ANGESICHTS DER OFFENBARUNG, R. Piper & CO., Munchen, 1962. Versión espanola de Gonzalo Diaz y Diaz “La fé filosófica ante la revelación”. Madrid: Editorial Gredos, 1968.
“La cisura sujeto-objeto es el lugar en que se nos manifiesta todo
aquello que es o puede ser. Por medio del cercioramento de la cisura sujeto-objeto como este lugar, se nos hace consciente al tiempo la fenomenicidad de todo cuanto en ella aparece.
Mas este lugar debe ser aclarado de manera fundamental,
preguntàndonos qué y en qué sentido es aquí manifestación: y en qué dimensiones originariamente diversas aparecen los fenómenos a la luz de este lugar y son así para nosotros.
Lo que scindido en sujeto y objeto se torna lugar de la
manifestación, lo denominamos lo envolvente (Umgreifende).
Cuando nos lo representamos, lo pensamos como si él mismo - en
contra de su realidad - pudiera tornarse objeto, o como si fuera el suejto en el que pensamos convertido en objeto. Si consentimos en esta inevitabilidad de proceso del pensamiento, tenemos:
Lo envolvente lo pensamos o bien desde la parte del sujeto, y
entonces es el ser que nosotros somos y en el que se nos hace presnte todo modo de ser nuestra existencia empírica (Dasein), la conciencia en general y el espíritu; o bien lo pesnsamos desde la parte del objeto, y entonces es el ser en el que y por el que nosotros somos: el mundo.
Esta totalidad, que no se concluye en ningún lugar y que por eso
se halla abierta y suspendida, es el ser de la inmanencia. Sólo mediante um salto alcanzamos a partir de aquí el suelo sobre el que, por la parte del sujeto, está lo envolvente, que es el ser sí mismo de la “existencia”, y por la parte del objeto, lo envolvente de la trascendencia.” (p. 105-106)
“La “existencia” no es ser-asi, sino poder-ser, es decir yo no soy
“existencia”, sino “posible existencia”. Yo no me tengo, sino que salgo a mi próprio encuentro.
La “existencia” se halla perpetuamente ante la elección de ser o de
no ser. Yo sólo soy en la seriedad de la decisión. Yo no vivo solamente, ni soy tampoco únicamente el punto de una conciencia en general, ni el lugar de creaciones espirituales, sino que en todos estos puedo ser yo mismo o perderme.
Ya la conciencia en general es las tres cosas: el sujeto del “yo
pienso” está dirigido a objetos y al tiempo referido a si mismo en la conciencia de sí.
Mas en esta estructura hay algo “existencialmente” más profundo:
la “existencia” es el si mismo que se refiere a si mismo, y en ello se sabe referido al poder por el que es puesto (Kierkegaard).
La “existencia” es libertad, mas no la de la arbitrariedad de la
existencia empírica, ni la de la unanimidad en la exactitud de laconciencia en general, ni la de la fantasia creadora en las esferas del espíritu, sino libertad en un modi inaprehensible: es libertad que no es por sí misma sino que puede faltar. La “existencia” es libertad, mas no sin la trascendencia por la que se sabe regalada.
El lugar de la trascendencia o la trascendencia misma es el
omnienvolvente, y en cuanto tal oculto, que se hace realidad para la “existencia”, y sólo para la “existencia”, en la experiencia de su libertad. La “existencia” no es sin la trascendencia. Ésta es, por así decir, la estructura de la “existencia”, prescindiendo de cómo se piense y se imagine a la trascendencia en el ámbito de la conciencia en general y del espíritu.
La “existência” es como la del individuo, y como éste mismo,
irreemplazable e insustituible.
Según las categorías de “lo general y de lo individual”, la
existencia” parece determinarse como lo individual. Según las categorias de “la esencia y de la ralidad” (Wirklichkeit = existência), la “existencia” parece determinar-se como la realidad. Mas a estas categorias hay que incorporar el sentido de la unicidad y de la irreemplazabilidad.” (p. 112-113).
“Lo envolvente, que el ser mismo es, envuelto por aquello que nosotros somos como envolvente, se llama mundo y trascendencia.
Para el comportamiento natural, ellos son lo primero. No son
producidos por nosotros, ni son mera exposición, fruto de la interpretación que llevemos a cabo: antes bien, son ellos quienes nos producen a nosotros, que somos una minúscula parte del mundo, un punto evanescente y fugaz en él, y que como “existencia” nos sabemos puestos no por nosotros mismos, sino por la trascendencia.
Lo envolvente que el ser mismo es, es a la par algo tal que no se
torna en modo alguno objeto para nosotros.
En el mundo marchamos en todas direcciones, encontrando por
doquier y sin fin los objetos que podemos conocer. Empero, el mundo mismo en su totalidad no es ni comprensible, ni pensable de forma adecuada, no siendo objeto de nuestro saber, sino tan sólo idea como meta para la investigación.
Sin embargo, la trascendencia se sustrae en absoluto a toda
exploración por nuestra parte y es ella - dicho alegóricamente - quien nos conmueve al tiempo que la presentimos como lo outro, envolvente de todo envolvente” (p. 116-117).
“La cifra de Dios y la “existencia” del hombre se corresponden.
Su “existencia” referida a la trascendencia no alcanza a ésta, pero se mueve en la cifra. La manera en que el hombre se deja interpelar en la cifra particular en cada caso, se torna momento de su vida. Y según piense el hombre la cifra de Dios, así, según tal imagen, se hará él mismo.” (p.259).
“Aristóteles y Hegel tienen de común el que el pensamiento - el
nous, el Logos - es en sí mismo la trascendencia. Su inmanencia y su trascendencia no difieren entre sí. El pensamiento puro es la trascendencia. La trascendencia tiene, desde luego, como Dios, su lugar, pero ya no es trascendencia, ya que, com el pensar y por su medio, la alcanzo, me hago semejante a ella, soy su fulgor, me convierto en ella misma. El brillante y formidable orden suprime todo arcano. Ya no hay misterio. La verdad y la realidad misma han quedado al descubierto.” (p. 318).
“Digamoslo una vez más: lo objetivo y lo subjetivo son inseparbles
el uno del outro. Lo objetivo de la cifra es esencialmente sólo cuando tiene peso “existencial”; como mero estado de cosas, se torna concepto vacío. Lo subjetivo importa al origen “existencial”, el cual se aclara a sí mismo en lo objetivo de las cifras; como meramente subjetivo, se convierte en objeto de psicología.
Sólo en la exposición de las cifras se acentúa más, ya sea lo
condicionado objetivamente en la cifra (que desde un cierto ángulo puede también denominarse estado de cosas), ya el origen subjetivo condicionado situacionalmente.
Las cifras expresan simultáneamente algo de la trascendencia y de
quien la encuentra de esta manera. El carácter de verdad no es nunca ni puramente objetivo ni exclusivamente subjetivo.
Nadie está en situación de mirar hasta su fondo el pensamiento
próprio acerca de la fe, ni tampoco el ajeno, tal como puede hacer com lo racional orientado hacia una cosa sola. Aun cuando consideremos como obra humana todas las cifras y modos especulativos de decir, y los matengamos, consiguientemente, inmersos en la imprecisión, en la obra humana se hace oir, no obstante, aquello que es más que el hombre. En su subjetividad misma va implicada la objetividad, e inversamente. En la claridad de la conciencia (a diferencia de la claridad incomunicabel e inconsciente o supra consciente de la unio mistica), este pensamiento está referido a un algo no pensable, pero rozable por el pensamiento, a partir del cual es susceptible de ser aclarado” (p. 327).
“En cada modo de lo envolvente, es condición para la verdad de la
objetividad que en ello se manifiesta el que esté presente la correspondiente subjetividad, de tal modo que el todo de lo envolviente sólo se hace comprensible en la cisura por medio de las contraposiciones que se manifiestan. Por eso, el principio de homologia transforma su sentido de acuerdo com el modo de lo envolvente: sujeto y objeto para la conciencia en general; vida y mundo circundante para la existencia empírica: “existencia” y transcendencia para la realidad de mí mismo.” (p. 422).
JASPERS, Karl. DER PHILOSOPHISCHE GLAUBE
ANGESICHTS DER OFFENBARUNG, R. Piper & CO., Munchen, 1962. Versión espanola de Gonzalo Diaz y Diaz “La fé filosófica ante la revelación”. Madrid: Editorial Gredos, 1968.
(Continuação)
A) LA “EXISTENCIA” Y LA TRASCENDENCIA NO TIENEN
NINGÚN MODO DE MANIFESTACIÓN QUE LES PERTENEZCA PROPIAMENTE
Fenómenos, signos y cifras
“Si el fenómeno se articula según los modos de lo envolvente, su
separación y su unión son igualmente necessarias a nuestra conciencia de la verdad. Esencial es lo siguiente: la “existência” sólo se hace consciente de sí a través de los fenómenos de la inmanecia, mientras que la trascendencia misma no se manifiesta. Y en lugar de su fenómeno aparece el lenguaje de las cifras.
Empero, si el hombre como “posible existencia” está orientado
por su pensamiento hacia la trascendencia, esto acontece necesariamente a expensas de los fenómenos, es decir, gracias a la representación y el pensamiento de objetividades en el medio de la cisura sujeto-objeto de la conciencia en general; sin tales fenómenos, caemos en la inconsciencia y dejamos de pensar. Las objetividades com las que pensamos lo inobjetivo de la “existencia” y la trascendencia las denominamos signos de la “existencia” y cifras de la trascendencia. Así, pues, distingo entre fenómenos de la “realidade”, signos de la “existencia” y cifras de la trascendencia:
Primero: Fenómenos tan dispares de la “realidad”, como, por
ejemplo, de la naturaleza de la vida anímica, de la sociedad, de la historia, son susceptibles de ser descritos com general validez. Supuesto para ello es una capacidad intelectiva impersonal en la capacidad de percepción sensorial. Todo aquél a quién se le muestra algo se convence por que ve como cualquiera outro. Y aun cuando se den ciertas desviaciones subjetivas, puede advertilas y corregirlas.
Segundo: Um signo de la “existencia” es la libertad. Alli dond se
da la libertad, cesa la patentización impositiva, ya que en esta “patentización” de la libertad, que sólo podemos denominar así por analogía, se halla implicada la “existencia” misma. Lo que se muestra, afecta simultáneamente a la “existencia”. En tal mostración, reconozco por medio de signos lo que experimento positiva o negativamente, según que yo sea yo mismo no yo mismo. El “ver” es aquí la respuesta com la que yo, no sólo como ente que ve y piensa en general, sino cooperando a mi posible “yo mismo”, actúo interiormente.
En tanto que también aqui se objetiviza inevitablemente el
pensamiento - tal es el caso de signos como resolución, elección, “comunicación”, voluntad propia, cerrarse en sí, revelarse, conversión -, cada vez la guía es una objetividad fenomènica, um hecho psicológico comprensible o um concepto determinado y , por ende, definible. Pero en tales objetividades se hace presente algo que se me esfuma de tal pensamiento tan pronto como tomo la guía por lo que ella significa. Los términos de esta guía actualizadora se denominan signos de la “existencia”, a diferencia de las categorías de lo pensado y expresado objetivamente.
Tercero: lo mismo que los objetos respecto de la conciencia
pensante, se comporta la trascendencia respecto de la “existencia”. Las representaciones, imágenes y pensamientos en el medio de la conciencia en general en los que yo como “posible existencia” escucho el lenguaje de la trascendencia, los denominamos cifras de la trascendencia.
Lo que es fenómeno se piensa y describe por medio de conceptos.
Lo que yo soy propiamente y puedo llegar a ser como yo mismo es captado en los signos. Aquello que es auténtica realidad y experimentabel sólo para la “existencia “ se hace presente en las cifras.
Puesto que nosotros no podemos abandonar el mundo,
prescindiendo de las experiencias místicas incomunicables, en las que el yo y las cosas, el sujeto y el objeto, el hombre y el mundo, y los fenómenos en general desaparecen, precisamos en el mundo de los signos y de las cifras para llegar a conocer lo esencial como lo operativo que podemos llegar a ser y por lo que somos.
La serie en que se suceden estos tres modos de manifestación - los
fenómenos, los signos y las cifras - es de tal naturaleza que cada uno de ellos precisa de los que le preceden como de medios para su intelección. Por eso necesitamos, al hablar, usar las guías, sin las cuales sería imposible lenguaje alguno de las cifras. Tal función es la que cumplen los fenómenos para com los signos y las cifras, y los signos de la aclaración “existencial” del saber (de los fenómenos), de la aclaración “existencial” (por medio de los signos) y de la afirmación de la trascendencia (por medio de las cifras).