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CUADERNOS
No. 1. Junio 2007
INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN JURÍDICA
Cuaderno Nº 1, Junio 2007
CONTENIDO
Editorial......................……………………………………………………………………..…..3
II. Artículos:
III. Documentos:
Se ha dicho hasta la saciedad que la educación y la salud deben ser las áreas prioritarias para la
superación cultural, para la conquista del desarrollo y para la salida del tercer mundo o, dicho
eufemísticamente, del mundo de los “países de renta media”. Los Institutos de Investigación
pueden y deben proporcionar las propuestas y sugerencias (insumos) para la solución de los
problemas mencionados. Así ocurre en los países centrales o desarrollados, y no tiene por qué ser
de otra forma en los periféricos o subdesarrollados. Estos calificativos nos lastimen cuando son
aplicadas a nuestro país. Nos incomodan. Pero la única forma de convertir esa incomodidad en
orgullo es a través de la acción sin descanso de todos los sectores nacionales, entre los cuales los
institutos de cultura superior ocupan el más destacado papel.
El antagonismo entre universidad y gobierno, que durante mucho tiempo ha padecido el país,
debe convertirse en un binomino propositivo y actuante que una el saber científico con el poder
político en beneficio nacional.
Presentamos, pues, a nuestros lectores el primer ejemplar de nuestros Cuadernos, con la firme
esperanza de que ellos contribuyan no sólo al conocimiento y divulgación de temas relacionados
con las diferentes ramas de las Ciencias Jurídicas, sino al avance institucional del Estado.
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PRIMERA MESA REDONDA
“Estado de Derecho y Acuerdos de Paz”
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ORIGENES HISTORICOS DEL ESTADO DE DERECHO
Ponencia del Dr. René Eduardo Hernández Valiente
Hablar del estado de Derecho es hablar de la Ciencia del Estado y de su primera manifestación, el
cual es el Derecho Constitucional.
Digo esto, por cuanto a una audiencia de Hombres de Derecho, el fomentar un debate jurídico
cultural sobre un gran tema constitucional del Estado de Derecho debe de ser en sí, un necesario
acercamiento a la construcción democrática de la sociedad salvadoreña, sobre todo a través del
respeto del mismo.
Por todo lo anterior el evento de esta tarde contribuye a constituir y aumentar los esfuerzos
democráticos de una sociedad todavía en transición.
Hablar de derecho Constitucional y política es hablar sobre la vida de los hombres en sociedad.
De ahí la trascendencia del tema.
Los libros de Derecho Constitucional son distintos según las épocas que cubren. Esta afirmación
nos hace pensar, como el filósofo ateniense que nadie se baña dos veces en el mismo río. El tema
pues, es además dinámico.
Esto es así por que el Derecho Constitucional no puede menos que nutrirse de la realidad, no es lo
mismo el Derecho de Libertad cuando promulga la Constitución Americana que el Derecho de
Libertad en el 2007. No es lo mismo la soberanía antes del Derecho Comunitario, que
coexistiendo con él, y podríamos mencionar más ejemplos como la inaplicación de la
Constitución, que merece una consideración exclusiva. Hasta seminarios podrían organizarse
sobre estos temas del Derecho Constitucional posmoderno.
Es de practica aceptación que el Estado Constitucional nace en el Reino Unido, como fruto de un
largo y singular desarrollo histórico en los inicios del siglo XIII, siendo sus primeras
manifestación la Carta Magna de 1215 y la Convocatoria al Parlamento Modelo, de 1264. No
obstante por no ser el constitucionalismo Británico codiciado, sus rasgos característicos son muy
originales, por lo que es necesaria de un tratamiento investigativo muy pormenorizado, que lo
aleja de Iberoamérica y España y de nuestro parlamento que tiene una definitiva inclinación al
Estado de Derecho Iberoamericano.
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Estados Unidos de Norteamérica de 1787, la Francesa de 1791, la Venezolana de 1811 y la
Española de 1812.
Las cuatro Constituciones citadas merecen al menos una breve referencia a cada una de ellas.
Todos los presentes sabemos la fuerte influencia de la constitución norteamericana, en el campo
orgánico de las constituciones que se inscriben en el movimiento durante la primera mitad del
siglo XIX. La francesa, por su lado es visible en el aspecto dogmático. La tercera mencionada, la
de Venezuela de 1811, cuya vigencia fue efímera, en virtud del proceso de guerra e
independencia, constituye una fuente del posterior constitucionalismo Venezolano e
Hispanoamericano del siglo XIX. En ese texto, se proclaman los principios básicos del primer
Estado de Derecho, destacándose la soberanía nacional, la forma republicana de gobierno, el
gobierno presidencial, la supremacía de la ley, el federalismo, los derechos y libertades
individuales y la división de poderes. El cuarto instrumento constitucional, la Constitución
Española de Cádiz de 1812, primer texto constitucional español, promulgada y jurada por las
autoridades e instituciones de las capitales de los reinos y provincias americanas, tuvo influencia
en el constitucionalismo de habla castellana, incluso después de la independencia en algunos
Estados. Lo que encontramos en este primer momento fue que los textos constitucionales
iberoamericanos no eran los adecuados al cuerpo social para el que eran dictados. Esta
inadecuación procede del mimetismo jurídico que inspiró a los autores de dichos textos, que
decidieron seguir ejemplos foráneos, en vez de analizar la realidad inmediata.
Identificamos en esta fase, con el texto escrito el nacimiento del Estado Constitucional que puso
fin a la sociedad estamental estableciendo las bases del Estado Liberal o Primer Estado de
Derecho, cuyas características fundamentales son:
Recordemos que este modelo estatal fue el del Estado minimalista o mínimo, basado en el
principio de no intervención, sobre todo en lo económico y social. La soberanía nacional no
implicaba el sufragio universal, al reservarse la participación política a los miembros del pueblo
que contaban con determinadas rentas, justificándose lo anterior en que las decisiones de
gobierno solo debían estar reservadas a aquellos que constituyen la riqueza de la nación.
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El segundo período del Estado Constitucional identificado como Estado Liberal democrático tuvo
un avance con respecto al primer modelo como consecuencia de un proceso evolutivo del estado
que busca adecuarse a la realidad social de la segunda mitad del siglo XIX.-
Las limitaciones del primer período motivan la lucha de sectores de población a favor de
instituciones democráticas, dándole paso al sufragio universal y a los nuevos derechos como el de
asociación y se reconoce la existencia e importancia de los partidos políticos.
Ya en el siglo XX, ante la crisis económica mundial de 1929 se produjo el fin del Estado Liberal,
que supero la inestabilidad social, las crisis cíclicas y los enfrentamientos armados que puso en
evidencia la incapacidad de ese sistema para resolver “naturalmente” sus propias contradicciones.
Vemos aquí un nuevo período, que pasamos del Estado Liberal Democrático conforma el Estado
Social y democrático cuyo contenido europeo se americaniza en México, siendo conocido como
el Estado del Bienestar. El término Estado Benefactor deriva de la traducción del inglés Welfare
State, sistema este originado en los Estados Unidos de América como contraposición al Estado
Mínimo, en la búsqueda de salidas de protección social del ciudadano a través de un cierto
carácter intervencionista. Los orígenes del Estado Social y Democrático o Estado Benefactor los
ubicamos en la Constitución Mexicana de Querétaro de 1917, la Alemana de Weimar de 1919 y
la de la Segunda República Española de 1931.
El Estado del Bienestar, en nuestra opinión tiene una connotación marcadamente sociológica,
refiriéndose a la situación del ciudadano, más que del estado en términos jurídicos; además se
presenta como un ideal y por tanto, difícil de conseguirse, aunque no podemos ignorar en el
sentido dinámico que aporta a la función que el estado debe cumplir.
En la actualidad aunque el grueso de los ideales del Estado Social y Democrático de derecho han
impregnado la mayor parte de los textos constitucionales de los regímenes de Democracia Clásica
u occidental, su mayor desarrollo como modelo de régimen político se ha conocido en Europa
Occidental Continental en el Constitucionalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial,
destacándose especialmente la Alemana de Bonn de 1949, la Italiana de 1947, los textos
franceses de la cuarta y quinta República, la Portuguesa de 1976 y la Española de 1978.
Independientemente del éxito alcanzado en la consecución del ideal del Estado Benefactor,
podemos señalar algunas características comunes al modelo que se desarrolla en la segunda mitad
del siglo XX.
El nuevo modelo estatal supone la incorporación de determinados equipos económicos, así como
la inclusión de determinados derechos económicos y sociales que no se encontraban en el anterior
modelo constitucional. De esta forma, el estado se obliga a conseguir para el ciudadano unos
determinados ámbitos de bienestar y seguridad, que aunque en muchos casos se trata de ideales,
representan los objetivos que la comunidad política organizada tiene como metas conseguir.
En cuanto a la participación política del ciudadano en el nuevo modelo estatal, se van a producir
importantes cambios, destacando en primer lugar la implementación plena del sufragio universal,
entendido como la incorporación de la mujer al proceso electoral con sufragio activo y pasivo
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pleno. Igualmente los partidos políticos alcanzan su pleno reconocimiento y llegan a ser
constitucionalizados, convirtiéndose en un concepto próximo al de órganos del Estado y
elemento indispensable para el funcionamiento del régimen político.
Se supone el fin del Estado Mínimo o no intervencionista, del tal forma, que el Mercado queda
sujeto a un conjunto de normas e intervenciones, ya que sea por la actuación de la actividad
empresarial del estado como por la obligatoriedad de cumplimiento de normas dictadas por el
mismo que marcan el límite de actuación de la propiedad privada, que por otra parte, adquiere
una nueva dimensión, al añadírsele el carácter de función social de la misma.
La referencia al Estado de Derecho, expresión de las ciencias políticas y jurídicas, según Legaz y
Lacambra seduce por la gracia misma de su formulación, tiene la particularidad desde la segunda
postguerra mundial de ser aceptada antes de comprenderse como un concepto preciso. Se lo
significa para expresar la realidad del Estado Moderno y el ideal del mismo. El Estado en que se
reúnan los principios que conforman el Estado de Derecho se considera el ideal democrático.
Partimos del principio de que la ley es la expresión de la voluntad del pueblo, representado en un
Parlamento, Asamblea o Congreso; Jueces y administradores deben adecuar sus actos a los
marcos legales. La Constitución es la norma suprema y los Funcionarios deben respetar los
derechos y garantías consagrados en su texto. Todo bajo un sistema republicano de gobierno que
implica una división de poderes.
El maestro Álvaro Magaña categóricamente expresa que desde la Constitución de 1950 se perfiló
con singular rigor el Estado que sustituyó al Individualista y Liberal de 1886. Dicha Constitución
ya habló de la consagración en el aspecto jurídico de los fines del estado promotor del bien
público.
Cita el Doctor Magaña al profesor Bidart Campos la cual deseo reproducir por ser pertinente a
esta charla.
“La libertad debe equilibrarse con la igualdad real de oportunidades. El Estado debe intentar una
distribución razonablemente igualitaria de la libertad. Los menos favorecidos deben ser atendidos
solidariamente. El elevado costo social de las políticas neoliberales, implica un desafío que no
puede ni debe ser esquivado por el Estado Democrático.”
Presenciamos en la evolución histórica hasta el Estado del Bienestar tres conceptos: Estado de
Derecho, Estado Democrático y Estado Social. Sin embargo, en un proceso de evolución
histórica no es posible definir el actual concepto de Estado Social y Democrático de Derecho
como una simple suma de los tres antes expuestos. Se presenta como una concepción nueva que
responde a un rol nuevo que debe asumir el estado. Vemos el concepto Estado de Derecho de la
actualidad es diferente del estado de Derecho del siglo XIX que aseguraba la supremacía de la ley
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a través de una seguridad jurídica que a la par de una serie de derechos y libertades marcaba los
límites de la actuación de los ciudadanos y los poderes del Estado. La inclusión del concepto
social modifica el término estado de derecho al modificar la propia actuación de estado que
asume un protagonismo hasta entonces desconocido, imprimiéndole un sentido dinámico.
En ese sentido, expresa la moral social vigente en un ámbito cultural y en un momento histórico
determinado. Muestra en consenso, identificados por el contribuyente como valores y principios
prioritarios y fundamentales; en muchos casos ideales pero que son lo ideales que una comunidad
decide proponerse como los máximos objetivos de su ordenamiento jurídico. Al incorporarle
Estado democrático, debemos entender que hablamos de una democracia participativa, no solo en
el campo electoral, sino en un sentido más profundo de participación en lo económico y social.
González Trevijano lo identifica expresando que la democracia no es otra cosa que la lucha por la
democracia, es decir, el movimiento de las fuerzas sociales por el autogobierno en un régimen
democrático no es único alcanzar un régimen donde el poder procede del pueblo sino aquel en
donde el pueblo participa de acuerdo a una concepción social pluralista, en las decisiones del
poder y en donde la voluntad del pueblo puede llevar tan lejos el proceso que quede abierto el
camino a cualquier ideología, incluida, claro esta la socialista. ¿Es necesario mencionarla?
En aras del tiempo, sin ser repetitivo, en mi opinión, el análisis histórico continuado identifica
tres grandes momentos históricos del Estado de Derecho o Estado Constitucional hasta la
actualidad. Ya hablamos de la crisis del Estado Liberal producto de la depresión económica de
1929 que dio lugar a desarrollo de corrientes políticas de carácter autoritario como alternativa al
liberalismo. El constitucionalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por la
inclusión de derechos sociales y por el intervencionismo del Estado en lo social y económico. El
modelo económico que se adopta es de economía social de mercado poniendo fin al principio de
que el mercado se regula por su propia ley natural. Hablamos ahora de la conformación de un
Estado marcadamente intervencionista acuñándose el término de economía mixta de mercado. En
ese contexto el estado abandona el papel de espectador en las relaciones económicas entre los
diversos agentes y asume la iniciativa pública en la actividad económica, reservándose él mismo
recurso o servicios esenciales, pudiendo incluso decidir la intervención de empresas. De esta
forma el Estado alcanza un poder que hasta ese momento le había sido ajeno: el poder
económico. Los únicos antecedentes intervencionistas que vemos en la historia europea los
encontramos en la Alemania de Bismarck y en la de Hitler y otros regimenes autoritarios que
sacaron de las leyes del mercado parte de su economía. (En El Salvador la marca histórica
intervencionista de la nacionalización de la Banca y la confiscación del agro, por la negativa
huella profunda que dejaron, no merecen en esta presentación ningún comentario, por ser una
experiencia de fracaso social). Nuestra Constitución de 1983 claramente expresa el tipo de
gobierno que quisimos, con antecedentes hasta la Constitución de 1886 y con disposiciones
finalistas como la del artículo 89 y su contexto promueve una sociedad democrática con lo que se
impregna el contenido constitucional de un sentido de transformación social en el que los
conceptos pueden estar sujetos a evolución, por ello afirmo que nos encontramos ante un
concepto de democracia de carácter dinámico.
Pienso, con el autor español Torres del Moral que cuando hablamos de los tres términos Estado
Social y Democrático de derecho que propugna como valores y principios de su ordenamiento
jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político no puede partirse de un
entendimiento unitario relativizando cada uno de sus elementos, ya que el resultante no es solo
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Estado de Derecho ni solo Estado Social, no solo democracia, sino que cada uno de esos
enunciados condiciona a los demás. La fórmula dice Torres es compleja y debe ser entendida en
la reciprocidad de sus elementos.
Acepto que la eficacia jurídica de determinados preceptos es muy discutible, pero al menos hay
dos aspectos que obligan al Estado; en primer lugar no puede procederse en contra de lo expuesto
en el texto constitucional, en consecuencia no cabe legislación ni actuación que ponga trabas al
proceso de consecución de dichos principios; y por otra parte que los mismos han de servir como
base de interpretación de la legislación y actuación del Estado.
Conclusiones
Todos los esfuerzos de modernización del estado, especialmente del sector justicia deben
enmarcarse en un programa que persiga la definitiva consolidación de la cultura del estado de
derecho; y la general aceptación del método de gobernabilidad democrático. La modernización
debe tener como marco la filosofía del desarrollo humano sostenible, por cuanto implica la
creación de condiciones institucionales que aseguren la tutela de los derechos colectivos e
individuales. Dentro de tales derechos deberán estar la posibilidad de desarrollo social,
económico, político y la oportunidad de participar en la dinámica globalizante de la economía.
Solo así podemos hablar de estado de Derecho o Estado Constitucional, como más me gusta,
siguiendo la corriente Germánica.
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EL ESTADO DE DERECHO Y LA DEMOCRACIA. ASPECTOS
POLITICOS Y SOCIALES
Ponencia del Dr. Mario Antonio Solano
Introducción:
El tema del Estado de Derecho tiene un significado vital y crucial para los salvadoreños, pues se
trata de conformar el estado salvadoreño en el marco de la Constitución y de la ley, superando el
esquema autoritario prevaleciente antes y durante el conflicto armado y con algunas, pero solo
con algunas expectativas de cambio a partir de los Acuerdos de Paz. No es que antes no haya
habido Constitución y ley, pues en efecto las ha habido, sin embargo, durante nuestra vida post
independencia y salvo durante muy cortos períodos, Constitución y ley fueron, en gran medida,
instrumentos al servicio de centros específicos de poder y no el marco jurídico protector de la
libertad y los derechos fundamentales.
El destino del Estado de Derecho es conformar y limitar el poder, procurar la libertad y la justicia
como presupuestos axiológicos del Estado Constitucional y desarrollar la sociedad democrática
para la sustentación legitima del poder. La libertad hace referencia a cómo se ejerce el poder y la
democracia por quienes se ejerce el poder.
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“Desde el punto de vista doctrinal es una concepción debida al genio jurídico del pueblo alemán.
Preparado por el iusnaturalismo con su reducción del Derecho a pura razón independiente de la
voluntad, comenzó a ser formulado por Kant, Fichte y Humboldt. Continuado después por Mohl
y Gneis, lo desustancializa más tarde el positivismo, hasta ser neutralizado definitivamente por
Kelsen” (4).
Surgido como concepto polémico frente al Estado autoritario, intervencionista y burocrático del
absolutismo, parte de la base de que el Estado ha de renunciar a preocuparse por la felicidad y el
bienestar de los ciudadanos para limitarse a garantizar la libertad del despliegue vital de cada cual
y que tal misión queda agotada con la positivización y mantenimiento del orden jurídico. El
Estado tiene, pues, un fin jurídico, pero el contenido de este fin está más allá de la propia
voluntad del Estado; está, como decía Kant, “en los principios a priori de la libertad del hombre,
de la igualdad del súbdito, de la autonomía del ciudadano, principios que no son tanto leyes dadas
por el Estado, ya instituido, sino condición para adaptar el Estado a los puros principios de la
razón. (5)
García Pelayo cita a Humboldt, reafirmando uno de los fines que con mayor énfasis le atribuye al
Estado, la teoría contractualista, como es la seguridad:
“El Estado, según Guillermo de Humboldt, ( filósofo y político alemán, 1767) debe limitarse a
garantizar la seguridad de los ciudadanos en el interior y en el exterior, ya que un Estado
intervencionista quebranta el libre despliegue individual, aniquila la variedad, debilita con todo
ello la fuerza de la nación y supone la negación misma del problema del Estado, que es
“combinar la más variada individualidad y la independencia más original con la asociación
también más variada y más íntima de los diversos hombres”. El Estado debe, pues, limitarse a
velar por la seguridad, es decir, “por la certeza de la libertad concedida por la ley”.(6)
La misión del Estado es, pues, garantizar la seguridad jurídica en el despliegue de unos derechos
individuales situados más allá del Estado mismo y derivados del hecho de considerar al hombre
como principio y fin del Estado y a la libertad como condición del despliegue vital.”
La primera idea que resulta de las revoluciones europeas, en su triunfo sobre el absolutismo, es
que el Estado está al servicio del hombre y no éste al servicio de aquél; es lo que resulta cuando
se llega a establecer que la dignidad carácter fundamental de la persona humana, está por encima
de toda forma de poder y la primera condición que se reconoce en el hombre es la libertad, sin la
cual ninguno del resto de los derechos es posible; “ es en la configuración del Estado burgués de
derecho, perfilado a partir del siglo XVII, que se establece la necesidad de controlar el ejercicio
poder por parte de las autoridades públicas”, (7) de tal suerte que la libertad y la propiedad son
considerados esenciales en el nuevo Estado y además, el reconocimiento de la dignidad, como
derechos anteriores y superiores al Estado, fueron los factores del cambio en la sociedad política.
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Nada de lo anterior sería posible, si no se establece como mecanismo de garantía la separación de
poderes, es decir, la necesidad de que en el ejercicio del poder, se establecieran instancias y
operadores distintos e independientes entre sí. El ejercicio del poder en tres instancias,
legislativo, ejecutivo y judicial, ha sido clave en el nacimiento y desarrollo del Estado de derecho
y que convierten la profecía del art. 16 de la declaración de 1789, en un dogma del presente,
siempre necesario, siempre eficaz.
a) Doctrina.
Manuel García Pelayo en su Derecho constitucional Comparado, define estas estructuras como,
Estado Liberal Democrático, el cual presenta características muy definidas entre las que destacan
la existencia de unos derechos fundamentales, la proclama de la libertad y un marco de
protección constituido por la división de poderes.(9) .
b) Derecho Comparado
El art. 20, 1 de la Ley Fundamental para la República Federal de Alemania, Dice: “La República
Federal de Alemania, es un Estado federal, democrático y social””.
AUSTRIA: Art. 1.- Austria es una República democrática, cuyo ordenamiento Jurídico emana del
pueblo”.
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FINLANDIA: Art. 1.- “Finlandia es una República Soberana cuyo orden constitucional se basa
en la inviolabilidad de la dignidad humana y en la libertad y los derechos de los individuos y
promueve la Justicia Social”…..art. 2 “ El poder reside en el pueblo …” art. 5 todos los
ciudadanos Finlandeses son iguales ante la ley”….
FRANCIA: Art. 1 “Francia es una República indivisible, laica, democrática y social que
garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos…”
ITALIA: Art. 1 “Italia es una República democrática fundada en el trabajo…” art. 3 “Todos los
ciudadanos tienen la misma dignidad social y son iguales ante la ley….”
Javier Pérez Royo, en su Derecho Constitucional (11) expone lo siguiente: que “en efecto, el
Estado social como fenómeno histórico en sus diversas formas de manifestación (Welfare State,
Etat Providence, etc) es un “fenómeno de la civilización occidental en su conjunto” (Ch. Starch).
Todos los Estados industrializado de hoy son Estados sociales, con sistemas desarrollados de
previsión social, de enseñanza pública generalizada, con intervención importante en el mundo de
la economía, etc.
El estudio de tal fenómeno o cae en buena parte fuera incluso del mundo del derecho, en la
Teoría del Estado, en la Política Económica o en la Sociología, o, en la medida en que cae dentro,
es materia que debe ser estudiada básicamente por otras disciplinas distintas del Derecho
Constitucional, como son el Derecho Administrativo, el Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social o el Derecho Financiero.”
Lo que a nosotros nos compete estudiar es única y exclusivamente el significado y alcance que
tiene la inclusión en el texto constitucional de la fórmula Estado Social, es decir, la relevancia
constitucional de la expresión y no el contenido concreto de las prestaciones del Estado social al
alcance de los ciudadanos”
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la constitución salvadoreña, cuyo plan normativo no es muy categórico, pero que representa un
esfuerzo teórico válido.
La normativa penal (de 1998) ha recibido un ataque irracional por garantizar los derechos del
imputado. Si el respeto a la libertad, el reconocimiento de la libertad, la garantía de los derechos
fundamentales, la separación de poderes se desarrolla en nuestro país, habremos agrupado los
componentes del estado de derecho como categoría jurídico, constitucional, y también su
encuadramiento en un estado democrático liberal; pero esto ya entra en el plano de las ideologías
y los posicionamientos políticos.
En esa misma línea la Asamblea Legislativa (Congreso) promueve una acción fiscalizadora
(contralora) de acuerdo a su interpretación constitucional imponiendo reglas al órgano Ejecutivo
en su función administrativa; ejerciendo también, presiones sobre el Órgano Judicial para
comprimir a éste, de tal manera que sus potestades jurisdiccionales se vean mediatizadas y
disminuidas; (vid. Ejemplo en apartado V.) pero en este caso más bien se trata de acciones de
derecho , aunque inconstitucionales, y todavía en forma aislada ; lo más deplorable es la
sumisión abierta o embozada de algunos miembros del órgano judicial, ante los otros poderes del
Estado. Esto daría mucho que discutir y comentar.
V) LEYES INCONSTITUCIONALES
Algunas de las leyes que se han formulado en la coyuntura del combate a la delincuencia, no
política de seguridad ciudadana, se han formulado leyes que presentan problemas de
constitucionalidad, tal es el caso de la Ley Contra el Crimen Organizado y de realización
Compleja. La iniciativa del legislativo (aparente), esta violentando totalmente lo que la
constitución cuando dice que la creación de las jurisdicciones y la creación de los cargos
jurisdiccionales es a propuesta (iniciativa) de la Corte Suprema de Justicia. Si el poder
legislativo modificó la iniciativa que la Constitución, le ha dado la Corte Suprema de Justicia,
violó la Constitución y pone al Estado entero al margen de ésta; ya existe los artículos pertinentes
que dicen que la Asamblea Legislativa, puede crear jurisdicción pero a propuesta de la Corte
Suprema de Justicia, y no solamente en cuanto a la jurisdicción sino también en cuanto a los
cargos, y a que cargos se refiere la Constitución cuando dice la creación de los cargos. A los
cargos de jueces… no se refiere a cargos de notificadores o motociclistas… se refiere a cargos
judiciales, de manera que esta ley, al no tener propuesta o iniciativa de la Corte Suprema de
Justicia, no pasa la prueba de constitucionalidad.
Quisiera compartir con ustedes como es que la Corte Constitucional de la República Federal de
Alemania concibe el Estado de Derecho en este momento y es que estas son resoluciones ya no
sólo son ideas u opiniones de justicia o de constitucionalistas sino que ya son RESOLUCIONES
de la Corte Federal.
1. Que las decisiones se toman de forma MAYORITARIA pero con respeto a la minoría.
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2. La existencia de un derecho Electoral CONFIABLE. Si no se tiene un derecho electoral
confiable, todo lo que hemos hablado aquí se viene abajo. Si un Tribunal Electoral, tiene
funciones eminentemente administrativas y si la parte jurisdiccional todavía no se ha
desarrollado, y existen resistencias para que se desarrolle, no tenemos un tribunal real; ; en el
caso salvadoreño, las deficiencias que podemos marcar para nuestro sistema judicial
especialmente, cuando no hay independencia judicial, lo cual es todavía más grave si ocurre en
la sala de lo Constitucional, si no hay independencia real; esto mismo es aplicable al Tribunal
Supremo Electoral.
3.La Corte ha considerado, sigo refiriéndome a la Corte Constitucional Federal, que el derecho de
los ciudadanos a elegir, es decir no como un regalo, no como una gracia, el Estado tiene que
hacer el reconocimiento del derecho para constituir OPOSICIÓN.
Señala, además, dos cosas que van a la par y no pueden manejarse de forma separada, y es el
principio de legalidad y seguridad jurídica, no puede haber seguridad jurídica, con violaciones al
principio de legalidad. Todas las inseguridades jurídicas de un estado vienen por violaciones al
principio de legalidad, léase también principio de legalidad como principio de constitucionalidad
por jurisprudencia de nuestra Sala de lo Constitucional.
Nuestra Sala, ha determinado que cuando hablamos de ley o principio de legalidad de las
consideraciones de la que la constitución es ley de la república y especialmente es la ley
fundamental de la República.
Estas serían pues las características del Estado de Derecho, cual después de la evolución que ha
tenido el Estado de Derecho; pero como esto todavía no se ha explicado plenamente,, quizás
habría que ver más adelante si hay oportunidad de porque ya se llego el tiempo; queda mucho por
decir, que es importante para el tema, ejemplos: iniciativas de reformas constitucionales que
pudieran darse, discutirse y debatirse para que el Estado de El Salvador se ponga a la par de los
Estados de Derecho de la época actual.
Bibliografía:
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ARTÍCULOS
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EL PAPEL DE LA ONU EN EL PROCESO DE PAZ DE EL SALVADOR Y
LAS REFORMAS CONSTITUCIONALES.
Por Dr. José Luis Lovo Castelar
INTRODUCCIÓN
El papel de la ONU en el proceso de paz de El Salvador fue decisivo. Durante el transcurso del
conflicto bélico de 12 años la ONU tuvo oportunidad de conocer detalladamente el conflicto que
se producía en El Salvador sobre el cual se pronunciaba en resoluciones adoptadas en la
Asamblea General de las Naciones Unidas y en el período de sesiones anual de la Comisión de
Derechos Humanos, en Ginebra.
Anualmente se presentaron informes por el Relator Especial designado, profesor José Antonio
Pastor Ridruejo, que buscaba formular recomendaciones a partir de análisis equilibrados que
pudieran trascender a la sangrienta realidad.
Las Naciones Unidas conocieron de las propuestas de solución del Presidente José Napoleón
Duarte y del Presidente Alfredo Cristiani.
Bajo la hábil batuta de los expertos de la ONU, principalmente de Álvaro de Soto, jurista
peruano, las Naciones Unidas coadyuvó a la adopción de acuerdos sucesivos en un complejo
proceso que en ocasiones se veía afectado por el recrudecimiento de la guerra.
Finalmente, las Partes se avinieron y se firmaron los Acuerdos de Paz un 16 de enero de 1992.
La ONU se asienta en El Salvador e interviene directamente en su política por medio una misión
de observadores ONUSAL el 26 de julio de 1991, con un personal internacional compuesto por
Coordinadores, Supervisores, Educadores, Oficiales de Asuntos Jurídicos y Políticos, Oficiales
de Policía, Oficiales de enlace militar y personal de apoyo y asesores. Se hace cargo del proceso
de paz y supervisa la aplicación de los acuerdos en materia de derechos humanos.
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El papel de Naciones Unidas configuró una suerte de intervención en los asuntos políticos del
Estado salvadoreño, afectado en una situación anárquica y de guerra incontrolable, en crisis de
soberanía.
Las Naciones Unidas vinieron al rescate del Estado salvadoreño por voluntad de las Partes en el
conflicto del Estado mismo que la requirió y tuvo éxito en su misión.
Con posterioridad a la guerra con Honduras, cerradas las fronteras y bajo el espectro del
problema demográfico, surgen abiertamente en 1970 los primeros movimientos guerrilleros, bajo
la inspiración del Che Guevara.
El Gobierno formuló a la OEA una invitación para investigar en el país, la que facilitó
comprobar denuncias sobre prisioneros en cuerpos de seguridad, y se preparó un informe para la
Asamblea General, donde pide una virtual condena al Gobierno, que se conocería en, Asamblea,
a celebrarse en Bolivia, a fines de octubre de 1979.
El 15 de octubre de 1979 se produce un golpe de Estado que cambió el rumbo del país
La acción bélica se instaló, la guerrilla creció, la destrucción tomó cuerpo, la crisis llegó a
constituirse en un foco de conflicto internacional este-oeste.
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La guerrilla creó una Comisión político-diplomática y con el apoyo de Organismos afines
montaron oficinas en el exterior, asistieron a conferencias, visitaron Gobiernos, en fin,
desplegaron su campaña.
Francia y México suscribieron una Declaración recomendando una solución política negociada,
calificando a los insurrectos como fuerza política representativa.
El Gobierno con la imagen de gran violador de los derechos humanos, con grandes dificultades
enfrentaba los embates diplomáticos impulsados en los diferentes foros por Cuba, Nicaragua,
Argelia, Suecia, Francia, México, etc. que patrocinaban resoluciones de reproche al Gobierno
salvadoreño.
Los delegados nacionales rechazaban las diatribas y contraatacaban a los países acusadores. El
esfuerzo era explicativo, se buscaba la comprensión de los orígenes del conflicto en su gran
complejidad. Se dio la batalla.
El enfrentamiento entre los diplomáticos del Gobierno y los personeros de la guerrilla (FMLN-
FDR) era doloroso. Amigos frente amigos, conocidos todos.
Había interés de las grandes potencias, de las medianas potencias, de los países en desarrollo,
todos querían opinar. El tema de los derechos humanos había abierto las puertas de la
competencia internacional y ésta encontró una suerte de caja de Pandora.
Las relaciones de El Salvador con la comunidad internacional, tanto en el ámbito bilateral como
multilateral se desarrollaban en torno de la crisis. El Salvador ocupó su puesto en el banquillo de
los acusados.
El triste destino del país ocupaba espacios cotidianos en las páginas de la prensa internacional.
Pasados nueve años de guerra parecía que la paz no llegaría, los intentos de diálogo del
Presidente Duarte fracasaron. Los llamados a la negociación de sectores nacionales y países
amigos no encontraban espacio, se apostaba a la victoria militar.
Ronald Reagan estaba empecinado con la victoria militar. La llegada de George Bush a la
Presidencia de Estados Unidos, en enero de 1989, importó cambios en la política norteamericana.
Encontró que la Unión Soviética estaba a punto de derrumbarse después de la caída del Muro de
Berlín. Escuchó la opinión pública estadounidense que criticaba la política en Centroamérica. Se
cambió finalmente por una política de negociación tanto en el caso de Nicaragua como en el
salvadoreño.
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Con la victoria de ARENA, Alfredo Cristiani en la Presidencia, se emprendió el camino de las
negociaciones con la guerrilla. En septiembre de 1989 representantes gubernamentales y del
FMLN se reunieron en México, infructuosamente, pues el FMLN se negó a deponer las armas
para integrarse al proceso político, como exigía el Gobierno.
La guerra se intensificó, la ofensiva del 11 de noviembre de 1989 fue demoledora. La toma del
hotel donde estaba alojado el Secretario General de la OEA, Joao Baena Soarez y más de diez
asesores militares estadounidenses. Impactó en los medios internacionales.
Se incluyó una referencia al asesinato del Arzobispo Romero que calificó de vil y pidió al
Gobierno que garantizara la seguridad de Monseñor Rivera y Damas. En la misma Resolución se
pidió a la Comisión de Derechos Humanos que incluyera el tema de El Salvador en su agenda y
le pidió que investigara el caso.
La delegación de Cancillería adversó, negándole toda validez, puesto que no tenía base jurídica
para pronunciarse sobre la situación de un país antes de que se rindiera el informe respectivo por
parte de la Comisión.
Dentro de la delegación del FDR que se movía en el seno de la ONU bajo el manto de ONG’s, se
encontraba Héctor Oquelí, quien apenas un año atrás después del 15 de octubre de 1979 había
sido el Subsecretario de Relaciones Exteriores, durante el ejercicio como Canciller del Ingeniero
Héctor Dada.
Dentro del público asistente a los debates, acompañando a los delegados de los grupos insurrectos
tomó asiento el Coronel Arnoldo Majano, que meses atrás, apenas, era miembro de la Junta
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Revolucionaria de Gobierno. Nos enfrentábamos en vivo y a todo color a nuestros antiguos jefes.
El doctor Mauricio Rosales, Embajador de El Salvador con el apoyo de José Luis Lovo Castelar,
Director General de Política Exterior, y en compañía de Salvador Navarrete Azurdia cubrieron
esa primera batalla, en los precisos momentos en que trascendía en los pasillos de la ONU la
muerte de los dirigentes del FDR capturados en el Externado San José.
En corrillos, entre otros, actuaba Marianela García Villas, salvadoreña, y el Padre Moreno,
mexicano, quienes mostraban a los delegados un álbum con fotos de cadáveres torturados y
cabezas cortadas, clavadas en postes de cercos.
El Gobierno de El Salvador tomó conciencia del problema de los derechos humanos y pidió
apoyo al centro de derechos humanos, quien brindó asesoría para la creación en El Salvador de
una comisión gubernamental sobre el tema para 1984. La Misión en Ginebra logró dar respuestas
sobre unos casos de supuestos desaparecidos, quedando pendiente un número semejante de unos
5,000 de denuncias no absueltas. El grupo de trabajo sobre desapariciones forzadas o
involuntarias agradeció el apoyo brindado por la delegación salvadoreña en contraste con el
cierre de otros países, digamos Argentina y Chile.
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En El Salvador, durante el Gobierno del Doctor Álvaro Magaña, se dieron los primeros pasos
políticos con los insurrectos, habiéndose creado una comisión de paz que se reunió en Colombia
infructuosamente con representantes de los grupos alzados en armas.
La Comisión de Derechos Humanos Gubernamental realizó una labor positiva. Se promulgó una
ley de amnistía, se emitió una guía de procedimientos de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de
Seguridad.
El Comité Internacional de la Cruz Roja, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Refugiados y el Comité Internacional para las Migraciones, que se ocupan del derecho
internacional humanitario, se enfrascaron en sus respectivos ámbitos en llevar auxilio a El
Salvador.
El profesor Pastor Ridruejo procuró niveles de objetividad, sin embargo, recibía críticas de una y
otra parte según el tenor de sus informes.
El último informe del Profesor Pastor fue presentado a la Comisión de Derechos Humanos en su
sesión de febrero-marzo de 1992, en el mismo expresó que en 1991 habían disminuido las
violaciones a los derechos humanos; recomendó al Gobierno y fuerzas políticas la adopción de
nuevas medidas para erradicar los atentados contra la vida, la integridad y dignidad de las
personas, recomendó medidas de impulso a la reforma judicial y la persistencia de la reforma
agraria, formuló llamados para llevar adelante una solución política negociada.
En el devenir de ese debate en los Órganos de Naciones Unidas, la Organización fue conociendo
y compenetrándose en toda la situación política del país y las resoluciones incluían referencias a
ésta, más allá de lo que eran los temas propios de los derechos humanos, lo que el Gobierno
estimaba como una forma de intervencionismo en sus asuntos internos.
Los días 16, 17 y 18 de octubre de 1989 se celebro la segunda reunión en San José, Costa Rica,
en presencia de representantes de la iglesia católica, de la OEA y de las Naciones Unidas. El
documento adoptado se llamó “Acuerdo de San José” en el que se estableció “la necesidad de
lograr acuerdos sobre las condiciones que permitan que, en una primera etapa, se pueda concertar
un cese del enfrentamiento militar y todo acto que irrespete los derechos de la población civil, y
que conduzca a concertar el cese de las hostilidades dentro de un calendario acordado”. Se fijo
como nueva fecha de reunión los días 20 y 21 de noviembre en Caracas.
Sin embargo, el 11 de noviembre se produjo la ofensiva mayor del conflicto por parte del FMLN
como consecuencia de la cual no se realizó la reunión prevista, a la que no asistió el FMLN.
El Gobierno de El Salvador solicitó al Secretario General de las Naciones Unidas interponer sus
buenos oficios para realizar la negociación con el FMLN, comprometiéndose a una cooperación
absoluta y, ante ello el FMLN aceptó la intervención de la ONU.
Los buenos oficios del Secretario General, amparados en la resolución 637 (1989) del Consejo de
Seguridad, del 27 de julio de 1989, pudieron emprenderse.
El 4 de abril de 1990 se adoptó el acuerdo de Ginebra, bajo los auspicios de la Secretaría General,
incluyendo siete puntos que contienen una declaración de principios y el procedimiento para
desarrollar el proceso hacia la paz.
A inicios de junio de 1990 el Gobierno invitó a los Partidos Políticos a conformar una Comisión
Interpatidaria, comprometiéndose a hacer suyos los acuerdos adoptados por consenso en dicha
comisión. La interpatidaria convino en reformar el Código Electoral, ampliándose el número de
diputados a la Asamblea Legislativa, de 60 a 84.
Del 18 al 26 de junio de 1990 se efectuó una reunión Oaxtepec, México, en la que se discutió el
tema de la reestructuración de la Fuerza Armada.
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El 26 de julio de 1990 se suscribió en San José el Acuerdo sobre Respeto y Garantía de los
Derechos Humanos, de aplicabilidad inmediata, así como los términos dentro de los cuales se
desempeñaría la Misión de Verificación de las Naciones Unidas, que tendría sede en El Salvador
bajo la responsabilidad de un Director designado por el Secretario General de la ONU.
En octubre de 1990 el Presidente de la República visitó la sede la ONU donde formuló otro
ofrecimiento de paz.
Siempre en octubre de 1990 las Partes de comprometieron con el Secretario General a potenciar
el proceso a través de un mecanismo de consultas pendulares y reuniones privadas, las que
tuvieron lugar en diciembre de 1990 y enero y febrero de 1991.
Así las cosas, se observó la necesidad de realizar máximos esfuerzos para alcanzar acuerdos
sobre reforma constitucional antes de que terminara el período de la Asamblea Legislativa, que
concluiría el 30 de abril de 1991.
Fue así como se lograron acuerdos de presentar reformas constitucionales antes del 30 de abril y
acuerdos sobre Fuerza Armada y cese del enfrentamiento.
El 27 de abril de 1991 se firmaron los “Acuerdos de México” que además de las reformas
constitucionales determinaron la creación de la Comisión de la Verdad, integrada por tres
personas, designadas por el Secretario General de las Naciones Unidas, para investigar hechos de
violencia ocurridos desde 1980.
Las reformas constitucionales cubrían los campos de los derechos humanos, sistema electoral,
sistema judicial y fuerza armada; y fueron presentadas antes del 30 de abril, lográndose su
aprobación por la Asamblea Legislativa.
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Coordinadores, Supervisores y funcionarios, 64 Oficiales de Policía, 15 Oficiales de enlace
militar.
Desde Nueva York se conoció que para el funcionamiento en los primeros doce meses de
ONUSAL se había aprobado un presupuesto de 200 millones de dólares.
El Embajador Rizza manifestó que ONUSAL era única, que no existía antecedente en este
aspecto porque ONUSAL se desplazaría hasta los centros gubernamentales públicos, militares y
del FMLN.
El 28 de agosto de 1991 el Secretario General, doctor Javier Pérez de Cuellar invitó, al Presidente
de la República y al FMLN para reunirse con él, en forma separada, en Nueva York, a mediados
de septiembre.
El 31 de enero de 1992 la Fuerza Armada rindió “Parte a la Nación” expresando que le ha dado
cumplimiento a la misión de defender la institucionalidad de la República y que la guerra en El
Salvador había terminado.”
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los derechos humanos que se hubiera llevado a cabo en un país miembro de las Naciones
Unidas”.
La ONUSAL valoró el esfuerzo como la opción más trascendente en la historia del país para
construir un Estado de derecho y en la perspectiva internacional lo calificó como “un proceso
inédito, que configura la más grande operación de promoción y protección de los derechos
humanos, que haya emprendido Gobierno alguno bajo el respaldo de la Comunidad
Internacional”.
Si bien, afirmó la situación prevaleciente que en los aspectos negativos; pero, concluyó que “la
situación de los derechos civiles y políticos, si bien tienen un mejor escenario, presenta
características que, de no superarse al más corto plazo, pueden reproducir cuadros de graves
violaciones a los derechos humanos. Para evitar ese desenlace hay una fórmula conocida, cumplir
cabalmente los acuerdos de paz”.
Volviendo al tema de las reformas constitucionales, que constituyen un pacto social de la nueva
institucionalidad del Estado, observamos que el texto del Acuerdo No. 1 referido a las
disposiciones constitucionales sobre la Fuerza Armada, Órgano Judicial, Sistema Electoral y
Derechos Humanos, del 29 de abril de 1991, son de extraordinaria importancia, deseando
destacar entre ellos las concernientes a la Fuerza Armada, Art. 211, 212, 213, 216 y 217Cn.
Estas reformas guardan consonancias con el capítulo de la Fuerza Armada de los Acuerdos de
Paz.
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Las reformas constitucionales de 1991 definen con claridad el sometimiento de la Fuerza Armada
al poder civil y restringen el ámbito de su mandato a la misión de defender la soberanía del
Estado y la integridad de territorio.
En los Acuerdos de Paz se fijó que la Fuerza Armada se enmarcará dentro de los principios que
emanan del estado de derecho y en el respeto primario a la dignidad de la paz interna.
El Art. 213 Cn que remite a la ley secundaria, la estructura, régimen jurídico, doctrina,
composición y funcionamiento a la ley y reglamentos correspondientes, los cuales fueron
emitidos.
Se establece en los Acuerdos de Paz que la formación profesional del militar pondrá énfasis en
los valores democráticos en el respeto a los derechos humanos y en la subordinación a las
autoridades constitucionales.
Se acordó un proceso de depuración de la Fuerza Armada, con base en la evaluación de todos sus
miembros, por una Comisión Ad Hoc que se integró por tres personalidades nacionales de
intachable trayectoria, los doctores Reynaldo Galindo Pohl y Abraham Rodríguez y el señor
Eduardo Molina Olivares, seleccionados en un proceso de consultas efectuado por el Secretario
General de la ONU.
La Comisión Ad Hoc efectuó su evaluación y dio de baja a más de 100 miembros de la Fuerza
Armada.
También establece que ningún miembro de esa policía podrá infligir actos de tortura y otros tratos
o penas crueles, inhumanos o degradantes.
La Fuerza Armada asumió con disciplina su nuevo rol y ha acatado a partir de los Acuerdos de
Paz los términos de su mandato de manera encomiable. El trabajo del Consejo Académico ha
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dado frutos en la preparación del nuevo oficial imbuido de una vocación democrática y de respeto
al derecho. El autoritarismo militar quedó relegado en el pasado, en el archivo de los recuerdos.
El Acuerdo de Chapultepec perseguía dos objetivos primarios para la finalización del conflicto,
desarmar al FMLN y convertirlo en una fuerza social y política dentro de un entorno político
nuevo en el marco de la Ley, y reestructurar y rediseñar a la Fuerza Armada para adaptarla a los
nuevos tiempos.
De conformidad a las reformas aprobadas en 1991, la Fuerza Armada, por su parte, renunció al
papel político y judicial que ejercía desde 1931 y aceptó el derecho de existencia de la izquierda
política.
Por su parte, la derecha política hubo de aceptar el ingreso al escenario de una izquierda
combativa con la que no había comulgado nunca.
Todo ello se logró. El FMLN recibió aprobación legislativa como Partido político legal,
asegurando así la posibilidad del retorno y la incorporación de sus miembros a la vida civil y
libertad para actuar en el ámbito político.
Para preparar los cuadros se estableció la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP) bajo
control civil, con programas adecuados al sentido apolítico de la nueva profesión, el respeto a los
derechos humanos y el uso controlado de la fuerza. A fines de 1994 quedó disuelta la Policía
Nacional.
Como dijo Escobar Galindo “históricamente, el sujeto sumergido, la sociedad civil, ha tenido su
primera gran victoria, de la cual aún no se da cuenta exacta. De ahí nace el proceso y también la
esperanza en el futuro”.
Se ha callado el rugido de las armas, el ejército se mantiene en sus cuarteles, sin embargo, una
nueva delincuencia ha surgido y ha provocado políticas de mano dura.
La introducción del Secretario General, señor Boutros Gali, presentó una exposición de la
multifacética labor de la ONU en las esferas de la mediación, la vigilancia de los derechos
humanos, el mantenimiento de la paz y la observación de las elecciones.
En la sinopsis se afirma que las Naciones Unidas desempeñaron una función decisiva y catalítica
en esa metamorfosis. Ello es así por cuanto los mediadores de las Naciones Unidas facilitaron la
negociación de los Acuerdos de Paz.
Durante la ejecución la labor de vigilancia certificó un pleno cumplimiento del cese del fuego, el
fin de las hostilidades en una forma total. Cooperó en las reformas legales, democráticas,
sociales e institucionales. Apoyó el rol novedoso de la Procuraduría para la Defensa de los
Derechos Humanos, incorporada en la Constitución como una institución fundamental.
Con posterioridad, el modelo de la ONUSAL se ha reiterado en otros Estados con buen suceso.
Podemos resumir que la experiencia de la ONUSAL es notable por cuanto combina elementos de
establecimiento de la paz, mantenimiento de la paz, y consolidación de la paz, después de un
conflicto, con un énfasis especial en las cuestiones relativas a los derechos humanos.
1. El fuerte papel de la ONU en El Salvador se justifica por haber sido requerido por las
Partes en el conflicto y por efectuarse como operación de mantenimiento de la paz, en
el marco de las atribuciones del Consejo de Seguridad.
3. Las Naciones Unidas valoraron con encomio los resultados obtenidos en El Salvador y
sus propios esfuerzos con relación a la aplicación esmerada que se procuró dar a los
Acuerdos de Paz bajo su supervisión, lo que quedó reflejado en sus informes que
evidenciaban una nueva imagen en el país, emergiendo de la crisis, en vías de
recuperación.
5. Las raíces del conflicto se encuentran, entre otras, en las condiciones de extrema
pobreza de grandes sectores de la población, ante lo cual ha quedado planteada la
necesidad de una política económica y social que logre la mejoría de nivel de vida,
como aspecto no concluido de los Acuerdos de Paz.
6. Como manifestó el doctor Edgar H. Varela en su obra “El Salvador en las Naciones
Unidas y las Naciones Unidas en El Salvador, de 11 de mayo de 1995 (página 148)”,
un aspecto importante conocido por todos es que la consolidación de la paz, la
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participación democrática y el desarrollo pasan necesariamente por un proceso de
desarrollo económico, político y social integrado. El proceso de paz depende de ese
crecimiento económico con rostro humano, del aumento de la productividad, de la
creación de empleo permanente, de la protección de los recursos naturales, de la
participación ciudadana, de la salud, la educación y del mejoramiento del nivel y
calidad de vida de la población, pero fundamentalmente de la erradicación de la
pobreza. En suma, enmarcarse en una nueva visión del desarrollo denominado
“Desarrollo Humano Sostenible”.
RECOMENDACIONES
3. Se debe implementar una política de desarrollo social para erradicar la pobreza como
medio de lograr estabilidad y paz y de hacer patente el respeto a la dignidad y
derechos del salvadoreño.
4. Las Naciones Unidas constituyen una entidad que debe contar con todo el respaldo
posible de El Salvador, en el cumplimiento de sus tareas y en el marco de su Carta
Constitutiva, vale decir, que El Salvador debe aferrarse al cumplimiento del derecho
internacional como norma y guía de su política exterior, con énfasis en el campo de la
organización mundial.
5. Es necesario reforzar los equipos diplomáticos que atienden las Naciones Unidas en
sus diferentes sedes, cubriendo las diferentes comisiones de la Asamblea General a fin
de disponer de personal capacitado y calificado que proyecte a El Salvador en esos
ámbitos como una Nación de hombres cultos, de diplomáticos firmes, honestos y
valientes.
6. El Salvador no debe permitir que la corta memoria histórica olvide las razones del
conflicto y la forma de su desenlace, a fin de que la experiencia vivida por nosotros
alimente la conducta de las futuras generaciones.
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COMENTARIOS A LA LEY CONTRA EL CRIMEN ORGANIZADO Y
DELITOS DE REALIZACION COMPLEJA
Por Dr. Pablo Mauricio Alvergue
INTRODUCCIÓN
Las encuestas de opinión ciudadana mantienen de manera reiterada la inseguridad como el mayor
problema del país y la delincuencia como la causa principal de dicha inseguridad.
El malestar generado en la población y los incontables daños de toda índole en la vida, integridad
personal, propiedad, etc., de los salvadoreños, son de tal naturaleza, que los poderes públicos no
pueden permanecer ajenos a dichos problemas y se ven en consecuencia, obligados a actuar,
recurriendo a la revisión y reforma de la legislación respectiva, tratando de mejorar la capacidad
de investigación de la Policía Nacional Civil, ampliando y capacitando al personal de la Fiscalía
General de la República y a los Jueces y Magistrados de los distintos Tribunales del ramo penal,
así como ampliando los centros penitenciarios para alojar a una creciente población de reclusos.
La política denominada de “Mano Dura” ha sido uno de los compromisos electorales del actual
Presidente de la República y en la práctica ha dedicado grandes esfuerzos al combate de la
delincuencia como puede apreciarse en la creación de un Ministerio de Seguridad, el
nombramiento de una Comisión de Seguridad y Paz Social, el nombramiento de un nuevo Fiscal
y un Director de la Policía Nacional Civil, la construcción de nuevos centros de reclusión y las
reformas a la legislación penal; tanto sustantiva como procesal, de los que el más reciente
ejemplo lo constituyen: “La Ley Contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización
Compleja” y “Decreto de Creación de los Juzgados y Tribunales Especializados”, para conocer
de los delitos a que se refiere dicha ley.
La emisión de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Creación Compleja, así como de
los Juzgados y Tribunales especializados, demanda un serio análisis, tanto en el aspecto jurídico
como en sus posibilidades de eficacia respecto al problema para cuya solución se supone de
mayor efectividad, ya que su falta de éxito, sería de graves consecuencias en el ámbito político, y
en particular para los organismos responsables de la administración de Justicia.
ANALISIS DE LA LEY
La lectura de los Considerandos de la Ley, particularmente el segundo, permite formarse una idea
más o menos clara de los motivos y propósitos que la motivan.
Estas son:
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• Que los delitos más graves, que se cometen en la actualidad, tanto en el país como en
ámbito internacional revisten la característica de crimen organizado y son de realización
compleja;
• Que es necesario regular un procedimiento especial, que sancione con mayor celeridad y
eficacia, la comisión de tales delitos.
• Que para tal fin, se deben establecer Juzgados y tribunales exclusivos para tales delitos;
• Que a los jueces e integrantes de dichos Tribunales se les deben brindar garantías y
seguridad para minimizar la posibilidad de algún tipo de presión que ejerzan las
estructuras del crimen organizado.
Pasando al articulado de la Ley, en el Art. 1º Inc. 2º, se define como “Crimen Organizado”:
“Aquella forma de delincuencia que se caracteriza por provenir de un grupo estructurado de dos o
más personas, que existan durante cierto tiempo y que actué concertadamente con el propósito de
cometer uno o mas delitos”.
En cuanto a los Delitos de Realización Compleja, en Inc. 3º del Art. 1º, prescribe que, tales
delitos son:
• Homicidio Simple o Agravado;
• Secuestro;
• Extorsión.
Sin embargo, dichos delitos no han sido considerados en la forma pura y simple, en que se regula
en el Código Penal, sino que establece como “Condiciones Previas”, para que sean de realización
compleja:
• Que hayan sido realizados por dos o más personas;
• Que la acción recaiga sobre dos o más víctimas;
• Que su perpetración provoque alarma o conmoción social.
Respecto a las circunstancias contempladas en el Literal “A”, hay una identidad con la
característica del crimen organizado.
En cuanto a la tercera condición, referente a que la perpetración del delito provoque alarma o
conmoción social, la primera interrogante que surge es ¿Si se refiere a sí el delito se cometa en
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circunstancias tales que se realice en presencia de una gran cantidad de personas, con ocasión de
algún evento en que se haya producido una grande concurrencia? ó ¿Qué la condición de la
víctima sea de tal naturaleza que el sólo hecho de haber sufrido un atentado produzca esa
conmoción o alarma?.
• La otra posibilidad, seria la que el determinar alarma o conmoción social, queda sujeto al
criterio judicial, aplicando las reglas de la sana critica; las que en este caso, estarían
expuestas a esa especie de Subjetivismo denominada “Discrecionalidad”.
Otro aspecto que llama la atención, es el de que nada se dice respecto a las penas aplicables a los
delitos contemplados en la ley, pues como ya se dijo, no hay referencia al Código Penal; excepto
la derogatoria del Art. 22 – A, en el cual se regulaban los delitos mencionados.
El Art. 20 de la Ley, establece que deben de aplicarse supletoriamente, las disposiciones del
Código Procesal Penal y otras leyes penales especiales, en lo que no se oponga a la presente ley.
Interpretado a contrario sensu, este Artículo esta diciendo que el Código Penal no es ley especial,
en consecuencia, no tendrá ni siquiera aplicación supletoria; lo que crea una situación de
incertidumbre que en nada favorecerá una aplicación fluida de la ley.
En efecto según el Art. 6 del Código Penal, el cual regula el denominado “Principio de
Aplicación General del Código Penal”. Los principios fundamentales del presente capitulo serán
aplicables siempre y el inciso segundo de dicha disposición establece que “Las normas Generales
de este Código serán aplicables a los hechos punibles previstos en leyes especiales, salvo que
estas constituyan disposiciones diferentes”.
No obstante que a primera vista pareciera no existir dificultad en lo dispuesto en el Artículo antes
transcrito en relación al hecho que el Código Penal debe ser la norma básica y subsidiaria de
todas las que tengan carácter penal, pues de otra manera, cada ley especial tendría que repetir o
establecer nuevas reglas en su aplicación, el inciso segundo genera serias dudas en cuanto al
significado de la expresión “disposiciones diferentes”. Sobre todo en el aspecto procesal lo que
aplicaría de manera impractica dicha aplicación. De ahí como se expresa en el Código Penal
Comentado por los penalistas españoles Francisco Moreno Carrasco y Luis Rauda García “La
realidad de que el Derecho Penal del Estado, no se encuentra comprendida en una sola norma
provoca que las denominadas leyes especiales – aquellas que contienen normas de derecho penal
fuera del Código Penal – por su mayor simplicidad estructural no reproduzcan las normas
generales de aplicación, sino que se limiten a desarrollar conductas delictivas concretas. Ello hace
que en la mayoría de los casos, deba acudirse a este Código para encontrar esa normativa sin
perjuicio de que particulares especificas de las conductas descritas en esas leyes especiales hagan
que las normas puedan estar dotadas de normas propias e independientes de los contenidos del
Código Penal”.
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En la Legislación Penal Salvadoreña existe un conjunto de leyes especiales que regulan acciones
delictivas no contempladas en el Código Penal, las que han respondido a nuevas formas
delincuenciales como es la Ley de Lavado de Dinero y otras similares, pero en el caso particular
de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja, los delitos de que se
trata formaban parte del Código Penal y han sido separados, dotándolos de características
especiales, lo que significaría una modificación o reforma de los mismos. Al no existir ninguna
alusión a su regulación en el Código Penal, surge una serie de interrogantes respecto a su
tratamiento, siendo la primera ¿Existen dos tipos de delitos de Crimen Organizado: Extorsión y
Secuestro; uno regulado por el Código Penal y otro por la Ley Especial?
¿Al no establecerse penas diferentes en las leyes especiales, es obvio que las penas aplicables,
serán las establecidas en el Código Penal. Es válida la aplicación de dichas penas a delitos que
han desaparecido de dicho cuerpo legal?
En la dilucidación de estas ambigüedades, hay que tener presente, además, que si bien en la ley
especial no hay ninguna derogatoria expresa de las disposiciones pertinentes del código Penal, la
ley especial prevalece sobre la general, y en consecuencia, las disposiciones de la ley general que
resultan incompatibles con las de la ley general son objeto de derogatoria tácita. Esta
circunstancia agrega un elemento más a la potencial confusión a que la aplicación de la ley podría
dar lugar, lo que fácilmente se habría evitado con una disposición declaratoria respecto de la
relación entre el Código Penal como Ley Básica y Ley Especial.
(Resulta difícil de entender, el por que no se haya incluido entre los delitos considerados del
Crimen Organizado, los que tienen relación con el narcotráfico, el cual reúne las dos condiciones
señaladas por la ley, pues además de ser organizado es de Realización Compleja; y no sólo es
organizado, para realizar unos cuantos hechos sino por su misma naturaleza, ya que para operar
necesita organizar complejas redes, sus actividades son de carácter permanente, recurren a la
corrupción de las autoridades encargadas de combatir dicho tráfico, establece el control sobre
centros de reclusión penal, y además genera violencia en gran escala, entre las pandillas
dedicadas a la distribución y transporte de la droga, llegando a convertirse en la principal causa
de homicidios como ha ocurrido y ocurre en conocidos países de Latinoamérica y Centro
América). Probablemente, esta omisión, obedezca a que tal figura delictiva esta regulada en una
ley especial en la que la figura principal está constituida por la droga.
Un último aspecto que merece ser tratado, es el que se refiere a la condición de los Juzgados y
tribunales de Excepción. Si bien tales tribunales no fueron contemplados en nuestra constitución,
si lo han sido en otras constituciones más modernas que la nuestra, como es el caso de la
Constitución Alemana cuyo Art. 101 Inc. 1º, prohíbe los tribunales de excepción y establece que
nadie podrá ser sustraído a su juez natural. La definición que da, encaja plenamente cuando
expresa “Constituye un tribunal de excepción aquella instancia al margen de la jurisdicción legal
especialmente creada a los efectos de entender en determinados casos concretos”. El principio del
juez natural significa, que la competencia de un tribunal y su integración deben ser determinadas
con la mayor exactitud posible a través de normas legales y reglamentos internos antes de que se
entienda en una causa concreta.
En el presente caso, como se dijo anteriormente, en la legislación penal vigente, tanto de carácter
sustantivo como procesal, los delitos estaban tipificados y penados y su juzgamiento correspondía
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a los Juzgados y Tribunales Comunes, equivalentes a los jueces naturales, a los que se refiere el
párrafo antes editado.
Si bien es cierto, que en nuestro texto constitucional no existe una prohibición expresa respecto al
establecimiento de tribunales especializados, si se puede colegir del espíritu de la misma, que el
constituyente al expresar en el Art. 190 de manera terminante “Se prohíbe el fuero atractivo”, no
era partidario de la existencia de jurisdicciones especiales, que por definición son contrarias al
principio de igualdad ante la ley.
De igual manera y como se ha dicho ya, existen diversas leyes especiales de carácter penal a que
el mismo Código Penal hace referencia de manera general en el Artículo 6 antes citado.
La diferencia entre dichas leyes y la del Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja,
estriba en que para esta clase de delitos, si se han creado juzgados y tribunales especiales lo que
equivale al establecimiento de una jurisdicción especial o privativa.
El resto del articulado de la ley se refiere, a aspectos de carácter procesal que buscan el
establecimiento de formas más expeditas para la tramitación de los respectivos procesos y
faciliten la aportación de prueba por parte de la Fiscalía, a fin de lograr el propósito declarado en
lo que se refiere a celeridad y eficacia en la sanción de los delitos comprendidos en la misma. El
complemento que se ha considerado imprescindible para ese fin, es el nombramiento de Jueces y
Tribunales Especiales. Sobre este particular, es oportuno señalar que la celeridad y eficacia no
dependen solamente de contar con una con trámites más breves y jueces especiales, si no, de
otras circunstancias como son el número de juicios que se tienen que atender, ya que estos son la
causa principal de la llamada mora judicial y es razonable esperar que mientras no se sature la
capacidad de los tribunales y juzgados para cumplir con los términos establecidos en el
procedimiento se cumplan las expectativas de quienes formularon el proyecto y los legisladores
que lo apoyaron. Pero no debe olvidarse que en los procesos judiciales, su duración no depende
solamente de la diligencia que pongan los jueces, también los fiscales y los defensores tienen la
posibilidad de retardar el desarrollo de dichos procesos, en consonancia con su propia
conveniencia respecto al desenlace del proceso y la misma ley prevé algunas circunstancias en
los cuales se podrían presentar situaciones dilatorias como es el caso de la indeterminación de
competencia y la interposición de recursos.
En todo caso, el éxito de la ley dependerá, de que la delincuencia no se siga incrementando y por
el contrario, se logre disminuir su magnitud y esto sólo será posible si a la intensificación de la
política represiva, se acompañe una política preventiva que vaya a la raíz del problema
delincuencial.
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CONCLUSION
Por el momento, se carece de suficientes elementos de juicio para pronunciarse sobre algo que
todavía no existe, sin embargo, en el evento organizado por el SICA, con diferentes expertos
invitados para tal fin, en entrevista realizada por la Prensa Gráfica, para la Sección de Enfoques,
del veinte de mayo del año en curso, el politólogo boliviano Doctor Eduardo Gamarra dijo
textualmente: “El cambio de reglas es lo peor que puede haber lo que se necesitan son reglas
estables”, expresó además, su creencia de que el énfasis represivo debe cambiarse: “Responder
con violencia a la violencia no ha dado resultados”.
Las declaraciones del Ministro de Seguridad, reflejan una actitud distinta a las expresadas por los
expertos convocados por el SICA, pues es evidente, que la nueva legislación anunciada por dicho
funcionario tiende hacia un mayor endurecimiento de la acción punitiva y al manifestar que el
nuevo Código tendrá como modelo la Ley contra el Crimen Organizado, está presuponiendo que
dicha ley ha resultado mucho más efectiva que los Códigos Penal y Procesal Penal vigentes
cuando no se ha resuelto todavía ni un solo caso en el cual se haya aplicado dicha ley.
Una última cuestión a la que es ineludible hacer alusión, es la que se refiere al supuesto
garantismo que de algún modo afecta negativamente la aplicación de la legislación penal común
y favorece legalmente la impunidad. Indudablemente, bajo dicho fenómeno se oculta el
problema antes señalado, que exige mayor efectividad en la investigación, y capacidad para la
aportación de prueba, circunstancias sin las cuales los jueces y tribunales no pueden pronunciar
sentencias condenatorias cualquiera que sea el sistema procesal que se adopte. El otro aspecto del
garantismo y el más importante, es el conjunto de garantías constitucionales establecidas a favor
de todos los habitantes del país y se concretan en el derecho al debido proceso y el respeto al los
derechos fundamentales de quienes en un momento dado se ven sometidos a un proceso penal.
Sobre esta materia, las leyes no pueden contrariar el espíritu ni la letra de la Constitución, pues
nuestro sistema está rodeado de un conjunto de medios defensivos que van desde el veto
presidencial hasta el recurso de amparo o juicio de inconstitucionalidad, que tienen capacidad de
inhibir los efectos de la ley, ya sea de manera temporal o definitiva y en tal sentido el progresivo
endurecimiento de la ley tiene limites infranqueables que no pueden ser olvidados a la hora de
legislar y menos al momento de administrar justicia.
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El verdadero problema, es más bien de tipo ideológico y consiste en que dentro del poder
judicial, existen entre los aplicadores de la ley secundaria posiciones antagónicas que parecen
irreconciliables, y que obligan a la conformación de un sistema paralelo; tales posiciones son
denominadas “El hipergarantismo”, que va más allá de la protección constitucional de los
infractores y se funda en una concepción teórica, según la cual las causas de la criminalidad son
de naturaleza social y entre ellas se pueden considerar determinantes la pobreza, la falta de
educación, el desempleo, la falta de oportunidades, la desintegración familiar y otras similares; de
suerte que según esa teoría, es la misma sociedad, la que induce a las personas que sufren los
efectos de tales causas, a delinquir. Según esta perspectiva, mientras no se resuelvan o eliminen
las dificultades de orden social que favorecen la delincuencia no se justifica la aplicación de
penas prolongadas de privación de libertad.
La otra tesis, parte de una visión opuesta. El sistema penal vigente es benigno en exceso y
favorece la impunidad, por eso se hace necesario volverlo más drástico, lo que implica
incrementar la duración de las penas, construir cárceles de máxima seguridad, facilitar las
investigaciones y medidas probatorias, abreviar los tramites y ser más eficaces en las condenas,
en tanto que la solución al problema se mira en el efecto disuasivo que un sistema de mayor
severidad ejerce en los potenciales delincuentes y que entre mayor sea el número de delincuentes
guardando prisión, menor será la tasa de delitos que por ahora es de tal magnitud, que supera las
estándares internacionales.
Respecto a la primera posición, en la revista Quehacer Judicial, publicada por la Corte Suprema
de Justicia encontramos un artículo titulado “Constitución y Política Criminal”, del Magistrado
de Cámara Primera de lo Penal de San Salvador, en el cual se formuló la siguiente interrogante:
A su juicio una política criminal debe tener límites absolutos tales como:
• Debe ser transparente.
• Debe haber verdaderos controles, en relación con las instituciones que aplican el poder
punitivo del Estado.
• Debe haber un control real del ejercicio del poder económico y político de los sectores de
poder.
Más adelante se afirma “También debe de atenderse a los problemas de carácter social o
económico”. Finalmente trascribe una cita de Mauricio Martínez Sánchez, según la cual por
prevención del delito debe entenderse “Una intervención oportuna del Estado sobre las
necesidades básicas de la población y como control del ejercicio del poder económico y político
de los sectores pudientes”. Es notorio que dicho artículo no refleja totalmente la posición primera
a que nos hemos referido, pero al incluir el control del ejercicio del poder económico y político
43
de los sectores del poder y la extensión a las necesidades básicas y reales y solucionar los
problemas de carácter social y económico y no establecer el control del ejercicio económico y
político en los sectores pudientes, como condición para una política criminal verdadera, esta
deslegitimando la legislación penal vigente, lo cual le crea una contradicción o conflicto de
conciencia en cuanto como Magistrado de la Cámara Primera de lo Penal de San Salvador, su
función es la de aplicar una normativa contraria a sus convicciones personales.
“Hoy en día, ante una nueva realidad cuya mayor amenaza son las pandillas y el crimen
organizado, es indispensable la formulación de una nueva política criminal, política penal y
dogmática penal acorde a las necesidades y realidades del momento, se necesitan medidas
urgentes y extraordinarias para estabilizar, frenar y reducir los índices de violencia. Son
indispensables las reformas constitucionales y secundarias para contar con mecanismos
extraordinarios como la pena capital y la cadena perpetua a delincuentes condenados por
Homicidio Agravado. A llegado el momento de retomar instituciones criminológicas clásicas,
como el Programa de Marburgo de Franz Von Litz, mediante la inocuización del delincuente no
rehabilitable”. Como si lo dicho no bastare, el autor del artículo continúa: “Es coherente también
adecuar la edad de la infracción penal desde los dieciséis años - aunque ello implique apartarnos
de compromisos internacionales de protección a la niñez. Así mismo es urgente la reforma
constitucional para contar con herramientas novedosas de investigación, como la intervención de
las comunicaciones”.
De los párrafos transcritos, es fácil inferir la doble perspectiva prevaleciente, pues ambos
articulistas administran justicia en el órgano judicial y si bien no es legitimo ni válido en un
análisis de carácter objetivo, negarles el derecho a expresar su pensamiento, las opiniones
vertidas constituyen un indicio o síntoma de la situación prevaleciente entre los administradores
de justicia, la cual no es posible resolver en forma directa, sin causar o agravar un conflicto, por
lo que se ha tenido que recurrir a la edificación de un sistema paralelo que si bien puede dar
algunos frutos, se corre el peligro de institucionalizar las diferencias. Esto significa aceptar la
contradicción, en las resoluciones judiciales lo que tendría consecuencias deplorables para la
administración de justicia en materia penal.
Sin embargo, las decisiones judiciales no pueden ser tomadas de manera unilateral, ya que la
primera obligación de un juzgador, es la de aplicar una ley que tiene vigencia plena y que le
obliga en razón y su cargo de su función y si bien es cierto, no debe de aplicarla mecánicamente,
tampoco puede rechazarla y sustituirla por teorías o doctrinas cuya validez es de naturaleza
polémica y carecen de fuerza vinculante mientras no hayan adquirido el status de normas
jurídicas. A este respecto, es oportuno traer en cuenta la opinión del insigne jurista italiano
Norberto Bebbio, quien al referirse al problema de las Lagunas del Derecho, dice: “Se entiende
por laguna también, no la ausencia de una solución cualquiera que esta sea, sino de una norma
justa, ó sea de aquella norma que se desearía que existiese y que no existe. A esta clase de
lagunas, llama Bobbio Lagunas Ideológicas “Es tan obvio –continua diciendo – que hay lagunas
ideológicas en todo sistema jurídico que ni siquiera vale la pena insistir en ello. Ningún
ordenamiento jurídico es perfecto al menor ningún ordenamiento jurídico positivo.” “Ahora bien
– continua – respecto al derecho positivo, es obvio que todo ordenamiento tiene lagunas
ideológicas y también lo es que las lagunas de las cuales deben preocuparse quienes están
llamados a aplicar el derecho no son las lagunas ideológicas, sino las reales.” 1
El autor citado concluye su argumentación sosteniendo que las lagunas ideológicas, derivan de
comparar el sistema jurídico real con un ideal. En un sistema en el que todo caso no regulado
entre la norma general exclusiva (como ocurriere generalmente en un Código Penal que no
admite extensión analógica, no puede haber lagunas impropias). La laguna impropia solo puede
ser superada mediante la expresión de nuevas normas. Las lagunas impropias solo pueden ser
completadas por el legislador, las propias por obra del intérprete.
La problemática y compleja situación reflejada, tanto en la ley como los puntos de vista tan
divergentes de los operadores de justicia citados, no permiten otra conclusión que el
planteamiento de algunas interrogantes: ¿Existe la posibilidad de diseñar una política criminal
coherente apoyada en un verdadero consenso? ¿Se están haciendo los esfuerzos apropiados para
lograr ese objetivo?
1
Bobbio, “Teoría General del Derecho”, Pág. 221.
45
46
LA DISFUNCION INSTITUCIONAL
Por Dr. René Fortín Magaña
En el mes de Mayo del año dos mil seis, las asociaciones PROTEJES, (Pro Transferencia y
Excelencia Judicial en El Salvador, FUDESCO (Fundación para el Desarrollo de las Ciencias
Sociales) y JDI (Foro de Jueces Democráticos Independientes), me solicitaron que pronunciara
unas palabras en ocasión del inicio de sus importantes actividades en el ámbito del Órgano
Judicial.
Estaba yo por salir de la Corte Suprema de Justicia en virtud de que el día treinta del mismo mes
se cumplía el periodo para el cual fui electo Magistrado del Supremo Tribunal.
Llevaba sobre mis espaldas un pesado fardo, a pesar de que mi responsabilidad directa en aquel
Tribunal estaba por concluir. El Órgano Judicial no mejoraba y se alejaba, cada día más, del alto
perfil que le señala la Constitución. Sentía que a pesar de los esfuerzos desplegados por algunos
magistrados, dejábamos el Órgano Judicial en inferiores condiciones de cómo lo habíamos
encontrado.
Bajo la alfombra del máximo Tribunal, muy parecido a un hoyo negro, se acumulaban cada día
más, nuevos y mayores problemas.
Todo evidenciaba que no se querían resolver. Se aplicaba la política del avestruz o, peor aún,
aquella inercia obedecía a una actitud predeterminada que desarticulaba los resortes vitales de la
administración de justicia y la hacia más vulnerable y más dócil ante las presiones de otros
Órganos, particularmente del Ejecutivo, y de los poderes fácticos que, en realidad, pesan más
que los constituidos.
Hay en este enfoque una falacia: se juzga al régimen democrático por lo que se ve, por lo que se
observa, por los datos que nos ofrece la inmediata experiencia nacional.
47
La división de poderes, muy precaria en nuestro país, es una conditio sine qua non para la
efectividad del Estado de Derecho.
En ese sentido, y desde un válido punto de vista utilitario, el escritor y columnista Richard W.
Rahn, afirma: “Como sostenía el economista del desarrollo Peter Bauer: Si en un país las
instituciones y las políticas son las correctas, puede obtener de fuentes privadas todo el dinero
necesario, pero si ni las instituciones ni las políticas son las correctas, ninguna ayuda externa va a
tener éxito”.
Sus conceptos pueden aplicarse a la realidad actual, y sus reflexiones son claramente pertinentes.
Ante lo que se considera una situación lindante con la anarquía, o ante las ideas de signo
contrarios a la democracia, sólo hay tres soluciones posibles: a) Que fluya libremente la corriente
de la historia. En otras palabras: no hacer nada (Laizzes faire, laizzes pasare); b) La dictadura
ilustrada, que representa un mal menor frente a la anarquía; o c) El perfeccionamiento de la
institucionalidad, el limpio ejercicio de la democracia y el enclarecido imperio del Derecho.
Huelga decir que la tercera opción tiene para el autor una prioridad incuestionable.
Vivimos días aciagos. Pareciera que después de los episodios más sangrientos de nuestra historia;
después de los promisorios Acuerdos de Paz rubricados en Chapultepec el 16 de enero de 1992;
después de sucesivas reformas a la Constitución tendientes a armonizar la legislación secundaria
con la Carta Magna, una voluntad más poderosa que todos aquellos esfuerzos se esmerara en
desmontar, una por una, las piezas que parecían conquistas definitivas para la instauración en
nuestro País del Estado Democrático Constitucional de Derecho.
Entre todas esas adversidades la más grave es la disfunción institucional, que no se inmuta en
mostrar su lado más siniestro. Gran parte de nuestros problemas, aún los más graves, tendrían por
lo menos un principio de solución, si los titulares de las instituciones imprimieran a éstas la
eficacia, la solvencia y el patriotismo que las circunstancias exigen. Pero eso no está sucediendo.
El único plan ostensible y atemorizante es el de una fuerza superior que, como un gigantesco
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guante de acero, las aprisiona y las pone a su servicio, estableciendo un sistema ominoso en el
que están involucrados casi todos los engranajes del Estado
Dentro de esas instituciones están las encargadas de hacer efectiva la administración de justicia la
cual, por el abandono oficial que padece, es blanco de las más severas críticas.
La comunidad jurídica goza del privilegio de tener bajo su cuidado nada menos que a uno de los
tres Órganos del Estado: El Órgano más importante para la consolidación del Estado
Democrático Constitucional de Derecho, el Órgano Judicial. Un tesoro a punto de extinguirse
por no saber estar a la altura de un Poder del Estado.
Dado que, como sabemos, la administración de justicia constituye la columna vertebral del
Estado de Derecho, conviene situarnos en perspectiva desde la cúpula -la Corte Suprema de
Justicia- y examinar, brevemente, algunas de las cuestiones que le conciernen. Comencemos por
sus atribuciones.
La Constitución señala a la Corte Suprema de Justicia catorce atribuciones, sin perjuicio de las
que establece la ley. Entre ellas hay algunos que distraen enormemente al alto Tribunal de la
atención de sus funciones jurisdiccionales y que debieran descansar en una estructura distinta.
Me refiero, por ejemplo, al control del gremio de los abogados, al cual he aludido ampliamente
en otras ocasiones, pero que resumo abogando, una vez más y con amplia convicción, por la
Colegiación profesional obligatoria. Además de liberar a la Corte de funciones que no son
estrictamente de su competencia. Ello permitiría introducir el orden necesario en un estado de
cosas que actualmente se aproxima al caos, especialmente si consideramos que el número de
abogados en el País ronda la cifra de quince mil. Actividades desproporcionadamente
distractivas como esa, o como el ya célebre examen de notariado, de índole estrictamente
académico, impiden a la Corte o le restan tiempo valioso para realizar las acciones
jurisdiccionales que le competen.
Por su parte, la supervisión judicial, no ha podido estructurarse racionalmente, a pesar de los más
insistentes reclamos, en forma que coadyuve eficazmente a la administración de justicia, tanto en
la vertiente de control y auditoria como en la de ayuda y apoyo para los buenos jueces, que
forman mayoría, con el objeto de auxiliarlos y facilitarles el delicado cumplimiento de sus
funciones. Si la Sección de Investigación Judicial fuera capaz de hacerlo eficazmente y moderara
las actuaciones de los operadores judiciales deficientes, también debía ser la conductora de un
programa de premios y reconocimientos más que nominal, para aquellos funcionarios judiciales
que se distinguiesen en el cumplimiento del deber. La presea Dr. Isidro Menéndez, en distintas
categorías, hace mucho tiempo que debía ser una realidad, y lucir en el pecho de los operadores
de justicia sobresalientes en el cumplimiento de su deber, para incentivar sus anhelos de
superación y proporcionarles el orgullo de obtener una distinción tan meritoria.
Otra institución a cargo de la Corte que reclama con urgencia una estructura diferente, es el
Instituto de Medicina Legal, como parte sustancial de un Instituto de Investigaciones Forenses,
49
autónomo y eficiente, dotado de los medios más modernos para la persecución del delito, sobre
todo ahora que hemos caído en las lóbregas garras de la más desenfrenada delincuencia.
PROTEJES se lanza a una actividad de campo. Y, a través de los instrumentos apropiados para la
auscultación social, persigue óptimos resultados con el patrocinio de importantes instituciones,
como el Programa de Cooperación Internacional de la Fundación Kellogg, ejecutado por la
Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, FUDECSO y por la Asociación Foro de
Jueces Democráticos e Independientes, JDI, con quienes se han acordado los respectivos
Convenios de Cooperación.
Con ese respaldo PROTEJES estará en capacidad de coadyuvar con el sector oficial -si éste no lo
rechaza- y de ofrecer las mejores soluciones para una problemática que cada día se vuelve más
complicada, y en donde asignaturas antes insospechadas, como la justicia penal internacional que
ataja la impunidad de los déspotas, han hecho su aparición con vigor en el angustiante mundo
globalizado de nuestros días.
¿Qué se espera de un Juez? Capacidad. Honestidad. Y valentía. Todo ésto envuelven las palabras
transparencia y excelencia judicial
Piero Calamandrei, en su joya literaria “Elogio de los Jueces escrito por un abogado” analiza con
profundidad y donosura todas y cada una de esas características, seguro como está de que el
representante de la justicia ocupa, por sus méritos, una posición cimera en la sociedad. “La
primera condición del Estado fuerte es la fe del pueblo en la justicia –dice- y sólo sobre esa base
puede concebirse su autoridad”
50
incipiente programa de becas, y algunos esfuerzos esporádicos de actualización en las diversas
ramas de la enciclopedia Jurídica.
El campo de la honestidad está sostenido, sobre todo, por la índole moral de los operadores de
justicia sensibles al imperativo categórico. A falta de un Código de Ética Judicial, talvez pueda
ser útil, venciendo nuestro escepticismo, la recién aprobada Ley de Ética de la Función Pública.
Más útil habrá de ser el Código Modelo Iberoamericano de Ética Judicial, en proceso de
aprobación, por la Décima Tercera Cumbre Iberoamericana que habrá de reunirse en Santo
Domingo los días 21 y 22 del próximo mes.
Y el tema de la valentía, toca las más íntimas fibras personales que configuran a los hombres y
mujeres de carácter, capaces de defender su verdad, y resistir las más grandes presiones oficiales
o sociales y los halagos de la tentación. El ejemplo juega aquí un enorme papel, y es indudable
que ese ejemplo es más eficaz cuando desde la cúpula del Órgano Judicial se trasmiten gestos y
actitudes que inducen a la emulación.
A falta de modelos actuales, permítanme, en este sentido, citar dos nombres que desde la
profundidad del tiempo, siguen siendo ejemplo para las nuevas generaciones por su iluminada
capacidad, su intachable conducta y su valor a toda prueba: Miguel Tomás Molina y Sarbelio
Navarrete, quienes ocuparon los más altos cargos del Poder Judicial. Talvez a muchos jóvenes de
las nuevas generaciones esos nombres no les digan nada. No es su culpa. Es la culpa de las
instituciones y sus dirigentes, llamados a mantener vivo el recuerdo de los hombres ilustres que,
por su altitud, supieron distinguirse en el curso de nuestra historia. Acaso ese vacío y ese
ominoso silencio se deba a que, dada la descomposición social que padecemos, los buenos
ejemplos son incómodos, son peligrosos, perturbadores y subversivos.
Y surge aquí la triste paradoja de nuestro tiempo: los buenos ejemplos, respetable auditorio, son
malos ejemplos, de los que hay que huir como de la peste a la velocidad de la luz.
El panorama es sombrío. Por ratos, cuando vemos los retorcidos procedimientos empleados por
los poderes públicos, y las exorbitantes canonjías que se autoconceden, pareciera que todo está
perdido, y comienza a surgir la desesperanza. Pero no debe ser así. Lo más grave que pudiera
pasarle al País es que nos cruzáramos de brazos franqueando el absorbente despliegue del
autoritarismo.
Como vemos, y como nos lo han explicado elocuentemente los visionarios iniciadores del
Programa, Licenciado Sydney Blanco Reyes, del Foro de Jueces Democráticos e Independientes,
51
y el Doctor Francisco Días Rodríguez, de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias
Sociales (Fudecso), no se trata en este caso de meros discursos, conferencias y reflexiones, sino
que utiliza los sistemas más prácticos, aplicables a actividades mensurables, para obtener un
diagnóstico, otorgar reconocimientos, y proponer soluciones.
En la presentación que el día siete de febrero hicieron los iniciadores del programa ante el Pleno
de la Corte Suprema de Justicia, pudimos darnos cuenta de sus amplios y generosos propósitos y
de la magnitud e importancia del Programa. La Corte misma, hay que decirlo, ha ofrecido su
colaboración, en este caso, para el mejor éxito del Programa, autorizando la participación de
jueces y juezas en la realización de las diferentes actividades que se programen, particularmente
en los llamados “talleres de recepción de insumos” y “validación de resultados”, y ha brindado
los recintos de su Edificio Administrativo para el desarrollo de algunas actividades.
En ese sentido, he tenido a la vista tanto la programación como el diseño de la metodología que
será aplicada, y nos complace saber que a estas horas las actividades están bastantes avanzadas y
sus resultados son muy promisorios. Se han celebrado talleres en todos los departamentos del
País con un sistema general de evaluación judicial aplicado por la distinguida Magistrada Aída
Santos de Escobar y el Licenciado Sydney Blanco Reyes, cuya metodología abarca discusiones
en grupo, talleres, entrevistas, análisis de documentos y estudio de leyes pertinentes. Hasta ahora
han participado en los talleres más del 15% de los operadores judiciales de diferentes instancias,
y se ha llegado a importantes conclusiones que servirán de piso para las correcciones que habrán
de efectuarse, las cuales se concentran en la necesidad de perfeccionar las evaluaciones que hasta
ahora parecen bastante deficientes, por los múltiples motivos que se señalan en el documento de
Propuesta. Todo indica que ese sensible tema, el cual merece en dicho documento nada menos
que dieciocho señalamientos críticos, algunos con numerosos subseñalamientos específicos, es
uno de los de mayor peso en el programa.
***
Amable auditorio:
Como dije al principio: vivimos días aciagos. Pero se vale soñar. Todo comienza con un sueño,
con una idea, con un germen. Sin metas, grandes metas, es estéril la vida. Se estanca el
pensamiento y la acción. Todos los proyectos son nonatos. Tenemos el derecho, más bien la
obligación, de trazarnos esas altas metas que nos conduzcan al pequeño gran País que todos
deseamos, en el cual la administración de justicia sea, de veras, la columna vertebral del Estado
de Derecho, antagónica de la fuerza bruta, de la arbitrariedad, de la ruindad, del engaño y de la
vileza que nos causan tanta vergüenza. Un País en donde las instituciones cumplan con vigor y
convicción su cometido, y a las que asciendan los más calificados exponentes de la ciudadanía.
En el que la voz del pueblo sea respetada, y en el que la justicia en todas sus manifestaciones
resplandezca promoviendo la paz social, el progreso y el desarrollo sostenible de nuestro pueblo.
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El visitante que, en Roma, sube a la punta del Monte Aventino con la esperanza de disfrutar un
hermoso paisaje, sufre una gran desilusión. La plaza situada en la cima está rodeada en todos sus
rumbos por altos edificios que impiden disfrutar del paisaje. Ante el reclamo de los visitantes,
dice el guía: un momento, tengan calma, nunca hay que perder la esperanza. Y agrega: miren la
barroca cerradura del hermoso Portón del Edificio de la Orden de Malta. Observen a través de
ella en forma sucesiva. ¡Y se abre a nuestra vista la más bella sorpresa! Se deslumbran los ojos
viendo, a través de la cerradura, un paisaje maravilloso: los jardines cercanos; los pinos,
meciéndose al viento en los montes aledaños; la ciudad de Roma, más lejos, recostada en su
mejor perspectiva; la Vía de la Conciliacione y el Obelisco más allá, en la lejanía; y, finalmente,
la resplandeciente cúpula de la Catedral de San Pedro.
Cuando todo parece perdido, cuando el ánimo tiende a desfallecer, surge una voz providencial, un
foco de luz, un hálito de esperanza que, con el empuje de la voluntad, puede cambiar la realidad.
Esa luz, esa esperanza es la que se abre esta tarde con la firma del documento “Alianza por la
Transparencia y la Excelencia Judicial en El Salvador”, que en breve será suscrito por once
universidades, cinco asociaciones judiciales y seis organismos no gubernamentales.
Con la firme confianza en un nuevo amanecer para la administración de justicia de nuestro País,
agradezco a los directivos de PROTEGES, organizadores de este acto, por su invitación a
participar en él; y al respetable auditorio por su amable atención.
Muchas gracias.
POST- SCRIPTUM
Alejado de la Suprema Corte por el vencimiento de mi período, no sé hasta que punto los
propósitos perseguidos por PROTEJES han sido obtenidos.
Esos propósitos eran plausibles desde todo punto de vista, y la lucha por la superación de la
administración de justicia tiene vocación de permanencia.
Asumamos, por el bien de la República, que esas calificaciones han mejorado. Que los constantes
vacíos que se han venido señalando, se han ido superando poco a poco. Enhorabuena.
Pero hay algunos signos que nos impiden calificar como meritoria esa administración y que,
como obscuros nubarrones, más bien añaden nuevos motivos de preocupación.
Señalaremos dos:
Se trata de una disposición amplia e incondicional. Algunos podrán pensar que es demasiado
amplia, pero ella refleja, sin lugar a dudas o interpretaciones, no sólo la intención del legislador,
sino la expresión clara de la máxima ley de la república. Si se llegara a la conclusión de que esta
facultad es demasiado amplia e incontrolada y que debiera regularse su ejercicio, habría
necesidad de reformar la Constitución.
Pero una disposición legislativa introdujo recientemente un mecanismo de consulta con la Sala de
lo Constitucional, que desvanece por completo la facultad concedida a los tribunales.
En aplicación de ese mecanismo, es posible que una resolución pronunciada por un tribunal de
primera o segunda instancia quede sin efecto en virtud de una revocatoria ordenada por la Sala.
Un acto legislativo -claramente inconstitucional- ha hecho desaparecer una potestad
constitucional concedida a los tribunales. Estas no son buenas noticias.
La creación de una jurisdicción especial y de los jueces especiales responde a ojos vista a la queja
de la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Civil, dependencias administrativas,
las cuales alegan que los detenidos salen libres por falta de voluntad de los jueces, sin reparar en
que éstos deben fundar sus resoluciones en pruebas y en evidencias. Es ésto elemental en
Derecho procesal; como también lo es que esas pruebas y evidencias no son necesarias cuando
impera la arbitrariedad.
Ante la actuación judicial que produce la liberación de reos ¿Qué correspondía hacer? ¿Mejorar
la prueba? ¿U otorgar base legal para la flexibilización del criterio de los juzgadores?
Fácticamente, la respuesta ha sido la segunda, con todo el costoso aparataje que ocasiona la
implementación de una medida tan discutida.
En presencia de una ola delincuencial sin precedente, acompañamos, claro ésta, el esfuerzo
gubernamental tendiente a reforzar las medidas represivas, entendidas estás dentro de ciertos
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límites y en su mejor acepción. A situaciones excepcionales, podría argumentarse, hay que
aplicar medidas excepcionales.
Pero todo esto ocurre dentro de una clara percepción de que el combate oficial contra la
delincuencia ha tomado, desde hace ya largo tiempo, un rumbo unilateral, sesgado, que acentúa
exclusivamente el aspecto represivo acompañado, para más señas, de una publicidad impregnada
de frases como “la mano dura” y “la mano superdura” que, a juzgar por las estadísticas que se
han publicado, ha resultado impotente para resolver el problema delincuencial.
No es ésta la ocasión para exponer con amplitud nuestras ideas sobre el combate
antidelincuencial. Pero se ha dicho hasta la saciedad y por todos los medios que, si bien el
aspecto represivo es ineludible dentro de las facultades primarias del Estado, el ejercicio de esa
potestad debe ir acompañado de profundas medidas de orden preventivo y de reinserción social.
Tarea harto difícil, lo sabemos. Y menos perceptible a los ojos de la ciudadanía, y por lo tanto, de
menor impacto publicitario, aunque tan urgente como aquella.
Cuando afirmábamos la necesidad de reinyectar vigor a la doctrina de los tres poderes, es porque
la vemos desfalleciente. La percepción general es que nos desligamos peligrosamente hacia la
antigua tendencia nacional de organizar al Estado bajo la dirección y el predominio del Órgano
Ejecutivo, no siempre provisto de los mejores asesores, mientras los otros órganos, cuya
capacidad técnica se supone, muestran una docilidad evidente, aun en los actos protocolarios. En
ellos, la presencia de los titulares de los órganos legislativo y judicial se vuelve lastimosamente
imperceptible frente a la magnificación del titular del Ejecutivo. Un poco de orgullo no estaría de
más.
La lucha por el derecho - como diría Rodolfo Ihering - y, en nuestro caso, la lucha por que las
instituciones funcionen apropiadamente y no se conviertan en apéndices del poder central o, peor
aún, de los poderes fácticos, es la más legítima de las luchas.
Por el contrario, nuestra lucha es por el imperio del derecho. Por el cumplimiento de la
Constitución. Por la búsqueda de la excelencia en el desempeño de las funciones públicas. Y por
el orgullo, el coraje, la valentía y el pundonor con que los funcionarios públicos deben cumplir
con el mandato del pueblo.
31 de Mayo 2007
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FINANCIAMIENTO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Por Dr. Eduardo A. Urquilla. B.
Magistrado del Tribunal Supremo Electoral
Después de los Acuerdos de Paz, los eventos electorales del país han sido evaluados
positivamente sobre determinadas exigencias: derecho al voto; inexistencias de irregularidades
significativas y de restricciones legales que limiten a los votantes, o impidan la formación de
partidos políticos; y las elecciones como el medio de acceso a los cargos públicos. Sin embargo,
para el ejercicio de los derechos políticos, es necesario adoptar otras medidas que garanticen un
proceso electoral transparente y confiable. Carecemos de varias acciones relevantes que se dan
dentro de la modernidad democrática, las cuales pretenden lograr verdaderas competencias
electorales. Una de ellas, es la regulación amplia del financiamiento a los partidos políticos, la
cual ejerce influencia para que las elecciones sean, “además de libres, justas, en tanto todos
tienen la misma oportunidad de competir”, (Informe de la Democracia en América Latina,
PNUD, 2004).
Ahora bien, nuestro modelo constitucional justifica dicho financiamiento. Los partidos políticos
deben recibir ese apoyo, pues son el instrumento para el ejercicio: a) del derecho de asociación
política, art. 72 No. 2 Cn.; y b) de la representación del pueblo dentro del gobierno, art. 85 Cn. La
voluntad del constituyente salvadoreño, es que el financiamiento sea un mecanismo para
“promover [ los partidos políticos] su libertad e independencia”, art. 210 Cn.
El problema se da, cuando las únicas disposiciones normativas del Código Electoral, son
insuficientes para cumplir esa voluntad, ya que sólo están referidas al cálculo y forma de pago del
financiamiento público, haciendo falta la promulgación de normas sobre el financiamiento
privado, límite a los gastos, fiscalización, y rendición de cuentas.
En directa relación con lo anterior, hay que tener en cuenta que las elecciones constituyen una
función pública, por lo que la institucionalidad del Estado está obligada a realizarlas, no de
cualquier forma, sino bajo reglas democráticas que provean una competencia justa entre los
contendientes, y de respeto a los derechos fundamentales. En tal sentido, el financiamiento de los
partidos políticos debe sujetarse a determinados principios:
• publicidad de la contabilidad,
• austeridad,
• igualdad de oportunidades,
• conocimiento de los montos y
• fuente de financiamiento, entre otros.
Así como en las competencias deportivas existen reglas a favor de un juego limpio, -que
conllevan a establecer sanciones anti dopping-, de igual manera los procesos electorales deben
garantizar competidores libres “de sustancias extrañas”, para que al final se produzcan resultados
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cargados de legitimidad. Con mayor razón en esta clase de lides, por el objetivo de
gobernabilidad. Es innegable, que esto ayudaría a la construcción de una mejor convivencia
social.
Hay que admitir que los ciudadanos debemos tener la oportunidad de conocer la forma de
inversión que -los partidos políticos-, hacen del dinero proveniente del financiamiento público.
Esa parte de los impuestos, debe estar destinada esencialmente para conocer las diferentes ofertas
—de plataformas políticas-, que señalen modos, caminos y metas de una futura administración
pública; y no para fomentar “el clientelismo”.
2) Tenemos el derecho de saber qué clase de financiamiento privado ingresa a los partidos
políticos.
Además de la corrupción política que genera la falta de fiscalización del financiamiento privado,
hay que “evitar que la democracia termine convertida en un sistema plutocrático, donde quienes
financian dictan las políticas públicas”, (Humberto de la Calle, Financiamiento político: público,
privado, mixto.)
Estamos de acuerdo, con los expertos en materia electoral, que el tema del financiamiento de los
partidos políticos “es conflictivo”, que “requiere una regulación cuidadosa”, y “que no existen
soluciones perfectas”. José Woldenberg manifiesta “que estamos ante un fenómeno complejo que
no admite soluciones definitivas, y cuya importancia trasciende a los partidos políticos”. Todo
ello es cierto. Lo que es falso son los argumentos opuestos
Estamos conscientes que la regulación del financiamiento de los partidos políticos, es una de las
reformas electorales prioritarias pendientes. Procuremos entonces, alentar la salud de nuestra
democracia eliminando los dopajes electorales.
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JUSTICIA PENAL JUVENIL: UN RETO DE LA DEMOCRACIA.2
Por Lic. Jaime Martínez Ventura3
RESUMEN: I. Justicia Penal Juvenil; 1. ¿Qué es la justicia penal juvenil?; 2. Los dos grandes
objetivos de la justicia penal juvenil: responsabilizar y educar; 3. Dos principios fundamentales de
la justicia juvenil: la especialización y la participación de los jóvenes y de la comunidad; II. Mitos y
realidades sobre la dimensión de la delincuencia juvenil: una aproximación estadística; III. Las
propuestas de reforma a la legislación penal juvenil. 1. Principales contenidos de la propuesta de
reforma; 2. Características de las propuestas de reforma; IV. Los desafíos de una justicia penal
juvenil para la democracia; 1. De la visión sectorial al enfoque de las políticas públicas; 2. De la vía
punitiva al énfasis de la prevención social; 3. De la orientación filantrópica al enfoque de derechos;
4. De la marginalidad de la justicia penal juvenil al centro del desarrollo social; V. Reflexiones
finales
Agradecimientos y aclaraciones
En primer lugar agradezco la invitación que me hizo la Comisión de Cultura de la Corte Suprema
de Justicia, a través de su Coordinadora, Magistrada Dra. Victoria Marina Velásquez de Avilés, a
presentar esta conferencia; agradecimientos que hago extensivos a las autoridades de la
Universidad José Matías Delgado, particularmente a las autoridades de la Facultad de Derecho,
por su amable acogimiento en este centro de estudios. También agradezco a la Licenciada Sonia
de Valenzuela, de la Comisión de Cultura de la Corte Suprema, por su colaboración en la
organización y ejecución de este evento; a la Unidad de Sistemas Administrativos de la Corte
Suprema de Justicia, especialmente a su jefa, Licenciada Carolina de Jovel, por la información
estadística proporcionada y a Oscar Sansivirini de la Oficina de la Justicia Juvenil, por su apoyo
en la presentación de las tablas que forman parte de esta exposición4.
Debo aclarar que el tema originalmente asignado para esta conferencia es “Legislación juvenil:
un reto de la democracia”, el cual, con mucho respeto, me he atrevido a modificar por el tema:
“Justicia penal juvenil: un reto de la democracia”, con el que quiero precisar dos cosas: primero,
no pretendo hablar de toda la legislación relacionada con la adolescencia y la juventud de nuestro
país, si no sólo de la legislación penal juvenil y de otros instrumentos jurídicos nacionales e
internacionales relacionadas con ella; segundo, que me parece más apropiado hablar de justicia
penal juvenil y no solo de legislación penal juvenil, con el objeto de referirme a un concepto más
amplio en el que la legislación es un componente importante pero no el único.
2
Versión corregida de la conferencia presentada en el Aula Magna Dr. Miguel Tomás Molina, de la Facultad de Derecho de la
Universidad José Matías Delgado, por invitación de la Comisión de Cultura de la Corte Suprema de Justicia, Antiguo Cuscatlán,
16 de octubre de 2006.
3
Abogado, coordinador de la Oficina de la Justicia Juvenil, Corte Suprema de Justicia.
4
Agradezco muy especialmente a la Profesora Francisca Cano López, Antropóloga e Historiadora de la Universidad de
Barcelona, por la revisión y observaciones que hiciera a este documento, en el contexto de sus labores realizadas en la Oficina
de la Justicia Juvenil, como parte de su labor en el proyecto “Investigación preliminar: Delincuencia Juvenil, Políticas Sociales y
Económicas”, derivado de un Acuerdo de Cooperación entre la Corte Suprema de Justicia, UNICEF y la Universidad de
Barcelona.
59
I. JUSTICIA PENAL JUVENIL
Por justicia penal juvenil podemos entender el conjunto de instituciones, normas jurídicas,
instrumentos internacionales, procedimientos, acciones, programas y proyectos especializados, a
cargo de autoridades, funcionarios y personal de varias instituciones de diferentes órganos del
Estado, que participan en el proceso legalmente establecido para administrar pronta y cumplida
justicia, a las personas que se ven involucradas como agresores o como víctimas, por delitos o
faltas atribuidas a jóvenes mayores de 12 años y menores de 18 años de edad.
Dicho esto, es necesario aclarar, para los efectos de esta exposición, el significado de dos
conceptos que están relacionadas entre sí: niños y niñas; y jóvenes.
Niño o niña lo entendemos tal como lo dice la Convención sobre los derechos del niño de la
ONU, en su artículo 1: “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de
edad”.
Joven, es un concepto más complicado. Comúnmente entendemos por joven a las personas que
no han llegado a la llamada tercera edad; es decir, toda persona menor de 60 años de edad. Pero
para la ONU joven es toda persona mayor de 15 años y menor de 25, tal como fue establecido en
el Año Internacional de la Juventud, celebrado alrededor del mundo en 1985.
Sin embargo, la franja de edad que más nos interesa para los efectos de esta exposición, es la de
mayores de 12 años y menores de 18, a quienes designaremos como jóvenes, personas menores
de edad o adolescentes sujetos y sujetas de la justicia penal juvenil. Deliberadamente no se utiliza
el concepto “Menor” puesto que en nuestro país este vocablo tiene una acepción estigmatizadora
referida casi exclusivamente al menor delincuente o vulnerado en sus derechos, diferente al
significado que tiene en otros países en los que por menor se entiende técnicamente a toda
persona menor de edad sin estigmatización alguna.
La justicia penal juvenil, tiene dos grandes objetivos: la responsabilidad y la educación de las
personas menores de edad acusadas de cometer delitos o faltas. Responsabilidad quiere decir,
hacer que las personas menores de edad respondan o se hagan cargo de las consecuencias de sus
comportamientos, sean estas acciones u omisiones, dañinos para los derechos de otras personas
previamente establecidos en la legislación penal como delitos o faltas.
Dichas consecuencias son las penas, sanciones o medidas que se pueden imponer a una persona
menor de edad. En pocas palabras, la justicia penal juvenil, es una justicia penal y en
consecuencia no está para consentir los actos delictivos de los adolescentes, ni para dejarlos
60
impunes; si es una justicia penal, está para imponer penas y las penas o medidas no son más que
limitaciones o restricciones serias a los derechos de las personas que cometen delitos o faltas.
Lo que suele cuestionarse de la justicia penal juvenil, es la supuesta benignidad de sus sanciones,
porque si se compara las medidas que se imponen a personas menores de edad con las penas
destinadas para los adultos, resulta que las primeras no son tan severas como las segundas. El
ejemplo clásico en nuestro medio es el del tiempo máximo de privación de libertad para los
adolescentes que está fijado legalmente en 7 años, aun cuando se refiere a sancionar delitos
graves, mientras que para una persona adulta ese máximo es de 75 años de prisión.
Sin embargo ese razonamiento olvida varias cuestiones; primero, que el Art. 35 de nuestra
Constitución, en armonía con la Convención sobre los Derechos del Niño y otros instrumentos
internacionales, establece un régimen jurídico especial para menores de edad que cometen delitos
o faltas; entre otras cosas esto quiere decir que no se debe equiparar o aproximar la severidad de
las penas impuestas a personas adultas, con las sanciones establecidas para las personas menores
de edad. En todo caso se pueden tener como un referente para medir la gravedad de un hecho
delictivo, pero la escala penal responde a los criterios, principios y objetivos distintos y
especializados de la justicia penal juvenil.
Tercero, que en los últimos años la legislación penal común de El Salvador ha sufrido una
exagerada elevación de los límites máximos de las penas, llegando a 75 años de prisión que,
prácticamente constituyen una pena perpetua prohibida constitucionalmente, y en consecuencia
hay menos legitimidad para pretender aproximar la penalidad de los adultos a la de los
adolescentes.
Cuarto, una sanción aparentemente blanda para una persona menor de edad, en realidad es
bastante severa si se toma en cuenta que se impone en la edad de la adolescencia. La franja de 6
años comprendidos entre los 12 y los 18 años de edad, aparentemente es insignificante porque
apenas representa el 9% de un promedio de vida de 65 años; sin embargo todos y todas sabemos
que son los años más valiosos y más peligrosos para la socialización y para la formación del
carácter de una persona, porque es una época en la que nos volvemos rebeldes, desobedientes,
pero al mismo tiempo tenemos que adecuarnos a las reglas de convivencia. Por tratarse de una
etapa de desarrollo, en la adolescencia se decidirá, en buena medida, si la persona se adapta a las
reglas de convivencia o sigue una carrera de conductas negativas.
Por todo esto, considero que el tiempo de un adolescente no es igual al tiempo de un adulto; cinco
años de encarcelamiento para un menor de edad, probablemente equivalen a 15 o 20 años de
prisión para un adulto, porque para un adolescente esos 5 años son totalmente irrecuperables en la
formación de su carácter y de su conducta.
En lo que respecta al objetivo de la educación, este significa que en todo momento, tanto el
procedimiento como las sanciones o medidas que se apliquen, deben tener una finalidad
educativa. Esto quiere decir que, aun tratándose de una justicia penal, que impone penas,
sanciones o castigos, los cuales en nuestra legislación se llaman medidas, dichas sanciones no
deben tener al castigo como un fin en sí mismo, si no la formación, la educación, la capacitación
de las personas menores de edad, con el propósito de que puedan insertarse en la sociedad como
personas responsables y productivas.
“1. Los Estados partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue que ha
infringido las leyes penales o quien se acuse o declare culpable de haber infringido esas
leyes a ser tratado de manera acorde con el fomento de su sentido de la dignidad (...) y en
la que se tenga en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la reintegración
del niño y de que éste asuma una función constructiva en la sociedad.”
5
V. Palomba, Federico, El sistema del nuevo proceso penal del Menor, 1ª edición, Traducción de Silvana Sciarini, Eudeba,
Buenos Aires, 2004, Pág. 178
62
4. Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de orientación y
supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los
programas de enseñanza y formación profesional, así como otras posibilidades
alternativas a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de
manera apropiada para su bienestar y que guarde proporción tanto con sus circunstancias
como con la infracción.”
Por su parte, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de
Menores, o Reglas de Beijing, entre otras disposiciones, establece:
26.6 Se fomentará la cooperación entre los ministerios y los departamentos para dar
formación académica o, según proceda, profesional adecuada al menor que se encuentre
confinado en un establecimiento penitenciario a fin de garantizar que al salir no se
encuentre en desventaja en el plano de la educación”.
Asimismo, el Art. 2 del Reglamento General de los Centros de Internamiento para Menores
Infractores de nuestro país, dispone que en cada centro deben existir programas de Educación,
Formación Profesional, Trabajo, Actividades Recreativas y Culturales, Atención Médica General
y Especializada y de Contacto Comunitario.
El principio de especialización quiere decir que las leyes, los procedimientos, las instituciones,
las acciones y el personal involucrado o responsable de la justicia penal juvenil, deben ser
especiales o especializados. Ese principio se encuentra en el párrafo segundo, del art. 35 de
nuestra Constitución de la República, según el cual “la conducta antisocial de los menores que
constituya delito o falta estará sujeta a un régimen jurídico especial”.
Por su parte la Convención sobre los Derechos del Niño, en el art. 40.3, indica:
“Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para promover el
establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e instituciones específicos para los
63
niños de quienes se alegue han infringido las leyes penales o a quienes se acuse y declare
culpables de haber infringido esas leyes (…)”
Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores o
Reglas de Beijing, proclaman:
Pero no es sólo la policía la que debe ser especializada; también lo deben ser los jueces, los
colaboradores jurídicos, los equipos multidisciplinarios, los fiscales, los defensores públicos etc.
Con relación a la defensa penal, para algunos autores, como Palomba, “la asistencia legal del
menor no se realiza si su defensor oficial no tiene una preparación específica en la materia de la
minoridad(…) Se podría también considerar que la falta de defensa especializada influye no sólo
en la “asistencia”, sino también en la “participación” del imputado entendida como capacidad
plena para comprender el valor técnico y psicológico de las situaciones procesales y para ser
ayudado a auto defenderse de manera adecuada”6.
La participación de los jóvenes se debe dar, por lo menos de dos maneras. La primera es siendo
protagonista en el procedimiento penal que se establezca contra ellos o ellas, cuando se les señala
de haber cometido algún delito o falta. Los y las jóvenes tienen derecho a participar activamente
ejerciendo su derecho a la auto defensa, a interrogar a los testigos, a los peritos, dar indicaciones
a sus abogados, a ser notificado de las decisiones y acciones de los jueces, a recibir
asesoramiento, a hacer peticiones a los jueces etc. en las diferentes audiencias o en otras etapas
del procedimiento, tal como lo indica el Art. 40 de la Convención sobre los derechos del niño, en
el que se establecen los derechos y garantías de los y las jóvenes acusadas de cometer algún
delito o falta. Este artículo debe ser interpretado con relación al Art.12 de la misma convención,
que dice:
Artículo 12
1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio
propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al
niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y
madurez del niño.
6
V. Palomba, Federico, Op Cit., Pág. 161 y 162
64
2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado, en todo
procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio
de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de
procedimiento de la ley nacional.
Por otra parte, los jóvenes, tanto los que han cometido delitos o faltas como también aquellos que
no las hayan cometido, tienen el derecho de participar en la elaboración, revisión y reformas de
las leyes penales juveniles, así como en el diseño, en la ejecución y en la evaluación de las
políticas, planes y programas que los gobernantes impulsen para cumplir con los fines de la
justicia juvenil, tanto en la parte punitiva, como en la parte educativa.
El segundo aspecto es similar a la participación de los jóvenes, o sea, también la comunidad debe
participar en los procesos de elaboración, revisión y reformas de las leyes penales juveniles, así
como en la formulación, ejecución y evaluación de los programas y proyectos.
Durante los primeros años de la vigencia de la Ley del Menor Infractor de 1995, cuyo nombre fue
cambiado en el 2004 por el de Ley Penal Juvenil, e incluso antes de que dicha ley entrara en
vigor, algunos funcionarios, periodistas, empresarios o representantes de otros sectores de la
sociedad, han afirmado constantemente que el mayor problema delincuencial del país es la
delincuencia juvenil. A los jóvenes, particularmente a los que pertenecen a maras o pandillas se
les ha señalado constantemente de cometer la mayor cantidad de delitos.
Se ha llegado a afirmar que los jóvenes son los responsables del 50% o 60% de los robos,
homicidios y de otros crímenes. Sin embargo, antes de la entrada en vigencia de la Ley del Menor
Infractor el Ministerio de Justicia que existía en aquel tiempo, llegó a demostrar que la
65
proporción de los delitos que cometían las personas menores de edad, no pasaba del 15% del total
de los delitos cometidos en el país.
En 1994, en la Nota de Presentación a la Asamblea Legislativa del Proyecto de la Ley del Menor
Infractor, el Ministerio de Justicia expresaba:
“(…) Según la Unidad de Política Criminal de este Ministerio, con base en los datos del
último año proporcionados por la Dirección General de Centros Penales y de Readaptación,
el índice de los delitos atribuidos a menores cuyas edades se encuentran comprendidas
entre dieciséis y dieciocho años, oscila entre el catorce y el quince por ciento de la totalidad
de los delitos cometidos en nuestro país (…)7
“Una de las consecuencias más perjudiciales de las interpretaciones antojadizas del tema ha
sido la de asociar casi automáticamente la “mara” a los “menores infractores”, y hacerlos
aparecer como los causantes de la mayor parte de la delincuencia en el país, interpretación
que se contradice con los datos arrojados por el mismo sistema penal, según los cuales la
proporción de la delincuencia juvenil a nivel nacional cometida por menores de dieciocho
años no supera el 15%.”8
50,146 2,651 5.29 48,619 3,102 6.38 46,786 2,887 6.17 57,170 3,237 5.66
Continua….
7
V. Ley del Menor Infractor y Ley de Vigilancia y Control de Ejecución de Medidas al Menor Infractor, Centro de Información
Jurídica, Publicaciones del Ministerio de Justicia, San Salvador, 1996, páginas 19 a 20.
8
UNICEF/FLACSO, El Fenómeno de las pandillas en El Salvador, San Salvador, 1997. Citado por Jaime Martínez Ventura y
Karla Hananía de Varela, en Comentario al Proceso de Reforma Legislativa en El Salvador, en Infancia, Ley y Democracia en
América Latina, Emilio García Méndez y Mary Beloff/ compiladores, Temis-Depalma, Bogotá-Buenos Aires, 1998, página 547.
66
2004 2005 2006
Menores Adultos Menores Adultos Menores
Adultos No. % No. % No. %
2000 a 2006
Menores
Adultos No. %
Tal como puede observarse, la proporción de los delitos que se atribuyen a las personas menores
de edad, en promedio fue de 5.82% con relación al número total de delitos que se cometen en el
país, en el período comprendido de enero del 2000 a marzo de 2006; mucho menos del 15% que
había establecido el Ministerio de Justicia entre 1995 y 1997 sólo para personas mayores de 16 y
menores de 18 años; o sea que si para ese entonces se hubieran sumado los delitos atribuidos a
personas mayores de 12 años y menores de 16, el porcentaje hubiese sido superior al 15%.
Este dato, por si mismo, es un indicio importante que permite desmentir otro de los mitos
esgrimidos constantemente: que desde la entrada en vigencia de la Ley del Menor Infractor, la
criminalidad atribuida a menores de edad se ha visto incrementada, por tratarse de una ley blanda
que genera impunidad. Por el contrario, puede afirmarse que la justicia penal juvenil ha
contribuido a reducir la proporción de delitos cometidos por personas menores de edad.
Puede observarse también que en 2003 y 2004, años en que se registra un aumento en el total de
delitos señalados a personas adultas y a menores de edad, probablemente debido a la aplicación
de los operativos policiales de Mano Dura, aun en esos dos años de alza generalizada de la
criminalidad, la proporción atribuida a menores de edad no tuvo aumentos significativos, apenas
fue de 5.66% y 5.61% respectivamente.
Otra afirmación es que la criminalidad cometida por los jóvenes aumenta constantemente.
Aseveración que también se ve desmentida según los datos siguientes:
67
Tabla No. 3 Aumentos y disminuciones de delitos atribuidos a menores de edad.
Período 2000 a 2005, según número de casos ingresados en 20 Juzgados de Menores
2,651 0 3,102 17.0 2,887 6.9 (-) 3,237 12.1 3,474 7.3 3,028 12.8 (-)
Puede observarse en la tabla anterior que la criminalidad atribuida a los jóvenes no siempre se ha
incrementado año con año, en el período que va del año 2000 al año 2005. Es cierto que se han
producido algunos incrementos de cierta consideración como el que se dio en el 2001 con
respecto al 2000, en el que se registra un aumento del 17%; sin embargo, al año siguiente, en el
2002, se produjo una reducción del 6.9% con relación al 2001. Luego en el 2003 y en el 2004 se
observan dos incrementos seguidos, el primero del 12.1% y el siguiente de 7.3%, ambos
explicables muy probablemente por la aplicación de los planes de Mano Dura y Súper Mano
Dura, así como la Ley Antimaras. En el 2005 se registra otra reducción, esta vez del 12.8% con
respecto al 2004.
También se dice que algunos de los delitos más graves como los homicidios, robos, secuestros y
violaciones, cada vez son más cometidos por personas menores de edad. La siguiente
información indica que, si bien es cierto se han producido algunos aumentos sobre la
participación de menores de edad en delitos graves, también se han registrado algunas
disminuciones y, en todo caso, la proporción de delitos graves como el homicidio, no llega ser tan
grande como se afirma.
68
Otra afirmación es que en los últimos años los menores infractores cometen más delitos contra la
vida que delitos de tipo patrimonial, lo cual se ve contrarrestado con la información de la tabla
siguiente:
Tabla No. 5 Porcentaje del homicidio y del robo atribuido a menores de edad
Con relación al número total de casos ingresados
Período 2000 a 2004
Comparando los homicidios y los robos, que son en sus respectivas categorías los delitos más
graves contra la vida y contra el patrimonio, se observa que en el período de 2000 a 2004, la
suma de homicidios simples y homicidios agravados atribuidos a menores de edad representan el
7.25% del total de delitos señalados a personas menores edad, mientras que la sumatoria de robos
simples y robos agravados en el mismo período es del 21.6%, es decir, casi el triple que los
homicidios.
Con respecto a los homicidios, también se ha llegado a afirmar que los mayores causantes son los
menores de edad asociados a maras o pandillas. Haciendo un cruce de información entre los datos
del Instituto de Medicina Legal y los de la Unidad de Sistemas Administrativos de la Corte
Suprema de Justicia, se obtiene la siguiente información que contradice la afirmación anterior:
Puede observarse que, si bien es cierto que los homicidios atribuidos a menores de edad han
tenido un aumento continuo entre los años 2000 y 2004, así como también ha aumentado el
porcentaje que dichos homicidios representan con relación al total de asesinatos cometidos en el
país, esa proporción fue apenas un poco superior al 10% en el año 2003 cuando se registra un
69
alza general de los delitos; pero en promedio, durante todo ese período, el porcentaje es de 8.7 %.
Cifras que, sin dejar de ser preocupantes, no son las que se afirman o se insinúan cuando se
atribuye una mayor responsabilidad a las personas menores de edad.
Con todo lo anterior no se pretende negar que la delincuencia juvenil, principalmente aquella
asociada a las maras o pandillas, sea un serio problema de nuestro país. Por supuesto que hay
menores de edad que cometen todo tipo de delitos, muchos de ellos con un alto grado de
violencia, con saña y salvajismo. Igualmente es un hecho que uno de los factores de mayor
probabilidad para que los jóvenes cometan delitos es su pertenencia a una mara o pandilla. Es
más, todos/as estamos de acuerdo en que aquellos y aquellas jóvenes que perpetran delitos, deben
ser juzgados conforme a las leyes aplicables y ser sancionados con la mayor rigurosidad posible,
de acuerdo con su edad y sin perder de vista los objetivo de la responsabilidad y la educación de
la justicia penal juvenil.
Sin embargo, lo que esta información demuestra es, primero que la criminalidad atribuida a
personas menores de edad no es del tamaño o proporción que afirman algunos funcionarios u
otras personalidades de la vida política y social del país; segundo, no es cierto que se ha
producido un aumento constante y desbordante de los delitos cometidos por menores edad, como
tampoco es cierto que dichas personas cada vez más cometen los peores delitos.
Aun en el caso en el que sí puede afirmarse que existe cierto aumento constante en el período del
2000 al 2004, como sucede con los homicidios, tales aumentos no son exageradamente grandes
como suele afirmarse y, en todo caso, la proporción de los homicidios atribuidos a personas
menores de edad, en promedio, es del 8.7% con relación a total de homicidios, en el período del
2000 al 20049.
Debe tomarse en cuenta también que las tasas de homicidios por cada 100,000 habitantes
atribuidas a personas menores de edad, son en promedio 1,000 por ciento menos que las que
corresponden a personas adultas. Por ejemplo, en el período del 2000 a 2004, dicha tasa para
menores de edad fue de 3.40 homicidios por cada 100,000 habitantes, mientras que la tasa
señalada a los adultos fue de 35.67, arriba de 10 veces o 1,000 por ciento más que la de los
menores de edad, tal como puede apreciarse en la tabla siguiente:
Las preocupantes tendencias al aumento de los homicidios cometidos por personas menores de
edad, debe ser una de las principales razones para impulsar políticas, programas, proyectos y
acciones de carácter preventivo, para evitar que esa tendencia se consolide o crezca. Dicha
prevención no puede ser exclusivamente ni predominantemente desde la óptica punitiva o
represiva, porque esa es la fórmula que más se ha experimentado y, en lugar de prevenir o reducir
la criminalidad, hay indicios importantes de que se ha incrementado, tal como lo indican los datos
estadísticos presentados, en los que se observa un aumento de los delitos atribuidos a menores de
edad en los años 2003 y 2004, incluyendo los homicidios, justamente durante la aplicación de los
operativos Mano Dura, Súper Mano Dura y las leyes antimaras. Debe aclararse que en esos años,
dicho incremento ocurrió no sólo en los delitos atribuidos a menores de edad, si no en los delitos
en general registrados en todo el país.
9
Aclaro que no presento información de los años 2005 y 2006 porque la desagregación de esos períodos aun no estaba
disponible en la Unidad de Sistemas Administrativos.
70
Tabla No. 7: Cantidad y tasas de homicidios atribuidas a adultos y menores de edad.
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto de Medicina Legal de la Corte Suprema de Justicia. Dirección General de
Censos y Estadísticas El Salvador y Unidad de Sistemas Administrativos de la Corte Suprema de Justicia.
La fracción parlamentaria del Partido Demócrata Cristiano, con el apoyo del Ministerio de
Gobernación y de otras entidades del Órgano Ejecutivo, recientemente presentó a la Asamblea
Legislativa, una propuesta de reformas a la Ley Penal Juvenil y a la Ley de Vigilancia y Control
de Ejecución de Medidas al Menor sometido a la Ley Penal Juvenil, presuntamente surgidas de
sesiones de consulta con representantes de la Policía Nacional Civil, de la Fiscalía General, del
Ministerio de Gobernación y de otras entidades de gobierno, dentro de los cuales no se incluyó a
los jueces de la jurisdicción penal juvenil, así como de algunos gremios empresariales. Entre las
principales propuestas de esta iniciativa de reforma, se encuentran:
71
3) Endurecimiento del internamiento preventivo. La reforma del inciso 2º, del Art. 15, busca
que durante el cumplimiento de esta medida sólo se pueda autorizar la realización de
actividades fuera del centro, cuando se hayan cumplido dos terceras partes de la medida
impuesta;
4) Mayor dureza del internamiento definitivo. Según la propuesta de modificación del inciso
3º, del Art. 15 LPJ, la sustitución del internamiento como medida definitiva, sólo podrá
decretarse cuando se hayan cumplido las dos terceras partes del tiempo de duración de la
medida;
5) Aumento excesivo del plazo de instrucción. Actualmente el término para realizar las
diligencias de investigación es de 60 días, pero según la propuesta de reforma del Art. 68,
ese plazo se aumentaría a 150 días y podría prolongarse hasta 180 días si se concede una
ampliación;
6) Aumento draconiano del internamiento: actualmente el límite máximo es de 7 años, pero
con la reforma se pretende aumentarla a la mitad de la pena máxima de prisión establecida
para persona adulta, es decir, 37 años y medio que son la mitad de 75 años;
7) Eliminación de la atribución de los jueces y juezas de Ejecución de dictar la cesación de
una medida definitiva y otorgamiento a la Fiscalía General de la atribución de emitir
órdenes de detención administrativa de menores de edad.
En el mismo sentido, el jurista costarricense Carlos Tiffer, Director del Programa Justicia Penal
Juvenil, del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente, ILANUD, sostiene:
“Lo que buscan estas reformas legislativas es provocar una idea falsa en la población, en
algunos casos de mayor seguridad para los ciudadanos, y en otros la idea de el delito
desaparecerá con leyes más rigurosas. Pero sabemos que la Ley Penal y especialmente las
10
Véase Kliksberg, Bernardo, El crecimiento de la criminalidad en América Latina: un tema urgente.
www.iadb.org/Etica/documentos/kli_creci.htm
72
penas excesivamente severas no producen ni la desaparición del delito ni un efecto
disuasivo en los delincuentes.”11
En nuestro país existen varios estudios, entre ellos el cuarto libro sobre Maras y Pandillas en
Centroamérica del IDUOP/UCA12, según los cuales el aumento de la severidad del sistema penal,
lejos de contribuir a reducir la delincuencia, ha contribuido a incrementarla o volverla más
compleja.
Por otra parte, existen varios indicios que podrían indicar que la criminalidad en nuestro país ha
aumentado y se ha vuelto más complicada como resultado del endurecimiento penal. Primero, las
cifras de homicidios, que a partir desde el 2004, luego de la aplicación de los operativos
policiales de Mano Dura y las leyes antimaras, aumentaron a un promedio de entre 10 y 12
asesinatos diarios, mientras que en el 2003 era solo de 6 homicidios diarios; segundo, la
expansión del delito de extorsión, que hace apenas dos años atrás no pasaban de ser una suerte de
solicitudes más o menos amenazantes de cantidades mínimas de dinero, realizadas por miembros
de pandillas en las calles y otros espacios públicos, que nada tiene que ver con la dimensión y la
expansión actual de este delito; y tercero, el surgimiento de expresiones criminales sin
precedentes como el asesinato de custodios, técnicos y funcionarios penitenciarios (Entre agosto
de 2004 y agosto de 2005 fueron asesinados 14 funcionarios y empleados penitenciarios13 y en
este año, hace un par de semanas fueron asesinados otros dos vigilantes).
Por otra parte, la gran mayoría de disposiciones que se pretende reformar, son las mismas que se
reformaron hace apenas dos años, el 30 de julio de 2004, que en la práctica no han contribuido a
volver más eficiente la justicia penal juvenil pero sí han limitado derechos y garantías de las
personas menores de edad.
El Salvador no cuenta con una política de prevención a pesar de que su elaboración y aplicación
es una obligación del Órgano Ejecutivo a través del Ministerio de Gobernación, tal como lo
establece el Art. 127 de la Ley Penal Juvenil, que dice “El Ministerio de Gobernación, formulará
la política criminal para la prevención de la delincuencia juvenil,”
11
Carlos Tiffer, Director del Programa Justicia Penal Juvenil, del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, ILANUD, en la presentación del libro El Sistema del Nuevo Proceso Penal
del Menor, de Federico Palomba, Op. Cit.,Pág. 18
12
Cruz, José Miguel (Editor), Maras y pandillas en Centroamérica. Las respuestas de la sociedad civil organizada. Tomo IV, 1ª
edición, UCA editores, San Salvador, 2006
13
Diario El Mundo, 22-08-05, página 4
73
Lo antes afirmado no significa que el Ejecutivo no ha hecho nada en materia de prevención y de
inserción social ya que algunas instancias gubernamentales como el Consejo Nacional de
Seguridad Pública, la Secretaría de la Juventud, la Policía Nacional Civil a través de la División
de Servicios Juveniles y de Familia, e incluso la Oficina de la Justicia Juvenil de la CSJ, ejecutan
o coordinan proyectos y programas preventivos y de rehabilitación e inserción social; sin
embargo estos son fragmentarios, dispersos, precarios y de poco alcance para la magnitud de la
problemática.
La visión adulto centrista que busca equiparar a niños /as y adolescentes en conflicto con la ley,
con los delincuentes o imputados adultos, hace incurrir a estas propuestas de reforma en graves
atentados contra el régimen jurídico especial para la conducta delictiva de tales personas,
establecido en el Art. 35, inciso 2º, de la Constitución de la República.
Ese régimen jurídico especial, implica ante todo, un tratamiento distinto de las personas menores
de edad con relación a los adultos. Al respecto, la Sentencia de la Sala de lo Constitucional 52-
2003/56-2003/57-2003, que declaró la inconstitucionalidad de la Ley Antimaras, expresa:
“(...) el art. 35 inc. 2º Cn. prevé el tratamiento diferenciado de los menores en conflicto
con la ley penal, en relación con el régimen aplicable a las personas mayores de edad. De
tal mandato emanan para el Estado una serie de obligaciones jurídicas, específicamente
sobre el establecimiento de normas de procedimientos, autoridades e instituciones
específicas para el juzgamiento y resocialización de los menores en conflicto con la ley
penal.
(...) Ese tratamiento distinto, no significa únicamente una simple separación formal del
régimen normativo general –Código Penal y Código Procesal Penal–, sino que implica una
regulación especial de la materia, es decir, la especialidad del tratamiento legislativo de los
menores respecto de la legislación penal común se plantea, incluso, desde los aspectos
74
sustanciales. Así, la doctrina de protección hacia los menores que se deduce del art. 35 inc.
2º Cn., parte del supuesto del menor como sujeto de derechos –nunca un objeto del
derecho–; en consecuencia, los criterios ideológicos que deben inspirar el régimen penal de
los menores, debe contener todas las garantías sustantivas y procesales establecidas en el
programa penal de la Constitución, acoplándose a las características especiales que lo
diferencien sustancialmente del proceso penal ordinario”.
Se incorpora la Terapia como sanción, denotando una clara confusión entre tratamiento y pena lo
cual denota una grave confusión entre tratamiento y pena. Al tratamiento, que en un régimen
progresista de privación de libertad se entiende como una obligación de la administración pero
que sólo puede ser ejercido sobre las personas mediante su libre aceptación, se le asigna un
carácter punitivo con lo cual se desnaturaliza porque deja de ser voluntario. En pocas palabras, el
tratamiento es un componente de la obligación estatal de procurar la reinserción social de las
personas privadas de libertad; no es, ni puede ser una sanción penal.
La gran mayoría de las propuestas de reforma, no son compatibles con principios y disposiciones
establecidos en la Constitución de la República, en la Convención sobre los Derechos del Niño y
en otros instrumentos internacionales.
Por ejemplo, todas las propuestas de reforma que pretenden utilizar el internamiento de manera
generalizada y por un tiempo máximo de 37 años y medio, son contrarias a la Convención sobre
los Derechos del Niño que en su Art. 37, letra b, parte segunda, establece que la detención se
utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda;
asimismo, la norma 19.1 de las Reglas de Beijing, establecen que el confinamiento de menores en
establecimientos penitenciarios se utilizará en todo momento como último recurso y por el más
breve plazo posible.
75
IV. LOS DESAFÍOS DE UNA JUSTICIA PENAL JUVENIL PARA LA DEMOCRACIA
Como punto de partida para estas reflexiones finales, debo aclarar a qué concepto de democracia
me refiero o, mejor dicho, a que concepto no me refiero. No me refiero a la democracia entendida
únicamente como gobierno de la mayoría, electo por la mayoría y para la mayoría; me refiero a la
democracia como forma de gobierno de todos y todas y para todos y todas; para la mayorías pero
también para las minorías, para los ricos y poderosos, pero también para los pobres y marginados.
Vista de esa manera, la democracia es en sí misma un desafío, un ideal por construir. Entonces,
volviendo al tema de esta exposición, una pregunta sería: ¿Cómo puede contribuir la justicia
penal juvenil a la construcción de ese ideal de democracia?
Me parece que un buen punto de partida debe ser el cumplimiento pleno o al menos considerable
de aquellos valores o principios que le dan sustancia a la democracia y que son aceptados de
manera casi universal por las diferentes formas de pensamiento. Entre los más importantes de
esos principios están: la igualdad de todas las personas; la participación ciudadana en los asuntos
de gobierno; la plena vigencia de los derechos individuales y colectivos de toda la población; el
sometimiento de gobernantes y gobernados a la Constitución y a las leyes; y la división de
poderes y la independencia judicial.
Para que la justicia penal juvenil pueda contribuir al cumplimiento de esos principios y por
consiguiente a la construcción o consolidación de la democracia, se impone la necesidad de
revisar y revertir algunas tendencias que han predominado en los últimos años, lo cual se expresa
en varios desafíos.
76
1. De la visión sectorial al enfoque de políticas públicas
La política criminal no puede ser conducida al margen de la concepción de las políticas públicas.
Las políticas públicas son decisiones y acciones de gobierno para la gestión de grandes
necesidades, problemas o demandas sociales –que en resumen no es más que la satisfacción de
los derechos de la población–, basadas en procesos de información y planificación democráticas
y participativas, orientadas al logro de objetivos y metas mediante el uso racional y eficiente de
los recursos. Son políticas de Estado, no de gobierno.
Para que la política criminal tenga mejores posibilidades de éxito, debe abandonar esa visión
sectaria o partidaria, y dar paso a uno de los elementos fundamentales de toda política pública
como es la mayor participación posible de varios y diversos sectores de la sociedad. Toda política
pública, por definición, es una política participativa; mientras más amplia y significativa sea esa
participación y mientras más disposición exista por parte de quienes toman las decisiones a tomar
en cuenta las razones, las observaciones y las propuestas de otros sectores de la sociedad, no sólo
se avanzará hacia una democracia participativa, si no que, si todos y todas se sienten que son
tomados en cuenta en este tipo de decisiones, se sentirán al mismo tiempo comprometidos en su
eficacia.
Eso se requiere, entre otras cosas, que quienes hasta ahora han impuesto su visión de política
criminal, reflexionen con un sentido de responsabilidad, de humildad y de autocrítica, para
reflexionar y darse cuenta de que el rumbo que hasta ahora se ha escogido no debe seguir igual.
Como lo dice el editorial de la Prensa Gráfica del viernes 13 de octubre: “Ante el auge de la
criminalidad organizada, los reclamos por mayor efectividad de las instituciones policiales,
fiscales y judiciales se incrementan.(…) ya no convencen, porque no funcionan, las medidas
circunstanciales – como las famosas “manos duras” – ni las iniciativas sectoriales. La cuestión es
integral, y sólo tendrá soluciones efectivas cuando se le trate en toda su dimensión y
profundidad.”
14
Existen diversas definiciones de política criminal. Para uno de los representantes de la Escuela Clásica del derecho penal,
Anselm v. Feuerbach, “La política criminal es el conjunto de medios represivos para encarar la lucha contra el delito”; para la
criminóloga francesa Delmas Marty, “Política criminal es el conjunto de métodos por medio de los cuales el cuerpo social
organiza respuestas al fenómeno criminal”; según la penalista y criminóloga española, Elena Larruri, “Política criminal son las
decisiones sobre cómo las instituciones del Estado responden al problema denominado criminalidad (delincuente, víctima, delito)
y a la estructuración y funcionamiento del sistema penal (agentes de policía, Derecho Penal, sistema de justicia penal e
instituciones de castigo)” y para el penalista argentino; Alberto Binder “La política criminal es un sector de las políticas que se
desarrollan en una sociedad, predominantemente desde el Estado. Ella se refiere al uso que hará ese Estado del poder penal,
es decir, de la fuerza o coerción estatal en su expresión más radical. La política criminal es, en síntesis, el conjunto de
decisiones, instrumentos y reglas que orientan el ejercicio de la violencia estatal (coerción penal) hacia determinados objetivos”.
77
2. De la vía punitiva al énfasis de la prevención social
Desde la entrada en vigencia la Ley del Menor Infractor en abril de 1995, la política criminal, en
lo que respecta a la delincuencia juvenil, se ha enfocado predominantemente en la aplicación
efectiva de las sanciones penales destacándose una utilización considerable del internamiento; en
la edificación o adecuación de centros de internamiento con una orientación que pone mayor
énfasis en la vigilancia que en la construcción de condiciones para la ejecución de programas
reeducativos; en reformas legales tendientes a reducir las salidas alternas al proceso penal juvenil,
en disminuir las garantías de niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley; y en la emisión
de leyes especiales contrarias a la Constitución de la República como la Ley Transitoria de
Emergencia contra la Delincuencia y el Crimen Organizado (1996), La Ley Antimaras (2003) y
la Ley para el Combate de las Actividades Delincuenciales de Grupos o Asociaciones Ilícitas
Especiales o Ley Antimaras Dos (2004).
Esa orientación punitiva ha prevalecido sobre la política de prevención. Todo esto a pesar de que
una política criminal principalmente represiva, no tiene base legal en nuestro ordenamiento
jurídico.
Con la afirmación anterior no pretendo decir que la política criminal debe dejar de ser represiva,
porque por naturaleza toda política criminal tiene necesariamente una parte punitiva; mucho
menos afirmo que el Estado adolezca de bases legales para castigar los delitos o faltas. El ius
puniendi, o derecho a castigar, es una característica esencial del Estado. Es más, para que el
Estado pueda cumplir con su finalidad esencial como es la consecución de la justicia, de la
seguridad jurídica y del bien común, como reza el inciso primero del Art. 1 de nuestra
Constitución, necesita concentrar el uso de la fuerza legítima cuya máxima expresión es el
derecho penal, el derecho de suprimir o restringir algunos de los derechos de aquellas personas
que, luego de un debido proceso legal, son encontradas responsables de acciones u omisiones
establecidos en la ley como delitos o faltas por lesionar o poner en riesgo los derechos de terceras
personas.15
Lo que sí quiero expresar es que no hay asidero legal para sostener que la política criminal deba
ser predominantemente punitiva, sencillamente porque si revisamos nuestro ordenamiento
jurídico no vamos a encontrar disposición alguna que ordene ese tipo de orientación; por el
contrario, una política criminal con énfasis en la prevención, cuenta con abundante sustento
constitucional y legal en varias disposiciones de nuestro ordenamiento jurídico y de varios
instrumentos internacionales, entre las cuales destacan las siguientes:
15
El ius puniendi, cuenta con abundante fundamento jurídico, comenzando, como antes indiqué, con el Art. 1 de la Constitución
de la República, aunque de manera muy genérica; de forma más concreta encontramos sustentos del ius puniendi en varias
disposiciones constitucionales entre las que se destacan: Art. 11, inciso 1, que establece que cualquier persona puede ser
privada de algunos de sus derechos luego de ser previamente oída y vencida en juicio; Art. 13, inciso 1, según el cual los
órganos gubernamentales, autoridades o funcionarios pueden dictar órdenes de prisión de conformidad con la ley; Art. 14,
prescribe que la facultad de imponer penas corresponde únicamente al Órgano Judicial e incluso, la autoridad administrativa
podrá sancionar las contravenciones a las leyes, reglamentos u ordenanzas; Art. 15, establece el principio de legalidad penal,
según el cual nadie puede ser juzgado sino conforme a las leyes promulgadas con anterioridad al hecho de que se trate y por
tribunales previamente establecidos por la ley.
78
“El Estado organizará los centros penales con el objeto de corregir a los delincuentes,
educarlos y formarles hábitos de trabajo, procurando su readaptación y la prevención de los
delitos”
“La conducta antisocial de los menores que constituya delito o falta estará sujeta a un
régimen jurídico especial”
“Política de prevención
“4. Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de orientación y
supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los
programas de enseñanza y formación profesional, así como otras posibilidades alternativas
a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de manera
apropiada para su bienestar y que guarde proporción tanto con sus circunstancias como con
la infracción.”
“1.3 Con objeto de promover el bienestar del menor, a fin de reducir la necesidad de
intervenir con arreglo a la ley, y de someter a tratamiento efectivo, humano y equitativo al
menor que tenga problemas con la ley, se concederá la debida importancia a la adopción de
medidas concretas que permitan movilizar plenamente todos los recursos disponibles, con
inclusión de la familia, los voluntarios y otros grupos de carácter comunitario, así como las
escuelas y otras instituciones de la comunidad.”
79
“I. Principios fundamentales
1. La prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del
delito en la sociedad. Si los jóvenes se dedican a actividades lícitas y socialmente útiles, se
orientan hacia la sociedad y enfocan la vida con criterio humanista, pueden adquirir
actitudes no criminógenas.
Tampoco pretendo negar o desconocer los programas y proyectos que el Ejecutivo y otras
instituciones realizan en materia de prevención de la delincuencia juvenil, a los cuales me referí
en párrafos anteriores. Pero no se puede asegurar que con dichos proyectos el Órgano Ejecutivo
ha cumplido con su obligación de emitir y aplicar una política criminal de prevención, según lo
establecido en el Art. 127 de la ley Penal Juvenil, ya que esta implica no sólo la existencia de
esos programas, si no cuatro grandes tareas complementarias entre sí, que aun están pendientes:
a) Realizar la investigación sobre la delincuencia juvenil; b) Analizar y proponer los programas
para la ejecución de las medidas; c) Analizar y evaluar el sistema de justicia de menores y de las
instituciones encargadas de ejecutar las medidas; y d) Coordinar institucionalmente la política de
prevención de la delincuencia juvenil.
Las actividades desarrolladas por estos programas o procesos van desde la apertura de espacios
recreativos y deportivos para el ejercicio de actividades lúdicas, generalmente propiciados por
proyectos específicos y pasajeros, hasta programas permanentes de gran alcance en las áreas
educativa y laboral, tendientes a dotar a los y las jóvenes de una educación básica o intermedia
complementada con la aprehensión de destrezas laborales en ámbitos de desarrollo industrial y
empresarial, que les habilitan para convertirse en mano de obra calificada o en micro empresarios
capaces de poner en práctica sus propios negocios.
Sin embargo, esos programas y proyectos son fragmentarios, dispersos, precarios y de poco
alcance. Fragmentarios porque suelen enfocarse en una parte de la problemática y aunque
algunos pretenden desarrollar un proceso integral, muy pocos logran cumplir con la finalidad
primordial de todo programa como es la inserción social y laboral de los destinatarios/ as;
80
dispersos porque existe poca o nula articulación entre ellos llegando incluso a una competencia
mutua; carecen de unificación de enfoques y de trabajo interdisciplinario. Son precarios y de
poco alcance, porque los recursos financieros, materiales y personales asignados para estas áreas
son muy escasos, casi inexistentes en el presupuesto general del Estado y dependientes
principalmente de la buena voluntad de la cooperación internacional, de modo que su cobertura
se ve seriamente limitada con respecto a la dimensión y complejidad del problema.
Esa obligación jurídica de los estados en materia de niñez y adolescencia, tiene asidero en el
marco jurídico interno, tal como antes se expuso, pero también en la Convención sobre los
Derechos del Niño y en sus instrumentos internacionales complementarios, entre estos
principalmente las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de
Menores o Reglas de Beijing, de 1985 y las Directrices de las Naciones Unidas para la
Prevención del Delincuencia Juvenil o Directrices de RIAD, de 1990, las cuales constituyen
prácticamente un marco de trabajo completo para el desarrollo de una política integral de
prevención de la delincuencia juvenil.
Hasta ahora, la justicia penal juvenil, entendida como una nueva forma de hacer justicia que si
bien persigue el mismo fin jurisdiccional de administrar pronta y cumplida justicia, tal finalidad
debe ser adjetivada con el doble objetivo de la responsabilidad y la educación de las y los
adolescentes en conflicto con la ley, se ha visto bastante relegada.
En primer lugar porque una justicia juvenil con los adjetivos antes indicados, debe ante todo ser
una política preventiva y, como antes se ha expuesto, tradicionalmente la política criminal en
general y dentro de ella lo que atañe a la criminalidad juvenil, sigue siendo una política
principalmente punitiva y con el riesgo de orientarse hacia una situación de un extremismo de
severidad penal sin precedentes, como lo indican el contenido de la mayoría de las propuestas de
reforma a la legislación penal juvenil que se encuentran pendientes en la Asamblea Legislativa
desde el mes de julio de este año.
En segundo lugar, a pesar de que el Estado salvadoreño ha efectuado importantes esfuerzos para
la creación de un sistema especializado mediante leyes y procedimientos especiales, una
jurisdicción penal juvenil integrada por 20 juzgados de menores y tres cámaras de menores, una
red de centros de internamiento para la reeducación de menores de edad, etc, con lo cual se
pretende dar vigencia al régimen jurídico especial que demanda la Constitución de la República
en su artículo 35, la justicia juvenil continúa sin contar con los recursos financieros, materiales,
81
tecnológicos, personales, cognoscitivos etc., que permitan la creación y ejecución de los
programas para realizar con eficiencia su doble finalidad.
Precisamente, la gran deficiencia de la justicia penal juvenil desde su creación en 1995, ha sido
la inexistencia o precariedad de los programas en los centros de internamiento a cargo del
Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA), para
cumplir con los servicios enmarcados en el proceso de formación integral del menor, así como su
reinserción a su familia y a la sociedad, como expresa el Art. 2 del Reglamento General de los
Centros de Internamiento para Menores Infractores.
La otra gran deficiencia es también la ausencia, escasez y precariedad de programas o procesos
para el cumplimiento de las medidas provisionales o definitivas en medio abierto, como la
libertad asistida, los servicios a la comunidad y la imposición de reglas de conducta. La ejecución
y supervisión de estas medidas es una atribución del ISNA, según el Art. 4, letra f, de la Ley de
dicho Instituto; de ahí se colige que la creación y aplicación de los programas que permitan el
desarrollo de dichas medidas es también por cuenta del ISNA, mientras que la responsabilidad de
analizar y proponer dichos programas corresponde al Ministerio de Gobernación, según el Art.
127 de la LPJ antes expuesto. Sin embargo, hasta la fecha tales programas no existen, la escasez
de recursos y las limitaciones presupuestarias del ISNA nunca han permitido su desarrollo.
Tabla No. 8 Asignación presupuestaria del ISNA y porcentaje con relación al Presupuesto
General de la Nación (PGN), años 2002 a 2006. Cifras en US $
Según los datos anteriores, en los últimos cinco años, dicha asignación ha sido apenas un
promedio anual de US $ 11, 984,850, lo que equivale al 0.43%, es decir ni siquiera la mitad del
uno por ciento del Presupuesto General de la Nación. Es más, en el año 2004, cuando todavía se
hicieron sentir los efectos de una mayor incremento de casos en la justicia penal juvenil por la
aplicación de los operativos policiales de mano dura, se produjo un recorte presupuestario de US
$ 575,990, con respecto al 2003 y la misma cantidad asignada en 2004 se mantuvo para los años
2005 y 2006. Además debe tenerse en cuenta que esta asignación presupuestaria es para el
funcionamiento general del ISNA y para sufragar todas sus funciones y competencias, por lo que
los fondos específicos para los programas de jóvenes en conflicto con la ley, son mucho menores.
82
La urgencia de pasar del enfoque marginal a la centralización de los derechos de los más jóvenes,
como parte del desarrollo de la nación, es expresada también por otros sectores sociales, tal como
puede apreciarse en el siguiente extracto de uno de los editoriales de La Prensa Gráfica:
“La fuente básica de problemas y conflictos para la juventud está en la falta de oportunidades:
para formarse, para autorrealizarse, para vivir la condición de joven. Tal escasez de
oportunidades deriva, por una parte, de desarrollo, y se vuelve, por otra, el freno más perjudicial
para el desarrollo. Es el círculo vicioso que hay que desactivar cuanto antes. (…) Una sociedad
que deja prácticamente librados a su suerte a niños y jóvenes no tiene futuro asegurado ella
misma. (…) Si, por razones de reduccionismo tradicional, no se quieren ver, en la dimensión que
tienen, las causas sociales de fenómenos como este (refiriéndose a las maras), la lucha también se
reduce, y se limitan así las posibilidades de éxito en el control adecuado de dichas conductas.”16
5. Reflexiones finales
La justicia penal juvenil, sólo puede cumplir con su doble finalidad de responsabilizar y educar a
los jóvenes en conflicto con la ley, si el procedimiento jurídico que la rige, así como las sanciones
y medidas que se imponen, cumplen con el carácter esencialmente preventivo y de inserción
social de los jóvenes y adolescentes; para ello, se necesita que la jurisdicción penal juvenil cuente
con los programas y proyectos necesarios para el cumplimiento de medidas en medio abierto
como también para que la privación de libertad de las personas menores de edad cumpla con el
objeto de la inserción social.
Sin embargo, aun si la justicia penal juvenil contara con los programas y proyectos idóneos para
el cumplimiento de las medidas – situación que todavía sigue siendo una aspiración – la tarea no
estaría cumplida mientras no existan políticas sociales, económicas, fiscales y presupuestarias
que pongan a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en el centro del desarrollo social de nuestro
país.
“una nueva cultura basada en la percepción de una infancia ciudadana y de sus condiciones
de vida como símbolo de la civilidad de un país, de su futuro como futuro del género
16
La Prensa Gráfica, 21-06-06, página 27
83
humano y, por último, de la comprensión de la violación de sus derechos como lesiones
mortales a la democracia y atentado al conjunto de derechos de la sociedad.”17
También se necesita que la justicia penal juvenil deje de ser vista como un asunto de carácter
exclusivamente policial y judicial, parar trascender a la concepción integral que demanda la
doctrina de la protección integral de las Naciones Unidas, la cual se ve reflejada en la regla 1.4 de
las Reglas de Beijing, que dicen:
“1.4 La justicia de menores se ha de concebir como una parte integrante del proceso de
desarrollo nacional de cada país y deberá administrarse en el marco general de justicia
social para todos los menores, de manera que contribuya a la protección de los jóvenes y al
mantenimiento del orden pacífico de la sociedad.”
17
Ferrajoli, Luigi, en el Prefacio de Infancia, Ley y Democracia en América Latina, Emilio García Méndez y Mary Beloff
/compiladores, Temis-Depalma, Bogotá-Buenos Aires, 1998
84
DOCUMENTOS
85
86
CODIGOS Y LEYES DE LA ANTIGÜEDAD
Por Dr. José Enrique Silva
EL CÓDIGO DE HAMMURABI
Hammurabi, hijo de Amar Mubailit, considerado como el quinto rey de la dinastía de Babel
(llamada de los Amurru), ha pasado a la historia como un gran jefe militar y como un excelente
político que logró la consolidación de su imperio, pero más que todo, su fama y su prestigio
radican en haber dotado a su reino de un ordenamiento jurídico que es considerado como el
primer código que reguló, con mucho acierto, materias diversas.
No obstante, fue su Código lo que dio a Hammurabi el tránsito al recuerdo y la gloria, por cuanto
contenía útiles normas de convivencia humano y soluciones de sana justicia para aquel tiempo.
Una de las más acertadas traducciones del Código de Hammurabi se debe al recordado amigo, el
jurista colombiano Alfonso Reyes Echandía, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia de su
país, inmolado en un asalto terrorista. Lo tradujo, cuando hacía estudios de Derecho Penal en
Roma, valiéndose para ello de la versión francesa del padre Sheil, primer traductor del Código y
de las versiones italianas de Man, Bonfante, Furlani y Manzini, éste último sobre material penal.
En su parte penal, el Código aplicaba con todo rigor el sistema talional, considerado en su tiempo
como un adelanto, por implicar proporción entre el daño causado a la víctima y la pena aplicada
al infractor.
Bastantes delitos eran sancionados con la pena de muerte, la que ordinariamente se ejecutaba
arrojando al condenado al río sagrado y, en otros casos, por medio de ahorcamiento.
El Código fue descubierto durante las excavaciones hechas por una misión francesa dirigida por
Morgan, entre 1901 y 1902 y un ejemplar, forjado en piedra, está guardado en el Museo del
Louvre, en París.
Alfonso X, llamado el Sabio, fue uno de los grandes reyes de Castilla y bajo su reinado se hizo la
promulgación del Código de las Siete Partidas, ordenamiento que ha sido considerado como la
más importante obra del Derecho histórico castellano.
La época de su redacción se sitúa entre los años 1256 y 1263, laborando sus autores en la ciudad
de Murcia, aunque un texto más breve fue concluido en 1265.
Se ha tenido como probables redactores al obispo Fernando Martínez de Zamora y a los maestros
Jacobo y Roldán, juristas que formaron parte de la Corte de Alfonso X, aportando además otras
producciones jurídicas.
Las fuentes en que fue estructurado el Código son, en manera principal, el Hábeas luris Civilis,
las Decretales de Gregorio IX, el derecho feudal o Libri feudorum y los Rooles de Oleron, en lo
que se refiere al derecho mercantil.
Se menciona como editor y comentarista de las Partidas a Gregorio López, jurista del siglo IX,
aunque también existen comentarios de Alfonso Díaz de Montalvo, cuya glosa, que data de 1491,
se hizo en Sevilla, un año antes del descubrimiento de América.
El plan y contenido de la ora obedece a la visión teologal del mundo que la anima y las siete
partes que la integran, comienzan con cada una de las siete letras del nombre del rey, a manera de
acróstico: Al servicio de Dios, La fe católica, Fizo, nuestro señor, Onras señaladas dio Dios
nuestro Señor, Nascen entre los hombres, Sesudamente dijeron los sabios y Olvidanza y
atrevimiento.
La primera partida trata de las fuentes del derecho; la segunda, del poder temporal de los reyes y
emperadores; la tercera, de la forma de la justicia entre partes; la cuarta, del matrimonio y la
familia; la quinta, de los negocios jurídicos, o sea actos y contratos; la sexta, de la sucesión y de
los guardas y, por último, la séptima -también llamada setena- de todo lo relativo al derecho
penal y procesal penal.
Pese a su admirable estructura, en el orden de prelación, el Código de las Siete Partidas ocupaba
el último lugar y su aplicación se hizo en América, aún después de la independencia, esto es,
hasta que fue estructurándose, en cada una de las provincias libres, el llamado derecho patrio.
88
L4 LEY DE LAS XII TABLAS
La historia del Derecho Romano abarca 4 períodos: 1) desde la fundación de Roma a la Ley de
las XII Tablas; 2) desde esta ley al fin de la República; 3) desde Augusto hasta Dioclesiano; y 4)
desde Dioclesiano a Justiniano.
La importancia histórica de la Ley de las XII Tablas radica en que quita al derecho su primitivo
carácter oculto y misterioso, por cuanto que las normas empleadas por los magistrados habían
sido secretas y guardadas celosamente por los sacerdotes, quienes las mezclaban con ritos
religiosos.
La lucha entre patricios y plebeyos hace que Servio Tulio adopte trascendentales reformas, cuyo
objeto fue reemplazar la antigua aristocracia de origen por una nueva aristocracia del dinero,
accesible a todos.
En esa misma línea y con el objeto de sustituir la legislación consuetudinaria por una escrita, el
tribuno Terentilo presentó en el año de Roma 293, a la asamblea de los demás tribunos, la
proposición de designar algunos magistrados que con plenitud de poderes públicos se encargaran
de someter al voto del pueblo una especie de Código.
Aceptado el proyecto por los plebeyos, fue combatido el Senado y después de una lucha de nueve
años, se dispuso su aprobación.
Por ello, se designó una diputación de tres patricios que estudiaran en Grecia no tanto el Código
de Solón, como se ha expresado, sino las leyes posteriores sobre todo la Constitución de Atenas.
Al regreso de los comisionados, se encargó a diez varones, denominados decenviros, la redacción
de un proyecto de ley que después de su aprobación fue grabado, para conocimiento del pueblo
en diez tablas de bronce que se exponían en el Forum.
Al siguiente año, nuevos decenviros hicieron aprobar una ley suplementaria que correspondía a
otras dos tablas, completándose así, la legislación escrita que desde aquella época fue conocida
como Ley de las XII Tablas, o sea el advenimiento del Derecho Romano.
Este histórico ordenamiento constituye a la vez un Código de derecho político, privado, penal y
religioso, inspirado, no tanto en la legislación helénica, como en la naturaleza, hábitos, índole y
tradiciones del pueblo romano, integrando así la expresión de su espíritu y la codificación de sus
costumbres, lo cual justifica su supervivencia, a través de las vicisitudes y cambios del derecho
civil de Roma. El pueblo romano le consideró siempre como la más genuina manifestación de su
derecho, sin atreverse nunca a la abrogación formal.
Débese al emperador César Flavio Justiniano la admirable tarea de remover todas las fuentes del
derecho romano, para constituir lo que se denominó el Cuerpo del Derecho Civil -Corpus Juris
Civilis- que comprende cuatro obras fundamentales: el Código, el Digesto o las Pandectas, las
Instituciones o Institutas y las Novelas.
89
La inicial obra de Justiniano afirmó la distinción entre el derecho y las leyes y fue consagrada a
éstas. Para su elaboración, buscó a los más connotados jurisconsultos, entre los cuales
sobresalieron Triboniano, ilustre maestro y es cuestor del nuevo sacro palacio, y los profesores
Teófilo y Doroteo, ayudándose con los códigos de Hermógenes, Gregorio y Teodosio II.
La obra estaba dividida en doce libros con el objeto de perpetuar el recuerdo de las XII Tablas
que marcó el comienzo del derecho romano.
En su segunda obra, o sea las Pandectas, Justiniano trató de recopilar metódicamente las
opiniones emitidas en cuestiones jurídicas por los 39 jurisconsultos, a quienes el príncipe había
otorgado la facultad de responder por su nombre; y la labor fue confiada a 16 comisarios
presididos por Triboniano, quienes la concluyeron en tres años.
Notables son los conceptos emitidos sobre la justicia y el derecho, definiéndose la primera como
“la constante y decidida voluntad de reconocer a cada uno su derecho”.
Además, expresaba con toda concisión y claridad: “Los preceptos del Derecho son éstos: Vivir
honradamente, no hacer daño a otro y dar a cada uno lo suyo”.
Finalmente, Justiniano concluyó su obra trascendental con las llamadas Novelas, que son las
nuevas constituciones escritas parte en griego y parte en latín, en un estilo oscuro y ampuloso que
constituyeron el llamado derecho novísimo.
Con razón se ha dicho que la obra de Justiniano es imperecedera, por constituir el monumento de
la antigua sabiduría jurídica de los romanos.
En el auxilio de la isla de Santa Elena, en sus últimos días, Napoleón Bonaparte, emperador de
los franceses, pronunció estas palabras que han traspasado el correr de dos siglos: “Mi verdadera
gloria no consiste en haber ganado cuarenta batallas; Waterloo borrará el recuerdo de tantas
victorias. Lo que nadie borrará, aquello que vivirá eternamente, es mi Código Civil”.
En esta obra ejemplar trabajaron cuatro juristas notables, como miembros de la Comisión
Redactora: Francois Dense Tronchet, presidente del Tribunal de Casación; Jean Etienne Marie
Portalis, comisario del Consejo de Presas; Felix Jean Bigot de Premeneau, comisario del
Gobierno ante el Tribunal de Casación; y Jacques de Maleville, abogado en el Parlamento de
Bordeau.
La promulgación del Código Civil de Bonaparte representa una nueva era en la historia jurídica
de Francia y ocurre, por Ley del 30 ventoso del año XII, tomando en consideración el calendario
republicano, para estabilizar las conquistas de la revolución francesa.
Los catedráticos franceses de Derecho Civil de la época rindieron culto al texto de la Ley,
originándose así lo que se llamó la Escuela de Exégesis. Uno de ellos, de nombre Bugnet, ha
pasado a la historia con sus célebres frases: “No conozco el Derecho Civil, enseño el Código de
Napoleón”.
Aunque el nacimiento del método exegético, que ya existía en el Derecho Romano, tomó como
base un principio de la Ley de las Doce Tablas: “Dura Lex sed Lex, scripta est” cuyo significado
es: La Ley es dura, pero es la Ley y así está escrita”,
Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, no solo dio a su patria la gloria de sus batallas,
sino también el mérito principal de cinco códigos, conocidos como “los cinco códigos de
Napoleón”, en la década de 1800 y que fueron: código civil, de procedimientos civiles, de
comercio, penal y de instrucción criminal o de procedimientos penales.
El más conocido, desde luego, fue el civil, decretado por ley de 30 de ventoso del año XII, o sea
el 21 de marzo de 1804. En su elaboración intervino una comisión de célebres juristas: Tronchet,
Bigot de Préameneu, Maleville y Jean-Etienne Marie Portalis, siendo éste último el encargado de
redactar el discurso preliminar sobre el proyecto presentado el 1 de pluvioso del año IX.
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El plan del código civil francés comprende un título preliminar y tres libros: el título preliminar
consta de 6 artículos sobre la publicación, los efectos y la aplicación de las leyes en general; el
libro primero, sobre las personas; el libro segundo versa sobre los bienes y de las diferentes
modificaciones de la propiedad, y el libro tercero, de los diferentes modos de adquirir la
propiedad.
El plan del código civil de Chile, elaborado por Andrés Bello, difiere del francés, puesto que
incluye un título preliminar de 53 artículos, 4 libros y un título final, refiriéndose los libros a
personas, bienes, sucesión por causa de muerte y obligaciones y contratos.
Además, el código civil francés no da una definición de ley como lo hace el chileno; definición
que, por cierto, fue tomada por los legisladores salvadoreños para nuestro código civil de 1860 y
que dice: “Ley es la declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita
por la Constitución, manda, prohíbe o permite”.
No obstante, el código francés preceptúa en su artículo 4: “El Juez que rehusare juzgar
pretextando silencio, obscuridad o insuficiencia de la ley, podrá ser perseguido como culpable de
denegación de justicia”.
No es cierto que el código francés sirvió de base al chileno, puesto que Andrés Bello tuvo
presentes también los ordenamientos de Baviera, Austria, las Dos Sicilias, el Sardo y,
especialmente, la antigua legislación española, como el código de las siete partidas y el proyecto
de Florencio García Goyena.
Notables fueron los comentarios dispensados al código napoleónico de Pothier, Domat y Savigny
y los de Delvincourt, Duranton, Troplong y Marcadé.
La edición más conocida en América del código civil de Bonparte es la concordada por el
jurisconsulto belga Francisco Laurent, y publicada en La Habana por el editor Juan Buxo, en el
año de 1921.
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