Sei sulla pagina 1di 18

de las Culturas del Mundo

Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist
CORREO

Vol. IX, número 83, 15 de abril de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural

Estambul
En este número:

• Imperio Otomano, lecciones sobre Libia

• Entrevista con Kamila Shamsie

• El Tratado de Tordesillas

• Recuperan objetos del ajuar funerario de Tutankamón

• Celebra el judaísmo la fiesta de los panes ázimos


Historia

Imperio Otomano, lecciones sobre Libia


por Robert Fisk

E ntre la furia del despertar árabe –para no mencionar nuestra propia crisis
en torno a Libia, que se profundiza–, la vieja Constantinopla es una tónica,
un recordatorio entre alminares y agua, palacios, museos, librerías, un viejo
parlamento y un millar de pescaderías, que ésta fue en verdad la única capital
unida que los árabes tuvieron jamás. Los sultanes llamaban a Beirut la joya de
la corona de los otomanos, pero dos días de caminar las calles de la moderna
Estambul –con decenas de miles de pasajeros abarrotando los viejos tranvías
en la calle Independencia– me hicieron entender por primera vez lo minúsculo
que era Líbano en el gran mapa otomano.
Tampoco se puede escapar de los otomanos. Allá en Taksim están las
grandiosas embajadas antiguas británica y estadunidense; debajo de ellas, los
grandes bancos de las potencias que se beneficiaron de las “capitulaciones”,
y el hotel Gran Bretaña con sus extravagantes candelabros, que fue efímero
hogar de Ataturk y Hemingway. De pronto me saca del ensueño una fotografía
de 1917, de dos soldados turcos otomanos. Están en el desierto –¿Palestina,
Siria, Arabia?– literalmente en harapos, con gorros como costales sobre
las caras atormentadas y los pantalones colgando hechos jirones sobre las
piernas. Resulta extraño ver uno de los primeros
aviones de hélice detrás de ellos. ¿Serían ésos los
adolescentes contra los que luchó Lawrence en
la revuelta árabe, precursora del tifón que ahora
engloba todo Medio Oriente?
En una librería cerca de la parada del tranvía
en Istiklal compré la Vida de Atarturk escrita por el
británico Andrew Mango hace más de diez años,

4
pero que conserva la frescura de la investigación original sobre el fundador de
la Turquía moderna. Sí, contiene las acostumbradas ambigüedades sobre las
masacres de armenios (“tema de acalorados debates”, claro), pero también
un recuento extraordinario de los principios de la carrera militar de Mustafá
Kemal, que cruzó furtivamente Alejandría para combatir al lado de los
rebeldes árabes contra Italia nada menos que en Libia. Y allí están los nombres
familiares: Tobruk, Bengasi, Zawiya.
Enver Pachá, figura mucho más oscura en la historia turca –nada más
pregunten a los armenios–, fue el comandante otomano en Cirenaica que
puso sitio a las fuerzas italianas en Bengasi y se dedicó a unir a las tribus
de los Senussi (sí, los mismos Senussi que esperan que ganemos su guerra
contra Kadafi) contra los italianos. Los Senussi, por cierto, fueron fundados
por un argelino llamado Muhammad Ibn Alí al-Senussi, quien se estableció en
Cirenaica en 1843. La historia de la tribu, que llega hasta el rey Idris (derrocado
por un tal coronel Kadafi en 1969), es descrita con agudeza cuando Mango
señala que “la solidaridad musulmana (en la guerra) era efectiva cuando se
complementaba con el interés propio y el instinto de autodefensa”.
Hay otros párrafos que podrían ser leídos por los David Cameron
de este mundo. En una línea espléndida Mango explica que “había que
mostrar a los árabes que el Estado otomano regenerado era capaz de
defenderlos”, en tantoCultura ibérica.Mustafá
el propio Finales S.Kemal
III, inicios
diceS. de
II a.C.
la campaña en
Libia: “en ese tiempo, me di cuenta de que era inútil”. Ciento ochenta
otomanos y 8 mil árabes pudieron rodear a 15 mil italianos, pero “los
guerreros tribales árabes iban y venían según los movía el espíritu”. La
principal preocupación de los jeques, según descubrió Mustafá Kemal, era
ganar tanto dinero como fuera posible, y mientras más durara la guerra,
más dinero se podían meter a la bolsa.
En algún momento Enver Pachá envió a un amigo del futuro Ataturk a
un oasis de los Senussi (Calo). Más tarde el amigo escribió: “En ese bendito
lugar no se permite salir ni a las niñas de tres años. Las mujeres viven y mueren

5
donde nacieron. Tal es la costumbre local. Aunque en los campamentos
militares hay hombres y mujeres, no hemos podido ver el rostro de una
mujer en los tres meses pasados, pues todas están ocultas por pesados velos.
Vivimos como ascetas… Si salimos de aquí, nuestra próxima parada será sin
duda el paraíso”.
La historia da vuelcos extraños. El imperio otomano se alió con
Alemania tres años después –Ataturk se distinguió en Galípoli– y acabaría
derrumbándose cuando Alemania perdió la guerra. Y, sin embargo, ahora los
nietos y tataranietos de aquellos mismos turcos son vilipendiados en Alemania
por tener demasiados hijos, hablar poco alemán y sobrevivir con el seguro del
desempleo. Y el año pasado, la canciller Merkel afirmó que los esfuerzos por
construir una “sociedad multicultural” han fallado en Alemania, aseveración
apoyada por David Cameron, quien sabe tanto de migrantes turcos como de
historia libia.
Porque, en realidad, ésa es
una historia falsa. Alemania
nunca emprendió un expe-
rimento altruista de “mul-
ticulturalismo”. Los turcos
fueron allá a hacer los tra-
bajos que los alemanes no
querían. Los Gastarbeiter
fueron animados a ir a
Alemania a ofrecer mano de
obra barata, más que como
invitados de algún extraor-
dinario programa social de
mejoramiento intercultural,
del mismo modo en que los
primeros negros británicos

6
llegaron luego de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a reconstruir Gran
Bretaña… no porque quisiéramos darles mejores hogares.
Ataturk, desde luego, quería que los turcos fueran europeos tanto como
Merkel y Cameron preferirían que todos los turcos se regresaran al imperio
otomano. Pero tal vez nuestros amos en Europa (Sarkozy tanto como Cameron)
harían bien en hojear una biografía de Ataturk en aquellos emocionantes días.
La guerra de los Balcanes obligó a los otomanos a abandonar Cirenaica y
aceptar la anexión italiana de Libia.
Enver Pachá se negó a aceptar ese hecho de la historia. Sostuvo que
era “peligroso” decir a los miembros de tribus árabes que la paz se había
“concluido”. Así pues, entregó a los Senussis a la sombría merced de los
italianos, cuyo régimen fascista posterior a la Primera Guerra los asolaría
durante dos décadas. Los paralelismos no son exactos, por supuesto. Pero
sería interesante saber –si Kadafi se sostiene como lapa en Libia– cómo vamos
a decirles a nuestros fieles “rebeldes” de Bengasi que la OTAN se ha quedado
sin fuelle y prefiere la paz que más guerra.

Fuente: © The Independent/La Jornada. Traducción: Jorge Anaya

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

7
Entrevista

Con Kamila Shamsie

L a frágil figura de una japonesa superviviente de la bomba atómica de Nagasaki


(1945) entrelaza la historia de dos familias a lo largo de seis décadas, en un
recorrido desde el epílogo de la Segunda Guerra Mundial hasta la India en vísperas
de la partición, el pulso nuclear con el nuevo Estado de Pakistán y la guerra contra
el terror que desencadenaron los ataques terroristas del 11-S. Más allá
de la mera narración épica de pasiones y pérdidas, lealtades y traiciones,
la escritora paquistaní Kamila Shamsie (Karachi, 1973) torna su novela
Sombras quemadas (Salamandra y Edicions 62) en una reflexión sobre
la identidad individual y el coste humano de las acciones emprendidas
por gobiernos legítimos en nombre de la exclusiva defensa de la propia
nación. Si la principal protagonista, Hiroko, es una mujer nipona con la huella
de la radiación grabada en su cuerpo de forma perenne, el relato acabará
conduciéndonos hasta la incomunicación de un reo sin nombre en una celda de
Guantánamo.

“No se trata de una conexión entre Nagasaki y el 11-S, sino entre las dos
ciudades después del drama.”

Integrante de un emergente grupo de jóvenes autores paquistaníes que escriben en


lengua inglesa, Shamsie ha recabado un ramillete de premios de las letras en el Reino
Unido y Pakistán desde su estreno literario con In The City by the Sea (1998).
Tanto esta obra como las tres que le sucedieron (Salt and Saffron, Kartography y
Broken Verses) se circunscriben al conocido universo de su tierra natal, diseccionando
las tensiones políticas, étnicas, sociales y en torno al enfoque de la religión musulmana.
“No imagino un día en el que no me sintiera paquistaní”, se autodefine esta

8
mujer cosmopolita,miembro de una familia de editores y literatos, nacida y criada
en Karachi antes de estudiar en Estados Unidos, vivir en Nueva York y finalmente
recalar en Londres, su residencia de los últimos cuatro años. Con Sombras quemadas,
finalista del Premio Orange en la categoría de ficción, Kamila Shamsie se atreve por
primera vez a extender las alas geográficas de su imaginación literaria, aunque la
cuestión paquistaní siga impregnando todas las costuras del libro.

PREGUNTA. ¿Qué le condujo a sumergirse en territorio desconocido y a elegir como


protagonista a una japonesa?
RESPUESTA. Mi idea original era escribir sobre la amenaza de confrontación nuclear
entre Pakistán y la India, y que mi personaje fuera paquistaní, aunque con una abuela
japonesa que le permitiera conocer a nivel personal lo que la bomba puede hacer.
Porque en mi país solo se habla de esa bomba como arma estratégica y nunca sobre
sus efectos. En los días previos a un ensayo nuclear de Pakistán en los noventa, un
grupo de japoneses supervivientes de la bomba atómica vinieron al país para suplicar
al Gobierno que no lo llevara a cabo. Fue una historia pequeña en los medios de
comunicación, pero para mí la idea de Japón seguía allí, inamovible, y finalmente me
decidí a encararla en el libro. Además, siempre he escrito sobre ámbitos que conozco
íntimamente y era tiempo de cambiar: no quiero ser vista como una autora que
siempre escribe el mismo libro.
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
P. La amenaza nuclear aparece de forma recurrente en el libro a través de esa espalda
de Hiroko, que lleva grabadas unas quemaduras en forma de pájaro de resultas de la
explosión atómica. ¿De dónde surge esa imagen?
R. Todo el libro proviene de esa primera imagen, inspirada en la descripción que John
Hersey hace en el libro Hiroshima (1946) de cómo la radiación imprimió los dibujos
de los kimonos en la piel de las japonesas. De ahí nació mi personaje.

P. La historia arranca en el Nagasaki de 1945 y concluye en la era posterior al 11-S


¿Qué nexo establece entre esos dos paisajes de destrucción? R. ElNagasaki de antes

9
de la guerra era la única ciudad japonesa en contacto con Europa, cosmopolita, con
una decena de diarios en lengua inglesa, matrimonios mixtos, un club internacional...
Cuando estalló el conflicto, todos los extranjeros la abandonaron, pero los hijos de
parejas mixtas que se quedaron pasaron a convertirse en sospechosos.
Eso me llevó a pensar en el Nueva York posterior al 11 de septiembre, donde muchos
taxistas son paquistaníes y me explicaron los cambios de actitud de la gente antes y
después de los atentados. Estas personas, a menudo en situación precaria, se sienten
rechazadas y han vivido con el temor de ser detenidas o deportadas. No se trata de
una conexión entreNagasaki y el 11-S, sino entre las dos ciudades después del drama.

P. La historia, la política, los intereses estratégicos de las potencias, acaban colocando


a las dos familias protagonistas de su relato —una del Este, la otra occidental— en
posiciones antagónicas. ¿No sería ese el retrato de la supuesta guerra de civilizaciones?
R. No puedo creer en la guerra de civilizaciones cuandomi propia vida lo contradice,
como mujer nacida y criada en Pakistán, con una abuela alemana, que ha vivido en
Nueva York y ahora en Londres. Sobre todo a lo largo de la última década, musulmanes
y occidentales (aunque en realidad muchos musulmanes son occidentales) empiezan
a considerarse incompatibles, incluso enemigos. Pero el islam y la democracia no
son incompatibles, mire si no lo que está ocurriendo en Egipto o en Libia...

P. ¿Le preocupa la imagen que se proyecta de su propio país, los temores a una
talibanización de Pakistán, la llamada guerra contra el terrorismo en sus propias
fronteras? ¿Puede la literatura modificar esa percepción unidimensional?
R. La proyección de Pakistán en los medios solía reducirse a la confrontación con India y
ahora a la guerra de Afganistán... aparte de las noticias sobre el cricket, por supuesto.
Pakistán tiene músicos, artistas y escritores, no sólo produce terroristas. Los autores
paquistaníes no podemos cambiar el mundo, pero sí retratar la vida real y a gente real.

P. Usted misma ha expresado en sus columnas del diario The Guardian el temor a
un constreñimiento de los sectores liberales de la sociedad paquistaní, a raíz del

10
asesinato en enero de un político contrario a las leyes que penan la blasfemia (Salman
Taseer, gobernador de la provincia del Punjab) ¿Supone ese contexto una amenaza
para los autores y creadores de Pakistán?
R. Estuve en Karachi hace dos semanas y la gente estaba más deprimida que nunca
porque el autor de aquel asesinato había recibido el trato de héroe cuando fue
llevado ante los tribunales. Pero me quedo con la idea formulada por Doris Lessing
de que a lo largo de su vida había visto a Hitler, a Stalin, el régimen del apartheid...
y sin embargo todo aquello ya ha desaparecido. En Pakistán tuvimos el equivalente a
la actual revuelta en Oriente Próximo hace tres años, cuando la presión de los jueces
y de los medios forzó la caída de Pervez Musharraf. Ahora tenemos un gobierno
electo, aunque incompetente y corrupto. En cuanto a las tensiones religiosas,me
pregunto si pueden conducir a las nuevas generaciones de escritores paquistaníes
a no tocar según qué temas, porque el subconsciente está alerta de las amenazas
y puede conducirte a la autocensura. Pero no conozco la respuesta. Yo no tengo
ese dilema, vivo en Londres y escribo en inglés, por lo que sólo llego a un pequeño
porcentaje de los lectores de Pakistán, aunque es muy poderoso e influyente.

P. La protagonista de su libro se integra sin dificultad en el entono de cada país en


el que vive, pero al tiempo reniega de algo “tan insustancial y dañino como una
nación”. ¿Comparte esa opinión de su criatura literaria?
R. Admiro a Hiroko, peroCultura ibérica. Finales
no comparto S. III, inicios
esa sentencia porque S. Pakistán
II a.C. me importa
demasiado, inspira mis sentimientos más profundos, la crítica y el cariño. Siempre
que regreso a Karachi siento “esta es mi historia”. Aunque mi noción de patriotismo
no encaja con esa idea tan poderosa de la nación que te lleva a estar dispuesta a
matar y morir por ella. Hiroko es como me gustaría que fuéramos todos: se adapta a
las costumbres, aprende lenguas, pero no lo hace pensando en el concepto de nación
sino de comunidad.
Fuente: Babelia/El País

11
Historia

El Tratado de Tordesillas

El Programa Memoria del Mundo de la UNESCO se creó


en el año 1997 para preservar el patrimonio documental,
auténtica memoria del mundo y espejo de la diversidad
de lenguas, pueblos y culturas de nuestro planeta. La
creación del programa obedeció a la constatación de la
suma fragilidad de esa memoria y al hecho de que día tras
día desaparecen elementos importantes del patrimonio
documental que la componen.
El Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494 lo constituyen
las capitulaciones entre los Reyes Católicos y el Rey Juan II
de Portugal por las que se establece una nueva línea de
demarcación entre ambas coronas, a trazar de polo a polo,
a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. La firma del Tratado se llevó a cabo
tras difíciles negociaciones diplomáticas entre embajadores y procuradores de ambos
reinos. Esta modificación de la línea de demarcación dividiendo el mundo entre
España y Portugal supuso el comienzo de la historia de Brasil, ya que su extremo
oriental queda dentro de la zona portuguesa.
Al ser un Tratado bilateral, existen dos originales, en versión castellana se conserva
en el Arquivo Nacional da Torre do Tombo ( Lisboa) y en versión portuguesa en el
Archivo General de Indias (Sevilla).
La inclusión del Tratado de Tordesillas en el Registro de la Memoria del Mundo
supondrá promocionar y difundir este valioso documento, constatar su importancia
como memoria histórica y promover su conservación, así como sensibilizar al público
sobre su protección.
Fuente: UNESCO/agencias

12
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

13
14
Recuperan objetos
del ajuar funerario de Tutankamón

E n un lento y penoso goteo van apareciendo los


objetos robados del Museo Egipcio de El Cairo
durante el robo del pasado enero, en la confusión de
los primeros pasos de la revolución en Egipto. Ahora
han regresado a su hogar en el museo la estatuilla
dorada del faraón cazando con arpón desde un
bote, la trompeta de bronce y el elemento central
de abanico sustraídos. La estatuilla era uno de los
objetos emblemáticos del saqueo del Museo Egipcio.
Los asaltantes la rompieron y en el suelo de las salas del tesoro de Tutankamón,
como se pudo ver en imágenes captadas por la televisión, quedaron, entre cristales
de las vitrinas, la barca en que se apoyaba la figura y los pies de ésta. La estatuilla,
cercenada de su base por los ladrones para facilitar su transporte, presenta serios
desperfectos, le falta un trozo de corona y parte de las piernas. Los técnicos del
museo se emplearán a fondo para restaurarla.
La trompeta en cambioCultura
está enibérica. Finalescondiciones
excelentes S. III, inicios—aunque
S. II a.C. no se sabe si

alguien habrá aprovechado la ocasión para soplarla­; el instrumento no requiere


restauración y podrá volver a exhibirse enseguida, según el director del museo, Tarek
El-Awady. En cambio el trozo de abanico está hecho unos zorros: un lado se ha roto
en 11 piezas; además, parte del objeto sigue perdido.
Con las tres piezas de Tutankamón se ha recuperado uno de los ushebti —estatuilla
funeraria— del conjunto sepulcral de Yuya y Tuya, otra de las colecciones del museo
más perjudicadas por el asalto. La figurita se encuentra en buen estado y podrá
también volver a ser expuesta de inmediato.

15
En una maleta, en el metro

Las cuatro piezas del antiguo Egipto aparecieron en una maleta hallada por casualidad
en el metro de El Cairo por el arqueólogo Salah Mohamed mientras se dirigía al
trabajo. Una más de las rocambolescas historias vinculadas a la recuperación de
objetos del asalto al Museo Egipcio. El pasado febrero, un profesor de la Universidad
Americana de El Cairo entregó la estatua robada de Akenatón con corona azul y
base de alabastro que su sobrino, dijo, había encontrado cerca de un contenedor de
basura en la plaza Tahir.
Zahi Hawass, ministro de Antigüedades, aprovechó en una conferencia de prensa
con motivo de la recuperación de los objetos para advertir a los que se llevaron
piezas del museo que todas están registradas y nunca conseguirán venderlas. Añadió
que los que devuelvan las piezas no serán castigados. “Sólo queremos recuperar las
antigüedades”, recalcó.
Fuente: El País

16
Celebra el judaísmo la fiesta
de los panes ázimos

Jerusalén.- Con pan ázimo y sin nada de levadura en sus alimentos durante siete días
(ocho fuera de Israel), los judíos celebran a partir de esta noche la fiesta del Pesaj, la
misma que Jesús conmemoró en la Ultima Cena con sus discípulos.
De gran trascendencia en la historia judía por el sentido tanto religioso como étnico
que conlleva, se trata de una de las fiestas más antiguas conocidas, y está descrita en
las escrituras sagradas en el libro del Éxodo.
“Ese libro narra como fuimos liberados por Dios del Faraón que nos tenía
esclavizados y la orden de celebrar este episodio para la eternidad y como si nosotros
mismos hubiéramos estado allí”, explicó a Notimex el rabino Yaacov Hamu.
Una de las claves de esta celebración es el “Relato” que se transmite de padres
a hijos, conocido como “Hagada” y en la que la familia va describiendo los hechos
descritos en la Biblia e interpretaciones a la voluntad divina de parte de líderes
espirituales posteriores.
“Lo más importante es comunicarle a los niños el mensaje de libertad que nos llega
desde aquella noche, para que nuestro pueblo siga existiendo”, agregó el rabino
Cultura
sobre esa mezcla anormal ibérica. Finales
que confiere S. III, un
al judaísmo inicios S. II a.C.
carácter dual y simultáneo
como pueblo y como religión.
“En otros pueblos se puede ser de cualquier religión, al nuestro se accede
únicamente por la religión. Si eres judío de religión, automáticamente perteneces al
pueblo judío”, puntualizó.
Esa dualidad se origina precisamente en los hechos que se conmemoran en el Pesaj,
la salida de un grupo de personas de la esclavitud guiados por Moisés para aceptar
el monoteísmo en el Monte Sinaí, episodio que también forma parte del cristianismo
y que fue ampliamente llevado a todas las artes.

17
De hecho, la última cena que Jesús celebró con sus discípulos, antes de la
crucifixión, no es otra que la Pascua judía, la misma que comenzarán a conmemorar
millones de personas de esta confesión en Israel y en todo el mundo.
La única diferencia es que por razones logísticas relacionadas con la luna y los
transportes en tiempos antiguos, en Israel se celebra durante siete días y en el resto
del mundo durante ocho.
Reunidos en familia, los judíos transmitirán el histórico legado a sus hijos alrededor
de una gran mesa y antes de una copiosa cena en la que destacan como elementos
simbólicos la lechuga, el huevo, el “jaroset” (mezcla de frutos trillados amasados en
bolas ultracalóricas) y el vinagre.
“La mezcla de elementos dulces y amargos en la mesa no es más que el recuerdo
de la amargura de la esclavitud y la dulzura de la libertad”, declaró Hamú.
Conocida también como Fiesta de la Primavera, por la estación en la que se celebra,
y también como Fiesta de la Libertad por lo que representa para la gestación étnica
del pueblo judío, el Pesaj está claramente marcado por la “matzá”, una fina galleta
cuadrada de tamaño variable que es empleada durante la fiesta como pan.
La Biblia ordena a los judíos que para recordar el éxodo deberán comer panes
ázimos, porque así los hicieron sus padres durante siete días al salir de Egipto con
premura y no disponer de levadura, un producto que sale estos días de cualquier
vivienda judía y comercio.
La industria y la tecnología modernas han sabido suplir la ausencia de ese producto
con todo tipo de sustitutos, como la harina de manzana, para ofrecer alimentos
alternativos a los fabricados con levadura, pero hasta hace unas décadas la situación
era muy distinta.
“Ahora hay tortas, bizcochos y galletas casi tan buenos como los normales, pero
antes nos contentábamos con fruta y frutos secos, quizás algún dulce de coco al
horno, pero poco más”, recordó Mazal Dahan, una mujer octogenaria criada en
Marruecos y que emigró a Israel en la década de los años 50.
“Hasta hay pan sin levadura en las cafeterías y restaurantes”, destacó sobre unos
pequeños panecillos desinflados que comenzaron a aflorar hace unos pocos años

18
y que, para los más conservadores, su mera semejanza con el pan supone ya una
violación de la ley más estricta.
Para hacerse una idea de hasta dónde llega la observancia de eliminar cualquier resto
de levadura o producto leudado, basta con ver la profunda limpieza que una buena
parte de los judíos hacen de sus casas en las semanas que precede a esta fiesta.
Esta mañana (del 18 de abril), en un ritual centenario, muchos de ellos quemaban
en las calles pequeños restos de pan y pronunciaban una plegaria para declarar
que cualquier miga que hayan podido perder de vista durante la limpieza queda
invalidada como producto leudado y por tanto quedarían eximidos del pecado.
Estadísticas muestran que entre un 60 y un 70 por ciento de la población judía de
Israel se abstiene de comer pan leudado en la Pascua, un período en el que cientos
de miles de personas salen de excursión por todo el país abarrotando carreteras y
lugares de esparcimiento.
Otros más progresistas y laicos, cifrados en más del medio millón entre una
población de 7.3 millones, prefieren este año celebrar el Pesaj en el sentido más
metafórico de la fiesta, y aprovecharla para hacer un masivo éxodo al extranjero que
les haga olvidar las dificultades que conlleva la fiesta.

http://www.milenio.com/node/697561

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

19
Directorio

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DIRECTOR GENERAL
ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

SECRETARIO TÉCNICO
MIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY

SECRETARIO ADMINISTRATIVO
EUGENIO REZA SOSA

COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONES


LOURDES HERRASTI

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS


Y DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
LEONEL DURÁN SOLÍS

EDITOR
MARIANO FLORES CASTRO
correodelasculturas@gmail.com

ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DEL


CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES


DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.

MÉXICO, D.F., 15 DE ABRIL DE 2011.

20

Potrebbero piacerti anche