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Análisis del “Séptimo Sello” de Ingmar Bergman

CABALLERO: ¿Es que vienes por mí?


MUERTE: Hace ya tiempo que camino a tu lado…

Antonio Block está envuelto indudablemente en un


_conflicto interior o cósmico: es el más importante: Antonio/Dios. El caballero que
regresa de las cruzadas y no tiene respuestas sino dudas; comienza a tomar conciencia
de lo que fue su vida, y lo útil o inútil que ha sido el que participase en las campañas de
las cruzadas, y para poder responder a ese aspecto de su vida, reta a la muerte a un juego
de ajedrez, con el fin de llevar a cabo las respuestas que necesita para sí, tal que, si él
gana a la muerte, la muerte no se lo llevará, pero si pierde, será su victima. Observando
a un Cristo de madera que tiene en su rostro casi el mismo terror que él, expresa “mi
corazón esta vacío; el vacío es como un espejo, puesto delante de mi rostro. Me veo a
mi mismo, y al contemplarlo siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi
indiferencia hacia los hombres y las cosas, me he alejado de la sociedad que viví.
Ahora habito un mundo de fantasmas, prisionero de fantasías sin sueños.” Quiero
morir pero “…deseo saber que hay después. ¡Porqué la cruel imposibilidad de
alcanzar a Dios con nuestros sentidos, porque se nos esconde en una oscura nebulosa
de promesas que no hemos oído y de milagros que no hemos visto! (lo que demuestra
que a pesar de pertenecer a la Iglesia no ha tenido una verdadera conversión) Si
desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿Cómo vamos a fiarnos de los
creyentes? ¿Qué va a ser de nosotros los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué
no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me
acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de
mi corazón? ¿Por qué sigue siendo, a pesar de todo, una realidad que se burla de mí y
de la cual no me puedo liberar?
Con esto intenta expresar el vacío de la ausencia de Dios
Este conflicto se proyecta en el conflicto secundario:
_conflicto de relación: Antonio con la Muerte. El caballero juega al ajedrez con la
Muerte, que curiosamente juega con las piezas negras y el cruzado con las blancas. El
ajedrez se convertirá en el juez del tiempo, pues mientras dure la partida se mantendrá la
esperanza de encontrar una solución a todas las preguntas del Cruzado
_conflicto social: la quema de la bruja que representa la Inquisición, esta joven mujer
pretende albergar en su cuerpo al demonio, al que define como su “fuerza y seguridad”
_conflicto de situación: la peste negra o bubónica de la que huyen todos lo personajes,
a la que el escudero se refiere como “el horror de todos”
_conflicto mínimo de relación: con su esposa Karin, a la que nombrará como una
felicidad pasada.
No solo participa el caballero de las cruzadas, sino que, en el trascurso de la película,
otros personajes se van agregando al relato, los cuales, a propósito del fin de la guerra, y
el problema de la Inquisición, van asumiendo distintas posturas vivenciales y
existenciales con el problema del alma, la muerte y Dios; cada uno con su propia visión
sobre la vida, la fe, el miedo y el amor.
Antonio Block, el caballero (protagonizado por Max von Sydow):
Regresa a su hogar después de pasar 10 años en las cruzadas. Es la vuelta a su país de
un cruzado de la nobleza que lo dejo todo, esposa, posesiones y buena vida por la gracia
de Dios, y que ahora, se muestra abatido por tantos años de guerra. La creencia de
encontrar a Dios en la guerra Santa, como creyeron muchos Cruzados, se ha tornado en
tristeza y desasosiego cuando durante años la muerte ha sido su única compañera en las
cruzadas.
Ha perdido la fe en Dios y se siente confundido y reflexivo en cuanto a la naturaleza de
su existencia. La Guerra Santa le ha hecho recapacitar acerca de la propia existencia de
Dios. Atormentado por una sola idea, si no existe Dios todo carece de sentido, ya que
significaría la perdida de su única certeza absoluta; certeza que fue la razón de unirse a
las Cruzadas pero que lo visto en ellas ha hecho tambalear. Esto no es sino un sinónimo
de la debilidad de su fe infundada que, ante tamaños embates, se rompe esta frágil
estructura ideológica fruto de la errada doctrina católica.
La no existencia de Dios supone la no existencia de nada más allá, y si no existe nada la
vida carece de sentido alguno.
Encarna al ser dudoso y curioso de la existencia del hombre mas allá de su término en la
tierra, constantemente hace preguntas a una muerte evasiva.
Es el personaje alrededor del cual gira la película. Su partida de ajedrez con la muerte
ejemplifica su búsqueda de respuestas, donde el caballero es el interrogador constante,
que más que la fe busca un significado. Creer es un sufrimiento, es como un amor en las
tinieblas y que no responde jamás, se siente cada vez más aprisionado por la duda. Al
final parece encontrar un motivo, una razón que le quita sufrimientos. Entrega su
derrota a la familia de juglares. Jugando en el bosque la partida con la muerte, trama un
plan por el que asegura la salvación de José, María y su hijo. Se encarga de que éstos le
vean jugando, y atemorizados por la presencia de la muerte huyan; él mientras
entretiene a la muerte que no se da cuenta de los que consiguen escapar. La partida
finaliza, Antonio pierde, se sabe vencido; pero sin embargo sigue luchando para salvar
la familia “Desde que te descubrí el plan de mi juego, he emprendido la retirada”. Los
juglares escapan y la muerte avisa de que le recogerá la noche siguiente, y se llevará con
ella a todos los que le acompañen. El caballero lo acepta y se encamina de forma
tranquila y sosegada hacia su final. Es un buscador incansable, cuyo ideal de un Dios
benevolente y misericordioso, que le asegure que la muerte no es el final; no le parece
algo muy seguro. La crisis que sufre no le permite creerse ese ideal, algo que le
atormenta.
Por ello, ante el final de la partida, cierra sus ojos y se tapa la cara en un gesto de tanto
pavor como duda tenía acerca de lo que le esperaba: ¿Dios? ¿Demonio?... ¿O la nada?
Y su expresión final “porque ciertamente tienes que existir” es un ruego desesperado,
que no refleja más que en verdad no pudo alcanzar la confirmación a la respuesta de su
duda existencial.

Juan, el escudero (personificado por Gunnar Björnstrand):


Acompaña a su maestro, el caballero, de vuelta a casa. Él a su vez, ya está de vuelta de
todo. Es un hombre culto que conoce el espíritu humano y desconfía de él. A diferencia
de su maestro, Juan (Jöns) no cree que haya cielo o infierno después de la muerte, tras
ésta sólo nos espera la nada; por lo que se esfuerza en disfrutar cada instante de la vida a
pesar de haber dado por perdida ya toda esperanza. Es notoria la oposición existente
entre el pensamiento de Juan y el de su caballero. De esta oposición surge la riqueza de
los debates que ambos mantienen respecto de sus posturas. El escudero es cínico y
realista, y su filosofía de vida es aprovechar al máximo el tiempo que le queda. Quedará
en pie hasta el final, diciendo haber podido evitar la angustia inútil, y haber podido
disfrutar la vida sin preocuparse por la eternidad. Sin duda, es el prototipo de aquello
que no creen en las fábulas y sin embargo constatan que la vida existe, pero no piensan
en ello.
Esta ideología se demuestra, por ejemplo, a partir de su encuentro en la taberna con el
herrero cuya mujer ha desaparecido fugándose con un juglar. En todo momento le
recomienda que no le de mayor importancia, que su mujer no le aporta nada y que debe
afrontar ese abandono como una liberación y continuar con su vida, ya que su brevedad
no nos permite malgastarla de esa forma.
Símbolo del descreimiento total y, en consecuencia, quien más se indigna ante la
ejecución de la joven en la hoguera, acusada de brujería.
Es presentado por Bergman como la voz de la fuerza, del auto convencimiento, del
raciocinio.

La Muerte (protagonizada por Bengt Ekerot):


Implacable caballero negro, perfecto jugador de ajedrez, segador de almas. Acompaña
al protagonista en todo momento, representando su presencia continua en la vida real,
no podemos separarnos de ella. Como siempre, de riguroso negro y utilizando todo tipo
de artimañas para ganar a toda costa. La Muerte misma nada sabe de Dios. Concede al
caballero un tiempo para que encuentre respuestas que sabe que no conseguirá, y el
tiempo lo concede en forma de partida que de antemano sabe que ganará. La muerte es
irreductible e insuperable. Su arma más poderosa es el desconcierto y la sensación de
incertidumbre que provoca. En todo momento está presente, ya sea en su forma típica
de personaje, con el rostro pálido y el oscuro traje, o en forma de símbolos. Así sucede
en una escena alegre y onírica: Los juglares María, José, su hijo Miguel , el escudero,
La Vida y Antonio se encuentran sentados en el césped comiendo unas fresas (salvajes)
y bebiendo leche. El momento es especial, pero la muerte les vigila por la espalda, en
forma de máscara. Con esta escena el director quiere demostrar el constante acecho de
la dama negra sobre la vida, incluso en los momentos menos esperados.
Al final, llevará en su danza a casi todo el grupo, llevando la guadaña y el reloj de
arena.

José, el juglar (personificada por Nils Poppe) y María (personificada por Bibi
Anderson):
Otra demostración de una película llena de simbolismos: los padres terrenales de Jesús y
el Arcángel Miguel. José (Jof) es un hombre feliz y pacífico, es un visionario, y no tiene
la percepción negativa propia de aquel momento histórico. Su principal preocupación es
el bienestar de su mujer y su hijo (Miguel). Vive su vida procurando no interferir en la
de los demás, y, a diferencia de el caballero, no está preocupado por lo que pueda
esperarle en el más allá. Esta familia si conoce las virtudes sencillas de la naturaleza, la
gracia de un niño, el sabor de las fresas con leche. Vivirán la fe inocente y sencilla;
representan la felicidad, la picardía, la pureza, la vida sencilla, un paraíso que sólo está
al alcance de ellos por su visión despreocupada de la realidad. El hecho de que sepan
disfrutar de la belleza de cada momento les confiere el poder de vivir. Son los únicos
que escapan a la muerte en ese momento, pero no de forma definitiva; el brazalete que
José había regalado a María (Mia), a su vez había sido robado por Raval a una muerta;
es posible que haya estado infectado.

"La vida"(personificada por Gunnel Lindblom ):


Es el personaje femenino que el escudero salva en un momento en que Raval la ataca.
No habla, excepto al final cuando momentáneamente recupera la voz diciendo
“Consumado es” (lo cual es muy extraño, ya que es exactamente lo mismo que dijo
Jesús al morir), y se arrodilla para sucumbir ante su destino. Sus actos son destacables
para conformar y entender su personalidad: Cuando el escudero le salva la vida, valga la
redundancia, y ataca a su agresor, el personaje femenino grita en vez de callarse. Este
hecho demuestra que no quiere la muerte de nadie, sin embargo al final cuando llega la
suya la acepta sin resignación. También hay que destacar su actuación en la escena de la
quema de la bruja. En ella, "la vida" no abandona el lugar hasta que la joven condenada
por brujería muere, a pesar de que sus compañeros de viaje ya habían partido.
Curiosamente, junto con la esposa del caballero, será una de las que no irá con la
Muerte.

Otros personajes
La bruja (Maud Hansson): inventa al diablo como aliado suyo, convencida además por
el discurso de los monjes que dicen verlo cerca de ella
Jonás: El actor charlatán y seductor verá la muerte segar el árbol (el árbol de la vida)
sobre el que se ha encaramado
Raval: el seminarista, criminal de espíritu y de hecho (Doctor Mirabis Celestis y
Diabolicus). Convenció a Block de la conveniencia de ir a una Cruzada. Muere
devorado por la peste
Plog y Liza (Ake Fridell e Inga Gill): pareja de campesinos, en la que la mujer se
aprovecha del marido que se siente dependiente hacia ella; el herrero simboliza la
ignorancia, mezclada con una inusitada inocencia.

La procesión de penitentes
Refleja la desesperación de todos los habitantes de la región debido a la peste negra. En
todo momento se ven rodeados de muerte, enfermedad y con el conocimiento de que su
vida se puede acabar en cualquier momento. Esta horrible situación les lleva al extremo
de la demencia y locura.
Aparecen en una procesión recorriendo un pueblo en el momento en el que los juglares
representaban una obra y todos los espectadores, y los mismos actores centran su
atención en la procesión. Esta procesión estaba constituida de un nutrido grupo de
personas que se flagelan y autoinfligen castigos y daños en señal de penitencia hacia
Dios. Ellos creen firmemente que la peste que coarta sus vidas es un castigo de manos
de Dios por todos los pecados cometidos, y muestran su arrepentimiento y penitencia en
la búsqueda de perdón y absolución de su castigo.
La visión que representan estos penitentes hacia la muerte es de terror, muestran una
arraigada creencia en Dios, en un Dios severo y castigador, y en cuyo nombre se
castigan y dañan en señal de remordimiento.

Juan: Si tu les metes miedo…


Pintor del mural: Reflexionan
Juan: ¿Y si reflexionan?
Pintor del mural: Les entra mucho más miedo
Juan: Y se arrojan en brazos de los curas

Este diálogo es una demostración del terror a Dios y a su Juicio, que había sido
implantado por la Iglesia.

La confesión del caballero.


En un momento de debilidad y soledad decide confesarse y expresar sus dudas e
inquietudes. Al principio habla de forma comedida acerca de las dudas que le
atormentan, y de la crisis de fe que sufre a raíz de sus experiencias en las cruzadas.
Finalmente se abre al confesor de manera directa y le habla de la partida que está
manteniendo con la muerte.
El protagonista olvida por un momento algo inolvidable, que la muerte nos acompaña
en todo momento, y que nunca nos abandona. Este olvido le costará la partida, ya que
en el momento en el que habla sobre la estrategia que seguirá a espaldas de la muerte
para diezmar sus filas, la cortina se corre y se descubre la identidad del confesor, que no
es otra que la de la muerte.
En esta confesión el caballero habla sobre sus experiencias y sentimientos hacia la
muerte. Relata su crisis de fe y su necesidad de encontrar respuestas sobre la verdad de
lo que le espera tras morir, respuestas que busca en su confesor, como en cada persona
que encuentra, sin obtener algo satisfactorio, sino al contrario, consigue desvelarle a la
muerte su estrategia de salvación. Descubre que no puede escapar de ella.

Quema de la bruja:
La pequeña bruja torturada se engaña y quiere creer en el diablo (“Basta que alargue
mi mano para sentir la suya”), que en realidad sólo existe para aquellos que creen en él,
gracias a los que la torturan; en el último momento ella quedará sola con el miedo al
verdugo. Esta ejecución es vista por el caballero, quien conversa con ella antes de morir,
en busca de alguna respuesta. La joven, que no tiene respuesta sobre Dios, pretende
conocer el Más Allá a través de la existencia del diablo, pero tampoco consigue nada.

Llegada al castillo y muerte:


Antonio, que se reencuentra con su mujer, ya sabe que esa noche llegará su final, pues
la partida finalizó la noche anterior con su derrota. Esta derrota, sin embargo, embarga
de felicidad caballero, pues consigue despistar a la muerte y salvar a la familia de
juglares antes de morir, haciéndole sentir que algo ha merecido la pena.
Una vez en el castillo, dispuestos a cenar, hace su aparición la muerte. En este momento
definitivo todos demuestran cómo reaccionan frente a ella. El caballero, que rezando el
De Profundis, ya lo espera; pero no oculta el miedo que siente, miedo que también
embarga a su escudero pese a su cinismo, y al resto de personajes que les acompañan. El
escudero, en este último momento reprocha a Antonio el haber derrochado sus últimos
momentos de vida en buscar respuestas en lugar de haber disfrutado del poco tiempo
que le quedaba. En esta escena están presentes el caballero y su esposa, el escudero, la
pareja de campesinos y la mujer “muda”.
Todos ellos, pese a representar formas diferentes, y en ocasiones opuestas de enfrentar
la muerte, lo han de hacer, pues ese es el destino al que todos han de sucumbir, todos
por igual, aboliendo toda la separación estamental.
Tras darse cuenta de lo que sucede, todos, uno a uno se someten a ella, y la película
finaliza con la escena de casi todos los personajes bailando de la mano al son que les
impone la muerte en el camino que les conducirá al fin.

La conversación y las pinturas del hombre que pinta en las paredes de la iglesia, a
través del arte medieval se exponían macabras escenas de muerte y sufrimiento, sobre
todo la terrible enfermedad.
La paliza y el ridículo al que es sometido José como castigo por el delito que cometió
otro con Liza y por ser juglar. El baile osezno sobre la mesa superponiendo antorchas,
asemeja un martirio de hoguera (martirio interior).

Sin embargo, la escena más simbólica y difícil de reconocer es la playa. Al principio de


la película, Antonio y Juan se encuentran en una playa, porque pueden haber venido en
barco desde la Cruzada. La playa y el mar (que es lo que se más se oye en toda la
escena) aparece como referencia a un inicio, a un fin, a una frontera; ya que al terminar
la película la familia de artistas está en una playa, comenzando un nuevo inicio.

En el siglo XIV, se abatió una era de gran oscuridad y temor sobre Europa, adoptando la
forma de la Peste Negra. La gente creía en el castigo divino y estaban convencidos de
que Dios les enviaba aquella terrible pandemia para hacerles purgar por los pecados de
la Humanidad.
Ante tan deprimente y aterrador panorama, los pobres infelices se entregaban a las
garras del oscurantismo más delirante, y muchos practicaban los autosacrificios a través
de torturas físicas y psíquicas que se infligían a sí mismos, mientras la gran mayoría se
encomendaba a la guía espiritual de los sacerdotes y el clero, quienes les aseguraban la
vida eterna en el cielo a cambio de una vida terrenal marcada por el sufrimiento y la
privación. Con la promesa de la recompensa eterna, a muchos tal vez se les hacía más
llevadera la cruda realidad de la muerte que veían desfilar ante ellos sin tregua en la
atroz agonía que suponía morir de peste bubónica.

Bergman eligió como escenario la Suecia del siglo XIV, asolada por la Peste Negra.
Una Europa devastada por la peste y por la fe religiosa transformada en miedo, la época
más oscura de la Edad Media, con todos sus miedos y supersticiones.
Quiere presentar el panorama de búsqueda existencialista a la que se aferra el caballero
en su regreso, mientras sustenta una lucha interna, manteniendo para ello una
desmedida disputa con la muerte, ejemplificada en una larga partida de ajedrez.
Muestra un paisaje devastado por la peste y el fanatismo religioso o eclesiástico, al que
Bergman presenta considerándola culpable de todo ese desbarajuste, de meter el miedo
en el cuerpo al pueblo a base de mentiras y fanatismos. Existen diferentes personajes
que nos permiten conocer a la perfección las inquietudes de la época medieval, llena de
oscurantismo, superstición, y miedo contra Dios (a través de una doctrina basada
principalmente en tergiversaciones de la Biblia).

Es una obra plagada de filosofía, teología y pensamiento crítico frente al dilema


existencial que supone el fin de nuestras vidas, un momento de reflexión y de análisis
frente a lo que se hizo o no se hizo en vida; pero esto se realizará sólo cuando se llegue
a la única seguridad que cada persona tiene en esta vida, que pronto todos y cada uno de
nosotros hemos de morir.

Visualmente sus modos de narrar son varios, haciendo uso de símbolos:


El principio de la película muestra un águila en vuelo estático, que simboliza la muerte.
El águila vuela sobre el cielo de los personajes, anunciando el peligro que cierne sobre
ellos.
Las fresas representan juventud, forman parte de la escena única donde el caballero
encuentra, aunque sólo sea por un momento, la paz que brinda el alma satisfecha.
La comida de fresas y leche representa además una común-unión, una eucaristía que el
caballero en las puertas de la muerte recordará. Es el "cielo" hecho presente en forma de
sencilla compañía. En ese ambiente las reflexiones sobre la fe y la existencia de Dios,
pierden su importancia incluso para el caballero.
“Sentado aquí con vosotros que irreales resultan todas esas cosas, pierden su
importancia”
La alegría y la compañía entre amigos ha hecho que el caballero se sienta bien, se
sienta fuerte como para dar Jaque a la propia Muerte.
La familia compuesta por José, María y el niño muestra la inocencia y simplicidad de
espíritus sencillos. La felicidad de esta familia, es la del artista que siente su arte como
pura intuición separada de las angustias del conocimiento. Concepción ofrecida como
deseable, Block está condenado a no alcanzarla jamás.
“Siempre recordaré este día, me acordaré de esta paz… de vuestros rostros a esta
última luz. Conservaré el recuerdo de todo lo que hemos hablado, lo llevaré entre mis
manos amorosamente. Bastará este recuerdo como una revelación”

La iconografía de carácter expresionista que emplea el relato está tomada de retablos y


figuras medievales, que Bergman conoce a raíz de haber acompañado al padre (pastor
luterano) a predicar en lugares diferentes. La iconografía incluye juglares, brujas,
flagelantes, cruzados, frailes, pesebres, ángeles e imágenes de la muerte
Los claroscuros escénicos, transmiten la melancolía y el desasosiego.

A lo largo del recorrido aparecen muchos personajes que representan, de forma muy
clara, las formas de enfrentarse a la muerte.
Bergman contrapone las dudas y resquemores de la visión religiosa (encarnada por el
caballero; la fe es definida por él como “un grave sufrimiento, es como amar a alguien
que está afuera en las tinieblas y que no se presenta por mucho que se le llame”) con la
mirada desencantada y escéptica, profana y atea de su escudero; pero el único imparcial
a la hora de contestar las dudas del agobiado cruzado Antonius Block.
Mientras que el noble feudal quiere conocer lo que hay más allá de la muerte
(“-¿Acabarás de hacer preguntas?
-No
-Nadie te contestará”)
José y María, cómicos de la farsa popular, tan sólo desean vivir y representar.

El distanciamiento más importante es también una analogía.


En ese momento vivían aterrorizados por la peste, el Juicio Final, el castigo de Dios. La
Biblia dice que luego del arrebatamiento de su Iglesia (entendiéndola no como
referencia a la Católica; que también esta definida como la gran Babilonia, sino del
conjunto de cristianos sin importar la denominación religiosa) vendría la Gran
Tribulación donde luego de pasados los mil años, le sería concedido al dragón (el
diablo) un reinado en la Tierra por un “corto tiempo”.
Este temor estaba mal contextualizado, ya que todavía no habían pasado las 7 semanas
de Daniel y no se habían cumplido todas las profecías necesarias para la segunda venida
de Cristo.
Viviendo los últimos tiempos, debería haber una preocupación por una rectificación de
lo estilos de vida, sin embargo (cumpliendo también una de las profecías) más que
nunca se profundizan las falencias de las iglesias; la pérdida de la fe en las personas; el
inútil intento de superación a Dios, creyendo que por el solo hecho de afirmar que no
existe Dios deja de existir, creyendo calmar de esta forma sus conciencias e “intentando
matar a Dios en ellos”(caballero), con la idea de así superar un gran problema y
resolviendo un dilema tan difícil de resolver que mejor es escapar de él; y la
inconciencia del peligro eterno de la pérdida del alma.
Sin embargo, lo que ahora hay es el miedo al propio ser humano, miedo a la bomba
atómica, a la tecnología, a la destrucción del hombre por sus propios congéneres.

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