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Martin Heidegger
Traducción e introducción de Manuel Jiménez Redondo
Curso de doctorado “El discurso filosófico de la modernidad”, Universidad de
Valencia, curso 1998-99
INTRODUCCION
§ 1. El título “ontología”
Primero, una observación sobre el primer indicador de la facticidad. El título que hemos
empezado poniéndole: ontología.
“Ontología” significa doctrina del ser. Si al escuchar este término no se saca otra cosa
que una vaga indicación acerca de que aquello que se va a investigar en lo que sigue y
aquello de lo que se va a hablar (mediante alguna forma de tematización) es el ser, entonces
la palabra ontología, en tanto que título, ha prestado todo el servicio que puede prestar. Pero
si por ontología se entiende la denominación de una disciplina, que, por poner un ejemplo,
pudiera situarse en el ámbito de tareas de la Neoescolástica o en el de la escolástica
fenomenológica o en el de corrientes de la filosofía académica determinadas o influidas por
la Fenomenología, entonces la palabra ontología es inadecuada como título para el tema
que sigue y para el modo de tratar ese tema.
Pero si además se toma la ontología como una consigna, por ejemplo, en los ataques a
Kant que hoy se han convertido en moda, o más claramente: en contra del espíritu de
Lutero, o de forma aún más fundamental: contra todo preguntar abierto que no se atemorice
de antemano ante sus propias consecuencias, en una palabra: si se entiende la ontología
como un reclamo para la rebelión de los esclavos contra la filosofía como tal, entonces el
término ontología en tanto que título no puede conducir sino a confusiones y errores.
En lo que sigue, los términos ontología y ontológico sólo se emplean en el vacío sentido
a que hemos hecho referencia: como indicadores sin compromiso. Significan: un preguntar
y un determinar enderezados al ser; a qué ser, y cómo, permanece todavía enteramente
indeterminado.
Pero la ontología moderna no es una disciplina aislada, sino que está o se presenta en
un peculiar entrelazamiento con aquello que en sentido estricto se entiende por
fenomenología. Pues un concepto de ontología articulado y proyectado en términos de lo
que entendemos por investigación sólo ha empezado surgiendo (ha surgido recién) en la
Fenomenología. Ontología de la naturaleza, ontología de la cultura, ontologías materiales:
estas ontologías constituyen las disciplinas en las que el “contenido objetivo” (o “contenido
de conocimiento” o “contenido cognitivo”) de estas regiones (o que estas regiones
representan o que estas regiones contienen) se lo monda o depura y se lo saca a la luz en su
carácter objetualmente preciso. Y lo así obtenido vale después y sirve después como hilo
conductor para los problemas de la constitución, es decir, para la aclaración de los
contextos de estructura y génesis de la conciencia-de los objetos de esta o aquella especie.
Pero en tal ontología no se plantea la cuestión de de qué “campo de ser” debe obtenerse
el “sentido de ser” (qué significa ser) que resulte decisivo y dirija toda la problemática. Esa
pregunta le es desconocida y, por tanto, (a tal ontología) le permanece también cerrada su
propia procedencia, su propio origen, en lo que se refiere a la génesis de su propio sentido.
{3}
2) Lo que de ello surge, brota, nace y se sigue es que la ontología se cierra el acceso al
ente decisivo dentro de la problemática filosófica: a lo que llamamos exsistencia [Dasein],
a partir del cual y para el cual la filosofía “es”.
En tanto que el título de ontología se tome en el sentido vago y sin compromiso a que
nos hemos referido, es decir, en el sentido de que ese título se refiere a todo preguntar y a
todo investigar enderezados al ser como tal, en ese sentido, digo, no tendremos
inconveniente en emplearlo en lo que sigue; “ontológico” se refiere entonces a las
cuestiones, explicaciones, conceptos, categorías que nacen o no nacen de un fijarse en el
ente en tanto que ser.
El título que se desprende del tema y de la forma de tratar lo que sigue, tiene que rezar
más bien: Hermenéutica de la facticidad.
PREFACIO[i]
{5}Plantear cuestiones, poner a la vista cuestiones; cuestiones no son ocurrencias; las
cuestiones tampoco son lo que hoy suele llamarse problemas, a los que Se echa mano a
partir de lo que corre por ahí y de lo que Se ha leído y Se los acompaña del gesto de
estarlos pensando muy profundamente. Las cuestiones, las preguntas, nacen de la discusión
con las “cosas”. Y sólo hay cosas donde hay ojos, [otra traducción:] las cosas sólo son ahí
donde hay ojos, [otra traducción:] las cosas sólo quedan ahí cuando hay ojos.
Y es así como vamos a “plantear” aquí algunas cuestiones, y ello tanto más cuanto que
hoy el preguntar ha caído en desuso a causa de ese afanoso ocuparse de “problemas”. Más
aún, ocultamente Se trabaja en el desmontar el hacerse preguntas, con la intención de dar
rango y prestancia a la crianza y cultivo de esa ausencia de preguntas que caracteriza a la fe
del carbonero. Se declara lo sacro “ley esencial” en el sentido que fuere, y con ello Se es
tomado en serio [uno es tomado en serio] por la propia época, la cual a causa de su
fragilidad y ausencia de enjundia tiene, sin duda, necesidad de ello. No se está [Se no está]
ya por otra cosa sino por que el negocio, la afanosa ocupación con problemas, siga rodando
sin obstáculos ni rozamientos, Se es mayor de edad para organizar el vivir en la mentira. La
filosofía interpreta su propia corrupción como “resurrección de la metafísica”.
PRIMERA PARTE
VÍAS DE INTERPRETACIÓN DE LA EXSISTENCIA [DASEIN]EN EL
SER LA EXSISTENCIA LA EXSISTENCIA DE CADA CUAL
Los giros “conforme a su forma de ser” o “por su forma de ser” significan lo siguiente:
[la exsistencia es eso] no primariamente y nunca primariamente como objeto de un mirarla
desde fuera o como objeto de una determinación resultante de mirarla desde fuera, es decir,
del puro cobrar noticia de ella y adquirir conocimientos acerca de lo que se ha cobrado
noticia, sino que la exsistencia [Dasein], en el cómo y modo de su ser más propio, se es ella
misma ahí, ist selbst da, es ella misma ahí, es ella misma el ahí, consiste ella misma en ser
ese ahí. El cómo o modo de ese su ser, abre y delimita el “ahí” posible en cada caso. Ser,
pero en sentido transitivo: ¡ser la vida fáctica! Ser mismo, es decir, ser selbst, es decir, ser
self, es decir, ser que es él mismo, es decir, ser que consiste en ser él mismo ese ser, es
decir, ser que consiste en serse, es decir, ser que consiste en serlo, es decir, ser que consiste
-repito- en ser él mismo ese ser, que por tanto nunca puede convertirse él mismo en objeto
de un tener, pues de lo que se trata es de él mismo, es decir, de ese ser, es decir, de ser él
mismo ese ser, es decir, del serlo él, de estarlo siendo él, de estarlo siéndose.
La exsistencia, en tanto que en cada caso la propia, la mía, en tanto que la de cada cual,
no significa una relativización que por vía de singularización contraiga la exsistencia
[considerada primero en sentido genérico]a un individuo visto desde fuera y, por tanto, la
exsistencia en tanto que la propia, en tanto que la de cada cual, en tanto que la mía, no
significa el individuo (solus ipse), sino que este ser la exsistencia la propia, la mía, es un
cómo del ser, una indicación del posible estar despierto o quedar despierto, de la posible
vigilia. Pero no significa, digo, una delimitación regional en el sentido de que nos ponga la
cosa ahí enfrente por vía de aislarla.
Y por tanto, fáctico o fáctica significa aquello que [es decir, aquel ente que], en lo que
se refiere al ser-así de ese su carácter de ser, se articula desde sí mismo y “es” articulándose
desde sí mismo. Si se toma la “vida” como una forma de ser, entonces “vida fáctica”
significa lo siguiente: nuestra propia exsistencia (Dasein, ser-ahí) en tanto que “ahí”, es
decir, en tanto que consiste en ese ahí, es decir, en tanto que consiste en serlo, es decir, en
tanto que siéndose ahí, es decir, en tanto que siendo ahí en la forma de ser la exsistencia ese
ahí, en alguna de las formas en que (por su propio ser o conforme a su propio ser o por
consistir en ello su propio ser) puede volverse expreso ese su carácter de ser [es decir,
puede volverse expreso el consistir la existencia en ser su ahí, en serse por tanto].
{9}CAPÍTULO PRIMERO
HERMENÉUTICA
§ 2. La hermenéutica en su concepto
tradicional
La expresión hermenéutica la utilizamos aquí como indicación de la forma unitaria que va
a tener nuestra manera de abordar, de enfocar, de acceder a, de interrogar, y de explicitar la
facticidad.
Platón: hoi poietai ouden all' e hermenês eisin tôn theôn[iii] (los poetas no son otra cosa
que los “intérpretes”, que los “portavoces” de los dioses). Por tanto, de los rapsodas que
recitan a su vez lo que los poetas componen, puede decirse: Oukoun hermeneon hermetes
gignesthai;[iv] ¿no os convertís acaso en intérpretes de los intérpretes, en portavoces de los
portavoces? Hermeneus es quien transmite a alguien, quien notifica a alguien, lo que otro
“piensa”, o quien se convierte en mediador de esa transmisión o notificación, es decir,
quien a su vez vuelve a efectuarla; cfr. “El Sofista” de Platón 248ª5, 246e3: aphermeneue,
infórmame: notifícame lo que otros piensan, cuéntame lo que otros dicen.
Aristóteles: La physis se sirve de la lengua (glottei) para gustary para hablar, y si bien
el gusto (geusis) es algo necesario y de ahí que se dé en la mayoría de los animales, la
posibilidad de expresarse no tiene otra finalidad que la perfección, he d´hermeneía héneka
tou eu[v]. (O sea: el ente, cuando es un ser vivo, necesita la lengua tanto para gustar como
para hablar con los demás en el común trato con ellos; de esas dos cosas, el gusto, la geusis,
es de necesidad en la relación con las cosas (y por eso lo tienen la mayoría de los
vivientes); pero la hermeneía, el referirse a algo y el hablar de algo con los otros (el
conversar sobre algo) está para el bien, tiene su razón de ser en el eu, en el bien, es decir, en
garantizar al viviente su ser propiamente dicho (en su mundo y junto con su mundo). En
este texto de Aristóteles la hermeneía se refiere, pues, simplemente y representa al
diálektos, es decir, a la conversación con los demás en el trato corriente con los demás y
con las cosas; pero el diálektos no es sino la forma fáctica en que el logos se produce; y
éste, es decir, el logos (el hablar de algo, el hablar, el decir) tiene por función to deloun... to
symphéron kai to blaberón[vi], es decir, provee a poner de manifiesto el ente en su sernos
éste útil o nocivo (es decir, el logos hace accesible el ente para un hacerse con él por vía de
ponérselo delante, en lo que se refiere a si no es conveniente o no).
San Agustín suministra la primera “hermenéutica” de alto estilo. Homo timens Deum,
voluntatem ejus in Scripturius sanctis diligenter inquirit. Et ne amet certamina, pietate
mansuetus; praemunitus etiam scientia linguarum, ne in verbis locutionibusque ignotis
haereat; praemunitus etiam cognitione quarumdam rerum necessariarum, ne vim naturamve
earum quae propter similitudinem adhibentur, ignoret; adjuvante etiam codicum veritate,
quam solers emendationis diligentia procuravit: veniat ita instructus ad ambigua
Scripturarum discutienda atque solvenda[xiv] [que en castellano quiere decir: el hombre
que teme a Dios, busca diligentemente averiguar en las Sagradas Escrituras la voluntad de
Dios. Y lo hace transido y amansado por la piedad, a fin de no verse atraído por vanas
disputas; y provisto del saber de lenguas a fin de no quedar atrapado en palabras y
locuciones que desconoce; defendido también por el conocimiento de algunas cosas
necesarias, a fin de no ignorar la fuerza o la naturaleza de cosas que se aducen a título de
semejanza; ayudando también para ello la verdad de los códigos, que él ha de procurarse
con ingenio y enmendando y corrigiendo con diligencia y pulcritud, y, así instruido, venga
a discutir y resolver los pasajes ambiguos de las Sagradas Escrituras MJR].
En el siglo XVII nos encontramos con el título de Hermenéutica sacra para aquello
que se conoce también con el nombre de Clavis Scripturae Sacrae[xv]; o de Isagoge ad
sacras literas[xvi]; o de Tractatus de interpretatione[xvii]; o de Philologia sacra[xviii].
(3) “De mediis hermeneuticae sacrae externis et litterariis”[xxi]. Sobre los medios
gramaticales, críticos, retóricos, lógicos, y relacionados con las distintas ciencias.
Traducción y comentario.
Y sin embargo, cuando se tiene en cuenta precisamente este último punto, queda de
manifiesto una fatal limitación de la posición de Dilthey. Pues, precisamente por lo dicho, a
Dilthey le permanecieron ocultas (en lo que se refiere al desenvolvimiento de la
hermenéutica propiamente dicha) las épocas decisivas de ese desenvolvimiento (la
Patrística y Lutero), en cuanto que él se limitó siempre a convertir en tema el
desenvolvimiento de la hermenéutica sólo en el aspecto en que en ese desenvolvimiento se
ponía de manifiesto la tendencia hacia aquello que él mismo consideraba lo esencial de la
hermenéutica, a saber, a convertirse en metodología de las ciencias hermenéuticas del
espíritu. El sistemático desvirtuamiento que hoy se viene practicando de las posiciones de
Dilthey (como ocurre, por ejemplo, en Spranger), el sistemático aguar esas posiciones, no
llega ya ni de lejos a acercarse siquiera, a aproximarse, a esas posiciones de Dilthey, ya
limitadas de por sí y también poco transparentes (y mantenidas con escasa energía) en lo
que se refiere a la dirección de lo esencial.
§ 3. Hermenéutica como
autointerpretación de la facticidad
Pues bien, al llamar hermenéutica a la investigación que sigue, no estamos utilizando la
palabra en su sentido moderno, ni tampoco con el significado de una teoría de la
interpretación, tomada en sentido tan amplio. [En nuestro contexto] el término, conectando
con su significado original, significa más bien o va a significar más bien: una determinada
unidad en la ejecución del hermeneuein, es decir, en la ejecución del comunicar, del
declarar, es decir, en la ejecución de una interpretación de la facticidad, que hay que
conseguir que el oyente la tope, la vea, la aprehenda y la comprenda.
“La vida sólo se deja explicar si es vivida, al igual que también Cristo sólo empezó a
explicar {17}y a mostrar cómo las Escrituras enseñaban acerca de él, precisamente cuando
resucitó de entre los muertos.” Kierkegaard, Diario 15. IV. 1838.[xxvi]
Además, la interpretación toma por punto de partida el hoy, es decir, toma por punto de
partida la determinada comprensibilidad media, ese determinado entender de tipo medio del
que la filosofía vive y al que la filosofía zurückspricht, es decir, retro-habla, es decir, al que
la filosofía (de rechazo) acaba hablando, es decir, que acaba siendo el destinatario de la
filofía en el vivir ésta de él. El Se, el uno, tiene algo determinadamente positivo, no
representa solamente un fenómeno de caída, o el fenómeno de una caída, sino que es como
tal un “cómo” (una forma de ser) de la exsistencia fáctica.
La apuesta hermenéutica -aquello sobre lo que, por así decir, se pone todo como sobre
una carta-, es decir, el “como qué” en el que, por así decir, se aprehende la facticidad de
antemano, es decir, el decisivo carácter de ser, en términos del cual empieza entendiéndose
la facticidad (es decir, el carácter de ser por el que se empieza apostando), no es un
inventum, es decir, no es algo que se pueda inventar o encontrar; pero tampoco es algo que
tengamos de antemano, sino que ese “como qué” es algo que brota (algo que surge de) una
experiencia fundamental, es decir, algo que en este caso surge de un filosófico estar atenta
y despierta, en el que la exsistencia se topa consigo misma. Hemos llamado a tal estar-
atenta la exsistencia filosófico, y eso quiere decir: se trata de un ser-ésta-despierta que
permanece vívido en (o que vive y se nutre de) una autointerpretación original que la propia
filosofía se ha dado de sí misma, de suerte que esa autointerpretación constituye [en esa su
originalidad y radicalidad] una posibilidad decisiva y una forma decisiva de toparse la
exsistencia consigo misma.
Pero tal cosa no tiene absolutamente nada que ver con ser lo más moderno que se
pueda, es decir, con dedicarse a hacerle la gracia a lo que se suele entender por necesidades
y por presuntas carencias. Todo lo moderno se conoce porque {19}artificialmente se
escurre de su propio tiempo y sólo de esa forma consigue tener algún “efecto” (negocio,
propaganda, proselitismo, búsqueda del aplauso y economía del aplauso, chanchullo
cultural.)
Y en cuanto que la apuesta o arremetida sólo es ahí en tales términos, es decir, sólo
existe en tales términos, no puede ser objeto de razonamiento o especulación pública ni de
discusión pública. Pues éstos no son sino los medios preferidos de desviar a tiempo el
posible impacto que esa apuesta pueda tener sobre la exsistencia fáctica. Las dos exigencias
que hoy suelen pregonarse tantas veces y tan alto, a saber: (1) que uno no debe demorarse
demasiado en los presupuestos, sino pasar a considerar las cosas mismas (filosofía de la
cosa), y (2) que los presupuestos han de poder llevarse hasta el público, de suerte que se los
vea con carácter general (que sean visibles para todos) y resulten convincentes con carácter
general, es decir, que los presupuestos han de ser lo más inofensivos posibles, es decir,
plausibles, ambas exigencias, digo, se envuelven a sí mismas con el aura y la apariencia de
una filosofía absoluta puramente objetiva. Pero sólo son un enmascarado grito ante la
angustia que la filosofía produce.
La hermenéutica no es ella misma filosofía; no quiere otra cosa que presentar a los
filósofos actuales (por si se dignan considerarlo) un objeto que hasta ahora estaba olvidado.
El que a tales cosas secundarias no se les preste atención en el gran trajín actual de la
filosofía, no debe llamar la atención, cuando en ella de lo que principalmente se trata es de
(o todos los esfuerzos se concentran en) no llegar tarde o demasiado tarde a esa
“resurrección de la metafísica” que -es lo que se dice- empieza a despuntar, y donde sólo se
conoce una preocupación, a saber: la de ayudarse a sí mismo y la de ayudar a los otros a
conseguir por vía de intuición de esencias una amistad directa con el buen Dios que sea lo
más barata posible, lo más cómoda posible y también lo más rentable posible.
Martin Heidegger
[vii] De Vitis Sophistarum, ed. C.L. Kayser. Leipzig 1871, T. II, pág. 11, cita 29. En: H.
Diels, .....
[ix] De bello Peloponnesiaco, ed. G. Boehme. Leipzig 1878, T. II, 60 (5), pág. 127.
[xii] De vita Mosis III, 23 (II, 188). Opera IV, ed. L. Cohn. Berlín 1902, pág 244.
[xv] M. Flacius Illyricus, Clavis scripturae sanctae seu de sermone sacrarum literarum.
Basel 1567.
[xvi] S. Pagnino, Isagogae ad sacras literas Liber unicus. Colonia 1540 - 1542.
[xviii] S. Glass, Philologia sacra, qua totius V et N.T. scripturae tum stylus et litteratura,
tum sensus et genuinae interpretationis ratio expenditur. Jena 1623.
[xxv] Die Entstehung der Hermeneutik, Ges. Schriften V, Stuttgart 1968, p- 320.
Los conceptos de “hombre”, a saber: (1) ser vivo dotado de razón y (2) persona,
personalidad, nacen de la experiencia de, y de la atención a, contextos de objetos o ámbitos
objetuales del mundo, dados en cada caso de una determinada manera.
(1)El primero pertenece al contexto objetivo que nos puede venir indicado por la serie de
objetos: planta, animal, hombre, demonio, Dios. (Para ello, naturalmente, no es necesario
empezar pensando en una experiencia específicamente biológica en el sentido de la Física o
de la biología moderna.)
(2)El segundo concepto de hombre nace con la explicación cristiana de las dotes originales
del hombre como creatura de Dios, la cual explicación se basa en la revelación
viejotestamentaria. En ambas determinaciones conceptuales se procede fijando los
ingredientes de que consta una cosa previamente dada, a la cual, en virtud de esos
ingredientes, se le atribuye (es decir, se le hace convenir) una determinada forma de ser, o
también se la deja ser indiferentemente en el contenido que se le atribuye, es decir, se
supone la realidad de ese contenido, y ya está.
Por lo demás, hay que tener mucho cuidado ante el concepto de “ente dotado de razón”;
pues tal concepto no acierta con el sentido decisivo del Zoon logon echon. En la filosofía
científica clásica de los griegos (Aristóteles) logos nunca significa razón, sino decir, hablar,
conversación; por tanto, el hombre es el ente que tiene su mundo en la forma de cosas
dichas, o en la forma de venir ese mundo dicho, o en la forma de lo dicho. [ii] Ya en la Stoa
se inicia una superficialización de ese concepto (del concepto de logos) y surgen en la {22}
especulación helenística y en la teosofía helenísticas los conceptos del logos, la sophía y la
pistis (fe) como conceptos hipostáticos, es decir, como términos que designan hipostaseis o
hipostasis.
Los conceptos de hombre hoy accesibles y transitables, es decir, los dos conceptos que
hemos señalado, se remontan a ambas fuentes, ya se desarrolle la idea de persona partiendo
de Kant y del idealismo alemán, ya se la desarrolle enlazando con la teología medieval.
La historia de la interpretación de ese pasaje del Génesis empieza con San Pablo, I.
Corintios XI, 7: “El hombre no tiene que cubrirse la cabeza, siendo imagen de la gloria de
dios (eikon kai doxa theou hyparchon)”.
Cfr. II. Cor. III, 18; Rom, VIII, 29: “A los que escogió de antemano los destinó a
reproducir la imagen de su Hijo (proorisen synmorphous tes eikonos tou hyiou autou), de
modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos”.
El problema que los dos textos anteriores plantean, es entonces: ¿qué es la mujer?
Taciano (alrededor del año 150) en su sermón a los griegos (logos pros hellenas): “Sólo
el hombre es imagen y semejanza (eikon kai homoíosis) de Dios, me refiero al hombre
(anthropon) que no hace cosas similares (homoia) a las del animal (zoon), es decir, que no
actúa como animal, sino que pasando adelante en la senda de lo humano llega hasta el
mismo Dios (pros autón ton theon kechorekota)”[iv]. {23} (ho kechorekós, el avanzado, el
que ha pasado adelante). Aquí quedan fijadas con claridad las dos maneras básicas de tomar
al hombre.
Santo Tomás de Aquino: de fine sive termino productionis hominis prout dicitur factus
ad imaginem et similitudinem Dei[vii].
Quia, sicut Damascenus dicit, lib. 2 orth. Fid., cap. 12, a princ., homo factus ad
imaginem Dei dicitur, secundum quod per imaginem significatur intellectuale, et arbitrio
liberum, et per se potestativum, postquam praedictum est de exemplari, scilicet de Deo, et
de his quae processerunt ex divina potestate secundum ejus voluntatem, restat ut
consideremus de ejus imagine, idest, de homine: secundum quod et ipse est suorum operum
principium, quasi liberum arbitrium habens, et suorum operum potestatem.[viii] Este párrafo
contiene la entera estructura metodológica de la principal obra de teología de la Edad
Media.
Zwingli: “ouch daß er [der mensch] sin ufsehen hat uf gott und sin wort, zeigt er
klarlich an, daß er nach siner natur etwas gott näher anerborn, etwas mee nachschlägt,
etwas züzugs zu {24} jm hat, das alles on zwyfel allein darus flüßt, daß er nach der bildnuß
gottes geschaffen ist.”[ix] [Que en castellano quiere decir: “Así pues, también el hombre ... al
tener la vista puesta en Dios y su palabra, muestra con claridad que por su naturaleza es algo
nacido más próximo a Dios, que se parece más a él, que tiene una particular relación con él.
Todo lo cual dimana sin duda de haber sido creado a imagen de Dios”].
Calvino: His praeclaris dotibus excelluit prima hominis conditio, ut ratio, intelligentia,
prudentia, iudicium non modo ad terrenae vitae gubernationem suppeterent, sed quibus
transcenderent usque ad Deum et aeternam felicitatem.[x]
Casualmente, Scheler no está haciendo sino echar mano de la vieja teología (cfr.
también la agnosis valentiniana: sárx-psyche-pneuma: caro, anima, spiritus), pero mientras
que los viejos teólogos por lo menos veían que de lo que se trataba era de teología, Scheler
le da la vuelta a todo y lo revuelve todo y lo pone todo del revés, echando a perder tanto la
teología como la filosofía. Esta forma y método de apartar específicamente la vista de lo
fáctico, Scheler lo emplea con gran sutileza en el libro.
§ 5. El concepto teológico y el concepto de “animal
rationale”[xxii]
La hermenéutica tiene como objeto temático en cada caso la propia existencia, la existencia
que es para cada cual la suya, en cuanto que a esa exsistencia se la interroga por su carácter
de ser y por sus estructuras fenoménicas; por tanto, en lo que se refiere a una sistemática
regional universal, es decir, a una sistemática universal que abarque y comprenda las
distintas regiones del ser, la “hermenéutica” secciona de ella (a efectos de una investigación
sistemática efectuada con determinidad y precisión) una determinada región o ámbito.
Pues bien, en lo que se refiere a título para designar esa región de ser y en lo que se
refiere a deslinde mediante el que se la señala como la propia, hemos evitado y evitaremos
las expresiones exsistencia humana, o ser hombre. El concepto de hombre, en cada una de
las acuñaciones categoriales legadas por la tradición, nos cierra en principio el paso a
aquello que queremos poner a la vista como facticidad. La pregunta qué es el hombre se
distorsiona ella misma a sí misma la mirada para aquello que propiamente quiere,
sustituyéndolo por un objeto que le es extraño (que es extraño a esa pregunta y a esa
mirada)(cfr. Jaspers).
El ente-ahí a que nos referimos como hombre queda ya de antemano puesto para la
investigación en una determinada acuñación categorial en cuanto se inician las
consideraciones tomando como hilo conductor una definición tradicional, la de “animal
rationale”. Utilizando esta definición como hilo conductor, la descripción se prescribe a sí
misma una determinada forma de ver las cosas, pero sin que ello signifique apropiarse de
forma viva los motivos originales que asistían a [los motivos de que originalmente se
nutrió]tal forma de ver las cosas.
Incluso la definición misma se ha disociado ya del suelo que tuvo en su origen y, por
tanto, de una genuina posibilidad[xxiii] de dar razón de ella, y la forma en que sigue operando
en la filosofía moderna (Kant) viene, además, determinada por una interpretación en cuyo
interior siguen jugando motivos teológicos de procedencia cristiana. El sentido de las ideas
de humanidad, de personalidad, de ser persona, sólo resulta comprensible a partir de esas
fuentes, es decir, como determinadas des-teologizaciones de tipo formalizador. Cfr. Kant,
Religión dentro de los límites de la mera razón[xxiv].
La definición posterior del hombre como “animal rationale”, como ser vivo dotado de
razón, entendida meramente en el sentido indiferente de la expresión, oculta precisamente
el suelo de esa manera de ver las cosas de la que nació esa definición del ser del hombre.
Esta definición convertida así en una especie de tesis o en una especie de principio, se
convierte, empero, dentro de la autocomprensión de la conciencia cristiana de la
exsistencia, se convierte, digo, en el fundamento no sometido a ulterior discusión sobre el
que se basa el diseño teológico de la idea de hombre, a partir de la cual se formó la idea de
persona (racional = que puede conocer). Esa determinación teológica sólo puede entenderse
(ella), es decir, sólo puede efectuarse midiéndose por su propio principio de conocimiento,
es decir, recurriendo a la revelación y, primariamente, a la Escritura. El hilo conductor que
a tal efecto se toma es el fijado por el Génesis I, 26: “Y dijo Dios: hagamos al hombre a
nuestra imagen (eikon) y semejanza (homoíosis)”. El ser-hombre, ser-hombre, el hombre
(qué sea ello) viene de antemano predefinido por la fe como un haber sido hecho por Dios a
imagen de Dios. Por tanto, la definición que se da de la esencia del hombre, prescindiendo
de la definición griega, tomada desde fuera, vaciada de su contenido, depende de la idea de
Dios que se está haciendo operar en ella y que norma a esa determinación de la esencia del
hombre.
Además, para la fe, el hombre, tal como ahora nos (lo) encontramos y tal como ahora
es, es una creatura “caída”, o dicho de otro modo: una creatura redimida por Cristo, y
restaurada y restablecida así en su ser. Estar-caído, ser-pecador, es un estado que no
proviene de Dios, sino un estado en que el hombre se ha puesto a sí mismo; en tanto que
creado por Dios hubo alguna vez de ser bueno (bonum), pero de suerte que en ese ser así,
en ese ser bueno, venía simultáneamente dada la posibilidad de la caída. Esta introducción
y este poner por delante el estado actual viene motivado por la experiencia (original en cada
caso) del ser-pecador, es decir, por la experiencia (original en cada caso) de ser un pecador,
y ésta viene a su vez motivada por la originalidad o no originalidad (en cada caso) de la
relación con Dios.
Este contexto de experiencia de tipo global o concluso es el suelo sobre el que está la
antropología cristiano-teológica, y esa antropología se modifica o modaliza en cada caso
conforme a las modificaciones o modalizaciones que ese suelo experimenta.
En la idea filosófica moderna del ser-persona, la relación con Dios, que es constitutiva
del ser del hombre, queda neutralizada y convertida en una conciencia como tal de la norma
y del valor. “Polo-yo” de tal proto-acto original, centro del acto (arché).
Y una determinación del ser la exsistencia la de cada uno es el hoy, el estar o andar
cada uno en su presente, precisamente en el suyo, en el de cada uno. La exsistencia en tanto
que histórica, su actualidad. Ser-en-el-mundo, el estar la exsistencia vivida por el mundo;
presente-cotidianidad.
Lo decisivo es, por tanto, incluir el “hoy” en el enfoque del análisis, y ello en términos
tales que con ello (es decir, mediante el propio tener que incluir ese hoy) resulte ya visible
algo así como un carácter de ser (de la exsistencia). Pues primero hay que empezar
haciendo transparente ese carácter de ser y poniéndolo como tal carácter en el círculo de
fenómenos de la facticidad. Sólo después podrá plantearse la cuestión ulterior de si en ese
carácter de ser que a título de ensayo estamos aprehendiendo y fijando, acertamos,
efectivamente, con el “hoy”.
Esta interpretado-idad del hoy, este venir interpretado el hoy, se caracteriza además
porque no es experimentado expresamente, porque no es presente, sino que es un modo de
la exsistencia en el que cada exsistencia es vivida, es decir, un cómo que “vive”
[conviértase este “vive” en verbo transitivo, un cómo que vive a la exsistencia].
Precisamente porque ese venir la exsistencia interpretada constituye el espacio público y,
como tal, constituye el por-término-medio en el que cada cual puede fácilmente aportar lo
suyo y obtener lo suyo sin problemas y, además, estar en ello, a tal por-término-medio no le
queda sustraído absolutamente nada de lo que pasa. En el trajín en el decir, en la Gerede, se
da repaso a todo, con una peculiar insensibilidad para las diferencias. Como tal por-
término-medio, ese inofensivo “primeramente” o “primariamente” o “primero” (inofensivo
por ser pro-medio), es decir, ese “primeramente” o “primariamente” o “primero”, que lo es
por ser también Zumeist, es decir, por ser la mayor parte de las veces, es decir, ese espacio
público, esa Öffentlichkeit, es la forma de ser del Se (del Man): Se dice, Se oye, Se cuenta,
Se sospecha, Se espera, Se está a favor de que... lo que corre en boca de todos no pertenece
a nadie, nadie se compromete con ello, simplemente es lo que “se” dice.
Se escribe(n) incluso libros a partir de lo que Se oye decir. Este “se” es el “nadie” que
como un fantasma merodea por la exsistencia fáctica, un “cómo” de la específica fatalidad
de la facticidad [es decir, un cómo que constituye una específica fatalidad de la facticidad],
al que cada vida fáctica paga su tributo.
Esa interpretado-idad, ese venir interpretada la exsistencia delimita (aunque ello no sea
en términos netos, sino lábiles o borrosos o fluidos) el ámbito desde el que la exsistencia
misma plantea preguntas y entabla pretensiones. Ese venir la exsistencia interpretada es
aquello que da al “ahí” en la exsistencia fáctica o en el ser-ahí [dasein] fáctico el carácter
de un venir la exsistencia orientada, el carácter de una determinada delimitación de su
posible forma de ver y de su posible campo de visión. La exsistencia habla de sí misma, se
ve a sí misma de ésta o aquella manera, y, sin embargo, ella misma sólo es una máscara
que ella se pone delante para no aterrarse de sí misma. Medio de defenderse de “la”
angustia. Tal darse vista en tales términos no es sino la máscara en la que la exsistencia
fáctica se hace salir al encuentro de sí misma, se deja ella toparse a sí misma, en la que se
presenta, en la que aparece, en la que se pone delante, como si fuera ella (como si esa
máscara fuera ella); en esa máscara de la interpretado-idad pública, es decir, del venir la
exsistencia públicamente interpretada, se presenta la exsistencia como pura vitalidad
(como vitalidad del ir y venir, del trajín).
Un exponente del venir interpretado el hoy es, por ejemplo, la conciencia culta, la
conciencia de la gente culta, del público culto de una época, es decir, el vacuo decir, el
trajín en el decir, la Gerede, pero por el lado del espíritu culto público y pro-medio; (en
este caso) el hoy: “conciencia cultural” o “conciencia culta” moderna. Ésta vive
determinadas formas de interpretar. En lo que sigue vamos a subrayar como tales las dos
siguientes: (1) la conciencia histórica (conciencia de cultura); (2) la conciencia filosófica.
Martin Heidegger
[i]
Epígrafe puesto por el propio Heidegger.
[ii]
"mejor en el semestre de verano de 1924" (añadido posterior.)
[iii]
Die christliche Lehre von der göttlichen Gnade, Tübingen 1968
[iv]
Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur, ed. O. Gebhardt,
Leipzig 1986, p. 16.
[v]
De Genesi ad litteram imperfectus liber. Migne XXXIV. París 1845, cap. 16, 55, pág.
241.
[vi]
Cfr. De Trinitate. Migne XLII. París 1841, Liber XII, cap. 7,12, pág. 1004.
[vii]
S. Thomas. (Parma) I, quaest, XCIII prologus.
[viii]
S. Thomas., prologus a la II'
[ix]
Werke, I, Zurich 1828, pág 58.
[x]
Institutio I, 15, 8 .
[xi]
Cfr.Zur Idee des Menschen, Bern 1955, pág 173-195.
[xii]
Cfr. pág. 186.
[xiii]
loc. cit. p. 173.
[xiv]
loc. cit., 173.
[xv]
loc. cit. 174.
[xvi]
loc. cit. 175.
[xvii]
loc. cit. 173 s.
[xviii]
loc. cit. 186.
[xix]
loc. cit. 186.
[xx]
loc. cit. 187.
[xxi]
loc. cit. 187.
[xxii]
Heidegger no explicó en clase este § 5.
[xxiii]
Cfr. Aristoteles, Ética a Nicómaco. A 6.
[xxiv]
En: Obras completas, VI, Lepzig 1968, p. 120.
[xxv]
El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Jh. f. Philosophie und
phänom. Forchung 2 (1916), p. 266
[xxvi]
Zur Idee des Menschen, p. 346, 186
[xxvii]
loc. cit. , p. 325
[xxviii]
In Esaiam Prophetam Scholia, Exegetica opera latina XXII, Erlangen 1860, p. 318.
[xxix]
Epígrafe de Heidegger "Hermenéutica de la situación"
[xxx]
tachado por Heidegger con la anotación "demasiado pronto".
[xxxi]
Carta del 15 de octubre de 1979: En: V. Van Gogh, Cartas a su hermano, editadas por
v. J. van Gogh-Bonger, vers. alemana: Berlín 1914, pág. 157.
CAPÍTULO PRIMERO
Consideración preliminar; fenómeno y fenomenología
Primero hay que solventar todavía una cuestión previa. Hemos empleado ya en varios
contextos la expresión “fenómeno” o fenoménico y, por cierto, siempre subrayadamente, es
decir, siempre de una forma particularmente acentuada. Sobre estos términos y, por tanto,
sobre la fenomenología, hay tanto que decir, que ello, metodológicamente, puede muy bien
convertirse en un hilo conductor [es lo que Heidegger hace en el §7 de Ser y tiempo, MJR]
Por lo demás: hablar sobre la Fenomenología es algo que carece de importancia. Toda
clarificación de este tipo (que de verdad lo sea) no puede consistir en dotar a una palabra de
un significado fijado o establecido por la vía que fuere, sino que, en la medida en que se
entiende a sí misma, tiene necesariamente que consistir en una interpretación efectuada en
términos de la historia del significado de esos términos. Aquí hemos de limitarnos a dar esa
historia sumariamente, con la sola finalidad de obtener una primera comprensión.
Frente a esta imitación de las ciencias de la naturaleza, la cual no puede conducir sino a
una mala comprensión de las cosas, Brentano emprendió en su “Psicología desde un punto
de vista empírico” el camino de una genuina imitación. Análogamente a las ciencias de la
naturaleza, Brentano propone a la psicología la tarea de investigar los fenómenos psíquicos.
Lo cual significa que, exactamente como sucede en las ciencias de la naturaleza, la teoría
que se construye ha de estar sacada de las cosas mismas. La clasificación del ente psíquico,
es decir, de las distintas formas de vivencia, no debe enfocarse desde arriba, es decir, en
términos constructivos, lo cual significa que, precisamente, no debe emprenderse con
categorías tomadas de la ciencia de la naturaleza, sino que debe obtenerse del laborioso
estudio de las cosas mismas, tal como estas cosas se muestran.
{70}De esta situación científica nacieron las Investigaciones lógicas de Husserl. Son
investigaciones sobre objetos que en el sentido de la tradición pertenecen al ámbito de la
lógica. El tipo de investigación se da a sí mismo el nombre de fenomenología, es decir, de
psicología descriptiva. La forma de preguntar es, pues, la siguiente: dónde y cómo está ahí
[es decir, dónde y cómo aparece, dónde y cómo se nos da] el tipo de objeto sobre el que la
lógica habla. Si aquello que la lógica dice ha de tener fundamento, entonces es menester
que tales cosas (sobre las que la lógica habla) resulten accesibles en sí mismas. Los
conceptos y los enunciados que se hagan sobre los conceptos y los enunciados tienen que
estar sacados de los objetos mismos, es decir, los enunciados nos los topamos como escritos
o dichos, como enunciados leídos u oídos. Los enunciados vienen conducidos por vivencias
de pensamiento y de conocimiento, y éstas, a su vez, por vivencias de significado. En el
enunciado puede encontrarse aquello sobre lo que (se hace el enunciado) y aquello que el
enunciado enuncia, lo cual no coincide con la distinción sujeto-objeto. Todo se cifra, pues,
en la aprehensión de tales vivencias, en la aprehensión de la conciencia de algo, esta es la
tarea más básica y primitiva.
Pero las Investigaciones lógicas no fueron entendidas y, quizás, siguen sin serlo hasta
hoy. La teoría del conocimiento sigue sin entender que toda teoría del juicio es, en el fondo,
{71} teoría de la representación (cfr. H. Rickert, El objeto del conocimiento[ii], los
fundamentos de esta investigación son absolutamente diletantes). En lo que respecta al
objeto, en las Investigaciones lógicas no se cambia nada, sino que es simplemente la
pregunta de acceso la que queda machacada para la conciencia de entonces. La esfera de
objetos sigue siendo la misma; lo que es distinto es simplemente el modo de hacer
preguntas sobre ella y el modo de determinarla, es decir, el método descriptivo frente a un
método constructivo basado en inferencias de tipo muy indirecto. Y ese cómo de la
investigación no se presenta como una perspectiva vacía o como un programa que se quede
en promesas, sino que siempre se lo aborda en términos concretos, mostrando cómo se
hace.
Por tanto, el fenómeno no es primariamente una categoría sino que concierne ante todo
al cómo del acceso (al objeto de que se trate), al cómo de la aprehensión y al cómo de la
mostración o demostración, es dedir, del hacer que algo dé razón de sí desde sí mismo. De
entrada la fenomenología no es, pues, otra cosa que una forma de investigación, a saber:
referirse a algo, hablar de algo, pero tal como ese algo se muestra y sólo en la medida en
que ese algo se muestra. La fenomenología en este sentido es, por tanto, algo que para
cualquier ciencia representa una pura trivialidad, y que, sin embargo, en la filosofía, desde
Aristóteles, se fue perdiendo cada vez más.
{72} En principio no se tiene claro que aquí se encierra un prejuicio. Pues, ¿hay alguna
razón para suponer que la matemática haya de presentarse a todas las ciencias como un
modelo?, o ¿no sucede, más bien, que, mediante tal pretensión, las cosas quedan cabeza
abajo? La matemática es la ciencia menos estricta de todas, pues, el acceso a ella es el más
sencillo. Las ciencias del espíritu presuponen una exsistencia científica en mucho mayor
grado que lo que nunca podrá conseguir un matemático. Pues no debe considerarse a la
ciencia como un sistema de enunciados y de contextos de fundamentación, sino como algo
en lo que la exsistencia fáctica entra en discusión consigo misma. Empezar proponiendo
algo así como un modelo representa una vulneración del propósito mismo de la
fenomenología; lo que más bien hay que hacer es extraer del tipo de objeto y, por tanto, del
tipo de acceso que le es adecuado, el sentido del rigor y el tipo de rigor que la
correspondiente ciencia ha de tener.
Y así se inició la fenomenología. Y a partir de esa situación no tuvo más remedio que
transformarse el sentido de la categoría temática “fenómeno” convirtiéndose en una
categoría regional. Y así, comprende a aquellos objetos a los que nos referimos con las
expresiones “vivencias” y “contextos de conciencia”. Las vivencias, en tanto que vivencias,
son fenómenos (es decir, un aparecer o un mostrarse algo en la modalidad que fuere). Y es
así como con ese término se deslinda ahora un ámbito de ser frente a otros. Los fenómenos
son ahora objeto de una determinada ciencia.
Los objetos hay que tomarlos tal como en sí mismos se muestran, es decir, tal como los
topa un determinado mirarlos, un determinado fijarse en ellos, y tal como éstos se
muestran a ese fijarse en ellos. El mirarlos, el fijarse en ellos nace de un determinado estar
orientado a ellos, es decir, de un determinado estar ya familiarizado uno con el ente, de una
determinada familiaridad con él y saber ya de él. {75} En la mayoría de los casos, este
saber ya de él, este saber ya del ente, es resultado de un haber oído, de un aprender o haber
aprendido. El sobre-qué de ese haber oído o de ese haber aprendido, está ahí presente en
alguna concepción o acuñación transmitidas, recibidas, tradicionales; por ejemplo, la lógica
en una determinada ordenación de temas, en una determinada acuñación y conteniendo (o
consistiendo en) una determinada problemática.
Cada situación de una determinada ciencia [la situación en la que se encuentra en cada
caso una determinada ciencia] se ve ante un determinado estado de las cosas sobre las que
esa ciencia versa. El mostrar-se esas cosas puede ser un aspecto [es decir, el aspecto que
ofrecen las cosas en ese mostrarse puede ser un aspecto] que venga hasta tal punto fijado
por la tradición que ni siquiera reconozcamos ya que no es ése el aspecto conforme al que
propia y genuinamente han de tomarse las cosas, sino que simplemente se lo tiene por el
propio y adecuado y genuino, sin serlo. Y lo que en tal situación simplemente se muestra en
el objeto mismo, no necesita ser todavía la cosa misma, es decir, no necesita ser todavía
aquello de que propiamente se trata o ha de tratarse. Y en cuanto que uno se contenta con
ello, lo que ha sucedido es que en la propia apertura del campo de investigación, uno ha
empezado dando por una cosa en sí lo que simplemente es una pura contingencia. Es decir,
se toma por la cosa misma lo que no es sino una ocultación de la cosa.
Y esto sólo es hoy posible mediante una crítica histórica de fundamentos. Y ésta no
puede ser sólo una tarea concebida en términos de bonita ilustración, sino que constituye la
tarea fundamental de la filosofía misma. Con cuánta comodidad se toman ahora las cosas,
queda más bien demostrado en esa ausencia de historia que caracteriza a la fenomenología:
se cree que la cosa de que se trata se la puede obtener en ingenua evidencia mediante
cualquier dirección de la mirada. Resulta también característico en este sentido el
diletantismo con el que se abordan y con el que se siguen transmitiendo opiniones y
sentencias tomadas de la historia; la historia queda convertida en una especie de novela.
Y sólo así nos empieza siendo ofrecida la posibilidad de toparnos de nuevo con el
objeto de la filosofía. Esta concreta tendencia a mirar las cosas que busca conseguir que
éstas acaben mostrándose de por sí, tiene que poner en juego su fundamental forma de
operar, en el modo como ella empieza dándose y empieza bosquejando el carácter de ser, el
carácter de objeto, el carácter de acceso y el carácter de custodia y mantenimiento de
aquello que es el objeto de la filosofía.
SEGUNDO CAPÍTULO
“Exsistencia es ser-en-un-mundo”
Y este fenómeno es el que hay que poner propiamente a la vista, de suerte que,
conforme al rasgo básico de la investigación hermenéutica, en él (en ese fenómeno) la
exsistencia se abra o alumbre a sí misma conforme a determinados caracteres de su ser. De
modo que de forma más expresa que hasta ahora ha {80}de resultar visible y susceptible de
ponérnosla a la vista en el campo temático, de ponernos a la vista la exsistencia misma,
quiero decir.
Ese prae-habere inicial [es decir, ese segundo prae-habere] tiene uno que
aproximárselo más y apropiárselo más, de suerte que la vacía comprensibilidad de la
indicación formal que hemos dado (a saber: que la exsistencia es ser-en-un-mundo) se llene
mirando la fuente concreta desde la que lo primero nos queda a la vista. Pues la indicación
formal (“la exsistencia es ser-en-un-mundo”) queda malentendida si se la toma por una
especie de enunciado fijo, universal, a partir del cual fuese posible hacer deducciones en
términos constructivos y dialécticos y a partir del que pudiera fantasearse. Lo que hay que
hacer (ello es tan importante que todo depende de eso) partiendo del contenido
indeterminado, pero en cierto modo comprensible, del contenido de esa indicación formal,
es poner la comprensión en la vía correcta en la que puedan llegarse a ver las cosas. La
obtención de esa vía correcta, en la que pueden llegarse a ver las cosas, puede y debe
protegerse profilácticamente mediante el rechazo de formas de dirigir la vista
aparentemente afines y que por eso mismo se ponen enseguida a importunar, como son las
que predominan [las que son de uso corriente]en la situación de investigación de que se
trate.
§17. Malentendidos
a) El esquema sujeto-objeto
Y lo primero que hay que mantener lejos es el esquema: hay sujetos y objetos,
conciencia y ser; el ser es objeto del conocimiento; el ser propiamente dicho es el ser de la
naturaleza; la conciencia es “yo pienso”, por tanto, la conciencia es yo-ica, polo-yo, centro
de los actos, persona; los yoes (de las personas) se tienen a sí mismos frente al ente, los
objetos, las cosas naturales, las cosas de valor, los bienes. Surge así la necesidad de
determinar la relación entre el sujeto y el objeto y ello es el tema de una teoría de la
conocimiento [que de este modo se convierte en central, MJR].
Sobre este suelo de preguntas radican las posibilidades que han sido probadas todas una
y otra vez y que en interminables discusiones se las ha soltado, una y otra vez, unas contra
otras:[son básicamente las siguientes:] o bien el objeto depende del sujeto, o bien el sujeto
depende del objeto, o bien ambos dependen correlativamente el uno del otro. Este prae-
habere de tipo constructo [es decir, esta presuposición de tipo constructo acerca de qué se
trata, acerca de qué es lo que de antemano tenemos, acerca de qué empezamos teniendo,
acerca por tanto de por dónde hay que ir MJR], casi inerradicable a causa de la tozudez de
una tradición anquilosada, impide por principio y para siempre el acceso a aquello que en la
indicación formal hemos señalado como el “como qué” de la vida fáctica (exsistencia) [Es
decir, el autor no ha empezado diciendo, o presuponiendo, o dando por supuesto que
aquello que de antemano tiene o que aquello donde de antemanos andamos, pueda indicarse
formalmente diciendo que “hay sujetos y objetos”, sino que puede indicarse formalmente
diciendo “la exsistencia es ser-en-el-mundo”; la cuestión de qué quiera decir Heidegger
propiamente con “indicación formal” es un complejo asunto, en el que no podemos entrar.
Además ello sería muy aburrido; sobre ello no hay curso de Heidegger porque cuando
Heidegger intentó dar uno camuflado bajo un título concerniente a filosofía de la religión, o
mejor: cuando un curso sobre filosofía de la religión empezó a derivarle hacia un curso
acerca de qué sea eso de “indicación formal”, los alumnos se aburrían tanto que protestaron
formalmente al decano, y Heidegger cambió de tema. Lo cuenta Kisiel. Seguro que se
trataba en ese curso del carácter de los conceptos filosóficos, que para Heidegger son
“indicaciones formales”; a partir de entonces Heidegger sólo volvió a abordar esta cuestión
circunstancialmente y siempre muy de paso, MJR].
{82}Y, mientras tanto, y casi sin que se note, hay también bibliografía que con toda
tranquilidad tuerce el cuello a estos pseudoproblemas (¡las Investigaciones lógicas! de
Husserl) y que se cuida de que quienes así han llegado a entender algo, dejen de investigar
ya para siempre determinadas cosas. Estos efectos negativos son los decisivos y, por tanto,
resultan inaccesibles a la charlatanería pública.
Este segundo prejuicio es tanto más fatal para la investigación por cuanto que, bajo el
lema expreso de la idea aparentemente más alta de cientificidad y objetividad, eleva a
principio la ausencia de crítica y difunde una fundamental ceguera. Pues se dedica a educar
en una curiosa ausencia de necesidad y, con ayuda de la obviedad de aquello que (ese lema)
exige, otorga un permiso general para prescindir de cuestiones críticas. Pues ¿qué puede
parecer más obvio (qué puede parecer más obvio incluso al más lerdo) que esa exigencia de
no dejarse arrastrar por los prejuicios a la hora de abordar las cosas, es decir, la exclusión o
neutralización de la propia posición o punto de vista. (¿Cuáles son los motivos de esta idea
de ausencia de punto de vista)?
(Ausencia de punto de vista, estar uno exento de punto de vista, liberarse del punto de
vista cuando no hay nada que hacer; pero, ¿cuando de lo que se trata es de ver y de
investigar? Punto de vista que se mantiene libre, que cree poder liberarse de sí, eximirse de
sí = destrucción del ser-sujeto, es decir, ruina del sujeto. El desarrollo de un punto de vista
es lo primero en el ser. Pues se trata de lo correcto a cuyo cargo ha de estar conocer los
prejuicios y, por cierto, no sólo en cuanto al contenido de los prejuicios, sino también en el
serlos [en el ser los prejuicios prejuicios]. Tolerancia pública; contra ella es como tiene que
entrar lo auténtico en el mundo, liberándola así)[indicaciones propiamente sin desarrollar,
MJR].
Libertad de punto de vista, neutralidad de punto de vista, liberación respecto del punto
de vista: si tal lema ha de significar algo no puede significar otra cosa que una expresa
apropiación del punto de vista de uno, de la propia posición de uno, de la posición desde la
que uno mira. Esta posición es algo histórico, es decir, algo anejo a la exsistencia
(responsabilidad, en el sentido de cómo se comporta la exsistencia respecto a esa su propia
posición, es decir, respecto a ella misma), no un quimérico en-sí supratemporal.
[i]
Desde aquí en adelante la redacción del original vuelve a ser enteramente de Heidegger
( dice una nota).
CAPÍTULO TERCERO
Desarrollo del praehabere
(¿Qué significa “mundo” en tanto que en dónde del ser [del ser del ser-en-el-mundo]?
La respuesta a esta pregunta ha de recorrer las siguientes estaciones del representarnos la
cosa por vía de ponérnosla delante: mundo es lo que topamos, aquello que nos sale al
encuentro ¿Cómo qué y cómo lo topamos, como qué y cómo nos sale al encuentro?
Topárnoslo y carácter de ser (“objetos” sólo para la ontología formal). [nos lo topamos] en
el carácter de remisiones (“remisiones” término técnico, hay que entenderlo
ontológicamente); las remisiones dan el mundo como aquello de que nos cuidamos; el
mundo es “ahí” en el modo de ser el mundo aquello de que nos cuidamos [es decir, en el
modo de ser objeto de del estar cuidándonos de él, de nuestro curare et procurare, en el
modo de nuestro ser-cuidándonos-de-él]. Inmediato carácter de “ahí” y carácter de {86}
encuentro [es decir, carácter de topárnoslo] de ese ser-cuidándonos-de-(él) o de ser el
mundo aquello de que nos cuidamos. En tanto que aquello de que nos cuidamos, es decir,
en tanto que aquello que es objeto de nuestro curare et procurare, el mundo es ahí como
circum-mundo, es decir, como mundo en-torno, es decir, es ahí como lo circundante, lo
circundoso.
Aquello de que nos cuidamos [es decir, aquello sobre lo que versa nuestro curare et
procurare] muéstrase como aquello de lo que, o a partir de lo que, la vida fáctica vive. El
de-lo-que, así explicitado, suministra el fundamento fenomenológico para la comprensión
del En del ser en el mundo, es decir, del ser-en-un-mundo, es decir, una interpretación
original del fenómeno de la espacialidad fáctica, que aquí emerge, y del ser “en” él
[gramaticalmente este “él” sólo puede referirse a “fenómeno” o a “comprensión”, pues sólo
estos dos están en masculino o neutro como “él”, pero creo que se trata de un lapsus
gramatical, y que se refiere a mundo, Welt, que en alemán es femenino, MJR]. El cómo del
ser-en, es decir, el cómo del in-esse, en tanto que vida desde y a partir del mundo, es decir,
desde y a partir de aquello (el mundo) que topamos en el curare et procurare, se muestra
como la cura o cuidado.[Es decir, ese “en” acaba revelándose como lo que Heidegger va a
llamar cura o cuidado, MJR]
¿Qué quiere decir mundo como en-dónde del ser [es decir, como el en-dónde del ser o
estar la exsistencia, o del ser-ahí la exsistencia o de ser ahí el ser-ahí MJR]? La respuesta
discurre a través de las siguientes estaciones del hacernos presente la cosa por vía de
ponérnosla delante: mundo es aquello que topamos. El como-qué y el cómo del topárnoslo
se encierra en lo que vamos a llamar significatividad. La significatividad no es una
categoría que se refiera a objetos, es decir, una categoría que a objetos de un determinado
contenido los reúna frente a los demás en un determinado ámbito y delimite ese ámbito
frente a otros. La significatividad es un cómo del ser [del ser de la exsistencia MJR], y, por
cierto, centra en ella lo categorial de la exsistencia de mundo, es decir, del Dasein de
mundo, es decir, del ser ahí mundo [es decir, en ella se encierra en qué consista (o ella
define en qué consiste) el ser “ahí” mundo, y por cierto como ingrediente del ser-en-el-
mundo que caracteriza a la exsistencia, que es el praehabere que se está desarrollando,
MJR]. Pues con el término “exsistencia” [con el término “Dasein”] estamos designando
tanto el ser del mundo como la vida humana; el por qué lo veremos a continuación.
Este mundo nos lo topamos (o este mundo nos topa, o con este mundo nos
encontramos, o este mundo nos sale al encuentro) como aquello de que nos cuidamos;
aquello de que nos cuidamos en su carácter de “lo primero” o “enseguida” y de lo “para
después” o “próximamente”, da al mundo de la cotidianidad el carácter de en-torno, es
decir, de circum-mundo, de mundo en torno, de mundo alrededor. Este carácter de
“entorno”, en tanto que interpretado a partir de la significatividad, nos abre la comprensión
(constituye la apertura de la comprensión) de la espacialidad fáctica, sólo a partir de la cual,
mediante una determinada transformación o cambio de la mirada, surge el espacio de la
naturaleza [es decir, el espacio del a natureza objeto de la Física, MJR] y el espacio
geométrico. A partir de esa espacialidad puede determinarse el significado ontológico del
ser “en” lo “entorno” del mundo [es decir, del ser “en” lo “circundante” o “circundoso” del
mundo].
Este ser mismo, a que acabamos de referirnos, es aquello a lo que el mundo sale al
encuentro, es decir, aquello a lo que el mundo topa, es decir, aquello que se topa con el
mundo; y de suerte que él (ese ser) es en él (en el mundo) en tanto que éste (el mundo) es
aquello de lo que ese ser se cuida, es decir, en tanto que ser ahí del mundo o ser ahí mundo
o exsistencia del mundo. (Ese ser) se caracteriza como cura o cuidado, y tal cura o cuidado
no es sino la forma básica del ser [de la exsistencia], la cual forma básica se distingue
porque ese ser “es” él mismo el mundo que le sale al encuentro [es decir, porque ese ser es
él mismo el mundo salido al encuentro a él]. Precisamente esto, el ser (ese ser) el ser-ahí
del mundo, es decir, el ser (ese ser) la exsistencia del mundo, del cual ese mismo ser se
cuida, no es sino una forma de la exsistencia o ser-ahí de la vida fáctica. [O sea, el ser del
ser-en-el-mundo, es decir el ente que somos, es en el mundo en tanto que cuidándose del
mundo, pero el mundo no es sino aquello de que la existencia se cuida; por tanto, el mundo
salido así al encuentro de la existencia no es sino la existencia salida al encuentro de sí en el
cuidado, la exsistencia salida al encuentro de sí en tanto que esencialmente cuidándose del
mundo y consistiendo esencialmente en ello, la exsistencia encontrándose en tanto que
curare et procurare; la existencia o ser-ahí es por tanto el ser ahí del mundo. Parece que va
por aquí el sentido del párrafo, a condición de que se nos especifique un poco más eso de
“mundo”. MJR]
{87}La aparente dificultad de hacer que quede libre este ligado plexo o complejo
categorial y ello dando razón de él por vía de ponerlo ante la vista, esa aparente dificultad,
digo, desaparece si desde el principio la consideración que estamos desarrollando hace
continuamente el esfuerzo de obligarse a lo siguiente, a saber: a apropiarse y a mantener la
correspondiente posición desde la que lo hemos avistado, es decir, constantemente hace el
esfuerzo de ponerse por encima de actitudes anquilosadas dictadas por la costumbre y a
permanecer en guardia para evitar deslizarse por descuido hacia ellas.
Lo primero que hay que hacer es representarse, ponerse a la vista, hacerse uno presente
aquello como lo que el mundo nos topa, nos sale al encuentro; y, conforme a lo que
tenemos en el prae-habere, el mundo nos sale al encuentro en el “lo primero” y lo “de
después” (en el ahora esto y después vendrá aquello ,etc., etc..) de una cotidianidad de tipo
medio que siempre es la de cada cual. Este ser la de cada cual significa una situación
delimitada en que la cotidianidad se encuentra, delimitada por “lo primero” a lo que cada
uno en su caso ha de proveer, lo cual es-ahí o está-ahí en un haberse (uno) de detener en
ello, en un haber uno de versar sobre ello.
Lo que pretende lo dicho es llevar a que (o conducir a que) una determinada situación,
es decir, una situación concreta, que en el caso considerado se refiere a las maneras de
extenderse la cotidianidad de cada cual, conducir, digo, a que esa situación queda
fenoménicamente a la vista para poder ver en ella cómo en ella, en tanto que cómo de una
cotidianidad de tipo bien inmediato y próximo, nos sale al encuentro el mundo, es decir,
nos topamos el mundo, es decir, nos topamos con el mundo. Hay que prevenir contra esa
extendida equivocación o error que consiste en lo siguiente: lo que se suelen llamar
experiencias, consideradas como actos aislados, y que, por así decir, no son sino extractos
artificiales sacados de la vida, se las suele tomar por la experiencia pura y simple, por la
experiencia sin más [en ello está la primera parte del error MJR], y [además se supone que]
lo experimentado en esa experiencia no podría tener otro sentido que el de estar-ahí una
cosa (que el de ser ahí una cosa) en el sentido de realidad (en el sentido de ser que
representa el figurar algo ahí delante, en el sentido de una res) [es decir, en el suponer que
esa supuesta “experiencia pura y simple” tiene esta forma de ser, o sea, la “forma de ser” de
ser una cosa ahí, está la segunda parte del error MJR].
Para dar más acuidad aún al análisis propiamente dicho y a la vez caracterizar la manera tan
fatal y simple como falsamente abordan las cosas esas primitivas y salvajes descripciones, a
que acabo de referirme, vamos a empezar dando una descripción de ese tipo, que, por
cierto, no va a ser una descripción que yo me invente, contada por mí para este propósito,
sino aquella descripción que hoy se estaría dispuesto a considerar como la descripción más
exenta de prejuicios y más simple del inmediato venirnos dadas las cosas, y que a su vez
suele convertirse en fundamento de todas las ulteriores descripciones de lo que suelen
llamarse relaciones constructivas en el campo objetual de que se trate, es decir, del venir
construidas objetivamente unas cosas a partir de otras en el campo que fuere. Pese a lo cual
esa descripción sigue siendo absolutamente superior a todas esas teorías que se dedican a
contar cuentos sobre la transcendencia de los objetos y sobre la transcendencia de la
realidad sin haberse dignado siquiera echar una mirada a aquello que con tanto denuedo se
ponen a describir.
Las teorías sobre la realidad y sobre la “talidad” de la realidad deben ser sometidas en
cuatro aspectos a una “destrucción” crítico- fenomenológica. Vamos, simplemente, a
enumerarlos sin más comentarios, sobre todo porque esa crítica sólo podrá empezar a
hacerse cuando obtengamos esa perspectiva positiva. Hay que mostrar (1) por qué la
significatividad no es vista como tal [es decir, hay que explicar la insistente preterición del
fenómeno de la significatividad MJR];(2) por qué, en cuanto en forma de las mencionadas
teoretizaciones emerge algún pseudoaspecto de ella, se lo considera todavía necesitado de
explicación [reductiva] y efectivamente se lo explica [y se lo reduce y hace desaparecer];
(3) por qué se lo explica [y hace desaparecer reductivamente] por vía de disolverlo en un
ser-real más original: (4) por qué este ser propiamente dicho, es decir, por qué este ser más
original, este ser fundante, se busca en el ser de las cosas naturales. (estar-siempre-ahí,
legiformidad, no-contingencia; huida hacia las solidez y permanencia de lo conocido, es
decir, hacia una solidez, consistencia y permanencia supuestamente del ente -episteme)[esto
último notas sin desarrollar MJR].
De los elementos que recoge la descripción que hemos empezando dando [la que el
autor acaba de hacer en el parágrafo anterior MJR] no cabe encontrar absolutamente nada
en nuestro concreto estar versando sobre las cosas, y si se encuentra algo de ello es en
términos muy distintos. En lo que se refiere a su pura “materia”, por decirlo así,
mantengamos el “mismo” ejemplo y hagamos la descripción de suerte que, primero, se
vuelva visible una diversidad de fenómenos que se copertenecen, antes de estudiarlos en
esa su copertenencia. Es lo que se encargará de subrayar el análisis que vendrá después [es
decir, es dicha copertenencia lo que se encargará de subrayar el análisis que vendrá
después].
En la habitación está la mesa (no “una” mesa junto a muchas otras en otras
habitaciones y casas), en la que uno o una se sienta para escribir, para comer, para coser,
para jugar. Y ello es algo que en ella se advierte enseguida, por ejemplo, cuando hacemos
una visita: se trata de una mesa de escribir, de una mesa de comedor, de una mesa de coser;
es primariamente así como ella misma en sí nos topa, nos sale al encuentro. El carácter de
“para algo” no es algo que empiece agregándosele a la mesa en virtud de una relación
comparativa con algo distinto que ella no es [sino que pertenece a su primario toparnosla
MJR].
Toda la ontología que vino después viene predeterminada por ello y tiene en ello su hilo
conductor. La obtención de una situación original [es decir, el abrirse paso hacia una
situación anterior, MJR] presupone una crítica de este desenvolvimiento de la historia de la
cultura.
[i]
Fragmento 5.
CAPÍTULO CUARTO
La significatividad en tanto que
carácter del toparnos el mundo
(1) Aquello con lo que en la forma descrita nos topamos “mundanamente”, es decir, nos
lo topamos “en el mundo”, se muestra como siendo adecuado-para, siendo utilizado-para,
no siendo ya apropiado-para, no siendo ya utilizado-para; su ser-ahí es un ser-ahí para lo
que fuere ahí; “para tal cosa” significa: a-mano para el estar-uno-ocupado-con, es decir,
para un versar acerca de eso con lo que nos topamos; y de ese versar nace esta o aquella
forma de absorberse en eso de que nos estamos ocupando, este o aquel adoptar respecto a
aquello de que nos estamos ocupando la posición que fuere. En tal estar-ahí-a-mano (como
tal) lo que fuere [por ejemplo los platos], queda también ahí (o es también ahí) como
conocido o abierto el para qué; y este para qué en la forma de ser de un determinado ser-así
cotidiano: para comer, por ejemplo, (y esto en solitario o {94}con otras personas
determinadas, a tales determinadas horas del día). Y está también ahí-delante esta
determinada cotidianidad y temporalidad. Ya sida ahí así, y deviniendo así ser aquí (en ese
su quedar ahí delante). Pasado y futuro, lo sido y lo adviniendo, son horizontes
determinados que en cada caso determinan el presente; desde el pasado y el futuro
empujando y penetrando en el ahí. (Temporalidad: ahí desde entonces, ahí versando sobre,
ahí con el fin de, ahí por mor de).
Vías del curare et procurare. Lo que está ahí no lo está con la determinidad de lo
definitorio, sino que lo está en la cotidianidad y en la historicidad de ésta, por ejemplo: los
libros, nos advienen, es decir, se nos vienen, se nos echan encima (en ese su quedar para
nosotros ahí) desde la intensidad con que nos ocupamos de ellos: “todavía no leído”, “es
ahora cuando hay que leerlo”, “ya leído”, sí pero a trozos; “ya no me sirve”, “está ahí por
algún sitio”, “siempre me ando tropezando con él”, qué cosa; el “ahí”. El abordar y el
andar-con que hace que nos topemos con lo que fuere; ser-abierto para el amanecernos
cosas y salirnos a la luz cosas y para el prae-habere de la cura o cuidado (es decir, para
aquello de lo que resulta que ya nos tenemos que andar ocupando) a partir y para la
cotidianidad.
(2) El ahí, que así queda delante, precisamente en su ser-ahí, hace aparecer a “los
otros”, es decir, hace aparecer un determinado círculo de con-vivientes conmigo; o a
determinados otros: quien me regaló el libro; el carpintero que hizo la mesa; aquél que tiene
una mejor biblioteca en el sentido o aspectos que fuere.
{95}También en los casos en que el venirnos abierto o alumbrado aquello con que nos
topamos, es decir, el para qué, el para quién, el de quién, no nos sale a su vez al encuentro
(no nos lo topamos) con la familiaridad de lo cotidiano (las posibilidades de familiaridad
son fácticamente históricas, o fácticas e históricas), es decir, también en los casos en que
irrumpe en nuestro mundo más próximo algo extraño con lo que chocamos, precisamente
entonces, precisamente en ello, precisamente ahí (en nuestro buscar versando acerca de qué
pueda tratarse, de en qué pueda consistir ello, distintos aspectos de esa búsqueda) muéstrase
el carácter del venirnos abierto o alumbrado ello (fuere ello lo que fuere); la pregunta ¿qué
es esto? se desarrolla a sí misma en las preguntas ¿para qué vale esto?, ¿qué se hace con
esto?, ¿para quién es esto?, ¿qué hay que hacer con esto?, ¿quién ha hecho esto?.
Aquello que en aquello que topamos constituye la apertura, es decir, su venir
alumbrado, dista tanto de consistir en una diversidad de relaciones en las que sólo a
posteriori de forma secundaria se ponga lo existente con que nos topamos, que más bien es
precisamente desde esa su apertura y alumbramiento y por medio de esa apertura y
alumbramiento como aquello que nos topamos es-ahí, se mantiene en su exsistencia (las
relaciones que aquello que nos topamos dice a esa diversidad son precisamente lo
circundante, lo circundoso). Lo cotidiano en tanto que exsistente, es decir, en tanto que
estando ahí, no es ya el ente que propiamente es, antes de (y junto a) su “para algo” y “para
alguien”, sino que ese su ser-ahí, ese su estar-ahí, radica precisamente en el “para” de ese
“para algo” y en el “para” de ese “para quién”; y cuando esto, es decir, cuando esa apertura
o alumbramiento no se produce, entonces (esa apertura) precisamente se echa en falta, es
decir, también entonces el correspondiente ente sigue todavía en ella ahí; ese ente es-ahí,
sólo que “se nos cruza en el camino” y “se interpone en nuestro camino”, en nuestro estar
ocupados con algo, en nuestro trato con algo, sin saber qué hacer con él [no sabemos qué
hacer con ese ente que se nos interpone y nos es oculto en su “a qué viene”].
Y entonces [en el caso descrito en últinmo lugar] sólo tenemos ahí algo en el modo de
un objeto de posible consideración contemplativa, o de posible constatación considerativa,
que está-ahí-presente como susceptible de vamos-a-ver-qué-es, sólo lo tenemos ahí, digo,
en tanto que exsistente o estando ahí en la cotidianidad, sólo que [para que quede ahí así] ha
perdido su carácter-de-ahí propiamente dicho, y se mantiene en la esa indiferencia de algo
que por de pronto no más hay que empezar estableciendo qué es o de qué se trata. Pero esa,
digamos, constatabilidad, este empezar topándonoslo no más que en tales términos, no es su
ser, sino su posible ser-objeto, mientras que, en cambio, la apertura o alumbramiento de lo
significativo muestra a lo así abierto o alumbrado, lo muestra, digo, en el cómo de su ser-
ahí. (Génesis de lo teórico; antes: “curiosidad”.)
A partir de la apertura y con la apertura con la que (lo significativo) nos sale al
encuentro, (lo significativo) dice quién es, es decir, se significa a sí mismo, es decir, se
interpreta a sí mismo, dentro (y desde el interior) del “ahí” de un versar nosotros sobre algo
en una situación de la cotidianidad, de un estar nosotros en algo en una situación de la
cotidianidad. Lo así se-significante y se-interpretante no significa a otra cosa, sino a sí
mismo, y así se vuelve significativo, es decir, se mantiene, conforme al caso de que se trate
y a través de él (a través de ese caso de que se trate) en ese ser-ahí y en ese estar-ahí-
delante.
{93}La pertinacia de teorías del conocimiento bien aclimatadas, que no solamente son
de tipo constructivo en general, sino que lo son precisamente en la elección pretemática que
hacen de aquello sobre lo que ha de versar la construcción, es decir, de la percepción y el
conocimiento teóricos [es decir, que escogen como tema sobre el que basar su descripción
la forma de estar enderezados a algo y de conocer algo que representa el comportamiento
teórico MJR], esa pertinacia, digo, empieza haciendo que los fenómenos que acabamos de
mostrar aparezcan como sumamente extraños. Pero tanto la pertinacia de las teorías como
también lo aparentemente extraño del análisis que acabamos de hacer, se vuelven,
precisamente, inteligibles en sus motivos desarrollando el tipo de enfoque en el que nos
topamos con la significatividad. La significatividad sólo es comprensible desde el
alumbramiento o apertura que cabe encontrar en ella, a partir del cual alumbramiento o
apertura aquello que nos topamos, se interpreta, se da significado y sentido en ese
encontrárnoslo, empujando e introduciéndose así en el ahí (el acceder-a y tratar-con que
deja que el ente nos tope; ser-abierto para tal abrírsenos y alumbrársenos lo que fuere en el
medio de aquello de lo que ya nos encontramos ocupándonos a partir de y para la
cotidianidad)[esto último son notas sin desarrollar MJR].
En la descripción indicativa que acabamos de hacer no se han mostrado (y ello ha sido con
toda intención)sino formas de salirnos al encuentro (es decir, formas de topárnoslas) y
formas de ser de “simples cosas”. Y vamos a mantener este campo de mira fenoménico
(este campo fenoménico de visión), pero no en el sentido de un limitarnos a un determinado
fragmento (del ente), sino con una intención metodológica que entendemos que es de
fundamental importancia. Pues precisamente se trata de mostrar qué es lo que pasa, qué es
lo que sucede, qué es eso de, cuál es la ratio de, la exsistencia mundana o ser-ahí mundano
de las simples cosas (mesa, libros).
b) El aparecer de lo co-mundano
Aquello que topamos es lo que es y como lo es como “la mesa esa”, la “mesa que está
ahí” en la que nosotros comemos a diario, en la que Se come a diario (siendo ese Se un Se
determinado), en la que antaño se solían tener aquellas conversaciones, en la que se jugaba
aquel juego en el que participaban (en el que estaban en ello, en el que eran en ello, en el
que eran ahí) unos determinados hombres, es decir, en el ser-ahí de esta mesa (en el ser ahí
esta mesa) siguen siendo todavía co-ahí, siguen consiendo todavía ahí, siguen siendo
todavía co-ahí; este libro, ese de ahí, el que me regaló X, y que el librero B me encuadernó
mal. Uno se trae entre manos una cosa que ante otros uno quiere que cobre tal o cual
aspecto, que habrá de imponerse entre ellos, que habrá de suponer un ventaja respecto a los
demás.
En lo que así nos topamos en la cotidianidad son ahí los otros, en cada caso
determinados otros, otros que se determinan en cada caso [que cobran concreción] desde la
temporalidad. Estos con-vivientes, estos que con-son en la cotidianidad no nos aparecen
primero y por la mayor parte en un hacerse aisladamente expresos, sino que aparecen en
aquello que nos traemos entre manos, en aquello de que nos ocupamos. Y ser ahí en tal
forma de aparecer, no significa precisamente convertirse en objetos de un saber enderezado
a esos objetos; sino que estar algo ahí-delante (en su porqué y para qué) es ya también el
aparecer co-mundano de los otros, de suerte que, igualmente, ese aparecer de los otros, a
partir de sí mismo, empuja igualmente a lo-que-es-ahí a ese su-ahí.
{99} El aparecer (en aquello con que nos topamos) de otros que fácticamente viven,
hemos de caracterizarlo con más precisión introduciendo la la expresión “co-mundano”, o
“co-mundanamente”, es decir, los otros, en tanto que fácticamente vivientes, nos los
topamos “mundanamente”, es decir, como aquellos con los que se “tiene que hacer algo”,
con los que se trabaja, con los que se tiene algo a la vista (y precisamente para tal fin y
sobre la base de ello la mayoría de los demás se nos vuelven “indiferentes”); “co-” en
cuanto que son esos otros con los que “uno mismo” tiene que ver, con los que Se tiene que
ver.
§ 24. La familiaridad
La totalidad fenoménica de este venirnos abiertas o alumbradas las cosas, a partir de lo cual
algo con lo que fácticamente nos topamos se significa [se interpreta] a sí mismo poniéndose
en su ahí, consiste ella misma en un peculiar contexto de remisión. [En otra traducción: la
totalidad fenoménica de este venirnos abiertas o alumbradas cosas en el que aquello que
fácticamente nos topamos se muestra como teniendo el sentido y razón en los que su “ahí”
consiste y desde los que es puesto en ese su “ahí”, esa totalidad, sigo, consiste ella misma
en un peculiar contexto de remisión]. El cómo de tal[ii] significar remitente nos lo topamos
(o nos topa) a resultas de una correspondiente familiaridad. El quedar algo ahí-delante, su
exsistencia, su ser-ahí, así como el aspecto que en ese su aparecer ofrece aquello que
topamos, son conocidos (hexis , ?lhyeÛa aletheia), nos resultan conocidos, estamos
familiarizados con ellos, pero no en sentido de un conocimiento temático de ello y sobre
ello, sino como aquello en lo que (correspondientemente a aquello que con lo que nos
estamos topando, a aquello de que se trata, aquello en que estamos) uno se entiende uno
mismo, se las arregla uno mismo, sabe dónde anda y cómo andar uno mismo. La
cotidianidad domina y transe las determinadas referencias de las que están constituidas los
contextos de remisión. Cada cual se entiende en cada caso en aquello en que anda; está
familiarizado con los otros [sabe de qué se trata con los otros, está en ello]y los otros con él.
Este co-mundano ser conocido [en el sentido de saber de qué se trata en el andar con los
otros, en el sentido de estar en ello] es un ser-conocido de tipo medio, que {100}nace de la
cotidianidad y que siempre crece hasta satisfacerla, es decir, que siempre crece hasta llegar
a bastarle. Tal familiaridad no tiene el carácter de una aprehensión o no tiene el carácter de
un aprehender algo, o no consiste en carácter de aprehensión, sino que tiene el carácter de
encuentro o consiste en el carácter de encuentro o es el carácter de encuentro que [como
venimos indicando] tiene lo que es ahí precisamente en su ser ahí, el carácter de ese algo en
su toparnos, en su salirnos al encuentro, en su venir al ahí; ser-en, in-esse.
§25. Lo imprevisible y lo comparativo
Sólo sobre la base de esta familiaridad puede presentarse o surgir en ese “primero y por de
pronto” [en ese “lo que suele ser habitualmente el caso”] del ahí mundano algo así como lo
“extraño”; es lo no familiar, “lo que se nos interpone en el camino”, “lo que llega
inoportunamente y extemporáneamente”, “lo que es penoso”, “lo que perturba todo”, “lo
que pone las cosas fuera de sitio”, “lo que es un impedimento”. Y, como tal, tiene en su
carácter de ahí una acentuada presión e impertinencia, tiene, por así decir, un “ahí” subido,
un “ahí” enfático. Esta posibilidad de subimiento o agudización o mayor acuidad del
carácter de ahí de algo que tan a trasmano viene o que ya está inoportunamente ahí, radica
[brota de, está enraizada] precisamente en el desapercibimiento, en el carácter de no
expresa, en el carácter de no resaltar, en el carácter de no verse, que caracteriza a la
obviedad de la familiaridad del ahí cotidiano.
[iii]
Lo extraño es sólo esa misma familiaridad (a la que no se ve) que despierta a
consecuencia de una sacudida y que ahora nos topa [ella misma] en el carácter de no
familiaridad. Tal falta de familiaridad no es algo ocasional sino que pertenece a la
temporalidad de nuestro toparnos el mundo como tal. La familiaridad se ve perturbada y tal
familiaridad perturbada o perturbable, da al ocasional o casual o accidental “(suceder las
cosas) de forma distinta a lo que se pensaba” su resistente y enfático y subido sentido de
“ahí”.
Este último carácter y los otros sólo se los puede ver con seguridad cuando queda
definido (como hemos hecho) el carácter de encuentro de lo exsistente, de lo que está-ahí,
el carácter que lo que está-ahí tiene de ser aquello con que nos topamos en nuestro estar en
ello.
Lo que está-ahí nos lo topamos, es decir, nos sale al encuentro en el cómo de estar
ocupándonos de ello, es decir, en el ahí que queda situado en un determinado Besorgen, es
decir, en un determinado cuidarnos-de, es decir, en un determinado curare et procurare. En
un sentido acentuado el ocuparnos de algo, el habernos ocupado de algo, significa el
solventarlo: (en un sentido acentuado el habernos ocupado de algo significa el quedar ahí
solventado): cuando ya hemos dejado de ocuparnos de ello, cuando lo que fuere ya está ahí
disponible; y precisamente entonces es cuando propiamente decimos que nos hemos
ocupado de ello.
La exsistencia que nos topamos, en tanto que aquello de que nos cuidamos, tiene su
propia temporalidad [Exsistencia se refiere, pues, tanto a cosas, como a los otros, como al
ente que somos cada uno, MJR. La misma frase en una traducción más prolija sería: “La
exsistenica o ser-ahí que nos sale al encuentro, es decir, la exsistencia o ser-ahí con que nos
topamos, en tanto que aquello de lo que nos ocupamos en el sentido lato de este término,
tiene su propia temporalidad. Aquello de que nos cuidamos está ahí, o bien como
todavía-no, o bien como aquello a lo que precisamente ahora (nos volvemos), o bien como
ya, o bien como casi, o bien como ahora, o bien como por de pronto, o bien como
finalmente. Designemos estos momentos como los momentos kairológicos de la exsistencia
o de lo exsistente. Sólo a partir de esta temporalidad resulta que son inteligibles los
momentos básicos del tiempo.
Si volvemos ahora la mirada sobre lo que hemos dicho acerca del aparecer co-
mundano, es decir, sobre el mostrarse del mundo en cuanto siendo el co-mundo en que con-
somos con los demás, entonces resulta lo siguiente: en el ahí de que nos cuidamos,
precisamente aquello de que nos cuidamos no es sino el co-mundo y, junto con él, de lo que
uno se está cuidando es de uno mismo. Su carácter básico [el carácter básico del curare et
procurare] viene determinado porque, sea cual fuere la cosa a la que se endereza, el curare
et procurare se mete a sí mismo en la cura. La cura o cuidado, el curare et procurare, se
cuida siempre en cierto modo de sí mismo. (Pero con esto no estamos hablando de una
retrorreferencialidad de la cura o cuidado, en la que ésta desde un segundo nivel de sí
misma se volviese sobre un primer nivel de sí misma. No estamos hablando en absoluto de
eso [por más que ello sea posible, MJR]). La cura o cuidado se cuida de sí misma en cuanto
que es consigo con quien da, en cuanto que es con ella misma con quien ella se encuentra
[en cuanto que es con ella misma con quien acierta a dar o desacierta a dar] en el ahí que
mundanamente la topa, es decir, que mundanamente le sale al encuentro. Pues el cuidado
como tal es precisamente aquello que originalmente tiene ahí mundo y que orienta la
temporalidad de suerte que es para ese cuidado y en ese cuidado donde topamos algo así
como mundo, es decir, donde algo así como mundo sale al encuentro. Este fenómeno
básico no debe debilitarse de ninguna manera.
El alcance del procedimiento metodológico conforme al que con toda intención hemos
venido limitando el análisis [por lo general MJR] a puras cosas a puras cosas, ese alcance,
digo, se vuelve ahora visible en que en nuestro andar a vueltas con las cosas más próximo,
más cotidiano, el entorno o circum-mundo es ya siempre también ahí como co-mundo
(mundo en que con-somos con los demás) y como Selbst-welt, es decir, como mundo del
self, es decir, como mundo del sí-mismo, es decir, como mundo self, es decir, como mundo
que uno mismo es. Y fijaciones terminológicas [es decir, Umwelt, Mitwelt y Selbstwelt, es
decir, circunmundo o entorno, co-mundo y mundo del sí-mismo] de ninguna manera
delimitan regiones contrapuestas entre sí, sino que son determinadas formas de toparnos
mundo, de que el mundo nos tope, de que nos salga al encuentro mundo; cada una de esas
formas muestra el específico carácter de circum. Y esto cicundante, esto circundoso, no es
otra cosa que el término medio, que el espacio público. (Quede dicho todo esto aquí de
golpe y a prisa, con vistas al análisis del hoy.)
La vida cotidiana es-ahí en tanto que mundo que nos topamos, en tanto que mundo que
nos sale al encuentro (en otra traducción: la vida es-ahí en la cotidianidad como mundo que
topamos, como mundo que nos sale al encuentro), como mundo del que nos cuidamos, y
como mundo afectado por la cura o cuidado. De lo que se cuida la vida y a lo que la vida
provee es de sí misma y a sí misma, y como este curare et procurare tiene en cada caso su
lenguaje, en ello y estando en ello la vida se da tema, se es tema, se hace tema y se da
conversación a sí misma.
En el propio carácter de ser de la cura o cuidado radica el que esa cura o cuidado se
absorba en su propio darse cobro, en su propio ejercicio y autorrealización. En la costumbre
y en la publicidad del espacio público el cuidado desaparece, se deja de ver. Pero ello no
significa que cese, sino que ya no se muestra, que está oculto. El curare et procurare y el
andar a vueltas con las cosas empiezan entonces ofreciendo el aspecto de la
despreocupación. El mundo que topamos, el mundo que nos sale al encuentro parece
llanamente ahí, como si tal cosa, como algo a lo que no hubiera que darle más vueltas.
(Tengo que interrumpirme aquí). A partir de este carácter del ser-ahí del mundo, tal
como lo hemos fijado, hay que poder hacer comprensible en qué medida la curiosidad
(¡cura, curiositas!) es un cómo de la cura o cuidado. Y desde ahí hay que hacer
comprensible cómo (la curiosidad) en su autoejecución subrayada y expresa no elimina la
obviedad con que la exsistencia se toma sino que la refuerza. Y puede hacerlo porque la
cura o cuidado de la curiosidad [la cura o cuidado en el modo de la curiosidad] se oculta
siempre constantemente a sí misma. Los cuatro caracteres de la autointerpretación [de los
que se habló al final del §12] son enmascaramientos de dicha curiositas, por medio de los
cuales esa curiositas se es oculta a sí misma en su propio cuidado, es decir, en aquello de lo
que propiamente se está cuidando. El “todos nosotros” o “nosotros todos” de Spranger es
sólo la máscara de la inseguridad: ninguno lo ha visto, ninguno lo cree, cada uno es
demasiado cobarde para confesarlo.
[i]
Esta fue la versión que Heidegger expuso en clase. El epígrafe es suyo.
[ii]
Heidegger anota a propósito de este "cómo": "¿"cómo"?, poco neto"
[iii]
El editor alemán señala que la redacción de lo que sigue proviene de los apuntes de un
oyente, pues la correspondiente página falta en el manuscrito.