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Evangelista Torricelli

Nació el 15 de octubre de 1608 en Faenza. Su padre, Gaspar,


era un humilde trabajador textil y, gracias a su tío paterno, el
monje camaldulense Jacopo Torricelli, pudo recibir una
educación adecuada a su despierto talento. En 1624 ingresa en
un colegio jesuita, no está claro si fue el de Faenza o el Colegio
Romano, donde estudia matemáticas y filosofía hasta el año
1626. Posteriormente, su tío Jacopo lo envía con Benedetto
Castelli, uno de los primeros discípulos de Galileo, que a la
sazón enseñaba matemáticas en la Universidad de la Sapienza.
Torricelli se empleó como secretario y ayudante de Castelli. No
hay constancia de que cursara ninguna enseñanza reglada en la
universidad, lo que si se da como cierto es que Castelli, como
contrapartida a sus servicios, le dió lecciones particulares de
matemáticas, mecánica, hidráulica y astronomía. Más adelante,
Torricelli llegó a sustituir a su maestro en la Universidad de la
Sapienza cuando éste se ausentaba de Roma.

Fue precisamente en una de esas ausencias, cuando Torricelli


recibió una carta remitida por Galileo a su antiguo discípulo. En su calidad de secretario,
Torricelli respondió a la misiva el 11 de septiembre de 1632, aprovechando la ocasión para
informarle sobre sus estudios e investigaciones matemáticas, a la vez que se declaraba firme
partidario de la teoría de Copérnico, y mostraba la profunda admiración que le había producido
la atenta lectura del Dialogo sopra i due massimi distemi del mondo, publicado seis meses
antes por Galileo.

La carta de Torricelli mostraba su entusiasmo por la nueva astronomía y su apoyo inequívoco a


las tesis de Galileo, pero la intervención de la Inquisición en 1633 prohibiendo el Dialogo y
procesando a su autor, le hicieron ver los peligros de su posición y desvió su interés hacia las
matemáticas que parecía una ciencia menos peligrosa.

Los siguientes nueve años sirvió como secretario a Giovanni Ciampoli, amigo de Galileo, que
desempeñó el cargo de gobernador en varias ciudades de Umbria a las que posiblemente le
acompañara Torricelli.

En 1641 Torricelli había completado el grueso de trabajos que publicaría tres años más tarde
con el título de Opera geometrica. La segunda de las tres partes en que se dividía este tratado,
De motu gravium, contenía un desarrollo del estudio de las trayectorias parabólicas de los
proyectiles que Galileo había abordado en Consideraciones y demostraciones matemáticas
sobre dos nuevas ciencias, publicado en 1638. Torricelli, que a la sazón se hallaba en Roma,
entregó a Castelli el manuscrito recabando su opinión sobre el trabajo. Éste quedó tan
impresionado, que se apresuró a enviárselo a Galileo recomendándole que tomara a Torricelli
como asistente. Por diferentes motivos, Torricelli no pudo llegar a Arcetri, población próxima a
Florencia donde residía Galileo custodiado por la Inquisición, hasta el 10 de octubre de 1641.
Allí vivió con Galileo, ya ciego y próximo a su fin que acaecería en enero de 1642, y su
discípulo Viviani.

Torricelli sucedió a Galileo como filósofo y matemático de la corte del Gran Duque Fernando II
de Toscana, y profesor de matemáticas de la Academia Florentina, puestos que ocupó hasta su
fallecimiento.

Pese a ser contemporáneo de Buenaventura Cavalieri (1598 – 1647), Torricelli representa una
nueva generación de matemáticos, en la línea de Descartes y Fermat, que tienen un papel
destacado en el desarrollo de los fundamentos del cálculo infinitesimal.

Cavalieri había introducido en su Geometria indivisibilibus continuorum nova quadam nova


ratione promota (1635) la famosa teoría de los “indivisibles”. Torricelli estudió, extendió y
perfeccionó este método pese a las suspicacias que le produjo en un principio. No obstante, lo
utilizaba para el descubrimiento de resultados, cuya validez demostraba posteriormente por
procedimientos geométricos (“a la manera de los antiguos geómetras ….”). Una de las
aplicaciones de su extensión del método de los indivisibles le permitió demostrar que la
superficie de una hipérbola limitada por el eje de ordenadas y un punto fijo de la curva, de área
infinita, generaba un sólido de volumen finito (el cuerno de Gabriel), al rotar alrededor del eje
OY. Este resultado parecía sumamente paradójico, incluso para el mismo Torricelli, y provocó
una fuerte polémica en torno a la naturaleza del infinito, en la que llegó a intervenir hasta el
propio Thomas Hobbes.

Durante el siglo XVII el cálculo estuvo ligado a las investigaciones sobre curvas. En un principio
se estudiaron las curvas heredadas de los griegos: secciones cónicas, cuadratiz de Hipias, la
espiral de Arquímedes, la conchoide de Nicómedes y la cisoide de Diocles. Conforme fue
avanzando el siglo fueron apareciendo otras nuevas -la cicloide, las parábolas e hipérbolas de
orden superior: y m = kx n , ky m x n = k (siendo m y n naturales ), la espiral de Galileo, la
catenaria, etc.- a partir de la resolución de problemas de la física y la astronomía. Los
problemas típicos planteados en torno a estas curvas eran, fundamentalmente, hallar
tangentes, áreas de superficies, valores máximos y mínimos, volúmenes de sólidos
engendrados al girar una sección de la curva, determinación de sus centros de gravedad y, en
algunos casos, el problema inverso de la tangente y la rectificación de arcos de curva.

Si se excluyen las cónicas, la cicloide fue sin duda la curva más estudiada. Torricelli fue uno de
los matemáticos que mostró gran interés por esta curva, descrita por un punto de la
circunferencia de un círculo que rueda sobre una recta horizontal. En 1643 envió a Marsenne
su cuadratura de la cicloide y, un año más tarde, publicó De parabole en cuyo apéndice
aparece la cuadratura de la cicloide y la determinación de la tangente. Torricelli empleó dos
procedimientos para su cuadratura, el primero utilizaba los indivisibles de Cavalieri y el
segundo el método de exhausción de Eudoxo. Para la determinación de la tangente se basó en
argumentos cinemáticos. Consideró la curva como la trayectoria de un punto móvil que
obedece a dos movimientos simultáneos, y la tangente en un punto de la curva como la
dirección del movimiento resultante en ese punto.

El matemático francés Gilles Personne de Roberval había llegado, hacia 1638, a los mismos
resultados que Torricelli, e incluso había empleado el mismo método para la determinación de
la tangente. Roberval era matemático profesional. En 1634, había ganado la cátedra Ramus en
el College Royal y, como quiera que cada tres años se convocaba concurso para cubrir dicha
plaza, no publicó sus descubrimientos con el fin de proponer este tipo de cuestiones a sus
rivales. La estrategia fue todo un éxito pues se mantuvo en ella hasta su fallecimiento en el
año1675. Sin embargo, cuando vio sus resultados publicados por Torricelli en 1644, le envió
una carta acusándole de plagio. Torricelli recibió la misiva el año 1646 y comenzó a reunir toda
la correspondencia que se habían cruzado entre ambos sobre el tema con el fin de publicarla y
demostrar su inocencia. En esta tarea estaba cuando contrajo las fiebres tifoideas que
provocaron su muerte el 25 de octubre de 1647.

Durante su vida profesional, Torricelli sintió una especial predilección por los problemas que
podían resolverse utilizando métodos infinitesimales, problemas que, por otra parte, fueron muy
populares entre los matemáticos de su época. En su obra De dimensiones parabolae, ofrece
veintiuna demostraciones diferentes de la cuadratura de la parábola. Se ocupó, también, del
estudio de diferentes tipos de espirales logrando la rectificación de la espiral logarítmica. Poco
antes de su muerte, llegó a representar la curva cuya ecuación escribiríamos en la actualidad
como x = log y , calculó el área limitada por ella, su asíntota y una ordenada, y el volumen del
sólido obtenido al girar esta superficie alrededor del eje de abscisas.

Hacia 1640 dio una solución geométrica al problema planteado por Fermat, a principios de la
centuria, sobre la determinación del llamado centro isogónico del triángulo: “dados tres puntos
del plano, determinar un cuarto punto tal que la suma de sus distancias a los tres puntos dados
se mínima”

Su contacto con Galileo despertó su interés por las ciencias físicas y, curiosamente, sus
aportaciones a esta ciencia le han granjeado más fama que sus logros matemáticos. La
realización de un sencillo experimento -llenó con mercurio un tubo de vidrio de un metro de
largo, cerrado en la parte superior y abierto en la inferior, lo invirtió sobre un plato y observó
que la columna de mercurio descendía hasta un punto en que se detenía, creando el vacío en
el espacio de tubo que quedaba por encima del metal- le condujo a tres conclusiones
revolucionarias para la física de su época:

1.- La fuerza que equilibraba el peso de la columna de mercurio era la presión


atmosférica.

2.- Las variaciones en la altura de la columna de mercurio de un día a otro se debían a


cambios en la presión atmosférica (principio del barómetro).

3.- En el espacio comprendido entre la columna y la parte cerrada del tubo se hacía el
vacío.

La explicación de Torricelli no fue inmediatamente aceptada, ya que partía de supuestos


contrarios a la intuición y experiencia de sus contemporáneos. En efecto, presuponía que
vivimos sumergidos en el fondo de un mar de aire y sometidos a la presión barométrica.
Además, y esto era lo más impactante en aquellos momentos, contravenía una hipótesis
fundamental de la vigente física aristotélica, según la cual la materia era compacta y continua y
no toleraba ningún vacío.

El miedo a que la Inquisición le considerase hereje por presuponer la existencia del vacío, le
impidió publicar estos resultados. No obstante, se lo contó en una carta a Marin Mersenne y,
dada la sencillez del experimento, tuvo una rápida difusión en Francia. Un cuñado de Pascal,
Florin-Périer, realizó un experimento con el fin de comprobar una de las consecuencias de las
tesis de Torricelli: que la presión en la cumbre de una montaña es inferior a la existente al pie
de la misma, ya que la columna de aire tendría que ser más corta en el pico. Florin-Périer llevó
a cabo la experiencia en el Puy-de-Dôme y los resultados fueron concluyentes: la columna de
mercurio descendía a medida que se subía la montaña. La experiencia no sólo respaldaba el
nuevo modelo, sino que refutaba el antiguo: si fuera la resistencia al vacío interno lo que
sujetaba la columna de mercurio, ésta no debería variar al subir la montaña.

En De motu gravium enunció uno de los teoremas fundamentales de la hidráulica, que lleva su
nombre, según el cual la velocidad de salida de un líquido por un pequeño orificio de un
depósito viene dada por v = 2 gh , siendo h la altura del líquido respecto al orificio de salida.
En la misma obra, desarrolló, como se ha apuntado anteriormente, el estudio de Galileo sobre
las trayectorias parabólicas de los proyectiles disparados desde un mismo punto con diferentes
ángulos de elevación e igual velocidad inicial, descubriendo que la envolvente de todas estas
curvas es otra parábola (la parábola de seguridad). Al pasar de la ecuación que da la distancia
en función del tiempo a la de la velocidad y viceversa, advirtió la relación inversa del problema
de la cuadratura y el de la tangente.

Torricelli no fue únicamente un científico teórico, realizó importantes mejoras en el telescopio y


el microscopio y fue un experto en la construcción de estos aparatos. Ganó mucho dinero con
su destreza en este trabajo y aún se conservan en Florencia numerosas lentes fabricadas por
él y grabadas con su nombre.

Poco antes de su muerte, entregó a su amigo Ludovico Serenai sus manuscritos y cartas con el
fin de que se preparase su publicación. Ni éste, ni posteriormente Castelli, Ricci y Viviano
llegaron a cumplir el encargo, por ello, el trabajo matemático y científico de Torricelli fue en su
mayor parte ignorado hasta que, a comienzos del siglo XX, Gino Loria y Giuseppe Vassura
recopilaron los manuscritos y cartas sobrevivientes, y los textos de sus conferencias en la
Academia Florentina, reuniéndolos en cuatro volúmenes que editaron entre 1919 –los tres
primeros- y 1944. Puede afirmarse, a la vista de los importantes resultados matemáticos de
Torricelli que han sobrevivido durante tanto tiempo, que de haber sido más larga su existencia,
hubiera tenido un papel de primera magnitud en la invención del cálculo. Así lo ponen de
manifiesto la colección de paradojas que aparecen en sus manuscritos sobre los usos
inapropiados de los nuevos métodos de cálculo, y nos muestran el grado de profundidad que
habían alcanzado sus conocimientos en este campo.

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