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J. Diez – C.

Moulines (1999)

FUNDAMENTOS DE FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

Capítulo 1. Introducción: naturaleza y función de al filosofía de la ciencia

1. La ciencia como objeto. Los estudios sobre la ciencia

El conocimiento científico es el resultado de determinada práctica o actividad específica que se puede denominar teorización, y la
filosofía de la ciencia consiste en un determinado tipo de saber sobre dicha práctica. Teorizar es una actividad que se puede realizar
correctamente sin saber formular explícitamente las reglas que la guían. Sin embargo, teorizar es una práctica que genera un cuerpo de
saber explícitamente formulado acerca de cierto ámbito. En este sentido se puede considerar que teorizar es (genera) saber explícito.
Ahora bien, el contenido del saber explícitamente formulado en cierta teorización específica no versa (en general) sobre la teorización
misma, sino sobre otro objeto o dominio. El resultado de este nuevo teorizar es también un saber en sentido estricto, pero es un saber de
otro orden o nivel. Es un saber de segundo orden, un saber que tiene otro saber por objeto, saber-objeto que se considera en ese
contexto un saber de primer orden. En general, los saberes de primer y segundo orden son, en cada contexto, diferentes. Pero hay al
menos un tipo de saber que parece reflexivo, en el sentido de que se estudia a sí mismo, y ése es la filosofía.
La actividad científica es una de las formas de esa práctica denominada genéricamente teorización. Cada uno de los aspectos de la
actividad científica abre una dimensión desde la que se puede estudiar dicha actividad, da lugar a un saber de segundo orden específico
Estudios metacientíficos o estudios sobre la ciencia, se llama así a las diversas teorizaciones de segundo nivel sobre las teorizaciones
científicas de primer nivel, distinguiendo al menos cuatro aspectos diferentes de la actividad científica susceptibles de la investigación
metateórica: el psicológico, el sociológico, el histórico y el filosófico. La filosofía de la ciencia, por tanto, pertenece al campo de los
estudios filosóficos, pero es sólo una parte de ellos. ¿En qué consiste la especificidad de la filosofía de la ciencia? ¿Qué la distingue de
otras disciplinas? La respuesta general es: del resto de los estudios sobre la ciencia se distingue por su carácter filosófico, y del resto de
disciplinas filosóficas se distingue porque su objeto es la ciencia. La filosofía, en tanto que análisis conceptual, es un saber sustantivo de
segundo orden, interrelacionado tanto con otros saberes de segundo orden como con los saberes usuales de primer orden. La filosofía de
la ciencia tiene por objeto poner de manifiesto o hacer explícitos los aspectos filosófico-conceptuales de la actividad científica, esto es,
elucidar conceptos fundamentales de la actividad científica, como los de ley, contrastación, explicación o medición, y reordenar
conceptualmente o reconstruir esos sistemas de conceptos producidos por la ciencia que son las teorías científicas.

2. La ciencia como objeto de estudio filosófico. La filosofía de la ciencia

En un sentido importante de “saber”, el saber relativo a una actividad no se agota en practicarla, queda todavía saber en qué consiste
practicarla, ser capaz de formular las reglas o principios que se siguen. La tarea del filósofo de la ciencia es investigar los principios que
rigen esta actividad, principios que la hacen comprensible. Esta tarea involucra tres dimensiones diferentes, pero complementarias, a
saber, las dimensiones descriptiva, prescriptiva e interpretativa. A veces se intenta caracterizar la naturaleza de la filosofía de la ciencia
en el contexto de la dicotomía “descripción/prescripción” y se discute cuál de las dos funciones ha de desempeñar la disciplina, si la
normativa o la descriptiva. Este modo de plantear la cuestión es completamente erróneo. En primer lugar, descripción y prescripción no
son excluyentes. En segundo lugar, estos aspectos no cubren sino parcialmente la función de la filosofía de la ciencia. Junto a ellos, esta
disciplina tiene también una dimensión interpretativa fundamental. Descripción y prescripción no se oponen cuando son relativas a las
prácticas convencionales: las prácticas convencionales se atienen a convenciones o reglas, y la descripción de tales convenciones tiene
implicaciones normativas.
La filosofía de la ciencia tiene por objeto la actividad científica. Esta actividad involucra prácticas regidas por normas-convenciones y la
explicitación de estas convenciones constituye la parte descriptivo-normativa de la filosofía de la ciencia. Pero la actividad científica no
sólo involucra prácticas convencionales, también involucra esencialmente entidades, constructos científicos. Por lo que a las entidades o
constructos científicos se refiere, no se trata de normar el modo como “deben ser”, pero tampoco de establecer una lista de enunciados
que reflejen especularmente supuestos “hechos puros” relativos a dichas entidades. De lo que se trata es de modelar, de reconstruir bajo
cierta óptica determinados aspectos de los constructos científicos que parecen especialmente reveladores para entender lo que es esencial
de ellos. Diversas corrientes, escuelas y autores han propuesto diversos modelos de interpretación o “metateorías” de la ciencia y, en
particular, de sus constructos más importantes, las teorías científicas. De lo que depende la aceptabilidad de los modelos o metateorías es
su perspicuidad, o sea, de la capacidad que tengan para hace comprender lo esencial de los constructos científicos al nivel más profundo
posible.
Ambas dimensiones de la filosofía de la ciencia, la descriptivo-normativa y la interpretativa, son complementarias pero excluyentes. Es
cierto que en algunas de las tareas el componente descriptivo-normativo es el fundamental, y que en otras lo es el interpretativo. Pero
hay casos, como el análisis de la explicación científica, en el que ambas funciones estén prácticamente a la par. La filosofía de la ciencia
es una actividad a la vez interpretativa y descriptivo-normativa.

3. Nuestro tema: Filosofía general de la ciencia empírica

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La filosofía de la ciencia es extremadamente amplia y diversificada. Puesto que las manifestaciones de la actividad científica son
múltiples y variadas, también lo serán sus análisis filosóficos si no se hace abstracción de algunas diferencias entre las diversas
manifestaciones científicas. El nivel de abstracción que guía al estudio es el que corresponde a la filosofía general de la ciencia
empírica.

4. Panorama sucinto de la filosofía de la ciencia

El advenimiento de la llamada “Revolución Científica” del siglo XVII proporcionó material científico suficiente como para que algunos
pensadores se pusieran a reflexionar sobre lo que ellos u otros hacían al hacer ciencia empírica. Las cuestiones de método pasaron al
primer plano de esta reflexión, siendo la pregunta fundamental: ¿cuáles son las reglas que determinan el buen método de investigación
científica? Se puede así caracterizar estos primeros conatos de una reflexión de segundo orden sobre la ciencia como una filosofía
principalmente normativista. En el siglo siguiente, cuando la idea general de una ciencia matemático-experimental ya estaba bien
establecida, es más bien el punto de vista descriptivista el que predomina en los estudios sobre la ciencia. La filosofía de la ciencia no
recibe un nuevo impulso hasta finales del siglo XVIII con la obra de Immanuel Kant. La filosofía trascendental kantiana representa un
hito importante en la “protohistoria” de la disciplina, porque es el primer ejemplo histórico de un modelo interpretativo de la ciencia, una
metateoría sistemática de las teorías científicas. De los filósofos del idealismo alemán posteriores a Kant no puede decirse que hicieran
contribuciones significativas a la filosofía de la ciencia. Más bien se trató en ellos, sobre todo en Hegel y Schelling, de una filosofía de
la naturaleza, es decir, una especulación filosófica directa (de “primer orden”) sobre la realidad empírica. La filosofía de la ciencia
como explícita reflexión de segundo orden sobre la ciencia retoma vuelo en la primera mitad del siglo XIX con la obra de Auguste
Comte, el fundador del positivismo. Cabría considerar el enfoque comteano como primordialmente descriptivista: se trata de presentar
la totalidad de las disciplinas establecidas dentro de un esquema jerárquico general, tanto en perspectiva sincrónica como diacrónica. Los
planteamientos kantianos retornan con vigor a finales del siglo XIX y principios del XX, con una serie de corrientes, escuelas y autores
que, aunque muy distintos entre sí, toman su fuente de inspiración más de Kant que del positivismo inmediatamente anterior, y con ello
elaboran enfoques más bien interpretativos. Los más influidos fueron, por supuesto, los neokantianos, con Ernst Cassirer a la cabeza,
quienes trataron de compaginar los principios de la teoría kantiana original con los nuevos desarrollos de las ciencias. Además de los
neokantianos, a esta época pertenecen una serie de autores que, aún siendo críticos de Kant, retomaron las preocupaciones y el modo de
encarar los problemas de éste y elaboraron sus propias metateorías en el sentido de modelos acerca de la estructura esencial del
conocimiento científico (“pseudo-kantismo” empirista de HermannVon Helmholtz, convencionalismo de Henri Poincaré,
instrumentalismo de Pierre Duhem, el pragmatismo de Charles Peirce y el empirio-criticismo de Enst Mach). Por las preocupaciones,
intereses y objetivos que comparten, puede considerarse a estos autores uno de los puntales para la formación, en la generación
inmediatamente posterior, de la filosofía de la ciencia.
El otro gran puntal para la constitución de la disciplina fue la lógica moderna, establecida por Gottlob Frege en el último cuarto del
siglo XIX, consolidada por Bertrand Russell y Alfred N. Whitehead a principios del siglo XX. Sobre estos dos puntales –el del
contenido de los temas y planteamientos, debido a los físicos-filosóficos de fines del siglo XIX y principios del XX, y el del método,
debido a los lógicos y fundamentadores de las matemáticas- se constituye, inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, la
nueva disciplina de la filosofía de la ciencia. Ello es obra de dos grupos de investigadores que iban a causar un impacto duradero y
profundo no sólo en el desarrollo de la filosofía de la ciencia, sino en el de la filosofía en general para el resto del siglo: el Círculo de
Viena con Moritz Schlick, Rudolph Carnap y Otto Neurath como figuras señeras, y el Grupo de Berlín con Hans Reichenbach a la
cabeza. En este período, al que de manera bastante laxa suele subsumirse bajo el epíteto de “positivismo lógico” o “empirismo lógico”,
se establecieron los temas principales de la filosofía de la ciencia y sobre todo el modo de abordarlos. A este período constituyente
siguió, después de la Segunda Guerra Mundial y hasta mediados de los años sesenta, lo que suele clasificarse como período clásico de la
disciplina, en el que se acuña y desarrolla lo que se conocerá como la Concepción Heredada (“Received View”). En él se articularon de
manera definitiva muchos de los conceptos, problemas y análisis que siguen presuponiéndose hoy día. Los autores más destacados son
Karl R Popper, Carl G. Hempel, Herbert Feigl, Nelson Goodman y Ernest Nagel. En muchos aspectos esta filosofía de la ciencia
puede considerarse hoy en día como “superada”; no obstante, su trasfondo conceptual y temático, está presupuesto, de manera implícita
o explícita, en los enfoques posteriores y resulta imprescindible para comprender y valorar cabalmente estos últimos.
En la filosofía “posclásica” de la ciencia pueden identificarse dos líneas claramente distinguibles: por una lado, la corriente historicista,
y por otro, las concepciones llamadas frecuentemente semánticas o modeloteóricas o representacionalistas. Estas dos líneas tienen
orígenes y motivaciones muy diferentes, pero no por ello son necesariamente incompatibles. Por otro lado, ambas líneas se caracterizan
en buena medida por su vocación de ruptura, por su oposición a una serie de elementos, diferentes en cada caso, considerados esenciales
en la concepción clásica. Por lo que la revuelta historicista se refiere, la corriente historicista se hace fuerte como nueva alternativa a
partir de los años sesenta, principalmente con los trabajos de Thomas S. Kuhn, Paul Feyeraband e Imre Lakatos. El principal y más
explícito reproche que estos autores hacen a la filosofía clásica de la ciencia estriba en que ésta no se tomara la historia de la ciencia en
serio y que, en consecuencia, presentara una imagen muy pobre, totalmente inadecuada, de la dinámica del conocimiento científico. El
énfasis puesto en la relevancia de los estudios historiográficos para la filosofía de la ciencia parece ir aunado, en los autores historicistas,
con un desprecio total por el uso de métodos formales en nuestra disciplina. Por ello se ha calificado a veces a la filosofía historicista de
la ciencia como una filosofía “anti-formalista” por oposición a la filosofía “formalista” clásica. Más significativa es otra divergencia con
la filosofía clásica de la ciencia que iba a resultar a la larga más profunda: los historicistas proponen una noción intuitiva de teoría
científica mucho más compleja, que pone de manifiesto el carácter excesivamente simplista del concepto de teoría común tanto a
carnapianos como a popperianos. Esta última es también la objeción más fuerte y explícita que hace la otra línea de la nueva filosofía de
la ciencia, la de las concepciones semánticas o modeloteóricas: la idea clásica de tomar las teorías científicas simplemente como
sistemas axiomáticos de enunciados es demasiado primitiva e inadecuada a la complejidad estructural de las teorías. Con esta crítica está

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emparentada otra de carácter más particular, pero no menos importante la escasa importancia que revisten en la filosofía clásica los
estudios de casos, es decir, el análisis y la reconstrucción detallada de ejemplos reales de teorías científicas. A pesar de las considerables
diferencias que existen entre estos enfoques en cuanto a intereses, métodos y tesis sustantivas, su “aire de familia” les proviene de que en
ellos juega un papel central la idea de que las teorías científicas, más que sistemas de enunciados, consisten en sistemas de modelos, en
cuanto que estos últimos son representaciones conceptuales de “pedazos” de la realidad empírica.
Actualmente la filosofía historicista de la ciencia parece haber dado todo lo que podía dar de sí, al menos como propuesta de metateorías
generales. Ella parece haber desembocado, o bien en una pura historiografía de la ciencia, o bien en un sociologismo radical de corte
relativista y frontalmente adverso a cualquier teorización sistemática. En cambio, los enfoques de la familia semanticista han seguido
desarrollándose y articulándose como metateorías generales de la ciencia; una tendencia que parece cada vez más fuerte dentro de al
menos parte de esa familia estriba en combinar la línea modeloteórica general con conceptos y métodos de las ciencias cognitivas y de
programas computacionales de simulación. Asimismo es notoria la proliferación cada vez mayor de estudios de casos, es decir, de
interpretaciones y reconstrucciones de teorías particulares de las diversas disciplinas, inspiradas de modo implícito o explícito en las
metateorías generales, pero que también pueden llevar a una revisión de estas últimas.

[Jose A. Diez Calzada – Carlos Ulises Moulines, Fundamentos de filosofía de la ciencia, Editorial Ariel, Barcelona, 1999, pp. 15-
33.]

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