(Anotaciones críticas sobre las interpretaciónes de E. Cassirer y
C. Levi-Strauss).
Por Ruperto Arrocha González.
Las Lecciones sobre la Historia de la Filosofía Universal de G. W. F.
Hegel expresa en su totalidad la incapacidad por comprender a un mundo que escapa a los límites de la racionalidad occidental. Ha sido quizá la obra que más ha contribuido al desconocimiento de otras culturas diferentes a la europea. La Fenomenología del Espíritu y la Ciencia de la Lógica, igual que la primera, ambas de Hegel, encierran una visión hermenéutica del mundo basada en la tríada: sensibilidad, entendimiento y razón. Esta división de la estructura del conocimiento y por ende de su forma de entender y concebir la historia remitirá al pensamiento primitivo a las oscuras etapas de la certeza sensible. El salvaje vive -según la imagen que tiene del mundo- en el espacio de la prehistoria. Sólo la "razón" tiene cabida en la historia o lo que es lo mismo la historia es la historia de la Razón. E. Kant había elaborado -unos años antes que Hegel- la división de las facultades del conocimiento humano en la Crítica de la Razón Pura y en la Crítica del Juicio.
El punto de partida moderno de la caracterización del
conocimiento científico había encontrado su máximo representante en R. Descartes. Los ilustrados se encargarían de responderle. Los primeros en hacerlo serían, sin ser ilustrados, J. Locke y G. W. Leibniz. Luego vendrían Condillac, Voltaire, Diderot, Rousseau, etc. La tríada o división de las facultades del conocimiento, ese esquema clásico de subdivisión del conocimiento, ya se encontraba -con sus diferentes matices- presentes en ellos. No obstante, debemos resaltar que la progresiva esquematización y rigidez de su estructura se hará cada vez más dogmática en la teoría del conocimiento de E. Kant y de G. W. F. Hegel.
La división se vuelve problemática en la medida en que pretende
ser aplicada a estructuras de conocimiento y razonamiento al margen de la mentalidad europea o de la visión eurocéntrica del mundo. Voltaire ya había señalado -haciendo gala de su incapacidad humanista- que los indígenas eran simples animales salvajes incapaces incluso de pensar. La filosofía de Hegel -continuando la tradición volteriana- parte del principio de que el pensamiento salvaje se constituye exclusivamente bajo la forma de la sensibilidad (intuición e imaginación) o de la certeza sensible. De allí que Hegel se atreva a señalar que: "Sin historia existía el pueblo antes de la formación del Estado ... la verdadera valentía de un pueblo civilizado es estar dispuesto para el sacrificio al servicio del Estado, de tal modo que el individuo sólo constituye uno entre muchos".
Hegel invierte de este modo el relato de la Historia. Su miopía
antropológica -su tríada dialéctica- lo lleva a ver en las sociedades primitivas sólo relaciones donde predomina exclusivamente la fantasía de la imaginación y el furor del canibalismo. El cinismo -o la ignorancia- opera de este modo como el diafragma que regula la "irracionalidad natural" correspondiente al pensamiento salvaje. La profunda visión de la historia -de Hegel y sus seguidores- se detiene ante el poder absoluto de la razón. Nos falta descifrar, sin embargo, los enigmas de la Razón. ¿La razón como patrimonio exclusivo de los civilizados? Al releer la Filosofía de las Formas Simbólicas de Ernest Cassirer y El Pensamiento Salvaje de Claude Levi-Strauss -ambas leídas por nosotros alrededor de los años 77 a 79- vienen a nuestra memoria varios recuerdos. Habíamos tomado partido por Levi-Strauss -al igual que lo habíamos hecho por Albert Camus- en contra de la ritualización y glorificación que se hacia -no era ninguna novedad- de E. Kant y de G. W. F Hegel. Esto obligaba a su vez a enfrentarnos -muy respetuosamente- a dos de sus más fieles herederos: E. Cassirer y J. P. Sartre. Las razones en aquella época correspondían a motivos que podríamos llamar viscerales o temperamentales. Levi-Strauss y Camus se encontraban más próximos al mundo indígena y al mundo rebelde. Unos quince o veinte años después hemos vuelto a su lectura y todavía conservamos el sentimiento de los primeros tiempos. La emotividad y la afectividad - siguiendo la línea del causalismo ascendente- hoy dan paso al conocimiento teorético, especulativo o reflexivo. Cassirer a pesar de su enorme deuda con E. Kant -deuda que a pesar del fuerte espíritu crítico de Cassirer- terminará en sus principales aspectos teóricos decisivamente influenciado por el Kantismo. Sin duda que el esfuerzo desplegado por él en las Formas Simbólicas -y mucho antes en la Filosofía de la Ilustración- expresan la necesidad de desmontar lo que pueda entenderse por el concepto de razón: método y racionalidad.
<<El siglo XVIII -dice Cassirer- está saturado de la creencia en la
unidad e invariabilidad de la razón (...) Para nosotros... la palabra "razón" ha perdido su simplicidad y su significación unívoca>>. Sin embargo, a pesar de estas observaciones, él no logrará rebasar los esquemas kantianos del conocimiento. En este punto resalta con especial claridad en qué medida Cassirer, aun conquistando para sí una nueva base de pensamiento, se mantiene al mismo tiempo dentro de la continuidad de la tradición kantiana y, muchas veces incluso muy cercano o próximo al sistema dialéctico hegeliano. El peso de esta herencia, la internalización de estos dos procesos de conocimiento -reconociendo sus diferencias entre el uno y el otro (idealismo trascendental y fenomenología de la conciencia)- impedirán una lectura de la "historia" o la de una "filosofía de las formas simbólicas" fuera del lugar común acerca del relato del conocimiento humano. El esfuerzo de Cassirer por escapar a las estructuras tradicionales del saber, no obstante su enorme valor, se encuentra condenado desde su mismo inicio, a pesar de uno que otro momento luminoso o esclarecedor al fracaso. Sus criterios de verdad, objetividad y racionalidad terminan aplastados por el peso de la cultura en la que se encuentra inmerso. Su discurso afirma -desde nuestro punto de vista- lo que pretende negar. Habla de pluralidad y diversidad allí en donde reafirma la unidad y el carácter monolítico de la «razón occidental». La intuición, la causalidad, la necesidad y el progreso lineal del conocimiento le cierran el paso a una acertada visión de las formas y los acontecimientos. La crítica de Levi-Strauss a J. P. Sartre - manteniendo las distancias- puede resultar igualmente válida para -estamos conscientes de las diferencias entre los dos- E. Cassirer.
Hemos dedicado por entero este análisis al Tomo II de "La
Filosofía de las Formas Simbólicas" y al "Pensamiento Salvaje". En esta lectura hemos querido precisar las diferencias y semejanzas (si es que las hay) entre ambos textos. Se trata, sin duda, de una interpretación que por ser estrictamente personal puede perderse en el ámbito del más contaminado de los subjetivismos. Los números de las páginas que señalaremos a continuación pertenecerán respectivamente a estas obras. En el capítulo final del Pensamiento Salvaje -Levi-Strauss señala que su método corresponde a la combinación entre razón dialéctica y razón analítica, o, en otras palabras, entre saber "especulativo" y saber científico. La dialéctica asumida por él de esta manera se encuentra en abierta oposición a la dialéctica hegeliana -no tanto así a la kantiana- que rechazaba, como lo hará Sartre y no tan así Cassirer, cualquier vinculación con el pensamiento analítico. La "Ciencia de la lógica" de Hegel, en la parte referida a la Lógica Subjetiva y en el capítulo titulado Teleología, es una prueba fehaciente de lo que afirmamos. Hegel pretende la reconstrucción de la historia a partir de la idea de que el fin último de las ciencias humanas es la de "constituir' -o configurar- la historia del espíritu o del conocimiento. ¿Acaso Sartre pretende otra cosa? Levi-Strauss, por el contrario, habla de disolver. Cassirer muere en el intento, aunque esto no se entienda muy bien, más por la influencia de Hegel que de la del propio Kant. Levi-Strauss se autodefine como un materialista trascendental y como un esteta. A Cassirer lo podemos calificar de idealista trascendental y de esteta. A los dos los une el valor que le conceden a la estética y podemos añadir al 11 "conocimiento científico". No obstante, en este último aspecto por igual lo distancian el enfoque antropologista (cultural-espiritualista) de uno del etnográfico y científico del otro (cultural-materialista). Los une la claridad intuitiva (estética), los separa la claridad discursiva (lógica) de los conceptos. "El papel de la razón dialéctica es que -dice Levi- Strauss- el esfuerzo propiamente científico consiste en descomponer, y luego recomponer conforme a otro plan..." (362). Este corsi y recorsi que él propone no es sólo teórico sino fundamentalmente "práctico". La etnología -o más bien su etnología- procura redescubrir en el plano de los acontecimientos un significado que a los ojos del filósofo (antropólogo e historiador) se manifiesta como una relación carente de toda objetividad y realidad. Es una relación, por decirlo de alguna manera, en donde el intelectual o el civilizado no se reconoce en ese espejo porque no se da cuenta que ese no es su espejo, pero al no reconocerse en vez de admitir la existencia de otros espejos prefiere negar su existencia. Es la típica reacción de toda cultura que se considere superior. "Los indios... -más inteligentes dividían a los seres vivos en dos categorías -Strauss- según fuesen dotados de palabra o no. Los seres sin palabra comprenden a los animales y a las plantas" (66). La cultura filosófica europea -hablo de modo general- por intermedio de Kant, Hegel (especialmente), Sartre e incluso Cassirer, que libra una lucha interna para zafarse de esa condición sin llegar a lograrlo, reducen el pensamiento salvaje a seres sin palabras, es decir, a animales. Es la misma arrogancia, el ejemplo paradójicamente es de Cassirer, conque el egipcio veía a los miserables bárbaros (270). "Y en efecto -señala Strauss- ¿qué puede hacer uno con los pueblos sin historia, cuando se ha definido al hombre por la dialéctica, y a la dialéctica por la historia?" (369).
Levi-Strauss parte en su análisis del principio de que «se deberá
reconocer que los pueblos "primitivos" han sabido elaborar métodos razonables». Ese método obedece a una lógica peculiar que opera, no obstante, mediante un conocimiento científico que se encuentra fuera de las expectativas que corresponden al mundo "civilizado". Ello no se fundamenta en la relación de lo contingente y lo necesario sino en la del acontecimiento y la estructura. No se encuentra regulada por ningún tipo de determinismo ni por el causalismo. No funciona teleológicamente y tampoco se encuentra orientada por una única necesidad. Su necesidad -dirá Strauss- «no simple y unívoca; existe, por lo tanto, como la invariancia, de orden semántica o estético, que caracteriza al grupo de las transformaciones a las que se prestan» (61). Su sentido de la utilidad surge posteriormente como el resultado de una experiencia que se mueve más como el producto del placer estético y que rebasa los límites del conocimiento práctico, tan propios del conocimiento civilizado. No se trata, sin embargo, de un método -como muchos piensan- (entre ellos E. Cassirer) prisionero dentro de la esfera de la sensibilidad o afectividad, por el contrario, discurre serenamente por la vía del entendimiento. Es, por tanto, un conocimiento complejo y abstracto. El resultado de sus demostraciones a pesar de discurrir por una lógica operativa diferente a la nuestra es plenamente "científico". Es capaz de ir de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general y de funcionar por intermedio de una estadística que corresponde a una lógica de las clasificaciones diferenciadas. No acepta el evolucionismo ni una serialidad lineal, ni un desenvolvimiento continuo.
Strauss señala que «...no retornamos a la tesis vulgar, según la
cual la magia sería una forma tímida y balbuciente de la ciencia, porque nos privaríamos de todo medio de comprender el pensamiento mágico si pretendiésemos reducirlo a un momento, o una etapa. de la evolución científico-técnica... en vez de oponer magia y ciencia, sería mejor colocarlas paralelamente, como dos modos de conocimiento, desiguales en cuanto a los resultados teóricos y prácticos, pero no por la clase de operaciones mentales que ambos suponen, y que difieren... (p. 30)... Esta ciencia de lo concreto tenía que estar, por esencia, limitada a otros resultados que las ciencias exactas, pero no menos científica, y sus resultados no fueran menos reales (p. 35)». Así que la supuesta ineptitud que se le ha señalado al conocimiento salvaje a la hora de la elaboración de un pensamiento abstracto, es decir, científico, obedece a razones estrictamente culturales. Su concienzuda clasificación de las plantas y el mundo de sus prohibiciones delatan un exquisito deseo del saber que rompe con el aspecto «utilitario» del pensamiento moderno o civilizado. El hilo conductor del pensamiento mítico encuentra su punto de referencia metodológica en la pluralidad, variedad y diversidad. El juicio sintético a priori opera en las comunidades primitivas basándose en la intuición, pero esta intuición se encuentra encajada en el plano del entendimiento. Es cierto que este plano -el del entendimiento- no es inferior - simplemente es distinto- al del "racionalismo" científico de la "civilización" . La motivación subyacente en un primer plano pasa por el reconocimiento de toda una serie de reglas y de normas que le darán una consistencia y rigurosidad que difícilmente podrá ser entendida por el hombre civilizado. El método del totemismo consiste en el valor que por igual le concede a los distintos niveles de clasificación y si las tipologías botánicas o zoológicas sobresalen en algún momento se debe sólo en razón directa a la posición que ocupan en el espacio de su reflexión cognoscitiva. En este sentido -Strauss- señala que «la acción analítica, que permite pasar de la categoría a los elementos y de los elementos a las especies, se prolonga, pues, por una suerte de desmembramiento ideal de cada especie, que establece progresivamente la totalidad en otro plano» (215). En la dialéctica del acontecimiento y la estructura, la continuidad es discontinuidad, su relación se compone de oposiciones discontinuas que, además, son las que presiden, coordinan y dirigen su organización. Esta forma un poco extraña para la lógica del conocimiento civilizado se desenvuelve según palabras de Strauss del siguiente modo: «El conjunto constituye, pues, una suerte de aparato conceptual, que filtra la unidad a través de la multiplicidad, la multiplicidad a través de la unidad, la diversidad a través de la identidad y la identidad a través de la diversidad» (222). En ella la forma de la estructura como resultado de la mediación de la función termina disolviéndose e imponiéndose a la "estructura". La diversidad mediante el recurso de la función -o funciones- ofrece una cognoscitividad basada en instrumentos (casi en forma "a priori") que pueden ser considerados como operadores lógicos o específicos que van de una parte hacia lo concreto e individual, y por otra parte, hacia lo abstracto y los sistemas de categoría. Este procedimiento metodológico le permite establecer tanto la noción de "especie" (Comte) como la de "individualización". Y esto se encuentra bastante claro -a pesar de la complejidad expositiva de Strauss- en el Cap.VII "El individuo como especie". En él señala que «la conexión entre nombre propio y nombre de especie no es contingente... (p. 296) ... los nombres propios y los nombres de especie forman parte del mismo grupo, no existe ninguna diferencia fundamental entre los dos grupos... (311) ...en virtud de una determinación extrínseca, un determinado nivel de clasificación requiere denominaciones que pueden ser (p. 311) según los casos, nombres comunes o nombres propios. (...) Precisar esto era indispensable para permitirnos subrayar, sin riesgo de que se nos entendiese mal, el carácter a la vez sociológico y relativo que se adhiere a la noción de especie lo mismo que a la del individuo. (312) ... Llegamos, así, a la raíz del error paralelo cometido por Peirce y por Russell... Esto es admitir, en efecto, que el acto de nombrar se sitúa en continuo... Por el contrario, esperamos haber dejado establecido que este paso es discontinuo; aunque cada cultura fije de distintas maneras los umbrales. Las ciencias naturales sitúan su umbral al nivel de la especie, de la variedad» (P. 314). No existe un molde único y exclusivo de totemismo (clasificación) que pueda servirnos de paradigma el acontecimiento del conocimiento dentro del pensamiento salvaje. En caso de que nos viésemos obligados a aceptar la existencia de uno, tendríamos que buscarlo entonces en la variedad de las formas. La sistematización de los "datos sensibles" no es sólo una configuración estética, o si se quiere poética, de la realidad es, además, una formalización sintética, que guardando las distancias espaciales y temporales, es capaz de brindar a nuestros ciegos civilizados una cosmovisión del mundo a la vez "mágica y científica". El conocimiento abstracto y la palabra abstracta -esos sonidos sin sentido para nosotros- no son patrimonio exclusivo del saber civilizado. «Esta preocupación -señala Strauss- por la observación total y de inventario sistemático de las relaciones y de los vínculos puede culminar a veces, en resultados de buen aspecto científicos>> (p. 27) Si Sartre -y desde otra perspectiva E. Cassirer- no lo han querido entender o comprender así, se debe más que todo a que se sitúan dentro de un plano cultural -dentro de una praxis, científica- absolutamente rígida y dogmática. Si el mito es una enfermedad o un padecimiento del espíritu, la "cultura" sería el desvarío enfebrecido y desgarrado de la historia. De la historia soberbia de una cultura moribunda. <<Era necesario -afirma Strauss- que la ciencia física descubriese que un universo semántica posee todos los caracteres de un objeto absoluto, para que se reconociese que la manera con que los primitivos conceptualizan su mundo, no es sólo coherente, sino precisamente aquella que se impone en presencia del un objeto cuya estructura elemental ofrece la imagen de una complejidad discontinuo» (p. 388). Entre el absurdo -como él señala irónicamente- hay lugar para toda una ciencia y una filosofía.
Strauss, no obstante, establece una crítica por demás interesante
acerca de algunas de las interpretaciones etnológicas efectuadas por Malinoski, Levy Brül y, especialmente por Gardiner, entre otros. En contra de Gardiner sostendrá: «Esta interpretación ilustra la tesis central del autor, para el cual "los nombres propios son marcas de identificación reconocibles no por el intelecto, sino por la sensibilidad". Ahora bien, nosotros ... hemos fundado la asimilación de los términos botánicos y zoológicos a nombres propios, al mostrar que, en un gran número de sociedades los nombres propios ... de la misma manera con que las ciencias naturales forman los nombres de las especies. De aquí se saca una conclusión diametralmente opuesta a la de Gardiner-. Los nombres propios nos han parecido vecinos de los nombres de especie, sobre todo en los casos en que desempeñan, claramente, el papel de indicativos de clase cuando pertenecen a un sistema significante. Por el contrario, Gardiner pretende explicar la misma analogía por el carácter no significante de los términos científicos, a los que reduce, como a los nombres propios, a simples sonoridades distintivas» (294). Es la misma sonoridad distintiva que resuena en los oídos de todos aquellos que sólo pueden aproximarse a las sociedades primitivas mediatizados por la figura ensombrecedora de la "compasión" y la sensibilidad. Cassirer ha señalado de buena fe que «todos los grandes cultos se basan en el sentimiento de esta relación» a lo que podernos añadir que fundamentalmente al de su cultura e interpretación del pensamiento "salvaje".
Otro de los rasgos sobresalientes que encontramos en la obra de
Levi-Strauss se encuentra referido al análisis de las prohibiciones. «(... Lo que se supone que es el totemismo... no se contenta con establecer reglas de compatibilidad y de incompatibilidad entre signos; funda una ética, al prescribir o prohibir conductas. Si se ha convenido en definir el totemismo por la presencia simultánea de denominaciones animales o vegetales, de prohibiciones que versan sobre las especies correspondientes, y de la prohibición de casarse entre personas que comparten el mismo nombre y la misma prohibición, entonces es claro que la vinculación entre estas observaciones plantea un problema. Pero, como se ha señalado desde hace (p. 145) mucho tiempo, cada una puede encontrarse sin las otras, o dos cualesquiera de ellas sin la tercera. » (p.146) A ello añade, sin embargo, lo siguiente: «Los privilegios y prohibiciones vinculados a las pertenencias clánicas se manifiestan en otro plano: el de las técnicas, de las materias primas y de los ornamentos, puesto que cada clan se diferencia de los otros, sobre todo en la f.... (p. 149). La reflexión acerca de las prohibiciones en Strauss busca destacar el carácter significativo, su aspecto -al mismo tiempo- tanto lógico como ético. La conciencia totémica pone de manifiesto lo social al establecer mediante un pacto la internalización de la prohibición dentro del grupo. La organización social, ciertamente, se basa en la estructura parental, no obstante no se puede afirmar que ella se derive de los lazos consanguíneos sino más bien de una serie de mediaciones plurales y diversas que a final de cuentas terminan por ordenar su simbología cultural. Estos hechos simbólicos se encuentran mediados por la prohibición, mediación, acción o negación, relación, intercambio. No se trata -en esta esquemática descripción- de una analogía entre términos sino entre separaciones diferenciales correspondiente a la especie, la naturaleza y, por supuesto, entre los hombres. La prohibición del incesto se presentará como el acontecimiento que provocará la manifestación del hecho social. Por último, debemos señalar que -con sus propias palabras-: «Hubiese sido necesario distinguir más entre el cambio...y las reglas conscientes y premeditadas por medio de las cuales estos mismos grupos -o sus filósofos- se ponen a codificarlo y a controlarlo. Si podemos sacar una enseñanza de las indagaciones etnográficas de estos últimos veinte años, es la de que este segundo aspecto es mucho más importante de lo que habían sospechado... » (p. 364).
Cassirer, por su parte, nos ofrece una lectura -desde nuestra
perspectiva- que permanentemente se desdobla entre la fuerza de su aspiración metodológica y sus arraigadas convicciones filosóficas. Al comienzo y final del Tomo II -obra citada- establece la siguiente advertencia que pudiera presagiar un cierto parentesco con la obra de Levi-Strauss: «(... La filosofía de las formas simbólicas -dice- pregunta por la totalidad de las funciones de las expresiones espirituales». Sin embargo, al trasladar esta intención a la comprensión del mundo mítico será incapaz de hacerlo desde fuera del esquema clásico del conocimiento "civilizado": «las condiciones de la intuición y del pensamiento puro». Él en determinados momentos establece una serie de interrogaciones que parecieran coincidir con su enfoque metodológico al concederle al pensamiento mítico una "consistencia que difícilmente podríamos encontrar entre otros pensadores, pero que termina por perderse en la bruma de su agobiante kantismo. Cassirer, sin más ni más, pretende aplicar la dialéctica hegeliana -curiosamente no la kantiana, que desde nuestro parecer se estructura en base a la discontinuidad de las antinomias- fundamentada en la clásica relación, expuesta por vez primera por J. G, Fichte, triádica de: tesis, antítesis y síntesis. El mito podrá ser considerado -según sus palabras- una forma verdaderamente espiritual mientras se estructura de esta forma. Análogamente asume la epistemología del positivismo, sin mayores observaciones críticas, -permeada por su kantismo- como la única forma verdadera y objetiva del conocimiento al discurrir ésta por los cauces del principio de causalidad, del evolucionismo y de la necesidad. Esta extraña mezcla entre su dialéctica trascendental y algunos elementos que conforman el espíritu del positivismo le impedirá obtener una visión "desprejuiciada" de lo que se conoce como mundo primitivo. Al reconocer una evolución, un determinado escalonamiento... un progreso ideal de¡ conocimiento científico (págs. 13-48-56 y 290 del tomo II); está reconociendo - en contra de su propósito- lo que él ha denominado: «el fracaso de las diferentes escuelas para explicar el mito» (págs. 36 y 37). En su favor debemos reconocer que en su discurso admite la necesidad del análisis de la «función», del «proceso» y de la «estructura» a la hora del discernimiento del pensamiento mítico; por más que lo haga siempre desde el lado de una racionalidad que atente contra su transparencia. Será por esta situación que nos encontraremos permanentemente con afirmaciones tan comunes como estas: «... apenas en dicha totalidad tiene lugar la separación progresiva de "sujeto" y "objeto", de "yo" y "mundo" a través de la cual la conciencia sale de su letargo, de su constreñimiento dentro de la mera existencia, dentro de la impresión sensible y la afectividad, para tomar la forma de conciencia cultura (subrayado nuestro)... Ciertamente, también en este caso parece que sólo se puede tratar de una de grado inferior, pues esta regla ¿no está destinada a desaparecer ante la verdad auténtica, la científica, y ante el concepto de la naturaleza y del objeto tal como es alcanzado en el conocimiento puro. A los primeros albores de la visión científica, el mundo encantado del mito parece como hundirse para siempre en la nada (p. 33) ... Pero en verdad esta creación todavía no tiene el carácter de libre acto espiritual, sino el carácter de la necesidad natural, el carácter de un determinado mecanismo psicológico. Justamente porque en este nivel todavía no existe ningún yo independiente y autoconsciente que sea libre en sus creaciones ... (p. 44) ... al pensamiento mitológico ... le basta la simple imagen del acaecer mismo ... (p. 72) (y esta otra todavía más significativa) ... el mito desconoce la forma de pensamiento del análisis causal, para él tampoco pueden existir los límites precisos que dicha forma de pensamiento establece entre el todo y sus partes. (p. 78) ... La relación mágico-simpática no sólo pasa por alto las distinciones espaciales, sino también las temporales... (p. 80) ». Esta falta de comprensión del pensamiento mítico la podemos encontrar igualmente a lo largo de su obra. Al Cassirer analizar el mito -como él mismo lo admite- «desde el punto de vista de la causalidad analítico-científica» desvirtúa enteramente la riqueza de un mundo que por serle extraño termina por parecerle sin horizonte y, por tanto, prácticamente al margen de la "historia". En su relato encontramos de plano la negación de que puedan existir diversos discursos científicos estructurados de un modo diferente al corrientemente denominado «científico puro». Su dialéctica de la conciencia sólo le permite ver objetividad y sistematicidad, unidad y uniformidad, en un principio de razón que no reconoce que en la conciencia mítica pueda existir una legalidad lógica enlazada por la semejanza y la diferenciación, por la estratificación y la totalidad. Cassirer llega al extremo de afirmar que: «por ejemplo, en el totemismo, así como no hay ninguna clara distinción entre el género humano y los géneros animales y plantas, tampoco hay ninguna delimitación entre el grupo humano en su conjunto y el individuo que pertenece a él. La conciencia individual sigue ligada a la conciencia tribal y se disuelve en ésta>> (247). La enorme erudición de Cassirer se ve bastante debilitada al tratar de explicar un mundo, universo primitivo, desde una perspectiva en donde resuena en repetidas oportunidades la referencia a «como en Kant» o «Según Kant, el principio de causalidad es el "principio sintético" que sirve para deletrear fenómenos y poderíos leer como experiencias. Pero esta síntesis causal, como aquella síntesis del concepto de objeto, entraña una dirección analítica perfectamente determinada. Análisis y síntesis resultan también aquí métodos complementarios que necesariamente se reclaman entre sí» (p.69). El principio de causalidad bloquea cualquier intento por parte de Cassirer de acercarse correctamente al pensamiento salvaje. A pesar de que para su época la información bibliográfica etnológica era bastante abundante (equivocada o no en sus interpretaciones) por las pocas referencias que hace de ella podemos concluir, entre las razones anteriormente señaladas, que su conocimiento del mundo salvaje resulta, sin ninguna duda, bastante precario. Las posturas de Cassirer y Levi-Strauss se oponen y enfrentan directamente a pesar de algunos momentos o fases de fugaces coincidencias. Cassirer, sin embargo, desde su visión antropológica, que le impone siempre condiciones, llega a afirmar convencidamente que: « ... no se suele creer que la "ingenuidad" de la conciencia mitológica sea capaz de semejante análisis -se refiere al análisis dialéctico-» (p.289). Eso si siempre que esta reflexión se produzca dentro de la variante de la evolución y progreso del conocimiento. Y también -las referencias de este tipo constituyen el nudo central de su interpretación-: «el mito carece de toda posibilidad de extender el instante más allá de sí mismo, de ver hacia adelante o hacia atrás de él, de relacionarlo (al objeto) como elemento particular con la totalidad de los elementos de la realidad» (p.69). A estas observaciones podríamos oponer adecuadamente las siguientes palabras de Levi- Strauss: «Sin embargo, la fidelidad obstinada a un pasado concebido como modelo intemporal, más que como una etapa del devenir, no pone de manifiesto ninguna carencia moral o intelectual: expresa un partido tornado consciente o inconscientemente» (p. 342). Al leer un libro cualquiera uno puede realizar una lectura abierta o desprejuiciada, cerrada o muy contagiada por los libros que uno haya leído antes. La contaminación en el caso de Cassirer -no obstante los enormes esfuerzos que realiza por zafarse de ella- no tiene remedio. Las observaciones críticas a Levi- Strauss -que las tenemos- las dejaremos para una nueva oportunidad.
Nicolas Poulantzas, Jean Pouillon, Jean-Paul Sartre y Claude Levi-Strauss. Introduccion, Seleccion y Traduccion de Jose Sazbon Sartre y El Estructuralismo 1968