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Homenajes

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Juan Carlos Portantiero
(1934-2007)

La pasión del pensar

El elemento popular “siente” pero no siempre comprende o sabe. El


elemento intelectual “sabe” pero no comprende o, parcialmente, “siente”
[...] El error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin
comprender y especialmente sin sentir ni ser apasionado (no sólo del
saber en sí, sino del objeto del saber), esto es que el intelectual pueda
ser tal (y no un puro pedante) si se halla separado del pueblo-nación,
o sea, sin sentir las pasiones elementales del pueblo [...] No se hace
política-historia sin esta pasión.

Antonio Gramsci, citado por Juan Carlos Portantiero1

■■ Un legado del pensar político: recuperar, guiado por un interés meramente


la política. teórico, fragmentos de un discurso político que,
a ojos vista, contribuyen hoy a la comprensión
Juán Carlos Portantiero fue uno de esos inte- de fenómenos y dinámicas sociales, populares
lectuales de izquierda, progresistas, diríamos y de trabajadores, cuya complejidad sigue
hoy, que merece y tiene un reconocimiento acuciando el debate de la teoría social y de la
público que trasciende fronteras y lo hace voluntad política.
portador, destacado, de la herencia cultural Más allá de la diferencia política que pudo
de las ciencias sociales que el siglo XX deja surgir y permanecer, aún en medio de even-
a la Argentina democrática del Bicentenario. tuales crispaciones de la coyuntura y la contin-
Un intelectual orgánico, nunca diletante, gencia, la memoria de Portantiero compromete
de inusual sensibilidad hacia las “pasiones a quienes, aún en el siglo XXI ¿post? capita-
elementales del pueblo” que, a su juicio y, a lista, aspiran a realizar las ideas de demo-
menudo, al de las mayorías, daban la nota del cracia, justicia y emancipación social por las
saber y sentido nacional popular que el país que siempre bregó. Un ejemplo de “espíritu
precisa para su desarrollo. público” y de “pasión de pensamiento”, destaca
Este artículo no pretende, por supuesto, sensiblemente Claudia Hilb al comenzar una
ni siquiera a título preliminar, trazar una hermosa biografía intelectual que recoge
línea interpretativa coherente de la biografía textos dispares, a veces, rectamente comuni- 335
intelectual de Portantiero, que excede con cativos con la herencia del pensar que nos legó
creces nuestras posibilidades y la disponibi- Portantiero2.
lidad de las fuentes a que recurrimos, amén Las futuras generaciones, sus politó-
del interés de la publicación. Sólo pretende logos y sociólogos, subraya Hilb, continuarán

1 Cfr. Portantiero, J. C.: Los usos de Gramsci, Grijalbo, Buenos Aires, 1999, pág. 141.
2 Hilb, Claudia (comp.). El político y el científico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero, Siglo XXI Eds.,
Buenos Aires, 2009, pág. 13.
Homenaje

frecuentándolo “como un clásico del pensa- mundo de las ideas no le obnubiló, sin embargo,
miento sociopolítico argentino, cuando nosotros apreciar el desfase entre teoría y realidad
ya no estemos aquí”3. En realidad, no es fácil que aquejaría a los teóricos izquierdistas al
encontrar entre los pensadores marxistas de surgir “esa anomalía que se llamó peronismo”,
su generación alguien que haya intentado, con recuerda unos de sus contemporáneos6. Formó
más ardor y empeño teórico, tender un puente entonces parte de la vanguardia en la ímproba
de comprensión entre las ideas y política de la tarea de dar sentido sociológico a ese hecho,
izquierda clásica y las del movimiento nacional inscribiéndolo “en un curso histórico y en una
popular, de signo “populista” peronista, como lógica de acción social y política” cuyas refe-
lo hizo Portantiero4. Tempranamente esa rencias fundantes podrían encontrarse en uno
inquietud del espíritu que lo abre a experien- de que fueron, más tarde, los usos de Gramsci,
cias populares no codificables en los términos “consistente en rebuscar los «núcleos de buen
de la izquierda tradicional llevará, a nuestro sentido en el sentido común de las clases subal-
autor, a romper con un marxismo partidizado ternas», uso que bien o mal le sirvió de brújula
y simplista. El cual pronto se evidenciaría para la comprensión y aún la recuperación de la
incapaz de comprender las nuevas situaciones experiencia de las masas peronistas”7.
y dinámicas de clase que dieron origen al Consciente del camino polémico que así
peronismo como fenómeno clave de la política había iniciado, Portantiero se rebela contra
moderna en el país: la sociología académica (al estilo de Michel
Crozier) para la cual el incremento de la
Para un intelectual que participa [...] de participación popular en la política “redunda
la ambigüedad con que estos tiempos de gravemente contra la eficiencia del sistema”8.
cambios esenciales hostigan a su oficio, la Afirmará así que el significado de la democracia
asimilación mecánica de un falso marxismo es propiamente una tarea política, es ganar
economista le permite una peligrosa como- una hegemonía en la sociedad que se obtiene
didad. Ambicionando una superación de en cuanto recupera la dimensión popular del
esa ambigüedad, desea un apoyo ideoló- proceso democrático y lo disocia de la historia
gico que se le presente como total, compacto, de minorías:
redondo, sin fisuras; aspira en el fondo a
respuestas simples y tranquilizadoras para considerar a la democracia como una
preguntas acuciantes y dolorosas5. producción de las masas, como una etapa
en el proceso de su constitución política,
Esa propensión a la apertura teórica, tradu- como un continuum nacional-popular que
cida en un empeño por comprender lo popular, no se «realiza» en el socialismo como mera
que Portantiero parece haber recibido de sus derivación de cambios en las relaciones de
tempranas lecturas de Gramsci lo distingue, producción, sino que, como proceso hacia
a nuestro parecer, de la mayoría de sus congé- el autogobierno de la sociedad, realimenta
neres de izquierda en los tiempos de obscuridad esos cambios estructurales y los hace histó-
que, muchas veces, le tocó vivir. Su pasión por el ricamente reales9.

3 Id. pág. 14.


4 Si miramos desde una óptica que se quiera comprensiva con el “populismo” de hoy, y con toda la cautela que el rigor
336 aconseja para este tipo de juicios, se nos ocurre pensar en José Aricó, ayer y, desde luego, en Jorge Tula, hoy o casi hoy,
Horacio Crespo y no demasiados casos más. Una excelente historia de los que llamamos los compañeros de Portantiero,
caracterizados allí como “gramscianos argentinos”, en Burgos, R.: Los gramscianos argentinos. Cultura y política en
la experiencia de Pasado y Presente. Siglo XXI Eds., Buenos Aires, 2004.
5 Portantiero, J. C.: Realismo y realidad en la narrativa argentina, Lautaro Eds., Buenos Aires, 1961, citado en: Hilb, C.
(2009) op. cit. pág. 16.
6 Terán, O.: “Homenaje a Portantiero”, en Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 244.
7 Ibid.
8 Portantiero, J. C.: “Proyecto democrático y movimiento popular”, en Controversia Nro. 1, México DF, octubre de 1979,
en Tula, J. (ed.): Controversia. Edición facsimilar México 1979-1981, Ejercitar la memoria Editores, Buenos Aires, 2009.
9 Ibid.
Juan Carlos Portantiero - (1934-2007)

Estamos ya ante un Portantiero que es polí- en el debate público para impedir, como
tico allí donde antes se pretendía científico, dijo alguna vez Gadamer (1993), que los
para usar el lenguaje de Claudia Hilb. La polí- hombres se precipiten unos sobre otros13.
tica que hace real la estructura y no al revés
es algo que, en los contextos históricos de la
cita, revela un hallazgo insólito. Pero Hilb ■■ Un rescate transformador crítico
siguiendo a Hannah Arendt, en cambio, podría de la experiencia populista/
haberle argumentado, años después, que la peronista
experiencia del totalitarismo (en este caso
marxista) alumbra una ruptura con la tradi- Este Portantiero, que entiende el mundo nuevo
ción, en virtud de la cual la política abandona por el que pugna como un mundo que, “lejos de
su sumisión mecánica a la necesidad social y quedar encorsetado por doctrinas monolíticas
gana el reino del pensar10. Sólo en la medida debía nutrirse de lo mejor de la creación inte-
en que no se sometan a la máxima la única lectual y cultural de las vanguardias políticas
verdad es la realidad, el pensar, la voluntad y y estéticas de la época”14, deberá emprender
el juicio podrán ser abordados como facultades su famoso estudio, compartido con Miguel
activas y autónomas y podrá desplegarse su Murmis, sobre la sociología de los orígenes del
potencialidad política11. Mirado a través de peronismo15, “uno de los mayores clásicos de
este cristal puede surgir, entonces, la figura la sociología argentina”16. La tesis, rupturista
de un Portantiero que parece pensar reflexiva respecto de las explicaciones más aceptadas
y no deterministamente los procesos de poder, de la época, ha sido discutida y reconsiderada
un poder comunicativamente generado, si hasta sin fin. Lo fundamental de su argu-
usamos la potente fórmula sociológica con que mento, como se sabe, refuta que el contenido
Habermas12 describe la noción de poder en obrero del peronismo naciente surja del corte
Hannah Arendt: con una “vieja clase obrera”, orgánica, experi-
mentada en las luchas, con conciencia de clase
Supo a la perfección que la conversación y, en consecuencia, esté dado sólo por una
política entre los ciudadanos tenía lugar “nueva clase obrera”, sin experiencia de clase,
en el espacio público, alentó la superación proveniente de las áreas rurales, incorporable
del sentido devaluado de la política y la como masa a un proyecto autoritario y dema-
necesidad de recuperar la comunicación gógico como el que representaría Perón17. Para

10 Hilb, Claudia (comp.): El resplandor de lo público. En torno a Hannah Arendt, Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1994, pág. 9.
11 Id. pág. 19.
12 Arendt, dice Habermas, a diferencia de Max Weber, para definir el poder parte de un modelo de acción no teleológico
sino comunicativo: “el poder surge de la capacidad que tienen los hombres no solamente para actuar o hacer cosas,
sino también para concertarse con los demás y estar de acuerdo con ellos” (Cfr. Habermas, J.: “El concepto de poder de
Hannah Arendt”, en Habermas, J.: Perfiles filosófico políticos, Taurus, Madrid, 1975, pág. 206. En otra parte de su densa
elaboración de la teoría sociológica como acción comunicativa, Habermas designará específicamente esa definición de
Arendt como poder comunicativamente generado (ver, por ejemplo, Habermas, J.: Facticidad y validez, Sobre el derecho
y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Ed. Trotta, Madrid, 1998, págs. 217 o 608).
13 Quiroga, H.: “Crítica y responsabilidad pública. A propósito de los intelectuales”, en Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 108.
La referencia es a Gadamer, H. G.: Elogio de la teoría, Península, Barcelona, 1993.
14 Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 15.
15 Murmis, M. y Portantiero, J. C.: Estudios sobre los orígenes del peronismo. Edición definitiva, Siglo XXI Eds., Buenos
337
Aires, 2004.
16 Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 18.
17 La crítica de Murmis y Portantiero, en realidad, no es sólo a quienes como Gino Germani, caracterizan el “corte”, entre
viejos y nuevos obreros, de modo regresivo, sino también a quienes lo idealizan positivamente viendo en los “nuevos”
una encarnación de las “potencialidades transformadoras” que el peronismo traía, “merced a la incontaminación que
esos sectores, beneficiosamente inmaduros, tuvieron del espíritu burocrático y conservador que afectó a las antiguas
representaciones de los trabajadores” (Ver Camarero H.: “Claves para la lectura de un clásico”, en Murmis, M. y
Portantiero, J. C. (2004) op. cit. pág. 27). Camarero nombra a Jorge Abelardo Ramos y a Alberto Belloni entre los
autores de esta “idealización”.

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esta explicación de Gino Germani, que Murmis de Murmis y Portantiero: “Perón se dirigió,
y Portantiero refutan de modo incontestable, pues, primero a la vieja guardia sindical para
“la manipulación se convierte en el lazo básico ganar su apoyo y poner los recursos organiza-
entre masas y líder del movimiento”18, línea cionales y políticos con los que esta contaba, al
interpretativa que abonará, para siempre, el servicio de su penetración en el mundo obrero
enfrentamiento del discurso académico domi- y de la conquista del poder”21:
nante con la práctica popular de marca pero-
nista. Las hipótesis del estudio de Murmis y En efecto, entre el llamado a las masas
Portantiero trabajarán sobre tres ejes explica- realizado desde el Estado y la formación
tivos del componente obrero del nuevo movi- de un movimiento político popular fuerte-
miento, fundando una pertinente y documen- mente articulado en los sindicatos hay una
tada teoría sobre la alianza de clases estraté- experiencia de organización que la refe-
gica que, con altos y bajos, el peronismo movi- rencia a los nuevos trabajadores no logra
mientista desarrolló por décadas. Afirman: llenar. Esta experiencia es indisociable
1. Que en el surgimiento del peronismo de la acción de los antiguos militantes;
tuvieron una intensa participación organi- si es verdad que hay un apoyo oficial a la
zaciones y dirigentes del sector de obreros sindicalización, no es menos verdad que
“viejos”; el proceso de aculturación de las nuevas
2. Que es difícil otorgar la caracterización generaciones en las protestas de la lucha
de pasiva, heterónoma y con miras de corto social se lleva a cabo a través del saber
alcance a la participación obrera en el proceso acumulado en los sindicatos existentes22.
de constitución del movimiento nacional
popular; La tarea revisionista de las propias tradiciones
3. Que la participación conjunta de viejos teóricas, que modula en los inicios de los ’70
y nuevos implicaba un proyecto social de cierto el intento de Portantiero de acercarse a una
alcance y tenía como componente importante comprensión histórica política del peronismo,
la continuidad programática con reclamos no sólo le resultará dificultosa entre sus propios
previos de las organizaciones obreras, del compañeros de aventura, sino que tampoco
mismo modo que la posibilidad de participa- encontrará demasiada acogida en los nuevos
ción obrera en una alianza policlasista era ya aliados que busca. El clima de época no está
una tendencia con importantes antecedentes para acuerdos fáciles entre quienes vienen de
en el sindicalismo anterior al peronismo19. trayectorias intelectuales y políticas diversas
No darse cuenta de este carácter polí- y, como es el caso, más de una vez enfren-
tico estratégico “nacional popular” del popu- tadas en los hechos. La historiografía política
lismo peronista, dirá Portantiero, explica la trazada por Raúl Burgos, por ejemplo, recons-
sempiterna incapacidad de la izquierda para truye treinta años más tarde un insólito –por
insertarse masivamente en la clase obrera. nominalista y simplificador– debate teórico
“Comprender al peronismo era, por ende, una sobre el carácter “gramsciano” o “althusse-
tarea de importancia a la vez intelectual y polí- riano” del discurso intelectual que Portantiero
tica”20 para plantearse, de modo responsable, y sus compañeros de ruta, de entonces, traen
cualquier camino democrático profundo (socia- al acercarse al campo nacional popular23. La
338 lista) en el país. Juan Carlos Torre retoma, más disputa se da en una escena académica que
de treinta años después, el argumento central integran las llamadas “cátedras nacionales”,

18 Murmis, M. y Portantiero, J. C. (2004) op. cit. pág. 117.


19 Id. pág. 129.
20 Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 19.
21 Torre, J. C.: “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”, en Mackinnon, María Moira y Petrone, M. A.:
Populismo y neopopulismo en América latina. El problema de la Cenicienta, EUDEBA, Buenos Aires, 1999, pág. 174.
22 Ibid.
23 Ver Burgos, R. (2004) op. cit. pág. 179 y ss.
Juan Carlos Portantiero - (1934-2007)

de profesores de tendencia de izquierda pero- el nivel ideológico del discurso, el Portantiero


nista y las llamadas “cátedras marxistas”, socialista que comprendía el impulso progre-
más o menos de una izquierda revolucionaria, sista y transformador del peronismo se ganará,
por entonces, clásica. Para Horacio González, sin duda, la simpatía política y teórica, perdu-
puesta en términos de filosofía de época la rable, de amplios sectores de éste. Intelectuales
polémica era entre “historicismo” y “estructu- nacionales populares escuchados y reconocidos
ralismo”. El programa de las cátedras nacio- durante décadas, como Nicolás Casullo, acom-
nales, dice, era “absolutamente historicista”, pañarán las teorizaciones del teórico socialista
compuesto por historias de ideas latinoame- tras la búsqueda de acuerdos que no rehuyen,
ricanas o europeas y por lecturas que iban sino que suponen la polémica y la crítica. Sobre
desde Marx a Jauretche, en cambio en el todo cuando aquel parece entrar en una deriva
programa de Portantiero y su grupo primaba democrática formal que amenaza con sepa-
Althusser, “el análisis concreto debía ser un rarlo del movimiento real de las masas pero-
análisis de la estructura, de las fracciones de nistas. Cuando ambos comparten el exilio y la
clase”. Portantiero, según el relato de Burgos, derrota del movimiento revolucionario de los
responde con similar desenfado teórico reivin- ’70, Casullo entrevé una diferencia sustantiva
dicando el carácter “gramsciano” de su discurso entre dos lecturas sobre el tipo de movimiento
intelectual: popular antihegemónico que debe encarar la
nueva fase del proceso político argentino25. Por
Horacio está equivocado. Yo era una parte, Portantiero y sus compañeros de
gramsciano. Y te digo más, yo siempre tradición marxista, que plantean para la postd-
fui anti-Althusser, el único Althusser que ictadura una “superación de un populismo pero-
a mí me interesaba era el de «contradic- nista” que, en los hechos, terminará siempre
ción y sobredeterminación» [...] Yo creo recomponiendo la dominación capitalista
que la diferencia era otra, la diferencia sobre los sectores subalternos. Por otra parte,
era que nosotros seguíamos planteando Casullo y otros que militan o han sido cercanos
que el marxismo tiene un núcleo vivo muy al peronismo revolucionario de los ’70, para
importante y permitía pensar cosas que no quienes el peronismo mostró siempre distan-
permitía el discurso tercermundista «fano- cias político culturales respecto de los sectores
niano» que tenían las cátedras nacionales. hegemónicos dominantes, habilitándose a sí
Me parece que la polémica era más bien mismo “para plantearse como una centroiz-
Fanon vs. Gramsci más que Gramsci vs. quierda reformista, en tanto proyecto de otra
Althusser. Pero ellos en cambio eran más democracia institucional progresista”26. La
Mao, Fanon, Jauretche, Perón, todos esos separación intelectual de Portantiero respecto
autores que nosotros no trabajábamos24. de sus aliados populistas será profunda y recur-
sivamente argumentada, parecerá sin retorno,
A pesar de estos debates teoréticamente poco prefigurando años de desencuentro27, justo
consistentes y de apariencias antagónicas en los de la recuperación democrática durante

24 Id. pág. 189


25 Casullo, N.: “Populismo”, en Casullo, N.: Las cuestiones, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, pág. 162.
26 Id. 162-163. 339
27 En todo caso, los argumentos del otro lado de la polémica no tomarán demasiadas precauciones académicas para
responder. Al trazar un balance de la sociología de comienzos de los ’90 y referirse a la tesis de Portantiero de que la
transición postdictadura era una “realidad”/necesidad no sólo en la esfera política sino además en la de la economía
(algo como el pasaje a una economía de “ajuste estructural”), Eduardo Rinesi encuentra que Portantiero “naturaliza”
procesos históricos de modo que justifica, por ejemplo, “las políticas económicas del menemismo”, renuncia a la crítica,
muestra “un posibilismo resignado y reaccionario” y “un empirismo irreflexivo y ramplón” (Cfr. Rinesi, E.: “Epílogo. La
historia sin red” en González, H. (comp.): Historia crítica de la sociología argentina. Los raros, los clásicos, los científicos,
los discrepantes, Eds. Colihue, Buenos Aires, 2000, págs. 529-530). Aún sin considerar el contexto cultural personal de
la proposición criticada, que debiera aconsejar discreción analítica si se busca “naturalización” en un discurso como el
de Portantiero, habría que decir que la conclusión de Rinesi es demasiado fuerte para el dato consignado.

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el gobierno de Raúl Alfonsín. En un texto que siglo XXI, ante la emergencia de un gobierno
comparte con Emilio de Ípola, la idea central es que le parece que retoma o actualiza ideas y
que el peronismo, como populismo realmente discusiones positivas de otros tiempos, ese
existente, tiene “limitaciones insuperables” malestar se hace presente en forma casi explí-
como fuerza emancipadora por efecto de una cita. Otra vez la inquietud de preguntarse si
ideología organicista, estatalista (similar a la será posible una “izquierda democrática” que
del fascismo y socialismos reales), negadora tome en cuenta y abarque al nuevo populismo
del “despliegue pluralista” que constituye al que parece instalarse en el país; “soy cons-
pueblo como sujeto democrático: ciente de mi imposibilidad, dice, para sentir
algún vínculo, emocional o racional, con los
Para decirlo sin retaceos: las modalidades elementos culturales que nutren la larguísima
bajo las cuales el peronismo constituyó al experiencia histórica del peronismo”, pero el
sujeto político «pueblo» fueron tales que nudo del problema “para una izquierda demo-
conllevaron necesariamente la subordina- crática es, en el presente, la presencia, en un
ción/sometimiento de ese sujeto al sistema principio accidental, de Néstor Kirchner en la
político instituido [...] encarnado para el presidencia de la nación”:
caso en la figura que se erigía como su
máxima autoridad: el líder [...] consti- Si hubiera que ubicar a Kirchner en esa
tuyó a las masas populares en sujeto (el larga peripecia, no sería incorrecto identi-
pueblo), en el mismo movimiento por el ficarlo con una suerte de neocamporismo,
cual –en virtud de la estructura interpe- que revive una orientación ideal pero la
latoria que le era inherente– sometía ese proyecta en un tiempo, como el actual, muy
mismo sujeto a un Sujeto Único, Absoluto distinto a aquel, en el que ya no cabe la
y Central, a saber, el estado, corporizado y concepción de «partido armado» ni la del
fetichizado al mismo tiempo en la persona «socialismo nacional», sino, en todo caso
del jefe «carismático»28. y de acuerdo a propias palabras oficiales,
la de un capitalismo nacional [...] En
No es una novedad sostener que la disputa realidad, Kirchner, que en un principio
sobre el carácter ideológico del populismo atra- parecía ser sólo el candidato que podía
vesó de comienzo a fin las ideas y las prácticas incomodar el patético retorno de Menem
políticas o académicas de Portantiero. El popu- al gobierno, transformó esa pura negati-
lismo implicaba, para él, de modo inmediato, vidad en una dinámica de realizaciones
una tensión entre la necesidad de un anclaje positivas. Poco a poco, fue superando el
político en las masas populares, que susten- vacío de sociedad que vivió la política
tara en ellas la búsqueda siempre pendiente desde los tiempos finales de la Alianza
de democracia “desde abajo”, y la necesidad de y a partir de una firme reconstrucción
un anclaje cultural en un mundo de ideas de de la autoridad presidencial [...] Hacia
izquierda democrática, casi siempre, extraño a el pasado, tratando de concluir con las
las tradiciones intelectuales de líderes y bases deudas que había dejado el terrorismo
populistas. Esta tensión le significaba un de Estado; hacia delante, con medidas
malestar cultural con la política que no podía tan reclamadas por la sociedad como
340 resolver: “yo tengo con la política una rela- el enjuiciamiento y el reemplazo de los
ción extraña: no puedo vivir sin la política, no jueces emblemáticos de la Corte Suprema
puedo pensar sin la política, pero no me puedo menemista. A lo que habría que agregar
dedicar a la política”29. Incluso ya iniciado el la dignidad con que enfrentó las primeras

28 de Ípola, E. y Portantiero, J. C.: “Lo nacional popular y los populismos realmente existentes”, en Tula, J. (ed.) (2009)
op. cit.
29 Torti, María C. y Chama, M.: “Los nudos político-intelectuales de una trayectoria. Entrevista a Juan Carlos Portantiero”,
en Cuestiones de Sociología, Nro. 8, 2006.
Juan Carlos Portantiero - (1934-2007)

discusiones con los acreedores externos e libre uso de categorías aparentemente ajenas
internos de la deuda pública30. al campo de la teoría política”33.
La referencia del compañero de Portantiero
es, así, a elaboraciones de una teoría de “la
■■ Un proyecto democrático que razón populista” que han hecho de Laclau el
recupera un pasado teórico en principal exponente de un pensamiento que,
Marx y Gramsci. desde puntos de vista de izquierda, busca,
con notable rigor metodológico y teórico, dar
De esa tensión entre política popular y cuenta democrática de las tradiciones políticas
cultura progresista que, según cierto parecer populares reconocibles en la historia pero-
que recogemos acá, caracteriza buena parte nista. No obstante, de Ipola, a diferencia del
de la trayectoria intelectual de Juan Carlos Portantiero más cauteloso que hemos citado,
Portantiero, podrán encontrarse las manifes- es terminante para desechar esa cuenta posi-
taciones más diversas. En el homenaje literal tiva. El lenguaje de la tesis es directo y cate-
que le organiza Claudia Hilb, por ejemplo, el górico: buscar sustentos en el discurso de
fenómeno se hace notorio en varios de los textos Gramsci sobre la hegemonía, como pretende
publicados, pero queremos ejemplificarlo en Laclau, es un intento fracasado porque ésta,
uno de Emilio de Ipola31, coautor de muchas ya en el teórico italiano, es de carácter tras-
de las salidas teórico políticas en el amplio cendental y religiosa, su figura de partido
discurso científico social y público de nuestro (el “moderno príncipe”) no difiere mucho del
autor. De Ipola, explica Hilb, retoma una partido fascista: “exige la subordinación de
discusión con Ernesto Laclau, iniciada junto cada juicio y de cada acción a la voluntad inde-
con Portantiero hace treinta años, “respecto de fectible del partido”34. El argumento de de Ipola
la posibilidad de repensar la política tras la se completa sobreimprimiéndole a Gramsci,
crisis del marxismo tradicional en los términos de modo unívoco (“justificado punto por punto,
de la hegemonía de cuño gramsciano”32. texto en mano”) una especie de marxismo de
Laclau parte de un “nosotros” que no tiene talante escolástico que debiera encontrar poco
identidad política, sugiere de Ipola, aunque sostén entre los numerosos entendidos en el
hizo, también, una revisión del bagaje teórico teórico italiano. Así, sin los notorios matices
de la izquierda que tuvo aspectos en común y recaudos que Gramsci siempre tomó sobre
con la de él y de Portantiero. El problema es cualquier imputación con visos de doctrina,
que desembocó en opciones diferentes y hasta matices que, también, pueden ser justificados
opuestas. “Laclau tuvo en cambio el mérito “texto en mano”, le adjudica, nada menos,
de prolongar su examen del pasado teórico en que un régimen de gobierno de “dictadura
una búsqueda a futuro que lo llevó a incur- del proletariado”, “en el sentido en que Marx
sionar por caminos poco transitados y a hacer y Lenin dieron a esa fórmula”35. En suma,

30 Portantiero, J. C.: “¿Es necesaria (y posible) una izquierda democrática?”, en Rev. Debate, Buenos Aires, 28 de marzo
de 2004.
31 de Ipola, E.: “La última utopía. Reflexiones sobre la teoría del populismo de Ernesto Laclau”, en Hilb, C. (2009) op. cit.
32 Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 30.
33 de Ipola , E. (2009) op. cit. pág. 198. 341
34 de Ipola, E. (2009) op. cit. pág. 219. Sin reparar demasiado en las precisiones conceptuales o epistémicas, por no decir
históricas, que le permitirían homologar hegemonía gramsciana con dominación fascista, de Ipola busca apoyo en el
teórico chileno José J. Brunner, para quien esa idea de hegemonía es por esencia antidemocrática. Es imposible, dice
Brunner, generar una mayoría absolutamente coherente y estable en torno a una concepción única del mundo y hacerla
compatible con el juego democrático (Cfr. Brunner, J. J.: “¿Por dónde va la renovación socialista?”, entrevista a Lucía
Santa Cruz, El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de enero de 1990). Brunner, como denotan nuestros subrayados, ha
creado una personal (como toda) ontología de Gramsci, de modo que su argumento se sostiene sólo entre quienes se
autoconvenzan de la “verdad” de sus impresiones (ontológicas). Esta autoconvicción tendrá, casi siempre, un signo
político de derecha, si nos atenemos a las distinciones tradicionales del siglo XX sobre este término.
35 de Ipola, E. (2009) op. cit. pág. 220.

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Homenaje

Laclau y aquellos que intentan comprender, explicar los procesos de transición democrá-
todavía hoy, el populismo peronista desde tica postdictadura (idea de una profundiza-
categorías gramscianas, por parecerles radi- ción de la democracia que lleva al socialismo),
calmente democráticas, no hacen sino fundar Portantiero apelará a un Gramsci contextuali-
un “autoritarismo unipersonal en el que sólo zado, sin esencia negativa alguna, para juzgar
rige la voluntad del Líder.” Por esta vía, el si sus argumentos teóricos son hoy de actua-
discurso crítico no repara en su autocontradic- lidad. Si por ejemplo, sugiere, se postula una
ción: en nombre de un pluralismo democrático, democracia radical anticapitalista, “Gramsci
niega con argumentos de esencia e identidad es imprescindible”, “es lo único de la tradición
inequívoca, por ende, afectados por un rechazo viva del marxismo” que rescataría hoy en día.
al pluralismo, la posibilidad discursiva y polí- El punto es que, justamente por su asistema-
tica, histórica, de un peronismo democrático. ticidad, los textos de Gramsci entregan suge-
No es claro que Portantiero, en el mismo rencias claves para dotar de una “teoría de la
contexto (la actualidad), hubiera ido tan acción” al materialismo histórico originado en
lejos36. La sensibilidad por lo popular adherida Marx:
a un realismo político atento a lo contingente,
de que hizo gala con perseverancia, le habría, Sin haber dilucidado la complejidad de
quizás, aconsejado prudencia discursiva y este problema teórico que todavía el pensa-
escucha atenta de matices. Es esta figura miento marxista no ha podido resolver,
de un Portantiero reticente al esencialismo no quedan dudas que, dentro de esta
de la ideología política, la que, por ejemplo tradición, es en la fuente gramsciana –
resalta un teórico italiano que reivindica el incompleta, asistemática– donde podrán,
carácter dialógico y polémico, renuente a toda sin embargo, encontrarse las claves más
lógica identitaria, con que puede leerse hoy el sugestivas para un programa de investiga-
discurso gramsciano de la política: ción colocado en la misma área en que la
sociología del 900 buscó fundar una teoría
Se podría hablar de una terapia desi- no determinista de la acción social38.
dentificante. Vuelve necesariamente a la
memoria la afirmación gramsciana –y, por
otro lado, no es por azar que Gramsci, tan ■■ Una lectura democrática de
agudamente «revisitado» por Portantiero, la teoría social y la sociología
sea hoy leído [...]– según la cual es nece- contemporánea.
sario comprender las razones presentes no
sólo desde el punto de vista del otro, del Es ya casi un lugar común sostener que las
extraño, sino también del adversario. Esto investigaciones y elaboraciones ensayísticas
implica la necesidad de entrar en el orden de Portantiero contribuyeron a ciertos desarro-
de ideas por el cual nuestra propia iden- llos de la teoría social que resultarían, con el
tidad es en realidad plural como, por lo tiempo, imprescindibles para encontrarle sus
demás, lo es la identidad del otro37. lógicas a la acción política en el país. Siempre
tan escindida, como parece estar, entre
Y aún compartiendo preocupaciones similares consensos institucionales y conflictos sociales.
342 a las de de Ipola, en orden a la relativa inade- El empeño parece muy anclado en el mundo de
cuación del pensamiento gramsciano para la vida argentino en cuanto busca valorar, de

36 Este entusiasmo metafísico lleva, además, a considerar que los discursos de Marx y de Gramsci son en esencia anti-
democráticos. Como se entenderá, la cantidad de supuestos así comprometidos excede largamente las posibilidades de
un análisis razonable o de un uso público, digamos histórico, de las razones esgrimidas.
37 Marramao, G.: “Occidente plural y modernidad-mundo”, en Hilb, C. (2009) op. cit. pág. 236.
38 Portantiero, J. C.: “Gramsci y la crisis cultural del 900: en busca de la comunidad” tesis presentada al Convegno
Internazionale di Studi ”Gramsci e il Novecento”, organizado por la Fondazione Istituto Gramsci, Calgari, Italia, 15 al
18 de abril de 1997 [Cfr. Burgos, R. (2004) op. cit. pág. 389].
Juan Carlos Portantiero - (1934-2007)

modo análogo, la acción conflictiva propia del las subjetividades intelectuales de la voluntad
mundo social y la acción regulada, propia del política. Digamos extremando la síntesis, que
mundo institucional. La dialéctica más o menos se permitirá un dispositivo teórico, erigido
abstracta, destaca nuestro autor, entre orden e desde ya sobre las tradiciones del marxismo
innovación o cambio y estabilidad comenzaba occidental, como siempre, consistente en una
a encarnarse en las precarias democracias trama de teorías de la acción y de la estruc-
latinoamericanas de la época postdictadura. turas/sistema, acción comunicativa de sello
Plantea entonces, si se quiere, un principio habermasiano, que le lleva a distinguir la
de organización analítico que define la diná- base de todo lo social en la intersubjetividad,
mica democrática, la construcción de su orden, y sujeto sin identidad de sello postestructura-
como una búsqueda inconclusa, fragmentaria, lista francés, que le permite abrir los signifi-
de contenidos y demandas que, antiguamente, cados de la acción a una elaboración sin cierres.
parecían necesidades surgidas de la estructura Pocos de sus contemporáneos y segui-
social y de la historia y que hoy son, más bien, dores han logrado dar eficacia a semejante
“inventadas”: amalgama de investigaciones conceptuales
y empírico historiográficas. La palabra clave
Pero sabemos ya que la democracia, sin de la sociología teórica de este Portantiero
adjetivos, es, a la vez, un espacio insti- es, entonces, “construído”, “inventado”, “no
tucional (lo que supone un acuerdo sobre natural”: “todo lo constituido socialmente (la
sus reglas de constitución) y un lugar de familia, las iglesias, la escuela, la ciencia, etc.)
disenso. Es un imaginario en el cual las es siempre contingente; no descansa sobre
diferencias pueden ser ordenadas, pero ninguna «necesidad» transhistórica o metacul-
no diluidas. Como dicen dos autores fran- tural sino sobre una relación de fuerzas”, dice
ceses: «la democracia supone que una enfáticamente40. El punto, agrega, es que como
sociedad asume una cierta forma de divi- ha señalado Habermas, sistema (de institu-
sión y de conflicto y que ella renuncia por ciones) y mundo de la vida (de acción) suponen
consecuencia a dar una forma institucional paradigmas distintos en cuanto a cómo pueden
a sus tentativas de unificación global del acoplarse sus conceptos fundamentales. Se
curso social». Nada queda cerrado para trata en el primer caso de procesos de integra-
su «invención», que sólo exige un ardid de ción sistémica y en el segundo de procesos de
responsabilidad para no llevarla a riesgos integración social; la crisis sistémica será la
mortales. Las sociedades no implican pérdida de capacidad de control sobre el medio
consensos sustantivos sino procesales, ambiente en que se desarrolla la vida humana,
acuerdos que permitan incrementar y la crisis social será, a su vez, la pérdida de esta-
ampliar los marcos de decisión39. bilidad de los sistemas, que ya no obtienen los
consensos sobre valores en que se sostienen
En esta línea, Portantiero desarrollará un ni el reconocimiento de las normas con que
conjunto de explicaciones teóricas de la polí- funcionan. Instalada en el mundo de la vida,
tica y de la democracia que se nutren del cono- la crisis lleva a una “brusca iluminación de
cimiento científico social más desarrollado y la artificialidad de la acción colectiva”, es el
complejo a fines del siglo XX. Podrá entonces momento de la subjetividad, del actor político
retomar, con otros lenguajes, las viejas preocu- y, por extensión, una vez más, del sujeto ciuda- 343
paciones por las complejidades de lo popular y dano, plural, ¿popular?:

39 Portantiero, J. C.: “Introducción a una búsqueda” en Portantiero, J. C.: La producción de un orden. Ensayos sobre
la democracia entre el estado y la sociedad, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pág. 11. La referencia a “dos autores
franceses” es a Rosanvallon, P. y Viveret, P.: Pour une nouvelle culture politique, Seuil, Paris, 1977, pág. 99.
40 Portantiero, J. C.: “Crisis social y «pacto democrático»”, en Portantiero, J. C. (1988) op. cit. pág. 173. En los pasajes
sustantivos de estas fórmulas teóricas, Portantiero se apoya en Michel Foucault (Microfísica del poder, Eds. de la
Piqueta, Madrid, 1978) para distinguir el momento “guerra” de la política y el poder, del momento “rito” (ritual insti-
tución) de la misma.

Revista de Trabajo • Año 6 • Número 8 • Enero / Julio 2010


Homenaje

La crisis «produce»; se convierte en factor y llevar a cabo, nosotros, los socialistas, en este
«proyectual», aparece como «proyecto polí- nuevo milenio que recién empieza”45. En pala-
tico y como resultante del conflicto entre bras de Portantiero:
proyectos políticos»41. La necesidad de
definir o redefinir sentidos de la acción y Como hipótesis de trabajo, la democracia
de las entidades colectivas, hace de toda será, para nosotros, a la vez «forma» y
crisis de integración social un momento de «substancia», «forma política» y «subs-
explosión de la subjetividad. La crisis, en tancia humana»; articulación a cons-
ese caso, opera haciendo estallar la percep- truir entre cierto tipo de procedimientos
ción reificada de las relaciones sociales y ciertos fines éticos, en una relación de
como actualización de «intereses» prede- mutua justificación46.
finidos y estables. La pérdida de trans-
parencia de las relaciones, sean ellas de Como vemos, contra tradiciones marxistas
cooperación o de conflicto, la emergencia muy asentadas, Portantiero refuta que haya
de nuevos intereses y metas, ilumina la un nexo causal y mecánico entre necesidad y
idea de la «artificialidad» de los vínculos política. Se franqueará así el acuerdo con la
sociales, de su carácter no natural, de la enfática afirmación de la política como acción
necesidad de una construcción intersubje- pública que Hannah Arendt defendió con toda
tiva de los mismos42. razón. Pensar a la sociedad desde lo público,
sostiene, quizás sea el núcleo central para un
Este pensar que es “reivindicación de lo cons- socialismo del futuro. Hannah Arendt, sigue
truido sobre lo dado”43 conlleva una redefini- Portantiero, rastreó el origen clásico de la
ción de la democracia en la línea de “superar su distinción entre lo público y lo privado, entre el
imagen elitista de «mera» técnica del poder y espacio del ciudadano libre y el de vida domés-
la otra, inversa, de «substancia»” que se funda tica, donde cada uno se apropia de lo suyo. Así,
en la justicia, por ejemplo, y de la cual cree si lo privado se definía por la necesidad y la
que deriva, necesariamente, “a la esfera de las desigualdad, lo público lo hacía por la libertad
relaciones políticas”44. El proyecto democrá- y el reconocimiento entre iguales. La revolu-
tico, entonces, entra en contradicción con las ción democrática del siglo XIX hará volver
derivas tecnocrático elitistas, tan comunes en contra la propia burguesía el predominio
las experiencias (representativas) realmente sobre la “opinión pública” que había logrado
existentes en países como la Argentina, como desde los orígenes del capitalismo, y frente a
con la creencia ingenua de que toda nece- la ocurrente emergencia plebeya el liberalismo
sidad de justicia es, necesariamte, política. atemorizado se refugiará “en una propuesta
Afirmamos con Portantiero, dice Jorge Tula, elitista de representación de lo público”47.
que “algunos valores de la modernidad como
el desarrollo económico, la participación polí- El neoliberalismo acentuará hasta la exas-
tica y la solidaridad social «siguen siendo peración este proceso de privatización de la
elementos perdurables de un proyecto que vida y de expropiación del espacio público,
requiere ser replanteado.» Y es precisamente reforzado por el fracaso de las formas
ese proyecto el que debemos intentar elaborar autoritarias y estadólatras del socialismo.
344
41 La cita que hace Portantiero acá es a: Cacciari, M.: “Transformación del estado y proyecto político”, en VVAA: Teoría
marxista de la política, Cuadernos del Pasado y Presente, México, 1981, pág. 236.
42 Portantiero, J. C. (1988) op. cit. pág. 173. la referencia en el texto es a Habermas, J.: La reconstrucción del materialismo
histórico, Taurus, Madrid, 1981.
43 Portantiero, J. C. (1988) op. cit. pág. 173.
44 Id. pág. 176.
45 Tula, J.: “Presentación” a Portantiero, J. C.: Escritos sobre el socialismo, Ed. La vanguardia, Buenos Aires, 2007.
46 Portantiero, J. C. (1988) op. cit. pág. 176.
47 Portantiero, J. C.: “Los socialismos ante el siglo XXI” en Portantiero, J. C. (2007) op. cit. pág. 59.
Juan Carlos Portantiero - (1934-2007)

La tarea del nuevo socialismo es la de que considero deseable preservar –frente a las
impugnar ética y políticamente tanto a la demasiado conocidas historiografías de “conse-
tiranía del estado cuanto a la del mercado, cuentes” y “traidores”– la historia plural,
proponiendo una visión de la sociedad y multicolor y polémica de nuestra institución.
de la política en la que la dimensión de lo La nota refleja bien la imagen que en amplios
público pueda ser recuperada48. sectores del progresismo del país, signa la
memoria de Portantiero. Oscar Terán, recor-
Al responder una fuerte crítica política contra dando las lecciones que, años después, aquel
los “gramscianos argentinos” y el llamado Club habría sacado de la frustrada experiencia de
de Cultura Socialista por, entre otras cosas, apoyo al gobierno radical durante los años 80,
el apoyo de varios de los integrantes de éste completará la imagen:
(Juan Carlos Portantiero, incluido) al gobierno
de Raúl Alfonsin, Claudia Hilb reivindicará la Retornó allí a subrayar las imposibili-
herencia de tradiciones democrático delibera- dades de la democracia llamada «formal»
tivas de la cual el Club se siente heredero y para abordar las soluciones del país si
a las cuales, nos parece, Portantiero adhirió no se atendía con justicia el mundo de la
casi sin fallas en toda la trayectoria intelec- pobreza, la indigencia y la desigualdad
tual y moral que lo distinguió. Creo oportuno social. Postuló entonces que la sociología
reivindicar la tradición múltiple del Club, dice del nuevo siglo –pasadas sus etapas desa-
Hilb, su herencia intelectual y su capacidad de rrollista, dependentista y democrática– se
revisarla sin autocomplacencia. “Es precisa- configuraba como pensamiento de la crisis.
mente en nombre de esa herencia, y en aras de En el curso de estas reflexiones se extinguió
promover un debate sostenido no sobre impu- su vida49.
taciones sino sobre ideas, acciones y actitudes, Eduardo Rojas*

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48 Ibid.
49 Terán, O. (2009) op. cit. págs. 245-246.
* Investigador especialista en materias de trabajo y teoría social.

Revista de Trabajo • Año 6 • Número 8 • Enero / Julio 2010

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