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La perspectiva de indagación-intervención que se desarrolla a continuación tiene como
objetivo hacer evidentes, «tele-evidenciar» los procesos de ver televisión o «tele-
videncia», como condición y a la vez estrategia pedagógica para mejorar en beneficio de
las mismas tele-audiencias, su interacción múltiple con la televisión. Dos convicciones
político-metodológicas sustentan y dan sentido a esta perspectiva. La primera es la
convicción de que las tele-audiencias, esto es, las sociedades contemporáneas
segmentadas a partir de su vinculación con la televisión, deben de participar cada vez
más crítica e informadamente como interlocutoras de este medio y no sólo como meras
espectadoras (Orozco, 1996). La segunda es la convicción de que la investigación de sus
interacciones televisivas debe proveer un conocimiento útil no sólo para lograr una más
profunda y adecuada comprensión de su «tele-videncia», sino sobre todo para mejorar
su interlocución con la televisión, a través de sustentar estrategias educativas tendientes
a intervenir.

La apuesta en esta perspectiva, es entonces, que una investigación que conlleve las
convicciones anteriores parte de la misma tele-audiencia y de reconocerla no sólo como
conjunto de sujetos activos frente a la televisión, sino principalmente como agentes
sociales y comunicativos, miembros y a la vez productores de una cultura, en su
múltiple interacción con la televisión. Por eso, la exploración de sus procesos de ver
televisión, de tele-videncia, constituyen una prioridad metodológica, ya que es
justamente en ellos y desde ellos, que parece posible aprehender su agencia real y
entender sus prácticas comunicativas.

El énfasis anterior no significa soslayar al medio, en este caso la televisión, como un


componente importante de la interacción con la tele-audiencia. Por el contrario, en esta
perspectiva la televisión constituye un referente fundamental en la comprensión del
proceso mismo de ver televisión y en la propia constitución de las tele-audiencias.
Componente que es necesario entender, descubrir y asumir como mediación, para poder
aspirar a entender el proceso de comunicación en su conjunto.

Si bien la*televisión no es el medio todopoderoso que se creyó que era por mucho
tiempo, y por lo cual se le ha temido tanto, tampoco es un medio inocuo ni neutral. No
es neutral porque la televisión es, a la vez que medio, una institución, y como tal está
necesariamente determinada de maneras específicas en las distintas sociedades. No es
casual que la televisión actualmente en la mayoría de los países esté en manos del gran
capital y exista así gracias a sus alianzas con el poder político, conformando el bloque
del poder. No es inocua, porque como medio, la televisión tiene un potencial intrínseco
que ejerce por lo menos una video-mediación en su audiencia al estimular su
percepción, sus emociones y sus hábitos cognoscitivos y lingüísticos de cierta manera y
no de otra.

En esta perspectiva, la televisión tiene un papel, que sin ser determinante, sí es


importante. Sin embargo, la estrategia metodológica no comienza con desvelar ese
papel de la televisión, sino con conocer a la tele-audiencia y explorar sus interacciones,
para de ahí inferir, y no deducir, el papel real y diferenciado que la televisión está, de
hecho, teniendo en la sociedad.

La búsqueda por comprender

En esta perspectiva, el esfuerzo investigativo se centra en entender. Lograr un


entendimiento de algo, en este caso de la tele-audiencia y su tele-videncia, se concibe
distinto a otros esfuerzos investigativos, también legítimos pero diferentes, que buscan o
predecir, o explicar o interpretar.

La actividad científica históricamente ha privilegiado distintos esfuerzos de


investigación. Quizá el más duradero ha sido el de predicción, por el cual a partir de
ciertas hipótesis que traducen el descubrimiento de regularidades, un investigador es
capaz de proponer la ocurrencia de un determinado evento, siempre y cuando se reúnan
las condiciones requeridas. La predicción es la prioridad dentro del paradigma
positivista (Garfinkel, 1981).

El esfuerzo de explicación, sustentado dentro del paradigma realista de la ciencia, busca


encontrar aquellos elementos que permitan contestar a por qué determinados hechos
ocurren. Aquí, no sólo las regularidades, sino el contexto de donde ocurre un evento es
tomado en cuenta, ya que se considera que incide en la explicación de acontecimientos
específicos (Orozco, 1996a).

Por largo tiempo se ha entablado un debate sobre si la predicción exitosa conlleva o no


la explicación del evento ocurrido. La posición más aceptada al respecto entre los
dentistas sociales es que en todo caso lo que se tiene con una predicción exitosa es una
«sustanciación» de por qué la ocurrencia de un evento tuvo lugar. Sustanciación que es
a posteriori a la misma ocurrencia, pero que no necesariamente conlleva una explicación
en el sentido estricto del término (Scheffler, 1983).

Así, es posible entender por qué en la investigación de los efectos de la televisión en las
audiencias, lo que predomina son sustanciaciones, pero no explicaciones de por qué
determinados efectos tienen lugar en audiencias específicas.

El esfuerzo interpretativo o hermenéutico, a diferencia de los dos anteriores, abandona


las pretensiones de objetividad que conllevan la predicción y la explicación, y centra su
atención en el papel subjetivo o en todo caso en la intersubjetividad de los
investigadores que estudian un evento . En este esfuerzo, lo importante es la
explicitación de los caminos a través de los cuales se interpreta y se arriba a
conclusiones concretas en la comprensión de un hecho (Henriques et al., 1984).
El esfuerzo de entender, ²como aquí se asume² aunque incluye una cierta
interpretación de los acontecimientos por parte del investigador o por parte de los
sujetos de la investigación, o por ambos, difiere del esfuerzo meramente interpretativo
en tanto que busca asociar distintos componentes, tanto del evento en cuestión, como
del contexto en el que se realiza, a veces introduciendo o relacionando elementos que no
aparecen naturalmente interconectados o no están necesariamente vinculados al evento
en sí. En cierta manera, el investigador busca intervenir en el objeto para ver su
comportamiento, y éste se convierte en objeto de entendimiento también o en medio
para entender de otra manera lo que se quiere, o entender otros aspectos del objeto
inicial.
En el esfuerzo de entendimiento, entonces, se asume que la realidad no existe per se,
independiente del sujeto cognoscente, sino que existe sólo en la apreciación que éste
haga de ella y de la manera en que la haga.

Por ejemplo, en la investigación del proceso de tele-videncia de tele-audiencias


infantiles, se ha asociado la familia, la escuela y el grupo de pares con la intención de
hacer evidente la manera en que estas «comunidades» inciden en la interacción infantil
con la televisión.

Entendida así la asociación/demarcación inicial del objeto de análisis, conlleva


necesariamente la decisión razonada del investigador para dar por terminada su
exploración o continuar y enriquecer su entendimiento del objeto estudiado. La fórmula,
sin embargo, no es matemática, ya que no necesariamente incluyendo más componentes
se profundiza el entendimiento. En la decisión intervienen otros criterios menos
cuantitativos que tienen que ver con el sentido pragmático
y la posición política y ética del investigador.

La motivación por transformar

Si de lo que se trata es intervenir un proceso de tele-videncia para que el papel de la


televisión sea un recurso para el desarrollo de la tele-audiencia en cuestión, es necesario
considerar diversos «escenarios» y «comunidades» dentro de las cuales se desenvuelve,
y explorar ahí también su tele-videncia, para descubrir el tipo de interacciones que se
realizan, los apoyos y límites que tienen lugar con respecto al proceso de tele-videncia,
y en general, a los procesos de socialización que ahí se despliegan. Pero como es obvio,
esto conlleva decisiones no sólo pragmáticas, sino éticas y políticas (Groux, 1994).
Éticas en tanto que no se trata únicamente de investigar la tele-videncia per se, o porque
la televisión sea el medio preferido del investigador (aunque lo sea) o porque el
investigador considere que es un medio importante en la vida cotidiana, o simplemente
porque investigar las audiencias televisivas sea considerado una moda intelectual. Son
decisiones éticas, sobre todo, porque investigar y entender la televidencia es visto por el
investigador como un medio necesario para un fin mayor, que es la transformación de la
tele-audiencia y, eventualmente, del sistema comunicativo, y representa una honesta
búsqueda por contribuir a la consecución de la democracia (Giroux y McLaren, 1994).
Es una decisión política, porque explorar la tele-videncia de esta manera y a partir de la
audiencia, es asumir un trabajo con sectores concretos de la sociedad y para beneficio
de ellos y no de otros. Sería distinto hacer investigación para una empresa, o para un
consorcio televisivo por fines lucrativos. Esto no significa satanizar otros tipos de
investigación desde una posición moralista radical, sino simplemente explicitar y
advertir que cada tipo de investigación conlleva decisiones éticas y políticas concretas,
y que la investigación, finalmente, al igual que la televisión, no es ni ingenua ni inocua
(Lull, 1997).

El énfasis en investigar las teleaudiencias siempre en relación a sus comunidades y


contextos no descarta el estudio de otros elementos intervinientes. Es producto de una
decisión múltiplemente orientada y de una evaluación sobre las posibilidades mejores
para lograr el objetivo buscado de transformación.
La «asociación» de otros componentes en la investigación se sustenta en el criterio del
potencial que presenten para la comprensión y la intervención pedagógica en orden a
trasformar la tele-videncia.

El enfoque cualitativo

Desde mitad de los años ochenta, la corriente de investigación de los (todavía llamados)
procesos de recepción televisiva, conocida en la literatura internacional como «análisis
crítico de la audiencia» (Jensen, 1987), ha privilegiado el enfoque cualitativo como el
más idóneo. Esto no ha significado, sin embargo, la exclusión del enfoque cuantitativo.
De hecho la tendencia contemporánea es por una combinación de ambos enfoques para
lograr distintos tipos de conocimiento sobre el mismo objeto.

El enfoque cualitativo se ha asumido en la mayoría de estudios de audiencia como un


conjunto heterogéneo de herramientas metodológicas ²la mayoría de ellas
desarrolladas dentro de otros campos de estudio, como la antropología y la sociología
de la cultura² que el investigador combina para explorar distintos componentes de su
objeto de análisis.

Lo que caracteriza a este enfoque es la búsqueda de un conocimiento descriptivo, lo más


completo posible, que sirva de base al investigador para lograr sucesivas
comprensiones, cada vez más afinadas, sobre su objeto de investigación, y para la
formulación subsecuente de una cada vez más completa teorización.
A diferencia del enfoque cuantitativo, centrado en obtener un conocimiento
principalmente estadístico ²que una vez obtenido se desliga de los sujetos informantes
para permitir realizar generalizaciones² el cualitativo se enfoca en incluir como fuente
de conocimiento todos aquellos matices e interpretaciones provistas por los mismos
sujetos de investigación que permitan redondear y enriquecer la comprensión del objeto
investigado. No obstante, el abandono de la pretensión de generalizar en el enfoque
cualitativo, el conocimiento obtenido no está circunscrito a los participantes en la
investigación. Si bien no tiene una representatividad estadística, este conocimiento
permite entender el objeto investigado, más allá de su manifestación dentro del grupo de
sujetos de investigación, que siempre es más o menos reducido.

Por ejemplo, es posible caracterizar el proceso de tele-videncia y distintas tele-


audiencias, de tal manera que pueda hablarse de «la» tele-videncia y «las» tele-
audiencias en sí mismas y no sólo de una tele-audiencia específica y su tele-videncia
particular. Lo importante, entonces, no es saber cuántos sujetos realizan tele-videncias
similares, sino saber cómo es posible que se realice una tele-videncia, al igual que lo
importante no es sólo saber cómo está conformada una tele-audiencia, por ejemplo, de
maestros de escuela básica, sino saber que hay una tele-audiencia tal, distinguible de
otras.
Ahora bien, la no circunscripción del conocimiento a los pequeños grupos de donde se
extrae, no significa que ese conocimiento sea automáticamente generalizable a otros
grupos, en este caso, a otras tele-audiencias. Lo que significa es que ese conocimiento
puede ser usado en otros contextos sólo como estimulante para ser enriquecido con
nuevas aportaciones de distintos grupos, dentro de un proceso similar de investigación
al del primer grupo de donde surgió.
El criterio que en esta perspectiva se ha denominado de «suficiencia comparativa» es el
criterio por el cual un investigador define cuántos sujetos de investigación y cuántos
componentes del objeto explorado debe observar y examinar. La experiencia con el
enfoque cualitativo muestra que lo importante no es la cantidad en sí, sino el número en
función de lo que aporta, ya que llegando a un cierto número que puede ser alrededor de
25 sujetos, las diferencias en cuanto a originalidad en sus aportaciones al entendimiento
de lo investigado disminuyen, mientras que las redundancias aumentan. De esta manera,
lo importante es incluir en el grupo de participantes individuos tan diversos entre sí con
respecto al objeto investigado, que puedan ofrecer tantos matices y diferencias como sea
posible, hasta conseguir una «sustanciosa» descripción (Orozco, 1996b).
Lo anterior supone que la racionalidad metodológica es comparativa. A partir de
comparaciones se analiza lo distintivo de cada componente y luego, conjuntando los
aspectos distintivos, se logra una visión más amplia del objeto analizado.
En concordancia con el esfuerzo por entender, no sólo es importante la conjunción de
componentes distintivos, sino la vinculación de ellos con otros elementos para obtener
también distintas aproximaciones o visiones diferentes de lo investigado. Por esto es
que en esta perspectiva se usan varias herramientas metodológicas a la vez. Por
ejemplo, entrevista en profundidad, observación participante, discusión grupal entre los
sujetos investigados, etc. Con cada una de estas herramientas se busca obtener visiones
parciales o ángulos diferentes del mismo objeto.

La construcción de la teoría

En esta perspectiva, la formulación de teoría es una meta prioritaria. Esto se logra, sobre
todo, a través de un esfuerzo de fundamentarlos hallazgos, producto del análisis. (En la
literatura internacional la «teoría fundada» se conoce como grounded theory). (Orozco y
Viveros, 1996). Para fundamentar la teoría, el investigador parte de las mismas
expresiones de los sujetos involucrados en la investigación. Esto, sin embargo, no
significa que el investigador comience el proceso sin ninguna premisa que oriente su
actividad. Lo que significa es que el investigador comienza con un mínimo
conocimiento o un conocimiento preliminar sobre su objeto, que es lo que le permite
seleccionar a los mismos sujetos y los primeros componentes del mismo, así como
decidir los primeros pasos. Sobre todo, el investigador comienza con una serie de
preguntas informadas.

Lo anterior es importante resaltarlo, porque, por un lado, la diferencia entre un


investigador y un mero recolector de informaciones, es justamente que el investigador
tiene por lo menos una noción de a dónde quiere ir. Noción que no es definitiva, y
puede modificarse, y de hecho, casi siempre se modifica para otorgar una verdadera
flexibilidad al proceso reflexivo. Por otro lado, porque precisamente en este punto se
diferencia un proceso de investigación cualitativo, de un estudio simplemente empirista.
Iniciado el proceso de investigación, el investigador, entonces, vuelve a su
conocimiento inicial, lo afina, lo modifica, lo enriquece, para, una vez más, volver sobre
su objeto de análisis. Todo esto como parte de un proceso más o menos de
aproximaciones sucesivas. Este proceso es uno de reflexividad, a través del cual el
investigador va «haciendo sentido» de sus hallazgos y profundizando en su
entendimiento. Sus reflexiones le van indicando qué otros componentes vincular, que
más información obtener, pero sobre todo, le permiten ir formulando sus propias
categorías de análisis.
Por ejemplo, la categoría de las «estrategias» televisivas de las tele-audiencia resultó de
un proceso analítico reflexivo a partir de múltiples entrevistas con los participantes en
varios estudios. De la misma manera resultaron los conceptos de «nivel pragmático» y
«nivel normativo» de las prácticas televisivas, e inclusive, el mismo concepto de «tele-
videncia». No obstante, ninguno de estos conceptos fueron expresados directamente por
los investigados, sino que fue el esfuerzo analítico del investigador el que le permitió
arribar a ellos.

La proposición de conceptos, que son a la vez categorías de análisis para


investigaciones posteriores, es la manera concreta como se va conformando un cuerpo
teórico, y como ha sido el caso, con la construcción de esta perspectiva de investigación
de la tele-videncia. Así, una vez definida una categoría se sustancia o fundamenta con la
información procedente de los mismos participantes de donde se origina.

La tele-videncia

Como se propone aquí, la tele-videncia es un proceso complejo que conlleva múltiples


interacciones de la tele-audiencia con la televisión a distintos niveles y que es objeto
también de múltiples mediaciones. Es un proceso largo que no está circunscrito al
momento preciso de contacto directo con el referente televisivo.

Una de las características más distintivas de la tele-videncia es precisamente su múltiple


dimensión, en tanto que abarca, por una parte, un intercambio simbólico, un
intercambio perceptivo, un intercambio afectivo y finalmente, un intercambio
«agenciativo» que involucra las diferentes actividades o «agencias» de la audiencia.
Por otra parte la televidencia conlleva una triple dimensión temporal: antes, durante y
después del intercambio directo con el referente televisivo, y a la vez engloba una
dimensión normativa y otra pragmática. El intercambio simbólico tiene que ver con el
contenido que entra en juego y es objeto de «negociación» entre la oferta programática
de la televisión y la tele-audiencia. El producto de este intercambio son significados.
El intercambio perceptivo hace referencia a los esquemas, destrezas y patrones
cognoscitivos, implicados tanto en un referente televisivo, como en las mentes de los
miembros de la tele-audiencia. Estos elementos condicionan la misma percepción del
contenido y la producción posterior de significados.

El intercambio afectivo se relaciona con las emociones que la televisión «mueve» entre
su tele-audiencia y sus expectativas de satisfacción. Es por tanto un intercambio
emocional con distintos aspectos de los referentes de la televisión: géneros
programáticos, personajes, situaciones« Tiene mucho que ver con «sensaciones» que
desarrolla la tele-audiencia en su interacción con la televisión.

El intercambio agenciativo se refiere a ese conjunto de actividades, tácticas y


estrategias, hábitos y sobre todo usos, que despliega la audiencia en su tele-videncia
general o circunscrita a géneros televisivos particulares. Por ejemplo, la estrategia de
escuchar, en vez de ver y escuchar las noticias de la televisión.

Este múltiple intercambio puede ser simultáneo y no siempre ser consciente, o un tipo
de intercambio puede predominar en alguna tele-videncia. Por ejemplo, este sería el
caso de las telenovelas, donde el juego de emociones es lo sobresaliente.
Las dimensiones normativa y pragmática de la tele-videncia implican que, por una
parte, la tele-audiencia ha desarrollado ideas acerca de lo que debiera ser o le gustaría
que fuera su interacción televisiva, pero por otra, se encuentra en situaciones tan
específicas siempre, que estas mismas situaciones también definen lo que realmente
sucede en su interacción. Las audiencias, entonces, negocian también consigo mismas
las maneras concretas de interacción con la televisión, según las circunstancias
específicas en las que se encuentren. La tensión permanente que existe entre la norma y
la situación, es lo que explica por qué los resultados de las tele-videncias conllevan un
alto grado de impredictabilidad, al mismo tiempo que permiten entender esa cierta
«autonomía relativa» que parecen gozar las tele-audiencias frente a la televisión.

La intervención de la tele-videncia

Considerando lo anterior, la intervención posible de la tele-videncia tiene que ser lo más


integral posible, para realmente aspirar a tener éxito en su transformación. Esto supone
que todas las dimensiones, y especialmente los cuatro tipos de intercambio, deben
tomarse en cuenta en el diseño de cualquier estrategia pedagógica. La dimensión quizá
más difícil es la afectiva, que requeriría un trabajo psicológico especializado. Pero los
otros tres intercambios ²agenciativo, simbólico y perceptivo² se presentan como
posibles ámbitos de intervención pedagógica.

El hecho de que la tele-videncia trascienda el mero contacto directo entre televisión y


audiencia, posibilita que la intervención pueda hacerse desde distintos «escenarios» y en
diferentes momentos.

Por ejemplo, en el caso de la audiencia infantil, un escenario posible de intervención y


educación es ciertamente la familia, aunque no solamente durante el momento en que
sus miembros ven televisión, ni necesariamente en el propio hogar. Otro escenario
posible es la escuela, donde los niños negocian con sus compañeros sus significados
provisionales con respecto a lo visto en la televisión el día anterior y donde la televisión
continúa siendo referente importante de sus juegos o simplemente tema de intercambio
en su conversación.

Lo anterior significa, en primer lugar, que no es por mero voluntarismo que se diseñen
cursos y talleres en distintos escenarios extra familiares y escolares, cuyo objetivo sea la
educación de la tele-audiencia. Segundo, que tiene un sentido de urgencia intervenir la
tele-videncia desde cualquiera de esos escenarios y en el caso de los niños, desde su
propia escuela, porque mucho de su intercambio televisivo ahí se realiza y ahí confronta
su aprendizaje en el aula. Y tercero, porque si la escuela no ejerce una intervención
pedagógica, pierde mucho de su sentido y misión educativa, ya que muchas veces lo
que los niños aprenden de la televisión resulta más relevante para su vida que lo que
aprenden en las aulas.

Las «competencias» comunicativas para la tele-videncia


No obstante el descubrimiento y la aceptación ya generalizada entre los investigadores
críticos, de que las tele-audiencias no son pasivas por definición, sino activas y de que
poseen una capacidad considerable para usar creativamente la televisión, negociar,
resistir y aun contraponer significados o «resemantizarlos» a partir de los referentes
televisivos, en esta perspectiva se asume que estas cualidades o competencias
comunicativas son siempre limitadas y están siempre condicionadas. Por eso tiene
sentido instrumentar estrategias de intervención pedagógica para desarrollarlas y
potenciarlas lo más posible.

La capacidad de resemantización de las tele-audiencia, así como su capacidad crítica y


creativa para realizar tele-videncias más autónomas e inteligentes están limitadas desde
el hecho de que aun en el mejor de los casos ²cuando estén altamente desarrolladas²
siempre se realizan en condiciones dadas. Condiciones estructurales que no son
producto de la agencia de las mismas tele-audiencias. Esto significa que aún la
creatividad se ejerce dentro de ciertos parámetros y con referencia a la misma televisión,
por una parte y, por otra, con referencia a la propia formación y cultura de pertenencia
de las tele-audiencias (Hall, 1980).

La idea generalizada, que inclusive a veces se toma por dada, aun como premisa en
investigaciones recientes, de que por naturaleza las tele-audiencias son activas, merece
asumirse con cuidado, porque lo que interesa desde un punto de vista crítico,
pedagógico y político, no es reconocer y estimular la actividad per se de las tele-
audiencias, sino sus posibilidades de transformación de sus tele-videncias en una direc-
ción emancipatoria. Esto tiene que ver, más que con la mera actividad, con un cierto
tipo de actividad, que es aquella que al tener lugar, «empodera» a la audiencia para
modificar su propio proceso de interacción televisiva (Fiske, 1993).
Lo anterior significa, que no sirve de mucho o por lo menos es un logro parcial,
estimular la reflexión de la audiencia, si en esa reflexión no se establecen las bases para
una transformación real de su vinculación con la televisión, de sus rutinas y hábitos
televisivos y comunicativos, de sus modos de pasar el tiempo libre y realizar sus
consumos culturales.

Además de condicionamientos sustantivos, las tele-audiencias profesan una serie de


ideas, derivadas de su propia cultura, tanto sobre la televisión, como sobre el proceso de
verla, como sobre sí mismas en tanto tele-audiencias. Ideas que en parte son producto de
la misma influencia de la televisión, en tanto la única institución que ha incidido
sistemáticamente y a su manera, en la conformación de sus tele-audiencias, en un
contexto de omisión o autoexclusión de otras instituciones socializantes como la familia
y la escuela en la educación de sus miembros como televidentes.
Por ejemplo, una idea generalizada entre tele-audiencias latinoamericanas, es: «la
relación con la televisión no es algo sobre lo cual deba reflexionarse mucho»; lo cual las
predispone a enchufarse despreocupadamente a la televisión, como se estila frente a
cualquier espectáculo en donde no se le pide nada, más allá de «disfrutar la función».
Otra idea común es: «los televidentes no somos responsables de modificar la
televisión»; lo cual ha acostumbrado a las tele-audiencias a eximirse de cualquier
intento por modificarla y atribuir esa responsabilidad a otros en abstracto, o en todo
caso al gobierno, a la escuela o alguna organización o movimiento popular. Es muy
común también, que ante el avasallamiento televisivo que constatan cotidianamente
entre los niños, los padres de familia y los maestros, en tanto agentes sociales
directamente involucrados con la educación infantil, mutuamente se adjudiquen la
responsabilidad unos a otros, evadiendo así convertirse en auténticos protagonistas de la
educación infantil (Orozco, 1997).

Todo lo anterior, obviamente, constituye un clima cultural poco favorable para la


intervención, entendida como fomento de las competencias comunicativas de las tele-
audiencias, pero sobre todo para la asunción de responsabilidades específicas frente a la
televisión.
El primer desafío que enfrenta cualquier educador es, entonces, convencer de la
importancia de tomar «en serio» a la televisión, sin que eso signifique hacerla seria, y
luego, convencer de que hacerlo es posible.

El otro desafío, y a la vez posibilidad de enfrentar el anterior, es ²como lo he


remarcado aquí² realizar una investigación con una perspectiva como la propuesta en
estas páginas, que permita hacer evidentes para todos los implicados en el proceso de
transformación, educadores y educandos, los procesos de tele-videncia. Inde-
pendientemente de las técnicas de intervención pedagógica que se utilicen (cursos
formales, talleres, grupos de reflexión« ) la racionalidad sustantiva de «tele-evidenciar»
parece ser la condición sine qua non para transformar la vinculación de las tele-
audiencias con la televisión.

Referencias bibliográficas

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Autor: Guillermo Orozco Gómez es profesor/Investigador titular del Departamento de


Estudios de la Comunicación Social, Universidad de Guadalajara, México. Autor, entre
otros trabajos, de Al rescate de los medios (1995). Fuente: Voces y culturas ± Revista de
Comunicación ± Estrategias y conflictos culturales ± Nº11/12 ± 1997 - Pág. 149 a 162

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