver que el cortex prefrontal se ilumina cuando hay actividades de control,
actividades que implican una reflexión, y que este hecho de la iluminación del cortex prefrontal
muestran el yo; el hecho de que la amígdala sea la que empuja el control de las emociones es el ello,
y ubican entre el cortex prefrontal derecho y el izquierdo la distinción entre el yo y el súper yo. Desde
este punto de vista, se demostraría que Freud tenia razón al considerar a los sueños como una
realización de un deseo, debido a que la amígdala –sede del ello– funciona durante la fase del sueño
paradojal tres.
En esta perspectiva hacen consideraciones para tratar de saber si una sustancia tóxica, un fármaco,
actúa sobre el yo, el ello o el súper yo. Entonces, dan los antidepresivos y comienza una discusión
bizantina para saber si el antidepresivo es eficaz porque aumenta el control del yo o porque apacigua
el ello o, incluso, si al mismo tiempo que regula al yo apacigua al superyó. Lo mismo ocurre con las
alucinaciones y el uso de la Clozapina: se trata de saber si calma al superyó o si permite un
funcionamiento mejor del yo, por lo que se ve que la Ritalina (metilfenidato) esta justificada. La
Ritalina permite un mejor control del yo y, efectivamente, la Ritalina –que no tiene un modelo bien
definido de funcionamiento– contribuye a la depreciación del modelo dopaminérgico de los
antipsicóticos que fue, durante un cierto tiempo, un paradigma. Ahora se lo tira a la basura, pues la
dopamina toca demasiadas funciones, y todo fármaco la involucra, pero no la Ritalina. Con su función
estrictamente psicológica sobre la atención, se postula como la sustancia del yo, razón por la cual
incluso algunos colegas marginales dentro de la movida IPA tuvieron la idea de prescribir la Ritalina a
todo el mundo para tener una eficacia mejor del yo de cada uno. Por qué reservar esto solo a la gente
enferma, ¡todos bajo el efecto de la Ritalina!

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Efectivamente sería excelente. Siempre me recuerda este chiste de una columnista –Maureen Dowd,
del New York Times– que decía que ella pensaba lo mejor de la Ritalina porque había visto sus
efectos en sus amigos. Tenía un amiga que consideraba que su marido sufría de un trastorno de
atención, pues no prestaba suficiente atención a lo que ella le decía y entonces, como esto acontece
en Nueva York, lo envía a su psiquiatra amigo que estaba escribiendo un libro, del tipo del libro de
Kramer sobre el Prozak (fluoxetina), el tipo escribía el libro sobre la Ritalina. Lo deriva al psiquiatra
quien, en efecto, le prescribe inmediatamente Ritalina como trastorno del adulto, y como la Ritalina es
una anfetamina efectivamente trabaja más, adelgaza, se vuelve un buen mozo, lo ascienden en su
trabajo, cambia de entorno, pasa a ser exitoso, y, por supuesto, encuentra inmediatamente mujeres
que se interesan en él y lo que tuvo que ocurrir ocurrió: se divorció, para interesarse en otra mujer.
Entonces, Maureen Dowd decía que estos son los efectos paradojales de los trastornos de atención!
Se trata de un chiste para hacer una transición.
Me parece más útil considerar los fármacos así, por los efectos paradojales de las sustancias, que
saber qué zona del homúnculo interno actúa en interacción con ellos. Explica mucho más sobre los
usos de las sustancias. Es la razón por la cual no estoy a favor de considerar aquello que inventó un
psiquiatra en la época del Prozac, que afirmaba que íbamos hacia una psiquiatría cosmética. Pues no
se trata de superficie, de imagen y lo cosmético envía demasiado a esa idea y reduce a esa etiqueta.
Hay algo en la sustancia, en el fármaco, que está del lado del objeto a y no del lado del significante.
Es un funcionamiento en el cual, con la sustancia, algo que era de la civilización, un objeto del saber
mimetiza algo del funcionamiento del cuerpo y pasa a su interior. El fármaco es algo en banda de
Moebius, circula entre el sujeto y el otro, y los intentos de tratar de reducir una sustancia a una
indicación patológica siempre fracasan.
Es lo que hemos constatado con las dificultades del DSM que, en sus múltiples ediciones, a partir de
1980 cada vez constata más la dificultad de obtener una lengua del fármaco. Acuérdense que el DSM
tuvo en el DSM III, que fue el DSM de ruptura en 1980, la idea de suprimir las referencias al modelo
psicoanalítico. Fue hecha en nombre de una correlación entre jueces para obtener un modelo de una
lengua perfecta de la psiquiatría, sin regencia teórica, una lengua de descripción tipo las lenguas
perfectas del siglo XVII, entre Leibniz y Wilkins, una descripción que permitía después a cada uno de
los psiquiatras interactuantes ponerse de acuerdo sobre el síndrome, su nombre y el fármaco que le
corresponde. ¿Qué pasa? Primero, que se descubre que todas las tentativas de lenguas perfectas
producen lenguas imperfectas, que siempre hay que suplir, remendar con las múltiples ediciones,
incluir cosas y sacar otras, pero más profundamente.
Estos manuales de diagnósticos se separan cada vez de la práctica efectiva porque –por ejemplo en
una categoría bien definida como la esquizofrenia, toca solo al 2 o 3 por ciento de la población– si se
prescribe medicación, no funciona para la categoría. Tres pacientes distintos pueden ser catalogados
de esquizofrénicos, pero no tienen el mismo tratamiento y no hay que uniformizarlo. Eso demuestra
que, la categoría envía a un referente heterogéneo.
También hay múltiples nombres que pueden definir una misma realidad. Por ejemplo la gente que
tiene depresión representa el 25 por ciento de la población –mucho mas amplio como categoría– pero
en un 80 o 90 por ciento tiene, además, otros trastornos asociados. Entonces, ¿es la misma

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enfermedad o es otra?, ¿es el mismo nombre o tienen dos? ¿Cómo nombrar esto en la lengua que
produce? Más profundamente aún, una misma sustancia tipo Prozac no trata solo la depresión para
lo cual fue introducido, sino trata el ataque de pánico, los desordenes obsesivo-compulsivos, la
bulimia, la fobia social, la adicción al tabaco, ¿cómo puede formar parte de la misma categoría?
A pesar de estas dificultades se explicó durante la última década del siglo veinte que el gran arte y el
gran diagnóstico era separar a los depresivos de los psicóticos, para saber como articular las
sustancias prescriptas, y no prescribir una sustancia tipo antipsicótico a los depresivos.
Pero, quince años después se descubre que hubo un error en esto, y ahora todo el mundo es bipolar
y con los bipolares hay un retorno a una prescripción: prescribir antipsicóticos a los bipolares.
Entonces, parecía que esto que durante quince años era el gran error –la confusión entre un trastorno
del humor con las psicosis– y no era así. Quince años después retornó la idea de que el antipsicótico
es útil en el caso del bipolar con una extensión de la categoría bipolar, que también incluye casi al 20
por ciento de la población.
Es muy difícil pensar que estas sustancias puedan ser definidas en una aplicación biunívoca o
multívoca, lo que sería el sueño de poder inscribir una sustancia que obedece a la lógica del objeto a
dentro de los significantes. El medicamento fármaco se manifiesta, precisamente, en su resistencia a
poder incluirse dentro de las clasificaciones y del sistema. Esto permite seguir las evoluciones de las
civilizaciones con estas sustancias, con estos fármacos.
Hay cierta homología entre esto y el aspecto que tiene el objeto a para Lacan en su carácter de
sustancia episódica, que se manifiesta de una manera heterogénea. Y efectivamente las relaciones
de una civilización con sus sustancias no sólo son efectos de moda o descubrimientos de efectos
secundarios. He aprendido que en Argentina, como en otros lugares, los ansiolíticos como el Rivotril
(clonazepam) eran de prescripción masiva en los años 70. Ahora se trata de reducirlos porque se
constató que producían adicción y después efectos secundarios con pérdida de memoria,
desencadenando el terror al Alzheimer. Ahora, en cualquier conversación entre amigos de más de 50
años cuando alguno olvida algo, piensa inmediatamente en el Alzheimer. Una pérdida de memoria
ligera acentúa la angustia y entonces tiene que tomar un somnífero más para dormir esa noche.
Entramos en una lógica paradojal, es la razón por la cual me parece que una de las razones de la
desconfianza en los ansiolíticos se debe al aumento de otras ansiedades sociales más que al
descubrimiento de un hecho científico seguro. Es por este desplazamiento y no por un efecto de
moda. Se trata de efectos de impasses, acordes a la sustancia como episódica, y hay mucho por
considerar, del mismo modo que hay que desconfiar de la apelación “psiquiatría cosmética”.
Así como no son efectos de moda, son el punto de conjunción de un campo de fuerza en el cual
múltiples contradicciones se juegan. Podemos seguir los desplazamientos de la manera con la cual
los cuerpos en la civilización tratan de agarrarse a estos distintos fármacos de esta misma manera.
Hay toda una corriente que considera que los fármacos tuvieron la gran ventaja de liberar el
pensamiento del modelo psicoanalítico como referencia teórica, una serie de autores que hablan del
empowerment, del poder que da el fármaco en su autoprescripción, la de los ciudadanos en contra de
los expertos. Los psicoanalistas quedan en el modelo anterior, por el hecho de que el fármaco
desborda a los especialistas, psiquiatras, y otros, y lleva en su sustancia misma ese carácter de

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irreductible al significante, al amo, a su prescripción. Esto permite un nuevo poder del ciudadano: el
de agarrarse de tal sustancia o tal otra: “a mi me hace bien el Zoloft” –dice una actriz en Noticias– y
bien, es así.”Yo elijo mi perfume, a mi me va bien el Calèche”, que permite olvidar, a veces, que hay
una referencia al fantasma, ya sea tener Calèche o Zoloft, está perfecto. Se lee como cosmética
cuando lo que hay es la perspectiva fantasmática que, por muchas razones, a veces muy profundas,
hace que un sujeto se aferre a ellas, pero lo que está claro es que la autoprescripción en lugar de
crear un empowerment, una liberación, un aumento del poder, lo que se constata es que en todos los
países en donde se ha autorizado la publicidad directa de los fármacos a los ciudadanos, sin pasar
por un control especial, las consecuencias son siempre las mismas: un aumento fenomenal del
consumo, una dependencia nueva al marketing farmacológico.
Esto se ha visto en EEUU a pesar del hecho que la gente puede decir “no confío en las publicidades
sobre los fármacos”. Primero, no confío, segundo, voy a comprar; porque están angustiados,
desesperados por encontrar una sustancia que permita (¡si lo permite en efecto!) aliviarles de la
presencia de un deseo que en lugar de dejar un vacío presentifica una exigencia de performance, una
exigencia de estar a la altura de tal o cual cosa.
La autoprescripción remite a las contradicciones de la democracia de opinión moderna y esto no va a
solucionarse solo con prescindir del recurso a los expertos. Esto se ve en estas entrevistas que hizo
la revista “Noticias” aquí, como en otros países. Los psiquiatras dicen que todo esto ocurre porque la
gente se autoprescribe los fármacos o porque los médicos generalistas los prescriben de manera
errónea. Solo ellos –los psiquiatras– consideran que pueden hacerlo de manera justa. Pero, esto
corresponde al viejo método autoritario, y no va a funcionar, pues ya no funciona en ningún país.
Pues si se prohíbe en un país, se autoriza en otro y la gente lo busca allí. Es otra consecuencia del
mundo global. Entonces, como analistas, tenemos más bien que tratar de ayudar a nuestros
ciudadanos contemporáneos a pensar la relación que cada uno tiene con esta sustancia que viene a
ocupar el lugar del objeto a; es decir, que es más con la interpretación que esto podrá acotarse que
con la prohibición o regulación autoritaria.
Vemos también lo tocante a los fármacos que permiten regular la imagen del cuerpo, ya sea los
fármacos que permiten luchar con la anorexia o con la obesidad. La obesidad, por ejemplo, que he
visto es de actualidad en Argentina, donde la comunidad de los obesos ha tratado de obtener una ley
que les de más poder, empowerment, para negociar y obtener de las obras sociales que les puedan
hacer todo tipo de tratamientos. Primero, prescribir los fármacos y, después, las cirugías. Desde las
cirugías leves a las más complejas. Es decir, primero el anillo que permite tragar en pequeñas
cantidades o, después, quitar una parte del estomago, y con esta cirugía, el problema es que en
todas las estadísticas se sabe que cinco años después el problema el peso alcanza el nivel anterior.
Pero, a dos años, hay un resultado que puede ser espectacular. Todo el problema es que hay que ver
si se permite una publicidad sobre los resultados a dos años o a cinco años. Este tipo de cosas es
fundamental. Los cirujanos no siempre están a favor de publicar las estadísticas a cinco años
diciendo que son demasiado parciales y prefieren plantarse en las estadísticas de corta duración que
permitan autorizar de manera masiva las operaciones. También el problema es si se prescriben
fármacos de manera masiva. Tenemos ahora la constatación de efectos secundarios importantes que

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hace que los fármacos en contra de la obesidad –por ejemplo, el fabricado por Sanofi, que se llaman
Rimonabant como sustancia genérica y Acomplia como nombre registrado– produzca efectos
depresivos, por lo que se necesita tomar después un antidepresivo que contrarreste estos efectos
pero produce efectos peligrosos sobre la obesidad...
¿Cómo se resuelve esto? No sólo con la ley. La ley podrá introducir de manera democrática el uso de
fármacos para aquellos sin recursos, que no van a tener acceso a la solución milagrosa sino que van
a tener acceso a los impasses del uso de la sustancia que hace que una sustancia no pueda
funcionar sin efectos secundarios. Que, cuando se introduce, es como el objeto a: el objeto a funciona
en una zona por el lado del placer y en otra zona, más allá del principio de placer. El placer siempre
tiene efectos secundarios, no hay un placer sin este tipo de efectos secundarios nocivos, no hay un
hedonismo apaciguado y pasible posible.
Para nosotros, no es posible remitir la sustancia a una inscripción entre el ello, el yo y el superyó. La
sustancia, según como se junte al cuerpo, puede hacer de un registro objeto a y registro falo. Es la
paradoja de las drogas.
Cuando Lacan, en su texto del 75, dice que “la droga es la mejor manera de cortar con el casamiento
del sujeto con su pito”, habla de insistir sobre el efecto ampliación de la droga y clínicamente vemos
como sujetos que tienen una identificación sexuada hecha de tal manera que les hace soñar con el
sin limite del goce femenino toman drogas para tener un cierto acceso al sin límite del goce femenino.
En la droga misma, como dice Lacan, hay un transexualismo fundamental. Al separarse de la función
con el falo, la droga introduce un efecto casi de operación quirúrgica: se corta este lazo y se entra en
la zona sin límite que gusta tanto al sujeto moderno. En mi cuarto del hotel hay una publicidad que
dice algo así “El SPA… un placer sin límites”. Con esto apuntan a una clientela más femenina pero
sin darse cuenta del horror que esto puede producir al leer una cosa así. Hay el sin límite del fármaco.
Pero, a la vez, puede funcionar al revés: como inscripción fálica de la potencia como tal, por ejemplo,
con el efecto de la cocaína en el tipo yuppie. Aunque no existe más como categoría, tenemos ahora
los traders de Wall Street. Cuando hay que trabajar 24 horas seguidas, por supuesto, toman
sustancias y les da el efecto “todo poder”, el efecto que se vio en Scarface, la película de Brian De
Palma. Está de moda en las villas miserias del mundo, mostrando personajes que se hacen una
carrera en el narcotráfico. Scarface es el tipo que se infla, por medio de una insignia de todo poder y
esto es más la realización real-imaginaria del tótem fálico. Es otra cosa que el objeto a. Estas
sustancias pueden funcionar con efectos paradojales que también hay que interpretar.
En suma, la relación del cuerpo con el fármaco no se hace en términos de aplicación de las funciones
del cuerpo; no es como superar una disfunción, tal como una inhibición de las funciones del cuerpo: el
modelo inhibición, síntoma y angustia de Freud. No es de este orden, se añade del lado de lo que el
cuerpo busca de su laminilla, y por supuesto se introduce por todas partes.
No hay que pensar que se puede luchar contra esto, sino contra las extensiones de las actividades de
marketing de la industria farmacéutica. Se trata de otra cosa. Tampoco se trata de quedarse en una
posición fatalista contra los desbordes de la gran industria, pues sí se puede resistir, hay
organizaciones que se dedican a esto. Hay que hacer alianzas con ellos, interesarse en lo que hacen
y ver como incidir. Es un nivel en el que se pueden hacer cosas. Por ejemplo en el Forum estaba el

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Sr. Pundik, que representaba a quienes en Bruselas luchan contra una regulación del uso de un
fármaco de modo generalizado en los jóvenes. Junto con otros amigos, había constituido una
pequeña organización para tratar de oponerse a esto.
Hay otras organizaciones de esta índole en el mundo y voy a tratar esto cuando toque el tema de la
depresión de la que no he hablado hoy pero va a ser para la tercera y la cuarta de esta serie de
conferencias, en el marco de las Jornadas de la EOL. Hay científicos que luchan contra esta
extensión que puede desbordar pero, lo que hay que pensar, es el nivel de recurso del sujeto
contemporáneo en su forma la más generalizada. Pues allí en sus formas modernas de angustia, se
puede separar de lo que vino a llenar el lugar vacío que está instalado como parte de las condiciones
actuales de la civilización. El fármaco es un objeto a liberado, como el niño que es ahora un objeto
pasible de ser comprado, vendido, en adopciones estrafalarias, o surgido de una producción a nivel
industrial con la procreación médicamente asistida.
Tenemos un objeto producto y, de la misma manera que el niño es liberado de los marcos familiares,
de la tradición, para presentarse ya no como ideal sino como objeto, del mismo modo, el fármaco
tampoco es un ideal sino un objeto a liberado que va por el mundo. Y solo en esta perspectiva abierta
por Lacan en su Seminario 10: La angustia, tenemos una posibilidad de interpretar sus recorridos, su
topología, por la cual se circula en toda civilización, con el fin de buscar una salida de estos
impasses.

PREGUNTAS
Silvia Botto:
Quería saber si podía establecer alguna diferencia entre el objeto a en El Seminario 10, objeto como
causa de deseo, y este objeto a que ubicaba en relación con los fármacos en su dimensión de plus-
de-goce, como producto.

Eric Laurent:
El objeto a fármaco liberado se presenta de manera completamente separada. Se produce como un
producto de un saber que da lugar a este objeto que precisamente no entra en una relación clara con
el deseo pero después, en tanto interactúa con el cuerpo, se presenta como objeto de la
intencionalidad del deseo. Hablar de objeto causa es hablar de recuperar la parte viva, perdida para
siempre. La humanidad está mal hecha, hemos perdido una parte nuestra desde el inicio. Lo que fue
primero pensado como el trauma del nacimiento, implica que hay un trauma, hemos perdido algo.
Entonces la sustancia viene a recuperar un poco de esto. La intencionalidad apunta un poco a esto
pero la causa está detrás y es la pérdida fundamental. En este sentido, el fármaco tiende a
presentarse como ilusión, como objeto producido, uno de los semblantes que tiene efectos reales que
apuntan y remiten, en última instancia, a la parte perdida de lo vivo debido a la sexuación.

Mary Pirrone:
Mi pregunta tiene que ver con el término política. Vengo de un fin de semana en Córdoba sobre
Política y Psicoanálisis. Estamos acostumbrados a hablar de la política del fin de la cura, política

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como táctica, estrategia y política pero, tanto en su conferencia de ayer como en la de hoy Ud.
acentuó la expresión “política de los cuerpos”, política de las emociones. Creo entender, con el
desarrollo de su conferencia, que política de los cuerpos alude a la política y al mercado en torno a
los psicofármacos, pero me gustaría que pudiera precisar el porqué de esta acentuación de la
política. Como término, además, que ha caído un poco en desgracia, al menos entre los argentinos.

Silvia Geller:
Me interesó subrayar la cuestión del placer ilimitado y precisamente el otro día en el Forum, Jean-
Claude Milner hablaba de lo ilimitado de la sociedad y decía que la consecuencia de esa sociedad
ilimitada es que finalmente el individuo, ante la falta de un exterior ese individuo quedaba contra si
mismo y, dando un paso más, explicaba que otra consecuencia de esto era que el desorden social y
el problema mental o trastorno mental quedaban en niveles equivalentes, iguales. Me interesaba
subrayar esto en el sentido del peligro de las consecuencias que esto trae en el desarrollo que usted
hizo hoy.

Eric Laurent:
Dos preguntas que señalan que se entendió. Mi idea es descompletar lo que se llama política.
Cuando Lacan dijo que el inconciente es la política no es para señalar que hay fantasías dentro de la
política sino que la política son fantasías que se actúan. Hay una tendencia en los teóricos de la
política a suponer que la política es lo que se enseña en las facultades de ciencias políticas. Es la
tendencia académica de pensar que lo que enseñan define el objeto. De la misma manera la filosofía
es otra cosa que lo que se enseña en la universidad.
Del mismo modo, la política es otra cosa. Si tomamos la biopolítica, según el término acuñado por
Foucault, podemos leerla a partir del hecho de que las formaciones humanas, el lazo social, no
pueden establecerse sin una regulación del goce. Esa es, según Lacan en su Seminario 17, nuestra
política. A partir del psicoanálisis estamos interesados para considerar como las formaciones
humanas constituyen un lazo social, es decir como ponen freno al goce. Ayer me ocupé de las
consecuencias paradojales de la sexuación sobre las fantasías de poder, de la seducción, de la
inclusión del objeto de angustia en el escópico. Son maneras de frenar el goce. Hoy lo hice en
relación al cuerpo y el goce, a la manera de interpretar, regular, frenar el goce.
De entrada estamos en el orden de lo político porque estamos en el orden de la configuración del lazo
social tal como lo definimos nosotros. Esto vale para la perspectiva de Milner; que subraya el hecho
de que ante la inexistencia de algún exterior que funcione, estamos en el mundo que Lacan había
anunciado en El Seminario 20: Aún. En este no-todo que ahora hace que ya no haya más
excepciones, punto de exterior. Ya no hay un punto que permita definir un régimen de funcionamiento
tipo: los significantes y un goce como excepción, o un S1 como excepción, el nombre del padre como
excepción. Eso sostenía un cierto régimen de funcionamiento. Una vez que pasamos a un régimen
sin excepción, todo esta infectado de goce y no hay ningún exterior, es el régimen de la civilización
actual que se traduce en la psicosociología o incluso en las teorías políticas académicas como “el

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hedonismo democrático contemporáneo”. Definirlo así es decir que no hay ningún exterior, que todo
puede ser contaminado por este goce.

Leonardo Gorostiza:
Me parece interesante el recordatorio que hacía Eric Laurent acerca de lo que decía Lacan en El
Seminario 17, que a veces pasa desapercibido. Él indica allí que la condición por lo cual los
psicoanalistas podemos entrometernos en lo político es porque no hay discurso que sea discurso
sobre el goce. Y esto es lo que ha mostrado hoy Eric, la posibilidad de introducirnos allí.
Yo me quedo con una que es un poco lateral a lo que habías planteado, que son estas dos vertientes
dentro de las neurociencias: los cognitivistas y los otros. Digo porque Damasio en su libro El cerebro,
teatro de las emociones, plantea precisamente que es un cerebro que funciona bajo un régimen
homeostático, entonces me costaba ver ahí en que punto se diferencian.

Eric Laurent:
Damasio tenía un pie en los cognitivistas y un pie en el cognitivismo emocional que incluye la
regulación homeostática, pero su interés fundamental es tratar de elaborar una síntesis entre los dos
y con su cartografía de las emociones intentaba obtener una definición precisa de una regulación
sobre el modelo cognitivista de lo que escapa al cognitivismo. Sus amigos tratan de llevarlo del lado
de los que toman el cuerpo como tal y los cognitivistas tratan de llevarlo para el otro lado. El entonces
se beneficia de una posición que podríamos pensar como una posición histérica - no digo a nivel
clínico, sino estructural- circulando entre los dos. Y es verdad que representantes de las
neurociencias somáticas opuestos a los cognitivistas psíquicos pueden leer a Damasio de una cierta
manera y los otros de otra. ¡Y su plus- de- goce es que es invitado a los dos Congresos!

Leonardo Gorostiza:
Muchas gracias Eric por esta jornada de trabajo.

(Aplausos)

Nota:
1
Presentación del libro La angustia lacaniana, de Jacques-Alain Miller, Colección ICBA-Paidós, 27 de
noviembre de 2007.

Establecimiento de la Conferencia. Beatriz Udenio

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