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Juan E. Barrera *
El presente trabajo surge de la reflexión personal acerca del quehacer de la iglesia evangélica y
de manera especial de la iglesia evangélica chilena. Reflexión que surge de inquietudes, de
anhelos, y experiencias, de lecturas, de testimonios, y de muchas horas de estudio. No
pretende ser un resumen histórico, ni hacer un análisis sociológico de cada etapa, es
simplemente la mirada de un creyente que observa el devenir y la dinámica de la iglesia a
partir de la segunda mitad del siglo veinte, a partir de los años 60. Por esa misma razón, por
ser una mirada, se ha dejado de lado la bibliografía, pues el propósito no está en probar tal o 1
cual dicho, este u otro hecho. Dejemos esto para un desarrollo más profundo de este mismo
trabajo, por ahora centremos la atención en la dinámica de la iglesia chilena en el siglo veinte.
Esta ha pasado por diferentes etapas y énfasis, resultado de muchos factores que se irán
mencionando en el transcurso del trabajo. Cada década se desarrolló y se ha conformado
como una etapa de la iglesia, y en ellas podemos ver como cada uno de estos períodos
pretendió, de alguna manera traer lo nuevo y con ello trató de convencer que eso era lo
verdadero, aunque ya sabemos, esta antigua asociación sigue siendo falsa, lo nuevo no es
necesariamente lo verdadero.
La idea general es mirar cada una de estas etapas y destacar los aspectos más importantes
ocurridos en ese período y sobre las cuales no tiene por qué haber acuerdo. Luego reflexionar
acerca de ellos. Este trabajo es sólo una mirada y en este mero acto no se puede observar todo
a la vez, la mirada es selectiva. Cada período observado tampoco tiene límites rigurosos los
años son solamente una aproximación, los hechos se superponen y se enlazan. Algunos
parecen terminar en alguna fecha, sin embargo renacen varias décadas después, con rostros y
diálogos distintos, pero se pueden identificar a pesar de ello.
Se ha partido de la década de los sesenta porque es en esta década que la iglesia se fortalece y
toma forma como tal, aunque su presencia en la sociedad chilena, como se sabe, ya existía aun
antes del 1900 y a inicios de siglo ya estaban presentes la iglesia Metodista Pentecostal, que a
fines de los años 20 ya tenía personalidad jurídica, y también estaban presentes misioneros
extranjeros de algunas denominaciones históricas, muchos en la zona sur del país.
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Graduado en Teología
Profesor de Ed. General Básica
Licenciado en Psicología
E-Mail barrera707@gmail.com
Blog: Contra el mundo a favor del mundo
DÉCADA DE LOS 60: Los inicios
Esta década marca la partida del momento más alto de las misiones extranjeras,
especialmente norteamericanas, en el continente y en Chile, que coincide históricamente con
la expansión de Estados Unidos al mundo después de la guerra de Corea y en plena guerra de
Vietnam. En este tiempo fueron muchos los misioneros y sus familias que llegaron a Chile. La
gran mayoría eran hombres de campo, sin mucha preparación formal, algunos tenían serios
problemas para aprender el idioma, pero muchos tenían unas ganas inmensas de compartir el
evangelio. A este período pertenecen las clásicas fotos de hombres jóvenes o de mediana edad
con impecable camisa blanca, corbata y anteojos. Mujeres rubias con cuidados peinados y
muchos hijos. Llegaron misioneros bautistas, de la alianza Cristiana y Misionera, presbiterianos 2
y surgen o toman forma, entonces las denominaciones históricas. Las iglesias presbiteriana y
luterana ya estaban presentes especialmente en el sur de Chile. Es en esta región del país
donde florece todo el trabajo misionero. Es poco el trabajo en las ciudades, el énfasis estaba
en los campos.
Políticamente, este es el período de la guerra fría, por lo que el mensaje del evangelio traído
por los misioneros tenía además un fuerte agregado anti comunista, de asepsia política, de
fundamentalismo y de muchos dólares.
Este es el período de inicio del liderazgo chileno. Un liderazgo vigilado de cerca por los
norteamericanos, vigilancia-control que alcanzaba no solo la forma de gobierno, sino además a
la forma de culto y otras costumbres. Se replica un modelo norteamericano de iglesia y de
templos, de himnos, de “coritos”, ¡que incluso algunas iglesias todavía cantan! Esta mímesis se
produjo en los campos y también tiempo después en las ciudades. Hombres con corbatas un
domingo en la mañana a pleno sol. Misioneros con ternos a cuadros en una gran camioneta y
esposas de misioneros preparando postres entre personas pobres era una escena común en
estos años. No hubo reflexión alguna sino pura imposición.
El poder, tema siempre importante estaba en manos de los misioneros quienes pontificaban 3
acerca de todo y los nacionales solamente obedecían. Muchos de los pastores recibían su
sueldo del bolsillo del misionero a quien ayudaba lo que hacía imposible una forma de trabajo
simétrica y basada en el respeto. Quien no estuviera de acuerdo era tildado fácilmente de
rebelde o de comunista. Esta situación continuó por muchos años y se acrecentó en la década
de los 80 con el gobierno militar.
La iglesia evangélica no solo guardó silencio frente a la violación de los derechos humanos,
sino que un amplio sector adhirió abiertamente al régimen militar. Hubo excepciones a esto,
pero estas confirman la regla de lo que pasó. Una vez leí que las estadísticas, que en ese
tiempo al interior de la iglesia católica revelaron que un tercio estaba a favor del régimen
militar, obviamente el sector más adinerado y ligado a la derecha más dura, y que tuvieron
participación activa en el gobierno militar. Que otro tercio de la iglesia fue opositora al
régimen, quienes se preocuparon de la protección frente a los abusos y casos de
encarcelamiento y tortura. Ligados a la izquierda política o no ligados pero profundamente
preocupados por los que sufrían la represión del régimen militar. Un último tercio, permaneció
indiferente. Participaba de la iglesia pero la situación política no era de su incumbencia. No
puedo citar unas estadísticas respecto de la participación de la iglesia evangélica en ese
período. Nunca la he leído o escuchado. Solo puedo reproducir lo que observé, lo que escuché
y lo que leí o no leí en ese tiempo. Tal vez solo hubo dos grandes grupos al interior de la iglesia
y una pequeña excepción. Un gran grupo, conformado por iglesias pentecostales, lideradas por
la Iglesia Metodista Pentecostal, adhirió cabalmente al gobierno militar, de manera especial
cuando este necesitó legitimarse y tras el rechazo de la iglesia católica buscó el apoyo de los
evangélicos pentecostales. Estas iglesias gozaron de prebendas y privilegios de todo tipo que el
gobierno les ofreció, por lo tanto difícilmente levantarían la voz.
El otro gran grupo estuvo formado por aquellas iglesias que tienen como doctrina y dogma la
no participación en política, denominaciones históricas, muchas de trasfondo fundamentalista
y norteamericana, para quienes el marxismo representaba una amenaza y por ello justificaban 5
los hechos escudándose en la idea de sumisión a la autoridad. Guardo entre mi biblioteca la
declaración de un pastor chileno presbiteriano fundamentalista diciendo “que sacan con
hablar tanto de los derechos humanos si sus almas van a ir al infierno si no aceptan a Cristo”,
que eso era lo único importante. Pasaron muchas cosas frente a sus ojos pero no dijeron nada.
Los misioneros americanos disfrutaban de un nivel de vida muy por sobre el promedio de
cualquier chileno común y se daban lujos que quizá nunca tuvieron en sus propios países, por
lo cual no tenían motivos para alzar la voz. Una minoría, la excepción, se atrevió a alzar la voz
en contra de las violaciones a los derechos humanos y pagó el precio por ello, sin recibir el
apoyo del resto de las iglesias, obviamente. Este grupo estuvo formado por algunas iglesias
metodistas y luteranas. El caso emblemático es el del obispo luterano Helmut Frenz quien
fuera expulsado del país por Pinochet en al año 1975 por abrazar la defensa de los derechos
humanos. Una vez re establecida la democracia son muchas las iglesias que han querido
participar en política y muchos conocidos, aunque no sé si fieles representantes de los
evangélicos quienes se han comprometidos con diferentes partidos políticos, los mismos tal
vez que guardaron silencio cuando había que hablar exigen ahora sus derechos y piden
regalías.
Esta fue además la década de las misiones, principalmente en los últimos años y quizá hay una
relación entre el retorno a la democracia y el hecho que había algo para decir, entre la libertad
y la apertura del país internacionalmente. Muchas denominaciones, aún las más antiguas y
conservadoras se abrieron al movimiento misionero nacional, algunas a regañadientes.
Juventud con una Misión, Operación Movilización, Comibam, seguidas de otras organizaciones
más pequeñas iniciaron toda una campaña efectiva para crear en las iglesias locales una visión
misionera. El lema en este tiempo era: orar-dar-ir. Fue un tiempo fructífero, especialmente
para el liderazgo nacional, encabezado en su gran mayoría por jóvenes, quienes
bombardeaban sus iglesias ¡y a sus pastores! con el tema de misiones. Se abrieron agencias
misioneras, se crearon cursillos, se capacitó a mucha gente, se preparó material audiovisual, se
organizaron viaje misioneros breves y se enviaron jóvenes al campo misionero en diferentes
lugares del mundo, y tan lejanos como África o la ex Rusia. La guerra entonces era entre los
que pastores y líderes que tenían visión misionera y los que no la tenían. Los pastores con
“corazón misionero” y “sin corazón misionero”.
El naciente movimiento misionero se enfrentó a dos grandes escollos, que tal vez nunca
venció. Uno de ellos era la resistencia ofrecida por los propios misioneros extranjeros que
trabajaban en Chile. Se esperaba de parte de ellos todo el apoyo, el entusiasmo, y la
experiencia. Sin embargo sucedió todo lo contrario. Salvo excepciones muy honrosas la gran
mayoría de los misioneros extranjeros miraba con recelo a este grupo de jóvenes orando por la
China, por África, por Europa y por países y etnias que jamás se habían escuchado. Fueron
muchos los misioneros que en lugar de apoyar intentaron por todos los medios posibles
abortar este movimiento. ¿La razón? Defendían su status. Por años los misioneros
anglosajones disfrutaron de un status basado puramente en la tradición y en cuestiones
sociales, de manera especial entre los sectores más pobres, que fue habitualmente donde
trabajaron y algunos pocos levantaron iglesias. El idioma, el aspecto físico, el dinero, el trabajo
que ofrecían eran características que la gente pobre no podía resistir. En el trabajo de la iglesia
“misionero” era superior a pastor, aunque cumplieran el mismo oficio. Muchos misioneros 6
pagaban el sueldo al pastor por lo que el poder y todo lo que ello implica, estaba en manos de
los misioneros. ¿Cómo soltar todo aquello? ¿Cómo renunciar a los privilegios? Hay que agregar
además que este movimiento misionero en su gran mayoría estaba impulsado por jóvenes
universitarios, profesionales, más educados, muchos bilingües que contrastaba con el
trasfondo cultural de muchos misioneros. También defendían el derecho a cierta información
privilegiada. Información que nunca llegó a oídos de los nacionales con anterioridad. Datos
acerca de los sueldos misioneros, de estatutos, de requisitos y exclusiones, de informes
médicos, de las relaciones misionero-iglesia, del ambiente y los informes que los misioneros
extranjeros enviaban a sus propios países, forma de recaudar sustento, etc. Toda esta
información se abrió a los nacionales que eran candidatos a misioneros y desagradó a muchos.
El segundo escollo fueron los propios pastores nacionales. Si los misioneros defendieron su
status, y la información, los pastores defendieron su billetera, su dinero ¡Hasta el día de hoy!
La gran preocupación pastoral en este período no fue el desarrollo de la iglesia, o el
entrenamiento a los futuros candidatos, ni la preparación al ministerio de muchos jóvenes, si
no la posible desviación de fondos de la iglesia a las misiones. Muchos pastores no adhirieron
al movimiento misionero porque tenían miedo de ¡quedarse sin sueldo! Sin sueldo y sin
líderes. Jamás entendieron que su mejor y más alta contribución a misiones eran los líderes
mejor capacitados en sus iglesias locales. En esto mostraron un egoísmo tremendo, tal vez con
base también a lo anterior, temor a perder su sustento.
Fueron muchos los jóvenes que se desilusionaron, con razón, del actuar de los pastores
nacionales en este período. Además del temor a quedarse sin dinero, y del egoísmo, el
liderazgo nacional mostró una tremenda falta de visión respecto de su trabajo. La forma
natural de encausar todo esa energía juvenil era la creación de equipos de trabajo al interior
de la propia iglesia local y salir y fundar nuevas iglesias en la ciudad. Que estos futuros
misioneros aprendieran al alero de su pastor a trabajar, a plantar una iglesia, en un ambiente
que muchas veces, sería mejor que lo que enfrentarían al salir. El tiempo diría finalmente
quienes eran los llamados y quienes quedarían al lado del camino. Pero al parecer eso era
mucho pedir. Simplemente el liderazgo reprimió o ignoró a muchos de estos jóvenes futuros
misioneros. Sería interesante hacer una evaluación detenida de cuanto de este trabajo ha
permanecido hasta el día de hoy.
DÉCADA DE LOS 90: Retorno de la democracia -la Unción
El inicio de esta década corresponde con el retorno a la democracia luego de años de
gobierno militar. En general el ambiente de las iglesias se contagió con el espíritu que
reinaba en política y fueron muchos los que comenzaron a sacar la cabeza, a hablar a
identificarse con uno u otro partido político y a intentar participar en el nuevo proceso
que se iniciaba, el de la transición política. De esta manera se comienza a discutir
abiertamente sobre la participación de los evangélicos en la vida pública y aparecen
voces a favor y en contra. También se comienza a hablar de la reivindicación de los
evangélicos, de sus derechos, se comienza a oír acerca de una ley de culto, de 7
igualdad, de no discriminación, etc. Se forman algunas instituciones, no siempre
representativas del pueblo evangélico y se inicia un diálogo con los gobiernos
democráticos. Muchos políticos intentan, a veces con éxito, utilizar a la iglesia con
fines partidistas, pero en general la iglesia adquiere un status que antes no tuvo. Se
elijen capellanes evangélicos, se dan la facilidades para crear escuelas y algunos pocos
políticos confiesa ser evangélicos o identificarse plenamente con la iglesia. Nacen
también alguno intentos, especialmente entre los jóvenes por participar abiertamente
en política. Este debate sigue abierto y se reabre en cada período eleccionario.
Este ánimo festivo, de “la alegría ya viene” coincidió con un movimiento protestante, aunque
no sé si evangélico, igual de festivo y que tuvo su inicio, como todos los movimientos, en los
Estados Unidos, pero que rápidamente llegó a Chile ¡La unción!
Los fundamentalistas una vez, fieles a su modo de ser reaccionaron con dureza frente a estas
distorsiones del evangelio y desde sus trincheras gritaban que todo eso era una herejía, aún
hoy lo hacen, sin embargo no se oyó de parte de ellos ni de ningún sector, una auto crítica ni
un análisis apropiado acerca de la condición de la iglesia chilena que permitió que este 8
movimiento anti bíblico llegara y se extendiera por Chile, ¿O es que la globalización hace
imposible mantenerse alejado de este tipo de fenómenos? No hubo reflexión teológica, no
hubo quien dijera algo. ¿Será que los líderes de la iglesia, encargados de velar por ella fueron
los primeros que participaron de este movimiento? ¿Por qué las personas buscan este tipo de
iglesias? Tal vez están cansadas de la aridez, de la rutina de muchos de los cultos tradicionales.
Cuándo vamos a un culto cualquiera ¿Vamos con expectativas de que algo va a pasar o
entramos y salimos de nuestros cultos sin que nada ocurra por años?
Lo positivo de este movimiento fue la expectación de que algo ocurriría en los cultos. Esta
sensación desapareció hace muchos años de las iglesias tradicionales.
Este período es también el auge de las comunicaciones evangélicas, comenzado algunos años
antes. En esta década la radio y la televisión cristiana parecen gozar de todo su esplendor.
Muchos ministerios radiales expanden sus ondas por todo el país. Aparecen algunos
programas de televisión y en el aire ronda una idea de que “algo grande viene para Chile”. De
la mano de las comunicaciones vienen los grandes eventos. Esta década fue todo evento.
Parecía que la vida cristiana se jugaba toda en un congreso o un seminario. Cada
denominación grande organizaba un evento millonario y traía a quien consideraba su profeta.
Los recintos se hicieron pequeños para recibir a tanta gente, y como que suele pasar en Chile,
en todo ámbito, eran todos extranjeros, muchos argentinos. Muy pocos chilenos lograron
congregar multitudes, pero los hubo. Templos repletos cada domingo y la recaudación de
mucho dinero. La sensación de que algo grande iba a llegar descontrolaba y llenaba de
ansiedad a otros.
En una sola ciudad tenemos más apóstoles que los que el mismo Señor llamó, capacitó y envió.
Si hacen la misma labor, tienen la misma efectividad, manifiestan el mismo fervor, santidad y
devoción, ¡qué sean bienvenidos! Si no es así, volvamos a los siervos de antes, a los anónimos,
a los desconocidos pastores que con su ejemplo han influenciado tanto nuestras vidas.
Detrás de los cantantes cristianos hay una industria cada vez más pujante y con ello sumas
millonarias de dinero para apoyar a estos supuestos ministerios. Los cantantes también cobran
sueldos millonarios y exigen una serie de regalías, igual que las estrellas de la música pop, que
son su fuente de inspiración: hoteles de lujo y una serie de caprichos como los artistas
estrellas. Luchan por ganar un premio Gramy y por ser escuchados por un público masivo. Se
visten como estrellas para sus shows y hasta dan conferencias de prensa, todo en el nombre
del Señor, claro. No es casualidad que este movimiento naciera en Méjico, cuna de la
producción musical popular.
La siguiente anécdota ilustra este cambio. Un buen amigo fue con su familia, su esposa y sus
dos hijas pequeñas a ver a uno de estos cantantes cristianos famosos. Primero tuvo que pagar
las entradas y una vez dentro, inocentemente sacó un queque para dar a sus hijas. Uno de los
guardias contratados para el espectáculo lo vio y le dijo que tenía que botarlo. Mi amigo se
negó. Se lo escondió entre las ropas e intentó pasarlo otra vez. El guardia, que no le quitó los
ojos de encima, lo siguió y lo obligó a botarlo a la basura para permanecer en el
establecimiento. ¿Por qué? La respuesta era obvia, el consumo de alimentos estaba
concesionado y sólo se podía consumir lo que se vendía al interior. La música cristiana dejó de
ser lo que era y hoy es un gran negocio, con un mercado cautivo que son las iglesias y de
manera especial los jóvenes. El día de hoy la adoración es con una cámara de televisión, con
luces, con efectos especiales, con muchísimo marketing y con muchísimas ganancias. Hoy es
posible ver en Internet a Marco Witt predicando acerca de ser un campeón y de cómo Dios
desea que sus hijos sean millonarios. Él les enseña a sus hijos que deben ser millonarios.
Esto afecta a la iglesia de muchas maneras, una de ella es que un grupo pequeño, llamado “los 10
músicos de la iglesia” descuida misiones, descuida sus viejos, descuida la enseñanza y descuida
muchas otras cosas, pero gasta, por ejemplo tres millones de pesos en un bajo electrónico o en
un equipo de sonido. El culto se vuelve más un mini recital de unos pocos y la música pasa a
ser lo más importante del culto, si a eso se le agrega el temperamento de los “músicos
cristianos” hay todo un problema.
¿Reflexión o desarrollo teológico a poco más de una década del nuevo siglo? Nada, existen
unos pocos institutos bíblicos denominacionales y algunos de ellos infiltrados con la Alta
Crítica, ¡Todavía!
El retorno de la democracia, años atrás trajo una dificultad, presente en esta década: la de la
instrumentalización de algunos sectores de la iglesia por parte de los partidos políticos. Ya es
común, a pesar de los años de democracia, débil democracia, que en tiempo de elecciones los
partidos políticos se preocupen mucho de los discriminados, entre quienes se habla de los
evangélicos, solo de los evangélicos pobres, por el prejuicio que existe y que no ha cambiado
con los años y a cambio de los votos, por supuesto. Muchos líderes, pseudos líderes y falsos
líderes se han prestado para este juego a cambio de un poco de popularidad, dinero, cargos y
otras prebendas. Esta década, bajo la agenda vanguardista de los gobiernos de la Concertación
ha puesto en el tapete y ha legislado sobre varios temas de carácter moral: pena de muerte,
divorcio, discriminación, aborto, etc pero la iglesia no ha dicho nada y si algunos sectores ha
dicho algo no ha sido precisamente una postura bíblica, sino más bien se han comprometido
con el gobierno de turno y hasta han apoyado alguna de estas causas. La gran mayoría guarda
silencio. Esta década presenta una iglesia disgregada, dividida, débil, sin rumbo.
La educación fue otro de los caballitos de batalla de la iglesia en esta década. Se levantaron
algunos expertos en educación y otros no tan expertos y comenzaron a hablar de la necesidad
de que la iglesia desarrollara una visión referente a la educación. Esta década fue, tal vez, el
tiempo histórico más importante para que la iglesia evangélica se consolidara como un
referente en un área crucial como esta. Se habló mucho, como ha ocurrido otras veces en
otros campos, se escribió algo, se fundaron escuelas cristianas, muchas particulares, pero se
hizo poco. Al evaluar el trabajo realizado en educación durante estos años vemos que no hay
grandes avances, la educación no es un tema que interese a la iglesia chilena y sobre el cual
existan planes a corto, mediano o largo plazo, salvo algunas excepciones. Al parecer resulta
fácil hablar, pero a la hora de actuar no existen planes corporativos y el secularismo avanza
más, aquí, frente a nuestros ojos, sin que el liderazgo de la iglesia lo note. ¿No hay doctores en
educación evangélicos? ¿No hay técnicos en el tema? De seguro los hay, lo que falta es captar
la visión a cerca de lo imprescindible de una visión cristiana para el mundo de hoy, no solo en
la educación sino en todas las áreas del mundo moderno.
Algunas conclusiones
¿Cuál será el rumbo que seguirá nuestra iglesia? Esta iglesia que Jesús tanto ama. Es imposible
saberlo. La década está comenzando y tenemos todavía varios años por delante. El rumbo que
seguirá la iglesia es desconocido, pero sin lugar a dudas será el que camino que ella decida
tomar. A través de sus líderes y de las personas influyentes.
A modo de conclusiones se pueden mencionar algunas cosas que aparecieron en esta breve
mirada, la iglesia desde sus inicios ha sido víctima de la división, los motivos han ido
cambiando con los años, sin embargo cada década presenta algún motivo para la división. Al
parecer siempre estas divisiones son resultados de movimientos extranjeros, de tendencias o
énfasis que surgen en otros lugares y los cuales la iglesia chilena acoge sin ninguna reflexión.
Las ocasiones en que la iglesia ha tenido que alzar la voz no siempre ha tenido el valor para
hacerlo, ni ha mantenido tampoco una imparcialidad, o se ha comprometido con gobiernos de
turno o se ha auto marginado. Su participación en la vida pública y el devenir de la sociedad no
ha sido satisfactoria, su quehacer se ha centrado más bien en las prácticas locales, que en la
cosa pública. Es una iglesia muy permeable a los fenómenos foráneos y sin ninguna reflexión
acerca de ellos. Reflexión que no ha llegado tampoco a una visión acerca de la educación
pública ni de una educación teológica.
El liderazgo, en general es un liderazgo débil, marcado más bien por el individualismo que por
una visión de cuerpo, no es un liderazgo que marque rumbos, si no más reactivo, partido,
dividido.
Esta es la iglesia que el Señor tanto ama. Ha avanzado mucho desde que aquellos primeros y
valientes hombres y mujeres, los primeros canutos gritaran en las calles que en Jesús, y sólo en
Jesús hay salvación, y “que así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Somos deudores a esos hombres y mujeres
radicales, que enfrentaron oposición abierta, burlas, desprecios, discriminación, pero que
supieron llevar adelante el evangelio, el único y verdadero evangelio de Jesucristo. Por delante
nos quedan grandes desafíos y muchas tareas ¿Responderemos como el profeta “heme aquí
Señor envíame a mi”?
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