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Sigmud Freud y el psicoanálisis.

El creador del psicoanálisis es Sigmud Freud y tiene que ver con los abarates de su propia vida, con la
manera en que va él descubriendo el inconsciente, construyendo ulteriormente la teoría. En sus Inicios
Sigmud Freíd utilizaba el proceso de hipnosis (instruido por el francés Charcot) en el estudio de los
pacientes. “Me servia de ella para explorar al enfermo con relación a la historia genética de su
síntoma, que a menudo él no podía comunicar en el estado de vigilia o sólo podía hacerlo de
manera muy incompleta”. El bien conocido experimento de la “sugestión poshipnótica” nos enseña a
insistir en la importancia del distingo entre conciente e inconciente. Freud había descubierto que los
pacientes mentían, que las escenas sexuales relatadas sobre la primera infancia no habían ocurrido. Por
esto crea el concepto de fantasía. El discurso del paciente se torna verdad (aparece la fantasía) en el
mismo momento de la realidad del referente (la escena sexual infantil) se manifestaba como falso. Nace
entonces en la historia de la teoría de la noción de fantasía, término que designa eso que no había
existido en lo real sino en el discurso del paciente, pero que por ello mismo conserva su capacidad de
causa, su poder patógeno. Fantasía de seducción en primer, a la que Freud otorgaría un estado nuevo:
el de “protofantasia”. La protofantasia, o fantasía originaria de seducción, es concebida como estructura
fantasmática referida a una escena de seducción del niño por el adulto. Agregaría a esta protofantasia de
seducción otra dos protofantasías: la castración y la escena primaria.

Protofantasia de escena primaria: a saber, la visión (no interesa en principio si real o no) del coito
parental. Algo perturba al sujeto infantil, un motivo profundo de disgusto y miedo. En cuanto a la
protofantasia de castración: en primer lugar, lo importante es eso mismo, que Freud otorga estatuto de
“protofantasia” a la castración.

EL PSICOANÁLISIS.

Desde sus comienzos, el psicoanálisis descubrió el conflicto psíquico y rápidamente hizo de


este el concepto central de la teoría de las neurosis. El síntoma neurótico se define como el resultado
de una transacción o compromiso entre dos grupos de representaciones que actúan como dos fuerzas
de sentido contrario, y ambas de forma igualmente actuan e impresiona. Es posible intentar explicar el
conflicto a dos niveles relativamente distintos: a nivel tópico, como conflicto entre sistemas o instancias;
y a nivel económico - dinámico, como conflicto entre pulsiones. Para Freud, este segundo tipo de
explicación es el más radical. Estas pulsiones no siempre se armonizan; a menudo llegan a un conflicto
de intereses; las oposiciones entre las representaciones son sólo los combates entre las diferentes
pulsiones. (Pulsión de vida vs. Pulsión de muerte)

El psicoanálisis es no-sexología. Según el existe una concepción vulgar de la sexualidad, y no sólo


aparece en la pubertad, sino mucho antes, en la infancia.

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El psicoanálisis se funda en el análisis de los sueños; la interpretación de estos es el trabajo
más acabado que la joven ciencia ha realizado hasta hoy. Lo inconciente reprimido adquirió cierta
independencia respecto del yo, de suerte que no se allana al deseo de dormir y retiene sus
investiduras aunque todas las investiduras de objetos dependientes del yo se hayan recogido en
beneficio del dormir. El dormir es un estado en el cual todas las investiduras de objeto, las libidinosas
así como las egoístas, son resignadas y retiradas del interior del yo. Ocurren tres cosas en los sueños:

1. Los pensamientos han experimentado una mudanza, un disfraz y una desfiguración, que
constituye la parte del socio inconciente.
2. Los pensamientos han conseguido investir la conciencia en un momento en que no debía serles
ello asequible.
3. Un fragmento de lo inconciente ha aflorado en la conciencia, cosa que de ordinario le habría
resultado imposible.

Los pensamientos oníricos latentes no se diferencian en nada de los productos de nuestra actividad
anímica conciente ordinaria. Merecen el nombre de pensamientos preconcientes y de hecho pueden
haber sido concientes en algún momento de la vigilia.

En el psicoanálisis se ha plasmado algo así como una teoría conocida bajo el nombre de teoría de la
libido. Se ocupa de esclarecer y eliminar las perturbaciones llamadas neuróticas. La teoría
psicoanalítica consigue entonces someter el proceso represivo (proceso desalojo) a una revisión y
guiar el conflicto hacia un mejor desenlace, conciliable con la salud.

Para resolver este problema se debía hallar un punto de abordaje, y se resolvió buscarlo en la vida
pulsional del alma. Es la base de la concepción de la neuorisis.

En el psicoanálisis se habla de conflicto cuando, en el sujeto, se oponen exigencias Internas


contrarias. El conflicto puede ser manifiesto o latente, pudiendo expresarse este último de un modo
deformado en el conflicto manifiesto y traducirse especialmente por la formación de síntomas, trastornos
de la conducta, etc. Es por eso, que considera el conflicto como constitutivo del ser humano y desde
diversos puntos de vista: conflicto entre el deseo y la defensa, conflicto entre los diferentes sistemas o
instancias, conflictos entre los instintos, conflicto edípico, en el que no solamente se enfrentan deseos
contrarios, sino que éstos se enfrentan con lo prohibido.

Freud derriba el tabú donde se creía que la histeria era sólo una enfermedad femenina, un
trauma psíquico puede estar en el origen del síntoma histérico, que la causa de la histeria puede
ser psíquica y depender de acontecimientos encerrados por el pasado. El conflicto anímico o
psíquico, en el sujeto se oponen exigencias internas contrarias; así generado seguirá esta trayectoria: las
dos magnitudes dinámicas – pulsión y resistencia – lucharían entre sí durante un tiempo, con intensísima
participación de la conciencia, hasta que la pulsión resultará rechazada y a su aspiración se le sustrajera

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la investidura energética. En la neurosis, el YO se retiró de la moción pulsional chocante (represión). A
partir de la represión, se trata de un mecanismo de defensa, en primer lugar, el YO debía protegerse del
esfuerzo de asalto, siempre pronto, de la moción reprimida mediante un gasto permanente; una contra
investidura que ahora era inconciente, podía procurarse una descarga y una sastifacción sustitutiva por
ciertos rodeos, haciendo fracasar de tal suerte el propósito de la represión. En la historia de conversión;
la moción reprimida irrumpía por algún lugar y se procuraba síntomas, que, por tanto, era unos
resultados de compromiso, por cierto satisfacciones sustitutivas, pero desfiguradas y desviadas de su
meta por la resistencia del YO.

El psicoanálisis es una modalidad de tratamiento médico de pacientes neuróticos. A diferencia de la


medicina común, se procede de manera distinta, el psicoanalista debe exponer las dificultades del
método, su prolongada duración, los esfuerzos y los sacrificios que cuesta y, en lo tocante al resultado, le
decimos que nada podemos asegurarle: de eso depende de su conducta, de su inteligencia, de su
docilidad, de su perseverancia. Dificultades en el psicoanálisis:

1) Instrucción al psicoanálisis.

Están las de la instrucción, las de la enseñanza del psicoanálisis. En el psicoanálisis todo es diverso.
En el tratamiento analítico no ocurre otra cosa que un intercambio de palabras entre el analizado y el
médico. El paciente habla, el médico escucha, procura dirigir las ilaciones de pensamiento del paciente,
exhorta, empuja su atención en ciertas direcciones.

Las palabras despiertan sentimientos y son el medio universal, con que los hombres se influyen unos a
otros. La conversación en que consiste el tratamiento psicoanalítico no soporta terceros oyentes; no
admite ser presentado en público.

2) Relación con el psicoanálisis.

Se les ha enseñado a buscar un fundamento anatómico, para las funciones del organismo y sus
perturbaciones, y a explicarla en términos de física y química, y concebirlas biológicamente pero nada
fue dirigido a la vida psíquica del paciente, comenta Freud.

“El enfermo presentará primero, como es la regla en todas las relaciones humanas, su fachada
anímica, y yo me temo que en castigo se verán precisados a dejar una parte de la influencia terapéutica
que ustedes pretenden conseguir en manos de esos médicos.”

Dentro de la medicina, es cierto que la psiquiatría se ocupa de describir las perturbaciones del
alma. Los síntomas que componen esos cuadros clínicos no han sido individualizados, en su origen, ni
en su mecanismo, ni en su enlace recíproco; no les corresponden alteraciones registrables en el órgano

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anatómico del alma. Y esas perturbaciones del alma solo son susceptibles de influencia terapéutica
cuando se las puede individualizar como efectos colaterales de una afección orgánica por los demás.

3) Formación previa.

Por dos de sus tesis el psicoanálisis ultraja a todo el mundo y se atrae su aversión; una de ellas choca
con un prejuicio intelectual, la otra con un estético moral.

a) El
psicoanálisis dice que los procesos anímicos son, en sí y por sí, inconcientes, y los procesos
concientes son apenas actos singulares y partes de la vida anímica total. Por el contrario estamos
habituados a identificar lo psíquico con lo conciente. A la conciencia la consideramos directamente el
carácter definitorio de lo psíquico, y la psicología, la doctrina de los contenidos de la conciencia.

El psicoanálisis define a lo anímico como aquellos procesos del tipo del sentir, el pensar, el querer; y
se ve obligado a sostener que hay un pensar inconciente, hay un querer inconciente.

b) El
psicoanálisis proclama como uno de sus hallazgos, la aseveración de que nociones pulsionales
que no pueden designarse sino como sexuales, sentido estricto y en sentido lato, desempeñan un
papel enormente grande, hasta ahora no apreciado lo suficiente, en la acusación de las
enfermedades nerviosas y mentales.

Entres las fuerzas pulsionales así empleadas, las pertenecientes a las mociones sexuales
desempeñan un importante papel; en ese proceso son sublimadas, vale decir, desviadas de sus metas
sexuales y dirigidas hacías otras, que se sitúan socialmente en un plano más elevado y ya no son
sexuales.

La sociedad no discierne amenaza mayor a su cultura que la eventual emancipación de las pulsiones
sexuales y el regreso de ellas a sus metas originarias. Convierte lo ingrato en incorrecto. El psicoanálisis
es el heredero de la razón moderna. Constituye un síntoma de la civilización, cuerpo extrañado
enquistado en ella, le revela su verdad reprimida. La modernidad produce una modificación de lo que
Lacan llama, discurso del amor ( la producción de bienes de consumo a escala universal).
EL INCONCIENTE.

“Una representación – o cualquier otro elemento psíquico – puede estar ahora presente en mi
conciencia, y un momento después desaparecer de ella; puede reaflorar intacta después de un
intervalo, y hacerlo, como decimos nosotros, desde el recuerdo, no como consecuencia de una
nueva percepción sensorial”

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Lo inconciente es un indicio de que ese proceso participa de la naturaleza de una cierta categoría
psíquica de la que tenemos conocimiento por otros y más importantes caracteres, y pertenece a un
sistema de actividad psíquica.

Freud ubica al chiste junto a las operaciones fallidas, los lapsus, olvidos, el sueño y los síntomas es
decir, en la seria de formaciones de compromiso que le permiten dar cuenta de su descubrimiento
fundamental: el inconciente. Las formaciones transaccionales es otra denominación que usa Freud para
referirse a estas diferentes producciones del Inconciente.

“Conciente” y “Psíquico”, son conceptos idénticos, y que incurren a todas luces en injusticia al negar
a la psicología su derecho a dar razón a unos de sus hechos más comunes, como la memoria, con sus
propios medios. Se llama “conciente” a la representación presente en nuestra conciencia y de la que
nosotros nos percatamos. Y utiliza el término “inconciente” al hacer referencia a las representaciones
latentes, que están contenidas en la vida anímica. Una representación “inconciente” es una de la que
nosotros no nos percatamos, a pesar de lo cual estamos dispuestos a admitir su existencia sobre la base
de indicios y pruebas.

La vida anímica del paciente histérico rebosa de estos pensamientos (ideas) eficientes, pero
inconcientes; de ellos provienen todos los síntomas. Es de hecho el carácter más llamativo de la mente
histérica el estar gobernada por representaciones inconcientes. El pensamiento inconciente o latente, no
necesariamente es débil, y que su presencia en la vida anímica admite pruebas indirectas de la mayor
fuerza, equivalentes casi a la prueba directa brindada por la conciencia. Hay ciertos pensamientos
latentes que no penetran en la conciencia por intensos que sean, a estos se los denominan
inconcientes y preconcientes : a aquellos pensamientos débiles, que al tomar fuerza pueden pasar al
conciente.. Inconciente: aquellos pensamientos latentes que se mantienen alejados de la conciencia.
Luego halló un precociente eficiente, que sin dificultad pasa la conciencia, y un inconciente eficiente,
que permanece inconciente y para estar cortado de la conciencia. Al producto de lo inconciente eficaz en
modo alguno le es imposible penetrar en la conciencia, mas para ello es necesario cierto gasto de
esfuerzo. Si lo intentamos en nosotros mismos, recibimos el nítido sentimiento de una defensa que tiene
que ser denominada; y lo provocamos en un paciente, recibimos lo más inequívoco indicios de lo que
llamamos su resistencia a ello. Así aprendemos que el pensamiento inconciente es excluido de la
conciencia por unas fuerzas vivas que se contraponen a su aceptación, mientras que no estorban a otros
pensamientos, los preconcientes. El rechazo de pensamientos inconcientes es provocado meramente
por las tendencias corporizadas por su contenido.

Lo inconciente es una frase regular e inevitable en los procesos que fundan nuestra actividad
psíquica; todo acto psíquico comienza como inconciente, y puede permanecer tal o bien avanzar
desarrollándose hasta la conciencia, según que tropiece o no con una resistencia. El distingo
entre actividad preconciente e inconciente no es primario, sino que sólo se establece después
que ha entrado en juego la “defensa”. Sólo entonces cobra valor tanto teórico como práctico el

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distingo entre unos pensamientos preconcientes que aparecen en la conciencia y pueden
regresar a ella en cualquier momento y unos pensamientos inconcientes que lo tienen prohibido.

INCONCIENTE PRECONCIENTE CONCIENTE


Inconciente eficiente. Preconciente eficiente.

ELLO SUPERYÓ YO

Deseo/Principio de Placer. Imagen paternal.


Religión. Cultura debe ser.

El distingo entre actividad preconciente e inconciente, y el discernimiento de la barrera que la divide,


no es ni el último ni el más significativo resultado de la investigación psicoanalítica de la vida anímica.

Para Lacan el Inconciente está estructurado como un lenguaje, y este lenguaje tiene una sintaxis
propia y una retórica que no es ajena a la creación poética. La sintaxis es la parte de la gramática que
enseña a coordinar las palabras y construir con ellas oraciones. Los retórica es el arte del bien decir, de
dar belleza, expresión y eficacia del lenguaje.

El inconciente configura su estilo, indirecto y figurado a partir de un trabajo regido por dos
transformadores o mecanismos primarios: la condensación y el desplazamiento, Estas dos leyes
estructurales están presentes en todas las formaciones de compromiso.

La pulsión sólo bordea un objeto destinado a perderse, no sabe ni puede saber acerca del objeto
“adecuado”. No hay objeto “conveniente” por el goce es inconciencia, perturbación.

El inconciente, según Freud, tiene dos procesos fundamentales:

• CONDENSACIÓN: Uno de los principales modos de funcionamiento de los procesos inconcientes;


una representación única representa por sí sola varias cadenas asociativas, en la intersección de las
cuales se encuentra. Donde mejor se ha puesto en evidencia ha sido en los sueños, pero no es
específico de estos. Se podría resumir, este punto, diciendo que la condensación es una característica
del pensamiento inconciente.

• DESPLAZAMIENTO: Consiste en el que acento, al interés, la intensidad de una representación


puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque
ligadas a la primera por una cadena asociativa. El término desplazamiento no implica, una predilección
por un determinado tipo de ligazón asociativa, a lo largo de la que se efectúa aquél: asociación por
contigüidad o por semejanza.

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EL CHISTE.

Freud lo ubica del lado de lo lúdico, como actividad placentera, en donde el deseo se sastiface sólo a
costa de pegar por ellos un alto precio. El chiste trata de una formación de compromiso donde el deseo
se realiza transaccionalmente teniendo en cuenta no sólo el principio del placer sino también el de la
realidad. El secreto del efecto chistoso reside, entonces, en la técnica usada en el montaje de su
expresión verbal. Técnica del significante en la que Freud despeja una estructura análoga a los
mecanismos inconcientes de condensación y desplazamiento.

El chiste es un producto discursivo por excelencia, que juega con la literalidad de la palabra, su efecto
se desdibuja al ser traducido. CONDENSACIÓN: Freud reconoce el producto de una condensación con
formación sustitutiva. La formación sustitutiva consiste en producir una palabra mixta, que no estaba
antes en el código, y que produce un efecto de sentido nuevo, o efecto de metáfora. De este principio,
surgen dos tipos de clasificaciones: la condensación con formación de una palabra mixta y condensación
con modificación leve (el sustito de lo sofocado es un pequeño cambio en la expresión).
DESPLAZAMIENTO: Los producidos por desplazamiento son en alto grado independientes de la
expresión literal. No dependen de las palabras sino del desvío de una ilación de pensamiento; el acento
psíquico se desliza a un tema diverso del comenzado.

Muchas veces el chiste se convierte en “cosa seria”. Los aludidos por él, ocasionalmente reaccionan, y
no siempre con humor. Es que todo chiste trata de vehiculizar un mensaje. La diferencia fundamental
entre la chanza y el chiste reside en que la primera sólo tiene por función depararnos contento, “La
chanza sirve al exclusivo propósito de producir placer. El chiste persigue además otro propósito,
promover lo pensado por medio de magnificación y asegurarlo contra la crítica”.

El sueño es el cumplimiento de un deseo reprimido. El cumplimiento del deseo del pensamiento


represor. El chiste, el más social de las operaciones anímicas que tiene por meta una ganancia de
placer, es que éste constituye un proceso totalmente asocial.

Todo chiste es una forma de entredicho, un modo disfrazado o indirecto de decir lo que no se puede o
no conviene decir con todas las letras. Freud distingue entre chistes inocentes, la ganancia de placer
está dada por el aligeramiento de la crítica intelectual que nos libera del esfuerzo psíquico que implica
seguir con un hilo de pensamiento, y tendenciosos. A éstos últimos los clasifica en:

1. Obsenos: “Chistes verdes”. Lo sexual deja de ser indecente cuando se reviste con la condición
formal del chiste y emerge valiéndose de alusiones. (sustitución algo pequeño)
2. Agresivo: La hostilidad se procura una expresión, que nos permite gozar del hecho de
empequeñecer y denigrar a nuestros enemigos.

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3. Críticos o cínicos: Recaen sobre instituciones, personas encumbradas o representantes de las
mismas, estatutos de la moral o de la religión, visiones de la vida que gozan de prestigio tal que sólo
pueden vetarse en el chiste.
4. Escépticos: Son aquéllos que atacan la certeza misma del conocimiento.

El chiste es un juego desarrollado, y como tal se opone al trabajo. En los chistes tendenciosos,
además del aligeramiento de la crítica intelectual se produce un plus de placer por el levantamiento de
la represión y la cancelación de inhibiciones. El chiste guerrea contra la razón, el juicio crítico y la
represión. Se trata de una actividad anímica placentera y socializada. Emerge como una ocurrencia
breve, involuntaria, que desborda la intencionalidad conciente de quien lo produce. El otro que escucha
cumple una función, es el aval con su risa certifica que el trabajo del chiste ha alcanzado su propósito. La
risa del oyente tiene un efecto retroactivo sobre el que lo cuenta.

Cada chiste requiere de su propio público, entre los sujetos en cuestión debe existir cierta complicidad.
El chiste no existe para el sueño, producto enteramente asocial que no tiene nada que comunicar a
otro. La risa es el resultado de un proceso automático sólo posibilitado por el alejamiento de lo atención
conciente.

Sigmud Freud plantea un distingo entre lo cómico y lo chistoso.

Lo cómico pone en juego la mirada. Se descubre en personas (movimientos, formas, acciones, rasgos
de carácter) así como objetos inanimados y animales, que pueden devenir cómicos por vía de la
personificación. También es posible volverse cómico uno mismo. Los recursos más usados para
provocar la comicidad son: la imitación, el disfraz, el desenmascaramiento, la caricatura, la parodia y el
travestismo. Lo cómico es universal, el chiste requiere que el otro pertenezca a la misma parroquia. El
proceso de consumación, del chiste, exige una estructura triangular (La persona que lo hace, la que
escucha, y el otro) mientras tanto, para lo cómico implica una estructura dual. Las fuentes de placer en
el chiste reside en lo Inconciente, las de lo cómico en lo Preconciente. El chiste es un gasto de inhibición;
lo cómico, un gasto de representación ahorrado.

Freud concibe al humor como “un recuerdo para ganar el placer a pesar de los afectos penosos
que estorban”. El humor surge de un gasto de sentimiento ahorrado. El proceso humorístico se
completa en una sola persona; el goce que me aporta la humarada nacida en mí, puede reservármelo,
sin sentirme esforzado a comunicarlo. El humor implica una elevada operación defensiva en donde el
YO no se doblega por el sufrimiento ni la adversidad de las circunstancias reales sino que obtiene placer
sustrayéndole energías al displacer, y todo sin abandonar el terreno de la salud anímica. En el humor el
YO está exaltado, no es resignado sino opositor.

TOTEM Y TABÚ.

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La vida de los salvajes es un estado previo de nuestro desarrollo cultural. Si esto es cierto
encontraremos notables concordancias entre la psicología del salvaje y la psicología del neurótico, y
podremos comprender ambas bajo una nueva luz. Freud toma el ejemplo de los actuales salvajes de
Australia, ellos se rigen por el totemismo (cada clan tiene su tótem). En cada tótem esta siempre la
norma de la exogamia (prohibición de verificar la unión matrimonial, entre hombres y mujeres de la
misma tribu). Si alguien viola la norma, toda tribu lo castiga enérgicamente. Todos los descendientes del
mismo tótem son considerados parientes consanguíneos. Tienen horror al incesto. La rigidez de la
prohibición al incesto se podría entender como forma de prevenir el incesto grupal. Además de la
prohibición totémica, el incesto también se combate con “evitaciones”, o sea una serie de normas para
no cometer incesto. El amor que sostiene el lazo grupal es también complicidad: complicidad de los
miembros del grupo para realizar el crimen y para nada querer saber de haberlo cometido. No existe
grupo social que no se apoye a la servidumbre a un padre muerto. El psicoanálisis nos permite entender
el horror al incesto como un rasgo infantil, que concuerda llamativamente con la vida anímica del
neurótico, ya que este inhibió su desarrollo regresando a la etapa infantil en una fijación incestuosa, que
la persona reprimió.

Tabú y la ambivalencia de la mociones de sentimiento.

Tabú significa algo sagrado, pero sobre todo algo prohibido, y no por algún dios, sino que es la
norma misma quien prohíbe. Tabú significa también algo que protege.

Wundt habla del tabú de los animales (prohibición de comerlos y matarlos) y que el núcleo del
totemismo. También puede ser tabú de humanos y otros objetos. Cree que el tabú obedece al miedo de
un poder demoníaco y supuestamente escondido en el tabú.

El psicoanálisis nos muestra que el tabú en los enfermos obsesivos, están llenos de tabúes a los que
obedecen tanto como los salvajes. Hay concordancias entre las prohibiciones obsesivas neuróticas y los
tabúes. No sólo prohíben cierta acción, sino también pensar en ella. Los enfermos obsesivos se portan
como si las personas tabúes fueran portadoras de una enfermedad contagiosa, y mediante ceremoniales
buscan anular la nefasta influencia de lo prohibido. En suma, las concordancias son 4: carácter
inmotivado, convencimiento interno, desplazabilidad (Contagio) y acciones ceremoniales. Las
prohibiciones tabú son ambivalentes (en lo inconciente les gustaría violarlas, pero no temen a hacerlo).

El hombre que violó un tabú se vuelve él mismo tabú. También se vuelve tabú el ser humano que
tienta a violar lo prohibido. El tabú es una prohibición antiquísima impuesta desde afuera por alguna
autoridad dirigida hacia la más intentas apetencias del hombre. El placer de violar el tabú subsiste en
este inconscientemente, y quienes obedecen el tabú tienen un actitud ambivalente hacia aquello sobre lo
cual el tabú recae. Los neuróticos recibieron la herencia de los salvajes. El tabú explica la conciencia
moral: es su antecedente histórico, pues hay cuando el tabú es violado. En el neurótico encontramos
también el conflicto moral, donde uno de los opuestos es reprimido y el otro gobierna despóticamente en

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la conciencia. Hay no obstante entre los salvajes y los neuróticos obsesivos. Si el salvaje viola el tabú el
castigo lo recibirán todos, pero sí el neurótico lo viola, otro será quién sufra el castigo. El neurótico es un
“altruista”, no quiere hacer algo prohibido para sufrir, si no para que sufre otra persona. En la neurosis la
prohibición recae sobre pulsiones sexuales, mientras que en los salvajes recae sobre una pulsión social.

Para el animismo, el universo está poblado de seres espirituales y demonios que animan y generan
animales, plantas y cosas inertes. Los primitivos creen además que los hombres poseen almas que
moran en ellos mismos, y que en cierta forma son independientes de su cuerpo. El sistema animista gira
en torno a estos seres autónomos: es una forma de explicar el universo, y de dominarlo, reemplazada
luego por los sistemas religiosos y luego por las teorías científicas.

El totemismo es tanto un sistema religioso como social. Religioso por que apunta al vínculo de mutuo
respeto y protección entre un hombre y su tótem, y social por que regula las relaciones entre los
hombres, Tres teorías intentaron explicar el origen del totemismo:

1. Nominalistas: Los antepasados dieron nombres de animales a sus jefes porque tenían alguna
cualidades de ellos, (Creer que su antepasado, el tótem, fue un animal).
2. Sociológicas: El tótem representa a la sociedad en conjunto. Freud critica el pensamiento donde
se planteaba que los salvajes creían en una concepción mágica.
3. Psicológicas: Respecto a las relaciones entre totemismo y exogamia, hay quienes dicen que
ambas instituciones están juntas por azar, y que en realidad son independendientes; otros sostienen que
la exogamia es una consecuencia lógica del totemismo. Freud no estará de acuerdo con ninguna de
estas teorías.

Freud intentará una teoría de tipo histórico – conjetural, es decir que supondrá que hace mucho tiempo
se produjo un cierto acontecimiento primordial, a partir del cual puede luego deducirse el horror al
incesto. Los niños se interesan más por los animales y se sienten más cerca de ellos que los adultos,
pero sin embargo desarrollan zoofobias (terror a ciertos animales), el análisis mostró que tales animales
representaban al padre, en tanto temido oponente de sus intereses sexuales, en tanto fuente de
amenazas de castración. Estos niños también se identifican con el animal temido, siendo ellos mismos
quienes son peligrosos. Estas zoofobias tienen dos rasgos comunes con el totemismo: plena
identificación con el animal totémico y la actitud ambivalente de sentimientos hacía él. Estas zoofobias
aparecen en los niños varones. Los mismos miembros del tótem ven en éste su antepasado y padre
primordial (las dos corresponden a los crímenes cometidos por Edipo). El sistema totémico resultó de las
condiciones del complejo de Edipo.

LA VIDA SEXUAL.

La función sexual estaba presente desde el comienzo; primero se apuntaba en las otras funciones de
importancia vital, y luego se independizaba de estas. Había recorrido un largo y complicado desarrollo

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antes de volverse notorio en la vida sexual normal del adulto. Se exterioriza primero como actividad de
toda una serie de componentes pulsionales, dependientes de zonas erógenas del cuerpo y que en parte
emergían en pares opuestos (sadismos – masoquismo, etc.); partían cada uno por separado en procura
de una ganancia de placer y la mayoría de las veces hallaban su objeto en el cuerpo propio. Por
consiguiente, al comienzo no estaban centrados y eran predominantes auto eróticos. Un primer estadio
de organización estaba referido a los componentes orales, luego seguía una fase sádico-anal y sólo la
tercera y la última fase traía el primado de los genitales, con lo cual la función sexual entraba al servicio
de la reproducción. Freud atribuye el nombre libido a la energía de las pulsiones sexuales. Tras el
estadio del autoerotismo, el primero objeto de amor pasa a ser, para ambos sexos, la madre, cuyo
órgano nutriente problamente no era distinguido del cuerpo propio al comienzo.

Después, pero todavía dentro de la primera infancia, se establece la relación del complejo de Edipo
(en el cual el varón concentra sus deseos en la persona de la madre). De manera análoga adopta
posición la niñita. Debe transcurrir todo un lapso hasta que el niño adquiere claridad acerca de la
diferencia entre los sexos; en ese tiempo, la investigación sexual se procura teorías sexuales típicas,
que, en razón del carácter incompleto de la propia organización, confunden lo verdadero con lo falso y no
logran resolver los problemas de la vida sexual. En el cuarto y quinto años de vida se alcanza una
primera culminación, pero luego se disipa ese florecimiento temprano de la sexualidad, las aspiraciones
hasta entonces vivas caen bajo la represión y sobreviene el período de latencia , que se extiende hasta
la pubertad y en el cual se instituyen las formaciones reactivas de la moral, la vergüenza, etc. Con la
pubertad vuelven a reanimarse las aspiraciones e investiduras del objeto de la temprana infancia, así
como las ligazones de sentimiento del complejo de Edipo. En la vida sexual de la pubertad combaten
entre sí las incitaciones de la primera infancia y las inhibiciones del período de latencia. En el
ápice del desarrollo sexual infantil se había establecido una suerte de organización genital; empero, sólo
el genital masculino desempeñaba un papel en ella, pues el femenino no había sido descubierto.

La oposición entre los sexos todavía no recibía en esa época lo nombres de masculino o femenino,
sino: en posesión de un pene o castrado. El complejo de castración.

Freud plantea que el problema de que debe entenderse por sexualidad, es que por un lado, esta la
concepción de poner en el centro el acto sexual, de esta forma de pensaría que todo lo secual es lo
que tiene el propósito de obtener una ganancia de placer , en especial con partes del cuerpo de otro
sexo, y en ultima instancia, apunta a la unión de los genitales y a la ejecución del acto sexual. Si se
cinvierte, por otro lado, a la función de la reproducción en el núcleo de la sexualidad, se corre el riesgo
d excluir toda una serie e cosas que no apuntan a la reproducción, como la masturbación y el mismo
acto de besar.
Freud adopta entonces la posición de llamar sexual a todas las necesitades prácticas de la vida
cotidiana, que combine las referencias a la oposición entre los sexos, a la ganancia de placer, y a la
función de la reproducción.

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Los homosexuales son grupos de individuos cuya vida social se aparte de la manea mas
llamativa de la que es habitual en el promedio, ya que han borrado de su programa, por asi decir, la
diferencia entre los sexos. Solo a los del mismo sexo pueden exitar sus deseos sexuales, los del otro a
veces les provocan repugnancia. De esta forma renuncia a participar de la reproducción, también son
llamados Invertidos. De estos perversos, surge luego una serie de anormales cuyas prácticas sexuales
se apartan de lo que un hombre dotado de razón considera apetecible. Por un lado están aquellos que
mudan sus objetos sexuales, como los homosexuales, y por otro, aquellos en que se alteró la meta
sexual. En el primer grupo entran los que renunciaron a la unión de los genitales y en el acto sexual lo
sustituyen por otra parte o región del cuerpo, al hacerlo sobreponen a la falta del dispositivo orgánico y
al impedimento del asco. Después siguen otros a los que les importa los genitales, no a causa de sus
funciones sexuales, sino de otras en las que participan por razones anatómicas y motivos de
proximidad. En ellos se ve que las funciones excretoras siguen siendo capaces de atraer sobre sí el
pleno interés sexual. Otros, resignaron como objeto los genitales, elevando en su reemplazo otra parte
del cuerpo a la condición de objeto anhelado, por ej, el pecho de la mujer. Otro grupo constituyen los
llamados fetichistas a los que ni siquiera les interesa una parte del cuerpo, sino que se conforman con
una pieza de indumentaria que los llena de deseos. Otro grupo son aquellos que se perversos que se
establecen como meta de los deseos sexuales una acción preliminar: anhelan mirar y palmar a la otra
persona, o contemplarla en sus funciones íntimas. Los sádicos, aspiran a provocar dolores y martirizar
a su objeto, su satisfacción es ver a su objeto amado sufriendo humillaciones. Luego existen otros que
se contentan con imaginarse meramente esa satisfacción, no les hace falta ningún objeto real, lo
sustituyen por la fantasía.

EL COMPLEJO DE EDIPO.

¿Qué hay que entender por complejo de Edipo? La ligazón amorosa del niño con el padre del sexo
opuesto y la hostilidad contra el padre del mismo sexo. Pero dejando de lado , Freud hablará también de
un Edipo invertido, homosexual, y también la bisexualidad (la presión simultanea de la heterosexualidad
y de la homosexualidad), en esta definición, que podríamos llamar clásica, que no quedaría señalado
que en el Edipo cuentan más cosas que los tres personajes centrales de la tragedia. (El niño está
interesado en cometer el incesto, y el padre en conservar a la madre).

Para Freud es importante introducirnos en el concepto de Falo, antes de explicar el complejo de Edipo.
(Falo no es pene). Según términos de Freud el Falo es la “premisa universal del pene”, es decir, la
loca creencia infantil que no hay diferencia de los sexos, la creencia que todo el mundo tiene pene. En la
teoría de Freud se parte de esta posición del sujeto infantil: sólo existe un órgano genital y tal órgano es
de naturaleza masculino. Si llamamos Falo a la “premisa universal del pene”, nos cabe aceptar entonces
es que el Falo es un no re – representable. Es por la cuestión del Falo que la castración se introduce en
la estructura del sujeto. La confrontación de la premisa, el Falo, con la diferencia de sexos.

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La castración es la consecuencia inmediata del Falo. El sujeto infantil (niño – niña) ha partido de que
sólo hay dos sexos, que anatómicamente hay seres que carecen de pene, surge entonces el complejo de
castración. El varón se ve “amenazado” en su genital. El lo tiene, pero podría perderlo.

El complejo de castración es entonces “envidia del pene” en la mujer. Pero no significa darle privilegio
alguno al varón. Tener un pene no le asegura de nada. La teoría freudiana lejos de ser antifeminista
ofrece un punto de partida adecuado para plantear al feminismo como la necesidad y como cuestión.

“Freud reinventó Edipo para responder de manera racional al terror ante la irrupción de lo
femenino y la obsesión por la borradura de la diferencia sexual que habían embargado a la
sociedad europea de fines de siglo. Con la ayuda del mito reconvertido en complejo, Freud, en
efecto reestablecía simbólicamente las diferencias necesarias para el mantenimiento de un
modelo de familia cuya desaparición en la realidad se temía. Atribuía al inconciente el lugar de la
soberanía perdida por Dios padre, para reinar en él la ley de diferencia. El tirano de la antigua
tragedia del poder, de quién Nietzche había pensado que podía ser el héroe dionisiaco de un
nuevo humanismo, se transformó, en la pluma de Freud, en un sujeto culpable, aferrado a su
neurosis y condenado a no ser ya sino el hijo de su madre y rival de su padre” en “La familia en
desorden – Elizabeth Rudinesco.

TEORÍA DE LA LIBIDO.

Según Freud, una pulsión tiene su origen en una excitación corporal (estado de tensión); su fin
es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión
puede alcanzar su fin.

El concepto freudiano de la pulsión se establece en la descripción de la sexualidad humana. Freud,


basándose especialmente en el estudio de las perversiones y de las modalidades de la sexualidad
infantil, refuta la concepción popular que atribuye a la pulsión sexual un fin y un objeto especifico y lo
localiza en las excitaciones y funcionamiento del aparato genital. Muestra que el objeto es variable y
contingente y sólo es elegido en su forma definitiva en función de las vicisitudes de la historia del sujeto.
La teoría de las pulsiones fue siempre dualista: el primer dualismo invocado fue el de las pulsiones
sexuales y pulsiones del yo o de autoconservación; por estos últimos Freud entiende las grandes
necesidades o los grandes funciones indispensables para la conservación del individuo, siendo su
modelo de hambre y la función de alimentación.

Llamamos pulsiones a las fuerzas cuya existencia postulamos en el trasfondo de las tensiones
generadoras de las necesidades el ELLO. La concepción freudiana de la pulsión conduce al
desmantelamiento de la noción clásica de instinto, y ellos en dos direcciones opuestas. Por una parte, el
concepto “pulsión parcial” subraya la idea de que la pulsión sexual existe al principio en estado

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“poliforme” y tiene principalmente a la supresión de la tensión a nivel de la fuente corporal; que la historia
del sujeto, se liga a representantes que especifican el objeto y el modo de sastifacción.

La meta de la pulsión no es el encuentro pleno con un objeto y esto la define como absolutamente
diferente del instinto: la pulsión carece del saber que el instinto tiene, carece de él porque lo rechaza,
nada quiere saber de tal saber. ¿Qué hay en el sexo, o que lo que es liga el sexo a lo que debe ser
reprimido? Lo que el sujeto reprime es lo sexual, sólo en tanto la pulsión carece de un objeto dado de
antemano. Lo que el sujeto reprime es que, tratándose de cosas sexuales, tiene que arreglárselas sólo.
Ni la pulsión le facilita la determinación del objeto, ni hay Saber del objeto que la pulsión podría
determinar. Lo que está en juego en el sexo es el Saber del objeto. La pulsión no facilita ese saber. El
concepto de inconciente es isomórfico a la razón por la cual el sexo debe ser reprimido; o mejor, el
inconciente es simétrico e inverso a esa razón: el sujeto no sabe sobre aquello que está en el origen de
los síntomas que soporta porque nada quiere saber de que no puede saber que no hay saber sobre lo
sexual.

La concepción popular divide entre hambre y amor como subrogantes de las pulsiones: de las que
pujan por conservar al individuo y de las que aspiran a su reproducción. Se distingue entre las pulsiones
de auto conservación o yoicas y las pulsiones sexuales. Y llamamos libido (apetencia sexual) a la
fuerza con que la pulsión sexual emerge en la vida anímica. Una enfermedad orgánica, una estimulación
dolorosa, la inflamación de un órgano, crean un estado que tiene a todas luces por consecuencia de un
desasimiento de la libido respecto de sus objetos. La libido recogida se reencuentra en el interior del yo
como una investidura reforzada de la parte enferma del cuerpo. La insatisfacción del hambre y de la sed,
las dos pulsiones de autoconservación más elementales, nunca tiene por consecuencia su vuelvo en
angustia, mientras que la trasposición de libido insastifecha en angustia se cuenta, según vimos, entre
los fenómenos mejor conocidos y observados con más frecuencia. A las investiduras energéticas que el
yo dirigía a los objetos de sus aspiraciones sexuales las llamamos “libido”; a todas las otras, que son
enviadas por las pulsiones de autoconservación, las llamamos “interés”. Y entonces persiguiendo las
investiduras libídinales, sus trasmudaciones y sus destinos finales, nos procuramos una primera
intelección de la fábrica de las fuerzas del alma. El supuesto que la libido de objeto puede trasponerse en
libido yoica, y que por tanto es preciso tener en cuenta una libido yoica, se nos presentó como el único
que puede solucionar el enigma de las llamadas neurosis narcisistas.

Para entender las neurosis, las pulsiones sexuales las de mayor valor, que las neurosis constituyen las
enfermedades específicas de la pulsión sexual. La cantidad de la libido y de la posibilidad de
satisfacerla y descarga mediante esa sastifacción depende que un ser humano contraiga o no una
neuorisis. La gran cantidad de libido produce en el individuo una conducta anormal del hombre.

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La preocupación del trabajo terapéutico consiste en la distribución de la libido en el enfermo. Al
comienzo del desarrollo individual toda libido (todo querer alcanzar erótico, toda capacidad de amor) se
anuda a la persona propia: inviste al yo propio.

Al estado en el que yo retiene junto a sí a la libido lo llamamos narcisismo. El delirio de grandeza


es la consecuencia directa de un aumento del yo por recogimiento de las investiduras libidinosas de
objeto, un narcisismo secundario como retorno del narcisismo originario de la primera infancia. La
paranoia persecutoria es la forma en que el individuo se defiende de una moción homosexual que se ha
vuelto hiperintensa. La elección homosexual de objeto originariamente está más cerca del narcisismo
que la heterosexual. La elección de objeto, el progreso en el desarrollo libidinal que se efectúa tras el
estadio narcisista, puede producirse según dos diversos tipos: el tipo narcisista, en el que yo propio es
reemplazado por otro que se le parece en todo lo posible, o el tipo de apuntalamiento, en el que la
personas que han adquirido valor por haber satisfecho las otras necesidades de la vida son escogidas
como objetos también por la libido. La libido que hallamos adherida a los objetos, y que es expresión del
afán de ganar una sastifacción por su intermedio, puede también abandonarlos, y en lugar de ocuparlos
a ellos; ocupar al yo.

El yo es un gran reservorio que fluye la libido destinada a los objetos y al que ella refluye desde los
objetos. La libido del objeto fue primero libido yoica y puede volver a transponerse en libido yoica. Para la
salud integral de la persona es esencial que su libido no pierda plena movilidad. La libido convertida en
narcisista, no puede entonces hallar el camino de regreso hacía los objetos, y es este obstáculo a su
movilidad el que pasa a ser patógeno. La acumulación de la libido narcisista no se tolera más allá de
cierto grado. En la neurosis narcisistas la resistencia es insuperable. Las afecciones narcisistas y las
psicosis relacionadas con ellas sólo pueden ser desentrañadas por observadores formados en el estudio
analítico de las neurosis de transferencia. El narcisismo es el complemento libidinoso del egoísmo.
Cuando se habla de egoísmo se tiene en vista la utilidad para el individuo; cuando se mienta el
narcisismo, se toma en cuenta también su satisfacción libidinal. Se puede ser egoísta y al mismo tiempo
extremadamente narcisista, es decir, tener una muy escasa necesidad de objeto, y ello en la sastifacción
sexual directa o bien en aquella otra aspiración más alta, derivada de la necesidad sexual, que solemos
llamar amor por oposición a la sensualidad. En estas relaciones, el egoísmo es lo obvio, lo constante y
el narcisismo el elemento variable. Lo opuesto del egoísmo, el altruismo, no coincide con la investidura
libidinosa de objeto; se separa de esta porque faltan en él las aspiraciones a la sastifacción sexual. En el
enamoramiento pleno al altruismo coincide con la investidura libidinosa de objeto. El objeto
sexual atrae sobre sí, por regla general, una parte del narcisismo del yo, lo que se hace notable en la
llamada sobrestimación sexual del objeto.

El narcisismo universal, el amor propio de la humanidad, ha recibido hoy tres graves afrentas de la
investigación científica:

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1) El hombre creyó que la tierra era el centro del universo. Teoría teocentrista. El aniquilamiento
de esta ilusión narcisista con el nombre y la obra de Nicolás Copernico en el siglo XVI. Cuando halló
universal reconocimiento, el amor propio de los seres humano experimentó su primera afrenta, la
cosmológica.

2) En el curso de su desarrollo cultural, el hombre se erigió en el amor de sus semejantes


animales. La segunda afrenta, la biológica, fue llevada a cabo por Charles Darwin y sus posteriores.

3) La tercera afrenta fue la psicológica. El hombre se siente soberano de su propia alma, El se ha


creado en algún lugar del núcleo de su yo un órgano de vigilancia que examina sus propias mociones y
acciones para determinar si armonizan sus exigencias. Si no lo hacen, son inhibidas y relegadas sin
miramientos. En ciertas enfermedades no es así; entre ellas las neurosis. El yo se siente incómodo,
tropieza con límites a su poder en su propia casa, el alma. De pronto afloran pensamientos que no se
sabe de dónde vienen; tampoco se puede hacer para expulsarlos. El yo dice que eso es una
enfermedad, una invasión ajena, y redobla su vigilancia; pero no puede comprender porque se siente
paralizado de una manera tan real. La psiquiatría sin duda rechaza la idea de que unos espíritus
ajenos se hubieran infiltrado en la vida anímica.

La vida pulsional de la sexualidad en nosotros no puede dominarse plenamente, y que los procesos
anímicos son en sí inconcientes, volviéndose accesibles y sometiéndose al yo sólo a través de una
percepción incompleta y sospechosa, equivalen a aseverar que el yo no es el amo en su propia casa.

Para Freud, entre los seres humanos no hay ni puede haber armonía plena, rige el “narcisismo de la
pequeña diferencia” a consecuencia del cual “ningún ser humano soporta una aproximación demasiado
íntima en los otros”.

La hipótesis del narcisismo abonada la renuncia a aceptar una pulsión agresiva independiente de la
libido. Desde el comienzo se pensó que las mociones de agresividad, y también de odio, pertenecían a la
pulsión de autoconservación, y como esta era ahora subsumida en la libido, no hacía falta suponer
ninguna pulsión agresiva independiente. La pulsión de muerte. “El vuelco de la pulsión agresiva hacia
adentro es, desde luego, la contrapartida del vuelco de la libido hacía afuera, cuando esta pasa
del yo a los objetos. Se podría imaginar un esquema según el cual originalmente, en los
comienzos de la vida, toda la libido estaba dirigida hacia adentro y toda la agresividad hacía
afuera, y que esto fue cambiando gradualmente en el curso de la vida”.

En la teoría psicoanalítica freudiana surge el concepto de pulsión de muerte, ya nombrado


anteriormente, y la así llamada segunda tópica con la aparición del superyó y una nueva elaboración
acerca del goce, la culpa y el castigo. El lazo entre pulsión de muerte y superyó hará surgir la compulsión
de repetición, el masoquismo primordial y la relación terapéutica negativa. La existencia de la pulsión
de muerte muestra que hay sastifacción allí donde hay ruptura de equilibrio y la estabilidad.

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Sastifacción antagónica con la exigencia de bienestar que sólo obtiene por la transgresión del orden que
el significante impone, en el dolor. (Sastifacción que para Lacan lleva el nombre de goce).

La consecuencia de renunciar a la sastifacción pulsional “directa” es el que sujeto gozará más y más
por el mismo hecho de la renuncia; goce del sentimiento de culpa que es reforzado por cada renuncia. El
goce no se deja reducir al significante y es así como es eliminado de un lado como satisfacción pulsional
reaparece por otro lado como goce de la culpa. La renuncia fortalece cada vez al superyó, el sujeto se
siente más culpable cuando mayor es la renuncia que efectiviza, la necesidad de expiación se establece
como un imperativo fundamental en el seno del grupo social.

PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA.

• Olvido de nombres propios: No sólo se produce un olvido, sino un recuerdo falso. En el


empeño por recuperar un nombre así, que a uno se le va de la memoria, acuden a la conciencia otros -
nombres sustitutivos – y estos, aunque discernidos enseguida como incorrectos, una y otra vez tornan a
imponerse con gran tenacidad. El proceso destinado a reproducir el nombre que se busca ha desplazado
(descentrado). La aversión a recordar se dirigía contra uno de los contenidos; la incapacidad para
hacerlo surgió en el otro. Freud trata de recordar el nombre de un pintor italiano, Signorelli, el cual
había pintado la catedral de Orvieto, pero en su lugar aparecían dos otro tan familiar como el
primero, Boticelli y Boltraffio. Las condiciones para el olvido de un nombre con recordar fallido son: 1
– Cierta predisposición para su olvido; 2 – Un proceso de sofocación transcurrido poco antes; 3 – La
posibilidad de establecer una asociación extrínseca entre el nombre en cuestión y el elemento antes
sofocado. Otro problema, y de más profundo alcance, es saber si tal asociación extrínseca puede ser, en
efecto, condición suficiente para que el elemento reprimido perturbe la reproducción del nombre que se
busca, o sea, si no hace falta todavía un nexo más íntimo entre los dos temas.

“Creo ilícito separar por principio del caso del olvido de nombres con recordar fallido de aquellos otros
en que no acudieron nombres sustitutivos incorrectos. Para el devenir – conciente del nombre sustitutivo
parecen decisivos dos factores: en primer lugar, el empeño de atención y, en segundo, una condición
interna propia del material psíquico. Buena parte de los casos de olvido de nombres sin recordar el fallido
se asimilan a los casos con formación de nombres sustitutivos para los que rige el mecanismo anterior.
Junto al olvido simple de nombres propios, se presenta también un olvido que está motivado por
represión”.

• Olvido de palabras extranjeras: La predisposición a olvidarlos preexiste para todas las


partes del discurso, y un primer grado de perturbación funcional se muestra en la desigual medida con
que disponemos del léxico extranjero según nuestro estado general o nuestra fatiga.

• Olvido de nombres y de frases: Sobre el proceso de olvido de un elemento dentro de una


frase en lengua extranjera, son aptas para despertar nuestro apetito de saber si el olvido de frases en la

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lengua materna pide un esclarecimiento esencialmente diverso. Ese olvido no afecta en igual medida
a todo lo que se aprendió entramado, sino que parece desflecar solo elementos singulares.

SUPERYÓ.

Superyó es, el nombre que recibirá el residuo de lo simbólico. El superyó no es la causa de la renuncia
a las sastifacciones pulsionales, tarea que corresponde más bien al ideal del yo, sino el efecto de esa
renuncia. Freud señala que la formación del superyó no interviene exclusivamente en la dimensión
simbólica del lenguaje sino también, y con efectos incalculables, la dimensión real del goce. El goce es
por ello la dimensión fundamental en la constitución y funcionamiento del superyó. El goce pulsional
resignado se hace goce del superyó en tanto es sacrificio del sujeto en nombre de un mandato supremo.
El superyó se apropia del goce resignado, sacrificado, y exige constantemente nuevas cuotas de
sacrificio, ofrendas con las que el sujeto alimenta a la gula insaciable de esa instancia.

META CULTURAL, VIOLENCIA Y SACRIFICIO.

La cultura tiene una meta: asociar a los sujetos en unidades cada vez más amplias fortaleciendo los
lazos que los ligan. (El programa de la cultura es el programa de Eros). Contrapuesta a Eros, la pulsión
de muerte provoca la disgregación, la ruptura de los lazos que unifican. La cultura consiste en el
conjunto de medios “eróticos” puestos en acción para evitar el avance arrollador de la pulsión de
destrucción. La oposición entre Eros y la pulsión de muerte no es tan tajante como parece pues lo que
siempre se encuentra cuando se busca cumplir el programa de Eros es la pulsión de muerte. Lo que
está en el horizonte de la cultura es su autodestrucción, porque la identificación significante y el amor
que se funda en ella, sus pilares básicos, no son sino la transmutación del goce que no se deja apresar
en los límites de la palabra y el lenguaje. El sacrificio del goce lleve a su eliminación. La ciencia moderna
tiene como condición del rechazo de la existencia del goce como un excedente que ningún discurso
puede dominar.

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