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Neurosis obsesiva-compulsiva

Psic. Ana María Pérez Hernández

Sociedad Psicoanalítica de México

Es muy frecuente escuchar a las personas decir entre sus pláticas cotidianas ”está neurótica no le hagan caso”
o “ya sabes que es un neurótico”; como si al hacer esta referencia fuera algo normal o no tuviera ninguna
importancia.

Lo cierto es que la neurosis es una enfermedad emocional, que quien la padece, y si es de tipo obsesiva no la
pasa tan bien como tan simple puede parecer, ya que es una patología en la que se vive en constante tensión y
ansiedad.

Freud en su escrito Obsesiones y Fobias señala que en toda obsesión hay dos cosas:
1) una idea que se impone al enfermo;
2) un estado emotivo asociado.

Mientras que en las fobias, ese estado emotivo es siempre la angustia; en las obsesiones puede ser, con la
misma intensidad que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera.

Es bastante evidente que en las obsesiones el estado emotivo constituye el elemento principal porque es el que
permanece sin alteración, mientras que la idea asociada es la que varía. Esto puede comprobarse siempre
dentro de los antecedentes del enfermo, y en el origen de la obsesión, la idea original sustituida; es este enlace
falso, entre el estado emotivo y la idea asociada, la que explica el carácter absurdo propio de las obsesiones.

Después de Freud, otros autores refieren que la neurosis obsesiva compulsiva se caracteriza por la presencia
de ideas, sentimientos e impulsos no deseados por el sujeto, quien a pesar de sus esfuerzos, se imponen de
manera intrusiva en su mente, acompañándose de desagrado y ansiedad.

La sintomatología clínica esta definida por la presencia de obsesiones y compulsiones.


Las obsesiones son descritas como la presencia de pensamiento, idea, recuerdo, etc. no deseado por el
individuo y que se introduce imperativamente en la conciencia de éste. Los pensamientos obsesivos pueden
consistir en dudas temores, cavilaciones, prohibiciones etc.

Por otro lado, las compulsiones son impulsos intrusivos repetitivos e indeseables que mueven al sujeto a
realizar un acto cuya finalidad es la de conjurar la ansiedad producida por las obsesiones: ideativas (duda
obsesiva), fóbicas (generan mucha ansiedad porque lo temido no es una situación real, sino el pensamiento de
esta situación), e impulsivas (consisten en el temor a realizar un acto agresivo ya sea contra sí mismo o contra
los demás; también expresan las pulsiones sádicas infantiles contra las que se ha empleado el mecanismo de
aislamiento afectivo).

Se manifiestan como exageraciones, o caricaturas de un comportamiento habitual, tales como: lavados


repetitivos de manos, ropa, etc. Por el temor constante a infectarse o ensuciarse. Al mismo tiempo, el individuo
experimenta un sentimiento de incompletud y esto hace que repita una y otra vez la misma conducta. En casos
graves cuando ya el enfermo no se puede dedicar a otra cosa se le llama psicosis obsesiva.

Personalidad obsesiva:
El individuo obsesivo se encuentra envuelto en un conflicto entre obediencia y desafío; como si constantemente
se estuviera preguntando, si debe ser bueno, o puede ser malo, llevando esto a alternar sus emociones entre
miedo e ira: miedo de ser atacado por su mala conducta y sea castigado por ella, e ira por el hecho de
abandonar sus deseos y someterse a la autoridad.

Este conflicto tiene su origen en la experiencia de la niñez (etapa anal del desarrollo), y por lo mismo es
expresada en términos infantiles; como la obediencia y el desafío.
Este tipo de paciente es el más fácil de reconocer y la obsesión es el más estereotipado de los síndromes
clínicos principales.

En este padecimiento se hace uso de los siguientes mecanismos de defensa.

a) Aislamiento afectivo, que consiste en separar la representación, ya sea en forma de impulso o de idea de
su afecto, debido a que aquella puede permanecer en la consciencia, puesto que se halla privada de toda
conexión asociativa. Cuando este mecanismo tiene éxito el enfermo experimenta el impulso como algo que le es
ajeno, extraño.

b) Intelectualización: está al servicio de aplacar el sentimiento de culpa consciente mediante explicaciones


inconscientes de todo lo que le ocurre al individuo.

c) Anulación: es un proceso activo que consiste en deshacer psíquicamente lo que acaba de realizarse,
tratando de conseguir que las representaciones conflictivas en los pensamientos, los actos y el comportamiento
sean considerados como inexistentes.

d) Formación reactiva: implica el desarrollo de pautas de comportamiento, deseos y sentimientos que son
exactamente opuestos a los impulsos reprimidos. Continuamente en la lucha contra sus impulsos sádicos, el
obsesivo desarrolla actitudes conscientes totalmente contrarias a ellos.

La ambivalencia es propia de la segunda fase del desarrollo infantil, se refiere a la existencia de amor y odio al
mismo tiempo; los neuróticos obsesivos experimentan en ocasiones conscientemente estos sentimientos hacia
la misma persona. También se hace uso del desplazamiento hacia lo insignificante y rituales compulsivos. La
preocupación por la puntualidad, la escrupulosidad, la pulcritud, el orden y el cumplimiento estricto, de las
obligaciones se derivan del temor de la autoridad.

El individuo con esta patología presenta sentimiento de culpa inconsciente y fracaso ante el éxito, por no haber
cumplido a su juicio consciente con lo que para él habían forjado sus figuras paternas; este sentimiento lo deja
convencido de haberlas frustrado, de ahí que, una de las sensaciones predominantes en el sujeto obsesivo sea
la certeza consciente de estar cometiendo fraude ante las demás personas, que al parecer del sujeto, lo valoran
en más de lo que realmente vale. Por lo mismo, se considera permanentemente obligado a estar ”limpio”, a ser
“perfecto”, a ser capaz de resolver tanto los problemas propios como los ajenos, a ser paladín de lo que debe
ser justo.

En realidad, como le es imposible alcanzar semejante cumbre de perfección, se siente “sucio”, “imperfecto”,
duda de su capacidad de mantenerse justiciero y considera que no se avocó con suficiente ahínco a la tarea de
resolver absolutamente todos los problemas ajenos o propios. Ante tanta carga de responsabilidades no es de
extrañar que el obsesivo compulsivo quien no se puede permitir el lujo de olvidar ningún dato, es decir, de
reprimir una idea, busque inconscientemente alivio a su patología, reprimiendo el afecto o más bien reprimiendo
la capacidad de sentir el afecto, ya que es frase repetitiva que los obsesivos digan “sé que estoy intensamente
enojado o enamorado o desilusionado, etc. pero…no lo siento”.

En este tipo de neuróticos existe el sentimiento de grandeza, que tiene como función capacitar ilusoriamente al
sujeto para realizar la gran tarea que se siente obligado a cumplir. Por eso, la parte psíquica que representa la
conciencia moral del obsesivo es sentida como perseguidora, ya que siempre demanda del individuo más de lo
que él puede dar, sin importar cuanto haya dado ya.

Los obsesivos consideran que el mundo no puede girar sin ellos.


Suelen vivir su sexualidad como sucia, equiparando a nivel inconsciente las secreciones corporales con las
heces y contabilizando el número de parejas y coitos. Se desorganizan cuando el mundo los obliga a realizar
actos que repudia su conciencia moral, y cuando tienen que enfrentar un nuevo rol en su vida.

Es importante comentar que estos individuos al dejar de hacer uso de las defensas obsesivas, pueden llegar a
desorganizarse emocionalmente, pero por otro lado les dan cierta estructura psíquica, siéndoles de gran
utilidad, tanto en el área intelectual como en la laboral.

En el aspecto social, estos enfermos manifiestan una gran dificultad para mantener buenas relaciones
interpersonales, ya que por la perfección que pretenden lograr de quienes les rodean, llegan a provocar mucho
enojo, siendo difíciles de tolerar.

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