Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
José, el juglar (personificada por Nils Poppe) y María (personificada por Bibi
Anderson):
Otra demostración de una película llena de simbolismos: los padres terrenales de Jesús y
el Arcángel Miguel. José (Jof) es un hombre feliz y pacífico, es un visionario, y no tiene
la percepción negativa propia de aquel momento histórico. Su principal preocupación es
el bienestar de su mujer y su hijo (Miguel). Vive su vida procurando no interferir en la
de los demás, y, a diferencia de el caballero, no está preocupado por lo que pueda
esperarle en el más allá. Esta familia si conoce las virtudes sencillas de la naturaleza, la
gracia de un niño, el sabor de las fresas con leche. Vivirán la fe inocente y sencilla;
representan la felicidad, la picardía, la pureza, la vida sencilla, un paraíso que sólo está
al alcance de ellos por su visión despreocupada de la realidad. El hecho de que sepan
disfrutar de la belleza de cada momento les confiere el poder de vivir. Son los únicos
que escapan a la muerte en ese momento, pero no de forma definitiva; el brazalete que
José había regalado a María (Mia), a su vez había sido robado por Raval a una muerta;
es posible que haya estado infectado.
Otros personajes
La bruja (Maud Hansson): inventa al diablo como aliado suyo, convencida además por
el discurso de los monjes que dicen verlo cerca de ella
Jonás: El actor charlatán y seductor verá la muerte segar el árbol (el árbol de la vida)
sobre el que se ha encaramado
Raval: el seminarista, criminal de espíritu y de hecho (Doctor Mirabis Celestis y
Diabolicus). Convenció a Block de la conveniencia de ir a una Cruzada. Muere
devorado por la peste
Plog y Liza (Ake Fridell e Inga Gill): pareja de campesinos, en la que la mujer se
aprovecha del marido que se siente dependiente hacia ella; el herrero simboliza la
ignorancia, mezclada con una inusitada inocencia.
La procesión de penitentes
Refleja la desesperación de todos los habitantes de la región debido a la peste negra. En
todo momento se ven rodeados de muerte, enfermedad y con el conocimiento de que su
vida se puede acabar en cualquier momento. Esta horrible situación les lleva al extremo
de la demencia y locura.
Aparecen en una procesión recorriendo un pueblo en el momento en el que los juglares
representaban una obra y todos los espectadores, y los mismos actores centran su
atención en la procesión. Esta procesión estaba constituida de un nutrido grupo de
personas que se flagelan y autoinfligen castigos y daños en señal de penitencia hacia
Dios. Ellos creen firmemente que la peste que coarta sus vidas es un castigo de manos
de Dios por todos los pecados cometidos, y muestran su arrepentimiento y penitencia en
la búsqueda de perdón y absolución de su castigo.
La visión que representan estos penitentes hacia la muerte es de terror, muestran una
arraigada creencia en Dios, en un Dios severo y castigador, y en cuyo nombre se
castigan y dañan en señal de remordimiento.
Este diálogo es una demostración del terror a Dios y a su Juicio, que había sido
implantado por la Iglesia.
Quema de la bruja:
La pequeña bruja torturada se engaña y quiere creer en el diablo (“Basta que alargue
mi mano para sentir la suya”), que en realidad sólo existe para aquellos que creen en él,
gracias a los que la torturan; en el último momento ella quedará sola con el miedo al
verdugo. Esta ejecución es vista por el caballero, quien conversa con ella antes de morir,
en busca de alguna respuesta. La joven, que no tiene respuesta sobre Dios, pretende
conocer el Más Allá a través de la existencia del diablo, pero tampoco consigue nada.
La conversación y las pinturas del hombre que pinta en las paredes de la iglesia, a
través del arte medieval se exponían macabras escenas de muerte y sufrimiento, sobre
todo la terrible enfermedad.
La paliza y el ridículo al que es sometido José como castigo por el delito que cometió
otro con Liza y por ser juglar. El baile osezno sobre la mesa superponiendo antorchas,
asemeja un martirio de hoguera (martirio interior).
En el siglo XIV, se abatió una era de gran oscuridad y temor sobre Europa, adoptando la
forma de la Peste Negra. La gente creía en el castigo divino y estaban convencidos de
que Dios les enviaba aquella terrible pandemia para hacerles purgar por los pecados de
la Humanidad.
Ante tan deprimente y aterrador panorama, los pobres infelices se entregaban a las
garras del oscurantismo más delirante, y muchos practicaban los autosacrificios a través
de torturas físicas y psíquicas que se infligían a sí mismos, mientras la gran mayoría se
encomendaba a la guía espiritual de los sacerdotes y el clero, quienes les aseguraban la
vida eterna en el cielo a cambio de una vida terrenal marcada por el sufrimiento y la
privación. Con la promesa de la recompensa eterna, a muchos tal vez se les hacía más
llevadera la cruda realidad de la muerte que veían desfilar ante ellos sin tregua en la
atroz agonía que suponía morir de peste bubónica.
Bergman eligió como escenario la Suecia del siglo XIV, asolada por la Peste Negra.
Una Europa devastada por la peste y por la fe religiosa transformada en miedo, la época
más oscura de la Edad Media, con todos sus miedos y supersticiones.
Quiere presentar el panorama de búsqueda existencialista a la que se aferra el caballero
en su regreso, mientras sustenta una lucha interna, manteniendo para ello una
desmedida disputa con la muerte, ejemplificada en una larga partida de ajedrez.
Muestra un paisaje devastado por la peste y el fanatismo religioso o eclesiástico, al que
Bergman presenta considerándola culpable de todo ese desbarajuste, de meter el miedo
en el cuerpo al pueblo a base de mentiras y fanatismos. Existen diferentes personajes
que nos permiten conocer a la perfección las inquietudes de la época medieval, llena de
oscurantismo, superstición, y miedo contra Dios (a través de una doctrina basada
principalmente en tergiversaciones de la Biblia).
A lo largo del recorrido aparecen muchos personajes que representan, de forma muy
clara, las formas de enfrentarse a la muerte.
Bergman contrapone las dudas y resquemores de la visión religiosa (encarnada por el
caballero; la fe es definida por él como “un grave sufrimiento, es como amar a alguien
que está afuera en las tinieblas y que no se presenta por mucho que se le llame”) con la
mirada desencantada y escéptica, profana y atea de su escudero; pero el único imparcial
a la hora de contestar las dudas del agobiado cruzado Antonius Block.
Mientras que el noble feudal quiere conocer lo que hay más allá de la muerte
(“-¿Acabarás de hacer preguntas?
-No
-Nadie te contestará”)
José y María, cómicos de la farsa popular, tan sólo desean vivir y representar.