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La historia secuestrada[1]
Los latinoamericanos que pertenecemos al mundo de los no resignados -ya que este
mundo está dividido entre los indignados y los resignados- estamos enfrentando en
estos tiempos de tensión y tormenta, de tanto horror y tanta maravilla, un enorme
desafío, un desafío de transformación, y no hay manera de cambiar la realidad si no
se comienza por conocerla. Una catástrofe sería este cambio si operara sobre una
realidad que no se conoce aplicando mecánicamente modelos ajenos a ella, o que
poco tienen que ver con sus necesidades más profundas. Yo creo que la historia es
parte de esa realidad que tenemos que conocer para poder cambiarla, para poder
transformarla, y el mismo sistema que nos está enmascarando cada día la realidad
presente, el mismo sistema que miente esa realidad -porque incluso prohíbe
nombrarla-, es el sistema que ha secuestrado la historia.
Ese secuestro viene desde el fondo de los tiempos. Nace desde los primeros años de
la Conquista donde ya se pone en funcionamiento el mecanismo colonial del
asesinato de la memoria colectiva. Se asesina o se intenta asesinar una memoria
para imponer otra en su lugar. Es la historia que conviene al amo para aniquilar,
Hay una historia oficial que es la que se ha transmitido hasta hoy. Es la historia que
difunden las escuelas y los medios de comunicación, que tiene varias características.
En primer lugar, es una historia muy local, desvinculada de la historia universal. Por
historia universal se entiende naturalmente la historia de Europa y no la del mundo
en su conjunto. Se enseña la historia de la patria chica, de la comarca; no se
proyecta hacia la historia latinoamericana y mundial en general; es una historia
desconectada, no se sabe qué era lo que estaba ocurriendo en otras partes; es una
historia que nos enseña a desvincularnos de los demás. Nosotros recogemos una
herencia de desvinculación; por eso nos encontramos hoy desconectados. América
Latina es un gran archipiélago; hay mecanismos que funcionan para divorciarnos.
En la historia oficial, los hechos ocurren como un desfile de próceres, todos vestidos
de fiesta; unos señores con unas caras de una solemnidad de mármol, siempre
preparados como para un cumpleaños.
En este trabajo de rescate de la historia tuve la ocasión de escribir sobre algo que
me venía atormentando desde la infancia sobre el padre de los pobres. Desde que
éramos chicos nos enseñaron en Uruguay a venerar al padre de los pobres que era
Francisco Antonio Maciel, un héroe oficial por excelencia, cuya cara luce en las
paredes de todos los colegios del país, y cuando uno se pone a escarbar un poquito
en la documentación de la época, descubre que además de ser padre de los pobres
el tal Francisco Antonio Maciel, practicaba con éxito otros oficios que les voy a
contar ahora, tomado de un texto que se llama El padre de los pobres, de Eduardo
Galeano en Montevideo, en 1799.
barracas; él fija personalmente el precio mínimo de cada uno de los esclavos que
sus barcos traen desde Río de Janeiro o La Habana; doscientos pesos fuertes valen
los que tienen dentadura completa, cuatrocientos los que saben artes de albañil o
carpintero; Maciel es el más importante de los comerciantes montevideanos,
especializados en el intercambio de carne de vaca por carne humana.
MITO E HISTORIA
Para que vean cómo es la melodía del asunto, veamos el mito de la creación
recreado por mí:
La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando, yo me soñaba mientras
cantaba y agitaba sus maracas envuelto en humo de tabaco y se sentía feliz
estremecido entre la duda y el misterio. Los indios Maquiritaro saben que si Dios
sueña con comida fructifica y da de comer, si Dios sueña con la vida nace y da
nacimiento; la mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran
huevo brillante, dentro del huevo ellos cantaban, bailaban y armaban mucho
alboroto porque estaban locos de ganas de nacer, soñaban que en el sueño de Dios
la alegría era más fuerte que la duda y el misterio, y Dios soñando los creaba, y
cantando decía rompo este huevo, nace la mujer y nace el hombre y juntos vivirán
y morirán pero nacerán nuevamente, nacerán y volverán a morir y otra vez
nacerán, y nunca dejarán de nacer porque la muerte es mentira.
y tendida en la hamaca; la memoria de las frutas le hacía agua la boca. Una tarde el
hombre llegó corriendo a través de las flores, daba saltos de euforia y gritaba ¡lo
encontré!, ¡lo encontré! Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de
un árbol, es así dijo el hombre aproximándose a la mujer, y cuando terminó el largo
abrazo, un aroma espeso de flores y frutas invadió el aire, y de los cuerpos que
yacían juntos se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su
hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.
Muchos de los mitos que han sido recogidos por los antropólogos y que están en los
libros a los que uno puede tener acceso en un lenguaje a veces un poquito
científico, complicado y en códigos secretos pero que están ahí; muchos de los
mitos son mitos nacidos de la historia, pero nacidos de episodios muy concretos de
la historia, porque claro, no hay ningún mito que no provenga de la historia; en la
medida en que el mito es un producto humano proviene de la historia, de la historia
hecha por los hombres; pero en algunos casos hay mitos que están, yo diría
datados, o sea mitos de los que uno puede tener la casi certidumbre que
corresponden a una necesidad colectiva planteada en un momento determinado del
devenir histórico.
Y qué decir de la cultura negra. Qué conocemos nosotros los latinoamericanos y los
norteamericanos también de los orígenes de las matrices, de las características de
esas culturas que los esclavos trajeron consigo; porque los esclavos no viajaron,
como se supone, reducidos a la simple condición de esclavos; viajaron
acompañados de su cultura, de sus dioses; de esas culturas solamente sabemos lo
que nos muestran las películas de Tarzán; ahí empieza y termina nuestro
conocimiento sobre el África.
Acá hay unos textos que escribí hace poco en torno a estos temas, que muestran
cómo los mitos y la historia se van atando, y cómo a través de cada uno de estos
episodios mal conocidos, desconocidos o mentidos por la historia oficial he podido
reconstruir también todo el universo cultural que nos han escamoteado y que
tenemos que recuperar. El que viene se llama Retablo de Bahía:
Dicen los que mandan en Bahía, que el negro no va al cielo aunque sea rezador
porque tiene el pelo duro y pincha a nuestro Señor. Dicen que de humano el negro
sólo tiene los ojos que los precisa para robar, el negro no duerme, ronca; no come,
traga; no conversa, rezonga; no muere, acaba; no tiene manos sino palas, no tiene
dientes sino azadas. Dicen los que mandan en Bahía que Dios hizo al blanco y al
mulato lo pintó, al negro dicen, el diablo lo cagó.
Volviendo al tema, hay tanto en las culturas indias como en las negras algunos
mensajes que pienso es importante rescatar a través de las historias que las
muestran en movimiento y que son fundamentales para la reconstrucción de
nuestra identidad. Por ejemplo, la relación que tienen esas culturas con la
naturaleza. Hay una identidad con la naturaleza que hace que hoy en día los indios
de Guatemala cuando tienen que hachar un monte empiecen por pedirle perdón y
por dar explicaciones. En un mundo como éste, en una civilización como la que nos
toca padecer, tan devastadora, que ensucia y envenena y aniquila el aire de la
tierra, el agua; me parece que éste es un mensaje esencial recuperar, como es
también esencial un mensaje que ha conseguido sobrevivir milagrosamente a lo
largo de los siglos de represión, que es el mensaje de la vida comunitaria o del
sentido comunitario de la vida.
El parentesco que nos liga a nosotros con todos los seres que tienen raíces, que
tienen piernas o que tienen alas, y por otro lado, la íntima relación de fraternidad
que une a los hombres unos con otros cuando no están gobernados por la moral de
la competencia, de la ganancia en la que el que triunfa, triunfa a costa de la derrota
de los demás, es por eso que se ocultan las grandes rebeliones ocurridas en la
historia de América y deforman su historia. La deformación de la historia no es por
cierto un privilegio latinoamericano; también se deforma la historia que se enseña
en Europa. Por ejemplo, es asombroso comprobar en qué medida los europeos
están seguros, como seguros están los norteamericanos, de que su prosperidad ha
nacido de una cabra, o sea que es el resultado de la divina providencia o la
casualidad, o el producto de un largo y abnegado esfuerzo de varias generaciones
que trabajaron y transmitieron a sus hijos el fruto de su trabajo.
Notas
[3] Escritor uruguayo autor, entre otros, de los siguientes libros: Las venas
abiertas de América Latina, La canción de nosotros, Días y noches de amor y
guerra.