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20/8/2018 Entrevista a Agustín López Tobajas: “La información no es más que la corrupción de la sabiduría, su inversión exacta.

” | Cabalgand…

Cabalgando al Tigre

Miércoles, 17 octubre, 2007

Entrevista a Agustín López Tobajas: “La información no es más que


la corrupción de la sabiduría, su inversión exacta.”

Filed under: Entrevistas — by Aspirante a domador @ 7:35 am

Agenda Viva, órgano de comunicación de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, acaba de


publicar su noveno número, (todos ellos están disponibles en pdf aquí), entre cuyos contenidos
destaca esta interesante entrevista a Agustín López Tobajas. No es la primera vez que este destacado
personaje aparece en el blog: su Manifiesto contra el progreso fue ya brevemente comentado aquí
cuando se publicó en español, y ahora es inminente su publicación en inglés por la editorial Indica
Books. Además, colgué en su momento una entrevista que le realizó The Ecologist. La presente está
realizada por Dionisio Romero.
https://cabalgandoaltigre.wordpress.com/2007/10/17/entrevista-a-agustin-lopez-tobajas%E2%80%9Cla-informacion-no-es-mas-que-la-corrupcio… 1/11
20/8/2018 Entrevista a Agustín López Tobajas: “La información no es más que la corrupción de la sabiduría, su inversión exacta.” | Cabalgand…

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Agustín López Tobajas

Traductor, ensayista y especialista en tradiciones espirituales

Agustín López Tobajas habla como vive, o por precisar mejor la expresión, su palabra no es ajena a su
vivir, lo cual es una novedad en un mundo habitado por personalidades escindidas, donde el pensar
y el existir se han vuelto antagonistas. Nos interesa su perspectiva por esto y por su larga trayectoria
como estudioso y traductor de las ciencias de las religiones, con estos materiales puede proyectar su
reflexión más allá de intereses segmentados o ideológicos. Ha traducido a autores como H. Corbin, L.
Massignon, A. K. Coomaraswamy, F Schuon, S. Weil, R. Guénon, S. Krarnrisch, A. M. Schimmel, M.
Idel, G, Durand, etc. Fue durante varios años codirector de la colección «Orientalia» (Ed. Paidós), y
fue creador y director de la revista Axis Mundi. Ha colaborado en varias obras colectivas -entre otras,
Dossier H: Frithjof Schuon, Lausana, 2001- y es autor de Manifiesto contra el progreso, Palma de Mallorca,
Olañeta, 2005. Coordina actualmente el Círculo de Estudios Espirituales Comparados.

-0-

La ecología es como una plaza pública donde se puede entrar por diversas puertas. Hemos escuchado
en esta sección a economistas, biólogos, activistas, artistas, profesores, etc. Con Agustín López nos
encontramos en la tesitura de no poder recurrir a una clasificación tan fácil, su acercamiento a la
naturaleza, al contrario que todos los anteriores es de total proximidad, reflexiona sobre ella en la
medida que vive inmerso en un bosque, en una sencilla casa construida con sus manos y con un estilo
de vida atento y sobrio.

Usted escribe -ocasionalmente, como le gustaba precisar a Samuel Becke - y traduce libros sobre
metafísica, espiritualidad y conocimiento tradicional, ¿es para usted la naturaleza un libro, una
suerte de texto que se traduce o se reescribe?

Podemos entender la naturaleza como libro, en el sentido de que es una fuente continua de
enseñanza; esa enseñanza será eficaz en la medida en que uno se coloque ante ella en situación de
aprender, lo que quizá no es tan simple como en principio pueda parecer. Por ejemplo, quienes
hemos dejado la ciudad para ir a vivir al campo, hemos cometido, prácticamente sin excepción, los
mismos errores. Cuando uno llega al campo, se pone a “organizarlo” todo, en lugar de dejar que sea
la naturaleza la que le organice a uno. Antes de cambiar una piedra de sitio, habría que sentarse
tranquilamente durante muchas horas y dedicarse a contemplar la piedra y el lugar en que se
encuentra.

El problema es que creemos saberlo todo sobre la naturaleza y en lugar de leer el libro nos dedicamos
a corregirlo y a escribir nuestro nombre en cada página; cuando nos queremos dar cuenta, el libro
está tan lleno de garabatos que la lectura es imposible. Como libro, exige una actitud receptiva por
parte del lector: mantenerse a la escucha, en silencio, a ver qué nos cuenta. Pero con la maldita manía
de la interactividad no hay sitio en el que no metamos las narices. Uno puede haber dedicado toda su
vida al estudio de la naturaleza, estar al tanto de las costumbres sexuales de los escarabajos o conocer
el número exacto de buitres que hay en una comarca, e ignorar, sin embargo, todo lo esencial. Son los
fundamentos mismos de nuestra relación con la naturaleza, todo aquello de lo que no hablan los
libros de ciencias naturales ni parece interesar a los grupos ecologistas, lo que es esencial plantearse.

Ahora bien, ¿un libro que hay que traducir? No sé. Creo más bien que la naturaleza tiene un lenguaje
universal. En ese sentido la naturaleza es más como la música; no precisa traducción, sino escucha.
Quienes la traducen son precisamente los que quieren dar cuenta de ella con categorías científicas y
sociológicas, con cifras y rendimientos, los que hacen censos de árboles o animales, los que pregonan

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la gestión eficaz de los recursos, la planificación racional de los espacios y el desarrollo sostenible. Si
la naturaleza es un libro es, desde luego, un libro de poesía, no de economía, ni siquiera de biología,
y, además, es anterior a la Torre de Babel.

En su libro Manifiesto contra el progreso, plantea las relaciones que existen entre los graves
problemas ambientales y los fundamentos vitales y filosóficos del hombre moderno, nos recuerda
que el adagio “lo que es afuera, es adentro” tiene en nuestro mundo actual una gran evidencia
¿Nos podría dar un bosquejo de lo que significaría una visión espiritual de la naturaleza?

Desde el punto de vista de las culturas tradicionales, diríamos que la naturaleza es una teofanía, una
manifestación de Dios. Y como toda expresión que sale de Dios, es también posibilidad en tanto que
camino de retorno hacia Dios.

Saber eso está bien, pero quizá sea algo que hay que saber y, en cierto sentido, olvidar. No niego esa
idea, ni mucho menos, pero es fácil enlazar unas cuantas frases rimbombantes acerca de Dios y su
presencia en la naturaleza, y eso también tiene sus peligros. Sin duda, cada elemento de la naturaleza
es una puerta que se abre hacia las profundidades. Si conseguimos penetrar con la mirada un poquito
más allá de ese aspecto frontal e intuir de algún modo que realmente hay algo más por detrás,
estaremos ahondando en lo real. Eso ya es mucho. Tengo mis reticencias respecto a pretender ver a
Dios en deslumbrante majestad detrás de cada árbol o cada roca… Al hacerlo, podemos estar
levantando en nuestra mente una imagen falsa de Dios, un ídolo que nos impedirá ver tanto a Dios
como al árbol. Veamos el árbol en su sencillez, dejemos que nos muestre su hondura, su misterio,
pero sin demasiadas solemnidades ni aspavientos, y dejemos en paz a Dios, que aparecerá cuando
tenga que aparecer. Tener una visión espiritual de la naturaleza puede ser, creo yo, saber mirarla
desde el interior de uno mismo, desde la propia alma, y dejarse fascinar por su belleza, que no está
sólo en sus aspectos más espectaculares, sino en las piedras o las hierbas más corrientes, en los
sonidos más comunes… Me parece que la visión científica es un gran obstáculo para acceder en algún
grado a esa vivencia “cósmica”, que, por otra parte, a nivel colectivo, tal vez sea ya irrecuperable…

¿Por qué la visión científica es un obstáculo? ¿No podría haber concordancia con visiones de
carácter más cualitativo o intangible como aseguran algunas autores?

Supongo que se refiere a los últimos desarrollos de la física cuántica y su posible convergencia con
planteamientos de índole metafísica o religiosa. La verdad es que sé muy poco de eso y prefiero no
hablar de lo que no conozco, tanto más cuanto que me parece un asunto muy complejo. De todos
modos, no le oculto mis reticencias: sustituir la materia por energía o apelar a las abstracciones de los
modelos matemáticos para dar cuenta de lo que nos rodea no creo que tenga mucho que ver con la
“intangibilidad” que se plantea desde esos otros ámbitos.

En todo caso, yo me estaba refiriendo, más bien, a la visión científica en su conjunto y a la valoración
de la ciencia como tal en nuestra cultura. Por supuesto, es legítimo estudiar las particularidades
morfológicas de un bicho o una planta, pero el problema está en el estatuto de objetividad absoluta,
de Verdad con mayúscula, que axiomáticamente se atribuye a las formulaciones científicas. La ciencia
parte de un determinado modelo de la realidad, fijado de antemano y que no pone en cuestión. Es ese
modelo, con la materia corno fundamento de toda realidad, lo que es esencial plantearse; lo menos
que se puede decir es que no es el único posible, ni el único razonable; y está determinando de forma
decisiva toda nuestra existencia concreta, nuestra vida.

El problema con la ciencia moderna occidental, como en general con el llamado “progreso”, no es
tanto lo que nos da cuanto lo que nos quita. Nos da una especie de caramelo -que encima está
envenenado- y en su inmadurez infantil la sociedad lo acepta con euforia, sin que casi nadie se dé

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cuenta de que se le está arrebatando al mismo tiempo todo un universo de riqueza espiritual al que
ya no se podrá tener acceso. En ese sentido, la ciencia moderna es una estafa de dimensiones
cósmicas.

Me parece que la consecuencia más nefasta de los planteamientos científicos es haber producido una
incapacidad generalizada para percibir el misterio insondable que late en todo lo real, el misterio que
nos envuelve por todas partes y con el que indefectiblemente nos topamos cada vez que nos
cuestionamos radicalmente la existencia; ahí la ciencia no podrá penetrar jamás, pues, con toda su
arrogancia y todas sus pretensiones, no traspasa la capa más exterior de la realidad. Su conocimiento
podrá ser todo lo detallado y exacto que se quiera, pero es literal y estrictamente superficial; y lo
seguirá siendo por mucho que conozca la materia, pues la materia es, en sí misma, la superficie. En
cuanto a la realidad profunda de la naturaleza, cualquier chamán siberiano estaba probablemente
mucho más cerca de la verdad que todos los científicos modernos.

En un texto suyo, expone con su estilo claro y rotundo que “la catástrofe no es que Occidente se
hunda, sino que subsista”. Antes que ningún lector fácilmente impresionable saque precipitadas
conclusiones, ¿nos podría explicar esta afirmación?

Sin duda la frase es más bien efectista y provocadora. Lo que quería decir ahí es, más o menos, que no
se trataría de andar poniendo remiendos parciales para perpetuar el actual sistema de vida, sino de
cambiar radicalmente sus mismos fundamentos. La decadencia espiritual de nuestro mundo
moderno me parece demasiado obvia como para tener que explicarla; ya se sabe que no hay nada
más engorroso de explicar que lo obvio.

Es verdad que más allá del nivel de las supuestas evidencias, subsisten varias dudas: ¿no habrá un
orden subyacente detrás de todo esto que lo justifique? ¿Podían las cosas haber sido de otra forma?
¿Tiene, entonces, algún sentido lamentarse? ¿Es que hay alguien o algo responsable, en particular, de
esta situación?

Yo no sé responder a esas preguntas, pero no puedo evitar la impresión de que, a partir de la


revolución industrial, nuestro mundo es muy escasamente interesante desde un punto de vista
espiritual, y tantos esfuerzos por prolongar la vida de una cultura manifiestamente putrefacta le
hacen pensar a uno en aquello de la muerte digna. Aunque tampoco hay que ser tan frívolos como
para olvidar que, en este momento, y cada vez más, Occidente y el mundo son casi lo mismo, y que si
Occidente se hunde, probablemente el mundo entero se hunde.

Por otra parte, no sé si no estaremos demasiado obsesionados con lo mal que anda todo. Todo es un
desastre, de acuerdo, pero en contra de las ideas de esos ciudadanos ejemplares que pretenden salvar
el mundo reciclando cosas que nunca debieron haber alcanzado el nivel de la existencia, y que se
empeñan en convencernos de que todos somos responsables de todo, uno no puede hacer apenas
nada por arreglar el mundo, suponiendo que el mundo pueda y merezca ser arreglado. Pero eso es
normal: sólo el orgullo titánico de nuestra cultura nos puede llevar a pensar que uno está aquí para
arreglar el mundo. Lo que sí está al alcance de cada cual (y lo que habitualmente no se hace, porque
con tanta responsabilidad social no queda tiempo para nada) es ocuparse un poco de la propia alma.
La gran amenaza que se cierne sobre nosotros no es que se nos acabe el petróleo (yo lo veo más bien
como una esperanzadora posibilidad) sino que se nos está acabando el alma; el mundo está muy
probablemente más cerca que nunca de convertirse en un mundo sin alma. Y eso si que es grave, y no
lo del petróleo.

Antes hablaba de contemplar la naturaleza desde la propia alma y ahora nos advierte sobre un
mundo sin alma. Para muchos este concepto de “alma” se ha transformado en un sinónimo de
buenas intenciones o tal vez de inspiración emocional. Pero usted nos recuerda que el alma es
capaz da hondura y de desvelar misterios ¿qué es entonces ese alma que hemos olvidado?

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Seguramente hay cosas que se entienden mejor por intuición que mediante una definición. Teniendo
en cuenta que quizá no sea éste el momento oportuno de meternos en sutiles distingos metafísicos
que, por lo demás, tampoco yo sería capaz de improvisar, tendremos que conformarnos con manejar
una aproximación intuitiva. Un filósofo contemporáneo, Henry Corbin, dice que el alma es -en la
doble posibilidad de la expresión- el rostro que Dios ofrece a cada hombre: es decir, el rostro que el
hombre ve en Dios y el rostro que Dios ha concedido al hombre. De ahí se deriva que el alma es, pues,
nuestra realidad más profunda y, a la vez, la única posibilidad de conocer la realidad en su
profundidad. Por algún motivo, estamos escindidos de nuestra propia alma y es preciso volver a
recuperar la unidad perdida. En la medida en que se produce esa unidad, se produce la
transfiguración, aparece una nueva dimensión de la realidad, una dimensión de luz, el mundo se
“reencarna”, aparece, literalmente, un mundo nuevo, del que la ciencia, por cierto, no sabe
absolutamente nada. Y ese mundo es mucho más real que el que comúnmente se considera “mundo
real”. Pero el alma hay que buscarla, hay que cultivarla, de lo contrario muere por inanición.

En su crítica al ecologismo con piel de cordero o acomodado a solucionas de carácter tecnológico y


a hacer el trabajo más digerible al progresismo reinante, usted aclara “que no hay que hacer
compatible al equilibrio natural con el desarrollo y la riqueza, sino con la austeridad y la santa
pobreza”. Hablar hoy en día de ser pobres no sólo produce indiferencia, sino seguramente
sarcasmo y rechazo. Nadie puede considerar la pobreza un mérito o un logro, sino todo lo
contrario. ¿Nos podría recordar a los lectores qué es la santa pobreza y cómo ésta puede ser la
“tecnología” más fiable para una solución a nuestros males?

No sé si la austeridad y la pobreza son la solución a nuestros males (ni siquiera sé si “nuestros


males”, socialmente hablando, tienen solución), pero, sin apuntar tan alto, me parece que es
simplemente el único camino sensato para vivir con dignidad, que no es poco. No estoy hablando de
que haya que vivir en la miseria ni pasar hambre. Estoy hablando simplemente de ceñirse a lo esen-
cial. Todo lo que no es esencial es secundario, y lo secundario nos desvía de lo esencial y nos lleva a
perdernos en la nada.

Hay algo así como una ley espiritual de conservación de la energía, en virtud de la cual para añadir
algo a una parte, hay que quitarlo de otra. Sólo podemos acumular riqueza material a costa de un
empobrecimiento espiritual. Y aquí estamos otra vez ante el molesto problema de tener que explicar
lo obvio. Pero me parece que son los que piensan lo contrario los que tendrían que explicarse. Si
alguien cree que la felicidad está en tener varios coches y marcharse de vacaciones al Caribe, pues
vale. Hace tiempo que renuncié a convencer a nadie de lo contrario.

Nuestra cultura ha sustituido la fe en Dios por la fe en el “progreso”, un dogma mucho más


incuestionado ahora de lo que lo fue nunca la idea de Dios. Se da por supuesto que todos los
problemas se arreglan mediante la acumulación, que todo se resuelve con más medios, más energía,
más ciencia, más tecnología, más progreso… Se da por supuesto que el desarrollo económico es
siempre bueno. Pero esa manía de acumular no es más que la forma neurótica de compensar un
inmenso vacío interior. Y cuanto más se acumula, mayor se hace el vacío. A partir de un cierto nivel,
cuanto más tenemos, menos somos.

En todo caso, la necesaria pobreza no se refiere sólo a los llamados “bienes de consumo” que se pue-
dan acumular a nivel personal, sino fundamentalmente a todo lo que socialmente ha acumulado
nuestra civilización; pues se puede vivir con un cierto nivel de austeridad personal, pero es
prácticamente imposible vivir renunciando a eso que llaman “conquistas de nuestro tiempo”, por
ejemplo, a la tecnología moderna, encarnación social del mal por antonomasia. Sencillamente no se te
permite vivir sin ella y ya casi ni siquiera morir sin ella. Y me parece que en un mundo dominado por
la tecnología y la información apenas hay posibilidades de supervivencia ni para la naturaleza ni para
el alma.

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Todos los programas políticos de desarrollo quieren convertir a sus ciudadanos en miembros de la
“sociedad de la información”. Parece que a usted esta expresión la resulta sospechosa…

No, no exactamente sospechosa. Me parece, más bien, abominable. No la expresión, claro está, sino la
realidad que designa. La información no es más que la corrupción de la sabiduría, su inversión
exacta; y como dijo un Padre de la Iglesia, la corrupción de lo óptimo genera lo pésimo. “Sociedad de
la información” es un sinónimo exacto de lo que algunos han llamado de forma más clara “reino de la
cantidad”, que implica la sustitución metódica y rigurosa de todo lo cualitativo -en definitiva, lo
único que importa- por lo cuantitativo. Excluyendo todo lo que pertenece al ámbito de la cualidad, y
por tanto de la inteligencia, la sociedad de la información no es más que el grado extremo en la
sofisticación de la barbarie.

La sociedad industrial, con toda su mastodóntica brutalidad, y tal vez por ello mismo, permitía, en
algún sentido, mantener una cierta distancia mental frente a ella. En la sociedad postindustrial, en eso
que ahora llaman “sociedad de la información”, esa distancia desaparece porque ya no hay esa
violencia explícita por parte del poder; la tensión ha desaparecido; aparentemente todo se suaviza y
se democratiza; todo se vuelve higiénico y aséptico, light; sobre todo las inteligencias. Y, claro, las
inteligencias light se sienten felices en un mundo light. Todo está en orden. Hay reacciones y
desajustes, por supuesto, pero no es descartable que se puedan resolver. La sociedad de la infor-
mación supone la extinción definitiva de los últimos vestigios de vida tradicional que aún
sobrevivían en nuestro mundo. Eso me parece extremadamente grave. Quienes han nacido en las
últimas décadas no podrán tener ningún recuerdo de un mundo con rastros de sentido.

Está por ver si ese modelo social consigue sus objetivos o se derrumba en el empeño. Si se derrumba
tal vez arrastre al mundo entero en su caída; si triunfa… mejor no pensarlo. ¿Hay posibilidad de
caminos intermedios que permitan, al menos, seguir tirando? No tengo ni idea. Pero sé que durante
milenios y hasta hace bien poco las gentes han vivido sin información, sin ordenadores, sin móviles,
sin internet… Su vida sería feliz o desgraciada, pero era real, inmediata, humana. Sus esperanzas, sus
angustias, sus alegrías y sus tristezas estaban puestas en la familia, en la cosecha, en la fiesta comunal,
en el duelo… en cosas reales. Ahora están puestas en el Euribor y en el índice Dow Jones. En la
sociedad de la información la vida está en función de unos datos que no tienen realidad ninguna, son
como signos trazados en el aire que nos asustan, nos alegran, nos hacen sentirnos de una forma o de
otra, como si realmente tuvieran entidad. Supongo que a nivel individual, el ser humano siempre
tiene algún grado de libertad para orientar su existencia en una dirección o en otra, pero en el plano
social, todo es un gigantesco simulacro que ha venido a sustituir a la vida. Imposible no evocar las
palabras del jefe Sea le: la vida ha terminado; expulsados de la patria de origen, aquí ya sólo queda
la supervivencia.

En el breve esbozo que nos está trazando cualquiera pensaría que su propuesta ante las
limitaciones del mundo moderno sería huir de él, pero usted en el cierre de su libro Manifiesto
contra el progreso nos advierte de que no se trata de huir de la realidad, sino justamente de huir a
la realidad. ¿Cómo sería un trato “realista” con la naturaleza?

Ahí, en principio, no hay mucho que inventar. Una relación realista con la naturaleza estaría en la
línea de la que han mantenido siempre todas las culturas tradicionales, que han conservado el mundo
casi intacto a lo largo de milenios. Ha bastado la presencia del hombre moderno durante unos pocos
años, con unos planteamientos radicalmente distintos a los del resto de la humanidad, para producir
la catástrofe. Así pues, me parece que está claro hacia dónde hay que apuntar: todas las culturas han
partido siempre del reconocimiento de la dimensión espiritual de esa relación, de la consideración de
la naturaleza como una realidad sagrada.

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Eso implica desligar a la naturaleza del proceso productivo. La naturaleza no puede ser contemplada
como depósito de materias primas, por muy racionalmente que se pretenda gestionar. Tampoco me
parece que el planteamiento cientifista con su fragmentación analítica y su reduccionismo aporte una
visión más profunda. Habría que reaprender a contemplar la naturaleza como Misterio, como lugar
de revelación de una presencia superior. Novalis lo expresaba con precisión: “Ver, hasta en sus más
recónditas profundidades, el Alma del vasto mundo”. Cuando se ha visto “el Alma del vasto mundo”
es ya imposible referirse a la naturaleza como despensa.

El discurso del ecologismo, miope y estrechamente pragmatista, impregnado de sociologismo,


economicismo y cientifismo, es ya, en una gran medida, el del poder social dominante. Hace falta un
nuevo discurso sobre la naturaleza que la revele en lo que tiene de sacralidad, de poesía, de magia, de
belleza, de armonía oculta, y que al mismo tiempo, lejos de cualquier blandenguería, sepa cuestionar
de forma implacable el progreso, la tecnología, la industrialización, el desarrollo… Esta doble e
indisociable perspectiva me parece esencial, y ni lo uno ni lo otro está presente en el planteamiento
ecologista.

Por encima de todo, sería preciso recuperar una forma de vida que nos devolviera a una relación
inmediata con la naturaleza; y lo que de forma especial impide esa inmediatez es, en mi opinión, la
tecnología moderna. Por supuesto, no es posible renunciar de la noche a la mañana a la tecnología,
pero tal vez sería posible desandar lo andado de forma gradual; orientar el proceso exactamente en la
dirección inversa, decrecer en lugar de crecer, ir cada vez más despacio en lugar de más deprisa,
recuperar progresivamente todo lo que la modernidad nos ha arrebatado sin que apenas nos
enterásemos. Eso exigiría un cambio de conciencia global de la humanidad que, ciertamente, no tiene
visos de producirse. Y, aun en el caso de darse, ¿sería técnicamente posible ese proceso? No lo sé.
Pero, en todo caso, si todavía existe una posibilidad de escapar a la Babilonia tecnológica en que
vivimos, no puede estar más que ahí. Eso es, yo creo, lo único real.
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Comments (13)

13 comentarios »

1. Te dejo aquí un texto que escribí en mi blog en relación al problema del caramelo envenenado en
que se convierte la visión científica si se considera la única versión de la realidad.
Un saludo.

Mucha gente piensa que no es posible compatibilizar la actitud o el pensamiento científico con la
actitud mística hacia la vida. Yo creo que en realidad son perfectamente compatibles. La ciencia se
centra en los problemas, que son aquellas cuestiones que se deben resolver, pero un misterio es
algo de naturaleza totalmente distinta. Un misterio no es para resolverlo, sino para vivirlo, para
experimentarlo. Es el encuentro con un dios, es el caminar por un laberinto, es la abolición del
tiempo.
Ambos tipos de conocimiento son perfectamente válidos e importantes, el problema viene cuando
uno invade el territorio del otro. Muchas explicaciones científicas a ciertos misterios no son más
que propuestas simplistas que la mayor parte de las veces más que ayudar a explicar realmente
algo, lo banalizan totalmente, privando a aquel a quien satisfacen de llegar a un conocimiento más
profundo, actuando como una anestesia que adormece el verdadero sentido del misterio, robando
las llaves que abren todas las puertas.
Si puede resolverse con una explicación no es un verdadero misterio o es que no es una verdadera
explicación, pues la esencia del misterio es escurridiza, ajena a lo analítico y racional. Pertenece a
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un reino diferente donde mantiene toda su potencia transformadora.


Para salir en su busca basta con despertar el anhelo más profundo, dejarse arrebatar y mantener
activa esa visión (o como diría Patrick Harpur, la doble visión).

Comentario por Pola — Miércoles, 17 octubre, 2007 @ 10:31 am |Responder

2. Muy bueno tu apunte. Gracias, Pola.

Comentario por Aspirante a domador — Miércoles, 17 octubre, 2007 @ 11:23 am |Responder

3. ¡Hola!

De Agustín López me ha gustado su tratamiento del alma, nuestra puerta a una realidad
profunda que hay que buscar y cultivar. Respecto a su concepto de la sociedad de la información,
no está desacertado. Lo que ocurre es que, supuestamente, la sociedad de la información debiera
ser un paso previo a lo que también se llama con rimbombancia “la sociedad del conocimiento”.
En 1995 Nonaka y Takeuchi describieron un modelo de generación de conocimiento mediante dos
espirales de contenido epistemológico y ontológico, un proceso de interacción en el que el
conocimiento tácito y el explícito se entremezclan de manera dinámica y continua. A este modelo
se han apuntado todos los especialistas, nacionales y extranjeros, en “knowledge management”
que aspiran a una sociedad más libre y blablabla. Eso sí, ninguno se ha implicado en la verdadera
esencia del problema: para cribar el grano de la paja en esta “superabundancia” de información,
hacen falta criterios, y los criterios tienen en muchos casos un carácter moral ¿quién los dicta? si
los dictamos a nosotros mismos ¿cómo aprendemos que necesitamos criterios? ¿de qué sirve la
información sin “criterio”? ¿se pueden poner “puertas al campo” (léase información) solo porque
muchos carezcan de criterio?… no se. Este tema me plantea muchas preguntas.

Pola, “si puede resolverse con una explicación no es un verdadero misterio” Exacto :-) El misterio
es un cambio de registro. En apariencia todo sigue igual, sin resolución, pero “los barcos nunca
regresaban de la otra tierra, y los nadadores, cuando regresaban, lo hacían atravesando una nueva
adaptación que los hacía invisibles a la multitud” (Idries Shah).

Saludos :-)

Comentario por Filousia — Sábado, 20 octubre, 2007 @ 6:36 pm |Responder

4. Excelente entrevista, y excelentes los aportes y comentarios… el tema da para mucha reflexión, e
incorporar ciertos conceptos que fueron perdiéndose en el mar del “progresismo” y la tecnología.
Me sacudió particularmente la definición de la naturaleza como despensa.

Saludos a todos!

M.

Comentario por Mahatma — Lunes, 22 octubre, 2007 @ 5:43 pm |Responder

5. Merece la pena tener en cuenta las declaraciones de uno de los pocos que han construido ellos
mismos su vivienda. El camino vital que sugiere es muy duro, pero quizás no haya otro en estos
tiempos kali yúguicos que vivimos.

Comentario por bukowsky in love — Miércoles, 24 octubre, 2007 @ 6:43 pm |Responder

6. La entrevista es buena. La foto, mejor. Un beso a todos los cabalgantes (y a mi compañera de


mojitos).

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Comentario por Himawari — Miércoles, 24 octubre, 2007 @ 7:19 pm |Responder

7. ¡Y qué vivienda (se ve una pequeña parte en la foto)!


Lo que en mi opinión propone es un camino radicalmente contracorriente, pero sin caer en
fundamentalismos tipo ludita, por lo que me parece aún más rompedor y radical, aunque suene
algo paradójico; no consiste en echarse al monte, comer sólo escaramujos y gamones y echar
espumarajos por la boca cada vez que ves un mecanismo álgo más elaborado que un sonajero,
sino en una actitud vigilante que se pregunta constantemente “¿qué sacrifico al aceptar esto?”, que
no pierde energía luchando contra lo inevitable y que trata de decrecer en lo material para ser
más, para “dejar espacio” al espíritu. A mí, me llega.

Comentario por Aspirante a domador — Jueves, 25 octubre, 2007 @ 8:14 am |Responder

8. Himawari, perdona, pero me acabo de encontrar tu comentario enterrado en el spam. Ha sido un


error “spamtoso” ;-) Besos

Comentario por Aspirante a domador — Viernes, 26 octubre, 2007 @ 8:16 am |Responder

9. Soberbio.

Aunque no comparta su anti-tecnologismo: otrosí, posiblemente nunca le hubiéramos descubierto.

La información no es nada sin el CONTEXTO. La morfosintáxis de la realidad es moderadamente


trivial. La semántica sin embargo, se la ponemos nosotros.

Un Todo fractal, una Realidad.


A una escala, una Parte fractal.
A otra escala, otra Parte fractal.
Una Parte fractal constituye un Todo fractal.
Mismo Todo fractal, misma escala, a una resolución, una realidad.
Mismo Todo fractal, misma escala, a otra resolución, otra realidad.

Menudo descubrimiento llenito de sustancia el amigo Agustín.

Gracias vecino,

nosce

Comentario por nosce — Domingo, 28 octubre, 2007 @ 12:29 pm |Responder

10. Morfosintaxis, Noscete, morfosintaxis.

Comentario por Carlos — Viernes, 2 noviembre, 2007 @ 2:09 pm |Responder

11. Hola!

Soy un chico de Madrid y he creado un blog sobre política en el que hablo principalmente de los
nacionalismos y derechos humanos. El último post se llama ‘La Falacia de la Izquierda’. Puedes
visitarlo y comentar.

Está en inglés, no tiene publicidad, y se llama “El Becario de Doña Justicia”.

Está aquí:
h p://ladyjusticesscholar.blogspot.com/

Pos eso
https://cabalgandoaltigre.wordpress.com/2007/10/17/entrevista-a-agustin-lopez-tobajas%E2%80%9Cla-informacion-no-es-mas-que-la-corrupci… 10/11
20/8/2018 Entrevista a Agustín López Tobajas: “La información no es más que la corrupción de la sabiduría, su inversión exacta.” | Cabalgand…

Comentario por Scholar — Jueves, 20 diciembre, 2007 @ 2:31 pm |Responder

12. Comparto las opiniones de Agustín López en Manifiesto contra el Progreso. Tan solo una
discrepancia. El problema surgió cuando el hombre comenzó a hacer la agricultura totalitaria (
comienzo de la propiedad privada, oficios, ciencias, matemáticas,excedentes, comercio, impedir el
acceso a “su” comida de otras especies, eliminación de especies, etc, etc ). Las especies que viven
respetando su entorno, permanecen. Las que no lo hacen, se extinguen.Los yanomami podrían
vivir muchos miles de años más si los dejamos en paz, por que viven de una forma que es buena
para ellos. En Occidente vivimos de una forma que no es buena para nuestra especie. Saludos

Comentario por LUIS — Domingo, 22 agosto, 2010 @ 9:10 pm |Responder

13. […] Por otra parte, no sé si no estaremos demasiado obsesionados con lo mal que anda todo. Todo
es un desastre, de acuerdo, pero en contra de las ideas de esos ciudadanos ejemplares que
pretenden salvar el mundo reciclando cosas que nunca debieron haber alcanzado el nivel de la
existencia, y que se empeñan en convencernos de que todos somos responsables de todo, uno no
puede hacer apenas nada por arreglar el mundo, suponiendo que el mundo pueda y merezca ser
arreglado. Pero eso es normal: sólo el orgullo titánico de nuestra cultura nos puede llevar a pensar
que uno está aquí para arreglar el mundo. Lo que sí está al alcance de cada cual (y lo que
habitualmente no se hace, porque con tanta responsabilidad social no queda tiempo para nada) es
ocuparse un poco de la propia alma. La gran amenaza que se cierne sobre nosotros no es que se
nos acabe el petróleo (yo lo veo más bien como una esperanzadora posibilidad) sino que se nos
está acabando el alma; el mundo está muy probablemente más cerca que nunca de convertirse en
un mundo sin alma. Y eso si que es grave, y no lo del petróleo. —entrevista a Agustín López
Tobajas en el blog Cabalgando al Tigre […]

Pingback por Citas (XXVI) at Mierda Paradójika — Miércoles, 6 julio, 2011 @ 4:24 pm |Responder

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